Revisores Fiscales PDF
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SU INDEPENDENCIA MENTAL
Ángela María Ruíz Ocampo; Leidy Johanna Muñoz Londoño; Paola Andrea García
Aristizábal
"Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio"
— Proverbio Hindú
Resumen
Como consecuencia de la pérdida de independencia mental de los Revisores Fiscales, las decisiones
de los usuarios que dependen de la información y opinión de éstos profesionales no han sido
acertadas; lo que ha traído daños irreversibles a la economía del país y ha puesto en tela de juicio la
confianza pública depositada en el profesional contable. Este artículo muestra en primera instancia
las variables que infieren una amenaza a la independencia mental del Revisor Fiscal. En segunda
instancia se recopilan diferentes puntos de vista sobre la probabilidad de que una de éstas variables
menoscabe verdaderamente dicho principio. Y por último se proponen alternativas que mejoren y
prevengan la pérdida de la independencia mental del Revisor Fiscal.
Palabras clave:
Independencia mental, Revisoría Fiscal, Revisor Fiscal, confianza pública, fe pública, objetividad,
integridad, presiones administrativas.
Introducción
La Revisoría Fiscal está revestida de importantes compromisos con las organizaciones y con la
sociedad en su conjunto, es por esto que sobre la profesión recaen responsabilidades civiles e
incluso penales, debido a que debe “garantizar el correcto desempeño y la trasparencia e idoneidad
de las operaciones económicas, su sujeción a las normas legales, así como la eficacia y eficiencia de
la gestión administrativa. Todo ello sin perjuicio de la responsabilidad social con la comunidad en
protección del interés público” (Orientación profesional Ejercicio profesional de la Revisoría Fiscal,
2008) además hay que mencionar que diferentes usuarios de la información financiera, se valen en
algunos casos de los juicios y criterios del Revisor Fiscal para orientar la toma de decisiones, ya que
en cierta medida la Revisoría Fiscal aumenta el grado de confianza y credibilidad a la información
contable.
A pesar de que en las situaciones de fraude en las organizaciones la alta gerencia es por lo general
la principal responsable de éstos sucesos, lamentablemente la profesión contable y en especial la
labor fiscalizadora se ha visto envuelta y ha tomado parte de ésta problemática por el hecho de que
el Revisor Fiscal tiene la obligación moral y legal de denunciar las irregularidades que estén por
fuera de la ley y expresar en los informes dichas inconsistencias, siempre y cuando pueda
detectarlas por medio de las pruebas de auditoría que realice, y al no comunicarlas pone en
entredicho la verdadera razón de ser de la disciplina contable: dar fe pública. Una de las principales
razones que originan éstos desaciertos es la pérdida de independencia mental de los Revisores
Fiscales, puesto que es difícil concebir un dictamen fiel de la situación del ente económico si los
juicios están coartados de alguna forma, ya sea por presiones administrativas o por intereses inicuos
que ponen en riesgo la transparencia y fidelidad de la información contable.
Es por esto que se llevó a cabo el proyecto investigativo; conociendo primero los factores que
amenazan la independencia mental del Revisor Fiscal, analizando y argumentando cada uno de
ellos, para obtener así una visión objetiva acerca de las alternativas que mejoren la independencia
mental del Revisor Fiscal y buscando al mismo tiempo que éstas alternativas se adapten a las
necesidades actuales y respondan de forma satisfactoria a los cambios que se están presentando.
De ésta manera, se quiere enfatizar en este proyecto de investigación sobre la responsabilidad que
tienen los Revisores Fiscales a la hora de desempeñar sus funciones y el papel que juega la
independencia mental como garante de una adecuada labor fiscalizadora, además de exponer la
necesidad que hay actualmente de proveer a los Revisores Fiscales de independencia mental, a fin
de que ellos puedan garantizar dictámenes con transparencia y veracidad, y de paso contribuyan al
bienestar e interés de la sociedad.
Buscar alternativas para mejorar la independencia mental del Revisor Fiscal, puede sin duda,
aportar grandes beneficios a la profesión contable, ayudando a escalar posiciones y a recuperar la
confianza que tanto se ha perdido.
Horacio Zúñiga Gómez, contador público, define la independencia mental de la siguiente manera:
Precisamente el hecho de que la independencia mental sea algo no tangible, una posición que el
Revisor asume, dificulta poder evaluar el cumplimiento de la norma de actuación con
independencia, puesto que únicamente es el propio auditor quien conoce la realidad de sus
pensamientos (Díaz, 2008).
Se puede afirmar después de analizar el apunte de Peña, que el Revisor Fiscal no sólo restringe su
función a los estados financieros, él está en el deber de conocer cada detalle de la organización,
debe estar muy pendiente de cómo funciona el control interno, de los procesos misionales, enterarse
de la visión, misión y filosofía de la empresa, no es simplemente hacer parte del área financiera, es
jugar un papel decisivo dentro de todo el ente económico.
Sobre la figura del Revisor Fiscal recae la confianza pública de los usuarios de la información. En la
ley 58 de 1931 se estableció la figura del Revisor Fiscal, sus responsabilidades, sus funciones e
inhabilidades para el ejercicio de la profesión (Puerres, 2005). Esta característica de la Revisoría
Fiscal, llamada confianza pública, puede convertirse en un arma de doble filo para la profesión. La
confianza pública le brinda la posibilidad de escalar posiciones, de reflejar una buena imagen, pero
cuando no se ejerce el cargo de manera correcta es lo primero que se pierde. Los agentes externos
no le otorgan credibilidad a unos dictámenes realizados bajo manipulaciones o tergiversaciones de
la información.
