Espana y Los Judios en La Segunda Guerra Mundial 0
Espana y Los Judios en La Segunda Guerra Mundial 0
Espana y Los Judios en La Segunda Guerra Mundial 0
TESTIMONIO DE ACTUALIDAD
FEDERICO YSART
DOPESA
Cubierta: Bauln/Dsil/Estvez
Federico Ysart
Primera edicin: abril de 1973
DOPESA
Avda. Infanta Carlota, 123
230.06.09
Barcelona-15
ISBN 84-7235-083-5
Printed in Spain
APNDICES
Apndice A 1"!
165
Apndice B
169
Apndice C
Apndice D 171
Apndice E 175
Apndice F 193
201
Apndice G
Apndice H 203
El mitor agradece a la Oficina de Informacin Diplomtica del
Ministerio espaol de Asuntos Exteriores las facilidades que le han
sido dadas para consultar los archivos del departamento, as como
los de las Embajadas de Espaa en Roma, Pars, Atenas, Ankara y
Viena; los de las representaciones en Hungra, Rumania y Bulgaria,
y el Consulado General de Espaa en Jerusln. Sin todo ello, dado
el vaco historiogrfico existente sobre la materia, esta obra no hu-
biera sido posible.
PROLOGO
9
en pequeas embarcaciones de fortuna, que ms de una vez se
hundan en el mar.
O aquel magnfico canario Barber, que solicitado para respon-
sabilizarse de recibir y alojar refugiados, no puso ms que una
condicin para desarrollar una difcil e intensa actividad que iba
en detrimento sensible de sus ocupaciones profesionales: no per-
cibir ningn tipo de remuneracin por ayudar a unos hombres
que no conoca, y que probablemente no volvera a ver en su vida.
Mucho he odo comentar sobre las motivaciones de toda esta
historia, que pudieran recaer para unos en un posible sentido de
culpabilidad por la expulsin y persecuciones habidas en tiempos
de la Inquisicin, con el consiguiente deseo de reparacin. Otros
fijan su atencin en la conciencia de ascendencia juda que suele
atribuirse a muchos espaoles. Y por ltimo, quienes especulan
con el posible deseo del Gobierno espaol de la poca de suavizar
ciertos sentimientos proalemanes con una poltica de mayor equili-
brio hacia los aliados, mostrando as una actitud enfrentada a los
designios nazis. Pero al tener que enjuiciar el trgico pasado vivido
por el pueblo judo, no me parece ni noble ni oportuno hacer de
sabueso poltico o de psicoanalista. Razones? Da lo mismo; no
tiene la ms mnima importancia.
El hecho es que as fueron las cosas; en diferentes circunstan-
cias, en lugares distantes, hombres del Gobierno o del pueblo tu-
vieron en comn la determinacin, el espritu de solidaridad huma-
na, para ayudar en lo posible, y a veces hasta lo imposible, a sopor-
tar los dramticos momentos por que atravesaba el pueblo judo.
Como muy bien subraya el autor, rdenes e instrucciones cursadas
bajo la forma de secos textos oficiales, adquiran dimensiones hu-
manas al realizarse, y llegaban en ocasiones hasta exigir el sacri-
ficio personal. La poltica de salvamento de aquellos perseguidos
no hubiera sido factible sin la identificacin con ella de los hom-
bres encargados de aplicarla: desde los ms modestos a los ms
encumbrados de la nacin.
La nobleza nata que caracteriza al pueblo espaol le hizo re-
accionar contra la criminal poltica racista de los nazis, incluso
a aquellos que en otros terrenos pudieran estar ideolgicamente
ms prximos entonces a los hitlerianos. Por ello es intil plan-
tearse el tema en trminos matemticos. S que Espaa salv las
vidas de docenas de millares de hermanos nuestros por diversos
procedimientos, y hubiera salvado muchas ms de haber tenido
oportunidad de nacerlo.
El nombre de Espaa es una de las poqusimas luces que bri-
llan en la larga y oscura noche que vivi el pueblo judo durante
los trgicos aos del nazismo. Por eso, el trabajo de Federico
Ysart me parece digno de encomio; por vez primera desde el final
10
de la guerra aporta un fiel relato, muy bien documentado, del
papel desempeado por Espaa en este terreno. Y en aras de la
justicia y de la verdad histrica tiene que figurar entre los testi-
monios sobre aquellos tiempos.
MAX MAZIN
Presidente de la Asociacin Hebrea
de Espaa
11
I. VARIOS SIGLOS ATRS
13
del espritu espaol. El sentido humanitario de aquella poltica,
ltimo extremo al que se podra llegar, habra requerido en cual
quier caso una sensibilidad que a pocos pases les fue dada en
circunstancias semejantes o incluso ms favorables. Y es que la con-
vivencia medieval en Tberia de judos, moros y cristianos, no tiene
parangn en el resto de Europa, en donde los hebreos fueron siem-
pre en principio elemento extrao a la esencia de su ser nacional
Las lneas que siguen no pretenden ms que apuntar el camino
de aquel pueblo yedra y a la vez tronco de la historia espaola. 1
Cundo se asentaron los israelitas en el solar ibrico no hace
ahora al caso. Para algunos, vinieron directamente del Egipto, sin
haber tenido arte ni parte en el deicidio del Glgoa. Otros llegan
incluso a sostener que el pueblo hebreo es de origen ibrico; Fue
ron los ibero-andaluces los que llevaron a Palestina varios mile-
nios antes de Jesucristo, su vieja civilizacin e incluso su nombre,
"brit" (hebreo) no es otra cosa que "Iberia", el primer pas ci-
vilizado del mundo antiguo. 2
El hecho cierto es que en un canon del Concilio Iliberitano, ce-
lebrado en los comienzos del siglo iv, aparecen los judos como
elemento enraizado en la vida del pas.
La situacin por la que atravesaron con motivo de las invasio-
nes germnicas de los visigodos fue dura, y solamente dulcificada
ms tarde por la implantacin del arrianismo. Durante los siglos
cuarto y quinto de la era cristiana, los judos crecieron en nmero
e influencia. Los ltimos aos del siglo vi, sin embargo, iban a
ensombrecer de nuevo su suerte, hasta que se produjo, reinando
don Rodrigo, la invasin musulmana.
Para los judos, la entrada de los rabes supuso una nueva
liberacin. Antes de hacer causa comn con el pueblo visigodo apre-
surronse en dar la bienvenida a los nuevos invasores, bajo los
cuales iban a crecer en nmero y a florecer de nuevo y con mayor
brillo que nunca.
Las grandes personalidades de la cultura juda universal se
darn cita coincidiendo con el esplendor del imperio ibrico de
los Omeya, en los siglos x y xi. Son los aos en que el mdico,
ministro de hacienda y embajador del gran Abdelrahman III, va
a ser el judo Hasday Ibn Saprut (910-970); el tiempo del visir del
Rey de Granada, Samuel Ibn Nagrella (982-1055); del tudelano Abra-
ham Ibn Ezra; del gran Solomo Ibn Gabirol, malagueo (1021-
1052); del mximo poeta toledano Yehuda Ha-Lev (1080-1140), y
por fin, del cordobs Maimonides (1135-1204).
1. AMRICO CASTRO, Espaa en su historia. Cristianos, moros y judos.
Losada, Buenos Aires, 1948, pg. 473.
2. SCAR VLADISLAS DE MILOSZ, LOS orgenes ibricos del pueblo judo,
1923, pg. 57.
14
Pero ya los dos ltimos, cimas del judaismo creador, viven en
tiempos no tan lisonjeros. Las ltimas invasiones mahometanas
de almorvides y almohades volvieron a desencadenar persecucio-
nes y matanzas, como la registrada en Granada por el ao 1066.
Poco antes, Soleyman los expuls de Crdoba, despus de saquear
sus hogares. Haban cometido el error de prestar decidido apoyo
a su rival por el trono, Mohamed Ben-Hixem.
Ante la nueva perspectiva, y visto el avance de los reinos cris-
tianos, los judos deciden dar la espalda a sus aliados de antao
y correr en busca de los reconquistadores, que los toleran en prin-
cipio para luego ser decididamente protegidos por sus reyes hasta
los ltimos aos del siglo xv, constituyendo la base econmica de
sus reinos.
El pueblo cristiano estaba demasiado preocupado por la guerra
como para ocuparse de las cuestiones ordinarias de la paz que iba
dejando en las tierras ya conquistadas. Y as es como los judos
se hicieron imprescindibles. La medicina, las finanzas, las letras,
iban a caer bajo su dominio prcticamente absoluto. Ellos seran
los mayores productores de riqueza de los reinos cristianos, y los
monarcas y grandes seores, conscientes de ello, les prestaran
su apoyo ms decidido, secundados frecuentemente por el alto
clero, cuyos diezmos tambin iban a procurar en su nombre.
El comercio estara prcticamente monopolizado por judos.
Los prstamos tambin, aplicando un inters establecido en el
treinta y tres por ciento. Todo ello, no demasiado en consonancia
con los preceptos bblicos, pero el solar hispano no estaba toda-
va para puritanismos. Tanto ellos como los cristianos, eran tan
tolerantes en cuestiones religiosas, como radicales iban a hacerse
sus posturas en el futuro tras el fenmeno de las conversiones.
Entre tanto, ambos pueblos, socialmente distanciados por las cas-
tas que originaron sus respectivos quehaceres, se mezclaran sin
recato alguno.
La postura real
La suerte de los hebreos radicados en la Pennsula era cierta-
mente envidiable para sus correligionarios europeos, que en el
siglo XIII eran expulsados de Inglaterra y en el xiv de Francia.
Mientras en Europa estas medidas partieron de las clases dirigen-
tes, en ellas encontraron su defensa en Espaa, donde las presiones
provocadas a partir del siglo xiv surgen invariablemente del pue-
blo llano, siempre receloso ante quienes les cobran sus impuestos
y diezmos. Y entonces surge el fenmeno de las conversiones.
El rey Enrique II Trastamara contesta a la demanda de los
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procuradores de las Cortes de Burgos contra los judos recauda-
dores de pagos, con las siguientes palabras: Verdat es que nos
mandados arrendar la dicha renta a judos, porque non fallamos
otros algunos que la tomassen.*
Un siglo ms tarde vuelven las Cortes, esta vez en Ocaa, a pro-
testar, recordando a Enrique IV la prohibicin de que judos y
moros fuesen recaudadores: Vemos que dichas leyes no se guar-
dan; antes vemos que los oficios principales de almoxarifadgos e
recaudamientos de vuestras rentas e fechos e derechos los tienen
judos... E aun se face en vuestros reynos otra peor cosa, que mu-
chos perlados e otros clrigos arriendan sus rentas a diezmos a
judos e moros, e entran en las iglesias a partir los diezmos e las
ofrendas, en grnd ofensa a ynjuria de la Iglesia.4
Tan slo un ao antes del Edicto de Expulsin, Fernando II
de Aragn (el Rey Catlico) decreta en 1491: Tomamos e recibi-
mos a la dicha aljama... e a sus bienes so nuestro seguro e am-
paro e defendimiento real. La advertencia vena provocada por los
disturbios que en la aljama de Zamora podan causar los sermo-
nes de un dominico que incitaba al pueblo cristiano contra los
judos. Tres aos antes, el mismo Fernando y su reina Isabel ha-
ban nombrado tesorero de la Santa Hermandad a don Abraham
Seneor, y otro judo, Samuel Abolafia, era embajador suyo.
En el ao de 1492, en que se daran cita acontecimientos tales
como la conquista de Granada ltimo reducto musulmn en la
Pennsula, el descubrimiento de las Amricas y la expulsin de
los reinos espaoles de los judos, interrumpe por lo tanto una
poltica de siglos de convivencia y tolerancia. El decreto que fir-
man los Reyes Catlicos es una medida impuesta por la ya prctica
imposibilidad de manejar un reino en contra del pueblo llano y
del bajo clero.
La evolucin de las relaciones entre judos y reyes castellanos
y aragoneses es producto de la creciente prevalencia de ambos ele-
mentos pueblo y clero, propiciada por la paulatina desapa-
ricin del poder feudal.
Jomo indicativos, seala Amrico Castro los hitos siguientes:
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una bula exonerando a los cannigos del pago de sus deudas a los
judos, e incluso disponiendo que les fueran reintegrados los inte-
reses ya satisfechos. La aljama toledana acude pidiendo socorro
a su rey, Fernando IV, quien da rdenes al cabildo para abstenerse
de usar bulas pontificias como instrumento de derecho en sus rei-
nos, al tiempo que anula la cancelacin papal de las referidas deu-
das.
1481. Fernando el Catlico, como rey de Aragn, increpa
violentamente al prior de la Seo de Zaragoza por su violento proce-
der en contra de los judos, cuya defensa dice pertenesce a
nos e a nuestros offictales.
17
2
Palencia. Su preminente posicin le vali para dar influencia a su
libro Contra ldeos, escrito en los ltimos aos de su vida. Obra
feroz que no pudo dejar de condicionar el nimo de reyes, conse-
jeros y pueblo llano.
Los tambin conversos Paulo de Heredia y Alfonso de Zamora
pusieron sus celebrados ciencia e ingenio al servicio de la misma
causa. Josu Lurqu, luego Jernimo de Santa Fe, fue autor de
El azote de los hebreos. Slo obedeciendo a un intento extermina-
dor pudieron imaginarse y escribirse las cosas en ese libro reco-
gidas. s
Por ltimo, otro gran rabino, luego Fray Alonso de Espina,
rector de la Universidad de Salamanca, autor de Fortlitium Fidei,
lleg a tener un puesto en el Consejo Supremo de la Inquisicin,
oscuro tribunal, piedra de escndalo para la historiografa moderna
espaola,6 y de cuya versin nacional formaron parte importan-
tes elementos tpicamente judaicos, como el confusionismo entre
religin y vida civil, y sus mismos procedimientos, comenzando
por la figura del delator annimo, trasunto fiel del malsn de
las juderas.
Tras la inquisicin no haba plan doctrinal de ninguna clase
escribe Castro, sino el estallido furioso de la grey popular, al
que sirvi de explosivo el alma envenenada de muchos conversos.
La prehistoria en los procedimientos inquisitoriales debe rastrearse
en las juderas de Castilla y Aragn.7
La situacin, por lo tanto, se hizo irrespirable. El annimo Li-
bro del Alborayque atacaba no ya slo a los judos, sino que lle-
vaba su nimo persecutorio contra los mismos conversos. La so-
ciedad de aquellos aos postreros del siglo xv, viva asfixiada en
un clima de recelos, espionaje, venganzas, simulaciones y crme-
nes. En 1478 era asesinado en Jan el condestable Miguel Lucas
de Iranzo por defender a determinados conversos. En ese ambien-
te, y alcanzada la ltima frontera mediterrnea de Granada que
poda mantener al pueblo unido en pos de un ideal, fue cuando
lleg el edicto de expulsin del 31 de marzo de 1492.
18
Antes de la ruptura
La disparidad de criterios existente sobre el alcance numrico
del decreto de expulsin,8 hace pensar que, como suele ocurrir
ante casi todas las situaciones polmicas, concurren sobre este caso
ms imaginacin y prejuicios que documentacin fidedigna y an-
lisis detenido, serias dificultades tambin para el conocimiento
certero del nmero de conversos en el mismo ao 1492, y de cuan-
tos aspectos propicien una elemental composicin de lugar acerca
del cariz adoptado por la convivencia cristiano-juda a finales de
aquel siglo xv.
En un principio, ios marranos de 1492 fueron seguramente
muchos ms de lo que suele suponerse. Lo cual no obsta para que
aos despus, capeado el primer embite y con la amenaza conti-
nua de la Inquisicin encima de sus cabezas, volvieran a la religin
mosaica y siguieran las huellas de sus predecesores en el exilio.
Salnica, por ejemplo, fue un centro receptor importante de ma-
rranos reconvertidos.
Por otra parte, el reciente descubrimiento de dos documentos
del ao del decreto de expulsin uno, y de 1500 el otro, suminis-
tra datos interesantes para reconstruir la vida de los judos espa-
oles. El primero de ellos, autntico inventario de las propiedades
judas en el pueblo madrileo de Buitrago, demuestra algo a pri-
mera vista sorprendente: la promiscuidad en que vivan judos
y cristianos, algo muy distinto de la tpica versin de los ghettos
incomunicables. Y as, en dicho documento se describen propie-
dades judas, con sus correspondientes dueos, junto a la casa del
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cura prroco de la comunidad cristiana, por ejemplo; o por el
contrario, una propiedad cristiana en el mismo corralillo de la
sinagoga juda.9
Esta rara convivencia, que a lo largo del siglo xv fue hacindose
progresivamente tan precaria, arranca de una situacin jurdica
de los hebreos en los reinos cristianos de Castilla y Aragn verda-
deramente privilegiada desde los tiempos de los reyes Alfonso VI
y Alfonso VII en Castilla, y Ramiro I y Alfonso I de Aragn, cuyos
otorgamientos de fueros, inmunidades y privilegios legitimaron su
colaboracin en la reconquista y posterior permanencia en los rei-
nos.
Los judos, presentes en toda la legislacin de la poca juris-
diccin civil y criminal propia, etc., no tenan sin embargo, re-
presentacin poltica como tales, lo cual poda ser fruto, adems
de otros factores propios de la poca, de su extraordinaria movi-
lidad fsica-
Tenan completa libertad civil y religiosa, limitada nicamente
por medidas antiproselitistas; gozaban de una organizacin aut-
noma dentro de sus aljamas, en la cobranza y reparto de los im-
puestos que haban de satisfacer; sus asambleas dictaban leyes y
ordenamientos que eran aplicados en la comunidad por sus mis-
mos jueces.
A efectos de inspeccin real, los territorios en que se asentaban
eran divididos en comarcas, en las que gobernaba, representando al
Rey, el Rab de la Corte. El gobierno de las aljamas, o concejos
mayores y los thoras, o barrios, estaba en manos de un cuerpo
jerarquizado de funcionarios. Las asambleas capaces de dictarse
leyes, estaban formadas por los procuradores que elegan las al-
jamas.
Si estos derechos fueron conservados hasta el momento de su
partida, prcticamente fue as, el siglo xv vio florecer al mismo
tiempo disposiciones restrictivas, de apartamiento, que el ya citado
converso, Fray Alonso de Espina, enumera prolijamente: comer
o baarse juntos cristianos y judos, suministrar medicinas stos
a aqullos o testar aqullos en favor de stos; el ayuntamiento
carnal era drsticamente condenado; tambin le estaba prohibido
al judo tener en su casa servidores cristianos o utilizar nodrizas
de la misma condicin. Y tras un largo etctera, se llega hasta las
medidas de confinamiento en los recintos de las juderas.
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Un plazo de cuatro meses
El decreto de 31 de marzo de 1492 est trazado conforme al
esquema siguiente: (Vid. Apndice A).
...Porque Nos fuimos informados de que hay en nuestros rey-
nos ava algunos malos cristianos que judaizaban de Nuestra
Sancta Fe Catlica, de lo cual era mucha culpa de la comunicacin
de los Judos con los cristianos...
...Conosgimos que el remedio verdadero de todos estos daos
inconvenientes consiste en apartar del todo la comunicagion de
los dichos judos con los cristianos...
...Cuando algn grave detestable crimen es cometido por al-
gn Colegio Universidad, es rogn que el tal Colegio Universi-
dad sean disueltos aniquilados, los mayores por los menores
los unos por los otros punidos; que aquellos que pervierten el
buen honesto vivir de las cibdades villas por contagio puedan
daar a los otros, sean expelidos de los pueblos...
En razn de estas premisas, de indudable correccin formal y
coherencia con el espritu de la poca, los reyes aviendo vido
sobre ello mucha deliberacin.
...Acordamos de mandar salir a todos los judos de nuestros
reynos, que jams tornen, ni vuelvan a ellos.
...E porque los dichos judos judas puedan, durante l di-
cho tiempo fasta el fin del dicho mes de julio dar mejor disposi-
cin de s de sus bienes fagiendas, por la presente los tomamos
resgibimos s el seguro amparo defendimiento real los ase-
guramos ellos sus bienes, para que durante el dicho tiempo
fasta el dicho da, final de dicho mes de julio, puedan andar e
estar seguros, puedan vender trocar enagenar todos sus bie-
nes muebles races...
...E asi mismo damos ligengia facultad los dichos judos
judas que puedan sacar fuera de todos los dichos nuestros rey-
nos seoros sus bienes fagiendas por mar por tierra, en
tanto que non seya oro nin plata, nin moneda amonedada, nin las
otras cosas vedadas por las leyes de nuestros reynos, salvo mer-
caderas...
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Polticamente, tal vez supuso el triunfo y consagracin de la
faceta ms radical del temperamento espaol, probablemente ba-
sada en el primitivismo cultural del pueblo que despertaba de ocho
siglos de guerras, y que a ellas haba dado todo cuanto posea.
Culturalmente, el naciente reino de Espaa prescinda en sus
comienzos de un elemento valiossimo en los campos ms diversos
de las humanidades difcilmente compatibles con el espritu bli-
co: medicina, cartografa, astronoma, diplomacia, comercio, etc.
Econmicamente al fin, la expulsin de los mayores creadores
de riqueza en los ltimos siglos, de aquellos que monopolizaban el
comercio y las finanzas, en cuyas manos haban estado las hacien-
das reales y parte de las eclesisticas, fue desastrosa. Con los aos,
ellos mismos, desde otros puntos de Europa, iban a seguir lu-
crndose del recin descubierto imperio de las Amricas. Judos
espaoles controlaran al cabo de dos siglos, desde Holanda, la ma-
yor parte del comercio mundial. El imperio comercial tendido des-
de Amsterdam es hoy difcilmente imaginable para el siglo xvn.
All, el poeta Abrabanel, de la escuela espaola de Amsterdam,
deca a sus hermanos de raza:
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se llevaron parte de la cancin. Desde la cuna, el pequeo judo
oye arrullar a su madre:
Drmete mi alma
drmete mi vida,
que tu padre viene
con mucha alegra.-
Intentos de readmisin
De la situacin alcanzada en los reinos espaoles, los sefarditas
conservaron poco ms que la altivez y conciencia de nobleza de
sangre propia de los espaoles de la poca. Algunos, como los co-
merciantes que se radicaron en Amsterdam, alcanzaron de nuevo
23
la fortuna. Mientras tanto, el rey Felipe III expulsaba en 1609 a los
moriscos, asestando un nuevo rudo golpe a la economa peninsular,
esta vez sentido profundamente por la agricultura.
Aquellos tiempos de formacin de una conciencia nacional con
misin sentida de imperio, eran a buen seguro imposibles para
la tolerancia con las minoras. Sin embargo no deja de extraar
que soluciones tomadas en los siglos xv y xvil tuvieran mucha
ms humanidad que la ideada en este mismo siglo por el III Reich
alemn. Trgica irona de la dialctica histrica.
Cuentan del turco Bayaceto que viendo llegar a su imperio a
los sefarditas expulsados de Espaa, coment asombrado del rey
Fernando: Este me llamis rey poltico, que empobrece sus tie-
rras y enriquece la nuestra? El Conde-Duque de Olivares debi
discurrir siglos despus por pensamiento semejante, cuando en
tiempos de Felipe IV, recurri a los sefarditas de Salnica para
paliar la penuria econmica del reinado. Incluso parece que trajo
algunos a su lado, ante lo cual protest al Rey la Inquisicin. Di-
fcil momento poltico, con envergadura de hito histrico. El valido
del rey prometi a los judos la construccin de una sinagoga,
cuestin que hubo de defender de cara a la corte y al tribunal, ale-
gando razones de Estado. Pero el monarca, teniendo al Santo Ofi-
cio como propugnculo de la Fe Catlica, defensa y conservacin
de las buenas costumbres, opt por no romper la postura de sus
recientes mayores y, puede que en parte por este episodio, Oliva-
res cay en desgracia.
La propuesta no debi de ser caprichosa, pues en el siguiente rei-
nado, el secretario de Despacho Universal del Estado, Manuel de
Lira, expone ante el Consejo Supremo de Castilla el proyecto de
anulacin del edicto de Fernando e Isabel, de 1492, para procurar
la presencia de judos en los reinos de las Amricas. El ministro no
tuvo ms que aducir el ejemplo del imperio comercial holands. El
rey, Carlos II, dej tambin la cuestin como estaba.
De igual forma que la difcil situacin econmica aconsejaba a
los secretarios reales las paces con los judos, la postura de los mo-
narcas no puede ser comprendida sin tener presente el estado de la
opinin pblica sobre dicho tema. Porque aos despus, en 1713, el
primer rey Borbn espaol, Felipe V, vuelve a incidir en la misma
poltica de sus antecesores en el Trono, los Austrias, al estipular en
el Tratado de Utrech sobre Gibraltar que no se permitir en aque-
lla plaza la permanencia de moros ni judos.
Una pragmtica del ilustrado Carlos III, en 1782, pudo ser inter-
pretada tal vez como el punto de inflexin en aquella poltica ya
secular. Haban ido al Consejo de Castilla los moradores del barrio
mallorqu del Cali protestando ante la discriminacin de que en em-
pleos, tributos y honores eran objeto por ser descendientes de ju-
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dios. El rey, despus de ruidoso pleito, en que a los chuetas se opuso
el Ayuntamiento de la capital insular, prohibi bajo severas medi-
das, que se les injuriase de obra o palabra; orden la desaparicin
de todo vestigio de pasadas luchas monumentos, piedras, etc.,
al tiempo que mandaba abrir empleos, honras y cargos pblicos
a los hijos de antiguos conversos.
Pero el siguiente reinado se encarg de aclarar para la historia
que pocas cosas haban cambiado. El secretario de despacho de
Hacienda, don Pedro de Vrela, someti al rey Carlos IV en con-
sejo de ministros, marzo de 1797, un proyecto de admisin de
la Nacin Hebrea en Espaa, a la vista seguramente de los irre-
mediables males econmicos de la hacienda real, pues, como deca
el citado ministro, segn la opinin general, posee esta nacin
las mayores riquezas de Europa.
Sobre dichos dineros, segua argumentando, se lograr el so-
corro del Estado con el aumento del comercio y de la industria.
Y abrigaba esperanzas de que el ofrecimiento fuera debidamente
recogido, pues hizo ver al rey que los judos todava no haban
perdido de vista las ventajas y condiciones que de antiguo gozaron
en Espaa. En sntesis: para el ministro de Hacienda, el llama-
miento a los sefarditas deba hacerse por medio de un simple real
decreto, como por medio de otro decreto real haban sido expul-
sados, tres siglos haca entonces.
El decreto real lleg cinco aos despus, pero por otras mentes
inspirado, pues en l se restablecan, 27 de mayo de 1802, todas
las anteriores pragmticas y resoluciones antisemitas, al tiempo
que recordaba a todo tipo de autoridades la orden de impedir que
saltara a tierra o se internara en el reino judo alguno.
Pero sta iba a ser prcticamente la ltima medida dictada en
tal sentido. Con la entrada del pas en la era contempornea, que
si alguna fecha la pudiera precisar, buena es la de 1812, las Cortes
de Cdiz, adems de fijar para el vocabulario poltico universal
el trmino liberal, suprimen, en 1813, el 22 de febrero, el Tri-
bunal de la Inquisicin e introducen la libertad religiosa. Resta-
blecido aqul dos aos despus por Fernando VII, slo tuvo vida
para agonizar definitivamente al cabo de cinco ms. En sus exe-
quias, nadie se acord de los hebreos, ni tampoco de los frustrados
proyectos de Olivares, Lira y Vrela.
Andando los aos iban a ser judos alemanes, y en su nombre,
el rabino Philipson, de Magueburgo, quienes se dirigiran a las
Cortes Constituyentes de 1854, para pedir la derogacin del edicto
de los Reyes Catlicos. No venimos a reclamar las propiedades
que arrebataron a nuestros padres deca la peticin, ni los in-
apreciables bienes que nos quitaron, ni siquiera los templos que
nos fueron sagrados en un tiempo y cuyas cpulas divisamos to-
25
dava. Venimos solamente a borrar la afrenta de la expatriacin y
a impetrar la libertad de entrar en Espaa para aquellos de nues-
tros hermanos que quieran hacer uso de ella.
La splica no fue todava escuchada. Pero quince aos ms tar-
de, destronada la reina Isabel II, otras Cortes Constituyentes iban
a or eM2 de abril de 1869:
Al quitarnos los judos nos habis quitado infinidad de nom-
bres que hubiesen sido una gloria para la patria.
26
el dogma terrible de que los hijos son responsables de las culpas
de sus padres? Cree el seor Manterola que los judos de hoy
son los que mataron a Cristo? Pues yo no lo creo; yo soy ms
cristiano que todo eso.
Grande es Dios en el Sina; el trueno le precede, el rayo le
acompaa, la luz le envuelve, la tierra tiembla, los montes se des-
gajan; pero hay un Dios ms grande, ms grande todava, que no
es el magestuoso Dios del Sina, sino el humilde Dios del Calvario,
elevado en una cruz, herido, yerto, coronado de espinas, con la hiel
en los labios, y sin embargo, diciendo: "Padre mo, perdnalos,
perdona mis verdugos, perdona mis perseguidores, porque no
saben lo que hacen!" Grande es la religin del poder, pero es ms
grande la religin del amor; grande es la religin de la justicia im-
placable, pero es ms grande la religin del perdn misericordioso;
y yo, en nombre de esta religin; yo, en nombre del Evangelio,
vengo aqu a pediros que escribis al frente de vuestro Cdigo fun-
damental la libertal religiosa, es decir: libertad, fraternidad, igual-
dad entre todos los hombres. 11
La nueva poltica
Con el siglo xx, (Vid. apndice C), adems de la libertad reli-
giosa llegaron los medios de comunicacin que hicieron posible
a los espaoles de la Pennsula descubrir otros espaoles sin
patria, como llam el senador Pulido a aquellos hombres y mu-
jeres que se encontr en viaje por los Balcanes hablando un
curioso castellano, libresco y acartonado. Eran los sefarditas, dis-
27
persados ahora por todo el litoral Mediterrneo, pases balcnicos,
Francia y Pases Bajos, y por las Amricas. La primera sinagoga
neoyorquina, fue construida por sefarditas en 1730: la Sinagoga
Hispano-Portuguesa de Mili Street. Judos espaoles haban lle-
gado a la primitiva New Amsterdam, prcticamente una isla pro-
piedad de la Dutch West Indies Company, en 1654. Era veintin
personas que huan de la Inquisicin portuguesa del Brasil.
El doctor Pulido, maravillado por el descubrimiento hecho mien-
tras navegaba por el Danubio, sirvise de su condicin de senador
para dar a conocer en la Pennsula la existencia de aquellos espa-
oles sin patria. Y en 1909 se concedi autorizacin para levantar
sinagogas en Espaa. La primera abierta en el siglo xx fue debida
a la iniciativa del banquero Ignacio Bauer, que subsistira desde el
5 de febrero de 1917, en la madrilea calle del Prncipe, hasta que
fue saqueada casi treinta aos despus durante el frente popular
de la II Repblica.
No fue sta sin embargo la primera levantada en Espaa desde
la expulsin de 1492. En 1860, hebreos marroques refugiados en
Sevilla, rompieron la clandestinidad al abrir el primer templo
judo en tres siglos y medio, en el nmero 11 de la calle Lumbreras.
Como resulta evidente los tiempos haban cambiado. No exis-
ta problema judo. Es ms, muchos espaoles consideraban un
deber de conciencia buscar la reconciliacin con los descendientes
de aquellos doscientos mil que pagaron el precio de la unidad
nacional en el ya lejano siglo xv. El mismo rey Alfonso XIII se
dign aceptar la presidencia de honor de la creada Unin His-
pano-Hebrea, movimiento de hermandad destinado a estrechar
los tradicionales lazos entre ambos pueblos a travs de una inten-
sa labor cultural. En la Universidad Central de Madrid, por ejem-
plo, se cre una ctedra sobre civilizacin juda, que desempea-
ra el erudito sefard norteamericano Abraham S. Yahuda.
Lo que hasta entonces no pas del terreno histrico-cultural,
alcanzara bien pronto, con ocasin del Tratado de Laussane, 24
de julio de 1923, perfil poltico. Los sefardes diferenciados tnica,
cultural y litrgicamente de sus hermanos asquenazis, haban so-
brevivido perfectamente aislados dentro los pases de adopcin que
tomaron en el xodo espaol, refugiados en sus frecuentemente
brillantes comunidades. En estos rasgos de su carcter, lleno de sau-
dade por la ingrata Sefarad, estribe tal vez el increble hecho de
la conservacin del castellano como idioma familiar y de culto a
travs de varias generaciones. Por su dedicacin preferente al co-
mercio, la adquisicin de la nacionalidad de sus nuevos pases de
residencia no se hizo para ellos problema terminante. En la mayor
parte de los casos mantenan gustosamente un peculiar status
de protegidos espaoles, que les reportaba generalmente benefi-
28
cios de ndole diversa servicio militar, impuestos, etc.. De esta
forma y fundamentalmente en los pases balcnicos vinculados his-
tricamente al imperio otomano, vivan englobados con los cris-
tianos bajo la autoridad de los cnsules espaoles. Eran, pues,
el prototipo del protegido, plasmado en el rgimen de capitu-
laciones; es decir, en el reparto internacional de competencias,
a efectos internacionales tenan la condicin de espaoles, que, sin
embargo, no podan ejercer en la esfera nacional.
