Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Calipso y La Inmortalidad Rechazada

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 10

Calipso y la inmortalidad rechazada

De las tres figuras femeninas, que representan las tres grandes


tentaciones que asaltan a Odiseo durante la dcada de su viaje de regreso
a Itaca, quizs sea Calipso la ms misteriosa. Ya su nombre es enigmtico:
la que se oculta. Segn una genealoga era hermana de Circe, ambas hijas
de Helios y nietas del Ocano, pues su madre era Perseis. Pero otra versin
del mito la tena por hija de Atlante y de Plyone, la madre de las siete
Plyades convertidas en estrellas. A su isla, Ogigia, s e la ubicara en el
norte de frica, en la pennsula de Ceuta. Leyendas posteriores a la historia
de la Odisea hablaban de uno o dos hijos que habran sido fruto de sus
amores con el peregrino Ulises: Latino, epnimo de los latinos, o Naustoo
y Nausnoo. Tambin lleg a atribursele otro hijo con Nauscaa, Ausn, que
habra dado nombre a Ausonia1.
La estada del peregrino en los dominios de la ninfa ocupa los dos
tercios de aquellos diez aos. Encontramos su nombre desde los primeros
versos de la Odisea, cuando Homero, despus de referirse a algunos de los
infortunios del hroe y sus compaeros, nos informa de la situacin de
ste, ya sin acompaantes, contrastando as su suerte con la de otros
guerreros que haban logrado retornar desde Troya hasta sus tierras:

Cuantos antes haban esquivado la abrupta ruina,


en sus casas estaban a salvo del mar y de la guerra;
slo a l, que aoraba en dolor su mujer y sus lares,
retenale la augusta Calipso, divina entre las diosas,
en sus cncavas grutas, ansiosa de hacerlo su esposo 2.

La circunstancia de la imposibilidad de Odiseo de salir de la isla de


Ogigia y el hecho de que Calipso lo retena all contra su voluntad, son
expuestos por Atenea a los dioses, reunidos en torno a Zeus, en la rapsodia
V:

Referales Atena las penas sin cuento de Ulises


con dolor de que an le guardase la ninfa en sus casas:
[...] No queda entre todas
esas gentes que tuvo en su reino, por l gobernadas
con paterna bondad, quien se acuerde de Ulises divino.
All yace en la isla penando de recios dolores
y en sus casas lo guarda por fuerza la ninfa Calipso
sin que pueda partirse al pas de sus padres a falta
de bajeles con remos y amigos que ayuden su ruta
por la espalda anchurosa del mar3.

Pareciera que en la isla de Calipso Odiseo hubiera alcanzado la


mayor felicidad a que un varn ya maduro pudiera aspirar. Tranquilidad,
ocio, amor, cuidados de una bella deidad en un paisaje paradisaco,
posibilidad de llegar a ser inmortal y prolongar as la felicidad para
siempre. La gruta, el bosque y el jardn que rodean a aquella y que el poeta
describe con elocuencia, son tan hermosos que "hasta un dios que su
hubiera acercado a aquel sitio / quedarase suspenso a su vista, gozando en
1
P. Grimal, op. cit., p. 83
2
Homero: Odisea, I, 11-15.
3
Ibdem, V, 5-6 y 10-17.
su pecho"4. Hay quien ha llegado a anotar semejanzas entre la isla de
Ogigia y el Elseo, lugar de felicidad sin fin, como William S. Anderson en
Calypso and Elysium5. Pero Odiseo hace tiempo que no goza de todo eso.
Cuando Hermes llegar al lugar para notificar a la ninfa de la orden divina
de dejar ir a Ulises, la encuentra sola. Odiseo, como tantas otras veces,
estaba aorando su tierra a orillas del mar:

El magnnimo Ulises no estaba con ella: segua


como siempre en sus lloros, sentado en los altos cantiles,
destrozando su alma en dolores, gemidos y llanto
que caa de sus ojos atentos al mar infecundo.

