Helen Duffy Seleccion 2008
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Sanciones
N. 870 Junio de 2008
Derechos humanos
N. 871 Septiembre de 2008
Sanciones
N. 870 Junio de 2008
Derechos humanos
N. 871 Septiembre de 2008
NDICE
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
El conflicto en Irak II
7 Editorial
13 La ocupacin en Irak desde 2003 y los poderes del Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas
Robert Kolb
35 Ataques suicidas y derecho islmico
Muhammad Munir
55 Cruzar el desierto. El CICR en Irak: anlisis de una operacin humanitaria
Daniel Palmieri
71 Accin neutral, imparcial e independiente: clave para la aceptacin del
CICR en Irak
Karl Mattli y Jrg Gasser
91 Editorial
93 Discurso del general Jean-Ren Bachelet
103 Eficacia de las sanciones como medio para lograr un mayor respeto del
derecho humanitario
Anne-Marie La Rosa
131 Crmenes masivos en ex Yugoslavia: participacin, sancin y prevencin?
Samuel Tanner
147 Reflexiones acerca de la responsabilidad del mando y la responsabilidad
penal
Jamie Allan Williamson
2
Los artculos publicados en la International Review of the Red Cross
reflejan las opiniones de los respectivos autores, y no necesariamente
las del CICR o las de la Redaccin. Slo los artculos firmados por el
CICR pueden serle atribuidos.
199 Editorial
205 Entrevista a Luis Alfonso de Alba
217 Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
Cordula Droege
269 Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados en relacin
con las transferencias de personas
Emanuela-Chiara Gillard
319 La relacin entre el derecho internacional humanitario y el derecho de
los derechos humanos cuando se trata del asunto de la admisibilidad del
homicidio y del internamiento de portadores de armas en conflictos
armados no internacionales
Marco Sassli y Laura M. Olson
351 Litigios en materia de derechos humanos y la guerra contra el terror
Helen Duffy
3
Diciembre de 2008, N. 872 de la versin original
Participacin directa en las hostilidades
381 Editorial
385 Entrevista a Sergio Jaramillo Caro
399 Participacin directa de civiles en conflictos armados: tendencias e
implicancias
Andreas Wenger y Simon J. A. Mason
419 Encadenados a los caones o con un blanco en la camiseta: los escudos
humanos en el derecho internacional humanitario
Stphanie Bouchi de Belle
4
Marzo de 2008,
2005 N
N.857
869dedelalaversin
versinoriginal
original
El conflicto en Irak II
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
EDITORIAL
***
7
Editorial
Para la mayora de los rabes, las imgenes de Abu Ghraib confirmaron lo que,
para ellos, es un esquema general de deshumanizacin instituido por las fuerzas norte-
americanas y de ultraje hacia ellos y hacia el Islam. La fotografa de una norteamericana
que tiene atado con una cuerda a un hombre rabe desnudo, como si fuera un perro,
simboliz el cinismo y la hipocresa de los invasores, que mostraron una absoluta falta
de respeto hacia quienes pretendan haber liberado. El sentimiento general de que los
derechos fundamentales se haban socavado fortaleci la radicalizacin de la sociedad
iraqu, que era liberal. Ello tambin dio motivos a los yihadistas para considerar la
ocupacin como un casus belli. La lucha contra la ocupacin sovitica de Afganistn en
los aos 1980 fue justificada con motivos similares y ofreci un pretexto para liberar al
territorio islmico de los intrusos no creyentes. Esa radicalizacin dio la oportunidad
a Al Qaeda de instalar clulas en Irak, muchas de ellas locales. Los actos de violencia
ms terribles, como la decapitacin de rehenes, disminuyeron progresivamente, pues el
comn de los iraques fue alejndose de los grupos responsables de esos actos. La ma-
yora de las atrocidades que hoy siguen cometindose, como los atentados suicida con
sus horrorosos efectos, ya no son reivindicadas.
***
8
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
Las grandes cuestiones que hoy debe afrontar el Gobierno iraqu, elegido
democrticamente, suelen examinarse con la perspectiva de los aspectos religiosos,
tnicos o tribales. Los compromisos necesarios para una reconciliacin nacional y
para la revisin de la constitucin, la distribucin de las ganancias por el petrleo,
los asuntos provinciales, el futuro de Kirkuk, las medidas de seguridad y la goberna-
bilidad, incluida la prestacin de servicios bsicos y la lucha contra la corrupcin, si-
guen estando obstaculizados por la polarizacin de la sociedad iraqu. Sin embargo,
tambin existen fuerzas de cohesin. Los kurdos, a pesar de su intencin de conser-
var su estatuto especial, tienen inters en que Irak siga unido y moderan sus pedidos
de independencia. Anlogamente, las reivindicaciones de independencia de la parte
meridional chiita de Irak prcticamente han terminado. Muchos sunitas, que antes
se oponan al Gobierno, han manifestado, al menos temporariamente, la voluntad de
adaptarse a las nuevas realidades polticas de Irak.
***
Sin embargo, la divisin entre sunitas y chiitas y, aun ms, entre kurdos y
rabes amenaza la cohesin del pas. Los vecinos de Irak reciben permanentemente
refugiados iraques y temen que la situacin en Irak afecte su propia estabilidad. Los
Estados de mayora sunita ven con circunspeccin la expansin de la influencia iran
en un Irak de dominacin chiita, mientras que la amplia autonoma de los kurdos
en el norte es una fuente de preocupacin para Turqua, Siria e Irn. Si esta situacin
persiste, puede incrementar aun ms la tensin internacional. Una divisin de Irak,
que la gran mayora de los sunitas y los chiitas no veran favorablemente, dara a la
guerra otra dimensin y tendra repercusiones graves en el plano internacional. En
efecto, el conflicto en Irak contina y no parece vislumbrarse su fin, para apaciguar
el inmenso sufrimiento que ha generado en todo el pas.
9
Editorial
***
10
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
de la respuesta que algunos dan a las necesidades urgentes de otras personas, las or-
ganizaciones no gubernamentales se han convertido en un aspecto importantsimo
del paradigma iraqu. Sin embargo, la dedicacin ilimitada de muchos voluntarios
iraques que se entregan a una accin arriesgada suele verse saboteada por el veneno
de un entorno corrupto. Adems, como el Gobierno tiene inmensas dificultades para
afirmar su autoridad en todo el pas, diversos grupos radicales han podido posicio-
narse como protectores y prestadores de servicios en las comunidades vulnerables
bajo su control. Por otro lado, es sumamente difcil controlar los gastos y garantizar
la eficacia de los programas en las circunstancias actuales.
***
Es posible que uno de los medios de volver a un Irak estable, donde se res-
ponda de manera equitativa a las necesidades de todos, sera que la accin humanitaria
fuera aceptada unnimemente. Esa accin, que no hace ninguna distincin entre las
vctimas, podra favorecer la reconciliacin y servir para luchar contra la idea pernicio-
sa segn la cual inevitablemente se deben sacrificar vidas humanas, idea que no puede
sino alimentar una espiral de odio y venganza. En estos ltimos meses, se ha recobrado
cierta calma, la violencia ha disminuido en algunas zonas: es importante aprovechar
esta oportunidad antes de que sea demasiado tarde. Al mismo tiempo, la accin huma-
nitaria puede y debe ser completada con medidas polticas tendientes a impedir que el
pas caiga en un conflicto mayor, en el que podra verse implicada toda la regin.
***
La guerra en Irak presenta desafos para todas las partes, sobre todo para los
actores humanitarios. En este volumen de la International Review of the Red Cross,
diversos autores examinan el entorno sociopoltico y humanitario en Irak, tal como
se presenta hoy, y evalan el impacto del conflicto en el derecho humanitario y la
accin humanitaria. Esperamos que los anlisis de los autores sobre estas cuestiones
contribuyan a aprehender mejor la complejidad de este conflicto y a identificar los
medios que permitan aliviar el sufrimiento del pueblo iraqu.
Toni Pfanner
Redactor jefe
11
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
La ocupacin en Irak
desde 2003 y los
poderes del Consejo
de Seguridad de las
Naciones Unidas*
Robert Kolb
Robert Kolb es profesor de derecho internacional pblico
en las Universidades de Ginebra y Neuchatel.
Resumen
En este artculo, se analizan en forma sucinta las limitaciones al poder del Consejo de
Seguridad de hacer excepciones a la aplicacin de las normas del derecho relativo a la
ocupacin. Las respuestas a las preguntas que suscita este tema son las siguientes: el
Consejo de Seguridad no puede decidir excepciones a la aplicacin de las disposiciones
del derecho internacional humanitario que son de ndole especficamente humanitaria
(orden pblico humanitario); en ningn caso pueden presumirse excepciones a la
aplicacin del derecho internacional o del derecho internacional humanitario; y, en el
de la ocupacin de Irak desde 2003, el Consejo no hizo excepcin alguna en relacin
con las normas relativas a la ocupacin.
***
La ocupacin de Irak ha puesto de relieve un problema latente desde la ocu-
pacin de Alemania y Japn despus de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de saber
hasta qu punto es posible reformular o hacer excepciones a la aplicacin del derecho
relativo a la ocupacin que se basa en la conservacin del statu quo en un territorio
ocupado hasta la restauracin de la soberana legtima como expresin de la autode-
* Original: francs.L occupation en Irak depuis 2003 et les pouvoirs du Conseil de scurit de lOrganisation
des Nations Unies, Revue internationale de la Croix-Rouge, N.869, marzo de 2008, disponible en www.
cicr.org/fre. Versin en ingls: Occupation in Irak since 2003 and the powers of the UN Security Council,
International Review of the Red Cross N. 869, marzo de 2008, disponible en www.cicr.org/eng.
13
Robert Kolb - La ocupacin en Irak desde 2003 y los poderes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
14
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
derecho objetivo en favor de la poblacin local podra correr peligro, a causa del
subjetivismo poltico selectivo que refleja intereses particulares, sin mencionar la
posibilidad de que se produzcan negociaciones tan variadas como impredecibles.
El jus cogens es una tcnica jurdica cuyo propsito es mantener, siempre que
el inters colectivo as lo exija, la unidad y la integridad de un rgimen jurdico, impi-
diendo que sea fragmentado en regmenes ms particulares, pues la aplicacin de stos
sera, entonces, prioritaria en virtud del principio de lex specialis. Por ejemplo, las prohi-
biciones de la tortura y de la esclavitud se consideran parte del jus cogens. Por lo tanto, el
derecho prohbe a los Estados y a otros sujetos adoptar un acto jurdico3 incompatible
con estas prohibiciones y de obligatorio cumplimiento para las partes que lo suscriban
en sus relaciones mutuas, en lugar de la norma prohibitiva general. De ello se desprende
que el jus cogens constituye una limitacin a la capacidad normativa para preservar la
integridad de los regmenes normativos. El trmino clave relacionado con el concepto
de jus cogens es, por ende, excepcin de aplicacin. La excepcin significa que un rgi-
men normativo ms restringido ratione personae, vlido sobre todo inter partes, sustitu-
ye a un rgimen normativo ms general ratione personae. En este caso, el rgimen gene-
ral sigue siendo aplicable entre las partes que no se han adherido al rgimen especial de
excepcin; el rgimen especial rige, en cambio, las relaciones jurdicas entre las partes
que lo han aceptado. La excepcin se distingue as de la abrogacin, que pone fin, de
modo objetivo y respecto de todos los sujetos, a un rgimen normativo que, a partir de
ese momento, deja de existir erga omnes. La prohibicin de hacer excepciones consiste
en impedir a los sujetos la adopcin de regmenes normativos aplicables entre ellos de
la forma descrita, con objeto de proteger la integridad normativa del rgimen general,
considerada indispensable con respecto a ciertos valores sociales (humanitarios, mora-
les, polticos, etc.). ste es, pues, el mbito del jus cogens. En este sentido, procuraremos
establecer si los Estados (por consentimiento mutuo) o el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas (por resolucin unilateral) pueden hacer excepciones a la aplicacin
del derecho internacional humanitario (DIH) y del derecho de la ocupacin4.
Pueden plantearse tres preguntas en relacin con las limitaciones jurdicas
que se imponen al poder del Consejo de Seguridad de hacer excepciones a la aplica-
cin del DIH (y, en particular, del derecho de la ocupacin). En primer lugar, tiene el
Consejo la competencia necesaria para decidir esas excepciones de conformidad con
el derecho de la Carta? En segundo lugar, est obligado el Consejo por el derecho
internacional general, del que forman parte la gran mayora de las normas del DIH?
Y, por ltimo, limita el propio DIH el poder de cualquier sujeto para hacer excep-
ciones a sus normas?5 Nuestro anlisis debe seguir una secuencia lgica. Para empe-
zar, debemos comprobar si el Consejo cuenta con los poderes pertinentes y, despus,
verificar si esos poderes estn limitados por un ordenamiento jurdico general o
particular. De este modo, la perspectiva endgena se combina con la exgena.
15
Robert Kolb - La ocupacin en Irak desde 2003 y los poderes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
6 V. Jochen A. Frowein y Nico Kirsch, Article 41, en Bruno Simma, The Charter of the United Nations: A
Commentary, 2 ed., Oxford, 2002, pp. 724725, con referencias. Pueden citarse como ejemplos los si-
guientes casos: Yugoslavia (Resolucin 771, 1991 y Resolucin 836, 1993); Somalia (Resolucin 794, 1992);
Ruanda (Resolucin 918, 1994, y Resolucin 929, 1994); Hait (Resolucin 940, 1994); Timor Oriental
(Resolucin 1264, 1999, y Resolucin 1272, 1999); Sierra Leona (Resolucin 1306, 2000). V. tambin Fred
Grnfeld, Human Rights Violations: A Threat to International Peace and Security, en Monique Caster-
mans-Holleman et al. (eds.), The Role of the Nation State in the 21st Century, Essays in Honour of P. Baehr,
La Haya, 1998, pp. 427 y ss.
7 David Schweigman, The Authority of the Security Council under Chapter VII of the UN Charter, La Haya/
Boston/Londres, 2001, p. 180: La hiptesis de que el propio Consejo emplee medidas que, segn l mismo
ha indicado, amenazan la paz y la seguridad internacionales, llevara a una conclusin un tanto enrevesa-
da [Trad.CICR].
8 Con respecto a la idea de una constitucin, desarrollada sobre todo en la doctrina jurdica alemana, v.
Christian Walter, International law in a process of constitutionalization, en J. Nijman y A. Nollkaemper
(eds.), New Perspectives on the Divide Between National and International Law, Oxford, 2007, pp.191 y
ss.; Regis Chemain y Alain Pellet (eds.), La Charte des Nations Unies, Constitution mondiale?, Pars, 2006;
Pierre-Marie Dupuy, Lunit de lordre juridique international, Recueil des cours. Hague Academy of Inter-
national Law, vol. 297, 2002, pp. 215 y ss.; Bardo Fassbender, UN Security Council Reform and the Right of
Veto, La Haya/Londres/Boston, 1998, pp. 89 y ss.
16
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
una primaca intrnseca que la hara prevalecer ante cualquier obstculo. Nada le
opondra resistencia, salvo, quiz, el jus cogens9.
Sin embargo, tambin es posible enfocar la cuestin desde la perspectiva
opuesta y preguntarse si no correspondera exigir una base jurdica expresa que permita
hacer excepciones a la aplicacin de un ordenamiento jurdico tan fundamental como
lo es el DIH, el cual forma parte de las normas bsicas de la civilizacin. stas estn pro-
tegidas contra la elusin, en general, por disposiciones especiales contenidas en los ins-
trumentos que conforman el DIH (por ejemplo, los artculos 7, 8 y 47 del IV Convenio
de Ginebra). El propio Consejo considera que esas disposiciones son fundamentales y
exige su respeto por todos los actores internacionales y, en muchos casos, por los actores
infraestatales. Constituyen normas de valor hacia las cuales es preciso orientar todos los
esfuerzos de las Naciones Unidas, en virtud de los artculos 1 y 55 de la Carta. Segn F.
Seyersted10, el poder de interferir en relacin con las normas militares y humanitarias
de la guerra tiene consecuencias tan significativas y graves que su ejercicio debera estar
expresamente previsto en la Carta. Pero, no existe norma alguna que conceda tal autori-
zacin. Teniendo en cuenta la materia y las consecuencias previstas, tampoco es posible,
segn Seyersted, considerar que esa competencia est implcita. Otros autores tienen
opiniones similares, a veces en contextos ms acotados11. Es realmente poco probable
que llegue a considerase alguna vez que es necesario apartarse del DIH para mantener
la paz, o incluso que tal medida pueda en algn modo coadyuvar a la paz y la seguridad
internacionales. En tal caso, la imposibilidad de hacer excepciones culminara en una
ficcin jurdica vinculada a las condiciones de aplicacin del Captulo VII.
En suma, se puede apoyar la idea de que la Carta confiere al Consejo de Se-
guridad nicamente el poder de suspender normas precisas del DIH y del derecho
de la ocupacin, pero no el conjunto de estos ordenamientos jurdicos. Un poder
tan significativo y tan contrario a la prctica misma del Consejo no puede hallarse
implcito. Adems, es evidente que ese poder no se ha previsto expresamente ni se
ha desarrollado por medio de la prctica subsiguiente. Por el contrario, la prctica
ulterior tiende a oponerse a las interpretaciones segn las cuales la suspensin de
todas las normas podra ser necesaria para el ejercicio de las funciones del Consejo
en los mbitos del mantenimiento o del restablecimiento de la paz internacional.
9 Segn Elihu Lauterpacht, en el caso de la Aplicacin de la Convencin para la Prevencin y la Sancin del Delito
de Genocidio, Medidas Cautelares, Informes de la CIJ, 1993, p. 440, prr. 100: El concepto del jus cogens opera
como norma superior tanto respecto del derecho internacional consuetudinario como del derecho conven-
cional. La ayuda que el artculo 103 de la Carta puede aportar al Consejo de Seguridad en caso de plantearse
un conflicto entre una de sus decisiones y una obligacin convencional en vigor, no podra por una sencilla
cuestin de jerarqua de normas extenderse a un conflicto entre una resolucin del Consejo de Seguridad
y el jus cogens. En efecto, basta con enunciar la proposicin inversa que una resolucin del Consejo de Se-
guridad exija la participacin en un genocidio para constatar que tal criterio es inaceptable [Trad. CICR].
Con respecto a las limitaciones del Consejo de Seguridad en relacin con el jus cogens, v. tambin Alexander
Orakhelashvili, Peremptory Norms in International Law, Oxford, OUP, 2006, pp. 423 y ss.
10 V. Finn Seyersted, United Nations Forces in the Law of Peace and War, Leide, 1966, pp. 206207.
11 V., p. ej., Henri Meyrowitz, Le principe de lgalit des belligrants devant le droit de la guerre, Pars, 1970, pp.
168169: Ninguna disposicin de la Carta confiere, explcita o implcitamente, al Consejo de Seguridad la
competencia de modificar las leyes de la guerra prescribiendo o autorizando la aplicacin desigual de esas leyes
a un Estado agresor. [U]na resolucin del Consejo que ordenase o autorizase, en el marco de la ejecucin de
esa accin armada, la discriminacin respecto de las reglas del jus in bello sera ilegal. [Trad. CICR].
17
Robert Kolb - La ocupacin en Irak desde 2003 y los poderes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
12 Tambin es posible evocar, como ejemplos, las decisiones de bloqueo martimo que derogan los principios del
pabelln y de la libertad de los mares: v. Danesh Sarooshi, The United Nations and the Development of Collec-
tive Security, Oxford, 1999, pp. 194 y ss., 263 y ss., que se refieren a los casos de Rhodesia del Sur, (1965-1966),
Irak (1990), Hait (1993) y Yugoslavia (1993).
13 La razn de ello es que el propsito inicial de dicho artculo se limitaba a neutralizar la norma ordinaria sobre
el conflicto entre tratados (la regla de lex specialis vel posterior), declarando que la Carta asuma la prioridad en
esos casos. En relacin con el derecho consuetudinario, tal indicacin puede haber parecido innecesaria, ya que el
derecho de la Carta, de ndole ms especial, prevalece de conformidad con las normas ordinarias (lex specialis).
14 V., p. ej., Alix Toublanc, Larticle 103 et la valeur juridique de la Charte des Nations Unies, Revue gnrale
de droit international public, vol. 108, 2004, p. 446. La autora afirma que el artculo 103 no garantiza la
prioridad de la Carta con respecto a esas obligaciones consuetudinarias, lo cual reduce significativamente,
en el plano jurdico, la posibilidad de que el Consejo de Seguridad las derogue con xito.
15 V. Jochen A. Frowein y Nico Kirsch, op. cit., nota 6 supra, p. 711; Hans Kelsen, The Law of the United Na-
tions, Londres, 1951, p. 730; Terry. D. Gill, Legal and Some Political Limitations on the Power of the UN
Security Council to Exercise its Enforcement Powers under Chapter VII of the Charter, Netherlands Year-
book of International Law, vol. 26, 1995, pp. 61 y ss.; Bernd Martenczuk, Rechtsbindung und Rechtskontrolle
des Weltsicherheitsrats, Berln, 1996, pp. 219 y ss.; Karl Zemanek, The Legal Foundations of the Internatio-
nal System, Recueil des cours. Hague Academy of International Law, vol. 266, 1997, p. 232; Schweigman, op.
cit., nota 7 supra, pp. 195 y ss.; Erika De Wet, The Chapter VII Powers of the United Nations Security Council,
Oxford / Portland, 2004, pp. 182 y ss.; etc.
16 En este caso, no se trata de la excepcin consensuada entre dos o ms Estados, sino de un alejamiento con res-
pecto a la regla general por parte de un solo sujeto, conforme a lo permitido por el derecho consuetudinario.
18
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
pender su aplicacin adoptando contramedidas, siempre que respete las reglas genera-
les secundarias que el derecho establece con respecto a esa medida especfica17.
Lo que antecede no significa, entonces, que el Consejo est enteramente libre
de aplicar del derecho consuetudinario. Ello sera contrario a la naturaleza jurdica
de las organizaciones internacionales. Tambin sera contrario a la factibilidad y a la
razn. En este sentido, existen dos limitaciones principales. En primer lugar, la regla
general es que el Consejo no debe desviarse del derecho internacional a menos que as
lo exija imperiosamente su misin. En otras palabras, debe hacerlo lo menos posible18.
El derecho internacional es el orden jurdico de la comunidad de los Estados. Es el
orden forjado por la experiencia histrica como el ms prximo a las exigencias de la
justicia internacional y como realidad normativa esencial para la supervivencia de la
comunidad de los Estados. Es el orden que rodea al Consejo y que establece sus vn-
culos con el mundo interestatal. Ese orden debe perturbarse lo menos posible. Por lo
tanto, la presuncin siempre favorece al derecho internacional, e incumbe al Consejo
demostrar la necesidad imperiosa de hacer excepciones a su aplicacin. En el mbito
del derecho, esa necesidad no puede presumirse. La prctica del Consejo no guarda
suficiente respeto por este precepto. Lamentablemente, las grandes potencias tienden
cada vez ms a considerarse por encima del derecho. En segundo lugar, el Consejo
no puede considerarse exento de todas las normas del derecho consuetudinario. Hay
normas que debe respetar. Podra considerarse que esas normas forman parte de un
derecho internacional general aplicable especficamente al Consejo de Seguridad y
que son vinculantes para l, del mismo modo que las normas del derecho consuetu-
dinario son vinculantes para los Estados; o bien, podra considerarse que esas normas
forman parte del jus cogens que obliga al conjunto de los Estados y a otros sujetos del
derecho internacional indistintamente, incluido el Consejo de Seguridad19. En ambos
casos, el Consejo no podra desviarse del derecho general planteado de esta manera.
Para el Consejo, ese derecho sera infranqueable, esto es, intransgredible20 y que no
admite excepciones. Poco importa la precisin de la ficcin jurdica. De todos mo-
dos, la cuestin vuelve sobre la posibilidad de hacer excepciones a la aplicacin de las
normas. Abordemos esta cuestin, pero esta vez desde una perspectiva muy precisa:
la del derecho humanitario.
19
Robert Kolb - La ocupacin en Irak desde 2003 y los poderes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
20
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
normas del derecho de los conflictos armados pertenece al jus cogens porque esa rama
del derecho constituye el ltimo baluarte contra la barbarie. En consecuencia, su aplica-
cin no puede subordinarse a un acuerdo en contrario de los Estados, ni a la voluntad
discrecional de un rgano internacional. Otros autores optan directamente por limitar
las normas del derecho de los conflictos armados que no pueden ser suspendidas al or-
den pblico humanitario, es decir, a un mnimo de normas del derecho de los conflictos
armados consideradas sustanciales, en particular para la proteccin de la persona huma-
na. Segn D. Schindler25, la esencia del derecho de los conflictos armados son las normas
que no admiten excepcin (Kerngehalt), es decir, las normas con fines humanitarios, por
ejemplo, las que se relacionan con los mtodos y medios de combate o con la proteccin
de las vctimas. El Consejo no podra en ningn caso apartarse de estas normas cuya
finalidad es ofrecer una proteccin elemental al individuo. Ciertos autores, sobre todo
en Estados Unidos, se muestran ms deferentes con los poderes del Consejo. En su opi-
nin, el Consejo podra, en caso de urgencia, dejar de lado las normas del derecho de los
conflictos armados, as como las que conforman el derecho internacional humanitario
stricto sensu. Las excepciones slo estaran permitidas si el Consejo toma una decisin
cumpliendo todos los requisitos del caso y de conformidad con el Captulo VII y si las
suspensiones fuesen transitorias, proporcionales y estuviesen estrictamente limitadas a
las exigencias mnimas de la situacin. El Consejo no podra, en caso alguno, dispensarse
de la aplicacin de las garantas fundamentales, en especial las contenidas en el artculo
3 comn a los cuatro Convenios de Ginebra de 194926. En los ltimos tiempos, muchos
autores27, conmocionados por la evolucin de la prctica tras la guerra en Irak (2003),
han dejado de examinar el grado de excepcin permitido. Se contentan con suponer, sin
ir ms lejos, que la accin del Consejo en virtud del Captulo VII, en combinacin con los
artculos 25 y 103 de la Carta, prevalece sobre el derecho de los conflictos armados. Algu-
25 V. Dietrich Schindler, Probleme des humanitren Vlkerrechts und der Neutralitt im Golfkonflikt
1990/91, Revue suisse de droit international et europen, vol. 1, 1991, p. 12. V. tambin Dietrich Schindler,
Die erga-omnes Wirkung des humanitren Vlkerrechts, en Recht zwischen Umbruch und Bewahrung,
Berln, 1995, pp. 199 y ss. En el contexto del derecho de la ocupacin, v., p. ej., Odile Debbasch, L occupa-
tion militaire: Pouvoirs reconnus aux forces armes hors de leur territoire national, LGDJ, Pars, 1962, p.
419; David J. Scheffer, Beyond Occupation Law, American Journal of International Law, vol. 97, 2003,
pp. 843, 849; Daniel Threr y Malcolm McLaren, Ius post bellum in Iraq: A Challenge to the Applicability
and Relevance of International Humanitarian Law?, en Festschrift fr Jost Delbrck, Berln, 2005, p. 763;
Marten Zwanenburg, Existentialism in Iraq: Security Council Resolution 1483 and the Law of Occupa-
tion, International Review of the Red Cross, N. 856, diciembre de 2004, en www.cicr.org/eng; Massimo
Starita, L occupation de lIraq: Le Conseil de scurit, le droit de la guerre et le droit des peuples disposer
deux-mmes, Revue gnrale de droit international public, vol. 108, N. 4, 2004, p. 903.
26 V. Brian D. Tittemore, Belligerents in Blue Helmets: Applying International Humanitarian Law to United
Nations Peace Operations, Stanford Journal of International Law, vol. 33, 1997, pp. 105106. En general,
se acepta que el artculo 3 comn a los Convenios de Ginebra constituye jus cogens; v. Hans-Peter Gasser,
Le droit international humanitaire, Ginebra / Berna, 1993, p. 74. La prctica suiza ha afirmado este punto
de vista en varias ocasiones; v. Revue suisse de droit international et europen, vol. 9, 1999, p. 711; Revue
suisse de droit international et europen, vol. 11, 2001, p. 604.
27 V., sobre todo en el contexto del derecho de la ocupacin, Marco Sassli, Legislation and Maintenance of
Public Order and Civil Life by Occupying Powers, European Journal of International Law, vol. 16, 2005,
pp. 681, 683684, 690; M. Zwanenburg, op. cit., nota 25 supra, p. 763; Steven R. Ratner, Foreign Occu-
pation and International Territorial Administration: The Challenges of Convergence, European Journal
of International Law, vol. 16, N. 4, 2005, p. 710; Gregory H. Fox, The Occupation of Iraq, Georgetown
Journal of International Law, vol. 36, invierno de 2005, pp. 296297.
21
Robert Kolb - La ocupacin en Irak desde 2003 y los poderes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
nos sealan esto con un dejo de satisfaccin, otros con cierto pesar. Sin embargo, adoptar
una posicin de este gnero es presuponer algo que an debe ser demostrado.
Parece til conservar el concepto del orden pblico humanitario, ya que ofrece
la base ms equilibrada para armonizar, por un lado, las prerrogativas de accin y las
exigencias de flexibilidad del Consejo, y por otro, los imperativos humanitarios que la
accin del Consejo no debe dejar de preservar, incluso en su propio inters. Una inter-
pretacin matizada es til sobre todo en lo que respecta al derecho de la ocupacin. En
pocas palabras, la idea general en que se basa nuestro anlisis es que el Consejo puede
dispensarse de la aplicacin de las normas del derecho de los conflictos armados que no
sean especficamente humanitarias mediante la aprobacin de normas especiales. En el
mbito del derecho de la ocupacin, es el caso de las normas que no prevn protecciones
especficas para el ser humano. Concretamente, se trata de las disposiciones del Regla-
mento de La Haya de 1907 relativas a la administracin del territorio ocupado, como el
usufructo de la propiedad pblica del Estado ocupado, cuyas normas estn recogidas
en el artculo 55 del Reglamento. En cambio, el Consejo no puede suspender el orden
pblico humanitario, es decir, las normas del DIH en sentido estricto, que establecen las
protecciones fundamentales de las personas en caso de conflicto armado. La tarea de
precisar esas normas una por una se har en otro estudio, al cual remitimos al lector28.
28 Robert Kolb y Sylvain Vit, Problmes contemporains du droit doccupation de guerre, Bruylant, Bruselas,
prxima edicin (2008).
29 Con respecto a esta intervencin, desde la perspectiva del jus ad bellum, v., especialmente, las contribuciones
en el American Journal of International Law, vol. 97, 2003, pp. 553 y ss., y en Karine Bannelier, Olivier Corten,
Thodore Christakis y Pierre Klein (eds.), Lintervention en Irak et le droit international, Pars, 2004. V. tambin
Michael Bother, Der Irak-Krieg und das vlkerrechtliche Gewaltverbot, Archiv des Vlkerrechts, vol. 41, 2003,
pp. 255 y ss.; Thomas Bruat,Irak-Krieg und Vereinte Nationen, Archiv des Vlkerrechts, vol. 4, 2003, pp. 295 y ss.;
Christopher Clarke-Posteraro, Intervention in Iraq: Towards a Doctrine of Anticipatory Counter-Terrorism,
Counter-Proliferation Intervention, Florida Journal of International Law, vol. 15, 2002, pp. 151 y ss.; Olivier
Corten, Opration Iraqi Freedom: peut-on admettre largument de lautorisation implicite du Conseil de
scurit?, Revue belge de droit international, vol. 36, 2003, pp. 205 y ss.; Rainer Hofmann, International Law
and the Use of Military Force Against Iraq, German Yearbook of International Law, vol. 45, 2002, pp. 9 y ss.;
Patrick McLain,Settling the Score with Saddam: Resolution 1441 and Parallel Justifications for the Use of Force
Against Iraq, Duke Journal of Comparative and International Law, vol. 13, 2003, pp. 233 y ss.; Paolo Picone, La
guerra contro lIraq e le degenerazioni dellunilateralismo, Rivista di diritto internazionale, vol. 86, 2003, pp. 329
y ss.; W. Michael Reisman, Assessing Claims to Revise the Laws of War, American Journal of International Law,
vol. 97, 2003, pp. 82 y ss.; Christian Schaller,Massenvernichtungswaffen und Prventivkrieg-Mglichkeiten der
Rechtfertigung einer militrischen Intervention im Irak aus vlkerrechtlicher Sicht, Zeitschrift fr auslndisch
ffentliches Recht und Vlkerrecht, vol. 62, 2002, pp. 641 y ss.; Pierre-Marie Dupuy, Scurit collective et coop-
ration multilatrale, en Le droit international la croise des chemins, VI Reunin Internacional de la Facultad
de Ciencias Jurdicas, Polticas y Sociales de Tnez, Pars, 2004, pp. 61 y ss. y 72 y ss. Los principales aliados de
Estados Unidos en la guerra fueron Australia, Espaa, Italia, Japn, Polonia, Portugal y el Reino Unido. Los sitios
oficiales del Gobierno estadounidense indican una cifra muy generosa de 49 Estados, sin distinciones: v.http://
www.whitehouse.gov/infocus/iraq/news/20030327-10.html (consultado en enero de 2009).
22
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
30 V. Sassli, op. cit., nota 27 supra, pp. 679, 694; Zwanenburg, op. cit., nota 25 supra, pp. 757759; Starita, op. cit.,
nota 25 supra, pp. 886 y ss.; Kaiyan Homi Kaikobad, Problem of Belligerent Occupation: The Scope of Powers
Exercised by the Coalition Provisional Authority in Iraq, April/May 2003June 2004, The International and
Comparative Law Quarterly, vol. 54, N. 1, 2005, p. 260 (versa sobre la nulidad de las reformas que son contrarias
al derecho de la ocupacin); G.H. Fox, op. cit., nota 27 supra, pp. 202 y ss., 240 y ss., 295296; Adam Roberts,
The End of Occupation in Iraq (2004), International and Comparative Law Quarterly, vol. 54, N. 1, enero de
2005, pp. 36 y ss.; Adam Roberts, Transformative Military Occupation: Applying the Laws of War and Human
Rights, American Journal of International Law, vol. 100, 2006, pp. 614615.
31 V. Hans-Peter Gasser, From military invitation to occupation of territory: New relevance of international
law of occupation, en Horst Fischer, Ulrike Froissart, Wolff Heintschel von Heinegg y Christian Raap
(eds.), Crisis Management and Humanitarian Protection: In Honour of Dieter Fleck, Berln, 2004, p. 154;
D.J. Scheffer, op.cit., nota 25 supra, pp. 853 y ss.
32 Liberalizacin completa de la economa y del comercio, apertura casi total del pas a la inversin extran-
jera, eliminacin de la obligacin de reinvertir en el pas, reforma completa del sistema fiscal, etc. V., en
particular, las rdenes N 37, 39 y 64 de la Autoridad Provisional de la Coalicin sobre la tributacin, la
ley de inversiones y la ley de sociedades.
33 La utilidad de esta reforma para los numerosos inversores estadounidenses es obvia.
34 V. Marten Zwanenburg, op. cit., nota 25 supra, p. 757. La Autoridad Provisional ha argumentado que
estaba autorizada a llevar a cabo estas reformas al amparo de la Resolucin 1483 (2003) del Consejo de
Seguridad, lo cual no es correcto; v. infra en el texto.
35 Como hemos dicho, el Consejo no goza de libertad ilimitada. Adems, como seala Sassli (op. cit., nota
27 supra, p. 694), incluso en el caso de una administracin civil internacional de transicin (en la cual el
derecho de la ocupacin tal vez no se aplica por entero y de jure), las reformas profundas deben dejarse
en manos de la poblacin administrada, en virtud del principio de la autodeterminacin: Ni siquiera una
administracin de la ONU debe introducir cambios tan fundamentales; a lo sumo, puede sugerirlos a la
poblacin del territorio que administra, como una solucin a sus problemas [Trad. CICR]. V. tambin
Hazel Fox, op. cit., nota 23 supra, pp.267-268, 276.
23
Robert Kolb - La ocupacin en Irak desde 2003 y los poderes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
36 Esta vez, la constatacin se encuentra en el cuerpo de la Resolucin (prr. 2), pero sta tambin parece decla-
rativa y no constitutiva: en efecto, la ocupacin deba haber cesado el 27 de junio de 2004, ya que la Autoridad
haba entregado formalmente sus poderes al Gobierno Provisional de Irak tres das antes. Probablemente,
sera errneo suponer que el Consejo deseaba mantener vigente el derecho de la ocupacin entre el 27 y el
30 de junio, a pesar de la entrega del poder. Si esto es as, entonces la declaracin es de ndole declarativa y
no constitutiva. Desde el punto de vista del Consejo, lo esencial era saber cundo la Autoridad entregara sus
poderes. Por otra parte, cabe preguntarse si esta declaracin no es, despus de todo, de carcter constitutivo.
No relaciona el Consejo, con carcter vinculante para todos los miembros de las Naciones Unidas, el prin-
cipio de la efectividad consagrado en el artculo 42 del Reglamento, con la entrega del poder de la Autoridad
al Gobierno Provisional? En caso afirmativo, toda efectividad posterior a esa fecha no se relacionara ya con
una ocupacin conforme a la resolucin, sino que podra relacionarse con una ocupacin en el marco del
artculo 42 del Reglamento. Acerca de estos aspectos, v. infra en el texto.
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El fin de la ocupacin
Las observaciones del Consejo de Seguridad contenidas en la Resolucin
1546 (2004) sobre el fin de la ocupacin nos llevan, de algn modo, a la situacin
inversa. En efecto, el Consejo seala que para el 30 de junio de 2004, se pondr fin
a la ocupacin, la Autoridad Provisional de la Coalicin dejar de existir y el Irak
reafirmar su plena soberana (prrafo operativo 2 de la Resolucin). Sin embargo,
en el prrafo 17 del prembulo se menciona el compromiso de todas las fuerzas
que promueven el mantenimiento de la seguridad y de la estabilidad en el Irak
de actuar de conformidad con el derecho internacional, incluidas las obligaciones
dimanantes del derecho internacional humanitario.... La situacin es inversa por-
que, en este caso, en el prrafo operativo se deja de lado el derecho de ocupacin,
pero se reafirma en el prrafo del prembulo. Pero, realmente se hace abstraccin
del derecho de la ocupacin? La observacin del Consejo contenida en el prrafo 2
parece puramente declarativa: el Consejo seala que la Autoridad de las potencias
27
Robert Kolb - La ocupacin en Irak desde 2003 y los poderes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
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47 D. Threr y M. McLaren, op. cit., nota 25 supra, pp. 769 y ss. Segn estos autores, dado que no se devolvi al
Gobierno iraqu la soberana efectiva, la ocupacin sigue vigente en virtud del principio de la efectividad.
Tal es la unidad de medida jurdicamente correcta; Andrea Carcano, End of the Occupation in 2004? The
Status of the Multinational Force in Iraq After the Transfer of Sovereignty to the Interim Iraqi Govern-
ment, Journal of Conflict & Security Law, vol. 11, 2006, p. 58. V. tambin Kherad, op. cit., nota 44 supra,
pp. 153154, que postula que el Gobierno Provisional no era ni legal ni legtimo, dado que fue designado
por las autoridades de las potencias ocupantes y estaba subordinado a aqullas, y que, en consecuencia,
no estaba en posicin de invitar a las fuerzas militares extranjeras a permanecer en su territorio y as
transformar una ocupacin beligerante en una ocupacin pacfica, a la cual, supuestamente, no se aplican
ni el IV Convenio de La Haya ni el IV Convenio de Ginebra. Luigi Condorelli, Le Conseil de scurit
entre autorisation de la lgitime dfense et substitution de la scurit collective: remarques au sujet de
la Rsolution 1546 (2004), en SFDI (ed.), Les mtamorphoses de la scurit collective, Droit pratique et
enjeux stratgiques, Pars, 2005, p. 237, considera que la soberana y la independencia del nuevo Gobierno
Provisional, proclamadas por la Resolucin 1546, pertenecen al mundo de las fbulas y carecen de toda
semejanza con la realidad [Trad. CICR].
48 Por lo tanto, no hay fundamento alguno para pensar que la Resolucin 1546 (2004) prevalece sobre el
derecho de la ocupacin porque suspende su aplicacin, como afirma Sassli, por medio de una cuestin
de principio; op. cit., nota 27 supra, pp. 683684. Sin embargo, Sassli s reconoce, con razn, que la ocu-
pacin sigue siendo efectiva, si se tienen en cuenta solamente los hechos sobre el terreno.
29
Robert Kolb - La ocupacin en Irak desde 2003 y los poderes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
49 Roberts, Transformative Military Occupation, op. cit., nota 30 supra, pp. 617618.
50 Por qu esta disposicin debe ser imperativa? Es preciso llegar a una conclusin mediante un pro-
ceso lgico. Si la condicin de aplicabilidad de las protecciones sustantivas del derecho de la ocupa-
cin no fuese imperativa, significara que se deja en manos de una potencia ocupante o del Consejo
de Seguridad la facultad de eliminar de plano todas esas protecciones sustantivas, incluidas las hu-
manitarias. Al afirmar que ese derecho no es aplicable, o al restringir sus condiciones de aplicacin,
sera posible eludir las garantas de fondo. Por ello, todo esfuerzo por garantizar las protecciones
humanitarias o declararlas de carcter imperativo, como acabamos de hacer, sera una empresa va-
na, porque la modificacin formal del mbito de aplicacin permitira suprimir de un plumazo todo
el rgimen de ocupacin desde el principio. En consecuencia, esas garantas sustantivas se veran
privadas de todo efecto til, lo que contrara el espritu ms profundo del derecho de la ocupacin
moderno (artculos 7, 8 y 47 del IV Convenio). Por lo tanto, se impone la conclusin inversa: si una
sola disposicin del derecho sustantivo tiene carcter imperativo, es necesario considerar tambin
como imperativa la norma que define el mbito de aplicacin material o personal de esa norma de
fondo, y que, en un marco estricto, constituye la condicin previa a su aplicacin. Se trata de una
suerte de norma de segundo grado del jus cogens. En ese sentido, el criterio de efectividad del de-
recho de la ocupacin, que conforma el contenido esencial del artculo 42, prevalece por encima de
toda determinacin adversa del Consejo. Sin embargo, esto no quiere decir que una determinacin
adversa del Consejo de Seguridad carecera de efectos o de pertinencia. En los hechos, constituye un
indicio de la forma en que un rgano importante de las Naciones Unidas percibe la efectividad. Esa
determinacin podra ser respetada por cualquier operador jurdico, al menos si no entra en abierta
contradiccin con los hechos. Por lo tanto, es preciso concluir que el Consejo tiene la posibilidad de
intentar influir en el derecho de la ocupacin mediante determinaciones subjetivas de la situacin,
pero esas determinaciones no pueden imponerse en detrimento de los criterios establecidos en el
artculo 42. Y la Carta no ha conferido al Consejo el mandato de emitir una interpretacin vincu-
lante de las condiciones necesarias para la aplicacin del artculo 42.
30
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51 Varios autores han sealado este aspecto. V., p. ej., Nehal Bhuta, The antinomies of transformative occupation,
European Journal of International Law, vol. 16, 2005, p. 735; M. Zwanenburg, op. cit., nota 25 supra, pp. 763 y ss.
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Robert Kolb - La ocupacin en Irak desde 2003 y los poderes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
52 V. tambin K. H. Kaikobad, op. cit., nota 30 supra, pp. 262263 ; D. Threr y M. McLaren, op. cit., nota 25
supra, p. 766.
53 V. G.H. Fox, op. cit., nota 27 supra, pp. 257 y ss., 261.
54 Ibd., nota 27 supra, pp. 261262.
55 V. D.J. Scheffer, op. cit., nota 25 supra, pp. 844845 ; M. Zwanenburg, op. cit., nota 25 supra, p. 766.
56 V. Massimo Starita, op. cit., nota 25 supra, pp. 893 y ss.; A. Roberts, Transformative military occupation,
op. cit., nota 30 supra, p. 613: En conjunto, los propsitos de la ocupacin, tal como se describen en la
Resolucin 1483, superaron los lmites del Reglamento de La Haya y del IV Convenio de Ginebra.
57 Jorge Cardona Llorens, op. cit., nota 42 supra, p. 246, se refiere a la venta de petrleo por la Autoridad
como una desviacin con respecto al derecho de la ocupacin (o una adicin al mismo?). Pero, en primer
lugar, este rgimen de venta de petrleo se basaba en el programa denominado Petrleo por alimentos,
un rgimen internacionalizado aplicado al comercio de este producto, que ya se encontraba en vigencia.
En segundo lugar, no es seguro que el derecho de la ocupacin no permita soluciones flexibles en el marco
del principio general del usufructo que encontramos en el artculo 55 del Reglamento de La Haya de
1907. V. Langenkamp R. Dobie y Rex J. Zedalis, What Happens to the Iraqi Oil? Thoughts on Some Signi-
ficant Unexamined International Legal Questions Regarding Occupation of Oil Fields, European Journal
of International Law, vol. 14, N. 3, 2003, pp. 417 y ss. Por otra parte, es evidente que el establecimiento
de los Fondos especiales y el detalle de la reglamentacin superan el mbito del derecho de la ocupacin,
pero, son contrarios a l?
32
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Conclusin
58 Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, se acepta que la potencia ocupante no debe aplicar, ni dejar
de modificar, leyes nacionales opresivas, como las leyes de Nuremberg del rgimen nacionalsocialista. El
objetivo de la norma que prohbe introducir cambios en la legislacin local es evitar que se impongan,
desde el exterior, leyes contrarias al principio de la autodeterminacin. Si se interpretase que el objetivo de
esta norma es impedir los cambios legislativos destinados a enmendar leyes opresivas, esa interpretacin
sera contraria a su finalidad y propsito. Algunos autores hasta han llegado a afirmar que incumbe a la
potencia ocupante la obligacin positiva de derogar o, al menos, suspender esa legislacin. No cabe duda
alguna respecto de esa obligacin positiva, ya que, de otro modo, la potencia ocupante incumplira los
deberes humanitarios establecidos por el IV Convenio de Ginebra, que exige que ciertos derechos sean
garantizados por el ocupante en todos los casos. V. Gerhard Von Glahn, The Occupation of Enemy Terri-
tory: A Commentary on the Law and Practice of Belligerent Occupation, University of Minnesota Press,
Minneapolis, 1957, pp. 95, 107; Morris Greenspan, The Modern Law of Land Warfare, Berkeley University
of California (etc.), 1959, p. 245; Allan Gerson, War, Conquered Territory, and Military Occupation in the
Contemporary International Legal System, Harvard International Law Journal, vol. 18, N. 3, verano de
1977, p. 531; M. Sassli, op. cit., nota 27 supra, pp. 675676; Howard S. Levie, The Code of International Ar-
med Conflict, vol. 2, Londres / Roma / Nueva York, 1986, p. 716. V. tambin Jean Pictet (ed.), Commentaire
de la Convention IV de Genve relative a la protection des personnes civiles en temps de guerre, Ginebra,
1956, p. 360: La seconde [rserve] est en faveur de la population et permit dabroger toutes mesures dis-
criminatoires incompatibles avec les exigences de lhumanit (La segunda reserva se formula en beneficio
de la poblacin y permite abrogar todas las medidas discriminatorias incompatibles con las exigencias de
humanidad) [Trad. CICR].
59 Mucho menos transformativo que el de la Administracin Civil Provisional en Kosovo.
33
Robert Kolb - La ocupacin en Irak desde 2003 y los poderes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
34
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
Ataques suicidas y
derecho islmico
Muhammad Munir*
Muhammad Munir es Profesor Auxiliar de Derecho en el Departamento
de Derecho de la Universidad Islmica Internacional de Islamabad.
Resumen
Los ataques suicidas son una caracterstica recurrente de muchos conflictos. En tanto
el herosmo blico y el martirio estn permitidos en ciertas circunstancias en pocas
de guerra, segn el derecho islmico un terrorista suicida podra estar cometiendo al
menos cinco delitos cuando perpetra este tipo de ataques, a saber: matanza de civiles,
mutilacin de sus cuerpos, traicin de la confianza de soldados y civiles enemigos, sui-
cidio y destruccin de objetos o bienes pertenecientes a civiles. El autor analiza dichos
ataques desde la perspectiva de un jus in bello islmico.
...
* El autor desea expresar su agradecimiento a Taimoor Aly Khan por sus invalorables comentarios sobre
el borrador de este artculo. Tambin desea agradecer profundamente a Maria Jamshaid, Sundus Khan,
Mishal Faheem, Shamsul Haq y Kwaja Muhammad por revisar este artculo, y al Profesor Tahir Hakeem, al
Muft Absur Rasheed y a Habib-ur-Rahman por el material proporcionado. Las opiniones aqu vertidas y
cualquier simplificacin radical son responsabilidad exclusiva del autor. Las citas del Corn mencionadas
en el documento original en ingls se han extrado de la traduccin al ingls de M. Marmaduke Pickthall,
The Meaning of the Glorious Quran: Text and Explanatory Translation, Begum Aisha Bawany, Karachi,
n.d. Para la versin en espaol, las citas del Corn fueron tomadas de El Corn, Edicin bilinge, edicin,
traduccin y notas de Julio Corts, Editorial Herder, Barcelona, 1999.
35
Muhammad Munir - Ataques suicidas y derecho islmico
1 Es difcil conseguir estadsticas actualizadas en Irak, pero el diario Boston Globe, en su edicin del 10 de
junio de 2005, public un informe con declaraciones de funcionarios del Departamento de Defensa de Es-
tados Unidos de Amrica (quienes pidieron permanecer en el anonimato) que revel que ms del 50% (en
promedio) de los 70 ataques diarios de insurgentes se atribuye a terroristas suicidas. Si bien la cantidad de
muertos vara considerablemente, el promedio ronda las 12 vctimas por ataque suicida. La autora de la
mayor parte de ellos corresponde a Al Qaeda, a manos de reclutas fervientes que llegan a Irak desde todo
el mundo musulmn. Otras organizaciones que tambin se han atribuido ataques suicidas son Jaish Ansar
al-Sunna (JAS), el grupo paraguas de la salafista, y el ejrcito Mahdi del clrigo chiita Muqtada al-Sadr. V.
A.B. Atwan, The Secret History of Al-Qaida, Saqi Books, Londres, 2006, p.100.
2 Hoy en da, la mayora de las organizaciones de resistencia en Palestina cuenta con un ala suicida. La ms
activa desdel comienzo de la segunda Intifada ha sido Hamas, la Brigada de los Mrtires de al-Aqsa (parte
de Fatah) y la Yihad Islmica Palestina (YIP). V. Christoph Reuter, My Life is a Weapon: A Modern History
of Suicide Bombing, traducido del alemn por Helena Ragg-Kirkby, Princeton University Press, Princeton
N.J. y Oxford, 2004, repr. Manas Publications, Delhi, 2005, p. 79-114.
3 Despus de la muerte de Jafar al-Sadiq, el sexto Imn, en el ao 148 H, la mayora de los chiitas reconoci
al Imn Musa Kazim como su sptimo Imn, mientras que la minora respald los reclamos de su hermano
mayor, Ismail. Despus de que Ubayd-Allah al-Mahdi (297322 H/ 90934 DC) creara el estado Fatim en
Tnez, su descendiente al-Muiz li-Din Allah (34165 H/ 95375 DC) estableci el Califato Fatim en Egipto.
Al-Mustansir, octavo califa fatim, muri en 487 H y uno de sus hijos, al-Mustali, se convirti en el noveno
califa y fue el Imn de los ismaelitas occidentales, mientras que su otro hijo Nizar fue el Imn de los nazares
o ismaelitas orientales. Ambos grupos de ismaelitas existen tanto en la India como en Pakistn: los ismaelitas
orientales son seguidores del actual Aga Khan, mientras que a los occidentales se los suele denominar Boho-
ras. Asimismo, estos ltimos tambin se ubican en frica oriental, en el centro de Asia, Persia, Siria y China.
V.l caso Adv.-General v. Muhammad Husen Huseni (Aga Khan case) (Abogado General vs. Muhammad Hu-
sen Huseni (caso Aga Khan), (1886) 12 Bom. HCR 323, p. 50449; remtase tambin a Asaf A. Fyzee, Outlines
of Muhammadan Law, Oxford University Press, Nueva Delhi, 1974,2da. imp. 1999, p. 3943.
4 V. Farouk Mitha, Al-Ghazali and the Isma ilis: A Debate on Reason and Authority in Medieval Islam,
Ismaili Heritage Series, Londres, 2001, vol. 5, p. 23. Remtase tambin a Farhad Daftari,Hasan-i-Sabah
and the origins of the Nizari movement, en Daftari (ed.), Medieval Ismaili History and Thought, Cam-
bridge University Press, Cambridge, 1998, p. 193; y Bernard Lewis, The Assassins, A Radical Sect in Islam,
Weidenfeld and Nicolson, Londres, 1967.
36
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
Fadlallah describi los ataques como la respuesta de los dbiles y los oprimi-
dos a los agresores poderosos9. Argument que cuando no existe otra alternativa, los
mtodos no convencionales se vuelven admisibles, e incluso hasta necesarios:
5 Como bien ha sealado Donald Neff, sin preverlo, y definitivamente sin quererlo, la poltica de Israel en
el Lbano cre sus propios peores enemigos: los movimientos de Hezbol y (posteriormente, y slo de
manera indirecta) Hamas. V. www.wrmea.com/archives/november02/0211020.html (consultado el 17 de
diciembre de 2007).
6 Los chiitas deben aceptar la opinin de un marja en el fiqh (jurisprudencia musulmana) sin posibilidad
de disentir.
7 Saad-Ghorayeb, Amal, Hizbullah: Politics and Religion, Pluto Press, Londres, 2002, p. 67; Martin Kramer,
Sacrifice and self-martyrdom in Shiite Lebanon, Terrorism and Political Violence, vol. 3 (3) (1991), p.
3040. V. la versin revisada de Martin Kramer, Arab Awakening and Islamic Revival, Transaction Publis-
hers, New Brunswick, 1996, pp. 23143.
8 V. Ghorayeb, nota 7 supra, p. 6
9 Judith Palmer Harik, Hezbollah: The Changing Force of Terrorism, I. B. Tauris, Londres y Nueva York,
2004, pp. 65, 70.
37
Muhammad Munir - Ataques suicidas y derecho islmico
Para Fadlallah no hay diferencia entre ir a una batalla sabiendo que se mo-
rir despus de matar a diez enemigos y hacerlo para matar a diez sabiendo que se
morir en el transcurso de la batalla11. Sin las operaciones con terroristas suicidas/
mrtires en Lbano, no hubiramos podido ganar, afirm en 2000, pero ya no las
necesitamos.
El 25 de febrero de 1994, el Dr. Baruch Goldstein, un colono judo, masacr
a 29 fieles musulmanes durante la oracin comunitaria del fajr (amanecer) en una
mezquita de Hebrn. En respuesta, el movimiento de resistencia islmico Hamas
introdujo el uso de ataques suicidas en el conflicto con Israel y comenz a atacar el
interior de ese pas. El ataque suicida del 13 de abril de 1994 en la estacin central
de mnibus de Hadera fue probablemente el primero de estos ataques a manos
de Hamas. Otro tuvo lugar el 25 de febrero de 1996 en el mnibus N.18, en Jeru-
saln12. Otros grupos palestinos hicieron lo mismo. Ramadhan Shellah, lder de
la yihad islmica en los Territorios Ocupados, reconoci que la tctica haba sido
tomada del Hezbol libans. En una entrevista que le dio al peridico Al-Hayat el 7
de enero de 2003, cuando se le consult si la organizacin haba tomado la idea de
operaciones mrtires de Hezbol, su respuesta fue por supuesto13.
En esta entrevista, publicada en la pgina Web de su organizacin14, Fadla-
llah apoy fervientemente el uso de dichos ataques por grupos palestinos. Explic:
Sabemos que el blanco de los mujaidn no son los civiles, sino el ocupante
de la Palestina ocupada. Asimismo, a los colonos que ocuparon los asen-
tamientos sionistas no los consideramos civiles, sino una extensin de la
ocupacin; y no son menos agresivos y brbaros que los soldados sionis-
tas. As como confirmamos la legitimidad de estas operaciones, tambin las
consideramos como una de las pruebas ms destacadas de la yihad realiza-
da al estilo de Al, y consideramos que toda crtica contra este tipo de ope-
raciones, sea intencional o no, representa un ataque contra el movimiento
de confrontacin que el pueblo palestino (incluidas todas las partes) ha em-
prendido contra la ocupacin israel.
10 V. Martin Kramer, The moral logic of Hizballah, Walter Reich (ed.), Origins of Terrorism: Psychologies, Ideolo-
gies, Theologies, States of Mind, Cambridge University Press, Cambridge, 1990, p.13157, disponible en http://
www.geocities.com/martinkramerorg/MoralLogic.htm (consultado el 17 de diciembre de 2007).
11 Martin Kramer, The oracle of Hizbullah, disponible en http://www.geocities.com/martinkramerorg/
Oracle2.htm (consultado el 17 de diciembre de 2007).
12 Coincide con la fecha del ataque de Baruch Goldstein a la mezquita de Hebrn dos aos antes.
13 V. An interview with Secretary General of Islamic Jihad, Al-Hayat, 7 de enero 2003, p. 10. Shellah afirm
que el acto fue inspirador para la yihad islmica.
14 V. http://english.bayynat.org.lb/Islamicinsights/index.htm (consultado el 17 de diciembre 2007).
38
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
Por otro lado, Fadlallah fue uno de los primeros intelectuales chiitas de
alto rango en condenar pblicamente los ataques del 11 de septiembre de 2001 en
Estados Unidos, tal vez el ejemplo ms horroroso de ataque suicida. Como veremos
ms adelante, la debilidad de los argumentos de Fadlallah radica en que no distin-
gue entre los ataques suicidas de los combatientes de cualquier bando durante una
guerra (que no se hacen pasar por civiles), y aquellos contra objetivos militares o
personas civiles y bienes civiles por personas que s fingen serlo.
El entonces Gran Muft de Arabia Saud, el jeque Abd al-Aziz ibn Baz,
conden los ataques suicidas argumentando que podran calificarse como auto-
destruccin y ser, por lo tanto, ilcitos. Afirm que tales ataques no son parte de
la yihad, y me temo que se trata lisa y llanamente de suicidios. Si bien el Corn
permite, y de hecho exige, matar al enemigo, esto debe hacerse sin contravenir las
leyes religiosas15. El jeque Yusuf al-Qaradawi, uno de los lderes de la Hermandad
Musulmana, no slo refut la fetua de ibn Baz, sino que adems justific los ataques
y los denomin operaciones de martirio, como confirma a continuacin:
Qaradawi declar que si a todos los que defienden su tierra y mueren de-
fendiendo sus smbolos sagrados se los considera terroristas, entonces me gustara
15 Ash-Sharq Al-Awsat, Londres, 21 de abril de 2001; Shaul Mishal y Avraham Sela, The Palestinian Hamas:
Vision, Violence and Coexistence, Columbia University Press, Nueva York, 2000, p. 109.
16 V. Yusuf al-Qardawi, Shariyia al-Amaliyat al-Istishhadiya fi Filastin al-Muhtalla [Legalidad de las opera-
ciones de martirio en la Palestina Ocupada], al-Islah, vol. 375 (1518 agosto de 1997), p. 44; disponible en:
http://www.memri.org/bin/articles.cgi?Page5archives&Area5ia&ID5IA5301 (consultado el 17 de diciembre
de 2007). Ibn Baz fue fuertemente criticado por clrigos y polticos palestinos, como por ejemplo el jeque
Muhammad Ismail al-Jamal, el jeque al-Bitawi y el Dr Abdulaziz al-Rantisi. V. Reuter, nota 2 suora, p. 123.
17 Ibd.
39
Muhammad Munir - Ataques suicidas y derecho islmico
estar al frente de los terroristas18. Sin embargo, el jeque conden los ataques del
11 de septiembre [de 2001] contra Estados Unidos19. Hizo una distincin entre las
operaciones suicidas en el territorio ocupado israel y los ataque del 11/9 argumen-
tando que en el primer caso el terrorista est defendiendo su tierra, lo cual consti-
tuye un propsito legtimo, mientras que en el segundo los terroristas suicidas via-
jaron desde sus pases de origen para atacar un lugar donde no tenan problemas20.
Sorprendentemente, Qaradawi afirma que los especialistas de todo el planeta han
coincidido en que las operaciones de martirio llevadas a cabo por los palestinos
estn justificadas21, y manifiesta constantemente su apoyo22.
Otros eruditos sunitas musulmanes importantes en este debate son el jeque
Tantawi, el gran imn de al-Azhar en Egipto, y Ali Gumaa, actual muft de Egipto,
quien en relacin con las operaciones suicidas intent establecer una distincin entre
militares y civiles23. Sin embargo, el jeque Tantawi ha sido bastante contradictorio:
despus de emitir una fetua en respaldo a dichos ataques24, cambi varias veces de
opinin y declar recientemente que no existe una base islmica para las operaciones
de martirio25. Durante una conferencia organizada por la Universidad de Al-Azhar,
critic duramente al jeque Qaradawi (quien tambin estaba presente) por su fetua so-
bre los ataques suicidas con vctimas civiles26. Los eruditos del Centro de Investigacin
Islmica de la Universidad de Al-Azhar publicaron sus propias opiniones en apoyo a
los atentados suicidas27, y fueron ms claros que el gran imn en esta materia.
18 Ibd.
19 V. http://www.qaradawi.net/site/topics/index.asp?cu_no52&temp_type544 (consultado el 17 de diciem-
bre de 2007)
20 Ibd.
21 Ibd.
22 Hace no tanto tiempo, el 28 de marzo de 2007, inst a los palestinos a continuar llevando a cabo operacio-
nes de martirio; v. http://www.qaradawi.net/site/topics/index.asp?cu_no52&temp_type544 (consultado
el 17 de diciembre de 2007)
23 V.l Informe Especial N. 580 del 1 de octubre de 2003, disponible en http://www.memri.org/ (consultado
el 17 de diciembre de 2007). En la entrevista, apoy los ataques suicidas de terroristas en Palestina, Afga-
nistn e Irak. Considera que estos ataques son lcitos, ya que el objetivo es liberar a esos pases del enemigo.
V. Mufti Masr: al-Amaliyat fi Al-Iraq wa Filasteen wa Afghanistan Muqawama wa laisat Irhaban [Mu-
ft egipcio: Las operaciones en Irak, Palestina y Afganistn son actos de resistencia, y no de terrorismo],
Al-Sharq al-Awsath, 26 de abril de 2006.
24 V. Leading Egyptian government cleric calls martyrdom attacks that strike horror into the hearts of the
enemies of Allah, Informe Especial N. 363 del 7 de abril de 2002, disponible en http://www.memri.org/
(consultado el 17 de diciembre de 2007)
25 Cleric condemns suicide attacks, BBC, 11 de julio de 2003, disponible en www.bbc.com (consultado el
17 de diciembre de 2007).
26 V. Al-Tantawi laqqana Al-Qardawi darsan fi al-fatwa [Tantawi le da una leccin a Qardawi en relacin
con su fetua], Al-Sharq al-Awsath, 17 de abril de 2002. Tantawi afirm que los terroristas tienen permitido
atacar a los soldados del ejrcito israel, pero no a los civiles (ibdem). Sin embargo, como demostraremos
ms adelante, ni siquiera el primer tipo de ataques est permitido por el jus in bello islmico. Cuando un
terrorista se oculta bajo otras apariencias, ms all de que dirija su ataque a soldados o a civiles, comete un
acto prfido, estrictamente prohibido por el derecho islmico en tiempos de guerra. Pero si un soldado que
no se oculta bajo otras apariencias comete un ataque suicida para matar y mutilar a muchos soldados ene-
migos, su acto sera considerado como herosmo blico. Este ltimo acto no est prohibido por el derecho
islmico. El jeque Tantawi desdibuj la distincin entre estos dos tipos, es decir, perfidia y herosmo blico.
27 www.memri.org/bin/articles.cgi?Page5archives&Area5ia&ID5IA5301 (consultado el 17 de diciembre de
2007); V. http://www.mediareviewnet.com/default.htm (consultado el 17 de diciembre de 2007).
40
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
Otros importantes ulemas sunitas (doctores del islam), que avalan las opi-
niones del jeque Qaradawi son Suleiman ibn Nasser al-Ulwan28, Salman ibn Fahd
al-Awdah29, Nasser ibn Hamd Al-Fahd30 y Ajeel al-Nashami31. Los tres primeros
son saudes, mientras que el cuarto es de Kuwait. Algunos de los ulemas saudes se
han retractado de sus opiniones previas a favor de los ataques suicidas. El ltimo
de los especialistas sunitas provenientes de Medio Oriente en justificar los ataques
suicidas palestinos contra los civiles israeles (al igual que Qaradawi) es Faisal Mau-
lawi, del Lbano, que cita ms o menos los mismos argumentos que Qaradawi para
fundamentar su opinin32, pero introduce un nuevo argumento: la interpretacin
errnea del principio de reciprocidad mencionado en el verso 16:126 del Corn. El
jeque Nasser al-Fahd ha recurrido a este principio para justificar los ataques suici-
das, incluso los del 11 de septiembre contra Estados Unidos. El Teniente Coronel
Jonathan Halevi, investigador especialista en Medio Oriente y en islamismo radical
y asesor en asuntos rabes del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel, alega
que hay diecisis clrigos musulmanes de Medio Oriente que apoyan los ataques
suicidas de alguna forma u otra33.
28 En una entrevista con una revista kuwait, describi a los ataques suicidas llevados a cabo por los pales-
tinos como la mejor cura y opin que no est permitido ningn acuerdo de paz con los judos. V. Al-
Amaliyat al-Istishhadyia Khair Ilaj [Las operaciones de martirio son la mejor cura], al-Mujtamaa, N
1422, 17 de octubre de 2000, p. 59.
29 V. Al-Irhab wa al-Amaliyat al-Istishhadiyya [Terrorismo y operaciones de martirio], al-Dawah, N
1838, 18 de abril de 2002, p. 39, donde ofrece ejemplos de herosmo blico para demostrar que las ope-
raciones de suicidio de los palestinos estn justificadas. Sin embargo, como veremos ms adelante, la
analoga es incorrecta.
30 Su justificacin se basa en el principio de reciprocidad (Corn, versos 2:194 y 16:126) o, ms bien, en su
interpretacin. Olvida no obstante el precepto contenido en el verso 16:127, que es el que el propio Profeta
(que la paz est con l) observ. Tambin justific los ataques a los infieles con armas de destruccin ma-
siva. Remitirse a su par Kuffar AamTabahi Musalath karne ki Shari Haisiat, traduccin de Hafiz Aamar
Siddiqui as Justification of Attacking Infidels with WMDs, Dar-ul-Eshaat, Lahore, 2005, p. 234. Las
autoridades saudes lo arrestaron, pero en noviembre de 2003 recuper su libertad. Admiti pblicamente
haber cometido errores en algunas de sus fetuas anteriores. No queda claro a qu fetua(s) se refera. Desde
entonces, no volvi a tener contacto con la prensa.
31 Manifest su opinin al respecto en una entrevista con la revista Al-Rabitha de la Organizacin de la
Conferencia Islmica (OCI). V. La Basa bi Ikhtiyar Tariqat al-Mout fi HalatinWahidah [Sin problemas
para elegir morir en una situacin], Al-Rabithah, N. 453, octubre, 2002, p. 1213. Adems, cita muchos
ejemplos de herosmo blico en el islam para demostrar que los ataques suicidas palestinos estn justifi-
cados. La oportunidad en que se hicieron ambos comentarios es notable. El artculo del jeque Salman se
public el 18 de abril, fecha del ataque suicida a la Embajada de Estados Unidos en Beirut. La entrevista
del Dr. Ajeel se public en la edicin de octubre de Al-Rabitha, mes en que terroristas suicidas atacaron
las sedes de las fuerzas militares de Estados Unidos y Francia.
32 Ha emitido tres fetuas sobre operaciones de martirio. La primera fue la N. 195, la segunda, la N. 279, y
la tercera, la N. 593, emitida el 18 de marzo de 2003. V. su pgina Web: http://www.mawlawi.net/Fatwa.
asp?fid5105&mask5 20% (consultado el 17 de diciembre de 2007)
33 V. Jonathan Halevi, Al Qaidas intellectual legacy: New radical Islamic thinking justifying the genocide of
infidels, Jerusalem Center for Public Affairs, disponible en http://www.jcpa.org/jl/vp508.htm (consultado
el 17 de diciembre de 2007). Este informe est traducido al rabe, copiado y exhibido por www.aafaq.
org. Sin embargo, los motivos de ambas pginas Web (www.jcpa.org y www.aafaq.org) son dudosos. Por
ejemplo, el informe original no brinda informacin autntica, es selectivo al momento de escoger clrigos
que opinen sobre el tema, y no menciona las fetuas originales emitidas por ellos; enumera eruditos que no
estn mencionados por los yihadis y omite a otros militantes ms radicales como Ayman Al Zawahiri o
clrigos como Faisal Mawlavi y muchos otros.
41
Muhammad Munir - Ataques suicidas y derecho islmico
42
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
42 La fetua menciona que no fue un delito pelear contra las fuerzas de ocupacin para liberar al propio pas,
pero no brinda mayores detalles. Ibd., p. 3.
43 V. su Hawa ki Nam [En el nombre de Hawa], Jamia Islamia, Rawalpindi, 2005, p. 409. El libro se basa en
las resoluciones emitidas por el autor, que evita mencionar especficamente si justifica o no tales ataques
en Palestina o en otro lugar.
44 V. Ulama convention opposes Sharia by force, Dawn, 18 de abril, 2007, p.1
45 La organizacin de la convencin estuvo a cargo de Jamiat-i- Ulama-i-Islam, el grupo de Fazal ur Rah-
man. En ese momento, el propio Maulana (especialista religioso) era el lder de la oposicin en la Asam-
blea Nacional de Pakistn.
46 Qaradawi permite la matanza directa de mujeres israelitas, y el asesinato indirecto de nios y ancianos
segn la doctrina de la necesidad.
43
Muhammad Munir - Ataques suicidas y derecho islmico
Uno de los principios bsicos del derecho islmico es que, as como el fin
debe ser legtimo, tambin deben serlo los medios para alcanzarlo. Por ello, el islam
no slo alienta a los musulmanes a defender su fe sino que tambin les indica cmo
hacer la guerra. Se distingue entre los atentados suicidas que tienen lugar durante
una guerra, realizados por soldados que no se hacen pasar por civiles, y los ataques
llevados a cabo por civiles. Nadie puede pedir la muerte de civiles, mujeres, nios y
ancianos, ni el secuestro y la matanza de personas que no tienen relacin alguna con
un incidente especfico, una yihad.
Martirio
El imn Muhammad ibn al-Hasan al-Shaybani, conocido como el padre del de-
recho internacional islmico, ha articulado el concepto de los atentados suicidas permiti-
dos en tiempos de guerra en el tratado que es su obra maestra, y que dice lo siguiente:
44
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
Al analizar esta declaracin con mayor detenimiento queda claro que son
tres las condiciones que deben cumplirse para que una operacin sea legtima:
(1) debe haber una guerra permanente y activa entre los musulmanes y sus
adversarios;
(2) el atacante no debera morir en el atentado; y
(3) en caso de que muera, su muerte debe ser causada por el enemigo.
51 Ibn Taymiyah, Majmua Fatawa Sheikh al-Islam, Dar Aalam Al-Kutub, Riad, vol. 25, p. 540.
52 V. Muhammad Tahir ibn Ashoor, Al-Tahreer wa al-Tanweer, Dar Sahnun, Tnez, vol. 1, p. 215.
53 V. Ali Shari ati, Martyrdom: Arise and Bear Witness, traducido por Ali Asghar Ghassemy, Ministerio de
Orientacin Islmica, Tehern, 1981, p. 144. No dice explcitamente que fue un suicidio; lo que s dice es
que Husayn haba elegido el shahdat. V. su libro A discussion of Shaheed en Gary Legenhausen y Mehdi
Abedi (editores), Jihad and Shahadat: Struggle and Martyrdom in Islam, Institute for Research and Islamic
Studies (Instituto de Investigacin y Estudios Islmicos), Houston, 1986, p. 23940.
45
Muhammad Munir - Ataques suicidas y derecho islmico
Milagrosamente, el plan result exitoso; Bara no fue martirizado y logr abrir las
puertas. Sufri muchas heridas pero se recuper54.
Otro incidente citado por el jeque Qaradawi y otros ulemas es el que tuvo
lugar durante el ataque a Constantinopla, cuando Hisham ibn Aamir se infiltr en
las lneas enemigas para matar el mayor nmero posible de soldados. Otros com-
batientes musulmanes exclamaron sorprendidos: Alabad a Al y no os entreguis
a la perdicin55. Estos incidentes son operaciones heroicas ciertamente permiti-
das en tiempos de guerra.
54 Para detalles del incidente, v. Al-Qurtubi, al-Jamia li Ahkam al-Quran, Dar al-kutub al-Misryyia, n.d., vol. 2,
pp. 362363, e Ibn Jareer al-Tabary, The History of al-Tabary: The Conquest of Arabia, traducido por Fred M.
Donner, 1993, pp. 10534.
55 Traducido al espaol de la traduccin al ingls de Pickthall, arriba, nota sin numerar. Segn otros co-
mentaristas, este verso suele interpretarse como una prohibicin del suicidio y otras formas de auto-
flagelacin. V. The Quran: A New Translation, traducido por Abdel Heleem, Oxford University Press,
Oxford, 2004, reproducido por la serie Oxford Worlds Classics, 2005, p. 22. (Ntese que la cita del texto
precedente fue tomada de Pickthall, arriba, nota sin numerar). Para conocer detalles sobre el incidente
V. Tarmizi, Sunnan, hadiz 2898, y Abi Dawood, Sunnan, hadiz 2151. Abu Ayub al-Ansari, uno de los
que presenci este incidente, se puso de pie y dijo: Cmo pueden interpretar este verso [2:195] as, que
se revela segn el Ansar. Abu Ayub dijo que cuando el islam gan poder nos dijimos unos a otros sin
informar al Profeta (que la paz est con l) que, como el islam se ha fortalecido y tiene muchos aliados,
parece que hemos descuidado nuestras ocupaciones. Por lo tanto, debemos dar un paso atrs para re-
cuperar lo que se ha perdido cuando se revel el verso [Y no os entreguis a la perdicin]. Corn 2:195
(Versin en espaol de Julio Corts).
