Tramas Diversidad
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Tramas Diversidad
de la
di v er si dad
TRAMAS DE LA DIVERSIDAD
Reflexiones, debates y propuestas en torno
al patrimonio en Chile. Coloquios Regionales
de Patrimonio Cultural 2016-2017
17 CAPÍTULO I
CONFERENCIAS Y PANELES REGIONALES
187 Lo que se preserva, lo que se deja ir: la cultura como narración
y conciencia histórica en Chile contemporáneo
Gabriel Castillo Fadic
200 Panel crítico, región de Los Lagos
pasado y con quienes han hecho posible el presente, y por ello, Tramas de
la diversidad. Reflexiones, debates y propuestas en torno al patrimonio en Chile
se inscribe en un ámbito ineludible para las políticas culturales.
En este libro podemos conocer el estado de la reflexión sobre el pa-
trimonio cultural y, muy especialmente, algunas de las proposiciones de
la sociedad civil al respecto. Construido de manera participativa, en un
recorrido por las regiones de Chile, el texto pone de manifiesto la urgente
necesidad de legislar sobre el patrimonio, considerando que las normas que
actualmente rigen nuestros acervos no se corresponden con las encruci-
jadas y desafíos que ellos enfrentan actualmente. Dado que el patrimonio
es una de las caras de nuestra cultura, los cambios y transformaciones lo
afectan y exigen nuevas formas de protección, de conservación, de puesta
en valor y proyección.
Nuestro país ha asumido las diversas convenciones y planteamientos de
la Unesco en torno al patrimonio material e inmaterial, haciendo imprescin-
dible que escuchemos y recojamos el sustrato conceptual, político y social
que alberga este libro, donde se combinan la reflexión y acción locales con
los debates globales. La sustentabilidad del desarrollo también descansa en
la cultura y, desde esa perspectiva, actuar de la mejor manera sobre nuestros
patrimonios es una tarea y un desafío de cara al futuro.
Salvaguardar los cantos, las danzas, las comidas, los saberes, los conoci-
mientos y prácticas populares, campesinas, mestizas e indígenas, así como
los monumentos, los archivos y las expresiones materiales de nuestra ma-
nera de habitar las ciudades, entre otros elementos, nos compete a todos.
Hoy, cuando vivimos procesos de globalización cada vez más intensos,
es relevante pensar cómo los patrimonios nos bridan una conexión profun-
Pre se ntación
otros casos se planteó que la figura del Estado fuera la de una entidad regula-
dora y de confluencia entre el sector privado y las demandas y necesidades
comunitarias, mientras que otras posturas entendían esta figura como la do-
minante. Se planteó asimismo que, para generar un turismo sustentable, es
necesario repensar en conjunto la «imagen país» que deseamos promover,
la que hasta ahora, de acuerdo a algunos participantes, se ha configurado
como una postal que reduce la diversidad de territorios y sujetos a un mero
producto de exportación.
La necesidad de elaborar y debatir sobre la memoria histórica estuvo
presente en estas reflexiones: recuperar el espesor humano y natural, que
apela a nuestra memoria afectiva, y que se encuentra fracturado por la in-
capacidad de articular un discurso colectivo que dé cuenta de la compleja
historia de nuestro país, se hace imperativo para la construcción de nuestra
«comunidad imaginada». Lo anterior, restituye otra tensión: aquella que se
produce entre un patrimonio negativo y otro positivo, que expone y desnu-
da los conflictos políticos que hay tras los procesos de patrimonialización.
¿Cómo conciliar en un relato común hechos traumáticos como el genocidio
indígena o la dictadura cívico-militar? Esto supone un reto ineludible y de
enorme responsabilidad para las políticas patrimoniales y para su legisla-
ción, así como para la construcción de la cohesión social.
En los ejercicios de memoria y olvido, es necesario que asumamos las
diferencias culturales y materiales que existen entre el universo urbano y
el rural y sus correlatos culturales. Estas dimensiones, hoy en día están en
pugna; sin embargo, a través de un «mestizaje innovador» (Javier Pinedo)
promovido por las comunidades y el Ministerio de las Culturas, las Artes y
el Patrimonio podemos conciliar estas diferencias, asumiendo como parte
de nuestras identidades tanto el componente étnico, como el popular y
el ilustrado. Un desafío aparte, pero relacionado estrechamente con lo ya
prólo g o
del proceso reflexivo del que hoy damos cuenta, sin duda serán la guía que
nos acompañará en los próximos años, ayudándonos como país a afrontar
las múltiples encrucijadas del patrimonio.
Agradezco, finalmente, las reflexiones y propuestas de los(as) partici-
pantes, las que han aportado al diálogo y a la construcción colectiva de
los instrumentos y acciones que harán posible que una renovada ley de
patrimonio pueda gestarse a partir de los más profundos sentidos que este
tiene para los grupos humanos, su memoria y su devenir.
nio realizado durante el año 2016 desde Arica hasta Punta Arenas, y que
culminó a inicios del 2017 con un encuentro nacional en Santiago.1 Convo-
cados(as) por la interrogante «El Patrimonio: ¿bien común o bien de mer-
cado?»,2 un conjunto de conferencistas nacionales, panelistas regionales
y público local, se congregó en los espacios generosamente abiertos de las
universidades estatales regionales para debatir sobre la pregunta formula-
da. Con el horizonte de que el concepto coloquio tiene como trasfondo el
«conferenciar, conversar» y la resonancia de una «reunión de un número
limitado de personas para que debatan un problema, sin que necesariamen-
te haya de recaer acuerdo» (RAE, 2001), emprendimos la labor de llevar a
cabo las diversas jornadas en once regiones del país, en las que la noción de
pluralidad estuvo siempre presente, intentando que una multiplicidad de
voces y sujetos participaran en la conversación, atendiendo a perspectivas
de género, generación, etnicidad, entre otras, procurando la representación
más amplia posible de las distintas sensibilidades que nos habitan.
Sabemos que no es posible en un texto reflejar por completo la energía,
las emociones y el pensar colectivo, así como los matices que la oralidad y
lo presencial fundan en la comunicación cara a cara y en el peso que tiene
para la construcción de una reflexión conjunta. Es por ello que Tramas de
la diversidad. Reflexiones, debates y propuestas en torno al patrimonio en Chile,
registra parcialmente el rico proceso de confrontación y discusión de ideas
llevado a cabo en distintas comunidades a lo largo de Chile. No obstante
esa insuficiencia —común a todo texto que quiere inscribir la oralidad—,
mucha de la atmósfera de los coloquios se expresa a través de las ponencias
In troducción
(1) Los Coloquios Regionales se efectuaron en Arica, Castro, Temuco, Santiago, Valparaíso, Talca,
La Serena, Valdivia, Antofagasta, Punta Arenas, Rapa Nui y Concepción.
(2) Esta cuestión fue planteada polarmente para tensionar las reflexiones, pero al mismo tiempo
como un modo de recoger el debate general sobre la encrucijada en que se encuentra el patrimo-
nio, su conceptualización, su gestión y su escenificación globalizada.
y de las síntesis de los comentarios realizados por los panelistas locales,3
en el primer capítulo del libro. Las conferencias centrales constituyen, sin
lugar a dudas, una panorámica de los distintos ángulos y puntos de vista
con que se están abordando hoy día en Chile los distintos ámbitos del pa-
trimonio, así como las miradas críticas a nivel conceptual, político y de
gestión (tanto del Estado como de las instancias privadas). Por ello hemos
estructurado la secuencia de los textos, no por el orden geográfico en que
14 se dictaron en los coloquios, sino por sus temas de análisis, organizando
su lectura desde la comprensión más general en términos teóricos hasta
la más particular en cuanto al objeto examinado. Esto permite contar con
un corpus reflexivo que, esperamos, sea la base para los futuros proyectos
legales que regulen el patrimonio de nuestro país.
El segundo capítulo, por su parte, hace posible escuchar y conocer pro-
puestas sobre un conjunto de materias emanadas de los debates regionales
realizados y que se cristalizaron en el plenario nacional llevado a cabo en
la ciudad de Santiago, a inicios del 2017. Nuevamente, tenemos conciencia
de que la potencia y contundencia del esfuerzo de diálogo y raciocinio
común no está plenamente vertido; pero sí tenemos la certeza de que se
expresan los planteamientos de cada grupo que trabajó en torno los ejes
temáticos convocantes.4 Es interesante señalar que los(as) participantes en
esta experiencia nacional de mesas de discusión y análisis, fueron los(as)
conferencistas y los(as) panelistas regionales, sumados a algunas personas
provenientes de ámbitos patrimoniales del país. Esto otorga una especial
riqueza al proceso emprendido, toda vez que el segundo capítulo de este
libro pone en escena un trabajo de pensamiento colectivo compartido por
un conjunto de sujetos que conforman, de este manera, una comunidad
plural que se afecta mutuamente en el compromiso de un proyecto de trans-
Tram a s de l a di ver si dad 2 0 16 -2 0 1 7
Con f e r e nc i a s
y pa n e l es r eg iona l es
Enrique Vila-Matas
¿Cuál es, pues, la importancia del patrimonio? Esto es como preguntarse por
la importancia del pasado y, en esos términos, propongo, contra una cierta
obviedad, la pregunta: ¿por qué es importante el pasado para el presente?
Es habitual abordar este problema en términos de la necesidad de re-
conocerse en alguna forma de identidad (sea que se la suponga a esta como
una realidad efectivamente originaria o como una ficción necesaria). Este
reconocimiento permitiría, por ejemplo, responder a la pregunta acerca de
«quiénes somos». Sin embargo, ese peculiar «pasado-presente» es recono-
cido y valorado en la medida en que, de alguna manera, se diferencia y se
distancia de las urgencias del presente. En este sentido, el pasado patrimo-
nial exhibe una especie de discontinuidad histórica respecto del presente.
En efecto, el concepto institucional de patrimonio cultural corresponde a la
finalidad de «proteger la cultura» ante la ciega temporalidad modernizadora,
para la cual no existe la gravedad del pasado. Pero el concepto de patrimonio
absoluto»: una zona en que las precipitaciones son tan insignificantes que
la vida vegetal viene a ser algo prácticamente inexistente, ello a pesar de
que los especialistas han señalado que el desierto de Atacama no se inscribe
en esta categoría.
Pero, ¿no «desaparece» el desierto —en otro sentido, como imagina-
rio patrimonial— en las expectativas económicas que este genera al ser
considerado como «recurso de explotación minera»? Andaur reflexiona
en el libro citado: «Es posible que frente a la construcción desmedida de
imágenes estemos ante una crisis de representación, entre unos paisajes
de referencia y los paisajes visibles y palpables, que son precisamente los
cotidianos» (2015, p.73).
Un concepto de data relativamente reciente en nuestro medio es el de
country brand o «marca país»: una imagen que se elabora teniendo presen-
te, según Josep Francesc-Valls, la percepción que tienen los consumidores
Es decir, se trata de una imagen muy distante —como señalan los mismos
editores— «de los estereotipos nacionalistas con los que se suele identifi-
car a esta figura» (2015, p.21). Un antecedente de lo que hoy se denomina
interculturalidad (contrapuesto a la multiculturalidad), término este que
describe un fenómeno actualmente en proceso en Chile, cuando ya co-
menzamos a recibir imágenes de «nosotros» elaboradas por los hijos de
inmigrantes que en el siglo XXI llegan en una magnitud inédita.
En lo que he expuesto, he querido proponer una hipótesis: que el con-
cepto de patrimonio cultural, reflexionado en el presente, no da cuenta de
realidades identitarias supuestamente alojadas en el pasado y a las que en
el presente se considera necesario rendir homenajes. Más bien se trata de
elementos culturales en los que un determinado colectivo humano (una 35
38 El panel estuvo compuesto por Pablo Aravena Núñez,2 María Teresa Devia
Lubet,3 Mario Ferrada Aguilar,4 Paulina Varas Alarcón5 y el conferencista
Sergio Rojas Contreras.
La posición de los miembros del panel, manifestada por Pablo Aravena,
fue escéptica frente a la posibilidad de articular una comunidad en torno
al patrimonio en un contexto de capitalismo salvaje, en tanto la función
(moderna) del patrimonio se encuentra anulada por la conciencia histórica
de la comunidad de su condición meramente ficcional. Este hecho produce
una escisión entre la creencia subalterna de ella y la dirigencia ilustrada,
problemática claramente graficada, por ejemplo, en la construcción del
mall en Castro: para una élite ilustrada este edificio es un atentado contra
la imagen patrimonial de la ciudad, pero para más del 75% de la población
este era un proyecto deseado y urgente.
Una segunda mirada se abocó a pensar el problema del patrimonio en
relación a los sujetos que valoran y deciden qué pasado se desea contar. En
este juego narrativo, se ha privilegiado un discurso ilustrado y moderniza-
dor, desconociendo «la cultura popular como un espacio de saber tradicio-
(1) El panel fue moderado por Nélida Pozo Kudo, directora del Consejo de la Cultura y las Artes,
región de Valparaíso.
(2) Profesor adjunto del Instituto de Historia y Ciencias Sociales de la Universidad de Valparaíso.
Licenciado en Historia, magíster en Filosofía y doctor (c) en Estudios Latinoamericanos de la
Universidad de Chile.
Tram a s de l a di ver si dad
(3) Profesora de Música, magíster en Arte y doctora en Educación y Cultura en América Latina,
mención Cultura. Directora del Magíster en Arte, mención Patrimonio, de la Universidad de
Playa Ancha.
carga o lastre del cual no somos conscientes. Por otro lado, el legado es
aquello en que nos reconocemos al poseer un sentido particular para cada
uno de nosotros. A partir de esta noción aparece el ámbito educacional
como un campo conflictivo y de poder, toda vez que es ahí donde se decide
el modo de transmisión de este pasado.
Un tercer planteamiento, se desplegó a partir del cuestionamiento de
la pregunta que convoca a los coloquios, señalando que el patrimonio y el
desarrollo económico no necesariamente tienen que ser opuestos. En el
proceso de producción del patrimonio se encuentran en juego tanto la poe-
sis como la tecne, es decir, tanto el proceso creativo como su instrumentali-
zación. Por lo tanto, desde este punto de vista el problema pasa por una mala
vinculación entre los mundos públicos y privados (una mala distribución de
las representaciones, la carencia de espacios de encuentro efectivamente
plurales que consideren a los distintos actores involucrados, etcétera).
41
Se transita así del indígena como ejemplar de una raza, al indígena como
representante de un patrimonio inmaterial y colectivo. Pero, al mismo tiem-
po, Lévi-Strauss planteaba el pesimismo de constatar la casi inexorable des-
aparición de estos patrimonios bajo el peso de la homogeneización cultural
mundial, proceso paralelo al de la destrucción de las especies vegetales y
animales bajo el peso de la explosión demográfica y el desarrollo indus-
trial. Invirtiendo el optimismo evolucionista decimonónico, Lévi-Strauss
termina deplorando este proceso con la resignación melancólica de quien
ve el avance de la historia, no como el despliegue de un orden siempre más
perfecto y más complejo, sino como manifestación del irremediable prin-
Tram a s de l a di ver si dad
Eran de aspecto un poco distinto de aquel con que los muestran algunas ilus-
traciones muy difundidas. Lo que casi desfigura a esta gente es la ropa europea
de mal gusto, que cuelga de sus espléndidos cuerpos. Es absurdo y repugnante
ver la mezcla trivial de banales y vulgares mercaderías europeas con la exquisi-
ta individualidad de un grupo de aborígenes. Esta sensación es tan más intensa
cuando el indio se presenta, en ciertas ocasiones, con su vestimenta, adorno
y porte auténticamente originales. Solo así se gustan a sí mismos e incluso al
exigente ojo europeo. Dejo de lado la cuestión de la practicidad. Este hermoso
mundo se torna indeciblemente aburrido con los pantalones y vestidos eu-
ropeos de todos los tamaños y colores que, para su ventaja económica, unos
pocos fabricantes han distribuidos a los cuatro vientos entre aborígenes. Me
costó continuo y repetido esfuerzo resignarme a esta mezcla caricaturesca
(Gusinde, 1982, p.68).