Pero el citado Tratado de Laussanne anulaba las capitulaciones
en Turqua n y con ello los sefardes quedaban al descubierto.
ste fue el motivo determinante del Real Decreto-Ley de 20
de diciembre de 1924, que con generosidad franca abri las puer-
tas de la nacionalidad de hecho y derecho a cuantos a l se qui-
sieron acoger. Disposicin anloga firmara Franco aos ms tar-
de al sancionar el Decreto-Ley de 29 de diciembre de 1948, conse-
cuencia de los Acuerdos de Montreux, de 8 de mayo de 1937, que
fijaban el ao de 1949 como trmino del rgimen de capitulacio-
nes en Egipto y Grecia. Mientras que el Real Decreto del 24 no
especificaba concretamente quines seran sus beneficiarios, el De-
creto-Ley del 48 estaba referido especialmente a los sefarditas. (Vid.
Apndice E).
Los frutos de ambas disposiciones son cuantificables en vidas
humanas. Por la primera se rescataron varios millares de judos
de las cmaras de gas nazis. La segunda sirvi de base para prote-
ger a centenares residentes en Egipto, aos ms tarde, durante el
conflicto rabe-israel en Oriente Medio.
29
tonces, la que verifiquen en los Registros diplomticos y consula-
res producir todos los efectos para el pleno disfrute de la nacio-
nalidad espaola.
Para hacer posible esta excepcin, el artculo segundo aclara-
ba el 25 del Cdigo Civil y modificaba el 101 de la Ley de Registro
Civil, al tiempo que ampliaba la enumeracin contenida en otro ar-
tculo de esta misma Ley sobre los actos inscribibles en los Regis-
tros diplomticos y consulares.
El artculo tercero estableca que, concluido el largo plazo de
seis aos, quienes no hubieran ejercido el derecho de gracia que
se les conceda, dejaran de tener la condicin de protegidos. Las
autoridades diplomticas y consulares no expedirn por ningn
concepto, pasado dicho plazo, certificado alguno relacionado con
proteccin que no est expresamente reconocida como vlida por
las naciones en que ese derecho pueda ser ejercitado autoriza-
damente.
La interpretacin de este ltimo prrafo es clara: el Real De-
creto pretenda dar una solucin al problema planteado en Tur-
qua, asumiendo generosamente a cuantos descendientes de espa-
oles quisieran tomar la nacionalidad de sus antepasados, pero sin
cerrar la puerta a quienes en las mismas circunstancias de origen,
no se vieran impelidos a optar entonces por la formalizacin de
su ciudadana espaola.
Y ese mismo sentido fue conservado en interpretaciones pos-
teriores, como puede encontrarse en diversas rdenes Circulares
aclaratorias del Ministerio de Asuntos Exteriores, por los aos
cuarenta. (Vid. Apndice D).
30
II. LA DESTRUCCIN DEL TEMPLO
31
de la citada Ley sobre la Sangre y Honor Alemanes, del ao 35, a
la prohibicin de relaciones sexuales entre cristianos y judos,
dictada por el Snodo de Sevilla (ao 306); o entre la Ley para la
Restauracin de los Funcionarios del Estado (7 de abril de 1933)
y la prohibicin de ocupar cargos pblicos los judos salida del
Snodo de Clermont (ao 535); o entre la autorizacin a las auto-
ridades locales para prohibir la estancia de los judos en la calle
determinados das (3 de diciembre de 1938) y el mandato similar
para la Semana Santa dictado por el Snodo de Orleans (ao 538).
La obligacin medieval que haca a los judos pagar tributo
a la Iglesia como los diezmos de los cristianos, fue aplicada por
los alemanes en los aos 40 y 41 en favor del Partido. La confi-
finacin a los ghettos del Snodo de Breslau (ao 1267) era plido
precedente de la orden firmada por Heydrich el 21 de septiembre
de 1939. La prohibicin del Concilio de Basilea (ao 1434) para
obtener ttulos acadmicos encontr tambin parangn con la Ley
contra la Saturacin de las Escuelas y Universidades alemanas
(25 de abril de 1933).
En sntesis, slo la moderna tecnologa y la falta de contem-
placiones a la hora de aplicar lo dispuesto, diferencian el antise-
mitismo alemn del medieval. Mientras ste tuvo caracteres de ge-
neralidad en Europa y en una poca en que se fraguaban las mo-
dernas naciones, el alemn de los aos 30 es el colmo de las bru-
talidades de un rgimen y cometidas en un siglo que ni uno ni otro
pasarn a la historia de la humanidad como modelos de convi-
vencia.
No est probado, ni parece tampoco seguro, que el antisemi-
tismo germnico se orientara desde su inicio al exterminio de los
judos europeos. La llamada solucin final fue probablemente
en gran medida producto de la guerra misma. Hitler necesit un
enemigo, un fantasma, al que achacar todos los males, complejos
y frustraciones de un pueblo vencido en la gran guerra del 14. El
mtodo no era original. Cosa parecida haban ensayado franceses
y rusos recientemente. Era la poca en que se editaban con xito
los increbles Protocolos de Sin. El judo sera capaz de asumir
todo lo negativo que estaba a la vista del pequeo burgus, como
en tiempos medievales eran para el pueblo llano los envenenado-
res de fuentes y causantes de las pestes.
En el siglo xx las pestes tenan nombres menos concretos: bol-
chevismo y capitalismo, liberalismo y antimilitarismo, libertad de
prensa, prostitucin, lucha de clases y mezcla de razas. Todo ello
iba a ser para el pueblo alemn obra del judaismo, envenenador
universal de todos los pueblos, como seguira diciendo Hitler
hasta en su testamento.
El enemigo estaba por otra parte convenientemente concebido.
32
Era una minora contra la cual exista una larga acumulacin de
prejuicios; eran lo suficientemente fuertes como para ser temidos,
pero lo suficientemente dbiles como para ser atacados con im-
punidad. Considerada en este aspecto, la teora racial no fue ms
que un recurso sociolgico para unificar a la sociedad alemana,
orientando todos sus antagonismos hacia un solo enemigo que po-
da ser fcilmente exterminado. 2
Y as se convirti el judo en destinatario del resentimiento
proletario contra los patronos, y del patronal contra las entidades
financieras. Fue el explotador de los pequeos comerciantes, dila-
pidador del erario pblico y, siempre, perverso sexual. Si el judo
no hubiera existido, el antisemita lo habra inventado, comenta
Sartre.
Los nios aprendan de memoria en las escuelas:
33
3
Grynszpan, cuyo hijo, el 7 de noviembre se veng con la muerte
del diplomtico Von Rath en la sede de la embajada alemana de
Pars, incidente que dara lugar a la llamada noche de cristal.
La ancdota provoc, adems de centenares de saqueos, incen-
dios y otras violaciones a propiedades judas en el Reich, la im-
posicin de una multa expiatoria juda, por la muerte del secre-
tario de embajada citado, quien as, desde el otro mundo, report
al erario alemn ms de 1.126 millones de marcos.
Los desmanes de aquella noche dieron pretexto para decretar
las arianizacin de los bienes comerciales judos. Con el fin de evi-
tar las plusvalas que pudieran originar las pujas se forz a los
compradores a formar un frente nico y entre ellos se distribuy
la subasta. En el ao 1939 la operacin haba terminado.
Quienes desde un principio eligieron el xodo, tuvieron que
pagar la cuarta parte del importe de sus respectivas bases imponi-
bles fijadas en el ao 1931. Las medidas contra la fuga de ca-
pitales reportaron 900 millones de marcos.
A la discriminacin y arianizacin de bienes sucedi la concen-
tracin. Primero les fue vedado a los judos el uso de balnearios,
playas, teatros, coches-cama, transportes pblicos, etc. Luego (no-
viembre, 1938) s pens en los ghettos. Slo el temor a posibles
epidemias retras la aplicacin de este tipo de confinamiento, que
fue momentneamente suplido por la prohibicin de transitar las
calles durante la mayor parte del da. Y para que no quedara duda
de quines eran los perseguidos, a partir del 17 de agosto de 1938,
todos los judos tuvieron que aadirse un segundo nombre: Israel;
y las judas, Sara. En el mismo ao, sus pasaportes fueron marca-
dos con una J roja, de tres centmetros de altura, en la primera
pgina.5
Un ao despus, en Polonia, se decretaba la imposicin de un
distintivo en las ropas (brazalete blanco con una estrella de David
en azul). El 1 de septiembre de 1941, la medida se aplicaba en el
Reich: plastn de fondo negro con estrella amarilla, cosido en la
parte superior izquierda de las ropas. Avanzada la guerra, la Estre-
lla de David fue grabada sobre las puertas de las casas en que viva
un judo.
Las deportaciones ya haban comenzado. Desde octubre de 1939
a la primavera del 41, a Polonia. Despus, los campos de concen-
tracin y exterminio. En territorio polaco, tanto los recin llegados
34
como los hasta entonces residentes en pequeos pueblos, fueron
distribuidos en ghettos, partes viejas de las grandes ciudades, apro-
vechando frecuentemente su proximidad a las zonas industriales.
La situacin tena aires de provisionalidad, pues mientras la mar-
cha al Este se llevaba a cabo, Eichmann fue encargado de panificar
la deportacin masiva de todos los judos europeos a la isla de
Madagascar. El fracaso del fantstico plan iba a dejar la puerta
abierta a la solucin final.
El Plan Madagascar haba surgido en su primera versin den-
tro del gobierno polaco que, en 1937 lleg a enviar a la Isla una
comisin investigadora. El informe no fue demasiado favorable
y la idea, abandonada. Pero en marzo de 1940, el gobernador gene-
ral Frank, comunicaba al Fhrer que la capacidad del Gobierno
General para la absorcin era limitada. El pas contaba entonces
con un 10,5 % de poblacin juda.6
A partir de este momento, resulta especialmente cruel la revi-
sin actual, tanto de aquella poltica como de la respuesta que
mereci en los pases aliados. Nada serio hace pensar que desde
un principio el rgimen alemn buscara el extermio. Esto, siem-
pre problemtico, sigui sindolo una vez ocupadas Polonia, Aus-
tria y Checoslovaquia tambin. A ello, quiz ms que razones hu-
manitarias, deba impulsar la propia imagen exterior y fundamen-
talmente la opinin de Norteamrica, todava no beligerante.
Pero los aliados jugaron la carta del absurdo. La respuesta nazi
del exterminio no entraba en sus predicciones, como tampoco
poda caberles a los mismos judos. Sobre la ignorancia de muchos
de stos resulta sarcstico el informe que un oficial de la Inteligen-
cia Alemana escriba desde la Rusia Blanca en julio de 1941: Los
judos estn muy mal informados acerca de nuestra actitud hacia
ellos. Con frecuencia nos preguntan si en Alemania establecemos
distinciones entre judos y dems ciudadanos. 7
En este punto, la historia jug a los hebreos una mala pasada,
A los judos de la Rusia Blanca todo lo malo les haba venido del
pas de los zares, y para ellos Alemania haba sido refugio seguro.
Por eso, cuando ambas potencias decidieron ahora repartirse Po-
lonia y su rea de influencia, muchos de los judos pertenecientes
a la zona sovitica corrieron hacia su misma tumba al querer pro-
tegerse en la alemana.
Cuando terminada la vivida pesadilla, testigos y supervivientes
echaron la vista atrs, llovieron las acusaciones y lamentos desen-
gaados. Cuntos cayeron vctimas de la solucin final tras
35
haber llamado en vano a la puerta de otros pases? 8 Una obra
sobre los orgenes del Estado de Israel acusa con alguna precipi-
tacin: Ningn pas dio bienvenida a los fugitivos, algunos de los
cuales fueron almacenados como bestias en las fronteras. 9
El 13 de diciembre de 1942 escriba Goebbels en su Diario:
Americanos e ingleses vuelven a dar prioridad al problema de la
persecucin juda en Europa... Creo, sin embargo, que en el fondo,
unos y otros se alegran de que estemos exterminando a la canalla
judaica. 10 Aquel mismo ao, en abril, Estados Unidos fijaba una
cuota anual de inmigracin para alemanes y austracos: 27.370
personas.
Los judos volvieron entonces su vista hacia Palestina, cuyo
mandato obligaba de alguna forma a Gran Bretaa a establecer
all un hogar nacional para el pueblo judo.11
Desde el ao 23 hasta el 35, las cifras de inmigrantes, con alti-
bajos, haban ido creciendo hasta totalizar en el ltimo citado
61.854 personas. Las entradas ilegales eran tambin numerosas y
poco controladas por las autoridades britnicas... hasta 1938. Los
incidentes de la noche de cristal y la proximidad de un enfren-
tamiento blico generalizado, provocaron un cambio en la poltica
de la potencia mandataria, preocupada a partir de ahora por no
enajenarse definitivamente la amistad de los pases rabes, siem-
pre recelosos frente al hogar judo, y simpatizantes en principio
de los nazis. Al margen de cuestiones morales, Inglaterra se en-
contraba con dos elementos antagnicos que conjuntar: acoger
cumplimentando el Mandato sobre Palestina a los judos per-
seguidos, y cuidar la opinin de los pases rabes. Sabiendo de
antemano que mientras estos ltimos podan evolucionar desde
su postura germanfila y hacerse pro-aliados, y que los judos,
36
pasase lo que pasase, siempre seran antinazis, resolvi el dilema
con ms sentido pragmtico-poltico que humanitario. El Libro
Blanco sobre Palestina (mayo de 1939) content a los rabes, al
limitar la entrada de judos mediante una cuota poco generosa:
75.000 inmigrantes distribuidos en cinco aos.
La Comisin Permanente de Mandatos estim que el Libro
Blanco violaba los principios contenidos en la Carta Palestina, y
requiri del Consejo de la Sociedad de Naciones su aprobacin ex-
presa. Con todo ello, la poltica britnica fue llevada a cabo con
firmeza. Sin resultados positivos, fue solicitada en vsperas de es-
tallar la guerra, la emigracin de 30.000 nios residentes en terri-
torios amenazados por Alemania, pese a aadir la peticin que la
cifra fuese contabilizada dentro de la cuota quinquenal antes cita-
da. La Marina britnica, ya estallado el conflicto, encontr tiempo
todava para patrullar las costas palestinas interceptando inmigra-
ciones no controladas. As se hundi el Patria, con 1.771 perso-
nas a bordo, frente al puerto de Haifa, construido por sefarditas
de Salnica poco tiempo antes.
Tras la invasin de Polonia (3.750.000 judos), Austria (180.000),
Holanda (115.000), Blgica (44.000), Francia (270.000), y luego el
frente de Rusia (660.000 judos) y Checoslovaquia (360.000), etc., el
problema de las deportaciones se hizo irresoluble en sus trminos.
Las nuevas cifras rebasaran todo tipo de organizacin para las eva-
cuaciones, traslados, etc., por planificados que estuvieran sus ser-
vicios. La Oficina Central para la Emigracin Juda de Viena, crea-
da por Eichman, hizo salir del pas en ocho meses a 100.000 judos.
Una similar fue instalada en Praga. Pero los convoys eran ms
escasos y la guerra requera cada vez ms atenciones.
En el verano del 41, todos estos factores, la beligerancia de
los mismos judos n y la entrada en el conflicto de Norteamrica
produjeron un giro histrico en la persecucin del pueblo hebreo.
Las deportaciones se trocaron en exterminio. De los ghettos se
pasara a los campos de trabajo y de la muerte. La solucin final
estaba contenida en a orden de Goering a Heydrich, de 31 de julio
de 1941. Seis semanas antes haba comenzado la invasin de Rusia
y, con ella, el exterminio indiscriminado de judos mediante los
llamados Batallones Mviles de Ejecucin.
Los nuevos mtodos adoptados ante el problema judo fue-
ron objeto de varias conferencias mixtas en las que participaban
secretarios de departamentos ministeriales afectados de alguna
forma y representantes de los gobernadores de territorios ocupa-
37
dos. En la primera de ellas (Conferencia Wesel, 20 de enero de
1942), Heydrich, plenipotenciario para la preparacin de la solu-
cin final del problema de los judos en Europa, expuso el si-
guiente esquema, ilusoriamente aplicable a los once millones de
judos europeos, incluidos en el total, no slo los residentes en
pases aliados u ocupados, sino los neutrales, como los 6,000 que
cit de Espaa, y los de Inglaterra y Rusia:
38
sidida por Eichmann, se revisaron los informes tcnicos elaborados
sobre el caso, y se resolvi la obligacin voluntaria que los mes-
tizos susceptibles de procrear tenan de esterilizarse. Los supues-
tos informes tcnicos no eran vlidos; centenares de personas per-
dieron la vida en los primeros ensayos, y la medida fue posterior-
mente relegada a un segundo plano.
Tambin quedaron de alguna forma exentos del camino hacia
las cmaras de gas los judos empleados en fbricas de armamen-
to. El 11 de mayo del 42, Goebbels se lamentaba en su Diario de
que quedaran todava en Berln unos 40.000, y de su dificultad
tctica para prescindir de ellos.
El mtico Este era, naturalmente, Polonia, donde desde un prin-
cipio se instalaron los campos de la muerte, dos en el rea In-
corporada al Reich (Auschwitz y Chelmo) y cuatro en el Gobierno
General (Treblinka, Sobibor, Majdanek y Belzec). A ellos llegaban
diariamente por lo general, sobre todo a partir del verano del 42,
trenes cargados con varios millares de judos.
Describir lo que sigue es ocioso ya en este libro, y su mismo
recuerdo, irritante. Baste, pues, el informe de un caso cualquiera,
en cualquier campo, cualquier da, escrito por un oficial de las SS
en misin de inspeccin. Entretanto, las potencias aliadas perdan
el tiempo discutiendo en las Bermudas.
39
A las preguntas acerca de qu suerte les esperaba, responde;
"Naturalmente, los hombres tendrn que trabajan, construir casas
y caminos. A las mujeres no se les obligar a hacerlo: se ocuparn
de la casa, de la cocina" Para algunos de estos desgraciados era
una nica y pequea esperanza, suficiente para hacerles caminar
sin resistencia hacia las cmaras de la muerte. La mayora sabe
a qu atenerse; el olor les anuncia su suerte. Suben por una escale-
rilla y lo ven todo. Vacilan, pero entran en las cmaras de la
muerte, empujados por los dems que vienen detrs, o por los
ltigos de los SS, la mayora sin decir una palabra. Muchos rezan.
Yo rezo con ellos. Deseo entrar tambin en la cmara de gas, de
padecer con ellos aquella misma muerte. Se hubiera encontrado
en la cmara de gas a un oficial SS de uniforme; se atribuira a
un accidente, y el hecho quedara archivado. Pero no puedo ha-
cerlo an. Antes he de dar a conocer lo que estoy viendo aqu. Las
cmaras se llenan. "Apretarse bien", ha ordenado Wirth. La gente
est tan prieta que unos pisotean los pies de otros; 700-800 en un
espacio de cuarenta y cinco metros cbicos. Los gases de escape
del Diessel estn destinados a matar a los desgraciados. Pero el
motor no funciona. Llega el capitn Wirth. Se ve que est descon-
tento de que la avera se haya producido hoy, porque yo estoy aqu.
Pasadas dos horas y cuarenta y nueve minutos, el reloj lo ha re-
gistrado exactamente, el Diessel se pone en marcha. Pasan vein-
ticinco minutos. Muchos han muerto ya. A los veintiocho minutos,
quedan pocos con vida. Transcurridos treinta y dos minutos, todos
han muerto.
Por el otro lado, los hombres del comando de trabajadores
abren las puertas de madera. Para desempear este terrible ser-
vicio se les ha prometido, incluso a los judos, la vida salva y,
adems, un pequeo porcentaje de los valores hallados. Dos do-
cenas de dentistas armados de garfios se ocupan de revisar las
bocas. Oro, a la izquierda; sin oro, a la derecha.
...Seguidamente marchamos en automvil hacia Varsovia. All,
cuando intentaba, intilmente, conseguir una litera, encontr ya
en el tren, al secretario de la embajada de Suecia en Berln, barn
von Otter. Bajo la impresin todava fresca de las atrocidades
que acababa de presenciar, se lo cont todo, rogndole que inme-
diatamente lo comunicase a su gobierno y a los aliados, ya que
cada da de retraso representaba la muerte de miles y miles de
seres humanos. Intent igualmente poner al corriente de estas
cosas al Nuncio de Su Santidad en Berln. Se me pregunt si era
soldado. Despus me fue negada la entrevista, y me invitaron a
abandonar la sede de la Nunciatura. He contado todo esto a cen-
tenares de personas, entre ellas al doctor Winter, auxiliar del
40
obispo catlico de Berln, rogndole que lo pusiera en conocimien-
to del Papa. 14
41
III. E L CAMINO DE LA LIBERTAD
43
vil del 36-39. Los alimentos de primera necesidad eran objeto va-
lioso de un tan perseguido como floreciente mercado negro. El
tabaco se adquira en colas. Todo estaba racionado.
Un conocido novelista 4 dibuja as la Espaa de aquellos aos:
Muchos factores se haban confabulado para que tal situacin
se produjese: las necesidades de la postguerra; la dureza de aquel
invierno; la guerra internacional. Esta ltima cortaba de raz las
fuentes de suministro que hubieran podido hallarse en otros pa-
ses. Nada poda llegar por la frontera francesa. Y en cuanto al
mar, era un mar plagado de minas magnticas y buques de vigi-
lancia, hasta el punto de que los pocos mercantes espaoles que
iban a Amrica, haban sido pintados con los colores de la ban-
dera nacional, para que su neutralidad fuera reconocida y respe-
tada.
De modo que el racionamiento impuesto por la Delegacin de
Abastecimientos y Transportes iba hacindose cada da ms rigu-
roso, con la consiguiente alarma del vecindario y el aumento de
la especulacin. Ya Amanecer diario local dedicaba entera la
segunda pgina a resear las consabidas instrucciones: Hoy repar-
to de arroz; maana, de garbanzos; pasado maana, de alubias.
Prcticamente todo estaba intervenido, incluso el material ptico,
y se haba creado un organismo denominado Servicio Nacional
del Trigo para controlar la distribucin de la harina y la elabo-
racin del pan. Para la circulacin de determinados productos se
expedan guas especiales. Se hablaba de la cebada como suced-
neo del caf, de suerte que, en el Nacional, el camarero Ramn
gritaba ya: fUn exprs de cebada!
...E1 Gobernador opt por aadir, al clsico sistema de las
multas, el del bochorno pblico: hizo estampar en el peridico el
nombre y los apellidos de los infractores. Pero no haba forma de
detener el alud. Los fabricantes de embutidos utilizaban carnes
residuales. El Gobernador quera asegurar por lo menos el sumi-
nistro del pan y del aceite, por considerarlos artculos bsicos, pero
no consegua evitar las ms extraas mezclas.
A otro nivel, Toynbee,5 testimonia: A principios de septiembre
de 1940 se haban agudizado las necesidades de Espaa de gne-
ros alimenticios y de materias primas. Algunas fbricas de tejidos,
por ejemplo, slo podan trabajar dos das por semana y una cose-
cha desastrosa haba producido la falta en el pas de un milln
de toneladas de trigo.
Baste finalmente citar las palabras del historiador Vcens Vi-
ves: Jams las cifras estadsticas, a pesar de reflejar el descen-
44
so de la agricultura y la ganadera, hablarn de los sacrificios im-
puestos a las poblaciones urbanas por el dficit crnico de los
abastecimientos. 6
La neutralidad espaola durante la I Guerra Mundial supuso
grandes fortunas y un general incremento de la economa nacional.
La neutralidad espaola durante la II Guerra Mundial signific
slo una cosa: la supervivencia de una nacin deshecha por su
propia tragedia tan reciente.
Un pas en aquellas circunstancias no poda ser liberal ni bien
administrado; era slo un pueblo que se alumbraba a s mismo.
Original, como siempre, su sistema poltico difera notablemente
de los esquemas mentales que haban movilizado a sus antiguos
aliados durante la guerra civil: Alemania e Italia. De nazismo en
Espaa no cabe hablar, y el fascismo era en todo caso ms aparen-
te y superficial que realmente esencial.
Un testimonio
Mrs. E. Heller, escriba en una carta aparecida en el Jewish
Chronicle, de Londres, el 15 de julio de 1960:
En 1941, el general Mojica, jefe entonces del gabinete diplo-
mtico del Protectorado, me dijo en su despacho de Tetun: "Si
alguien le dice alguna vez que nosotros estamos con los alemanes
recuerde que los alemanes nos ayudaron en nuestra guerra y nos
piden ahora, como pago a sus servicios, que no controlemos ex-
cesivamente su propaganda en Espaa y en el Marruecos espaol,
pero en tanto en cuanto el Gobierno espaol est en el poder, nin-
gn judo refugiado del nazismo sufrir el menor dao". Y los
espaoles cumplieron su promesa, termina la seora Heller.
La repugnancia hacia los principios nazis es incluso patente
hasta en hombres tildados de germanfilos, como Serrano Ser,
quien proclamaba sin vacilacin, que las teoras fascistas son
herticas para la moral cristiana.7 En 1943, el siguiente ministro
espaol de Asuntos Exteriores escribira al embajador norteame-
ricano, Carlton Hayes: Las ideas nacional-socialistas, contrarias
al espritu cristiano que informa al Estado espaol... 8
Para valorar en su autntica dimensin el comportamiento
espaol hacia el pueblo judo durante la Segunda Guerra, no es
en ningn cas suficiente el examen de las condiciones materiales
45
en que viva el pas. A este importante factor habra que aadir el
cariz de las relaciones hispano-germanas durante la poca y, por
aadidura, el comportamiento de gran parte del pueblo judo
durante la guerra civil espaola. Si lo primero reduca considera-
blemente el campo de maniobra, y en numerosas ocasiones impidi
de hecho llevar a cabo determinadas acciones al gobierno espaol,
el segundo punto era fuente de recelos en muy amplias esferas,
e incluso en departamentos oficiales, especialmente en los encar-
gados del orden pblico.
La neutralidad de Espaa durante la contienda mundial dif-
cilmente poda ser asimilada por Alemania, que se consideraba
acreedora por la ayuda prestada a los nacionalistas durante la
guerra civil. Ello, y los rasgos totalitarios del incipiente rgimen
espaol alineaban tericamente a la Pennsula con las fuerzas
del Eje. Por tanto, la neutralidad, adems de incomprensible, lleg
a ser irritante para Hitler, hasta el punto de decir tras la cono-
cida entrevista de Hendaya, que prefera que le sacasen varias
muelas a volver a hablar con Franco.
A la dificultad inherente al mantenimiento de aquella neutrali-
dad vino a sumarse entre los aos 1940-43 el peligro de la invasin
nazi. Al fallido plan Flix para la destruccin de la base brit-
nica en Gibraltar, se sucedieron en el tiempo el Isabella, liona
y Gisela. Para todos ellos llegaron a estar dispuestas las divisio-
nes correspondientes y ultimados los planes tcticos. Tal vez la
multipolarizacin de los esfuerzos alemanes en tan diversos como
lejanos frentes, y, al fin, el desembarco aliado en la fortaleza eu-
ropea, frustraron los intentos de Hitler para enseorearse sobre
un territorio neutral que, an sindolo, su Gobierno a duras penas
poda liberarse de las presiones a que se hallaba sometido. Con
todo ello, la existencia de aquellos planes estratgicos alemanes
era un dato con que tena que contar el Gobierno espaol. Y en
algn caso, como se ver, incidieron directamente en las opera-
ciones de rescate.
46
riorizado su afecto por la Espaa Nacional... llegando incluso a
hacer donativos en su favor. Hay un gran nmero de sefarditas
que no se han mostrado partidarios nuestros, pero que tampoco
nos han combatido.
El representante en Bucarest, al informar el 9 de mayo de
aquel mismo ao sobre la actuacin de cada una de las familias
sefardes en aquella nacin, emita el siguiente juicio: Han pro-
bado no haberse hecho acreedores al honor que se les hizo al
otorgrseles la ciudadana espaola. Este comentario ltimo, sin
embargo, parece suscitar de inmediato un informe del MAE, que
el 24 de junio, seala: Por el mero hecho de haber obtenido la
nacionalizacin espaola con arreglo a la legislacin entonces vi-
gente, dichos nacionalizados continan teniendo por principio, de-
recho a que se les expidan documentos como tales espaoles na-
turalizados.
Ms tajante an es la doctrina expuesta en el informe del Ser-
vicio Nacional de Poltica y Tratados, MAE, el 1 de diciembre de
1938: Desde el momento en que cualquier judo est en posesin
de la nacionalidad espaola, es difcil, sin contrariar un principio
consuetudinario y conforme a moral, negarle la entrada en su
propia patria.
Recientemente este Ministerio, teniendo que resolver sobre la
conducta que deban observar nuestros representantes en el ex-
tranjero con los espaoles desafectos a la Causa, sin vacilar resol-
vi autorizarles a volver a Espaa, aunque hubieran sido abierta-
mente hostiles al Movimiento, porque la pena de extraamiento
del territorio nacional se reserva de ordinario a los Jefes de Es-
tado o a personalidades eminentes, cuya presencia puede consti-
tuir un riesgo para el orden pblico y la seguridad del Estado. No
cabe decirle al judo espaol que su patria de adopcin le cierra
sus puertas.
Al margen de las razones jurdicas, una causa poltica de este
espritu comprensivo, tan inslito en la Europa de la poca, puede
rastrearse ya el 19 de julio de 1938:
47
Por todo ello, la situacin en que iba a desarrollarse la protec-
cin espaola a los judos perseguidos por Hitler, era la menos
favorable objetivamente de cuantas pudieran imaginarse. Por lo
que al protector se refiere, tena sobre s todas las necesidades
materiales posibles, como lgica consecuencia de la guerra civil
que acababa de concluir; destrozos que el ex Presidente de la II
Repblica, Manuel Azaa, haba aventurado irreparables en el
futuro.
Quienes seran protegidos, genricamente hablando, no se ha-
ban granjeado precisamente el reconocimiento del nuevo rgimen
con su actuacin durante los tres ltimos aos.
Y el clima en que la acogida y proteccin tendra lugar era
vctima de las presiones nazi y fascistas, que ms que pretender
evitar la tarea humanitaria del salvamento y rescate buscaban la
alineacin de Espaa con los mismos exterminadores.
Respuesta aliada
Pero el comportamiento aliado no facilit tampoco las cosas.
Poda un pas en aquellas circunstancias acoger un nmero ilimi-
tado de refugiados?
Hayes, embajador norteamericano en Madrid, escribe: Al am-
parar a los refugiados, Espaa se expona abiertamente a la acu-
sacin de proteger en su propio territorio el reclutamiento de fuer-
zas armadas para los aliados y contra el Eje y, por lo tanto, de
violar las leyes de la neutralidad. Por otra parte, las posibilidades
de Espaa para albergar y alimentar a tan enorme afluencia de re-
fugiados eran bastante reducidas... 9
Espaa fue efectivamente acusada por Alemania no ya slo de
permitir el reclutamiento de combatientes y cuadros de resistencia
en su territorio, sino incluso de dirigirles a sus propias expensas
a campos de operaciones.10
Y adems parece evidente que necesitaba el auxilio de los pases
aliados para evacuar las oleadas de inmigrantes. De esta situacin
no se libraba el resto de los pases europeos no ocupados por los
nazis.
Cul fue la respuesta de Suiza, por ejemplo, a anloga situa-
cin? Harrison, plenipotenciario norteamericano en Berna, escri-
ba al Departamento de Estado, incluso antes de la gran avalancha
de refugiados del ao 43: Las autoridades federales han dado r-
denes a la polica de fronteras para que ejerzan un control ms
48
estrecho sobre la entrada de inmigrantes que huyan a causa de
discriminaciones raciales o econmicas. Varios de los 300 refugia-
dos que entraron ltimamente fueron enviados a su pas de proce-
dencia. Ante las crticas que esto produjo, Suiza ha alegado que
slo 30 de los 5.200 refugiados que entraron en 1942, han salido
hacia Estados Unidos. El Jefe de la Polica ha declarado que dado
que Suiza slo puede admitir refugiados que estn capacitados
para marchar a otro pas, no podemos convertir nuestro pas en
una esponja que absorba el 80 90 por ciento de los refugiados
judos. Parece que las autoridades federales estn reforzando la
guardia en sus fronteras para detener el paso ilegal de extran-
jeros que no posean visados vlidos. n
El relato del embajador USA en Madrid es ms escueto a este
respecto: Jams cerr el Gobierno espaol sus fronteras a los
refugiados, y antes bien, permitiles entrar y cruzar el pas sin
inspeccionarles.12 El historiador de la Universidad Hebrea de
Jerusalem, Haim Avni, basndose en tres cuestionarios del Archivo
Central de la Organizacin Sionista, escribe sin embargo que hasta
el otoo de 1942 ocurren casos de rechazo de refugiados ilegales,
mientras que desde esa fecha en adelante mantiene Espaa abier-
ta su frontera para todos los que escapan clandestinamente de las
manos de los nazis. D
Los gobiernos aliados se mostraban en principio conformes con
hacerse cargo de los inmigrados britnicos, franceses o de aquellos
otros en edad militar y dispuestos a engrosar las filas en los fren-
tes, todo ello despus de una minuciosa investigacin sobre sus
personalidades. El nmero de los que podan ser admitidos en
Amrica o Inglaterra era limitado con severidad comenta Ha-
yes. Adems, debido a las condiciones de guerra a que estaba
sometido el Mediterrneo durante el ao 42-43, era imposible or-
ganizar su traslado a Palestina, y el conocimiento de que los ale-
manes filtraban entre sus filas numerosos espas, hizo a las auto-
ridades aliadas del Norte de frica muy reacias a su recepcin
sin un control muy riguroso.