56 El Imn Abu Yusuf, un importante jurista de la escuela hanaf y el Presidente del Tribunal de Justicia
de Haroon al-Rashid, formul este principio de la siguiente manera: No se puede iniciar ninguna ex-
pedicin sin el permiso del gobierno. V. Abu Yusuf, Kitab al-Khiraj, ed. M. Ibrahim al-Banna, Maktaba
Farooqia, Peshawar, n.d., p. 385.
46
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
57 El reconocimiento por parte del Estado de Israel de un grupo militante palestino como el representante legtimo
del pueblo palestino implicara que Israel retire su reconocimiento a la actual Autoridad Palestina, que es el go-
bierno de jure del [futuro] Estado de Palestina. Esto se asimilara a retirar en forma prematura el reconocimiento,
lo cual es ilegal en el derecho internacional.
58 Para un anlisis de la teora de Dworkin, v. mi artculo How right is Dworkins: right answer thesis y su
law as integrity theory?, Journal of Social Sciences, vol. 2 (1) (agosto de 2006), pp. 125.
59 Ambas palabras se usan como sinnimo a los efectos de este artculo.
60 V. artculo 51 del Protocolo adicional I de 1977 a los Convenios de Ginebra de 1949. V. tambin Hans-
Peter Gasser, Actos de terror, terrorismo y derecho internacional humanitario, Revista Internacional
de la Cruz Roja, N. 842, septiembre de 2002, disponible en espaol en Revista Internacional de la Cruz
Roja. Seleccin de artculos 2002, en www.cicr.org/spa/revista.
47
Muhammad Munir - Ataques suicidas y derecho islmico
El Profeta (que la paz est con l) y sus sucesores, que recibieron la orientacin
correcta, han prohibido estrictamente la traicin y la perfidia. Se dice que el Profeta (que
la paz est con l) reiter esta prohibicin en numerosas ocasiones61. En el octavo ao
luego de su migracin a Medina, orden lo siguiente a su ejrcito, que parta:
61 Abd al-Jalil, Shuab al-Iman (MS. Bashir Agha, Estambul, N. 366, p. 558.
62 El Imn Shoukani, Nail al-Awtar, Ansar Al-Sunah Al-Muhammadiya, Lahore, n.d., vol. 7, p. 246.
63 Abdul Malik ibn Hisham, Al-Sirah Al-Nabawyia, ed. Mustafa Al-Saqa et al., Dar al-Ma rifah, Beirut, n.d.,
vol. 2, p. 632.
64 Muslim, nota 47 arriba, vol. 3, hadiz 1738, p. 1361.
65 V. Badruddin Ayni, Umdah Al-Qari Sharh Saheeh al-Bukhari, Idarat Al-Taba at Al-Muneeriya, Cairo, n.d.,
vol. XV, p. 94.
48
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
La tradicin respeta el verso del Corn que dice:Si temes una traicin por parte
de una gente, denuncia, con equidad, la alianza con ella. Al no ama a los traidores67.
Por lo tanto, ante el peligro de que el enemigo traicione la confianza, es
posible enfrentarlo y decirle abiertamente que el acuerdo dejar de ser vinculante
para los musulmanes. Pero esta declaracin debe hacerse de manera tal que tanto
los musulmanes como la otra parte gocen de las mismas condiciones. No deben
tomarse medidas previas para enfrentar a la otra parte sin aviso, con la intencin de
tomarla desprevenida y sin darle la posibilidad de prepararse para la defensa68.
Por lo tanto, el islam redefine la justicia en el sentido de que se protegen los
derechos del enemigo, se imponen restricciones a los musulmanes ms que a sus
adversarios, y los musulmanes no pueden preparar un ataque contra el enemigo
antes de declarar su intencin de dar por finalizado el acuerdo. La mejor ilustracin
de esto es el caso de Muawiyah mencionado anteriormente. Si un atacante suicida
comete traicin, acta contra las enseanzas del Sagrado Corn y la Sunna, dos de
las fuentes fundamentales del derecho islmico (la tercera es la ijma).
66 Shaybani, nota 50 arriba, vol. 1, p. 185. Segn Sarakhasi, significa que debe evitarse cualquier acto que
se asemeje a una traicin, ya sea de forma o de fondo. Remtase tambin al imn Termidhi, Sunnan, Dar
Sahnun (Gagri, Yayinlari), Estambul, n.d., vol. 4, hadiz 580, p. 143.
67 Corn, 8:58 (Versin en espaol de Julio Corts)
68 Cuando un tratado de paz se da por finalizado o caduca, se entiende que las relaciones entre ambas comu-
nidades se tornan hostiles.
69 Corn, 2:190 (versin en espaol de Julio Corts) La traduccin de Pickthall [al ingls] de wa la ta atadu
difiere de la mayora de los comentaristas (ms arriba, nota sin numerar). Por ejemplo, segn el muft M.
Taqi significa: Y no transgredid. Ciertamente, Al no ama a los transgresores. V. su The Meaning of the
Noble Quran, Maktab Ma ariful Quran, Karachi, 2006, vol. 1, p. 60.
49
Muhammad Munir - Ataques suicidas y derecho islmico
muqatileen) significa combatiente. Por lo tanto, los no combatientes no deben ser agre-
didos. Segn Muhammad ibn al-Hasan al-Shaybani (fallecido el ao 189 H), est prohi-
bido matarlos porque el Corn dice: Combatid a quienes combatan contra vosotros y
ellos no combaten70. Asimismo, en el verso anterior, el Corn exige a los musulmanes
no transgredir sus preceptos matando no combatientes ni comportndose en forma
degradante con quienes ya estn vencidos. Segn se explica a continuacin, el Profeta
(que la paz est con l) ha prohibido estrictamente mutilar cadveres en tiempos guerra
y las matanzas sabran (que consisten en atar a una persona viva para usarla como blan-
co y dispararle con distintas armas hasta que muera)71.
Luego de la conquista de La Meca, las tribus de Hawazin y Thaqif le decla-
raron la guerra a los musulmanes. Al finalizar la batalla de Hunayn, el Profeta (que
la paz est con l) vio el cuerpo sin vida de una mujer asesinada entre los paga-
nos. Quin la mat? pregunt. Uno de los presentes respondi: La mataron las
fuerzas de Khalid ibn Walid. El Profeta (que la paz est con l) dijo a uno de ellos:
Vayan donde Khalid! Dganle que el Mensajero de Dios le prohbe matar nios,
mujeres y sirvientes. Uno de los presentes replic: Pero, buen mensajero de Dios,
no son esos los hijos de los paganos?, a lo que el Profeta (que la paz est con l)
respondi: Acaso los mejores de ustedes no fueron hijos de paganos alguna vez?
Todos los nios nacen con su verdadera naturaleza y son inocentes72. Tambin
se dice que el Profeta (que la paz est con l) ha prohibido, con las palabras ms
fuertes que existen en el idioma rabe, matar a una mujer: Nunca, jams, maten a
una mujer o a un sirviente73. Hay un consenso unnime (ijmaa) entre los juristas
musulmanes acerca de la prohibicin de matar mujeres y nios74.
Slo hay dos excepciones a esta prohibicin: cuando las mujeres y nios
participan en las hostilidades75, y cuando la matanza no es intencional76.
En numerosas ocasiones el Profeta (que la paz est con l) ha dado indica-
ciones que no podemos citar aqu para no desviarnos del foco de nuestro anlisis.
Sin embargo, vale la pena transcribir la cita completa de la instruccin de Abu Bakr,
el primer sucesor del Profeta (que la paz est con l), dado que constituye un mini-
70 Shaybani, nota 50 supra, vol. 4, p. 186
71 Abu Dawood, Sunnan, Dar Sahnun, Estambul, 1992, vol. 3, p. 137, hadiz 2687. Para ms informacin, V. mi
artculo Non-combatant immunity in Islamic law en la prxima edicin de Hamdard Islamicus.
72 Al-Tabrezzi, Mishkat al-Masabih, al-Maktab al-Islami, hadiz 3955; Ibn Majah, Sunnan, Dar Ehya Al-Tura-
th Al- Arabi, Beirut, n. d., vol. 2, p. 101. En algunos informes hay un agregado: que ella no poda luchar.
Abu Dawud, Sunnan, Ibd., vol. 3, p. 122, y Shoukani, Nail al-Awtar, nota 62 supra, vol. 7, p. 261.
73 Ibn Majah, Sunnan, nota 72 supra, vol. 2, p. 948, hadiz 2842; Imn al-Nasai, al-Sunnan al-kubra, Dar Al-
Kotob Al- Elmyia, Beirut, vol. 5, p. 187, hadices 8625 y 8626; Abu Bakr al-Baihaqi, al-Sunnan al-kubra with al-
Jawhar al-Naqi, Dar al-Fikr, Beirut, n.d., vol. 9, p. 83. Este hadiz tambin se suele citar con un texto levemente
diferente en Abi Jafar al-Tahwis Sharh Mani al-Asar, Dar Al-Kotob Al-Ilmia, Beirut, vol. 3, p. 222.
74 Abu Zakaryia Nawavi, Sharh Saheeh Muslim, Matbaat Mahmood Tofeeq, vol. II, p. 48; v. tambin Al-
Qurtubi, Ahkam al-Quran, 1950, vol. 1, p. 232.
75 Esto es congruente con los principios generales del derecho islmico, tales como Lo que es legtimo por
un motivo deja de serlo cuando dicho motivo desaparece.
76 Este es el caso del tatarrus, es decir, cuando el enemigo usa prisioneros musulmanes, mujeres y nios y sus
propios no combatientes como escudos humanos. En este caso, los musulmanes pueden atacar al enemigo pero
deben tomar todas las precauciones necesarias para proteger a los cautivos. V. Abu Bakar Al-Sarkahsi, al-Mabsut,
Dar Ehya Al- Turath Al- Araibi, Beirut, 2002, vol. 10, p. 154. Lo mismo se aplica a los bombardeos nocturnos al
enemigo. Para ms informacin, v. mi artculo Non-combatant immunity in Islamic law, nota 71 supra.
50
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
compendio del jus in bello islmico. Cuando le orden a Yazid ibn Abi Sufyan seguir
hacia Siria, lo acompa y le orden lo siguiente:
Reciprocidad y represalias
Reciprocidad
La explicacin del principio de reciprocidad se encuentra en el Corn mismo
(verso 9:7) cuando Al dice: Mientras cumplan con vosotros, cumplid con ellos. Es de-
cir, debe haber reciprocidad en las relaciones entre las dos comunidades. Los juristas mu-
sulmanes han dado a esta doctrina el estatus de principio. El imn Sarakhsi de la escuela
de pensamiento hanaf lo defini de la siguiente manera: Las relaciones entre nosotros
[los musulmanes] y los no musulmanes se basan en la reciprocidad78. Este principio
77 Ali al-Muttaqiy, Kanz-ul-Ummal, Haiderabad Daccan, vol. II, No. 6259, bajo la autoridad de al-Baihaqiy.
78 V. Shaybani, nota 50 supra, vol. 5, pp. 285, 286. Aqu el contexto es interesante. Shaybani menciona que un re-
caudador de impuestos de la poca de Umar le pregunt cunto cobrarle a los comerciantes provenientes de
dar al-harb, que literalmente significa la esfera de la guerra pero tcnicamente se refiere a un territorio fuera
de la jurisdiccin de los estados musulmanes. (Para un anlisis detallado del significado tcnico de dar al-
harb, v. Sarkahsi, Al-Mabsut, nota 76 supra, vol. 10, pp. 8594, y Sayyid Maududi, Suud (Urdu), Publicaciones
Islmicas, Lahore, 1973, pp. 31213.) Umar le aconsej cobrarle exactamente lo mismo que se le cobraba a
los comerciantes musulmanes. Sarakhasi ofrece el motivo de esta directiva y cita la mxima anterior. Asimis-
mo dice que si a los comerciantes musulmanes no se les cobrara impuesto alguno tampoco deba cobrrsele
al resto; y si los otros nos cobran un 5 por ciento debemos cobrarles 5 por ciento nosotros tambin. Del
mismo modo sus comerciantes deben pagar impuestos slo una vez por ao aunque hayan visitado nuestro
territorio varias veces, porque ellos le cobran a nuestros comerciantes slo una vez por ao, dado que nuestra
relacin se basa en la reciprocidad. V. Shaybani, nota 50 supra, vol. 5, pp. 2856.
51
Muhammad Munir - Ataques suicidas y derecho islmico
tambin se expresa en el verso 5:58 del Corn, que hace referencia al incumplimiento de
un tratado de paz, mencionado anteriormente.
Otro ejemplo es el verso 2:194 que dice: El mes sagrado por el mes sagrado.
Las cosas sagradas caen bajo la ley del talin. Si alguien os agrediera, agredidle en la
medida que os agredi. Temed a Al y sabed que l est con los que le temen79.
Para comprender este verso, es importante conocer el contexto en que
fuera revelado. Como bien se sabe, el Profeta (que la paz est con l) y sus com-
paeros deseaban ir a La Meca para realizar la Umrah (literalmente, visita a La
Meca; tcnicamente, peregrinacin menor que hacen los musulmanes cada vez
que entran a La Meca) en el sexto ao luego de la hijrah (migracin). Cuando lle-
garon a Hudaibiyya, fuera de La Meca, fueron detenidos por los mecanos infieles.
Luego de algunas gestiones diplomticas, ambas partes firmaron el famoso tratado
de paz. Acordaron, entre otras cosas, que los musulmanes podan volver ese mismo
ao, pero deban realizar la Umrah el prximo ao. Se dice que cuando los musul-
manes intentaron hacerlo al ao siguiente teman la traicin, y pensaban que los
infieles quizs no les permitieran entrar a La Meca o los atacaran durante el mes
sagrado80, cuando ellos no tenan permitido defenderse. Entonces Al les explic
que un mes sagrado se cambia por otro mes sagrado; es decir, el trato es recproco.
Dado que los musulmanes corran el riesgo de sufrir el ataque de los mecanos en
el mes sagrado de Zul-Qada, tenan permitido aplicar la reciprocidad, de ser ne-
cesario, en esa misma temporada dado que la santidad de los meses es recproca81.
Otra interpretacin de este verso [un mes sagrado por otro mes sagrado] es que
era una compensacin del ao anterior82.
Represalias
Queda claro ahora el significado del verso 2:194, dado que establece que
los musulmanes pueden defenderse si sufren un ataque en el mes sagrado. No obs-
tante, esto nunca incluy que puedan matar a civiles inocentes en atentados suici-
das. De hecho, matar a mujeres y nios del enemigo como represalia sera matar
gente inocente de forma intencional, lo cual est totalmente prohibido por el islam.
Al explicar este verso, Qurtubi (fallecido en el ao 1273) sostiene que si alguien su-
fre una ofensa debe ser compensado por la persona que lo da, pero bajo ninguna
circunstancia debe herir a los padres, hijos o familiares de dicha persona83. Es por
esto que solo se castiga al acusado como compensacin y ninguno de los miembros
de su familia puede ser castigado directamente por su ofensa.
Lo importante aqu es si se permite aplicar la reciprocidad bajo la forma de
represalias, en especial si ello significara hacer algo que est estrictamente prohibido.
79 Versin en espaol de Julio Corts
80 Los rabes antiguos tenan cuatro meses sagrados durante el ao (Muharram, Rajab, Zul-Qaida y Zul-
Hijja), por lo que se consideraba ilcito luchar durante estos meses.
81 Moulana Abdul Majid, Tafsir-ul-Quran, Darul-Ishaat, Karachi, 1991, vol. 1, p. 125; Muhammad Tahir ibn
Aashoor, Al-Tahreer wa al-Tanweer, Dar Sahnun, Tnez, n.d., vol. 1, p. 210.
82 sta era la opinin de Abdullah ibn Abbas, Qatadha, Dahak y Suddi. V. Ibn Aashor, nota 80 supra, vol. 1, p. 210.
83 Muhammad ibn Ahmad al-Qurtubi, al-Jami li Ahkam al-Quran, Dar al-Kutub al-Misria, vol. 1, p. 240.
52
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
Conclusin
53
Muhammad Munir - Ataques suicidas y derecho islmico
Cuando un atacante suicida tiene por blanco a civiles puede estar come-
tiendo al menos cinco delitos segn el derecho islmico, a saber: matanza de civiles,
mutilacin al emplear explosivos, traicin de la confianza de los soldados y de los
civiles enemigos, suicidio y, por ltimo, destruccin de los objetos y bienes pertene-
cientes a los civiles. En mi opinin, esta persona no es un shaheed (mrtir) debido a
los delitos cometidos. Quienes llamen shaheed a esa persona simplemente ignoran
las enseanzas del Corn y la Sunna en materia del jus in bello islmico y se burlan
de la ley de Dios.
Por consiguiente, una misin suicida se opone a las normas del jus in bello
islmico y no tiene lugar en el pensamiento jurdico del islam. Un acto de ese
tipo no puede ser una norma de comportamiento en el campo de batalla segn
el islamismo, dado que las reglas establecidas del jus in bello islmico no pueden
reemplazarse por actos que estn prohibidos en tiempo de guerra. Las opiniones de
los ulemas que defienden los atentados suicidas son opiniones personales, y no son
vinculantes para los dems. Tales opiniones han empaado en repetidas ocasiones
la imagen del islam, dndole una reputacin negativa. Si se aceptan estas opiniones
tendremos entonces que revisar los tratados originales de nuestros grandes docto-
res del derecho islmico.
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Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
Cruzar el desierto.
El CICR en Irak: anlisis
de una operacin
humanitaria
Daniel Palmieri*
Es responsable de investigaciones histricas en el Comit Internacional de la Cruz Roja.
Resumen
Durante casi sesenta aos, el Comit Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha hecho
importantes esfuerzos para prestar ayuda humanitaria a los grupos que ms la necesi-
taban en Irak. En este artculo, se describen las operaciones humanitarias realizadas
por la Institucin en ese pas desde 1950 hasta nuestros das, en particular el apoyo
que ha prestado a los diferentes grupos minoritarios y las acciones humanitarias que
ha realizado ante los diversos conflictos armados. Se demuestra que el marco jurdico
que sirve como base a sus actividades humanitarias tambin limita su capacidad de
actuar en situaciones que no caben dentro de su mandato. En los conflictos armados,
el CICR corre el riesgo de ser utilizado por los gobiernos para sus propios fines. El
desafo que se le plantea es encontrar un trmino medio entre el respeto de sus obliga-
ciones convencionales y el ejercicio de su derecho de iniciativa humanitaria, as como
evitar seleccionar a los beneficiarios de su ayuda sobre la mera base de las posibili-
dades ofrecidas por los gobiernos.
***
Irak, que en los ltimos treinta aos ha estado permanentemente en los titu-
lares de los peridicos, constituye un laboratorio ideal para el estudio de la violencia
armada y de sus consecuencias humanitarias. En efecto, son pocos los Estados donde
la sucesin y la diversidad de los conflictos proporcionan una visin de conjunto tan
vasta sobre los mltiples aspectos que revisten los conflictos blicos modernos a
mediano plazo.
* Esta contribucin es una versin resumida de la tesis del autor para el Centro Universitario para Derecho
Humanitario de Ginebra, galardonada en 2007 con el premio Henry Dunant.
55
Daniel Palmieri - Cruzar el desierto. El CICR en Irak: anlisis de una operacin humanitaria
1 Para el perodo que va hasta 1965, este artculo se basa en archivos del CICR que ya estn abiertos al
pblico. Para el perodoperodo posterior a 1965, las informaciones estn tomadas nicamente de la do-
cumentacin pblica del CICR. Motiva esta decisin el inters de permitir que el lector ajeno al CICR e
interesado en iniciar un debate crtico sobre este texto tenga acceso a las mismas fuentes que las que han
utilizado los autores.
2 El golpe de Estado republicano y antibritnico de Rashid Ali al-Gailani, el 3 de abril de 1941 (con el apoyo
de Alemania y de la Francia vichysta) haba provocado la intervencin militar de Gran Bretaa. La mo-
narqua se restablece el 1 de junio de 1941 y el pas es ocupado por las tropas aliadas.
3 La monarqua es derrocada y el rey Faysal II y su entorno, asesinados el 14 de julio de 1958, despus
del golpe de Estado republicano del general Kassem.
56
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
4 Las informaciones relativas a esta cuestin se tomaron del expediente de los Archivos del CICR [en ade-
lante, ACICR], B AG, 233-098-001.
5 Se haca as referencia al artculo 25 del IV Convenio de Ginebra del 12 de agosto de 1949 relativo a la
posibilidad de dar y recibir noticias familiares para toda persona que se encuentre en un territorio de una
Parte del conflicto u ocupado por ella. An exista un estado de guerra entre Israel e Irak, ya que despus
de la guerra de Palestina de 1948-1949 no se haba firmado ningn armisticio.
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Daniel Palmieri - Cruzar el desierto. El CICR en Irak: anlisis de una operacin humanitaria
La minora kurda
En 1958, el general Kassem recibe el apoyo de la minora kurda durante su
golpe de Estado republicano a cambio de la promesa de garantizar las particulari-
dades lingsticas y regionales del Kurdistn iraqu. Pero ese acuerdo tcito no es
respetado y, durante los aos siguientes, las tensiones entre las comunidades rabes
y kurdas se intensifican hasta degenerar, en septiembre de 1961, en una rebelin ar-
mada en el norte de Irak. Entonces, se desata una guerra civil que provoca numero-
sas vctimas. El 28 de septiembre, los representantes de algunas asociaciones kurdas
se ponen en contacto con el CICR. Estos organismos le piden a la Institucin que
intervenga ante las autoridades iraques, por un lado, para que stas respeten el de-
recho de la guerra y, por el otro, para que autoricen al CICR a visitar a los detenidos
kurdos y, de manera ms general, a ayudar a la poblacin civil. Tambin indican
que estn dispuestos a facilitar el acceso de los delegados a los soldados iraques en
manos de la rebelin6.
En junio de 1962, frente a la extensin del conflicto y basndose en el art-
culo 3 comn a los cuatro Convenios de Ginebra, el CICR propone a la Media Luna
Roja de Irak enviar equipos mdicos y socorros para prestar ayuda a la poblacin
civil kurda. Este ofrecimiento de servicios es inmediatamente rechazado con el ar-
gumento de que las autoridades nacionales ya estn prestando la ayuda necesaria
a las vctimas. La misin realizada en Bagdad en diciembre de 1962 no modifica la
situacin, pues el gobierno niega oficialmente la presencia de militares iraques en
manos kurdas7 y no muestra ningn gesto de apertura ante una eventual accin
del CICR en Irak. La Sociedad Nacional, por su parte, declara abiertamente que
no puede actuar, pese a las necesidades comprobadas, bajo pena de represalias del
rgimen.
La cada y el asesinato del general Kassem, el 9 de febrero de 1963, y la
llegada al poder del partido Baath dan lugar a negociaciones con la insurreccin
kurda. Durante algunos meses, se instala una tregua. Pero a partir del 10 de junio,
los enfrentamientos en Kurdistn se reanudan con tanta fuerza que el CICR llega a
hablar de guerra de exterminio8. Frente a esa situacin, el 3 de julio se hace un nue-
vo ofrecimiento de asistencia al gobierno iraqu. Paralelamente, para prevenir una
nueva negativa de las autoridades de Bagdad, el Comit Internacional se dirige de
forma simultnea y oficial a los dirigentes de las Sociedades del Len y el Sol Rojos
de Irn y de la Media Luna Roja turca y les solicita que sus respectivos gobiernos lo
autoricen a enviar socorros a Kurdistn a travs de sus territorios. Las tres gestio-
6 El CICR envi tarjetas de captura (fichas que completaba cada detenido con sus datos personales) al
lado kurdo y, durante el conflicto, obtuvo a cambio ms de un centenar de nombres de prisioneros, as
como mensajes de Cruz Roja. Sin embargo, estos ltimos, transmitidos a las autoridades iraques, nunca
parecen haber llegado a sus destinatarios. Por otra parte, la Institucin tambin interviene, con xito, en la
liberacin de ciudadanos extranjeros capturados por los kurdos.
7 Tras esa negativa, el presidente del CICR, Lopold Boissier, inicia una gestin directa, en enero de 1963,
ante el general Kassem donde le solicita que se transmita a los familiares una muestra de unas diez tarjetas
de captura entregadas al CICR por la rebelin kurda.
8 ACICR, A PV, sesin del Consejo de la Presidencia, 27/06/1963.
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Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
nes son desestimadas9. No obstante, eso no impide que el CICR vuelva a interpelar
formalmente al poder iraqu transmitindole, el 14 de julio de 1965, un recordatorio
donde propone una accin de socorro conjunta con la Sociedad Nacional y la visita
a los detenidos de ambas partes. Este documento no obtiene respuesta.
Sin embargo, y al no poder utilizar las vas legales, en la primavera de
1963, el CICR comienza a proveer socorros (medicamentos, ropa, mantas, carpas,
etc.), provenientes de asociaciones privadas o de otras Sociedades Nacionales de la
Cruz Roja, a los representantes de las asociaciones kurdas que lo haban contactado.
Luego, estas Sociedades Nacionales se encargan solas de distribuir los bienes, que
son enviados a Kurdistn con transportistas privados y a travs del territorio iran.
Es la nica actividad concreta que puede efectuar el CICR hasta el verano de 1966,
cuando se firma un acuerdo entre Bagdad y el lder kurdo Barzani que abre una
perspectiva de autonoma para los kurdos en la nueva constitucin iraqu.
Pero la calma durar poco. Pese a haber estado asociados al poder (su lengua
se volvi, incluso, la segunda del pas), los kurdos vuelven a impulsar, en marzo de
1974, una rebelin contra el Estado central. La reanudacin de las hostilidades lleva
al CICR a ofrecer nuevamente sus servicios a las partes (pero no obtendr respuesta
de los iraques) y a volver a poner a disposicin de las vctimas socorros mdicos (que
continan transitando por el territorio iran). Pero, el ao siguiente, tras los acuerdos
de Argel firmados entre Irak e Irn, la Institucin debe poner fin a esa actividad a pe-
dido del gobierno de Tehern. Paralelamente, el CICR debe renunciar a la supervisin
de las repatriaciones a Irak de refugiados kurdos en Irn, un papel que, sin embargo,
las autoridades de Bagdad le haban confiado un mes antes. El nico consuelo para
la Institucin es haber podido visitar, en enero de 1975, a unos 160 militares iraques
prisioneros de los kurdos. Luego esas personas sern entregadas directamente por la
guerrilla kurda a las autoridades iraques y repatriadas por la Sociedad Nacional. Ha-
br que esperar hasta la segunda guerra del Golfo para que el CICR vuelva a cumplir
concretamente un papel humanitario en favor del Kurdistn iraqu10.
La minora iran
Mucho antes de la firma del tratado de Argel de 1975, que daba una solu-
cin provisional a los diferendos territoriales entre los dos Estados, haban surgido
tensiones en la frontera entre Irak e Irn en la primavera de 1969. El motivo del
conflicto era Chatt Al Arab y el hecho de que numerosos ciudadanos iranes es-
tablecidos en Irak haban sido expulsados a su pas de origen. Entonces, muchas
familias estaban separadas de un lado y otro de la frontera.
Despus de una misin realizada en junio de 1969 en Tehern, y luego en agos-
to en Bagdad, se le permite al CICR poner en marcha un programa con el objetivo de
9 El Gobierno iraqu declara que sus servicios nacionales pueden hacer frente a las necesidades. Las dos So-
ciedades Nacionales, por su parte, indican que no se puede hacer nada sin antes obtener el consentimiento
de las autoridades de Bagdad.
10 Durante la primera guerra del Golfo (conflicto entre Irak e Irn), el CICR realiz algunas misiones de
evaluacin en el Kurdistn iraqu, pero sin poder prestar ningn tipo de asistencia humanitaria.
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Daniel Palmieri - Cruzar el desierto. El CICR en Irak: anlisis de una operacin humanitaria
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Daniel Palmieri - Cruzar el desierto. El CICR en Irak: anlisis de una operacin humanitaria
mientras que los ingenieros sanitarios del CICR tambin se dedican a reparar las
instalaciones ya existentes. El estallido de la rebelin chiita en el sur del pas, y luego
la de los kurdos en el norte, incita al CICR a ampliar su campo de accin tambin
en favor de los cientos de miles de vctimas en ambas zonas. As, a partir del mes de
marzo, se realizan distribuciones de vveres, bienes de primera necesidad y medica-
mentos y se instalan equipos mdicos del CICR17.
Los enfrentamientos armados en Kurdistn tambin dan lugar a visitas de
militares iraques tomados prisioneros por los combatientes kurdos. El CICR faci-
lita entonces el regreso de esos detenidos a sus familiares; sin embargo, no puede
intervenir en favor de los peshmergas capturados por el ejrcito iraqu.
Paralelamente, desde la suspensin de las hostilidades internacionales, el
28 de febrero de 1991, el CICR comienza a registrar los datos de los prisioneros de
guerra iraques o los miembros de la Coalicin y a cerciorarse de la voluntad de
cada uno de ser repatriado. La Institucin visita a unos 85.000 soldados iraques.
Durante las semanas siguientes, el CICR organiza el regreso al pas de esas decenas
de miles de hombres. Como en todos los conflictos, luego se plantea la cuestin de
los desaparecidos y de su bsqueda. An hoy continan las reuniones a este respec-
to entre los ex beligerantes con el apoyo del CICR.
17 Golfo 1990-1991: de la crisis al conflicto. La accin humanitaria del CICR, Ginebra, CICR, 1991.
18 Apenas en 1998, las dos formaciones se ponen de acuerdo sobre la creacin de un gobierno y un Parlamento
interino en Kurdistn. No obstante, el acuerdo de paz entre el PDK y la UPK slo se firmar en abril de 2002.
19 A los enfrentamientos entre kurdos tambin se suman las incursiones espordicas del ejrcito turco en
territorio iraqu en su lucha contra el Partido de los Trabajadores de Kurdistn (PKK).
62
Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
Este breve panorama histrico de las actividades del CICR en Irak durante
casi sesenta aos plantea numerosas cuestiones relativas a la esencia misma de la
labor humanitaria en una situacin de violencia latente o manifiesta.
La primera cuestin tiene que ver con el margen de accin del que dispone
una Institucin como el CICR para poder realizar su labor humanitaria, teniendo
siempre presentes los lmites intrnsecos a esta regin. Estos estn determinados por
el marco jurdico en el que evoluciona la Institucin y que est compuesto por dos
lneas de fuerza distintas. Una est ligada a un derecho, la otra, a un deber. En lo que
respecta al primer punto, el cometido del CICR se desprende, en lo esencial, de un
cuerpo de derecho internacional humanitario compuesto por los cuatro Convenios
de Ginebra de 1949 y sus dos Protocolos adicionales de 1977. El CICR se basa en esos
textos jurdicos no slo para legitimar su accin en favor de las vctimas de la guerra,
sino tambin para obtener legitimidad ante los miembros de la comunidad interna-
cional signatarios de esos tratados. Sin duda, se trata de dos importantes ventajas para
quien desea actuar en contextos de violencia armada. Pero a stas se contrapone la
limitacin que con frecuencia imponen al CICR los Estados beligerantes: no salirse
de su cometido convencional. En otras palabras, le impiden hacer uso de la segunda
posibilidad de la que dispone, a saber, su derecho de iniciativa humanitaria que, por
su parte, se funda en la mera observacin del deber de ayudar a las vctimas.
20 Esto no impide al CICR seguir empleando a cientos de colaboradores iraques, que trabajan directamente
en el pas.
63
Daniel Palmieri - Cruzar el desierto. El CICR en Irak: anlisis de una operacin humanitaria
21 Por otra parte, la ausencia de reciprocidad por parte de Irn debe considerarse como un factor agravante
que endureci un poco ms la posicin del gobierno de Bagdad con respecto a los pedidos del CICR. En
efecto, impedido durante meses de desarrollar sus actividades de proteccin en favor de los prisioneros de
guerra iraques, el CICR dependi de esa difcil situacin que, inevitablemente, se vio reflejada en el dilo-
go que pudo mantener con el rgimen de Sadam Husein: ste impeda toda nueva iniciativa humanitaria
del CICR incluso en Irak, argumentando su inaccin en territorio enemigo.
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Daniel Palmieri - Cruzar el desierto. El CICR en Irak: anlisis de una operacin humanitaria
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Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
minoras iraques como la falta de inters por el resto de la poblacin iraqu. Esto
se observa especialmente en el mbito de la detencin de carcter poltico26. Cons-
ciente desde fines de la dcada de 1950 de la situacin de los detenidos polticos ira-
ques, en especial despus del golpe de Estado del general Kassem, de los maltratos
a los que estos fueron sometidos y de la falta total de garantas judiciales27; e incluso
aunque algunos miembros de la Media Luna Roja de Irak solicitaran su ayuda, el
CICR se escuda detrs de una serie de argumentos a la vez jurdicos y polticos. Por
un lado, no existe ningn marco jurdico para una accin debido a la ausencia de
una situacin real de conflicto; por el otro, es demasiado alto el riesgo de cabrear
o enfurecer (estos son los trminos empleados) al gobierno al presentarle una
gestin que podra percibirse como inoportuna. En esas condiciones, la Institucin
nunca efectuar una gestin oficial al respecto. Y si se piensa en poder actuar algn
da en Irak, sera en favor de los miembros del partido Baath detenidos despus
del ascenso al poder de Abdul Salam Arif, en noviembre de 1963. Cabe observar, al
pasar, que el CICR es consciente de su impotencia en el terreno, la cual, por otra
parte, no carece de consecuencias sobre otras categoras de vctimas. As, para evitar
que se lo acuse de ser imparcial y de tener una particular simpata por los judos, la
Delegacin General para Oriente Prximo no querr disociar la situacin de un pu-
ado de detenidos israeles del conjunto del problema28. En otras palabras, la reserva
del CICR hacia los primeros tambin podra concebirse como una consecuencia de
su falta de accin hacia los segundos.
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Daniel Palmieri - Cruzar el desierto. El CICR en Irak: anlisis de una operacin humanitaria
Conclusin
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Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
civil al conflicto internacional, pasando por los disturbios internos o la lucha contra
el terrorismo, este macabro inventario ofrece, no obstante, una importante base de
observacin de las respuestas humanitarias que puede brindar a largo plazo una
institucin como el CICR.
Ahora bien, la primera observacin que se impone es que, independien-
temente del contexto del conflicto, la accin del CICR durante mucho tiempo se
centr, por motivos jurdicos y/o polticos, en un solo grupo de vctimas por vez.
En otras palabras, nunca tuvo la posibilidad, hasta comienzos de la dcada de 1990,
de realizar una accin global para una mayora de iraques. Si bien esa situacin
se debe, en parte, a la actitud de las autoridades iraques, que se oponan a toda
iniciativa humanitaria que excediera el marco estricto de las convenciones inter-
nacionales que haban firmado, el CICR tiene algo de responsabilidad al haberse
autocensurado en sus potencialidades de accin31, es decir, al no elegir el camino
de una mayor insistencia y firmeza en sus reivindicaciones (sobre todo en el caso de
los kurdos) por temor a entrar en contradiccin con el poder de Bagdad. El posicio-
namiento de la Institucin fue el resultado de una eleccin que tenda a minimizar
los riesgos y a maximizar las oportunidades de poder hacer algo concreto por las
vctimas de la violencia. De modo que existi un constante tironeo entre el derecho
a actuar y el deber de hacerlo. Esa decisin se tom, adems, en un entorno hostil,
frente a gobiernos que estaban dispuestos a usar en contra de la Institucin el ms
mnimo paso en falso que diera, sobre todo cuando sta se aventuraba a abordar
cuestiones de poltica interna. Por ello, no sorprende que cuando las autoridades
iraques dieron muestras de cierto espritu de apertura y comprendieron en cierta
medida las actividades que el CICR propona efectuar, esos gestos slo se refirieron
a poblaciones pertenecientes a minoras (como en el caso de los judos iraques, en
particular); en otras palabras, a personas consideradas, con o sin razn, como ex-
tranjeras, es decir, al margen de la verdadera sociedad iraqu. La actitud concilia-
dora de Bagdad no careca, pues, de segundas intenciones, como durante la guerra
entre Irn e Irak, donde el rgimen de Sadam Husein apuntaba a mejorar su imagen
mostrando a la comunidad internacional cun dispuesto estaba a colaborar con
una institucin humanitaria instalada en su territorio y, en consecuencia, a respetar
de antemano sus preceptos y sus recomendaciones. Finalmente, la seleccin de las
vctimas y, como corolario inmediato, el hecho de que algunas categoras de ellas
fueran dejadas de lado se efectu a travs de una combinacin de la evaluacin
de los intereses institucionales, el equilibrio entre obligacin convencional e inicia-
tiva humanitaria y las posibilidades efectivas de accin que ofreca el poder iraqu.
La Institucin finalmente logra socorrer de manera concreta a una mayor
cantidad de iraques gracias a las circunstancias externas, en este caso la invasin
de Irak por las tropas de la Coalicin durante la segunda guerra del Golfo y luego
los disturbios en el norte y el sur del pas. Aunque la ayuda a los kurdos y los chiitas
se efecta sin el real consentimiento de Bagdad, debido a la instauracin de zonas
31 Esta autocensura no tiene nicamente aspectos negativos para el CICR. En efecto, se puede plantear la
hiptesis de que su poco compromiso para con la minora juda en Irak que trata de justificar como un
acto de imparcialidad permiti, en contrapartida, que la Institucin conservara determinada imagen y
determinada posicin en un Oriente Prximo ampliamente hostil a Israel.
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Daniel Palmieri - Cruzar el desierto. El CICR en Irak: anlisis de una operacin humanitaria
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Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
Resumen
En este artculo, se describe el contexto de las actividades del CICR en Irak, donde el conflicto
de 2003 y la violencia entre comunidades fueron precedidos por la guerra entre Irn e Irak
en los aos 1980, la guerra del Golfo entre 1990 y 1991, y los efectos de las sanciones. Los
numerosos y graves ataques, como el atentado contra la delegacin del CICR en Bagdad el
ao 2003, y las amenazas permanentes contra sus delegados, han obligado a la Institucin a
mantener un perfil bajo y a adoptar nuevas modalidades de accin. En efecto, la presencia
en el lugar es reforzada por dispositivos de control a distancia cuando se efectan actividades
de asistencia en las regiones ms peligrosas. Los proyectos para responder a las necesidades
bsicas, como abastecimiento de agua, evacuacin de aguas residuales y apoyo a estableci-
mientos sanitarios, son ejemplos de ese marco operacional nuevo para el CICR. Si bien la
direccin a distancia y las operaciones de apoyo han permitido llevar adelante programas
de alcance y amplitud crecientes, no reemplazan la presencia directa en el terreno y, para
favorecer la aceptacin del CICR, ha sido necesario reforzar los contactos y la comunicacin.
De todos modos, los autores de este artculo consideran que una accin neutral, imparcial e
independiente sigue siendo posible en Irak, a pesar de los peligros inherentes a la situacin.
***
Los conflictos y los disturbios internos permanentes que se han producido
en las ltimas dcadas, as como la tensin poltica y sus consecuencias, han devas-
tado Irak, donde todava no se han resuelto muchos problemas internos. Su posicin
geoestratgica en Oriente Medio y la riqueza de sus recursos naturales siguen exponien-
* Karl Mattli fue jefe de la delegacin del CICR a cargo de Irak entre 2005 y 2007. Jrg Gasser fue vicejefe de
esa delegacin durante el mismo perodo.
Este artculo refleja las opiniones de los autores y no necesariamente las del CICR. Los estudios de caso
sobre las actividades de abastecimiento de agua y saneamiento se basan en los informes redactados por el
delegado expatriado y los ingenieros iraques en el terreno y en la sede, quienes trabajaron en la ejecucin
del proyecto en Irak a lo largo de varios aos.
71
Karl Mattli y Jrg Gasser - Accin neutral, imparcial e independiente: clave para la aceptacin del CICR en Irak
El contexto
Despus de las dos guerras de los aos 1980 y de 1990-1991, la poltica del Con-
sejo de Seguridad de la ONU con respecto a Irak consisti en un bloqueo econmico
total, aplicado con rigor1. La poblacin iraqu tuvo que llevar parte de la carga, a pesar
del programa petrleo por alimentos2 iniciado en 1996, que rpidamente mostr sus
limitaciones, en cuanto a su alcance y sus efectos.
La crisis actual fue precipitada por los hechos del 11 de septiembre de 2001, que
condujeron a la guerra contra el terror y a la consiguiente designacin de Irak como
uno de los componentes del eje del mal. A comienzos de 2003, Estados Unidos anunci
que la diplomacia haba fallado y que procedera, con una coalicin de pases aliados
(la llamada coalicin de la voluntad), a limpiar a Irak de sus armas de destruccin
masiva3. El 20 de marzo se inici la invasin a Irak (la llamada Operacin Libertad
Iraqu). Las fuerzas de la coalicin avanzaron rpidamente y, el 9 de abril, llegaron a
Bagdad; el ejrcito iraqu fue vencido y, hacia finales de mes, la etapa de invasin estaba
prcticamente terminada. Sadam Husein haba desaparecido y su rgimen haba cado4.
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Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
5 Regin con alta densidad de poblacin ubicada al noroeste de Bagdad, donde viven sobre todo rabes musulmanes
sunitas. Se suele considerar que los vrtices de ese tringulo virtual son un punto ubicado levemente al este de Bagdad,
Ramadi (al oeste) y Tikrit (al norte). El tringulo engloba tambin las ciudades de Baquba, Mosul y Faluya.
6 Los cadveres calcinados fueron colgados en el puente sobre el ufrates. V., por ejemplo, http://news.bbc.
co.uk/2/hi/middle_east/3585765.stm (consultado el 25 de febrero de 2008).
7 V. www.globalexchange.org/countries/mideast/iraq/2050.html (consultado el 25 de febrero de 2008).
8 Resolucin 1546 del Consejo de Seguridad de la ONU, 8 de junio de 2004, prr. 1.
9 A pesar de que los rabes sunitas finalmente participaron en el referndum del 15 de octubre de 2005, lo
hicieron para rechazar la Constitucin.
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Karl Mattli y Jrg Gasser - Accin neutral, imparcial e independiente: clave para la aceptacin del CICR en Irak
actos de violencia que afectaban, sobre todo, a los civiles. En 2004, se publicaron fotos
de abusos fsicos y sexuales, y de vejaciones de prisioneros iraques por el personal de
las fuerzas armadas norteamericanas en la crcel de Abu Ghraib, lo que perjudic con-
siderablemente la imagen de Estados Unidos en Irak. Los denuncias de malos tratos
graves de detenidos rabes sunitas en las estaciones de polica y en centros administra-
dos por el Ministerio del Interior generaron ms desconfianza entre las comunidades.
Las elecciones generales de diciembre de 2005 y la posterior formacin
de un gobierno no ayudaron a evitar la espiral de tensin sectaria. El 22 de febrero
de 2006, el atentado contra el mausoleo chiita de Askariya en Samarra destruy la
cpula de la mezquita dorada y desencaden una ola de violencia intercomunitaria
de una intensidad sin precedentes, sobre todo en Bagdad10.
El ejrcito y las fuerzas de seguridad iraques, que an no estaban del todo
constituidos, no podan hacer frente a los altos niveles de violencia. Por otro lado,
la creciente tensin entre Estados Unidos e Irn no ayudaba a llevar seguridad y
estabilidad a Irak. En 2007, la intensificacin de la ofensiva de las fuerzas militares
estadounidenses, la decisin de las fuerzas del Consejo del Despertar sunita de
luchar contra Al Qaeda y la decisin de Muqtada Al Sadr de suspender las ope-
raciones del ejrcito de Mahdi, contribuyeron a mejorar la seguridad en zonas de
Irak antes turbulentas, incluida Bagdad. Por primera vez desde 2003, el nmero de
vctimas comenz a disminuir en Bagdad, aunque sigui siendo muy elevado. Sin
embargo, esas mejoras siguen siendo frgiles. No son uniformes en todo el pas, y la
reconciliacin poltica sigue demorndose. La mayora de los iraques temen que la
estabilidad provisional actual estalle en cualquier momento.
10 V. www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2006/02/22/AR2006022200454.html (consultado el
25 de febrero de 2008).
11 International Crisis Group,Iraq and the Kurds: resolving the Kirkuk crisis, Middle East Report, N. 64, 19 de abril
de 2007, disponible en www.crisisgroup.org/home/index.cfm?id54782 (consultado el 25 de febrero de 2008).
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Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
El escenario del conflicto en Irak hoy es tan complejo como antes. Con el
riesgo de caer en simplificaciones, los conflictos pueden clasificarse de la siguiente
manera: rabes sunitas y milicias y grupos chiitas contra la Fuerza Multinacional en
Irak y las fuerzas armadas y de seguridad iraques; violencia sectaria entre sunitas
y chiitas; y rabes sunitas y chiitas contra los kurdos (disputa ms bien latente por
el destino que se dar a las zonas grises y a Kirkuk). Pero tambin hay enfrenta-
mientos dentro de las milicias rabes sunitas y chiitas en varias partes del pas12.
A nivel regional, tambin hay aspectos, inter alia, de una guerra por procuracin
entre Estados Unidos, otros pases de la zona e Irn, as como la cuestin kurda que
implica tambin a Turqua, Irn y Siria. En una escala ms amplia, pueden verse
los efectos de la dinmica geoestratgica internacional, incluida la llamada guerra
contra el terror, principalmente entre Estados Unidos y los yihadistas. A pesar de
las arraigadas oposiciones que acabamos de describir, han surgido algunas tenden-
cias a la cohesin. Muchos observadores creen que los kurdos, si bien insisten en
su estatus especial, tienen inters en mantener a Irak unido. Las reivindicaciones
por la independencia del sur de Irak prcticamente han desaparecido. Los kurdos
y los chiitas saben que necesitan negociar con los rabes sunitas. Adems, muchos
sunitas han expresado su disposicin a aceptar la nueva realidad poltica iraqu. De
todos modos, es muy difcil predecir hacia dnde se dirige el conflicto en Irak.
Una gran parte de la poblacin iraqu sigue viviendo con el temor cons-
tante de ser secuestrada, asesinada, alcanzada por una explosin o arrestada. Los
civiles siguen pagando el precio del conflicto; muchos han resultado heridos, otros
han perdido sus medios de subsistencia; se han producido desplazamientos de po-
blacin a gran escala dentro de Irak y hacia los pases vecinos; las comunidades
anfitrionas estn sobrepasadas por la gran cantidad de personas internamente des-
plazadas (PID) y refugiados que reciben. El mejoramiento de las condiciones de
seguridad que se vivi en algunas partes de Irak en el segundo semestre de 2007
no ha tenido un efecto significativo en la cantidad de familias desplazadas, muchas
de las cuales an temen que las condiciones no estn dadas para regresar a su lugar
de origen. Las pocas personas que han regresado tienen problemas en acceder a
su propiedad; muchas personas tal vez nunca puedan regresar. Los altos niveles de
desplazamiento han tenido un efecto drstico en la configuracin demogrfica de
Irak, cuyas consecuencias son impredecibles para la sociedad.
Desde 2003, cientos de miles de personas han sido arrestadas en relacin
con el conflicto. La mayora fueron liberadas poco despus del arresto, pero otras
pueden quedar tras las rejas durante aos. Con la introduccin, en febrero de 2007,
del Plan de Seguridad de Bagdad, una operacin conjunta de la coalicin e Irak para
imponer la ley y el orden, el nmero de arrestos comenz a aumentar significativa-
12 Si bien, en general, las zonas chiitas hoy se encuentran en relativa calma y estabilidad, existen tensiones
sobre todo en relacin con disputas polticas y financieras, sobre todo en Basora. Pero otras tensiones
entre chiitas (en general, por motivos religiosos) tambin afectan a ciudades como Kerbala y Nayaf. Tras
dcadas de opresin, los chiitas parecen estar afirmando el papel mayoritario que han adquirido.
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Karl Mattli y Jrg Gasser - Accin neutral, imparcial e independiente: clave para la aceptacin del CICR en Irak
13 Si bien, a comienzos de 2007, el nmero total de personas retenidas en centros de internamiento dirigidos por
Estados Unidos y la Fuerza Multinacional en Irak se elevaba a unas 13.000, hacia finales de ese ao haba au-
mentado a 23.000. El nmero de personas detenidas por el gobierno iraqu tambin aument drsticamente y,
segn el Ministerio de Justicia, las crceles iraques han colmado su capacidad. Con la introduccin del Plan de
Seguridad de Bagdad, los Ministerios de Defensa y del Interior comenzaron a arrestar a numerosas personas,
y su papel en ese mbito ha cambiado sustancialmente. Abrieron nuevos centros de detencin, mientras que
los antiguos centros fueron cerrados o entregados al Ministerio de Justicia. Las crceles iraques y otros lugares
de detencin estaran alojando entre 10.000 y 15.000 personas hacia finales de 2007. Otras 2.000 personas
estaran detenidas en el norte bajo la responsabilidad directa del Gobierno Regional Kurdo.
14 V. Human Rights Report, 1 de enero-31 de marzo de 2007, Misin de Asistencia de las Naciones Unidas
para Irak (UNAMI), prrs. 66-78, disponible en http://i.a.cnn.net/cnn/2007/images/04/25/un.report.pdf
(consultado el 25 de febrero de 2008).
15 V. Christophe Girod, Tempte sur le dsert : Le Comit international de la Croix-Rouge et la guerre du
Golfe 1990-1991, Bruylant, Bruselas, 1994.
16 V. el informe del CICR, Iraq 19891999: a decade of sanctions, 14 de diciembre de 1999, disponible en
www.icrc.org/web/eng/siteeng0.nsf/iwpList322/4BBFCEC7FF4B7A3CC1256B66005E0FB6#a4 (consul-
tado el 25 de febrero de 2008).
17 En octubre de 1991, unos quince meses despus de la adopcin de la Resolucin 661 del Consejo de Se-
guridad de la ONU y la imposicin de sanciones comerciales, el CICR envi una misin especial a Irak
para evaluar las necesidades de la poblacin y determinar las respuestas adecuadas. El informe de las
conclusiones de esa evaluacin fue transmitido a los miembros del Consejo de Seguridad en noviembre
de 1991. V. tambin Informe del CICR, Iraq 1989-1999, nota 16 supra.
18 Ibd.
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Karl Mattli y Jrg Gasser - Accin neutral, imparcial e independiente: clave para la aceptacin del CICR en Irak
27 En 2007, el CICR entreg material de asistencia para 73 salas de urgencias (en 69 hospitales y estableci-
mientos mdicos) y 27 quirfanos (en 27 hospitales). Adems, hizo 55 entregas a 28 hospitales de diferen-
tes insumos mdicos y medicamentos para atender a ms de 5.500 heridos de guerra, as como material
mdico e insumos a 84 hospitales y 12 centros de atencin primaria de la salud.
28 Slo en la regin central de Irak, ms de 60 empresas locales colaboran con el CICR.
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29 Adems del equipo del CICR en Ammn, a finales de 2007, haba unos 400 empleados nacionales y 17
expatriados en 7 oficinas en Irak (Bagdad, Basora, Dohouk, Erbil, Khaneqin, Nayaf y Soulaymaniyah).
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Karl Mattli y Jrg Gasser - Accin neutral, imparcial e independiente: clave para la aceptacin del CICR en Irak
30 En 2007, por ejemplo, se realizaron las siguientes actividades de refaccin o construccin de centros de salud:
- Centro de atencin primaria de la salud Al Smood (provincia de Nainawa): la refaccin del centro beneficia a
los 40 pacientes que se atienden a diario (modo operacional: supervisin directa).
- Distrito de Hadithah (provincia de Al Anbar): se refaccionaron los tres centros de atencin primaria de la
salud del distrito (capacidad total: 215 pacientes por da), y el hospital general de Hadithah, que es el hospital de
referencia, con 120 camas para una poblacin de 220.000 personas que viven en 19 aldeas (modo operacional:
direccin a distancia).
- Centro de reeducacin fsica de Faluya (provincia de Al Anbar): la construccin de este nuevo centro comen-
z en septiembre de 2007. Tendr una capacidad de produccin de 500 prtesis por ao (modo operacional:
supervisin directa por el CICR).
- En la provincia de Basora (sur de Irak): el CICR inici un amplio programa de refaccin o de construccin de
centros de atencin primaria de la salud, sobre todo en las zonas ms pobres, en favor de una poblacin com-
puesta por ms del 50% de mujeres y 30% de nios. El programa incluye, en particular, los proyectos siguientes:
reconstruccin del centro de atencin primaria de la salud de la localidad de Qadisiyah (70 pacientes atendidos
por da), refaccin y ampliacin (superficie suplementaria de 170m2) del centro de atencin primaria de la salud
en la localidad de Al Singer (120 pacientes atendidos por da), reconstruccin del centro de atencin primaria
de la salud de la localidad de Hay Al Husein (150 consultas por da), construccin del centro de atencin pri-
maria de la salud en la localidad de Shaibe (80 pacientes atendidos por da).
- En septiembre de 2007, comenzaron las obras de reconstruccin del centro de atencin primaria de la salud
de Basora, ubicado en el centro de la ciudad (300 consultas por da); deberan concluir en marzo de 2008. El
programa tambin prevea la construccin de un nuevo centro de atencin primaria de la salud de tipo comu-
nitario en el barrio de Hay Al Jihad, para una poblacin de unas 1.500 personas, que hasta entonces carecan
de servicios de salud (concluido en marzo de 2007). Desde su apertura, el nuevo centro recibi en promedio
70 pacientes por da, ms del 50% de los cuales eran mujeres y el 40%, nios (modo operacional: supervisin
directa por el CICR).
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Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
Distribucin de socorros
Conclusin
31 El objetivo para 2007 se fij, en funcin de la capacidad total estimada de la delegacin, en 10.000 fami-
lias asistidas por mes y, tras algunos problemas de logstica en los primeros meses, la delegacin logr
prestar esa asistencia en forma regular a la escala fijada. La experiencia inicial adquirida en el marco de
ese programa es mitigada; con frecuencia depende de la confiabilidad de los eventuales socios de ejecu-
cin. Actualmente est siendo examinada. El programa se perfeccion a fin de englobar la realizacin de
pequeos proyectos de produccin conducidos por residentes vulnerables y por personas desplazadas. El
seguimiento indica que los efectos son positivos, por lo que el CICR prev ampliarlo.
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Karl Mattli y Jrg Gasser - Accin neutral, imparcial e independiente: clave para la aceptacin del CICR en Irak
con la Fuerza Multinacional para garantizar su seguridad y su logstica. Por otro lado,
el CICR aplic mecanismos innovadores de direccin a distancia, a fin de posibilitar
la continuidad de sus actividades humanitarias en las zonas de alto riesgo.
Adems de mantenerse fiel a los Principios Fundamentales del Movimien-
to Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, la accin humanitaria
neutral, imparcial e independiente del CICR tiene consecuencias muy concretas en
Irak. No se trata slo de proteger la vida del personal que distribuye socorros hu-
manitarios. En algunos casos, se trata tambin de una manera de proteger la vida de
iraques vulnerables que dependen de esa asistencia y que han declarado que teman
ser atacados, en caso de que grupos armados percibieran que colaboraban con or-
ganizaciones que apoyan la ocupacin del pas. Ese peligro es exacerbado por la
ausencia de distincin clara entre las unidades militares que, para favorecer objeti-
vos militares, distribuyen tambin socorros humanitarios y algunas organizaciones
humanitarias que se apoyan en gran medida en un apoyo militar para sostener su
presencia en Irak.
El desarrollo de un modo operacional de direccin a distancia se inscribe en
un proceso de aprendizaje emprico a travs del cual el CICR ha diseado un tipo de
respuesta nuevo en zonas geogrficas donde el riesgo de seguridad es particularmente
elevado. Esa modalidad no podra ser posible sin la vasta red creada por el CICR.
La experiencia reciente del CICR en Irak, as como la de algunas otras ins-
tituciones y organizaciones, merece ser profundizada, pero sin duda ha tenido efec-
tos positivos para centenares de miles de iraques. Preservar una presencia y una
proximidad en el terreno, intervenir cuando es posible, nos permite no slo realizar
una accin humanitaria, sino tambin mejorar nuestros conocimientos y nuestra
comprensin de una situacin compleja y no perder de vista las necesidades huma-
nitarias. Se pueden hallar soluciones integrando componentes locales a la accin
humanitaria. Una presencia en el terreno ofrece ocasiones de dilogo humanitario,
de la que por lo general dependen la percepcin positiva y, luego, la aceptacin. Esa
presencia a una escala ms importante tambin permite mantener el equilibrio en-
tre las diversas comunidades respondiendo a sus necesidades, por ms variadas que
puedan ser de un lugar a otro.
Mantener una operacin humanitaria en un medio muy riesgoso como
Irak, donde el umbral tradicional de las nociones de seguridad del CICR se suele
traspasar, ha exigido una voluntad de correr riesgos calculados. La delegacin de
Irak es una de las pocas en el mundo donde el personal del CICR es designado a ttu-
lo voluntario. Segn la evolucin de la situacin, la accin del CICR probablemente
seguir siendo obstaculizada en los aos venideros, por un acceso restringido a la
poblacin y por preocupaciones de seguridad en un teatro de operaciones de riesgos
elevados; por lo tanto, en ciertos aspectos seguir siendo incompleta. La respuesta a
las necesidades de proteccin y de asistencia de numerosas vctimas en Irak proba-
blemente ser insuficiente, por lo que muchas personas quedarn aisladas y contarn
slo con sus propios mecanismos de defensa, ya muy exigidos.
La frustracin y el fatalismo crecientes de la poblacin iraqu sin duda se
expresan en el sentimiento de impotencia de los trabajadores humanitarios. Y sin
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Marzo de 2008, N. 869 de la versin original
embargo las violaciones muy graves y cotidianas del derecho internacional huma-
nitario no podran aceptarse como fatalidades. Son cada vez ms numerosos los
iraques que rechazan la situacin actual como intolerable e inadmisible, con fre-
cuencia corriendo enormes riesgos personales. Es indispensable que la comunidad
humanitaria internacional tome fuertes medidas para apoyar el coraje extraordina-
rio demostrado por los iraques.
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Marzode
Junio
Marzo de2008,
de 2005 N.
2007, N
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de
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Sanciones
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N.870
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delalaversin
versinoriginal
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EDITORIAL
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Editorial
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***
Cuando me invitaron para presentar este tema, al principio tem que mis
anfitriones estuvieran tomando un riesgo al ceder la palabra a una persona que
visti uniforme durante 42 aos, y para colmo, en el arma de infantera. sta es una
reunin de expertos, y obviamente, yo no soy experto en derecho internacional ni
tengo conocimientos sobre las sanciones destinadas a garantizar el respeto de sus
normas. Sin embargo, mi temor de que hubiesen elegido a la persona equivocada se
apacigu cuando, al leer la documentacin relativa a esta reunin, vi que el teln de
fondo del tema era el comportamiento en la guerra, una cuestin con la que s estoy
familiarizado, y mucho.
Voy a comenzar por describir el contexto, que es importante, incluso funda-
mental, para comprender los comportamientos en tiempo de guerra. Por esta razn,
en el marco de esta reflexin sobre el derecho humanitario en la guerra, me parece
til empezar por caracterizar los enfrentamientos blicos. Se trata de situaciones
excepcionales, que a veces traen consigo momentos de violencia desenfrenada, en
los cuales desaparecen los marcos de referencia normales. Probablemente, muchos
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Discurso del general Jean-Ren Bachelet
de ustedes ya conocen estas situaciones, pero con esta descripcin podremos captar
la atmsfera a la que deseo referirme.
Quisiera aclarar que me referir a esta cuestin como ex miembro de una
fuerza armada institucional, el ejrcito francs, y no como portador de armas, ex-
presin que me resulta ajena. En este marco, no cabe duda de que las personas que
ejercen lo que llamar la profesin de las armas estn sometidas al derecho, y, ms
concretamente, al derecho nacional, el cual, a su vez, est incuestionablemente vin-
culado con el derecho internacional.
El entorno poltico-militar
No recuerdo con exactitud cuntas resoluciones de la ONU fueron burla-
das apenas promulgadas. Se enviaban sobre el terreno tropas de cascos azules, cada
vez ms nutridas, pero aparentemente inoperantes. En esa poca, solamente en el
sector de Sarajevo se encontraban presentes un batalln egipcio, un batalln ruso,
un batalln ucranio, tres batallones franceses y un destacamento de la fuerza area
francesa en el aeropuerto, todos ellos bajo el mando de un general francs a cargo
de ese sector, asistido por un estado mayor multinacional.
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Junio de 2008, N. 870 de la versin original
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Discurso del general Jean-Ren Bachelet
pero, de inmediato, percibe que algo no est bien, a pesar de que frente a la puerta
se observa la silueta de un casco azul. Al darse cuenta de que no es uno de sus
hombres, comprende que los serbios han tomado el puesto por sorpresa, y logra
escapar junto con los soldados que lo acompaan.
Todava es de noche. De inmediato, se toma la decisin de recuperar el
puesto por la fuerza. Esta decisin seala un cambio de actitud espectacular y
saludable, en comparacin con todo lo que se haba hecho hasta ese momento. El
nico ataque de la guerra en el sentido brutal y sanguinario que esa palabra tie-
ne en el lxico militar de las fuerzas de la comunidad internacional fue lanzado
por los cascos azules. Unos meses despus, las supuestamente robustas fuerzas de
la OTAN no hacan otra cosa que mantener la paz... pero sa es otra historia. Por
ahora, quisiera invitarlos a revivir esa incursin.
Hay que imaginarse la escena en el alba. La compaa del capitn baja
por las laderas hacia el puesto de control. Para hacerlo, los hombres tienen que
cruzar las lneas de los bosnios, que los miran con incredulidad. Entre los edificios
bosnios, se han apostado discretamente vehculos blindados que, en el momento
adecuado, pueden usar sus caones para cubrir el avance de los hombres. Hasta
ahora, todo est en calma.
Los hombres estn frente a la explanada y a unos 50 metros del recinto
rodeado de la alambrada. Tienen entre 18 y 22 aos. Su jefe es un teniente apenas
mayor que ellos. Tambin est all el capitn, cuya edad ni siquiera llega a los 30
aos. A l toca lanzar la orden: al ataque!
Los marsoines (nombre que se da en el ejrcito francs a la infantera
de marina, a la que perteneca esa compaa) se lanzan en avanzada. Uno de ellos
muere apenas iniciada la marcha. El grupo de asalto llega hasta la alambrada.
Uno de los atacantes recibe un disparo y cae sobre el alambre. Sus camaradas
pasan por encima de su cuerpo para franquear el obstculo. Llegan a la entrada
del puesto de control. Todos estn heridos. Herido en la cabeza, el teniente est
cubierto de sangre.
Recapitulemos: la extrema tensin de la partida, un nudo de miedo en el
vientre y despus una brutal liberacin de adrenalina; todo sucede entre el crepitar
de los disparos, las explosiones de las granadas, el fragor de los caones, el olor de
la plvora y, en seguida, el de la sangre.
Los jvenes que irrumpen en el puesto de control estn como ebrios. Pisndo-
les los talones, llega el capitn, que tiene miles de preocupaciones. La primera es saber
qu sucedi con los hombres que custodiaban el puesto de control, cuya suerte desco-
noce; tal vez fueron tomados prisioneros y todava se encuentran dentro del puesto. Se
preocupa por maniobrar sus fuerzas de apoyo, es decir, por reorientar los disparos de
los tanques. Sigue a sus hombres, que han entrado en el puesto de control.
Los serbios se han replegado a la otra parte del puesto de control, que es
larga y angosta; un estrecho corredor la divide en dos secciones. Han dejado atrs
a dos de sus heridos, quienes ven a los atacantes lanzarse sobre ellos en las condi-
ciones fsicas y psicolgicas descritas.
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Junio de 2008, N. 870 de la versin original
Principios morales
Tras cada uno de los grandes conflictos librados en el siglo XX, el intenso
deseo de paz que experimenta la humanidad desde tiempos inmemoriales dio lugar,
una y otra vez, a un contrasentido por lo que respecta a la ndole de los ejrcitos y de
la accin militar. Se atribuye a los ejrcitos, en virtud de su misma existencia, la res-
ponsabilidad de las guerras; esa idea dio lugar a la ola pacifista que atraves Occidente
durante toda la guerra fra. Sin embargo, tras la cada del muro de Berln, all donde
algunos espritus nobles creyeron ver el surgimiento de una era de paz perpetua, lo que
se presencia es lo opuesto: una vez desaparecido el freno representado por la bipolari-
dad del mundo, se dio rienda suelta a una violencia largamente contenida.
De este modo, redescubrimos lo que ya habamos constatado en el decenio
de 1930: la capacidad individual y colectiva del hombre de cometer las peores in-
justicias contra el prjimo en condiciones cuya supresin exige el uso de la fuerza,
97
Discurso del general Jean-Ren Bachelet
cuando todos los otros cursos de accin, sobre todo los diplomticos o los econ-
micos, se demuestran ineficaces, si no directamente contraproducentes.
Predominio de la fuerza sobre la violencia sin lmites
Qu significa la fuerza? Una capacidad de coercin que permite vencer a la
violencia. Y qu ms? De hecho, y sin eufemismos, es la capacidad de infligir la des-
truccin y la muerte, si no hay otra forma de poner fin a la violencia desenfrenada.
He aqu la capacidad que es preciso conservar. En relacin con los valores
de nuestra civilizacin, esa capacidad es indudablemente excesiva pero, a la vez, in-
dispensable, puesto que la alternativa es someterse a la ley del ms fuerte o, mejor
dicho, del ms violento, lo cual equivaldra a traicionar, por defecto, los valores que
se nos llama a defender: la universalidad del hombre y el valor de la vida, la integri-
dad y la dignidad humanas.
Significa esto que responderemos a la violencia desenfrenada con la misma
violencia? En tal caso, traicionaramos los mismos valores, en este caso por exceso. Por
estas razones, la fuerza debe poder vencer a la violencia, pero sin permitirse recurrir a
cualquier mtodo. Este aspecto conlleva una fuerte exigencia tica, sobre la cual vol-
veremos ms adelante.
Concretamente, los ejrcitos son instituciones que tienen el deber, en caso ne-
cesario, de usar la fuerza definida de este modo. Su legitimidad deriva de las naciones,
puesto que las fuerzas armadas son, en alguna medida, sus agentes. En Occidente, stos
son los fundamentos de la profesin de las armas.
Pero, volvamos ahora a las situaciones en el terreno, como aquella que des-
crib al principio. En esas circunstancias excepcionales, qu nos impulsa a obedecer
la orden de ataque? Dicho de otra forma, qu motivacin extraordinariamente po-
derosa anima a un joven de veinte aos a lanzarse al ataque en respuesta a una orden,
sin considerar los sufrimientos y la muerte? Slo quienes desconocen las cuestiones
militares o los antimilitaristas viscerales pueden pensar en una supuesta robotiza-
cin de los soldados, o que existe algn tipo de feroz disciplina que les hace temer
ms al jefe que a las balas.
98
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Discurso del general Jean-Ren Bachelet
100
Junio de 2008, N. 870 de la versin original
Conclusin
Por estas razones, las nuevas formas de los conflictos contemporneos no
invalidan para nada el elevado objetivo humanista heredado de nuestra civilizacin.
Al igual que todos, si no ms, el soldado es portador de esa herencia, aunque la
tragedia de las situaciones que afronta lo condena, en el mejor de los casos, al mal
101
Discurso del general Jean-Ren Bachelet
menor. Concluir significa tanto resumir como abrir nuevos caminos de pensamien-
to. Para hacerlo, quisiera ofrecerles dos breves citas. La primera es del moralista
Vauvenargues, quien, en su estilo notablemente conciso, escribi: El vicio fomenta
la guerra, y quien lucha es la virtud. S, la violencia es vicio, y la fuerza virtud.
Pero esta, cita podra ser objeto de interpretaciones enojosas, si no se com-
plementase con una sentencia pronunciada muchos siglos atrs por el gran Agustn
del que antes habl: Hay algo peor que el vicio: es el orgullo de la virtud. Sin duda,
debera recomendarse la lectura de las obras de San Agustn a los dirigentes polti-
cos y militares de hoy.
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Eficacia de las
sanciones como
medio para lograr
un mayor respeto del
derecho humanitario
Anne-Marie La Rosa*
La doctora Anne-Marie La Rosa es asesora jurdica en el Servicio de Asesoramiento de la
Divisin Jurdica del CICR. Adems, es profesora de derecho penal internacional.
Resumen
El examen de la eficacia de las sanciones como medio para fomentar un mayor respeto
del derecho humanitario tiene distintas facetas: en primer lugar, el fortalecimiento del
respeto de la ley; en segundo lugar, la sancin en s, y en tercer lugar, las caractersticas
de los autores de las infracciones. La situacin de los grupos armados se analiza por
separado. La autora tambin examina la justicia transicional como mecanismo com-
plementario, analiza el problema de cmo atender a las vctimas y, por ltimo, formula
propuestas para ayudar a las partes a establecer un sistema de sanciones capaz de ejer-
cer una influencia duradera en el comportamiento de los portadores de armas y lograr
un mayor respeto del derecho internacional humanitario.
***
* La autora est a cargo del proyecto sobre sanciones que realiza el Servicio de Asesoramiento del CICR.
Desde 2006, el proyecto ha recibido el apoyo y el asesoramiento permanente del Director del Centro de
Derecho Internacional de la Universidad de Aix Marsella III, profesor Xavier Philippe, y de un grupo
de expertos con experiencias y antecedentes diversos, en particular: Emmanuel Castano, Nueva Escuela
para la Investigacin Social, Nueva York; Amedeo Cottino, Universidad de Torino; Emmanuel Decaux,
Universidad de Pars II; Pierre Hazan, periodista, asesor sobre justicia transicional; Christian Nils-Robert,
Facultad de Derecho, Universidad de Ginebra; Eric Sottas, OMCT, Ginebra; Eric Steinmyller, Ministerio
de Defensa, Francia; e Yves Sandoz, miembro del Comit Internacional de la Cruz Roja. Este artculo refle-
ja en gran parte los resultados del proceso de consulta iniciado en 2006, incluida la Reunin Interregional
sobre el papel de las sanciones para garantizar un mayor respeto del derecho internacional humanitario,
celebrada en Ginebra del 15 al 17 de noviembre de 2007.
Las opiniones vertidas en este artculo son de la autora, no necesariamente del CICR.
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3 Al respecto, se han podido observar importantes desarrollos en la jurisprudencia de la Corte Europea de De-
rechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos; v., en particular, los numerosos casos pre-
sentados antes la Corte Europea de Derechos Humanos sobre la cuestin de los desaparecidos en Chechenia.
En esos casos, la Corte consider que, para evitar un trato inhumano de los familiares de los desaparecidos, el
Estado deba instaurar un mecanismo efectivo para dar respuestas a los familiares. V. tambin la contribucin
de Xavier Philippe relativa a la reparticin de competencias entre organismos judiciales: Las sanciones por
infracciones del derecho internacional humanitario: el problema de la divisin de competencias entre las auto-
ridades nacionales y entre las autoridades nacionales e internacionales, International Review of the Red Cross,
N. 870, junio de 2008, pp. 359-370. Disponible en espaol en www.cicr.org/spa/revista.
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Para cada uno de estos temas, se propondrn algunos elementos que po-
dran servir como base para el desarrollo de una herramienta operacional. sta de-
bera ayudar a las partes implicadas en la instauracin de un sistema de sanciones
capaz de influir de manera duradera en el comportamiento de los portadores de
armas de tal modo que respeten en mayor medida el derecho internacional huma-
nitario. Esos elementos se presentan de manera sinttica en las conclusiones. En las
diferentes secciones se sealan las cuestiones que merecen investigaciones suple-
mentarias, segn se pudo ir identificando a lo largo del proceso.
Adhesin a la norma
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4 Al respecto, v. en particular la contribucin de Amedeo Cottino, que analiza el procesamiento de los cr-
menes por las comunidades de navajos e indgenas hawaianas. Crime prevention and control: Western
beliefs vs. traditional legal practices, International Review of the Red Cross, N. 870, junio de 2008, pp.
289-301, disponible en www.cicr.org/spa/revista.
5 Al respecto, Emmanuel Decaux observa que, justamente, porque el crimen cometido no tiene compara-
cin, la dimensin moral escapa a la lgica de la venganza, del ajuste de cuentas, sin por ello conformarse
con un proceso simblico; v. la nota 2 supra.
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6 V. la contribucin de Damien Scalia para un anlisis de la aplicacin a la pena de los principios de legali-
dad, necesidad, proporcionalidad y no retroactividad. A few thoughts on guarantees inherent to the rule
of law as applied to sanctions and the prosecution and punishment of war crimes, International Review of
the Red Cross, N. 870, junio de 2008, pp. 343-357, disponible en www.cicr.org/spa/revista.
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humanitario y se que se basan, ante todo, en el inters superior del nio y persi-
guen un objetivo de rehabilitacin y reintegracin7.
Esta visin integrada de las sanciones, animada por la voluntad de extraer
toda su capacidad, lleva a combinar varios tipos. Por ejemplo, en el caso de los por-
tadores de armas, debera preferirse el recurso a la sancin disciplinaria aplicada
sin demoras, junto con un proceso penal cuando se trata de violaciones graves8. En
efecto, la sancin disciplinaria que constituye la reaccin inmediata de la jerarqua
puede afectar toda la dinmica del grupo y sealar de forma instantnea lo prohibi-
do, evitando cualquier desvo sistmico posterior. La sancin penal, por su parte, que
necesariamente se aplica ms tarde, funciona como un recordatorio de las normas y
las reglas del derecho humanitario para el autor de la infraccin y para la sociedad.