De ahí que la tarea del antropólogo sea la de rescatar del basural (que en este
caso es otro nombre de esa cochinada que es la historia) aquellos cachureos
44 que merecen acceder al estatus de patrimonio. Y, para ello, no duda en do-
tarlos de un valor mercantil, lo que —como veremos— prefigura el sustrato
económico que determina el actual desarrollo de la razón patrimonial como
gestión de bienes culturales. De hecho, ante la falta de interés que mostra-
ron los selk’nam frente a su propuesta de producir canastos tejidos para
vendérselos a los viajeros que pasaban por el estrecho, Gusinde se lamenta:
Más tarde dejé caer con énfasis el comentario: «¡Si fuera selk’nam, trabajaría
ahora diligentemente, para poder ganar luego mucho dinero!». Se burlaron de
mí por mis tontas ideas de querer trabajar. De mala gana recuerdo el indecible
esfuerzo y la paciencia de que tuve que armarme para sonsacar a esta gente
indolente, desafecta a todo trabajo mental, la gran riqueza de elementos de
su patrimonio cultural, difícil de obtener, y de la que hoy puedo gozar como
fruto de mis investigaciones
(1982, p.162).
Y no será otra la estrategia del etnógrafo para lograr que los selk’nam acce-
dieran a realizar o mejor, a representar un klóketen (el rito de iniciación de
los jóvenes selk’nam) ante él: volverlo un bien transable en el emergente
mercado de los bienes culturales:
Daré a cada hombre que participe, sea casado o no, un cordero por cada tres
días, aunque la fiesta dure todo el invierno. Halemink, por ser el inspector;
recibirá además por cada tres días un paquetito de tabaco, lo mismo Nana,
que también lleva un hijo a la Choza Grande en calidad de examinado; además
Tenenesk, que tendrá mucho trabajo y es el que mejor conoce todo el desa-
Tram a s de l a di ver si dad
(1) «La autenticidad se produce (…) arrancando los objetos y las costumbres de su situación
histórica actual, un presente convirtiéndose en futuro» (Clifford, 1995, p.271).
(2) En este sentido resulta ilustrativo constatar el paralelo entre la siguiente ejemplificación del
término cachureo publicada en un Diccionario ejemplificado de chilenismos y otros usos diferenciales del
español de Chile, con la descripción de la choza selk’nam: «Cachureo/ m. fam. (…) / 3. Trasto aban-
donado por viejo o inservible: ‘un frasco de mermelada de membrillo que, al romperse, se vació
en la ropa, entre la que había unos calzones gruesos y largos, como de mosquetero, una camisa de
dormir afranelada y con flecos, un chal tejido a palillos, unas estampas de santos, un número de
lotería del año pasado, un cascabel de gato, una caja desocupada de té Ratampuro con útiles de
cocer y tejer, unos cordelitos y cajitas vacías de pomadas y una infinidad de cachureos más’(Bri-
ceño, Horas 104-105)» (Mora, Félix, Óscar Quiroz y Juan Peña Álvarez (1984), Diccionario ejempli-
ficado de chilenismos y otros usos diferenciales del español de Chile, Valparaíso: Academia Superior de
Ciencias Pedagógicas de Valparaíso. p.720-721).
vivo. Y parece ser que ese tipo de valoración ha ido evolucionando con el
tiempo y variando en el espacio.
Uno de los primeros en reflexionar sobre este problema, y que en cier-
ta forma prefiguró las actuales disquisiciones en torno a la gestión de los
patrimonios, fue el historiador del arte Aloïs Riegl, quien en 1903 elaboró
una teoría del cachureo, aunque lo hizo, eso sí, en términos de monumento
(Riegl, 1987). El autor distingue entre dos tipos de monumentos: los vo-
46 luntarios y los involuntarios. Los primeros, son aquellos fabricados con
la intención de rememorar un acontecimiento o un héroe (la columna de
Trajano, los arcos de triunfo, etcétera); los segundos, son aquellos que se
fabricaron con otro fin (como el Coliseo romano), pero que con los años
adquirieron la categoría de monumentos de una época o de una nación.
Ahora bien, hablando de estos últimos, Riegl plantea que en el siglo XIX —
siglo histórico por antonomasia, dice— surgió una forma de valoración del
monumento, que él llama de historicidad, por la cual el más nimio objeto
adquiría el valor de representar un eslabón irreemplazable en la escala de
la evolución de la humanidad. De ahí que se tratara de un valor erudito,
otorgado por los expertos, y que dependía no tanto del objeto en sí como del
momento histórico y evolutivo sobre el que les informaba y que le dotaba
de un valor histórico objetivo.
En otras palabras, el cachureo accedía al estatus de monumento en fun-
ción de aquello que representaba respecto de una época o etapa en esta
evolución. Pero, agregaba Riegl, que justamente escribía en el momento en
que estaba surgiendo una nueva forma de valoración del monumento, una
que no dependía de la erudición de los expertos, ni de su potencial docu-
mental, sino que del efecto subjetivo y afectivo que producía en quien lo
miraba la constatación del paso del tiempo que lo elevaba a la condición
de la ruina. Es a lo que llamará valor de antigüedad. Así, por ejemplo, desde
la perspectiva del valor de historicidad, para valorar un cachureo como la
humilde boleta de una panadería se debía inscribirla en la historia de la
Tram a s de l a di ver si dad
(4) Es por ejemplo lo que comenta J. M. Nas al analizar la primera lista de patrimonios intangibles
de la humanidad proclamada por la Unesco en 2001 (Nas, 2002, p.141.)
bilidad de rasgos heterogéneos, singulares y culturalmente irreductibles. Y
ese algo parece ser justamente una categoría global: la diversidad cultural
en sí misma como patrimonio de la humanidad.
Esto explica otra contradicción identificada en estas políticas patrimo-
niales: el hecho de que, al tiempo que se identifica a la globalización como
la gran amenaza que pende sobre la diversidad cultural, las políticas que la
salvaguardan apuestan a una difusión global de estos rasgos culturales espe-
48 cíficos y en peligro como estrategia para su conservación.5 Así por ejemplo,
si bien en documentos como la Convención sobre la Protección y la Promo-
ción de la Diversidad de las Expresiones Culturales (2005) se reconoce que
«los procesos de mundialización facilitados por la evolución rápida de las
tecnologías de la información [constituyen un] desafío para la diversidad
cultural» (Unesco, p.4), su objetivo es el de garantizar «la presencia e inte-
racción equitativa de las diversas culturas y la posibilidad de generar expre-
siones compartidas» (Unesco, p.16). Y, si bien se advierte —por ejemplo, en
el artículo 8º de la Declaración Universal de la Unesco sobre la Diversidad
Cultural del 2001— que los «bienes y servicios culturales (…) no deben ser
considerados mercancías o bienes de mercado como los demás» (Unesco,
p.5), las resoluciones adoptadas parecen buscar justamente el generar las
condiciones de difusión para que estos bienes culturales circulen en un
espacio lo más homogéneo posible. Y es imposible no leer en este espacio
el ideal liberal de un mercado parejo y trasparente —y cuando hablamos de
mercado lo hacemos notando el hincapié que se hace, desde un comienzo,
en el también muy liberal principio de la libre elección individual—.
De hecho, el artículo 3º de dicha declaración, titulado «La diversidad
cultural, factor de desarrollo» se inicia con la siguiente frase: «La diversidad
cultural amplía las posibilidades de elección que se brindan a todos» (Unes-
co, p.4). De ahí que el derecho a la diversidad cultural como parte integrante
de los derechos humanos, en lugar de salvaguardar la irreductibilidad intra-
ducible de una identidad cultural por definición colectiva, heredada y no
Tram a s de l a di ver si dad
(5) «Unesco aimes to support ‘the free flow of ideas’ and ‘constant exchanges between cultures
(…), confident that these exchanges will reinforce cultural diversity; at the same time, one can
hardly ignore that such exchanges contribute inescapably to the homogeneization of cultures
throughout the world, as predicted by Lévi-Strauss…» (Stoczkowski, 2009, p.11).
minación cultural, aparece explícita e irremediablemente en la redacción
misma del documento. Por ejemplo, en el artículo 5º, en que se afirma que:
toda persona debe tener la posibilidad de expresarse, crear y difundir sus obras
en la lengua que desee y en particular en su lengua materna; toda persona tiene
derecho a una educación y una formación de calidad que respeten plenamente
su identidad cultural; toda persona debe tener la posibilidad de participar en
la vida cultural que elija y conformarse a las prácticas de su propia cultura…
(Unesco, 2001, p.5). 49
(6) Aquí cabe señalar el paralelo que en estos mismos instrumentos aparece entre diversidad
cultural y biodiversidad: «la diversidad cultural es tan necesaria para el género humano como la
diversidad biológica para los organismos vivos» (art. 1º de la Declaración Universal de la Unesco
sobre la Diversidad Cultural), y por el cual el valor de una especie, por irrelevante o repugnante
aquellas referidas al patrimonio inmaterial, se vuelven útiles a la hora de
volver tangible la inmaterialidad de esa diversidad cultural en abstracto
mediante la identificación —que, como vimos con Gusinde, es en realidad
una producción— de esos cachureos como objetos dotados de valor.
Y, por supuesto, esto implica el peligro —reiteradamente señalado por
especialistas y otros actores implicados en procesos de patrimonializa-
ción— de hacer de prácticas y dinámicas cotidianas, objetos «fosilizados y
50 alienados de sus fuentes socioculturales vivas» (Nas, 2002, p.139). En otras
palabras, de hacer de una práctica vigente un cachureo museificado. El
problema es que, al parecer, este peligro, más que un efecto perverso o no
deseado de la patrimonialización, es el resultado inevitable de toda empresa
de preservación, en la medida en que preservar significa sustraer algo de
la obsolescencia, del deterioro, de la desaparición y la muerte, procesos
que, si lo pensamos bien, son justamente la condición de lo que llamamos
estar vivo.
Esta aparente contradicción entre lo vivo y lo muerto que flota sobre el
patrimonio es, justamente, la que sostiene a nuestros archivos y museos, en
la medida en que se basan en un trabajo de seleccionar de entre los objetos
que se encuentran fuera de ellos (es decir en la vida cotidiana) aquellos
que, por representar o materializar un aspecto especialmente valorable de
este mundo exterior, merecen acceder a la inmortalidad que se supone
resguardan sus muros. El problema, como lo ha señalado Boris Groys, es
que, al momento de acceder a este estatus inmortal, estos objetos pierden
justamente aquello que define a todo lo que existe fuera del museo, a saber:
que se trata de entidades perecibles. De ahí que solo pueda acceder a la
inmortalidad aquello que, como el cachureo o el cadáver, en cierta forma
ya murió (2008).
Pero, llegados a este punto, es necesario distinguir entre esta idea de
una vida del objeto y algo que podríamos llamar su vitalidad. Desde esta
perspectiva, lo vivo sería aquello que, al tiempo que está sometido a los
Tram a s de l a di ver si dad
que nos parezca, se sostiene en el capital global de diversidad de la naturaleza. Pero claro, en el
caso de la diversidad cultural la cosa es más complicada, puesto que no todas las expresiones
culturales son aceptables, sino que sólo aquellas que se mueven dentro de «los límites que im-
pone el respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales» (art. 5º, Declaración
Universal de la Unesco sobre la Diversidad Cultural). De ahí que el individuo abstracto que se ins-
tala como testigo y consumidor de la diversidad cultural no sea tan neutro y deba conformarse a
ciertos valores, prácticas y creencias (es decir, en términos de la misma Unesco, a una cultura) que
son los de una tradición humanista dotada de una historia y de una carga cultural bien concreta.
dad en la red de significaciones y de usos que lo vuelven un objeto o un
individuo común y corriente. Es en este sentido que Blanchot decía que el
objeto se pierde en su uso, es decir, que un objeto del que nos servimos —y
que, por lo tanto, puede ser reemplazado por cualquier otro que cumpla la
misma función— solo se nos revelará en su irreductible singularidad en el
momento en que falla, es decir, en el momento en que se arruina. Recién allí
se nos aparece como un individuo único y singular o, como diría Heidegger,
recién ahí puede elevarse del estatus de objeto al de cosa. 51
(7) Para una reseña sobre este episodio, ver Correo del Orinoco (2014).
(8) Dicho en términos tan marxistas como esquemáticos: mientras que el valor de historicidad
se puede identificar con la idea del valor (en la sociedad mercantil) como acumulación de tiempo
de trabajo humano promedio, el valor de antigüedad remitiría a una acumulación de trabajo del
tiempo (vuelto fetiche de la cuantificabilidad del trabajo) que destrabaja, es decir, arruina, ese
trabajo humano.
(9) Del valor de antigüedad Riegl dice «no es más que un aspecto de un fenómeno que domina los
que, en cierta forma —como lo notamos— persiste en la idea de individuo
consumidor de diversidad cultural que vislumbramos en los documentos
de la Unesco).
En cambio, en el caso del valor derivado de esta vitalidad del fetiche,
justamente por basarse en su liberación respecto de toda función represen-
tacional, ya no dependerá de la representación de una época (y a fortiori
de una cultura) o del paso de un tiempo universal y abstracto. Su valor
54 residirá en su capacidad de contender y de complicar tiempos e historias
heterogéneas. Así, por ejemplo, la misma Mona Lisa no se agotaría en una
representación del arte del Renacimiento (o a fortiori del genio de Da Vinci),
sino que marcaría un nudo en que se enredan el tiempo del Renacimiento
con el del Antiguo Régimen, así como el de la historia moderna del museo
decimonónico con el de la mercantilización contemporánea del arte. Y lo
hace —como el cachureo, el fetiche o la reliquia— en su misma materia-
lidad. Materialidad en la que conviven técnicas y pigmentos del siglo XVI
con las más sofisticadas tecnologías de conservación. Así, podemos decir
del fetiche lo que Wajcman dice de la ruina: se trata de una esponja de
historia (2001, p.14).
Y, en segundo lugar, esta vitalidad del fetiche nos permite considerar la
dimensión política que implica la pregunta por su control. Conocidos son
los conflictos en la Edad Media derivados del robo de reliquias milagrosas
(esos otros cachureos cargados de vitalidad fetichista) y algo parecido se
puede decir hoy en día de los conflictos entre comunidades indígenas y
museos en torno al control y la propiedad de los vestigios allí conservados.