Según Piedrahita (2000), la Revisoría Fiscal se interpreta como una especie de órgano público que
busca establecer equilibrio, orden y armonía entre los diferentes poderes y las actividades realizadas
dentro del ente económico. También recalca que el control es un componente fundamental de la
Revisoría Fiscal, permitiéndole un desarrollo científico y por intermedio de la auditoría realizar
procesos de intervención de las cuentas y alcanzar de esta manera el objetivo de fiscalización.
Piedrahita plantea de una manera más precisa lo que debe ser un Revisor Fiscal: un profesional
íntegro, que conoce el funcionamiento de la organización y le da valor al control interno manejado
dentro de la misma.
Otro punto a tener en cuenta es no entender la Revisoría Fiscal como un órgano que fiscaliza
después de, lo hace en el curso de los acontecimientos, el ejercicio de vigilancia y control es
permanente para disminuir o incluso suprimir todos los riesgos inherentes a la empresa.
A lo largo de la historia de la Revisoría Fiscal se han dado cambios importantes, tanto en la
normatividad, como en los enfoques que ha tenido y en la determinación de sus funciones. Todos
estos cambios alentados por un proceso investigativo, por simposios, congresos, reuniones cátedras
y encuentros de Revisores Fiscales.
Los diferentes cambios por los que ha pasado la Revisoría Fiscal no se han presentado como una
idea naciente en la profesión contable ni mucho menos como una iniciativa de los contadores
públicos que animados por el desarrollo han advertido una necesidad de cambio, no, la evolución
lenta de la Revisoría se ha debido principalmente a la respuesta que debe dar a las diferentes
necesidades de los usuarios que se han ido transformando con el tiempo, haciendo menester que
éste organismo se adapte y cambie para seguir siendo útil a la sociedad (Angulo & Zambrano,
2006).
El Revisor Fiscal como contador público tiene una gran importancia no sólo dentro de la
organización sino como parte fundamental de la sociedad, está revestido por lo tanto de una gran
responsabilidad social y civil. Tanto la sociedad, los accionistas de la empresa, como el Gobierno
depositan la vigilancia de las actividades administrativas y financieras de un ente económico al
Revisor Fiscal quien debe dar, en todas sus actuaciones y dictámenes, fe pública (Puerres, 2005).
Sin embargo de manera general, “el ejercicio de la Revisoría Fiscal en Colombia ha venido siendo
ampliamente cuestionado en razón de las dudas sobre su efectividad en el control de las actividades
empresariales” (Franco 2000, p. 191) y (Bustamante 2008, p. 157). El Revisor Fiscal ha olvidado la
responsabilidad social que recae sobre él y la fe pública que da cuando dictamina un estado
financiero, las decisiones que toma y sus actuaciones repercuten claramente en el deterioro o no de
la información financiera.
La fe pública posee ordenamiento jurídico, diferente a lo que representa la confianza pública, pues
esta última hace referencia más a lo sociológico, la primera se le otorga al Revisor por ley, la
segunda se la gana el Revisor de acuerdo con sus actuaciones y con el ejercicio de su cargo, ésta es
otorgada por la sociedad y los usuarios de la información emitida.
Dentro de los informes que se encarga de emitir el Revisor Fiscal, como son: dictamen, de
atestaciones y certificaciones, de irregularidades (cumplimiento legal) y debilidades del control
interno, y de instrucciones, debe realizar un examen crítico y objetivo tanto de la información
financiera como de los actos de la administración, está obligado a comunicar los errores o
inconsistencias que se presenten dentro de la organización y debe realizar recomendaciones a su vez
sobre los controles para contribuir a la reducción de errores. Debe rendir informes, incluyendo a la
administración, a la asamblea general de accionistas o junta de socios que constituyen el mayor
órgano dentro de la compañía, de esta manera podrá programar cuando lo vea necesario una reunión
para hacerles partícipes de la información recolectada, y de las irregularidades que ocurren.
En el papel y como teoría parece algo no tan complicado, pero llevado a la práctica representa una
tarea compleja por los obstáculos y las limitaciones con las que muchas veces cuentan los Revisores
Fiscales, incluso muchos de ellos ni siquiera son cumplidores de las normas de auditoría
generalmente aceptadas en Colombia.
Estos principios son aplicables a todo contador público siempre que desempeñe funciones de tipo
profesional, es decir, que tengan que ver con su cargo de contador público e indistintamente de otras
condiciones como por ejemplo si se trabaja de manera independiente, o para alguna empresa
pública o privada (Ley 43, 1990).
Tal como lo describe la Ley 43 en el artículo 37, el principio de independencia señala que:
Lo anterior apunta a que todo contador público que ejerza su profesión deberá acatar lo que manda
la ley, o bien deberá ser fiel practicante de los principios que allí se contemplan para las funciones
que a él le competen en el ejercicio de su profesión contable, principios entre los cuales, se
encuentra el de independencia mental, bien definido como “esencial” en las labores del contador y
siendo el núcleo de este trabajo de aquí en adelante.
GRÁFICO N° 1
De acuerdo con el pronunciamiento número siete del CTCP, la independencia de la Revisoría Fiscal
se encuentra a salvo de las distintas presiones administrativas debido a que su nombramiento es
responsabilidad única del máximo órgano del ente económico, bien sea la asamblea general o la
junta de socios; y sus funciones emanan exclusivamente de la ley.
Por otro lado la circular externa 033 de 1999 manifiesta que la independencia consiste en una
actitud mental gracias a la cual el contador público tiene la posibilidad de emitir su juicio
profesional con libertad frente a limitaciones que se basen en impedir su objetividad ante los hechos
y conclusiones.