El hecho de aceptar que la eficacia de la sancin puede depender de una
combinacin de sus diversas formas tambin supone que pueden utilizarse dife-
rentes sistemas de justicia. Nunca se podra insistir demasiado en la importancia
de contar con normas nacionales e internacionales claras que planteen los criterios
que debern respetarse en lo relativo a la imparcialidad, la independencia, el carc-
ter publico y la conformidad con las normas que garantizan un proceso equitativo,
incluido el pronunciamiento de la pena. Adems, los responsables de emitir el fallo
deben estar correctamente formados antes de asumir sus funciones, incluso en lo
que respecta al contexto cultural en el que deben intervenir. Una vez que se cuenta
con esta base, queda por determinar cul es el sistema ms adecuado segn las cir-
cunstancias. Se ha observado una clara preferencia, cuando ha sido posible, por un
sistema nacional, antes que internacional, y por jurisdicciones penales comunes, en
lugar de jurisdicciones penales militares, pero con bastantes matices. Sin duda exis-
ten situaciones en las que el complemento internacional es indispensable, incluso
inevitable, y mbitos donde la justicia militar puede completar armoniosamente la
justicia comn, en particular cuando permite un despliegue rpido en el lugar9. En
todo caso, esos tribunales deben ofrecer todas las garantas judiciales de los dere-
chos de la persona y del derecho internacional humanitario.
7 V. en particular, la Convencin sobre los Derechos del Nio, 2 de septiembre de 1990, arts. 37, 39 y 40;
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos, 23 de marzo de 1976, art. 14 (4), y tambin los tex-
tos internacionales que abordan especficamente la cuestin, como las Reglas Mnimas de las Naciones
Unidas para la Administracin de la Justicia de Menores (Reglas de Beijing), documento oficial AGNU/
RES/40/33, 29 de noviembre de 1983; Directrices de las Naciones Unidas para la prevencin de la delin-
cuencia (Directrices Riyadh), documento oficial CES/RES/1989/66, 14 de mayo de 1989; Reglas de las Na-
ciones Unidas para la proteccin de menores privados de libertad, documento oficial AGNU/RES/45/113,
14 de diciembre de 1990; y Directrices de las Naciones Unidas relativas a los nios en el sistema de justicia
penal, documento oficial CES/RES/1997/ 30, 21 de julio de 1997.
8 Sobre la cuestin de las sanciones disciplinarias aplicables en el contexto de las fuerzas armadas, v. la
contribucin de Cline Renaut The impact of military disciplinary sanctions on compliance with inter-
national humanitarian law, International Review of the Red Cross, N. 870, junio de 2008, pp. 319-326,
disponible en www.cicr.org/spa/revista.
9 En situaciones de conflicto armado, se debe precisar que los textos de referencia establecen que los prisioneros
de guerra deben ser enjuiciados, en general, por tribunales militares, de modo que asimilan los prisioneros de
guerra a las fuerzas armadas de la potencia detenedora. En cambio, los civiles que se encuentran en poder del
enemigo debern ser enjuiciados por los tribunales que normalmente seran competentes en su territorio (v.
en particular el Convenio de Ginebra (III), arts. 82-88 y 102; Convenio de Ginebra (IV), arts. 3, 64-66 y 71).
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11 Se trata del procedimiento previsto en el artculo 11 bis de sus reglamentos de procedimiento y prueba.
12 V. en particular los trabajos iniciados por la Universidad Princeton sobre la competencia universal que,
en 2001, identific algunos principios, disponibles en www1.umn.edu/humanrts/instree/princeton.html
(consultado en octubre de 2008). V. tambin la resolucin del Instituto de Derecho Internacional, adop-
tada en su sesin de Cracovia en 2005, relativa a la competencia universal en materia penal respecto del
crimen de genocidio, los crmenes contra la humanidad y los crmenes de guerra, disponible en www.
idi-iil.org/idiF/resolutionsF/2005_kra_03_fr.pdf (consultado en julio de 2008).
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crimen reprochado y la persona de que se trate, de manera que sta no tenga ms op-
cin que reconocerlo. Una sancin que no explicara suficientemente en que medida es
reprochable la participacin de esa persona o que diera a entender que su responsa-
bilidad no est comprometida sino en razn de una asociacin lejana con el crimen17
lamentablemente puede hacer surgir un fenmeno de rechazo del conjunto del proceso
y fomentar sentimientos de rencor que inevitablemente se transmitirn a las generacio-
nes futuras, reproduciendo precisamente lo que la sancin intenta evitar18.
Este enfoque binario basado en la oposicin superior-subordinado no toma su-
ficientemente en consideracin el papel de los instigadores en la preparacin del entorno
propicio a la violacin del derecho internacional humanitario. Al respecto, debemos fe-
licitarnos del hecho de que el Tribunal Penal Internacional para Ruanda retome las dis-
posiciones ya incluidas en 1949 en la Convencin sobre el genocidio que hacen punibles
la incitacin directa y pblica a cometer un genocidio y que ese Tribunal no ha dudado
en aplicarlas. Por lo dems, no haba motivos contrarios a extender esa forma de parti-
cipacin criminal a los dems crmenes internacionales, dado el lugar que ocupan los
instigadores que, a travs de su discurso, contribuyen a la demonizacin del adversario y
a la justificacin de los crmenes cometidos en su contra, tal como se explica ms abajo.
Por ltimo, debemos sealar tambin la importancia, para una justicia
adecuada, de cubrir a todos los que pueden cometer violaciones del derecho huma-
nitario. El caso particular de las fuerzas de la Organizacin de las Naciones Unidas
o de organizaciones regionales debe seguir siendo objeto de investigaciones, si bien
se han realizado muchos trabajos al respecto. La reciente resolucin de la Asamblea
General de las Naciones Unidas sobre la responsabilidad de los funcionarios de esa
organizacin y de los expertos en misin que recomienda prever, en la legislacin
nacional, disposiciones penales particulares para los contingentes de los pases que
integran las fuerzas de la ONU merece ser destacada y considerada por todos los
que participan y apoyan el proceso de aplicacin de las obligaciones internaciona-
les a nivel nacional19. Adems, las Naciones Unidas y las organizaciones regionales
competentes deberan aplicarse tambin a s mismas los criterios ms severos en la
materia y, en particular, prever la instauracin de un sistema disciplinario comn
que podra responder a la necesidad de celeridad y de inmediatez que exigen las
sanciones20. Esas organizaciones tambin deberan velar por la formacin adecua-
da de sus cuadros y difundir la informacin y los conocimientos en todos los ni-
veles. En tal contexto, la cuestin de la imputabilidad de las empresas de seguridad
privadas y de sus miembros tambin debera abordarse.
17 Se debera prestar particular atencin a los casos donde se recurre a la nocin de empresa criminal comn.
18 Se debe sealar tambin que el proceso al que es sometida una persona condenada debe, para producir
los efectos analizados, abarcar tambin los mecanismos que permiten modular la pena en funcin del
individuo, as como de la situacin a la que esa persona deber enfrentarse una vez purgada la pena.
19 V. en particular el documento oficial AGNU A/RES/62/63, 8 de enero de 2008, sobre todo los prrafos 2 y 3.
20 Al respecto, E. Decaux agrega, con razn, que un sistema de ese tipo debe fundarse en los principios de
subsidiariedad y de non bis in idem, nota 2 supra.
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Grupos armados21
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existencia de una cadena de mando clara es esencial para transmitir normas con-
formes al derecho humanitario y formar a las tropas en la materia, as como para
poner trmino a comportamientos que se aparten de ese derecho y sancionarlos. Por
ltimo, los objetivos perseguidos por el grupo armado tambin pueden influir en el
lugar reservado a las sanciones en la lgica del grupo. Por ejemplo, la importancia del
reconocimiento del grupo armado por la comunidad internacional puede ejercer una
influencia positiva determinante ya que podra incitarlos a demostrar su respeto del
derecho y su capacidad de sealar y reprimir lo que est prohibido, lo que tambin
podra contribuir a realzar su imagen. En cambio, es posible imaginar que los efec-
tos de las sanciones sern escasos en un grupo armado cuyo principal objetivo sea
la desestabilizacin y la voluntad de romper con todo elemento de normalizacin.
Si el grupo lucha contra un rgimen racista u opresor, se adherir ms fcilmente a
algunos valores que si su objetivo principal es el cuestionamiento de esos valores y el
rechazo del sistema en el que se basan. La importancia que otorga el grupo de la pri-
mera categora a la imagen que proyecta en la comunidad internacional puede tener
una influencia positiva en su voluntad de demostrar su preocupacin por respetar
esos valores y su capacidad de reprimir su transgresin.
De todos modos, es obvio que, en este mbito, deben realizarse investiga-
ciones ms profundas en cuanto a la manera en que podran hacer justicia las par-
tes disidentes de conflictos armados no internacionales, as como a la adaptacin, si
fuera necesario, de los principios de una justicia adecuada, en esas situaciones que,
por su naturaleza, son inestables y, en principio, transitorias. El derecho internacio-
nal humanitario no parece excluir a priori que los grupos armados inicien procesos
penales. Insiste, ms bien, en la importancia de la formacin regular de esos tribu-
nales, en su carcter independiente e imparcial y en el hecho de que deben ofrecer
todas las garantas procesales reconocidas23. Al respecto, parece importante y ne-
cesario realizar estudios para poner de relieve las garantas procesales indispensa-
bles para una justicia penal adecuada y garantizar su aplicacin y su respeto. Si las
partes interesadas no toman ninguna medida contra los miembros de los grupos
armados que han cometido violaciones del derecho humanitario, esa asimetra en
la aplicacin de la sancin no puede ms que generar un sentimiento de injusticia e
impunidad que lamentablemente anula todo efecto positivo de las sanciones. Por lo
tanto, es importante buscar mecanismos que garanticen, sobre una misma base, la
represin de toda persona que viole el derecho internacional humanitario, ms all
del grupo al que pertenezca.
Grupos y sanciones
23 V. en particular el artculo 3 comn a los cuatro Convenios de Ginebra y el apartado 2 del artculo 6 del
Protocolo adicional II.
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o el miedo, sino ms bien por la presin del grupo y el temor de ser rechazados, in-
cluso castigados, por ste. El Estudio Influencia destaca la importancia de compren-
der las dinmicas de los grupos de referencia24. En trminos militares, en general
la referencia es al espritu de camaradera de la unidad militar a las que se pertene-
ce y que produce una solidaridad tanto vertical como horizontal. En ese contexto,
el obedecimiento a la autoridad adquiere toda su importancia. Un dirigente de la
UNPROFOR (Fuerza de Proteccin de las Naciones Unidas), presente en el sitio de
Sarajevo en 1995, observ en la reunin interregional realizada por el CICR sobre
la cuestin del papel de las sanciones, que el ejercicio de la autoridad no es la im-
posicin de una disciplina feroz. Es, ms bien, una alquimia sutil que se crea en una
confianza absoluta entre el jefe y sus subordinados y que se basa en la competencia
del jefe, por supuesto, en su autoridad, pero tambin en la atencin benevolente
que preste a cada uno de sus hombres, con un componente afectivo muy fuerte25.
Puede observarse la ambivalencia manifiesta de estas expresiones y la posibilidad
de que esta dinmica sea para mejor o para peor. De all la importancia de conciliar
los principios y las normas que promueve la autoridad con el derecho internacio-
nal humanitario, de tal forma que la presin del grupo y la autoridad se ejerzan de
manera positiva sobre el individuo. Se debe hacer todo lo posible para evitar que
la presin del grupo se ejerza en un sentido favorable a la comisin de violaciones
graves. En ese caso, puede desencadenarse una espiral de violencia, profundizando,
muchas veces de manera irreversible, la fractura inicial entre los comportamientos
reprensibles de los miembros del grupo y el respeto de la norma26.
Pero, para que las tropas respeten las normas y los principios del derecho
humanitario en las situaciones de violencia exacerbada que son los conflictos arma-
dos, deben recibir la formacin adecuada en la materia. Las tropas deben seguir un
entrenamiento que les permita interiorizar plenamente las normas y los principios
del derecho humanitario, al igual que las dems obligaciones vinculadas al servicio,
hasta que las hayan incorporado como un reflejo. El portador de armas no debe
tener que evaluar las ventajas y las desventajas en el calor de la accin, y sus reac-
ciones instintivas deben ser conformes a derecho27.
Las sanciones tambin deben formar parte de ese proceso y, ante todo, ser
coherente con las normas existentes en la sociedad o el grupo de que se trate, ya
que, mientras haya una legitimacin de los crmenes, no surtirn efecto alguno. La
idea del respeto necesario de la ley y, por consiguiente, de las sanciones, tambin
debe ser parte de la formacin, de forma tal que el portador de armas sepa que ser
castigado si no respeta la norma. Al respecto, parece adecuado que los cuerpos ar-
mados elaboren cdigos de conducta que incluyan normas simples que integren de
25 V. en particular el discurso de Jean-Ren Bachelet, general retirado, Francia, Discurso del general Jean-
Ren Bachelet, International Review of the Red Cross, N. 870, junio de 2008, disponible en www.cicr.org/
spa/revista.
26 V. la contribucin de Amedeo Cottino, que aborda la cuestin de la responsabilidad de la entidad colecti-
va, que no fue profundizada en este informe pero cuya importancia no debe desestimarse (nota 4 supra).
27 V. la contribucin de Emmanuel Castano, Bernhard Leidner y Patrycja Slawuta, relativa a la influencia del
grupo Social identification processes, group dynamics and the behaviour of combattants, International
Review of the Red Cross, N. 870, junio de 2008, disponible en www.cicr.org/spa/revista.
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Anne-Marie La Rosa - Eficacia de las sanciones como medio para lograr un mayor respeto del derecho...
manera prctica los comportamientos que debe generar el respeto de los principios
del derecho humanitario, incluso en lo relativo a las consecuencias vinculadas a su
inobservancia. No se puede sino reprobar las culturas militares (o las culturas en
general) que hacen del odio del adversario uno de los fundamentos de la formacin
militar28. Esas actitudes son fundamentalmente contrarias a toda la filosofa del
derecho internacional humanitario y socavan sus fundamentos mismos. La inob-
servancia de los principios de humanidad suele ser el resultado de la demonizacin
o la deshumanizacin del adversario o de polticas que apuntan a excluir al Otro.
Al respecto, el peso del grupo tampoco debe subestimarse en la construc-
cin que se hace del enemigo. Antes de que comience el conflicto, el grupo puede
tener un papel determinante en la conciencia que transmite a sus miembros de
pertenecer a un conjunto, al tiempo que estigmatiza la no pertenencia en el grado
que sea de los otros que son entonces vistos como anormales. En ese esquema, la
normatividad se equipara a la normalidad, lo que se traduce por la construccin
de nuevas normas sociales que apartan a los y las que son anormales, es decir que
forman parte de otro grupo creado para esa circunstancia. Entonces, cuando se ha
declarado un conflicto armado, es muy fcil apuntar a los grupos que son el otro,
basndose en su condicin particular (de minora creada) y su ausencia de norma-
lidad en el sentido en que ese trmino comienza entonces a entenderse. El hecho
de dejarlos fuera de la ley presenta la ventaja de justificar el tratamiento discrimi-
natorio reservado a los grupos creados y, sobre todo, permite a los miembros del
grupo dominante encontrar una justificacin para su accin considerndola como
normal y conforme a las nuevas normas establecidas. As se crea una poltica de la
justificacin de las infracciones y permite una aceptacin de las violaciones sin que
la cuestin de su conformidad a las normas del derecho internacional humanitario
siquiera se plantee.
Existe entonces una suerte de transferencia del marco y de los valores de
referencia que lleva a los autores de violaciones no slo a aceptar, sino tambin a
considerar como normales a los actores que haban condenado sin reservas unos
aos antes. Esa transferencia de la normalidad explica que la amenaza de una san-
cin es no slo improbable en el espritu del grupo, sino que, adems, se sienten
protegidos por las nuevas normas a las que sus miembros se han adherido.
Se observar, asimismo, que ese tipo de actitud puede diferenciarse en fun-
cin de los crculos de influencia. Ello significa que la normalidad no es necesaria-
mente la misma dentro de una sociedad y entre los portadores de armas que pueden
aceptar con mayor facilidad algunas violaciones del derecho internacional humanita-
rio, al considerar que la percepcin de su entorno no es necesariamente la misma que
la del ciudadano comn y que la defensa de su causa justifica las infracciones. sta
puede variar incluso dentro de un mismo grupo armado en funcin de las actividades
y las responsabilidades de los miembros del grupo. A cada crculo de influencia y de
28 V. en particular M. Yakovleff, Fondement du moral et de lthique dans les armes : des diffrences rvla-
trices entre proches allis, Inflexions, 2007, N. 6, pp. 151-176.
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Justicia transicional
29 Para un anlisis de las diferentes dinmicas que pueden existir en forma paralela, con un acento en el
aspecto local, v. la contribucin de Samuel Tanner, Crmenes masivos en ex Yugoslavia: participacin,
sancin y prevencin?, International Review of the Red Cross, N. 870, junio de 2008, disponible en www.
cicr.org/spa/revista.
30 El peligro de condicionar un acto de justicia a imperativos polticos fue subrayado por E. Sottas en su
contribucin Transitional justice and sanctions, International Review of the Red Cross, N. 870, junio de
2008, disponible en www.cicr.org/spa/revista.
31 Ibd. V. tambin la contribucin de Pierre Hazan, que analiza un ejemplo de comisin de la verdad y la
reconciliacin donde no se tuvo en cuenta el componente de responsabilidad y represin, The nature of
sanctions: the case of Moroccos Equity and Reconciliation Commission, International Review of the Red
Cross, N. 870, junio de 2008, disponible en www.cicr.org/spa/revista.
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Anne-Marie La Rosa - Eficacia de las sanciones como medio para lograr un mayor respeto del derecho...
Vctimas
32 Para un anlisis ms elaborado sobre la justicia transicional y sus componentes, v. en particular Anne-Ma-
rie La Rosa y Xavier Phillipe, La justice transitionnelle en Lexique pratique bilingue sur la consolidation
de la paix et la reconstruction post-conflictuelle, Cambridge, University Press, 2008 (en prensa).
33 La contribucin de Christian-Nils Robert, Mina Rauschenbach y Damien Scalia profundiza la cuestin
de la participacin y de las expectativas de las vctimas en el proceso penal, incluso a nivel internacional,
Vctimas y justicia penal internacional: una cuestin espinosa?, International Review of the Red Cross,
N. 870, junio de 2008, disponible en www.cicr.org/spa/revista.
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34 Para una presentacin crtica de los mecanismos de participacin de las vctimas ante la Corte Penal
Internacional, v. la contribucin de E. Baumgartner, en este nmero de la International Review of the Red
Cross, disponible en www.cicr.org/spa/revista.
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interrogadas que, en muchos casos, han sido vctimas de los crmenes por los que
est siendo juzgado el acusado. En ese contexto, se debe prestar particular atencin
a las vctimas de la violencia sexual.
Por ltimo, parece haber un consenso prcticamente unnime acerca de que la
participacin de las vctimas en el proceso penal no incluye la etapa de la determinacin de
la pena, que debera quedar bajo la sola responsabilidad del rgano judicial competente.
- Las medidas necesarias deben ser tomadas por todas las partes interesadas
a fin de que integren las normas y las sanciones en su sistema de referencia,
las conozcan y las apliquen debidamente.
- A nivel nacional, los jueces deben recibir formacin en derecho internacio-
nal humanitario y participar en el proceso de interpretacin y clarificacin
de esta rama del derecho, teniendo en cuenta las actividades iniciadas al
respecto a nivel internacional.
- A fin de garantizar una mayor eficacia de las sanciones, debe realizarse un
esfuerzo de racionalizacin en los textos donde estn incluidas las incrimi-
naciones y en las jurisdicciones competentes.
- Se debera alentar a los Estados a que hagan todo lo necesario para que las
garantas, y los procedimientos, sean similares antes las jurisdicciones encar-
gadas de enjuiciar las violaciones del derecho internacional humanitario.
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2. Para que las sanciones cumplan su papel preventivo, los autores poten-
ciales de violaciones del derecho internacional humanitario deben estar informa-
dos debidamente sobre los diferentes tipos de sanciones y sobre las modalidades de
su aplicacin.
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- Esos mecanismos deberan basarse en normas claras, que precisen los crite-
rios que debern respetarse en trminos de imparcialidad, independencia,
carcter pblico y conformidad a las normas que garantizan un proceso
equitativo, incluso en el pronunciamiento de la pena.
- La multiplicacin de las fuentes de sancin (jurisdiccional, no jurisdiccio-
nal, disciplinaria, tradicional u otras) debe dar lugar a una reparticin clara
de las competencias entre los rganos.
- Esto es sumamente importante en los sistemas donde se combinan medidas
disciplinarias y jurisdiccionales. La complementariedad debera privilegiar
la eficacia, y los mecanismos no deberan duplicarse.
- Para ello, los mecanismos de la justicia tradicional tambin deberan explo-
rarse, garantizando siempre el respeto de los criterios antes mencionados.
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13. El papel de los instigadores debe evaluarse con precisin y dar lugar a
un compromiso proporcional de su responsabilidad.
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Crmenes masivos
en ex Yugoslavia:
participacin,
sancin y prevencin?*
Samuel Tanner
Samuel Tanner prepara un doctorado en Filosofa en la Escuela de Criminologa de la Uni-
versidad de Montreal. Es tambin asistente de investigacin en el Centro Internacional de
Criminologa Comparada de la Universidad de Montreal.
Resumen
En este artculo, presento un estudio acerca de la prevencin y sancin de actos de
violencia masiva. Pero, en lugar de adoptar un enfoque clsico, centrado en los actores
formales, como los soldados, los oficiales o los dirigentes polticos, que actan dentro
de una cadena de mando legtima, examinar el comportamiento de los actores no
estatales, basando mis reflexiones en los casos de cuatro ex milicianos serbios que par-
ticiparon en actos de violencia masiva en ex Yugoslavia. Postulo que es fundamental
evaluar la relacin social entre esos actores locales y sus respectivas comunidades, a fin
de potenciar el efecto de las sanciones y, tal vez, prevenir que potenciales perpetradores
cometan nuevas infracciones.
***
* Las ideas y propuestas expuestas en este artculo pretenden servir ms como materia de reflexin
que como soluciones probadas. Se trata exclusivamente de opiniones del autor, basadas en reflexiones
colectivas y personales, que no reflejan necesariamente la posicin del CICR.
131
Samuel Tanner - Crmenes masivos en ex Yugoslavia: participacin, sancin y prevencin?
1 James Waller, Becoming Evil: How Ordinary People Commit Genocide and Mass Killings, Oxford Univer-
sity Press, Nueva York, 2002, p. 316.
132
Junio de 2008, N. 870 de la versin original
do. Por definicin, stos actan dentro de una estructura jerrquica y burocrtica
especfica que respeta las cadenas de mando y refleja una amplia divisin del traba-
jo. Aunque la coordinacin entre instituciones estatales como sta no siempre sea
adecuada2, transmiten la idea de instituciones totales. Por consiguiente, el soldado
evoluciona en un medio que lo subordina a las decisiones y rdenes de sus superio-
res y lo hace depender de ellas. Esa estructura social regula todos los mbitos de su
vida personal3. El estudio especfico de los agentes estatales ha permitido acumular
un valioso acervo de conocimientos, que echa una luz fundamental sobre la forma
en que esos perpetradores participan en actos de violencia contra la poblacin civil,
sea por la obediencia a la autoridad4, por la banalidad del mal5, por el desdobla-
miento de la personalidad6, etc. Sin embargo, recientes sucesos, como la violencia
generalizada que se desencaden en ex Yugoslavia, muestran tendencias diferentes
y, a veces, ms sutiles que las del Holocausto, evento en que se basa la mayor parte
de la literatura. En los acontecimientos que tuvieron lugar en Yugoslavia, hay indi-
cios de que algunos perpetradores se beneficiaron de un entorno aquiescente, esto
es, de cierto margen de maniobra fruto de la negligencia criminal de las autori-
dades del Estado dentro del cual podan actuar a discrecin. No todos los per-
petradores formaban parte o reciban rdenes de la cadena de mando legal7. Entre
estos operadores no asociados con la cadena de mando, me centrar en las bandas
armadas, que pueden definirse como grupos de perpetradores que estn a mitad
de camino entre dos tipos de criminalidad: por una parte, participan en actos cri-
minales de corto o mediano alcance, como robos, disturbios, crimen organizado
o trfico de drogas8; por la otra, toman parte en actos criminales de largo alcance,
como la limpieza tnica. El concepto del alcance se relaciona, en este caso, con las
consecuencias que cada tipo de criminalidad genera en trminos de vidas humanas.
La criminalidad de largo alcance se relaciona principalmente con proyectos pol-
ticos criminales adoptados por los gobiernos centrales. Debido a su participacin
tanto en la criminalidad de corto y de largo alcance, para explicar la participacin
de las bandas armadas en la violencia masiva no basta con exponer razones como
2 Por ejemplo, en su novela Les Bienveillantes (Gallimard, Pars, 2006), Jonathan Littell describe cmo las
SS y las SA competan entre s durante la instrumentacin de la solucin final aunque, supuestamente,
estaban obligadas a cooperar dentro de la compleja burocracia nazi.
3 Erving Goffman, Asylums: Essays on the Social Situation of Mental Patients and Other Inmates, Anchor
Books, Garden City, Nueva York, 1961, p. 386.
4 Stanley Milgram, Obedience to Authority: An Experimental View, Harper & Row, Nueva York, 1974, p. 224.
5 Hannah Arendt, Eichmann in Jerusalem: A Report on the Banality of Evil, Viking Press, Nueva York, 1964,
p. 312.
6 Robert Jay Lifton, The Nazi Doctors: Medical Killing and the Psychology of Genocide, Basic Books, Nueva
York, 1986, p. 561.
7 Chrif Bassiouni, Informe Final de la Comisin de Expertos establecida en virtud de la resolucin 780
del Consejo de Seguridad (1992), Naciones Unidas, Nueva York, 1994, disponible en http://digitalcase.
case.edu:9000/fedora/get/ksl:mps17-finalreportSPAN0000/mps17-finalreportSPAN0000.pdf (consultado
el 12 de junio de 2009).
8 Bill Buford, Among the Thugs, Norton, Nueva York, 1992, p. 317; Vadim Volkov, Violent Entrepreneurs: The
Use of Force in the Making of Russian Capitalism, Cornell University Press, Ithaca, N.Y., 2002, p. 201.
133
Samuel Tanner - Crmenes masivos en ex Yugoslavia: participacin, sancin y prevencin?
9 Neil, J. Kressel, Mass Hate: The Global Rise of Genocide and Terror, Westview Press, Cambridge, Mass.,
2002, p. 312.
10 Misha Glenny, The Balkans: Nationalism, War and the Great Powers, 18041999, Viking Press, Nueva
York, 2000, p. 726.
11 Paul Collier and Anke Hoeffler, Greed and grievance in civil war, Oxford Economic Papers, 56 (4), 2004,
p. 28; John Mueller, The Remnants of War, Cornell University Press, Ithaca, N.Y., 2004, p. 258.
12 Jeremy M. Weinstein, Inside Rebellion: The Politics of Insurgent Violence, Cambridge University Press,
Nueva York, 2007, p. 402.
13 Samuel Tanner, Political opportunities and local contingencies in mass crime participation: Personal ex-
periences by former Serbian militiamen, Global Crime, vol. 8 (2), 2007, p. 19.
14 Para ms detalles sobre la metodologa y los trabajos de campo, v. ibd.
134
Junio de 2008, N. 870 de la versin original
15 Esa disputa giraba en torno de las elecciones multipartidarias celebradas en Serbia en diciembre de 1990,
en las que triunf el partido de Milosevic (el Partido Socialista de Serbia). Esa victoria fue impugnada por
el Movimiento Serbio de Renovacin, el cual aleg que el partido de Milosevic le haba robado su platafor-
ma poltica, centrada en la creacin de la Gran Serbia.
16 Dubravka Stojanovic, The Traumatic Circle of the Serbian Opposition, en Nebojsa Popov (ed.), The Road
to War in Serbia. Traumas and Catharsis, Central European University Press, Budapest, 1996, p. 29.
17 Los guiones cognitivos son una forma de la estructura de la memoria que se desarrollan debido a la expo-
sicin reiterada al mismo conjunto de estmulos y/o a la repeticin de un determinado comportamiento.
V. A. Lakshmi-Ratan y Easwar Iyer, Similarity analysis of cognitive scripts, Journal of the Academy of
Marketing Science, vol. 16 (2) (1988), disponible en www.springerlink.com/content/hv0089x18652mqp3/
(consultado el 12 de junio de 2009).
18 Peter A. Hall y Rosemary C. R. Taylor, Political science and the three new institutionalisms, Political
Studies, N. 44 (1996), p. 22.
135
Samuel Tanner - Crmenes masivos en ex Yugoslavia: participacin, sancin y prevencin?
retorno de los chetniks, haba otros tres guiones cognitivos que daban forma al mar-
co de sentido de los cuatro perpetradores/acusados. El primero se relaciona con las
teoras raciales basadas en el evolucionismo, segn las cuales el tipo serbio se ubica
en el extremo superior de la escala. Consecuentemente, segn la percepcin de estos
cuatro individuos, corresponda a los serbios dominar todo el territorio de Yugosla-
via. En varias ocasiones, las entrevistas con estas personas revelaron una historia en
gran parte reinventada, que omita los hechos bsicos de la demografa balcnica.
El segundo conjunto de guiones cognitivos que dio forma al marco de sentido
de los perpetradores/acusados gira en torno de la mitologa y la religin. Esos conte-
nidos se activan sobre todo al escuchar canciones populares que celebran las proezas
de los antiguos chetniks. En esas canciones, as como en la narracin de los cuatro
acusados, esos guerreros suelen actuar con el beneplcito de la iglesia ortodoxa y son
considerados, por ende, impulsores y defensores del cristianismo contra el islam. Por
esta razn, se tiende a identificar y a hablar de los victimarios como guerreros celestia-
les, en lugar de verlos como criminales de guerra. A excepcin de Janko, los acusados
se transformaron en verdaderos creyentes tras participar en la violencia masiva. Pero,
esos guiones cognitivos tambin se revelan en las conversaciones sobre la historia de
Serbia, la religin ortodoxa, las novelas y cuestiones sumamente delicadas como la
continua disputa entre croatas y serbios acerca del nmero de vctimas serbias causado
por los ustasha (asociados al nazismo) durante la Segunda Guerra Mundial.
Por ltimo, hay un tercer conjunto de guiones cognitivos, que se basa en
creencias especficas compartidas por los participantes y por la comunidad a la cual
pertenecen. Esos conceptos giran en torno de los valores rurales locales, que difie-
ren de los urbanos, e incluyen, en particular la desconfianza hacia las personas que
viven en centros urbanos como Belgrado, el regreso a los intereses y valores locales
(la cra de cerdos y pollos, la agricultura) y, en paralelo, una fuerte resistencia a la
modernizacin de la poltica y la sociedad serbias (el activismo relacionado con los
derechos humanos, los puntos de vista neoliberales, el pluralismo poltico y las pro-
testas contra la guerra). Aunque los acusados promovan un programa nacionalista,
es importante subrayar que, en muchos aspectos, ese programa era diferente del que
promovan Belgrado y el gobierno central. ste, por otra parte, era percibido en esa
zona como un gobierno ilegtimo y muy distanciado de los intereses de la poblacin
rural. La mayora de las comunidades serbias que vivieron la guerra y la violencia
en forma directa, sea como perpetradoras sea como testigos de la llegada de los re-
fugiados serbios que llegaron de Croacia tras la Operacin Tormenta, ejecutada en
esa zona en 1995, eran de zonas rurales, no de Belgrado, la capital19.
19 Esto no significa que la poblacin de Belgrado no haya soportado aos de privaciones durante la dcada de
1990 a causa del embargo internacional impuesto por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
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Junio de 2008, N. 870 de la versin original
20 TPIY, The Prosecutor v. Milan Martic, Caso N. IT-95-11, Sentencia (Sala de Primera Instancia), 17 de
junio de 2007.
21 TPIY, The Prosecutor v. Vojislav Seselj, Caso N. IT-03-67, Tercera Acusacin Enmendada, 7 de diciembre
de 2007; TPIY, The Prosecutor v. Slobodan Milosevic, Caso N. IT-02-54, Acusacin Enmendada (Bosnia),
21 de abril de 2001; Acusacin Enmendada (Croacia), 22 de julio de 2004.
22 Radislav me dijo que, como era mdico, al partir a Croacia su idea inicial era prestar ayuda a las vctimas
serbias en los hospitales locales.
137
Samuel Tanner - Crmenes masivos en ex Yugoslavia: participacin, sancin y prevencin?
Proteccin de las Naciones Unidas23 en Croacia fue el factor que precipit su deci-
sin de salir de la zona. Radislav subray que no quera caer en manos de los Cascos
azules y afrontar el riesgo de un juicio. Se observa, por ende, que la eliminacin de
la poblacin civil no se encontraba exclusivamente en manos de un partido nico,
concretamente el Estado, como se ha considerado y argumentado hasta ahora en la
mayora de los casos. La violencia masiva fue resultado de una estructura policn-
trica formada por numerosos actores que, pese a compartir un programa poltico
nacionalista, tenan motivaciones y objetivos tal vez diferentes. Como sealaron los
acusados, la ausencia de una autoridad nica con pleno control sobre el territorio
tuvo consecuencias devastadoras para la poblacin civil no serbia. El campo de ac-
cin que daba a la intervencin oportunista abri la puerta a la competencia entre
diferentes perpetradores, todos ansiosos por llevar a cabo su programa (tanto pol-
tico como criminal), y dio rienda suelta al mtodo ms radical de que disponan los
cuatro perpetradores/acusados: la violencia extrema. El embrutecimiento como
consecuencia de los intentos de las partes contendientes por tomar el control del
territorio aceler la violencia generalizada en curso y sumi ms an a los perpe-
tradores en la ejecucin de crmenes masivos. Para muchos, esta violencia en masa
descentralizada24 presentaba, al menos durante los primeros meses de la guerra,
numerosas oportunidades para adquirir capital poltico y legitimidad.
Adems, durante los primeros meses de la guerra, en marzo y abril de 1992,
Ivan, Nenan y Janko operaron en la zona este de Bosnia-Herzegovina, sobre todo en
lugares como Bijeljina, Visegrad, Bratunac y Zvornik. Nenan, Ivan y Janko tambin
operaron en Srebrenica antes del genocidio y durante ste25. El material recopilado
proporciona una visin diferente, pero complementaria, del contexto organizativo
que presidi los escenarios de violencia masiva. Por ejemplo, Janko explic que,
aunque algunas rdenes provenan de su jefe, un hampn criminal, tambin reciba
muchas instrucciones por ejemplo, sobre qu hacer y adnde ir de personas
civiles locales en Bosnia-Herzegovina y de miembros de los comits de crisis loca-
les26. Janko tambin revel la existencia de una atmsfera de consentimiento que
eliminaba todas las trabas a la violencia masiva en la regin donde operaba. Las
actitudes aquiescentes de los funcionarios y de la poblacin local dieron libertad
de accin a Janko y sus camaradas. Aadi que normalmente actuaba de noche, en
grupos pequeos formados por tres o cuatro personas, y que, cuando llegaban al
23 Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Resolucin 743 (1992) sobre el establecimiento de una
Fuerza de Proteccin de las Naciones Unidas (UNPROFOR) en el territorio croata controlado por las
para-autoridades (Documento de las Naciones Unidas S/RES/743/1992).
24 Ocurri en paralelo con la poltica criminal centralizada de Serbia orientada a eliminar en Croacia a las
personas que no fuesen serbias.
25 As se califica en el caso Krstic: TPIY, The Prosecutor v. Radislav Krstic, Caso N. IT-98-33, Sentencia (Sala
de Apelaciones), 19 de abril de 2004.
26 Comits locales encargados de organizar y coordinar la eliminacin de la poblacin no serbia en Bosnia-
Herzegovina. Estaban compuestos por miembros del Ejrcito Bosnio-serbio (VRS), oficiales de polica,
servicios secretos integrados por bosnios serbios y serbios de la Repblica Serbia, alcaldes y polticos loca-
les, y representantes de la poblacin local. Los miembros de los comits de crisis tenan afinidad ideolgica
con el Partido Democrtico Serbio (SDS) dirigido por Radovan Karadzic, y eran tambin responsables de
dirigir la accin de las milicias y de los victimarios que llegaban desde fuera de Bosnia.
138
Junio de 2008, N. 870 de la versin original
lugar indicado, la poblacin local les deca exactamente dnde realizar sus opera-
ciones. No tenan problema alguno en encontrar armas: tras la retirada del Ejrcito
Popular Yugoslavo de Bosnia-Herzegovina, como exiga el Consejo de Seguridad
el 15 de mayo de 1992, saban dnde encontrarlas. El trfico de armas tambin era
til en ese sentido. Por ltimo, cuando terminaban de limpiar una zona, el Ejrcito
Bosnio Serbio (VRS) cavaba fosas comunes y borraba las huellas.
Esos hallazgos contradicen la ampliamente documentada descripcin de
los victimarios como personas que actuaban exclusivamente bajo las rdenes de
una cadena de mando legtima. Desde luego, no se puede negar la importancia del
paradigma estatal, en el cual la responsabilidad de los crmenes recae en las elites
polticas y los agentes del Estado. Pero, obviamente, la perspectiva de arriba abajo
no explica las mltiples formas de la violencia masiva. Basta pensar en la dinmica
de las comunidades para comprender que no toda la participacin en los crmenes
de masa deriva de la obediencia a la autoridad. Por lo tanto, el enfoque centrado
en las funciones y responsabilidades de los jefes de los ejrcitos regulares y los di-
rigentes polticos no slo no alcanza para abordar las cuestiones de la sancin y la
prevencin de los crmenes masivos, sino que puede incluso ocultar las dinmicas
esenciales que gobiernan la eliminacin de personas civiles.
Actividades criminales
Como ya se ha dicho, Radislav, Ivan y Janko se conocan desde jvenes.
Tenan muchas experiencias en comn, una de las cuales y no la menos impor-
tante era la criminalidad de corto o mediano alcance. Radislav admite que esa
actividad los llev a participar en los crmenes cometidos durante la guerra, reco-
nocindola como una forma de continuacin, pero de naturaleza distinta. Janko
tambin admite que, aunque la lucha contra la amenaza musulmana fue, sin duda
alguna, el incentivo inicial que lo llev a Bosnia y lo indujo a quedarse all, se enri-
queci saqueando propiedades y robando las casas de sus vctimas. La solidaridad
forjada durante las actividades delictivas del pasado ayud a establecer una red
de confianza mutua que facilit las operaciones criminales en tiempo de guerra.
139
Samuel Tanner - Crmenes masivos en ex Yugoslavia: participacin, sancin y prevencin?
Esa red no slo generaba conexiones, sino que tambin obligaba a sus miembros a
proteger a los participantes y a las actividades criminales27. Los delitos menores no
conducen automticamente a la violencia masiva. Pero los guiones nacionalistas y
los modelos de interaccin transmitidos a travs de las redes de confianza ayuda-
ron a movilizar a los tres hombres para cometer actos de violencia masiva. En este
sentido, son reveladores los comentarios de Radislav sobre la oposicin del tro al
gobierno de Milosevic y su intencin de luchar contra l son. Su convencimiento
de la pasividad del gobierno central en relacin con las comunidades serbias en el
exterior prepar el camino para que los activistas realizaran acciones no estatales
de forma cuasi institucional. En ese contexto, las redes criminales facilitaron la ac-
cin colectiva.
140
Junio de 2008, N. 870 de la versin original
de las actividades que realizaron en tiempo de guerra, y la confianza es, sin duda
alguna, parte esencial de esa influencia. Por ello, aunque hayan operado desde los
mrgenes de la estructura global y del mando legtimo responsable de los estragos
desatados en ex Yugoslavia, los cuatro perpetradores tuvieron un papel clave en el
establecimiento de escenarios idiosincrsicos que no slo minimizan y difuminan
sus propias responsabilidades, sino que, adems, distorsionan los hechos histricos.
Estas tcnicas producen escenarios alterados de los crmenes pasados y mantienen
a la poblacin local desinformada, en el mejor de los casos, e indiferente a los pro-
gramas nacionales destinados a superar el pasado que se encuentran en curso.
141
Samuel Tanner - Crmenes masivos en ex Yugoslavia: participacin, sancin y prevencin?
turbador es que, pese a reconocer sus faltas, los cuatro individuos consideran que sus
acciones estaban justificadas. Por lo tanto, es posible que la difusin de conocimientos
sobre el derecho internacional humanitario no tenga la eficacia deseada.
Sanciones de la justicia internacional
Qu influencia tendran las sanciones internacionales en estos individuos?
Es preciso destacar tres cuestiones. En primer lugar, las consecuencias y los efectos
disuasivos de la justicia internacional ejercida por el Tribunal Penal Internacio-
nal para ex Yugoslavia son lejanos y difusos para ese tipo de malhechores locales.
Aunque se mantienen muy bien informados acerca de los juicios en curso y las
sentencias pronunciadas por el tribunal, no se sienten realmente amenazados por
ste. Muchos de los victimarios locales no se identifican con los oficiales del ejr-
cito o los funcionarios gubernamentales de alto nivel que han sido acusados. Por
el contrario, como he procurado demostrar en los prrafos que anteceden, durante
los conflictos armados los perpetradores locales estaban en contra de la mayora de
esos oficiales y funcionarios.
En segundo lugar, cabe destacar un aspecto interesante: se puede trazar un
paralelo entre las vctimas y los perpetradores con respecto al impacto de la justicia
internacional a nivel local. Para ambos grupos, esa forma de justicia tiene poco
peso y escasos efectos en su vida y rutina cotidianas. Pero, mientras que las vctimas
sienten, con o sin razn, que la justicia internacional no aporta el tipo de justicia
que piden o esperan, para los perpetradores la situacin es diferente. Teniendo en
cuenta el tipo de personas procesadas por la justicia internacional, es decir, funcio-
narios pblicos de alto nivel, se sienten seguros porque no actuaron dentro de una
cadena de mando legtima.
En tercer lugar, la justicia internacional tiene escasas repercusiones en las
comunidades locales, donde prcticamente nadie se interesa por ella. En mi opi-
nin, esa falta de inters se debe tanto a la distancia como al tipo de personas que
persigue (ex oficiales y polticos de alto nivel). Salvo una minora, la gente en Serbia
hoy se preocupa sobre todo por su diario vivir y los problemas econmicos del pas.
Por ende, el destino de sus ex dirigentes o de los oscuros y desconocidos miembros
de los servicios secretos, suscita poco o ningn inters. No digo que esos funciona-
rios no deban ser juzgados. Pero, cuando se trata de hacer justicia, es posible que los
diferentes interesados, incluida la poblacin local, no coincidan ni sean tan categ-
ricos en relacin con la licitud, la legitimidad y la aceptabilidad. Cuando se descarta
esa dinmica, los resultados suelen ser ineficaces y contraproducentes. Por todas
esas razones, considero que, en las comunidades locales, la aplicacin de la justicia
internacional causa un impacto limitado, tanto a corto como a largo plazo.
142
Junio de 2008, N. 870 de la versin original
En primer lugar, esas sanciones no son impuestas por un lejano tribunal internacio-
nal, que la opinin local asocia con aquellos que bombardearon la regin en 1999.
Dado que en Serbia se trata ahora de sanar las heridas y de superar el pasado, las
sanciones impuestas por un tribunal local pueden ser ms eficaces que la justicia
internacional. Como dijo una persona que conoc en Belgrado:
28 Entrevista realizada en marzo de 2006 a un activista de derechos humanos del Centro de Derecho Huma-
nitario, en Belgrado.
29 Hannah Arendt, Responsibility and Judgment, editado por Jerome Kohn y con una introduccin de ste,
Schocken Books, Nueva York, 2003, p. 295.
30 Eric Gordy, The Culture of Power in Serbia: Nationalism and the Destruction of Alternatives, Pennsylva-
nia State University Press, University Park, 1999, p. 230.
143
Samuel Tanner - Crmenes masivos en ex Yugoslavia: participacin, sancin y prevencin?
Iniciativas internacionales
Tanto la organizacin como las acciones de los cuatro milicianos entrevis-
tados son extremadamente voltiles. No hay una verdadera socializacin, ni vncu-
los con los valores humanos que se reflejen en su cadena de mando. Sin embargo,
el propio Radislav revel un elemento que se puso de manifiesto durante las in-
vestigaciones sobre el terreno, y que podra ser til para prevenir o poner fin a las
atrocidades. En respuesta a la pregunta de por qu dejaron Croacia a principios
de 1992, habl del despliegue de la Fuerza de Proteccin de las Naciones Unidas
(UNPROFOR). Esa fuerza cambi el balance del poder militar y de las otras formas
de poder en la regin, y constituy un nuevo obstculo a los planes de los perpetra-
dores. stos, al percibir que la aplicacin de su programa poltico y la consecucin
del control absoluto sobre Krajina resultaran empresas cada vez ms arduas, de-
cidieron replegarse. Por ende, cabe contemplar la intervencin internacional como
posible medio de prevencin.
Iniciativas locales
Como se ha dicho, es preciso tomar en cuenta no slo el aspecto retri-
butivo de la sancin sino tambin el efecto que tendra en el grupo destinatario
especfico, es decir, la comunidad a la que pertenece el perpetrador. En numerosas
comunidades rurales serbias, la justicia internacional, hasta ahora, ha transformado
a los criminales de guerra en mrtires. El caso Seselj es el ms representativo de este
fenmeno, aunque podra considerarse un ejemplo lejano. Por lo tanto, hay que ha-
cer un gran esfuerzo por modificar la imagen que estas comunidades tienen de sus
144
Junio de 2008, N. 870 de la versin original
145
Samuel Tanner - Crmenes masivos en ex Yugoslavia: participacin, sancin y prevencin?
31 Sin embargo, si bien todos coinciden en que es necesario revelar la verdad sobre los acontecimientos que
tuvieron lugar en ex Yugoslavia, pocos realmente anhelan la reconciliacin o se atreven a hablar de ella.
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Junio de 2008, N. 870 de la versin original
Reflexiones acerca de
la responsabilidad
del mando y la
responsabilidad penal
Jamie Allan Williamson*
Jamie A. Williamson es asesor jurdico regional del CICR
Resumen
El derecho internacional humanitario (DIH) impone a los superiores el deber de velar
por que sus subordinados respeten las normas de ese ordenamiento jurdico. Esta re-
sponsabilidad incluye no solamente instruir a los subordinados con respecto a las dis-
posiciones del DIH, sino tambin tomar las medidas necesarias para prevenir que stos
infrinjan sus normas y castigar a aquellos que lo hagan. Los superiores que omiten
cumplir con estas obligaciones incurren responsabilidad penal, a menudo llamada
tambin responsabilidad del superior. En el siguiente artculo, el autor examina, desde
la perspectiva prctica y jurdica, algunas de las cuestiones planteadas por la apli-
cacin y la evolucin de esta forma de responsabilidad.
***
* Las consideraciones expuestas en este artculo reflejan las opiniones del autor, y no necesariamente las
del CICR.
147
Jamie Allan Williamson - Reflexiones acerca de la responsabilidad del mando y la responsabilidad penal
148
Junio de 2008, N. 870 de la versin original
examinado por la Corte Suprema de Estados Unidos en 19463. En este caso, el ge-
neral Tomuyuki Yamashita, jefe de las fuerzas japonesas en Filipinas durante el pe-
rodo 1944-1945, fue acusado de no haber cumplido su obligacin de controlar las
operaciones realizadas por las personas que se hallaban bajo su mando, que haban
infringido las leyes de la guerra. En la sentencia mayoritaria, pronunciada por el
juez Stone, presidente de la Corte Suprema, se enuncia el principio de que las leyes
de la guerra imponen al jefe de un ejrcito la obligacin de tomar las medidas apro-
piadas que estn a su alcance para controlar a las tropas que se encuentran bajo su
mando y prevenir que infrinjan las leyes de la guerra. En opinin del tribunal, si los
jefes no tuviesen el deber afirmativo de prevenir las infracciones de las leyes de la
guerra, quedara frustrado el propsito de esas leyes. Dijo la Corte Suprema:
3 In Re Yamashita No. 61, Misc. Supreme Court of the United States 327 US 1; 66 S. Ct. 340; 90 L. Ed. 499;
1946 U.S. LEXIS 3090. La principal acusacin contra el general Yamashita era que el derecho de la guerra
impone al jefe de un ejrcito la obligacin de adoptar todas las medidas apropiadas que estn a su alcance
para controlar las tropas bajo su mando, a fin de prevenir la comisin de actos que constituyen infrac-
ciones del derecho de la guerra y que suelen producirse cuando tropas descontroladas ocupan territorios
hostiles; y puede atribuirse al jefe responsabilidad personal por la omisin de adoptar dichas medidas
cuando tienen lugar tales infracciones. (Trad. del CICR)
4 La Corte Suprema de Estados Unidos finalmente confirm la sentencia de muerte dictada por la Comisin
Militar contra el general Yamashita.
5 United States v. Wilhelm von Leeb et al., Trials of War Criminals before the Nuremberg Military Tribunals
under Control Council Law N. 10, Vol. XI (US Govt. Printing Office, Washington, 1950), 1230, 1303.
149
Jamie Allan Williamson - Reflexiones acerca de la responsabilidad del mando y la responsabilidad penal
1. Las Altas Partes contratantes y las Partes en conflicto debern reprimir las
infracciones graves y adoptar las medidas necesarias para hacer que cesen
todas las dems infracciones de los Convenios y del presente Protocolo que
resulten del incumplimiento de un deber de actuar.
6 Por ejemplo, en el Manual del Derecho de los Conflictos Armados del Reino Unido se explica que los
jefes militares son responsables de prevenir las infracciones de la ley (en particular, de las normas del
derecho de los conflictos armados) y de aplicar las medidas disciplinarias que sean necesarias. El jefe es
penalmente responsable si participa personalmente en la comisin de un crimen de guerra... en particular,
si ordena su comisin. Sin embargo, tambin asume responsabilidad penal si hubiere sabido o, en razn
de las circunstancias del momento, hubiere debido saber que se estaban cometiendo o se iban a cometer
esos crmenes y si no hubiere adoptado todas las medidas necesarias y razonables a su alcance para
prevenir o reprimir su comisin o para poner el asunto en conocimiento de las autoridades competentes
a los efectos de su investigacin y enjuiciamiento. Ministerio de Defensa, Manual of the Law of Armed
Conflict, Oxford University Press, Oxford, 2004, prr. 16.36.
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Jamie Allan Williamson - Reflexiones acerca de la responsabilidad del mando y la responsabilidad penal
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13 Prosecutor v. Clment Kayishema & Obed Ruzindana, Sentencia, Caso N. ICTR-95-1-T, 21 de mayo de
1999, prr. 228.
153
Jamie Allan Williamson - Reflexiones acerca de la responsabilidad del mando y la responsabilidad penal
14 Sin embargo, cabe sealar que en algunos casos juzgados por el TPIY, la fiscala ha procurado definir
ambos trminos: Las medidas necesarias son las medidas imprescindibles para cumplir la obligacin de
prevenir o reprimir, en las circunstancias del caso. Las medidas razonables son las medidas que el jefe es-
taba en condiciones de adoptar en las circunstancias del caso. V. Prosecutor v. Tihomir Blaskic, Sentencia,
3 de marzo de 2000, Caso N. IT-95-14, prr. 333. (Trad. del CICR)
154
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15 Al juez Murphy le preocupaba que se infiltraran en la justicia de los vencedores deseos de venganza que
condujesen a juicios inequitativos.
16 V., p.ej., las diferentes conclusiones alcanzadas en la sentencia Bagilishema, nota 12 supra, en relacin con
la autoridad y la responsabilidad del acusado durante las masacres perpetradas en su comunidad: por una
parte, la del juez Asoka de Z. Gunawardana en su Opinin Separada, y la del juez Mehmet Guney, en su
Opinin Separada Disidente, por la otra.
155
Jamie Allan Williamson - Reflexiones acerca de la responsabilidad del mando y la responsabilidad penal
17 Prosecutor v. Alfred Musema, Sentencia, 27 de enero de 2000, Caso N. ICTR-96-13-T, prr. 880.
18 Prosecutor v. Delalic et al. (Celebici), Sentencia, Caso N. IT-96-21-T, 16 de noviembre de 1998, prr.
395.
19 Prosecutor v. Tihomir Blaskic, Sentencia de la Sala de Apelaciones, Caso N. IT-95-14-A, 29 de julio de
2004, prr. 72.
20 Comentario, nota 8 supra, p. 1417.
156
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sus subordinados21. Cualquiera sea la perspectiva que se favorezca, todas las eva-
luaciones del control efectivo deben realizarse con cautela y empata, y con el debi-
do respeto de los derechos del acusado.
157
Jamie Allan Williamson - Reflexiones acerca de la responsabilidad del mando y la responsabilidad penal
24 Prosecutor v. Clment Kayishema & Obed Ruzindana, Sentencia, Caso N. ICTR-95-1-T, 21 de mayo de
1999, prr. 15.
25 Sentencia en el caso Blaskic, nota 23 supra, prr. 789.
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159
Jamie Allan Williamson - Reflexiones acerca de la responsabilidad del mando y la responsabilidad penal
en las cuales los subordinados deben cuestionar y no obedecer ciertas rdenes que,
por su propia ndole, van ms all de lo que es moral y legalmente permisible. Los
Principios de Nuremberg se hicieron eco de esta norma:
El hecho de que una persona haya actuado de conformidad con una orden
de su Gobierno o de un superior no la exime de responsabilidad conforme
al derecho internacional, siempre que haya tenido ante s la posibilidad de
hacer una eleccin moral29.
Los tribunales penales internacionales ad hoc han ido un paso ms all: direc-
tamente, eliminaron la posibilidad de invocar la defensa basada en rdenes superiores.
En cambio, los Estatutos del TPIR y el TPIY nicamente permiten atenuar la pena:
160
Junio de 2008, N. 870 de la versin original
2. A los efectos del presente artculo, se entender que las rdenes de cometer
genocidio o crmenes de lesa humanidad son manifiestamente ilcitas.
Estos conceptos se reflejan en la Norma 155 del estudio sobre derecho con-
suetudinario del CICR, en la que se establece que el conocimiento de la manifiesta
ilicitud de la orden impide que la persona se exima de responsabilidad penal:
161
Jamie Allan Williamson - Reflexiones acerca de la responsabilidad del mando y la responsabilidad penal
Cabe sealar que, conforme al artculo 33 del Estatuto de la CPI, las rde-
nes de cometer genocidio y crmenes de lesa humanidad se consideran manifiesta-
mente ilcitas, mientras que esa calificacin no es expresamente aplicable a las rde-
nes de cometer crmenes de guerra. Por ello, podra inferirse que la CPI s permite
la defensa basada en rdenes superiores, en el caso de situaciones en las que se han
cometido crmenes de guerra. Si se tiene en cuenta la extremada complejidad de
la guerra asimtrica contempornea, en la que participan numerosos beligerantes
y se difumina la distincin entre combatientes y civiles, y donde la conduccin de
las hostilidades y el control de las armas se realizan desde centros operativos re-
motos y no en el campo de batalla, resulta comprensible que se permita invocar la
defensa basada en rdenes superiores. Las realidades de la guerra contempornea
hacen que evaluar y distinguir el bien del mal y diferenciar lo que es permisible de
lo manifiestamente ilcito sea una tarea mucho ms difcil para los subordinados
que se encuentran en medio de una batalla. En efecto, es posible que varios de los
crmenes de guerra enumerados en el artculo 8 del Estatuto de la CPI no sean tan
manifiestamente obvios si la persona que los evala carece de cierta formacin o de
conocimientos especficos34. En vista de estas circunstancias, podra considerarse
injusto castigar a los subordinados inexpertos que actuaron de buena fe35.
Conclusin
162
Junio de 2008, N. 870 de la versin original
mo modo, no debe permitirse que los subordinados que infringen el DIH eludan el
castigo con el pretexto de que slo cumplan rdenes, cuando esas rdenes estaban
manifiestamente marcadas por la ilicitud.
Sin embargo, a pesar de los avances logrados en la represin de los autores
de violaciones del DIH cualquiera sea su posicin jerrquica, la evolucin de la
jurisprudencia en este mbito ha planteado una serie de cuestiones y destacado las
dificultades que surgen al intentar establecer la responsabilidad de los jefes y eva-
luar qu acciones, de haberlas, podran haber tomado en las circunstancias del caso
para impedir que los subordinados infringiesen el DIH. Algunos argumentarn que
las normas que se espera que los jefes observen en plena batalla son imposibles de
cumplir, y que no es realista esperar que los subordinados vayan a cuestionar o des-
obedecer las rdenes que se les imparten, no importa cun ilcitas parezcan. Todas
estas cuestiones han influido en la evolucin de la teora sobre la responsabilidad
del mando, en un esfuerzo por encontrar el equilibrio correcto entre las obligacio-
nes que pesan sobre los superiores y las acciones individuales de los subordinados
durante los enfrentamientos que escapan a su control.
163
Junio de 2008, N. 870 de la versin original
Resumen
En este artculo, el autor examina por qu es tan difcil hacer efectivas las sanciones por
infracciones del derecho internacional humanitario. Ms all de la falta de voluntad de algu-
nos Estados de aplicar las sanciones por razones polticas, hay que poner de relieve algunos
aspectos tcnicos de la cuestin. La aplicacin de las penas impuestas suele analizarse exclu-
sivamente a travs del prisma del derecho internacional, sin prestar suficiente atencin a la
complejidad y la diversidad de los ordenamientos jurdicos nacionales. El autor postula que
la eficacia empieza por una clara distribucin de competencias. Se examinan a este respecto
tres cuestiones principales: en primer lugar, los efectos de la reparticin de competencias den-
tro del Estado (entre el poder judicial, el ejecutivo y el legislativo) en materia de aplicacin de
las penas; en segundo lugar, la elasticidad con la que los organismos regionales e internacio-
nales encargados de velar por la proteccin de los derechos humanos interpretan sus propias
competencias; y, en tercer lugar, la creacin de rganos nuevos o especficos encargados de
procesar y castigar, si procede, las infracciones graves del derecho humanitario.
***
* Las ideas y propuestas expuestas en este artculo pretenden servir ms como materia de reflexin
que como soluciones probadas. Se trata exclusivamente de opiniones del autor, basadas en reflexiones
colectivas y personales, que no reflejan necesariamente la posicin del CICR.
165
Xavier Philippe - Las sanciones por infracciones del derecho internacional humanitario...
1 Las ideas y propuestas expuestas en este artculo pretenden servir ms como materia reflexin que como
soluciones probadas. Se trata exclusivamente de opiniones del autor, basadas en concepciones colectivas y
personales, que no reflejan necesariamente la posicin del CICR.
2 As como exigir las reparaciones pertinentes aunque esto es materia de otro debate, a no ser que se
considere que la reparacin tambin puede ser una forma de sancin, lo que tambin debera al menos
someterse a debate.
166
Junio de 2008, N. 870 de la versin original
voluntad poltica, pero no puede resolver todos los problemas por s sola, si los Estados
Partes no emprenden, en la mayora de los casos, diligencias penales.
El proceder seguido en este artculo se basa en una serie de preguntas y
conclusiones.
Las conclusiones se desprenden de la aplicacin de las obligaciones dima-
nadas de los Convenios de Ginebra de 1949, que exigen a los Estados incorporar
mecanismos sancionadores en sus sistemas penales nacionales para los casos de
infracciones graves del DIH. Si bien es cierto que numerosos Estados han incor-
porado en su ordenamiento jurdico, particularmente en sus cdigos penales, dis-
posiciones que prevn tales sanciones, la decisin acerca de quin debe adoptar
esas medidas y cmo debe hacerlo, queda al arbitrio de cada pas. Sin embargo, la
situacin dista de ser uniforme, ya que existen diferentes niveles de competencia. El
primero consiste en las sanciones administrativas, que puede imponer un superior
jerrquico. Por lo general, son independientes de otros tipos de sanciones, aunque
puedan tener aspectos comunes. El segundo nivel de competencia consiste en las
sanciones penales tradicionales, que dictan los jueces especiales (tribunales mili-
tares) u ordinarios (del fuero penal). La forma en que se asignan las competencias
vara mucho de un pas a otro y puede basarse en el estatuto del autor de la infrac-
cin, en la fecha en que se cometi sta o en otros criterios, tales como la capacidad
jurdica de la vctima, la ndole de la operacin en cuestin, etc.
Aparte de esta organizacin de la divisin de competencias en materia de
sanciones por infracciones del DIH, cuya aplicacin y/o eficacia pueden dejar mu-
cho que desear, se observa una reciente tendencia a que los actores, sean personas
fsicas o no tan fsicas, pero preexistentes, desempeen papeles que no se haban
propuesto desempear inicialmente, o que antes deban desempear slo de forma
complementaria o subsidiaria. Estos actores son organismos nacionales o suprana-
cionales cuya principal funcin es condenar y castigar comportamientos que cons-
tituyan violaciones de los derechos fundamentales. La cuestin de las sanciones va
ms all de las meras sanciones penales3 y de las simples violaciones del DIH, ya que
implican a mltiples actores que, durante los ltimos aos, han demostrado ser ca-
paces de castigar comportamientos que tambin (y, a veces, sobre todo) constituan
infracciones del derecho humanitario. Esta situacin tiene el efecto de embrollar la
cuestin, porque las soluciones no siempre se encuentran donde caba esperar.
Por ltimo, el debate ha arrojado luz sobre instituciones y soluciones sui
generis que, al principio, parecan iconoclastas e incompatibles con los principios y
normas fundamentales del DIH y del derecho penal internacional, pero que ahora
se consideran imprescindibles: se trata de las sanciones no penales y de la creacin
de entidades no judiciales o parajudiciales establecidas para proponer soluciones
que ayuden a reconstruir la sociedad, satisfagan a las vctimas y garanticen que
ciertas infracciones graves del DIH no queden impunes.
Hay que examinar, pues, tres cuestiones: la reparticin organizada de las
competencias dentro del Estado responsable de sancionar las infracciones graves
3 Cabe sealar aqu que las sanciones penales en el mbito nacional estn lejos de consistir exclusivamente
en penas que implican una privacin de libertad.
167
Xavier Philippe - Las sanciones por infracciones del derecho internacional humanitario...
4 V. el I Convenio de Ginebra (CG I), art. 49; el CG II, art. 50; el CG III, art. 129; y el CG IV, art. 146.
168
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Xavier Philippe - Las sanciones por infracciones del derecho internacional humanitario...
contexto, las palabras nos induzcan a error. La desconfianza o sospecha que tra-
dicionalmente suscitan los tribunales militares no est necesariamente justificada
si se respetan las garantas procesales. En el caso de los tribunales de jurisdiccin
especial, es necesario elaborar una lista de normas mnimas que han de respetar
para considerarlos un orden judicial digno de crdito que permita elaborar una
manifestacin adecuada de la divisin de competencias. Aunque los tribunales de
jurisdiccin especial o especializada son una opcin interesante para el Estado, no
deben transformarse en tribunales excepcionales que pronuncien sentencias sin
discernimiento o que absuelvan sistemticamente a los autores de infracciones gra-
ves del DIH.
La tercera posibilidad es que ya exista dentro el Estado una pluralidad de
tipos de jurisdiccin (tribunales judiciales, penales y administrativos) que compar-
ten la autoridad para castigar las infracciones graves del DIH. Esto sucede sobre
todo cuando se separan las sanciones penales de las sanciones disciplinarias. En tal
caso, existe el riesgo de que surjan problemas por el solapamiento de competencias
o por diferencias en la evaluacin de la infraccin y de la pena. Generalmente, las
sanciones disciplinarias se perciben como decisiones administrativas tomadas en
el ejercicio del poder jerrquico (en ciertos casos, hasta se las considera medidas
internas no sujetas a revisin judicial), por lo cual pueden ser independientes de
las sanciones penales. Indudablemente, esto influye en la competencia de los dos
tipos de jurisdiccin y puede tener efectos inducidos negativos (por ejemplo, la
sancin disciplinaria puede ser ms severa que la penal, y viceversa). Sin embargo,
no hay que pintar la realidad ms negra de lo que es, porque, pese a la existencia
de dos tipos de jurisdiccin, ciertos Estados (sobre todo los que aplican el sistema
jurdico romanogermnico) establecen puentes entre ellos y toman en considera-
cin la sancin como un todo, a pesar de que haya dos jueces (uno penal y uno
administrativo).
El nico lmite comn se relaciona con las garantas jurisdiccionales que
han de respetarse en todos los casos. Si hubiese una aparente discrepancia entre los
dos tipos de tribunal, slo deberan ejercer el poder los que satisfacen los requisitos
del DIH.
Con respecto a la cuarta posibilidad, el DIH slo recurre a las jurisdiccio-
nes externas si stas estn en mejores condiciones para castigar las infracciones
graves del DIH. Por ello no se da por sentada la competencia exclusiva del Estado,
sino que se le da prioridad en el cumplimiento de la obligacin de ocuparse de la
materia. Por lo tanto, es importante establecer si la posicin del Estado es la mejor,
y si los tribunales estn habilitados para castigar las infracciones.
Todas estas cuestiones demuestran que la divisin de competencias es un
tema en el que el DIH tiene relativamente poco que decir, ya que se aborda me-
diante un anlisis de los resultados finales (el respeto del DIH y las sanciones por
infringirlo) que influye poco en la reparticin de competencias dentro del Estado
por lo que atae a las sanciones en el DIH. La libertad de organizacin es, tal vez,
una de las causas de las dificultades para aplicar las penas. Esto no sorprende, ya
que la eficacia de un castigo es el resultado de un proceso, no la mera determinacin
170
Junio de 2008, N. 870 de la versin original
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Xavier Philippe - Las sanciones por infracciones del derecho internacional humanitario...
6 V., en particular, el asunto La Tablada y, tambin en relacin con el tema de las desapariciones, Corte
Interamericana de Derechos Humanos, Hermanas Serrano Cruz c/ El Salvador, serie C n. 118, fallo del
23 de noviembre de 2004, prrs. 111 y ss.
7 V., en particular, las sentencias del 24 de febrero de 2005 en las causas Khashiyev and Akayeva v. Rus-
sia (solicitudes n. 57942/00 y n 57945/00), Isayeva, Yusopova and Bazayeva v. Russia (solicitudes n
57947/00, n57948/00 y n 57949/00), e Isayeva v. Russia (solicitud n 57950/00).
172
Junio de 2008, N. 870 de la versin original
criminados). No los calific como tales, pero se remiti a los artculos del CEDH8.
Es particularmente difcil comparar y analizar el razonamiento de los tribunales,
teniendo en cuenta que las cuestiones en juego eran distintas. No obstante, cabe
subrayar que la cuestin de la competencia de estos tribunales por lo que respecta
al castigo de infracciones del DIH no puede plantearse en los mismos trminos que
en los tribunales nacionales o internacionales. Los tribunales responsables de deter-
minar la existencia de infracciones de los derechos humanos no son los tribunales
penales, los cuales dictan sentencias contra los Estados, pero no contra los autores
de las infracciones. Como se ve, la sustitucin tiene sus lmites.
En tercer lugar, la competencia de esos tribunales ratione materiae raras
veces los lleva a abordar cuestiones relacionadas con infracciones graves y sus san-
ciones desde la perspectiva de la represin o la retribucin, sino que lo hacen en
trminos de la conformidad entre los comportamientos y los compromisos interna-
cionales de los Estados (convenios que protegen los derechos humanos o los dere-
chos fundamentales). El papel de los jueces es determinar si, en un caso concreto, se
ha hecho caso omiso de las obligaciones estipuladas en los Convenios de Ginebra, a
la vista de las pruebas presentadas por las partes. En consecuencia, la sancin que
pronuncien estos tribunales encargados de velar por la proteccin de los derechos
humanos slo puede consistir en la satisfaccin de ver al Estado denunciado por su
manera de tratar las violaciones del DIH, a lo que probablemente se agregue la im-
posicin de una compensacin econmica, que representara una as denominada
reparacin equitativa. Por lo tanto, cabe preguntarse si el ejercicio de la compe-
tencia de estos tribunales en el mbito del DIH puede influir de algn modo en el
comportamiento de los combatientes.
En cuarto lugar, estos tribunales no pueden subsanar la deficiencia general
del sistema. Aunque pueden apoyar, alentar y poner en marcha ciertos mecanismos,
estn concebidos para juzgar denuncias individuales y no pueden ocuparse de un
gran nmero de infracciones del DIH donde se han cometido stas. El pesar que
manifiestan ciertos observadores y comentaristas por la ausencia de una referencia
directa al DIH es perfectamente comprensible. Qu tribunal se arriesgara a ir ms
all de su mbito de competencia alegando que se haba inspirado o haba aplica-
do las normas del DIH? Posiblemente, el problema no resida ah. Para el tribunal,
proteger el fondo de la norma es ms importante que buscar nuevos fundamentos.
Por consiguiente, no estamos ante una transferencia de la competencia sino, ms
bien, ante una competencia complementaria marginal, cuyos recursos son limita-
dos. Contar con una sustitucin de la competencia sera un error.
En quinto lugar, es imposible desestimar la importancia poltica de estas
causas y la obligacin del tribunal responsable de mostrarse irreprochable en sus
razonamientos jurdicos. En estas causas no hay margen para la aproximacin, dado
que suscitan gran inters en los medios informativos y pueden tener lugar en situa-
ciones en las que no se ha alcanzado la paz. Indudablemente, este peso poltico del
fundamento legal influye en la forma en que el tribunal percibe la competencia en
el asunto: la eleccin de las normas de referencia no puede efectuarse a la ligera, ni
173
Xavier Philippe - Las sanciones por infracciones del derecho internacional humanitario...
ser el resultado de un labor de compendiar todos los textos existentes que protegen
los mismos derechos.
En sexto lugar, se plantea claramente la pregunta de si estos tribunales
encargados de proteger los derechos humanos tienen la capacidad necesaria para
ocuparse de las infracciones graves del DIH y sus sanciones. El problema en este
caso son las limitaciones fsicas externas que impiden a estos tribunales aceptar un
gran nmero de denuncias. La afluencia masiva de demandas agravara el riesgo
de que el sistema se congestione y que el tribunal se vea impedido de pronunciar
sentencias en las condiciones apropiadas. Dicho de otro modo, si se recurre a estos
tribunales para que entiendan en un nmero limitado de asuntos, pueden hacerlo,
pero si se trata de cientos o incluso miles de causas, la situacin se complicara y
la solucin sera ms difcil. Al evaluar la eficacia de la apropiacin de compe-
tencias no se deben perder de vista las cuestiones relacionadas con la capacidad
fsica y, sobre todo, no deben darse falsas esperanzas a los denunciantes que creen
en soluciones milagrosas y en el castigo directo de las infracciones graves del DIH.
No obstante, la reiteracin del mismo mensaje por parte de estos tribunales tiene
un efecto que no debe subestimarse. Si, a pesar del limitado nmero de causas, los
fallos evidencian cierta coherencia por lo que respecta a las infracciones, es posible
que el efecto resulte positivo a mediano plazo, sobre todo con vistas a la enmienda
de las leyes vigentes. A decir verdad, la intervencin de estos tribunales equivale a
menudo a un reconocimiento del fracaso de los mecanismos tradicionales.
Una vez ms, al igual que con el problema descrito en primer lugar, se
plantean varias preguntas relacionadas con la competencia complementaria o su-
plementaria de estos tribunales.
El procesamiento de las infracciones graves del DIH por los tribunales
responsables de proteger el derecho internacional de los derechos humanos repre-
senta un progreso o un avance por lo que concierne a las sanciones o es, por el
contrario, una solucin inevitablemente limitada y que slo puede desempear un
papel marginal?
Con respecto al castigo de las infracciones del DIH, cules son las reper-
cusiones reales de estas nuevas competencias? Puede la condena de una infraccin
considerarse una forma de sancin? Puede este tipo de sancin influir en los com-
batientes?
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Junio de 2008, N. 870 de la versin original
especiales encargadas de las infracciones del DIH. La idea sera crear un rgano
competente a medida, segn las posibilidades existentes cuando termine el con-
flicto, o incluso durante ste. En relacin con esta idea, cabe plantear las cuestiones
que se exponen a continuacin.
En primer lugar, las dificultades que surgen al aplicar el sistema de com-
petencias en primera instancia (estatales y supraestatales) obligan a los Estados
responsables de la aplicacin del DIH (al igual que cualquier otra obligacin in-
ternacional que hayan contrado) a encontrar soluciones que no sean la inaccin
o la amnista. Si bien es cierto que estos dos rasgos han caracterizado el fin de los
conflictos durante mucho tiempo, ahora los Estados (presionados por las vctimas,
los grupos de inters, otros Estados y la comunidad internacional) tienden a elabo-
rar una solucin de reemplazo cuando las soluciones iniciales no funcionan. Estas
acciones pueden traducirse en el establecimiento de tribunales especiales (para evi-
tar el uso del trmino tribunales excepcionales) o de comisiones (paralegales) de
la verdad y la reconciliacin.
En segundo lugar, la bsqueda de soluciones para la jurisdiccin de prime-
ra instancia debe combinarse con un imperativo, a saber: la eficacia y la mensura-
bilidad de los resultados. No basta con establecer un organismo especial, sino que
ste debe disponer de los medios necesarios para cumplir su tarea, as como de la
capacidad de imponer sanciones en una u otra forma. As pues, no es imposible
combinar las instituciones existentes (que se beneficiarn de una importante reduc-
cin en su carga de trabajo, limitndose a tramitar los asuntos ms graves) con las
instituciones tradicionales (en la medida en que funcionen). Las nuevas institucio-
nes tendrn la ventaja de poder establecer sus propios procedimientos y definir sus
competencias en funcin de las necesidades percibidas en el contexto local.