El problema de los apatridas es reconocido por sir Samuel
Hoare, embajador britnico en Madrid y autor de una rocambo-
lesca interpretacin de la labor de Espaa durante estos aos.
Lord Templewood dice que despus de los franceses, el grupo
ms numeroso lo constituan los apatridas judos, que eran en casi
11. Foreign Relations of the United States, 1942, Vol. I, pg. 469.
12. Ibid, pg. 145.
13. HAIM AVNI, La salvaran de judos por Espaa durante la segunda
guerra mundial, Actas del Primer Simposio de Estudios Sefardes, Instituto
4rias Montano, Madrid, 1970, pg. 84,
49
4
su totalidad alemanes y austracos antinazis. Su llegada cre un
problema casi insoluble. Era imposible para nosotros encontrar
su historia personal y ningn pas aliado estaba dispuesto a acep-
tarlos.14
En efecto; el mismo embajador, el 18 de enero de 1944 mani-
festaba al ministro espaol de Asuntos Exteriores, Jordana, su
agradecimiento por la humanitaria labor con los refugiados y se
mostraba dispuesto a hacer lo posible para organizar su salida
de Espaa. Estoy segure sin embargo continu de que V.E.
se dar cuenta de que en condiciones de guerra, las autoridades
britnicas no pueden permitir la entrada de emigrantes en terri-
torios bajo su mando sin el previo y ms minucioso examen de
cada caso. Territorio bajo mandato de las autoridades britnicas
era Palestina.
El punto de vista oficial norteamericano en el invierno del ao
42, tampoco contribua a resolver la situacin. La poltica general
del gobierno de los Estados Unidos en los momentos actuales es
que el socorro a los refugiados en la zona norteafricana quede
subordinado al control militar, escriba el Secretario de Estado
al Embajador en Londres. Y ms adelante continuaba por lo que
respecta a los refugiados que se encuentran actualmente en Es-
paa, no se considera prctico enviar a ninguno de ellos a frica
del Norte, y ciertamente ninguno debe ser trasladado hasta que el
movimiento no sea aprobado por el General Eisenhower y las
autoridades francesas locales. I5
El tema fue abordado en la Conferencia de las Bermudas,
(marzo-mayo, 1943), en la que la delegacin britnica pidi que
se hiciera todo lo posible para no cegar el canal de salida de re-
fugiados que representaba Espaa, donde haba en aquellos mo-
mentos veintin mil y, pensando en evacuarlos a travs del norte
de frica, peda resolver el consiguiente problema de transporte.
El 26 de abril del ao 43, el Alto Estado Mayor Conjunto es-
criba al Secretario de Estado objetando diversas razones para el
traslado. Entre otras, deca que supondran una carga administra-
tiva para las autoridades y el Mando Superior del Norte de fri-
ca; que requeriran envos continuos de alimentos, para lo cual no
se contaba con los buques suficientes; y, por ltimo, que la llega-
da de un nmero considerable de judos a tierras musulmanas
poda perturbar el orden.16
El 1 de septiembre de 1943, el general Eisenhower autorizaba
la utilizacin del campo del Mariscal Lyautey para albergar a los
50
refugiados en Espaa. Pero ahora iban a ser los franceses quienes
demoraran el funcionamiento de esta pequea vlvula de escape.
Veinticuatro das despus del informe del vicecnsul americano en
Argel que transmita la autorizacin del general, el Secretario de
Estado USA comunicaba a su embajador en Espaa que las auto-
ridades francesas no haban dado an su consentimiento para la
utilizacin del citado campamento. ste lleg al fin, pero con la
imposicin de trabas y limitaciones de diversa ndole que haca
el destino muy poco halageo para quienes en Espaa, a pesar
de su situacin no dejaban de disfrutar de alguna libertad, se-
gn el mismo Secretario de Estado americano.17
Bien es verdad que la libertad que en la Pennsula podan tener
los ms, era sencillamente ia de seguir viviendo. En dos grupos
cabra clasificar a los millares de judos refugiados en Espaa.
Una quinta parte, aproximadamente, lleg conservando medios de
fortuna propios, bien situados en bancos extranjeros e incluso
frecuentemente, cosidos en las ropas, cinturones o sombreros. Ello
les permiti una mayor libertad de movimientos, alquilar pisos,
instalar algn negocio incluso, y, sobre todo, procurarse un pasaje
martimo para el otro lado del Atlntico, Venezuela, Brasil o los
mismos Estados Unidos.
Campamentos de asilo
Pero la inmensa mayora pas ios Pirineos, abrupto Mar Rojo
de circunstancias, con muy poco de qu vivir. Sobre stos se volc
la ayuda de las organizaciones de socorro internacionales. Por
agravar ms la situacin, gran parte eran apatridas, recin pri-
vados de su nacionalidad en la mayora de los casos por las leyes
de Hitler. En esas circunstancias, su futuro dejaba poco resquicio
a la esperanza.
Testimonio interesante de aquellas circunstancias acaba de
ofrecerlo recientemente el periodista norteamericano Tad Schulz:
Hace casi un cuarto de siglo antes, semana ms o menos, hice
mi primera visita a Madrid. Tena entonces catorce aos y mi ma-
dre y yo huamos de Francia adelantndonos a las tropas nazis que
avanzaban. Habamos cruzado la frontera franco-espaola en pleno
Pirineo y tomamos un destartalado autobs que nos llev por tor-
tuosas carreteras de montaa hasta un pueblo cerca de Lrida.
All pasamos la noche en la casa de una bonita joven mujer siem-
pre vestida de negro. Su marido haba resultado muerto en la Gue-
rra Civil, que haba terminado haca poco ms de un ao, pero
51
nunca me enter de qu lado haba luchado. En aquel entonces
no sabamos nada de espaol pero la viuda y su familia nos mos-
traban su compasin y simpata con gestos y sonrisas. Nos ofre-
cieron comida abundante a pesar de que el pas, asolado por la
guerra, estaba casi al borde del hambre, y que, evidentemente, era
un sacrificio alimentar a forasteros.
Desde Lrida fuimos en tren a Zaragoza, y de all a Madrid, a
travs de un paisaje devastado por tres aos de guerra civil.
Delante de casas derruidas veamos a nios depauperados que con-
templaban el tren mientras pasaba. Sobre las colinas, los vence-
dores haban pintado enormes letreros proclamando "Arriba Es-
paa" o "Viva Franco". Madrid conservaba todava las cicatrices
del asedio prolongado que haba sufrido. El alto edificio de la Te-
lefnica, en la Gran Va, la transitada calle principal, estaba con
seales de los bombardeos de artillera. Los suburbios, donde lea-
les y nacionalistas haban luchado cuerpo a cuerpo durante aos,
estaban en ruinas. Los magnficos cuadros del Prado, de incalcu-
lable valor, seguan todava embalados para protegerlos de la des-
truccin. ls
Los hombres que llegaban en edad militar solan ser deteni-
dos momentneamente, y a los cuatro o cinco das, trasladados a
campamentos, como el de Miranda de Ebro, Anclares, etc., de don-
de salan generalmente al cabo de un mes. Los que tenan familia
solan ser acogidos en residencias asignadas por cualquier pueblo
de la mitad norte de Espaa y especialmente en las provincias
fronterizas de Lrida y Huesca.
La vida en los campamentos consista en esperar el momento de
salir, bien a cualquier otro punto de la misma Pennsula, o, en la
mayor parte de los casos, despus de lograr visado y pasaje ma-
rtimo, dirigirse a nuevas tierras. Su mayor inconveniente fue la
insuficiencia de las instalaciones. En Miranda de Ebro, por ejem-
plo, llegaron a albergarse hasta siete mil hombres en un recinto
normalmente capacitado para mil quinientos. En el verano del 43,
despus de algunas protestas oficiales, se hicieron diversas modi-
ficaciones y una general puesta a punto para la nueva circunstan-
cia hizo el lugar ms habitable. En realidad, la autntica y radical
solucin hubiera consistido en su desuso, pero la morosa actitud
de los gobiernos aliados, no demasiado preocupados en evacuar
a los refugiados, lo mantuvo en funcionamiento.
Las nuevas instalaciones del campamento de Miranda fueron
visitadas en otoo de aquel ao por los agregados militares de
diversas embajadas. El norteamericano, en carta dirigida al gene-^
18. TAD SCHULZ, Portrait of Spain, N. Y. Times, New York, 1973, pgs. 8
y 9.
52
ral Yage, deca: Nos damos cuenta de que los oficiales encarga-
dos del campo han tenido que vencer dificultades para realizar la
hermosa obra llevada a cabo. 19
Por su parte, el britnico felicitaba a las autoridades compe-
tentes por los buenos resultados que han logrado en el campo los
esfuerzos hechos por la Subsecretara con la correspondiente me-
jora de la situacin de tantos degradados.20
En carta dirigida al ministro del Ejrcito, David Blickenstaff
manifestaba: He podido observar las muchas mejoras que gracias
a su inagotable inters han sido introducidas en el referido campo.
Una de las cosas que ms me llamaron la atencin son las buenas
relaciones existentes entre los oficiales encargados del campo y los
propios interesados. Pese a todo ello, resulta fcil comprender,
que por excelentes que fueran las condiciones de habitabilidad y
rgimen de vida, la situacin era por naturaleza lastimosa.
53
"Maana, maana...", era la respuesta mecnica y descom-
prometida de los vigilantes.
Y con esa simple letra, Maana, maana, cantaban eufricos
centenares de judos despus de haber conseguido burlar la vigi-
lancia alemana del otro lado de los Pirineos.
Aqulla era una prisin muy particular cuenta veintisiete
aos despus. Por encima de la evidencia que nos rodeaba, pas-
bamos grandes ratos cantando. Nos creamos seguros.
La comida y dems nos la llevaban de un restaurante cercano;
todo por cuenta del Joint. De all nos trasladaron tres das ms a
otra prisin, y por fin, al campamento de Miranda de Ebro, donde
e;i algunos momentos llegamos a vivir siete mil refugiados. Poco
a poco, la mayora iba saliendo. Los judos ramos bien tratados.
Yo me qued ms tiempo del normal. Era el ayudante del mdico.
Atrs haba quedado, como una pesadilla, la huida. En la Fran-
cia ocupada, el doctor haba ya salvado por dos veces su vida.
Quedarse, entendi su mujer francesa y cristiana era una te-
meridad. Prepararon la fuga. Ira l solo. Jvenes de la resistencia,
pagados desde Barcelona, se encargaban del paso por los Pirineos.
En un casero al pie del ltimo obstculo, se reunan las dos o tres
expediciones de ocho a diez personas que iran aquella noche. Los
guas no siempre se conformaban con el dinero que llegaba de
Espaa. El camino por las montaas estaba marcado por zapatos,
medias, cadveres humanos en ocasiones. Y no slo eran tributos
cobrados por la penalidad de la marcha...
Llegaron a Andorra. La primera taza de caf! Un buen hotel,
un buen pan, un buen vino. Y en el mismo hotel, al lado, la Ges-
tapo. Pero estaban en Andorra. Seguir no era fcil, una vez insta-
lados en aquel pequeo paraso. Ya abajo, la presentacin a la
Guardia Civil. Sin documentos. La inscripcin: Edad? Quienes
estaban por debajo o pasaban en demasa la edad militar, queda-
ban libres, o en cualquier caso se les asignaba una poblacin como
punto de residencia. El resto, tras pocos das de reclusin, era
trasladado a uno de los campos del Norte: Anlares, Miranda, etc.
Y de all, pasado algn mes, un salvoconducto para atravesar
Espaa o fijar residencia en Barcelona, Lrida o Madrid.
No s por qu me lo dieron para Madrid dice el doctor Press.
Tena tan slo ocho das de plazo. Era un salvoconducto de trn-
sito. Luego ocho ms, un mes, tres ms... y los aos han borrado
ya casi los recuerdos.
Madrid y Barcelona eran los centros de actuacin de las orga-
nizaciones de socorro a los refugiados. El American Relief Orga-
nizations coordinaba la actuacin de la Society of Friends (cu-
queros), el Unitarians Service Committee, otros grupos catlicos
y del Joint Distrbution Committee. Las oficinas centrales esta-
54
ban situadas en Madrid, en la calle de Eduardo Dato, en el nme-
ro 20. Posteriormente se transform en la oficina unificada de la
WRB del Presidente Roosevelt para la Pennsula Ibrica. Su hom-
bre fue David Blickenstaff, un norteamericano, antiguo presidente
de la ayuda cuquera. Cuenta el citado Prez Leshem que durante
la pasada guerra civil haba sido persona grata, tanto para los
republicanos como para los nacionales. En Barcelona, donde co-
menz el Joint Distribution Committee ocupando dos pisos del
Hotel Bristol, la cabeza era un portugus, el Doctor Samuel Se-
querra, delegado de la Cruz Roja Portuguesa. En aquellas oficinas,
trasladadas despus al Paseo de Gracia, nm. 28, trabajaba un
grupo de afortunados apatridas, junto a espaoles ajenos al con-
flicto; se registraban las llegadas, se pagaba a los guas que haban
conducido las expediciones a travs de los Pirineos, se cubran
todos los gastos de los refugiados, etc.
El Joint Distribution Committee termin instalndose en Ma-
drid. Las ayudas que dispens alcanzaron cifras de decenas de
millones de pesetas. Haba meses en que la factura de la farmacia
de la Puerta del Sol supona ms de cien mil. La contribucin de
mdicos espaoles fue inestimable. Se portaron, comenta ahora
el doctor Press.
Pero con todo, la labor quiz ms ardua consisti en la eva-
cuacin de los refugiados. De ellos, el sesenta por ciento haba
llegado con muy pocos medios de fortuna, y su situacin jurdica
constitua en ocasiones barreras casi imposibles a la hora de
conseguir visados.
Prez Leshem describe que mientras los refugiados que esta-
ban bajo la proteccin de sus cnsules pudieron, en su mayora,
dejar antes o despus la Pennsula para unirse a las Tropas Alia-
das o trabajar en asuntos de importancia nacional en Gran Bre-
taa, o ultramar, los judos apatridas estaban desamparados, por
lo menos durante la guerra, a no ser que la Jewish Agency pudie-
ra procurarles certificados para su inmigracin a Palestina.
A1 combinar su prestigio pblico y su estatuto legal especial
con las posibilidades materiales del JDC, la Agencia Juda tuvo
"de facto" un estatuto consular. En realidad, cuando visit al Cn-
sul General de Gran Bretaa en Lisboa, dijo en broma, a sus su-
periores que mis derechos y poderes excedan a los suyos. Si yo
conceda un certificado, y siempre que la inspeccin de Seguridad
no pusiera objeciones, tenan que endosar un visado para Palesti-
na, sin hacer referencia a Londres o Jerusalem, mientras que l
tena que comunicar cada solicitud de visado a Gran Bretaa y
esperar la decisin de las autoridades gubernamentales. 21
55
La presin de quienes desde fuera de las fronteras intentaban
escapar de la ocupacin nazi era fuerte. El peso de los refugiados
dentro del pas, era ya importante. Comenzaron las opiniones en-
contradas y puntos de vista diferentes, incluso dentro de las mis-'
mas organizaciones judas.22 As pas el ao 43, y el problema
de los apatridas no encontraba solucin concreta.
Por fin, el 20 de enero de 1944 se anunci la salida del primer
vapor con destino a Palestina, el Nyassa, de la Companhia Na-
cional de Navegacao. El anuncio fue hecho a Blickenstaff con me-
nos de un mes de anticipacin. El buque saldra de Lisboa, con 245
pasajeros, a los que se unira en Cdiz el grueso de la expedicin:
573. Haba que ultimar en tan corto tiempo los visados, y, sobre
todo, el transporte de los refugiados desde Barcelona y Madrid a
Cdiz, donde el SS Nyassa hara escala. Las provisiones, el alo-
jamiento, todo era problema en una situacin econmica como la
que atravesaba Espaa. La operacin pudo, sin embargo, llegar
a buen fin. La American Relief se puso en contacto con las
autoridades competentes de Madrid y, gracias a esto, el transporte
a travs del pas se llev a cabo sin dificultad alguna.
El primer vapor que cruzara de Poniente a Levante el Medite-
rrneo en plena guerra, sali finalmente tres das despus de lo
previsto. En Lisboa haban embarcado sesenta y ocho judos ale-
manes, setenta y cuatro de origen polaco, y los veintiocho restan-
tes, en su mayora, antiguos residentes en Francia. La mayor parte
haba alcanzado la capital portuguesa a travs de Espaa.
En Cdiz se les unieron quinientos sesenta y cuatro ms. De
ellos ciento cincuenta y uno procedan de Alemania, doscientos se-
senta eran de origen polaco y ochenta, tambin polacos origina-
riamente, haban residido hasta su xodo en Francia.
Medio millar no resolva el problema de los exiliados, pero s
era una contribucin importante, sobre todo por lo que la iniciati-
va poda tener de contagiosa. Precisamente por aquellas fechas
un mes despus iban a entrar por la frontera de Port Bou
los trescientos judos, stos de nacionalidad espaola, que desde
Salnica haban sido trasladados por los nazis al campo de Ber-
gen-Belsen.
Al SS Nyassa, que lleg sin novedad a Haifa el 1 de febrero,
cuatro meses antes del desembarco aliado en Normanda, siguie-
ron varias expediciones ms: el liberty Asquanius, el Gui,
y el 31 de mayo del 45, el espaol Plus Ultra, primero en surcar
un Mediterrneo en paz, que desaloj de Barcelona a 155 nios
y 99 personas mayores procedentes de la tambin neutral Suiza.
El trasvase de refugiados desde Suiza a Espaa se hizo posible
56
para los helvticos a partir del desembarco aliado en la Riviera,
agosto del 44. Desde Barcelona, y en rgimen de charters, podan
alcanzar la tierra palestina.
Cuntos trabajos previos haban costado estas aliyah? La
cordialidad de las relaciones entre el MAE y las organizaciones de
socorro internacionales, no elimina momentos de tirantez en los
mltiples contactos encaminados a resolver la situacin de los mi-
llares de refugiados.
Hubo indicaciones para que se procurase la defensa a quienes
la solicitaran en los mismos lugares de residencia, pero puesta
en prctica la ltima etapa del exterminio, apenas haba lugar para
sutilezas diplomticas. El 15 de enero del 44, el ministro Conde
de Jordana escribe al General Orgaz, Alto Comisario de Espaa
en Marruecos: Claro es que la situacin en que nos encontramos
se produce despus de haber tratado nosotros de defenderles en
los puntos que constituan su residencia habitual, y que nuestros
cnsules y tambin nuestras misiones diplomticas han hecho todo
lo posible, pero a pesar de ello, nadie ignora la poltica que se vie-
ne llevando en los pases ocupados por el Eje, que ha hecho com-
pletamente imposible su permanencia all durante ms tiempo, por
lo cual no poda ponerse en prctica el procedimiento sugerido por
Vd. de que se les ayude en el punto de origen. ^
La necesidad de una pronta evacuacin que para llevar a cabo
aquellas misiones de rescate senta un pas en tan precarias cir-
cunstancias como las que Espaa viva entonces, no fue atendida
en la medida que debiera haberlo sido por sus principales intere-
sados. Incluso, en demasiados casos, tampoco fue comprendida.
Quien ms tarde fuera uno de los principales valedores de aquella
posicin espaola, el embajador norteamericano Carlton Hayes, es-
criba, sin embargo, en noviembre del 43, al ministro de Asuntos
Exteriores espaol:
57
consecuencia, sufriera serio perjuicio la posicin internacional de
Espaa. 24
La rplica del Ministro Jordana es realmente dolida. Despus
de responder a otras cuestiones tocadas por el embajador norte-
americano, le informa de las gestiones entonces realizadas para
el traslado a Espaa de los sefarditas de Salnica:
58
que el director general de Poltica del MAE escribe al hermano
del Jefe del Estado, Nicols Franco, embajador en Lisboa, el l
de mayo de 1944. El documento comienza as:
Despus de haberle telefoneado intilmente al Ritz repetidas
veces, me qued sin tener el gusto de ponerme a sus rdenes el
da que Vd. se march. De todos modos, el Ministro me ha dicho
que lo que Vd. deseaba era tratar el tema de los sefarditas. La
situacin, actualmente, es la siguiente:
...Van entrando clandestinamente algunos mezclados con fran-
ceses o gentes de otras nacionalidades. Al mismo tiempo, vamos
haciendo nosotros venir, en la medida de nuestras posibilidades,
a los sefarditas de nacionalidad espaola, que estn en campos de
concentracin en Alemania. Hacemos esto porque el nmero de
sefarditas espaoles es grande y ms an el nmero de quienes,
sin tener esta nacionalidad, por el simple hecho de ser judos de
habla espaola, salen en estas ocasiones diciendo que tienen nues-
tra nacionalidad. Traer a todos los sefarditas de nacionalidad es-
paola a nuestra Patria sera dificilsimo, prcticamente imposible,
por los problemas de autorizacin de visados por parte de las auto-
ridades alemanas, medios de transporte, etc. Teniendo, pues, que
irlos trayendo poco a poco, se ha dado preferencia, como es justo,
a aquellos que se encuentran en situacin ms difcil, o sea, los
que estn ya en campos de concentracin. De stos hay actualmen-
te en Espaa unos doscientos cincuenta, que por cierto han lle-
gado en muy buenas condiciones, gracias a las mltiples gestiones
hechas por nuestra Embajada en Berln, para que se les d un
trato humano y considerado.
Ms tarde, Doussinague pasa a tratar de la cooperacin que
prestan las organizaciones de socorro internacionales acreditadas
en Espaa:
La experiencia demuestra, en el tiempo que nos venimos ocu-
pando de estas cosas, que en momento de pedir la ayuda del Go-
bierno espaol, se prometen facilidades de todas clases, se dice
que puede contarse desde luego con visados para Palestina o para
pases de Amrica, etc.; pero cuando se trata de concretar y se
solicita ya en firme el visado de determinados pasaportes para
uno de esos sitios, nunca se acaba de ver terminado el asunto,
y concedido y firmado en efecto el visado, sino que todo queda
en promesas que luego tarde o mal se cumplen.
Tan cierto es esto que en una de las ocasiones en que el Em-
bajador de Estados Unidos en Madrid se interes por este asunto,
fue preciso que el seor Ministro llamase la atencin acerca de
este punto, haciendo ver cmo, cuando se trata de hacer salir un
59
grupo de judos del centro de Europa, se ofrece todo lo imagina-
ble, y luego, en cuanto han pasado la frontera espaola y se en-
cuentran ya sobre nuestra tierra, las promesas se olvidan, empie-
zan las dilaciones y, en suma, somos nosotros los que tenemos que
cargar con todo lo que se refiera a la continuacin de los viajes
de estos sefarditas hasta sus respectivos puntos de destino. Sin ir
ms lejos, este grupo de doscientos sefarditas espaoles que ahora
van a embarcar en el Gouverneur General Lpine, lo hemos te-
nido que apadrinar nosotros directamente con el Comit de Argel,
porque, como digo, una vez que llegaron a Espaa, todas las abun-
dantes promesas hechas con anterioridad, se dejaron caer en el
olvido y el representante del American Joint Distribution Commit-
tee, que haba hecho aquellas promesas, no se ha vuelto a acordar
de ellas; y aunque se haba comprometido a facilitar la continua-
cin del viaje de esos sefarditas a Palestina, llegando a presentar
un documento de la Embajada inglesa en que se comprometa sta
a dar el visado de entrada y a poner en regla toda la documenta-
cin necesaria para que ese grupo pudiera ir a Palestina, en reali-
dad nada de esto se ha podido conseguir, y ellos se han quedado
sin visado, sin barco y sin ms medios de salir de Espaa que los
que nosotros les hemos podido proporcionar, negociando con el
agente oficioso de Argel en Madrid.
60
IV. MADRE O MADRASTRA?
61
ascendencia en los reinos de Sefarad. Muchos guardaban en arque-
tas repujadas, llaves de un hogar lejano que morira antes que sus
recuerdos, siempre vivos, a flor de boca en refranes, consejas y
mil dichos populares, odos todava ahora a uno y otro lado del
Mar Mediterrneo.
En los primeros aos del siglo xx, los hijos de aquellos espao-
les eran de cincuenta a sesenta mil; prcticamente toda la gran
comunidad juda, una de las de ms brillante pasado, ilustrada
adems de por sus numerosos templos, por su seminario rabnico,
bibliotecas y por haber conocido la primera imprenta que funcio-
n en lo que entonces era el Imperio Turco.
Como sus antepasados, el comercio, la banca y variadas profe-
siones liberales constituan fundamentalmente su modo de vida.
La actividad comercial haba puesto a prueba el tesn de aquellos
espaoles sin patria cuando los descubrimientos del ntevo mun-
do, iniciados el mismo ao de su exilio, trasladaron el comercio
martimo hacia poniente. De entre todos ellos, muy pocas fami-
lias haban recuperado al cabo de tantos lustros su antigua nacio-
nalidad, pero la mayor parte de ellos, por el hecho de haber goza-
do del status de protegidos dentro del rgimen de capitulacio-
nes, de alguna forma tambin se sentan espaoles. Sin embargo,
los registros consulares del ao 39 hablan solamente de doscientos
sefarditas con nacionalidad espaola matriculados en Salnica, y
de medio centenar, en Atenas. Todos ellos, ajenos a manifestacio-
nes polticas locales y celosos conservadores de viejas tradiciones
tpicamente ibricas. Realmente no haba elementos ms respetuo-
sos de las leyes y del orden establecido, tanto en el terreno poltico
como en el social.1
Espaoles en Grecia
Pero en 1942, un ao despus de la ocupacin nazi, los judos
de nacionalidad espaola residentes en Grecia eran 830; de ellos,
560 inscritos en el Consulado de Salnica, y 250 en el de Atenas.
La cifra total haba sido, pues, incrementada en gran medida du-
rante el ao 41; se haba triplicado.2
62
La ahora ya considerable colonia de nacionales espaoles te-
na en su conjunto un status social elevado, ligeramente supe-
rior a la media de sus correligionarios. El 41 por 100 lo compo-
nan comerciantes; el 18 por 100 agentes de representaciones di-
versas comerciales, industriales, martimos, de seguros, etc.;
el 8 por 100 artesanos; el 7 por 100 empleados, y la misma propor-
cin se daba entre propietarios y rentistas. El 5 por 100 ejerca
profesiones liberales, y el 4, eran industriales.
Su patrimonio estaba fundamentalmente compuesto por fincas
urbanas, comercios, oro, joyas y moneda extranjera. El total de las
reclamaciones hechas ms tarde a Alemania, despus de la depor-
tacin, se elevaba a 59.128.164 francos suizos, 886.907 pesetas,
2.262.051 francos franceses y 356.642 marcos alemanes.3
La propaganda antisemita comenz a inundar el pas con la ocu-
pacin. La sensacin de inseguridad era creciente. Pero durante
ms de un ao, los judos de Salnica disfrutaron de una situa-
cin relativamente estable. Fue en julio de 1942 cuando comenza-
ron los trabajos forzados para los sefarditas griegos de la ciudad.
El mayor problema que hasta entonces haba tenido la poblacin,
el econmico, se agudiz por una serie de circunstancias. Los
judos espaoles comenzaron a pensar en el exilio voluntario.
Uno de ellos, Salomn Ezrati, era canciller del Consulado en
Salnica. El jefe de la Representacin en Atenas, Doussinague, nom-
brado director general de Poltica Exterior en Madrid, haba sido
sustituido el 16 de mayo de 1941 por Gasset, primer secretario de
la Legacin, quien de hecho hubo de ser acreditado ms ante las
autoridades germanas e italianas de ocupacin que ante el Gobier-
no puppet de Atenas, segn me informa hoy.
Desde el primer momento, me di cuenta de que lo ms im-
portante que yo poda hacer en Grecia sera proteger la colonia
juda de pasaporte espaol, cuestin en la que no tuve especiales
dificultades hasta marzo del 43. En algunas ocasiones, los nazis
llegaron a encarcelar algn espaol o a requisar sus viviendas, pero
siempre pude obtener la liberacin de aqullos, y casi siempre, que
se levantara la requisa.
63
Las peticiones en masa de visados para venir a Espaa, provo-
caron en el otoo del ao 41, la consulta de la Representacin en
Atenas al ministerio de Exteriores, en Madrid. Su titular, Serrano
Ser, firm el despacho en que se determinaba que el Consulado
no podra por cuenta propia expedir visados, para lo cual habran
de cumplimentarse solicitudes individuales que seran resueltas en
Madrid. En ellas habra de constar, junto a los detalles personales
de identificacin, la fecha de entrada en Espaa, puerto por que se
efectuara y lugar elegido para residencia. Con ello se exiga el
cumplimiento de la legislacin vigente para toda clase de espao-
les no residentes en la Pennsula.
Pero la situacin de los subditos espaoles en Atenas era mien-
tras tanto completamente normal. En Salnica, ya en el verano
del 42, y especialmente a partir de la primavera siguiente, la del
43, comenz a agravarse. En julio del 42, los alemanes haban
comenzado a aplicar su poltica antisemita en la zona que contro-
laban de Grecia. El da 11, nueve mil judos fueron concentrados
en la Plaza de la Libertad para ser censados con vistas a su utili-
zacin en campos de trabajo. La ocasin sirvi de pretexto para
acometer con aquellos hombres, llenos de miedo, toda clase de
vejaciones fsicas y morales a lo largo de todo un da, bajo el sol
cegador de julio. De la medida fueron exceptuados los judos de
otras nacionalidades. Pero para stos, los peligros eran constantes.
El representante espaol tena que pedir una y otra vez la liber-
tad de alguno de sus protegidos, detenidos por error.
Les sola decir me informa ahora el embajador Gasset que
cualquier gestin que hubiera hecho a su favor no tenan que
agradecrmelo ms que de palabra; que no pensaba admitir rega-
lo alguno. La advertencia era importante, pues el Canciller que
tenamos entonces, un ruso blanco, no me inspiraba ninguna con-
fianza.
La sospecha del representante espaol era fundada. En la ca-
pital griega me deca por su parte recientemente, veinte aos des-
pus, el seor Hassid: Por desgracia, tenamos en la Legacin
un espa, el Canciller, que adems era un ladrn. Rob dos paque-
tes de oro en los que haba unas 300 400 libras de oro. El valor
que tena el oro de entonces, en la guerra, era mucho mayor que
el que tiene hoy. Entonces con una libra de oro poda una familia
comer durante un mes.
64
rio de Alemania en Atenas, Altenburg, me llam para decirme que
todos los judos que vivan en Salnica, que eran en un 95 % de
nacionalidad griega, deban ser evacuados de all para ser interna-
dos en el norte, pues el Gobierno del Reich no quera que perma-
necieran en un puerto de la importancia estratgica de Salnica,
por razones de seguridad.
sMe subray qu pensaban las autoridades alemanas que esta-
ban en Salnica competentes para ello: llevarse a todos los judos
incluidos los espaoles, ya que nuestro Gobierno continu se
haba desinteresado totalmente de su suerte.
Yo me qued consternado y le dije que no habiendo recibido
ninguna instruccin sobre el particular, mi obligacin era seguir
defendiendo a esos espaoles, fueran judos o no, y que por lo
tanto, si las autoridades alemanas de Salnica tomaban alguna
medida en contra suya, sera considerada como el acto ms ina-
mistoso hacia nuestro pas.
Aunque formalmente yo tena, como Encargado de Negocios de
Espaa en Grecia, un "status" diplomtico, de hecho no era as,
pues no poda enviar telegramas a Madrid, no ya cifrados, sino
tampoco en claro.4 Toda la comunicacin con mi Gobierno tena
que hacerla a travs de la Alta Comisara de Alemania, o de la ita-
liana en Grecia.
Por ello dije al seor Altenburg que solicitara instrucciones a
Madrid por conducto suyo, explicando lo que ocurra. El seor Al-
tenburg me prometi que mientras yo no recibiera contestacin
de Madrid, no se hara nada en contra de los judos espaoles de
Salnica.
Qu haba pasado mientras tanto? Los nazis extendieron al
territorio ocupado de Grecia las medidas de la solucin final.
El 2 de febrero del 43 llegaba a Salnica un equipo de la Gestapo
encabezado por dos ayudantes de Eichmann: Wisliceny y Brunnen
A los pocos das comenzaba la discriminacin ms radical. Las
propiedades judas fueron marcadas con una estrella, comenz a
vivirse en situacin de ghetto, con las consiguientes prohibiciones
de utilizar el telfono, transportes pblicos, espectculos, etc.
Un mes ms tarde, el 15 de marzo, telegrafiaba Schonberg desde
65
el Consulado General de Alemania en Salnica al Ministerio de Ne-
gocios Extranjeros de Berln, con la calificacin de Secreto!:
66
barrio de Baron-Hirsch usado como ghetto, la vspera de la salida
de la expedicin nmero 8. Dos meses ms tarde, el Cnsul Ge-
neral de Espaa remita al Embajador en Berln el siguiente des-
pacho:
6. Ibid.
67
a pie. As entramos en el campo de Ausckwitz, pero los otros lle-
garon directamente a las cmaras de gases asfixiantes.
Cuando entramos en el campo, demandbamos a los que all
estaban cmo era posible de hallar a nuestros parientes. Ellos se
rean de nosotros por la demanda que hacamos. Decan: "Mirad
el humo que est saliendo de aquellas cabinas; ah estn... los res-
tos de vuestros parientes".