Se entiende entonces la independencia mental del Revisor Fiscal como el ser sincero con la
sociedad y el Estado, asegurándoles que no existen lazos de ningún tipo, ni intereses de por medio
entre él y sus clientes objetos de fiscalización, que lo hagan estar de un lado o de otro. Además, la
independencia se puede concebir como lo que le posibilita al Revisor Fiscal tener un criterio limpio
y libre de ataduras sobre el desarrollo de su trabajo, o como aquello que dota al profesional de un
juicio objetivo e imparcial, basado en la realidad de los hechos. Lo dice la Ley 43 de 1990 en el
artículo 7 sobre las NAGA -Normas de Auditoría Generalmente Aceptadas-: “El contador público
debe tener independencia mental en todo lo relacionado con su trabajo, para garantizar la
imparcialidad y objetividad de sus juicios”.
Como bien se ha dicho, la independencia del Revisor Fiscal le supone libertad en sus juicios, de ahí
que surja algo para tener en cuenta: consiste en que el profesional no sólo debe ser independiente
sino que además debe demostrarlo ante los demás, es decir, debe evitar escenarios que puedan
conducir a otras personas a dudar de la libertad que posee para emitir su dictamen sobre la empresa
objeto de fiscalización (Cuéllar, 2003c).
La anterior afirmación evidencia que como profesional, el Revisor Fiscal debe tener claro que la
independencia mental abarca a varios agentes: los dueños de la empresa, los gerentes, el Estado, los
inversionistas, los acreedores de la empresa, y la sociedad en general. En esta medida es de gran
importancia que el Revisor Fiscal mantenga ese principio firme e intacto dentro de sus labores
como profesional, ya que se constituye como la base de la confianza por parte del público en
general. En otras palabras, la independencia mental le garantiza en gran medida la confianza pública
al Revisor Fiscal, y desde que en sus manos esté, debe velar por ella.
Ahora bien, para concluir es necesario señalar que el problema en este punto es precisamente
mantener esa independencia de la que tanto se habla en la Ley 43 de 1990, en la circular externa
054 de 2008 emitida por la Superintendencia financiera, en la circular externa 011 de 2008 emitida
por la Superintendencia de Sociedades, en la Orientación profesional n° 7 de 2008 del Consejo
Técnico de Contaduría Pública, que rigen y guían la profesión del Revisor Fiscal. Y se habla de
“problema” porque existen varios factores como: la elección del Revisor Fiscal, las formas de
vinculación a la empresa, la reelección del mismo, su remuneración, los diferentes servicios que
presta, y las presiones administrativas que recaen sobre él, que ponen constantemente en juego su
independencia, haciendo que se menoscabe la imagen del Revisor Fiscal ante la sociedad.
Lo anterior aplica para personas naturales y jurídicas sometidas a la ley mercantil, pero cuando no
están bajo esta ley se tendrán en cuenta, para su elección como Revisor Fiscal, los parámetros
fijados en las normas generales y en los estatutos de la empresa, así lo indica el pronunciamiento
número siete del CTCP sobre la Revisoría Fiscal. Por su parte:
Para la elección del Revisor Fiscal, el órgano competente tendrá en cuenta la hoja de vida de los
candidatos para el cargo y la propuesta de servicios (la cual debe incluir detalles de los informes
que presentará y la periodicidad de los mismos, quiénes serán parte de su equipo de trabajo y las
bases para el cálculo de sus honorarios) que debe adjuntarse a la misma; esto será así en la medida
en que antes se haya corroborado que los aspirantes al cargo de Revisor Fiscal de la empresa
cumplan con los requisitos básicos para realizar adecuadamente sus tareas y que además no estén
dentro de las inhabilidades e incompatibilidades que estipulan el código de comercio en el artículo
205, y la Ley 43 de 1990 en los artículos 50 y 51 (Supersociedades, 2008).
Es claro que “el Revisor Fiscal depende exclusivamente de la asamblea general o del órgano que
haga sus veces y debe ser ajeno a cualquier tipo de subordinación, respecto de los administradores
de la entidad a efecto de preservar su independencia”, según como lo señala la circular externa 115-
000011 emitida por la Superintendencia de Sociedades (2008, p. 645).
Tal como se dijo arriba, el Revisor Fiscal tiene una relación de dependencia únicamente con quien
lo eligió, no puede depender de la administración, ni de la junta directiva si la hay, pero surgen
inquietudes al respecto: ¿Y si el máximo órgano social de la empresa tuviera algún interés por
ocultar hechos ilegales dentro de su organización? ¿Qué podría suceder con el Revisor Fiscal que se
encuentra bajo una relación de dependencia con quien lo eligió? Puede haber factores que lleven al
Revisor Fiscal a permitir que esa subordinación vaya más allá de donde debe ir, como por ejemplo
miedo por parte del Revisor Fiscal a perder su empleo ya que puede representar su única fuente de
ingresos, o amenazas que se hagan al mismo por parte del máximo órgano social en caso de
renunciar o presentar alguna denuncia, estos son factores que pueden ocasionar una pérdida
progresiva y total de la independencia mental del Revisor Fiscal.
Por lo dicho anteriormente, no debe ser el máximo órgano social el encargado de la elección del
Revisor Fiscal, aunque se asegure que ese nivel de dependencia no debe entenderse como
subordinación (El Revisor Fiscal depende únicamente del órgano que lo eligió, 2009), ya que
situaciones como las dos mencionadas arriba pueden suceder y salirse de las manos del Revisor
Fiscal, comprometiendo así su independencia mental.
Esto queda corroborado con la respuesta de la mayoría de los Revisores Fiscales y administradores
encuestados, quienes señalan que con el propósito de mejorar la independencia mental del Revisor
Fiscal siendo persona natural o jurídica, la elección del mismo debe estar a cargo de un organismo
externo a la empresa que podría ser la Junta Central de Contadores u otro organismo
gubernamental.