Así, por ejemplo, cabe preguntarse si en episodios como el del retiro de
los cuerpos de la exposición del Museo de San Pedro de Atacama, la causa
del conflicto derivaba del maltrato de una idea humanista y universal de la
dignidad humana, o tenía más que ver con una disputa por el control de la
vitalidad aurática de esos cuerpos (cf. Menard, 2015; Pavez, 2015; Sepúlveda,
Ayala y Aguilar, s.f.).
Tram a s de l a di ver si dad
tiempos modernos, la emancipación del individuo», Riegl, Aloïs, op. cit. p. 39 (hemos modificado
la traducción). Tesis que Jean Louis Déotte parafrasea hablando de «un valor que es el horizonte
del surgimiento del individuo moderno, sobre la ruina de la comunidad» (Déotte, 1998, p.43).
Veamos otro ejemplo: el año 2004 surgió la iniciativa de inscribir al
ngillatun, la principal ceremonia del pueblo mapuche, en la lista de los pa-
trimonios de la humanidad. A través del Consejo de Monumentos y de la
Dirección de Cultura de la Conadi se organizaron dos encuentros, uno en
Chile y otro en Argentina, con representantes y autoridades tradicionales
mapuche de ambos países para discutir esta propuesta, la que finalmente
fue rechazada. Entre las razones de este rechazo estaba, por supuesto, el
peligro de fosilizar: es decir, de formalizar y por lo tanto cristalizar y limitar 55
(10) «La ‘cultura popular’ supone una operación que no se confiesa. Ha sido necesario censurarla
para estudiarla. Desde entonces, se ha convertido en un objeto de interés porque su peligro ha
sido eliminado. El nacimiento de los estudios consagrados a la literatura de cordel (…), está, en
efecto ligado a la censura» (De Certeau, 1999, p.47).
sujetos y la nación o los sujetos y el mercado: en otras palabras, una des-
naturalización de este vínculo.11
El hecho de que en la actualidad la mayoría de estos conflictos terminen
resolviéndose en los tribunales, y no en el Congreso o en una asamblea
constituyente, por ejemplo, es quizás la mejor prueba de que la razón patri-
monial —y todas las políticas de gestión de las diferencias y los conflictos
que de ella se derivan—12 está funcionando como un mecanismo de con-
tención mediante el cual podemos seguir postergando la pregunta por las 57
(12) Y aquí estamos pensando en instrumentos jurídicos como el Convenio 169 de la OIT (1989)
o la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (2007), que
si bien han funcionado como recursos invaluables a la hora de sostener demandas y defender los
derechos de estos pueblos en contextos de innegable asimetría política, lo hacen subsumiendo la
singularidad histórica de cada uno de ellos bajo la categoría global de los pueblos indígenas como
objeto trasnacional de protección. Y esto en la medida en que su supervivencia se enmarca en
el mandato patrimonial de sostener la diversidad cultural como patrimonio de una Humanidad
con mayúscula y de la que cada Estado nación firmante de estos convenios debe hacerse garante.
Bibliografía
Correo del Orinoco (2014). «Hoy se cumplen 51 del ‘asalto más audaz de la
historia’», en Correo del Orinoco.
Déotte, J-L. [1994] (1998). Catástrofe y olvido. Europa, las ruinas y el museo.
Santiago: Cuarto Propio.
Gusinde, M. (1982). Los indios de la Tierra del Fuego. Vol. 1. Buenos Aires:
Centro Argentino de Etnología Americana.
(13) El panel fue moderado por José Barraza Llerena, director del Consejo de la Cultura y las
Artes, región de Arica y Parinacota.
(14) Doctor en Filosofía con mención en Epistemología de las Ciencias Sociales. Licenciado
Tram a s de l a di ver si dad
(16) Profesora de Estado en Historia y Geografía. Exdirectora del Consejo de la Cultura y las
Artes, región de Arica y Parinacota.
biografía local y una memoria de las localidades, es decir, un espacio que
permite reelaborar la identidad. De ahí se desprende el lugar que debería
tener la educación y las universidades en la implementación y difusión de
este proceso. Al respecto, Héctor González puntualizó los conflictos inter-
nos, las fracturas, que puede presentar una comunidad a la hora de decidir
qué patrimonializar y qué no, ejemplificando con la creación del Museo de
Azapa. Ante este tipo de problemáticas surge la pregunta de quiénes son
los actores que deben asumir esta acción política: según González, uno de 61
63
articula como un bien común para una comunidad, sino también como un
nicho económico apto para ser explotado por el turismo y objetualizado por
el mercado
(CNCA, 2016).
Ante esta perspectiva, que describe una noción amplia de patrimonio y que
grafica el foco de este diálogo al que aspiramos, creo importante subrayar
la coincidencia de términos de la descripción antes citada con aquellos
empleados por los discursos propios de la ecología, como la valoración y
la conservación. A esta concurrencia tenemos que sumar aquella referida
a las situaciones históricas particulares de los países de América del Sur,
tanto culturales como políticas. Porque es necesario asumir que no pode-
mos exigir que los temas, los conceptos y las problemáticas se den en una
misma temporalidad en distintas circunstancias. Es así como se entiende y
explica que hayan sido necesarios tantos años para que el Estado de Chile
se esté dando una nueva institucionalidad cultural, homologable a la de
los países desarrollados y que inevitablemente traerá nuevos desafíos y 67
nuevas interrogantes.
Permítanme hacer una comparación cruzada entre estos conceptos y
contextos que mencionaba antes y las diferencias que les pido que conside-
remos. Por ejemplo: ¿era posible que en Chile se ampliaran las discusiones
sobre temas patrimoniales de forma transversal a la sociedad, mientras no
se aseguraban otros derechos fundamentales? Es importante considerar que
durante la dictadura militar en Chile (1973-1989), para los grupos opositores
al régimen, prácticamente cualquier propuesta o acción que no estuviera
dirigida directamente a la recuperación de la democracia podía ser enten-
dida como una forma distractora de colaboración con el poder. En El factor
ecológico (2001), Carlos Aldunate Balestra reconoce en Chile los marcos
tradicionales de las discusiones ecológicas locales, pero también aquellas
internacionales, y los clasifica en tres grupos: conservacionistas, ambien-
talistas y ecologistas. Al mismo tiempo contextualiza estos ejes, a su vez,
El hombre nuestro parece tan flotante, es una especie de alga que corre por
encima, por la superficie de la nación. Muy rara vez yo me encuentro a esos
americanos que dice el europeo, apoyados hasta el pecho en su geografía y
en su historia
(2013, p.33). 69
Chile se va desdibujando cada vez más. El hecho de que sea el país de América
Latina de mayor eficacia capitalista, implica que es el país más abstracto y, por
lo tanto, el más inexistente, si cabe emplear ese término
(Naranjo, 2013).
Balcells, I. (2001). La mar: una versión de la vida ante el mar y del viaje a
solas por las costas de Chile. Santiago: Andrés Bello.
(1) El panel fue moderado por Lorenna Saldías Yáñez, directora del Consejo de la Cultura y las
Artes, región de Los Ríos.
(3) Profesor de Educación General Básica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, magís-
ter en Educación Intercultural Bilingüe y diplomado en Derecho Indígena y Saberes Culturales
Mapuche para Azelchefe.
76
Tram a s de l a di ver si dad
Lo patrimonial en las culturas del riesgo
ante desastres naturales: ¿qué recordar
y cómo podemos hacerlo?
77
Reflexiones finales
Al tratarse de desastres socionaturales, la vulnerabilidad de las comunida-
84 des crece cuando el territorio que habitan pierde, entre otras cosas, su pa-
trimonio simbólico, cultural, natural y material. Cuando se recupera dicho
patrimonio, este se convierte en un valor de protección y seguridad que
ayuda a mitigar los efectos del desastre. Lo patrimonial está precisamente
en lo que se busca proteger cuando se sobrevive y muchas veces se refiere
a espacios y bienes que no eran valorados como patrimonios antes de los
desastres. Lo que se vuelve universal son, finalmente, los lugares sentidos
colectivamente como propios y necesarios para la continuidad de la historia
local, así como las prácticas y usos cotidianos de lo material (transformado
por la naturaleza) y los modos de relacionarse con los espacios sociales
y naturales.
Consecuentemente, después de un desastre los territorios se inscriben
en la memoria colectiva con significados de seguridad a la vez que de re-
conocimiento, sumando a su condición de lugares geográficos los valores
asociados a la experiencia social. La seguridad, por ejemplo, se valora en
las escuelas y en espacios públicos que no cumplían necesariamente esas
funciones antes y que, luego del desastre, se convierten en íconos de lu-
cha y defensa de lo propio. El reconocimiento, por su parte, se inscribe en
mensajes que las comunidades buscan trascender incluso intergeneracio-
nalmente con un fin: no olvidar que lo que se vivió pudo haber sido evitado
o, al menos, mitigado.
El reconocimiento, la exteriorización, la necesidad de comunicar lo vi-
vido, tienen una función psicosocial, histórica y cultural. Psicosocialmente,
Tram a s de l a di ver si dad
Arteaga C., Pérez S., Castro F., Molina G., Ramírez, C., (2015). Recursos,
estructura de oportunidades y subjetividades en contextos de
desastre. Análisis a partir del caso de Chaitén, en C. Arteaga y
R. Tapia (comps.). Vulnerabilidades y desastres socionaturales.
Experiencias recientes en Chile. Santiago: Editorial Universitaria.
Bravo, M., Fuster, X., Larenas, J., Quilodrán, C., & Sahady, A. (2014).
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territorio y paisaje agrario, en Revista INVI 29(82), 189-216.
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Lavell A., &, Franco, E. (eds.) (1996). Estado, sociedad y gestión de los
desastres en América Latina. En busca del paradigma perdido. La Red
[de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América
Latina]. (s.l.): FLACSO - Perú ITGD.
88 Ortiz, R.; Pérez Tello S.; (2015). Participación social ante desastres: ¿Por
qué y para qué se organizan las comunidades?, en Edición especial
PIRNA: Seminario Internacional Ciencias Sociales y Riesgo de Desastres
en América Latina: Un encuentro inconcluso. Argentina: Universidad
de Buenos Aires.
Participaron en este panel Erwin Brevis Vergara,2 María Isabel López Meza,3 89
(1) El panel fue moderado por Marcia Orellana Kroyer, directora del Consejo de la Cultura y las
Artes, región del Biobío.
91
«El Ministerio pretende tener una conexión directa entre los intereses ciu-
dadanos y el mundo del arte y la cultura, siendo su principal eje el carácter
participativo y representativo, en donde ya se vislumbra una clara señal en la
defensa del patrimonio, al momento de la inclusión de los conceptos patri-
monio material e inmaterial, así como de las creaciones científicas, artísticas
y tecnológicas, las expresiones religiosas y todas las manifestaciones artístico
culturales, entre otras».
cultural (costumbres).
No obstante, la historia social de Chile abunda en evidencia que descri-
be el costo que significó para los trabajadores sacar adelante esta industria.
La historia del movimiento obrero, de hecho, en gran parte se funda en las
precarias e injustas condiciones laborales que caracterizaron la explotación
salitrera, así como otras faenas industriales de inicios del siglo XX (Artaza,
Simon, R. (2006). The terrible gift: museums and the possibility of hope
without consolation, en Museum Management and Curatorship
21(3), 178-204.
En este panel participaron Patricio Cerda Carrillo,3 Teresa Olivares Chávez,4 107
(2) El panel fue moderado por Daniela Serani Elliot, directora del Consejo de la Cultura y las
Artes, región de Coquimbo.
109
nadas con los aspectos materiales de la cultura, tales como las herramientas
y el hábitat.
El patrimonio cultural, tanto tangible como intangible, es objeto del
derecho a la identidad cultural, es decir la prerrogativa de todo grupo étni-
co-cultural y sus miembros a pertenecer a una determinada cultura y ser
reconocido como diferente; a conservar su propia cultura y patrimonio
cultural tangible o intangible; y a no ser forzado a pertenecer a una cultu-
ra diferente o ser asimilado involuntariamente por ella. Este derecho está
reconocido en el artículo 27 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos de 1966, adoptado y ratificado por Chile, en el que se establece:
De acuerdo al CDB, hay una necesidad de que los gobiernos respeten, preser-
ven, mantengan y promuevan una mayor aplicación de los conocimientos
tradicionales con la aprobación y la participación de sus creadores colecti-
vos pertinentes, lo que significa que si, por ejemplo, alguna empresa desea
utilizar los conocimientos tradicionales en su investigación y en el desarro-
llo de productos, se le exigirá que consiga el consentimiento previo de los
creadores colectivos y que, para ello, negocie las condiciones mutuamente
acordadas que promuevan el reparto equitativo de cualquier beneficio que
pudiera derivarse del uso de estos conocimientos.
El CDB reconoce también el derecho que tienen los países de regular, a
través de sus gobiernos nacionales, el acceso a los recursos genéticos. Dicha
regulación debe instaurar tres principios básicos:
• Cualquier acceso o uso de los recursos genéticos debe llevarse a cabo
con la aprobación o «consentimiento informado previo» de los titulares
112 de los conocimientos tradicionales, el que consiste en la aceptación
formal del acceso y uso de los conocimientos protegidos, el que debe
ser prestado por las comunidades locales y las comunidades o pueblos
indígenas titulares de ellos, previa solicitud de los interesados, y reali-
zado en condiciones de información veraz, completa y suficiente sobre
el objeto, motivos, fines, riesgos, resultados e implicancias esperados
del acceso, formulada en forma entendible para dichos grupos.
• Las condiciones relativas al acceso o el uso de los recursos genéticos,
incluida la manera en que debe compartirse cualquier beneficio que
surja de tal utilización, deben decidirse en forma conjunta, es decir, el
acceso a los recursos genéticos debe basarse en condiciones mutua-
mente acordadas.
• Dichas condiciones incluirán una equitativa repartición en los benefi-
cios derivados del acceso y uso.
Esta regulación es trascendental, pues en la actualidad existe una importan-
te presión sobre la diversidad biocultural, especialmente desde los intereses
de la bioindustria, con fines médicos, alimenticios, agroquímicos y cosmé-
ticos. Tanto los conocimientos tradicionales colectivos como los recursos
genéticos han sido objeto de usurpación y extracción, respectivamente, y,
a partir de ellos, se han generado usos comerciales, en cuyas ganancias o
beneficios los legítimos propietarios no han tenido ninguna participación.
Hay numerosos países donde existe una legislación que consagra los tres
Tram a s de l a di ver si dad
para su preparación».
El maqui, Aristotelia Chilensis, en tanto, es un arbusto silvestre que cons-
tituye un árbol sagrado para el pueblo mapuche, que representa la buena y
pacífica intención, decora los rewes ceremoniales al considerarse una ofren-
da o don de la naturaleza, y al que este pueblo le ha dado múltiples usos
tradicionales, medicinales y alimenticios, tanto en lo que se refiere a las
bayas como a las hojas. Se destacan sus propiedades cicatrizantes, antiinfla-
matorias y antioxidantes, además de sus facultades nutricionales. En EE.UU.
existen al menos cuatro solicitudes de patentes pendientes sobre el maqui.
Como estos, existen numerosos ejemplos, los que no solo abarcan plan-
tas de usos medicinales y alimenticios, sino también diseños textiles, de
joyas, canciones, danzas y representaciones visuales, incluyendo los sím-
bolos y emblemas de los pueblos indígenas.