Nosotros tuvimos la suerte de salir de all con vida porque
estuvimos siempre laborando, y lo resistimos. Cuando alguno no
poda ya laborar, soportar la vida negra y cruel de los campos...
Un correo extraordinario
68
ditas: los judos provistos de pasaporte espaol deban ser prote-
gidos, al margen de su credo, como cualquier otro ciudadano es-
paol.
Al da siguiente, el Ministro Conde de Jordana telegrafa al Em-
bajador en Berln, Vidal, solicitando negociar con Alemania el
traslado de la colonia espaola en Salnica y la salvaguarda de
sus bienes. El 7 de abril responde el embajador espaol:
El ultimtum
Con fecha de 30 de abril, pero no entregada hasta 11 de mayo,
como muestra el sello de entrada en el Ministerio, la Embajada
alemana comunicaba al Gobierno espaol:
69
y de la Polica de Seguridad, tambin al territorio del norte de
Grecia, ocupado por las tropas alemanas. Ya se ha iniciado la tras-
lacin de los judos de nacionalidad griega residentes en dicho te-
rritorio, mientras que por de pronto se ha exceptuado de estas
medidas a los judos de nacionalidad extranjera. La seguridad del
territorio ocupado en el norte de Grecia no quedara, sin embargo,
garantizada si se permitiera la permanencia en dicho territorio a
los judos de nacionalidad extranjera, ya que dichos judos, debido
a relaciones de parentesco o de ndole comercial, estn estrecha-
mente ligados a los judos griegos. Por este motivo, todos los judos
de nacionalidad extranjera residentes en el mencionado territorio
griego ocupado, sern sometidos, a partir del 15 de junio prximo,
a las medidas que rigen contra los judos en general. Estas medi-
das alcanzaran tambin a 511 personas judas de nacionalidad es-
paola, cuyos nombres y apellidos han sido comunicados por el
Ministerio de Asuntos Exteriores alemn a la Embajada de Espa-
a en Berln.
La Embajada de Alemania, por encargo de su Gobierno, tiene
el honor de comunicar al A^inisterio de Asuntos Exteriores que el
Gobierno alemn ofrece al Gobierno espaol la ocasin de hacerse
cargo hasta el da 15 de junio prximo de los mencionados judos
de nacionalidad espaola.7
70
El relato de aquel momento ilustra sobre muchos aspectos de
la situacin. Por un lado, hace patente la diferencia de puntos
de vista, ya suficientemente conocida, entre los hombres del mi-
nisterio alemn de Asuntos Exteriores y los sicarios de Himmler,
Heydrich, Eichmann y tantos otros SS y Gestapos. Por otra parte,
es una muestra del juego poco limpio de las autoridades alema-
nas encargadas de resolver el problema judo hacia los pases
neutrales.
71
tena un coraje increble. Hablaba a los alemanes con dureza, y
ellos tenan que escucharle, me comentaba en Atenas el seor
Hassid.
El 30 de abril, Altenburg telegrafiaba desde la Embajada ale-
mana:
72
hizo saber que, despus de estudiar el asunto, haba llegado a la
conclusin de que no era posible acceder a mis deseos. La Lega-
cin de Alemania fue informada por m de las gestiones realiza-
das. 9
9. MAE. Ibid.
10. Ibid. La misma fuente para el resto de las citas.
11. El citado telegrama 317, d?, fecha 4 de junio, comenzaba diciendo:
Telegrafe con urgencia Cnsul Genera! Atenas con referencia su telegrama
347 manifestndole que por tierra es imposible organizar viaje sefarditas a
pesar gestiones hechas y existen dificultades prcticamente insuperables para
viajar por mar....
73
El 15 de junio, fecha final del ultimtum alemn para la eva-
cuacin, ya estaba cercano. Los espaoles eran los nicos supervi-
vientes de aquella gran colonia sefard. Haim Ezrati, hermano del
cnsul de Espaa en Salnica, ha escrito: Durante generaciones
habamos compartido la alegra y la tristeza, como dice el poeta
Y. L. Gordon, con nuestros hermanos de la ciudad. Nuestras suer-
tes se haban separado ahora. El terrible verdugo haba enviado a
la muerte todos nuestros conciudadanos, cincuenta mil, hombres,
mujeres y nios. La mano de los asesinos no nos haba tocado,
gracias a que el Gobierno espaol nos defenda, pero nuestro cora-
zn se desgarraba al ver a nuestros hermanos enviados al pas del
exterminio. E n realidad no sabamos que fueran enviados a los
campos de la muerte, pero temamos que una vez desgajados de su
villa natal, les esperaran los sufrimientos ms duros, Y cuando
nos encontramos solos nosotros, los espaoles, toda la ciudad pa-
reca un enorme cementerio. 12
En Berln, la Embajada espaola haba solicitado otro mes de
plazo para efectuar el traslado, mientras revisaba la documentacin
de los 511 judos de nacionalidad espaola que permanecan en
Salnica facilitada por el Ministerio de Negocios Extranjeros. El
17 de junio, u n telegrama urgentsimo a Madrid informa que se
han obtenido quince das ms, hasta final de junio, al tiempo
que se piden instrucciones concretas para gestionar los visados de
los pases de trnsito. La fecha tope sera ampliada posteriormente
hasta el 15 del mes siguiente.
El 22, Eichmann escriba desde Berln al Cnsul Geiger, en el
ministerio de Negocios Extranjeros de la capital alemana:
74
Los meses de junio y julio van a ser testigos de un dilogo sin
final entre los Gobiernos de Espaa y Alemania sobre el transpor-
te de aquellos desdichados a la Pennsula. La solucin intentada por
Romero, de los buques suecos de la Cruz Roja, haba sido desecha-
da en principio por los alemanes. La va del mar estaba cerrada
a navios espaoles, que hubieran podido ser hundidos fcilmente
por submarinos del Eje sin ningn tipo de escrpulos, dada la
carga que transportaban con el inconveniente aadido de hacer
pensar en un ataque aliado. Ello pondra en peligrosa situacin la
tan preciada como difcil de mantener no beligerancia espaola.
Slo quedaba, pues, el ferrocarril. Pero al afrontar esta solucin,
se hizo patente la escasa buena voluntad de las autoridades alema-
nas, pese a todas sus aparentes facilidades formales.
El historiador judo Avni relata as aquel tira y afloja:
75
produjeron un punto muerto que solamente podra ser resuelto si
una de las partes capitulaba.
Una semana ms tarde, los alemanes cedieron. El 15 de julio
de 1943 Von Thadden inform al Embajador alemn en Atenas del
cambio de la actitud del RSHA; el comandante del grupo de depor-
tacin fue instruido para que tratara la cuestin de facilitar un
tren especial con las autoridades militares si los espaoles no lo
pedan.
Pero al da siguiente, el 16 de julio, sucedera algo inesperado.
El Embajador espaol en Berln telegrafiaba por medio de la Em-
bajada alemana a la Legacin de Atenas: Segn nuevas instruc-
ciones acabo recibir, nuestro Gobierno no puede aceptar repatria-
cin en masa ni en grupos sefarditas y slo podr vuecencia conce-
der visado en casos excepcionales. Los visados concedidos o por
conceder a judos residentes en pases orientales, sern nicamen-
te vlidos cuando sean refrendados en cada caso por esta Emba-
jada.
76
La ltima razn de la poltica seguida en este punto del caso
Grecia resulta por ahora imposible extraerla del mundo de las
hiptesis. Tan slo el testimonio personal, y no revelado, de los
principalsimos protagonistas puede contener los datos definitivos
para desentraar el problema que plantea su investigacin. Las
decisiones de este tipo estuvieron entonces muy particularmente
radicadas en el despacho del Jefe del Estado Espaol. En los pri-
meros meses del ao 43, Franco hubo de jugar la decisiva partida
por la neutralidad en un cada vez ms estrecho tablero de ajedrez.
El jaque-mate final no llegara hasta el verano de aquel ao, y
con l, se frustraron definitivamente los planes de Hitler sobre
la Pennsula Ibrica.
En realidad todo haba empezado con la famosa entrevista de
Hendaya. Las maniobras dialcticas de diversin espaola supu-
sieron un respiro momentneo hasta llegar a la mente del Estado
Mayor del Fhrer la necesidad estratgica de borrar del mapa la
base britnica de Gibraltar. El plan Flix nombre en clave con
que aquella operacin qued clasificada es sobradamente cono-
cido. Naci en noviembre del ao 40 para cerrar el Mediterrneo,
y entonces comenz Alemania a negociar la intervencin espaola
en la operacin. Viajes del ministro Serrano Ser a Berln y a
Berghof, y del almirante Canaris a Madrid. Espaa defendi
siempre la neutralidad alegando su incapacidad econmica y exi-
giendo garantas poco menos que imposibles de obtener. El infor-
me de Canaris a Hitler frustr Flix en dos das 11 de diciem-
bre. El dictador alemn no quiso repetir la experiencia espaola
de su admirado Napolen. El 10 de enero da D de la operacin
pas sin novedad; el 4 de febrero, tambin, y la posterior insisten-
cia alemana para realizar la operacin fue debilitndose hasta su
extincin.
Pero a principios del verano de 1942, Hitler volvi sobre el tema
Gibraltar. Y los aliados estudiaron por su parte la posibilidad de
un desembarco a travs de Espaa y Portugal, as como la ocupa-
cin de alguna de las islas del archipilago canario. La sospecha
de esto ltimo dio nuevas y crecidas fuerzas a la vieja idea Flix,
ahora un tanto modificada liona con el fin de detener en la
misma Pennsula Ibrica el posible desembarco y avance aliado.
En diciembre del 42, Canaris vuelve de nuevo a Madrid, donde
permanece hasta el 4 de enero. Aqu se entrevista con los genera-
les Martnez Campos jefe de Informacin Militar espaol y
Vign, Ministro del Aire. Tambin lo hace con el nuevo Ministro
de Asuntos Exteriores, conde de Jordana y con el conde de Ma-
yalde. El telegrama y posterior informe del Almirante Jefe del
Abwehr definen una posicin espaola an ms alejada de cual-
quier tipo de compromiso con el Eje.
77
La posibilidad del desembarco aliado, que se cierne sobre el
cuartel general del Fhrer como la negra sombra de un fantasma,
activa sin embargo los preparativos. El plan se llama ahora Gi-
sela. (Vid. apndice F.) Las incidencias del curso de la guerra en
otros frentes supondrn en estos meses del 43 el olvido o reacti-
vacin alternativos de las operaciones. Las tropas preparadas cerca
de la frontera hispanofrancesa se entrenan y estn siempre a pun-
to, pese a todo. La vertiente norte de los Pirineos parece un teatro
de operaciones.
El 14 de junio del 43, Gisela es archivado definitivamente,
pero la concentracin de tropas al otro lado de la frontera perma-
nece. Incluso se observa movimiento en ellas. Es la operacin
Nrnberg. v a no se trata de invadir Espaa, sino de cerrar fir-
memente la frontera natural de los Pirineos. En esta situacin
llegar un ao ms tarde el desembarco de Normanda que pondr
fin a las cautelas en este tipo de operaciones de proteccin de una
vez por todas.
Apunta a la panormica descrita la debilidad de la poltica
espaola en aquel primer semestre del ao 43? Son los tanques
alemanes estacionados al otro lado de la frontera las razones muy
importantes que motivan las instrucciones dadas?
78
curso de la conversacin la colaboracin del representante espa-
ol en Atenas para su administracin, cuestin sta ya perfecta-
mente reconocida a las representaciones espaolas en Francia.
El telegrama mediante el cual inform de la entrevista el emba-
jador espaol fue contestado automticamente por el ministerio
espaol: Vea V.E. la forma de conseguir nuevo aplazamiento.
Al da siguiente, el 23 de julio, Vidal escriba al ministro espa-
ol: Me permito confirmar a V.E. mi impresin sobre las difi-
cultades casi insuperables que existen para obtener se anule el
decidido propsito de estas autoridades ya en vas de ejecucin
de deportar a los miembros de nuestra colonia sefardita, primero
a Alemania y despus, al poco tiempo, a Polonia. Y conclua su
carta haciendo referencia a la promesa hecha por Ribbentropp un
da antes, en los siguientes trminos:
79
der obtenerlo, por numerosos plazos pedidos ya, solicite garanta
sean tratados con consideracin correspondiente a nacionalidad
espaola y autorizacin sean visitados por funcionarios esa Emba-
jada para recoger eventuales quejas y comprobar trato justo y
humano. Queda V.E. autorizado a expedir pasaportes colectivos
en nmero no superior a veinticinco personas, comprobando docu-
mentacin completa y realidad nacionalidad espaola no perdida en
ningn momento para todos ellos. Srvase V.E. transmitir telegr-
ficamente nombres que contenga cada pasaporte, frontera por
dnde entrarn y fecha aproximada llegada a la misma, debiendo
llegar grupo antes de expedir otro pasaporte colectivo. Debe V.E.
centralizar tambin venida sefarditas procedentes Pases Balc-
nicos, Alemania, Hungra y Holanda, ocupndose con todo inters
de tan delicado asunto. Los que tengan ya visados sus pasaportes
conforme instrucciones anteriores pueden venir tambin en grupos
de veinticinco. Despus de llegado el primer grupo telegrafiar
a V.E. para autorizarle salida segundo. Jordana.
80
autorizada a llevar consigo cinco mil francos suizos, o su equiva-
lente en dlares, lo que supona una exportacin total de cuatro
millones de dracmas y en divisas fuertes.
Haca dos semanas que un sacerdote griego, traductor enton-
ces de la Legacin espaola y ms tarde canciller de la Embajada
durante veinticinco aos, P. Ireneo Typaldos, haba sido enviado
a Salnica por Romero para llevarles los pasaportes visados y
auxiliarles en los ltimos preparativos. Hoy el recuerdo hacia este
hombre, ya anciano, es emocionado por parte de todos cuantos
le conocieron.
El Padre regres a Atenas con 160 paquetes de dinero y alha-
jas que fueron depositados en una caja fuerte del Banco de Grecia
a nombre de la Legacin. El Padre fue el mejor de todos. Risco
su vida; lo pudieron matar los alemanes como nada, pues tuvo
con l en el tren una fortuna de 10.000 liras de oro. Las truxo aqu,
en Atenas, y los nazis era muy fcil que lo hubieran matado. Sabe
que lo arrestaron por dos veces? El relato es de un testigo pre-
sencial, el Sr. Hassid, hoy residente en la capital griega. Cuando
el P. Typaldos narra aquella difcil y peligrosa misin, apenas
concede importancia a lo que hizo. Seguramente por ello me insis-
ta el Sr. Hassid: Debe usted de meter un mrito especial al Padre.
Fue un corage de hombre que ningn otro lo poda ser: irse de
aqu en Atenas a Salnica y volver con tanto dinero de oro pesante
en maletas. Esta operacin la repetira dos veces.
Entre los das 17 y 29 de julio no media otra cosa que la deses-
peracin de aquellos supervivientes de la comunidad sefardita ms
floreciente de Europa y las gestiones de Romero y del canciller
del Consulado espaol en Salnica, con sus colegas italianos. El
historiador Haim Avni las refiere as:
81
5
italiano, ya que eso repercutira desfavorablemente en el prestigio
de Alemania".
Von Thadden era de la misma opinin que Altenburg y pidi
que Eichmann ordenara a la Sonderkomando que anulara la pro-
yectada transferencia a la zona italiana, dentro de lo posible, pues
ya se haba iniciado. Pero los esfuerzos de Romero Radrigales y
Salomn Ezrati no fueron en vano. Con la ayuda y aprobacin del
Cnsul General de Italia en Salnica, unos 150 subditos espaoles
salieron de Atenas en un tren militar italiano que transportaba
tropas de permiso. De esta forma, cuando los alemanes comenzaron
a deportar subditos espaoles a Bergen-Belsen, se encontraron
con que slo haba 367 personas. A pesar de que esto les molest,
los alemanes prefirieron no presentar ninguna protesta a Italia,
porque reconocieron que "en vista de las relaciones especiales que
existan en ese momento (una semana despus de que el sucesor
de Mussolini, el mariscal Badoglio hubiera subido al poder), cual-
quier protesta sera intil".15
15. H. AVNI, oc
82
En cuanto la mayor parte de los hombres de la comunidad lle-
garon a la sinagoga, se present la comisin de la Gestapo encar-
gada de las deportaciones, acompaada de ocho Scguppos (mi-
licia civil a las rdenes de la Gestapo, compuesta en gran parte
por judos colaboracionistas).
Al poco tiempo, la polica fue a buscar a las mujeres y nios
que haban quedado en casa, para concentrarlos a todos en Barn
Hirsch.
La noche del 29 al 30 la pasaron hacinados en dos antiguos
cafs. El da 30 fueron distribuidos entre algunas casas; mientras,
llegaba a Salnica el Padre Typaldos.
83
familia. Los compromisos obtenidos formalmente fueron los si-
guientes:
El viaje se hara en las mejores condiciones posibles.
El Befelshaber retendra los 22 millones de dracmas tomados
a los detenidos para enviarlos por clearing a Alemania. Por otra
partes, los 40.000 dlares y 55.000 francos suizos que les haban
sido incautados seran puestos en sobres individuales con el n-
mero de cada uno asignado en la estrella amarilla cosida a sus
ropas, para serles devueltos en el momento en que partieran a
Espaa.
Los gastos del viaje correran a cargo del Reich.
El punto de destino sera Bergen-Belsen, cerca de Hannover.
El campo sera diferente entre los de su gnero, para poder salir
de l en el momento de su repatriacin definitiva.
Para terminar la entrevista, el P. Typaldos pidi como favor
poder acompaar a los ciudadanos espaoles hasta su destino, lo
cual le fue categricamente denegado. Solicit una vez ms que
Ezrati quedara unos das en Salnica en espera de la respuesta
pedida a la Legacin de Alemania en Atenas. El jefe de la Gestapo
repuso que si a las siete de la tarde siguiente no reciba una orden
por escrito en ese sentido, se vera obligado a aplicar la medida
de deportacin a Ezrati como a todos los dems. A ltima hora
dentro de aquel plazo, el Cnsul alemn reciba de Atenas una
comunicacin telefnica que le anunciaba la orden de Madrid para
llevar a Espaa a la familia Ezrati. Pero el Cnsul hizo caso omiso:
La orden es unilateral, fue su respuesta.
As, el 2 de agosto, a las ocho de la tarde, se procedi al em-
barque de los detenidos y a las once de la noche sala el convoy.
Los espaoles fueron colocados en vagones de tercera clase. En
el mismo tren, los ltimos judos griegos fueron metidos en fur-
gones de ganado.
ste fue el triste final de aquella comunidad. Las cartas y des-
pachos de Romero desde Atenas, son patticos. Las llamadas
llenas de angustia que me han dirigido en los ltimos momentos
aquellos desgraciados pidiendo una proteccin que no poda darles,
llegaban al alma.
Cuatro das despus de la salida del tren de Salnica, el vier-
nes 6, el Embajador espaol en Berln informaba de la deporta-
cin realizada a las autoridades de Madrid, quienes al da siguien-
te telegrafiaban nuevas rdenes, acomodando a la nueva circuns-
tancia al telegrama ya citado del da 5. El lunes 9, Vidal entregaba
en el Ministerio de Negocios Extranjeros una Nota Verbal en la
que se deca:
La Embajada de Espaa pone en conocimiento del Ministerio
de Negocios Extranjeros que el Gobierno espaol ha decidido au-
84
torizar el regreso a Espaa del total de israelitas que poseen na-
cionalidad espaola. El Gobierno espaol piensa llevar a cabo este
traslado en grupos de veinticinco personas.
La Embajada de Espaa solicita sean tratados estos judos con
consideracin y se permita la visita de una persona de la Emba-
jada al campo de concentracin.
Al informar posteriormente de aquella entrevista, Vidal co-
ment que los alemanes de una manera muy reservada no ocul-
taron el temor de que los repatriados se dediquen a una labor
de propaganda que podra ser explotada por los anglosajones con
el consiguiente perjuicio para Alemania.
Cuatro das despus, el 13, llegaba la expedicin a Bergen-Brl-
sen, cerca de Hannover. Una persona anciana haba muerto duran-
te el viaje de once das. Si el resto recit " durante su estancia en
Alemania un trato realmente privilegiac.o dentro naturalmente
de las limitaciones de aquellas circunstancias, la peticin de que
un funcionario de la Embajada pudiera visitarlos para comprobar
su situacin no fue atendida. El 27 de agosto Eichmann telegrafiaba
a von Thadden al respecto:
El tratamiento de los judos del campo de Bergen-Belsen es
excelente. La solicitud de la Embajada de Espaa de que una per-
sona de sta visite a los judos espaoles, debe ser rechazada.
Ms de quince das fueron consumidos para llegar a un acuer-
do sobre la forma de llevar a cabo el traslado. La peticin espaola
de que se realizara en grupos de veinticinco personas pretenda
facilitar as el acoplamiento de los inmigrantes, problema grave
para el pas que en aquellos momentos daba cobijo a unos vein-
ticinco mil refugiados, en gran medida apatridas. El caso del res-
cate de los espaoles de Grecia no era tampoco el nico. En aquel
mismo mes de agosto atravesaban los Pirineos otras dos expedicio-
nes de sefarditas franceses.
Los alemanes insistieron en que la repatriacin debera hacer-
se en un solo grupo. No cayeron en la trampa de aceptar el argu-
mento dialctico espaol, segn el cual, las sucesivas remesas de
liberados de un campo de concentracin constituira una buena
propaganda.
A ltimos de mes se lleg por fin a un acuerdo: vendran en
dos grupos. Todo estaba ya ultimado. Garantizadas aquellas vidas
Espaa volvi a presionar entonces a las organizaciones de soco-
rro instaladas en el pas para que pusieran mayor diligencia en
la prometida evacuacin de anteriores refugiados. En este pro-
psito el MAE hubo de llegar a amenazar con que no vendran
los de Salnica hasta que no salieran otros tantos apatridas a los
campos de la UNRRA.
La orden definitiva para la repatriacin fue dada a principios
85
del mes de diciembre, pero ahora los alemanes provocaran un
nuevo retraso de dos meses.
El Conde de Torata, Encargado de Negocios a i . en aquel mes
de la Embajada de Berln, comunicaba a Madrid: Segn me in-
forman en este Ministerio de Negocios Extranjeros, les es imposi-
ble, por ahora, entregarnos la lista de los que componen este gru-
po por haberse quemado durante los ltimos incendios de Berln.
Han prometido hacerlo, sin embargo, en la segunda semana de
enero, y anticiparnos lo ms rpidamente posible su nmero exac-
to. (Se refiere al de la primera expedicin.)
Aseguran que en la actualidad, y mientras no terminen las fies-
tas, no disponen de los medios de transporte necesarios para en-
viarlos a Espaa, lo que no podrn realizar antes del 15 de enero.
Por fin, la Embajada alemana en Madrid comunicaba el 4 de
febrero al MAE qu3 la rr^tad de los judos autorizados a salir del
Reich a peticin del Gobierno espaol llegaran a la frontera fran-
cesa de Cerbre a las 16,21 horas del 7 de febrero. Cinco das
ms tarde, otra Nota Verbal anunciaba que la segunda mitad lo
hara a la misma hora del da 11, rogando, como en la ocasin
anterior, que las autoridades espaolas tomasen las medidas opor-
tunas para el inmediato cruce de fronteras.
La primera expedicin, compuesta por 182 personas, sali de
Bergen-Belsen el da 3, y lleg a Cerbre con dos das de retra-
so el 9, a las 16,30. All fueron atendidos ya por un comit de
recepcin espaol. Dos das despus cruzaban la frontera, tras
un incidente sin sentido provocado por la polica alemana. Un
apunte de la Embajada en Madrid avisaba el da 11 al MAE: El
mencionado transporte de judos se encuentra desde hace treinta
y seis horas en la frontera hispano-francesa, sin que las autorida-
des espaolas hayan hecho hasta ahora gestin alguna para efec-
tuar la entrega de dicho grupo.
Como las condiciones de transporte en la frontera continua-
ba no permiten una estancia prolongada del mencionado grupo
en el puesto de frontera, las autoridades alemanas tendrn que
retransportar en breve plazo dioho grupo de judos al punto de
su partida.
La anotacin marginal hecha sobre la Nota alemana por el Mi-
nistro espaol es suficientemente reveladora. De su puo y letra
se lee la siguiente observacin, debajo de la orden contestar ur-
gente:
86
La segunda expedicin, 183 personas, sali de Bergen-Belsen el
7 de febrero y atraves la frontera el da 13, a las 15 horas, para
seguir viaje a Barcelona. Se les dispens una impresionante y
amistosa acogida, dice el historiador Avni.
El Ministro Jordana haba enviado a Port-Bou al secretario de
Embajada Rodrguez Porrero, quien en su informe posterior hizo
constar la falta de reclamaciones por parte de ninguno de los re-
patriados. En seis meses fuera de sus hogares se haba registrado
la defuncin natural de un septuagenario. Todos llegaban con equi-
pajes y diversos bultos de mano, pero sin cantidad alguna de
dinero. El que conservaban en Salnica les fue recogido por las
autoridades alemanas en el momento de su deportacin. El repre-
sentante oficial espaol hizo constar su protesta al oficial alemn
que acompaaba la expedicin, quien manifest que las cantidades
requisadas 44.000 dlares, 55.000 francos suizos y 24 millones
de dracmas en nmeros redondos, como se apunt anteriormen-
te se entregaran a la Embajada espaola en Berln.
El 19 de febrero, Salomn Ezrati, antiguo canciller y vicecn-
sul de Espaa en Salnica, elev instancia al MAE desde Barce-
lona pidiendo se gestionase la devolucin de aquellas cantidades
guardadas por los alemanes en concepto de depsito. Nueve das
despus se ordenaba al Embajador Vidal la gestin correspon-
diente. Pero el dinero haba sido ya devuelto y obraba en poder
del Cnsul General en Atenas.
Atenas
El 13 de febrero de 1944 no fue el final de la pesadilla nazi
para los judos espaoles de Grecia. En Atenas haban quedado
ms de doscientos cuando en agosto del ao anterior sus hermanos
de Salnica eran transportados a Hannover. Fruto de las gestiones
de Romero con las autoridades italianas, ms de treinta salonicen-
ses consiguieron huir hasta la capital griega, ocupada por los
italianos. Por ello incurrieron en graves sanciones. El 25 de aquel
mismo mes de agosto de 1943, el Embajador espaol en Berln
recibe el siguiente telegrama del MAE:
87
La peticin, cursada por Vidal el 31 de agosto, no recibi res-
puesta del Ministerio de Relaciones Exteriores alemn hasta vein-
tin da despus. Von Thadden informaba que an no se haban
adoptado medidas contra aquellos infractores de las rdenes dadas
por las autoridades de ocupacin de Salnica.
En agosto, al tiempo que se cursaban rdenes para repatriar
a los detenidos en Bergen-Belsen, Romero reciba instrucciones
para comenzar a evacuar a la colonia de Atenas en grupos de vein-
ticinco personas por ferrocarril. El ltimo da del mes replicaba
a Madrid que la repatriacin no podra hacerse de la forma indi-
cada, dadas las dificultades existentes para conseguir veinticinco
plazas juntas en los trenes militares que partan de Atenas y en
los transbordos siguientes. Por otra parte, dada la lentitud de los
transportes en aquellas circunstancias se requerirn dos aos
para repatriar los trescientos sefarditas que aqu quedan, conti-
nuaba. A cambio, propona se me autorice a realizar la repatria-
cin en cualquier forma que esto sea posible, en masa o en gru-
pos sin limitacin de nmero.
Aquel dilogo lo cortara una dura realidad: Alemania ocupaba
a finales de verano del 43 la parte sur de Grecia tras la rendicin
italiana. El 24 de septiembre escriba Romero a Madrid:
88
Me he entrevistado con el jefe de la comisin encargada de
los asuntos judos y he podido obtener para los espaoles la su-
presin de ciertas restricciones y el perdn de los que huyeron de
Salnica para no ser deportados, y que han sido asimilados a los
de Atenas. Aunque la Comisin parece bien dispuesta, y por el
momento no se habla de expulsin, sta puede decretarse cual-
quier da y por ello hay que estar prevenidos. Los pobres sefardi-
tas estn aterrados y procuro confortarles cuanto puedo, aten-
dindoles en cualquier momento en que demandan mi apoyo. Hasta
ahora las autoridades alemanas no les han molestado y han aten-
dido mis reclamaciones cuando algn agente ha tratado de requi-
sicionar alguna casa.
89
Ciudadanos de un pas neutral
90
aunque las organizaciones que se ocupan de los judos en Madrid
prometieron que se daran las facilidades oportunas, el caso es
que no se obtuvo nunca por parte del Gobierno turco el necesario
visado y autorizacin para entrar en su territorio.
91
compatriotas y quisimos entender que era en Espaa que nos ba-
mos a ir. Mas nos iban a tomar para enviamos a Alemania.
El 2 de abril sali el convoy, y Romero pudo ir a despedir a
quienes crea rumbo a Espaa, llevndoles vveres y tabaco. De
ello inform a Madrid y Berln. El MAE pide el 7 de agosto con-
firmacin a Berln de la sorprendente noticia, y el Embajador
Vidal responde: Por la copia del despacho de Atenas nmero 15,
tengo conocimiento de la noticia de que el 2 del corriente ha sa-
lido para Port-Bou un tren especial en el que viajan los sefarditas
espaoles, con otros judos de diferentes nacionalidades, que en
total ascienden al nmero de 240. Es la primera informacin que
recibo sobre el particular, ya que el telegrama que en dicho des-
pacho se anuncia se me ha enviado, no ha llegado hasta el mo-
mento presente a mi poder.
Me ha sorprendido en extremo la noticia, ya que de haberse
contado con el acuerdo de las autoridades espaolas para la en-
trada en Espaa o trnsito por territorio espaol de estos judos,
supongo que el asunto hubiese sido tratado y gestionado por con-
ducto de esta Embajada en vista de que todos los problemas re-
lacionados con nuestros sefarditas en los territorios ocupados
por fuerzas alemanas, han quedado centralizados aqu, segn tuvo
a bien disponer V.E. a los efectos de establecer un criterio unifor-
me y de realizar la tramitacin con los organismos alemanes de
esta capital.
Como, por otra parte, en este Ministerio de Negocios Extran-
jeros me dicen esta maana no estar en antecedentes del asunto,
habindoseme prometido obtener la debida informacin con la
urgencia que requiere el caso, me hace suponer se trata de una
medida unilateral tomada por los servicios de la Polica alemana
de Grecia. Tan pronto quede aclarado el asunto informar a V.E.
telegrficamente.
Intentos desesperados
Las rdenes se suceden en aquellos das. El 8, el ministro Jor-
dana telegrafa a su embajador en Berln: Encarezco a Vuecen-
cia recabe de esas autoridades urgente autorizacin salida de Gre-
cia colonia sefardita espaola y trnsitos para su repatriacin a
Espaa. Ruego telegrafe fecha aproximada de llegada y punto
frontera espaola para instruir convenientemente nuestras autori-
dades.
La incgnita sobre el destino de aquel convoy quedara resuelta
al formalizar el Embajador Vidal esta peticin ante el Ministerio
alemn. Al da siguiente responda a Madrid: En este Ministerio
92
de Negocios Extranjeros me comunican verbalmente que el 2 co-
rrientes, salieron sefarditas y de otras nacionalidades, pero no
con direccin Port-Bou segn manifest Cnsul General en Atenas,
sino para campo de concentracin proximidades Viena.
A partir de entonces y durante una semana, se desencadena
una tormenta de telegramas y despachos encaminada a parar aquel
tren hacia la muerte. Como medida desesperada, el Ministro espa-
ol vuelve a resucitar el plan Turqua-Palestina, y ordena al Em-
bajador en Berln un da ms tarde: Solicite urgentemente cerca
de ese Gobierno, autorice la salida de Grecia para Turqua y Pales-
tina, grupo 400 sefarditas espaoles residentes Atenas que segn in-
formes recibidos por este Ministerio, han sido concentrados por
autoridades alemanas en el campo de Haidari, y son amenazados de
deportacin. Organizaciones israelitas y Cruz Roja Internacional
gestionan su transporte a Turqua en buque sueco y continuacin
viaje Palestina facilitndoles al efecto decumentacin necesaria.
Al mismo tiempo telegrafa al Embajador de Ankara: Enca-
rzcole gestione de esas autoridades el oportuno permiso de trn-
sito, cerciorndose al mismo tiempo si en la Delegacin en sa
del "World Jewish Organization" y Cruz Roja Internacional, pue-
den facilitarles la documentacin de acceso a Palestina en la forma
que aqu han prometido.
En las dos ltimas rdenes citadas hay dos elementos impor-
tantes: la cifra de 155 espaoles ha sido aumentada hasta los 400
y las instrucciones se cursan despus de conocerse con certeza
que la deportacin ya se ha iniciado. Lograron cambiar el rumbo
de aquel convoy?
Un hecho es cierto. De los ochenta vagones de que constaba
la composicin del tren que transportaba unos 5.000 judos, al
llegar a Austria, media docena de coches fueron separados del res-
to, y encaminados a Hannover. As los 155 judos espaoles y otros
portugueses salvaron sus vidas, yendo a desembarcar al ya cono-
cido campo de trnsito de Bergen-Belsen.