¿Pero cuáles son los requisitos de la Ley 50 de 1990? Ésta ley dispone de muchos aspectos
haciendo modificaciones al Código Sustantivo del Trabajo, pero entre ellos los que interesan en este
punto son los referentes al artículo primero, el cual subroga al artículo número 23 de dicho Código,
estableciendo que para que exista un contrato de trabajo, los elementos esenciales son tres:
La circular externa 011 emitida por la Superintendencia de Sociedades en el año 2008 indica
implícitamente que habría subordinación en el Revisor Fiscal en caso de que se le vinculara por
medio del contrato laboral, esto sólo es lo que muestra la evidencia hallada en la Ley 50 de 1990.
Un poco contradictorio por parte de esta circular externa emitida por la Superintendencia de
Sociedades, pero tal vez no sea esta circular sino más bien en general las leyes existentes que rigen
la Revisoría Fiscal y regulan actualmente el contrato de trabajo como tipo de vinculación válido
para ésta figura. Ése es el problema, ¿por qué si en la práctica no se vincula al Revisor Fiscal por
medio del contrato laboral, está contemplado en la ley como válido? Más cuando se sabe y la misma
ley lo estipula, que este tipo de contrato genera dependencia, en este caso para el Revisor Fiscal.
Al respecto se hace necesario manifestar el riesgo que se corre con el hecho de que la ley regule
como modalidad de vinculación válida para el Revisor Fiscal el contrato de trabajo cuando ya se
sabe lo que éste implica en términos de su independencia mental. Debe haber un impedimento legal
para que se dé este tipo de contrato.
Las personas encuestadas en esta investigación: Revisores Fiscales en ejercicio, contadores que no
ejercen la Revisoría Fiscal, estudiantes a quienes se aplicó el instrumento, y empresarios, en su
mayoría concluyen que en efecto la vinculación del Revisor Fiscal sólo debe hacerse vía contrato de
prestación de servicios para evitar que se vea afectada la independencia mental del profesional
contable ya que este contrato no genera ninguna clase de subordinación.
Por lo anterior y en definitiva, como modalidad de contratación para la Revisoría Fiscal sólo debe
estar regulado el contrato de prestación de servicios profesionales, que aplica tanto para personas
naturales como para personas jurídicas (las Firmas de auditoría), y que no implica subordinación
alguna, por el contrario se basa en la independencia absoluta de la persona contratada para realizar
sus funciones.
Para dejar un poco más claras las diferencias existentes entre ambos tipos de vinculación
estipulados por ley para el Revisor Fiscal y para entender mejor por qué no debe estar dentro de esa
regulación el contrato laboral, se presenta como Anexo 1 un cuadro resumen elaborado por Duque
(2009), con el que se corrobora la preferencia por el contrato de prestación de servicios
profesionales para la Revisoría Fiscal como único tipo de vinculación que debe estar regido por la
ley, con el propósito de mantener firme el principio de independencia mental de dicho profesional
contable.
Nombre de
Empleador Contratante
quien contrata
Nombre de
quien presta el Trabajador Contratista
servicio
Medios con que Lo ejecuta el trabajador con medios que le Lo ejecuta el contratista con sus
se realiza suministra el empleador. propios medios.
Siguiendo con lo anterior, la ley no contempla ningún impedimento para la reelección del Revisor
Fiscal en una empresa por periodos consecutivos, siempre que no haya restricción alguna por parte
de los estatutos del ente económico, así lo señala Franco (2008) en el pronunciamiento número siete
del CTCP.
Monterrey & Sánchez (2007) hablan de que lo positivo de una duración prolongada del auditor (el
Revisor Fiscal) en la empresa es que ayuda a ahorrar costos a la misma, ya que la rotación de
auditor es costosa para las empresas, y por otro lado, permite un amplio conocimiento del cliente
con lo que viene también más experiencia en el mismo, mayor profundidad y por ende una mejor
calidad en el trabajo del auditor. Aspectos que resultan muy importantes tanto para el Revisor Fiscal
como para la empresa que recibe sus servicios, y que se ven reflejados en las respuestas de dos
grupos de encuestados: Revisores Fiscales en ejercicio y estudiantes de últimos semestres de
contaduría pública que apoyan la duración prolongada del Revisor Fiscal para obtener un mayor
conocimiento de la empresa.
El problema no radica en que se dé la reelección, sino en que se convierta en algo permanente, que
se considera cuando transcurren más de 5 años con el cargo de Revisor Fiscal (como persona
natural o jurídica) en la misma empresa. El hecho de que el periodo de vinculación del Revisor
Fiscal en la empresa se prolongue por más de 5 años puede generar una amenaza para su
independencia mental como se puede evidenciar a continuación.
Las relaciones profesionales necesitan determinado tiempo para desarrollarse, pero cuando están
constituidas ya no hay vuelta atrás. Eso puede suceder inevitablemente cuando se da la reelección
del Revisor Fiscal en una compañía por más de 5 años, se va creando cierta afinidad entre el
Revisor y algún otro profesional de la parte administrativa de la empresa, hasta llegar a conformar
una estrecha relación, incursionando así en un conflicto de intereses, lo que pone inmediatamente en
riesgo la objetividad y la independencia del Revisor Fiscal (Cuéllar, 2003b). Queda claro con esto,
que reelegir al Revisor Fiscal por más de 5 años constituye un gran riesgo para él mismo, para la
empresa y para la sociedad en general.