En este panel participaron José Aylwin Oyarzún,2 Yessica Huenteman Me- 117
(1) El panel fue moderado por Pedro Marimán Quemenado, director del Consejo de la Cultura
y las Artes, región de La Araucanía.
(5) Magister en Gerencia Social, Trabajadora Social y Licenciada en Trabajo Social (UFRO) y, di-
plomada en Conocimiento Mapuche, Derecho y Políticas Públicas de la Universidad Bolivariana.
Coordinadora de la Unidad de Cultura y encargada del Centro Cultural de la Municipalidad
de Galvarino.
palabras, son las autoridades tradicionales las que deben definir y determi-
nar el cómo y el cuándo vincularse con el mercado, si es que este fuera su
propósito. Se señaló que, a pesar de estas situaciones, existe un equilibrio
entre conocimientos tradicionales e innovación, los cuales, por ejemplo,
son visibles en la cultura mapuche.
La conclusión del panel fue la constatación de que todas estas cues-
tiones se originan en una relación desigual en términos de acceso al poder
118 político por parte de las comunidades, lo que incide en la imposibilidad de
controlar según sus deseos sus propios recursos patrimoniales y su cultura.
Tram a s de l a di ver si dad
Identidades en tensión: marco jurídico para
el análisis del patrimonio cultural y los
derechos de los pueblos indígenas en Chile
119
para velar por el cumplimiento del tratado del mismo nombre, suscrito en
1840 entre la Corona británica y alrededor de 500 rangatira (jefes) mao-
ríes, el Parlamento de Nueva Zelanda promulgó la Ley de Conciliación de
Reclamos Ngäi Tahu.
Por medio de esta ley se aprobó un acuerdo negociado con el gobierno
que implicó la entrega a esta tribu de cerca del 65% de las tierras adminis-
tradas por el Departamento de Conservación (DOC) de Nueva Zelanda en
esta isla, incluyendo parques nacionales, reservas naturales y otras áreas
protegidas. Se decretó la restitución a los Ngäi Tahu, con titularidad plena,
del Monte Cook, en el Parque Nacional de Aoraki, considerado como el
más sagrado de la tribu, encarnación viviente de sus ancestros fundadores
y se les transfirió el derecho de propiedad absoluta sobre tres estaciones
de conservación ubicadas alrededor del lago Wakatipu.
Bajo el acuerdo, los Ngäi Tahu decidieron regalar la montaña a los ha-
bitantes de Nueva Zelanda, para su inclusión permanente dentro del Par-
que Nacional, entregando simbólicamente en alquiler y a perpetuidad a la 129
Recomendaciones
El presente cuadro resume algunas directrices importantes establecidas
por la UICN en materia de reconocimiento y gobernanza de territorios in-
dígenas declarados áreas de conservación, que resultan ilustrativas para el
caso atacameño o lickan antay, entre otros.
Tram a s de l a di ver si dad
Qué hacer Qué no hacer
Enfatizar que las ICCA son víncu- Imponer sistemas estatales lega-
los vivientes entre la diversidad les en materia de representación
biológica y la diversidad cultural. y/o gestión.
En este panel participaron Domingo Gómez Parra,2 Verónica Díaz Vilches,3 135
(1) El panel fue moderado por Patricia Beltrán Gacitúa, profesional del Departamento de
Patrimonio Cultural del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
137
* Pedagoga, doctora en Educación por la Universidad de Saint Louis, Estados Unidos, y Premio
Nacional de Ciencias de la Educación 2013.
Otro tipo de países independientes son aquellos en que las culturas ori-
ginarias fueron desplazadas por el idioma y la cultura de los colonizadores,
en los que existen problemas no resueltos de convivencia y de igualdad de
oportunidades. Es el caso de Nueva Zelanda, país que tiene una población y
cultura mayoritariamente de origen europeo y una población más pequeña
de origen polinesio (maorí principalmente), y donde, sin embargo, el inglés
y el maorí son lenguas oficiales. También, en Australia la cultura europea
138 (inglesa) se impuso sobre la aborigen mediante un proceso reconocido hoy
día por el país como de «asimilación cruel».
Frente a estos países políticamente independientes del Pacífico Sur, es-
tán aquellos que no lo son enteramente. Es el caso de Tahití, originalmente
colonizada por Francia y que desde comienzos de este siglo es una «colec-
tividad de ultramar francesa», parte del territorio semiautónomo conocido
como Polinesia Francesa. Aquí, la lengua oficial es el francés, aunque gran
parte de la población habla tahitiano. Finalmente, están los territorios que
son parte integral de un país que los dominó: es el caso de Hawaii en el Pa-
cífico Norte, cuya población es de origen polinesio pero aumentada en el
tiempo por poblaciones de origen asiático y que hoy es el Estado número
cincuenta de Estados Unidos.
Y, también, es el caso de Rapa Nui, isla con una población de origen
polinesio que es parte del territorio chileno en calidad de comuna de la
región de Valparaíso, y donde coexiste la lengua española (predominante)
con la lengua rapanui.
Al comparar unas poblaciones con otras, observamos que las situacio-
nes descritas impactan su desarrollo educativo y sus logros, así como su
relación con los indicadores globales —como las pruebas TIMSS, por ejem-
plo—. Es por eso que he presentado esta tipología como una información
contextual básica respecto a los temas educacionales que abordaré en este
artículo. Efectivamente, me ha parecido importante analizar desde la pers-
pectiva de diversos estudios la forma como los sistemas educacionales han
Tram a s de l a di ver si dad
implementación masiva.
toria, pero, como lo indica una profesora de ese tiempo, «con cuatro horas
semanales solo se lograba enseñar conceptos aislados» (Revista Docencia,
2009, p.64). A semejanza de los procesos relatados con respecto a Papúa
Nueva Guinea y Nueva Zelanda, fue la comunidad la que tomó la decisión
de «resistir» el dominio de la cultura española-chilena y acometer un pro-
ceso de «reivindicación comunitaria» para proteger el patrimonio (Revista
Docencia, 2009).
Con este fin, un grupo de jóvenes, adultos y ancianos formaron la Cor-
poración de Resguardo Cultural Mata Nui a Hotu a Matu’a o Kahu-Kahu o
Hera, que realizó diversas actividades derivadas de la cultura tradicional
rapanui y tomaron contacto con otros grupos de la Polinesia en congre-
sos lingüísticos. Esta participación les ayudó a entender que la enseñanza
bilingüe al estilo de la que se impartía en la escuela no era el camino para
preservar la lengua y la cultura. Como se relata en el artículo citado de la
en relación a los grupos étnicos con que trabajan, las expectativas que tie-
nen de sus alumnos y alumnas y la concepción pedagógica que orienta su
trabajo. Los estudios sobre docentes a los que me refiero a continuación no
son concluyentes respecto al efecto sobre logros educativos, pero sugieren
pistas que pueden orientar los procesos de formación inicial y continua de
los docentes.
de la «profecía autocumplida».
Lo que ha sido menos estudiado es la confluencia del factor socio-eco-
nómico y cultural en la formación de expectativas docentes. Los resulta-
dos educativos en Nueva Zelanda muestran una brecha dada por el origen
étnico entre lo que logran los mejores alumnos y lo que logran los de más
bajos resultados al terminar la educación secundaria. Es decir, los mejores
resultados corresponden a los alumnos de origen europeo (päkehä) y los
más bajos a los de origen maorí. Entre unos y otros se ubican los estudian-
tes de origen asiático y de otras islas del Pacífico (Turner et al., 2015). Al
respecto, dos investigaciones examinaron la posible relación entre expecta-
tivas docentes y resultados educativos procurando desentrañar o separar la
influencia del factor origen socio-económico del factor procedencia étnica
o cultural (Rubie-Davies et al., 2006; Turner et al., 2015).
El estudio de Rubie-Davies et al. (2006) se centró en logros educativos
de alumnos de nivel primario de todos los grupos étnicos, pero con mayo-
ría de origen europeo. Para ello, se aplicó una encuesta a 21 profesores en 149
Ávalos, B. (1992). The need for educational reform and the role of teacher
training: The case of Papua New Guinea, en International Journal of
Educational Development 12 (4), 309-318.
Rubie-Davies, C., Hattie, J. & Hamilton, R. (2006). Expecting the best for
students: Teacher expectations and academic outcomes, en British
Journal of Educational Psychology 76, 429-444.
Tanaka, M., Williams, L., Benoit, Y. J., Duggan, R. K., Moir, L. & Scarrow,
J. (2007). Transforming pedagogies: pre-service reflections
on learning and teaching in an Indigenous world, en Teacher
Tram a s de l a di ver si dad
En este panel participaron Sergio Rapu Haoa,2 Leonardo Pakarati Quiroz,3 155
(1) El panel fue moderado por Tongariki Tuki, encargado del Centro Cultural Tongariki.
(4) Profesora de educación básica con una connotada experiencia en educación intercultural
y transmisión de la lengua rapanui en Isla de Pascua.
157
* Doctor en Historia, profesor titular de la Pontificia Universidad Católica de Chile, director del
Centro de Estudios Barros Arana y conservador de la Sala Medina de la Biblioteca Nacional.
porque el imaginario sobre esta zona del planeta tiene su origen en la Eu-
ropa occidental, en la época de los descubrimientos, la que se inicia con la
navegación trasatlántica, continúa con los viajes de circunnavegación y la
exploración antártica y cada cierto tiempo se nutre de la tragedia, del dolor
y del sacrificio que a su vez hacen posible los actos heroicos, de valor y de
humanidad, los que también quedan en la historia asociada a Magallanes.
Algunos de los elementos de la geografía que la componen, como el
158 mar de Drake, el cabo de Hornos, Tierra del Fuego, el Pacífico, el estrecho
interoceánico, incluso la Antártica, remiten en esta región a la aventura,
a condiciones extremas para la humanidad, que se expresan a través de
elementos de la naturaleza como el viento, la lluvia, el frío, la nieve, el mar
y las olas, todos los cuales, la mayor parte del tiempo, se hacen presentes
de manera implacable, tormentosa, aunque, por eso mismo, sublime, tanto
por la belleza conmovedora que ofrecen como por su potencial trágico.
Todavía hoy, algunos nombres, como los de Magallanes, Drake, Cook y
Darwin, permiten asociaciones geográfico-históricas que hacen posible
valorar la región de Magallanes, otorgarle sentido a lugares y sitios que
evocan hitos de la humanidad; en esta región hay topónimos que aluden
a sucesos, momentos, hechos que han sido representados como hazañas
de todos los tiempos, fueran de un imperio, un Estado o un hombre. Pa-
labras, entre ellos los nombres otorgados a los pueblos originarios de la
zona, como yaganes, alacalufes, onas y patagones, que excitan la imagi-
nación, que evocan el drama o que aluden a un patrimonio cultural que
se resiste a desaparecer a pesar de la violencia y del despojo del que han
sido víctimas.
Así, desde su ingreso en la historia occidental, Magallanes ha sido con-
siderado un espacio, una geografía concreta y real, aunque siempre por
terminar de conocer, a partir de la cual se proyectan representaciones fan-
tásticas, míticas, épicas, incluso dramáticas, que tienen en la historia, en
este lugar alejado de todo, de difícil acceso, uno de sus principales funda-
Tram a s de l a di ver si dad
ción, golfo de Penas, seno Última Esperanza, bahía Salvación, cabo Deseado,
puerto Misericordia.
Todos, nombres que grafican las dificultades que las condiciones geo-
gráficas y climáticas impusieron a los conquistadores, tanto como la im-
presión, la conmoción emocional, que estas causaron en estos, incluso en
nosotros, como efecto del peso de las historias asociadas a ellos. Además
del calendario cristiano que los condicionó, también como una forma de
alivianar las penalidades e infundirse ánimo, puede interpretarse la toponi-
mia religiosa con que bautizaron otros sitios, como San Julián, Santa Cruz
y Todos los Santos. Incluso las características extremas de la región, así
como los riesgos para la navegación en el cruce del cabo de Hornos y la
derrota por los canales y la mar del sur, que impidieron la colonización
de un territorio apreciado como escaso en recursos, a modo de placebo,
dieron lugar a la mítica la ciudad de los Césares, como una forma de atraer
las montañas, revisten tintes tan tétricos que parece como si condujeran
fuera de los límites de este mundo».
Definitivamente sobrecogido por el lúgubre panorama, y nada menos
que en Puerto Desolación, asentó: «Comienza el invierno y nunca he visto
paisaje más triste y sombrío». Solo la continuación de la navegación con
la «vista de la silueta de las montañas» y de «esas inmensas masas de nieve
que presentan un espectáculo sublime», sacan a Darwin de su estado me-
lancólico y lo hacen reencontrarse con sus estudios.
El desprendimiento de grandes masas de hielo desde los glaciares y
ventisqueros le lleva a reflexionar sobre el efecto de los volúmenes de agua
abruptamente removida, pero también sobre el interés que ofrecen para
explicar el transporte de bloques erráticos y su posición actual por efecto
de la elevación del suelo.
En la región de Magallanes, Darwin tuvo a la vista los Andes y, con ellos,
(1) A propósito del texto de Garcés, Eugenio (2013). Tierra del Fuego. Historia, arquitectura y terri-
torio. Santiago: arq Ediciones.
Elocuente resulta constatar la incapacidad para generar «tejido social» de
las formas de ocupación que se han sucedido desde el siglo XIX en adelante
en la región: ni la minería del oro, ni la actividad ganadera ni la petrolera,
lograron afincar población en la región, de modo tal que no es sorprendente
que en la actualidad esta no supere los 7.000 habitantes y continúe dismi-
nuyendo año a año. Sin duda, la ausencia de mujeres, y por tanto de familias,
explica también una realidad tal vez propia de un paisaje cultural extremo.
166 En un clima hostil como el de Tierra del Fuego se entiende el papel que
la fuente de calor —el fuego, la calefacción— tiene en la vida de sus pobla-
dores, condicionando la necesidad de protegerse de los elementos, también
los estilos arquitectónicos que se han sucedido desde fines del siglo XIX, y,
con ellos, de las formas de sociabilidad propias de la isla.
Menos edificante resulta constatar que su población aborigen también
puede ser caracterizada como una tierra inerme, indefensa ante la acción
del hombre que sucesivamente, y motivada esencialmente por intereses
económicos, la ha expoliado y aniquilado.
En el acontecer histórico de Tierra del Fuego el quehacer de la humani-
dad se ofrece en todo su amplio margen de posibilidades: desde la conquis-
ta, la búsqueda de la belleza y el espíritu de superación para enfrentar la
naturaleza, hasta la violencia despiadada y la depredación propia de nuestra
especie, transformándola, constituyendo un escenario geográfico-histórico
privilegiado para aproximarse a Magallanes y la Patagonia. En sí mismo un
paisaje cultural: es decir, un área geográfica asociada a un hecho o perso-
nalidad de impacto histórico que, a su vez, contiene atributos, significa-
dos y representaciones de alcance mucho mayor que su ámbito de acción
original. Pero también como un paisaje cultural extremo, pues en ella las
condiciones del medio juegan un papel determinante, como, por lo demás,
se reconoce ocurre en prácticamente cualquier experiencia histórica ocu-
rrida en la Patagonia, independiente de su escala geográfica o histórica.