Con la deportacin de stos no haban terminado los proble-
mas de proteccin para la Legacin espaola, convertida ahora,
tras la ocupacin nazi de la capital helena, en Consulado General.
En Atenas quedaron escondidos otros 80, presas de la mayor de
las angustias, pues su descubrimiento significara en principio, la
asimilacin de su suerte a la de los judos griegos: los campos
de la muerte. Seis de ellos fueron detenidos e internados en Haida-
ri. Romero se entrevist repetidas veces con las autoridades ale-
manas, hasta conseguir la promesa de su libertad, y el respeto para
el resto.
93
Y el 30 de septiembre poda comunicar a Madrid: Cumplien-
do lo prometido, aunque con algn retraso, los prisioneros han
sido puestos en libertad, habiendo recibido buen trato en la pri-
sin, segn me han manifestado, y encontrndose todos en perfec-
to estado de salud. A los que se ocultaban, les he hecho saber que
podan circular sin el menor peligro, y poco a poco van presentn-
dose en el Consulado.
Aunque segn comuniqu en el citado despacho, se me haba
informado que se pensaba formar una expedicin con los espao-
les que quedaban, para enviarlos a Bergen-Belsen, donde se en-
cuentran los que de aqu partieron, he conseguido que se desista
de ese propsito y se les permita quedar aqu y en libertad.
Como los que han sido liberados y algunos de los que se ocul-
taban carecen de habitacin y es sumamente difcil encontrar alo-
jamiento, he obtenido de las autoridades alemanas la cesin a
nuestro Consulado de un hotel particular, bastante capaz, perte-
neciente a un israelita griego deportado, y en l he alojado ya
algunas familias, aliviando as su triste suerte.
No puedo precisar con exactitud el nmero de espaoles sefar-
ditas que aqu han quedado despus de la expulsin, pero entre los
que estn casados con arias y los que se haban escondido, se pue-
den contar unos 80.
94
autoridades helvticas haban dado evidencia de aceptar un acuer-
do de este tipo. En la primera semana de octubre se inician las
urgentes gestiones para obtener la libertad del grupo y trasladarlo
a Suiza en trnsito para Espaa. En dicho sentido se cursaron las
rdenes oportunas a nuestro Embajador en Berln para que ste
obtuviera de las autoridades alemanas fuera liberado el mencio-
nado grupo, y asimismo al Ministro en Berna para que consiguiese
del Gobierno Federal la autorizacin de entrada en Suiza.
Es is; no se ha limitado el Gobierno espaol a otorgar su
amparo y tutela a dichos sefarditas, sino que los hizo extensivos
a otros grupos israelitas extranjeros, para los que tambin gestio-
n su liberacin de los campos de Alemania y Hungra, donde se
encontraban, y entrada en Suiza.
Desgraciadamente, los actuales acontecimientos blicos han im-
pedido hacer efectivas dichas promesas obtenidas por el Gobierno
espaol, y ste se ha visto obligado en espera de que cambien
aquellas circunstancias y puedan salir del territorio alemn y hn-
garo los israelitas en cuestin a concentrar sus esfuerzos en con-
seguir como se ha conseguido que mejoren notablemente las
condiciones de aqullos y les sea siempre reconocido el carcter
de protegidos por nuestro Gobierno (se ha provisto a un grupo
aproximado de unos 1.000 israelitas de documentacin espaola
provisional), en tanto no pueda llevarse a cabo su total liberacin.
Este informe presentado al Consejo de Ministros espaol el 20
de noviembre de 1944, es suficientemente expresivo como para aho-
rrar la descripcin detallada de todo un ao de infructuosas ges-
tiones. Los 155 sefarditas deportados desde Atenas guardaron sus
vidas milagrosamente. El 6 de abril del ao siguiente, los alema-
nes desalojaron el campamento de Bergen-Belsen. Ms de 2.000
detenidos fueron introducidos en un tren sin rumbo determinado.
La aviacin aliada cort la va. El tren estuvo detenido cuarenta
y ocho horas. La guardia del tren militar era hungaresa, ms como
ya saban que los americanos estaban cerca, no nos hicieron nada.
Un da, una maana, vemos a los americanos acercarse a noso-
tros e inmediatamente la guardia alz las manos, se rindi y los
americanos nos tomaron inmediatamente y nos metieron en una
ciudad alemana no recuerdo el nombre donde dieron orden
de que todos los habitantes alemanes salieran de sus casas y que
en los lugares suyos quedramos nosotros. Y as nos metieron a
cada familia en una casa, con la obligacin de que nos sirvieran
la comida tres veces al da. Nos dieron permiso para matar dos
vacas para hacer una sopa que haca tanto tiempo que no coma-
mos...- ste es el relato que de aquellos ltimos y dramticos mo-
mentos me hizo el Sr. Hassid. En el momento de la liberacin
conservaba cosidos en las hombreras de su chaqueta 8.000 dlares.
95
Trece meses y medio haba vivido con aquella pequea fortuna
encima.
Y as, de manera tan por todas partes inesperada, novelesca v
dramtica, concluy el caso Sefarditas de Grecia. De los 70.000
judos que la habitaban en 1940, la comunidad actual de Salnica
no sobrepasa el millar, de los cuales, poco menos de una tercera
parte tienen nacionalidad espaola. Ellos y sus hijos o hermanos,
hoy residentes en Israel o cualquier otra parte del mundo, con-
servaron sus vidas gracias a la nacionalidad espaola, ms im-
provisada o generosamente otorgada entonces, que real en la mi-
tad de los casos.
Es difcil terminar con el relato de este episodio de la interven-
cin espaola sin rendir homenaje a dos hombres clave en aquella
operacin. Uno todava vive, anciano ya, cuidando de su residencia
para estudiantes en Atenas. La levant con sus ingresos como Can-
ciller de la Embajada de Espaa en Atenas durante veinticinco
aos: el Padre Irineo Typaldos.
El 8 de julio de 1969, la Comisin de los Justos del Instituto
Conmemorativo Yad Vashem le otorg la medalla de los justos
por la valenta y solidaridad humana de que hizo prueba, sal-
vando judos con peligro de su propia vida, durante la ocupacin
alemana.
Con aquella ocasin, uno de los deportados a Bergen-Belsen
desde Salnica, el Sr. Sabetay Saltiel, le escribi desde Tel Aviv
la siguiente carta, que traduzco literalmente del francs, respetan-
do el peculiar castellano utilizado en cuatro giros:
Seor Canciller de la
Embajada de Espaa en Atenas
Padre Irineo Typaldos.
9, Vassilissis Sofas. Atenas.
96
bros de nuestra colonia tambin os guardan, y conserva-
rn para siempre un recuerdo inolvidable y el reconoci-
miento que se os debe por vuestra accin en favor suyo,
no os abandonar jams.
Todava estoy viviendo el recuerdo del da en que se
siseaba: "El Papaziko nuestro est aqu" (sic), y qu des-
canso el sabernos protegidos, cunto se elevaba nuestra
moral entonces: "El Papaziko trabajar para liberarnos".
Sera muy dichoso de volveros a ver aqu, con ocasin
de un viaje suyo a Jerusaln. Dios le d las vidas, las fuer-
zas y la salud para esto, amn, (sic.) Desgraciadamente
mi estado de salud no me permite ir hasta Atenas para
estrecharos respetuosamente la mano.
Con mi respeto ms profundo, os presento la expresin
de mi homenaje y mi devocin entera y afectuosa. Vejez
buena y saludosa que tenga, amn, (sic.)
SABETAY SALTIEL
97
V. QUIJOTE FRENTE A HITLER
99
ministro espaol las "panzer divisionen" y las escuadrillas de
"stukas" imbatidas hicieron su aparicin espectculo enton-
ces imponente en la explanada de la estacin de Hendaya, ex-
tendindose hasta el mismo puente internacional que une a Fran-
cia con Espaa; y a las once y media se arriaba en el puesto fran-
cs la bandera tricolor y se enarbolaba la de la cruz gamada. Por
el desplome vertical del ejrcito francs, hasta entonces tenido
por el primero del mundo, la frontera alemana haba bajado hasta
el Pirineo. Espaa, pues, pasaba a lindar por el norte con el ejr-
cito alemn que tan asombrosa victoria acababa de ganar; y por
la costa mediterrnea, en lnea ininterrumpida, segua otro frente
constrictor germano-italiano.
En poco ms de medio ao de guerra, Alemania ocupaba toda
la costa occidental del Continente, desde el crculo polar hasta el
Golfo de Vizcaya. Europa entera quedaba de rodillas ante el ger-
mano vencedor. Y frente a sus ejrcitos, que contaban entonces
con el ms moderno material, con la tcnica mejor, el mando ms
experto y la ms elevada moral, quin poda aqu y con qu po-
sibilidad material, oponerse?
100
Comit de Coordinacin de las obras de beneficencia del Gran
Pars, y ms tarde la Unin General de Israelitas Franceses.
En marzo aparece el Comisariado General para las Cuestiones
Judas que, presidido en principio por Xavier Vallat, actuar con
carcter interministerial francs. En l, que controlara directa-
mente la Unin General de Israelitas, va a estar radicada la aria-
nizacin de todos los negocios de judos. Para ello, una polica
especial franco-alemana nace en el mes de abril y, por fin, en mayo,
surge el Instituto de Estudios de Cuestiones Judas, a travs del
cual se canaliza la propaganda antisemita y gran parte de la labor
delatoria. Para estas fechas ya han dado comienzo las confiscacio-
nes.
La minora sefardita
Pero quines eran los judos franceses? Un informe de la poca
sobre el sefardismo, realizado por los mismos interesados, dibuja
el siguiente panorama:
En Francia hay franceses de religin mosaica, sean de origen
ibrico en el suroeste, o germnico en el este y centro, que se
sienten sobre todo franceses desde hace varios siglos. Ellos han
compartido, con sus conciudadanos catlicos y protestantes, las
alegras y tristezas nacionales.
Al mismo tiempo hay una masa de recin llegados en momentos
y de orgenes muy diferentes. Unos, del antiguo imperio turco, a
raz de las guerras balcnicas de principios de siglo; stos son se-
farditas. El resto, askenazis, proceden de Centroeuropa y Rusia,
y su llegada es posterior.
El informe precisa que los primeros, los sefarditas, estn com-
pletamente occidentalizados por su lengua, costumbres, e t c . . En
su caso, la asimilacin ha precedido a la naturalizacin. Consti-
tuyen una clase media, trabajadora y honesta, que no supone car-
ga alguna para el pas.
Sefarditas de origen espaol haba en la Francia metropolita-
na unos 35.000. De ellos, menos de un millar posea la nacionalidad
espaola; exactamente 637 en 1940. Pero como ocurri en Grecia,
la cifra aument con generosidad entre el verano de aquel ao y
el de 1941, hasta llegar a 2.000 quienes en 1944 haban conseguido
un pasaporte, espaol. Sobre todos ellos iba a librarse otra guerra
de papel entre las autoridades diplomticas y consulares espao-
las y el Servicio Francs, el Comisariado General, el Gobierno de Vi-
chy y la Embajada alemana.
Todo empez con el anuncio del censo de personas y bienes
judos impuestos en el otoo del 4 0. El Consulado de Espaa en
101
Pars inform en el mismo mes de septiembre de 1940 das antes
de que la ordenanza alemana fuera publicada que los sefarditas
espaoles quedaran englobados en la poltica general antisemita,
que no haca distincin entre nacionales o extranjeros.
El 7 de diciembre de 1940, Mario Pinis, ministro consejero
encargado de la Embajada en Pars, comunicaba la situacin al
ministro Serrano Ser. Su testimonio tiene todo el valor de pro-
tagonismo directo:
Son ya varias las disposiciones tomadas tanto por el Jefe de
la Administracin Militar alemana en Francia, como por el Go-
bierno de Vichy.
La primera reconoci como judos los que tuvieran ms de dos
abuelos de esta raza, y el segundo fue ms all que los propios
alemanes al declarar judos a los que tenan tres abuelos judos
como mnimo esto es, igual que lo que dispusieron las autorida-
des de ocupacin pero aadiendo que tambin seran conside-
rados como tales los que no teniendo ms que dos abuelos de esta
raza, estn casados con una juda.
Los comercios de los que sea propietario o gerente un judo
exhiben en el sitio ms visible un letrero que dice en lengua fran-
cesa y alemana "Entreprise juive".
El 7 de noviembre de aquel primer ao de ocupacin, las auto-
ridades francesas y alemanas comunicaron a los consulados es-
paoles la decisin de hacer extensivas a los sefarditas las medidas
tomadas contra todos los judos. El Cnsul General en Pars, Ber-
nardo Rolland, manifest que por no existir en Espaa legislacin
alguna basada en diferencias raciales, tendra que consultar la
nueva situacin a Madrid. La respuesta fue clara:
Los sefarditas subditos espaoles harn constar claramente,
al inscribirse en el Registro especial o al prestar declaracin sobre
sus bienes o de cualquier otra clase, su condicin de espaoles
para poder ser defendidos como tales en el momento oportuno.
Este telegrama, fechado en noviembre, es una de las primeras
instrucciones comunicadas por orden del nuevo Ministro de Asun-
tos Exteriores, Serrano Ser, quien un mes antes se haba en-
trevistado en Berln con Hitler. En el transcurso de aquel viaje,
y durante el da que la misin espaola permaneci en Pars, el
Sr. Pinis inform verbalmente de la situacin a tres miembros
de la comitiva, los seores Barn de las Torres, Tovar y Garca
Figueras, quienes posteriormente dieron cuenta de todo ello al
ministro en el camino hacia Berln. En opinin del representante
espaol acreditado en la capital francesa, lo que trataban tanto
las autoridades de ocupacin como las del pas ocupado, era la
confiscacin pura y simple de los bienes judos. Ceder ante este
atropello en el cual van tan amigablemente del brazo vencedores
102
y vencidos les dijo equivaldra a hacer donacin de muchos
intereses y millones que al fin y al cabo son espaoles.
Un trato singular
103
La privilegiada situacin que, dentro de las circunstancias, go-
zaba la colonia espaola, movi a la Legacin suiza en Madrid a
dirigir las siguientes preguntas al MAE:
104
El mes de octubre de 1940 se inicia con las primeras orde-
nanzas de las autoridades de ocupacin contra los judos. En ellas
se prescribe el censo de personas y el de bienes. La Ley de 4 de
octubre atribuye a los Prefectos el derecho de expulsin de su De-
partamento, o el envo a campos de concentracin de los israeli-
tas. Las medidas restrictivas se fueron acentuando y agravando
hasta culminar en el Estatuto promulgado por el Gobierno de
Vichy, que aspira el descartamiento absoluto de los israelitas de
toda manifestacin de la vida, ya sea dirigente, cultural o comer-
cial en el ms humilde sentido. En una palabra; se nos ha negado
el derecho a vivir en toda su extensin, sin que siquiera se nos
reservara el derecho a ausentarnos, que viene siendo negado siste-
mticamente por las autoridades.
Apenas iniciado el problema, los sefarditas de nacionalidad
espaola se apresuraron a presentarse ante las autoridades con-
sulares de Espaa en busca de defensa, de orientacin y de con-
sejo. El Excmo. Sr. de Lequerica, Embajador de Espaa en Vichy
y nuestro Consulado General de Pars, con perfecta comprensin
de nuestro problema, y en cumplimiento de lo que estimaba estric-
to deber, nos apoyaron resueltamente en la limitada medida que
les era posible. Los sefarditas de la zona ocupada se complacen en
rendir aqu culto a la comprensin, a la inteligencia y a los es-
fuerzos del Consulado y especialmente del Cnsul General, D. Ber-
nardo Rolland, y del Sr, J. de Olzaga, Presidente de la Cmara
Oficial de Comercio de Espaa en Pars.
La fuerte posicin de nuestro Consulado General de Pars no
poda ser ms lgica ni ms justa. Nuestra Ley nacional, inspira-
da en puros principios catlicos, no admite la distincin entre es-
paoles por razones de raza. En Espaa no hay categoras de ciu-
dadanos: o son espaoles, o extranjeros. El artculo 9 de nuestro
Cdigo Civil, recogiendo un principio de la Ley de Bases, que es,
a su vez, expresin de normas usuales de derecho internacional
privado, recaba, para Espaa exclusivamente, toda la autoridad
para legislar sobre la capacidad legal, condicin, estado, etc., etc.,
de los subditos espaoles aunque residan en el extranjero. Acep-
tar las ordenanzas alemanas equivala a abandonar una funcin de
soberana en manos de un poder extrao, ya que la capacidad
legal de muchos subditos espaoles quedaba suprimida en muchos
aspectos por aquellas disposiciones. A mayor abundamiento, estos
subditos espaoles eran residentes en Francia, con la que nos liga-
ba un Convenio Consular de 1862 que atribuye a los espaoles la
misma capacidad, en todos los rdenes, salvo en el oficial, que a
los franceses mismos.
Frente a esta posicin de nuestro Consulado, la tesis alemana,
partiendo de principios diametralmente opuestos, deduca todas
105
las consecuencias del principio racista, sin que el concepto de na-
cionalidad se estimara como excepcin de tales medidas. Consu-
lado espaol y autoridades de ocupacin hablaban lenguajes dife-
rentes. La inteligencia era, por principio, imposible.
Sin embargo, aquellos esfuerzos del Consulado General, pro-
dujeron primero, el fruto inmediato de paralizar durante algn
tiempo la aplicacin de las ordenanzas alemanas a nuestros com-
patriotas israelitas; y, despus, acuerdos concretos con las autori-
dades alemanas, respecto de los bienes, que si no significan una
excepcin total, s implican una excepcin parcial y trato privile-
giado. En efecto; en virtud de aquel acuerdo, los israelitas espa-
oles obtuvieron las siguientes ventajas: 1." el desbloqueo de sus
cuentas; 2. la facultad de disponer y de conservar su dinero, fru-
to de las liquidaciones forzosas de sus bienes; 3. el nombramiento
de administradores de nacionalidad espaola. Estas excepciones
nos complacemos en reconocerlo han sido un premio a aque-
llos esfuerzos y a nuestra condicin de espaoles.
Crecientes dificultades
106
daban ambos en que simplemente se limitaban a poner en prcti-
ca las leyes recientemente dictadas.
Una de estas leyes, de 17 de noviembre de aquel mismo ao,
1941, haba prohibido el ejercicio de diversas profesiones a los
judos. Hubiera resultado ms sencillo apuntar las que les fueran
permitidas. La nota de la Prefectura en que se comunicaba la fecha
de entrada en vigor 16 de enero, 1942 comenzaba diciendo:
Se prohibe a los judos, salvo en los empleos subalternos o ma-
nuales, toda funcin o actividad ejercida en las siguientes profe-
siones: banca, cambio, bolsa de valores y de comercio, seguros,
armamento, publicidad, transacciones comerciales de granos, ce-
reales, caballos, bestias, obras de arte, los juegos, la prensa, el ci-
nematgrafo, la radiodifusin, etc.
Ante el progresivo incremento de la opresin dictada por el
llamado Estatuto de los Judos, el Subsecretario del Ministerio
de Asuntos Exteriores, Sr. Pan de Soraluce, comunicaba el 7 de
marzo a Pars la orden del Ministro: Ruego a V.E. se sirva, dentro
de las normas e instrucciones que ya ha recibido, defender los in-
tereses de los subditos espaoles de origen sefardita, exigiendo
de las autoridades francesas el cumplimiento del Acuerdo de 1862,
debiendo participar a V.E. que con esta misma fecha se cursa a
la Embajada de Espaa en Vichy idnticas instrucciones.
El 7 de febrero de aquel ao 42, una ordenanza alemana haba
prohibido salir de su domicilio a los judos entre las 20 y las 5
horas del da. Pocos meses despus, el 20 de mayo, se impondra
el uso de la estrella amarilla cosida en las ropas, y el 8 de julio,
otra ordenanza les prohiba frecuentar todos los establecimientos
pblicos reseados en otra interminable lista: restaurantes, cafs,
salones de t y bares, teatros, cines, conciertos, music-halls, ca-
barets, ferias, piscinas y playas, museos, bibliotecas, exposiciones,
castillos, palacios y todo tipo de monumentos artsticos, manifesta-
ciones deportivas, campings y parques.
Pero de todas aquellas medidas pudieron ser exceptuados los
sefarditas espaoles, con la invocacin del Acuerdo Hispano-Fran-
cs de 1862, segn el cual, los ciudadanos de cualquiera de ambos
pases, inscritos en los consulados correspondientes, gozaran en
sus respectivas demarcaciones de iguales derechos que los nacio-
nales del pas. El problema de los judos espaoles estribaba en
que los judos franceses precisamente gozaban de la situacin
de la cual haban de ser exceptuados. Para ello hubo que invocar
una vez ms que en Espaa no hacan las leyes acepcin de gen-
tes en razn a su origen racial o profesin religiosa. Los judos
espaoles habran de equipararse, pues, a los franceses no judos.
La batalla por la igualdad de derechos, la defensa in situ
que esperaban los mismos judos interesados, que preferan con-
107
tinuar cerca de sus negocios mientras no fuera dado el ultimtum
para su salida de los territorios ocupados, result tan larga como
la guerra misma. El 9 de junio de 1943, el Cnsul de Espaa en
Marsella escriba al Director Regional del Comisariado General
para Cuestiones Judas, a propsito de la defensa del comercio del
Sr. Hasson, amenazado de liquidacin:
Operacin rescate
Pero en 1943, del Estatuto se pas a la solucin final. El cerco
se iba estrechando y las presiones crecan paulatina y tenazmente.
En enero, los espaoles que iban provistos de sus tarjetas de ali-
mentacin sin la humillante y temida J inscrita en ellas todava,
comenzaron a ser presionados. Algunos casos no pudieron hacer
frente a la imposicin. La mayor parte, como ocurri con todos en
lo que atae a la estrella amarilla cosida a las ropas, fueron ex-
ceptuados gracias al documento de que se les provey, en el que
se haca constar a las autoridades que el Gobierno francs y la
Embajada espaola en Vichy estaban negociando en torno a las
nuevas disposiciones legales.
Por fin, el 26 de enero, la Embajada alemana en Madrid notifi-
caba al Ministerio de Asuntos Exteriores el ultimtum:
109
autoridades de ocupacin alemanas en los aludidos pases se ven
obligadas a hacer extensivas, a partir del 1 de abril del ao en
curso, a todos los judos sin excepcin, las disposiciones vigentes
concernientes al trato para judos, incluso la obligacin de llevar
distintivo, la internacin y el alejamiento de territorio posterior.
Dichas disposiciones afectarn tambin a un nmero de judos de
nacionalidad espaola.
110
la urgencia que el caso requiere, alguna medida que pueda oponer-
se al supuesto propsito alemn de aprovecharse sin ttulo alguno
de estos bienes.
No se me oculta que una medida de incautacin por parte del
Gobierno espaol, solucin la ms eficaz para oponerla a una in-
cautacin alemana, parece difcil de tomar en el estado actual de
nuestra Legislacin, que no hace diferencia entre subditos espa-
oles, israelitas o no, pero tal vez pudiera obtenerse de ellos con
relativa facilidad la cesin de sus bienes en determinadas condi-
ciones al Estado espaol, que podra as administrarlos y devol-
vrselos en su da cuando se llegara a una solucin definitiva de
su caso.
Claro est que cabra tratar de obtener de las autoridades ale-
manas que reconocieran un derecho de prioridad al Estado espaol
sobre la administracin y propiedad de estos bienes, pero temo
desgraciadamente sea harto difcil hacer triunfar este punto de
vista si no lo apoyamos en alguna disposicin legal.
111
tos intereses les haban atado hasta entonces a su pas de residen-
cia, y que haban constituido el principal objeto de defensa por
parte de las autoridades consulares espaolas, escribieron:
112
El Padre Irineo Typaldos en la actualidad. Hasta su jubilacin, hace
dos a.os, fue canciller de la Embajada de Espaa en Atenas.
La actual Representacin Consular y Comercial de Espaa en Buda-
pest ocupa la misma mansin en la que estuvo la Legin Espaola
durante la II Guerra Mundial. Su fachada, actualmente.
Campos de concentracin alemanes.
La antigua Legacin de Espaa en Atenas durante la II Guerra Mun-
dial ocupaba esta casa, actualmente convertida en residencia del
Embajador. En la casa de los espaoles, como era conocida entre
los judos, fueron refugiados varios durante las deportaciones.
440/b
v d l e v l
LEQACjAu'os KtPAA
BUOTftprST
Ezermel i g a z o l j u k , hogy
lsziihau lr i j o ? D e t t a
Eatona J z s e f "ees. 41
b u d a p e s t i l a k o s rsz're Spanyolorsz;.'bar. lakd rokonai a spanyol
llampolgrs'g'it folyamodtak. A Spanyol H.>vets*g elhataina z-st
k a p o t t , hogy r s z r e m*g a kdrvny elirxt^se e l o t t , beutazr.si
vizumot l l l t s o n k i .
A Spanyol Kovotsg k i z i l l e t k e s hatOsgot,
hogy vegye a f e n t i e k e t j o i n d u l a t u figyelmbe da m e n t e s i t a e * a
munkaszolglat a l l .
113
6
Acuso recibo de su despacho nmero 334, de 14 de los corrien-
tes, referente a las gestiones que viene realizando esa Representa-
cin... rogndole insista en las mismas y siga defendiendo con la
misma firmeza los bienes... de cualquier otro sefardita que hubie-
ra sido vctima de anlogas e injustas medidas.
Propiedad nacional
Cmo se haba resuelto el problema de los bienes inmuebles
de espaoles repatriados? Pginas atrs, el relato qued interrum-
pido por la operacin de salvamento personal. En base a qu
disposiciones legales poda el Estado espaol convertirse en suce-
sor de los negocios abandonados, ya que la simple administracin
de los mismos era tericamente provisional, en tanto no se con-
sumaba su liquidacin o arianizacin definitivas?
La cuestin que se planteaba el Embajador espaol en Berln
entonces, febrero del 43, iba a ser requerida el 10 de mayo por
las autoridades alemanas:
114
Por aquellas fechas no haba prcticamente judos espaoles tra-
bajando en el Este, por ello, su mencin slo cabe entenderla como
hiptesis en el caso de que ante el ultimtum entonces planteado
por las mismas autoridades alemanas, Espaa se desentendiera de
sus nacionales. Por ello, el informe de la Asesora Jurdica de MAE
previo a la respuesta, rechaza la posibilidad de declarar al Fisco
como sucesor legal de los bienes abandonados por quienes pudie-
ran ser trasladados a los campos de concentracin, pues el mero
abandono de dichas propiedades significara el desentendimiento
por parte de Espaa hacia sus sbbitos.
La respuesta definitiva, al hacer ver la decidida postura espa-
ola, tal vez condicion la concesin de tantos plazos y una inmu-
nidad casi general. Dejando aparte el caso, claro y sin problemas
de los repatriados, sobre la posibilidad de aquellos que no regre-
sasen a Espaa se mantuvo el criterio que inspiran las lneas si-
guientes:
115
La actuacin en el Marruecos francs fue en extremo ardua
y dificultada por la poltica seguida por la Residencia General
Francesa. La situacin en que se hallaron los sefarditas espaoles
haba sido creada aos antes, en 1938, cuando Francia, durante
la guerra civil espaola, puso en prctica una poltica decidida de
asimilacin de aquellos elementos.
Todo judo que no perteneciera a familias residentes en la zona
de soberana espaola aunque hubiera nacido all que no hu-
biera probado su ascendencia antes de la Convencin de Madrid
de 1880, o que no presentara justificante de la ruptura de rela-
ciones con el Sultn, fue considerado israelita de derecho comn.
Por todo ello y slo mediante el concurso de la Embajada en
Vichy, pudo conseguir Espaa la inmunidad para aquellos sefar-
ditas colaboradores directos de cualquier tipo de empresa u obra
espaola, y fundamentalmente para quienes haban venido ejer-
ciendo cargos de vicecnsules honorarios.
Afortunadamente quedan lejos aquellas circunstancias inhuma-
nas, y tambin el silencio que como raro pago por aquellos desve-
los se cerni sobre la actitud espaola. A l aludi extraado en el
ao 48 el periodista y oficial del Ejrcito britnico durante la
guerra, Maurice Fisher, entonces Ministro de Israel en Pars, cuan-
do en el curso de una cena ntima con un grupo de periodistas
judos de diversas agencias internacionales destac el error come-
tido por la prensa mundial al negarse a reconocer los innume-
rables beneficios que la colectividad israelita del mundo entero
debe al General Franco por las normas a que se ajust su conduc-
ta durante la guerra.116
116
BULGARIA
Cuando recientemente pregunt a la reina Giovanna por los se-
farditas blgaros, apenas recordaba ms que una cosa: Eran ex-
celentes; de lo mejor del pas. Gentes honestas que trabajaban
bien, ajenos a cuestiones polticas tan revueltas entonces. Bravas
gentes. Con muchos de ellos, instalados cerca de su residencia
actual en Estoril, o al otro lado del Mediterrneo, en Tel Aviv o
Jerusaln ella y su hijo Simen dejaron Bulgaria a travs de
Turqua y Palestina mantiene todava correspondencia.
El mismo juicio se encuentra invariablemente en los despachos
de la Legacin de Espaa en Sofa ya desde 1938, en plena guerra
espaola, cuando desde all el Representante Nacional, Carlos de
Miranda, plantea una cuestin que va a servir de pauta para todos
los sefarditas espaoles. En su despacho de 16 de diciembre de
1937 pidi instrucciones sobre los comprendidos en edad de mo-
vilizacin. De la solucin que al problema se diera dependera en
un futuro demasiado prximo, pero entonces todava incierto, la
suerte de cuantos haban consagrado recientemente su nacionali-
dad histrica gracias al Real Decreto de 1924.
117
abandonarlos o considerarlos espaoles. Ellos preferan esta so-
lucin, que les libraba de convertirse en subditos balcnicos, y a
Espaa le convena, pues era el modo de aprovechar en favor de
nuestra expansin cultural y comercial en Oriente la fuerza indis-
cutible de las colectividades sefarditas.
E1 espaolismo de los sefarditas queda, pues, reducido a estos
trminos y parece difcil exigirles ms.
Se me alcanza perfectamente que todo este problema es de-
masiado arduo para tratarlo a la ligera y que en tanto no termine
la guerra no puede abordarse de lleno; estimo en cambio que
sera muy oportuno adoptar alguna medida que no lo agudice y
puesto que existe el precedente que se adopt en su da de que
los reclutas movilizados residentes en Amrica no estn obligados
a incorporarse sino a ttulo voluntario, creo que sera muy conve-
niente extender esta disposicin a los elementos de origen sefar-
dita.
118
conflicto armado actual, dejando tal apreciacin al superior cri-
terio de S.E. el Jefe del Estado.
El Ministerio de Asuntos Exteriores, considerando que la gue-
rra es de carcter civil, no ve inconveniente ninguno en que se
publique dicha Orden Circular. La interpretacin fue aprobada
por Franco el 6 de junio, y la orden, cursada con la misma fecha
a Atenas, Belgrado, Bucarest, Sofa y Ankara.
Por ella, e invocando una ley anloga de la Repblica la de
24 de octubre de 1935, los espaoles sefarditas quedan exentos
de servicio militar mediante el pago de las cuotas que el Regla-
mento de 3 de enero de 1936 prev, teniendo presente tanto la
profesin y trabajo del interesado y de sus ascendientes, como la
clase tributaria del certificado de nacionalidad de los interesados.
Todava el 8 de agosto, la cuanta de las cuotas fijadas en la
Ley de la Repblica fue rebajada en un grado, de 4.000 pesetas
oro a 1.100, en dieciocho anualidades, o de 1.800 a 500 pesetas oro
si se abonaran de una sola vez.
En medio de esta correspondencia de carcter administrativo,
el 7 de febrero del 39, Miranda informa que el problema judo va
agudizndose con el paso de los das. An no hay leyes antise-
mitas propiamente dichas pero s hay ya medidas de polica.
Efectivamente, por aquellas fechas las fronteras se haban cerrado
para los judos que iban siendo expulsados de otros pases, e in-
cluso para los nacidos en Bulgaria y residentes hasta ahora en
Alemania. Algunos judos extranjeros, afincados en Sofa desde
aos, prcticamente blgaros, hubieron de abandonar todo bajo
la acusacin, por ejemplo, de haber exportado mercancas en ma-
las condiciones, y con ello comprometido el buen noi.ibre de Bul-
garia en el extranjero.
El cariz que tomaban los acontecimientos decidi a gran parte
de la colonia espaola a volcarse definitivamente sobre la Lega-
cin Nacional, quedando la Repblica h sta entonces la nica
reconocida oficialmente por Bulgaria en el vaco.
La estrategia alemana considera til y necesaria la servidum-
bre del suelo blgaro, y el rey Boris, hombre ejemplar de su tiem-
po, transige, optando as por la salvacin de la mayora de su pue-
blo. La ocupacin alemana tiene un carcter puramente castrense;
el gobierno, sin embargo, difcilmente dicta una ley que no est
inspirada por los nazis. El 21 de enero de 1941 aparece la primera
disposicin legislativa de carcter antisemita, con una peculiaridad
respecto a las ya tan frecuentes en el resto de Europa. Sobre la
sagregacin racial prima en este caso el factor religioso. La po-
blacin juda del pas estaba cifrada en 48.000 individuos, lo que
vena a representar un 0,9 por 100 del total, con Yugoslavia, el
ndice ms bajo de todos los Balcanes. La mayora era de origen
19
sefardita, si bien la nacionalidad espaola no haba sido mante-
nida por ms de treinta familias, comerciantes salvo en cinco ca-
sos de industriales. Sus medios de fortuna, en lneas generales, no
eran excesivos; se trataba de familias acomodadas simplemente, y
que solan trabajar en sus propios negocios. En otras ocasiones,
los ttulos de sus empleos no se correspondan con la realidad que
significaran en situaciones de normalidad. Ser director general
o gerente en aquellas circunstancias no era sino la nica forma
de poder trabajar siendo judo, a quienes los empleos administra-
tivos, el peonaje, etc., les estaba vedado por las leyes de proteccin
al trabajador nacional.