Con respecto a las Firmas de auditoría, tal como lo señalan Monterrey & Sánchez (2007) en su
artículo, no se trata de que la rotación obligatoria se dé para los socios y equipos de trabajo, que son
los que finalmente han profundizado en el conocimiento del cliente, ya que de ser así se estaría
volviendo a empezar bajo la misma Firma pero con un socio y un equipo diferente; se trata de
“reforzar la independencia con medidas de rotación obligatoria” para la Firma (Monterrey &
Sánchez, 2007, p. 152).
6. De la remuneración
La Ley 43 de1990 en el artículo 39 pone de manifiesto el derecho que tiene el contador público a
recibir remuneración por su trabajo, además en el artículo 46 de esta misma ley, instaura que “la
remuneración debe ser acorde a su capacidad y en relación con la importancia de cada situación”
(Ley 43, 1990), estos derechos aplican directamente al Revisor Fiscal, sin embargo en este caso en
particular es necesario revisar más a fondo la remuneración percibida por dicho profesional, ya que
por la complejidad y el conflicto de intereses a la hora de emitir los informes, la magnitud y
continuidad de la remuneración juega un papel decisorio en el juicio del Revisor Fiscal.
Según el código de comercio en su artículo 210, “la remuneración del Revisor Fiscal está a cargo de
la asamblea o junta de socios” (Código de comercio, 1971), la orientación profesional para el
ejercicio de la Revisoría Fiscal, es más específica al mencionar que “en entidades vigiladas por la
superintendencia Financiera y por la Superintendencia de Salud, se exige que el presupuesto sea
aprobado por la asamblea o junta de socios y puede ser revisado por otros entes de supervisión”
(Orientación profesional Ejercicio profesional de la Revisoría Fiscal, 2008). A pesar de que la labor
de fiscalización no depende de la administración, el hecho de que sea la misma organización la que
remunere y elija al Revisor Fiscal puede dar lugar a que se menoscabe la independencia mental
debido a que se puede dar el caso en que el interés del Revisor Fiscal esté en función del cliente,
quien le proporciona el capital o los beneficios monetarios, y en detrimento de los usuarios de la
información financiera.
Por su parte los inversionistas, acreedores, accionistas y en general los clientes externos que
dependen de la fiabilidad de la información contable, sobrellevarán las consecuencias de la pérdida
de independencia mental de los órganos fiscalizadores si éstos, en lugar de actuar en pro del bien
común, están exclusivamente a favor del cliente y en busca de conservar las relaciones laborales y
aumentar los ingresos por su trabajo.
Los honorarios o la remuneración que recibe el Revisor Fiscal se deben considerar con sumo
cuidado, ya que puede ser un factor grave que trasgrede la independencia mental del mismo; así lo
corrobora el código de ética de la IFAC al aludir sobre el riesgo de amenaza de interés personal
cuando los honorarios generados por un cliente representan una proporción muy grande de los
honorarios totales de una Firma (Cuéllar, 2003). Este riesgo es bastante significativo y tiene alta
probabilidad de materializarse en los casos cuya labor fiscalizadora sea realizada por una persona
natural, y es menos probable a materializarse cuando el Revisor Fiscal actúa mediante una Firma de
auditoría.
Lo anterior radica principalmente en el hecho de que en el primer escenario, el Revisor Fiscal que
actúa como persona natural tiene una alta probabilidad de depender de forma exclusiva del monto
otorgado por un solo cliente, lo cual puede crearle dependencia económica y en el peor de los casos
influir de forma equívoca en sus juicios, es decir, éste puede llegar a dudar en emitir opiniones
desfavorables de la compañía por la preocupación de perder sus únicos ingresos y así ver afectada
seriamente su situación económica.
En el caso de las grandes Firmas, las situaciones de dependencia económica son más difíciles de
presentarse e incluso de tolerarse, debido a que la prestación de los servicios no se limita a unos
pocos clientes, Benito Arruñada en su libro menciona: “si el auditor tiene muchos clientes, el
beneficio de la complacencia en la relación individual significará muy posiblemente un gran
perjuicio en las relaciones con el resto de los clientes -una pérdida de reputación, un mayor riesgo
de litigios-” (Arruñada, 1997, p. 31).
A pesar de que las Firmas de auditoría, especialmente las Big Four, sean menos propensas a
depender de los ingresos de un solo cliente, también se han presentado casos emblemáticos donde
los honorarios recibidos por los auditores han sido cuestionados por alentar la pérdida de
independencia mental; un caso ejemplar es el de Enron, donde a pesar de que los responsables
directos del colapso de la empresa fueron los altos directivos de la misma, la labor de auditoría
también tuvo repercusiones negativas y los honorarios que recibía la Firma Arthur Andersen por
parte de Enron, fueron puestos en tela de juicio; no solo por recibir ingresos por labores de
auditoría, sino también de asesoría. Así lo manifestó un artículo de prensa de El País:
Por su parte, autores como el doctor Perdro Albitos, Jorge E. Pereira, Jhon Coffee, han culpado en
gran medida a las cuantiosas sumas que recibió la Firma de auditoría Arthur Andersen por concepto
de honorarios, como causante de la pérdida de independencia mental, éstas son algunas de las
afirmaciones:
“Es un hecho lamentable. Los auditores cobraban honorarios exorbitantes y ahora se duda si éstos
estaban dados por la calidad del trabajo o eran el precio de mirar para otro lado” (Albitos, 2000);
Pereira también afirma:
Por otro lado Coffee manifiesta que “los servicios de auditoría y consultoría por parte de una misma
Firma proporciona al cliente una herramienta disciplinaria con la cual puede tanto seducir como
amenazar a la Firma”, además dice que “la combinación de estos servicios incrementa el poder de la
compañía sobre sus auditores” (Coffee, 2005, p. 196).