Cuando el enviado de los dioses entrega su mensaje, Calipso


reacciona con enojo, acusando de envidiosos "a los saudos dioses", pues
no pueden sufrir que las diosas yazgan "abierta y lealmente con mortales si
alguno les place de esposo". Y resume lo que ha hecho por Odiseo,
recogindolo desde la extrema desgracia. Pero expresa finalmente que
obedecer la orden y, aunque no tiene naves, le dar consejos y ayuda:

De este modo ahora a m me envidiis el amor de ese hombre


que yo misma salv cuando erraba a horcajadas
sobre un leo, pues Zeus con el rayo fulgente le haba
destrozado el ligero bajel en mitad del purpreo
oceano6; perdidos sus buenos amigos, a l, solo
solo arrastrado a estas playas trajeron las olas y el viento;
yo acogida y sustento le di y entre m meditaba
el hacerlo inmortal, de vejez eximirlo por siempre 7.

La ninfa va a buscar a Ulises para comunicarle las nuevas. Y lo


encuentra, como tantas veces antes, llorando a la orilla del mar. Le anuncia
su ayuda para armar y equipar una balsa. Odiseo no le cree al comienzo y
ella debe asegurar que dice verdad. Luego lo lleva a su gruta y le sirve
esplndida cena. Al final, habla la diosa y lo recrimina por su eleccin de
destino, advirtindole sobre los males que deber sufrir como mortal,
despus de rechazar la inmortalidad. No deja de comparar su belleza con la
de Penlope:

Oh Laertada, retoo de Zeus, Ulises maero!


De verdad tienes prisa en partirte al pas de tus padres
y volver a tu hogar? Marcha, pues, pese a todo en buen hora;
mas si ver en tu mente pudieses los males que antes
de encontrarte en tu patria te har soportar el destino,
seguiras a mi lado guardando conmigo estas casas,
inmortal para siempre, por mucho que ests deseando
ver de nuevo a la esposa en que piensas un da tras otro.
Comparada con ella, de cierto, inferior no me hallo
ni en presencia ni en cuerpo, que nunca mujeres mortales
en belleza ni en talle igualarse han podido a las diosas 8.

4
Ibdem, 63-74).
5
Cit. por O. G. Ramos, op. cit., p. 100.
6
La acentuacin irregular de esta palabra constituye una licencia tomada por el traductor por razones de
mtrica.
7
Ibdem, 129-145.
8
Ibdem, 203-214.
Ulises, humildemente, reconoce que la ninfa en superior a su esposa
Penlope, ya que sta es mujer y mortal y Calipso ni envejece ni muere:

Mas con todo esto yo quiero, y es ansia de todos mis das,


el llegar a mi casa y gozar de la luz del regreso.
Si algn dios me acosare de nuevo en las olas vinosas,
lo sabr soportar; sufridora es el alma que llevo
en mi entraa; mil penas y esfuerzos dej ya arrostrados
en la guerra y el mar: denle colmo esos otros ahora 9.

Es la afirmacin rotunda de su razn de vivir, de su misin


inalterable: volver a la tierra patria y el hogar.
Durante los cuatro das que dura la construccin de la balsa, Calipso
ayuda lealmente. Acopia luego la embarcacin con manjares agua y vino.
Baa a Odiseo; lo viste con ropas perfumadas y hasta enva "una brisa de
popa templada y suave".
No hay despedidas ni tristezas ni lgrimas de separacin...
En el poema de Oscar Gerardo Ramos, Odiseo, ahora anciano y solo,
pues ha muerto Penlope, recuerda as el "episodio", de siete aos, de
Calipso:

Ya estoy aqu en mi patria, la que llor en los brazos


de Calipso. No pudo vencer ella a Penlope,
y me ofreci que hara mis huesos inmortales
para amarla en su lecho de besos y de sndalo.
Dola entre mi triste soledad su hermosura.
Y prefer ser slo mortal, pero ser hombre10.