En tercer lugar, la diversidad de las expectativas y un cierto nivel de rea-
lismo suelen conducir a reformular a la baja las exigencias relacionadas con las
sanciones. Aunque la necesidad de aplicar penas adecuadas y proporcionales est
fuera de discusin, el anlisis de las finalidades y objetivos de los castigos lleva
inevitablemente a examinar la situacin en trminos concretos con respecto a los
tres aspectos de verdad-reparacin-reconstruccin. Como resultado de ello, la
sancin ya no est limitada por restricciones exclusivamente penales. Por el con-
trario, pueden incorporarse en ella elementos que ayuden al Estado en el proceso
de la reconstruccin, tales como son la pacificacin, la reconciliacin (aceptacin
del otro), la restauracin del lugar de cada uno dentro de la sociedad y el restableci-
miento del Estado de derecho y de la confianza en el sistema jurdico. Esto significa,
por otra parte, que las competencias de los organismos ad hoc deben dar lugar a un
planteamiento multidimensional de la sancin que sea compatible con las prescrip-
ciones del DIH. sta es, sin duda alguna, una de las cuestiones ms delicadas, cuyo
tratamiento da lugar a interrogantes y controversias.
En cuarto lugar, no es posible optar en favor del establecimiento de orga-
nismos especiales sin tener en cuenta los recursos disponibles y las perspectivas de
xito del proceso sobre el terreno. No se puede esperar que el establecimiento de
tal organismo constituya una panacea ni una cura milagrosa. Es imperativo llegar
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Xavier Philippe - Las sanciones por infracciones del derecho internacional humanitario...
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Junio de 2008, N. 870 de la versin original
Vctimas y justicia
penal internacional:
una cuestin
controvertida?
Resumen
Aunque se presta creciente atencin a las vctimas en el marco de los procesos penales,
sta no parece alcanzar para satisfacer sus necesidades ni en los sistemas de justicia
penal nacionales ni en el rgimen internacional. En este ltimo, las dificultades que
afrontan las vctimas se agravan a causa de factores especficos derivados del enjuicia-
miento y el castigo de crmenes masivos a nivel internacional. Desde esta perspectiva,
los autores sealan que la finalidad principal del derecho penal es condenar o absolver
al acusado, y sugieren que tal vez sera conveniente dejar a otras entidades la tarea de
atender a las vctimas.
***
* Bajo la direccin del seor Christian-Nils Robert, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Ginebra. Los autores desean agradecer al seor J. Drlemann sus valiosos comentarios sobre este texto.
177
Mina Rauschenbach y Damien Scalia - Vctimas y justicia penal internacional:una cuestin controvertida?
Jean-Michel Chaumont1
Relegada por largo tiempo, la vctima ocupa hoy el centro de las preocu-
paciones polticas y es objeto de creciente inters, tanto en el mbito de la justicia
penal como en el debate de las cuestiones sociales2. Sin embargo, aunque exhibe al-
gunos aspectos positivos, ese inters no est exento de riesgos y problemas, que dan
origen a debates y controversias entre los investigadores y otros actores del mundo
de la justicia penal. La prominencia de la vctima parece ir en aumento no slo en
el sistema penal, sino tambin en el actual escenario sociopoltico. Esto se obser-
va ntidamente en numerosos pases occidentales y tambin, como veremos, en el
mbito de la justicia penal internacional y del derecho internacional humanitario,
en relacin con la atencin respecto de las vctimas de los conflictos armados y el
estatuto que se les confiere cuando las hostilidades llegan a su trmino.
1 Jean-Michel Chaumont, Celles qui ne voulaient plus tre victimes, Revue Suisse dHistoire, vol. 57 (1)
(2007), pp. 401.
2 Robert Cario, Victimologie De leffraction du lien, Pars, LHarmattan, 2000; Robert Zauberman, La
victime, usager de la justice pnale, en Michel Chauvire y Jacques Godbout (eds.), Les usagers entre
march et citoyennet, Pars, LHarmattan, 1995; Sandra Walklate, Imagining the Victim of Crime, Londres,
McGraw-Hill, 2007.
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Junio de 2008, N. 870 de la versin original
3 Sebastian Roch, Les victimes: de la communaut lassurance en passant par ltat, Dviance et Socit,
vol. 19 (4) (1995), pp. 35770.
4 Xavier Pin, Les victimes dinfractions Dfinitions et enjeux, Archives de politique criminelle, vol. 28
(2006), pp. 4972.
5 V. Cario, nota 2 supra.
6 Maria Louisa Cesoni y Richard Rechtman, La rparation psychologique de la victime: une nouvelle fonc-
tion de la peine?, Revue de droit pnal et de criminologie, vol. 2 (2005), pp. 15878.
179
Mina Rauschenbach y Damien Scalia - Vctimas y justicia penal internacional:una cuestin controvertida?
7 Por ejemplo, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito public, en 1999, la Gua para
los organismos normativos sobre la aplicacin de la Declaracin de las Naciones Unidas sobre Principios
Bsicos de Justicia para las Vctimas del Delito y el Abuso de Poder, con el fin de promover y guiar la apli-
cacin de los derechos de las vctimas en los sistemas nacionales de justicia penal. V. tambin el Manual
sobre la Justicia para las Vctimas, relativo al uso y la aplicacin de la Declaracin de las Naciones Unidas
sobre Principios Bsicos de Justicia para las Vctimas del Delito y el Abuso de Poder (1999). La Comisin
de Prevencin del Delito y Justicia Penal se estableci a fin de aplicar la declaracin de las Naciones Uni-
das de 1985. En virtud de la Resolucin 2003/30 del Consejo Econmico y Social, del 22 de julio de 2003,
se estableci un Grupo Intergubernamental deExpertos para elaborar un instrumento de reunin dein-
formacin sobre las reglas y normas de las Naciones Unidas relacionadas principalmente con cuestiones
relativasa las vctimas. Los resultados de su labor pueden consultarse en el documento E/CN.15/2007/3.
8 V. el Convenio Europeo relativo a la indemnizacin de vctimas de infracciones violentas, aprobado el 24
de noviembre de 1983. V. tambin las recomendaciones del Consejo de Europa R (85) 11, del 25 de junio
de 1985, acerca de la posicin de la vctima en el marco del derecho penal y del proceso penal, y R (87)
21, del 17 de septiembre de 1987, acerca de la asistencia a las vctimas y prevencin de la victimizacin.
V. tambin Decisin marco del Consejo de la Unin Europea, Diario Oficial de las Comunidades Euro-
peas, 15 de marzo de 2001. V. tambin la recomendacin R (2006)8 del Comit de Ministros a los Estados
Miembros, adoptada el 14 de junio de 2006, en la 967 reunin de los Miembros/Ministros.
9 Marijke Malsch y Raphaela Carriere, Victims wishes for compensation: the immaterial aspect, Journal of
Criminal Justice, vol. 3 (1999), pp. 23949.
10 Heather Strang, Repair and Revenge: Victims and Restorative Justice, Oxford University Press, Oxford,
2002.
180
Junio de 2008, N. 870 de la versin original
1. Hacer or su voz,
2. Participar en el manejo de la causa que las concierne,
3. Ser tratadas con respeto y justicia,
4. Obtener informacin sobre el progreso y el resultado de la causa que las
concierne, y
5. Obtener reparacin econmica y emocional.
11 Edna Erez y Pamela Tontodonato, The effect of victim participation in sentencing on sentence outcome,
Criminology, vol. 28 (1990), pp. 45174.
12 John Braithwaite y Stephen Mugford, Conditions of successful reintegration ceremonies: dealing with
juvenile offenders, British Journal of Criminology, vol. 2 (1994), pp. 13971.
13 Jo-Anne Wemmers, Victims in the Criminal Justice System, Amsterdam, Kugler Publications, 1996.
14 Edna Erez y Eva Bienkowska, Victim participation in proceedings and satisfaction with justice in the
continental systems: the case of Poland, Journal of Criminal Justice, vol. 21 (1993), pp. 4760.
15 Matti Joutsen, Victim Participation in Proceedings and Sentencing in Europe, International Review of
Victimology, vol. 3 (1994), pp. 5767; Jan Van Dijk, Who is afraid of the crime victim? Criminal victimi-
sation, fear of crime and opinions on crime control in an international perspective, discurso de fondo en
el VII simposio de la Sociedad Mundial de Victimologa, Adelaida, 21-26 de agosto de 1994; Joanna Sha-
pland, Jonathan Willmore y Peter Duff, Victims and the Criminal Justice System, Aldershot, Gower, 1985.
16 Walklate, nota 2 supra.
181
Mina Rauschenbach y Damien Scalia - Vctimas y justicia penal internacional:una cuestin controvertida?
Sin embargo, esta tendencia a tener en cuenta sus necesidades no parece ha-
ber satisfecho todas las expectativas de las vctimas17. La mayor participacin de las
vctimas en la causa que las concierne no siempre mejora su experiencia del sistema
de justicia penal y no parece traerles los beneficios emocionales, psicolgicos y econ-
micos a los que aspiran18. A menudo, las vctimas prefieren no verse obligadas a tomar
parte en el proceso, sino que dejan en manos de los jueces la decisin sobre la senten-
cia19 y se contentan con expresar sus puntos de vista durante el juicio20. Esto indica
claramente que la excesiva participacin en el sistema de justicia penal no siempre es el
camino ms sensato hacia la recuperacin y la reparacin que desean las vctimas.
Algunos dicen que la vctima experimenta un efecto profundamente repa-
rador cuando ejerce el derecho de participar en un juicio justo y ser escuchada. Pero,
segn Cario21, las vctimas que no han tenido acceso a asistencia psicolgica y social
fuera del sistema jurdico son las que ms se concentran en la sentencia y exigen que
sta se equipare con su sufrimiento. El riesgo de la victimizacin secundaria -que
es, sin duda, muy real- puede materializarse cuando un caso es tratado de modo ar-
bitrario, cnico y sin empata en un tribunal penal, lo cual es conocido y est bien
documentado. A menudo, el hecho de tomar parte en un proceso judicial hace que la
vctima reviva experiencias traumticas y vuelva a sufrir como resultado de la prueba
dada y los interrogatorios a los que debe someterse. En efecto, sucede con frecuencia
que la vctima se encuentra frente a frente con un perpetrador que no muestra remor-
dimiento por sus actos, ni reconoce el dao infligido, y que hasta puede llegar a negar
sus actos y acusar, a su vez, a la vctima de actos reprochables.
Siendo as, uno se pregunta qu papel podra atribuirse a las vctimas en un
sistema que no ha sido concebido para tener en cuenta su sufrimiento y que, por ende,
no puede ejercer el poder reparador que, a menudo errneamente, se le atribuye. Para
responder a esa pregunta, primero hay que aclarar varios aspectos: las verdaderas
necesidades que las vctimas expresan en relacin con el sistema de justicia penal, su
experiencia concreta con respecto al manejo judicial de las causas que las conciernen,
y los factores que tienden a influir en forma positiva o negativa en esa experiencia
(con inclusin de los factores que podran mejorar su situacin).
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Junio de 2008, N. 870 de la versin original
trabajan en el mbito penal y social y que tienen contacto con ellas22. El estudio se
centra en el punto de vista de las vctimas, su experiencia del sistema de justicia pe-
nal, y sus necesidades y expectativas. Las vctimas, interrogadas durante entrevistas
semicontroladas, fueron seleccionadas segn tres categoras de delitos: agresiones
sexuales, agresiones fsicas y violencia en el hogar, siguiendo un formato que refleja
las estadsticas de Suiza en materia de delitos.
Los resultados iniciales de la encuesta indican una diferencia entre lo que
las vctimas esperan del procesamiento de su caso en los tribunales penales, y lo que
stos son capaces de ofrecerles en la prctica.
El derecho penal y la experiencia de las vctimas sobre ste
Las opiniones de las vctimas difieren en cuanto al enfoque de su calidad de
vctimas. Casi todas mencionan una gran necesidad de reconocimiento por parte
del sistema de justicia penal. Esto equivale a la necesidad de la vctima de tener un
lugar en ese sistema, ser tenida en cuenta, ser escuchada y tener voz; pero tambin
significa la necesidad de ejercer un cierto nivel de control sobre la causa en la que
participan y de desempear un papel activo en ella. Necesitan que se les crea, ser
tomadas en serio y comprendidas. Adems, critican la desproporcionada atencin
que se presta a los perpetradores, y sufren porque la consideracin que ellas reciben
es, consecuentemente, menor. Las vctimas se quejan de que el sistema es incompe-
tente, ineficiente y lento, y porque tiende a ocuparse de las apariencias y no tiene en
cuenta los hechos de manera consistente y objetiva. Las vctimas que respondieron
a la encuesta hablaron de decepcin y de la distancia entre sus expectativas y la ex-
periencia real adquirida en los procedimientos de la justicia penal. Ello se refleja en
el desencanto, la perplejidad y la decepcin que manifiestan con respecto a la forma
en que se manejaron las causas. Por ltimo, algunas vctimas expresaron necesida-
des prcticas: deseaban que se las mantuviera informadas y estaban interesadas en
recibir asesoramiento y asistencia general con el asunto.
Las declaraciones de las vctimas revelan insatisfaccin con el veredicto y
la sentencia. Consideran que la condena impuesta no es suficientemente severa o
que su naturaleza no es adecuada (por ejemplo, una condena en suspenso). Algunas
vctimas tambin mencionan el concepto de retribucin, expresando el deseo y la
necesidad de que la sentencia sea proporcional al sufrimiento y la violencia que
experimentaron. Puede pensarse que la sentencia deseada representa la necesidad
de la vctima de que se la reconozca como una persona que ha sufrido y que ha sido
vctima de acciones injustas. Al comparar la realidad con sus ideales de justicia, es
obvio que las vctimas sientan desencanto.
Los resultados iniciales indican que las declaraciones de las vctimas in-
terrogadas varan en funcin de su experiencia con los procesos penales, y que las
opiniones ms acerbas fueron expresadas por aquellas que vivieron procesos pena-
les avanzados, en comparacin con las vctimas cuya demanda no condujo a que el
22 Los resultados a que se hace referencia en el presente artculo han sido tomados de un estudio titulado
Law and emotions que realiza el Centro de estudio, tcnica y evaluacin con el patrocinio del Centre
Interfacultaire en Sciences Affectives.
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Mina Rauschenbach y Damien Scalia - Vctimas y justicia penal internacional:una cuestin controvertida?
juez instructor adoptase medidas sustanciales, o con aquellas que ni siquiera llega-
ron a interponer una demanda. En cambio, las vctimas a cuyas quejas se dio curso
y aquellas cuyas demandas dieron lugar a procesos penales avanzados expresan, a
menudo, la necesidad de reconocimiento por parte del sistema de justicia penal.
Expresan mayores crticas acerca del funcionamiento del sistema y al parecer, con-
sideran que la respuesta a sus necesidades prcticas de informacin y asesoramien-
to es insatisfactoria. Las vctimas a cuyas quejas no se dio curso y que, por ende, no
han atravesado procesos penales completos, no formulan estas crticas. Por ende, el
hecho de vivir la experiencia real del proceso penal parece afectar la forma en que
las vctimas perciben el resultado del proceso y de su causa. Por ende, las vctimas
que han atravesado procesos penales manifiestan la clara necesidad de retribucin
y de reconocimiento en relacin con la sentencia que desean para el perpetrador,
en tanto que las vctimas que no han atravesado procesos penales no expresan sen-
timientos de venganza; pocas piensan que la sentencia impuesta al perpetrador ha
reflejado el reconocimiento de sus sufrimientos.
Un anlisis ms detallado, que se concentra exclusivamente en las emocio-
nes expresadas en relacin con los actos que se cometieron contra ellas, demues-
tra que el apoyo social tiene un efecto positivo en las vctimas. Las vctimas que
consideran haber obtenido el apoyo de su crculo inmediato (independientemente
de que ese apoyo haya sido o no satisfactorio para ellas) han formulado, en gene-
ral, declaraciones mucho ms positivas que las de las vctimas que consideran no
haberse beneficiado de ese apoyo. Las primeras consideran su calidad de vctimas
como una oportunidad y una fuente de fuerza, y expresan la necesidad de seguir
adelante con la vida; las segundas tienden a subrayar lo irreparable y el castigo que
debera resultar a raz de su victimizacin; tienen la sensacin de vivir en el infier-
no y sienten que estn por estallar. Al mismo tiempo, el anlisis de las emociones
basado en la experiencia del proceso penal que atravesaron las vctimas y el apoyo
que obtuvieron de su crculo inmediato tambin demuestra que el apoyo social pa-
rece tener repercusiones ms positivas que los procesos penales. Las vctimas que
han pasado por la experiencia de procesos penales y que han recibido de su crcu-
lo inmediato un apoyo que consideran insatisfactorio expresan ms sentimientos
negativos que aquellas que no participaron en procesos penales y que recibieron
apoyo que consideran satisfactorio. El primer grupo exhibe una marcada tendencia
a destacar la injusticia, su rabia y su necesidad de reconocimiento; el segundo hace
ms hincapi en la necesidad de comprender, volver a la situacin anterior y reanu-
dar la normalidad.
Estos resultados indican claramente que la experiencia del proceso penal
no parece satisfacer las necesidades de las vctimas ni calmar su insatisfaccin por
lo que respecta al reconocimiento, la participacin y la retribucin. Por el contra-
rio, parece agravarlas. Las vctimas que han pasado por la experiencia de procesos
penales son tambin las que expresan sentimientos de odio, culpa e injusticia. A
la inversa, las que han recibido el apoyo de su crculo inmediato informan de una
experiencia ms positiva. El apoyo del crculo inmediato es, pues, un factor esencial
que ayuda a las vctimas a superar la confusin y el sufrimiento. Puede entonces
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Junio de 2008, N. 870 de la versin original
23 Jacques Faget, La mdiation: Essai de politique pnale, Ers, Ramonville-Saint-Agne, 1997; Ezzat A. Fattah,
Toward a victim policy aimed at healing, not suffering, en Robert C. Davis, Arthur J. Lurigio y Wesley G.
Skogan (eds.), Victims of Crime, Thousand Oaks, CA, Sage, 1997, pp. 25772.
24 Fattah, nota 23 supra.
25 David Miers, An International Review of Restorative Justice, Home Office Research, Development and
Statistics Directorate, Londres, 2001.
26 Hannah Arendt, The Human Condition, University of Chicago Press, Chicago, 1958.
27 Strang, nota 10 supra.
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juicio a veces se extienden por varios aos despus de cometido el crimen que las
motiva, y su desarrollo en el tiempo no coincide con el de la recuperacin personal
de la vctima41. Esta situacin surge tambin, y con mayor razn, en el caso de las
vctimas de crmenes internacionales, dado que los mecanismos judiciales interna-
cionales son muy lentos y dependen de factores econmicos y polticos42. El final
de un conflicto interno marca, por lo general, la reconstruccin de las instituciones
polticas y de otra ndole, la realizacin de elecciones libres, la introduccin de re-
formas legislativas, el establecimiento de una estructura judicial y una fuerza poli-
cial independientes, la estabilizacin de la moneda nacional, la reconstruccin de
la infraestructura econmica, y otras medidas. Por ende, la cronologa del proceso
judicial no tiene por qu coincidir con las necesidades de las vctimas ni con la mo-
vilizacin y el desarrollo de los recursos de reparacin personales y colectivos.
Al mismo tiempo, sabemos que pocos de los acusados condenados por los
tribunales ad hoc se declararon culpables (por ejemplo, de 22 casos tramitados por
el TPIR que terminaron en condenas, se confes culpable slo alrededor del 30% de
los acusados). En algunos casos, el motivo de la confesin no era el reconocimiento
de la culpa sino la esperanza de obtener la reduccin de la sentencia43. En efecto,
los sistemas jurdicos internacionales han considerado que el reconocimiento de la
culpa constitua una prueba de honestidad del autor del crimen44. Cabe recordar
que los jueces han estimado que debe darse peso e importancia a la declaracin de
culpabilidad45. Como consecuencia del reducido nmero de confesiones de culpa,
las vctimas suelen enfrentarse con negaciones, lo cual representa un nuevo obst-
culo a su recuperacin.
Por otra parte, a nivel internacional, las vctimas tienen derecho a la repa-
racin. Si bien no es necesario entrar en detalles acerca de ese proceso, se plantean
varias preguntas al respecto:
Es necesario esperar el final del juicio y la condena del acusado para tomar
una decisin acerca de la reparacin debida a las vctimas?
Puede una vctima recibir reparacin en cuanto se haya reconocido su es-
tatuto de vctima, mediante un fondo creado con tal propsito? En otras pa-
labras, el reconocimiento del estatuto de vctima en la fase de situacin del
juicio (en la cual se averiguan qu actos se cometieron contra quin) puede
constituir un fundamento jurdico suficiente para conceder la reparacin?
Si la reparacin slo procede tras la condena de una persona, qu sucede
con las vctimas reconocidas como tales en la fase de situacin, pero res-
pecto de las cuales nadie es condenado en fases posteriores del proceso?
41 Nolle Languin y Christian-Nils Robert, Criminalisation et dcriminalisation. Victimes: rles, attentes et
dceptions, Bruselas Fondation universitaire, ponencia para una conferencia, 2021 de abril de 2007.
42 David Bloomfield, Teresa Barnes y Luc Huyse, Reconciliation after a Violent Conflict. A Handbook, Inter-
national Institute for Democracy and Electoral Assistance (IDEA), Estocolmo, 2003.
43 Thierry Cruvellier, Le tribunal des vaincus, un Nuremberg pour le Rwanda? Pars, Calmann-Lvy, 2006.
44 TPIY, Prosecutor v. Erdemovic, caso N. IT-96-22, Sentencia de la Sala de Apelaciones, 7 de octubre de
1997, Opinin Separada Disidente del Magistrado Cassese.
45 TPIR, Prosecutor v. Ruggiu, caso IT-97-10, Sentencia de la Sala de Primera Instancia, 1 de junio de 2000,
prr. 55.
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Mina Rauschenbach y Damien Scalia - Vctimas y justicia penal internacional:una cuestin controvertida?
Es justo que ciertas vctimas que logran presentar sus casos ante un tribunal
reciban reparaciones, mientras que miles de otras vctimas no reciben nada?
Qu sucede con las vctimas que llegan tarde, esto es, despus de que ha
sido condenado el perpetrador de los crmenes que han sufrido?
Qu forma toma la reparacin? Si es econmica, habr recursos suficien-
tes para compensar a todas las vctimas?
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Junio de 2008, N. 870 de la versin original
pblico. Sin embargo, estos tribunales fueron modernizados con miras a juzgar a
las personas acusadas de genocidio; a tal efecto, en 2001 se adopt una ley, que fue
objeto de modificaciones en 2004. La versin modernizada de los tribunales est
muy alejada de los gacacas tradicionales, porque su naturaleza formal da lugar a pe-
nas de prisin y los tribunales estn formados por jueces elegidos por funcionarios
locales. Adems, no hay que olvidar que el propio concepto de vctima es un con-
cepto cultural. En las sociedades de frica y Asia, por ejemplo, el trmino vctima
se entiende en un sentido ms amplio y abarca la familia inmediata y la comunidad
de la persona. Por lo tanto, si se desea que el sistema proporcione un remedio que
realmente satisfaga las expectativas de las vctimas de violaciones de los derechos
humanos, cuando se presentan casos al sistema internacional de justicia penal en
esos contextos es preciso tener en cuenta tambin a las vctimas indirectas.
Estas vctimas se enfrentan con un nuevo acontecimiento desestabilizador,
ya que se sabe que una persona reconocida como vctima en las etapas iniciales del
proceso puede, segn las acusaciones que figuren en el acta de acusacin definitiva,
perder ese estatuto a medida que avanza el juicio48. Cmo esperar que estas vc-
48 La primera fase es la fase de situacin. Dirigida principalmente por el fiscal, esta fase consiste en investigar
los actos cometidos en el contexto de una situacin determinada. Actualmente, esta fase se desarrolla en la
Repblica Democrtica del Congo, en Uganda, en Darfur (Sudn) y en la Repblica Centroafricana. Las vc-
timas pueden participar en esta etapa del proceso en virtud de una decisin de la Primera Sala de Cuestiones
Preliminares adoptada el 17 de enero de 2006 (Decisin de la CPI sobre solicitudes de participacin en los
procedimientos VPRS 1, VPRS 2, VPRS 3, VPRS 4, VPRS 5 y VPRS 6 [versin pblica expurgada], ICC-01
/04-101, 17 de enero de 2006, en adelante denominada la Decisin del 17 de enero de 2006), confirmada
el 10 de agosto de 2006 por una decisin de la Segunda Sala de Cuestiones Preliminares (CPI - versin p-
blica expurgada de la Decisin sobre las solicitudes de participacin de las vctimas a/0010/06, a/0064/06 a
a/0070/06, a/0081/06 a a/0104/06 y a/0111/06 a a/0127/06, ICC-02-04-101, 7 de agosto de 2007). En esta eta-
pa, son reconocidas como vctimas de una situacin, y pueden por ello opinar acerca de la labor del fiscal,
se las puede consultar con respecto a numerosos procedimientos especficos y se las mantiene informadas
del progreso de los procedimientos penales. Tienen derecho a solicitar determinadas medidas, acceder a do-
cumentacin confidencial y participar, bajo la supervisin de la Sala de Cuestiones Preliminares, en todas las
cuestiones procesales relacionadas con la causa. Consecuentemente, es posible la intervencin de numerosas
vctimas, ya que una situacin afecta, por lo general, a un Estado entero o, por lo menos, a una zona muy
amplia. La nica restriccin al reconocimiento del estatuto de vctima de una persona es que debe reunir las
condiciones incluidas en la definicin contenida en el Estatuto. Como se ver, esas condiciones son relati-
vamente amplias. La segunda fase se inicia tras la emisin de una orden de detencin o de comparecencia
(Decisin del 17 de enero de 2006, prr. 65). sta es la fase dedicada al caso en s, contrariamente a la fase de
situacin, la cual concierne a una persona especfica en la que se centrar la investigacin. El reconocimiento
del estatuto de vctima en la fase de situacin trae consigo, en forma automtica, la verificacin de ese esta-
tuto en la fase siguiente. Sin embargo, no todas las vctimas de una situacin son, forzosamente, vctimas de
un caso. Por ello, ha sido posible reconocer que un individuo sufri daos en la Repblica Democrtica del
Congo y, por ende, incluirlo como vctima de la situacin sin ser una vctima de los crmenes presuntamen-
te cometidos por la persona aprehendida o nombrada en la orden de detencin. As sucedi con las personas
reconocidas como vctimas en la Decisin del 17 de enero de 2006, quienes, sin embargo, no eran vctimas
de los crmenes presuntamente cometidos por Thomas Lubanga Dyilo, el nico acusado actualmente pro-
cesado por el CPI en el contexto de esa situacin (CPI, Decision on the applications for participation in the
proceedings of VPRS 1 to VPRS 6 in the Case Prosecutor v. Thomas Lubanga Dyilo, ICC-01/04-01/06-172, 29
de junio de 2006). Este hecho, por s solo, trae consigo el riesgo de una gran frustracin entre las personas a
quienes inicialmente se les atribuye el estatuto de vctima en la etapa de situacin, y que despus, de un da
para el otro, se encuentran impedidas de participar en el proceso. Cul puede ser su reaccin si, adems, los
crmenes de que fueron vctimas no son enjuiciados por falta de pruebas, falta de acusados o, simplemente,
falta de tiempo?
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Mina Rauschenbach y Damien Scalia - Vctimas y justicia penal internacional:una cuestin controvertida?
timas acepten que la justicia internacional las abandone de este modo? Este aban-
dono puede asimilarse a una segunda victimizacin y representa el fracaso del
sistema de justicia en su intento, no importa cun ilusorio, de ayudar a las vctimas
por medio de los juicios penales.
La justicia internacional afronta otro problema ms: es, como dice Hazan49,
la justicia, pero divorciada de las realidades locales. Obviamente, la justicia debe
estar arraigada en una sociedad y en una cultura. Los tribunales penales internacio-
nales no parecen satisfacer esta exigencia. Este aspecto trae consigo varios proble-
mas relacionados con la proteccin de las vctimas. En el caso de los tribunales ad
hoc, no fue posible proteger adecuadamente a algunos testigos y testigos-vctimas;
algunos fueron amenazados e incluso asesinados50. Por ende, las vctimas que par-
ticipan en procesos penales corren mayores riesgos en el mbito de la justicia penal
internacional que en el marco de la legislacin nacional.
49 Pierre Hazan, La justice face la guerre, De Nuremberg La Haye, Stock, Pars, 2007.
50 Laetitia Bonnet, La protection des tmoins par le TPIY, Droits fondamentaux, N. 5 (2005); Cruvellier,
nota 43 supra.
51 Charles Villa-Vilencio, Transitional justice and prosecution, en Sullivan and Tifft, nota 33 supra, pp.
34354.
52 Howard Zehr, Changing Lenses, Herald Press, Scottdale, PA, 1995.
53 Jeffrie G. Murph y Jean Hampton, Forgiveness and Mercy, Cambridge University Press, Cambridge, 1994.
192
Junio de 2008, N. 870 de la versin original
Unidas sobre los principios fundamentales de justicia para las vctimas de delitos y
del abuso de poder, de 1985. Pero, la adopcin por la Asamblea General de las Na-
ciones Unidas, en 2005, de los Principios y directrices bsicos sobre el derecho de
las vctimas de violaciones manifiestas de las normas internacionales de derechos
humanos y de violaciones graves del derecho internacional humanitario a interpo-
ner recursos y obtener reparaciones54, abri la puerta a la introduccin de respues-
tas ms reparadoras que las que normalmente ofrecen los mecanismos jurdicos
tradicionales: la restitucin, la indemnizacin y la rehabilitacin.
Adems de estos tipos tradicionales de reparacin, segn los Principios
tambin se recomiendan medidas ms centradas en el restablecimiento de los vn-
culos sociales, como la satisfaccin (que comprende la bsqueda de la verdad, el
fin de la violencia, la verificacin de los hechos y la revelacin pblica y completa
de todos los hechos, as como el establecimiento de das y lugares dedicados a con-
memorar a las vctimas) y garantas de no repeticin (por ejemplo, el ejercicio de
un control efectivo sobre las fuerzas armadas y de seguridad; el fortalecimiento de
la independencia del poder judicial; la reforma de las leyes que contribuyeron a las
infracciones en el pasado, y la educacin de todos los sectores de la sociedad -en
particular de los miembros de las fuerzas armadas, policiales y de seguridad- acerca
de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario).
El enjuiciamiento penal de los perpetradores de crmenes internacionales
graves se considera, en creciente medida, una obligacin en virtud del derecho in-
ternacional55. Sin embargo, aunque la justicia basada en el castigo de los tribunales
ad hoc y de la Corte Penal Internacional existe con el fin de ayudar al funciona-
miento de la justicia de transicin despus de los conflictos, los procesos penales no
siempre estn exentos de riesgos56 y no siempre son polticamente viables en situa-
ciones extremadamente inestables. Pueden poner en peligro e incluso desestabilizar
un proceso de paz frgil, crear tensiones en la sociedad y fragmentarla en lugar de
unirla, e incluso poner en riesgo el propio aparato gubernamental a travs de la pur-
ga de sus funcionarios administrativos y ejecutivos. Tales situaciones obstaculizan
la labor del aparato jurdico y afectan sus recursos humanos y econmicos. Una
sociedad en proceso de reconstruccin tras un conflicto interno debe, a menudo,
tomar decisiones cruciales relacionadas con la prioridad de ciertas reformas y con
la introduccin de mejoras fundamentales para su funcionamiento bsico. Con fre-
cuencia, no slo debe ocuparse de la reconstruccin material de la infraestructura
sino tambin de la reconstruccin de diversas entidades privadas y pblicas que
puedan contribuir a la estabilidad socioeconmica y poltica, indispensable para
alcanzar una paz duradera. As sucedi, por ejemplo, en Sudfrica, pas que, por
motivos polticos y por la falta de recursos del sistema jurdico, sencillamente no
poda encarar procesos judiciales prolongados57. Se estableci una Comisin de la
Verdad y de la Reconciliacin que ayudase a determinar la verdad acerca de las vio-
54 Resolucin 60/147, aprobada por la Asamblea General el 16 de diciembre de 2005.
55 Diane Orentlicher, Settling accounts: the duty to prosecute human rights violations of a prior regime,
Yale Law Journal, vol. 100 (1991), pp. 2537615.
56 Bloomfield et al., nota 42 supra.
57 D. Tutu, No Future without Forgiveness, Rider, Londres, 1999.
193
Mina Rauschenbach y Damien Scalia - Vctimas y justicia penal internacional:una cuestin controvertida?
laciones de los derechos humanos durante la poca del apartheid, poner en marcha
un proceso de reconciliacin y alcanzar la autntica unidad nacional58.
Cabe sealar que muchos aspectos de la Comisin de la Verdad y de la
Reconciliacin sudafricana estn en consonancia con los principios de la justicia
reparadora. As lo ilustra claramente el hecho de que la Comisin puso de relieve
el reconocimiento pblico de las pasadas infracciones, como pilar fundamental de
la bsqueda de la verdad. Este reconocimiento se percibi como una forma de res-
tablecer la dignidad de las vctimas59. La Comisin tambin recomend medidas de
reparacin material en la forma de programas de rehabilitacin de las vctimas, as
como medidas simblicas, como el establecimiento del da nacional de la memoria,
monumentos conmemorativos de las vctimas y museos sobre el tema de la violen-
cia del pasado. Esas medidas son muy compatibles con los principios de la justicia
reparadora, ya que subrayan la reconciliacin entre vctimas y perpetradores, las
diversas comunidades interesadas y toda la sociedad. Sin embargo, varios autores
han expresado reservas acerca de la legislacin conmemorativa, los homenajes y los
monumentos60.
Hay muchas definiciones de la justicia reparadora pero, pese a la falta de
consenso, este concepto parece ser objeto de creciente aceptacin a nivel interna-
cional como un proceso por el cual todas las partes concernidas por un delito en
particular se renen para resolver, en forma colectiva, la forma de encarar la situa-
cin posterior al delito y sus consecuencias para el futuro61. Siguiendo la misma
lnea, Parmentier62 explica que las comisiones de la verdad y de la reconciliacin
pueden compararse con la justicia reparadora por varias razones. Consideran que el
crimen es, sobre todo, una violacin de los derechos humanos y se proponen sanar
y rehabilitar a las personas afectadas por el crimen. Incentivan la participacin de
todos los interesados en la resolucin de los conflictos, subrayan las responsabilida-
des de los que cometieron los crmenes y, al hacerlo, no slo favorecen la expresin
de la experiencia personal de las vctimas y el reconocimiento de su victimizacin,
sino que tambin ayudan a restablecer la dignidad respecto de los perpetradores.
Permiten comprender mejor por qu los perpetradores actuaron como lo hicieron,
as como, ante todo, la ndole de las estructuras sociopolticas que permitieron la
comisin de esos actos. Estas prcticas pueden conducir a la reconstruccin de la
memoria colectiva de un pas y al entendimiento entre todas las partes involucra-
das, as como a recomendaciones sobre la forma de mejorar el funcionamiento de
toda la sociedad, con miras a prevenir la repeticin de las violaciones graves de los
derechos humanos y de situaciones de violencia generalizada.
58 R. Lyster, Why a truth and reconciliation commission?, Current Issues in Criminal Justice, 12 (1), 2000,
pp. 11422.
59 Ibd.
60 N. Loraux, La cit divise, loubli dans la mmoire dAthnes, Payot & Rivages, Pars, 1997; P. Ricoeur, La
mmoire, lhistoire et loubli, Ed. du Seuil, Pars, 2003.
61 T. Marshall, The Evolution of Restorative Justice in Britain, European Journal of Criminal Policy and
Research, 4 (4), pp. 2143, 1996.
62 S. Parmentier, La Commission vrit et rconciliation en Afrique du Sud: possibilits et limites de justi-
ce restaurative aprs conflits politiques majeurs, en D. Salas (ed.), Victimes de guerre en qute de justice,
Collection Sciences criminelles, LHarmattan, Pars, pp. 5588, 2004.
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Junio de 2008, N. 870 de la versin original
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Mina Rauschenbach y Damien Scalia - Vctimas y justicia penal internacional:una cuestin controvertida?
69 Jacques Smelin, Purifier et dtruire: usages politiques des massacres et gnocides, Ed. du Seuil, Pars,
2005.
70 Christian-Nils Robert, Limpratif sacrificiel: justice pnale: au-del de linnocence et de la culpabilit, Ed.
den bas, Lausanne, 1986.
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SeptiembreMarzo
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de 2005
2008, N.
N. 871
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la versin
versin original
original
original
Derechos
humanos
SeptiembreSeptiembre
de 2008, N.de871
2008, N.versin
de la 871 deoriginal
la versin original
EDITORIAL
***
En este nmero de la Revista, se examina la relacin entre el derecho interna-
cional humanitario y el derecho internacional de los derechos humanos en situaciones
de conflicto armado, a la luz del criterio recientemente establecido por la Corte Inter-
nacional de Justicia en su Opinin Consultiva sobre las consecuencias jurdicas de la
construccin de un muro en el territorio palestino ocupado. La Corte seala que
... pueden presentarse tres situaciones: algunos derechos pueden estar con-
templados exclusivamente en el derecho internacional humanitario, otros
pueden estar contemplados exclusivamente en el derecho de los derechos
humanos, y otros pueden estar contemplados en ambas ramas del derecho
199
Editorial
***
***
Casi todos los Estados occidentales son partes en algn convenio regional
de derechos humanos. En los ltimos aos, el Tribunal Europeo de Derechos Huma-
nos, en particular, ha pronunciado varias sentencias que tienen repercusiones en la
lectura jurdica de las situaciones de conflicto armado y del derecho aplicable a ellas.
En especial, el Tribunal se ha declarado competente para juzgar causas incoadas por
civiles chechenos contra Rusia por violaciones de los derechos humanos durante la
segunda guerra de Chechenia y, hasta hoy, ha pronunciado 31 sentencias. En con-
traste con la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el Tribunal Europeo ha
200
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
aplicado exclusivamente las normas del Convenio Europeo para la proteccin de los
derechos humanos en situaciones que eran claramente de conflicto armado. Se ha
abstenido incluso de nombrar el derecho humanitario, probablemente para evitar
posibles problemas de competencia material. Aun as, el Tribunal Europeo no ha
evitado referirse a nociones que dimanan directamente del derecho humanitario,
como la nocin de distincin entre combatientes y civiles.
Esta cuestin tiene an ms importancia, si se tiene en cuenta que los trata-
dos de derechos humanos pueden aplicarse no slo dentro de las fronteras naciona-
les de un Estado parte, sino tambin a los actos que l cometa en otros pases, incluso
en situaciones de conflicto armado. La Corte Internacional de Justicia ha refrenda-
do el principio de aplicacin extraterritorial de los derechos humanos, subrayando
que es inadmisible que los Estados cometan en otro pas actos que estn prohibidos
en su territorio. La jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en
particular por lo que atae al concepto del control efectivo y a la cuestin de saber
si su aplicacin se limita a la detencin de personas, muestra la incertidumbre que
reina en esta zona gris. Las diferentes competencias y jurisprudencias de los rga-
nos creados por los tratados pueden afectar en forma directa la conduccin de las
hostilidades y la distribucin de funciones entre las partes aliadas en un conflicto,
sobre todo porque los actos de algunos beligerantes no estn sujetos al control de los
organismos encargados de los derechos humanos.
Otra cuestin que ha cobrado mayor importancia en los ltimos aos es el
principio de no devolucin, ya mencionado, segn el cual est prohibida la trans-
ferencia de personas de un Estado a otro si corren riesgo de sufrir violaciones de
sus derechos humanos fundamentales. Este principio se encuentra enunciado en el
derecho de los refugiados y en los tratados de extradicin, as como en el derecho
internacional humanitario y en el derecho internacional de los derechos humanos, y
es una muestra de la complementariedad de estas dos ramas del derecho. La transfe-
rencia de personas durante las operaciones multinacionales realizadas en conflictos
armados es un fenmeno cada vez ms frecuente. En esas operaciones tan comple-
jas, pueden producirse transferencias entre pases que aportan tropas o fuerzas po-
liciales, las Naciones Unidas, las organizaciones regionales y el Estado donde tienen
lugar las operaciones. La idea bsica es que no se debe transferir a una persona si hay
motivos sustanciales para creer que corre el riesgo de ser vctima de persecucin,
tortura, trato cruel, inhumano o degradante, o privacin ilcita de la libertad. En las
operaciones militares que actualmente se despliegan en Afganistn, Irak, Sudn o
Chad, la dificultad reside en encontrar soluciones prcticas para conciliar el objeto
y la finalidad de esas operaciones y sus limitaciones intrnsecas. Las fuerzas inter-
nacionales carecen de capacidad para detener a personas, no se inclinan a hacerlo,
y tienen dificultades para hacer cumplir todas las normas relativas a los derechos
humanos fundamentales en un pas extranjero afectado por la guerra, pero desde el
punto de vista jurdico, se les puede impedir entregar a los detenidos al pas que las
acoge. En todo caso, las obligaciones jurdicas que deben cumplirse en esas situacio-
nes no deberan tener el efecto pernicioso de incitar a no tomar prisioneros.
201
Editorial
***
202
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
Sin embargo, es necesario tener en cuenta el peso cada vez mayor del derecho
de los derechos humanos a causa de su carcter complementario, de la jurispruden-
cia de los tribunales de derechos humanos, y de la aplicacin extraterritorial pues
aporta una nueva dimensin a las obligaciones jurdicas de las partes en conflictos
armados y a los derechos de las vctimas de los conflictos. Las normas fundamentales
del derecho de los derechos humanos, en especial las que protegen a las personas en
situaciones de violencia (por ejemplo, las disposiciones sobre el derecho a la vida y a
la integridad fsica y psicolgica y a la dignidad, sobre el uso de la fuerza para garan-
tizar el respeto de la ley, sobre las personas dadas por desaparecidas, etc.), son compa-
rables a las normas del derecho internacional humanitario, tienen orgenes similares
y se aplican, en gran medida, a muchas de las actuales actividades del CICR. Por lo
dems, en situaciones que no llegan a ser conflictos armados, en las que las fuerzas
policiales, a veces respaldadas o reemplazadas por las fuerzas armadas, intervienen
para mantener o restablecer el orden, slo se aplican el derecho nacional y el dere-
cho de los derechos humanos, que contienen los puntos de referencia y las normas
comunes que se necesitan para intervenir ante las autoridades. En este caso, el CICR
puede hacer referencia explcita a las normas enunciadas en los tratados relativos a
los derechos humanos o a normas del derecho indicativo (soft law) para mejorar la
proteccin de las personas en el contexto especfico de sus actividades, a la vez que
reafirma su identidad, que es indisociable del derecho internacional humanitario.
Toni Pfanner
Redactor jefe
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Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
Entrevista a Luis
Alfonso de Alba*
El embajador Luis Alfonso de Alba fue el primer presidente del Consejo de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas, mandato que ejerci desde el 19 de junio de 2006
hasta el 18 de junio de 2007. Durante ese perodo, la Asamblea General encomend
al Consejo la tarea de disear las nuevas instituciones del sistema internacional de
derechos humanos, a la vez que cumpla su cometido de proteger y promover los
derechos humanos. El embajador De Alba ingres en el servicio exterior de Mxico
en 1981 y, desde 2004, es representante permanente de Mxico ante las Naciones
Unidas y otras organizaciones internacionales en Ginebra. A lo largo de su carrera,
ha participado en numerosas reuniones multilaterales, tanto internacionales como
zonales, y ocup importantes cargos, como el de presidente del Consejo de la Or-
ganizacin Internacional de las Migraciones (OIM) en sus 88 y 89 perodos de
sesiones (noviembre de 2004 a noviembre de 2005) y de la Comisin de Desarme y
Seguridad Internacional (Primer Comit) de la Asamblea General durante su 59
perodo de sesiones (2004).
***
* Realiz la entrevista Tony Pfanner, redactor jefe de la International Review of the Red Cross, el 24 de julio
de 2008.
205
Entrevista a Luis Alfonso De Alba
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Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
Estados Unidos anunci que se retiraba por completo del Consejo de Derechos
Humanos y que renunciaba a su condicin de observador. El Senado estadounidense
vot en favor de suspender la asignacin de fondos al Consejo. Cmo ha afectado
al Consejo de Derechos Humanos la retirada de Estados Unidos?
Si mal no recuerdo, Estados Unidos apoyaba la idea de que el Consejo se
transformase en uno de los rganos principales del sistema de las Naciones Unidas.
Desde el inicio de las negociaciones sobre la resolucin que instituy el Consejo,
Estados Unidos indic que deseaba que el nuevo rgano fuera mucho ms pequeo
que el actual Consejo de 47 miembros. Tuvimos en gran medida en cuenta las pre-
ocupaciones de Estados Unidos, porque aceptamos reducir el nmero de miembros
e introdujimos otros muchos cambios. Hoy es ms difcil llegar a ser miembro del
Consejo, porque hace falta un apoyo mucho mayor para ser elegido. Los Estados
deben obtener una mayora calificada de votos. Tambin solicitamos a cada pas que
base su campaa nicamente en su contribucin a la promocin y la defensa de los
derechos humanos, y en los empeos anunciados y compromisos voluntarios con-
trados al respecto. Por ltimo, la Asamblea General puede suspender los derechos
como miembro del Consejo de cualquier pas que infrinja los derechos humanos de
manera grave y sistemtica.
Esto formaba entonces parte del paquete global de disposiciones para res-
ponder a las preocupaciones de Estados Unidos tomando en consideracin las po-
siciones de pases que defendan otras opciones, como era, por ejemplo, que todos
los Estados pudieran ser miembros. No obstante, la contribucin de Estados Unidos
207
Entrevista a Luis Alfonso De Alba
a la creacin del Consejo fue sumamente til, y puedo decir con franqueza que ese
pas estaba de acuerdo con gran parte de las decisiones adoptadas para constituir este
rgano. Pero, en el ltimo momento, se opuso. Espero que Estados Unidos renuncie
a exigir la disminucin del nmero de miembros del Consejo y que se interese ms
por sus funciones. Dentro de tres aos haremos un balance de la labor del Consejo y
espero que, para ese entonces, Estados Unidos vea las cosas de otra manera.
208
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
tener una poltica comn en materia de derechos humanos, pero por otro, esa
poltica comn plasma una posicin de bloque que, obviamente, refleja el mnimo
comn denominador.
Por otra parte, los bloques son una buena herramienta para los pases
pequeos, que carecen de los recursos necesarios para ocuparse solos de varias
cuestiones a la vez. Las posiciones de grupo adoptadas por estos pequeos pases
pueden brindar una cobertura muy importante; en cierto sentido una cobertura
ofensiva.
La nica forma de reducir la importancia de la formacin de bloques es
fomentar, entre los diversos pases, el sentido de responsabilidad individual por el
futuro de los derechos humanos, tarea en la que deben participar tanto los pases
ms grandes del Consejo como los ms pequeos. Es preciso, adems, promover
los vnculos interzonales y el sentido global de la responsabilidad; que es lo que
hemos hecho dentro de los lmites del Consejo. Los principios constitutivos del
Consejo nos obligan a hacerlo, en virtud de la regla del consenso. Por eso procu-
ramos, en cada zona, determinar pases que puedan interactuar con otras zonas y
promover as el sentido de la responsabilidad; en primer lugar, una responsabili-
dad individual y despus colectiva.
209
Entrevista a Luis Alfonso De Alba
Cree usted que hay pases que perciben los derechos humanos como una amenaza a su
desarrollo o a su cultura?
No hay pas alguno, sea desarrollado o en desarrollo, que no trate con prudencia
el tema de los derechos humanos. Los derechos humanos afectan a la relacin entre el
ciudadano y el Estado, y todos los Estados tienen cierta aprensin a este tema. No es ste
un asunto como el desarrollo, en el que se puede argumentar que el Gobierno ha tomado
una medida equivocada o acertada. Aunque la de los derechos humanos es una cuestin
que se puede debatir con el Gobierno, cuando estn en juego derechos fundamentales y
bsicos, el Estado defiende a menudo posiciones contrarias a las de sus propios ciudada-
nos. La nica solucin consiste en decir que hay algunos valores que no son necesaria-
mente universales. Sin embargo, siempre hemos aceptado que algunos valores son uni-
versales, ya que hemos aceptado la Declaracin Universal, hemos adoptado soluciones
universales y hemos desarrollado el sistema. As pues, hay una contradiccin intrnseca
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Entrevista a Luis Alfonso De Alba
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Entrevista a Luis Alfonso De Alba
como rgano rector de la Oficina. En el otro extremo, otros desearan que la Oficina
sea independiente y autnoma, y que no est vinculada al Consejo o, al menos, que
ese vnculo no sea estrecho. Ambos extremos son indefendibles. En la resolucin que
estableci la Oficina del Alto Comisionado no se menciona la independencia; no es
una Oficina autnoma, sino que forma parte de la Secretara de la ONU.
Son las actividades del Consejo una duplicacin de las de la Tercera Comisin
(Comisin de Asuntos Sociales, Humanitarios y Culturales) de la Asamblea General?
Algunos proponan que la Tercera Comisin dejara de ocuparse por com-
pleto de los derechos humanos, porque el Consejo la reemplazara en este mbito.
Otra posicin, menos extrema, y que sera para m ms aceptable, sostiene que es
necesario dividir las tareas entre el Consejo y la Tercera Comisin. Podemos apro-
vechar dos elementos de la Tercera Comisin. El primero es que se rene en Nueva
York, por lo cual se encuentra ms cerca de los rganos polticos de las Naciones
Unidas, como la Asamblea General, el Consejo de Seguridad y el Secretario General.
El segundo aspecto es que, contrariamente a lo que sucede en el Consejo, la compo-
sicin de la Tercera Comisin es universal: todos los pases pueden ser miembros.
Teniendo en cuenta estos dos elementos, es posible concebir una divisin de tareas
en funcin de los asuntos que puedan ser mejor tratados por la Tercera Comisin o
por el Consejo.
Incluso as, en muchos casos, las mismas personas participan tanto en el Consejo
como en la Tercera Comisin.
No, en la mayora de los casos no es as. Slo unos pocos pases desarro-
llados envan las mismas personas a ocuparse de los derechos humanos. La mayor
parte de los pases tienen delegaciones y enfoques diferentes. A veces, se tiene la
impresin de tratar con dos pases distintos, porque no hay comunicacin entre las
delegaciones que se encuentran en Ginebra y en Nueva York.
Habra que determinar cules son las cuestiones que incumben a la Tercera
Comisin, y quienes lo hacen son principalmente los funcionarios generales de los
Gobiernos. Lo que ocurre es que algunos pases al comienzo, principalmente los
pases del grupo africano, y actualmente tambin varios pases occidentales de-
sean que la Tercera Comisin controle al Consejo de Derechos Humanos, que se
site en una especie de nivel superior, que supervise, que pueda modificar las po-
siciones del Consejo. Sin embargo, esto equivaldra a menoscabar la autoridad del
Consejo y reducira drsticamente las posibilidades de que el Consejo llegue a ser en
el futuro uno de los principales rganos de las Naciones Unidas.
Se estn convirtiendo los derechos humanos en uno de los pilares del sistema
internacional?
La decisin poltica de transformar los derechos humanos en uno de los
tres pilares de la accin colectiva ya se ha tomado, pero su aplicacin sigue siendo
214
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
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Entrevista a Luis Alfonso De Alba
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Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
Afinidades electivas?
Los derechos humanos y
el derecho humanitario
Cordula Droege*
La doctora Cordula Droege es asesora jurdica en la Divisin
Jurdica del Comit Internacional de la Cruz Roja.
Resumen
En general, la interaccin entre el derecho internacional humanitario y el derecho in-
ternacional de los derechos humanos se caracteriza por la complementariedad y la
influencia mutua. Pero, en algunos casos, cuando hay una contradiccin entre ambos
ordenamientos jurdicos, tiene primaca la norma ms especfica (lex specialis). La au-
tora analiza en qu situaciones cada uno de esos derechos es ms especfico y examina
los procedimientos correspondientes, en particular las normas que rigen las investiga-
ciones de presuntas violaciones, el acceso a la justicia de las presuntas vctimas y las
reparaciones en caso de infracciones.
***
Tradicionalmente, el derecho internacional de los derechos humanos
(DIDH)1 y el derecho internacional humanitario (DIH)2 son dos ordenamientos
jurdicos distintos, con mbitos y orgenes distintos, que durante mucho tiempo
evolucionaron sin influirse mutuamente demasiado. Pero esto ha cambiado. Un
breve recorrido por los desarrollos histricos y los casos recientes muestra que,
* Las opiniones expresadas en este artculo corresponden a la autora y no necesariamente reflejan las del
CICR. Algunos fragmentos de este artculo fueron tomados de "The Interplay between International Hu-
manitarian Law and International Human Rights Law in Situations of Armed Conflict", Israel Law Review,
vol. 40 (2007), pp. 310-355.
1 En las pginas que siguen, utilizaremos de modo indistinto las expresiones derecho internacional de los
derechos humanos, derecho de los derechos humanos y derechos humanos.
2 En las pginas que siguen, utilizaremos de modo indistinto las expresiones derecho internacional huma-
nitario, derecho humanitario y derecho de los conflictos armados.
217
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
3 V., por ejemplo, Informe de la Comisin Europea de Derechos Humanos, Cyprus v. Turkey, Solicitud N
6780/74 y 6950/75, Comisin Europea de Derechos Humanos, Decisions and Reports (en adelante, DR)
125; Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Cyprus v. Turkey, fallo del 10 de mayo de 2001, Reports of
Judgments and Decisions en adelante, Reports, 2001-IV.
4 Michael Bothe, The historical evolution of international humanitarian law, international human rights
law, refugee law and international criminal law , en Horst Fischer, Ulrike Froissart, Wolff Heintschel von
Heinegg y Christian Raap (eds.), Crisis Management And Humanitarian Protection, Berliner Wissens-
chafts-Verlag, Berln, 2004, p. 37.
218
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
5 V. una breve resea en Louise Doswald-Beck y Sylvain Vit, El derecho internacional humanitario y el
derecho de los derechos humanos, Revista Internacional de la Cruz Roja, marzo-abril de 1993, p. 99 y ss.
6 V., por ejemplo, el Cdigo de Lieber, United States War Department, Instructions for the Government of
Armies of the United States in the Field, General Orders N 100, 24 de abril de 1863, reimpreso en Dietrich
Schindler y Jiri Toman (eds.), The Laws of Armed Conflicts, tercera edicin (1988).
7 Expresin utilizada por primera vez como lema en la portada de Mmorial des vingt-cinq premires
annes de la Croix-Rouge, 18631888, publicado por el Comit Internacional de la Cruz Roja con ocasin
del 25 aniversario de la fundacin del Comit; la frase fue adoptada por el Comit el 18 de septiembre de
1888 por sugerencia de Gustave Moynier. Es el lema actual del Comit Internacional de la Cruz Roja; v.
Estatutos del Comit Internacional de la Cruz Roja, 1973, art. 3(2).
8 V. Convenio de Ginebra (I) para aliviar la suerte que corren los heridos y los enfermos de las fuerzas arma-
das en campaa, 12 de agosto de 1949, 75 UNTS 31 (en adelante, I Convenio de Ginebra); Theodor Meron
On the inadequate reach of humanitarian and human rights law and the need for a new instrument,
American Journal of International Law, vol. 77 (1983), p. 592.
219
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
9 Theodor Meron, The humanization of humanitarian law, American Journal of International Law, vol. 94
(2000), p. 243.
10 Robert Kolb, Relaciones entre el derecho internacional humanitario y los derechos humanos, Revista
Internacional de la Cruz Roja, N 147, septiembre de 1998, disponible en www.cicr.org/spa/revista.
11 Johannes Morsink, World War Two and the Universal Declaration, Human Rights Quarterly, vol. 15,
1993, p. 358.
12 Reimpreso en Dietrich Schindler y Jiri Toman (eds.), Droit des Conflits Arms, 1996, p. 251.
220
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
Por otro lado, en las Naciones Unidas, los Estados lentamente comenza-
ron a subrayar la importancia de los derechos humanos en los conflictos armados.
Ya en 1953, la Asamblea General mencion los derechos humanos en relacin con
el conflicto coreano13. Tras la invasin de Hungra por las tropas soviticas en
1956, el Consejo de Seguridad de la ONU inst a la Unin Sovitica y a las au-
toridades de Hungra a que respetenel goce por parte del pueblo hngaro de
los derechos humanos y las libertades fundamentales14. La situacin en Oriente
Medio, en particular, impuls el debate sobre los derechos humaos en situaciones
de conflicto armado.
En 1967, el Consejo de Seguridad, con respecto a los territorios ocupados
por Israel despus de la guerra de los seis das, dio a conocer abiertamente su con-
sideracin de que los derechos humanos esenciales e inalienables deben respetarse
incluso durante las vicisitudes de la guerra15. Un ao ms tarde, la Conferencia
Internacional de Derechos Humanos de Tehern marc un paso decisivo por el
cual la ONU acept, en principio, la aplicacin de los derechos humanos en los
conflictos armados. La primera resolucin de la Conferencia Internacional, titulada
Respeto y aplicacin de los derechos humanos en los territorios ocupados, inst a
Israel a aplicar tanto la Declaracin Universal de Derechos Humanos y los Conve-
nios de Ginebra en los territorios palestinos ocupados16. Luego se adopt la reso-
lucin titulada Respeto de los derechos humanos en los conflictos armados, que
afirm que incluso durante los perodos de conflictos armado deben prevalecer los
principios humanitarios. Fue reafirmada por la Resolucin 2444 de la Asamblea
General del 19 de diciembre de 1968 con el mismo ttulo, en la que se solicita al
secretario general que elabore un informe sobre las medidas que deben adoptarse
para la proteccin de todas las personas en tiempo de conflicto armado. Sus dos
informes concluyeron que los instrumentos de derechos humanos, especialmente el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos (PIDCP), que no haba entrado
en vigor por entonces, conferan una proteccin ms amplia a las personas en tiem-
po de conflicto armado que los Convenios de Ginebra solos17. El secretario general
mencion incluso el sistema de informacin por los Estados previsto en el Pacto,
que todava no estaba en vigor, ya que consider que poda ser de ayuda en relacin
con perodos de conflicto armado18, es decir que anticipaba la prctica posterior
del Comit de Derechos Humanos.
13 Cuestin de las atrocidades cometidas por las fuerzas comunistas de Corea del Norte y comunistas chinas
contra los prisioneros de guerra de las Naciones Unidas en Corea, Res. AG 804 (VIII), Doc. ONU A/804/
VIII, 3 de diciembre de 1953 (sobre el trato de los soldados y los civiles capturados en Corea por las fuerzas
chinas y norcoreanas).
14 Res. AG 1312 (XIII), Doc. ONU A/38/49, 12 de diciembre de 1958. Traduccin CICR.
15 Res. CS 237, prr. preambular 1(b), Doc. ONU A/237/1967, 14 de junio de 1967; v. tambin Res. AG 2252
(ES-V), Doc. ONU A/2252/ESV, 4 de julio de 1967, relativo a esta resolucin.
16 Final Act of the International Conference on Human Rights, Doc. ONU A/Conf.32/41, 22 de abril-13 de
mayo de 1968. Traduccin CICR.
17 Report on Respect for Human Rights in Armed Conflict, Doc. ONU A/7720, 20 de noviembre de 1969, esp.
cap. 3; Report on Respect for Human Rights in Armed Conflict, prrs. 2029, anexo 1, Doc. ONU A/8052,
18 de septiembre de 1970.
18 Ibd., prr. 29.
221
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
19 Res. AG 2675 (XXV), Principios bsicos para la proteccin de las poblaciones civiles en los conflictos
armados, 9 de diciembre de 1970.
20 G. I. A. D. Draper, The relationship between the human rights regime and the laws of armed conflict,
Israel Yearbook on Human Rights, vol. 1 (1971), p. 191.
21 Art. 72 del Protocolo adicional I a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 relativo a la protec-
cin de las vctimas de los conflictos armados internacionales, 12 de diciembre de 1977, 1125 UNTS 3 (en
adelante, Protocolo adicional I); Prembulo del Protocolo adicional II a los Convenios de Ginebra del 12
de agosto de 1949 relativo a la proteccin de las vctimas de los conflictos armados sin carcter internacio-
nal, 12 de diciembre de 1977, 1125 UNTS 609 (en adelante, Protocolo adicional II).
22 CICR, Proyecto de Protocolos adicionales a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949, Comen-
tario 131, 1973; v. tambin Jean Pictet, Humanitarian Law and the Protection of War Victims, Sijthoff D.
Henry Dunant Institute, Leyden/Ginebra 1975, p. 15. Puede suponerse que el CICR tambin tuvo motivos
institucionales para mantenerse apartado de los derechos humanos, que se asociaban con los organismos
politizados de la ONU.
23 Yves Sandoz, Christophe Swinarski y Bruno Zimmermann (eds.), Comentario del Protocolo del 8 de junio
de 1977 adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 relativo a la proteccin de las vcti-
mas de los conflictos armados sin carcter internacional (Protocolo II) y del artculo 3 de estos Convenios,
Plaza y Jans, CICR, Bogota. 1998. V. en particular el apartado 4429.
222
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
24 Res. CS 1019, Doc. ONU S/RES/1019 (9 de noviembre de 1995) y Res. CS 1034, Doc. ONU S/RES/1034 (21
de diciembre de 1995) (en relacin con ex Yugoslavia); Res. CS. 1635, Doc. ONU S/RES/1635 (28 de octubre
de 2005) y Res. CS. 1653, Doc. ONU S/RES/1653 (27 de enero de 2006) (regin de los Grandes Lagos).
25 Res. AG. 2546 (XXIV), Doc. ONU A/RES/2546/XXIV (11 de diciembre de 1969) (territorios ocupados
por Israel); Res. AG. 3525 (XXX), Doc. ONU A/RES/3525/XXX (15 de diciembre de 1975)( territorios
ocupados por Israel); Res. AG. 50/193, Doc. ONU A/RES/50/193 (22 de diciembre de 1995)(ex Yugosla-
via); Res. AG. 3525 (XXX), Doc. ONU A/3525 (15 de diciembre de 1975)(territorios ocupados por Israel);
Res. AG. 46/135, Doc. ONU A/RES/46/135 (19 de diciembre de 1991) (Kuwait bajo ocupacin iraqu); Res.
AG. 52/145, Doc. ONU A/RES/52/145 (12 de diciembre de 1997)(Afganistn).
26 Comisin de Derechos Humanos, Resoluciones y Decisiones, v., por ejemplo, Doc. ONU E/CN.4/1992/84
(3 de marzo de 1992) (Irak); E/CN.4/2003/77 (25 de abril de 2003) (Afganistn), A/E/CN.4/RES/2003/16
(17 de abril de 2003) (Burundi); E/CN.4/RES/2001/24 (20 de abril de 2001) (Federacin de Rusia); /CN.4/
RES/2003/15 (17 de abril de 2003) (Congo); e informes a la Comisin de Derechos Humanos: OHCHR/
STM/CHR/03/2 (2003) (Colombia); OHCHR/STM/CHR/03/3 (2003) (Timor-Leste); v. tambin el Infor-
me del Relator Especial de la Comisin de Derechos Humanos de la ONU sobre la situacin de los dere-
chos humanos en el Kuwait bajo la ocupacin iraqu, Doc. ONU E/CN.4/1992/26 (16 de enero de 1992).
27 Secretario general, Informe sobre la marcha de UNOMIL, Doc. ONU S/1996/47, 23 de enero de 1996.
28 Secretario general, Informe sobre la marcha de UNOMSIL, Doc. ONU S/1998/750, 12 de agosto de 1998.
29 Resolucin de la Comisin de Derechos Humanos, Doc. ONU E/CN.4/S5/1, 19 de octubre de 2000.
30 Resolucin de la Comisin de Derechos Humanos, Doc. ONU E/CN.4/1991/74, 6 de marzo de 1991.
31 Res. CS. 1649, Doc. ONU S/RES/1649, 21 de diciembre de 2005 (La situacin relativa a la Repblica De-
mocrtica del Congo), prrafos 4 y 5 del prembulo.
32 Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos, art. 4, 16 de diciembre de 1966, 99 UNTS 171; Con-
venio Europeo para la Proteccin de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales, art. 15, 213
UNTS 222, 3 de septiembre de 1953; Convencin Americana sobre Derechos Humanas, art. 27, 1144
UNTS 123, 22 de noviembre de 1969. El art. 27 de la Convencin Americana est redactado de forma
prcticamente idntica al art. 4 del PIDCP; v. tambin Doc. ONU E/CN.4/SR.195, 1950, prr. 23; Doc.
ONU E/CN.4/SR.196, 1950, prr. 3; Doc. ONU E/CN.4/SR.196, 1950, prr. 5. La omisin del trmino gue-
rra en el PIDCP no significa que las derogaciones no se referan a las situaciones de conflicto armado, tal
como lo demuestra la historia de su redaccin. En realidad, quienes elaboraron el proyecto incluyeron una
clusula de no discriminacin en el artculo 4, pero deliberadamente excluyeron la discriminacin por la
nacionalidad a fin de permitir las discriminacin contra enemigos extranjeros, UN SCOR, 14 perodo de
sesiones, , Sup. N 4, prrs. 279280; Doc. ONU E/2256-E/CN.4/669, 1952. V. tambin Doc. ONU A/C.3/
SR.1262, 1963, donde se subray que el artculo 4 slo podra aplicarse dentro del territorio de un Estado
(Rumania), prr. 46, Doc. ONU A/C.3/SR.1261, 1963.
223
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
33 Convencin sobre los derechos del nio de 1989, art. 38, 20 de noviembre de 1989, 1577 UNTS 3.
34 Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, 2187 UNTS 3, 1 de julio de 2002.
35 Protocolo facultativo de la Convencin de los derechos de los nios relativo a la participacin de los nios
en conflictos armados, 2000, 1577 UNTS 3, 20 de noviembre de 1989.
36 Adoptados por la Res. AG. 60/147 del 16 de diciembre de 2006, Doc. ONU A/RES/60/147, 21 de marzo de 2006.
37 Adoptada por la Res. AG. 61/106, Doc. ONU A/RES/61/106, 13 de diciembre de 2006, v. esp. el art. 11.
38 Observaciones finales: Repblica Democrtica del Congo, Doc. ONU CCPR/C/COD/CO/3, 26 de abril de
2006; Blgica, Doc. ONU CCPR/CO/81/BEL, 12 de agosto de 2004; Colombia, Doc. ONU CCPR/CO/80/COL,
26 de mayo de 2004; Sri Lanka, Doc. ONU CCPR/CO/79/LKA, 1 de diciembre de 2003; Israel, Doc. ONU
CCPR/CO/78/ISR, 21 de agosto de 2003; Guatemala, Doc. ONU CCPR/CO/72/GTM, 27 de agosto de 2001;
Holanda, Doc. ONU CCPR/CO/72/NET, 27 de agosto de 2001; Blgica, 14, Doc. ONU CCPR/C/79/Add.99,
19 de noviembre de 1998; Israel, Doc. ONU CCPR/C/79/Add.93, 18 de agosto de 1998; Estados Unidos de
Amrica, Doc. ONU CCPR/C/USA/CO/3/Rev1, 18 de diciembre de 2006; Reino Unido, Doc. ONU CCPR/C/
GBR/CO/6, 30 de julio de 2008; Sarma v. Sri Lanka, Doc. ONU CCPR/C/78/D/950/2000, 31 de julio de 2003;
Bautista v. Colombia, Doc. ONU CCPR/C/55/D/563/1993, 13 de noviembre de 1995; Guerrero v. Colombia,
Comunicacin N R.11/45, Doc. ONU Sup. N 40(A/37/40), 31 de marzo de 1982.
39 Comit de Derechos Econmicos, Sociales y Culturales, Observaciones Finales: Colombia, Doc. ONU
E/C.12/1/Add.74, 30 de noviembre de 2001; Guatemala, Doc. ONU E/C.12/1/Add.93, 12 de diciembre de
2003; Israel, Doc. ONU E/C.12/1/Add.90, 30 de marzo de 1998.
40 Comit para la Eliminacin de la Discriminacin Racial: Observaciones Finales, Israel, Doc. ONU CERD/
C/304/Add.45, 30 de marzo de 1998.
41 Comit para la Eliminacin de la Discriminacin contra la Mujer, Observaciones Finales: Sri Lanka, prrs. 256-
302, Doc. ONU A/57/38 (Parte I), 7 de mayo de 2002; Repblica Democrtica del Congo, prrs. 194-238, Doc.
ONU A/55/381, febrero de 2000; Colombia, prrs. 337-401, Doc. ONU A/54/38, 4 de febrero de 1999.
42 Comit de los Derechos del Nio, Observaciones Finales: Repblica Democrtica del Congo, Doc. ONU
CRC/C/15/Add.153, 9 de julio de 2001; Sri Lanka, Doc. ONU CRC/C/15/Add.207, 2 de julio de 2003;
Colombia, Doc. ONU CRC/C/COL/CO/3, 8 de junio de 2006.
224
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
43 V., por ejemplo, Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Isayeva, Yusupova and Bazayeva v. Russia, fallo
del 24 de febrero de 2005; Isayeva v. Russia, fallo del 24 de febrero de 2005; Ergi v. Turkey, fallo del 28 de
julio de 1998; Reports 1998-IV; Ahmet O zkan and others v. Turkey, fallo del 6 de abril de 2004.
44 Cyprus v. Turkey, nota 3 supra; para una resea, v. Aisling Reidy, El enfoque de la Comisin y del Tribunal
Europeos de Derechos Humanos sobre el derecho internacional humanitario, Revista Internacional de la
Cruz Roja, N. 147, septiembre de 1998, disponible en www.cicr.org/spa/revista.
45 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Bmaca Velsquez c. Guatemala, sentencia del 25 de no-
viembre de 2000, Serie C N 70, prr. 209; Comisin Interamericana de Derechos Humanos, Coard c. Esta-
dos Unidos de Amrica, Caso 10.951, OEA Doc. OEA/ser.L/V/II.106.doc.3rev, 1999, prr. 37; Alejandre c.
Cuba, Caso 11.589, Informe N 86/99, OEA/Ser.L/V/II.106 Doc. 3 rev, 1999; Victor Saldao c. Argentina,
Informe N 38/99, OEA/Ser.L/V/II.95, Doc. 7 rev en 289, 1998, prr. 18; Rafael Ferrer-Matorra y otros c.
Estados Unidos, Caso N 9903, Informe N 51/01, OEA/Ser.L/V/II111, Doc. 20 rev 289, 1980, prr. 179;
Pedido de medidas cautelares sobre los detenidos en Guantnamo, Cuba, Decisin del 12 de marzo de
2002, 41 ILM 532.
46 Corte Internacional de Justicia (en adelante, CIJ), Legality of the Threat or Use of Nuclear Weapons, Opi-
nin Consultiva del 8 de Julio de 1996, 1996, ICJ Reports, p. 226, prr. 25 (en adelante, caso de las armas
nucleares).
225
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
47 CIJ, Opinin Consultiva de la Corte Internacional de Justicia sobre las consecuencias jurdicas de la cons-
truccin de un muro en el territorio palestino ocupado, Opinin Consultiva del 9 de julio de 2004, 2004,
ICJ Reports, p. 136, prr. 206 (en adelante, caso del muro).
48 CIJ, Case Concerning Armed Activities on the Territory of the Congo (DRC v. Uganda), fallo del 19 de
diciembre de 2005, prr. 216 (en adelante, RDC c. Uganda).
49 Como sostuvo Michael J. Dennis en Application of human rights treaties extraterritorially in times of
armed conflict and military occupation, American Journal of International Law, vol. 99 (2005), p. 122.
226
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
En virtud del prrafo 1 del artculo 2, los Estados Parte deben respetar y
garantizar los derechos reconocidos en el Pacto a todas las personas que se
encuentren en su territorio y a todas las que estn sujetas a su jurisdiccin.
Esto significa que un Estado Parte debe respetar y garantizar los derechos
50 Observacin general 31, Naturaleza de la obligacin jurdica general impuesta a los Estados Partes en el
Pacto, Doc. ONU CCPR/C/21/Rev1/Add.13, 26 de mayo de 2004, prr. 10.
51 Lpez Burgos c. Uruguay, Doc. ONU CCPR/C/13/D/52/1979, 29 de julio de 1981; v. tambin Celiberti c.
Uruguay, Doc. ONU CCPR/C/13/D/56/1979, 29 de julio de 1981.
52 Lpez Burgos c. Uruguay, nota 51 supra, prr. 12.3; Celiberti c. Uruguay, nota 51 supra, prr. 10.3.
53 Comit de Derechos Humanos, Observaciones Finales sobre Chipre, Doc. ONU CCPR/C/79/Add.39, 21
de septiembre de 1994, prr. 3; Observaciones Finales sobre Israel, Doc. ONU CCPR/C/79/Add.93, 18 de
agosto de 1998, prr. 10; Observaciones Finales sobre Israel, Doc. ONU CCPR/CO/78/ISR, 21 de agosto
de 2003, prr. 11.
54 Observaciones Finales sobre Blgica, Doc. ONU CCPR/C/79/Add.99, 19 de noviembne de 1998, prr. 14;
Holanda, Doc. ONU CCPR/CO/72/NET, 27 de agosto de 2001, prr. 8; Blgica, CCPR/CO/81/BEL, 12 de
agosto de 2004, prr. 6.
227
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
228
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
Estados Unidos adopt la opinin de que la enmienda era necesaria para de-
jar en claro que un Estado no estaba obligado a promulgar legislacin respecto de sus
nacionales que se encontraran fuera de su territorio61. El Reino Unido sigui la misma
lnea y afirm que hay casos en que esos nacionales estn, para algunos fines, sujetos
a su jurisdiccin, pero las autoridades del pas extranjero intervendran en caso de que
alguno de ellos cometiera algn delito62.
Sin embargo, con respecto a las tropas mantenidas por un Estado en zonas ex-
tranjeras, la seora Roosevelt afirm que aunque se las mantenga en el extranjero, esas
tropas siguen estando sujetas a la jurisdiccin del Estado63.
Considerando estos intercambios, queda claro que es de poca ayuda recurrir a
los trabajos preparatorios. En realidad, lo que no deja dudas es que la enmienda de en
su territorio fue aadida a fin de que constituyera un requisito acumulativo junto con
el requisito de la jurisdiccin, pero las razones de la enmienda estn vinculadas a situa-
ciones muy precisas. Exista el temor de que surgiera un conflicto entre las jurisdicciones
de Estados soberanos; no haba razn para que un Estado interviniera en el territorio de
otro Estado si este ltimo tena los medios de hacer respetar los derechos humanos. Esto
es un escenario totalmente diferente del que se sostiene en el caso Lpez Burgos o en
situaciones de ocupacin, en los que la autoridad del Estado ocupado ha desaparecido y
ha sido reemplazada por la del Estado ocupante.