Tram a s de l a di ver si dad
Bandera de la región de Magallanes y Antártica Chilena desde 1996. En ella, el dorado repre-
senta la estepa, la cinta blanca, la nieve, el azul, el cielo nocturno y la Cruz del Sur, la posición
austral de la región, solo elementos de la naturaleza que no representan, a lo menos de manera
clara, el papel de la humanidad en Magallanes.
169
(2) El panel fue moderado por Gonzalo Bascuñán Vargas, director del Consejo de la Cultura y
las Artes, región de Magallanes y la Antártica Chilena.
(4) Profesor de Historia y Ciencias Sociales. Encargado del Área Educativa del Museo de
Magallanes.
«Hay tantos niños que van a nacer con una alita rota
y yo quiero que vuelen compañero que su revolución
171
les dé un pedazo de cielo rojo para que puedan volar».
ciado y calificado por sus visitantes— porque hace poco fue su cumpleaños,
también avisado oportunamente. No quisiera parecer apocalíptica, pero la
verdad es que no es un chiste: «todos los nombres» (parafraseando a José
Saramago) están registrados en bases de datos que contienen información
acerca de quiénes éramos y somos, dónde estamos o estuvimos, a quiénes
conocemos, dónde nos juntamos, si tenemos nuestras cuentas al día, en
forma singular y colectiva.
Incluso las personas que no utilizan las tecnologías de la información
habitualmente pueden hoy, con una facilidad impresionante, construir sus
archivos: desde luego, se conserva y guarda celosamente la escritura de la
casa propia, el contrato de arriendo, de trabajo, la constitución de la so-
ciedad, las liquidaciones de sueldo, las cuentas de la compañía eléctrica,
de agua, fotografías familiares (analógicas o digitales) en álbumes físicos
o electrónicos, las notas y certificados de estudios, las fichas y exámenes
médicos, entre un sinfín de papeles repletos de rastros de nuestra presen- 173
ese mapa de actividades distintas, que juntas (es decir, en red) materializan
la organización de un emprendimiento, en este caso, las gestiones de una
institución pública, las tentativas de algún escritor o escritora por llegar
al lenguaje perfecto de su creación, etcétera. Todos aquellos documentos
aquilatados, valorados, cuidados, puestos al servicio de la comunidad, cons-
tituyen el instrumento de la memoria (o mejor, de las memorias) que los
hombres y mujeres de un país podemos conocer para construir nuestra
memoria e identidad, es decir, nuestro patrimonio histórico y cultural.
Desde estos instrumentos del recuerdo, los historiadores y cientistas
sociales han podido armar sendas hipótesis que intentan dar cuenta de
quiénes somos: por ejemplo, sellos de la identidad de una persona en parti-
cular cuando han realizado una biografía, o el cómo y con qué determinan-
tes hemos construido en variados ámbitos el país que tenemos. Edificamos
una puesta en escena, con su guion, sus escenarios y sus actores acerca de
nosotros mismos, estableciendo a sus protagonistas, cuáles fueron las cir-
cunstancias de sus vidas y de sus obras. En palabras de Diana Taylor, la per- 177
los que obedecen la ley otorgada por los ancestros, es un recinto que solo
recoge la insurrección castrada por las agencias del castigo y los archiveros,
los sumos sacerdotes y sacerdotisas de la reconciliación del orden. Por eso
es tan paradojal que yo sea quien garantice la inmunidad del sistema.
¿En qué lugar (o no lugar) ponemos lo abyecto? ¿Lo que no se espera que
exista? ¿Lo pecaminoso? ¿Los desobedientes del orden sexual que, aparen-
temente, nos impone la naturaleza? ¿Qué pasa con el pedacito de cielo que
esperamos los homosexuales y lesbianas, los sexualmente desalineados
con el existir de la mayoría?
Permítanme responder a través de la voz de una grande del feminismo,
no una gran pensadora como Julieta Kirkwood, pero sí una mujer de acción:
Marta Vergara, la gran comunicadora del movimiento sufragista chileno de
los años treinta y cuarenta, quien escribió en su autobiografía:
184 En este panel participó Pedro Emilio Zamorano,2 Marcela Albornoz Dache-
let,3 Alejandro Morales Yamal,4 Angélica Rayen Carimán Davis5 y la confe-
rencista Emma de Ramón Acevedo.
El panel hizo énfasis en las voces que están presentes en los archivos: «…
cuidar objetos, archivos escritos por la mirada wingka, pero ¿cómo conser-
var nuestra memoria, la memoria ancestral, oral?» (Angélica Carimán). De
esta interpelación surgió la pregunta acerca de cómo se protege la memo-
ria de los pueblos originarios, interrogando las maneras en que el archivo
puede ser soporte de estas diferencias.
En la discusión se remarcó el tema de la identidad de la región y las pro-
puestas que se están llevando a cabo en ese sentido, planteando la urgencia
de una administración del patrimonio con aplicación a la investigación
patrimonial. Se propuso la formación de brigadas patrimoniales como me-
canismo concreto de la sociedad civil y de las escuelas, involucrando a los
actores con su territorio.
Por otro lado, se proclamó el rol de la Universidad de Talca como arti-
culadora y promotora institucional del patrimonio, proponiendo «patrimo-
nializar a nuestra comunidad, a nuestros estudiantes, en un espacio cultural
democrático que es para todos» (Marcela Albornoz).
(1) El panel fue moderado por Sonia Montecino Aguirre, profesora titular del Departamento de
Antropología de la Universidad de Chile, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales
2013 y asesora del Ministro Presidente del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Tram a s de l a di ver si dad
(2) Académico e investigador. Director del Instituto de Estudios Humanísticos Abate Juan
Ignacio Molina, de la Universidad de Talca.
(5) Docente de la Universidad Católica del Maule en el Taller de Cultura y Lengua Mapuche.
Posee postítulos en Derecho Indígena, Política y Gobierno, Gestión Cultural e Innovación y
Emprendimiento. Es vocera del Parlamento Indígena de la región del Maule.
Se planteó la escasa investigación sobre el patrimonio de la zona central
realizada —una responsabilidad no solo de las autoridades sino también de
la sociedad civil— y se discutió acerca del carácter de la región, definida
por Alejandro Morales como «una región eminentemente rural, un espacio
que se plantea algo desde el campo chileno, donde está instalada nuestra
identidad local y los orígenes del ser maulino» —visión que se vio tensio-
nada cuando se preguntó por la voz y memoria indígena de la zona y cómo
se la incorpora en esta visión maulina de la «ruralidad»—. 185
187
Ediciones Paidós.
200 En este panel participó Andrea Teiguel Alarcón,2 Anselmo Nuyado Anca-
pichun,3 Francisco Ther Ríos,4 Rosabetty Muñoz Serón5 y el conferencista
Gabriel Castillo Fadic.
De acuerdo a los panelistas el patrimonio de Chiloé y su cultura se debe
cuidar y preservar, haciendo hincapié en que debe haber una «disposición a
relacionarnos desde la reflexividad que este debate requiere y así podamos
despejar las sombras del verdadero enemigo que debería asustarnos y que
no es otra cosa que el tradicional diálogo de sordos y la desconfianza entre
las instituciones, expertos, funcionarios públicos y ciudadanos, gobernantes
y gobernados» (Andrea Teiguel). En este sentido, remarcaron la importancia
de los movimientos sociales, dado que «la formula la tienen los territorios
y las comunidades», y la tendencia a entender la cultura como souvenir y
pirotecnia, y no como ejes centrales del desarrollo local y nacional.
En este sentido, se propone concebir el patrimonio como territorio y
como tiempo: como tiempo, dado que es «tiempo propio para compartir con
otros, es el tiempo nuestro, conocido, programado y posible de compartir
con otros que ya no están presentes» (Francisco Ther), y como territorio, ya
que «el problema es que no pensamos los espacios como espacios amplios
de encuentro —por eso mi ponencia se llamaba ‘Retornemos a los afec-
tos’—, porque creo que cuestiones fundamentales de nuestra cultura tiene
que ver con el vínculo, la comunidad y el diálogo; uno puede hablar con
otro cuando lo respeta, no cuando lo elimina del mapa» (Rosabetty Muñoz).
Tram a s de l a di ver si dad
(1) El panel fue moderado por Evelyn Almonacid Sandoval, directora del Consejo de la Cultura
y las Artes, región de Los Lagos.
203
Introducción
Vivimos tiempos acelerados, pero no tan cambiantes, en mi opinión, que
puedan poner fin a algunas estructuras que me parece que perdurarán toda-
vía cierto tiempo: no creo que veamos morir la modernidad como proyecto
político o filosófico en nuestra vida, como tampoco creo que el liberalismo
tenga fecha de defunción cercana.
Sí percibimos, en cambio, las aceleradas transformaciones culturales
que vive la humanidad y nosotros mismos. El sentido del arte y de la es-
tética en general, pero sobre todo de la cultura —como la explicación y
p.18). El propio Terry Eagleton, señala que «‘Cultura’ es una de las dos o
tres palabras más complicadas de la lengua inglesa. Aunque el término que
a veces se toma por su opuesto, ‘naturaleza’, parece llevarse la palma. Pese
a que hoy día se ha puesto de moda ver la naturaleza como un derivado de
la cultura» (2001, p.12)
Como sea, me interesa reflexionar, brevemente y sin dogmatismos,
sobre este concepto en el mundo actual y, comparativamente, sobre su
funcionamiento en América Latina, donde, en principio, no tiene nada de
«zombi», sino que, por el contrario, aparece como sinónimo de identidad
social y política liberadora. La dificultad radica en que cada escuela o cada
pensador ofrecen sus propias y diversas definiciones desde la estética, la
antropología, la sociología, el marxismo, los estudios culturales, la dimen-
sión política, y el psicoanálisis.
Pero, además, se habla de «cultura y democracia», de «diversidad cul-
tural», de «multiculturalidad» y de «interculturalidad». Se menciona la
importancia de la cultura en el desarrollo de la sociedad y se escucha de- 205
cir que Chile tiene un problema económico y social, pero sobre todo un
problema cultural. ¿Qué se está diciendo? ¿Cómo se resuelve el problema
cultural de Chile? Algunos creen que se debe poner al país completo en el
sillón de psiquiatra como si el problema fuera psicológico y no cultural.
Por último, en la prensa se repite una y otra vez el tema de la banalización
actual de la cultura.
El origen del concepto es bastante conocido y deriva de la raíz latina
colare, asociado con actividades de preservación y cuidado agrícola, pues
los romanos consideraban a la agricultura como la actividad «cultural» por
excelencia. Se trataba de seleccionar las mejores plantas de la huerta y
eliminar la maleza. A ese ejercicio se le llamaba «horticultura», y llevado a
términos humanos, podría traducirse como cuidar los rasgos positivos y
refrenar los otros, aunque en un segundo plano, también significa pasar de
la naturaleza al espíritu. Más tarde, esta misma concepción fue muy útil
(1) «He visto al Emperador —esa alma del mundo— salir de la ciudad para pasar revista a sus
tropas; es una sensación maravillosa ver un hombre como él que, concentrado aquí en un punto,
a caballo, se extiende por el mundo y lo domina...», le escribe Hegel a su amigo Niethammer, el
13 de octubre de 1806.
(3) El concepto «entre lugar» tiene su origen en el ensayista brasilero, Silviano Santiago, que
lo utiliza por primera vez en Uma literatura nos trópicos: ensaios sobre depêndencia cultural (1978), y
específicamente en el capítulo «O entre-lugar do discurso latino-americano».
lugar, la presencia de numerosas poblaciones indígenas, nativas, originarias,
que vivieron esta situación como una imposición y que darían origen a so-
ciedades mestizas y criollas, constitutivas de formas culturales originales
debido a un mestizaje nunca visto con anterioridad. Ambas, situaciones
inherentes a lo que Garretón denomina como «espacio cultural latinoame-
ricano»:4 es decir, la presencia de un proyecto particular de modernidad y
sus consecuencias laterales en poblaciones claramente no modernas.
212 Estos factores han marcado a nuestro país y nuestro continente y fue-
ron analizados por nuestros pensadores con una mirada doble que ha divido
prácticamente todas las percepciones que tenemos sobre América Latina:
por una parte, aquellos que optaron por una identificación con el mundo
popular respetando sus símbolos, culturas y economías y, por otra, aquellos
que propusieron un acercamiento al mundo desarrollado. A los primeros,
se les denomina «identitarios» porque se negaron a la extranjerización y
asumieron el propio ser encarnado en una forma de pensar y de vivir espe-
cífica. A los segundos, se les denomina «modernizadores» porque negaron
la identidad nacional y quisieron ajustarla a la cultura de la Ilustración,
el liberalismo, la burguesía, la industrialización y la inmigración europea.
Este es uno de los debates más permanentes que hemos enfrentado:
la dificultad y desgarros de tener que optar entre la tradición y los valores
estables de las relaciones patriarcales junto al reconocimiento de una iden-
tidad cultural propia y; por otro lado, los afanes por lograr el desarrollo, la
innovación, la escolaridad, el urbanismo y la libertad individual asociados
al proyecto moderno.
El concepto de identidad debe ser uno de los más utilizados por la
literatura y el pensamiento latinoamericano y, en algunos casos, llegó
a constituirse en una obsesión por saber cuál era esa quintaesencia que
definía la realidad, el espíritu y la historia de América Latina. Los libros
sobre este concepto son interminables y particularmente en la década del
80 y 90 se realizaron múltiples debates sobre la oposición identidad-mo-
Tram a s de l a di ver si dad
(4) Ver Garretón, M. A. (coord.); Martín Barbero, J. et al. (2003). El espacio cultural latinoamericano.
Bases para una política cultural de integración. Santiago: FCE. Ver, además, Garretón, M. A. (1999).
América latina: un espacio cultural en el mundo globalizado. Bogotá: Andrés Bello.
emanación de la Europa, (…) Es imposible asignar con propiedad a qué fa-
milia humana pertenecemos» (Bolívar, 1819).
Durante los siglos XIX y el XX, nuestros pensadores y hombres de letras
intentaron saber qué hacer con este nuevo mundo. Y las posiciones parecen
correr siempre en paralelo. El iniciador de las posiciones más moderniza-
doras es Domingo Faustino Sarmiento, que en su conocido Facundo (1845)
describió la realidad de su país, Argentina, en dos mundos opuestos: uno,
«civilizado» (la ciudad, el inmigrante europeo, las leyes, la lectura, el libera- 213
Héctor A. Murena y Jorge Luis Borges se lamentaron por esa misma pérdida.
Murena se pregunta por la existencia o no de una cultura latinoamericana
y, en principio, responde afirmativamente en base a la gran cantidad de
libros escritos por latinoamericanos sobre ese tema (Sarmiento, Alberdi,
Bilbao, Hostos, Rodó, Sierra, Montalvo, Freyre, etcétera). Sin embargo, en
su opinión son obras marcadas por los conflictos políticos contingentes,
que no han ascendido a niveles culturales que trasciendan el tiempo como
para constituirse en reales aportes al desarrollo de la cultura y el espíritu.