El ltimo verso encierra la esencia del "cuento" de Calipso: la


paradoja de no aceptar un hombre lo que todos los hombres ansiaran. Es
la misma decisin que destaca, expresndola en dos sonetos un poeta,
cretense como Kazantzakis, Lefteris Alexu 11. En el primero, adems del
elogio de la belleza de la ninfa, est presente el "antiguo recuerdo", el
llamado del mar y las gaviotas. Prefiere "el incierto destino" del mortal,
pues la inmortalidad se le hace servidumbre:

Ulises as habl a Calipso cuando decidi abandonarla

Nieve semeja en el velado atardecer


tu cuerpo difano. Con ardor envolvente
igual que de reptil, el amor serpentino
cual brazo firme estrechada mi cintura.

El grillo que no calla de tu beso


y tu mirar me hicieron inmortal.

9
Ibdem, 219-234.
10
El poema de Ramos no tiene ttulo. En el captulo "La vejez de Odiseo" de su ya citado libro La
Odisea Un itinerario humano, coloca su poema al final, pp. 163-166, despus de imaginar que el hroe,
anciano ya, cuando muchos personajes han muerto, el viejo hroe relata a Femio sus peripecias. As, es l
el primer cantor de su propia vida y su relato llegar ms tarde a ser insertado en la epopeya por un poeta
itacense, Homero.
11
Lefteris Alexu (1890-1964), intelectual y poeta, miembro de una destacada familia de intelectuales y
escritores de Creta, hermano de Galatea Kazantzakis, escritora, primera esposa del autor de la Odisea.
Nada veo ni escucho. Como abejas
el antiguo recuerdo me circunda.

Me llaman las gaviotas. Clama el ponto.


Tiembla la espuma en mis prpados hmedos,
y la inmortalidad me es servidumbre.

Dame otra vez el incierto destino;


que me lleve la libre fantasa
en un madero por la mar salada.

En este segundo soneto, hay un elogio de la maravillosa hermosura


de la diosa. Pero el llamado de la sangre mortal es muy fuerte, pese a que
la inmortalidad la quiere helar. El destino del mortal est hasta en la raz
de los huesos de Odiseo. El ltimo verso resulta lapidario - paradojal para
la mayora de los hombres: Ulises quiere librarse de la red de Calipso "para
vivir, para luchar, para morir".

Odiseo a Calipso

Tu cuerpo resplandece como un templo


en la roca enhiesto y blanco cual la nieve.
Y tus peplos slo al pasar los tiempos
los mueven, como las brisas a los mares.

Mas dentro de m sangre mortal corre,


que queman pasin antigua, odio y dolores;
y la hiela la inmortalidad que impones
y quedo aferrado a tu ptreo costado.

Quiero partir. De la muerte el destino


est en mis huesos muy enraizada.
Me hala desde la puerta del Olimpo

la vida del humano la mil-veces-amarga.


Lbrame ya de tu engaosa red,
para vivir, para luchar, para morir.

Ya en la Antigedad hubo quien imagin a un Odiseo arrepentido de


haber rechazado la inmortalidad. En Una historia verdadera, en la que el
autor comienza diciendo que todo lo que sigue es falso, Luciano cuenta que
estando l en la Isla de los Bienventurados (donde segn mitgrafos, habra
sido conducido Ulises despus de la vida terrena), se encontr con el viejo
marino. ste "sin conocimiento de Penlope" le entreg una carta para que
la llevara a Calipso, a la isla de Ogigia. Luciano transcribe la presunta
carta. All Odiseo le informa que despus de dejarla, naufrag; que lleg al
pas de los feacios, quienes lo condujeron a su patria; que dio muerte a los
pretendientes de Penlope, pero despus fue l asesinado por Telgono, el
hijo que haba tenido con Circe. Y termina la carta: "Ahora estoy en la Isla
de los Bienaventurados, muy apenado por haber desistido de mi vida
contigo y de la inmortalidad que tu me ofreciste. Por consiguiente, si tengo
una oportunidad, me escapar e ir donde ti" 12.