De modo que el enfoque del Comit de Derechos Humanos y la Corte Interna-
cional de Justicia puede justificarse de varias maneras. Conforme al artculo 31(1) de la
Convencin de Viena sobre el derecho de los tratados, un tratado deber interpretarse
de buena fe conforme al sentido corriente que haya de atribuirse a los trminos del tra-
tado en el contexto de estos y teniendo en cuenta su objeto y fin. El Comit de Derechos
Humanos parece haber adoptado ese enfoque en sus recientes observaciones, en la me-
60 Acta resumida de la 138a reunin, UN ECOSOC, Comisin de Derechos Humanos, Doc. ONU E/CN.4/
SR.138, 6 de abril de 1950, p. 10; v. tambin Acta resumida de la 139a reunin, E/CN.4/SR.193, 26 de mayo de
1950, prr. 53 y Acta resumida de la 194a reunin, E/CN.4/SR.194, 25 de mayo de 1950, prrs. 14, 16, 25.
61 Doc. ONU E/CN.4/SR.329, p. 10; v. tambin Acta resumida de la 139a reunin y de la 194a reunin, Doc.
ONU E/CN.4/SR.194, 25 de mayo de 1950, prr. 16.
62 Doc. ONU E/CN.4/SR.329, p. 12.
63 Acta resumida de la 194a reunin, E/CN.4/SR.194, 25 de mayo de 1950, prr. 32.
229
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
230
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
68 Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Loizidou v. Turkey (Objeciones preliminares), fallo del 23 de
marzo de 1995, Serie A N 310, prr. 62; Loizidou v. Turkey, fallo del 18 de diciembre de 1996, Informes
1996-VI, prr. 56; Cyprus v. Turkey, Solicitud N 25781/99 nota 3 supra, prr. 77.
69 Cyprus v. Turkey, nota 3 supra, prr. 78.
70 Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Bankovic and others v. Belgium and others, nota 67 supra, prr. 75.
71 Ibd., prr. 80.
72 V. la severa crtica del fallo Bankovic efectuada por Luigi Condorelli, La protection des droits de lHomme
lors dactions militaires menes ltranger, Collegium 32 (2005), p. 100.
231
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
En el caso Ocalan, como en el caso Issa, el Tribunal reconoci que los Es-
tados tienen jurisdiccin sobre personas que estn en el territorio de otro Estado
pero que estn en poder de funcionarios de su propio Estado. Es interesante sea-
lar que en su justificacin el Tribunal se bas en la jurisprudencia del Comit de
Derechos Humanos en el caso Lpez Burgos y en la de la Comisin Interamericana
de Derechos Humanos. Sostuvo que la responsabilidad deriva del hecho de que
el artculo 1 del Convenio no puede interpretarse de tal forma de permitir que
un Estado Parte cometa violaciones del Convenio en el territorio de otro Estado,
violaciones que no podra cometer en su propio territorio75. Este argumento no se
limit al espacio jurdico europeo.
Es difcil reconciliar el fallo Bankovic con la jurisprudencia posterior del
Tribunal. Una manera de interpretar la decisin del caso Bankovic es que el Tribu-
nal simplemente no hall que el Estado tuviera control efectivo sobre el territorio
o sobre las personas, de modo tal que no haba jurisdiccin en virtud del artculo
2 del Convenio Europeo de Derechos Humanos. Sin embargo, esto no explica el
argumento sobre el espacio jurdico europeo. Otra manera de tratar de hallar cohe-
rencia en la jurisprudencia es seguir la postura de la Cmara de los Lores del Reino
Unido en el caso Al-Skeini. La Cmara de los Lores, tras revisar la jurisprudencia
del Tribunal Europeo76, bas sus consideraciones en el caso Bankovic como caso
73 Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Ocalan v. Turkey, fallo del 12 de marzo de 2003, prr. 93.
74 Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Issa and others v. Turkey, fallo del 16 de noviembre de 2004,
prr. 71; v. tambin Isaac and others v. Turkey, Solicitud N 44587/98, decisin sobre la admisibilidad del
28 de septiembre de 2008, p. 19.
75 Issa and others v. Turkey, nota 74 supra, prr. 71.
76 Incluido casos como Snchez Ramrez v. France, 86-A DR 155, 1996; Freda v. Italy, 21 DR 250, 1980; Hess
v. the United Kingdom, 2 DR 72, 1975.
232
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
77 Como se describe en Bankovic and others v. Belgium and others, nota 67 supra, prr. 73.
78 Cmara de los Lores, Al-Skeini and others v. Secretary of State for Defence, fallo del 13 de junio de 2007,
[2007] UKHL 26, prrs. 6183, 91, 105132; la Sala de Apelaciones haba interpretado que la jurispruden-
cia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos era ms amplia y abarcaba tanto el control general sobre
un territorio y sobre una persona; R v. the Secretary of State for Defence, ex parte Al-Skeini and others, fallo
del 21 de diciembre de 2005, [2005] EWCA Civ 1609, prrs. 62112.
79 Comunicado de prensa publicado por la Secretara, European Court of Human Rights grants requests for
interim measures, N 581, 12 de agosto de 2008.
80 Sir Elihu Lauterpacht y Daniel Bethlehem, The scope and content of the principle of non-refoulement:
opinion, en Erika Feller, Volker Trk y Frances Nicholson (eds.), Refugee Protection in International Law:
UNHCRs Global Consultations On International Protection, 87, 2003, prr. 67.
233
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
81 Para un panorama de la jurisprudencia, v. Cristina Cerna Extraterritorial application of the human rights
instruments of the Inter-American systemen Fons Coomans y Menno Kamminga (eds.), Extraterritorial
Application of Human Rights Treaties, 2004, pp. 141-174, y Douglas Cassel, ibd., pp. 175-181.
82 Coard. c. Estados Unidos, nota 45 supra, prr. 37.
83 Salas c. Estados Unidos, Informe N 31/93, Caso N 10.573, 14 de octubre de 1993, Informe Anual 1993,
OEA/Ser.L/V85, Doc. 9 rev., 11 de febrero de 1994, prr. 6.
84 Informe sobre la situacin de los derechos humanos en Chile, OEA/Ser.L/V/II.66, Doc. 17, 9 de septiem-
bre de 1985, cap. III, prrs. 81-91, 181.
85 Segundo informe sobre la situacin de los derechos humanos en Surinam, OEA/Ser.L/V/II.66, doc.21 rev
1, 2 de octubre de 1985, cap. V, E.
234
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
86 Report of the Working Group on A Draft Convention against Torture and Other Cruel, Inhuman or De-
grading Treatment or Punishment, Doc. ONU E/CN.4/L.1470, 12 de marzo de 1979, prr. 32; Francia
propuso que la expresin en su jurisdiccin se reemplazara por en su territorio en todo el proyecto, E/
CN.4/1314, prr. 54.
87 Conclusiones y recomendaciones del Comit contra la Tortura, Reino Unido de Gran Bretaa e Irlanda
del Norte, Doc. ONU CAT/C/CR/33/3, 10 de diciembre de 2004, prr. 14.
88 Comit contra la Tortura, Informe Sumario de la 703a reunin, Doc. ONUCAT/C/SR.703, 14 de mayo de
2006, prr. 14.
89 Lo mismo sucede con la Convencin para la eliminacin de todas las formas de discriminacin racial y la
Convencin para la eliminacin de todas las formas de discriminacin contra la mujer.
90 Caso del muro, nota 47 supra, prr. 112.
91 Comit de los Derechos del Nio, Observaciones finales sobre Israel, Doc. ONU CRC/C/15/Add.195, 9 de
octubre de 2002; caso del muro, nota 47 supra, prr. 113.
92 CIJ, Case Concerning Application of the International Convention on the Elimination of All Forms of Ra-
cial Discrimination (Georgia v. Russian Federation), Request for the Indication of Provisional Measures,
orden del 15 de octubre de 2008, prr. 109.
235
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
93 Resolucin interina ResDH (2005) 44, relativa al fallo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos del 10
de mayo de 2001 en el caso de Chipre contra Turqua (adoptado por el Comit de Ministros el 7 de junio
de 2005, en la 928 reunin de los viceministros).
94 Resolucin interina ResDH (2006) 26, relativa al fallo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos del 8
de julio de 2004 (Cmara Grande) en el caso de Ilascu y otros contra Moldova y la Federacin de Rusia
(adoptado por el Comit de Ministros el 10 de mayo de 2006 en la 964 reunin de los viceministros).
95 Res. AG 1312 (XIII), 12 de diciembre de 1958. V. nota 14 supra.
96 Res. CS 237 (1967) del 14 de junio de 1967, prr. prembulo 2. V. nota 5 supra.
97 Doc. ONU S/RES/1649 del 21 de diciembre de 2005.
98 V. notas 30 y 31 supra.
99 V. Respuestas presentadas por el Gobierno de los Pases Bajos en relacin con las preocupaciones expre-
sadas por el Comit de Derechos Humanos en sus observaciones finales, CCPR/CO/72/NET, 29 de abril
de 2003; Segundo informe peridico de Israel al Comit de Derechos Humanos, Doc. ONU CCPR/C/
ISR/2001/2, 4 de diciembre de 2001, prr. 8; Segundo informe peridico de Israel al comit de Derechos
Econmicos, Sociales y Culturales, Doc. ONU E/1990/6/Add.32, 16 de octubre de 2001, prr. 5; Conclusio-
nes y recomendaciones del Comit contra la Tortura, Reino Unido de Gran Bretaa e Irlanda del Norte,
Doc. ONU CAT/C/CR/33/3, 10 de diciembre de 2004, prr. 4 (b); Informe Sumario de la 703a reunin, Doc.
ONU CAT/C/CR/33/3, 12 de mayo de 2006, prr. 14, Anexo I; Alcance territorial de la aplicacin del Pacto,
2 y 3 informes de Estados Unidos de Amrica, Examen de los informes presentados por los Estados partes
de conformidad con el artculo 40 del Pacto, Doc. ONU CCPR/C/USA/3, 28 de noviembre de 2005.
236
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
237
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
Qu significa complementariedad
Complementariedad significa que los derechos humanos y el derecho hu-
manitario no se contradicen, sino que, por basarse en los mismos principios y valo-
res, pueden influirse y reforzarse mutuamente. En tal sentido, la complementariedad
refleja un mtodo de interpretacin consagrado en el artculo 31(3)(c) de la Con-
vencin de Viena sobre el derecho de los tratados, que establece que, para interpretar
105 V. art. 3 comn a los cuatro Convenios de Ginebra.
106 Art. 2 PIDCP; art. 1 Convenio Europeo de Derechos Humanos; art. 1 Convencin Interamericana de Dere-
chos Humanos; v. Andrew Clapham, Human Rights Obligations of Non-State Actors, Oxford University Press,
Oxford, 2006.
107 V. art. 4 PIDCP, art. 15 Convenio Europeo de Derechos Humanos; art. 27 Convencin Interamericana de
Derechos Humanos.
108 V. ms abajo. Investigaciones, recursos, reparaciones.
238
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
una norma, se deber considerar toda norma pertinente del derecho internacional
aplicable en las relaciones entre las partes. En cierto sentido, este principio consagra
la idea del derecho internacional entendido como sistema coherente109. Considera
el derecho internacional como un rgimen en el que diferentes conjuntos de normas
conviven en armona. De modo que el derecho de los derechos humanos puede in-
terpretarse a la luz del derecho internacional humanitario y viceversa.
Qu significa el principio de lex specialis
Sin embargo, con frecuencia, la relacin entre el derecho de los derechos
humanos y el derecho humanitario se describe como una relacin entre el derecho
general y el derecho especializado, donde el derecho humanitario es la lex specialis.
Esta fue la posicin de la Corte Internacional de Justicia en el caso de las armas
nucleares antes mencionado, en el que la Corte sostuvo que:
109 Campbell McLachlan, The principle of systemic integration and Article 31 (3) (c) of the Vienna Conven-
tion, International and Comparative Law Quarterly, vol. 54 (2005), pp. 279-320; Comisin de Derecho Inter-
nacional, Report of the Study Group on Fragmentation of International Law: Difficulties arising from Diversifi-
cation and Expansion of International Law, Doc. ONU A/CN.4/L.676, 29 de julio de 2005, prr. 27; v. tambin
Philippe Sands, Treaty, Custom and the Cross-fertilization of International Law, Yale Human Rights and
Development Law Journal, vol. I (1999), p. 95.
110 Caso de las armas nucleares, nota 46 supra, prr. 25.
111 Caso del muro, nota 47 supra, prr. 106.
112 DRC v. Uganda, nota 48 supra, prr. 216.
113 Coard v. the United States, nota 45 supra, prr. 42.
114 Comit de Derechos Humanos, Observacin general 31, nota 50 supra, prr. 11.
239
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
el cual, en situaciones reguladas especialmente por una norma especfica, esa nor-
ma desplazara la norma ms general (lex specialis derogat legi generali). El principio
de lex specialis puede hallarse en los escritos de autores tan antiguos como Vattel115
o Grocio. Este ltimo escribe:
Qu normas deben observarse en esos casos [es decir cuando las partes de
un documento estn en conflicto]? Ante acuerdos iguales... se debera dar
preferencia al ms especfico y cercano al tema que se est tratando, dado que
las disposiciones especiales suelen ser ms eficaces que las generales.116
115 Emerich de Vattel, Le Droit Des Gens ou Principes de la Loi Naturelle, libro II, cap. xvii, prr. 316 (repro-
duccin de los libros I y II, edn. 1758 en The Classics of International Law, Ginebra, Slatkine Reprints,
Henry Dunant Institute, 1983).
116 Hugo Grocio, De Iure Belli Ac Pacis, Libro II, seccin XXIX, Library Ires.
117 Anja Lindroos, Addressing the norm conflicts in a fragmented system : the doctrine of lex specialis,
Nordic Journal of International Law, vol, 74 (2005), p. 28.
118 V., por ejemplo, Comisin de Derecho Internacional, Report of the Study Group, nota 108 supra; Lindroos,
nota 117 supra, pp. 27-28.
119 Nancie Prudhomme, Lex specialis : oversimplifying a more complex and multifaceted relationship?,
Israel Law Review, vol. 40 (2) (2007); p. 356; Gloria Gaggioli y Robert Kolb, A right to life in armed con-
flicts? The contribution of the European Court of Human Rights, Israel Yearbook on Human Rights, vol.
37 (2007), pp. 115-169.
120 Louise Doswald-Beck, El derecho internacional humanitario y la Opinin consultiva de la Corte Inter-
nacional de Justicia sobre la licitud de la amenaza o del empleo de armas nucleares, Revista Internacional
de la Cruz Roja, N 139, enero-febrero de 1997, disponible en www.cicr.org/spa/revista.
121 Prudhomme, nota 119 supra, p. 14.
122 Ibd., p. 6.
123 Rene Provost, International Human Rights and Humanitarian Law, Cambridge University Press, Cam-
bridge, 2005, p. 350.
240
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
cruzada124 o modelo mixto125. Sin entrar en mayores detalles, puede decirse que
estos enfoques comparten la caracterstica de hacer hincapi en la armona entre los
dos ordenamientos jurdicos, y no en la tensin entre ellos.
En ltimo lugar, parece haber una falta de consenso en la bibliografa jurdica
sobre el significado del principio de lex specialis. El Informe del grupo de estudio de la
Comisin de Derecho Internacional sobre la fragmentacin del derecho internacional
ha hallado que la lex specialis no es necesariamente un principio para resolver un con-
flicto entre normas; en realidad, cumple dos funciones: como una interpretacin ms es-
pecfica o como una excepcin del derecho general. Segn explica Martti Koskenniemi:
241
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
como tal. Si bien las normas respectivas del derecho humanitario y de los derechos
humanos en su mayora pueden interpretarse a la luz unas de otras, algunas de ellas
son contradictorias y se debe decidir cul prevalece. Al determinar qu norma es la
ms especializada, los indicadores ms importantes son la precisin y la claridad de una
norma y su adaptacin a las circunstancias particulares del caso.
La aplicacin de la lex specialis en sus dos diferentes funciones a la inte-
raccin entre los derechos humanos y el derecho humanitario puede ilustrarse
con el ejemplo del uso de la fuerza, especialmente en los conflictos armados no
internacionales y en situaciones de ocupacin.
Uso de la fuerza
Diferentes criterios sobre el uso de la fuerza en el derecho de los derechos
humanos y el derecho humanitario
Las normas que rigen el uso de la fuerza en el derecho humanitario y el de-
recho de los derechos humanos se basan en supuestos diferentes. El derecho de los
derechos humanos apunta a que los funcionarios del Estado evalen cada vez el uso
de fuerza letal, mientras que el derecho humanitario se basa en la premisa de que se
usar la fuerza y se atentar intencionalmente contra la vida de seres humanos129.
Conforme al derecho de los derechos humanos, la fuerza letal puede emplear-
se si existe un peligro inminente de violencia grave y tal que no puede impedirse ese
uso. El peligro no puede ser meramente hipottico, debe ser inminente130. Este uso de
la fuerza letal extremadamente acotado para proteger el derecho a la vida es confir-
mado en los Principios Bsicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego
por los Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley, que afirman que slo se
podr hacer uso intencional de armas letales cuando sea estrictamente inevitable para
proteger una vida y exigen que se d una advertencia clara antes de emplear armas de
fuego, con tiempo suficiente para que se tome en cuenta la advertencia131. Segn el de-
recho de los derechos humanos, es poco probable que la planificacin de una operacin
para matar sea lcita. Los oficiales de polica se entrenan en tcnicas de disipacin o en
el uso de armas de forma completamente diferente a los soldados. El Tribunal Europeo
de Derechos Humanos, por ejemplo, ha desarrollado una profusa jurisprudencia sobre
los requisitos de la planificacin y el control del uso de la fuerza a fin de evitar el uso de
fuerza letal132.
129 Kenneth Watkin, Controlling the use of force: a role for human rights norms in contemporary armed
conflict, American Journal of International Law, vol. 98 (2004), p. 32.
130 V. Principios 9 y 10 de los Principios Bsicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego
por los Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley; v. tambin Nigel Rodley, The Treatment of Prisoners
Under International Law, Oxford University Press, Oxford, 1999, pp. 182-188; Kretzmer, nota 103 supra, p. 179.
131 Principios 9 y 10 de los Principios Bsicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego
por los Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley.
132 Tribunal Europeo de Derechos Humanos, McCann and Others v. United Kingdom, 18984/91, prrs. 202-213; An-
dronicou and Constantinou v. Cyprus, fallo del 9 de octubre de 1997, Informes 1997-VI, prrs. 181-186, 191-193;
Hugh Jordan v. the United Kingdom, fallo de 4 de mayo de 2001, prrs. 103-104; Ergi v. Turkey, nota 43 supra, prr.
79; Isayeva, Yusupova and Bazayeva v. Russia, nota 43 supra, prrs. 169-171; Isayeva v. Russia, nota 43 supra, prr.
189.
242
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
133 Jean-Marie Henckaerts y Louise Doswald-Beck (eds.), El derecho internacional humanitario consuetudi-
nario, CICR, Buenos Aires, 2007, normas 11-21.
134 V. el debate sobre el principio de proporcionalidad en Noam Lubell, Los problemas de aplicacin de los
derechos humanos en los conflictos armados., Revista Internacionanl de la Cruz Roja, N. 860, diciembre
de 2005, disponible en www.cicr.org/spa/revista.
135 V. la codificacin en el Protocolo adicional I, art. 51 (5).
136 Gaggioli y Kolb, nota 119 supra, p. 138.
137 Para un anlisis exhaustivo del concepto de necesidad militar y su uso en los manuales militares moder-
nos, v. Melzer, nota 103 supra, pp. 336-356; Gaggioli y Kolb, nota 119 supra, p. 136.
138 Prembulo de la Declaracin de San Petersburgo de 1868 a los fines de prohibir la utilizacin de ciertos
proyectiles en tiempo de guerra. El artculo 14 del Cdigo de Lieber contiene una clusula similar: La ne-
cesidad militar, tal como la entienden las naciones civilizadas, consiste en la necesidad de adoptar medidas
indispensables para lograr los fines de la guerra y que sean lcitas de conformidad con el derecho moderno
y los usos de la guerra. V. tambin los arts. 15 y 16 del Cdigo de Lieber, que definen la necesidad militar.
139 Reglamento de La Haya de 1907, art. 23 (c); II Convenio de Ginebra, art. 12; Protocolo adicional I, art. 40.
140 Protocolo adicional I, art. 35 (2).
243
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
Derecho humanitario
El derecho humanitario convencional sobre conflictos armados no inter-
nacionales contiene muy pocas normas sobre la conduccin de las hostilidades. La
ms importante es la que establece la proteccin de los civiles contra los ataques,
a menos que participen directamente en las hostilidades y mientras dure esa par-
ticipacin, consagrada en el artculo 13(3) del Protocolo adicional II. Sin embar-
go, es relativamente poco controversial considerar que las normas que regulan la
conduccin de las hostilidades, por ejemplo las de distincin, proporcionalidad y
precaucin, forman parte del derecho internacional humanitario consuetudinario
aplicable a los conflictos armados no internacionales142.
La dificultad es que no existe un estatuto de combatiente en los conflictos
armados no internacionales. Esto podra llevar a concluir que, aparte de las fuer-
141 Nils Melzer, nota 103 supra, p. 347; segn la expresin de Jean Pictet: Si se puede dejar fuera de accin a
un soldado capturndolo, no se lo debera herir; si se puede obtener el mismo resultado hirindolo, no se
lo debera matar. Si hay dos medios de lograr la misma ventaja militar, se debe elegir la que cause el mal
menor. Development and Principles of Humanitarian Law, pp. 75 y ss (1985).
142 V. Henckaerts y Doswald-Beck, nota 133 supra, normas 1, 2, 5-24.
244
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
zas armadas gubernamentales, en esos conflictos slo hay civiles, lo que significa
que los miembros de los grupos armados slo podran ser atacados cuando es-
tn participando realmente en las hostilidades, y no en otro momento. Desde un
punto de vista militar, se sostiene que ello no es factible y no refleja la realidad de
los conflictos armados. Adems crea un desequilibrio entre los miembros de las
fuerzas armadas gubernamentales, quienes podran ser atacados en todo momen-
to, y los miembros de los grupos armados, quienes no podran serlo. Durante la
redaccin del Protocolo adicional II, no haba intencin de excluir los ataques en
todo momento contra los miembros de grupos armados que estn luchando contra
el gobierno. En cambio, el Comentario del Protocolo adicional II de 1977 afirma
que las personas pertenecientes a las fuerzas armadas o a grupos armados pueden
ser atacadas en todo tiempo143. En realidad, el principio de distincin slo tiene
sentido si no todos son civiles, es decir si se exige a las fuerzas gubernamentales que
distingan entre la poblacin civil y los miembros de grupos armados de oposicin.
Entonces, quin puede ser atacado y en qu condiciones?
En trminos generales, hay tres maneras de abordar el ataque contra miem-
bros de grupos armados en conflictos armados no internacionales. La primera es sos-
tener que si un miembro de un grupo armado tiene una funcin de combate perma-
nente, a pesar de que sigue siendo un civil144, el mero hecho de tener una funcin de
combate se equipara a una participacin directa en las hostilidades y, por lo tanto, esa
persona puede ser atacada en todo momento (una suerte de participacin directa en
las hostilidades continua)145. La segunda manera es definir los miembros de grupos
armados que tienen una funcin de combate permanente como combatientes a los
fines de la conduccin de las hostilidades, pero sin conferirles un estatuto de com-
batientes ni inmunidad, como en los conflictos armados internacionales (enfoque
245
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
146 Yoram Dinstein, The Conduct of Hostilities under the Law of International Armed Conflicts, Cambridge
University Press, Cambridge, 2004, p. 29; Kretzmer, nota 103 supra, pp. 197-198; Sandoz, Swinarski y Zim-
mermann, nota 23 supra, apartado 4789; Comisin Interamericana de Derechos Humanos, Informe sobre
terrorismo y derechos humanos, OEA/Ser.L/V/II.116, Doc. 5 rev 1 corr., 22 de octubre de 2002, prr. 69.
147 Louise Doswald-Beck, El derecho a la vida en los conflictos armados: brinda el derecho internacional
humanitario respuesta a todas las cuestiones?, International Review of the Red Cross, N 864, diciembre
de 2006, disponible en www.cicr.org/spa/revista.
148 V. DPH Report 2005, nota 145 supra, pp. 45-46.
246
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
247
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
153 V. el caso ms reciente: Akhmadov and others v. Russia, fallo del 14 de noviembre de 2008, prr. 100.
154 Glec v. Turkey, fallo del 27 de julio de 1998, Reports 1998-IV, prr. 67.
155 Ibd., prrs. 71-73.
156 Gl v. Turkey, nota 152 supra, prr. 82.
157 Ogr v. Turkey, fallo del 20 de mayo de 1999, Reports 1999-III, prrs. 82-84.
158 Hamiyet Kaplan v. Turkey, fallo del 13 de septiembre de 2005, prr. 50.
248
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
del derecho a la vida159. Una vez ms, si bien el Tribunal no cuestion la respuesta
armada de los miembros sospechosos del PKK, aplic los requisitos estrictos del
mantenimiento del orden a esa situacin.
El rasgo comn de estos casos es que, aun cuando las personas eran presun-
tos terroristas o terroristas sospechados, el Tribunal aplica toda la panoplia de las sal-
vaguardias de los derechos humanos para el derecho a la vida, incluida la necesidad
de evitar la fuerza, de usar armas que evitarn heridas letales y de dar aviso.
En varios casos recientes relativos a las operaciones de seguridad contra re-
beldes kurdos en Turqua y rebeldes chechenios en Rusia, el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos ha utilizado un lenguaje mucho ms cercano al derecho huma-
nitario que al derecho de los derechos humanos. En varios casos desde Ergi c. Turqua,
el Tribunal, al evaluar la proporcionalidad en el empleo de la fuerza conforme al ar-
tculo 2 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, ha hallado que el Estado era
responsable de tomar todas las precauciones factibles al elegir los medios y los mto-
dos de una operacin de seguridad montada contra un grupo de oposicin con miras
a evitar y, en cualquier caso, minimizar las prdidas incidentales de vidas civiles160,
requisito que se halla textualmente no en el derecho de los derechos humanos sino
en la obligacin prevista en el artculo 57(2)(a)(ii) del Protocolo adicional I de tomar
tales precauciones en el ataque. El Tribunal ha aceptado que las heridas a los civiles
pueden ser un resultado del uso de la fuerza contra miembros de grupos armados or-
ganizados, sin calificar ese uso de la fuerza como desproporcionado161. Como hemos
dicho, esta prueba difiere en cierta medida de la que prev el derecho de los derechos
humanos en el sentido de que establece que la fuerza slo puede emplearse como l-
timo recurso o que debe evitarse en la medida de lo posible, a fin de preservar no slo
a civiles inocentes sino tambin a la persona contra la que se apunta.
En el caso Isayeva, Yusupova y Bazayeva, varios civiles resultaron muertos en
un ataque con misiles contra un convoy civil. Si bien el Tribunal hizo una declaracin
general sobre la necesidad de evitar la fuerza letal162, su prueba fue, en efecto, si se
hubiera podido evitar el dao contra civiles en las cercanas de lo que las fuerzas mi-
litares podran haber percibido como objetivos militares163. Por otro lado, en el caso
Isayeva c. Rusia, en el que el demandante y sus familiares fueron atacados por misiles
cuando intentaban huir de una aldea a travs de lo que perciban como una salida
segura de los enfrentamientos, el Tribunal adopt una posicin levemente diferente. Si
bien acept la necesidad de tomar medidas excepcionales en el contexto del conflicto
159 Ibd., prrs. 51-55. V. tambin Akhmadov and others v. Russia, fallo del 14 de noviembre de 2008, prr. 99.
160 Ergi v. Turkey, nota 43 supra, prr. 79; Ahmed Ozkan and others v. Turkey, nota 43 supra, prr. 297. En el
caso Ergi, el Tribunal fue muy lejos en su requisito de las medidas de precaucin, que incluan la protec-
cin de civiles contra armas de fuego por un miembro del PKK atrapado en una emboscada; Ergi, prrs.
79, 80.
161 Ahmed Ozkan and others v. Turkey, nota 43 supra, prr. 305; sin embargo, el Tribunal hall que las fuerzas
de seguridad deberan haber verificado despus de las operaciones de combate si los civiles estaban heridos,
prr. 307
162 Isayeva, Yusupova and Bazayeva v. Russia, nota 43 supra, prr. 171; en Isayeva v. Russia, nota 43 supra,
prrs. 175-176, el Tribunal cita ambos criterios.
163 Isayeva, Yusupova and Bazayeva v. Russia, nota 43 supra, prr. 175.
249
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
incluso cuando se est ante una situacin en la que, como el Gobierno sos-
tiene, la poblacin de la aldea haba sido tomada como rehn por un nume-
roso grupo de combatientes bien equipados y entrenados..., el uso masivo de
armas de efectos indiscriminados... no puede ser considerado compatible con
el criterio de cuidado previo a una operacin en la que funcionarios estatales
usan la fuerza letal.166
Ms adelante sostuvo que los aldeanos deberan haber sido advertidos de los
ataques y deberan haber podido abandonar la aldea antes167. De modo que el Tribunal
utiliz el modelo de los derechos humanos basado en una situacin de mantenimiento
del orden, pero tambin tom en consideracin la insurgencia y se concentr ms en la
ndole indiscriminada de las armas y la ausencia de advertencia y de paso seguro para
los civiles. No cuestion que los rebeldes pudieran ser atacados, aunque no plantearan
una amenaza inmediata168.
De esta jurisprudencia puede concluirse que el Tribunal Europeo de Dere-
chos Humanos, aunque nunca de manera explcita ni totalmente coherente, parece
distinguir entre dos tipos de situaciones: por un lado, situaciones como las de los casos
McCann, Gl, Ogur o Kaplan, en las que miembros individuales de grupos armados o
presuntos miembros de esos grupos resultan muertos y se han tomado precauciones
insuficientes para evitar el uso de fuerza letal, incluso contra esas personas; por otro
lado, situaciones como las de los casos Ergi, Ozkan o Izayeva, Yusupova y Bazayeva
e Izayeva, en las que las fuerzas gubernamentales participan en operaciones milita-
res contra la insurgencia o en combates abiertos contra un grupo armado. En estos
ltimos casos, el Tribunal al parecer utiliza criterios que estn inspirados, a veces ex-
plcitamente, otras implcitamente, en el derecho humanitario, sobre todo el criterio
de si la prdida de vidas civiles en forma incidental fue evitada en la mayor medida
posible. No cuestiona el derecho de las fuerzas gubernamentales de atacar a las fuerzas
de oposicin, ni requiere que se evite la fuerza letal incluso en ausencia de una ame-
naza inmediata. Sin embargo, el Tribunal parece ir un poco ms lejos que el derecho
humanitario tradicional, en particular cuando requiere que se d aviso a la poblacin
local de la llegada probable de rebeldes a su aldea169, o que se considere si los disparos
del grupo de oposicin podran poner en peligro la vida de los aldeanos170.
250
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
171 Caso de las ejecuciones selectivas, nota 144 supra, prr. 28.
172 Ibd., prr. 39.
173 Ibd., prr. 40, citas omitidas.
251
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
derechos humanos, tal como demuestra su expresin (aquel cuyo perjuicio contra
los derechos humanos de la persona afectada sea menor). La Corte Suprema hall
que debe procederse al arresto siempre que sea posible y a una investigacin poste-
rior al uso de la fuerza. Si bien no exigi un arresto en cada situacin, s exigi una
investigacin despus de cada ejecucin.
La interaccin posible entre el derecho humanitario y el derecho de los derechos
humanos
Lo que se desprende de todas las decisiones que hemos analizado (con la
aclaracin de que la mayora de estas decisiones corresponden al Tribunal Europeo
de Derechos Humanos) es que no se puede disparar contra presuntos miembros de
grupos armados, insurgentes o terroristas con la intencin de matarlos cuando
existe la posibilidad de arrestarlos. Este suele ser el caso cuando se los halla cerca o
dentro de sus hogares174 o lejos de toda situacin de combate175. La jurisprudencia
del Tribunal Europeo de Derechos Humanos indica que ello no se aplica cuando las
fuerzas gubernamentales estn en combate contra grupos armados.
Como muchos subrayan, el derecho humanitario y el derecho de los derechos
humanos con frecuencia conducen a los mismos resultados. La resolucin de la mayo-
ra de los casos presentados ante los organismos de derechos humanos probablemente
habra sido la misma si se decidiera con respecto al derecho humanitario, dado que
si se aceptan los principios restrictivos de necesidad militar y de humanidad, se debe
arrestar, y no matar, a los combatientes de grupos armados que no participan directa-
mente en las hostilidades, si ello es factible en las circunstancias del caso.
Sin embargo, a menos que se adopte una postura extremadamente expan-
siva para interpretar el derecho humanitario a la luz del derecho de los derechos
humanos176, las restricciones en cuanto al uso de la fuerza parecen ir ms lejos en
el derecho de los derechos humanos que en el derecho humanitario. La primera
es que toda operacin que incluya operaciones militares en conflictos armados no
internacionales177 donde se utiliza la fuerza deben planificarse con antelacin de
tal modo de evitar, en la mayor medida de lo posible, el uso de fuerza letal. La se-
gunda es que las armas deben elegirse de tal modo de evitar el uso de fuerza letal
en la medida de lo posible. La tercera es que toda presunta violacin del derecho
a la vida debe dar lugar a una investigacin independiente e imparcial; los fami-
liares de la persona a la que se dio muerte tienen derecho a interponer recurso si
razonablemente pueden argir que el derecho a la vida ha sido violado, y a obtener
una reparacin individual si se ha cometido esa infraccin. Considerando estas
174 Como en el caso Surez de Guerrero c. Colombia, nota 38 supra; Gl v. Turkey, nota 152 supra; Ogur v.
Turkey, nota 157 supra.
175 Como en Glec v. Turkey, nota 154 supra.
176 Como Gaggioli y Kolb, nota 119 supra, pp. 148-149; Francisco Forrest Martin, The united use of force
rule: amplifications in light of the comments of Professors Green and Paust, Saskatchewan Law Review,
vol, 65 (2002), p- 405; Francisco Forrest Martin, The united use of force rule revisited: the penetration of
the law of armed conflict by international humanitarian rights law, Saskatchewan Law Review, vol. 65
(2002), p. 451.
177 V. Akhmadov and others v. Russia, nota 153 supra, prr. 100.
252
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
Podra interpretarse que este fragmento del caso Tadic restringe algunas
normas del derecho humanitario a las situaciones de combate, es decir que cede el
lugar al derecho de los derechos humanos en todas las dems situaciones. Sin em-
bargo, la jurisprudencia posterior del Tribunal Penal Internacional para ex Yugosla-
via (TPIY) no ha confirmado esa posicin, en la medida en que algunas partes del
derecho humanitario se aplicaran a todo el conflicto y no otras. En el caso Kunarac,
la Sala de Apelaciones dej en claro que el criterio decisivo para la aplicacin del
derecho humanitario es si existe un conflicto armado y si el acto en cuestin ocurre
en relacin con el conflicto armado179. Para explicar la relacin entre el derecho
humanitario y la legislacin aplicable en tiempo de paz, la Sala sostuvo que las leyes
de la guerra no necesariamente desplazan las leyes que rigen una situacin de paz;
las primeras pueden aadir elementos necesarios para la proteccin que debe darse a
las vctimas en una situacin de guerra180. Trasladado a la relacin entre el derecho
humanitario y el derecho de los derechos humanos, esto significa que el derecho
humanitario se aplica en todo el territorio del pas en una situacin de conflicto
armado, pero no es el nico ordenamiento jurdico pertinente y el derecho de los
derechos humanos puede llegar a aadir requisitos que las autoridades estatales de-
bern observar. Esta posicin es convincente: en realidad, si hay una relacin con el
conflicto, por ejemplo si las fuerzas de seguridad estn persiguiendo a un miembro
de un grupo armado, sera contrario al objeto y el propsito del derecho humanitario
descartarlo por completo. Ello provocara una escisin del derecho humanitario por
la cual algunas normas (por ejemplo, las relativas a la detencin) siempre se aplica-
ran, mientras que otras no (como las relativas a la conduccin de las hostilidades).
253
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
181 En este sentido, v. tambin Marco Sassli, La Cour Europenne des Droits de lhomme et les Conflits
Arms, en Stephan Breitenmoser, Bernhard Ehrenzeller, Marco Sasslii, Walter Stoffel y Beatrice Wagner
Pfeifer (eds.), Droits de Lhomme, Dmocratie et tat De Droit, Liber Amicorum Luzius Wilhaber, Dike,
Zrich, 2007, pp. 709, 721; Marco Sassli, Le Droit International Humanitaire, une Lex Specialis par Ra-
pport aux Droits Humains ? , en Andreas Auer, Alexandre Flckiger y Michel Hottelier (eds.), Etudes en
lhonneur du Professeur Giorgio Malinverni : Les Droits Humains et la Constitution, 2007, p. 394.
182 Caso de las armas nucleares, nota 46 supra, prr. 25; sin embargo, esa afirmacin de la Corte Internacional
de Justicia no hace una diferenciacin entre situaciones o tipos de de conflictos armados y probablemente
su intencin fue significar, sin ms, que el derecho humanitario siempre es la lex specialis en los conflictos
armados; v., por ejemplo, Leslie Green, The unified use of force rule and the law of armed conflict : a reply
to Professor Martin , Saskatchewan Law Review, vol. 65 (2002), p. 427.
183 Gaggioli y Kolb, nota 119 supra, pp. 141, 148 y ss. Estos autores consideran, por ejemplo, que la jurispruden-
cia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos ofrece una interpretacin del principio de precaucin.
254
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
184 Franoise Hampson, Human rights and humanitarian law in internal conflicts, en Michael Meyer (ed.)
Armed Conflict and the New Law: Aspects of the 1977 Geneva Protocols and the 1981 Weapons Conven-
tion, British Institute of International and Comparative Law, Londres, 1989, p. 60.
185 Doswald-Beck, nota 147 supra, p. 890.
255
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
esas situaciones, el derecho de los derechos humanos por lo general no ser apli-
cable por falta de un control efectivo186. El caso de la ocupacin es diferente, pues
plantea la cuestin de la relacin entre el derecho de los derechos humanos y el
derecho humanitario de manera mucho ms similar a la de los conflictos armados
no internacionales.
Una de las principales obligaciones de la Potencia ocupante, segn el ar-
tculo 43 del Reglamento de La Haya es tomar todas las medidas que [de ella] de-
pendan para restablecer y asegurar, en cuanto sea posible, el orden y la vida pblica.
Esta disposicin impone a las autoridades ocupantes la obligacin de mantener el
orden: el orden pblico en general se restablece a travs de operaciones policiales,
no militares187. La caracterstica particular del derecho humanitario aplicable a las
situaciones de ocupacin es que supone una autoridad y un control efectivos188,
que por lo general no se hallan en el campo de batalla. Adems, el Reglamento
de La Haya de 1907 separa claramente las secciones De las hostilidades (Seccin
II) y De la autoridad militar sobre el territorio del Estado enemigo (Seccin III).
Anlogamente, el IV Convenio de Ginebra indica claramente que el procedimiento
normal para garantizar el orden y la seguridad es la legislacin penal, no las opera-
ciones militares189.
Entonces, qu situaciones requieren que la Potencia ocupante respete el
derecho de los derechos humanos porque est cumpliendo su obligacin de man-
tener el orden y en qu situaciones las hostilidades exigen el uso de la fuerza con-
forme al derecho humanitario? En trminos jurdicos abstractos, la respuesta debe
ser la misma que hemos propuesto ms arriba: cuando la Potencia ocupante tiene el
control efectivo, est en una situacin de mantenimiento del orden y tiene la posi-
bilidad de arrestar a las personas, debera actuar en concordancia con los requisitos
del derecho de los derechos humanos190.
La cuestin concreta que se plantea ser si los miembros de las fuerzas ene-
migas o de movimientos de resistencia organizados pueden ser atacados para darles
muerte (de conformidad con las normas que rigen la conduccin de las hostilidades en
un conflicto armado internacional) o si las fuerzas de la Potencia ocupante deben arres-
tarlas porque tienen el control efectivo suficiente de la situacin como para hacerlo.
De modo que, en la prctica, es necesario distinguir entre varias situaciones
de ocupacin, pues la mera definicin de ocupacin en el derecho humanitario su-
pone cierto control, mientras que en realidad hay situaciones de ocupacin donde el
control del territorio no es sino parcial. Cuando continan o recomienzan las hosti-
lidades, el derecho humanitario sobre la conduccin de las hostilidades debe preva-
lecer por sobre el derecho de los derechos humanos, que supone cierto control para
186 Como ocurri en el caso del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Bankovic and others v. Belgium,
nota 67 supra.
187 Marco Sassli, Legislation and maintenance of public order and civil life by occupying powers, European
Journal of International Law, vol. 16 (2005), p. 665.
188 Art. 42 del Reglamento de La Haya de 1907.
189 Arts. 64 y 65 del IV Convenio de Ginebra.
190 En ese sentido, v. Lubell, nota 134 supra, pp. 52-53; v. tambin Melzer, nota 103 supra, pp. 224-230, donde
se considera que el derecho humanitario mismo conduce a ese resultado.
256
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
su aplicacin. Por supuesto, la cuestin que se plantea es cundo puede decirse que
han recomenzado las hostilidades. No todas las actividades criminales, aun cuando
sean violentas, pueden tratarse como ataques armados. Qu sucede en el caso de la
resistencia militar por parte de grupos que no son miembros formales de las fuerzas
armadas del Estado ocupado? Tal como se sugiri en una reunin sobre el derecho a
la vida en los conflictos armados, organizada por el Centro Universitario de Derecho
Internacional Humanitario en Ginebra en 2005191, la prueba para suponer que existe
una situacin de hostilidad podra basarse en la prueba utilizada por el Tribunal Pe-
nal Internacional para ex Yugoslavia a fin de determinar la existencia de un conflicto
armado no internacional: un grado de intensidad y cierta duracin de la violencia192.
Esas situaciones requeriran una respuesta militar, mientras que los ataques aislados
o espordicos193 por parte de los movimientos de resistencia slo podran realizarse
a travs de medios del mantenimiento del orden194.
El caso Al-Skeini, si bien no fue zanjado respecto de ese aspecto en particu-
lar, demuestra cun complicada puede ser la eleccin entre la aplicacin del derecho
de los derechos humanos y la del derecho humanitario en una situacin de ocupa-
cin, o ms bien cun difcil es aplicar la teora en la prctica. Una de las cuestiones
planteadas fue si el asesinato de cinco personas en operaciones de seguridad por
las tropas britnicas durante la ocupacin de la ciudad de Basora en Irak en 2003
fue lcito conforme al Convenio Europeo de Derechos Humanos. No hubo dudas
en cuanto al hecho de que mientras exista una ocupacin por parte de las tropas
britnicas en las provincias iraques de Al Basora y Maysan en el momento de que
se trataba195, el Reino Unido no tena autoridad ejecutiva, legislativa o judicial en la
ciudad de Basora. Se trataba de mantener el orden en una situacin lindante con la
anarqua. La mayora de la Sala de Apelaciones hall que no haba un control efecti-
vo a los fines de la aplicacin del Convenio Europeo de Derechos Humanos196.
La decisin demuestra que puede haber dos visiones de la aplicacin de
los derechos humanos en situaciones de ocupacin. La mayora hall que no haba
un control efectivo suficiente siquiera para aplicar el Convenio Europeo de Dere-
chos Humanos extraterritorialmente. Otra manera de llegar a la misma conclusin
sera sostener que, aun cuando el derecho de los derechos humanos se aplicara, la
191 Centro Universitario de Derecho Internacional Humanitario, Reunin de Expertos sobre el derecho a la
vida en los conflictos armados y las situaciones de ocupacin, 1 y 2 de septiembre de 2005 (en adelante, In-
forme de la Reunin de Expertos en CUDIH), disponible en www.adh-geneva.ch/events/expert meetings.
php (consultado el 23 de julio de 2008).
192 Prosecutor v. Dusko Tadic, Caso IT-94-1 (Sala de Apelaciones), Decisin sobre la mocin de la defensa
para la apelacin interlocutoria sobre jurisdiccin, 2 de octubre de 1995, prr. 70: violencia prolongada
entre las autoridades gubernamentales y grupos armados organizados o entre grupos de ese tipo dentro
de un Estado.
193 V. tambin el Protocolo adicional II, art. 1 (2), segn el cual las situaciones de tensiones internas y de dis-
turbios interiores, tales como los motines, los actos espordicos y aislados de violencia no se consideran
conflictos armados.
194 Informe de la Reunin de Expertos en CUDIH, seccin D4.
195 Caso Al-Skeini (Sala de Apelaciones), nota 78 supra, prr. 119.
196 Ibd., prr. 124. La Cmara de los Lores lleg a la misma conclusin que la mayora de la Sala de Apela-
ciones, pero basndose en que la Ley de Derechos Humanos no tiene aplicacin extraterritorial. Caso
Al-Skeini (UKHL), nota 78 supra, esp. prrs. 26 y 109-132.
257
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
197 V. tambin Watkin, nota 129 supra, p. 24; Sassli, nota 187 supra, p. 668.
198 La transicin de una situacin de combate a una operacin de apoyo y estabilidad exige un cambio de
actitud sustancial y fundamental. Se pide a los soldados que pasen de matar al enemigo a protegerlo e
interactuar con l, y luego se les vuelve a pedir que lo maten. Los cambios permanentes de actitud suelen
ser muy complicados para el soldado normal. Los soldados se confunden en cuanto a las reglas de en-
frentamiento, que les siguen planteando dudas, y en cuanto a cuestiones sobre la proteccin y la fuerza en
puestos de control o en patrullajes. Informe retrospectivo de accin, TEMA: Comentarios sobre el infor-
me retrospectivo de accin en la Operacin de Liberacin de Irak, 24 de abril de 2003, realizado por el
grupo de tareas 1-64 (desclasificado), TCM C/3-15 Infantera, citado en Human Rights Watch, Hearts and
Minds, disponible en www.hrw.org/reports/2003/iraq1003/10.htm (consultado el 23 de agosto de 2007).
199 Esto est implcito en la obligacin de buscar a las personas que presuntamente han cometido infracciones
graves y de hacerlas comparecer ante los tribunales. Arts. 49, 50, 129 y 146 respectivamente de los cuatro
Convenios de Ginebra; art. 85 del Protocolo adicional I.
200 Art. 121 del III Convenio de Ginebra.
258
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
259
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
arbitrarias lament el hecho de que las investigaciones sean menos frecuentes y a me-
nudo ms indulgentes en situaciones de conflicto armado que en tiempo de paz206.
En ese mbito, existe un espacio para que los derechos humanos comple-
menten el derecho humanitario, especialmente en relacin con el uso de la fuerza o
las denuncias de malos tratos. En realidad, es importante distinguir entre el derecho
sustantivo que justifica el uso de la fuerza, que difiere en el derecho de los derechos
humanos y el derecho humanitario, y la cuestin de la investigacin, que en primer
lugar exige recabar informacin sobre los hechos. En este ltimo aspecto, no existe
contradiccin entre los derechos humanos y el derecho humanitario. Este derecho
no establece una obligacin de investigar con tanto nivel de detalle, pero no hay
motivo para interpretar que se trata de un silencio calificado en el sentido de que
excluira la aplicacin de esa obligacin en el derecho de los derechos humanos.
Evidentemente, no sera realista exigir una investigacin despus de cada
vez que se emplea la fuerza en una operacin de combate207. Pero existe un punto
medio entre investigar cada disparo en un conflicto armado y no investigar ninguna
presunta violacin del derecho a la vida. La realidad, sobre todo en contextos de con-
tra insurgencia, es que con frecuencia los hechos no son claros. Si no se realiza una
investigacin, el personal de seguridad puede alegar, con suma facilidad, que actu
sobre la base del supuesto de que la fuerza letal era necesaria porque estaba ante un
ataque inminente208 o que los rebeldes murieron en el fuego cruzado209. En esas
circunstancias, la nica manera de llegar a un resultado es a travs de una investiga-
cin independiente en la que no slo el personal de seguridad puede ser odo, sino
tambin los testigos que apoyen la opinin de las vctimas o de sus familiares.
Existen elementos en la jurisprudencia de derechos humanos que sin duda
son nuevos para las situaciones de conflicto armado. No todos los requisitos de una
investigacin en tiempo de paz pueden trasladarse directamente a las situaciones de
conflicto armado. Adems, las investigaciones slo pueden realizarse si as lo permi-
ten las condiciones de seguridad imperantes y debern tomar en cuenta la realidad
del conflicto armado210, como los problemas para reunir pruebas en algunas situa-
ciones de combate, la falta de acceso del personal de investigacin, o la necesidad de
seguridad de los testigos. Por otro lado, no puede decirse que las investigaciones sean
imposibles per se en tiempo de conflicto armado211. En circunstancias donde no hay
certezas en cuanto a la licitud del acto, sobre todo en casos de ejecuciones selectivas
de personas, se debera realizar por lo menos una investigacin cuando existen dudas
razonables acerca de la licitud de la ejecucin212. Los procedimientos para efectuar
investigaciones en situaciones de conflicto armado debern ser ms desarrollados,
pero no caben dudas de que deben cumplir los requisitos de independencia e impar-
206 Informe del Relator Especial sobre ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, Doc. ONU E/
CN.4/2006/53m, 8 de marzo de 2006, prrs. 3338.
207 Melzer, nota 103 supra, pg. 526 y ss.
208 Como sucedi en Gl v. Turkey, nota 152 supra, prr. 81, 89, o en Ogur v. Turkey, nota 157 supra, prr. 80.
209 Como sucedi en Corte Interamericana de Derechos Humanos, Escu-Zapata c. Colombia, Fondo, Repa-
raciones y Costos, sentencia del 4 de julio de 2007, serie C N 165, prr. 39.
210 Watkin, nota 129 supra, p. 34.
211 Gaggioli y Kolb, nota 119 supra, p. 126.
212 Kretzmer, nota 103 supra, pp. 201, 204.
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Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
213 Informe del Relator Especial, nota 206 supra, prr. 37; v. ms generalmente Federico Andreu, Fuero militar
y derecho internacional, International Commission of Jurists, 2003, pp. 112-26; Comisin Interamericana
de Derechos Humanos, Tercer informe sobre la situacin de los derechos humanos en Colombia, OEA/
Ser.L/V/II.102, Doc. 9 rev 1, 26 de febrero de 1999, cap. V, prrs. 17-60; Informe presentado por el Relator
Especial de la Subcomisin de Promocin y Proteccin de los Derechos Humanos, Emmanuel Decaux,
sobre el tema de la administracin de justicia por los tribunales militares, Doc. ONU E/CN.4/2006/58, 13
de enero de 2006, prrs. 32-35.
214 Ben Naftali y Shany, nota 103 supra, pp. 17, 31.
215 Jean Pictet (ed.), Commentary to the First Geneva Convention, 1960, pp. 82, 83; v. en particular el debate sobre
los artculos 6/6/6/7 de los cuatro Convenios de Ginebra respectivamente; Yoram Dinstein, The internatio-
nal law of inter-state wars and human rights, Israel Yearbook of Human Rights, vol. I (1971), pp. 139, 147.
216 V. el recientemente adoptado Protocolo facultativo del Pacto Internacional de Derechos Econmicos, So-
ciales y Culturales, Doc. ONU A/HRC/8/L.2, 9 de junio de 2008.
217 V. Pacto Internacional de Derechos Econmicos, Sociales y Culturales, art. 2(3); Convenio Europeo de
Derechos Humanos, art. 13; Convencin Americana sobre Derechos Humanos, art. 25; Carta Africana de
Derechos Humanos y de los Pueblos, art. 7(1)(a); Principios y directrices bsicos sobre el derecho de las
vctimas de violaciones manifiestas de las normas internacionales de derechos humanos y de violaciones
graves del derecho internacional humanitario a interponer recursos y obtener reparaciones, adoptados
por Res. AG 60/147 del 16 de diciembre de 2004, Doc. ONU A/RES/60/147, 21 de marzo de 2006.
218 Liezbeth Zegveld, Recursos jurisdiccionales para las vctimas de violaciones del derecho internacional
humanitario, International Review of the Red Cross, N. 851, septiembre de 2003, disponible en www.cicr.
org/spa/revista.
219 Este fue el argumento de, por ejemplo, la Oficina del Procurador del Estado en el caso de las ejecuciones
selectivas, nota 144 supra, prr. 47.
261
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
De modo que no hay razn que justifique que las acciones en conflictos ar-
mados no sean justiciables. Pero en ausencia de otras soluciones, la mayora de los
casos se ha presentado ante tribunales penales u organismos de derechos humanos.
No cabe duda de que los tribunales deben tomar en cuenta la naturaleza
especfica de la guerra. En la prctica, se han referido a la discrecin del jefe mi-
litar o del soldado en medio de una operacin. Un ejemplo de supervisin de un
220 Sean MacBride, Human rights in armed conflict, the inter-relationship between the humanitarian law
and the law of human rights, IX Revue de Droit Pnal Militaire et de Droit de la Guerre, 1970, p. 388.
221 V. A. H. Robertson. Christophe Swinarski (ed.), Studies and Essays on International Humanitarian Law
and Red Cross Principles, in Honour of Jean Pictet, 1984, pp. 793, 799; Sandoz, Swinarski y Zimmermann,
nota 23 supra, prrs. 36003602; Informe del Secretario general sobre el respeto de los derechos humanos
en conflictos armados, Doc. ONU A/7720, 20 de noviembre de 1969, prr. 230; Hampson, nota 184 supra,
p. 71; Dietrich Schindler, Human rights and humanitarian law : interrelationship of the laws, American
University Law Review, vol. 31 (1982), p. 941. En la Conferencia de Ginebra de 1949, no tanto con la misma
idea pero s en la misma direccin, Francia propuso el establecimiento de una Alto Comit Internacional
para supervisar la aplicacin y garantizar el respeto de los Convenios, Informe Final de la Conferencia
Diplomtica de Ginebra de 1949, 1963, vol. 3 anexo N 21 y vol. 2, sec. B, p. 61.
222 Maraabe v. The Prime Minister of Israel, HCJ 7957/04, Corte Suprema sesionando como Alto Tribunal de
Justicia, 15 de septiembre de 2005, prr. 31. V, tambin Beit Sourik Village Council v. The Government of
Israel and the Commander of the IDF Forces in the West Bank, HCJ 2056/04, Corte Suprema sesionando
como Alto Tribunal de Justicia, 30 de junio de 2004, prr. 46 y ss.
262
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223 Caso Lista de Wilhelm (juicio de los rehenes), Comisin de las Naciones Unidas de Crmenes de Guerra,
Informes de los juicios a criminales de guerra, vol. VIII, 1949, p. 69, disponible en www.ess.uwe.ac.uk/
WCC/List4.htm (consultado en agosto de 2008).
224 Subcomisin de promocin y proteccin de los derechos humanos de la ONU, documento de trabajo de
la Sra. Hampson y el Sr. Salama sobre la relacin entre los derechos humanos y el derecho internacional
humanitario, Doc. ONU E/CN.4/Sub.2/2005/14, 21 de junio de 2005, prrs. 9-37.
225 Bothe, nota 4 supra, p. 45; v. tambin Meron, nota 9 supra, p. 247, quien escribe que su idealismo y su
ingenuidad son justamente su mayor fortaleza; Reidy, nota 44 supra, p. 529.
226 William Abresch, A human rights law of internal armed conflict: The European Court of Human Rights in
Chechnya, European Journal of International Law, vol. 16 (2005), p. 741; v. tambin Bothet, nota 4 supra, p. 90.
227 Schindler, nota 221 supra, p. 941.
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Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
264
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235 V. Principios y directrices bsicos sobre el derecho de las vctimas de violaciones manifiestas de las normas
internacionales de derechos humanos y de violaciones graves del derecho internacional humanitario a
interponer recursos y obtener reparaciones. En diferentes tratados, este derecho deriva de normas redac-
tadas en un lenguaje diferente, pero que tienen esencialmente el mismo contenido; v., por ejemplo, Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Polticos, art. 2 (3); Convenio Europeo de Derechos Humanos, art. 41;
Convencin contra la Tortura, art. 14; Convencin Americana de Derechos Humanos, art. 63.
236 Reglamento de La Haya de 1907, art. 3; Protocolo adicional I, art. 91; v- Emanuela-Chiara Gillard, Repa-
rations for violations of international humanitarian law, International Review of the Red Cross, N. 851,
pp. 529-554, disponible en www.cicr.org/spa/revista.
237 Hampson/Salama, nota 224 supra, prrs. 20, 49.
238 Res. AG 60/147, 16 de diciembre de 2005.
239 Caso del muro, nota 47 supra, prr. 106. Se puede especular si sostuvo ese argumento en ausencia de otro
Estado al que Israel podra haber pagado una compensacin. V. Pierre dArgent, Compliance, cessation, re-
paration and restitution in the Wall Advisory Opinion, en Pierre-Marie Dupuy et al. (eds.), Vlkerrecht Als
Wertordnung Common Values In International Law, Festschrift For Christian Tomuschat, 2006, pp. 463, 475.
265
Cordula Droege - Afinidades electivas? Los derechos humanos y el derecho humanitario
Conclusin
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267
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Emanuela-Chiara Gillard es jefa de la Seccin de Proteccin de Civiles en Conflictos Armados, Sector de Desarro-
llo y Estudio de Polticas de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinacin de Asuntos Humanitarios.
Resumen
Este artculo explica las obligaciones de los Estados en relacin con la transferencia de
personas conforme al derecho internacional y examina los elementos clave del princi-
pio de no devolucin, incluida su aplicacin cuando las personas son transferidas de
un Estado a otro dentro del territorio de un mismo Estado; los riesgos que dan lugar a
la aplicacin del principio; los elementos procesales importantes y los efectos del princi-
pio en las obligaciones de los Estados respecto de las seguridades diplomticas.
***
* Al momento de redactar este artculo, la autora era asesora jurdica en la Divisin Jurdica del CICR. Este
artculo refleja las opiniones de la autora y no necesariamente las del CICR o las de la Oficina para la
Coordinacin de Asuntos Humanitarios.
269
Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
270
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
redactar este artculo, la responsabilidad de Canad en este sentido, que es uno de los
participantes de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad conducida
por la OTAN (ISAF, por la sigla en ingls) era examinado por el Tribunal Federal de
Canad4. Las operaciones de detencin de la ISAF tambin plantean la cuestin de la
aplicacin del principio de no devolucin a las transferencias de detenidos entre dife-
rentes miembros de la ISAF, incluso cuando existe el riesgo de que las personas sean
transferidas en ltima instancia a las autoridades afganas o fuera de Afganistn.
Hasta hace poco, las inspecciones del centro de detencin en la baha de
Guantnamo se concentraban en el trato, las condiciones de detencin y el acceso
a los mecanismos de revisin del internamiento. Sin embargo, otra preocupacin
de muchos de los detenidos es su posible repatriacin, cuando podran estar ex-
puestos a riesgos de malos tratos5. Surgen preocupaciones similares en relacin con
los acuerdos bilaterales para la deportacin de personas concertados por el Reino
Unido con varios Estados, incluidos Jordania, Libia y Lbano, tras los atentados de
Londres en julio de 20056.
Con este teln de fondo, el presente artculo revisa los elementos clave del
principio de no devolucin. Muchos aspectos de este principio estn bien estableci-
dos y son sencillos. Prestaremos mayor atencin a los elementos que se han analiza-
do menos o que son particularmente pertinentes a las obligaciones de los Estados en
las situaciones que acabamos de mencionar. Esos elementos son:
-la aplicacin del principio en situaciones donde las personas son transferi-
das de la autoridad de un Estado a la de otro dentro del territorio del mismo
Estado, sea de las fuerzas multinacionales a las autoridades locales o entre
diferentes contingentes de esas fuerzas;
-los diferentes riesgos que dan lugar a la aplicacin del principio; la causa
de ese riesgo, cuestin particularmente pertinente cuando las personas son
liberadas y no transferidas para proseguir la detencin;
4 Tribunal Federal de Canad, Amnesty International Canada v. Canada (National Defence), 2007 FC
1147, 5 de noviembre de 2007.
5 V., por ej., el caso de siete nacionales rusos repatriados de Guantnamo en 2004 descrito en Human Rights
Watch, The Stamp of Guantnamo The Story of Seven Men Betrayed by Russias Diplomatic Assurances
to the United States,, marzo de 2007.
6 Memorandum of Understanding between the Government of the United Kingdom of Great Britain and
Northern Ireland and the Government of the Hashemite Kingdom of Jordan Regulating the Provision
of Undertakings in Respect of Specified Persons Prior to Deportation, firmado el 10 de agosto de 2005,
http://www.fco.gov.uk/resources/en/pdf/jordan-mou (consultado en enero de 2009); Memorandum of
Understanding between the General Peoples Committee for Foreign Liaison and International Coope-
ration of the Great Socialist Peoples Libyan Arab Jamahiriya and the Foreign and Commonwealth Office
of the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland Concerning the Provision of Assurances in
Respect of Persons Subject to Deportation, firmado el 18 de octubre de 2005, http://www.fco.gov.uk/re-
sources/en/pdf/libya-mou (consultado en enero de 2009); y Memorandum of Understanding between the
Government of the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland and the Government of the
Lebanese Republic Concerning the Provision of Assurances in Respect of Persons Subject to Deportation,
firmado el 23 de diciembre de 2005, http://www.fco.gov.uk/resources/en/pdf/lebanonmou (consultado en
enero de 2009).
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Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
7 V., por ej., The interplay between international humanitarian law and human rights in situations of armed
conflict, Israel Law Review, vol. 40 (2) (2007), p. 310, y las correspondientes referencias.
8 El Comit de Derechos Humanos confirm la aplicacin extraterritorial del Pacto Internacional de Dere-
chos Civiles y Polticos en la Observacin General 31, La ndole de la obligacin jurdica general impuesta
a los Estados Partes en el Pacto, 26 de mayo de 2004, Doc. ONU CCPR/C/21/Rev.1/Add.13, prr. 10, as
como en sus Observaciones finales sobre el segundo y el tercer informe peridicos de Estados Unidos, en
2006, Comit de Derechos Humanos, Observaciones finales: Estados Unidos de Amrica, 18 de diciembre
de 2006, Doc. ONU CCPR/C/USA/CO/3/Rev.1, prr. 10. Para los argumentos de Estados Unidos, v. inter
alia, Comit de Derechos Humanos, Consideracin de los informes presentados por los Estados Partes
de conformidad con el artculo 40 del Pacto, tercer informe peridico de los Estados Partes en 2003,
Estados Unidos de Amrica, 28 de noviembre de 2005, Doc. ONU CCPR/C/USA/3, prrs. 129-30 y su
Anexo I. V. tambin Comit contra la Tortura, Observacin general N 2, Aplicacin del artculo 2 por
los Estados Partes, 23 de noviembre de 2007, Doc. ONU CAT/C/GC/2/CRP.1/Rev.4, prrs. 7 y 16, sobre la
aplicacin extraterritorial de la Convencin contra la tortura. Para un anlisis exhaustivo de la aplicacin
extraterritorial de los derechos humanos, v. Frans Coomans y Menno Kamminga (eds.), Extraterritorial
Application of Human Rights Treaties, Intersentia, 2004. V. tambin las decisiones recientes al respecto de
la Corte Internacional de Justicia, en la Opinin consultiva del 9 de julio de 2004 sobre las consecuencias
jurdicas de la construccin de un muro en el territorio palestino ocupado, ICJ Reports 2004, pp.178-81,
prrs. 107-13; y en el Caso sobre las actividades armadas en el territorio del Congo (Democratic Republic
of the Congo v. Uganda), 3 de febrero de 2006, prrs. 215-20; cf. www.icj-cij.org/docket/index.php?p1=3&
p2=1&code=co&case=116&k=51 (consultado el 16 de octubre de 2008).
272
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9 Esta es, por ejemplo, la opinin expresada recientemente por el Comit contra la Tortura en su revisin
de los informes peridicos del Reino Unido y de Estados Unidos, Comit Contra la Tortura, Conclusio-
nes y recomendaciones del Comit contra la Tortura: Reino Unido de Gran Bretaa e Irlanda del Norte
y los territorios dependientes, Doc. ONU CAT/C/CR/33/3, 10 de diciembre de 2004, prr. 4(b); y Comit
contra la Tortura, Conclusiones y Recomendaciones: Estados Unidos de Amrica, Doc. ONU CAT/C/
USA/CO/2, 25 de julio de 2006, prrs. 15 y 20. Para los argumentos de Estados Unidos, v. Respuesta de
Estados Unidos al Comit contra la Tortura, lista de temas para considerar durante el examen del segundo
informe peridico de Estados Unidos de Amrica, pp. 33-37.
10 Tim Golden, Chinese leave Guantnamo for Albanian limbo, New York Times, 10 de junio de 2007. V.
tambin los esfuerzos de Estados Unidos en enero de 2009 respecto de otros reclusos Meraiah Foley y
Mark McDonald, Australia and Britain signal reluctance to take Guantnamo, International Herald Tri-
bune, 2 de enero de 2009.
273
Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
11 Para un anlisis exhaustivo del principio de no devolucin como un principio del derecho de los refugia-
dos, v. Elihu Lauterpacht y Daniel Bethlehem, The scope and content of the principle of non-refoulement:
opinion , en Erika Feller, Volker Trk y Frances Nicholson (eds.), Refugee Protection in International Law:
UNHCRs Global Consultations on International Protection, Cambridge University Press, Cambridge, 2003.
12 Convencin de la OUA por la que se regulan los aspectos especficos de problemas de los refugiados en
frica. 1969, art. II(3). El principio tambin figura en el art. III(I) de los Principios no vinculantes de 1966
sobre el trato debido a los refugiados adoptados por el Comit Consultivo en materia jurdica de Asia y
frica, y en la Seccin III(5) de la Declaracin de Cartagena sobre refugiados adoptada por el Coloquio
sobre la Proteccin Internacional de los Refugiados en Amrica Central, Mxico y Panam: Problemas
Jurdicos y Humanitarios, celebrado en Cartagena, Colombia, del 19 al 22 de noviembre de 1984.
274
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13 V., por ej., Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Saadi v. Italy, Solicitud N 37201/106, fallo del 28 de
febrero de 2008, prr. 126.
14 V. Observacin general 31, Comit de Derechos Humanos, nota 7 supra, prr. 12. La Observacin general
refleja la posicin que recurrentemente se ha adoptado en la jurisprudencia del Comit. V., por ej., sus
opiniones en Joseph Kindler v. Canada, Comunicacin N 470/1991, opiniones del Comit de Derechos
Humanos del 18 de noviembre de 1993, prr. 6.2.
15 Segn Theo van Boven, ex relator especial de la Comisin de Derechos Humanos sobre la cuestin de la
tortura, el principio de no devolucin es inherente al carcter absoluto e imperativo de la prohibicin de la
tortura y otras formas de malos tratos, Informe del Relator Especial sobre la cuestin de la tortura y otros
tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, Doc. ONU A/59/324, 1 de septiembre de 2004, prr. 28.
16 Comit de Derechos Humanos, Observacin general 20, que reemplaza la Observacin general 7 sobre
la prohibicin de la tortura y de otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, Doc. ONU HRI/
GEN/1/Rev.1, 28 de julio de 1994, prr. 9. El Comit de Derechos Humanos ha adoptado recurrentemente
la misma opinin en su jurisprudencia. V., por ej., Chitat Ng v. Canada, Comunicacin N 469/1991, opi-
niones del Comit de Derechos Humanos del 7 de enero de 1994.
275
Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
La obligacin del artculo 2 que exige que los Estados Partes respeten y ga-
ranticen los derechos del Pacto a todos los individuos que se encuentren en su
territorio y a todas las personas sujetas a su jurisdiccin entraa la obligacin
de no extraditar, deportar, expulsar o retirar de otro modo a una persona de su
territorio, cuando hay razones de peso para creer que existe un riesgo real de
provocar un dao irreparable, como el contemplado por los artculos 6 y 7 del
Pacto, sea en el pas al que se va a trasladar a la persona o en cualquier otro pas
al que la persona sea posteriormente trasladada17.
17 Observacin general 31, Comit de Derechos Humanos, nota 8 supra, prr. 12.
18 Respuesta de Estados Unidos a la lista de temas seleccionados en relacin con el examen de los informes
peridicos 2 y 3 de Estados Unidos de Amrica, sin fecha, pp. 16-18, disponible en www.ohchr.org/
english/bodies/hrc/docs/AdvanceDocs/USA-writtenreplies.pdf (consultado en octubre de 2008).
19 Comit de Derechos Humanos, Observaciones finales: Estados Unidos de Amrica, nota 8 supra, prr. 16.
20 El Tribunal abord por primera vez el tema en Soering v. The United Kindgom, 7 de julio de 1989, Serie A,
N 69, prr. 91. Este enfoque ha sido sostenido en gran parte de la jurisprudencia posterior. V., inter alia,
Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Cruz Varas and Others v. Sweden, 20 de marzo de 1991, Serie A,
N 201, p. 28, prrs. 69-70 y Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Vilvarajah and Others v. The United
Kingdom, 30 de octubre de 1991, Serie A, N 215, p. 34, prrs. 102-103.
276
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21 Sobre la relacin entre el art. 12 y el art. 118 del III Convenio de Ginebra, que exige que las potencias detenedo-
ras liberen y repatren a los prisioneros de guerra sin demora apenas terminadas las hostilidades, v. el Comenta-
rio de ese Convenio. All se explica que los prisioneros de guerra tienen el derecho inalienable a ser repatriados
y que no puede hacerse excepcin alguna a esta norma, a menos que haya razones de peso para temer que un
prisionero de guerra que se opone a ser repatriado pueda, despus de la repatriacin, ser objeto de medidas in-
justas que afecten su vida o su libertad, especialmente por motivos vinculados a la raza, la clase social, la religin
o las opiniones polticas, y que, por consiguiente, la repatriacin sera contraria a los principios generales del
derecho internacional para la proteccin del ser humano. Cada caso debe examinarse en forma individual. Jean
Pictet (ed.), Commentary III Geneva Convention relative to the Treatment of Prisoners of War, 1960, p. 546.
277
Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
Qu est prohibido
278
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
26 V., por ej., la decisin del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en T.I. v. The United Kingdom, Solicitud N
43844/98, Decisin sobre la admisibilidad, 7 de marzo de 2000, p. 15. V. tambin Comit contra la Tortura, Obser-
vacin general 1, que inter alia sostiene lo siguiente: El Comit opina que la expresin otro Estado, que figura en
el artculo 3 [de la Convencin contra la Tortura], puede entenderse referida al Estado al cual se expulsa, devuelve
o extradita a la persona afectada. Comit de la ONU contra la Tortura, Observacin general 1, nota 22 supra,
prr. 2. V. tambin UNHCR EXCOM Conclusin N 58 (XL), 1989, Problem of refugees and asylum-seekers who
move in an irregular manner from a country in which they had already found protection, prr. f(i).
279
Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
27 Por ej., el art. 33(1) de la Convencin sobre refugiados establece que no se podr poner en modo alguno a
un refugiado en las fronteras de un territorio.... Respecto de la prohibicin que figura en este instrumento,
Lauterpacht y Bethlehem sealan: ... debe observarse que el trmino empleado es territorios en oposi-
cin a pases o Estados. Lo que esto implica es que el estatuto jurdico del lugar al que puede ser enviado
el individuo no es material. Lo que importa es si se trata de un lugar donde la persona estara en peligro.
Esto tambin tiene un significado ms amplio, en la medida en que supone que el principio de no devolu-
cin se aplicar tambin en circunstancias en que el solicitante de asilo o de refugio est dentro de su pas
de origen pero se encuentra bajo la proteccin de otro Estado contratante. Esta situacin puede darse, por
ejemplo, en circunstancias en las que un solicitante de refugio o de asilo se refugia en una misin diplomtica
de otro Estado o se encuentra bajo la proteccin de las fuerzas armadas de otro Estado que participa en una
misin de mantenimiento de la paz o que cumple alguna otra funcin en el pas de origen. En principio, en
tales circunstancias, el Estado protector estar sujeto a la prohibicin de no devolver a la persona al territorio
donde estara en peligro. (Lauterpacht y Bethlehem, nota 11, supra, prr. 114, el subrayado es nuestro).
28 V., por ej., el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en el caso Chahal, donde se refiri a la prohibicin
de transferir personas a otro Estado. Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Chahal v. The United
Kingdom, Solicitud N 22414/93, fallo del 15 de noviembre de 1996, prr. 80. Anlogamente, en su reso-
lucin sobre la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes de 2005, la Comisin de
Derechos Humanos inst a los Estados a que no procedan a la expulsin, devolucin o extradicin de
una persona a otro Estado cuando haya razones fundadas para creer que dicha persona correra el peligro
de ser sometida a torturas, Comisin de la ONU de Derechos Humanos, Resolucin 2005/39, 19 de abril
de 2005, prr. 5 (el subrayado es nuestro). En resoluciones de aos anteriores, se emplearon expresiones
similares, sobre la base del art. 3(1) de la Convencin contra la Tortura.
29 Comit contra la Tortura, 33 perodo de sesiones, Lista de Temas, Doc. ONU CAT/C/33/L/GBR, 15-26 de
noviembre de 2004, prr. 25.
30 Respuesta del Reino Unidos a las cuestiones planteadas por el Comit de la ONU contra la Tortura para su discusin
en el 33 perodo de sesiones del Comit en noviembre de 2004, prr. 222. Documento en poder de la autora.