Pero la pregunta de Murena se complica pues si la cultura es expresión
de «lo que somos», eso es justamente lo que no sabemos:
«¡Otra vez la misma cuestión! ¡Qué somos…!» Y responde con sus famosos sí
y no: «¿Somos europeos? Sí y no. ¿Somos indígenas? Sí y no. ¿Somos algo
nuevo? Sí y no. ¿Somos algo viejo? Sí y no. ¿Correspondemos al destierro o
214 al origen? Sí y no»
(Murena, 1962, p.54).
Hasta el siglo XIX, las culturas hegemónicas aplastaban a las minorías étnicas y
destruían las culturas autóctonas. Las políticas de desarrollo del Estado nación
en los siglos XIX y XX no interrumpieron esa práctica: construían la nación
una y homogénea, prescindiendo de los derechos de las minorías. En cambio,
en la actualidad se considera la diversidad que postula que «todas las culturas
tienen el mismo valor», lo que permite que una «novela clásica puede estar
en formato de cómic
(Subercaseaux, 2015, p.106).
Nuestro concepto de cultura siempre ha sido político: desde el inicio mismo
de nuestras letras y nuestros intelectuales, la literatura fue instrumento
de un programa político para alcanzar el dominio del Estado: es decir, la
cultura como una manera primera, básica, de habitar el mundo.
He leído recientemente el texto La construcción cultural de Chile y
en los escritos de estos autores, más allá de sus variantes, queda clara la
estrecha relación entre política y cultura. Por ejemplo, en el artículo del
216 poeta Elicura Chihuailaf, «Chile y su identidad / su almidad: su ternura / su
dignidad pendiente», estamos frente a una reflexión literaria, cultural, pero
que fundamentalmente intenta un cambio político en el país, establecer
una distinción entre dos comunidades, dos países, dos culturas: la chilena
(curiosamente considerada como blanca y moderna) y la comunidad ma-
puche, aislada de la primera.
Por su parte, el planteamiento de Sonia Montecino, al reconocer tanto
las exclusiones como los aportes de la mujer a la cultura como proyecto
nacional, se constituye en un esfuerzo cultural pero también político:
y Hegel no hubieran querido más —y para qué decir, las logias masónicas
de la Inglaterra de su juventud— teniendo a un representante en uno de los
lugares más alejados del planeta. Entrevistado en Londres, probablemente
el muchacho de pelo rojo hubiera respondido que sí, que él era moderno y
liberal y libre pensador, pero habría agregado que no era irlandés más allá
del apellido, sino que él era chileno. Y probablemente todos sus interlocu-
tores hubieran saltado de sus sillas. ¿Qué era ser chileno? Porque americano
se entiende (de la tierra de George Washington), pero ¿chileno?
Ese joven pelirrojo supo reconocer las diferencias de su país y vivió al
lado de su media hermana, Rosa Rodríguez Riquelme, una mujer de clara as-
cendencia mapuche. Ese muchacho debió resolver, además de un problema
político, un problema de identidad. Porque la cultura moderna exige para
su implementación contar con seres humanos que saben quiénes son. Y si
en todas partes la cultura ha sido una herramienta política, aquí lo fue tal
vez más fuertemente, pero con resultados más débiles.
Los escritores, especialmente los criollistas, contribuyeron más tarde a 219
la creación de una postal en la que los huasos y marineros del Maule son la
reencarnación de los antiguos brazos de Euskadi (Latorre, Aguirre, Oyarzún,
Larrazábal), que con algunos franceses (Letelier, Brunet, Court), algún inglés
(Edwards, MacIver, Aylwin) fusionados en la tibia noche de Maule con las
hijas de los guanayes del lugar, quienes parieron hijos e hijas de una belleza
y una resistencia única.
Porque las cosas no se ven hasta que no se miran y es muy necesario
en nuestra educación «educar el ojo», como dicen los arquitectos: enseñar
a mirar. Pero, además, porque la memoria sana a las comunidades y su fal-
ta las enferma. La memoria, como la identidad, por artificiales que sean,
resultan necesarias.
lo local y lo universal.
En otro trabajo, he escrito que las identidades se reflexionan, pero so-
bre todo se perciben a través de imágenes, como quien lee un poema, no
buscando verdades sino metáforas y sentidos.
Tomemos otro ejemplo de construcción cultural. El libro de Mariano
Latorre Court (quien nació en Cobquecura, un lugar con una isla llena de
lobos marinos que probablemente ya nadie conoce), Cuentos del Maule
(1912), el cual lleva por subtítulo «Tipos y paisajes chilenos». O sea, Chile
en 1912 es el Maule, o el Maule en 1912 es todo Chile. Impensable hoy día,
lo que demuestra que las identidades son dinámicas y se van reorganizando
en conjunto con el dinamismo de las sociedades. Pero también es cierto
que el Maule construyó el retrato de Chile a su propia imagen y semejanza,
como he dicho.
Más tarde, en 1925, Latorre publicó una antología titulada Mariano La-
torre. Sus mejores cuentos, incluido un inédito, «El Aspado», que trata la
historia de un bandido cruel que, luego de una conversión religiosa, propo- 221
había dejado de ser sólido y que día a día evaporaba la realidad (melt, en in-
glés, es la palabra que usa Marx). El propio Baudelaire cuenta cómo se subió
a un carro de transporte público y anduvo varias calles frente a parisinos
que se miraban las caras pero que nunca se saludaron ni se reconocieron y
que al descender no supieron quiénes eran ni unos ni otros: la experiencia
de la modernidad en la gran urbe. Baudelaire ya no esperaba nada y estaba
convencido que incluso la belleza resultaba inútil (inutile beauté) en ese
mundo de funcionarios y militaristas. Lo que quedaba era vivir como un
extranjero en su propio país y contemplar como lo único real a las efímeras
nubes que vagaban por el cielo parisino, «les nuages qui passent... là-bas...
là-bas... les merveilleux nuages!».
El muchacho francés que llegó a Talca a fines del siglo XIX y que puso su
letrero, podía hacer el chiste y burlarse de los pasajeros del tren e incluso
de él mismo. El francés se burla de los maulinos, aunque también del inci-
piente sistema mundo creado por la vertiginosa revolución industrial. Pero,
de esa burla surgirá al final un modelo de beneficios mutuos. Él hace como 223
Conclusiones
Las reflexiones anteriores tienen por objeto crear un espacio en el que sea
posible, todavía, construir, ciudadanos y ciudadanas ilustradas y univer-
sales, con mayor desarrollo local, con más conciencia de su pasado y del
presente. Ciudadanos con un lenguaje y una conciencia más amplia. En un
lugar social más democrático.
¿Puede la cultura lograr esto? Para nosotros, con todas sus letras, el
problema de la cultura es el problema del país. Tanto como el de la economía
o del desarrollo social. Tan importante como saber qué hacer en educación
o en salud, saber qué hacer con la cultura y con el patrimonio, es saber qué
país pensamos construir. No son divagaciones abstractas. Son reflexiones
que afectarán la construcción de futuro. Coincido con Martín Barbero
cuando declara a la cultura como «el lugar para pensar el aquí y el ahora».
No son pocos entre los pensadores europeos actuales los que deter-
minan que, con la globalización, las identidades y las culturas llegaron a
su fin o se transformaron en repeticiones sin creatividad. Uno de ellos, el
arquitecto Rem Koolhaas, escribe:
Y, sin embargo, las identidades y las culturas existen y perduran, pero para
alimentarlas, y en ocasiones, otra paradoja, es necesario mirar desde afuera.
No es de extrañar que pensadores de las periferias estén participando acti-
vamente de los debates que se realizan en los países del centro y aportando
(5) Ver, Rutherford, Jonathan (2007). After Identity. Lawrence & Wishart: London.
con sus ideas a la universalidad. Como la escritora turca Seyla Benhabib y el
numeroso grupo de intelectuales de la India (Ranajit Guha, Gayatri Spivak,
Partha Chatterjee, Homi K. Bhabha, Dipesh Chakrabarty), instalados desde
hace tiempo en las universidades inglesas y norteamericanas. Edward Said
nació en Palestina y escribía en Nueva York. Y en el caso de la Francia ac-
tual, muchos de sus mejores pensadores nacieron en Argelia, como Louis
Althusser, Jacques Rancière, Jacques Derrida; en África o Sudamérica, como
Alain Badiou (nacido en Marruecos), Ernesto Laclau (nacido en Buenos 225
En el panel participaron José Rosas Vera,7 Alejandra Araya Espinoza,8 María 229
(6) El panel fue moderado por María Paulina Soto Labbé, historiadora y doctora en Estudios
Sociales y Políticos. Consultora Unesco en materia de políticas culturales.
Beatrice Ávalos D.
1. Diversidad cultural, cohesión social
y proyecto colectivo
233
Moderadores:
տտ André Menard, antropólogo y doctor en Sociología. Docente de la
Universidad de Chile. Conferencista del Coloquio Regional de Arica
y Parinacota.
տտ Javier Pinedo Castro, licenciado en Literatura General y doctor en
Filología Románica. Docente de la Universidad de Talca. Conferencista
del Coloquio Regional de la región Metropolitana.
Tram a s de l a di ver si dad
Secretaria de mesa:
տտ Soledad Costabal, encargada de patrimonio cultural, Consejo de la
Cultura y las Artes, región del Libertador General Bernardo O’Higgins.
Diagnóstico
Nancy Yáñez: «La República de Chile se construye sobre una visión oli-
garca, patriarcal hegemónica, donde la hegemonía no está dada sobre el
mestizaje. Chile no se construye sobre la base del mestizaje como México.
Chile se construye a imagen y semejanza de una élite política, fundamen-
talmente, que reivindica su pasado europeo y reniega de las bases indígenas
que pudiera tener, y eso se materializa en su institucionalidad. La Cons-
Tram a s de l a di ver si dad
La protección del patrimonio cultural y natural por parte del Estado está
en conflicto con sus políticas de desarrollo económico, cuyos objetivos
son priorizados en la legislación. Es así como, con el aval de los estudios de
impacto ambiental (EIA), se subestiman los impactos negativos de la indus-
tria en las comunidades y territorios cuyo patrimonio cultural y natural,
identidad local y proyectos colectivos, son atropellados, erosionando la
cohesión y el bienestar social.
La divergencia de objetivos, la desatención del patrimonio natural en
las políticas culturales, la inercia que conlleva la legislación medioam-
biental, la inexistencia de herramientas legales que permitan a las comu-
nidades defenderse, la carencia de un enfoque intersectorial y la falta de
coordinación interministerial, aparecen como agravantes en este diagnós-
tico. Se señala la importancia de que el patrimonio natural sea abordado
en la institucionalidad cultural, especialmente ante las actuales urgen-
cias medioambientales.
Se plantea, en paralelo, la importancia de reconocer el carácter político,
y no solo cultural, de la afirmación identitaria, como proceso de negociación
entre las partes, en el que se visibilizan el conflicto y los elementos en pugna.
Nancy Yáñez: «Tenemos el caso del Tiltil, que se ha transformado en el
basurero de Santiago: 17 mil personas soportan la carga de 8 millones. Pero
el último proyecto de residuos industriales, Llanos de Rungue, instalará un
basural sobre un sitio arqueológico único por la información que entrega
sobre el poblamiento prehispánico en la región Metropolitana, según el
informe del Consejo de Monumentos Nacionales. El municipio apeló y la
Corte Suprema acaba de resolver en contra de Tiltil. Por lo tanto, si está
238 afectado tu patrimonio ambiental o cultural no tienes atribución para re-
currir a los tribunales de justicia. La Constitución respalda este modelo y
las voluntades políticas están en tensión. Si vamos a priorizar la protección
del patrimonio cultural, la gran amenaza está en la decisión que los pares
de otros ministerios toman respecto de este patrimonio. En Curacautín,
su municipio ha definido su estrategia de desarrollo en torno al turismo
de intereses especiales, pero hoy la Constitución favorece los derechos de
los concesionarios de agua, y el río Cautín en su nacimiento está lleno de
centrales hidroeléctricas, impidiendo la estrategia de desarrollo enfocada
en el patrimonio natural liderada por el municipio».
(1) El caso Rapa Nui también contribuye a esta diversidad geográfica y climática, sin embargo, se
ha optado no incorporarlo a esta sección debido a que este tema no fue tratado en el coloquio
realizado en la Isla.
El caso de Arica y Parinacota se encuentra determinado por su condi-
ción desértica extrema, que posibilita, por ejemplo, la preservación de las
momias más antiguas del mundo: las de la cultura Chinchorro. Por otro lado,
esta característica geográfica permitió la creación de campos de prisione-
ros, pues su implacable desierto la transforma en una prisión sin paredes. De
esta forma, la misma capacidad de preservación no solo conserva restos de
sociedades prehispánicas sino también de un pasado reciente. Asimismo,
246 observado desde la óptica patrimonial, este territorio se vuelve un terreno
en disputa en tanto posee, como señala André Menard, varios «acreedores»
que superan los divisiones político-administrativas. Las momias Chincho-
rro pueden ser entendidas tanto como patrimonio nacional, local, pero
también peruano o universal. A propósito de esto último, al ser esta región
una zona fronteriza, su trazado geopolítico no coincide con el área cultural
de influencia: el desierto se vuelve tierra de nadie, pero también de todos.
Por su parte, en la región de Antofagasta el vínculo con el territorio pasa
por un conflicto político ligado a la administración de sus «recursos». En
el caso atacameño —expuesto por Nancy Yáñez—, por ejemplo, los espa-
cios territoriales de significación cultural son afectados por el régimen de
protección del Estado, que tiende a desestimar las demandas indígenas y
de las comunidades locales para que se demarque y restituya su territorio,
delegando su administración a la propia comunidad y no a organismos es-
tatales como Conaf. Cabe agregar que esta región en particular ha sido fuer-
temente explotada por la minería, lo que ha traído diversas consecuencias
a las comunidades: escasez hídrica y compra indiscriminada de terrenos,
entre otras. Es importante advertir que esta región hoy en día, gracias a su
crecimiento económico, se ha convertido en un polo de migración, temá-
tica que, sin embargo, no fue abordada durante el coloquio.
En tanto, lo que ha permitido a la comunidad magallánica elaborar una
identidad propia es el carácter geográfico y climático extremo de su región.
Esto se debe a que su población se encuentra compuesta mayoritariamente
Tram a s de l a di ver si dad
Moderadora:
տտ Sonia Pérez, psicóloga. Docente de la Universidad de Chile.
Conferencista del Coloquio Regional de Biobío
Secretario de mesa:
տտ David Donoso, coordinador de la Unidad de Territorio, Departamento
de Patrimonio Cultural, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Tram a s de l a di ver si dad
Diagnóstico
Bárbara Velasco: «En lo legislativo debe haber una posición del Estado
bastante más fuerte de lo que es ahora, la concepción de que un Estado fuer-
te puede estar acompañado por la descentralización, que no es abandono,
que se traduce en instalar capacidades en los territorios para no abando-
narlos a los intereses económicos, que no es lo mismo que soltar las platas
y la toma de decisiones. Lo que hace la ley es mandatarte a trabajar articu-
ladamente. Eso nos pasa a nosotros en [el Área de] Artesanía, tenemos una
política, pero lo que más estamos promoviendo ahora es una ley, porque la
política es una declaración de buena voluntad. En el caso de una ley, hay
un mandato de articulación».
Anahí Huechán: «Aysén irrumpió con la masa ganadera, pero ¿qué pasa?