12
Luciano: Una historia verdadera 2, 35.
El pasaje sobre el encuentro de Odiseo con Calipso, su convivencia y
la separacin, abarca en el poema homrico los primeros 176 versos de la
quinta rapsodia. Es el poeta quien lo narra; no Odiseo. En la poema de
Kazantzakis, es Ulises quien relata sus penurias a su familia en la segunda
rapsodia, y en esa relacin los versos dedicados a esa "tentacin" son 121.

Qu representa la figura de Calipso en ambos poemas? Para


algunos, ella representa la "tentacin del medioda" de la vida del varn
errante. O la ilusin, "el engao de que por siempre " podra durar "el
voluptuoso abrazo", el placer total. Pero parece ms claro que lo esencial
en lo que le ofrece Calipso a Odiseo no es tanto su belleza y sensualidad
como la posibilidad de convertirlo en inmortal. Es, paradjicamente, la
tentacin que responde al anhelo ms profundo del ser humano, frente a la
inexorable realidad de su finitud; el anhelo que lleva a la mayora a
imaginar un mundo post mortem de eterna paz y felicidad.
En el poema de Kazantzakis, Odiseo relata su encuentro con la diosa
y habla del placer a que se entregaban ambos durante largo tiempo, aos y
meses al parecer, mientras "en el cielo vaco se perdan los das y las
noches":

Tres fueron las formas ms letales que la muerte adoptara


para turbar mi mente y arrebatar mis armas.
El fresco antro de Calipso, donde lleg como hembra seductora
sonriendo y se enroll apegada a mis rodillas.
Y temeroso, yo a la inmortal en mis manos mortales estrechaba
como un ensueo dulce en la playa arenosa.
En una vasija de oro cada tarde la rubia diosa me lavaba
el lodo de los pies con agua cristalina para que no mancharan
las mantas tejidas-en-plata de su lecho nupcial;
y yo rea gozoso al ver los pies con cieno del humano
entremezclarse con las piernas incorruptibles de la diosa.
Por vez primera sent el goce del cuerpo cual espritu;
tierra y cielo se unan en la playa, y en mi interior
/ con honda dicha
perciba cmo mis entraas se transformaban en alas.
Giraba el cielo desde los cimientos junto a nuestra labor,
y se apagaban los astros en el pilago y otros riendo
/ se encendan;
y nosotros, igual que dos lucirnagas, brillbamos unidos
/ en la arena13.

Pero en esa vida de placer sin preocupaciones, hay un momento en


que Odiseo empieza a percibir su transformacin en inmortal y esto lo llena
de terror:

Y un atardecer, mientras tena a la inmortal apretada entre


/ mis brazos,
percib de repente, mudo de terror, que dentro de m el dios
extenda sus tentculos y pretenda ahogar mi corazn.
Como un sueo parecime la vida, como una fbula el mundo,
y el alma entera difundase en espirales de humo entre la brisa.
En lo que dura un relmpago nacan y brillaban y desaparecan
en mi cabeza fatigada las deidades, y otras ascendan
13
N. Kazantzakis: Odisea, II, 76-92.
/ como nimbos;
y algunas gotas esparcanse sobre mi ardiente espritu.
Solamente tornaban an a la vida mis ensueos nocturnos;
silentes se arrastraban cual serpientes manchadas y laman
/ mis prpados
y en mi mente se abran mares de madreperlas,
ureos peces me espiaban tristemente entre las aguas densas
y voces dulcsimas suban desde el abismo azulado.
Se aguzan y alargan el cuerpo y las plantas de los pies;
rizada gorgona la cabeza navega por encima de las olas,
y en el extremo se muestra el lucero matutino que seal la senda.
Toda la noche avanzaba el cuerpo mo, bajel pirata,
/ y se embargaban
mis entraas con el dulce perfume del mundo terreno 14.