En este estado de cosas el antisemitismo pas a las leyes fis-
cales. El nuevo jefe de la Legacin espaola, Julio Pal enca y Tubau
resuma la posicin en que haban quedado los sefarditas en los
siguientes trminos: Todos ellos han sido despojados de sus for-
tunas, quedando nicamente a su disposicin (y en pura teora) las
cantidades procedentes de sus respectivos fondos de reserva o
stocks de mercancas. Las primeras sumas, esto es, las que el Go-
bierno blgaro ha percibido en virtud de lo que aqu llaman las
leyes fiscales, stas no volvern a verlas nunca, y ello supone unos
800 millones de levas. Las otras, las que estn bloqueadas en el
Banco Nacional de Bulgaria y que ascienden a una suma muy dif-
cil de precisar pero tambin muy considerable, pueden ser devuel-
tas a sus legtimos propietarios mediante un acuerdo entre Espaa
y este pas.
Fruto de la actividad de Palencia fue la disposicin de desblo-
queo de aquella cuenta y la custodia y administracin de una parte
de los bienes inmuebles confiscados. Para ello contaba el Jefe de
la Legack'n con la carencia i<is absoluta de medios, pues ni en
Varna, Burgas, Plovdiv, ni en Ruse, centros de residencia de la
colonia espaola, caba abrir agencias consulares. Hasta el fin de
la contienda, el Gobie.no blgaro no consenta el nombramiento
de cnsules honorarios, y segn manifestaba Palencia, aunque
fuera posible alcanzar la aceptacin de Agentes Consulares Hono-
rarios, yo me vera en la imposibilidad de nombrarlos, porque toda
la colonia espaola en Bulgaria es israelita, y dada la orientacin
poltica del momento, Bulgaria no aceptara los candidatos pro-
puestos por el Gobierno espaol.
A pesar de la precaria situacin, ya desde finales de 1941 los
movimientos del Jefe de la Legacin espaola eran conocidos en
Berln como perturbadores de la aplicacin de la nueva legislacin
antisemita, segn comunicaba el Ministro blgaro de Exteriores
a von Ribentropp. Las protestas a travs de Notas Verbales fueron
punteando cada disposicin de carcter antisemita.
Hasta que en 1943 no comenzaron las deportaciones a los cam-
120
pos de trabajo, la Legacin espaola expidi seiscientos visados
a judos blgaros o de otras nacionalidades, a ella remitidos por
el Gobierno del pas. La colonia espaola, compuesta por ciento
treinta miembros, no us decididamente por el momento de su
derecho a abandonar aquel suelo, debido a la relativa normalidad
de que gozaban sus actividades.
Pero en julio de aquel ao lleg el ultimtum: el Ministerio
de Negocios Extranjeros comunic a todas las Embajadas que los
judos por ellas amparados que no abandonaran el pas antes del 1
de septiembre prximo, seran internados en las mismas duras
condiciones a que estaban sujetos los de nacionalidad blgara.
Como respuesta inmediata, Palencia solicit automticamente
a la Legacin de Alemania visados de trnsito por los pases ocu-
pados hasta llegar a Espaa. La consulta de los alemanes a sus
autoridades centrales en Berln demor por varias semanas la eva-
cuacin. Desde Madrid, el Ministerio de Asuntos Exteriores orden
al Embajador Vidal gestionara directamente ante el Ministerio de
Relaciones Extranjeras la concesin de aquellos visados cada vez
ms urgentes.
Pero un hecho fortuito se interpuso en el normal desarrollo de
aquellos acontecimientos. La Representacin alemana en Sofa in-
formaba a Berln que el Representante espaol continuaba hacien-
do manifestacin pblica de su amistad hacia los judos, habiendo
llegado al extremo de adoptar legalmente a dos hijos del judo
Len Arie, recientemente ejecutado.
Este caballeresco episodio tuvo como origen una de las dispo-
siciones contra la especulacin, en la que se fijaban precios m-
ximos a determinados artculos de consumo domstico. Uno de
los principales perfumistas de Sofa era el sefardita Len Arie,
que subi dos cntimos de leva el precio del jabn de tocador;
desencadenando con ello una campaa de agitacin en la opinin
pblica que concluy con el juicio sumarsimo que le conden a
muerte.
Las protestas del Ministro espaol, la carta de la seora de
Palencia a la Reina, las gestiones del Papa Po XII ante el rey de
Italia, padre de la soberana, etc., todo fue intil a la hora de im-
pedir la brbara sentencia. Len Arie fue ejecutado, y el proceso
continu amenazante sobre su mujer e hija.
El Embajador Casa Rojas, a la sazn Representante de Espaa
en Bucarest, relata as el resto de la historia: s
121
Haba llegado para Julio Palencia y Tubau la hora de poner de
relieve su hombra de carcter, su quijotismo intrpido, su gene-
rosa arrogancia, sin tacha de clculos. En la balanza de su deci-
sin el platillo en que gravitaba su destino, su carrera, hasta su
futuro bienestar, pes menos que el otro, depositario de su arran-
que ciego de salvar a aquellas dos mujeres desvalidas, amenazadas
de lo peor. Sin consultar a nadie, con los ojos cerrados, vio claro
lo que ms importaba y ech por la calle de en medio. Por s y
ante s, asumiendo no digo todos los poderes, sino todas las po-
sibles extralimitaciones, adopt como hija a la seorita Arie y por
afinidad dot, a su antojo, a la viuda de Arie de la condicin de
miembro de la familia. Libr a las dos, por este parentesco for-
jado, pasaportes diplomticos y pas a alojarlas en la propia Le-
gacin.
Su decisin debi causar espanto ms que clera. Una ley
marcial violada en plena guerra! Lo que iba a ser un castigo ejem-
plar, transformado en una exaltacin de dos seres de la raza es-
prea! El asombro pudo ms que la violencia y la resolucin de
nuestro Ministro Palencia fue plenamente respetada.
La reaccin ante lo que hera, ms como burla que como trans-
gresin, fue fulminante. Como era de prever, Palencia fue decla-
rado persona no grata e invitado a salir del pas en plazo peren-
torio. Nuestro noble caballero, como estas medidas slo afectaban
a l y a los suyos, las acat sin resistencia y en el plazo previsto,
radiante en su desgracia, abandon el pas con sus nuevas allegadas.
Las inmediatas consecuencias, en serie, merecen recordacin
porque fueron de antologa. Dirase que revivamos tiempos anti-
guos, de elegante proceder, aun ante el adversario.
Por estricta aplicacin de las normas clsicas de su misin
jerrquica y pena adecuada a la extralimitacin de facultades, el
Gobierno espaol depuso a nuestro funcionario. Al mismo tiempo,
en nombre del pueblo espaol, orgulloso del proceder del san-
cionado, le agraci con la Gran Cruz de Isabel la Catlica, y tras
un corto y pdico perodo de tiempo, lo destin a otro puesto en
su carrera. Quiero recordar que el propio Rey Boris, que haba
sancionado la expulsin, envi a nuestro caballeresco compatriota
un mensaje de simpata. Las damas de honor de la Reina hicieron
llegar flores a la mujer de nuestro Ministro, finsimo ejemplar
humano de origen griego. Muchos Ministros del Gobierno blgaro
que haban decretado el exilio del viajero, acudieron a la esta-
cin para estrechar la mano de aquel monstruo de rebelda, que
de prototipo humano haba pasado a ser ngel salvador.
122
Mientras tanto, prcticamente la totalidad de la colonia espa-
ola haba conseguido salir del pas, rumbo a Espaa algunos, o
temporalmente admitidos en Turqua otros. En septiembre que-
daban ya tan slo diez familias que totalizaban veintitrs perso-
nas. Fue la ltima relacin de repatriados transmitida por Palencia,
quince das antes del 1 de octubre, ltimo plazo concedido para
la drstica expulsin.
Con ellos, y los seiscientos que desde el otoo del 41 haban
sido provistos de salvoconductos para Espaa, slo se salvara un
total de cinco mil judos blgaros, de los cuarenta y ocho mil all
residentes al comenzar la contienda. La proteccin espaola so-
brepas pues en gran medida los lmites de sus nacionales.
123
RUMANIA
Para el milln de judos residentes en Rumania en el ao 40,
la adhesin del pas al pacto tripartito culmin los negros presa-
gios en que venan viviendo bajo los legionarios de la Guardia
de Hierro. Luis Beneyto, antiguo agente comercial en la Legacin
espaola en Bucarest, recuerda aquella primera poca como la
ms inhspita de toda la guerra. En enero del ao 39 un descono-
cido, cuya tarjeta de visita rezaba A. A. Faoto. Doctor en Cien-
cias Econmicas y Agrnomo, se present en la sede de la Ofi-
cina Comercial espaola saludando brazo en alto y con el grito
Arriba Espaa! en la boca. Se anunci como representante de
la sociedad comercial Sarogeco, y despus de pasar ms de una
hora hablando de generalidades comerciales, al despedirse dej
caer lo siguiente:
Por cierto, hay otro pequeo asunto del cual deseo enterar-
le, y que probablemente le interese. Se trata de 50.000 familias
judas, compuestas aproximadamente de 150.000 individuos, que
se convierten al catolicismo, cambiando sus nombres y apellidos
para que desaparezca toda traza de su origen, y que tienen proyec-
tado, bajo los auspicios del Cardenal Pacelli, marchar a Espaa
donde bien seguro que despus de la guerra se habrn de necesi-
tar brazos y capitales. Muchos de ellos son gente rica, y cada fa-
milia llevar consigo un mnimun de 200.000 le en divisas extran-
jeras, y muchos de ellos, cantidades superiores. El Vaticano enta-
blar directamente gestiones cerca del Gobierno Nacional para ob-
tener su asentimiento a este proyecto,
124
por 2 a 5 personas, tendra al menos dos hombres con edades
comprendidas entre los 20 y 50 aos, y estara respaldada por un
mnimun de 200.000 lei. Todas ellas emigraran con nombre nuevo.
E1 Gobierno rumano, de acuerdo con el espaol, concedera
un pasaporte vlido nicamente para el viaje a Espaa, y la au-
torizacin de exportar sus capitales (en algunos casos, realmente
importantes) a travs de la Sociedad Sarogeco, en productos
o mercancas rumanas.
Imploramos la preciosa intervencin del Vaticano para soli-
citar una favorable acogida por parte del Gobierno del General
Franco. La sociedad Sarogeco est autorizada para negociar las
condiciones y aceptar las transacciones entre el Gobierno rumano
y el espaol.
125
gacin espaola. En marzo, Prat informaba al Ministerio de Asun-
tos Exteriores:
A pesar de que tanto de palabra como por escrito se les dio
a entender que no deban nutrir esperanzas de xito, tanto ms
que de los informes obtenidos sobre los componentes de dicha so-
ciedad resulta que son todos judos de psimos antecedentes, y
nicamente cristianos algunos rumanos del Consejo de Adminis-
tracin, que sirven de pantalla, no pasa da sin que el titulado
Doctor Faoto no telefonee o visite esta Cancillera, insistiendo en
sus deseos e invocando la proteccin de la Santa Sede.
126
renovado ya sus documentos en nuestro Viceconsulado, y podemos
dar por seguro que en esta ocasin, como en las anteriores, la
llamada de Lpez Rey quedar sin efecto alguno.
La sustitucin de la Guardia de Hierro por el Gobierno de
dictadura militar el General Antonescu, propiciado seguramente
por el mismo rey Miguel, no signific en la prctica demasiadas
novedades en la poltica antisemita. En la primavera del 41, el
nuevo Representante espaol, Jos Rojas y Moreno, diagnosticaba
con clarividencia la situacin en los siguientes trminos:
La poltica de persecucin juda est tomando gran auge en
este pas, pudiendo decirse que en su aspecto interior se ha puesto
de moda y acapara la atencin del Gobierno, de la prensa y del
pblico.
Dos motivos parecen justificar este extremo rigor con que aqu
se persigue a las personas de raza hebrea: el deseo de halagar a
Alemania, hacindole ver no slo que se sigue su ejemplo, sino
que se le supera, y el propsito del Conducator de vaciar el pro-
grama legionario, llevando al Boletn del Estado disposiciones ra-
dicalsimas contra los israelitas a fin de que no pueda la Guardia
de Hierro atacar al Gobierno por su debilidad en este asunto, ni
levantar bandera frente a l, aludiendo a un programa que a la
letra ya se ha realizado.
En este estado de cosas se present una vez ms a la Legacin
espaola de turno, ahora la de Bucarest, ocasin de hacer frente
a algo que atentaba contra la libertad de sus nacionales. En el
mes de marzo haba sido decretada la expulsin de siete familias
judas, que habran de salir del pas entre el 5 de abril y el 3 de
mayo: las de Demetrio Nachmias, Alberto Hananel, Natalio Beja,
Alberto Aftalion, Len Diar, Alberto Diar y Fernando Cohn.
Casa Rojas se entrevist con el General Antonescu el 27 de mar-
zo, converso con l por espacio de una hora y le entreg una ex-
tensa nota, tan elocuente en sus trminos, que resulta difcil sus-
traerse a su transcripcin literal. Dice as:
Enemigo, como Vuestra Excelencia ha podido constatar, de
distraer vuestra atencin de los capitales problemas que le incum-
ben, me veo hoy en el indeclinable deber de recurrir a vuestra auto-
ridad por una situacin que acaba de crearse para los ciudadanos
espaoles y, que sin dramatizar, considero grave.
Me dirijo aqu al soldado, al hombre de corazn, al hombre de
honor, y voy a dejar de lado, a propsito, los argumentos legales
que podra invocar, para limitarme a situar las cosas en el terre-
no de los buenos principios, de las amistosas relaciones entre los
dos pases y en el de la moral general.
127
La colonia espaola en Rumania se compone de una veintena
de familias establecidas en el pas desde hace mucho tiempo, con-
sagradas a actividades industriales o comerciales, provechosas para
la economa nacional, alejadas de toda actividad poltica, obser-
vante de las leyes... en una palabra: de ciudadanos ejemplares
que merecen todo el respeto y, por supuesto, la devota proteccin
de esta Representacin de Espaa.
Debo sealar, Excelencia, que los espaoles por los que vengo
hoy a interceder, son espaoles bien probados en cuanto a sus
sentimientos patriticos, y que han observado, de generacin en
generacin, el uso de la lengua espaola pese a su continua resi-
dencia en el extranjero.
En el momento en que Espaa les dio a escoger generosamen-
te entre su condicin de ciudadanos espaoles o extranjeros, para
poner fin a la imprecisa situacin de los protegidos, se pronun-
ciaron en favor de la nacionalidad espaola con todos los deberes
que ello comporta, pero tambin con todos sus derechos. Podra
decir que todos ellos han expresado de manera especialmente ca-
tegrica su firme voluntad de ser espaoles, porque nosotros lo
somos por nacimiento (y es bien sabido que no se escoge la propia
familia, aunque en este caso la Providencia haya sido magnnima
con nosotros), mientras que ellos han llegado a ser espaoles como
se hacen los amigos: por eleccin, voluntariamente, de una manera
reflexiva que provoca unos vnculos muy especiales.
Estos espaoles de Rumania, en el momento de la dura prueba
que para nosotros supuso la guerra civil, sin una sola defeccin,
se manifestaron entusiastas partidarios de la causa nacional, y
pese a todos los riesgos que corran, pese a los peligros que en el
futuro les hubieran acechado de haber triunfado en la lucha el
Gobierno rojo, nos ayudaron con entusiasmo, abiertamente, sin
una defeccin, sin vacilaciones.
Cada vez que Espaa ha atravesado momentos difciles (como
en estos mismos das con ocasin de la terrible catstrofe de San-
tander), siempre han estado a nuestro lado, y no slo con palabras.
Vuestra Excelencia, vivo ejemplo de devocin a su Patria,
estoy seguro que sabr apreciar todo el valor que yo estimo en
estos vnculos tantas veces puestos a prueba, y comprender mi
intervencin en defensa de estos ciudadanos que hacen honor al
ttulo de espaoles que llevan consigo.
Estos das acabo de or que se ha decretado la expulsin de
algunos miembros de nuestra colonia.
No puedo discutir el derecho soberano de todo Estado para
expulsar de su territorio a los extranjeros que considere indesea-
bles, pero no quiero dejar de sealar que es lo normal entre dos
pases que mantienen relaciones amistosas no proceder a expul-
128
siones de ciudadanos del otro pas sin razn bien fundada, sin
una causa suficientemente justificada. Aadira a Vuestra Exce-
lencia, como ejemplo del distanciamiento que he observado con
respecto a estos hbitos tradicionales, la expulsin decretada con-
tra el espaol Dor Demetrio Nachmias, nacido en Rumania, ca-
sado con una rumana, y con nios nacidos tambin en este pas.
Temo que si una medida de ese tipo ha sido tomada contra
un espaol tan enraizado en vuestro pas, existe la intencin de
proceder anlogamente con el resto de nuestra colonia.
La condicin de raza o de religin de estas personas no cuen-
ta en nuestra Legislacin nacional. En Espaa no existen ciudada-
nos de diferentes categoras clasificados por razones tnicas o re-
ligiosas; creo que en el presente caso es de aplicacin el estatuto
personal que no consentira una discriminacin en vuestra nacin
desde el momento en que no se practica en el pas de origen de
los interesados.
Ya he sealado que estos espaoles aqu establecidos, se han
venido consagrando a actividades provechosas para vuestra eco-
noma nacional. Ellos han aportado su esfuerzo, su dinero, su per-
severancia. Por no citar ms que algunos ejemplos, sealar el
desarrollo obtenido por la industria del vidrio gracias a su iniciati-
va ("Fabrica de Sticla Ardeleana S.A.R.", "N.I.C.O.", "Noua Indus-
trie de Cristal si Ogiinzi S.A.R.", "Fabrica de Sticla Turnata si Pre-
sata S.A.R."), el establecimiento de una planta desmotadora de
algodn ("Bumbacul National S.A.R."), en Oltenita, con unos ren-
dimientos que prometen la autosuficiencia de vuestra economa
en este sector, la importante participacin que ellos poseen en la
industria de hilaturas de algodn (fbrica "Dacia S.A.R."), as como
en la perfumera ("Parfumeria Mignot Boucher"), etc.
Si estas drsticas medidas tomadas contra ellos no son revo-
cadas, se destruir una colaboracin preciosa, se devolver mal
por bien a todos ellos, hasta ahora extranjeros ejemplares en Ru-
mania; se colocar a esta Legacin en una penosa situacin y,
sobre todo, se atentar gravemente contra el prestigio espaol y
no puedo ocultarlo a Vuestra Excelencia contra las cordiales
relaciones felizmente existentes entre nuestros dos pases.
Desgraciadamente no existe entre nuestros dos Estados un
verdadero acuerdo que garantice los derechos recprocos de esta-
blecimiento de sus nacionales, pero sin embargo, tuvo lugar un
intercambio de notas entre vuestro Ministerio de Asuntos Extran-
jeros y esta Legacin, acordando el trato de pas ms favorecido
a los ciudadanos de uno y otro en cuanto al derecho de estable-
cimiento y el disfrute de todos los privilegios que l lleva consigo.
Desde ahora puedo asegurar que ni un solo rumano ha sido
ni ser expulsado de Espaa sin causa suficientemente fundada y
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por motivos muy justificados. Ruego a Vuestra Excelencia, que
acte de la misma forma con los espaoles aqu residentes.
Agradeciendo muy sinceramente a Vuestra Excelencia las me-
didas que tenga a bien tomar sobre este asunto...
La respuesta no pudo ser ms satisfactoria, ni pronta. Dos das
despus, el 29 de marzo, el Director del Gabinete Presidencial del
Consejo de Ministros, A. Gociman, y el Secretario General, Vlades-
cu, comunicaban al Plenipotenciario espaol que el General An-
tonescu ha dado las rdenes oportunas al Ministerio de Asuntos
Interiores para que solamente puedan ser obligadas a abandonar
el pas las personas cuya culpabilidad contra los intereses del Es-
tado haya sido probada, y cada caso, suficientemente justificado.
Y tres das ms tarde, el Subsecretario del Ministerio de Asun-
tos Interiores comunicaba que han sido adoptadas medidas para
no expulsar a los miembros de la colonia espaola, con excepcin
de los que acten contra los intereses del Estado, si existen prue-
bas de ello.
El 3 de abril, la Legacin espaola, por su parte, remita una
lista de sus ciudadanos al Ministerio de Asuntos Exteriores, acom-
paada de un duplicado de los certificados nominales de origen
tnico librados a cada sefardita espaol, con el ruego de que fuera
hecha llegar al Ministerio del Interior, Direccin General de Poli-
ca, a fin de evitar en ese Departamento confusiones que pudieran
producirse durante el censo general de la poblacin del Reino.
Aquellos certificados, tras el nombre, fecha de nacimiento y lugar
de residencia, hacan constar que el interesado es de origen tnico
espaol y figura inscrito en los registros de subditos espaoles de
esta Legacin con el nmero...
El peligro estaba conjurado. Pero tres semanas ms tarde, el
Conde de Casa Rojas iba ms all: lo conseguido supone un gran
triunfo, pero no una satisfaccin total, porque no basta con que
nuestros compatriotas puedan permanecer aqu; entiendo que es
preciso tambin que puedan vivir gozando de la plenitud de sus
derechos, respetados sus bienes, con un mnimun de libertad y
consagrados a sus actividades industriales y comerciales.
Para ello fueron renovadas las tarjetas de identidad profesio-
nal, y la colonia espaola pudo continuar sus actividades sortean-
do las medidas antisemitas en aumento: los judos no podan in-
gresar en la Administracin Pblica, formar parte de a oficialidad
del Ejrcito, ejercer profesiones liberales, dirigir industrias o es-
tablecimientos comerciales, etc.
Su vida se hace poco a poco insoportable y ya se habla de
recluirlos en barrios especiales, haciendo renacer los desaparecidos
ghettos. ltimamente se les ha obligado a hacer una declaracin
130
detalladsima de todos los bienes muebles que poseen, riquezas de
que disponen, etc., etc., forzndoles a resear sus joyas, dar los
ttulos de los libros de sus bibliotecas, sealar sus preferencias
literarias en una encuesta penosa y de eficacia no visible.
En estos das continuaba informando en otra ocasin Casa
Rojas sin disposicin legal previa, se ha procedido a la requisa
de sus aparatos de radio y se anuncia que en breve se les privar
tambin del uso del telfono.
En la aplicacin de aquella poltica surgieron inevitables situa-
ciones de conflicto. El decano de la colonia, Sr. Mayer, recibi un
da la visita de la polica que pretenda arrebatarle su receptor
de radio. La tenaz resistencia dialctica opuesta por la vctima
salv la situacin. Para conjurar este nuevo tipo de peligros, el
Representante espaol libr a todos un nuevo certificado, en el
que unilateralmente con la nica apoyatura de las concesiones
anteriormente descritas declaraba que el titular, por el hecho
de ser ciudadano espaol, quedaba a salvo de cuantas medidas de
excepcin se adoptaran contra los judos. De los nuevos docu-
mentos dio traslado al Conducator, y a los Ministerios de Trabajo
y del Interior. A juzgar por su posterior efectividad, debieron ser
considerados convenientes.
Al mismo tiempo, el Ministerio de Asuntos Exteriores avisaba
al Ministro de Rumania en Madrid sobre la posibilidad de adoptar
medidas de retorsin contra los rumanos residentes en Espaa,
actuando en la misma lnea expuesta en Bucarest por el Embaja-
dor norteamericano. En el caso espaol, aquel aviso tena no poco
de formal: mientras en Norteamrica residan unos doscientos
mil rumanos, en la Pennsula no llegaban al centenar.
As, dentro de una tensa normalidad fueron pasando los me-
ses, y como en el resto de los pases afectados por el mismo pro-
blema, en marzo del 43 el Representante espaol en Bucarest re-
cibi rdenes para visar los pasaportes de los sefarditas en el caso
de que fuera necesaria su evacuacin. Pero aqu la situacin no era
tan grave para ellos.
131
chos sefarditas a las representaciones de nuestro Consulado aqu.
Con el tiempo, adems de la inmunidad de los ahora 110 es-
paoles, se pudo extender la proteccin a 200 familias ms, aspec-
to ste que al comienzo de las hostilidades pareca inalcanzable.
Como en mayores proporciones ocurra por entonces en Bucarest,
trescientas viviendas mostraban en sus puertas otro nuevo certi-
ficado en el que escuetamente se lea Esta casa pertenece a un
espaol. Y aquel simple papel produjo efectos inolvidables para
quienes tras el nombre de Espaa, sin ser espaoles, salvaron
vidas y parte de sus haciendas.
Entre el verano del 43 y la primavera del 44, sesenta y cinco
nacionales que prefirieron abandonar su residencia, fueron repa-
triados. El resto, ya con las tropas soviticas avanzando durante
el verano del 44, pudo salir en su mayor parte a travs de Tur-
qua, Palestina y Egipto, pese a la ausencia de facilidades solici-
tadas a la Embajada britnica en Ankara para conceder el paso
por el territorio bajo su mandato.
El 25 de agosto de 1944, Espaa ya no estaba presente en Ru-
mania, pero su pabelln haba guardado hasta la entrada de los
aliados, en este caso soviticos, casi un millar de vidas humanas.
132
HUNGRA
133
teman por sus vidas y haciendas si la amenaza de las fuerzas del
Eje se hubiese convertido en realidad.
La realidad lleg ms tarde con los carros de combate de Rom-
mel, pero nuestro hombre ya no estaba all; haba sido sustituido
por el Conde de Casa Miranda, quien hubo de poner en prctica
la proteccin efectiva.
Mientras tanto, la Hungra poblada por ms de setecientos mil
judos permaneca atenta a los sucesos alemanes, demasiado pr-
ximos a ella como para vivir tranquila. En la primavera de aquel
ao 39, recin terminada la guerra de Espaa, un hngaro llamado
Gubieza se diriga al Gobierno espaol en los siguientes trminos:
134
al proyecto de ley que continuaba en estudio por parte del Minis-
terio de Hacienda sobre los judos, dijo textualmente:
135
centes de crmenes que se quieren vengar, aunque tales represa-
lias sean, segn el Derecho Internacional, prcticamente admisibles.
Las leyes de la Iglesia de Cristo que conciernen a la libertad
individual y colectiva, son vlidas para todo el mundo y protegen
a todo el mundo, sin tomar en consideracin las diferencias de
raza, de nacionalidad, de nacimiento, de fortuna y de posicin
social...
136
t por la propaganda antihngara desatada en Rumania, y que
apoyaba resueltamente la prensa del Reich.
Hitler pidi al Regente la reorganizacin de todas sus fuerzas
para volver al frente ruso y participar en la defensa de los Bal-
canes. Y este ltimo, al parecer no se comprometi a nada con-
creto.
Mientras que el comunicado oficial hngaro sobre la entrevis-
ta constaba de tres fras lneas, el alemn, seis veces ms largo,
comprometi formalmente a sus aliados en trminos como los
siguientes:
137
cierto que no haba sido tratada con el rigor alemn, haba estado
sometida sin embargo a una estrecha vigilancia, y no se le podan
achacar los actos de espionaje y subversin que los nazis pre-
tendan.
Ya a los diez das de aquellos hechos, el Jefe de la Legacin
informaba al Ministerio de Asuntos Exteriores que el nuevo Gobier'
no obraba al dictado de las autoridades alemanas, mientras el Re-
gente continuaba recluido en su Palacio. La entrada de las tropas
alemanas fue el comienzo de una serie de persecuciones de la que
fueron vctimas desde diplomticos y miembros del anterior gabi-
nete, polticos notables y aristcratas, hasta... los judos.
138
y religiosos de todas las rdenes catlicas, extranjeros) M. A. Mu-
guiro informaba el da 6: La ciudad aparece desde ayer llena de
individuos que ostentan la insignia amarilla. La reaccin de la
poblacin no juda frente al inusitado espectculo, ha sido la con-
miseracin, y hasta la fecha no ha llegado a mi conocimiento la
existencia de ningn atropello producido por la poblacin civil.
Y continuaba a rengln seguido: No puede, desgraciadamente,
afirmarse lo mismo de las fuerzas alemanas que ocupan Hungra.
Desde su llegada a este pas, numerosas casas de israelitas han
sido completamente saqueadas por la Gestapo, y sus habitantes,
maltratados de obra por esta famosa polica que sigue actuando
en el pas con plena libertad de movimiento.
En Budapest hubo manifestaciones de protesta durante aquel
primer fin de semana del mes de abril. Una en la Universidad, de
carcter netamente antialemn, y otra contra el mismo Gobierno,
que produjo muertos por las calles de la ciudad. Dos partidos
polticos, socialdemcrata y pequeos propietarios, fueron su-
primidos.
La situacin en el resto del pas, por lo que a los judos se re-
fiere, est condensada en la carta que una personalidad cris-
tiana deposit el 20 de mayo en la cancillera espaola:
En Kassa se convoc a los judos a una reunin, y despus
de despojarles de cuanto tenan fueron aposentados en un horno
de ladrillera. All se les tiene encerrados, desde varios nios pe-
queos hasta ancianos de noventa aos. Poco a poco se les est
trasladando en vagones cerrados, de carga, hasta Polonia, proba-
blemente para matarlos.
En Ungvr y en Munkcs ocurre lo mismo. Se les ha constre-
ido a vivir alojados tambin en el mismo tipo de hornos ladri-
lleros. Como alimentacin reciben cincuenta gramos de pan y tres
decilitros de agua por da. Los habitantes del ghetto acuden
en sus quejas a los cristianos en busca de artculos de primera
necesidad. En Nagyvrad ocurre exactamente lo mismo. En Ko-
lozsvar se les hace vivir a la intemperie. En Nagykanizs y en To-
polya tambin se les embarca en vagones cerrados con destino a
la muerte en Polonia.
Es imposible describir los horrores a que se les somete. En el
ghetto de Ujpest se les destinan dos metros cuadrados de espacio
por persona. Todo esto es demasiado terrible para nosotros, los
cristianos. Para qu sirve la Cruz Roja si no puede evitar todos
estos horrores? Por qu no protestan contra este estado de cosas
los Gobiernos de los pases neutrales civilizados? Levanto mi voz
para defender la honradez de la nacin contra todas estas perse-
cuciones y me dirijo a ustedes para que tengan a bien levantar
su protesta por todo lo que est pasando.
139
Un embajador en Madrid
Mientras tanto, slo dos Gobiernos, de cuantos mantenan rela-
ciones diplomticas con Hungra, continuaban sin reconocer ple-
namente aquel nuevo estado de cosas creado por la invasin ale-
mana: Espaa y Suecia.
A finales de marzo, el Ministro de Hungra en Madrid haba
telegrafiado a Budapest:
141
el 19 de marzo fue ocupado por las tropas alemanas. Todas las
organizaciones que se disputan el poder disponen de armas y tra-
bajan independientemente, y unas contra otras, habiendo llegado
alguna de ellas a entrar en conflicto con la propia Gestapo, por
haber dado sta documentos de proteccin a determinados judos.
El fervor antisemita de algunas de aqullas, en efecto, desbor-
daba la poltica nazi, como la que capitaneaban los dos Subsecre-
tarios del Ministerio del Interior, Endre y Baky, aspirante este
ltimo a sustituir al Almirante Horthy en la jefatura del Estado,
cosa tambin apetecida por el Ministro sin Cartera Imrdy.
142
la poblacin juda residente en Budapest la del resto del pas
haba sido ya deportada la posible existencia de sefarditas, oriun-
dos de cualquier pas balcnico. Y encontr Sanz Briz 45 personas
que haban conservado como nico vnculo con Espaa, su idio-
ma. Todas ellas fueron provistas de pasaportes ordinarios como si
de espaoles se tratase.
A mediados de agosto, la Legacin alemana pidi que continua-
ran las deportaciones interrumpidas un mes antes por Horthy, a
lo que nuevamente se opona el Regente con sus escasas fuerzas.
Para tomar una decisin conjunta, el nuncio invit a los repre-
sentantes de los pases neutrales para redactar, en el curso de
una reunin, una protesta ante la inminencia de nuevas deporta-
ciones. Sanz Briz solicit del Ministerio de Asuntos Exteriores la
autorizacin correspondiente para actuar en nombre del Gobierno
espaol. Con fecha de 21 de agosto, Angelo Rotta, Nuncio Apost-
lico, el Embajador de Suecia y los encargados de negocios de Es-
paa, Portugal y Suiza, firmaban la siguiente nota:
143
y afirm que hara todo lo posible para evitar nuevas deporta-
ciones. La protesta era elemento importante para dar fuerza moral
al Regente y al propio Gobierno, cada vez ms desbordado por la
presin alemana y los partidos ms ultras del momento.