Por otro lado, la cuestión de la remuneración ha sido centro de debates y en muchos casos pone en
duda la credibilidad de los juicios de la Revisoría Fiscal, los últimos acontecimientos de corrupción
como es el caso del grupo Nule y el cartel de la salud, han deteriorado seriamente la confianza
pública de la disciplina contable y así lo denuncia la revista Dinero cuestionando la tarea de los
auditores y Revisores Fiscales al ser ellos quienes “representan la primera línea de defensa del
sistema frente a los abusos que los administradores pueden cometer contra los ciudadanos a través
del mal uso de recursos públicos” (Dinero, 2011, parra 2). Frente a este tema Miguel Santamar cree
que:
A pesar de que es claro que existen contrariedades y conflictos de interés cuando hay excesiva
dependencia económica entre el Revisor Fiscal y su cliente, a este problema también se le agrega la
carencia de regulaciones concretas o precisas para evitar que el salario percibido por el profesional
quebrante la independencia mental, además existe poca regulación y pautas dirigidas directamente a
la Revisoría Fiscal para mejorar dicha independencia, hecho que resulta absurdo e inadmisible ya
que son éstos profesionales quienes contribuyen o deterioran la seguridad de la información
contable y al no estar debidamente regulados pueden hacer mucho daño a la sociedad. Rafael
Franco Ruiz, en su publicación Réquiem por la confianza, atribuye la causa de la crisis de confianza
a la “desregulación de la economía, la laxitud de las prácticas de auditoría, la flexibilidad de normas
contables permisivas de tratamientos alternativos de las transacciones y la relativización de la
independencia de los contadores” (Franco, 2000, p. 1).
Lo anterior es cierto y ha sido ignorado por muchas entidades colombianas y Firmas contables que
pasan de largo las incompatibilidades e inhabilidades de la Revisoría Fiscal y en muchos casos se
han “resistido a la regulación e impedido cambios fundamentales, tendientes a garantizar la
independencia” (Franco, 2000, p. 6), además la flexibilidad y los grandes vacíos normativos han
sido aprovechados y aventajados por las organizaciones e incluso por la misma profesión contable
para salir ilesa de los escándalos de corrupción que se vienen presentando o lo que es peor utilizan
el dinero y las influencias para malversar la realidad de la información contable, atribuyendo fuerza
y valor a la frase de Rafael Franco: “en nuestra altamente competitiva economía son cada vez más
las empresas que realizan maniobras financieras que sobrepasan los límites éticos, pero no
sobrepasan los límites de la normatividad” (Franco, 2000, p. 6).
Teniendo en cuenta la afirmación anterior, surge además el problema del Lowballing, es decir
Firmas que cotizan honorarios muy por debajo de lo debido, para poder sostenerse en un mercado
competitivo y esperar en futuros contratos recuperar el dinero perdido. Estas prácticas sin duda
ponen en riesgo la efectividad y el alcance del trabajo realizado ya que afectan la calidad del trabajo
de auditoría.
Como se ha mencionado los honorarios en grandes cuantías provenientes de un solo cliente, pueden
poner en duda la independencia mental del Revisor Fiscal, sin embargo el hecho de que los
Revisores Fiscales gocen de buena remuneración y que la mayor parte de los ingresos provengan de
un solo cliente, no da paso inmediato a que se esté socavando la independencia mental ya que en
muchos casos el tamaño de la entidad a ser fiscalizada, la complejidad o circunstancias de la
fiscalización, hacen necesario una cuantiosa remuneración, para satisfacer de manera integral las
necesidades de información que suministran los entes competentes, es decir no se trata de
desmejorar los honorarios del profesional o de degradar la profesión, ni mucho menos aún de
exponer las compañías a riesgos injustificados como lo inhibe el artículo 45 de la Ley 43 de 1990 al
prestar servicios ineficientes con el único fin de reducir los costos de los servicios de fiscalización y
control (Ley 43, 1990).
El código de ética de la IFAC expone con respecto a los servicios profesionales, el caso en que el
contador profesional “cotice sus honorarios menos que otro” dicha actuación no es precisamente
anti-ético, sin embargo, podrían haber amenazas al cumplimiento con los principios fundamentales
que surjan del nivel de honorarios establecidos, además de lo anterior se podría presentar lo que se
llama competencia desleal y peor aún se estaría cotizando un valor sin mediar el alcance e
importancia que requiere la labor (Carvajal, 2003). La Junta Central de Contadores llama la
atención a los profesionales contables que pactan como honorarios sumas irrisorias sin medir el
alcance que la profesión conlleva, especialmente a los que aceptan encargos para el ejercicio de una
Revisoría Fiscal (Circular externa 013, 1994).
El Consejo Técnico de la Contaduría Pública, en la orientación profesional del Revisor Fiscal pone
de manifiesto en el punto 11.7 sobre el periodo y remuneración del Revisor, que como mínimo los
honorarios deben ascender a tres (3) salarios mínimos legales mensuales vigentes, además la Junta
Central de Contadores ha insistido a los profesionales de la contaduría pública, para que exijan
como contraprestación por sus servicios, unos honorarios equivalentes a la responsabilidad que el
cargo o la tarea conlleva, lo cual es racional ya que la Revisoría Fiscal es una institución majestuosa
que:
Entonces se puede evidenciar que la función fiscalizadora puede verse profundamente afectada no
solo por organizaciones que a toda costa están dispuestas a ofrecer honorarios bastante altos o dicho
de otro modo, comprar la independencia mental del Revisor Fiscal para ganar reputación o esconder
los desaciertos de la administración, sino también por el mismo profesional que se encuentra
expuesto e inseguro a emitir valoraciones en contra o advertir sobre posibles cifras erróneas o
inexistencia de determinadas transacciones por temor a perder su puesto tan bien remunerado. El
otro caso que afecta la profesión es el caso que menciona Shyam Sunder en su libro Teoría de la
contabilidad y el control y es que los auditores para maximizar su remuneración neta, realizan un
trabajo con poco esfuerzo, que expone a grandes riesgos al cliente, debido a inadecuadas
declaraciones materiales en los informes presentados (Shyam, 2004).