Pero esos restos del mundo terreno que los sueos todava
conservaban terminan por borrarse del todo. El corazn de Ulises deja de
recordar, de sufrir, de preocuparse por las penalidades de los humanos,
pierde la memoria de lo terrenal. Se detiene "cadver en serenidad divina",
y

en su interior se suavizaron y aliviaron los sufrimientos del hombre,


se sumergi la tierra patria fulgurando en los abismos del olvido
y cual un juego de luz y nube se agitaban en el viento,
se unan, se separaban, se borraban el hijo, el padre, la mujer;
suba el dios como la muerte y devastaba las entraas.
Sin dolor, sin sonrisa, enmudecido, pisaba los roqueros
y ya mi cuerpo, transparente, sobre la tierra sombra no arrojaba;
y entre mis pies, sin temor, raudos pasaban los petreles:
dirase que un numen invisible paseaba por la playa 15.

Cmo va a salir Ulises de este estado nuevo en que se est


metamorfoseando su condicin humana? No hay, como en los tiempos
homricos, ni dioses ni mensajes ni mandatos de stos para que Calipso lo
deje ir y quizs ya su transformacin sea irreversible. Un objeto material,
un humilde trozo de madera, un resto de remo, ser lo que haga despertar
su memoria y su voluntad humanas:

Pero una maana tropec entre los guijos desiertos


con un despojo alargado que acaso dej en seco por la noche la mar.
Levantlo lentamente y trat de recordar qu cosa fuera:
hueso de un pez monstruoso, pata de un ave gigantesca,
rama de un rbol del ponto, cayado de algn genio marino.
Mas, poco a poco fue amaneciendo en mi espritu y
/ me doy cuenta
que un remo largo, muy amado, en mis desfallecientes
/ manos sostena.
Y mientras con suavidad lo acariciaba, los ojos nublados
/ se aclararon:
Al extremo del remo diviso la negra mano que lo manejaba,
veo una quilla espumeante y la vela sobre un alto mstil.
Vinieron en multitud los viejos compaeros con sus brazos
14
Ibdem, 107-124.
15
Ibdem, 128-136.
/ tostados;
vino tambin el mar y me golpe y vacil mi entendimiento,
y de dnde partieron record y dnde ellos anhelan que yo vaya.
Ay! Era yo tambin un hombre ardiente y mi corazn bailaba
y posea patria, un hijo y una esposa y un navo veloz,
pero, ah!, naufragu donde la diosa y mi alma se desvaneci.
Me estremec; siento el peligro de llegar a ser un dios,
sin un corazn cambiante, sin alegra y sin dolor de humano;
me inclino y hundo en el agua mi rostro debilitado;
mojo mis prpados marchitos para que se reanimen,
huelo las algas de la playa y mis sienes se abrieron;
y luz, agua, fuego y tierra mi cabeza desbord.

De la toma de conciencia a la decisin no hay lapso alguno. Por


propia e inmediata iniciativa, Ulises comienza velozmente a construir una
balsa, pero sin la ayuda ni los consejo de Calipso (que s recibe en la
Odisea homrica).

Agitse la sangre, las grandes venas deshelronse;


y al punto cojo la afilada segur y me interno en el bosque.
Derribo rboles, los elijo y cuarteo y me escojo un ciprs;
dispongo los tablajes y los remos y elevo el mstil
y me regocijaba debastando los troncos y veloces pies
/ y manos tallan.
y espinazo y cabeza y pecho:
todo mi cuerpo derruido por los dioses lo edificaba de nuevo.
Y cuando entero ya mi cuerpo, popa y proa se extendieron,
y el peplo azul de la diosa estir como vela maestral,
t, mi balsa recin hecha, cual-golondrina-aleteaste, igual
/ que mi corazn16.