Mientras tanto, Sanz Briz haba obtenido autorizacin para pro-
veer a un cierto nmero de perseguidos de cartas de proteccin
en las que haca constar que los interesados haban solicitado
la nacionalidad espaola y que esperaban la salida para su nuevo
pas. El mismo Encargado de Negocios espaol lo relata as en
una revista de Jerusaln: 6
144
anteriormente se ha hecho referencia. Fue basndose en la exis-
tencia de stos, como Sanz Briz pudo obtener del Gobierno hn-
garo extender aquella proteccin, pero ya a elementos no sefardi-
tas, si bien dialcticamente, y en aquellos momentos de confusin,
utilizara, y fuera dada por buena, una tctica semejante. Por otra
parte la primera autorizacin fue concedida para proteger a 100
individuos. De esa cifra, se pas luego a 300, y los 300 judos se
convirtieron luego en familias...
A finales del mes de agosto consult con el Ministerio hngaro
las condiciones en que quedaban los bienes de sus protegidos al
perder su nacionalidad de origen, o cuando se trasladasen al ex-
tranjero. La respuesta, contenida en Nota Verbal de 31 de agosto
cita una ordenanza en la que se estableca un rgimen de custodia
similar al francs, y mediante el cual, la Legacin espaola podra
contar poco tiempo ms adelante con medios materiales impor-
tantes para continuar su proteccin.
145
7
guerra contra Rusia. Gran numero tropas alemanas existentes
Hungra imposibilitan este Gobierno solicitar armisticio conforme
sus deseos. Sin embargo, circulan rumores existen negociaciones
con Gobierno ingls. Opinin pblica muy inquieta ante avance
ruso.SANZ BRIZ.
Excmo. Seor:
La infraescrita, Renee Reichmann Gestetner, tiene el honor de
dirigirse a V.E. para suplicarle muy respetuosamente se digne
intervenir telegrficamente cerca del Excmo. Sr. Ministro de Asun-
tos Exteriores en Madrid, para recabar del Excmo. Seor Minis-
tro de Espaa en Budapest y Bratislava la concesin de la tarjeta
de proteccin espaola denominada "Schutzbrief" a favor de mis
hermanos, cuyos nombres y direcciones van indicados en la hoja
adjunta.
Me permito elevar esta peticin a V.E. por tener noticias de
que esta concesin ha sido ya benvolamente otorgada por Espaa
a numerosas familias israelitas residentes en Hungra y Checos-
lovaquia, y siempre por mediacin de los Excmos. Sres. Ministros
de Espaa en las capitales respectivas...
146
autoridades alemanas de ocupacin, se facilite a los indicados su-
jetos la salida de Hungra.
147
Anejo a la Legacin de Espaa
Pocos das ms tarde, Horthy solicita el armisticio, es tras-
ladado a Alemania y el Jefe del Partido cruzflechista Szalasi se
instala en el Poder, Nuevas deportaciones de judos se hacen des-
de la capital, y a partir de este momento, la proteccin que los
pases neutrales tratan de ejercer, se hace ms intensa an.
Pero volvamos al relato de Sanz Briz a la revista juda citada;
148
alguna queja de que alguno de sus ocupantes haba sido detenido
por la polica, me bast con una simple llamada telefnica al gau-
leiter para lograr que se le pusiese en libertad y fuese reintegra-
do al edificio protegido por Espaa.
E1 xito de la gestin espaola fue tan marcado que el Delega-
do especial enviado desde Ginebra por la Cruz Roja Internacional,
para procurar ayudar a salvar a los judos perseguidos, vino a
verme y a preguntarme qu sistema segua para que los nilaz,
en general tan arbitrarios e inhumanos, respetasen las casas some-
tidas a la proteccin espaola. Le cont entonces la pequea anc-
dota que ms arriba le he narrado y, cuando la oy me pidi auto-
rizacin para que esas pancartas que antes le describ fuesen
puestas tambin en los hospitales, orfelinatos, casas de materni-
dad, etc., que tena a su cargo la Cruz Roja Internacional. Excuso
decirle que acced inmediatamente y con el mayor gusto a colabo-
rar en la obra humanitaria de tan ejemplar Organizacin, y al da
siguiente nuevos edificios ostentaban en su fachada ese cartel m-
gico que tanto alivio proporcion a muchas personas desgraciadas.
149
el que da cuenta de la aceptacin por parte hngara de la protec-
cin espaola, informa de ello que ha sido posible en virtud de
dos condiciones: primero: dichos judos debern salir de Hun-
gra para Espaa antes del 15 de noviembre. Segundo: Gobierno
espaol deber reconocer Gobierno hngaro y apoyar a su Repre-
sentante en Madrid para tomar posesin de los locales de la Lega-
cin y desempear sus funciones.
El avance del ejrcito ruso continuaba mientras tanto por el
frente del Este. A principios de diciembre cruzaban el Danubio, y
Budapest quedaba prcticamente cercada, con la nica salida que
suponan la carretera y ferrocarril, que hacia el maltrecho Reich co-
rran paralelos al ro. El Gobierno de Szalasi pretendi evitar que
los millares de judos todava residentes en la capital pudieran ser
liberados por los aliados. A ltimos de noviembre, el Ministro de
Negocios Extranjeros reuni a los representantes de los pases neu-
trales para dar lectura del ltimo plan sobre la cuestin juda: Los
protegidos por aquellos pases all presentes dijo sern con-
centrados en un ghetto especial hasta el momento de su traslado
a las naciones protectoras. El resto ser prestado a Alemania, y
su suerte definitiva quedar resuelta con el final de la guerra.
Y durante algunos das volvi a reanudarse el xodo, en largas
y cansinas caravanas a pie, por la nica carretera libre. Cuando las
fuerzas llegaban al lmite, los tiros de gracia iban sembrando el
camino de cadveres.
Un telegrama de Sanz Briz de aquellas fechas informaba que,
con la ayuda del Ministerio de Negocios Extranjeros se ha podido
poner en libertad y hacer regresar a Budapest unos 30 judos de
los que a pie eran conducidos a Alemania.
La capacidad de gestin llegaba por lo tanto hasta los ltimos
momentos. Pero quienes hasta entonces vivan refugiados en las
casas amparadas por la extraterritorialidad, comenzaron a tener
problemas.
151
EPILOGO
153
de la mayora, y fundamentalmente, de las personalidades ms
relevantes.
La nacionalidad de cuantos all quedaron fue el ms serio pro-
blema que hubo de afrontar la Representacin espaola, dirigida
por el Embajador ngel Sagaz, pues en buena parte eran apatridas
y la nica documentacin que posean eran los certificados de na-
cimiento y de matrimonio extendidos por el Rabinato. El resto era
egipcio, fundamentalmente. La nacionalidad espaola que, como
en el caso de Grecia, les haba ofrecido el decreto ley de 22 de di-
ciembre de 1948, fue solicitada por muy pocos de los 264 protegidos
que hasta entonces gozaban de ese derecho en virtud del antiguo
rgimen de capitulaciones, (Vid. Apndice E).
En aquellas difciles circunstancias relata el Embajador Sa-
gaz se pens en la frmula de concederles un "laissez passer",
pero este tipo de documento careca de la fuerza del pasaporte
frente a las autoridades locales, y adems era vlido nicamente
para salir del pas sin el margen de tiempo necesario para la obten-
cin de visados, traslados, etc.
El tema fue sometido a consideracin en el seno del Gobierno
espaol, y la decisin, dada a conocer por el Ministro de Asuntos
Exteriores Castiella, cuando firm el telegrama de 22 de junio de
1967. En l se ordenaba ejercer todos los medios de proteccin al
alcance de las Representaciones espaolas en los pases rabes, de
acuerdo con las autoridades locales, en favor de cuantos miembros
de las minoras judas, sefarditas o no, se dirijan a la Embaja-
da espaola en demanda de ayuda. En caso de proceder facilitar
la salida del pas continuaba se proveer lo necesario, tanto
respecto a las cuestiones de evacuacin como a las de documenta-
cin. La orden conclua recordando que esta decisin, movida por
sentimientos humanitarios, no contradeca la poltica espaola so-
bre el conflicto de Oriente Medio.
El instrumento para comenzar aquella proteccin no poda ser
tcnicamente otro que la extensin de un pasaporte vlido por
dos aos, tanto a sefarditas como a los askenazis que lo solicita-
ran. A partir de ah comenzaban las gestiones frente a las autori-
dades locales. En Egipto concretamente, una vez interrogados los
detenidos en las Comisaras de Polica, pasaban a la prisin de
los Barrages o a la de Abu Zaabal. Las conversaciones discurrie-
ron a diversos niveles: ante la polica, en el Ministerio del Interior
y con el mismo Presidente Nasser.
154
cin sobre minoras judas de origen espaol, procedentes de
aquellos expulsados de 1492 por los Reyes Catlicos, Es compren-
sible que las autoridades egipcias adopten medidas contra ciertas
personas por motivos de seguridad en tiempo de guerra, pero
nunca han hecho discriminacin por razones de raza o religin.
Las relaciones entre las autoridades egipcias y las comunidades
judas han sido tradicionalmente buenas. Por ello, ante las razones
de seguridad que motivan estas detenciones, Espaa est dispuesta
a facilitar documentacin y pasaje a quienes quieran abandonar
el pas, bien entendido que sin mediar la promesa de liberacin,
por parte de la polica egipcia, la Embajada no extendera ningn
pasaporte. De esta forma se combinaba nuestra misin protectora
y humanitaria hacia la minora juda, al tiempo que ayudbamos
a Egipto a resolver un delicado problema.
155
por Espaa en favor de judos. El 14 de junio del mismo ao
67, se extendan los dos primeros pasaportes a apatridas, con los
nmeros 34 y 35. De los casi dos millares de evacuados, tan slo
33 tenan nacionalidad espaola.
156
aniversario del General Franco, estos 50.000 israelitas liberados,
y con ellos sus parientes, sus amigos y correligionarios, han unido
sus rogativas para pedir a Dios conceda al Jefe del Estado espaol
larga vida, salud y prosperidad.
157
APNDICES
APNDICE A
EDICTO GENERAL DE EXPULSIN DE
LOS JUDOS DE ARAGN Y CASTILLA
161
en su pecado, que en su apartamiento se remorderan; otro-
s evimos procurado dado orden como se ficiese Inquisicin
en los nuestros reynos seoros, la qual como sabis, ha mas de
doce aos que se ha fecho face, por ella se an fallado muchos
culpantes, segn es notorio, segn somos informados de los in-
quisidores de otras muchas personas religiosas, eclesisticas
seglares; consta paresce ser tanto el dao que los cristianos
se sigue ha seguido de la participacin, conversacin o comuni-
cacin, que han tenido tienen con los judos, los quales se pre-
cian que procuran siempre, por quantas vas maneras pueden,
de subvertir de Nuestra Sancta Fe Catlica los fieles, los
apartan della trenlos su daada creencia opinin, instruyn-
dolos en las creencias ceremonias de su ley, faciendo ayuntamien-
to, donde les lean enseen lo que an de tener guardar segn
su ley; procurando de circuncidar ellos a sus fijos; dndoles
libros, por donde recen sus oraciones; declarndoles los ayunos
que son de ayunar juntndose con ellos leer escribirles
las historias de su ley; notificndoles las pascuas antes que ven-
gan; avisndoles de lo que en ellas se ha de guardar facer; dn-
doles lavndoles de su pan zimo carnes muertas con ceremo-
nias; instruyndoles de las cosas que se han de apartar asi en
los comeres como en las otras cosas prohibidas en su ley, persua-
dindoles que tengan guarden quanto pudieren la ley de Moy-
sen; facindoles entender que non hay otra ley, nin verdad, sinon
aquella: lo qual todo costa por muchos dichos confesiones, asi
de los mismos judos como de los que fueron engaados per-
vertidos por ellos; lo cual ha redundado en gran dao detrimen-
to oprobio de Nuestra Sancta Fe Catlica. E como quier que
de muchas partes desto fuimos informados antes de agora co-
noscimos que el remedio verdadero de todos estos daos incon-
venientes consiste en apartar del todo la comunicacin de los
dichos judos con los cristianos, echallos de todos los nuestros
reynos seoros, que fuimos Nos contentos con mandarles salir
de todas las cibdades villas logares del Andaluca, donde paresce
que avan fecho mayor dao, creyendo que aquello bastara para
que los de las otras cibdades villas logares de los nuestros
reynos seoros cessassen de facer cometer lo susodicho;
per que somos informados de esto que aquelo, nin las justicias
que se han hecho en algunos de los dichos judos que se han fallado
muy culpantes en los dichos crmenes delictos contra Nuestra
Sancta Fe Catlica, non bast para entero remedio: para obviar
remediar como cese tan grande oprobio ofensa de la Religin
Catlica, porque cada da se falla paresce que los dichos judos
tratan continan su malo daado propsito, donde viven
conversan, per que non aya logar de ofender mas Nuestra
162
Sancta Fe Catlica, as los que fasta aqui Dios ha querido guar-
dar, como en los que cayeron se enmendaron reducieron la
Sancta Madre Iglesia, lo qual segn la flaqueza de nuestra huma-
nidad astugia sugestin diablica que contino nos incita, podra
crescer, si la causa principal deste non se quitasse, que es echar
los judos de nuestros reynos: Porque cuando algn grave de-
testable crimen es cometido por algn Colegio Universidad, es
racon que el tal Colegio Universidad sean disueltos aniquilados,
los mayores por los menores los unos por los otros punidos;
que aquellos que pervierten el buen honesto vivir de las gibda-
des villas por contagio pueden daar los otros, sean expelidos
de los pueblos; aun por otras mas leves causas, que sean en
dao de la repblica, quanto mas por el mayor de los crmenes,
ms peligroso contagioso, como lo es ste: por ende Nos en
consejo parecer de algunos perlados grandes caballeros de
nuestros reynos de otras personas de ciencia conciencia de nues-
tro consejo, aviendo vido sobre ello mucha deliberacin, acorda-
mos de mandar salir a todos los judos de nuestros reynos, que
jamas tornen, ni vuelvan a ellos, ni a algunos dellos; sobre ello
mandamos dar este nuestra carta, por la qual mandamos a todos
los judos judas de qualquier edad que seyan, que viven moran
estn en los dichos reynos seoros, ans los naturales dellos,
como los non naturales que en qualquier manera sombra ayan
venido estn en ellos, que fasta en fin deste mes de julio, pri-
mero que viene deste presente ao, salgan con sus fijos fijas
criados criadas familiares judos, as grandes como pequeos,
de qualquier edad que seyan, non seyan osados de tornar ellos
de viniendo nin de paso, nin en otra manera alguna; s pena que,
si lo non ficieren complieren as, fueren fallados estar en los
dichos nuestros reynos seoros venir ellos en qualquier
manera, incurran en pena de muerte confiscacin de todos sus
bienes, para la nuestra Cmara fisco: en las quales dichas penas
caigan incurran por el mismo fecho derecho, sin otro proceso,
ni algunas personas de los dichos nuestros reynos, de qualquier
estado, condicin dignidad, non seyan osados de recibir, nin
resciban, nin acojan, nin defiendan nin pblica nin secretamen-
te judos nin judas, pasado todo el dicho trmino de fin de
julio en adelante, para siempre jamas, en sus tierras nin en sus
casas nin en otra parte alguna de los dichos nuestros reynos
seoros, so pena de perdimiento de todos sus bienes, vasallos
fortalezas otros heredamientos. E otros de perder qualesquier
mercedes que de Nos tengan, para la nuestra Cmara fisco.
E porque los dichos judos judas puedan, durante el dicho
tiempo fasta el fin del dicho mes de julio, dar mejor disposicin
de si de sus bienes faciendas, por la presente los tomamos
163
rescibimos s el seguro amparo defendimiento real los ase-
guramos ellos sus bienes, para que durante el dicho tiempo
fasta el dicho da, final del dicho mes de julio, puedan andar
estar seguros, puedan vender trocar enagenar todos sus bie-
nes muebles races, disponer libremente a su voluntad; que
durante el dicho tiempo non les sea fecho mal nin dao nin desa-
guisado alguno en sus personas, nin en sus bienes contra justicia,
s las penas en que incurren los que quebrantan nuestro seguro
real.
E assi mismo damos licencia facultad los dichos judos
judas que puedan sacar fuera de todos los dichos nuestros reynos
seoros sus bienes faciendas por mar por tierra, en tanto
que non seya oro nin plata, nin moneda amonedada, nin las otras
cosas vedadas por las leyes de nuestros reynos, salvo mercaderas
que non seyan cosas vedadas encubiertas.
E otro si mandamos a todos los concejos, justicias, regidores
caballeros, oficiales homes buenos de los dichos nuestros reynos
seoros, todos nuestros vasallos, subditos naturales dellos
que guarden cumplan fagan guardar cumplir este nuestro
mandamiento todo lo en l contenido, den fagan dar todo el
favor ayuda para ello en lo que fuere menester, so pena de la
Nuestra Merced de confiscacin de todos sus bienes oficios
para la nuestra Cmara fisco. E porque esto pueda venir no-
ticia de todos, ninguno pueda pretender ignorangia, mandamos
que esta nuestra Carta sea pregonada pblicamente por las plazas
mercados villas logares por pregonero ante escribano p-
blico; los unos los otros non fagades ni fagan ende al por algu-
na manera, so pena de la Nuestra Merced de perdimento de sus
oficios de confiscacin de todos sus bienes para nuestra Cmara
fisco. E dems mandamos al horne que les esta Carta mostrare,
que les aplace parezcan ante Nos en la nuestra Corte, do quier
que estemos, del da que los emplazare en quince das primeros
siguientes, s la dicha pena, con lo qual mandamos qualquier
escribano pblico que para esto fuere llamado, vos d testimonio
signado con su signo, por que Nos sepamos cmo se cumple nues-
tro mandado. Dada en la cibdad de Granada, treynta uno de mes
de Marzo, ao del Nascimiento de Nuestro Salvador Jesucristo de
mil quatrocientos noventa dos.
Yo el Rey.Yo la Reyna.Yo Juan de Coloma, secretario del
rey de la reyna nuestros seores, la fice escribir por su mandado.
164
APNDICE B
REAL DECRETO de 20 de diciembre de 1924 sobre Concesin
de nacionalidad espaola por carta de naturaleza a protegidos
de origen espaol. 1
EXPOSICIN
165
Por esto, el Directorio Militar, investido de los poderes que
el Real Decreto de 15 de septiembre del ao prximo pasado les
otorg, ha debido ocuparse de remediar este estado de cosas, no
tan slo para atender reiteradas splicas de quienes aparecen ante
los Gobiernos extranjeros en la condicin de cuasi naturalizados,
y no podran permanecer indefinidamente en esta situacin inde-
cisa, sino ante la consideracin patritica de que esos elementos
son en general conocedores de nuestro idioma, y han de resultar
propicios mediante la naturalizacin a difundirlos en beneficio de
nuestras relaciones culturales en pases lejanos, en los cuales for-
man colonias que pueden ser de verdadera utilidad para Espaa.
No siendo posible atender la peticin de naturalizacin por
colectividades, procedimiento inaceptable tericamente por los gra-
ves inconvenientes que pudiera originar e impracticable en Espaa
con arreglo a su legislacin, de acuerdo con sta, no cabe otro
sistema que la solicitud individual para examinar separadamente
las circunstancias de cada aspirante y otorgar la concesin median-
te los requisitos exigidos por los artculos 25 del Cdigo Civil y
101 de la Ley del Registro civil.
No es de presumir que la aplicacin de estos preceptos legales
pueda constituir en todos los casos la dificultad prevista que ahora
se trata de remediar en lo posible, toda vez que es de esperar que
para la obtencin de la ciudadana de una manera definitiva y
legal, no vacilen los beneficiados en realizar su viaje a Espaa a fin
de hacer la manifestacin a que dichos artculos se contraen de
renunciar a toda otra nacionalidad y para jurar la Constitucin
de la Monarqua. Pero las circunstancias especiales a que antes se
ha hecho referencia con relacin a los individuos de que se trata,
pueden justificar la imposibilidad siempre que sea alegada en
los trminos hbiles que al efecto se establecern para que aqu-
llos se trasladen a Espaa; y siendo esto as, debidamente compro-
bado, no puede haber inconveniente (ya que no ha de pugnar con
la ley ni alterar sustancialmente sus preceptos) en aplicar a esos
casos, por analoga, lo dispuesto en el art. 19 del Cdigo Civil, que
al conceder a los hijos de extranjeros, nacidos en Espaa, la fa-
cultad de optar por la nacionalidad espaola cuando lleguen a la
mayor edad, les autoriza, si residen en el extranjero, para hacer
esta manifestacin ante los Agentes diplomticos y consulares del
Gobierno espaol. Y para el fin indicado, se hace la adaptacin
consiguiente de los citados artculos, que si bien obedecen a a
necesidad apreciada como supuesto sustantivo y basada en una
doble consideracin poltica y sentimental de que el extranjero
tome posesin real de la ciudadana espaola en territorio espaol
que lo sea por su propia naturaleza y no por una ficcin de te-
rritorialidad, son tambin expresin de un precepto adjetivo de
166
cuya observancia se declaran exceptuados aquellos casos en que,
por claros motivos tnicos e histricos de larga convivencia, se
presuma vehementemente una como posesin anterior, no perdida
de la cualidad de nacional, y en que, por lo mismo, representa la
naturalizacin menos una concesin propiamente dicha que el re-
conocimiento de una realidad ya existente. As nunca podr con-
siderarse arbitrario que los que obtengan carta de naturaleza con
la facultad de su inscripcin en los Registros diplomticos y con-
sulares gocen de la plena nacionalidad espaola con los derechos
y obligaciones a ella inherentes. Pero si esta concesin ha de ser
equitativa, no constituyendo un rgimen de excepcin, ha de tener
un trmino para cuando desaparezcan las causas que la han mo-
tivado, por lo cual el plazo que se fija es lo suficientemente amplio
y con la condicin absolutoria de que los que dentro del mismo
no hayan obtenido carta de naturaleza, de acuerdo con este De-
creto, quedarn sujetos a la legislacin vigente para la adquisicin
de nuestra nacionalidad y no podrn invocar derecho de proteccin
alguno de Espaa, que les ser automticamente cancelado el 31
de diciembre de 1930.
Por las consideraciones expuestas, el Presidente interino del
Directorio Militar que suscribe, de acuerdo con ste, tiene la honra
de someter a la sancin de V.M. el siguiente proyecto de Decreto.
Madrid, 29 de diciembre de 1924.
SEOR:
A. L. R. P. de V. M.
Antonio Magaz y Veris.
REAL DECRETO
A propuesta del Presidente interino del Directorio Militar y de
acuerdo con ste,
Vengo en decretar lo siguiente:
Artculo 1..Los individuos de origen espaol que vienen sien-
do protegidos como si fuesen espaoles por los Agentes de Espa-
a en el extranjero, podrn promover hasta el trmino del plazo,
que improrrogablemente finar en 31 de diciembre de 1930, el ex-
pediente en la forma acostumbrada para la peticin de carta de
naturaleza, y en el mismo, adems de los requisitos demostrativos
de las circunstancias antes expresadas, se tendr en cuenta los re-
lativos a la ausencia de cualidades negativas para alcanzar la gra-
cia.
Cuando se haga la solicitud correspondiente diciendo que el
167
peticionario no va a fijar su residencia en Espaa, y alegue al mis-
mo tiempo motivos que le impiden cumplir el requisito que para
este caso exige la ley, podrn obtener la dispensa de su viaje a
Espaa para realizar la inscripcin de la carta de naturaleza, y
entonces, la que verifiquen en los Registros diplomticos y consu-
lares producir todos los efectos para el pleno disfrute de la
nacionalidad espaola.
Art, 2..Dentro del plazo y condiciones fijados en el artculo
anterior, se entender aclarado el sentido del art. 25 del Cdigo
Civil y modificado el art. 101 de la Ley de Registro civil, para que
la declaracin, renuncia y correspondiente inscripcin de los in-
dividuos beneficiados por este Decreto que no fijen su residencia
en Espaa sea vlida cuando se haga en los Registros diplomticos
y consulares.
Podrn as realizarla todos los interesados ante el Agente del
punto ms prximo, y ste inscribir el acta en el Registro de que
est encargado, remitiendo copia a la Direccin del ramo para que
repita la inscripcin en su Registro. A los mismos efectos se en-
tender ampliado con un sexto prrafo el art. 6. de la Ley de Re-
gistro Civil, que enumera los actos inscribibles en los Registros
diplomticos y consulares.
Art. 3..Expirado el plazo improrrogable, que termina en 31
de diciembre de 1930, los individuos que en el transcurso del mis-
mo no hubiesen pedido la carta de naturaleza aprovechando las
condiciones y requisitos mnimos mencionados en el art. 1., de-
jarn de tener la consideracin de protegidos, cualquiera que sea
el fundamento que para ello aleguen, y no podrn invocar en lo
futuro excepcin alguna en la aplicacin de las disposiciones vi-
gentes en materia de nacionalidad. Las autoridades diplomticas
y consulares de Espaa no expedirn por ningn concepto, pa-
sado dicho plazo, certificado alguno relacionado con proteccin
que no est expresamente reconocida como vlida por las nacio-
nes en que ese derecho pueda ser ejercitado autorizadamente.
Art. 4..Por los Ministerios de Estado y Gracia y Justicia se
dictarn las disposiciones necesarias para llevar a cumplimiento
este Decreto, y por el de la Gobernacin se darn las instrucciones
precisas en lo que se refiere a la aplicacin del artculo 1..
Dado en Palacio a veinte de diciembre de mil novecientos vein-
ticuatro.
ALFONSO
El Presidente interino del Directorio Militar,
Antonio Magaz y Peris
168
APNDICE C
169
los anuncios tan profusamente insertados por Rascn en la prensa
turca.
Pero a la llegada a este pas, comenzaron a pasar los judos
rusos por la Embajada de Espaa. Cierto nmero de ellos, de po-
sicin econmica desahogada, viajaron por su cuenta a la Penn-
sula, en donde invirtieron sus dineros en la costa mediterrnea
(Valencia principalmente), con vistas al establecimiento futuro de
familiares y amigos tambin procedentes de Rusia. Los menos po-
derosos o que fingan serlo, segn apunt Rascn se apiaban
en la cancillera espaola para conseguir medios para el pasaje
martimo. Sometido el problema al Gobierno, el Ministro de Esta-
do telegrafa al Plenipotenciario, el 8 de julio de 1881,2 aclarando
que todos pueden venir a la Pennsula, pero que dado su elevado
nmero no poda serles sufragado el viaje.
Rascn inicia entonces una serie de gestiones cerca de diver-
sas compaas navieras para conseguir tarifas reducidas. As logr
que una de ellas, la lnea de vapores de Odessa a Marsella, envia-
se gratuitamente dos o tres por semana. Ya en Marsella, el Cnsul
General de Espaa se ocupara del resto del viaje hasta Barcelona.
Un despacho del Cnsul 3 da cuenta de que otras compaas
de navegacin expidieron pasajes a mitad de precio, aunque la con-
siderable ventaja no fuera demasiado utilizada por quienes posean
algunos medios, que preferan entrar en su futuro pas sin consi-
deracin de judos. An continuaba vivo el recuerdo de 1492. Por
otra parte no resulta extrao que aquellos desgraciados prefirie-
ran una nacin ms prspera para rehacer sus vidas.
De todas formas, Reitingler apunta: "An emotional wave of
atonement had made Spain the first nation to welcome the reju-
gees from the Russian progroms"'. 4
2. MAE, L. 1778.
3. MAE, L. 1779/205.
4. O.C., pg. 405.
170
APNDICE D
171
naturaleza, a aquellos residentes en naciones en que el derecho
del rgimen de capitulaciones pudiera seguir siendo ejercitado
autorizadamente.
La contradiccin que se observa en este artculo contina
la O.C. se explica por los motivos que justificaron el Real De-
creto-Ley de 20 de diciembre de 1924. Terminada la Gran Guerra
de 1914-18, Turqua desech por el Tratado de Laussanne todos
los vestigios del rgimen de capitulaciones, una de cuyas mani-
festaciones era el derecho de proteccin. Esta negativa del Estado
turco a reconocer la condicin de protegidos que tradicional-
mente permiti a los Estados extranjeros sustraer a la legislacin
y jurisdiccin local individuos que residan permanentemente en
territorio otomano fue imitada por varios Estados de los Balca-
nes y Prximo Oriente, cuya independencia nacional se haba
consolidado paralelamente a la disgregacin del Imperio oto-
mano...
Esta motivacin del Real Decreto-Ley de 1924, explica la apa-
rente contradiccin de su artculo 3., ya que la afirmacin de que
"dejarn de tener la consideracin de protegidos los individuos
que no hayan pedido la carta de naturaleza", se refiere a los resi-
dentes en pases que fueron consecuentes en su conducta de no
reconocer la condicin de protegidos a los establecidos perma-
nentemente en su territorio, como Turqua. En cambio, aquellos
pases que prcticamente siguieron reconociendo la condicin de
protegidos, permiti tambin a nuestros Representantes seguir ex-
pidiendo certificados a individuos inscritos en la matrcula de los
Consulados y que venan siendo protegidos como si fuesen espa-
oles, tal como ocurri en Grecia.
Basado en tal criterio, el Ministerio de Asuntos Exteriores, e
Orden Circular Nm. 2104, de 10 de septiembre de 1946, volva
a disponer:
172
los pases en que este derecho sea reconocido tcita o legalmen-
te como vlido y en que pueda ser ejercitado autorizadamente"
como ya se indicaba en el texto de la Orden Circular citada, facili-
tndoles a este efecto a los interesados los certificados, pasaportes
y dems documentacin que les sea necesaria para acreditarla.
173
APNDICE E
175
de notas, esta vez entre Grecia y Espaa, reconoca la condicin
de nacionales espaoles a los miembros de las ciento cuarenta y
cuatro familias, all enumeradas, y que haban sido hasta entonces
protegidas.
De dar traslado a estos acuerdos internacionales a la esfera del
Derecho interno, y abrir nuevamente la puerta de la plena nacio-
nalidad a quienes quisieran poseerla, se ocup el Decreto-Ley ci-
tado de 29 de diciembre de 1948, cuyo texto ntegro es el siguiente:
DISPONGO:
176
tos treinta y seis entre Espaa y Grecia, por los que se reconoce
la condicin de subditos espaoles en el extranjero a cuantos fi-
guran nominativamente en las listas anejas al texto de las men-
cionadas Notas.
Artculo segundo.Los interesados presentarn en las repre-
sentaciones diplomticas o consulares de Carrera de la Nacin una
solicitud exponiendo su deseo de acogerse al presente Decreto-Ley
y declarando bajo juramento su fidelidad y sumisin a las leyes
espaolas, cumplido lo cual sern considerados, a todos los efec-
tos, como espaoles en el extranjero y gozarn del subsiguiente
amparo y proteccin de las representaciones diplomticas y consu-
lares de Espaa, al igual que los dems espaoles establecidos
allende fronteras.
Artculo tercero.Los representantes diplomticos y los con-
sulares de Carrera de Espaa en Egipto y Grecia procedern a dar
cumplimiento, directamente, a lo dispuesto en el artculo ciento
uno de la Ley provisional del Registro Civil de diecisiete de junio
de mil ochocientos setenta, sobre inscripcin de los que no hubie-
ren de fijar su residencia en Espaa. A tal efecto, los referidos Re-
presentantes diplomticos y consulares de Espaa en Egipto y
Grecia, efectuarn la inscripcin en el libro cuarto del Registro,
establecido en aquellas representaciones, de los que figurando en
las listas anejas mencionadas en el artculo primero as lo solici-
ten por escrito de esas representaciones de Espaa. Al mismo tiem-
po se efectuar la inscripcin de las esposas e hijos menores de
los solicitantes. Tal inscripcin alcanza no slo a los hijos me-
nores en el momento de la inscripcin, sino asimismo a los que
con arreglo a la Ley espaola estaban sujetos a la autoridad pater-
na en el momento del Canje de Notas, aunque en la fecha de este
Decreto-Ley ya hubiesen alcanzado la mayora de edad, si bien
para estos ltimos sea precisa inscripcin separada de la de los
progenitores, mediante solicitud y juramento expreso del interesa-
do y comprobacin, por el Representante de Carrera de Espaa,
de que al peticionario le son aplicables los beneficios del presente
Decreto-ley.
Artculo cuarto.Quedan derogados cuantos preceptos se opon-
gan a la ejecucin de cuanto antecede, y se faculta al Ministro
de Asuntos Exteriores para dictar las disposiciones complementa-
rias que estime conveniente para el mejor cumplimiento del pre-
sente Decreto-ley, del que se dar cuenta a las Cortes.
As lo dispongo por el presente Decreto-Ley, dado en El Par-
do a veintinueve de diciembre de mil novecientos cuarenta y ocho.
FRANCISCO FRANCO.
177
8
ORDEN CIRCULAR nm. 2.217 de 11 de febrero de
1949: traslada Decreto-ley de 29.XII.1948 por el que
se concede la nacionalidad espaola a sefardes en
Egipto y Grecia. Se acompaan listas de las familias
correspondientes.
EGIPTO
a) Lista de El Cairo
Anavy, Rafael. Amiel Israel, Isaac.
Anavy Sidi, Alberto Rafael. Azaria Nemmi, Jaime.
Anavy Sidi, Isaac. Beinisch, David.
Abou Tomboul, Nessim. Behar Hasson, David.
Abou Tomboul, Mayer. Behar Tarrab de, Amelia.