280
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
Todos los organismos de vigilancia de los derechos humanos que han con-
siderado la cuestin sistemticamente han opinado que los traslados de personas de
una autoridad a otra dentro del mismo territorio, incluso entre miembros de una
fuerza multinacional que opera en ese territorio, deben atenerse al principio de no
devolucin. En realidad, esa conclusin parece ser respaldada por las acciones de al-
gunos contingentes de las fuerzas multinacionales en Irak y en Afganistn, que han
adoptado diversos mtodos para tratar de cumplir o, para algunos, eludir sus
obligaciones de no devolucin. Por ejemplo, en Irak, para despejar sus preocupaciones
31 Comit contra la Tortura, Conclusiones y recomendaciones: Reino Unido de Gran Bretaa e Irlanda del Norte
y sus Territorios Dependientes, nota 8 supra, prrs. 4(b) y 5(e). En junio de 2006, el Reino Unidos remiti sus
observaciones sobre las conclusiones y recomendaciones del Comit que, inter alia, abordan la aplicacin de la
Convencin a la transferencia de personas a las autoridades locales. El Reino Unido haba rechazado la aplica-
cin de los arts. 2 y 3 de la Convencin en intercambios previos con el Comit, con el argumento de que no tena
jurisdiccin en Irak y en Afganistn, pero en esta presentacin el Reino Unido esgrimi el argumento adicional
de que, en esos dos contextos, no se trasladaba a personas del territorio de un Estado al de otro. Comentarios del
Gobierno del Reino Unido de Gran Bretaa e Irlanda del Norte sobre las conclusiones y recomendaciones del
Comit contra la Tortura, Doc. ONU CAT/C/GBR/CO/4/add. 1, 8 de junio de 2006, prrs. 14-17.
32 United States Response to the list of issues to be taken up in connection with the consideration of the second
and third periodic reports of the United States of America, sin fecha, pp. 16-18, disponible en www. ohchr.
org/english/bodies/hrc/docs/AdvanceDocs/USA-writtenreplies.pdf (consultado en ingls en octubre de
2008).
33 Respuesta de Estados Unidos al Comit contra la Tortura, lista de temas para considerar durante el exa-
men del segundo informe peridico de Estados Unidos de Amrica, nota 9 supra, pp. 33-37.
34 Subcomisin de la ONU de Promocin y Proteccin de los Derechos Humanos, resolucin 2005/12, Tras-
lado de personas, 12 de agosto de 2005, adoptada por votacin nominal de 21 a 1, con 2 abstenciones. Ni
el voto contrario ni las abstenciones se refirieron a este aspecto de la resolucin.
281
Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
de que las personas transferidas a las autoridades iraques pudieran ser sometidas a
malos tratos, el Reino Unido concert un acuerdo con las autoridades iraques en el
que stas se comprometieron a garantizar determinados estndares en cuanto a las
condiciones de detencin, el trato de los detenidos y las garantas procesales35. An-
logamente, se ha informado que varios Estados que han contribuido con tropas en la
Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad en Afganistn han concertado
acuerdos similares con las autoridades afganas36. Si bien, como veremos ms adelan-
te, es cuestionable el hecho de si esos acuerdos eximen a los Estados que trasladan
a las personas de sus obligaciones en virtud del principio de no devolucin, no cabe
duda de que son una manifestacin de su creencia de que tienen responsabilidades
hacia las personas trasladadas.
282
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
del artculo 1 de esa misma Convencin, que establece los criterios para conceder el
estatuto de refugiado, y que habla de persecucin ms que de amenaza contra la
vida o la libertad por motivos vinculados a los mismos cinco criterios. En general
se acepta que, por cuestiones de coherencia interna de la Convencin, esos trminos
han de interpretarse como sinnimos y que la naturaleza del riesgo afrontado es la
misma: cualquier tipo de persecucin que habilite a una persona a recibir el estatuto
de refugiado constituye una amenaza contra la vida o la libertad dentro de lo esta-
blecido en el artculo 33, lo que impide su devolucin37.
En el derecho de los derechos humanos
37 V., por ej., Atle Grahl-Madsen, Commentary on the Refugee Convention 1951, UNHCR Division of In-
ternational Protection, Ginebra, 1997, pp. 231-232. La Convencin de la OAU de 1969 adopta un enfoque
ms amplio de los tipos de riesgos que podran dar lugar a la prohibicin de la devolucin, reflejando su
definicin ms amplia de refugiado. Segn ese instrumento, la prohibicin de la devolucin se extiende
a las personas cuya vida, integridad fsica o libertad estara en riesgo a causa de persecucin o de agre-
siones externas, ocupacin, dominacin extranjera o hechos que afecten gravemente el orden pblico.
Convencin OAU, nota 12 supra, art. 2(3).
38 En su Observacin general 31, el Comit de Derechos Humanos se refiri a un riesgo real de provocar un
dao irreparable, como el contemplado por los artculos 6 [derecho a la vida] y 7 [prohibicin de la tor-
tura y los tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes]. Comit de Derechos Humanos, Observacin
general 31, nota 8 supra, prr. 12 (el subrayado es nuestro).
39 En su jurisprudencia, el Comit contra la Tortura ha rechazado recurrentemente las solicitudes donde el
riesgo en el Estado receptor era un riesgo de mal trato no equiparable a tortura. V., por ej., T.M. v. Swe-
den, Doc. ONU CAT/C/31/D/228/2003, 2 de diciembre de 2003; y M. V. v. The Netherlands, Doc. ONU
CAT/C/30/D/201/2002, 13 de mayo de 2003. En 2005, las tentativas de ampliar el mbito de la proteccin
contra la devolucin segn la Convencin contra la Tortura para abarcar otras formas de malos tratos en
las resoluciones sobre tortura de la Comisin de Derechos Humanos y el tercer Comit de la Asamblea
General de las Naciones Unidas fueron resistidas por Estados Unidos. Proyectos de resoluciones sucesivos
anotados correspondientes a 2005 en poder de la autora.
283
Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
40 La necesidad de que exista un nexo entre los malos tratos y un Estado ha sido abordada especficamente
por el Comit contra la Tortura en su Observacin general 1 donde, inter alia, subray que de conformi-
dad con el artculo 1, el criterio enunciado en el prrafo 2 del artculo 3, es decir, un cuadro persistente de
violaciones manifiestas, patentes o masivas de los derechos humanos, slo puede entenderse referido a las
violaciones cometidas por un funcionario pblico u otra persona en el ejercicio de funciones pblicas, a
instigacin suya, o con su consentimiento o aquiescencia. Comit contra la Tortura, Observacin general
1, nota 22 supra, prr. 3.
41 Comit contra la Tortura, G.R.B. v. Sweden, Comunicacin N 83/1997, Opiniones del Comit contra la
Tortura del 15 de mayo de 1998, Doc. ONU CAT/C/20/D/83/1997, 15 de mayo de 1998.
42 Comit contra la Tortura, Sadiq Shek Elmi v. Australia, Comunicacin N 120/1998, Opiniones del Comi-
t contra la Tortura del 14 de mayo de 1999, Doc. ONU CAT/C/22/D/120/1998, 25 de mayo de 1999.
284
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
43 Ibd., prr. 6.5. El carcter excepcional de esta decisin fue confirmado por un caso virtualmente idntico
que se present ante el Comit aos despus. El Comit observ que, en los aos intermedios, la situacin
en Somalia haba cambiado considerablemente. Somalia ahora contaba con una autoridad estatal en la
forma de un Gobierno Nacional Transicional que tena relaciones con la comunidad internacional a ttulo
de gobierno central, a pesar de que existan dudas en cuanto al alcance de su autoridad territorial y su
permanencia. Dada la existencia de esa autoridad, el Comit no consider que el caso correspondiera a
la situacin excepcional de Elmi v. Australia, y adopt la opinin de que los actores de las entidades no
estatales que actuaban en Somalia quedaban fueran del mbito del art. 3 de la Convencin. Comit contra
la Tortura, H.M.H.I. v. Australia, Comunicacin N 177/2001, Opiniones del Comit contra la Tortura del
1 de mayo de 2001, Doc. ONU CAT/C/28/D/177/2001, 1 de mayo de 2001, prr. 6.4.
44 Comit de Derechos Humanos, Observacin general 20, nota 16 supra, prr. 2.
45 Comit de Derechos Humanos, Observacin general 31, nota 8 supra, prr. 8.
285
Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
46 Tribunal Europeo de Derechos Humanos, H.L.R. v. France, fallo del 22 de abril de 1997, prr. 40. Esta
opinin fue reiterada, por ejemplo, en T.I. v. The United Kingdom, a pesar de que en este caso el solicitante
tampoco reuni los mritos. Tribunal Europeo de Derechos Humanos, T.I. v. The United Kingdom, De-
cisin sobre la admisibilidad, 7 de marzo de 2000, p. 14. La conclusin de que una amenaza proveniente
de un actor no estatal puede dar lugar a una violacin del art. 3 de la Convencin parece haber sido tan
poco controvertida que en el caso de Ahmed v. Austria que, al igual que los casos mencionados ante el
Comit de Derechos Humanos, relativo a una expulsin a Somalia a finales de los aos 1990, el Tribunal
ni siquiera abord esta dimensin. Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Ahmed v. Austria, fallo del 27
de noviembre de 1996. Slo la consider la Comisin en una etapa anterior del procedimiento; respald el
argumento del solicitante sobre la violacin del artculo 3, en el sentido de que era suficiente que quienes
tenan un poder considerable dentro de un Estado, aunque no fueran el gobierno, amenazaran la vida y
la seguridad del demandante. Ahmed v. Austria, Solicitud N 25964/94. Informe de la Comisin del 5 de
julio de 1995, p. 11. V tambin Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Salah Sheekh v. The Netherlands,
fallo del 11 de enero de 2007, prr. 97. El Tribunal adopt una visin ms amplia incluso en el caso D. v
The United Kingdom, donde el solicitante, un enfermo de VIH cuya enfermedad haba llegado a un estadio
crtico y que estaba por ser deportado a su Estado de origen, San Cristbal y Nieves, sostuvo que, dada
la calidad y la disponibilidad del tratamiento mdico en San Cristbal, su deportacin constituira una
violacin del artculo 3 de la Convencin.
El Tribunal observ que el principio de no devolucin por lo general se aplicaba cuando el riesgo provena
de actos infligidos intencionalmente por las autoridades pblicas en el Estado receptor o de entidades
no estatales en ese pas, cuando las autoridades no eran capaces de otorgar la proteccin adecuada. Sin
embargo, dada la importancia fundamental del art. 3 en el sistema de la Convencin, el Tribunal consi-
der que debera reservarse suficiente flexibilidad como para abordar la aplicacin del artculo cuando la
fuente del riesgo en el pas receptor derivara de factores que no podran comprometer, en forma directa o
indirecta, la responsabilidad de las autoridades pblicas de ese pas o que, considerados solos, no infrin-
gieran los criterios establecidos en ese artculo. En opinin del Tribunal, limitar la aplicacin del artculo
3 habra socavado el carcter absoluto de su proteccin. Por ello, el Tribunal hall que la implementacin
de la decisin de deportar al solicitante a San Cristbal habra constituido un trato inhumano en violacin
del art. 3 de la Convencin. Tribunal Europeo de Derechos Humanos, D. v. The United Kingdom, fallo del
2 de mayo de 1997, Solicitud N 30240/96, prrs. 49-53.
286
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
devolucin, y no en la pena de muerte misma47. Sin embargo, en los ltimos aos, los
organismos de vigilancia de los derechos humanos han demostrado cierta inclina-
cin a examinar la licitud de otros aspectos de los traslados para afrontar la posible
imposicin o aplicacin de la pena de muerte.
Se ha prestado particular atencin a los casos donde exista el riesgo de que
se impusiera o aplicara la pena de muerte despus de un proceso donde no se hu-
bieran respetado las garantas procesales mnimas. Ello podra dar lugar a aspectos
relativos a la devolucin de dos maneras. En primer lugar, a partir del razonamiento
empleado en Soering y Ng, la imposicin de la pena de muerte en esas circunstan-
cias podra equipararse a tortura u otras formas de tratos proscritos y dar lugar a
posibles quejas por devolucin. En el caso Ocalan, por ejemplo, el Tribunal Europeo
de Derechos Humanos sostuvo que la imposicin de la pena muerte tras un proceso
injusto equivala a un trato inhumano per se. Aun cuando la sentencia no llegara a
aplicarse, como en ese caso, donde Turqua luego aboli la pena de muerte, el de-
mandante tuvo que sufrir por varios aos las consecuencias de su imposicin tras un
proceso sin garantas procesales, y ello equivali a un trato inhumano48. El caso no
abord especficamente la cuestin de la no devolucin. Si bien esta cuestin no se
ha presentado todava especficamente ante el Tribunal, ahora que ha determinado
que la imposicin de la pena de muerte en esas circunstancias constituye un trato
inhumano, no hay razn para que no aplique su visin de que un traslado a un lugar
donde existe el riesgo de sufrir tal trato violara el Convenio.
En segundo lugar, no se cuestiona que la aplicacin de la pena de muerte tras
un proceso donde no se han respetado las garantas procesales mnimas se equipara a
una privacin arbitraria de la vida49. Sin analizar exhaustivamente en qu consiste un
juicio no equitativo, las salvaguardias procesales que protegen a las personas en poder
de un Estado y que luego son trasladadas a otro para ser procesadas, y que pueden
denegarse en el contexto de este artculo incluyen limitaciones graves de los derechos
a contar con el tiempo y las facilidades para preparar la defensa y comunicarse con el
abogado defensor, y el uso de pruebas obtenidas por medios inadecuados en procesos
penales. Podra tratarse de pruebas e informacin obtenidas durante interrogatorios
en los que el abogado estaba ausente, o en situaciones donde se violaron gravemente
los derechos fundamentales de la persona trasladada, por ejemplo informacin obte-
nida tras someter a la persona a tortura.
47 Por ejemplo, en el caso Soering, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos no bas su decisin en el riesgo
de imposicin de la pena de muerte per se, sino ms bien en el hecho de que el fenmeno de la lista de espera
de la muerte equivala a un trato cruel, inhumano o degradante. Tribunal Europeo de Derechos Humanos,
Soering v. The United Kingdom, nota 19 supra, prr. 111. Anlogamente, en la decisin Ng, el Comit de De-
rechos Humanos hall que la manera en que el demandante sera ejecutado (asfixia por gas) constitua un
trato cruel e inhumano, que infringa el art. 7 de Pacto, Chitat Ng. v. Canada, nota 16 supra, prr. 16.4
48 Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Ocalan v. Turkey, Solicitud N 46221/99, fallo del 12 de marzo de 2003,
prr. 213, confirmado por el fallo de la Cmara Grande del 5 de mayo de 2005. El Tribunal reiter esa posicin en
el caso Bader and others v. Sweden, Solicitud N 13284/04, fallo del 8 de noviembre de 2005, prr. 47.
49 V., por ej., las opiniones del Comit de Derechos Humanos en Glenford Campbell v. Jamaica, Com. N
248/1997, Opiniones del Comit de Derechos Humanos del 30 de marzo de 1992; y Eustace Henry and
Everald Douglas v. Jamaica, Com. N 571/1994, Opiniones del Comit de Derechos Humanos del 25 de
julio de 1996.
287
Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
cuando hay razones de peso para creer que existe un riesgo real de provocar
un dao irreparable, como el contemplado por los artculos 6 [derecho a la
vida] y 7 [prohibicin de la tortura o de los tratos o penas crueles, inhumanos
o degradantes]...50
Los pases que han abolido la pena de muerte tienen la obligacin de no expo-
ner a las personas al riesgo real de su aplicacin. Por ende, no pueden trasladar
a individuos de su jurisdiccin, sea a travs de la deportacin o de la extradi-
cin, si razonablemente se puede prever que sern sentenciados a muerte, sin
garantizar que esa sentencia no se lleve a cabo51.
Esta cuestin es particularmente pertinente para los Estados que han ratifi-
cado el Segundo Protocolo facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Polticos, destinado a abolir la pena de muerte, y para los Estados Partes en el Convenio
Europeo de Derechos Humanos que han ratificado sus Protocolos facultativos N 6 y
N 1352.
Hasta la fecha, el Comit de Derechos Humanos no ha tenido que abordar la
cuestin del efecto del Segundo Protocolo facultativo en los traslados para someter a la
persona transferida a la pena de muerte. A la luz de su opinin en el caso Judge, parece
acertado suponer que interpretar que en el Protocolo se establece una obligacin de no
trasladar a las personas a una situacin donde podran verse sometidas a la imposicin
o la aplicacin de la pena de muerte.
Slo se ha presentado un caso ante el Tribunal Europeo de Derechos Huma-
nos donde el demandante sostuvo que su deportacin a procesos que podran resultar
en la imposicin de la pena de muerte violara los Protocolos facultativos N 6 y N 13.
50 Comit de Derechos Humanos, Observacin general 31, nota 8 supra, prr. 12 (el subrayado es nuestro).
51 Comit de Derechos Humanos, Roger Judge v. Canada, Comunicacin N 829/1998, Opiniones del Co-
mit de Derechos Humanos del 20 de octubre de 2003, prr. 10.4.
52 El Protocolo facultativo N 6 establece la abolicin de la pena de muerte, pero permite que los Estados
Partes la dispongan en relacin con actos cometidos en tiempo de guerra. El Protocolo facultativo N 13
la prohbe en todas las circunstancias.
288
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
Si bien el caso no obtuvo los mritos necesarios, porque la existencia del riesgo no pudo
establecerse, el Tribunal reiter su posicin de que las expulsiones podran dar lugar a
violaciones del artculo 3 si la persona en cuestin estuviera ante el riesgo real de ser
maltratada en el pas receptor. El Tribunal aadi que no descartaba que consideracio-
nes anlogas se pudieran aplicar al artculo 2 del Convenio, sobre el derecho a la vida, y
al artculo 1 del Protocolo N 6 si el traslado pusiera en peligro la vida de la persona en
cuestin, como resultado de la imposicin de la pena de muerte o por otro motivo53.
Si bien la tendencia claramente parece dirigirse a prohibir los traslados de per-
sonas en casos donde existe el riesgo de imposicin o aplicacin de la pena de muerte
como resultado de un proceso manifiestamente no equitativo, en el caso de los Estados
emisores que han abolido la pena de muerte, aun cuando no hubiera denuncias de fallas
graves en el proceso, debera recordarse que en general se acepta que las promesas del Es-
tado receptor de no pedir, imponer o aplicar la pena de muerte son suficientes para des-
cartar la existencia del riesgo. En realidad, a veces las prevn expresamente, cuando no las
exigen, los instrumentos pertinentes o las decisiones de los organismos de vigilancia de
los derechos humanos. Esto se contrapone claramente a las promesas similares de evitar
el riesgo de tortura o de otras formas de malos tratos, como analizaremos ms adelante.
Otros riesgos
53 Tribunal Europeo de Derechos Humanos, S.R. v. Sweden, Sol. N 62806/00, fallo del 23 de abril de 2003. An-
logamente, si bien la cuestin del efecto del Protocolo facultativo N 13 fue planteada por el Estado defensor
en Bader v. Sweden, el Tribunal decidi la solicitud sobre la base de otros argumentos y, por consiguiente, no
abord la cuestin. Bader and others v. Sweden, nota 48, supra, prr. 49. Adicionalmente, las obligaciones jur-
dicas o los compromisos polticos de numerosos Estados, notable aunque no exclusivamente, los miembros
de la Unin Europea y/o del Consejo de Europa les impiden trasladar personas a la posible imposicin o
aplicacin de la pena de muerte. Se trata de, por ejemplo, la Convencin Europea de 1957 sobre extradicin;
la Directiva de Calificacin de la UE; la Directiva de la UE sobre asistencia en casos de trnsito a los fines
del traslado por va area; y la Orden de Arresto Europea (Council Framework Decision of 13 June 2002 on
the European arrest warrant and the surrender procedures between Member States, 2002/584/JHA, OJ L190,
18.7.2002, pp. 1-20). La legislacin nacional suele imponer otras limitaciones. V., por ej., la legislacin a la que
se hace referencia en Ruma Mandal, Protection Mechanisms Outside of the 1951 Convention (Complemen-
tary Protection), UNHCR Legal and Protection Policy Research Series, PPLA/2005/2, junio de 2005.
54 Convencin Internacional para la proteccin de todas las personas contra las desapariciones forzadas,
arts. 2 y 16.
289
Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
55 Ya en 1989, en el caso Soering, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos observ que no descartaba que
se podra plantear excepcionalmente un asunto [el derecho a un proceso equitativo] por una decisin de
extradicin en circunstancias donde el fugitivo ha sufrido o puede sufrir una negativa flagrante de acceder
a un proceso equitativo en el pas demandante. Soering v. The United Kingdom, nota 20 supra, prr. 113.
Sin embargo, hasta ahora, el Tribunal no ha tenido que decidir un caso referido a traslados a situaciones
donde se ha negado flagrantemente la posibilidad de acceder a un proceso equitativo que no implicara la
imposicin de la pena de muerte.
56 Subcomisin de la ONU de Promocin y Proteccin de los Derechos Humanos, resolucin 2005/12, Tras-
lado de personas, nota 34 supra, prr. 3.
57 Ibd., prr. 3.
58 Comit de los derechos del nio, Observacin general 6, Trato de los menores no acompaados y separa-
dos de su familia fuera de su pas de origen, Doc. ONU CRC/GC/2005/6, 3 de junio de 2005, p. 6.
59 Ibd.
60 Informe del Grupo de Trabajo sobre la detencin arbitraria, Doc. ONU A/HCR/4/40, 9 de enero de 2007,
prr. 49.
290
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
El umbral de riesgo
291
Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
...el riesgo de tortura debe fundarse en razones que vayan ms all de la pura
teora o sospecha. De todos modos, no es necesario demostrar que el riesgo es
muy probable66.
65 Al ratificar la Convencin contra la tortura, Estados Unidos hizo la siguiente declaracin interpretativa del
art. 3: ... Estados Unidos interpreta que la frase cuando haya razones fundadas para creer que estara en
peligro de ser sometida a tortura, tal como figura en el artculo 3 de la Convencin, significa que cuando
es ms probable que sea sometida a tortura que que no lo sea (el subrayado es nuestro). El razonamiento
que sustenta esa interpretacin y su significado se analizan en las pp. 37 y 38 de Respuesta de Estados
Unidos al Comit contra la Tortura, lista de temas para considerar durante el examen del segundo informe
peridico de Estados Unidos de Amrica, nota 9 supra.
66 Comit contra la Tortura, Observacin general 1, nota 22 supra, prr. 6.
67 Comit de Derechos Humanos, Observacin general 20, nota 16 supra, prr. 9.
68 Comit de Derechos Humanos, Observacin general 31, nota 8 supra, prr. 12.
69 V., por ej., Chitat Ng v. Canada, nota 16 supra, prr. 14.1.
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293
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Un principio absoluto
En el derecho de los refugiados
En la Convencin de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados, la proteccin
contra la devolucin no puede ser reclamada por
295
Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
excepcin80. A los fines que aqu nos ocupan, alcanza con sealar que se reco-
noce que, dado el carcter humanitario de la prohibicin de la devolucin y las
graves consecuencias, para un refugiado, de ser devuelto a un pas donde co-
rre peligro, las excepciones deben interpretarse en forma restrictiva y en estricto
cumplimiento del debido proceso judicial81. Adems, como ya hemos indicado,
las personas excluidas de la proteccin contra la devolucin en el derecho de los
refugiados pueden beneficiarse del principio en el derecho de los derechos huma-
nos o en el derecho internacional humanitario.
En el derecho de los derechos humanos y en el derecho internacional
humanitario
El principio de no devolucin como principio de los derechos humanos
no permite excepciones o derogaciones.
Ninguna de las disposiciones convencionales que prohben expresamen-
te la devolucin contiene excepciones. Adems, en la medida en que forma parte
de la prohibicin de la tortura y de otras formas de malos tratos, la no devolucin
goza del mismo carcter absoluto. El carcter absoluto de la prohibicin de la tor-
tura ha sido expresamente reconocido en la Convencin contra la tortura y por
los organismos de vigilancia de los derechos humanos82.
El carcter absoluto de la prohibicin de la tortura y de otras formas de
malos tratos, incluida la dimensin implcita de la no devolucin, fue reafirmado
recientemente por el Comit de Derechos Humanos en sus Observaciones finales
sobre el quinto informe peridico de Canad. En reaccin a una decisin de la
Corte Suprema de Canad de deportar a una persona que era considerada como
una amenaza a la seguridad nacional, a pesar de que exista un riesgo de que fuera
maltratada, el Comit afirm lo siguiente:
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83 Comit de Derechos Humanos, Examen de los informes presentados por los Estados Partes de conformi-
dad con el artculo 40 del Pacto, Observaciones Finales del Comit de Derechos Humanos, Canad, Doc.
ONU CCPR/C/CAN/CO/5, prr. 15. La misma decisin del Tribunal Supremo suscit fuertes crticas por
parte del Comit contra la Tortura, Comit contra la Tortura, Observaciones finales: Canad, Doc. ONU
CAT/C/CR/34/CAN, 7 de julio de 2005, prr. 4(a).
84 Saadi v. Italy, nota 13 supra, prr. 127. El caso que se present ante el Tribunal Europeo, Chahal v. The Uni-
ted Kingdom, tambin relativo a la deportacin de una persona por presunta participacin en actividades
terroristas. Subrayando que estaba consciente de las dificultades afrontadas por los Estados para protegerse
de la violencia terrorista, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos sostuvo que: aun en esas circunstan-
cias, la Convencin prohbe absolutamente la tortura y los tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes,
independientemente de la conducta de la vctima. A diferencia de la mayora de las clusulas sustantivas de
la Convencin y de los Protocolos 1 y 4, el artculo 3 no dispone excepciones ni derogaciones de lo que est
permitido en virtud del artculo 15, aun en caso de emergencia pblica que amenace la vida de la nacin... La
prohibicin establecida en el artculo 3... contra los malos tratos tambin es absoluta en casos de expulsin.
Por lo tanto, ms all de las razones fundadas que se hayan esgrimido para creer que una persona afrontara
un riesgo real de ser sometido a tratos contrarios al artculo 3... si se la trasladara a otro Estado, la responsa-
bilidad del Estado contratante de protegerlo contra esos tratos sigue comprometida en caso de expulsin...
En tales circunstancias, las actividades de la persona en cuestin, aunque sean indeseables o peligrosas, no
pueden constituir una consideracin material. (Chahal v. The United Kingdom, nota 28 supra, prrs. 79-80).
85 Saadi v. Italy, nota 13 supra, prr. 138.
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La dimensin procesal
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89 En el ACNUR se puede hallar orientacin general sobre los procedimientos de determinacin del estatuto de
refugiado, Refugee Protection: A Guide to International Refugee Law, UNHCR Handbook for Parliamentarians,
N2, 2001, y en UNHCR Handbook on Procedures and Criteria for Determining Refugee Status, nota 63 supra.
90 V., por ej., Mandal, nota 53 supra, y McAdam, nota 77 supra.
91 Convencin sobre el Estatuto de los Refugiados, 1951, art. 32(2).
92 Comit de Derechos Humanos, Observacin general 15, La situacin de los extranjeros con arreglo al
Pacto, 11 de abril de 1986, prr. 10. El Comit de Derechos Humanos tambin seal que esa disposicin
se aplica a todos los procedimientos destinados a la salida obligatoria de un extranjero, as est descrita en
la legislacin nacional como expulsin o de otra manera. Ibd., prr. 9.
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Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
151. En tales casos, dado el carcter irreversible del dao que podra cau-
sarse si el riesgo de maltrato se hiciera realidad y la importancia que el Tri-
bunal atribuye al artculo 3, la nocin de un recurso efectivo que figura en
el artculo 13 exige una revisin independiente de la demanda segn la cual
existen razones fundadas para temer un riesgo real de recibir un trato con-
trario al artculo 3. Esa revisin debe efectuarse independientemente de lo
que la persona haya hecho para recibir la expulsin o de cualquier amenaza
percibida contra la seguridad nacional del Estado expulsor.
152. No es necesario que una autoridad judicial efecte esa revisin pero,
si no lo hace, los poderes y las garantas que otorgue son pertinentes para
determinar si el recurso que se le presenta es efectivo.93
93 Chahal v. The United Kingdom, nota 28 supra, prrs. 151-152. Al aplicar esa prueba a los hechos del caso que
estaba examinando, el Tribunal observ que ni el panel consultivo de la sala de apelaciones ni los tribunales
podan revisar una decisin del Ministro del Interior de deportar al demandante. Su papel se limit a con-
formarse con verificar que ste hubiera evaluado el riesgo del demandante en relacin con el peligro que
representaba para la seguridad nacional. Por ello, el Tribunal concluy que no se poda considerar que los
tribunales ofrecieran recursos efectivos tal como lo exige el art. 13 del Convenio. Ibd., prr. 153.
94 Ibd., prr. 154.
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95 Comit contra la Tortura, Josu Arkauz Arana v. France, Comunicacin N 63/1997, Opiniones del Comit
contra la Tortura del 16 de diciembre de 1996, prr. 11(5). El Comit contra la Torturas ya haba expresado
su preocupacin por la prctica de la polica de entregar individuos a su contraparte en otro pas cuando
consider el segundo informe peridico de Francia en relacin con el artculo 19 de la Convencin. Infor-
me del Comit contra la Tortura, Doc. ONU A/53/44, 16 de septiembre de 1998, prr. 143.
96 Comit contra la Tortura, Ahmed Hussein Mustafa Kamil Agiza v. Sweden, Comunicacin N 233/2003,
Opiniones del Comit contra la Tortura del 20 de mayo de 2005, prr. 13.7 (el subrayado es nuestro).
97 En sus Conclusiones y observaciones sobre el segundo informe peridico sobre Estados Unidos, el Comit
simplemente afirm que el Estado Parte ha de asegurar siempre de que los reos tengan la posibilidad
de impugnar las decisiones de devolverlos., Comit contra la Tortura, Conclusiones y recomendaciones:
Estados Unidos de Amrica, nota 9 supra, prr. 20.
98 Comit de Derechos Humanos, Mansour Ahani v. Canada, Comunicacin N 1051/2002, Opiniones del
Comit de Derechos Humanos del 15 de junio de 2004, prrs. 10.6-10.8.
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102 Recommendation of the Commissioner for Human Rights concerning The Rights Of Aliens Wishing
To Enter A Council Of Europe Member State And The Enforcement Of Expulsion Orders, CommDH/
Rec(2001)1, 19 de septiembre de 2001, prr. 11.
103 Tras reafirmar la obligacin de los Estados de no expulsar a una persona cuando existieran razones de
peso para creer que podra ser sometida a un riesgo real de tortura o de tratos inhumanos, crueles o
degradantes, los especialistas subrayaron que la evaluacin de la existencia de un riesgo deba efectuarse
caso por caso y que los Estados expulsores no deberan basarse en listas de Estados seguros o inseguros.
Consejo de Europa, Comit Permanente de Derechos Humanos, Grupo de especialistas de derechos hu-
manos y lucha contra el terrorismo, Informe de reunin, primera reunin, Estrasburgo, DH-STER (2005)
018, 7-9 de diciembre de 2005, e Informe de reunin, segunda reunin, Estrasburgo, DH-STER (2006) 005,
29-31 de marzo de 2006.
104 Entre otras cosas, el Presidente subray la necesidad de que toda tentativa de deportacin pudiera im-
pugnarse ante una autoridad competente y de que esos procedimientos tuvieran un efecto suspensivo.
Carta enviada por el Presidente del Comit de prevencin de la tortura a las autoridades del Reino Unido
en relacin con un Memorando de Entendimiento firmado entre el Gobierno del Reino Unido de Gran
Bretaa e Irlanda del Norte y el Gobierno del Reino Hashemita de Jordania concertado el 19 de agosto
de 2005 por el que se regula el ofrecimiento de garantas en forma individual a las personas previo a su
deportacin, 21 de octubre de 2005, Appendix to the Report to the United Kingdom Government on the
visit to the United Kingdom carried out by the European Committee for the Prevention of Torture and
Inhuman or Degrading Treatment or Punishment from 20 to 25 November 2005, 10 de agosto de 2006,
CPT/Inf (2006) 28. El Comit de Prevencin de la tortura tambin abord la dimensin procesal en su
informe 15 sobre sus actividades, donde afirm que debera enfatizarse que, antes del regreso, los procedi-
mientos de deportacin basados en las seguridades diplomticas deben poder ser objeto de impugnacin
ante una autoridad competente, y tales impugnaciones pueden tener un efecto suspensivo en la ejecucin
de la deportacin. Esta es la nica manera de asegurar un examen riguroso y oportuno de la seguridad de
las acciones previstas en un determinado caso, 15th General Report on the CPTs Activities, covering the
period 1 August 2004 to 31 July 2005, Estrasburgo, 22 de septiembre de 2005, prr. 41.
105 Corte Suprema de Canad, Suresh v. Canada (Minister of Citizenship and Immigration), [2002] 1 S.C.R.
3, 2002 SCC 1. La Corte bas su razonamiento en la Seccin 7 de la Carta Canadiense de Derechos y
Libertades, que establece que todas las personas gozan del derecho a la vida, la libertad y la seguridad y
no deben ser privadas de ese derecho salvo que sea de conformidad con los principios de justicia funda-
mental. Estos principios de justicia fundamental reflejan las garantas procesales mnimas previstas en
el derecho internacional de los derechos humanos.
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La lista del Comit puede ser una gua til para las autoridades nacionales
que deban hacer evaluaciones de este tipo.
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Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
considera que el riesgo existe, la persona no deber ser trasladada. Si se determina que
el riesgo no existe, para cumplir con esa obligacin el Estado debe:
La ndole de las responsabilidades del Estado expulsor despus del traslado de-
pende de si el traslado se ha efectuado en violacin del principio de no devolucin o no.
Responsabilidades despus de un traslado que ha contravenido el principio de
no devolucin
Los Estados que trasladan a personas en violacin del principio de no devolu-
cin pueden tener dos formas de obligaciones despus del traslado; en primer lugar, y
como asunto de derecho, la obligacin de ofrecer reparaciones; en segundo lugar, pueden
seguir teniendo responsabilidades para con las personas trasladadas, a pesar de que sigue
habiendo algunas dudas acerca de cmo deben ejercerse esas responsabilidades.
Una violacin de una obligacin impuesta por el derecho internacional da lugar
a una obligacin de ofrecer reparacin110. La finalidad de la reparacin es eliminar, en la
medida de lo posible, las consecuencias del hecho ilcito y restablecer la situacin que de-
110 Corte Internacional Permanente de Justicia, Factory at Chorzow (Claim for Indemnity) case (Germany v. Poland)
(Merits), PCIJ (ser. A) N 17, 1928, p. 29. V. tambin el art. 1 de los artculos sobre Responsabilidad de los Estados
por hechos internacionalmente ilcitos aprobados por la Comisin de Derecho Internacional en 2001 (Artcu-
los de la CDI sobre la responsabilidad de los Estados), Doc. ONU A/CN.4/L.602/Rev.1, 26 de julio de 2001.
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Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
bera haber existido si tales hechos no se hubieran cometido. La reparacin puede adoptar
varias formas, como restitucin, compensacin o satisfaccin. Estas reparaciones pueden
solicitarse de manera nica o combinada en respuesta a una violacin en particular111.
Naturalmente, esta obligacin tambin se aplica a las violaciones del principio
de no devolucin. A pesar de que esa obligacin es incuestionable, la prctica real que
indica la forma que debera adoptar la reparacin es limitada y consiste, principalmente,
en las conclusiones y las recomendaciones de los tribunales de derechos humanos y otros
organismos de vigilancia.
Una de las razones de esa limitada prctica es que los organismos de vigilancia
de los derechos humanos han tendido a abordar la devolucin antes del traslado de la per-
sona. Los procedimientos de traslado se suspenden mientras el organismo revisa el caso.
Si el organismo de vigilancia de los derechos humanos determina que el traslado violara
el principio de no devolucin, ordena que no se efecte112. Dado que la mayora de las
decisiones actan en forma preventiva, la cuestin de las reparaciones no se ha planteado
con mucha frecuencia.
En los casos decididos despus del traslado, hasta hace bastante poco la tendencia
era llegar a un veredicto sobre qu tratado se haba infringido y, posiblemente, otorgar una
compensacin como nica forma de reparacin113.
Si bien nunca han hecho referencia a las responsabilidades que los Estados siguen
teniendo una vez efectuado el traslado, los organismos de vigilancia convencionales en
ocasiones han solicitado a los Estados emisores que adopten algunas medidas de segui-
miento. Por ejemplo, en Ng c. Canad, tras determinar que el traslado del solicitante a
procedimientos que podran conducir a la pena de muerte violaba el artculo 7 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Polticos, el Comit inst a Canad a efectuar todas las
gestiones posibles para evitar la imposicin de la pena de muerte y a asegurarse de que no
se presentara una situacin similar en el futuro114.
En el asunto Ahani c. Canad, tras una deportacin que expuso al deman-
dante al riesgo de tortura, el Comit de Derechos Humanos inst a Canad a otorgar
reparaciones, si se determinaba que el demandante haba sido sometido a tortura,
pero no especific la forma de la reparacin. Adems, en forma poco realista, dado
que el demandante ya no estaba bajo el control efectivo de Canad, solicit al Estado
307
Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
receptor tomar todas las medidas necesarias para asegurar que el demandante no
sea sometido a tortura en el futuro115.
Anlogamente, en 2006, en su revisin del segundo y el tercer informe pe-
ridico de Estados Unidos, el Comit abord especficamente la cuestin de las res-
ponsabilidades despus de la devolucin. Sostuvo lo siguiente:
308
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
118 Esta disposicin del III Convenio de Ginebra se reproduce en el art. 45(3) del IV Convenio de Ginebra,
que ofrece la misma proteccin a los extranjeros en territorio de un Estado parte en un conflicto armado
internacional.
119 Pictet, nota 20 supra. Con respecto a la disposicin equivalente en el IV Convenio de Ginebra, segn el
Comentario, las violaciones de los arts. 27, 28 y 30-34 del IV Convenio de Ginebra daran lugar a una obli-
gacin del Estado que transfiere de adoptar medidas de reparacin. Adems, si las personas transferidas
fueran privadas de libertad, debera hacerse especial referencia a las disposiciones relativas al interna-
miento y, en particular, a las referidas a la capacidad civil, el mantenimiento, los alimentos, la vestimenta,
la higiene y la atencin mdica, las actividades religiosas e intelectuales, la correspondencia y los socorros.
Pictet, nota 87 supra, pp. 268-269.
120 Ibd., p. 139. Por ejemplo, el Comentario hace una referencia a una instancia, en agosto de 1945, es decir
antes de que se adoptara el art. 12 del III Convenio de Ginebra, en la que el CICR hizo observar a los
Estados Unidos la difcil situacin de los prisioneros alemanes que Estados Unidos haba transferido a las
autoridades francesas, debido a la escasez general de alimentos que atravesaba Francia. Tras esa interven-
cin, Estados Unidos entreg grandes cantidades de alimentos y ropa al CICR para que los distribuyera en
los campamentos de prisioneros de guerra en Francia.
121 Ibd.
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Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
Un requisito esencial para que el Estado que transfiere cumpla sus obligaciones es
establecer un sistema que le permita efectuar un seguimiento de la situacin de las
personas transferidas.
122 El lector podr hallar anlisis crticos de los traslados efectuados por Estados sobre la base de esas segu-
ridades en, por ej., Human Rights Watch, Empty Promises : Diplomatic Assurances No Safeguard against
Torture, abril de 2004 ; Human Rights Watch, Still at Risk, Diplomatic Assurances No Safeguard Against
Torture, abril de 2005; Center for Human Rights and Global Justice, NYU Law, Torture by Proxy : Inter-
national and Domestic Law Applicable to Extraordinary Renditions , 2004; Centre for Human Rights
and Global Justice, NYU Law, Beyond Guantnamo: Transfers to Torture One Year After Rasul v. Bush,
enero de 2005; y Amnesty International, Afghanistan Detainees transferred to torture : ISAF Complicity
?, noviembre de 2007, ASA 11/011/2007; y Human Rights Watch, Not the Way Forward : British Policy
on Diplomatic Assurances, octubre de 2008. Los argumentos contrarios pueden hallarse en, por ej., Kate
Jones, Deportations with Assurances : Addressing Key Criticisms , International and Comparative Law
Quarterly, vol 57 (2008), 183 y Ashley Deeks, Promises Not to Torture : Diplomatic Assurances in U.S.
Courts , ASIL Discussion Paper Series, diciembre de 2008.
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123 Los organismos de vigilancia de los derechos humanos se han centrado en las seguridades relativas a los
malos tratos. Es interesante sealar que, en su informe de 2007, el Grupo de Trabajo sobre la detencin arbi-
traria abord la cuestin de las seguridades en relacin con la licitud de la detencin y el proceso equitativo,
incluida la prctica de lo que suele llamarse seguridades diplomticas a la inversa: promesas efectuadas por
el Estado receptor de que la persona transferida ser privada de libertad aunque no se le acuse de ningn
delito y no haya ninguna otra base para ello. Esas promesas se hallan en algunos acuerdos relativos a la
transferencia de personas detenidas en el contexto de la guerra global contra el terror. El Grupo de Trabajo
observ que los Estados no podan aceptar detenidos en esas condiciones sin incumplir gravemente sus
obligaciones en materia de derecho internacional de los derechos humanos. Esto no quiere decir que deban
rechazarse todas las promesas del Estado receptor en el sentido de que va a tomar medidas para evitar que
una persona que se considera una amenaza potencial para el Estado emisor, incluso despus de la expulsin,
se vea privada de libertad. Por ejemplo, se podra aceptar que el Estado receptor se comprometiese a mante-
ner bajo vigilancia a la persona devuelta a su territorio, siempre que tal vigilancia no constituya una privacin
de libertad sin acusacin previa, no conlleve un grado de injerencia que viole otros derechos fundamentales
(como el derecho a la intimidad y a la vida familiar) y est sujeta a un examen peridico. Informe del Grupo
de Trabajo sobre la detencin arbitraria, 9 de enero de 2007, prrs. 53-58.
124 Pueden plantearse cuestiones relativas a la aplicabilidad de los acuerdos a nivel nacional, sobre todo den-
tro de los Estados federales, como ocurri por ejemplo en Estados Unidos en los procedimientos que
dieron lugar al caso Avena ante la Corte Internacional de Justicia. CIJ, Case concerning Avena and other
Mexican Nationals (Mexico v. The United States of America), 31 de marzo de 2004.
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Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
125 Con respecto a la no devolucin en el derecho de los refugiados, la posicin es clara: no se asigna ningn
valor a las promesas cuando un refugiado es devuelto, directa o indirectamente, a su pas de origen o al
pas donde resida previamente. Tampoco pueden hacerse valer las promesas para denegar el acceso de
los solicitantes de asilo a los procedimientos tendientes a asignar estatuto de refugiado, UNHCR Note on
Diplomatic Assurances and International Refugee Protection, agosto de 2006.
126 La cuestin del efecto de las seguridades se present de lleno ante el Tribunal en el asunto Mamatkulov.
Sin embargo, el Tribunal no se manifest expresamente acerca de la compatibilidad de las seguridades
con el principio de no devolucin. Consider, sobre la base de los hechos que se le presentaron, que no
poda concluir que existieran, en el momento del traslado, razones fundadas para creer que los solicitantes
estaban ante un riesgo real de sufrir tortura o malos tratos. Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Ma-
matkulov and Askarov v. Turkey, Solicitudes N 46827/99 y 46951/99, sentencia del 4 de febrero de 2005.
127 Por ejemplo, en el caso Chahal antes mencionado, en vista de la situacin imperante en India en ese mo-
mento y, en particular, del hecho de que los malos tratos infligidos por algunos miembros de las fuerzas
de seguridad era un problema recalcitrante y persistente, as como de los antecedentes del solicitante, el
Tribunal no estaba convencido de que las seguridades dadas por el Estado receptor de que el solicitante
no sera maltratados fueran suficientes para eliminar ese riesgo. Chahal v. The United Kingdom, nota 28
supra, prr. 105. V. tambin el caso Saadi v. Italy, nota 13 supra, prr. 148. En realidad, el Tribunal se ha
basado en las seguridades para respaldar su pedido a un Estado emisor de abstenerse de efectuar el tras-
lado mientras estuviera revisando una solicitud. En el caso Shamayev, donde se le solicit decidir sobre la
extradicin inminente de Georgia a Rusia de un nmero de chechenos acusados de terrorismo, el Tribunal
pidi a Georgia que no efectuara el traslado mientras revisaba el caso. Tras recibir las seguridades de Rusia
de que no impondra la pena de muerte, de que la salud y la seguridad de los chechenos seran protegidas,
de que se les brindara libre acceso a la atencin mdica y el asesoramiento legal, de que se les brindara
libre acceso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos y libre correspondencia con ste, de que el Tribu-
nal tendra libre acceso y la posibilidad de comunicarse con ellos, incluida la posibilidad de visitarlos, el
Tribunal dio curso al pedido, es decir que decidi aceptar l mismo las promesas. Shamayev and 12 others
v. Georgia and Russia, nota 113 supra.
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El Estado Parte debera proceder con mximo cuidado en el uso de las garan-
tas diplomticas y adoptar procedimientos claros y transparentes, con los ade-
cuados mecanismos judiciales de revisin, antes de trasladar a un detenido a
terceros pases. Debera asimismo establecer mecanismos eficaces para vigilar
escrupulosa y rigurosamente el traslado de detenidos a terceros pases. El Es-
128 V., por ej., Comit contra la Tortura, Hanan Ahmed Fouad Abd El Khalek Attia v. Sweden, Comunicacin
N 199/2002, Opiniones del Comit contra la Tortura del 17 de noviembre de 2003, Doc. ONU CAT/
C/31/D/199/2002, prr. 12.2. En el caso de Agiza v. Sweden, que se present ante el Comit despus de que
el solicitante hubiera sido trasladado a Egipto y maltratado, el Comit slo observ que las seguridades
diplomticas ofrecidas por Egipto, que carecan de un mecanismo efectivo de aplicacin, no alcanzaron en
la prctica para proteger al solicitante del riesgo evidente de tortura. No abord la cuestin del valor que
Suecia debera haber asignado a las seguridades para determinar si transfera o no al solicitante, Agiza v.
Sweden, nota 96 supra, prr. 13.4
129 Por ejemplo, en su revisin del cuarto informe peridico del Reino Unido, en 2004, el Comit expres su
preocupacin porque el declarado recurso por el Estado Parte a la obtencin de garantas diplomticas en el
contexto de devoluciones en circunstancias en las que los criterios mnimos en relacin con dichas garantas,
lo que incluye acuerdos de supervisin para despus del retorno y garantas adecuadas del debido proceso, no
estn totalmente claros y, por lo tanto, no puede evaluarse en funcin de su compatibilidad con el artculo 3 de
la Convencin. Comit Contra la Tortura, Conclusiones y recomendaciones, Reino Unido de Gran Bretaa e
Irlanda del Norte, y Territorios Dependientes, nota 9 supra, prr. 4(d). La respuesta del Reino Unido a estas re-
comendaciones se halla en Comments by the Government of the United Kingdom of Great Britain and Northern
Ireland to the conclusions and recommendations of the Committee against Torture, nota 31 supra, prrs. 49-69.
130 Comit contra la Tortura, Conclusiones y recomendaciones, Estados Unidos de Amrica, nota 9 supra,
prr. 21.
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Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
tado Parte debera saber que en los pases en que la tortura o los tratos crueles,
inhumanos o degradantes constituyen una prctica comn, es probable que se
recurra a ellos independientemente de las garantas que se den, por ms estric-
tos que puedan ser los procedimientos de seguimiento acordados131.
Con respecto a otras situaciones, tras reiterar la condicin que haba formu-
lado dos aos antes acerca de que las seguridades deban contener garantas inequ-
vocas y prever un mecanismo de vigilancia, propuso varios requisitos que las seguri-
dades diplomticas deberan reunir para hacerlas slidas, efectivas y verificables134.
En particular, observ que:
131 Comit de Derechos Humanos, Observaciones finales, Estados Unidos de Amrica, nota 8 supra, prr. 16.
132 Informe del Relator Especial de la Comisin de Derechos Humanos sobre la cuestin de la tortura y otros
tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, 2 de julio de 2002, Doc. ONU A/57/173, prr. 35.
133 Informe del Relator Especial de la Comisin de Derechos Humanos sobre la cuestin de la tortura y otros
tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, 1 de septiembre de 2004, Doc. ONU A/59/324, prr. 37.
134 Ibd., prr. 40.
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Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
como salvaguardia contra la tortura y los malos tratos cuando haya razones
fundadas para creer que una persona estara en peligro de ser sometida a
tortura o malos tratos a su regreso139.
a) Las autoridades del Estado que realiza el traslado soliciten y reciban garan-
tas, promesas y otros compromisos vinculantes dignos de crdito del Esta-
do al que se trasladar a la persona de que sta no ser sometida a tortura ni
a tratos crueles, inhumanos o degradantes;
139 Ibd. prr. 51. Se podra interpretar que esta declaracin supone que nunca debe darse ningn tipo de valor a
las seguridades, incluso en relacin con las transferencias a Estados donde no existe una prctica sistemtica
de la tortura. Sin embargo, en una reunin de especialistas en derechos humanos del Consejo de Europa,
convocada para analizar las seguridades diplomticas, en respuesta a una pregunta especfica sobre si po-
dran autorizarse las seguridades en relacin con pases donde no hubiera riesgos importantes de torturas, el
seor Nowak pareci adoptar una mirada menos estricta y respondi que esas garantas adicionales, con la
condicin de que no apuntaran a eludir las obligaciones internacionales de no devolucin, no seran perni-
ciosas. Consejo de Europa, Comit Permanente de Derechos Humanos, Grupo de Especialistas en derechos
humanos y lucha contra el terrorismo, Informe de la reunin, primera reunin, nota 103 supra, prr. 3.
140 V., por ej., Resolucin de la Asamblea General sobre la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes, Doc. ONU A/RES/60/148, 16 de diciembre de 2005, prr. 8; Res. AG sobre la tortura y otros
tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, Doc. ONU A/RES/61/153, 19 de diciembre de 2006,
prr. 9, y Res. AG sobre la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, Doc. ONU A/
RES/62/148, 18 de diciembre de 2005, prr. 12. El Consejo de Derechos Humanos tambin ha sido general.
V., por ej., Res. del Consejo de Derechos Humanos 8/8, Tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos
o degradantes, 18 de junio de 2008, prr. 6(d).
316
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b) Se disponga por escrito que las autoridades del Estado que realiza el trasla-
do podrn visitar peridicamente a la persona trasladada en su lugar de de-
tencin, con la posibilidad de exmenes mdicos, y que las visitas incluirn
reuniones privadas en cuyo curso las autoridades que realizaron el traslado
determinarn el trato que se imparte a la persona trasladada;
c) Las autoridades del Estado que realiza el traslado se comprometan por es-
crito a realizar las mencionadas visitas peridicas141.
141 Subcomisin de Derechos Humanos, resolucin 2005/12, nota 34 supra, prrs. 4-6.
142 El Comit no lleg a una conclusin sobre la legitimidad de las seguridades diplomticas y seal que el
riesgo que se corra y la confiabilidad de las seguridades recibidas deberan evaluarse sobre la base de las
circunstancias especficas de cada caso. Con respecto a los mecanismos de vigilancia, sostuvo que tendra
que ver propuestas convincentes para llegar a contar con un mecanismo eficaz y factible. En su opinin,
ese mecanismo podra tener que incorporar algunas garantas clave, incluido el derecho a que personas
independientes y calificadas visiten a las personas de que se trate, sin previo aviso, y las entrevisten en
privado en un lugar de su eleccin. El mecanismo tambin tendra que ofrecer los medios para garantizar
que se adoptar una accin correctiva inmediata, en caso de que se sepa que las seguridades dadas fueron
incumplidas. 15 Informe general sobre las Actividades del CPT, correspondiente al perodo 1 de agosto
de 2004-31 de julio de 2005, Estrasburgo, 22 de septiembre de 2005, prrs. 38-42.
143 Consejo de Europa, Comit Permanente de Derechos Humanos, Grupos de especialistas en derechos hu-
manos y lucha contra el terrorismo, Informe de reunin, primera reunin, nota 101 supra; e Informe de
reunin, segunda reunin, nota 101 supra. El Grupo se reuni en dos ocasiones para analizar el tema de
las seguridades diplomticas en el contexto de la lucha contra el terrorismo. Sus anlisis se centraron en
las expulsiones donde hubiera un riesgo de tortura, tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes. Tam-
bin se le pidi que considerara la conveniencia de desarrollar un instrumento jurdico del Consejo de
Europa sobre las seguridades diplomticas. Al trmino de la segunda reunin, en marzo de 2006, el Grupo
destac varios puntos, incluidos los siguientes:
3. los Estados debern abstenerse de expulsar a una persona cuando haya razones de peso para creer que
estar sometida al riesgo real de recibir un trato contrario al artculo 3 [de la Convencin Europea de
Derechos Humanos];
4. la evaluacin [de la existencia del riesgo] debera ser evaluada caso por caso. No puede haber una lista
de Estados seguros e inseguros;
5. la existencia de seguridades diplomticas en un caso en particular no exime a los Estados emisores de su
obligacin de no expulsar si hay razones de peso para creer que existe un riesgo real de un trato contrario
al artculo 3 [de la Convencin Europea de Derechos Humanos]. En otras palabras, las seguridades diplo-
mticas no son una alternativa a una evaluacin completa de los riesgos.
Sin embargo, el Grupo no logr alcanzar un acuerdo sobre el papel y el impacto potenciales de las segu-
ridades diplomticas para mitigar o eliminar el riesgo de tortura o de otras formas de malos tratos. Dada
la considerable divergencia de opiniones, el Grupo decidi que no era conveniente que el Consejo de Eu-
ropa elaborara un instrumento jurdico sobre el tema. Informe de reunin, segunda reunin, Estrasburgo,
29-31 de marzo de 2006, DH-STER(2006)005, prrs. 9-17. Puede hallarse un resumen de los debates del
Grupo en el Informe del Relator Especial sobre la cuestin de la tortura, Doc. ONU E/CN.4/2006/6, 23 de
diciembre de 2005, prrs. 31-32.
317
Emanuela-Chiara Gillard - Nada mejor que estar en casa: las obligaciones de los Estados...
144 Sobre la cuestin de las seguridades diplomticas, la Comisin concluy que las seguridades diplomticas
deben ser vinculantes para el Estado emisor y deben ser inequvocas; cuando existen pruebas considera-
bles de que un pas practica o permite la tortura respecto de ciertas categoras de detenidos, los Estados
miembros del Consejo de Europa deben rechazar las seguridades cuando se les presentan pedidos de
extradicin de prisioneros pertenecientes a esas categoras. Opinin sobre las obligaciones jurdicas inter-
nacionales de los Estados miembros del Consejo de Europa respecto de los lugares de detencin secretos y
del transporte de detenidos entre Estados, aprobado por la Comisin de Venecia en su 66 sesin plenaria,
Venecia, 17-18 de marzo de 2006, Opinin .363/2005, CL-AD(2006)009, prr. 159. Conclusin g. V. tam-
bin el debate en los prrs. 141-142.
145 La Comisin abord la cuestin en relacin con los detenidos en Guantnamo en una decisin sobre las
medidas cautelares, donde afirm que cuando existen razones de peso para creer que un detenido corre-
ra el peligro de ser sometido a tortura o a otros malos tratos, el Estado debera asegurar que el detenido
no sea transferido ni expulsado y que las seguridades diplomticas no se utilicen para eludir la obligacin
de no devolucin que pesa sobre el Estado, Comisin Interamericana de Derechos Humanos, decisin
sobre medidas cautelares para los detenidos en la Baha de Guantnamo, nota 97 supra, p. 10. Este punto
fue reiterado en una resolucin sobre el mismo tema. Comisin Interamericana de Derechos Humanos,
Resolucin 1/06 sobre las medidas cautelares en la Baha de Guantnamo del 28 de julio de 2006, prr. 4.
318
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
Resumen
En este artculo, se analiza la relacin entre el derecho internacional humanitario y el
derecho de los derechos humanos durante los conflictos armados no internacionales.
Se intenta responder a dos cuestiones que son cruciales en la prctica, respecto de las
cuales tanto la relacin entre las dos ramas del derecho como las respuestas derivadas
slo del derecho humanitario adolecen de falta de claridad. En primer lugar, de con-
formidad con qu rama del derecho se puede atacar y dar muerte a un miembro de
un grupo armado? En segundo lugar, se puede detener a un miembro capturado de
una fuerza armada o de un grupo armado de la misma manera que un prisionero de
319
Marco Sassli y Laura M. Olson - La relacin entre el derecho internacional humanitario y el derecho...
320
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
de un Estado de otro modo, son muy similares. Las garantas judiciales para las per-
sonas sometidas a juicio son tambin muy similares, pero estn mejor elaboradas
en el derecho de los derechos humanos. La jurisprudencia del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos (TEDH), que jams hace referencia explcita al derecho hu-
manitario, en relacin con los ataques intencionales o indiscriminados realizados
contra personas civiles en Chechenia y en Turqua oriental, demuestra que, incluso
en relacin con un tema que tradicionalmente pertenece al mbito del derecho hu-
manitario, como las medidas de precaucin que han de redundar en beneficio de la
poblacin civil cuando se atacan objetivos militares, los derechos humanos pueden
llevar al mismo resultado que el derecho humanitario3.
Sin embargo, con respecto a dos cuestiones que son de mxima trascen-
dencia en la prctica, no slo no hay claridad en la relacin entre las ramas, sino que
tampoco el derecho humanitario por s solo ofrece una respuesta precisa. En primer
lugar, es admisible atacar (y, por ende, dar muerte) a un miembro de un grupo ar-
mado, como se dispone en el derecho humanitario aplicable a los conflictos armados
internacionales, siempre que no se rinda o, de otro modo, est fuera de combate o,
como se estipula en el mbito de los derechos humanos, esta accin es admisible slo
como excepcin y cuando no es posible detener a esa persona? En segundo lugar, un
miembro de una fuerza armada o de un grupo armado que ha sido capturado puede
ser detenido igual que un prisionero de guerra en conflictos armados internaciona-
les, hasta el final de las hostilidades activas y sin que medie una decisin individual,
o segn se dispone en los derechos humanos debe ofrecerse a la persona captu-
rada la oportunidad de impugnar su detencin ante un juez?
En los ltimos aos, estas dos cuestiones han descollado en relacin con
algunos componentes de la guerra contra el terrorismo, definida por la Corte Su-
prema de Estados Unidos como un conflicto armado no internacional4. Desde el 11
de septiembre de 2001, la respuesta del Gobierno de Estados Unidos ha sido que
puede dar muerte (como, por ejemplo, en Yemen) o detener (como, por ejemplo, en
Guantnamo) a combatientes enemigos ilegtimos de conformidad con las mis-
mas normas que se disponen en el derecho humanitario de los conflictos armados
internacionales respecto de los combatientes (pero sin que se beneficien de la pro-
teccin que se otorga a los combatientes legtimos). Los crticos objetan que se
puede matar o detener a la mayora de estas personas slo de conformidad con las
normas mucho ms restrictivas del derecho de los derechos humanos. Intentare-
mos proporcionar las respuestas independientemente de la ndole particular de la
guerra contra el terrorismo, ya que sta slo agregara dos problemas que ya han
sido objeto de anlisis exhaustivos en otros mbitos: la cuestin de la aplicacin ex-
traterritorial de los derechos humanos, y la cuestin de si todos, algunos o ninguno
de los componentes de la guerra contra el terrorismo son efectivamente conflictos
armados y, en caso afirmativo, si son de ndole internacional o no.
3 V. Marco Sassli, La Cour europenne des droits de lhomme et les conflits arms, en Stephan Breitenmo-
ser et al. (eds.), Human Rights, Democracy and the Rule of Law: Liber Amicorum Luzius Wildhaber, Dike,
Zurich, 2007, pp. 7245.
4 Corte Suprema de Estados Unidos, Hamdan v. Rumsfeld (29 de junio de 2006), 548 U.S. 557, 126 S. Ct.
2749.
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Marco Sassli y Laura M. Olson - La relacin entre el derecho internacional humanitario y el derecho...
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Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
6 Laura M. Olson, Practical challenges of implementing the complementarity between international huma-
nitarian and human rights law demonstrated by the procedural regulation of internment in noninter-
national armed conflict, Case Western International Law Journal, vol. 40 (2009) (prxima aparicin; el
manuscrito se encuentra en poder de los autores).
7 Liesbeth Zegveld, Accountability of Armed Opposition Groups in International Law, Cambridge Univer-
sity Press, Cambridge, 2002, pp. 938, que contiene otras referencias.
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Marco Sassli y Laura M. Olson - La relacin entre el derecho internacional humanitario y el derecho...
Los problemas que suscita la aplicabilidad simultnea de las dos ramas del
derecho mencionadas deben resolverse por referencia al principio de lex specialis
derogat legi generali8. La finalidad de este principio es establecer, mediante una
norma objetiva correspondiente al asunto que se reglamenta, un orden de prefe-
rencia para dos normas que se aplican al mismo problema, pero que lo rigen de
manera diferente. Los motivos que llevan a preferir la norma ms especial9 es que
sta se aproxima ms al tema particular y toma ms en cuenta las caractersticas
singulares del contexto. Asimismo, representa mejor las intenciones de los Estados
acerca de la forma de reglamentar el problema en cuestin. Tericamente, las situa-
ciones deberan regirse mediante la aplicacin de la norma ms justa, pero, a fin de
evitar evaluaciones demasiado subjetivas, es preferible remitirse a una norma ms
objetiva que, de todos modos, imparte justicia10. El principio no indica una cuali-
dad inherente a una rama del derecho, como el derecho humanitario, o a una de
sus normas, sino que determina qu norma prevalece sobre otra en una situacin
particular11. Cada caso debe analizarse por separado12.
Para determinar cul norma es especial en relacin con un problema deter-
minado, es necesario evaluar varios factores. Cuando dos normativas diferentes que
reglamentan la misma situacin dan lugar a consecuencias jurdicas que se excluyen
recprocamente, la especialidad, en el sentido de la lgica, implica que la norma que
se aplica a ciertos hechos debe ceder ante la norma que se aplica a esos mismos
hechos as como a un hecho adicional presente en esa situacin. Entre dos normas
aplicables, se aplica la que tiene la mayor superficie de contacto comn13 con la
situacin. La norma cuyo mbito de aplicacin cabe por completo en el de la otra
norma debe prevalecer; de otro modo, nunca se aplicara14. Prevalece la norma cuyo
mbito de aplicacin material y/o personal es ms preciso o ms estricto15. La preci-
sin exige que la norma que se refiere a un problema en forma explcita prevalezca
8 Opinin consultiva sobre la licitud de la amenaza o del empleo de armas nucleares, Informes de la CIJ
1996, prr. 25; Opinin Consultiva sobre las consecuencias jurdicas de la construccin de un muro en el
territorio palestino ocupado, Informes de la CIJ 2004, prr. 106; CIJ, Caso de las actividades armadas en el
territorio de Congo (DRC v. Uganda), Sentencia del 19 de diciembre de 2005, prrafos 216220.
9 Koskenniemi, nota 1, ms arriba, prr. 60; Informe de la Comisin de Derecho Internacional, nota 1, ms
arriba, prr. 305; Joost Pauwelyn, Conflict of Norms in Public International Law: How the WTO Law
Relates to Other Rules of International Law, Cambridge University Press, Cambridge, 2003, p. 387.
10 Norberto Bobbio, Des critres pour rsoudre les antinomies, en Cham Perelman (ed.), Les antinomies en
droit: Etudes, Bruylant, Bruselas, 1965, pp. 23741.
11 Koskenniemi, nota 1, ms arriba, prr. 112; Heike Krieger, A conflict of norms: the relationship between
humanitarian law and human rights law in the ICRC Customary Law Study, Journal of Conflict & Secu-
rity Law, vol. 11 (verano de 2006), pp. 269, 271; Philip Alston et al., The competence of the UN Human
Rights Council and its special procedures in relation to armed conflicts: extrajudicial executions in the
war on terror, European Journal of International Law, vol. 19 (2008), p. 192; Informe de la Comisin de
Derecho Internacional, nota 1, ms arriba, prr. 304.
12 Anja Lindroos, Addressing norm conflicts in a fragmented system: the doctrine of lex specialis, Nordic
Journal of International Law, vol. 74 (1) (2005), p. 42.
13 Trmino acuado por la seora Mary Ellen Walker, estudiante de derecho en la Academia de Derecho
Internacional Humanitario y Derechos Humanos de Ginebra, durante el curso de derecho internacional
humanitario dictado por Marco Sassli en 2008.
14 Karl Larenz, Methodenlehre der Rechtswissenschaft, 6 ed., Springer Verlag, Berln, 1991, pp. 2678.
15 Bobbio, nota 10, ms arriba, p. 244.
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Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
sobre la norma que lo encara en forma implcita; la norma que ofrece la ventaja de
los detalles prevalece sobre el carcter general de la otra16, y la norma ms restrictiva
predomina sobre la que abarca la totalidad del problema, pero con menos rigor17.
Un factor menos formal y tambin menos objetivo que se utiliza para
determinar cul de las dos reglas es aplicable, es la conformidad de la solucin con
los objetivos sistmicos de la ley18. Caracterizar a esta situacin como lex specialis
es, tal vez, utilizar incorrectamente el lenguaje. El orden sistmico del derecho inter-
nacional es un postulado normativo cimentado en juicios de valor19. Algunos consi-
deran que, en realidad, el encargado de tomar decisiones primero determina cul es
la norma ms justa y luego la caracteriza como lex specialis20. En particular, cuando
las normas formales no indican un resultado claro, es preciso apelar al criterio teleo-
lgico, aunque ste permita la influencia de las preferencias personales21.
En nuestra opinin, en la medida en que la norma formal seala una con-
clusin clara en relacin con cierto problema, se hace menos necesario evaluar el ob-
jetivo sistmico. Tambin es verdad lo contrario: cuanto ms claro se ve el objetivo,
tanto ms fcil es distanciarse de la norma formal.
Cuando se ha determinado qu constituye lex specialis, la lex generalis sigue
presente, pero en segundo plano. Esto debe tenerse en cuenta en la interpretacin de
la lex specialis22. En la medida de lo posible, hay que evitar las interpretaciones de la
lex specialis que den lugar a conflictos con la lex generalis; por el contrario, conviene
intentar armonizar ambas normas23.
Segn la doctrina, el principio parece referirse implcitamente a las anti-
nomias entre las normas convencionales, es decir, las basadas en los tratados. Sin
embargo, es menos claro si el principio tambin se aplica a la relacin entre dos
normas consuetudinarias. Segn el concepto tradicional del derecho consuetudi-
nario, tericamente no es as. La norma consuetudinaria aplicable respecto de un
problema determinado deriva de la prctica y de la opinio juris de los Estados en
relacin con ese problema. En relacin con el mismo problema, no puede haber
una norma de derechos humanos consuetudinaria y una norma humanitaria con-
suetudinaria diferente. La atencin siempre se centra en la prctica y en la opinio
16 V., p.ej., Seyed Ali Sadat-Akha, Methods of Resolving Conflicts between Treaties, Nijhoff, Leyden, 2003, p.
124.
17 V., p.ej., Tribunal Europeo de Derechos Humanos (en adelante, TEDH) con respecto a la relacin entre
los artculos 13 y 5(4) del Convenio Europeo para la Proteccin de los Derechos Humanos de 1950 (en
adelante, CEDH), TEDH, Brannigan and McBride v. UK, Sentencia, 26 de mayo de 1993, TEDH, Serie A,
N.258, p. 57, prr. 76.
18 Koskenniemi, nota 1, ms arriba, prr.107.
19 Krieger, nota 11, ms arriba, p. 280.
20 Georg Schwarzenberger, International Law as Applied by International Courts and Tribunals, vol. 1,
Stevens, London, 1969, p. 474; Bruno Simma y Dirk Pulkovski, Of planets and the universe: selfcontained
regimes in international law, European Journal of International Law, vol. 17 (2006), p. 490.
21 Bobbio, nota 10, ms arriba, pp. 2401. V. tambin Wilfred Jenks, The conflict of law-making treaties,
British Yearbook of International Law, vol. 30 (1953), p. 450.
22 La lex generalis consiste en las otras normas del derecho internacional, que se deben tomar en cuenta de
conformidad con el art. 31(3)(c) de la Convencin de Viena sobre el Derecho de los Tratados.
23 V. Koskenniemi, nota 1, ms arriba, prrafos 31, 37; Informe de la Comisin de Derecho Internacional,
nota 1, ms arriba, prrafos 308, 311.
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Marco Sassli y Laura M. Olson - La relacin entre el derecho internacional humanitario y el derecho...
juris manifestada con respecto a problemas tan similares como sea posible al que se
desea resolver. ste parece ser el enfoque adoptado por el CICR, que se refiere en su
Estudio a un amplio conjunto de prcticas en el mbito de los derechos humanos,
tanto dentro como fuera de los conflictos armados24. Sin embargo, en la prctica,
cuando se busca una norma consuetudinaria, lo habitual es consultar un texto, sea
ste un tratado u otro instrumento de codificacin del derecho consuetudinario, un
texto que alent el desarrollo de una norma consuetudinaria25 o incluso un texto de
doctrina. En esa circunstancia, uno puede encontrarse con que un problema espec-
fico es tratado en dos textos contradictorios, ambos deducidos de la prctica de los
Estados. En nuestra opinin, la eleccin entre esos dos textos es gobernada por los
mismos principios que la eleccin entre dos normas convencionales. Si la prctica
estatal que aclara cul de las dos normas prevalece en la situacin en cuestin no
resulta suficientemente fundamentada para ser concluyente, deben entonces utili-
zarse los mtodos normales para descubrir cul de las dos normas, derivada de la
prctica analizada desde diferentes perspectivas, constituye lex specialis.
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Marco Sassli y Laura M. Olson - La relacin entre el derecho internacional humanitario y el derecho...
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ms convincentes es permitir los ataques slo contra las personas que efectivamen-
te participan en forma directa en las hostilidades o que cumplen funciones dentro
de los grupos armados para cometer actos equivalentes a la participacin directa
en las hostilidades39.
El derecho humanitario consuetudinario no da respuestas
Segn el Estudio del CICR, tanto en los conflictos armados internacio-
nales como en los no internacionales los ataques slo podrn dirigirse contra
combatientes40, mientras que las personas civiles gozan de proteccin contra
los ataques, salvo si participan directamente en las hostilidades y mientras dure
tal participacin41. Son personas civiles quienes no son miembros de las fuerzas
armadas42. Sin embargo, en el comentario, se aclara que el trmino combatiente
en los conflictos armados no internacionales sencillamente designa a las personas
que no gozan de la proteccin contra los ataques otorgada a los civiles43. Mientras
que los miembros de las fuerzas armadas estatales pueden ser considerados com-
batientes... la prctica no est clara con respecto a la situacin de los miembros de
grupos armados de oposicin44. Asimismo, aaden los autores, la prctica [es]
ambigua por lo que se refiere a si los miembros de los grupos de oposicin armados
son considerados miembros de fuerzas armadas o personas civiles45. Si son perso-
nas civiles, podra evitarse el desequilibrio entre esos grupos y las fuerzas armadas
gubernamentales, si se considerara que los miembros de los grupos armados de
oposicin toman continuamente parte directa en las hostilidades46. Como se ve, el
derecho consuetudinario es tan ambiguo como las disposiciones convencionales
con respecto a la cuestin fundamental de si los portadores de armas en los con-
flictos armados no internacionales pueden ser atacados del mismo modo que los
combatientes en los conflictos armados internacionales.
39 Ibd., p. 64; Kretzmer, nota 34, ms arriba, pp. 198-9, sigue una lnea similar.
40 Henckaerts y Doswald-Beck, nota 5, ms arriba, Norma 1, p. 3.
41 Ibd., Norma 6, p. 22.
42 Ibd., Norma 5, p. 20.
43 Ibd., p. 3.
44 Ibd., p. 14.
45 Ibd., p. 20.
46 Ibd., p. 24.
329
Marco Sassli y Laura M. Olson - La relacin entre el derecho internacional humanitario y el derecho...
sugieren que las preguntas que no tienen respuesta en el derecho de los conflictos
armados no internacionales deben ser tratadas por analoga con el derecho de los
conflictos armados internacionales, salvo cuando la naturaleza misma de los conflic-
tos armados no internacionales no permite tal analoga (por ejemplo, con respecto
a la inmunidad de los combatientes contra el enjuiciamiento y el concepto de terri-
torios ocupados)47. Por lo dems, no hay verdaderas diferencias entre un conflicto
armado no internacional, como las hostilidades entre las fuerzas gubernamentales
de Sri Lanka y el LTTE en la zona norte de Sri Lanka en 2008, y el conflicto armado
internacional entre Eritrea y Etiopa. Es irrealista exigir a los soldados en conflictos
no internacionales (pero no en los internacionales) que, en el campo de batalla, cap-
turen a los enemigos siempre que sea posible, pero que no los maten. Adems, cada
uno de los soldados desplegados sobre el terreno debe, en una fraccin de segundo,
tomar la decisin sobre cundo se puede disparar a un enemigo; esa decisin no se
puede dejar en manos de los jefes y de los tribunales (como s puede hacerse con la
decisin de internar a una persona, que se examinar ms abajo). Debe haber ins-
trucciones inequvocas. Siempre que sea posible, la formacin de los soldados debe
ser igual para los conflictos armados internacionales y no internacionales, a fin de
forjar reflejos que funcionen incluso durante la tensin de la batalla.
Por lo dems, hay slidos argumentos para cuestionar la conveniencia de
aplicar las mismas normas que en los conflictos armados internacionales. Nume-
rosos conflictos armados no internacionales se libran contra o entre grupos que no
estn bien estructurados. Es mucho ms difcil determinar quin pertenece a un
grupo armado que quin pertenece a fuerzas armadas gubernamentales. El dere-
cho humanitario positivo de los conflictos armados no internacionales ni siquiera
prescribe explcitamente, como s lo hace el derecho de los conflictos armados in-
ternacionales, que los portadores de armas deben distinguirse de la poblacin civil.