Y Odiseo se lanza de inmediato al mar. Aqu no hay la no-despedida


del poema homrico, como veremos enseguida. Pero desde la Antigedad,
se haba pensado ya en que Calipso haba sentido tristeza por la partida de
Ulises. Propercio posiblemente repiti una idea ya sugerida por un
alejandrino. Ms tarde, otros autores, como Fnelon, insistirn en ella:
"Calypso ne pouvait pas se consoler du dpart d' Ulysse", se afirma en el
Telmaco.
En el poema de Kazantzakis, Odiseo expresa amor por Calipso y
habla de lgrimas de la separacin. Mientras Ulises parte, sin que la ninfa
haya sabido de la construccin de la balsa ni haya cooperado en la tarea ni
se haya percatado del zarpe, ella canta (tambin en Homero canta, pero en
otros momentos), y justamente ahora siente que ha empezado a
humanizarse, que su corazn late, que sus pechos no son marmreos y que
de leche sus venas se desbordan. Y su canto parecer desgarrador para el
que se marcha navegando.

Ah, qu alegra desplegar de repente al contraviento


las velas todas y decir el adis a la amada!
"Mucho te quiero y amo, amada ma, pero djame primero
subir a mi navo, desplegar mi velamen,
y empuar con una mano el gobernalle hacia la mar abierta
y enjugar con la otra las lgrimas de la separacin".
16
Ibdem, 159-168.
En perfumes baada, all lejos en la fuente, en el agua sagrada
/ del manantial
peinaba la deidad sus cabellos inmortales y cantaba:
"Por primera vez siento mis marmreos pechos, amado mo;
se han entibiado en tu clido pecho mortal;
dej de ser piedra mi espritu, late el corazn, tiemblan
/ mis rodillas;
me estoy volviendo mujer y mis venas de leche se desbordan;
ro y sostengo en mi regazo al mundo terreno como a un hijo!" 17

El poeta ha entrelazado en este episodio el motivo del ser humano


que se estaba haciendo divino y que decide no perder su condicin
humana, y el de una diosa que, en la convivencia con un hombre, comienza
a humanizarse. Pero, como sucede con no pocos de los muchsimos
personajes de la nueva Odisea, nada ms sabemos de Calipso, de lo que
experimentar al imponerse de que Ulises la ha abandonado.
El llanto es propio del ser humano, al igual que la muerte. Los
dioses, si existen, son inmortales y no lloran, pues no sufren, aunque tienen
pasiones humanas como la ira, la envidia, el amor. El llanto marcar la
vuelta a la condicin humana, tanto cuando Ulises se libera de la tentacin
de ser inmortal como cuando se libra de su descenso a la calidad animal.
El llanto al sentir de nuevo al hijo, la esposa, la tierra patria, la
realidad terrena, reemplaza a aquellas "lgrimas de la separacin", especie
de contagio humano en el mundo de la divinidad que no las conoce.

Rompe la piedra su canto; se parte mi corazn:


"Calla, corazn mo; ya lo s, pero mi espritu hacia otro lugar
/ apunta!"
Y cuando avanzaba, ya lejos, como saeta, en la ola
/ de-espumoso-seno,
y el dolorido canto se perdi en la bruma del crepsculo,
poco a poco la balsa se puso ms pesada y se ladea;
las sombras la aplastaban; de mujer, de hijo, de patria se carg,
y libre dej a mi corazn conducirse a su agrado:
y ste estall en llanto y otra vez se volvi humano!18

Ms tarde, despus de este relato, cuando ya Odiseo ha dejado Itaca


para siempre, ha navegado y ha desembarcado en el Peloponeso y
comienza su camino hacia Esparta, en un momento mira un obsequio que
quiere entregar a Helena. Es un regalo que le hizo Calipso: un boj muy fino
de marfil, dentro del cual hay un cristal milagroso por donde desfilan en
imgenes todas las cosas del mundo, incluidas las futuras.