No consideran la división de los campos ni que la población se está enve-
jeciendo. Entonces, ¿qué se ha hecho con las políticas para que los jóvenes
se encanten con el campo? En Francia se trabaja con la reinserción de los
jóvenes en el campo. Se olvida que las políticas públicas son para la gente,
especialmente en el agro, y de ahí debe partir la consideración. Si estas po-
líticas no tienen incorporadas las necesidades básicas de salud, educación,
alimentación, no van a ninguna parte; debe haber instersectorialidad. En
Europa están los ministerios de Asuntos Rurales, de tal forma que el campe-
sino resuelve el tema de su vivienda y solo ahí puede dedicarse a la activi-
dad productiva. Entonces, quienes diseñan las políticas no consideran eso,
creen que si dan un piño de diez ovejas, el próximo año tendrán 20. Pero,
resulta que el viejo tuvo que venderlas porque no tenía dinero. Se necesitan
políticas de largo aliento, que permitan la mantención, la reproducción y
el traspaso de oficios, para evitar la migración campo-ciudad, que es lo que
está pasando en Coyhaique».
Bárbara Velasco: «El Estado lo que debe hacer es velar porque las per-
252
sonas tengan capacidad de decidir sobre cómo quieren vivir y qué modelo
de desarrollo quieren. Si el Estado no entrega las herramientas para poder
decidir, el mercado es mucho más fuerte que las capacidades de decisión,
y es capaz de generar falsas expectativas y falsa libertad. Cuando el Es-
tado ofrece modelos de desarrollo local, modelos para vivir en el campo
y tú tienes la posibilidad de elegir libremente esos modelos, es mucho
más difícil que el mercado penetre tan fuertemente. A veces tenemos un
sueño bucólico sobre el patrimonio de las comunidades, y quizás algunas
de ellas lo venderían completo. Ibáñez ha tenido una posibilidad de inver-
sión increíble y todavía no sabe qué hacer con las platas. El Estado debe
entregar las herramientas suficientes para que las comunidades puedan
decidir entre todos los caminos y futuros posibles. Lo que nosotros tene-
mos que pensar es cuáles son las formas en que el Estado va a entender
el desarrollo, y el desarrollo local, a partir de la perspectiva del paisaje, y
con una lógica de intervención que tiene que ver con la libertad de elegir,
de decidir entre posibilidades dentro de un modelo de desarrollo que se
quiere para el país».
lana del mundo son nulas porque un fardo vale cuatro millones de pesos.
De ese modo, se pierden las prácticas antiguas. Ese es el resultado del mo-
delo de desarrollo que el Estado ha promovido. La artesanía es una acción
fundamental humana que transforma el paisaje; cuando les muestro los
ejemplos de cómo la producción artesanal se ha visto afectada también
hablo de cómo el paisaje se ha visto afectado por el modelo. San Pedro es
un mall con paredes de barro y piso de tierra, todo lo que compras ahí es
chino, boliviano o peruano. No hay nada chileno; la comunidad desaparece,
no existe producción local y llegan mafias de artesanos externos».
1.2 � Una nueva política debe permitir escoger el tipo de paisaje y el modelo
de desarrollo local, poniendo en discusión el tema de la economía de los
territorios, en la que el concepto de paisaje debe ser construido al alero de
una participación ciudadana, en que sean las comunidades las que definan
sus propios paisajes, incentivando la producción de estos a través de prác-
ticas sociales y espaciales.
Moderador:
տտ Gonzalo BASCUÑÁN, director del Consejo de la Cultura y las Artes,
región de Magallanes y la Antártica Chilena.
259
Secretaria de mesa:
տտ Patricia Beltrán, coordinadora de la Unidad de Extensión,
Departamento de Patrimonio Cultural, Consejo Nacional de la Cultura
y las Artes.
El rol del Estado, en tanto, lejos de expropiar las prácticas locales, consistiría
en ponerlas en valor y contribuir a su salvaguardia. Se mencionan también
los conflictos entre las comunidades indígenas, la academia y los científi-
cos por la apropiación no autorizada del patrimonio de las comunidades.
Daniela Serani: «Creo que tiene que ver con la visión de Estado que tene-
mos: al tener un Estado subsidiario es muy difícil generar una construcción
de abajo hacia arriba, se ve cómo se hace carne eso, sobre todo en las regio-
Patricio López: «Hay una diversidad de actores cada vez más grande y
hay muchas tensiones sobre el patrimonio y tensiones que se dan en la
fragmentación; sobre todo en actores que se reconocen en el patrimonio,
la persona que está más cercana del patrimonio está más lejos de la toma
de decisiones del proceso de patrimonialización. Hay poco conocimiento
del uno con el otro y los choques son casi inevitables. Las transacciones
cuando no son fluidas no son beneficiosas».
Tram a s de l a di ver si dad
Ariel Fuhrer: «El Estado debe operar para disminuir la asimetría respecto
de la apropiación del patrimonio y nivelar la participación de los actores
con menos poder».
Ariel Fuhrer: «El barrio Yungay es de los vecinos del barrio, de los pro-
tagonistas, el dueño de la vivienda es el propietario; el baile chino es de los
266 1.1 � El Estado debe ser garante del ejercicio de derechos de los sujetos
—con especial consideración a los protagonistas del patrimonio—, ejer-
ciendo un rol articulador entre la sociedad civil (ciudadanía patrimonial)
y los privados, con coherencia, eficacia y eficiencia, a través de acciones
de mediación, regulación y fomento que permitan disminuir las asimetrías
entre los distintos actores, estimulando condiciones de desarrollo recí-
proco, ejerciendo como contraloría social. Para esto es necesario que el
Estado resuelva sus problemas de coherencia interna, respecto de políticas
e instrumentos sectoriales que se contradicen. Se hace urgente superar las
políticas sectoriales y avanzar hacia políticas de Estado.
Durante los coloquios regionales se planteó que el patrimonio como bien 267
del archivo «es cuidar objetos, archivos escritos por la mirada winka, pero
¿cómo conservar nuestra memoria, la memoria ancestral, oral?». De esta
manera se plantea la interrogante de cómo se protege la memoria de los
pueblos originarios y las formas en que estas instituciones pueden ser so-
porte de estas diferencias.
El caso de La Araucanía y el de Rapa Nui resultan emblemáticos en la
medida en que los coloquios se enfocaron en cómo las comunidades in-
dígenas enfrentan los conflictos. Se señaló la falta de una política común
basada en los derechos que reconozcan la diversidad cultural de la región.
Otro punto de discusión fue como «hacer rendir» su patrimonio de un modo
Moderador:
տտ Salvador Millaleo Hernández, abogado y doctor en Sociología,
profesor e investigador de la Facultad de Derecho, Universidad de
Chile. Conferencista del Coloquio Regional de La Araucanía.
Secretaria de mesa:
տտ Pamela Alvarado, profesional del Departamento de Pueblos
Originarios, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Diagnóstico
los privados jugar con los límites de los derechos. En la práctica, estos cuerpos
normativos no están operando en los territorios de las comunidades, por lo
cual siguen siendo meras declaraciones. Se plantea también que, a excepción
de la institucionalidad cultural, no existe un enfoque de derechos culturales
en el accionar de los servicios públicos en los territorios y comunidades.
Ximena Anza: «Tenemos una ley que nació desde el centro, que es una
ley muy prohibitiva del Consejo de Monumentos, que no nos permite en-
trar a los sitios arqueológicos que son nuestros, no podemos entrar si no
pedimos permiso al Consejo de Monumentos, cuando es parte de nuestros
antepasados, ni siquiera los mayores de nuestras comunidades».
Pamela Alvarado: «Si se hace una ley se debe poner al tanto a todo el
aparato estatal y su despliegue territorial, para que su aplicación se vea re-
flejada en los territorios. El tema patrimonio se debe respetar en términos
de la vida cotidiana de las personas que pertenecen a los pueblos originarios
y su acceso a los recursos para poder mantener estas prácticas».
Ximena Anza: «Podemos hacer estas bases de opinión sobre la ley mien-
tras los otros ministerios están trabajando paralelamente en el mismo tema
y nunca se juntan a hablar. Nosotros, por ejemplo, tenemos un problema de
agua y llegan las cinco seremías a hablar del mismo tema en cinco reuniones
distintas. Esto atrasa las cosas y aburre a la gente. Para las comunidades del
norte no es fácil juntarse».
Marta Salgado: «Lo que falta en este país es la coordinación de las ins-
276
tituciones públicas. Cada una hace lo que quiere. Lo único que nos puede
salvar de lo que ocurre actualmente es que se aplique el Convenio nº 169
de la OIT y que tengamos la fuerza para luchar por eso».
280 En los coloquios regionales se planteó que, para entender la distinción entre
patrimonio positivo y negativo, es necesario precisar que no es lo mismo
hablar de patrimonio que de objeto patrimonial. El patrimonio excede a las
entidades que lo componen, pues su valor radica en esa memoria particular
que acompaña a los objetos. Por lo mismo, existirían distintas memorias
alojadas en esa entidad, cuya polifonía no puede emerger en su totalidad en
el discurso, dado que lo saturaría. De este modo, solo se pueden seleccionar
algunos aspectos, convirtiendo al patrimonio en un terreno en disputa.
Según Flora Vilches, retomando la definición de Lynn Meskell (2002), el pa-
trimonio negativo son aquellos lugares que pueden ser interpretados por un
grupo como conmemorativos de un evento violento, trágico o traumático,
y que por lo mismo resultan perturbadores e incomodan. Esta noción pone
en evidencia el trasfondo político del proceso de patrimonialización. Pen-
semos, por ejemplo, en cómo han sido abordadas las salitreras: por un lado,
han sido recordadas de un modo positivo como documentos del progreso y
auge económico de comienzos del siglo XX; pero por otro, son testimonio de
una explotación que rozaba la esclavitud. Así, la tensión entre patrimonio
negativo y positivo radica en una decisión política que pasa por cómo se
administra la memoria y el olvido.
La noción de patrimonio negativo surge cuando pensamos en cómo re-
cordar y relacionarnos desde el presente con hechos que fueron traumáticos
y/o violentos, como, por ejemplo, la dictadura militar de Augusto Pinochet
o los genocidios indígenas, entre otros. Es aquí donde emergen fisuras en
Tram a s de l a di ver si dad
Moderadora:
տտ Flora Vilches, arqueóloga, académica de la Universidad de Chile.
Conferencista del Coloquio Regional de Coquimbo.
Secretaria de mesa:
տտ Francisca Bozzo, profesional de la Unidad de Territorio, Departamen-
to de Patrimonio Cultural, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Diagnóstico
La mesa plantea que el Estado no tiene una política integral sobre los pa-
trimonios incómodos ni la capacidad ni el financiamiento para protegerlos
y gestionar los espacios de memoria, siendo las agrupaciones sociales y
políticas las que ponen en valor y proyectan esta memoria, recurriendo a
la declaratoria de estos sitios por parte del Consejo de Monumentos Nacio-
nales para transformar la memoria negativa en resistencia al olvido.
El desafío expuesto es de qué manera poder cautelar lo que no cabe
dentro de los valores hegemónicos y garantizar que estos espacios cumplan
una función de aprendizaje.
María Loreto Torres: «Hoy en día hay más información y más demanda
desde la comunidad; antiguamente había especialistas que aportaban con
información y estudios, pero no había una discusión más amplia. Hoy en
día no hay ninguna capacidad desde los consejeros, porque hay más de
150 solicitudes de declaratoria de parte de los habitantes, de familiares.
Tram a s de l a di ver si dad
Hay más discusión y se valoran distintos aspectos; hace rato que dejó de
analizarse solo el objeto. Está el caso de José Domingo Cañas, que uno va
ahí y dice por qué esto. No hay construcción, pero está la memoria de todo
lo que pasó ahí. Ahora los familiares de detenidos desaparecidos llegan con
toda la información para constituir un expediente; pasa algo parecido con
el caso de las salitreras que también llegan con los expedientes completos».
1.5 � Se valoran los avances en implementación de herramientas y
organismos dedicados a la puesta en valor de la memoria vinculada
a la violencia política y los derechos humanos
Moderador:
տտ Sebastián Sepúlveda, sociólogo y doctor en Urbanismo.
Secretaria de mesa:
տտ Daniela Morales, abogada.
Tram a s de l a di ver si dad
Diagnóstico
material e inmaterial
Gabriela Eljuri: «Yo fui partícipe del expediente que se hizo para para la
Lista Representativa del Patrimonio Inmaterial de Unesco sobre el sombrero
tradicional de paja toquilla del Ecuador. La convención del 2003 reconoce
las técnicas artesanales tradicionales, pero no nos interesa especialmente
salvaguardar el sombrero o cualquier otra artesanía, sino los saberes iden-
titarios, conflictivos muchas veces, que están detrás del objeto y que se
materializan en el objeto. Mientras no existan esas condiciones el objeto
va a desaparecer y, precisamente, lo que le interesa a la Unesco y a nuestros
países son esos valores inmateriales que están detrás de los objetos»
óscar del Solar: «En Aysén hay un sin número de actividades, como la
jineteada y la doma de caballos, que son prácticas patagónicas criollas, son
chilenas y argentinas. Estamos poniendo estos temas en la mesa».
Rodrigo Aravena: «El Estado es el que más altera el patrimonio de las co-
munidades. El subsidio altera la cultura: se priorizan por ejemplo cultivos que
están de moda en los mercados extranjeros y si la gente no se alinea, no se les
apoya con subsidio. En el caso de las viñas esto es evidente. El Estado no puede
decidir tan centralistamente, por una parte, y por otra existe la Convención
de Yamato del 2004, que tiene que ver con la gestión integrada del patrimonio
material e inmaterial. Esa documentación hay que tenerla a la vista y avanzar
en un enfoque de patrimonio integrado que usan algunas ONGs que promue-
ven la idea de patrimonio biocultural. Si se nos quema la fibra como pasó en la
región del Maule se acaba el patrimonio. Además, los elementos inmateriales
también se transforman en su contexto territorial. En la Dibam estamos tra-
Tram a s de l a di ver si dad
Carlos Figueroa: «Lo primero que preguntó la Iglesia después de que nos
291
declararon patrimonio, fue cuánta plata les está pasando el Consejo de la
Cultura y el año pasado nos pusieron problemas, nos negaban el derecho a
juntarnos. De todos modos, nos sirvió ser declarados patrimonio inmaterial
de la humanidad».
Agustín Ruiz: «Los bailes chinos han estado en conflicto con la Iglesia
desde el inicio. Hay una divergencia entre lo que dice el obispo, que es la
religiosidad, y lo que dice la comunidad sobre la religiosidad desde la margi-
nalidad. Al ser reconocido el baile chino como patrimonio, gana posiciones
para negociar. El tema no es el tambor ni la flauta, sino cómo y cuándo lo
quieran hacer. El patrimonio material es una muestra de desarrollo y quie-
Cátisis Lobos: «Como región tenemos dos etnias y una variedad de patrimo-
nio interesante. Entre los propios integrantes de las etnias existe falta de co-
nocimiento sobre su patrimonio y la gente basa mucho su identificación o su
pertenencia en una mitología urbana, que muchas veces desvirtúa y desacre-
dita su propia expresión cultural. Somos un país mestizo, donde los mapuche
tienen su cultura asentada y los del norte también y quedamos nosotros en el
medio: collas y diaguitas. Tenemos que entender que hay etnias que tienen
asentamiento en el territorio, y otras, como la diaguita, que viven en centros
urbanos. Eso también hay que relevarlo, es una forma de ser en el siglo XXI».