Es pues necesario analizar los honorarios que percibe el Revisor Fiscal y la forma como provienen,
para evitar que los profesionales actúen a favor de los intereses particulares de un cliente, lo que
trae grandes costos y desventajas a la sociedad y por otro lado perjudica seriamente la profesión
fiscalizadora al perderse la confianza en su labor; con ésta perspectiva el Revisor Fiscal está
llamado a cuestionar seriamente su remuneración, para establecer de manera acertada si la
independencia mental ha sido menoscabada, aunque la sola normatividad no es efectiva si no existe
conciencia del hecho, de que la razón de ser de la profesión no la constituye la cuantía de la
remuneración sino la vocación de prestar el mejor servicio y contribuir con la sociedad y el interés
público.
La prestación de otros servicios a los clientes es otro factor que expone la independencia mental del
Revisor Fiscal y a su vez pone en tela de juicio la efectividad de la función fiscalizadora. La ley 43
de 1990 expresa que:
El código de comercio, también alude a que “no podrán ser Revisores Fiscales quienes desempeñen
en la misma compañía o en sus subordinadas cualquier otro cargo” (Código de comercio, 1971,
artículo 205 numeral 3).
A pesar de que en Colombia existen reglas claras que prohíben al Revisor Fiscal la prestación de
servicios diferentes al de fiscalización, es importante mencionar que no existen medidas que
garanticen que ésta normatividad se aplique; en el caso de Revisores Fiscales que actúan como
personas naturales, esta norma puede violarse fácilmente, debido a que sus funciones son más
difíciles de controlar y existe mayor presión y control de la administración sobre éste.
En las pequeñas y medianas empresas, es donde posiblemente se da la figura del Revisor Fiscal
persona natural, en estos casos, donde las utilidades son reducidas y el personal es poco calificado,
el Revisor Fiscal es un blanco propicio para que la administración le solicite asesoría sobre diversos
temas contables y administrativos, debido a que el profesional está revestido de facultades y
conocimientos sobre el ente que fiscaliza, lo cual se traduce en un riesgo probable de auto-revisión
que influye negativamente en la independencia mental, ya que no se puede vigilar y evaluar
racionalmente las funciones que uno mismo realiza. Bajo este mismo escenario, el peligro también
radica en que en muchos casos los administradores o funcionarios de las empresas buscan
sugerencias dolosas para esconder o disimular pérdidas, evadir la carga tributaria, entre otras, para
su propio beneficio y sin importar los demás individuos involucrados, dichas presiones
administrativas contrarían la ética de la disciplina y por consiguiente deterioran la independencia
mental, lo cual nace en primera instancia por el hecho de apartarse de las funciones propias para
encaminar otras que en vez de dar valor a la empresa, la destruyen.
En el contexto de las Firmas de auditoría, la prestación de otros servicios se puede ejercer siempre y
cuando se designe personal diferente para realizar cada función. En la práctica, las Big Four
cuentan con diferentes unidades de servicio, sean de asesoramiento, impuestos, responsabilidad
social y corporativa, entre otras, que son ofrecidas a los clientes a través de una razón social
diferente, sin embargo esta cuestión ha sido centro de debate y ha suscitado muchas críticas a su
alrededor.
Una de las discusiones que alertan una pérdida de independencia mental por la posibilidad de que
las Firmas de auditoría puedan prestas servicios de consultoría es el caso en que se “combinan la
prestación de servicios fiscales, laborales, legales, de consultoría u otros con la práctica de la
auditoría de cuentas, que en muchas ocasiones constituye solamente una extensión complementaria
a las actividades profesionales principales”. (Sanchez, 2007, p. 122) En éstos casos se corre el
riesgo de auto revisión y se disminuye el alcance y calidad del trabajo realizado.
Otro de los motivos por los cuales la prestación de otros servicios diferentes al de auditoria por
parte de una Firma, puede afectar seriamente la independencia mental del profesional, es cuando la
prestación de estos servicios originan ingresos excesivos e incluso mayores a los propios de
auditoría, ya que en estos casos la dependencia económica y el interes de conservar estas ventajas,
pueden ocasionar un conflicto de intereses.
Lo anterior es refutado por la investigacion realizada por estudios gerenciales, donde afirman y
sostienen la posición de diferentes autores como Firth (1997), Caplan (2000), Kirschenheiter
(2000), Center for Accounting Ethics Workshop (2000), Bastante (2001), Myring (2003), Bloom
(2003), Ruddock (2006), Mayhew (2003); Nice (2004), Trompeter (2004); los cuales sustentan que
en aquellos casos que los auditores realizan una gran cantidad de servicios adicionales puede
resultar conflictiva porque:
El caso de Enron, empresa de energía con sede en Houston, Texas fue motivo de numerosos
escándalos financieros por el hecho de maquillar la contabilidad e hizo cuestionar la independencia
mental del grupo de auditores de la compañía. Aunque la responsabilidad de este gran desfalco fue
directamente de los altos directivos de la misma corporación, el hecho de que la Firma Arthur
Andersen prestara servicios de auditoría y además de asesoría y por este último concepto los
honorarios fueron inclusive mayores: “Enron pagó a Andersen US$27 millones adicionales por
otros servicios, incluido trabajo tributario y de consultoría” (Weil, 2001, parra 13) lo que suscitó
numerosas críticas sobre la pérdida de independencia mental que motivó la ocultación de
información comprometedora a los usuarios de la información, pues los informes no señalaban
ninguna salvedad. Además hay posturas que sostienen que “cuando una Firma concentra muchos
intereses económicos en un cliente, la posición de la misma ante conflictos de interés es vulnerable
y, por tanto, la probabilidad de colusión aumentaría” (García, 2003, p. 36-37).