En su interior, destellaba un cristal milagroso, como un ojo,


y todos los pases y los mares pasaban por sus aguas.
Destejbanse las casas una a una y mostraban sus vergenzas,
y las cabezas, abiertas, transparentes, como nenfares suban
hasta el cristalino, y los pensamientos ocultos todos circulaban,
igual que peces dorados en acuario de cristal.
Se agitaban cual fantasmas los ejrcitos en los confines
/ del mundo
y ascendan de la orilla de la mar reinos como si fuesen nubes
17
Ibdem, 169-181.
18
Ibdem, 182-189.
y luego se disgregaban y volvan a ascender siempre agitndose,
como si todo el vivir del hombre malhadado y de la tierra
fuera un pequeo juego de luz, de aire brumoso y de agua 19.

Entonces Odiseo recuerda a Calipso, la diosa que se lo dio y cmo en


los siete aos que con ella estuvo, l miraba las aguas del cristal y vea
desvanecerse su patria, su padre, su mujer, su hijo, sin que su alma se
turbara, pues se estaba convirtiendo en divinidad:

Este iris divinal le dio como recuerdo en la y bella noche


cuando se unieron en el antro dulcemente con Calipso, aquella diosa
y siete aos veloces cual centellas, lo conservaba y lo vea.
Contemplaba a su patria, al hijo, al padre, a la mujer,
y a sus bienes desvanecerse all en las baldosas de su patio,
y no admita - cual deidad - que su alma se conturbara 20.

Mucho tiempo despus, cuando el asceta peregrino ha llegado al


extremo sur del frica, desde donde partir para encontrase con la muerte,
con hambre y dbil, divisa una pobre caleta y piensa encaminarse all para
pedir golpear puertas y pedir pan. Esta decisin le recuerda el tiempo en
que era rey y tambin los aos que pas con Calipso.

Acordse de cuando era rey y tenda la mano


y la ms firme fortaleza vacilaban y los muros se rompan;
se acord de cuando en blancas costas y en grutas esmerldicas
si extenda los brazos a la diosa coga, sin hablar,
de sus rubios cabellos, y abajo la dominaba 21.

Tambin al construir en la costa sudafricana la barca en forma de


atad para zarpar hacia los mares antrticos, Odiseo recuerda cmo
construy la balsa para dejar Ogigia, la isla de Calipso, la-de-radiante-
cabellera:

Lejanamente recordaba el solitario la isla de Calipso,


/ la-de-radiante-cabellera,
cuando de prisa una balsa construa para volver a la patria;
y tristemente cantaba la diosa, con mucha dulzura, en vano,
para en sus redes retenerlo, en medio del esplendor de la
/ divinidad.
De igual manera, ahora est abandonando a la tierra,
/ la-de-verde-cabello.22

An es recordada Calipso, en la ltima estacin de Ulises, en la


aldea polar, muy cercano ya el fin. El hielo y la fatiga hacen que en un
momento no sepa dnde est:

Cuando por la maana abri los ojos y vio los adiantos

19
La descripcin del cristal en el cual todo se ve simultneamente acaso recuerde en alguna medida al
Aleph y el intento borgiano de expresar en palabras la visin simultnea del todo: "Vi el populoso mar, vi
el alba y la tarde, vi las muchedumbres de Amrica..." J. L. Borges: "El Aleph", El Aleph,
Alianza/Emec, Madrid, 1988.
20
Odisea, III, 601-611 y 612-617.
21
Ibdem, XXI, 570-574.
22
Ibdem, XXI, 807-811.
y golondrinas-de-las-piedras que gorjean-en-celo,
y en torno la luz verde y una grande dulzura,
su mente se extravi y no puede recordar dnde est.
Lejos revolotea el pensamiento en la gruta de Calipso,
cuando hora tras hora aguardaba para ver la blonda cabeza
y aquel cuerpo inmortal en la sombra destellar;
pero tardaba en aparecer y se meti el entendimiento
en otras profundas cavernas de gozares, en otros mares azules,
igual que un crustceo que atraviesa chapuzando por las
/ piedras.
Poco a poco el pensamiento serense y volvi a su lugar 23.

23
Ibdem, XXII, 325-335.

También podría gustarte