Como concepto general, se pone de manifiesto que debe haber una base
ética desde la cual se aborden estos temas, más allá de su correlato legal. Se
evidencian en la discusión vacíos para abordar diversos ámbitos del patri-
monio inmaterial así como la ausencia de un marco de aplicabilidad de los
convenios internacionales suscritos por Chile y del estatus de protección de
sitios y monumentos, lo que conlleva la desprotección de las prácticas y los
derechos de los cultores y de las comunidades sobre sus patrimonios. Esto
Tram a s de l a di ver si dad
Carlos Figueroa: «Hemos tenido problemas, por ejemplo, con una expo-
sición de fotografías nuestras, que fueron usadas en otro contexto, con lo
que nos sentimos violentados y no tuvimos protección. Se debe dar protec-
ción a todas las personas que, como nosotros, tiene un patrimonio, sobre
todo frente a los que investigan y hacen proyectos. Van estudiantes a sacar
sus tesis y nos quitan tiempo, se meten, piden relato, fotos, y esa informa-
ción se va y nunca vuelve ni sabemos en qué se usó. Que se restituya con
material y que nuestra imagen tenga derecho de autor».
Agustín Ruiz: «En el caso del organillo, por ejemplo, es una muestra viva,
y la tenemos todos los días en las calles y eso es gracias a la capacidad que
ha tenido la familia Lizana para conservar, restaurar los organillos y mante-
nerlos vivos en las calles, porque en un museo no sabemos si suenan o no.
Ese es un espacio político que se tiene que ganar, por la evidencia. Respecto
a la utilidad de los reconocimientos, es relativa y cambiante. Por ejemplo,
el año 2014 se quemaron muchas casas, entre ellas la de Claudio Cortez,
organillero de la corporación. Lo único que se salvó fue su organillo y su
loro. La autoridad llegó al otro día y se constituyó una red de ayuda y entre
abril y septiembre se le construyó una casa, porque era Tesoro Humano
Vivo. Junto con eso, cuando Claudio salió en la televisión aparecieron los
animalistas y apareció el SAG con la PDI a llevarse el loro. Entonces, ¿le sirvió
esto? El problema es que esto es dinámico».
298
La escisión entre una cultura campesina y una urbana —la primera signada
también como tradicional y popular— se presentó como un conflicto, sobre
todo en las regiones que componen la zona centro del país, debido a que el
proceso de urbanización se concentró sobre todo en las grandes ciudades,
las que ofrecían mejores oportunidades laborales y económicas. El trabajo
del campo se vio desvalorizado pues representaba un modelo premoder-
no de vida, mientras que la ciudad era el espacio de la modernidad. Este
tránsito generó dos tipos de cultura: una ilustrada, ligada a las urbes, y
otra popular, vinculada al campo. Aunque estos espacios culturales no se
pueden considerar como totalizantes y homogéneos, ya que la realidad es
mucho más compleja y porosa y esta barrera no es tan radical, existiendo
entidades híbridas, como la cultura popular urbana (lo «guachaca»), sí pare-
ciera ser que estos flujos culturales se movilizaran unidireccionalmente: el
campo puede emerger en la ciudad, pero no a la inversa. Además, la cultura
campesina solo es valorada por los centros urbanos en ciertas fechas y fes-
tividades, y no en el cotidiano, siendo esta una manera más de mostrar el
desequilibrio en las valoraciones entre uno y otro espacio.
En la región del Maule, se planteó esta tensión como una queja por parte
del público, cuestionando el acceso a los procesos patrimoniales de aque-
llos(as) sujetos y localidades alejadas de los centros urbanos. Esta barrera
supone un desafío para las políticas públicas, ya que los medios institucio-
nales están diseñados para un sujeto determinado, que no considera otro
Tram a s de l a di ver si dad
Secretaria de mesa:
տտ Carolina Guzmán, profesional Unidad de Territorio, Departamento
de Patrimonio Cultural, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
300
Tram a s de l a di ver si dad
Diagnóstico
Erwin Brevis: «Hay una distancia entre nuestra música y la cultura ex-
tranjera que nos invade día a día; le prestamos oído a la cultura extranjera
y no a lo nuestro. En nuestra región se está sembrando bastante la oralidad,
la enseñanza en la escuela, prestando atención a nuestra música a través
de talleres».
Mariana Deisler: «Lo que uno puede percibir es la resistencia. Cultores
como don Luis están en una cruzada en contra del olvido y esta suerte de
caricatura que se hace respecto de la cultura popular. Cada vez tenemos
más fiestas costumbristas que están recibiendo recursos regionales y que
son parecidas al Festival de Olmué, con un enfoque de evento, espectáculo.
Aún estamos insertos en una mirada de lo popular, lo campesino, como algo
para vestir las efemérides del Estado. Una representación del Estado que se
302 traduce en el territorio, a través del municipio».
Guillermo Muñoz: «La idea mía nació hace unos siete años de mostrar la
minería artesanal, los vestigios y huellas que quedan, haciendo un museo
minero, con mucho esfuerzo. La Intendencia de la región de La Araucanía
se puso con un aporte y se logró hacer nuestro museo. Yo trabajo en comu-
nidad con la gente de la municipalidad y solo aporto como pirquinero con
lo que sé. Nosotros seguimos usando los mismos elementos que usaban
Tram a s de l a di ver si dad
los antepasados, sin contaminar los ríos, los cuidamos mucho. Una vez que
se inauguró el museo, el interés ha sido muy grande, tanto de la juventud
como de quienes promueven el turismo en la zona».
Mariana Deisler: «En los casos de Pilén, Rari, Lora y Vichuquén, hay
una tremenda fragilidad y debe haber una política de Estado, medidas de
protección permanentes en el tiempo que mantengan la continuidad de
la tradición».
Alfredo Prieto: «Así como hay un fondo de emergencia para los terre-
motos debería haber un fondo para estas prácticas patrimoniales y que
fuera regional».
Saúl Pérez: «Espacios, como por ejemplo aquellos donde se obtienen las
fibras naturales para la confección de cestería, no están protegidos, muchas
Saúl Pérez: «Las diversas comunidades que están llegando a nuestro país
—peruanos, colombianos, haitianos—, están formando nuevas culturas en
los barrios, en la zona periurbana. Contribuyen al ideario e imaginario de
la cultura popular, en la comida, música, vestimentas».
Tram a s de l a di ver si dad
Propuestas
La educación aparece en todos los coloquios regionales como el gran dispo- 309
(3) Ruiz, Raúl (2013). Poéticas del cine. Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales.
տտ Beatrice Ávalos, doctora en Educación, profesora de Historia y
Geografía e investigadora. Conferencista del Coloquio de Rapa Nui.
տտ María Ángela Peñaloza, representante del Colegio de Arqueólogos
de Chile.
Moderador:
տտ José Barraza, director del Consejo de la Cultura y las Artes, región de
Arica y Parinacota. 311
Secretaria de mesa:
տտ Constanza Muñoz, profesional de la Unidad de Extensión,
Departamento de Patrimonio Cultural, Consejo Nacional de la Cultura
y las Artes.
José Barraza: «El concepto de Estado nación le ha hecho daño al país: tra-
tar de uniformar todo y nos hemos olvidado de las particularidades locales,
muchas decisiones se toman desde el centro y se deja de lado las decisiones
que van ocurriendo en todo el territorio. Se enseña la uniformidad. Si ense-
ñáramos a partir de la experiencia local sería muy distinto. Yo también soy
profesor, si partes desde el contexto los resultados son distintos».
Beatrice Avalos: «El seremi debería tener alguna libertad de acción para
consultar sobre el tema del currículum en la comunidad. Yo creo que uno
de los problemas es la incapacidad, en países centralizados como este,
de tomar decisiones sin que venga la orden desde arriba. Adentro de los
ministerios hay varios munditos que no conversan. Ojalá que haya más
conversación entre los que están en educación, cultura y en otras áreas, y
libertad dentro de los marcos de acción para que se empiecen a recrear las
culturas locales».
Pablo Rojas: «El Estado tiene una natural destinación y los procesos edu-
cativos están en un solo ministerio, y el Mineduc asume ese rol porque
corresponde, y todo el resto tratamos de ser parte de esto con un negativo
efecto en la escuela, que es el efecto ‘árbol de Pascua’. Entonces, estamos
llegando todos a reclamarle al currículum que considere nuestra área. Así,
vamos construyendo una especie de Frankenstein en una escuela que ya
está saturada. Hay una desagregación del proceso educativo estatal, pero
mientras no se tengan capacidades reales de poder responder a los pro-
cesos locales vamos a estar en el vacío. No hay capacidades instaladas,
entonces no es posible generar un diálogo desde abajo hacia arriba, o sim-
plemente un diálogo».
315
Pablo Chiuminatto: «El punto en esto es cómo hacemos la correlación
entre lo que nosotros reconocemos ontológicamente, lo que estamos ha-
blando, y su expresión politológica o gubernamental».
José Barraza: «Lo que se concluyó en cada uno de los coloquios regiona-
les fue que la educación como vehículo de transmisión de conocimiento
tiene la posibilidad de recoger elementos de la identidad territorial. No se
determinó las instituciones que debiesen existir y qué rol deberían asumir
respecto de la educación patrimonial».
1.6 � Establecer programas en las escuelas para que operen como centros
culturales, permitiendo la integración del currículo con la cultura y el pa-
trimonio local, realizando proyectos con metodologías.
Tram a s de l a di ver si dad
1.7 � Fortalecer la labor educativa de los museos y bibliotecas, a través del es-
tablecimiento y del desarrollo de unidades encargadas de ejecutar programas
y elementos de mediación en la museografía, instalaciones y actividades.
1.8 � Fomentar y poner en valor el patrimonio arquitectónico, historia ins-
titucional y patrimonio inmaterial de los establecimientos escolares.
320 En muchos de los coloquios regionales se sostuvo que durante los últimos
años Chile ha experimentado un crecimiento turístico gracias a la expor-
tación de una «imagen país» vinculada a la diversidad de sus paisajes y su-
jetos. Esto ha sido un motor económico para varias regiones, las que ven
en este rubro un modo de desarrollo y subsistencia. Sin embargo, no existe
un consenso de cómo se debe explotar este «recurso» ni quienes deben
ser los agentes encargados de la administración, difusión y cuidado del
mismo. Por otra parte, no es posible hablar de un solo turismo, sino de una
variedad que incluye entre otros, un turismo cultural, paisajístico, étnico,
gastronómico y deportivo. Cabe señalar que estos no se encuentran aisla-
dos unos de otros, sino que comparten y muchas veces se superponen en
un mismo espacio, lo que supone un riesgo en tanto la falta de regulación
y sustentabilidad tiende a destruir aquello que se busca poner en valor.
Esta problemática se evidencia claramente en la ciudad de Valparaíso,
por ejemplo, para la celebración de Año Nuevo, cuando sus fuegos artifi-
ciales hacen que cientos de miles de turistas, tanto nacionales como ex-
tranjeros, viajen al puerto, lo que a largo plazo resulta destructivo para una
ciudad cuya capacidad habitacional y de autosustento se ve superada por
esta demanda. El conflicto se manifiesta de forma distinta en la región de
Los Lagos, donde lo que se cuestiona es la compatibilidad de un desarro-
llo agroindustrial con el de un turismo paisajístico patrimonial, los cuales
se perciben como contradictorios en tanto el crecimiento de uno supone
el menoscabo del otro —advertimos que esta es una región cuyo centro
Tram a s de l a di ver si dad
Secretaria de mesa:
տտ Cristina Gálvez, profesional de la Unidad de Extensión, del
Departamento de Patrimonio Cultural, Consejo Nacional de la Cultura
322 y las Artes.
Tram a s de l a di ver si dad
Diagnóstico
Leo Pakarati: «El sau es una canción tradicional de Samoa y hasta el día
de hoy se nos identifica con estas expresiones, a un pueblo que tiene escri-
tura, que tiene grandes monumentos megalíticos, donde hay estratificación
social, donde hay koros y nuas. En el año 1993 se filmó una película en Rapa
Nui y entonces nos regalaron el vestuario de Hollywood, porque no era
suficiente con lo que teníamos. Nos agregaron los berebere, que se usan en
los tobillos y muñecas, y se convirtió en el uniforme oficial, así bailan los
grupos de baile en la isla. El peligro de esto es que la gente siente que ese
es el vestuario rapanui, que ese es el baile de la isla, aunque sea samoano.
Entonces no existe un conocimiento de nosotros afuera y lo más terrible
Leo Pakarati: «El punto es que la comunidad defina qué tipo de turismo
quiere ofrecer y qué tipo de turista va a traer ese turismo. Rapa Nui es cono-
cida por sus playas, pero no nos interesa el turismo de playa, que es lo que
ofrece la compañía aérea que vuela a la isla. La única forma de hacer que
327
llegue la gente que a nosotros nos interesa es que suban los precios de los
vuelos. La gente que va en crucero a la isla es indiferente, porque van por
horas y a veces no pueden desembarcar y van con indicaciones expresas
de no comprar artesanía. Si la entrada a la isla se equipara con la entrada a
Galápagos te aseguro que tendríamos una situación parecida, acorde a la
capacidad de carga. Hoy, nuestro mayor problema es la gente que se va a
vivir a la isla. Claramente, el Estado tiene un rol pero también las propias
comunidades tienen que generar sus propios recursos desde la gestión de
proyectos y la ayuda privada. En la isla no nos hemos negado [a] la inversión
privada, pero hay que tener cuidado con respecto a quien se vuelve el dueño
de ese patrimonio. La inversión privada implica definir [una] línea editorial
La discusión se centra en los conflictos que genera el choque entre las for-
mas de vida y los conceptos de desarrollo de las comunidades y el mercado,
con su mirada cortoplacista, que impide el desarrollo sustentable y atenta
contra la conservación de la biodiversidad. Se pone en evidencia el riesgo
en el que se encuentra la riqueza ecosistémica en muchos casos, expuesta
al impacto del turismo, y la importancia de generar planes de largo plazo
que pongan el objetivo del desarrollo de la comunidad por sobre el desa-
rrollo turístico.
Sergio Rapu: «Isla de Pascua es un museo al aire libre que recibe al año
sobre 150.000 turistas. El impacto es grande en términos de conservación
328
y hay muchos inmigrantes continentales o extranjeros. Entonces la comu-
nidad reacciona porque esto afecta la disponibilidad de agua, el aumento
de desechos, la mayor exposición del patrimonio a la destrucción, etcétera.
El turismo llegó por Lan Chile, aumenta el número de asientos y baja los
pasajes y se llena la isla».
1.7 � Generar archivos con las investigaciones realizadas sobre los distin-
tos ámbitos, que pueden estar a disposición de la comunidad y de todos
los actores involucrados y servir de insumos para el diseño de un turismo
sustentable. Elaborar, a la vez, un inventario especial de carácter turístico,
incorporando también los atractivos naturales para desarrollar la cadena
de valor de la comunidad y su territorio.