Abou Tomboul, Simba (Alegra). Behar Hasson, Roger.
Aghababa, Joseph. Behar Hasson, Victoria.
Aghababa Eine de, Esther. Behar Bembessac, Elias.
Amiel Ben Eliahou, Mayer. Bordougo, Jacques A.
Amiel Israel, Elie. Barcilon, Haim S.
178
Barcilon Carasso de, Leonie. Hadef, Solimn.
Barcilon, Henry. Israel Sourejou, Jacques.
Bentata, Moise. Jabes Nessim, David.
Botton, Isaac de. Kiakim, Georges.
Botton, Jos de. Levy Agami, Mauricio.
Botton, Joseph V. de Isaac. Levy Agami, Salomn.
Bahloul, Bolisa Jaffa. Choulamita. Levy de Moiss Levy, David,
Braunstein, Mximo. Levy, Sivi.
Braunstein Zaccai, Roberto. Levy, Samuel.
Bibas Mizrahi, Rafael. Levy, Jacques.
Bibas Baschkes de, Mara. Levy Salama, Yvonne.
Bertghira, Aron. Levy Abecassis, Elias.
Ben Hasson, Moiss Haim. Len de, Alberto.
Ben Hasson Saporta de, Gracia. Len de, Isaas.
Ben Hasson Saporta, Vctor. Luria, David.
Ben Hasson Rof, Vctor. Libermann, Penina Vda. de Weiss-
Cohn, Eduardo. mann.
Cohn, Flix. Leibovitz, Marcel.
Cohn, Moussa. Leibovitz Tomaselli de, Nella.
Cohn Sapriel, Mauricio. Maratchi Bentata, Alberto.
Cohn Sapriel, Benito. Mayo Cicurel, Moiss.
Cohn Sapriel, Alfredo. Mayo Cicurel, Victorio.
Cohn Dayan, Len Asan. Mayo Cicurel, Marco.
Danenberg, Eliaho. Mayo Cicurel, Jos.
Danenberg Benyadas de, Rosa. Mosseri, Vda. V. Acrist.
Danenberg, Mendel Menahen. Retjman, Joseph.
Elie Dehar, Isaac. Rothemberg, Salomn.
Ely Barouk, Juan. Rothemberg, Len.
Escojido Carmona, Len Rothemberg Lehrer de, Fanny.
Escojido Carmona, Alberto. Razinovsky, Malka Vda. Aboutboul.
Escojido Carmona, Isaac. Schmerling, Aron Hirsch.
Escogido Carmona, Vctor. Schmerling Heyde de, Gros.
Escojido, Salomn. Simhon, Salomn.
Escojido, Elias. Simhon Busso, Joseph.
Escojido, Jaine. Simhon Busso, Vctor.
Ellazan Nahum, Emilia. Soriano Ressman, Rebecca.
Goldemberg, Netanel Len. Schechter, Abraham.
Goldemberg, David. Schechter, Moiss.
Goldemberg, Vita Len. Schechter, Michel.
Guedalia, Jacob. Salama, Shameon.
Hamaoui Gabbay, Joseph. Salem Alce, Samuel.
Hamaoui Gabbay, Mauricio. Salem Menasce de, Alice.
Hamaoui Gabbay, Vctor. Tueta, David A.
Hamaoui Gabbay, Mximo. Weissmann, Jacob.
Hamauoi, Samuel. Weissmann Beninson de, Bella.
Huri, Gosti, Guillermo. Weissmann Liberman, Emmanuel.
Hauel, Moiss. Weissman, Yeouda.
Haim Cohn, Yeuda. Weissmann Beninson, Aron.
Hadef AI, Joseph. Weissmann Beninson, Isaac Raaman.
Hadef, Youssef. Weissmann Beninson, Igal.
Hadef, Nessim. Weissmann Beninson, Aviva.
Hadef, Rahmi. Yahiel, Mario.
EGIPTO
b) Lista de Alejandra y Port-Said
LISTA DE GRECIA
Nmero Ao de
de orden Nombres y apellidos Nacimiento
185
Nmero Ao de
de orden Nombres y apellidos Nacimiento
Estherina 1919
72 Allin David Hassid 1893
Su mujer: Esther 1901
Sus hijos: Jean (David) 1924
Andr (Salomn) 1930
73 Moise Isaac Hassid 1874
Su mujer: Estrea 1883
Sus hijos: Salvador 1904
Marcel 1908
74 Haim Sabetay Hassid 1873
Su mujer: Sarina 1884
Sus hijos: Lily 1884
Pepo 1908
75 Abram Sabetay Hassid 1880
Su mujer: Alice 1886
Sus hijos: Jos ; 1912
Genie (Sol) 1916
Moise 1923
76 Samuel Moise Hassid 1882
Su hermano: Jacques 1892
77 Henrique Lazar Hassid 1903
78 Len Samuel Hassid 1893
Su mujer: Mathilde 1902
79 Moise Jos Hassid 1865
Su mujer: Buena 1880
Sus hijos: Benjamn 1901
Salomn 1902
Elvira (Alvou) 1915
80 Abram Jos Hassid 1873
Sus hijos: Pepo 1907
Max 1914
81 Mathilde, viuda de Mentech Jos Hassid 1883
82 Jos Samuel Hassid 1885
Su mujer: Estherina 1896
Sus hijas: Daisy 1922
Lily 1926
Buena 1929
83 Jos Samuel Saltiel 1881
Sus hermanos: Abram Samuel Saltiel 1882
Mentech Samuel Saltiel 1893
Sabetay Samuel Saltiel 1897
84 Semtov Samuel Saltiel 1880
Su mujer: Bella 1883
Sus hijos: Samuel 1911
Linda 1915
Roe 1917
Rene 1919
Alice 1922
85 Daniel Semtov Saltiel 1868
Su mujer: Mathilde (2.a) 1884
Su hijo: Semtov 1898
86 Eml Benico Saltiel 1898
186
Nmero Ao de
de orden Nombres y apellidos Nacimiento
190
Nmero Ao de
de orden Nombres y apellidos Nacimiento
NOTA
DISPOSICIONES FINALES
191
APNDICE F
193
Blaskowitz. Asign la misin para ocupar los puertos y aeropuer-
tos ms importantes del Norte de Espaa, el establecimiento de
sus defensas y la proteccin de Francia, especialmente en las zonas
requeridas para el apoyo de la guerra submarina. La III Flota
Area apoyara al Ejrcito mediante vuelos de reconocimiento,
primera comisin de elementos areos de combate en Espaa y
acciones ofensivas contra las unidades enemigas que hubieran de-
sembarcado. La Armada mantendra su papel como rgano de apo-
yo para asistir a la Infantera y defender los puertos.
E1 Estado Mayor del Primer Ejrcito respondi el mismo da
con un estudio comprensivo de "Gisela". El Ejrcito ocupara los
puertos de San Sebastin, Bilbao y Santander, adems de la zona
de Barcelona, Propona dividir las fuerzas operativas en dos gru-
pos. El primero (LXXXVI Cuerpo con la 26 Divisin Acorazada, las
Divisiones 386 y 345 y un Regimiento de la 715 Divisin) cruzara
la frontera entre la costa de Vizcaya y el Paso de Roncesvalles, y
se dirigira a la lnea Bilbao-Vitoria-Pamplona. Podran entonces
elegir entre marchar a lo largo de la costa de Gijn, El Ferrol y
Vigo, o bien hacia el Sur por la lnea Valladolid-Soria a Salaman-
ca-Madrid. Un grupo al Este (LXVI Cuerpo con tres divisiones, in-
cluyendo la 386 Divisin) poda moverse hacia Puigcerd-Cervere-
Barcelona y, o bien atacar a las fuerzas enemigas que hubieran
desembarcado en la costa mediterrnea o desplegarse donde fuera
necesario.
Despus de una breve discusin, el cuartel general de Runds-
tedt inform en un borrador de sus intenciones el 12 de enero.
Empleando los conceptos del Primer Ejrcito, Rundstedt consi-
deraba la realidad una aventura anglo-norteamericana contra las
costas sur y oeste de la Pennsula Ibrica. Para hacer frente a
esta incursin, "Gisela" iba encaminada a asegurar una lnea de-
fensiva que siguiera la costa norte y a preparar subsiguientes ma-
niobras ofensivas contra el enemigo. Las tropas a emplear incluan
el I Ejrcito con dos cuerpos (LXXXVI y LXVI), siete divisiones y el
Primer Regimiento de Artillera Motorizada. En reserva estaban
tres o cuatro divisiones, el Segundo Regimiento de Artillera Aco-
razada y las escuelas destinadas de artillera que se podan mo-
vilizar para entrar en accin a la menor noticia.
E1 plan de Rundstedt estaba esbozado en lneas generales, ya
que se necesitaba ms tiempo para una explicacin detallada. En
general, las unidades de infantera, sin concentraciones prelimi-
nares, pasaran a Espaa y ocuparan la costa norte, de San Se-
bastin a Vigo. Las fuerzas mviles implicadas en ese rpido
avance seran prontamente auxiliadas por otras unidades y avan-
zaran hacia el sur para formar un grupo de asalto en la regin
Valladolid-Madrid. Esa formacin, bastante considerable, sera en-
194
tonces reforzada y desplegada de forma tal como para permitir
ulteriores operaciones en cualquier direccin.
Ms especficamente, el nuevo esquema "Gisela" contena en
lneas generales, las misiones destinadas a las principales unidades
implicadas en la campaa. La 715 Divisin tendra que hacerse
mvil y ser utilizada como la fuerza de avanzada que capturara
San Sebastin y Bilbao. Desde all podra abrirse camino hacia
Gijn. La 386 Divisin dejara atrs San Sebastin y Bilbao e ira
directamente a Gijn. De camino podra circunvalar Santander
hasta la llegada de una fuerza de socorro. Detrs de aquella, la
345 Divisin, que podra ser transportada por va frrea desde
Francia a la frontera espaola, se unira a las dems en marcha
por territorio espaol, relevara a la 386, permitiendo a sta ocu-
par las ciudades de El Ferrol, La Corua y Vigo. La 26 Divisin
Acorazada, que sera rpidamente trasladada por va frrea de
Blgica a la frontera espaola, se dirigira directamente a la zona
de Valladolid y de desplegara sirviendo de flanco protector a las
fuerzas atacantes del norte. Podra ser reforzada por la 338 Di-
visin que, tras quedar dispensada de sus actividades de ocupacin
en el sur de Francia, podra ir por tren desde Barcelona y Zaragoza
a Valladolid.
Una vez que se hubiera completado el avance inicial, dos di-
visiones "Brunhilde", sirvindose de los transportes por ferroca-
rril, podran sustituir las fuerzas de ocupacin en la costa norte
y relevar a las 345, 386 y 715 Divisiones, unidades que quedaran
entonces libres para poder actuar en la zona de concentracin de
Valladolid.
Cuando las sugerencias de Rundstedt llegaron al OKW, fue-
ron favorablemente acogidas, y el Estado Mayor Jodl expres su
conformidad con las propuestas. Sin embargo se mostraron preo-
cupados sobre la centralizacin de tropas en el rea de Valladolid
as como sobre la defensa de las costas contra ulteriores desem-
barcos. El 22 de enero, la OKW encarg a Rundstedt los detalles
finales del "Gisela", quien el 1 de febrero envi un nuevo proyecto.
Volva a insistir en el antiguo plan de una rpida captura de la
regin costera de San Sebastin a Vigo, con la explicacin de que
esa ofensiva protegera la retaguardia de las tropas concentradas
cerca de la zona Madrid-Valladolid y a los submarinos que opera-
ban en el Golfo de Vizcaya. La maniobra sera reforzada por la
concentracin simultnea de una poderosa fuerza mvil cerca de
la capital espaola para hacer frente al enemigo. Aparte de esas
ideas, las nuevas instrucciones fundamentalmente aclaraban unos
cuantos detalles relativos a distintas unidades.
Rundstedt asign unas misiones ms especficas a la Marina.
El Grupo Naval del Oeste coordinara sus esfuerzos con el Primer
195
Ejrcito. La pricipal misin naval era la ocupacin de los puertos
espaoles entre San Sebastin y Vigo. Las unidades navales de
artillera se uniran entonces a las fuerzas de ocupacin y estable-
ceran una defensa costera contra la invasin por mar. Con objeto
de apoyar el avance del Ejrcito, la Marina estara tambin pre-
parada para proporcionar transporte por mar a las tropas y los
suministros.
A1 da siguiente Rundstedt curs una segunda orden sobre "Gi-
sela". Se ocupaba principalmente en dar informacin adicional a
las tropas participantes y aclarar varios requisitos de la informa-
cin. Estableca un horario para la fase del asalto que sugera que
las primeras fuerzas deberan llegar a Vigo hacia el octavo da del
ataque, mientras que la 26 Divisin Acorazada debera llegar a la
zona Valladolid-Madrd la tarde siguiente. Mientras esta ltima Di-
visin alcanzaba sus posiciones, los elementos de combate de la
338 Divisin se desplegaran por all cerca. Una vez que las tro-
pas del norte hubieran sido sustituidas, se fusionaran con esas
fuerzas tcticas en la noche del quinceavo da. Esta concentra-
cin final se realizara en el plazo de tres das, y para entonces el
Ejrcito debera estar enteramente preparado para su cometido
contra la invasin aliada,
Anejos a ese horario haba unos requisitos de cooperacin
para los Gobiernos espaol e italiano. Rundstedt quera nueva y
detallada informacin sobre el sistema espaol de transporte, so-
bre las fortificaciones y sus posibilidades de abastecer a las tro-
pas alemanas. Por aadidura, deseaba el consentimiento para
asegurar el uso por los alemanes de los campos de aviacin espao-
les, talleres de reparacin, hospitales e instalaciones ferroviarias.
Desde Italia, Rundstedt deseaba una divisin para sustituir a la
338 y lugares en los barcos para transportar al personal de tierra
de las Fuerzas Areas desde Italia al nordeste de Espaa.
Todos estos proyectos requeran varias respuestas por parte
de las Fuerzas Areas y de la Marina. La declaracin inicial del an-
tiguo plan introduca pocos cambios a su primitivo concepto del
"Gisela" y el Primer Ejrcito no necesitaba grandes ajustes. Algu-
nas enmiendas fueron hechas con relacin al reconocimiento areo
(especialmente en la observacin de la zona El Ferrol-Lisboa-Ma-
drid-Bilbao y en coordinacin con los cuarteles generales de las
tropas de avanzada), una proteccin antiarea fija para las bases
de concentracin y de abastecimiento, el ancho de las carreteras
y el ritmo de las marchas para las unidades de las Fuerzas Areas
que se incluiran en las columnas de marcha. El Mariscal de Cam-
po Hugo Sperrle asuma las operaciones areas.
A1 igual que la Fuerza Area, la Marina cumpli sus obligacio-
nes en dos fases. El 8 de febrero, el Mando Naval Occidental pu-
196
blic una breve nota indicando la organizacin general de los as-
pectos navales de "Gisela", las disponibilidades en cuanto a barcos
y la designacin de las unidades que marcharan por tierra con las
columnas de infantera. Esta declaracin, en cierto modo sucinta
y concisa, fue seguida dos das despus por la orden bsica para
la operacin "Gisela". Se estableca en ella que el Mando espaol
recaera en un almirante, para el norte de Espaa, con base en
Valladolid, con dos jefes de sub-sector; el occidental, en El Ferrol,
y el oriental, en Bilbao. Bajo su jurisdiccin estaran los distintos
mandos de los puertos, jefes de control y especialistas. Se asigna-
ban unidades navales especficas para misiones de convoy y segu-
ridad durante y despus de la ocupacin. Tambin especificaba mi-
nuciosamente el movimiento de las unidades navales por tierra o
mar, con nombres cifrados adecuados para cada eventualidad. Ade-
ms de las unidades designadas, las autoridades navales nombra-
ban al personal encargado del control de las barreras portuarias,
la construccin naval, las instalaciones tcnicas de las fortifica-
ciones, la propaganda y los informes meteorolgicos.
199
APNDICE G
201
APNDICE H
203
i%m
nv :;i\ S a a t a S d e Oo t u t e a d o 1MZ+
ltimamente so h a b a n r o j i n t r a d o 4 6 5 d o t a n d o - -
n o s d a s e f a r d i t a s ; que fuero p u e s t o s insteciiataueoito en
l i b e r t a d con una cijnple i.nwervoiaio'n dss o s t o Consulado,
p o r o en e l caso a c t u a l han s i d o mancriidea dando p o r ravn
l a eco,T dad du p r o c e d e r a \Ui-a i n v e s t i g a c i n y e n t r e t a n t o
ea o a s i s e g u r o ruo so l o a han l l e v a d o iiaoia P u r i s o a !:.-. n -
204
j/fitVtttul
W
VKK(JUlftOO DE tiPATf*
ilaa, a 9 ae Oetulix* ta 3.S43
MIZA
Asuao: g/cteenciln da l o s Srcs; R0SJSS
l 2/
Excelentsimo Seor:
Sn. relacin coa M Oficio n &S d e l 27 a c t u a l
.*< TV>t W , . ^
Mamicando a V.E. l a detencin del Katriaonio R03AK]!:3
jpor l a p o l i c a alemana, adjunto tongo a honra elevar
tanos do V.E. una instancia en t r i p l i c a d o que me en-
trega l a h i j a (lo loa &rsa, 103AKS5, l a S r t a . Elisa
fiOSAMKS 1S/U1T quien, pop aer menor do edaa, ec ecueii-
'ira, a e s t a n situacin, auraamente delicada,
,.,*
o r ' m i p a r t e , inf orinando a T.18. oun^lerae manies;-
>arl que cuanto exoone l a S r t a . ROSAlfao en su. i n s t a n -
*ia es e l f i e l reflejo do l a verdad,.podiendo aadir
que ee pocoen en oata oficina antecedentes euficientcs
"PB.T& no dudar oa garantizarle* en todos conceptos, En
eanto a l a S r t a . KQ3AHK3, a-pesar de su corta edad,
seune condiciones excepcionales tanto "bajo e l punto de
vista i n t e l e c t u a l OOJIQ e l de aentiiiiontoa, inspirados
jsiempro en l a s aa nobles virtudaa c r i s t i a n a s .
Idos guara. a, V.S, amenos aos.
3?. E l Cnsul de Sapaa s
El Vicecnsul^ /
racin qua soy todava menor de odad, quo no tengo otro costn
que el de mis padres y quo me encuentro sola .y desamparada y. cln
qu;orcr cansar a V P E e expresndolo toda la congoja y el dolor quo
mo atormanta
SUPLICO
atentamente a V.E. se digno interceder por nosotros 'recabando da
las autoridades alemanas- quo me devuelvan" MG padres' ya sea de-
jndolos volver a" nuestra casa de Niza o blon que podamos marchar-
nos juntoa a Espaa.
Ka gracia quo espero merecer del bondadoso corazn de'V.E
cuya vida guardo Dios muchos anos.
Niza, a 29 do Ootubro de 1943
-iw/ Y^mj>
208
liza, a 27 fia Diciembre de 1943*
VJ
'4
^-*
Excelentsimo Soior: ***.-........''
_ 'Alejandro Pons
'.7
w
VCCONlUlADO DE
Asunto;-Detencin do los. s e f a r d i t a s s-
p ao 1 e s Sr e s * ROSANtf 3
CH
NIZA
Exc el en t si mo Seor;
/
/*"" iM J'/f^-> / En r e l a c i n con su Oficio n20-del
/ *.*</--...... ''"'Jl- jk Diciembrey- y- ene:ampliacin a l mo n43
^ 'd7S7 del mismo, cmpleme- comn i c ir- a VJS,.
'. ,'v7^ e -"\ s e C ^ n inrormos. que se creen 'ededigno"s
-Cl'^lo'/ esposos Rosanes se h a l l a n en v s p e r a s
- d e / s e r / d e p o r t a d o s a l e x t r a n j e r o por l a po-
l i p a alemana.
Dios guardo a VE muchos a o s .
V.
3>, KL Cnsul*.
331 Vicecnsul
'^'OtAy^
1-6Handr Pons,
Excotcnti'rn.rao SeAor:
En relacin con ruis Oficiar, anteriores relacionados
(,\j- con la detone itSn de loa eapoyoa KQSJAIJSS y refirindoivta muy
particularmonto a mi Oficio n 43 del 27 Mcioiabrc pasado
informando a V.K. ouo, al ser detenidos Ion crjposoa ilOSAKI-iS,
la polica alemana se sabia incautado de lan llaves del lujo-
so piso que ocupaban en acta ciudad (7, Av. Depoil.ly) en
donde hablan s-.uchofj objotos de valor (fjervio.io do plata, alha-
jas, valores, eto.l cKiplome comunicar ahora a V.K. oua coa
esta fecha, la polica alemana se ha llevado todo lo conteni-
do en ol piso do referencia.
j^" Croo per ti en ente sealar a V.E, que en. la puorta del
/ p i s o , haba colocado el Sr, KOA'iUiS, el Certificado do Pro-
( piedad de 'E;pano.les que le fu .expedido por. este Consulado.
^ __io3 guardo a V.JS. muchos aos.
P. El Cnsul de Espaa
: /
"X El Vicecnsul '
I I - V -ir-T s~n \, '.'""( f':~\ / " \
.--* %
s Alejandro Pona
_JU, fc$c,y\Q.&.<uL<^- - --'*-
'nachr.crh .^VV*^-- -
J
i..>;o .lentsimo Seor i-Ulja.ir.ior de ISopua o;i F r a n c i a VIC1IY
212
Vichy, 3? kf JSuoro i*. ,1044
do Kisro.-,
Cio3 guardo a V.J. muolio &OO.
H O I K v l li a A L :
/*
jtC
jxooljsatsimo Seor;
Con referencia 6, su Oficio n2 del 37 do nero ppdo,
tengo el honor do. remitir adjunto a.Y25, una copia de l a
carta d i r i g i d a a l a s autoridades alerasais, relacionada con
e l despojo de ios-smetilos y erectos Sol esjaEol Pafivu Ro-
scas mxm,
S I O B ' guarde a>YE. muchop >ios.
A'* E l U U u S U l .
L,VicecnBul;","J3 *
/ ___j -.
isetifjicuro
* r l i . d i p p r l t l qu;i VOW 3fji*VCrt Ct CJ.lit pvSttliK dtf
t'Iiitrofiiire .cum:* l'<ip;v;rtf:uont- d'iiri tiu ESS ^^oi-ti;:; .rits
pct!id;:>ii SOJ'I ..baer.uo <>t <1' c.i, v>J.' vO.P plus-.iiu* w.ubls --l 3JT-
fati l u up-pstii^iit, l e "i<ul Itiuiit .-irii <5.Eti:'rtl;ito,'i:';nt:#
OepoiiUiiiitj vi apvi'.ii't<i;.>i.jfi!: ec.i?or tui t un crAttcu "i I.-i'-or-
t o , u\y,''Ois p/i?: MU* coliic t avao iii titiruituro, pc;ui* bit.n
jattliifesifccr q u ' i i )=Tnc;i-.(J* C iUig ni w.^ np^trt/iRC!!; J1. ti .;.,_ ;ri-
cu. ajp'n.
I I t.'^yit di l'opJarku.ioiit <*<e
7t .VODUO k o p o i l l y ,
Ctf es.tt ncoro, U-O ccd5!;iottcite li> i<* Micfe
JTrflrxjE-.io (!;" i3,ii;i.(a1;ric-ai.t;3.oa 774 ,l), o) V&O p l u s i a u ' a
individua ob'itifiut vos o r a r a s , t i i t r,m- l o pc-int ci'tvj-
poi'tJ,1 towt ce. i\ua rosCf '%-;.? 1'UiUiar-tcaerit, t u a - u l t ,
Sajir eos cor.jtion j V l * v u tuj^rio tic voue mu
protsc;;itic''ls -p'liis i'iicc^qua c^r 11 oot lrmclilbl o qa
vori r.(.a*vIo.i.i i-.u puiriotliiUMi; da te'ulioi' sin*i l u s faln 3 up-
jartciiirit, i res at'jjti^ol*) o'b ou "-'.rular, rounort imiti'.icricai;
/ojontoo ?o&a#
> 'Y:,
V#'
cwiwt.ADo oe CJASA Niza, ft 9 do o b r e r o o 194S
tu
H U
/ < : ^ T P Asunto: a/saqueo do loa Menea del espaol
^y v'.i- i ''/!/>_/ 3y. .RQSAiKS por la polica alemana.
'.i-r~~-.-~~. '"' '
J ;
V :----' ' '
s
'"-... JxcolontEiac Deor:
""""".' ' lu relacin con mis Oficios anteriores couunlcati-
do a V.JS. el metdico paqueo, por parto de la i>olici;A alfa-
na, (Je la casa del espaol Don Pedro R0SAU3 J-i.XK;i y refi-
rindcine muy ospeoialrrxr.ta al Oi'icio lo V.K. n" 20 dol 31
Diciembre pasado comunicando la nota del Jxcr.o. Sr. i'nl<3-
tro de Is.'jpaVa en Bucu.'ejt pidiendo no informara sobro cuta
asunto, crnplemo ahora notificar a v.3i, lo siguiente:
jn curooliudento do lo manifestado por V.2, en
Oficio n ' del 37 Knoro ppdo. se procedi a aollar ol'pigo
que poseen loa Sros. IOSAJIJ en la Avenida Depoilly I V, lo
cual fu comunicado a la polica alemana. Ahora uion, el pase
dcMinfio dia Z7 del actual a las anco do la maana, se presen-
taron en la casa de loa 3rea. R0fJAKli3 unos individuo3 porto-
necientos sin duda a la policia alemana por cuanto, posoiau
laa llaves que osta autoridad habla encautado y, arrancando
loa sellos quo .esta representacin Consular habla puesto en
la puerta, so introdujioron on el piso para .continuar ol sa-
queo .
Considerando intil ol que suscribe dirigirse
nuevamente a la autoridad local alemana sobro esto asunto,
poneso todo ello en conooiBiiento do V.S. para lo que ooaBl&ort,
pertinente en ol caso.
Dios guardo a V.33 muchos aos.
l Vicecnsul Encargado /i
alejandro oas
217
-VM'% ViliV.:V>
218
Aurora, 8 de iSarso ele 19'$.~
219
ETAT FRANJIS
W B44L''
UHI0N5 1HTERJATI0NALES
Vichy, l e 2 MarjT"$44'
Rf. & rap.: Y 110 / j
P/Jtt
Par tote H 55 du 5 P v r i e r , l'Ambasua&e d'Espagne
a exprime l e dtsir qu'une enqu8te s o i t e f e o t u e s u r l e a
c o n d i t l o n a daa l e s q u e l l e s l a P l i c e f r a n c a i s e de Rioe
a u r a i t p e r q u i s i t i o n n dans l ' a p p a r t e m e n t de U. Pedro
R0SANE3 MAYER e t de son pouse Mathilde PISANTY R0SAME3,
-"*v i o r a d l i t e s - espagnola quL a v a i n t t a r r S t s p a r l a P l i c e
jallemando. Les a u t o r i t s f r a n g a i s e s p r c i t e a a u r a i e n t
; i
Le M i n i s t e r e des A f f a l r e a E t r a n g c r e s a l ' h o n n e u r de
f a i r e oavoir h l'Ambaaaade d'Espagne que l e s me urea dont
\1 * i
i.1 s ' o g i t sont l e f a i t , non dea a u t o r i c e s f r a n g a i s e s , mais
les a u t o r i t ' s alleraandes. La p o r t o de l ' a p p a r t e r a e n t en
f i ouoriuo aniv?.;o
Excelentsimo- SeSojr:
En relacin, con mis Oficios anteriores y espooial-
!' ....
\ > ,"./' . ment con. el Oficio n8 del 9 'ebrero sobro metdico \a-
J
iJ/.' y,.,
\j y' i. v queo, por la polica alemana, do l a casa del espaol
V " 'v " Don Pedro ROSAMS HAYSl
/ ,v-*/f\ :l ;i'. (.-i na obedeciendo a l a s ordeos de l a p o l i c a alemana, fu a R&-
J- ^ U-* cmpleme comunicar a V.S. que en'ol da do ayer, una porso-
v .;-j - ,^- _ y car algunos objetos del piso sienoiouado. lil que suscribo;
-"''". V- ,' fu advertido por l a portera y so persona inmediatamente on
\ ' -'(-"-i'"'. 1 piso* Acompaado por a persona que encontr en ol p i s o ,
- I V' \^
- w ; -v" "V \ acabo de entrevistar a uno da loa jefa do la polica o lema-
-:PV !
\' V A < .*-- V
v djunto remito a VS^ l a copia de l a carta que lie
-- w V (
^ '(\r/ V dirigido a dicha autoridad.
Debo sealar a VE. que en el lujoso piso propie-
*:'
(X'A dad de l o s seSores Bosanes en donde haba muebles de gran va
S l o r y muchos objetos de a r t e , queda ya muy poco cosa salvo el
<;
piano de cola que pude vor todava ayer
Dioc guarde a V.S auchos &3os,
ET Canciller.
~Pat'o~d"~QTao. "^
rabio do O.uuio
Vicfcy 7 da J u l i o to lHi-t
2'ltrao. Soor:
iuy Soor mo:
EL INISTliO CONSICJ^ii :
Carlos AKCOS.
V
i c h y , V u U l o t 144.
:
*
" *
.V&av<*'v i .
226
* 1*
HoAo
orden K b la b T O asi
1. Abrah'm l s a l 1858 3?ab 8oo
2. .ACs 3 d l l y 927
3. Acs l i a r i k a 656
4. A d l e r Dob<5 J s s e f n 1873 Jhidap e s t 592
5. Adlor Bobo nomina 19o9 o 592
6, Adler Lajoan 1.874 SaJ<5vrJcony 442
7* A d l e r Llifcsa 1803 N y i t r a z Ksinbokr 244
a. A d l e r M.ksan 1886 Budapest 244
9. Adlor Tibor P a l 1912 n. 244
i?.
lo. A d l e r 'i'iliorn 1924 244
11 Ado.? Sndor 1873 Jrsekujv'r 324/a
12. Akos lss.d 1893 Alsbrany 424
13. Akos l s z l d n 19 SsatnisrSlcUrlt 424
14. Alto a Agnes 1932 Budapest 424
15. A l t u r e O s t i l l e r Ozisn? 187o Sz kcsf oh rvr 927
16. Araster Ernn 19o7 Budapest 78o
17. Ansclilcvits Tibor 19o6 793
la. Angyal Mria * 192 o Punaclavar 227
19. D r . A n t a l Mikls 19o? Budapest 521
2o. B r . A n t a l Jnos 541.
21. Appel fiegina 1913 2o o / d
22. Arany GyfcKb'n 1872 Kard 7c6
25. Dr.Arnyi Aladar 1887 Pamcsova 37o'
24. A r n y i Ott* .1889 Slkls 332/b
25. A r n y i Ottn 1898 Bcs 332/b
26. Arnyi fiaol 19ol Budapest 486
B
27. A r n y i Def-aS 1927 486
28. Aron l)c-s' 1883 Szplak 778
20. Aron Dszsin 1888 Dfibreccn 778
5o. Auerbach Ignca 1872 Vaavr 653
31. Augcnfcld Jend 1894 Budapest 1122
32. A u s t e r l i t z Krsbet 1896 Debreczeh 656
33. .Ausaer ErniJn 78o
APNDICES
Apndice A 1"!
165
Apndice B
169
Apndice C
Apndice D 171
Apndice E 175
Apndice F 193
201
Apndice G
Apndice H 203
1 Mis almuerzos con gente importante
Jos M.' Pemn
2 Los 90 ministros de Franco
Equipo Mundo
3 Hablan los desertores del Vietnam
Mark Lae
4 Personas y personajes
Alfredo Marquerie
5 Tragedia del socialismo espaol
M. Cantero del Castillo
6 Sesenta aos en la Casa Blanca
Arthur Krock
7 Los asesores soviticos en la guerra
civil espaola
Jos Luis Alcofar Nassaes
8 Los modernos monarcas
Recopilador Franz Thoma
9 Las fuerzas navales en la guerra
civil espaola
Jos Luis Alcofar Nassaes
10 Conflicto y armona en la poltica
internacional
Josep Frankel
11 Memorias de un presidente
1963-1969
Lyndon B. Johnson
12 Mediterrneo rojo?
Michel Salomn
13 La llave del Quirinal
Giovanni di Capua
14 La guerra del presidente
Anthony Austin
15 El espaol ante el diluvio
Jos M. Pemn
16 El milagro econmico japons
Hubert Brochier
17 Las mujeres Kennedy
Pearl S. Buck
18 Los legionarios italianos en la
guerra civil espaola
Jos L. Alcofar Nassaes
19 McGovern
Robert Sam Anson
20 La poltica de la paz
Willy Brandt
21 Transacciones entre el Este y el
Oeste
Samuel Pisar
22 Cuestiones de hoy
Areilza, Auger, Martn Villa, Tamames
Recopilador J. Serrats Oll
23 Las Cortes de Franco: 30 aos
orgnicos
Bernardo Daz-Nosty
24 San Jorge y el Padrino
Norman Mailler
25 ideologas de las independencias
africanas
Yves Bnot
26 Los imperios invisibles, las sociedades
multinacionales
Louis Turner
27 El poder de informar
Jean-Louis Servan-Schreiber
28 Caer Allende?
Jos Antonio Gurriaran
29 Espaa y los judos en la Segunda
Guerra Mundial
Federico Ysart