Las personas se unen a los grupos armados y los abandonan de manera informal,
mientras que los miembros de las fuerzas armadas gubernamentales son alistados
y dados de baja formalmente. Puesto que los grupos armados son, inevitablemente,
ilcitos, se esforzarn al mximo para que no ser reconocidos como tales y ocultar
su ndole militante. La afirmacin de que es admisible disparar a la vista contra los
portadores de armas puede, por ende, poner en peligro a muchos civiles48, sean
stos simpatizantes del grupo, miembros de su ala poltica, miembros del mismo
grupo tnico, o sencillamente, si se encuentran en el lugar y en el momento equivo-
cados. Y aunque en los conflictos armados internacionales s existe una distincin
clara entre la conduccin de las hostilidades por combatientes y contra combatien-
tes, y la aplicacin de la ley a los civiles por la polica, no existe una distincin clara
equivalente en el mbito de los conflictos armados no internacionales. En efecto,
en un conflicto armado no internacional, para las leyes nacionales la insurgencia
siempre es un delito. Los criminales deben ser procesados por los tribunales y est
prohibido castigarlos en un instante mediante la ejecucin extrajudicial.
47 Marco Sassli y Antoine Bouvier, How Does Law Protect in War? 2 ed., CICR, Ginebra, 2006, p. 251.
48 Alexander Orakhelashvili, The interaction between human rights and humanitarian law: fragmentation,
conflict, parallelism, or convergence?, European Journal of International Law, vol. 19 (1) (2008), p. 167.
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Marco Sassli y Laura M. Olson - La relacin entre el derecho internacional humanitario y el derecho...
Slo se podr hacer uso intencional de armas letales cuando sea estricta-
mente inevitable para proteger una vida. Adems, los funcionarios encargados de
hacer cumplir la ley se identificarn como tales y darn una clara advertencia de
su intencin de emplear armas de fuego, con tiempo suficiente para que se tome en
cuenta, salvo que al dar esa advertencia se pusiera indebidamente en peligro a los
funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, se creara un riesgo de muerte o
daos graves a otras personas, o resultara evidentemente inadecuada o intil dadas
las circunstancias del caso54.
Sin embargo, cabe destacar que los Principios Bsicos se disearon para
los agentes de la ley que ejercen funciones de polica, especialmente las facultades
de arresto o detencin. Se incluye a las autoridades militares, pero slo si ejercen
funciones de polica55, lo cual podra llevar a interpretar, e contrario, que las nor-
mas no son vinculantes para las autoridades militares encargadas de la conduccin
de hostilidades. Si se aplica el derecho de los derechos humanos para obtener una
respuesta a la pregunta de cundo es admisible dar muerte a un portador de armas,
sera imperativo saber si las autoridades militares, en una situacin de conflicto
armado, estn o deberan estar ejerciendo funciones de polica.
Escasos precedentes de los organismos de derechos humanos en materia
de conflictos armados
Tericamente, los derechos humanos son los mismos, tanto en los con-
flictos armados internacionales y no internacionales, como fuera de los conflictos
armados. Adems, el derecho a la vida no est sujeto a excepciones salvo, en el caso
54 V. artculos 9 y 10 de los los Principios Bsicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego por los
Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley, adoptados por el IX Congreso de las Naciones Unidas
sobre la Prevencin del Delito y Tratamiento del Delincuente, La Habana, 27 de agosto a 7 de septiembre de
1990, documento de la ONU. A/CONF.144/28/Rev.1 at 112 (1990) (en adelante, los Principios Bsicos).
55 En los Principios Bsicos, una nota al pie aadida al trmino funcionarios encargados de hacer cumplir
la ley aclara esta cuestin haciendo referencia al comentario al art. 1 del Cdigo de conducta para funcio-
narios encargados de hacer cumplir la ley.
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Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
del Convenio Europeo, con respecto a actos de guerra legtimos56. El caso clsico
en el cual un organismo de derechos humanos ha evaluado el derecho a la vida en
el contexto de un conflicto armado es el caso La Tablada, relacionado con un grupo
de portadores de armas que atac un cuartel del ejrcito en Argentina. La Comisin
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sostuvo que los civiles como los
que atacaron el cuartel de La Tablada... sea en forma individual o como integrantes
de un grupo... estn sujetos al ataque directo individualizado en la misma medida
que los combatientes y pierden el beneficio del principio de proporcionalidad y de
las precauciones57. Luego, aplic exclusivamente el derecho humanitario (aplicable
a los conflictos armados internacionales) a esos atacantes. Consider que se bene-
ficiaban del derecho a la vida solamente los testigos civiles y los atacantes que se
rindieron. La Comisin no plante la cuestin de si habra que haber detenido a los
portadores de armas, siempre que hubiese sido posible, en vez de darles muerte.
En el caso Guerrero, el Comit de Derechos Humanos determin que Co-
lombia haba privado del derecho a la vida arbitrariamente a personas sospechadas
de ser secuestradores y miembros de una organizacin guerrillera, lo que no se
comprob ni siquiera en la investigacin posterior. Miembros de la polica espe-
raban a los presuntos secuestradores en la casa donde crean que se encontraba
retenida la vctima de un secuestro, pero que estaba vaca. Cuando llegaron los
presuntos secuestradores, fueron atacados a tiros sin advertencia alguna, sin darles
la oportunidad de rendirse y pese a que no haban disparado un solo tiro sino que,
sencillamente, haban intentado huir58.
Un organismo nacional de derechos humanos, la Comisin de Derechos
Humanos de Nepal, consider que las fuerzas de seguridad nepalesas haban come-
tido una grave infraccin del derecho humanitario cuando dispararon contra un
grupo de maostas armados que obligaban a los estudiantes y los docentes de una
escuela local a seguir un programa cultural. Seis maostas y cuatro estudiantes
murieron y cinco estudiantes quedaron heridos. La Comisin puso de relieve que
los maostas no haban disparado cuando fueron rodeados por el ejrcito, y que
llevaban slo armas ligeras. En opinin de la Comisin, tras una advertencia, el
ejrcito podra haberlos detenido sin dificultad alguna. No est claro si la Comisin
determin la existencia de una infraccin basndose solamente en el hecho de que
hubo estudiantes muertos y heridos, o si consider que el acto de disparar contra
los maostas armados sin intentar detenerlos tambin constituy una infraccin del
derecho humanitario59.
En la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre
casos relacionados con el derecho a la vida en el conflicto armado no internacional
56 Comisin Europea de Derechos Humanos, art. 15(2). Se ha argumentado que esta norma se refiere nica-
mente a los conflictos armados internacionales (v. Doswald-Beck, nota 28, ms arriba, p. 883). De todos
modos, ningn Estado ha intentado jams suspender ese derecho invocando tal excepcin.
57 Comisin Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Abella v. Argentina (La Tablada), caso N.
11.137, Informe N.55/97, 18 de noviembre de 1997, prr.178.
58 Comit de Derechos Humanos, Suarez de Guerrero v. Colombia, Comunicacin N. R.11/45, 31 de marzo
de 1982, documento de la ONU, Suplemento N. 40 (A37/40) (en adelante, el caso Guerrero).
59 Kedar Prasad Poudyal, The role of national human rights institutions in armed conflict situations, with
special reference to NHRCNepal, Danish Institute for Human Rights, 2006, pp. 878.
333
Marco Sassli y Laura M. Olson - La relacin entre el derecho internacional humanitario y el derecho...
que tuvo lugar en Chechenia, figuran declaraciones en las que, al parecer, se exige
que, al planificar y ejecutar acciones, incluso legtimas, contra los portadores de
armas, se deben reducir al mnimo los riesgos a la vida y el uso de la fuerza letal60.
Si bien estas declaraciones no se limitaban a proteger la vida de los civiles, las vc-
timas reales en el caso eran personas civiles. En todos los otros casos en que los
organismos de derechos humanos y la CIJ aplicaron el derecho a la vida a conflictos
armados de ndole no internacional, las personas que resultaron muertas estaban
fuera de combate o no se alegaba que haban sido portadores de armas61. Aunque
en muchos casos se da muerte a portadores de armas, por ejemplo mediante ata-
ques con bombas, mientras no estn fuera de combate, no se han denunciado tales
casos a los rganos internacionales de supervisin de los derechos humanos. De esa
falta de jurisprudencia, algunos observadores han deducido que esos homicidios
no violan el derecho a la vida, ya que es impensable que un caso as sea denuncia-
do ante el sistema interamericano por un familiar sobreviviente de un miembro de
las FARC62.
As pues, el escaso volumen de jurisprudencia no permite contar con una
respuesta concluyente con respecto a las exigencias que el derecho de los derechos
humanos impone a las autoridades gubernamentales que usan la fuerza contra los
portadores de armas.
Posibles soluciones de conformidad con el principio de lex specialis
En primer lugar, cabe recalcar que ambas ramas del derecho comparten
un amplio terreno comn. En una situacin anloga a la de un campo de batalla, es
prcticamente imposible hacer detenciones sin exponer a las fuerzas gubernamen-
tales a peligros desproporcionados. Un portador de armas representa una grave
amenaza a la vida, incluso si esa amenaza consiste en ataques contra las fuerzas
armadas. La inmediatez de esa amenaza puede basarse no slo en lo que va a hacer
el portador de armas en la mira, sino tambin en su conducta anterior63. En esas
situaciones puede, por ende, utilizarse la fuerza letal, incluso de conformidad con el
derecho de los derechos humanos. Por lo dems, ambas ramas protegen por igual la
vida de un portador de armas que est fuera de combate.
La necesidad de determinar la norma aplicable por referencia a la lex spe-
cialis surge cuando las soluciones de las dos ramas realmente se contradicen. El
ejemplo arquetpico de esa contradiccin es el de un lder guerrillero haciendo
compras en un supermercado en la capital del pas, controlada por el Gobierno.
Muchos interpretan que el derecho humanitario permite a las autoridades tirar a
matar, porque se trata de un portador de armas, pero esto es debatible. El derecho
de los derechos humanos dira claramente que esa persona debe ser detenida y que
debe aplicarse respecto de ella el uso graduado de la fuerza, pero esa conclusin se
60 TEDH, Isayeva v. Russia, Solicitud N. 57950/00, Sentencia, 24 de febrero de 2005, prrafos 175176.
61 Para un panorama general de la cuestin, v. Nils Melzer, Targeted Killing under International Normative
Paradigms of Law Enforcement and Hostilities, Oxford University Press, Oxford, 2008, pp. 16973 y pp.
38492.
62 Informe UCIHL, nota 33, ms arriba, p. 36.
63 Informe DPH 2005, nota 31, ms arriba, p. 52.
334
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
basa en precedentes que tuvieron lugar en tiempo de paz y los derechos humanos
siempre son ms flexibles y se acomodan a cada caso.
En nuestra opinin, algunas situaciones estn ms prximas a las que die-
ron lugar a la norma del derecho humanitario, en tanto que otras se caracterizan
ms por hechos que, caractersticamente, dieron lugar al establecimiento de los de-
rechos humanos. Hay una escala mvil64 entre el miembro solitario de las FARC
en un supermercado de Bogot, y el soldado de las fuerzas franquistas durante la
batalla del Ebro. Es imposible e innecesario proporcionar una respuesta aplicable
a todos los casos por igual; como se ha demostrado ms arriba, el principio de lex
specialis no determina la prioridad entre dos normas en abstracto, sino que ofrece la
solucin de un caso concreto, en el cual las normas en conflicto llevan a resultados
diferentes. Hay que cuidarse de interpretar errneamente el famoso dictamen de la
CIJ segn el cual la prueba de lo que constituye la privacin arbitraria de la vida...
ha de determinarse en base a la lex specialis aplicable, esto es, el derecho aplicable en
los conflictos armados65. Debe leerse en el contexto de la opinin66 en la que la CIJ
tuvo que determinar la licitud en abstracto del uso de cierta arma.
Esa solucin elstica, en la cual el comportamiento real que se exige depen-
de de la situacin, es peligrosa, especialmente en nuestro contexto, donde debe ser
aplicada por todos los soldados y conduce a resultados irreversibles. Por lo tanto, es
indispensable determinar factores que permitan dar precedencia sea a las normas
derivadas del derecho humanitario de los conflictos armados internacionales o a
los derechos humanos.
La existencia y la medida del control gubernamental sobre el lugar donde
se produce el homicidio67 sealan la aplicacin de los derechos humanos como lex
specialis68. Para las fuerzas gubernamentales que actan en su propio territorio, el
control sobre el lugar donde se realiza el ataque no es una condicin necesaria para
la aplicacin de los derechos humanos69, sino, sencillamente, un factor que hace
que los derechos humanos prevalezcan sobre el derecho humanitario. Este ltimo
fue concebido para regir las hostilidades contra fuerzas que se encuentran en la
frontera o ms all de ella, es decir, en un lugar que no est bajo el control de quie-
nes atacan, en tanto que la aplicacin de la ley concierne a las personas que se hallan
bajo la jurisdiccin de los encargados de aplicar la ley. En situaciones de conflicto
tradicionales, el eje de la cuestin sera la distancia que media entre la situacin
64 Informe UCIHL, nota 33, ms arriba, p. 38; segn la opinin de varios expertos en el Informe DPH 2005,
nota 31, ms arriba, pp. 51-2.
65 Armas nucleares, nota 8, ms arriba, prr.25.
66 Alston, nota 11, ms arriba, pp. 183-209, 192-3.
67 Si la persona atacada se halla bajo control gubernamental, ambas ramas del derecho prohben las ejecu-
ciones sumarias.
68 Doswald-Beck, nota 28, ms arriba, p. 897; Informe UCIHL, nota 33, ms arriba, p. 36; Kretzmer, nota 34,
ms arriba, p. 203; Cordula Droege, The interplay between international humanitarian law and interna-
tional human rights law in situations of armed conflict, Israel Law Review, vol. 40 (2007), p. 347.
69 Con respecto a la responsabilidad de un Estado por violaciones de los derechos humanos cometidas en
una parte del territorio que no se encuentra bajo su control, v. TEDH, Ilascu and others v. Moldova and
Russian Federation, Solicitud N. 48787/99, Sentencia, 8 de julio de 2004, prr. 333.
335
Marco Sassli y Laura M. Olson - La relacin entre el derecho internacional humanitario y el derecho...
de que se trate y el campo de batalla70, aunque cada vez son menos los conflictos
contemporneos caracterizados por la presencia de lneas del frente y campos de
batalla. Entonces, qu es lo que hace que el nivel de control sea suficiente para jus-
tificar el predominio de los derechos humanos como lex specialis? Un Gobierno no
puede sencillamente argumentar que la presencia de un solo rebelde, o incluso de
un grupo de rebeldes, en una parte estable de su territorio indica que, en los hechos,
ese Gobierno no controla plenamente el lugar y que, en funcin de ello, acta con
arreglo al derecho humanitario como lex specialis. La cuestin se relaciona con el
nivel de control. Si un Gobierno puede detener a individuos o a grupos sin que le
cause gran preocupacin la interferencia de otros rebeldes en la operacin, enton-
ces tiene suficiente control sobre el lugar para que los derechos humanos prevalez-
can como lex specialis.
Este criterio basado en el control gubernamental hace que la solucin sea
ligeramente ms flexible en una zona dentro del territorio del Estado cuyo Gobier-
no combate a los rebeldes71, pero que no se encuentra bajo el control firme de los
rebeldes ni del Gobierno (como ciertas regiones del centro de Per, en la poca
de la insurgencia de Sendero Luminoso)72. Incluso en circunstancias en que no
se cumplen los estrictos requisitos de la necesidad de conformidad con derecho
de los derechos humanos (si se cumplen, ambas ramas del derecho conducen al
mismo resultado), la imposibilidad de detener al portador de armas73, el peligro
inherente al intento de detenerlo74, el peligro que el portador de armas representa
para las fuerzas gubernamentales y para los civiles, y la inmediatez de ese peligro75,
pueden llevar a la conclusin de que el derecho humanitario es lex specialis para
esa situacin. Esos factores estn interrelacionados con los elementos de control ya
descritos. Adems, cuando ninguna de las partes ejerce un claro control geogrfico,
cuanto mayor es la certeza de que el objetivo es realmente un portador de armas,
tanto ms fcil es, en nuestra opinin, considerar lex specialis al derecho humani-
tario76. Son lcitos los ataques contra las personas que realmente son portadores
de armas, mientras que la aplicacin de la ley se dirige, por definicin, contra las
personas sospechosas.
Incluso cuando los derechos humanos prevalecen como lex specialis en el
contexto de un conflicto armado, el derecho humanitario sigue presente en el tras-
fondo, y flexibiliza los requisitos impuestos por los derechos humanos en materia
de proporcionalidad y advertencia, cuando se ha intentado efectuar la detencin
sin xito o cuando no es posible hacer el intento. De igual modo, cuando prevalece
el derecho humanitario, los derechos humanos siguen presentes y exigen investigar
70 Droege, nota 68, ms arriba, p. 347.
71 En este artculo no se aborda el derecho aplicable a las acciones extraterritoriales.
72 Informe UCIHL, nota 33, ms arriba, p. 37.
73 Comit Pblico Contra la Tortura, nota 37, ms arriba, prr. 40; Doswald-Beck, nota 28, ms arriba, p. 891.
74 Comit Pblico Contra la Tortura, nota 37, ms arriba, prr. 40.
75 Kretzmer, nota 34, ms arriba, p. 203.
76 Caso Guerrero, nota 58, ms arriba, prr. 13.1-13.3; Comit Pblico Contra la Tortura, nota 37, ms
arriba, prr. 40; Orna Ben-Naftali y Keren R. Michaeli, We must not make a scarecrow of the law: A
legal analysis of the Israeli policy of targeted killings, Cornell Journal of International Law, vol. 36 (2)
(20034), p. 290.
336
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
337
Marco Sassli y Laura M. Olson - La relacin entre el derecho internacional humanitario y el derecho...
derecho de los derechos humanos, con predominio del segundo en algunas situa-
ciones y hasta cierto punto, en calidad de lex specialis. El hecho de que los rebeldes
no tengan obligaciones en materia de derechos humanos que limiten sus ataques
contra las fuerzas de seguridad no significa que el derecho humanitario no ponga
lmites a esos ataques. Aunque los miembros de las fuerzas policiales no pueden
considerarse personas civiles (como en los conflictos armados internacionales), si
participan en operaciones de aplicacin de la ley destinadas a buscar y detener a
rebeldes82, los ataques contra unidades policiales que no participan en un conflicto
armado no internacional, pero que realizan actividades policiales normales propias
de tiempo de paz, infringiran la prohibicin de atacar a personas civiles83.
El problema principal respecto de nuestra solucin es determinar si es po-
sible utilizarla en conflictos armados reales. Si el comportamiento permisible vara
en funcin de la situacin concreta, cmo puede un soldado saber qu normas
debe aplicar? Este problema puede resolverse nicamente mediante instrucciones y
reglas de enfrentamiento precisas para todas y cada una de las operaciones y salidas
de las tropas. Asimismo, sera posible elaborar directrices a nivel internacional, en
debates celebrados entre expertos en derecho humanitario, expertos en derechos
humanos, profesionales del mbito de aplicacin de la ley y representantes de las
fuerzas armadas. Lgicamente, tambin deberan participar (ex) portadores de ar-
mas, sobre todo si las directrices abarcan tambin la conduccin de esos grupos, a
fin de garantizar que puedan aplicarse en la prctica.
82 V. tambin Informe de la Comisin Nacional de Investigacin sobre Darfur presentado al Secretario Ge-
neral de las Naciones Unidas, 25 de enero de 2005, prr. 422, disponible en www.un.org/news/dh/sudan/
com_inq_darfur.pdf (consultado el 21 de mayo de 2008). (http://www.un.org/spanish/Depts/dpi/boletin/
dynpages/a_14497_dtls.html)
83 Comisin de Derechos Humanos de Nepal, Minimum immediate steps for CPN-(Maoist) to respect in-
ternational humanitarian law and human rights principles, en Annual Report 2004 (captulo 8, seccin
8.3), pp. 99-100.
338
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
normas que reglamentan los procedimientos para la aplicacin de esta forma parti-
cular de la privacin de libertad: el internamiento84. En el anlisis de las dos ramas
del derecho y su relacin complementaria, se intentar elucidar los fundamentos
y los procedimientos para el posible internamiento de un miembro de las fuerzas
armadas gubernamentales o un miembro de un grupo armado (en adelante, parti-
cipante en las hostilidades) en relacin con un conflicto armado no internacional.
La respuesta tradicional del derecho humanitario aplicable en conflictos
armados internacionales
En el derecho humanitario convencional aplicable en los conflictos armados
internacionales se disponen normas por las cuales se reglamentan los procedimientos
del internamiento. De conformidad con el III Convenio de Ginebra, se permite a la po-
tencia detenedora internar a los prisioneros de guerra85 y, en virtud del IV Convenio
de Ginebra, se permite internar a una persona si la seguridad de la Potencia en cuyo
poder est lo hace absolutamente necesario86 o por razones imperiosas87.
Tras establecer los casos en los que puede producirse el internamiento, el dere-
cho humanitario tambin indica cundo debe cesar. Algunos prisioneros de guerra de-
ben ser repatriados durante el conflicto armado por razones de salud88, y todos deben
ser liberados y repatriados, sin tardanza, tras el cese de las hostilidades activas89. Toda
persona civil ser puesta en libertad por la Potencia detenedora tan pronto como des-
aparezcan los motivos de su internamiento90. En el caso de personas civiles que no hu-
bieran sido liberadas durante el conflicto armado, en la norma se establece que el inter-
namiento cesar lo ms rpidamente posible despus de finalizadas las hostilidades91.
En el derecho humanitario convencional aplicable en los conflictos armados
internacionales se reconoce que, en el caso de las personas civiles, que, a diferencia
de los prisioneros de guerra, no pueden ser automticamente internadas mientras
dure un conflicto armado, el cumplimiento con los fundamentos jurdicos del inter-
namiento exige una evaluacin que determine si la persona sigue representando una
amenaza a la seguridad y puede seguir internada, o si ha dejado de representar una
amenaza y debe ser liberada. En este sentido, en el IV Convenio de Ginebra se esta-
blecen procedimientos para revisar el internamiento de personas civiles, sean stas
personas extranjeras en el territorio de una parte en el conflicto, o personas inter-
nadas en territorio ocupado; se designa el tipo de rgano de examen (un tribunal o
un consejo administrativo), y se prevn procedimientos para presentar recursos y
realizar revisiones peridicas92. En el Protocolo I se introduce una salvaguardia ms
84 En este artculo, los trminos internamiento y detencin por razones de seguridad se utilizan en forma
indistinta.
85 CG III, art. 21.
86 CG IV, art. 42 (aplicable a extranjeros en el territorio de una Parte).
87 Ibd., art. 78(1) (en territorio ocupado).
88 CG III, arts. 109-117.
89 Ibd., arts.s 118-119.
90 CG IV, art. 132 (1). V. tambin PA I, art. 75 (3).
91 CG IV, art. 133(1).
92 Ibd., arts. 43 y 78 (2).
339
Marco Sassli y Laura M. Olson - La relacin entre el derecho internacional humanitario y el derecho...
93 PA I, art. 75(3).
94 CG IV, art. 147. V. tambin el art. 8(2)(a)(vii) del Estatuto de la Corte Penal Internacional y el art. 2(g) del
Estatuto del Tribunal Penal Internacional para ex Yugoslavia.
95 Protocolo adicional II, artculos 5 y 6(5).
96 Henckaerts y Doswald-Beck, nota 5, ms arriba, pp. 344-52.
97 Henckaerts y Doswald-Beck, nota 5, ms arriba, vol. I, reedicin 2007 (con correcciones), p. li, citado en
Jean-Marie Henckaerts, Derecho internacional humanitario consuetudinario: respuesta a los comentarios
de Estados Unidos, International Review of the Red Cross, N. 866 (2007), disponible en www.icrc.org.
98 Henckaerts y Doswald-Beck, nota 5, ms arriba, pp. 348-51.
340
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
de su libertad, salvo por las causas fijadas por ley y con arreglo al procedimiento
establecido en sta99. En todos los tratados se prohben los arrestos o detenciones
arbitrarios100, pero nicamente en el Convenio Europeo se indican detalladamente
las causas que permiten privar a una persona de su libertad101. El derecho convencio-
nal articula dos procedimientos cuya aplicacin es obligatoria para privar de libertad
lcitamente a una persona contra la que no se presentan cargos penales concretos. En
primer lugar, toda persona detenida debe ser informada de inmediato de las razones
de su detencin102. En segundo lugar, toda persona privada de libertad tendr dere-
cho a recurrir ante un tribunal, a fin de que ste decida a la brevedad posible sobre la
legalidad de su prisin y ordene su libertad si la prisin fuera ilegal103.
Sin embargo, a diferencia de los cuatro Convenios de Ginebra, ninguno de
estos tratados cuenta con ratificacin universal; casi todos son instrumentos regio-
nales y, en ciertas circunstancias, se permite suspender las disposiciones relativas a
la detencin por motivos de seguridad104. Por ende, sera til contar con una eva-
luacin de la categora de los derechos humanos consuetudinarios universalmente
aplicables y de las posibilidades de que esas normas sean objeto de suspensin, y
en qu medida. Lo mismo se aplica al requisito de la revisin judicial, el denomi-
nado recurso de habeas corpus, porque aunque muchos, entre otros el Comit de
Derechos Humanos, alegan que el propio recurso, o por lo menos, algunos de sus
aspectos, no son susceptibles de suspensin, ello no se encuentra estipulado en el
derecho de los derechos humanos convencional105.
99 Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos (PIDCP), art. 9(1). V. tambin Comisin Europea de
Derechos Humanos, art. 5(1); Convencin Americana sobre Derechos Humanos (CADH), art. 7; y Carta
Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos (CADHP), art. 6.
100 PIDCP, art. 9(1); Comisin Europea de Derechos Humanos, art. 5; CADH, art. 7(3); y CADHP, art. 6.
101 Comisin Europea de Derechos Humanos, art. 5(1). Los prrafos (b) y (c) del art. 5(1) parecen autorizar la
detencin por motivos de seguridad, pero no existen casos en los que esas disposiciones se hayan interpreta-
do en ese sentido. V. D. Harris, M. OBoyle y C. Warbrick, Law of the European Convention on Human Rights,
Butterworth, Londres, 1995, pp. 113, 117 (citando al TEDH, Lawless v. Ireland, Solicitud N. 332/57, Senten-
cia, 1 de julio de 1961, Serie A N.3, seccin sobre The law (El derecho), prrafos 815; y TEDH, Guzzardi
v. Italy, Solicitud N. 7367/76, Sentencia, 6 de noviembre de 1980, Serie A, N.39, prrafos 101102).
102 PIDCP, art. 9(2); Comisin Europea de Derechos Humanos, art. 5(2); CADH, art. 7(4).
103 PIDCP, art. 9(4); Comisin Europea de Derechos Humanos, art. 5(4); CADH, art. 7(6); y CADHP, art. 7(1)(a).
104 Lgicamente, la suspensin debe limitarse estrictamente a las exigencias de la situacin (PIDCP, art.
4(1)). V. tambin Comisin Europea de Derechos Humanos, art. 15(1), y CADH, art. 27(1). La CADHP no
contiene disposiciones relativas a la suspensin.
105 Para consultar una lista de referencias relacionadas con la prohibicin de suspender el procedimiento de ha-
beas corpus en la prctica, v. Henckaerts y Doswald-Beck, nota 5, ms arriba, pp. 3501 y las correspondientes
notas al pie (incluido el Comentario General 29 del Comit de Derechos Humanos, prr. 16, documento de la
ONU CCPR/C/21/Rev.1/Add.11 (2001)). V. tambin Doug Cassel, Pretrial and preventative detection of sus-
pected terrorists: options and constraints under international law, Journal of Criminal Law and Criminology,
vol. 98 (3) (2008), pp. 81152, en p. 829 y nn. 130132; Procedural principles and safeguards for internment/
administrative detention in armed conflict and other situations of violence, Anexo 1 de El derecho internacio-
nal humanitario y los desafos en los conflictos armados contemporneos (documento del CICR preparado
para la XXX Conferencia Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, 30IC/07/8.4, en 11), dispo-
nible en http://www.icrc.org/web/spa/sitespa0.nsf/htmlall/30-international-conference-working-documents-
121007/$FILE/30IC_IHLchallenges_Annex1_Detention_FINAL_ES.pdf (consultado el 29 de mayo de 2008)
(publicado inicialmente como Jelena Pejic, Principios y garantas procesales relativos al internamiento o de-
tencin administrativa en conflictos armados y otras situaciones de violencia interna, International Review of
the Red Cross, N. 857 (2005), disponible en www.icrc.org) (en adelante, Directrices del CICR).
341
Marco Sassli y Laura M. Olson - La relacin entre el derecho internacional humanitario y el derecho...
...de acuerdo con los trminos del Cuarto Convenio de Ginebra y de la De-
claracin Americana, [la necesaria revisin de la detencin] podra haberse
106 Theodor Meron, The humanization of humanitarian law, American Journal of International Law, vol. 94
(2000), p. 247. V. tambin Christine Byron, A blurring of the boundaries: the application of international
humanitarian law by human rights bodies, Virginia Journal of International Law, vol. 47 (2007), pp.
83996.
107 TEDH, Ireland v. United Kingdom, Solicitud N. 5310/71, Sentencia, 18 de enero de 1978, [1978] Comi-
sin Europea de Derechos Humanos 5310/71, prr.11. V. tambin, p. ej., Lawless v. Ireland, nota 101, ms
arriba.
108 Comisin Europea de Derechos Humanos, art. 15.1.
109 Cmara de Derechos Humanos de Bosnia y Herzegovina, Boudellaa and others v. Bosnia and Herze-
govina and the Federation of Bosnia and Herzegovina (casos CH/02/8679, CH/02/8689, CH/02/8690,
CH/02/8691), 13 BHRC 297 (2002), prrafos 233 y 237.
110 CIDH, Coard et al. v. US, Caso N. 10.951, Informe N. 109/99, 9 BHRC 150 (29 de septiembre de 1999),
prr. 57.
342
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
Sin embargo, en dicho caso no hubo debate alguno acerca de las normas
aplicables en los conflictos armados no internacionales. En 2002, la Comisin, te-
niendo en cuenta que Estados Unidos se consideraba en guerra con una red in-
ternacional de terroristas, como medida cautelar, solicit a Estados Unidos que
adoptara las medidas urgentes necesarias para que un tribunal competente deter-
minara la situacin jurdica de los detenidos de Baha de Guantnamo, en lugar de
una autoridad poltica, a fin de garantizar el otorgamiento a los mismos de meca-
nismos legales de proteccin congruentes con su situacin, las cuales en ningn
caso podrn ser inferiores a las normas mnimas de los derechos que no pueden
suspenderse112.
Aplicacin de los derechos humanos como lex specialis
En la comparacin de las disposiciones convencionales por las que se rige
el internamiento, contenidas en ambas ramas del derecho, se observa que los dere-
chos humanos se enuncian en mayor detalle que las escasas normas convencionales
de derecho humanitario aplicables en los conflictos armados no internacionales.
Sin embargo, no puede decirse lo mismo si se compara, por lo que respecta a los ci-
viles, el derecho de los derechos humanos con el derecho humanitario aplicable en
los conflictos armados internacionales113. Por ejemplo, en el derecho humanitario
se garantiza explcitamente, por lo que atae a los internados civiles, el derecho a
recurrir a los procedimientos de apelacin y un plazo para la revisin peridica, en
caso de que no sean liberados; en el derecho de los derechos humanos convencional,
eso no se especifica por lo que respecta a la detencin por motivos de seguridad.
Adems, las disposiciones pertinentes de los derechos humanos son susceptibles
de suspensin, al menos en el marco de los trminos formales de los tratados; estas
disposiciones del derecho humanitario no son susceptibles de suspensin, al menos
en territorios ocupados114. Sin embargo, en el derecho de los derechos humanos se
estipula que el organismo que revisa la privacin de libertad debe ser de carcter
judicial, mientras que en el derecho humanitario se dispone la intervencin de un
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Marco Sassli y Laura M. Olson - La relacin entre el derecho internacional humanitario y el derecho...
esta cuestin puede diferir de las analogas hechas, por ejemplo, con la definicin de
objetivos militares, trmino que se utiliza exclusivamente en el mbito del derecho
humanitario. Adems, es posible que la analoga con el derecho humanitario de los
conflictos armados internacionales no ayude a evitar las dificultades que plantean los
derechos humanos, ya que stos podran seguir siendo aplicables. Por ejemplo, si los
procedimientos del derecho humanitario aplicables en los conflictos armados interna-
cionales que reglamentan el internamiento de personas civiles son inadecuados, posi-
blemente haya que recurrir a los derechos humanos para colmar ese vaco133.
Considerar la forma en que los derechos humanos complementan el dere-
cho humanitario puede ayudar a solucionar algunas de las dificultades que entraa
la aplicacin de los derechos humanos en los conflictos armados no internaciona-
les, particularmente respecto de los actores no estatales.
Si no se utiliza el DIDH para interpretar una norma del DIH, sino que el
DIDH se aplica en paralelo con el DIH, ste se aplicara respecto de las partes en el
conflicto, de los actores estatales y no estatales, y el DIDH seguira aplicndose res-
pecto de los actores estatales, segn la concepcin tradicional que le dio origen. De
este modo, se evita la problemtica aplicacin respecto de los actores no estatales
y, sin embargo, se impone a los Estados el mandato de seguir cumpliendo con sus
obligaciones jurdicas internacionales. Podra alegarse que esta posicin es injusta,
ya que, en un conflicto armado no internacional, los Estados tendran que atenerse
a ms obligaciones que los actores no estatales. Esto es verdad en el mbito del de-
recho internacional, donde los Estados son, tradicionalmente, los actores legtimos,
pero slo sera verdad con respecto a las normas que los Estados se han obligado a
cumplir. Por otra parte, cabe recordar que los actores no estatales estn vinculados
por el derecho interno134.
Este enfoque es coherente con el entendimiento de que ambas ramas del
derecho son complementarias, se aplica a travs de la mxima de lex specialis, y
respeta la mxima de lex posterior, dado que la mayora de las normas de derechos
humanos se desarrollaron con posterioridad a las principales disposiciones del de-
recho humanitario que se examinan en este artculo. Por lo dems, la preocupa-
cin de que nazcan obligaciones impracticables, como la pronta revisin judicial
del internamiento en todos los casos, no es significativa, ya que en los tratados de
derechos humanos se disponen clusulas de suspensin que ofrecen a los Estados
una salida reglamentada en tales situaciones.
Sin embargo, el recurso exclusivo a las normas de derechos humanos para
compensar la falta de procedimientos reglamentados sobre el internamiento en los
conflictos armados no internacionales constituye una solucin mnima, puesto que,
a menos que esas normas se completen con el derecho consuetudinario135, aclaran
las obligaciones del Estado nicamente si ste es parte en el respectivo tratado de
348
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
derechos humanos; por otra parte, cabe la posibilidad de que se introduzcan sus-
pensiones que tengan por efecto limitar el cumplimiento de dichas normas. Adems
(pero, en el presente artculo no se aborda esta cuestin), existen controversias con
respecto a la medida de la aplicabilidad extraterritorial de los derechos humanos,
lo cual debilita la solucin basada en la aplicacin del derecho de los derechos hu-
manos en los conflictos armados no internacionales en el extranjero. Se desprende
de ello que el derecho de los derechos humanos posiblemente no reglamente el
internamiento por el Estado. Los actores no estatales afrontarn dificultades con-
ceptuales para cumplir con estas normas, si es que estn obligados a hacerlo.
Por ende, la solucin tal vez no sea optar entre aplicar los derechos huma-
nos o establecer una analoga con el derecho humanitario de los conflictos armados
internacionales, sino en armonizar apropiadamente ambos enfoques. La recono-
cida relacin entre estas ramas del derecho, sus respectivos objetivos, as como las
diferencias entre los Estados y los actores no estatales, son factores que pueden
imponer la aplicacin prctica de este enfoque complementario.
La aplicacin de las normas del derecho humanitario de los conflictos
armados internacionales en los conflictos armados no internacionales ofrece unos
procedimientos de internamiento que son vinculantes tanto para el Estado como
para los actores no estatales e imponen limitaciones a los criterios aplicados para
imponer el internamiento. Esas obligaciones se aplican por igual a todas las partes
en el conflicto. Esa aplicacin no excluye la correspondiente aplicacin paralela de
los derechos humanos. Por ende, si es preciso aplicar el derecho de los derechos hu-
manos para contar con ms detalles acerca de la reglamentacin del internamiento
de civiles, por ejemplo136, en consonancia con la mxima de lex specialis, puede
recurrirse a los derechos humanos para aclarar las obligaciones del Estado, parti-
cularmente en lo tocante a la revisin judicial. Si bien es posible que se suspendan
normas de los derechos humanos, la aplicacin por analoga del derecho humanita-
rio de los conflictos armados internacionales (que no admite suspensin alguna137)
establecera un nivel bsico por debajo del cual no podran haber suspensiones
de los derechos humanos, puesto que las disposiciones del derecho humanitario
ya se aplican en las situaciones ms amenazantes para un pas. Este enfoque com-
plementario garantizara la proteccin de los procedimientos para los actores no
estatales internados, y aclarara significativamente las obligaciones de los actores
no estatales, lo cual, a su vez, garantizara la proteccin de los procedimientos para
los miembros de las fuerzas armadas estatales capturados en conflictos armados no
internacionales. Pero, el carcter prctico de este enfoque no lo hace jurdicamente
vinculante, y las preocupaciones descritas en los prrafos anteriores persisten, so-
bre todo con respecto a la conveniencia de establecer una analoga con el derecho
humanitario de los conflictos armados internacionales y, en el mbito de ste, con el
IV Convenio en lugar del III Convenio.
En resumen, desafortunadamente no existe una solucin ideal y directa.
Si bien la aplicacin del derecho de los derechos humanos es ms satisfactoria en
349
Marco Sassli y Laura M. Olson - La relacin entre el derecho internacional humanitario y el derecho...
el marco del principio formal de lex specialis, no es una opcin realista, particular-
mente para los grupos armados no estatales. Por otra parte, el contenido de las nor-
mas de derechos humanos aplicables da lugar a controversias. Aplicar por analoga
la reglamentacin prevista para las personas civiles por el derecho humanitario de
los conflictos armados internacionales puede, por ende, mostrar mayor correspon-
dencia con las finalidades sistmicas generales de ambas ramas del derecho. En la
prctica, la nica diferencia entre estos enfoques es que, para el enfoque basado en
el derecho humanitario, es satisfactoria una revisin administrativa, mientras que
en el enfoque basado en los derechos humanos, se exige una revisin judicial. Ahora
mismo, la mayora de las personas detenidas en relacin con un conflicto armado no
internacional agradecera cualquier oportunidad de que su internamiento fuera ob-
jeto de una revisin independiente e imparcial. Sera til, sobre todo para los profe-
sionales, establecer directrices para evaluar la relacin entre el derecho humanitario
y el derecho de los derechos humanos en una situacin determinada. Esas directrices
ayudaran a garantizar la adopcin de soluciones coherentes que no comprometan
los objetivos y las finalidades especficos de ambas ramas del derecho138.
Conclusin
350
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
Litigios en materia
de derechos humanos
y la guerra contra
el terror
Helen Duffy*
Resumen
La guerra contra el terror ha dado lugar a violaciones graves de los derechos humanos
y, por consiguiente, a un nmero cada vez mayor de litigios en materia de derechos
humanos. En este artculo, se pasa revista a algunos litigios de los ltimos aos relativos
a cuestiones como detenciones arbitrarias, torturas y malos tratos, entregas extraju-
diciales, aplicacin extraterritorial de las normas de derechos humanos, y el empleo
cada vez ms difundido de la etiqueta de terrorismo. Estos casos ofrecen un prisma a
travs del cual pueden verse las caractersticas clave de la guerra contra el terrorismo
que inciden en los derechos humanos y nos permiten plantear cuestiones relativas al
papel de los tribunales y a los efectos de los litigios en materia de derechos humanos en
este mbito.
***
* La primera versin de este artculo se ley en el Curso Anual Pblico de Derecho Internacional realizado
en la Facultad de Derecho de la London School of Economics, el 11 de octubre de 2007. La autora agradece
a Silvia Borelli su asistencia en materia de investigacin y a Steven Watt, David Geer y Fabricio Guaraglia
sus valiosos comentarios durante la preparacin de esa ponencia. Este artculo refleja las opiniones de la
autora solamente, no las de INTERIGHTS.
351
Helen Duffy - Litigios en materia de derechos humanos y la guerra contra el terror
1 Este artculo se centra en determinadas acciones judiciales contra las violaciones de derechos humanos
cometidas por los Estados, interpuestas ante organismos de derechos humanos nacionales o, en menor
grado, regionales e internacionales. INTERIGHTS intervino como representante o tercero/amicus curiae
en varios de los casos citados en este artculo. Cabe sealar que los casos que sirven a los objetivos de
derechos humanos pueden tomar muchas otras formas, desde casos civiles contra sociedades hasta casos
penales contra miembros de organismos de inteligencia o, sobre la base de la jurisdiccin universal, contra
altos funcionarios pblicos. Hay ejemplos de acciones de este tipo interpuestas en relacin con la guerra
mundial contra el terrorismo, pero no se mencionan en este artculo.
352
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
en s como el papel de los tribunales en la respuesta a los desafos que plantea la gue-
rra contra el terrorismo en trminos de los derechos humanos. Pero, cabe advertir que
tal evaluacin sera un tanto prematura. El ciclo litigioso lleva tiempo, sobre todo a
causa de los obstculos que se interponen a la litigacin en este mbito, algunos de los
cuales se analizarn en el presente artculo; por otra parte, los casos que han seguido
el trmite normal hasta su culminacin son relativamente pocos. Sin duda, la evalua-
cin de las repercusiones de los litigios se debe mirar a travs de una lente de largo
plazo y, para alcanzar una apreciacin significativa de esas repercusiones, tal vez haya
que esperar otros diez aos. Sin embargo, la magnitud de los ltimos acontecimientos
indica que es el momento de, al menos, empezar a estudiar la prctica desarrollada
hasta hoy y preguntarse sobre el papel de los tribunales en este contexto.
Dicho esto, examinar en primer lugar los casos planteados despus de los
atentados del 11 de septiembre de 2001 y abordar cinco grupos de cuestiones que,
en mi opinin, ilustran las caractersticas clave de la guerra contra el terrorismo
que afectan los derechos humanos. Esas cuestiones son la detencin arbitraria, la
aplicacin extraterritorial de las obligaciones en materia de derechos humanos, la
tortura y las protecciones conexas, la entrega extrajudicial de personas, y la crecien-
te difusin de la etiqueta de terrorista y de las nociones de culpabilidad asociadas
con ese mote. En la conclusin, volver sobre la cuestin del papel de los tribunales
y las repercusiones de los litigios relacionados con los derechos humanos.
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Helen Duffy - Litigios en materia de derechos humanos y la guerra contra el terror
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Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
medida facilit el seguimiento del tema por parte del Congreso, que promulg la
Ley sobre el Trato de Detenidos de 2005, en la cual se establecieron algunas disposi-
ciones positivas acerca del trato de los detenidos y se respondi al fallo mencionado
afirmando explcitamente que los detenidos de Guantnamo no tenan derecho al
recurso de hbeas corpus.
Segunda ronda: La medida descrita en el prrafo anterior condujo a una
segunda ronda en la Corte Suprema, reflejada en el caso Hamdan c. Rumsfeld9. El
Gobierno estadounidense aleg que, en virtud de la Ley sobre el Trato de Dete-
nidos, Hamdan no tena derecho al recurso de hbeas corpus. En su sentencia de
junio de 2006, la Corte, una vez ms, se abstuvo de abordar la cuestin de si exista
un derecho constitucional al hbeas corpus que tornara anticonstitucional la pre-
tendida privacin de ese derecho, establecida en la Ley sobre el Trato de Detenidos.
En cambio, determin que, sea como fuere, la Ley no se aplicaba a Hamdan, porque
cuando se introdujo la Ley sobre el Trato de Detenidos, su caso ya se encontraba
en curso.
Tras determinar que contaba con la competencia necesaria, la Corte deci-
di que las garantas procesales bsicas contenidas en el artculo 3 comn a los Con-
venios de Ginebra, incorporadas en el ordenamiento jurdico estadounidense por el
estatuto del Cdigo Uniforme de Justicia Militar (UCMJ)10, se aplicaban a todos los
detenidos. La decisin de que las comisiones militares eran ilegales porque infrin-
gan estas disposiciones bsicas fue importante y positiva para la proteccin de los
derechos. Sin embargo, cabe sealar que el fallo Hamdan no apunta a los derechos
individuales sino a la separacin de poderes, puesto que encara la cuestin de si el
Presidente ha actuado en una forma que excede los lmites [del Congreso].
Sin embargo, la Corte Suprema haba determinado que la conducta del
poder ejecutivo infringa tanto el derecho internacional como el interno. Una vez
ms, el Gobierno de Estados se enfrentaba con el dilema de cmo responder a esta
afrenta judicial. Con respecto a la Ley sobre las Comisiones Militares de 2006, el
Congreso respondi de dos maneras. En primer lugar, determin que ya no se po-
da recurrir al derecho internacional pertinente (los Convenios de Ginebra) como
fuente del derecho en los procedimientos de hbeas corpus u otras acciones civiles
contra los agentes estadounidenses. En segundo lugar, estableci que los tribunales
carecan de competencia para tramitar recursos de hbeas corpus (u otras acciones
judiciales) presentados por personas respecto de las cuales se hubiera determinado
que eran combatientes enemigos o que se encontrasen a la espera de esa determi-
nacin, extendiendo las disposiciones de la Ley sobre el Trato de Detenidos sobre
privacin de derechos ms all de Guantnamo, con el propsito de abarcar las
9 Corte Suprema de Estados Unidos, Salim Ahmed Hamdan, Petitioner v. Donald H. Rumsfeld & Others,
548 US 557 (2006).
10 Cdigo Uniforme de Justicia Militar, UCMJ, 64 Stat. 109, 10 USC cap. 47.
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Helen Duffy - Litigios en materia de derechos humanos y la guerra contra el terror
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Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
indicio acerca de la salud del estado de derecho y la separacin de los poderes14. Esa
respuesta tambin determinar el significado prctico del fallo para los aproxima-
damente 270 detenidos que quedan en la Baha de Guantnamo.
Al mismo tiempo, el fallo en s se alcanz con una estrecha diferencia de
5 votos contra 4, con algunos disensos estridentes que ilustran la resistencia de
ciertos jueces a intervenir en lo que consideran cuestiones de seguridad cuya deter-
minacin corresponde exclusivamente al ejecutivo15. El aspecto ms preocupante
es, sin duda, el tiempo transcurrido hasta llegar a esta decisin. Los litigios llevan
mucho tiempo, y las garantas judiciales y el respeto de la funcin judicial exigen el
cumplimiento cabal de todo el proceso. Es innegable que cada etapa de esta mara-
tn judicial produjo algunos logros (que mencionar cuando analice la cuestin del
impacto, ms adelante en este artculo). Sin embargo, cabe preguntarse si el proceso
judicial no se ha caracterizado por la indebida elusin de la constitucin y por la
excesiva deferencia del poder judicial a la funcin decisoria del ejecutivo y el legis-
lativo, teniendo en cuenta que el poder judicial, en un primer momento, se rehus a
abordar la cuestin constitucional. Lamentablemente, los rganos polticos no de-
volvieron la cortesa democrtica respondiendo a las sugerencias judiciales acerca
de la necesidad de alinear la poltica con la ley16. Si este resultado fue producto de
un error de clculo con respecto a la posible respuesta de los poderes polticos, o de
un enfoque estricto de la doctrina judicial basada en la elusin de las normas cons-
titucionales, es materia de debate. De todos modos, el anmalo resultado de este
proceso, que dur seis aos, es la decisin favorable a la aplicabilidad del hbeas
corpus, un derecho que garantiza el acceso a un tribunal horas o das despus de la
detencin. Cabe preguntarse en qu medida esta decisin constituye una respuesta
judicial significativa a este tipo de recurso de emergencia.
El mismo da en que la Corte Suprema de Estados Unidos dict el fallo
en el caso Boumediene, tambin se pronunci acerca del caso Munaf c. Geren17,
en el cual reconoci que las personas detenidas en Irak tambin tienen derecho al
hbeas corpus. Determin que, en el contexto de Irak, el ejercicio de la jurisdiccin
corresponda a los tribunales iraques, negando as, sobre esta base, la jurisdiccin
14 Mientras que la respuesta inmediata del presidente Bush al fallo fue equvoca, el presidente Barack Obama
indic, poco despus de asumir el poder, que el centro de detencin de Guantnamo sera cerrado. Oba-
ma plans executive order to close Guantanamo Bay CNN en lnea, 22 de enero de 2009, http://edition.
cnn.com/2009/POLITICS/01/21/guantanamo.hearings/index.html.
15 Esta actitud qued grficamente ilustrada por el tono y el contenido de algunas de las opiniones disiden-
tes, en particular la afirmacin de Scalia J acerca de las desastrosas consecuencias de la opinin mayo-
ritaria, la cual, segn dijo, causar, casi con seguridad, la muerte de ms estadounidenses. Boumediene,
nota 13 supra, Opinin disidente de Scalia J, p. 2.
16 Por ejemplo, como se ha sealado supra, el Congreso respondi al fallo Hamdan despojando a los tribu-
nales de su jurisdiccin y de las fuentes de derecho inconvenientes, en lugar de tomar la iniciativa judicial
de alinear la poltica con la ley.
17 Munaf et al. v. Geren, Secretary of the Army, et al., peticin de auto de avocacin ante el Tribunal de
Apelacin de Estados Unidos para el circuito del distrito de Columbia, N. 061666, examinada el 25 de
marzo de 2008, resuelta el 12 de junio de 2008.
357
Helen Duffy - Litigios en materia de derechos humanos y la guerra contra el terror
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Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
con la estrictez que exiga esa emergencia. En el fallo se seala que si la suspensin
no es estrictamente necesaria en el caso de un grupo [los ciudadanos britnicos],
no puede ser estrictamente necesaria en el caso del otro grupo [los extranjeros] que
presenta la misma amenaza21. Por ende, el tribunal determin la existencia de una
violacin del derecho a la libertad y a la no discriminacin previsto por la legisla-
cin del Reino Unido a travs de los artculos 5 y 14 del CEDH.
El carcter positivo de esta decisin reside en varios niveles diferentes. El
primero se relaciona con la evidente importancia de aplicar un enfoque estricto
a la proteccin del derecho a la libertad, y con la necesidad de que la supervisin
judicial sea cuidadosa pero exigente. Ms all de ello, el caso hizo lo que la mayora
de los debates, e incluso los litigios en otros lugares, incluida la litigacin desarro-
llada en Estados Unidos descrita en los prrafos precedentes, haban omitido hacer:
llamar la atencin sobre la cuestin de la igualdad. Este aspecto es particularmente
importante, teniendo en cuenta que, en este contexto, se suele recurrir a divisiones
y distinciones basadas en la nacionalidad y a otros argumentos para justificar la
aplicacin de un trato inferior. Si bien es verdad que la nacionalidad tiene cierta
importancia en el contexto de la aplicacin de determinados aspectos del derecho
internacional humanitario (DIH), la proteccin de nacionales y extranjeros por
igual es una manifestacin fundamental de la universalidad que constituye la base
del derecho de los derechos humanos22. Incumbe al Estado la carga de demostrar
que la discriminacin es justificada, cosa que no pudo hacer en este caso.
El caso tambin es importante desde el punto de vista constitucional, dado
que en l se evalan tanto la adecuada funcin del poder judicial como los lmites
de la apropiada deferencia judicial. En un vigoroso prrafo, Lord Bingham rechaza
de manera contundente las alegaciones del fiscal general al respecto, sealando lo
siguiente:
21 A & Ors (Suspensin), nota 17 supra, Lord Bingham, prr. 132 : En mi opinin, no se ha demostrado que
la detencin de ciudadanos extranjeros por tiempo indeterminado y sin juicio sea estrictamente necesaria,
dado que la misma amenaza, cuando proviene de ciudadanos britnicos que el Gobierno no puede o no
quiere enjuiciar, se encara aplicando otras medidas que no exigen su detencin por tiempo indeterminado
y sin juicio. La distincin que el Gobierno procura establecer entre estos dos grupos (ciudadanos brit-
nicos y ciudadanos extranjeros) da lugar a una cuestin de discriminacin. Pero, como la distincin es
irracional, tambin roza el ncleo de la cuestin de la proporcionalidad. Se basa en la idea errnea de que
la diferencia de derechos entre los dos grupos en el contexto de la inmigracin es respuesta suficiente a la
pregunta de si la suspensin es estrictamente necesaria. Es verdad que sus derechos son diferentes. Pero,
la suspensin de derechos se relaciona con el derecho a la libertad. El derecho a la libertad es igual para
ambos grupos. Si la suspensin no es estrictamente necesaria en el caso de un grupo, tampoco lo es en el
caso del otro grupo que presenta la misma amenaza.
22 Los ciudadanos de un Estado gozan, o gozan en mayor grado, de los derechos nicamente en relacin
con ciertos derechos y en circunstancias limitadas, especialmente en relacin con la vida poltica. V., p.ej.,
Observacin General N. 15 del Comit de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, La situacin de
los extranjeros con arreglo al Pacto [1986], documento de la ONU HRI/GEN/1/Rev.6 (2003), p. 140. Cabe
sealar asimismo el comentario de la CIDH en relacin con los detenidos de Guantnamo: La determi-
nacin de la responsabilidad de un Estado por violaciones de los derechos humanos internacionales de
un particular no gira en torno a la nacionalidad del particular. Comisin Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH), Medidas cautelares en favor de los detenidos por los Estados Unidos en Guantnamo
Bay, Cuba, 13 de marzo de 2002.
359
Helen Duffy - Litigios en materia de derechos humanos y la guerra contra el terror
La respuesta del ejecutivo tambin fue significativa. A la luz del fallo Bel-
marsh, el Gobierno del Reino Unido cambi sus leyes y prcticas. Las suspensiones
y normas infractoras fueron retiradas y se adoptaron nuevas disposiciones jurdicas
que prevean, entre otras cosas, rdenes de control, en lugar de la detencin, para
las personas sospechadas de participar en el terrorismo internacional23.
Esas rdenes generaron sus propias controversias y litigios. Los fallos co-
nexos ofrecen, entre otras cosas, un interesante anlisis de lo que constituye la de-
tencin, en contraposicin con los lmites a la libertad de movimiento, y de la etapa
en la cual no slo los lmites fsicos, sino tambin el grado de control sobre aspectos
de la vida cotidiana, pueden considerarse equivalentes a la detencin ilcita24. En un
caso, la Cmara de los Lores determin que las rdenes cualquiera fuese su nom-
bre que permitan confinar a personas en lugares especficos, durante un plazo
mximo de 18 horas por da y sin comunicacin con el mundo exterior, eran equiva-
lentes a la detencin y que su aplicacin exiga la suspensin de las obligaciones del
artculo 5 del CEDH. Esos casos tambin demostraron la voluntad de los tribunales
de encarar y resolver la difcil bsqueda de un equilibrio aceptable, en una sociedad
democrtica que se enfrenta con el problema del terrorismo internacional.
23 Con respecto a las rdenes de control autorizadas por la Ley sobre la Prevencin del Terrorismo, de 2005,
y su funcionamiento, v. la declaracin de Tony McNulty, ministro de Seguridad, Antiterrorismo, Crimen
y Mantenimiento del Orden ante el Parlamento: Control Orders Update (11 March 200810 June 2008),
12 de junio de 2008, disponible en http://security.homeoffice.gov.uk/news-publications/news-speeches/
controlorders-update-0608 (consultado el 15 de octubre de 2008). En la ley se autorizan tanto las rdenes
de control con suspensin de obligaciones, respecto de las cuales el Gobierno reconoce la necesidad de
suspender ciertas obligaciones establecidas en el CEDH, como las rdenes sin suspensin de obligaciones,
las cuales, en opinin del Gobierno, no conllevan la necesidad de suspender esas obligaciones.
24 Cmara de los Lores del Reino Unido, Secretary of State for the Home Department (Appellant) v. JJ and
others (FC) (Respondents), [2007] UKHL 45, decisin del 31 de octubre de 2007. Con respecto a los liti-
gios suscitados por las rdenes de control en los tribunales australianos, v. Corte Suprema de Australia,
Thomas v. Mowbray [2007] HCA 33, 2 de agosto de 2007, disponible en www.austlii.edu.au/au/cases/cth/
HCA/2007/33.html (consultado el 15 de octubre de 2008), donde, por 5 votos contra 2, la Corte Suprema
de Australia afirm la constitucionalidad de una ley penal contra el terrorismo en virtud de la cual un
magistrado federal haba librado una orden de control provisional.
360
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
25 Los organismos de derechos humanos sostienen, desde hace tiempo, que la aplicacin extraterritorial
depende de si el Estado en cuestin ejerce el control efectivo en otro pas. V., p.ej., Corte Internacional
de Justicia, Consecuencias jurdicas de la construccin de un muro en el territorio palestino ocupado,
Opinin Consultiva, 9 de julio de 2004, en la cual, siguiendo anteriores decisiones del Comit de De-
rechos Humanos, se seal que era inadmisible permitir que los Estados hicieran en otro pas lo que se
les prohiba hacer en el propio. Se puso de manifiesto un enfoque ms estricto, al menos con respecto al
CEDH, cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos sugiri, en el caso Bankovic c. Blgica, que
la condicin necesaria para la aplicacin de las obligaciones del Convenio es que los agentes que actan
en el extranjero ejerzan control sobre el territorio, no slo sobre las personas o las situaciones. V., p.ej.,
Helen Duffy, The War on Terror and the Framework of International Law, Cambridge University Press,
Cambridge, 2005, pp. 2829, 3327.
26 V. CIDH, Medidas cautelares en favor de los detenidos por los Estados Unidos en Guantnamo Bay, Cuba,
nota 22 supra.
27 Cmara de los Lores del Reino Unido, Al-Skeini v. Secretary of State for Defence, [2007] UKHL 26, 13 de
junio de 2007.
361
Helen Duffy - Litigios en materia de derechos humanos y la guerra contra el terror
28 El gobierno neg en todo momento la aplicabilidad extraterritorial de la Ley de Derechos Humanos (en
contraposicin con el CEDH). El gobierno no cuestion el hecho de que, si se aplicaban el Convenio y la
Ley del Reino Unido, exista la obligacin de realizar una investigacin y el caso tena que volver al tribu-
nal de divisin para que se evaluasen los hechos.
29 Con respecto a la intervencin de las ONG como terceros, incluido el apoyo al argumento basado en el
vnculo directo o inmediato, v. www.interights.org.
362
Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
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Helen Duffy - Litigios en materia de derechos humanos y la guerra contra el terror
200733. Una vez ms, se puso de manifiesto un enfoque cauteloso y sin duda discu-
tible de la proteccin de los derechos humanos.
El caso concerna a ciudadanos iraques detenidos por soldados britnicos
(que formaban parte de una fuerza de las Naciones Unidas destacada en Irak), acu-
sados de terrorismo. En la instancia de apelacin, la primera cuestin que abord la
Cmara de los Lores fue determinar si el Gobierno era responsable de la detencin
presuntamente ilcita del apelante, o si esa responsabilidad incumba a las Naciones
Unidas, en razn de que los actos impugnados eran atribuibles a las Naciones Unidas
como consecuencia de las resoluciones del Consejo de Seguridad que autorizaban la
presencia de la Fuerza Multinacional en Irak. Los Lores determinaron que la cuestin
de hecho era si las Naciones Unidas ejercan un control efectivo sobre las acciones del
Reino Unido, y decidieron que no era as34. El tribunal no tuvo dificultad alguna en
diferenciar esta misin del caso de la Fuerza de Kosovo (KFOR), respecto de la cual
se plantean cuestiones de atribucin ms complicadas35. Por ende, el comportamiento
presuntamente ilcito fue atribuible al Reino Unido, no a las Naciones Unidas.
La segunda cuestin demostr ser ms problemtica. El tribunal se pregunt
si las obligaciones del Reino Unido en el marco del Convenio Europeo de Derechos
Humanos eran afectadas por las obligaciones establecidas en la Carta de las Naciones
Unidas, particularmente en el marco de las resoluciones pertinentes del Consejo de
Seguridad. Los cinco miembros del tribunal de apelacin determinaron que las obliga-
ciones del Reino Unido con arreglo al Convenio Europeo deban ser limitadas por las
obligaciones dimanadas de la Carta. Consecuentemente, sobre esta base, se pronuncia-
ron en favor de la autoridad de detener personas en Irak. Pero, Lord Bingham opin
que, si bien el Reino Unido contaba con la autoridad necesaria para detener al apelante
con arreglo a las resoluciones del Consejo de Seguridad, deba de todos modos garan-
tizar que los derechos del detenido en virtud del artculo 5 [del Convenio Europeo] no
se infringieran en una medida mayor que la inherente a la detencin.
El tribunal no determin, como haban argumentado los demandantes, que
haba que trazar una distincin entre las claras obligaciones dimanadas de las reso-
luciones del Consejo de Seguridad, y otras actividades posiblemente autorizadas por
esas resoluciones o, en lneas generales, llevadas a cabo con arreglo a las mismas. En el
artculo 103 de la Carta se establece de manera categrica que, en caso de conflicto en-
tre las obligaciones dimanadas de la Carta y de los tratados, prevalecern las primeras.
Pero, si se entendiese que el fallo exime de las obligaciones de derechos humanos (e
incluso de las establecidas en el DIH) a todas las medidas tomadas en el marco de las
resoluciones del Consejo de Seguridad, el resultado podra ser una grave brecha de la
proteccin, particularmente en el contexto de la guerra contra el terrorismo, en cuyo
33 Cmara de los Lores del Reino Unido, R (on the application of Al-Jedda) v. Secretary of State for Defence,
[2007] UKHL 58, fallo del 12 de diciembre de 2007.
34 Como sealaron los Lores, antes de este caso, el Reino Unido nunca haba alegado que las Naciones Uni-
das ejercieran control sobre esas operaciones.
35 La mayora diferenci este caso de la decisin en materia de admisibilidad adoptada por la Gran Sala del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos en el caso Behrami v. France, Saramati v. France, Germany
and Norway, solicitudes 71412/01 y 78166/01, 2 de mayo de 2007, que atribuy los actos de la KFOR a las
Naciones Unidas y no a los pases que, individualmente, haban aportado fuerzas a esa misin.
364
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Cuestin 3: Tortura
365
Helen Duffy - Litigios en materia de derechos humanos y la guerra contra el terror
40 V., en especial, TEDH, Chahal v. United Kingdom, Informes del TEDH 1996-V, N. 22, fallo del 15 de
noviembre de 1996.
366
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41 Cmara de los Lores del Reino Unido, A v. Secretary of State for the Home Department (SSHD) (No. 2)
[2005] UKHL 71, fallo del 9 de diciembre de 2005.
42 Ibd., p. 30, citando a McNally JA.
43 En contraste con la decisin de la mayora, comprese la evaluacin propuesta por Lord Bingham, confor-
me a la cual, las pruebas deben considerarse inadmisibles si el poder ejecutivo no puede demostrar que no
las ha obtenido bajo tortura. Ibd., prrafos 5456.
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Helen Duffy - Litigios en materia de derechos humanos y la guerra contra el terror
Entre las numerosas infracciones a las que ha dado lugar la guerra contra
el terrorismo, una de las ms inslitas y escandalosas es la prctica de la entrega ex-
trajudicial. Se ha multiplicado el nmero de informes fidedignos acerca del secues-
tro y el traslado secreto de personas sin el debido enjuiciamiento, a diferentes lugares
y/o a terceros Estados, para infligirles lo que se denomina detencin o tortura por
procuracin44. Esta accin constituye una violacin patente de muchos derechos hu-
manos, no slo debido a su eventual propsito (tortura, detencin arbitraria u otra
infraccin grave), sino tambin debido a la arbitrariedad procesal que la rodea y a su
aspecto ms insidioso: el efecto de sustraer a la persona de la proteccin del derecho
y no dar informacin a esa persona ni a sus familiares. Esta ltima caracterstica hace
que esta prctica se describa como desaparicin forzada45.
Como tal vez sea obvio, los litigios relacionados con la entrega extrajudicial
plantean particulares desafos para los abogados litigantes, que podran describirse,
eufemsticamente, como cuestiones de acceso de diferentes tipos: acceso a las vcti-
mas, a las pruebas y a los tribunales. Obviamente, los casos suelen relacionarse sobre
todo con personas desaparecidas. A pesar de la excelente tarea de vigilancia que llevan
adelante las ONG, los periodistas y los investigadores, en general no se sabe quines
son las vctimas ni dnde estn, al menos no cuando ms necesitan proteccin. Aun-
que las jurisdicciones varan, la posibilidad de presentar casos de inters pblico sin
vctimas identificadas es extremadamente limitada. El acceso a la informacin o a las
pruebas es, en la gran mayora de los casos, sumamente difcil, dada la ndole clandes-
tina de las operaciones. Esta dificultad se acrecienta por lo que se ha descrito como
un encubrimiento sistemtico destinado a impedir ese acceso46. El tercer grupo de
cuestiones relativas al acceso se relaciona con el acceso efectivo a los tribunales. Si una
persona que se ha salvado estuviera dispuesta, inslitamente, a arriesgar la cabeza otra
vez a pesar de los abusos sufridos en el pasado, es probable que el caso sea rechazado
invocando la doctrina del secreto de Estado.
sta fue la experiencia de Jalid el-Masri, cuyo caso ilustra claramente la prc-
tica de la entrega extrajudicial y la medida del secreto y los obstculos con que tropie-
zan los litigios en este mbito47. El-Masri, ciudadano de origen alemn, fue detenido
por guardias de frontera macedonios en diciembre de 2003, al parecer porque tena el
mismo nombre que el presunto mentor de la clula de Al Qaeda en Hamburgo y por la
sospecha de que su pasaporte fuese falsificado. Despus de tres semanas, fue entregado
a la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) y trasladado a Bagdad y
44 V., p.ej., Comit de Asuntos Legales y Derechos Humanos del Consejo de Europa; Relator: Sr. Dick Marty,
Alleged secret detentions in Council of Europe member states, memorando informativo II, AS/Jur (2006)
rev. 03, 22 de enero de 2006, disponible en http://assembly.coe.int/CommitteeDocs/2006/20060124_
Jdoc032006_E.pdf (consultado el 15 de octubre de 2008).
45 V., p.ej., Elaine Sciolino, Spanish judge tells US Guantnamo is an insult, International Herald Tribune,
4 de junio de 2006, disponible en www.iht.com/articles/2006/06/04/news/gitmo.php (consultado el 16 de
octubre de 2008).
46 Comit de Asuntos Legales y Derechos Humanos, Information Memorandum II, nota 43 supra.
47 Puede accederse a informacin sobre este caso en www.aclu.org/safefree/torture/29868res20070524.html
(consultado el 15 de octubre de 2008).
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48 En la Corte Suprema de Estados Unidos, El-Masri v. United States, Caso No. 06-1613, peticin de auto de
avocacin denegada el 9 de octubre de 2007. En el Tribunal de Distrito de Estados Unidos para el Distrito
Este de Virginia, El-Masri v. Tenet, Caso 1: 05-cv-01417-TSE-TRJ, decreto del el 12 de mayo de 2006 por el
que se hace lugar a la peticin de desestimacin presentada por Estados Unidos. Para ms detalles acerca
de la peticin presentada a la Comisin Interamericana de Derechos Humanos, v. www.aclu.org/pdfs/
safefree/elmasri_iachr_20080409.pdf (consultado el 15 de octubre de 2008).
49 V. tambin, p.ej., el caso de Maher Arar, ciudadano canadiense nacido en Siria, detenido en Estados Unidos
y transferido a Siria, donde fue torturado. Torture and accountability, International Herald Tribune, 19
de noviembre de 2007.
50 V., p.ej., Jeannie Shawl, US rejects German bid for extraction of CIA agents in el-Masri rendition, As-
sociated Press a travs de Jurist Legal News & Research, 22 de septiembre de 2007, disponible en http://
jurist.law. pitt.edu/paperchase/2007/09/us-rejects-germany-bid-for-extradition.php (consultado el 16 de
octubre de 2008).
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de duelo, rendir el ltimo homenaje a su familiar y sepultarlo con arreglo a las pres-
cripciones religiosas islmicas, lo cual, segn su tradicin religiosa, puede llegar a
impedir que el difunto entre en el paraso. Aunque no existe ninguna relacin signi-
ficativa entre la prevencin del terrorismo y esa medida, sta se justifica invocando
su carcter disuasivo. Este caso, declarado admisible por el TEDH, es un ejemplo
del uso generalizado de la etiqueta de terrorista para justificar formas especiales
de trato que, de otro modo, seran inaceptables, y para castigar a los allegados de las
personas acusadas de actos de terrorismo inadecuadamente definidos.
Cabe citar un ejemplo positivo de tribunales que ponen lmites al difundido
efecto de la nocin de la culpa basada en la relacin, observado en un caso tramitado en
Australia en 2007, Haneef c. Ministro de Inmigracin y Ciudadana (Tribunal Federal
de Australia)61. El caso concerna a Mohamed Haneef, cuya visa fue revocada por las
autoridades australianas porque era primo segundo de uno de los hombres que estre-
llaron un automvil contra el edificio de la terminal del aeropuerto de Glasgow, haba
estado en el mismo hostal y, al salir del pas, le haba dejado su telfono mvil.
En los tribunales australianos, las autoridades argumentaron que toda for-
ma de relacin (familiar o de otra ndole) con personas acusadas de este tipo de
actividad delictiva era suficiente para que la persona afectada no superase el exa-
men de carcter previsto por la ley de inmigracin australiana. En el fallo, se recha-
z este argumento y se formul una reconvencin apropiada con respecto a la difu-
sin de la nocin de culpa por relacin y los peligros que entraa. El juez pregunt
si l mismo tambin poda ser catalogado como persona que se ha relacionado con
terroristas, teniendo en cuenta las relaciones profesionales que mantuvo durante su
carrera como abogado. Sostuvo que, para aplicar la ley, la propia relacin debe ser
de ndole criminal, y no familiar ni inocente.
Concluir este repaso de juicios citando las observaciones del Gobierno de
Botswana en un caso tramitado ante la Comisin Africana de Derechos Humanos
y de los Pueblos:
Dicho esto, deseamos recordar los atentados que tuvieron lugar en Lon-
dres y Madrid, as como en Nueva York en 2001 y, ms recientemente, en
Egipto. Contra este teln de fondo, Botswana recuerda a la Comisin que el
seor Good fue declarado inmigrante ilegtimo en inters de la paz, la esta-
bilidad y la seguridad nacional... Hemos dado ejemplos de las traumticas
consecuencias que puede causar la inaccin en el mbito de la seguridad
nacional... Si el Presidente determina la presencia de una amenaza a la segu-
ridad nacional, es incorrecto que espere que la amenaza se materialice en un
desastre nacional. Es correcto declarar que ningn poder, salvo el ejecutivo,
puede decidir si algo beneficia o no el inters de la seguridad nacional62.
61 Tribunal Federal de Australia, Haneef v. Minister for Immigration and Citizenship, [2007] FCA 1273, 21
de agosto de 2007.
62 El Gobierno cita la decisin de la Corte Suprema de Botswana, la mxima autoridad judicial de Botswana, en
Kenneth Good v. Attorney General, Apelacin en materia civil N. 28/2005. El 10 de octubre de 2007, Interights
present una solicitud a la Comisin Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos, que se hallaba pendiente
al tiempo de redactar el presente artculo. El escrito del demandante puede obtenerse en www.interights.org.
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Helen Duffy - Litigios en materia de derechos humanos y la guerra contra el terror
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Septiembre de 2008, N. 871 de la versin original
que los funcionarios deben cumplir en su pas y las que se consideran aplicables
en el extranjero, como se desprende del enfoque aplicado por ciertos Estados, y el
fallo restrictivo mencionado en relacin con la cuestin de la extraterritorialidad.
Esas distinciones tambin se ponen de manifiesto en el enfoque a distancia de la
tortura, que traza distinciones entre lo que hacen los propios Estados y lo que facili-
tan o alientan que se haga a manos de otros, como se seal en el caso relativo a las
pruebas de tortura, por ejemplo.
En quinto lugar se ubica la que tal vez sea la prctica ms insidiosa: el des-
plazamiento de la ilegalidad a la extralegalidad, esto es, trasladar a la persona para
privarla por completo de la proteccin de la ley. Las entregas extrajudiciales y las des-
apariciones que han dado lugar a diferentes litigios son ejemplos de esta prctica.
Por ltimo, tenemos la extensa difusin de las medidas y enfoques que,
en su origen, se justifican de manera excepcional en el contexto del terrorismo in-
ternacional y la seguridad nacional. Las etiquetas de terrorismo y de seguridad
nacional se han utilizado para erosionar las normas ms all de esas circunstancias
excepcionales, con el fin de afectar a personas imprecisamente relacionadas con su-
jetos imprecisamente implicados en actos de terrorismo imprecisamente definidos.
Como resultado de ello, se invocan exigencias autnticas de la lucha global contra el
terrorismo internacional, como pretexto para la comisin de infracciones que van
mucho ms all del contexto del terrorismo.
La funcin de los tribunales y las repercusiones de los litigios en el mbito
de los derechos humanos
Es indudable que, en los ltimos aos y en diferentes sistemas, han proli-
ferado los litigios en el mbito de los derechos humanos. Este acontecimiento ha
reforzado el importantsimo papel de los tribunales en la proteccin de los derechos
humanos. Hay que poner cautela al tratar de extraer conclusiones de estas prcticas
tan diversas, que abordan cuestiones diferentes en sistemas distintos. Sin embargo,
intentar esbozar algunas observaciones tentativas acerca de la forma de analizar la
evolucin de la prctica litigiosa en materia de derechos humanos hasta hoy, y sus
posibles repercusiones.
En muchos casos, el poder judicial se ha mostrado renuente a tomar deci-
siones que pudiesen afectar la seguridad, rehusndose, por ejemplo, a cuestionar las
evaluaciones del poder ejecutivo acerca de la existencia de una emergencia. Pero,
cuando comenzaron a ponerse bajo la lupa las prcticas particulares, los tribunales
de diversos sistemas se fueron mostrando cada vez ms dispuestos a criticar la le-
gitimidad, la necesidad o la proporcionalidad de algunas medidas. En ciertos casos,
lo hicieron expeditivamente; en otros, tras exhaustivos procesos y slo cuando ver-
daderamente era el nico camino a seguir.
Si bien la experiencia ha sido tanto positiva como negativa, describir a
continuacin las formas en que los litigios pueden haber tenido o, en algunos casos,
pueden todava tener un efecto positivo.
En primer lugar, el mero hecho de enjuiciar una violacin de los derechos
humanos ya plantea el tema como una cuestin de derecho, no solamente de poltica.
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67 R (Abbasi) v. Secretary of State for Foreign and Commonwealth Affairs, [2003] UKHRR 76, donde el Trubinal
de Apelacin critic el sistema de detencin en Guantnamo en trminos inusualmente duros.
68 John Aston, Lawyers in Basra death case win access to files, Independent, 4 de octubre de 2007.
69 V., p.ej., Tribunal de Distrito de Estados Unidos para el Distrito Sur de Nueva York, Associated Press v. Uni-
ted States Department of Defense, 498 F. Supp. 2d 707 (SDNY, 2007), y Tribunal de Apelacin de Estados
Unidos, Circuito DC, Center for National Security Studies v. Dept of Justice, 331 F.3d 918 (Circuito del
Distrito de Columbia, 2003) (rechazo de peticin de auto de avocacin, 540 US 1104 (2004)).
70 Corte Suprema de Canad, (Justice) v. Khadr, 2008 SCC 28, 23 de mayo de 2008. El 23 de mayo de 2008,
la Corte Suprema de Canad dictamin que el Gobierno haba violado la Constitucin de Canad, as
como sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos, al transmitir a Estados Unidos
informacin oficial obtenida por funcionarios canadienses en entrevistas con Omar Kadhr efectuadas en
el centro de detencin de Guantnamo. La Corte tom la inusual medida de ordenar a los funcionarios
canadienses que permitieran al Sr. Kadhr acceder a los registros de sus interrogatorios con los agentes
canadienses, a fin de utilizarlos para preparar su defensa ante la Comisin Militar de Guantnamo.
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Helen Duffy - Litigios en materia de derechos humanos y la guerra contra el terror
71 Las intervenciones de tipo amicus provinieron de lugares muy diversos, como la Cmara de los Lores de
Gran Bretaa y abogados militares israeles.
72 La jueza Dame Mary Arden ha declarado que la decisin en el caso A no debe interpretarse errneamente
como una transferencia de facultades del poder ejecutivo al judicial. La posicin es que, ahora, el poder
judicial tiene ante s la importante tarea de examinar las acciones del poder ejecutivo contra las normas
bsicas de proteccin de los derechos humanos. Por consiguiente, no se transfiere poder al poder judicial
sino a los particulares. (2005) 121 LQR at pp. 6234, en A. T. H. Smith, Balancing liberty and security?
A legal analysis of United Kingdom anti-terrorist legislation, European Journal on Criminal Policy and
Research, 13 (2007), pp. 7383, DOI 10.1007/s10610-007-9035-6.
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EDITORIAL
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Por otra parte, los civiles han comenzado a cumplir un papel cada vez ms
decisivo en el resultado de la guerra. Se consideraba que las industrias civiles, los
centros de transporte, incluso la poblacin civil, del adversario apoyaban el esfuer-
zo blico y, por lo tanto, constituan objetivos militares, ya que los Estados inter-
pretaban el concepto de necesidad militar de forma ms amplia, en detrimento de
las exigencias de humanidad. Si bien la Asamblea de la Sociedad de las Naciones
proclam en 1938 que el bombardeo deliberado de las poblaciones civiles es ilegal,
las experiencias dolorosas de la Segunda Guerra Mundial demostraron cmo la
vida toda del Estado enemigo podra ser tomada como objetivo. La intencin era
debilitar, al menos indirectamente, las fuerzas militares del enemigo, quebrando la
moral del conjunto de la poblacin enemiga.
El aumento del nmero de conflictos armados no internacionales en el
transcurso de la segunda mitad del siglo pasado profundiz la necesidad de prote-
ger a la poblacin civil, obligada a tomar partido y sospechada de ayudar a una u
otra de las partes en conflicto.
***
383
Editorial
y sus miembros evitan ser identificados como tales. Por consiguiente, la aplicacin
de esa norma supondra que un ataque contra los miembros de un grupo de oposi-
cin armado no sera lcito sino mientras dure su participacin en las hostilidades,
mientras que un ataque contra los miembros de las fuerzas gubernamentales sera
lcito en todo momento. Ese desequilibrio y esa violacin del principio de igualdad
de trato no pueden evitarse a menos que los miembros de los grupos de oposicin
armados al igual que los miembros de las fuerzas armadas del Estado estn
excluidos de la categora de civiles y pierdan la proteccin de la que gozan si ocupan
una funcin de combate permanente.
***
Toni Pfanner
Redactor Jefe
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Entrevista a Sergio
Jaramillo Caro*
Sergio Jaramillo Caro, actual Viceministro de Defensa de Colombia, estudi filosofa y
filologa en la Universidad de Toronto (Trinity College) y en la Universidad de Oxford
(Corpus Christi College). Tiene una maestra en filosofa (M. Phil.) de la Universi-
dad de Cambridge y fue candidato para el doctorado en griego en la Universidad de
Heidelberg, Alemania. Fue asesor en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Colombia,
responsable del proyecto Diplomacia por la paz (2000-2001) y luego asesor poltico
de la Embajada de Colombia en Francia (2001-2002). Tambin fue asesor de asuntos
polticos y estratgicos en el Ministerio de Defensa de Colombia (2002-2003) y redact
el proyecto de la poltica del gobierno sobre seguridad democrtica. De 2004 a 2006, fue
director de la Fundacin Ideas para la Paz, en Bogot.
***
La participacin de los civiles en los conflictos armados modernos no deja de aumentar
y cada vez ms civiles se ven afectados de forma directa por los conflictos.
Efectivamente. Sabemos que, en muchos conflictos armados contempor-
neos, los soldados participan cada vez menos en combates convencionales y, en
cambio, se ven obligados a actuar en medio de la poblacin, para retomar la fr-
mula de Rupert Smith. Las operaciones conducidas en un contexto de esas carac-
tersticas presentan muchas dificultades, que hasta ahora sin duda han sido sub-
estimadas por los analistas. Es evidente que la poblacin civil nunca puede ser el
enemigo y que debemos hacer todo lo posible para protegerla. Entonces dnde se
sita la lnea divisoria entre los civiles y los combatientes? La cuestin es extre-
madamente delicada, en especial cuando el enemigo usa a la poblacin civil y
tambin abusa de ella para alcanzar sus propios fines.
La entrevista fue realizada el 11 de diciembre de 2008 por Toni Pfanner, Redactor jefe de la International
Review of the Red Cross, Nils Melzer, asesor jurdico del l CICR y principal autor del documento titulado
Gua para interpretar la nocin de participacin directa en las hostilidades segn el derecho internacio-
nal humanitario, y Kathleen Gibson, asistente de redaccin.
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Entrevista a Sergio Jaramillo Caro
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Entrevista a Sergio Jaramillo Caro
Hay otros criterios, adems de los jurdicos, que tengan la misma importancia?
S. De hecho, por razones polticas evidentes, muchos pases dudaran en
hablar de un conflicto armado en una situacin como la que usted describi. En
efecto, ello podra crear incitaciones perversas, y ese es el segundo punto que quera
aclarar. Si cualquiera que es capaz de enrolar a 300 jvenes y ponerles una escopeta
en las manos se convierte de facto en un actor poltico, en una parte en un con-
flicto, con todos los privilegios que eso confiere, entonces se corre el grave riesgo
de crear incitaciones perversas. Algunas organizaciones del crimen organizado co-
menzarn a movilizar ejrcitos para obtener un estatuto poltico y resolver sus
problemas jurdicos a travs de la negociacin. Y esta no es una simple hiptesis. Es
exactamente lo que ocurri en Colombia en 2005, cuando el Gobierno negoci con
los grupos paramilitares para obtener su desmovilizacin. Los narcotraficantes del
cartel del Norte del Valle comenzaron a movilizar a sus ejrcitos y a utilizar siglas
hasta entonces desconocidas para tener un pie adentro de las negociaciones. Al fin
de cuentas, se habr potenciado el problema, en vez de reducir su amplitud.
Pero consideremos el problema desde el punto de vista de las obligaciones del
CICR. Los delegados del CICR comenzarn a visitar a narcotraficantes presos por la
simple razn de que financian ejrcitos mercenarios? Sera un poco extrao, no cree?
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Entrevista a Sergio Jaramillo Caro
miembros de las FARC. Pero buscar a esas personas y matarlas tal vez no sea lo ms
til para nuestros intereses. Y aqu es donde nos encontramos ante dos complejas
cuestiones: cmo reglamentar el empleo de la fuerza y cmo emplear la fuerza
contra el grupo que nos est atacando?
Quisiera retroceder un poco y plantear una pregunta ms fundamental:
cul es realmente nuestro objetivo aqu? Permtame ser repetitivo y decirle que, para
nosotros, en Colombia, la apuesta central consiste en restablecer la primaca del dere-
cho. El uso de la fuerza, entonces, debe adaptarse al objetivo buscado. En primer lugar,
se trata de encontrar maneras de capturar a los miembros de los grupos armados s to-
mando en consideracin la zona en la que se encuentran y las armas que poseen. Sue-
lo utilizar el siguiente ejemplo: un grupo de miembros de las FARC se adentra en un
parque nacional, donde conduce operaciones militares dirigidas contra usted; usted
puede tenderles una emboscada y capturarlos. Jurdicamente, eso no parece plantear
ningn problema si se respetan los principios del derecho internacional humanitario.
Ahora bien, si esos mismos miembros de las FARC entraran en un pueblo para reali-
zar una operacin de inteligencia, tengo la sensacin, la intuicin, de que claramente
sera inaceptable enviar una unidad del ejrcito al lugar con el solo objetivo de acabar
con ellos. Si puede capturarlos, hgalo.
Al fin de cuentas, parecera que lo ms conveniente es modular el principio
de la necesidad militar, que es uno de los cimientos del derecho internacional hu-
manitario, incluyendo tambin un elemento de derechos humanos.
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Diciembre de 2008, N. 872 de la versin original
mente que las obligaciones en trminos de derechos humanos seguan vigentes. Tal
es la interpretacin estndar de lo que significa el derecho internacional humanita-
rio en cuanto lex specialis, aunque no todos los pases coincidan en este aspecto.
Pero esta interpretacin puede llevarse ms lejos. Al aplicar el derecho inter-
nacional humanitario en los contextos que he mencionado, queremos, de hecho si
es prctico y realizable, aplicar el principio fundamental de los derechos humanos
y, por lo tanto, asegurarnos de capturar al adversario, en vez de matarlo o herirlo. En
efecto, esa es una manera de alcanzar nuestro objetivo, que es reforzar la primaca
del derecho. En el ejemplo que he mencionado donde las FARC entraban en un
pueblo, usted podra decir que el principio de humanidad del derecho internacional
humanitario tambin le impedira matar a esa gente. Es cierto, pero el punto central
es que la lgica que gua mis esfuerzos es una lgica de los derechos humanos.
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Entrevista a Sergio Jaramillo Caro
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Entrevista a Sergio Jaramillo Caro
los ataques han disminuido y pasaron de 170 a unos 30. Por lo tanto, existen herra-
mientas prcticas que pueden ayudar a resolver el problema.
Del lado del Gobierno, tambin es difcil establecer una distincin entre las fuerzas
combatientes (o las personas que participan directamente en las hostilidades) y
las personas que tambin forman parte del ejrcito, pero que no estn en una
funcin de combate. Cada vez se observa ms una suerte de privatizacin de los
conflictos armados por parte de los gobiernos. En la guerra en Irak, por ejemplo,
la Alianza privatiz ciertas funciones de combate que ahora ya no son ejercidas
por el ejrcito, sino por empresas militares privadas. As, sin ser combatientes en
el sentido jurdico, sus agentes tambin pueden participar directamente en las
hostilidades. Percibe una tendencia a reducir los efectivos del ejrcito y, al mismo
tiempo, conferir ms funciones de combate a los civiles?
En Colombia, ciertamente no. No subcontratamos nada que est ligado a
las operaciones de combate, y el ejrcito asume incluso las funciones de proteccin.
Por lo tanto, en cuanto a lo gubernamental, la estructura se ha mantenido estable.
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En situaciones donde el Estado casi no existe (como en Somalia, por ejemplo), las
milicias terminan asumiendo las funciones del Estado. Podemos decir que cuanto
ms dbil es el Estado, ms fuertes son las milicias?
S, absolutamente. Se podra decir que existe una relacin directa entre
ambos elementos. Al fin de cuentas, la proteccin es lo ms importante. Por un
lado, hay personas que reclaman por s mismas el derecho a ser protegidas (ar-
guyendo que el Estado no las protege). Por lo tanto, debemos mostrarle a la gente
que la podemos proteger. Por el otro, est lo que se podra llamar el tercer vector,
que implica un elemento criminal, ciertas formas de crimen organizado, incluido el
narcotrfico, y que necesita instaurar sus propios medios de proteccin para reali-
zar con xito sus actividades. Esas organizaciones criminales deben desarrollar sus
propios mecanismos de proteccin a fin de poder impedir, sobre todo, que otros
actores se apoderen de sus negocios ilegales. A menos que, en los pases que estn
amenazados por ese tipo de estructuras del crimen organizado, el Estado tenga el
monopolio del empleo de la fuerza y haga respetar la primaca del derecho, hay un
serio riesgo de que aparezcan todo tipo de milicias reclamando por sus propios
medios el derecho a la proteccin y/o protegiendo organizaciones criminales. En
materia de seguridad, si permitimos que se cree un vaco, otros vendrn a llenarlo.
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Participacin directa de
civiles en conflictos
armados: tendencias
e implicancias
Andreas Wenger y Simon J. A. Mason*
Andreas Wenger es profesor de Poltica de Seguridad Suiza e Internacional y director del
Centro de Estudios sobre Seguridad en ETH, Zurich. El Dr. Simon J. A. Mason es investigador
superior del Centro de Estudios sobre Seguridad en ETH, Zurich.
Resumen
Los civiles desempean un papel cada vez ms importante y complejo en los conflictos
armados, como vctimas y como autores de crmenes. Aunque esta tendencia general a
la participacin de los civiles es comn a todos los tipos de conflictos actuales, adopta
formas muy diversas segn se trate de guerras en las que se utiliza una tecnologa de
punta o de combates con escasa tecnologa, tpicos de muchas guerras civiles. En este
artculo, se analizan esas dos tendencias, se muestra cmo se funden en las guerras asi-
mtricas y se explican sus principales implicancias para los esfuerzos de estabilizacin
internacional y construccin de Estados. El panorama de conflictos actuales se pre-
senta desde la perspectiva de la poltica de seguridad, y se colocan los debates sobre la
participacin de los civiles en las hostilidades en un contexto estratgico ms amplio.
***
* Los autores desean agradecer a Joanne Richards su colaboracin en la recopilacin de los datos y el anli-
sis de la extensa bibliografa relacionada con este tema multifactico. Un agradecimiento especial tambin
para Maurice Voyanne por sus tiles comentarios, que influyeron en este artculo.
399
Andreas Wenger y Simon J. A. Mason - Participacin directa de civiles en conflictos armados: tendencias e implicancias
1 Para una resea sobre las cifras, v. The Global Burden of Armed Violence, Geneva Declaration Secretariat,
Ginebra, 2008, disponible en www.genevadeclaration.org/pdfs/Global-Burden-of-Armed-Violence.pdf
(consultado el 6 de marzo de 2009).
2 La expresin muertes de combatientes se refiere a soldados muertos en batalla. Muertes en batalla
o muertes en combate se refiere a los combatientes y los civiles muertos durante las hostilidades. La
expresin muertes en la guerra abarca tanto las muertes ocurridas en batalla como no, es decir, incluye
tambin a las personas que resultaron muertas indirectamente por la hambruna, las enfermedades, etc.
relacionadas con la guerra. V. Bethany Ann Lacina y Nils Petter Gleditsch, Monitoring trends in global
combat: a new dataset of battle deaths, European Journal of Population, vol. 21 (2/3) (2005), pp. 14566,
disponible en www.springerlink.com/content/l826g1412943w55w/ (consultado el 6 de marzo de 2009). V.
tambin Edmund Cairns, A Safer Future: Reducing the Human Cost of War, Oxfam Publications, Oxford,
1997; Kalevi J. Holsti, Peace and War: Armed Conflicts and International Order, 16481989, Cambridge
University Press, Cambridge, 1991; Herfried Mnkler, Die neuen Kriege, Rowohlt, Reinbek, 2003.
3 Alastair Crooke, From Rebel Movement to Political Party: The Case of the Islamic Resistance Movement,
Conflicts Forum Briefing Paper No. 3, 2007, p. 12, disponible en http://conflictsforum.org/briefings/Ha-
mas-From-rebel-movement-to-political-party.pdf (consultado el 6 de marzo de 2009). V. Patrick Chabal
y Jean-Pascal Daloz, Africa Works: Disorder as Political Instrument, African Issues series, James Currey,
Oxford, 1999.
400
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401
Andreas Wenger y Simon J. A. Mason - Participacin directa de civiles en conflictos armados: tendencias e implicancias
6 Human Security Report Project, Human Security Brief 2007, Simon Fraser University, Vancouver, 2008, p.
33, disponible en www.humansecuritybrief.info/ (consultado el 6 de marzo de 2009).
7 Edward D. Mansfield y Brian M. Pollins, The study of interdependence and conflict: recent advances,
open questions and directions for future research, Journal of Conflict Resolution, vol. 6 (45) (2001), pp.
83459; Mark W. Zacher, The territorial integrity norm: international boundaries and the use of force,
International Organization, vol. 55 (2) (2001), pp. 21550.
8 V. por ej., Bruce Russet, Grasping the Democratic Peace: Principles for a Post-Cold War World, Princeton
University Press, Princeton, 1993.
402
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9 V. por ej., John Arquilla y David F. Ronfeldt (eds.), In Athenas Camp: Preparing for Conflict in the Infor-
mation Age, RAND, Santa Monica, 1996; Eliot Cohen, A revolution in military affairs, Foreign Affairs,
vol. 75 (2) (1996), pp. 3754.
10 V. por ej., Arthur K. Cebrowski y John J. Garstka, Network-centric warfare: its origin and future, US Naval
Institute Proceedings, vol. 124 (1) (1998), disponible en http://all.net/books/iw/iwarstuff/www.usni.org/
Proceedings/Articles98/PROcebrowski.htm (consultado el 6 de marzo de 2009).
11 Geoffrey S. Corn, Unarmed but how dangerous? Civilian augmentees, the law of armed conflict, and the
search for a more effective test for defining permissible civilian battlefield functions, Journal of National
Security Law & Policy, vol. 2 (2) (2008), p. 275, disponible en www.mcgeorge.edu/Documents/publica-
tions/jnslp/02_cornJCS111008%20PR.pdf (consultado el 6 de marzo de 2009).
403
Andreas Wenger y Simon J. A. Mason - Participacin directa de civiles en conflictos armados: tendencias e implicancias
militar del adversario para pasar a ser el control virtual del espacio de la informa-
cin. Los defensores de la RAM sostenan que la velocidad, el conocimiento y la
precisin permitiran reducir las bajas y poner trmino a las guerras rpidamente.
La superioridad informativa maximizara la utilidad poltica de la fuerza, con lo
cual se reducira la friccin inherente a la guerra en una medida suficiente como
para mantener el respaldo de la opinin pblica a las operaciones militares. Tener
el control sobre el adversario ya no significa necesariamente tener el control fsico
de los objetos, el territorio y el personal; el control virtual sobre la capacidad del
enemigo para decidir y actuar independientemente podra ser, de lejos, la solucin
ms econmica y polticamente ms aceptable12.
En el contexto de su nfasis en los procesos y los contenidos de la infor-
macin, los pensadores de la RAM comenzaron a hacer hincapi en la importancia
de desarrollar capacidades en la guerra de la informacin (GI) para degradar los
sistemas de comando, control, comunicaciones e inteligencia del adversario. Dado
que los conceptos de la GI se han ampliado ms all del paradigma facilitador, sus
consecuencias sumamente problemticas para la relacin entre el espacio militar y
el civil se han tornado ms visibles. Si la GI apunta a la totalidad de la infraestruc-
tura poltica, econmica y de informacin militar de un adversario a travs de un
continuo de operaciones entre la guerra y la paz, entonces las actividades de la GI
no pueden borrar los lmites entre ofensa y defensa ni entre guerra y paz13.
De hecho, los creadores de la RAM han comenzado a darse cuenta, con
el tiempo, de que los conceptos de la GI eran un arma de doble filo. Las socieda-
des modernas tienen una gran dependencia de infraestructuras de informacin y
comunicacin confiables, un problema que afecta tambin a los militares porque
dependen mucho de la infraestructura civil. El riesgo de ataques de redes de com-
putacin contra infraestructuras civiles pone en evidencia que la tecnologa puede
terminar siendo una fuente de vulnerabilidad, en lugar de una gran multiplicadora
de fuerzas. Las fronteras cada vez ms borrosas entre responsabilidades civiles y
militares es tambin una cuestin fundamental por lo que respecta a la la pro-
teccin de las infraestructuras de informacin crtica de una sociedad contra los
ataques cibernticos14.
El auge de las empresas militares y de seguridad privadas
El mantenimiento de una fuerza militar de alta tecnologa es muy costoso.
Por ello, los militares de Estados Unidos comenzaron a buscar formas de incremen-
tar su flexibilidad tctica, operativa y estratgica una vez finalizada la Guerra Fra.
Luego de la desaparicin de la Unin Sovitica y del Pacto de Varsovia, los militares
de Estados Unidos se hallaron ante un entorno de riesgos muy fluido y sumamente
difuso en el que las tareas y las funciones de los militares se ampliaron rpidamente.
12 V. por ej., Steven Metz y Douglas V. Johnson, Asymmetry and US Military Strategy: Definition, Back-
ground, and Strategic Concepts, Strategic Studies Institute, Carlisle, 2001.
13 Para una resea excelente, v. Myriam Dunn Cavelty, Cyber-Security and Threat Politics: US Efforts to
Secure the Information Age, Routledge, Londres, 2008, cap. 4, pp. 6691; Edward Waltz, Information War-
fare: Principles and Operations, Artech House, Boston, 1998.
14 V. Dunn Cavelty, nota 13 supra, cap. 5, pp. 91121.
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Diciembre de 2008, N. 872 de la versin original
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Andreas Wenger y Simon J. A. Mason - Participacin directa de civiles en conflictos armados: tendencias e implicancias
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un perodo de cien das21. Estos casos ilustran que las muertes en combate que
resultan directamente de las hostilidades (es decir, muertes tanto de combatientes
como de civiles) representan solamente el 10% del total de los muertos en combate
en muchos conflictos contemporneos. La mayora de las muertes que se producen
durante una guerra son provocadas indirectamente por el hambre y el contagio de
enfermedades caractersticas de las zonas de combate. Los civiles mujeres, nios
y ancianos y las personas no uniformadas constituyen la abrumadora mayora de
vctimas en esos conflictos.
Los conflictos armados en sociedades polticamente frgiles y econmica-
mente dbiles seguirn siendo un punto focal para la seguridad internacional en las
prximas dcadas. Si bien los conflictos internos comenzaron a disminuir durante
la dcada de 1990 y en el nuevo siglo la culminacin de guerras ha superado en
nmero a los estallidos de conflictos, los conflictos armados siguen concentrados
geogrficamente en determinadas regiones. Esas zonas se superponen en gran me-
dida con reas con gobiernos deficientes y/o cuya integracin al comercio regional
es deficiente. Esto indica que los orgenes de las guerras civiles estn relacionados
tanto con lderes corruptos e instituciones polticas dbiles, segn sostienen los es-
pecialistas en ciencias polticas, como con la construccin de economas de guerra
con sistemas alternativos de lucro y poder, segn muchos economistas22.
Sin embargo, el anlisis de las condiciones macro-causales de la rebelin (es
decir, pobreza, dependencia de los recursos naturales) no nos dice mucho acerca de
sus motivaciones grupales o individuales. Por ello, la bibliografa sobre guerras civi-
les vir hacia el anlisis de las correlaciones de la codicia y los diferendos a nivel mi-
cro23. La explicacin que suele dar la ciencia poltica del estallido de guerras civiles
ha enfatizado durante mucho tiempo el papel de los reclamos colectivos, vinculados
a factores como la diversidad tnica y religiosa, la represin poltica, la inequidad y la
exclusin poltica, como motivaciones que llevan a los civiles a rebelarse.
Hace poco tiempo que, en los anlisis de economa poltica, se ha comen-
zado a cuestionar la preponderancia de esas explicaciones de la guerra civil basadas
en las reivindicaciones. Al transferir el foco de la motivacin a la oportunidad, esos
estudios enfatizan que, en los Estados dbiles, los pequeos grupos con posibilida-
des de cometer saqueos y de acceder a los recursos naturales y financieros han sido
lo suficientemente influyentes como para provocar un proceso de movilizacin po-
ltica que podra conducir a un conflicto armado24. Sin embargo, las guerras civiles
21 BBC World News, Rwanda: how the genocide happened, disponible en http://news.bbc.co.uk/2/hi/
africa/1288230.stm (consultado el 6 de marzo de 2009); Grard Prunier, The Rwanda Crisis: History of a
Genocide, Columbia University Press, Nueva York, 1997.
22 V. por ej., Kristian Skrede Gleditsch, All International Politics is Local: The Diffusion of Conflict, Integra-
tion, and Democratization, University of Michigan Press, Ann Arbor, 2002.
23 V. por ej., Macartan Humphreys y Jeremy M. Weinstein, Who fights? The determinants of participation in
civil war, American Journal of Political Science, vol. 52 (2) (2008), pp. 43655.
24 V. por ej., Paul Collier y Anke Hoeffler, Greed and grievance in civil wars, Oxford Economic Papers, vol.
56 (4) (2004), pp. 56395; James D. Fearon y David D. Laitin, Ethnicity, insurgency, and civil war, Ameri-
can Political Science Review, vol. 97 (1) (2003), pp. 7590.
407
Andreas Wenger y Simon J. A. Mason - Participacin directa de civiles en conflictos armados: tendencias e implicancias
25 Paul Collier, Economic Causes of Civil Conflict and Their Implications for Policy, Department of Eco-
nomics, Oxford University, 2006, disponible en http://users.ox.ac.uk/~econpco/research/pdfs/Economic-
CausesofCivilConflict-ImplicationsforPolicy.pdf (consultado el 6 de marzo de 2009).
26 Para una crtica sucinta del abordaje de Collier y Hoeffler v. Laurie Nathan, The Frightful Inadequacy of
Most of the Statistics: A Critique of Collier and Hoeffler on Causes of Civil War, Crisis States Discussion
Paper, LSE, 2005, disponible en www.research4development.info/PDF/Outputs/CrisisStates/dp11.pdf
(consultado el 6 de marzo de 2009).
27 Paul Richards, Fighting for the Rain Forest: War, Youth and Resources in Sierra Leone, Heinemann, Ox-
ford, 1996; Jean-Paul Azam, On thugs and heroes: why warlords victimize their own civilians, Economics
of Governance, vol. 7 (1) (2006), pp. 5373; Roger D. Petersen, Resistance and Rebellion: Lessons from
Eastern Europe, Cambridge University Press, Cambridge, 2001.
28 V. por ej., Stathis N. Kalyvas, The Logic of Violence in Civil War, Cambridge University Press, Cambridge,
2006.
408
Diciembre de 2008, N. 872 de la versin original
cin civil y trata de explicar por qu algunos grupos rebeldes abusan deliberada-
mente de ellos, mientras que otros grupos rebeldes promueven relaciones recpro-
cas y mutuamente beneficiosas con los no combatientes. Son tres las explicaciones
tericas que dominan el debate actual. Un primer conjunto de enfoques explica la
variacin en el comportamiento de los grupos rebeldes como resultante de estruc-
turas de oportunidades polticas y econmicas para la rebelin; segn esta visin los
insurgentes en entornos ricos en recursos tienen ms probabilidades de adoptar
un comportamiento violento hacia los civiles que aquellos que actan en entornos
donde los recursos escasean29. Sin embargo, esas conclusiones deben considerarse
con precaucin: en general se basan en datos de nivel macro, pero se extraen res-
pecto de teoras de nivel micro.
Un segundo grupo de enfoques explica la variacin en el comportamiento
de los grupos rebeldes como un resultado de relaciones externas entre grupos en
el contexto de los procesos de construccin de los Estados. Los diferentes grupos
rebeldes tienen alianzas distintas y cambiantes con las diversas personas que deten-
tan el poder dentro del gobierno. Segn esta visin, el comportamiento violento es
ms probable si el nivel de competencia entre los grupos enfrentados en reas de
un territorio en disputa es alto. El aislamiento de un movimiento rebelde del resto
de la sociedad tambin puede llevar a una situacin en la que el grupo rebelde se
pierde en su propia lgica. El resto de la sociedad sigue adelante, y el programa
poltico originario del grupo rebelde queda fuera de lugar o ha desaparecido, por lo
que se convierten en un programa exclusivamente militar y econmico. Las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) son un ejemplo de esa tendencia30.
Un tercer grupo de enfoques se centra en la dinmica intragrupal relacionada con la
organizacin y la estructura del grupo para explicar cundo y por qu los rebeldes
infligen violencia a los civiles. Segn esta visin, es el legado social y econmico
inicial de esos grupos el que define los patrones de interaccin entre los rebeldes y
la sociedad31.
La victimizacin de los civiles puede deberse a que las autoridades compe-
tentes y/o una o ms facciones insurgentes coloquen deliberadamente a los civiles
como blanco. Sin embargo, la variacin en el comportamiento rebelde hacia los
civiles puede verse influenciada tambin por el comportamiento de la poblacin
civil misma. Muchos estudios subestiman los efectos de las acciones de los civiles,
pero los seores de la guerra y los insurgentes suelen depender en gran medida de
una poblacin civil anfitriona (cf. la cita de Mao: El pueblo es a la guerrilla como
el agua al pez). Las facciones de seores de la guerra con frecuencia carecen de
29 V. por ej., Collier y Hoeffler, nota 24 supra. Agradecemos a Johannes Hamacher su ayuda en el anlisis de
la bibliografa sobre la relacin entre los civiles y los seores de la guerra.
30 V. por ej., Charles Tilly, Coercion, Capital and European States: AD 9901992, Blackwell, Cambridge,
1990; Virginia M. Bouvier, Colombias crossroads: the FARC and the future of the hostages, USI Peace
Briefing, junio de 2008; War and drugs in Colombia, Latin American Report 11, International Crisis
Group (ICG), 27 de enero de 2005, disponible en www.crisisgroup.org/home/index.cfm?id=3238&l=1
(consultado el 6 de marzo de 2009).
31 V. por ej., Jeremy M. Weinstein, Inside Rebellion: The Politics of Insurgent Violence, Cambridge University
Press, Cambridge, 2007.
409
Andreas Wenger y Simon J. A. Mason - Participacin directa de civiles en conflictos armados: tendencias e implicancias
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Diciembre de 2008, N. 872 de la versin original
ha ido ms all de las nociones que presentan a los civiles como receptores pasivos
de la propaganda de la lite hacia una visin con ms matices respecto de la movili-
zacin de civiles. La manipulacin de la lite y la construccin sostenida de temores
entre grupos emergen como factores clave que explican la participacin directa de
los civiles en operaciones de limpieza tnica.
En consecuencia, deben crearse incentivos para que los militantes a tiem-
po parcial dejen de participar de los brazos armados de sus facciones y se unan
al proceso poltico. Si uno cree que la gente puede cambiar, lo que constituye un
supuesto clave de la mediacin y la negociacin, no resulta de gran ayuda pensar
a partir de una visin maniquea del mundo en la que compiten los buenos y los
malos. En cambio, ser necesario crear el contexto geopoltico y los procesos de
paz apropiados que promuevan un cambio de actitud y de comportamiento. La ex-
periencia demuestra que la mayora de los rebeldes y los gobiernos comienzan las
negociaciones de paz por razones tcticas y para guardar las apariencias, pero en el
transcurso del proceso se dan cuenta de que tienen ms para ganar de las negocia-
ciones que del enfrentamiento36.
En suma, los civiles no solo estn desempeando un papel cada vez mayor
en la guerra de alta tecnologa, como hemos descrito en relacin con la primera
tendencia, sino que tambin tienen un papel cada vez ms importante y complejo
en conflictos de baja tecnologa que se ven en diversos tipos de violencia poltica
organizada dentro de los Estados. En situaciones en las que las instituciones esta-
tales son dbiles o inexistentes, los lmites entre los dominios pblico y privado
son difusos; no existe un Estado claro, ni tampoco una sociedad civil clara y en
consecuencia tampoco hay una distincin clara entre los participantes civiles y no
civiles. Tanto los gobiernos como los participantes armados que no pertenecen al
Estado utilizan a los civiles y los ponen en su mira, y a su vez se ven afectados por la
forma en que los civiles reaccionan a esta situacin. Las explicaciones estructurales
macrocausales de los conflictos armados internos se concentran en las economas
en decadencia, la marginalizacin de grupos de poder poltico y la etno-politiza-
cin de las divisiones grupales. Las explicaciones microcausales se centran en las
causas dinmicas e histricas, en acontecimientos catalizadores, en decisiones de
los protagonistas y en las motivaciones heterogneas de ambicin y reivindiciacin
por lo que respecta al reclutamiento de rebeldes y a la participacin de civiles en
la violencia poltica. La violencia de los grupos rebeldes para con los civiles est
relacionada con las estructuras de oportunidades, las relaciones externas del grupo
y los aspectos organizativos dentro del grupo.
36 Annika Aberg, Sabina Laederach, David Lanz, Jonathan Litscher, Simon J. A. Mason y Damiano Sguaita-
matti, Unpacking the mystery of mediation in African peace processes, informe, Mediation Support Proj-
ect, Center for Security Studies (CSS) and swisspeace, Zurich/Berna, octubre de 2008, disponible en www.
css.ethz.ch/Mediation_in_Africa_full.pdf (consultado el 6 de marzo de 2009); Simon Mason, Learning
from the Swiss mediation and facilitation experiences in Sudan, informe de trabajo, Mediation Support
Project, Center for Security Studies (CSS) and swisspeace, Zurich/Berna, mayo de 2007, disponible en
www.swisspeace.ch/typo3/fileadmin/user_upload/pdf/Mason-Learning_from_Swiss_mediation_experi-
ences_in_Sudan_May_2007.pdf (consultado el 6 de marzo de 2009). V. tambin Chester A. Crocker, Fen
O. Hampson y Pamela Aall, Taming Intractable Conflicts: Mediation in the Hardest Cases, USIP Press
Books, Washington, 2004.
411
Andreas Wenger y Simon J. A. Mason - Participacin directa de civiles en conflictos armados: tendencias e implicancias
37 V. por ej., Christoph Coker, Globalization and Insecurity in the Twenty-First Century: NATO and the
Management of Risk, Adelphi Paper 345, International Institute of Security Studies, Londres, 2002; Ri-
chard L. Kugler y Ellen L. Frost, The Global Century: Globalization and National Security, National De-
fense University Press, Fort Lesley J. McNair, Washington, 2001, disponible en www.ndu.edu/inss/books/
Books_2001/Global%20Century%20-%20June%202001/globcencont.html (consultado el 6 de marzo de
2009); Victor D. Cha, Globalization and the study of international security, Journal of Peace Research,
vol. 37 (3) (2000), pp. 391403.
38 V. por ej., Fawaz A. Gerges, The Far Enemy: Why Jihad Went Global, Cambridge University Press, Cam-
bridge, 2005; Robert Keohane, The globalization of informal violence, theories of world politics, and the
liberalism of fear, DialogueIO, vol. 1 (2002), pp. 2943.
39 V. por ej., Cornelius Friesendorf, Squeezing the balloon? United States air interdiction and the restructuring of
the South American drug industry in the 1990s, Crime, Law and Social Change, vol. 44 (1) (2005), pp. 3578.
412
Diciembre de 2008, N. 872 de la versin original
40 V. por ej., Ivan Arreguin-Toft, How the Weak Win Wars: A Theory of Asymmetric Conflict, Cambridge
University Press, Cambridge, 2005; Martin van Creveld, The Transformation of War, Free Press, Nueva
York, 1991.
41 V. por ej., Doron Zimmermann y Andreas Wenger (eds.), How States Fight Terrorism: Policy Dynamics in
the West, Lynne Rienner, Boulder, 2007.
42 V. por ej., Samuel P. Huntington, The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, Simon &
Schuster, Nueva York, 1996.
413
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45 Agradecemos a Maurice Voyame su valioso aporte, sobre el cual se basa este prrafo. V. tambin Maurice
Voyame, The notion of direct participation in hostilities and its implications on the use of private
contractors under international humanitarian law, en Thomas Jger y Gerhard Kmmel (eds.), Private
Military and Security Companies: Changes, Problems, Pitfalls and Prospects, VS Verlag fr Sozialwissen-
schaften, Wiesbaden, 2007, pp. 36176.
46 Hoffmann, nota 43 supra, pp. 142.
416
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Encadenados a los
caones o con un blanco
en la camiseta: los escudos
humanos en el derecho
internacional humanitario
Stphanie Bouchi de Belle*
Stphanie Bouchi de Belle es funcionaria diplomtica del CICR.
Resumen
Este artculo examina los problemas jurdicos asociados a los escudos humanos. La au-
tora comienza examinando la naturaleza absoluta de la prohibicin de utilizar escudos
humanos y luego estudia las precauciones que debe tomar la parte atacada. Aunque la
parte atacada incumpla la prohibicin de utilizar escudos humanos, esa infraccin no
constituye un acto de perfidia y no exime al atacante de sus obligaciones. Como los escu-
dos humanos son civiles, no se trata de objetivos militares legtimos, aunque acten por
propia voluntad, puesto que no participan directamente en las hostilidades. Entre las di-
versas obligaciones de precaucin que incumben al atacante, el principio de proporciona-
lidad se aplica de manera clsica, incluso en el caso de los escudos humanos voluntarios.
***
* Stphanie Bouchi de Belle tiene una maestra en derecho internacional humanitario y ha sido galar-
donada con el Premio Henry Dunant 2008 por su trabajo sobre los escudos humanos. La autora desea
agradecer a Marco Sassli sus valiosos consejos. Las opiniones expresadas en este artculo corresponden a
la autora y no necesariamente reflejan las del CICR.
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Stphanie Bouchi de Belle - Encadenados a los caones o con un blanco en la camiseta: los escudos humanos...
Introduccin
1 Michael N. Schmitt, The conduct of hostilities during Operation Iraqi Freedom: an international huma-
nitarian law assessment, Yearbook of International Humanitarian Law, vol. 6 (2003), p. 99.
2 Paolo Fusco, Legal status of human shields, Corso in diritto umanitario internazionale Comitato Inter-
nazionale della Croce Rossa e dalla Croce Rossa Polacca Varsavia, Pubblicazioni Centro Studi per la Pace,
2003, disponible en http://studiperlapace.it/, p. 6 (consultado en octubre de 2007).
3 Eric David, Principes de droit des conflits arms, Bruylant, Bruselas, 2002, p. 267. En 1997, en relacin
con el conflicto en Afganistn, la Asamblea General de la ONU inst a las partes afganas a que dejaran de
recurrir a escudos humanos.
4 Fusco, nota 2 supra, p. 10. Ha habido muchas denuncias de que en el conflicto en Chechenia las fuerzas
rusas y los combatientes chechenos por la independencia usaron escudos humanos.
5 Roland Otto, Neighbours as human shields? The Israel Defense Forces Early Warning Procedure and
international humanitarian law, International Review of the Red Cross, vol. 86, N. 856 (2004), p. 771. A
partir de 2002, el procedimiento de alerta temprana permiti a las Fuerzas de Defensa de Israel obtener
asistencia de los vecinos palestinos para evacuar casas ocupadas por personas buscadas y convencer a esas
personas de que se entregaran.
6 Michael Skerker, Just war criteria and the new face of war: human shields, manufactured martyrs, and
little boys with stones, Journal of Military Ethics, vol. 3 (2004), p. 29. En 1995, durante el sitio de Sarajevo,
las fuerzas serbias encadenaron a observadores de la ONU a objetivos militares para disuadir a las fuerzas
internacionales de realizar ataques areos.
7 El uso es escudos humanos por el Hezbol en ese conflicto parece haber sido moneda corriente. Una con-
secuencia fue la muerte de cuatro observadores de la ONU, cuando su puesto de observacin en Yemen
del Sur fue bombardeado por las fuerzas israeles.
420
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8 Jean-Franois Quguiner, Precauciones previstas por el derecho relativo a la conduccin de las hostilidades,
International Review of the Red Cross, N. 864, 2006, disponible en espaol en www.cicr.org/spa/revista.
9 Fusco, nota 2 supra, p. 7.
10 Josiane Haas, Voluntary human shields: status and protection under international humanitarian law, in
Roberta Arnold and Pierre-Antoine Hildbrand (eds.), International Humanitarian Law And The 21st
Centurys Conflicts: Changes and Challenges, Editions interuniversitaires suisses Edis, Lausana/Berna/
Lugano, 2005, p. 191.
11 Schmitt, nota 1 supra, p. 100.
12 Protocolo adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 relativo a la proteccin de las vc-
timas de conflictos armados internacionales (Protocolo I), del 8 de junio de 1977 (en adelante, Protocolo
I), art. 51(7).
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Stphanie Bouchi de Belle - Encadenados a los caones o con un blanco en la camiseta: los escudos humanos...
Alcance de la prohibicin
El problema de los escudos humanos en un conflicto armado internacional
se aborda en numerosas disposiciones de los Convenios de Ginebra13. La prohibi-
cin de utilizar civiles con tal fin fue retomada y ampliada en 1977 por el artculo
51(7) del Protocolo I:
13 En el caso de los prisioneros de guerra, el art. 23(1) del III Convenio de Ginebra aborda expresamente la
cuestin de los escudos humanos. Dispone que la presencia de un prisionero de guerra no puede utilizarse
para proteger ciertos puntos o lugares contra los efectos de operaciones militares. El art. 28 del IV Convenio
de Ginebra repite la misma formulacin que el art. 23(1) del III Convenio en relacin con las personas pro-
tegidas. Tal como se explica en los Comentarios, el trmino operaciones militares tiene la ventaja de abarcar
una amplia gama de situaciones, desde los bombardeos areos hasta la lucha cuerpo a cuerpo, sea por ejrcitos
regulares o por grupos como los movimientos de resistencia, que estn colocados en la misma categora que
las fuerzas armadas regulares en el art. 4 del III Convenio de Ginebra. La expresin ciertos puntos o lugares
seala que la prohibicin se aplica a sitios pequeos y a superficies amplias. Sin embargo, pese a que el alcance
de la prohibicin ratione loci abarca el propio territorio de los beligerantes, as como el territorio ocupado, su
aplicacin ratione personae se limita a las personas protegidas segn el art. 4 del Convenio.
14 Esos movimientos pueden ser espontneos o provocados por una parte en el conflicto o por la potencia ocupante.
15 El Protocolo I tambin prohbe el uso de las unidades sanitarias (art. 12.4) y las aeronaves sanitarias (art. 28.1)
para proteger de los ataques a los objetivos militares. La expresin en ninguna circunstancia, empleada en el
art. 12(1), indica que la prohibicin es absoluta. El carcter absoluto de esa prohibicin no se limita al uso de
pacientes o del personal de las unidades sanitarias, sino que se aplica a la prohibicin general de usar escudos
humanos, as sean civiles o prisioneros de guerra, que no acepta excepcin alguna. Los expertos jurdicos pare-
cen estar de acuerdo en que se trata de una obligacin de resultados absoluta. V. Quguiner, nota 8 supra, p. 22.
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16 Tribunal Militar de Nuremberg, The United States of America v. Wilhelm Von Leeb (The German High Com-
mand Trial), 28 de octubre de 1948; Tribunal Militar Britnico, Student Case, fallo del 10 de mayo de 1946.
17 El 11 de julio de 1996, tras revisar las condenas, la Sala de Apelaciones confirm todos los cargos del Fiscal,
varios de ellos relativos al uso de escudos humanos: el uso de civiles retenidos en campamentos bosnio-
serbios como escudos humanos y la toma de miembros de la fuerza de paz de la ONU como rehenes,
algunos de los cuales luego fueron utilizados como escudos humanos, amarrados fsicamente o de otra
manera... en posibles objetivos de los ataques areos de la OTAN. Este ltimo cargo se clasifica como
crimen de guerra.
18 Louise Doswald-Beck y Jean-Marie Henckaerts, El derecho internacional humanitario consuetudinario,
CICR, Buenos Aires, 2007, (en adelante, Estudio de derecho consuetudinario), pp. 384 y ss.
19 La prohibicin de usar escudos humanos en conflictos armados no internacionales tambin es afirmada
por el estudio antes mencionado (ibd., p. 384.) y en Anthony P.V. Rogers y Paul Malherbe (eds.), Derecho
al objetivo: Modelo de manual acerca del derecho de los conflictos armados para las fuerzas armadas,
CICR, Ginebra, 2001, p. 182., apartado 2119.
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20 Esta es la posicin adoptada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en Demiray v. Turkey, con
el teln de fondo de enfrentamientos entre las fuerzas gubernamentales turcas y el Partido de los Traba-
jadores de Kurdistn (PKK). Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Demiray v. Turkey, fallo de 21 de
noviembre de 2000, Solicitud N 27308/95. Eric David tambin ha adoptado la opinin de que el trato
inhumano incluye el uso de escudos humanos, que tambin puede verse como trato humillante o degra-
dante. David, nota 3 supra, pp. 680, 683. Por ltimo, en un fallo sobre el tema del procedimiento de alerta
temprana, el Alto Tribunal de Justicia de Israel sostuvo, en una situacin reconocida como conflicto arma-
do internacional, que Pictet acertadamente observ que el uso de personas como escudos humanos es
un acto brbaro y cruel. Alto Tribunal de Justicia de Israel, Adalah The Legal Center for Arab Minority
Rights in Israel v. GOC Central Command, IDF, fallo del 6 de octubre de 2005, p. 11, prr. 21, disponible en
http://elyon1.court.gov.il/Files_ENG/02/990/037/a32/02037990.a32.pdf (consultado en octubre de 2007).
En ese mismo fallo, un juez del Tribunal tambin expres la opinin de que el uso de una persona como
escudo humano violaba su dignidad como ser humano. Ibd., p. 17.
21 V. Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Soering v. United Kingdom, fallo del 7 de julio de 1989,
Solicitud N 14038/88, en el que la expectativa de una muerte segura fue descrita como caracterstica del
fenmeno de la lista de espera de la muerte, que el Tribunal considera un trato inhumano.
22 Frdric de Mulinen, Distinction between military and civilian objects, en Christian Tomuschat (ed.),
Kosovo and the International Community: A Legal Assessment, Martinus Nijhoff Publishers, La Haya,
2002, p. 113.
23 Ibd.
424
Diciembre de 2008, N. 872 de la versin original
24 Jean S. Pictet, Commentary on the Fourth Geneva Convention, Article 28, CICR, Ginebra, 1958, p. 208.
25 Y. Sandoz, C. Swinarski y B. Zimmermann (eds.), Comentario del Protocolo del 8 de junio de 1977 adicional
a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 relativo a la proteccin de las vctimas de los conflictos
armados internacionales (Protocolo I), CICR, Plaza y Jans Editores, Bogot, 2001, apartado 1500, p. 69. En
trminos generales, los actos considerados como estratagemas de guerra se contraponen a actos equiva-
lentes a perfidia, como en el art. 37 del Protocolo I. El art. 37(1) define e ilustra el concepto de actos pr-
fidos, que estn estrictamente prohibidos, mientras que el art. 37(2) aborda las estratagemas de la guerra,
que no estn prohibidas. El lector podra concluir que, segn el Comentario, el uso de personas protegidas
como escudos humanos no es una estratagema de guerra y, por lo tanto, es un acto de perfidia.
26 Ibd., p. 605, apartado 1491. Michael Bothe, Karl Josef Parsch y Waldem A. Solf, New Rules for victims of
armed conflicts, Martinus Nijhofff Publishers, La Haya/Boston/Londres, 1982, pp. 203-204; Stefan Oeter,
Methods and means of combat, en The Handbook of Humanitarian Law in Armed Conflicts, Oxford
University Press, Nueva York, 1995, p. 201. Esa prohibicin forma parte del derecho consuetudinario en
conflictos armados internacionales como no internacionales, independientemente de las dudas que pue-
dan surgir en cuanto al carcter consuetudinario del factor captura. Doswald-Beck y Henckaerts, nota 18
supra, pp. 247-253.
27 Oeter, nota 26 supra, pp. 201-202.
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Stphanie Bouchi de Belle - Encadenados a los caones o con un blanco en la camiseta: los escudos humanos...
escudos humanos no sepan que se las est utilizando de ese modo28. Por el con-
trario, parece que esa prohibicin se aplica cuando los civiles son tomados como
rehenes y cuando se han ofrecido voluntariamente a escudar objetivos militares29.
El elemento esencial en la prohibicin del uso de escudos humanos es ms bien la
intencin de usar la presencia de seres humanos como escudos para proteger un
objetivo militar. Esto queda corroborado por los Elementos de los Crmenes de la
Corte Penal Internacional30. El elemento material es desplazar o aprovechar la ubi-
cacin de las personas protegidas; el elemento mental es la intencin de proteger un
objetivo militar de los ataques o escudar, facilitar o impedir operaciones militares.
No hay ningn indicio acerca del requisito de que la persona usada como escudo
desconozca que lo est haciendo o sea obligada a hacerlo. Sin embargo, el criterio
de intencin siempre es delicado. Cmo se puede estar seguro de que la tolerancia
o la inaccin en relacin con las personas que se han colocado voluntariamente
en sitios estratgicos deberan interpretarse como una intencin de aprovechar su
presencia para resguardar un objetivo militar de los ataques? Sin embargo, se puede
llegar inductivamente a la conclusin de que ha existido esa intencin sobre la base
de las circunstancias de los hechos31.
Si las autoridades permiten que eso suceda sin tomar ninguna medida, ello
se podra considerar como un signo de la intencin de utilizar escudos humanos,
dado que, adems de la obligacin negativa absoluta de hacerlo, las autoridades
tienen obligaciones positivas, aunque relativas, de tomar varias medidas de precau-
cin, incluida la de mantener a los civiles alejados de los objetivos militares.
426
Diciembre de 2008, N. 872 de la versin original
32
La obligacin relativa contenida en el artculo 58
El artculo 58 del Protocolo adicional I, titulado Precauciones contra los
efectos de los ataques, establece obligaciones que incumben a la parte atacada que,
si bien no son absolutas, estn directamente vinculadas a la cuestin de los escudos
humanos y consolidan la prohibicin de su uso:
32 Debemos observar que existe un debate en torno a si el art. 58 representa o no el derecho consuetudinario,
sobre todo en los conflictos armados no internacionales. Segn el estudio sobre el derecho internacional
humanitario consuetudinario, las obligaciones contenidas en esa disposicin forman parte del derecho
consuetudinario, al menos en un conflicto armado internacional. Cf. Doswald-Beck y Henckaerts, nota
18 supra, pp. 68, 71, 74; v. tambin Jean-Marie Henckaerts, The conduct of hostilities: target selection,
proportionality and precautionary measures under international humanitarian law, en Cruz Roja Norue-
ga, Protecting Civilians in 21st-Century Warfare, 2001, p. 20. Sin embargo, el Estudio considera que existen
muchas razones para sostener que esas normas forman parte del derecho internacional general aplicable a
los conflictos armados no internacionales. Doswald-Beck y Henckaerts, nota 18 supra, p. 81 y ss. Sin esas
medidas de precaucin, la proteccin general conferida a la poblacin civil por el art. 13(1) del Protocolo II
contra los peligros derivados de las operaciones militares sera letra muerta. Sin embargo, no todo el mun-
do comparte esta opinin. Para J. Gardam, si bien el art. 51(7), que es complementario del art. 58, es una
norma consuetudinaria, el art. 58 es un desarrollo nuevo. Judith G. Gardam, Non-Combatant Immunity
as a Norm of International Humanitarian Law, Martinus Nijhoff Publishers, Dordrecht/Boston/Londres,
1993, p. 156. Segn M. Sassli y L. Cameron, slo Estados Unidos e Irak han sostenido en alguna oportu-
nidad que la obligacin de no colocar objetivos militares en reas con alta densidad de poblacin no es
consuetudinaria, y que slo la prohibicin de usar escudos humanos es verdaderamente consuetudinaria.
Marco Sassli y Lindsey Cameron, The protection of civilian objects current state of the law and issues
de lege ferenda, en Natalino Ronzitti y Gabriella Venturini (eds.), Current Issues in the International
Humanitarian Law of Air Warfare, Eleven, Utrecht, 2006, pp. 72, 73
33 Para ms detalles sobre las obligaciones tanto positivas como negativas (abstencin), en el art. 58, v. San-
doz, Swinarski y Zimmermann, nota 25 supra, apartado 2244, p. 967; ibd., apartados 2246, 2247, p. 969;
ibd., apartados 2250, 2251, 2254, 2256, 2257, p. 969 y ss. V. tambin Bothe, Partsch y Solf, nota 26 supra,
p. 372, apartado 2.4.2; ibd., p. 373, apartado 2.5; ibd., p. 374, apartado 2.8; Doswald-Beck y Henckaerts,
nota 18 supra, Norma 22, p. 77 y ss; Quguiner, nota 8 supra; Jean-Franois Quguiner, Le principe de
distinction dans la conduite des hostilits, un principe traditionnel confront des dfis actuels, tesis
doctoral, Universidad de Ginebra, 2006, p. 403; Frdric de Mulinen, Manual sobre el derecho de la guerra
para las fuerzas armadas, CICR, Ginebra, 1989, p. 108, apartado 439; ibd., p. 109, apartados 443-444; ibd.,
p. 109, apartado 445; de Mulinen, nota 22 supra, p. 111; Oeter, nota 26 supra, p. 167; Rogers y Malherbe,
nota 19 supra, p. 78, apartado 1201.5.b, 1205.5.c.; Hans-Peter Gasser, Protection of the civilian population,
The Handbook of Humanitarian Law in Armed Conflicts, Oxford University Press, Nueva York, 1995, pp.
223-224.
427
Stphanie Bouchi de Belle - Encadenados a los caones o con un blanco en la camiseta: los escudos humanos...
Esas obligaciones son vinculantes para toda parte que tenga control so-
bre la poblacin civil de que se trate, sean miembros de su propia poblacin o ex-
tranjeros, refugiados u otras personas. Todo territorio bajo la autoridad de facto
de la parte debe tener el beneficio de esas medidas de precaucin. Esto se aplica a
los territorios ocupados, as como a los territorios nacionales34. Algunos Estados
percibieron que imponerles la obligacin de tomar medidas que deberan aplicar
en su propio territorio era una interferencia en su soberana35. Para responder a
esas preocupaciones, se aadi la expresin hasta donde sea factible para calificar
esas obligaciones. A diferencia de la prohibicin del uso de los escudos humanos,
esas obligaciones no son absolutas. Sin embargo, no son meras recomendaciones
piadosas, tal como afirman algunos comentaristas36, sino verdaderas obligaciones
jurdicas que vinculan a los Estados. Alejar a los civiles de los objetivos militares,
evitar colocar objetivos militares dentro o cerca de reas densamente pobladas y
tomar las medidas de precaucin necesarias para proteger a los civiles forman el
objetivo general al que debe tenderse dentro de lo posible, tomando en cuenta las
circunstancias, la factibilidad y la ventaja militar prevista37. Por lo que respecta a
la obligacin de tomar las medidas de precaucin necesarias para proteger a los
civiles, es posible utilizar soldados con tal fin38. Sin embargo, como pueden ser ata-
cados legtimamente, su mera presencia es un factor de riesgo para los civiles que se
supone deben proteger. De modo que el atacante debe observar la obligacin de to-
mar precauciones, sobre todo las vinculadas al principio de proporcionalidad, a fin
de dar a los escudos humanos la proteccin a la que tienen derecho. Esa proteccin
deriva, ante todo, del estatuto jurdico que tienen los escudos humanos.
La proteccin a la que una persona usada como escudo humano tiene de-
recho depender, en gran medida, del estatuto jurdico de esa persona. Tanto el
estatuto como la proteccin han dado lugar a controversias, sobre todo por las di-
versas interpretaciones de algunos conceptos fundamentales del derecho que rige
la conduccin de las hostilidades en los conflictos armados internacionales. Esos
conceptos tambin plantean problemas cuando se trata de trasponerlos a las situa-
ciones de conflictos armados internos.
El estatuto jurdico de los escudos humanos: son personas civiles o no?
No se trata simplemente de asignarle una etiqueta a una persona a los fines
de la adecuacin jurdica. Definir el estatuto jurdico de los escudos humanos, es
34 Sandoz, Swinarski y Zimmermann (eds.), nota 25 supra, apartado 2255, p. 970. Las potencias ocupantes no
pueden descuidar la suerte que pueda correr la poblacin del territorio ocupado y tener slo en cuenta las
necesidades y la salvaguardia de sus tropas.
35 Cf. Bothe, Partsch y Solf, nota 26 supra, p. 372, apartado 2.3.
36 Yoram Dinstein, The Conduct of Hostilities under the Law of International Armed Conflict, Cambridge
University Press, Cambridge, 2004, p. 129
37 Bothe, Partsch y Solf, nota 26 supra, p. 372, apartado 2.4.2.
38 Gasser, nota 33 supra, p. 224.
428
Diciembre de 2008, N. 872 de la versin original
decir determinar si esas personas son combatientes o civiles, tiene algunas conse-
cuencias. La primera de ellas se relaciona con la conduccin de las hostilidades.
En aplicacin del principio fundamental de distincin, slo los objetivos militares
pueden ser atacados39. Los civiles40 no pueden ser atacados en ninguna circunstan-
cia, siempre y cuando no participen directamente en las hostilidades41. Si el escudo
humano es un civil, goza de la proteccin asociada al estatuto de civil y no puede
ser objeto de los ataques. Sin embargo, si el escudo humano es considerado un
combatiente, se convierte en un objeto legtimo de los ataques. Lo mismo se aplica
a los civiles que participan directamente en las hostilidades, mientras dure esa par-
ticipacin42. Una segunda consecuencia deriva de las opciones de detencin. En el
caso de un combatiente que cae en poder del enemigo, el enemigo puede detenerlo
mientras dure el conflicto sin necesidad de otra razn ms que su estatuto de com-
batiente. Sin embargo, si un escudo humano es un civil, se necesitan razones para
detenerlo43. Tambin deberan aplicarse varias garantas44. Durante su detencin,
un combatiente gozar del ampliamente regulado estatuto de prisionero de guerra
(v. III Convenio de Ginebra de 1949). Por ltimo, en ninguna circunstancia pue-
de enjuiciarse a un combatiente por el simple hecho de haber participado en las
hostilidades, es decir por actos lcitos de guerra que haya realizado. En cambio, un
civil que haya participado directamente en las hostilidades puede ser enjuiciado no
slo si ha cometido crmenes de guerra, sino tambin por el mero hecho de haber
tomado las armas.
En el derecho internacional humanitario, toda persona es civil o comba-
tiente. Por supuesto que difcilmente se pueda considerar que es un combatiente la
persona que es mantenida y colocada delante de un objetivo militar contra su vo-
luntad. Sin embargo, esa cuestin se plantea en relacin con los escudos humanos
voluntarios. Hay quienes opinan que una persona que se coloca deliberadamente
delante de un objetivo militar a fin de protegerlo de los ataques es un combatiente.
Sin embargo, los escudos humanos no caben en la definicin de combatiente tal
como figura en el artculo 4 del III Convenio de Ginebra o en el artculo 43 del Pro-
tocolo I. No pertenecen a las fuerzas armadas de una parte en un conflicto y, aunque
sean persuadidas por una parte en el conflicto de actuar como escudos humanos en
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Stphanie Bouchi de Belle - Encadenados a los caones o con un blanco en la camiseta: los escudos humanos...
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que los escudos humanos representan una amenaza para la parte adversa porque
protegen a los objetivos militares que tambin representan una amenaza, aquella
amenaza no es inmediata. Pese a que, sin duda, podra contribuir a la capacidad b-
lica de un Estado, la participacin de los escudos humanos no es sino indirecta. De
modo que no puede considerarse que los escudos humanos voluntarios participen
directamente en las hostilidades.
De todos modos, el grado de concrecin o de inmediatez que debe tener
una amenaza para ser considerada como participacin directa en las hostilidades
es difcil de definir. El Alto Tribunal de Justicia de Israel57 ha adoptado la opinin
de que el carcter directo de la participacin no debera limitarse slo a la persona
que comete el acto fsico del ataque. Quienes la han enviado tambin participan
directamente. Dicho esto, la participacin directa en las hostilidades implica un
nexo directo de causa a efecto entre la actividad ejercida y los golpes asestados al
enemigo, en el momento y en el sitio en que esa actividad se ejerce58. Sin embargo,
la principal dificultad consiste en determinar la intensidad requerida para crear esa
relacin causal. Parecera importante no adoptar una posicin demasiado amplia:
interpretarla en forma demasiado laxa significa equiparar muy fcilmente la accin
de los escudos humanos voluntarios a una participacin directa en las hostilidades,
lo que significara, como han sealado algunos expertos, que podran ser atacados
durante su preparacin, en particular cuando se estn desplazando hacia el obje-
tivo militar que se proponen proteger con su presencia59. Sin embargo, no existe
la necesidad militar de atacarlos cuando no estn protegiendo un objetivo mili-
tar. Tampoco hay necesidad de atacar a la propia persona que acta como escudo
humano, adems del objetivo militar que est tratando de proteger60. Si se fuerza
demasiado la relacin causal, prcticamente todo podra verse como una participa-
cin directa en las hostilidades, incluida la actitud de la poblacin civil en general,
porque socavando la moral de la poblacin, se puede debilitar su apoyo al Estado y,
por ende, al Estado mismo. En ese caso, desaparecera el principio fundamental de
distincin y se dara carta blanca a la guerra total. Por ltimo, como sealan varios
expertos, la relacin causal no debera interpretarse demasiado ampliamente por-
que el derecho debe poder ser aplicable en el terreno61.
En todo caso, se puede afirmar sin lugar a dudas que los actos de los escu-
dos humanos voluntarios no encajan fcilmente en lo que consideramos una par-
ticipacin directa en las hostilidades. Adems, sostener lo contrario parece total-
mente contraproducente. Lo especial de los escudos humanos es que su estatuto de
civiles, que los vuelve inatacables, se utiliza para proteger un objetivo militar. Pero
57 The Public Committee v. The Government of Israel, nota 51 supra, prr. 37. V. tambin William J. Fenrick,
The targeted killings judgment and the scope of direct participation in hostilities, Journal of Internatio-
nal Criminal Justice, vol. 5, N 2 (2007), p. 336.
58 Sandoz, Swinarski y Zimmermann, nota 25 supra, p. 718, apartado 1679.
59 Informe sumario, Segunda Reunin de Expertos, nota 47 supra, p. 6.
60 Schmitt, nota 50 supra, p. 96.
61 Informe sumario, Tercera Reunin de Expertos sobre la Nocin de Participacin Directa en las Hostilidades,
coorganizada por el Comit Internacional de la Cruz Roja y el Instituto TMC Asser, Ginebra, 23-25 de octubre
de 2005, p. 30, disponible en www.icrc.org/Web/eng/siteeng0.nsf/htmlall/participation-hostilities hostilities-
ihl-311205/$File/Direct_participation_in_hostilities_2005_eng.pdf (consultado en septiembre de 2007).
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Stphanie Bouchi de Belle - Encadenados a los caones o con un blanco en la camiseta: los escudos humanos...
Luego contina diciendo que el atacante est obligado por los principios
de distincin y proporcionalidad. En resumen, los escudos humanos no pierden su
proteccin como civiles. Simplemente se encuentran cerca de un objetivo militar y,
por ello, corrern el riesgo de convertirse en vctimas de un ataque legtimo contra
el objetivo que estn resguardando68.
64 Human Rights Watch, International humanitarian law issues in a potential war in Iraq, 20 de febrero de 2003,
disponible en http://hrw.org/backgrounder/arms/iraq0202003.htm#1 (consultado en septiembre de 2007).
65 A primera vista, Dinstein no parece ser de esa opinin: Estos civiles no gozan de inmunidad mientras se
encuentran trabajando. Dinstein, nota 36 supra, pp. 124-125. Sin embargo, hay motivos para suponer que
Dinstein no se refiere a la prdida de inmunidad jurdica, sino a una prdida de facto. Contina diciendo: si
las plantas industriales son lo suficientemente importantes (las fbricas de municiones seran el paradigma),
las vctimas civiles incluso en gran nmero por lo general entraran en el rubro de daos incidentales
aceptables. Ibd. De modo que si los trabajadores no estn protegidos, segn Dinstein, ello se debe a que se
ha realizado el clculo de la proporcionalidad y no ha resultado en su favor, es decir que los jefes militares
han adoptado la opinin de que la ventaja militar es tal que los daos incidentales son aceptables (retomar
la cuestin de la proporcionalidad), y no porque se encuentran en el interior de un objetivo militar. Al salir
de la fbrica, los trabajadores civiles dejan de correr el riesgo de ser atacados (el subrayado es nuestro) o, ms
precisamente, de exponerse al riesgo de un ataque contra el objetivo militar que se est decidiendo (despus de
una evaluacin de la proporcionalidad) y de sufrir sus consecuencias. Ibd. Espero que esta interpretacin de
la opinin de Dinstein sea la correcta, pues contina diciendo que si los trabajadores vivieran en la zona de
ataque, tampoco estaran protegidos en sus hogares. Ibd. Adems, extiende esta opinin a otros civiles, como
los que acompaan a las fuerzas armadas y los que se acercan a los objetivos militares, como las principales
rutas de transporte: Cuando en tiempo de guerra, los civiles viajan por una carretera importante, toman un
tren, van a un aeropuerto, etc., corren un riesgo en caso de ataque areo (el subrayado es nuestro). Ibd. Sin
duda, parecera que Dinstein se est refiriendo a los riesgos de facto y no a la prdida de la proteccin jurdica,
pues una vez ms se refiere al principio de proporcionalidad: Dada la significativa ventaja militar que por lo
general se puede obtener de la destruccin de un puente ubicado estratgicamente, un nmero relativamente
alto de civiles suele considerarse un dao incidental razonable (debera recordarse que el clculo de la pro-
porcionalidad es una prueba que debe aplicarse in concreto, en funcin de las circunstancias del caso). Ibd.
66 De Mulinen, nota 33 supra, p. 14, prr. 56.
67 Haas, nota 10 supra, p. 210 (el subrayado es nuestro).
68 Quguiner, nota 8 supra, p. 27.
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Las ltimas tres condiciones puede ser perfectamente reunidas por un es-
cudo humano voluntario. Sin embargo, el primer elemento plantea un problema.
Queda bastante claro que los redactores estaban haciendo referencia a las personas
que se han desplazado o que han aprovechado la presencia de personas protegidas
para resguardar un objetivo militar y, en el caso de los escudos humanos volunta-
rios, no los escudos mismos. Los elementos de este crimen sugieren que la prohibi-
cin se refiere a usar a otros civiles o a exponerlos a un peligro. Debera recordarse
que los principios del derecho penal no deben interpretarse en forma restrictiva,
y que no est permitido razonar por analoga. Adems, si un civil que participa
directamente en las hostilidades no es ipso facto un criminal de guerra, uno puede
preguntarse a fortiori por qu los escudos humanos de los que, como hemos visto,
apenas puede considerarse que participan directamente en las hostilidades, debe-
ran ser considerados como tales69.
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daos incidentales que podr causar a los civiles. La magnitud de los daos depen-
der, entre otras cosas, del nmero de civiles que probablemente ser afectado. De
modo que una ventaja militar debe considerarse suficientemente importante como
para justificar un ataque contra un objetivo militar protegido por cinco personas
que son usadas como escudos humanos. Sin embargo, si el objeto est protegido
por quinientos escudos humanos, el resultado de la deliberacin puede cambiar. En
la prctica, no hay dudas de que, en algunos casos, la parte atacada puede prote-
ger el objetivo militar colocando escudos humanos suficientes en su interior o en
sus inmediaciones. Algunos autores se oponen, con razn, a esa conclusin, pues la
consideran escandalosa, y recomiendan que los mandos que aplican el principio de
proporcionalidad al preparar o decidir un ataque no tomen en cuenta a los escudos
humanos77. Por ejemplo, el mando militar podra aplicar la prueba de la proporcio-
nalidad de tal manera de respetar a priori los artculos 57(2)(a)(iii) y 51(8) del Proto-
colo adicional I, pero los escudos humanos simplemente no deberan ser tomados en
consideracin al efectuar la ecuacin sobre el dao que se provocar a los civiles. Sin
embargo, no creo que esa interpretacin sea acertada. Los civiles, as sean escudos
humanos o no, no pueden quedar fuera de la ecuacin. El hecho de que los civiles es-
tn cerca de un objetivo militar porque el atacante no ha cumplido sus obligaciones
no es un factor por considerar. Sera contrario al espritu y a la letra del artculo 51(8)
si los civiles pagaran por los actos ilcitos de una parte beligerante78.
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mos otro elemento prctico que autoriza a considerar a todos los escudos humanos
del mismo modo, sean voluntarios o no. Para el jefe militar ante la realidad del
terreno, no siempre es fcil distinguir los civiles colocados delante de un objetivo
militar contra su voluntad de los que se encuentran en ese mismo lugar por propia
decisin. Salvo en casos donde el carcter voluntario de la accin de los escudos
humanos ha recibido cobertura meditica, o al menos ha sido sealado al atacante,
para ste es casi imposible distinguir entre un escudo humano voluntario y uno
involuntario. Es muy difcil determinar si el escudo humano realmente se encuen-
tra delante del objetivo militar por propia decisin. Una persona que parece estar
actuando por su propia voluntad puede estar actuando bajo presin81. En resumen,
si bien la distincin basada en la voluntad podra tener cierta relevancia en un caso
penal, no tiene cabida en la conduccin de las hostilidades, ya que no puede apli-
carse en el terreno.
Otras precauciones que deben tomarse cuando se ataca un objetivo militar
82
protegido por escudos humanos
Las medidas de precaucin que deben tomarse antes del ataque estn esta-
blecidas en el artculo 57 del Protocolo adicional I.
81 En relacin con los procedimientos de alerta temprana, por los que las Fuerzas de Defensa de Israel
envan a civiles palestinos a casa de vecinos para advertir a sus ocupantes sospechosos de terrorismo que
deben abandonar el lugar, el presidente del Alto Tribunal de Justicia de Israel, Aharon Barak, observ
atinadamente que es muy difcil verificar la voluntad. BTselem, Human shields, disponible en www.
btselem.org/english/Human_Shields/Timeline_of_Events.asp (consultado en octubre de 2007).
82 Al hacer la lista de las condiciones que el atacante debe respetar para atacar un objetivo militar protegido
por escudos humanos, Eric David se refiere al principio de proporcionalidad y a otras precauciones que
debe adoptar para evitar causar daos a los escudos humanos, pero el autor tambin afirma que el atacante
debe haber agotado todos los medios lcitos posibles para persuadir al atacado de retirar los escudos hu-
manos. David, nota 3 supra, p. 268. Sin embargo, aun cuando esa medida es deseable, no se cuenta entre
las obligaciones que tiene el atacante en el derecho internacional humanitario. Quguiner, nota 8 supra.
83 Protocolo adicional I, art. 57(1).
84 Sandoz, Swinarski y Zimmermann, nota 25 supra, apartado 2191, p. 949.
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85
La obligacin de verificar que los objetivos por atacar sean objetivos militares
En el caso de los escudos humanos, hemos visto que una ventaja militar su-
ficientemente significativa en relacin con el peligro al que estn expuestos los es-
cudos humanos podra hacer que el ataque contra ese objetivo militar sea legtimo,
a pesar de su presencia. Por lo tanto, es fundamental asegurarse del carcter militar
del objetivo, pues los ataques contra civiles y bienes de carcter civil estn categ-
ricamente prohibidos. La informacin que debe reunirse en el transcurso de esa
verificacin se refiere no slo a la naturaleza del objetivo mismo, sino tambin del
entorno. Como hemos visto, incluso en presencia de un objetivo militar, un ataque
puede estar prohibido, por ejemplo si se usa un alto nmero de civiles como escu-
dos humanos, los que correran peligro a causa del ataque, en relacin con la mag-
nitud de la ventaja militar que se obtendr con ese ataque. Una dificultad particular
deriva de los objetivos emergentes86. A diferencia de las operaciones planificadas,
una situacin de objetivo emergente exige una determinacin instantnea acerca
del carcter militar del objetivo y de la conducta que habr de adoptarse si est pro-
tegido por escudos humanos. El jefe debera hacer todo lo factible para verificar la
naturaleza del objetivo, ya que nadie puede ser obligado a hacer lo imposible.
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Conclusin
Parecera que no hay motivos para hacer una distincin entre los escu-
dos humanos voluntarios y los involuntarios, pues tal distincin no tendra con-
secuencias jurdicas. Adems, contrariamente a los que algunos han sostenido96,
no parecera haber una necesidad real de dotarse de una nueva legislacin sobre el
estatuto de los escudos humanos, dado que todos los casos estn contemplados en
el derecho internacional humanitario tal como lo conocemos. Las situaciones que
plantean algunas cuestiones complejas no son especficas al caso de los escudos
humanos, sino que estn vinculadas a uno de los mayores retos que hoy afronta el
derecho internacional humanitario, en particular la correcta interpretacin de los
conceptos de proporcionalidad y participacin directa en las hostilidades.
443
La International Review of the Red Cross se publi-
ca en ingls cuatro veces al ao, en marzo, junio,
septiembre y diciembre.
Sanciones
N. 870 Junio de 2008
Derechos humanos
N. 871 Septiembre de 2008
Sanciones
N. 870 Junio de 2008
Derechos humanos
N. 871 Septiembre de 2008