Éste es un claro ejemplo del peligro que enfrenta la profesión al involucrarse en asuntos ajenos a la
propia labor de control y fiscalización, Rafael Franco también hace alusión en su publicación
Réquiem por la confianza sobre el tema de la independencia al citar que:
La administración puede muchas veces tratar de influenciar sobre la opinión emitida o el dictamen
presentado por el profesional contable, ejerciendo muchas presiones, una de ellas puede ser incitar
al Revisor Fiscal a cambiar de opinión, ofreciéndole incentivos económicos a cambio de emitir una
opinión favorable.
De acuerdo con los resultados obtenidos en las encuestas, la principal manera de la que se puede
valer la administración para ejercer presión es a través de los honorarios o incentivos económicos,
ya que al no existir subordinación por parte del Revisor Fiscal hacia la administración, ésta no
puede valerse de amenazas sobre despido o desmejorar las condiciones laborales, es así como a
través de chantajes económicos o tal vez emocionales puede atacar la independencia.
Es muy difícil para el Revisor Fiscal identificar acciones fraudulentas dentro de la organización,
principalmente porque la mayoría de las veces son producto de colusiones o incluso hay
participación de la misma administración que engaña al Revisor con documentos falsos que las
pruebas de auditoría financiera no detectan.
La administración se puede valer de muchos métodos para engañar y desviar del proceso al Revisor
Fiscal, incluso existen muchas estrategias utilizadas por los gerentes para alienar y restar
independencia mental y objetividad a la opinión emitida, es acá donde el Revisor debe privilegiar el
interés público sobre el interés particular y debe recordar su compromiso con la sociedad.
Cabe aclarar que el Revisor Fiscal no es responsable de los actos de la administración, ni tampoco
de los errores o fallas que se presenten dentro de la organización en el ejercicio de su función, pero
no se puede desligar responsabilidad, si éste advierte que el curso de las operaciones no marchan
debidamente, y no lo comunica con los entes gubernamentales ni al máximo órgano de la sociedad,
entonces estaría incurriendo en una gran falta a su responsabilidad (Ley 43, 1990, art. 41).
Cuando se habla de persona jurídica, una Firma de auditoría, la presión que puede llegar a ejercer la
administración no es muy diferente de la que hace con la persona jurídica, aunque las Firmas
pueden verse bajo la óptica de mayor independencia, a la hora de sobornar o entregar honorarios
mucho más altos por ejemplo, las personas designadas por la Firma para prestar el servicio
fácilmente se pueden ver involucradas en un problema de parcialidad en las pruebas que realiza y en
los informes que emite.
También es válido resaltar que de igual forma que la administración puede encubrir acciones
fraudulentas, cuando el Revisor Fiscal actúa bajo la personería natural, igualmente se puede hacer
para la personería jurídica.
Además la figura del Revisor Fiscal está sujeta a cuatro grandes responsabilidades: la primera es la
responsabilidad civil, es decir, frente a la sociedad en el cumplimiento de sus funciones. La segunda
es la responsabilidad disciplinaria, cuando tenga fallas frente a la ética profesional, es la Junta
Central de Contadores la encargada de imponerle sanciones y de estar en permanente vigilancia. La
tercera constituye la responsabilidad administrativa, cuando el profesional no realice su trabajo de
forma íntegra y responsable y tenga marcada negligencia en su desempeño, debe ser sancionado
administrativamente, dicha sanción la emite la superintendencia de sociedades. La última
responsabilidad es la penal, se podría decir que frente a su no cumplimiento se presenta una sanción
mucho más grave que las anteriores, puesto que se habla de años en prisión frente a la no
preparación, difusión y genuino dictamen de los estados financieros (Cuéllar, 2003a).
El profesional contable debe conocer a cabalidad el código de ética profesional y todas las
disposiciones legales que hablan sobre conservar su independencia, a la vez que debe estar
consciente de las consecuencias derivadas de un mal ejercicio de su cargo. Debe tener claro que su
responsabilidad es más social, y que primero está su integridad profesional antes que los intereses
particulares de una administración.
9. De las incompatibilidades e inhabilidades del Revisor Fiscal
Las inhabilidades e incompatibilidades del Revisor Fiscal tienen diferentes acepciones. La primera
tiene que ver con una condición legal del profesional que le impide ser nombrado y ejercer el cargo,
cuando dicha inhabilidad no es acatada repercute en una sanción disciplinaria por parte de la Junta
Central de Contadores.
La segunda hace referencia al hecho o circunstancia imprevista que nace en el desarrollo de una
actividad e impide seguir ejerciendo el cargo, y cuando se presente inmediatamente el Revisor
queda imposibilitado para realizar su función, al no acatar esta prohibición estaría violando
disposiciones legales y pronunciamientos de organismos que rigen la profesión.
Dentro de las inhabilidades presentadas para asumir el cargo de Revisor Fiscal en una compañía, el
código de comercio y la Ley 43 de 1990 se refieren a las siguientes:
Si el Revisor Fiscal debe constituir un ente autónomo dentro de la empresa que conserve siempre su
independencia, no debe estar afectado por ninguna de las anteriores inhabilidades puesto que
repercute directamente en la calidad de su trabajo y en la imparcialidad de sus juicios, por ejemplo:
si el Revisor Fiscal persona natural o jurídica son asociados de la empresa a la que prestan el
servicio o de una empresa subordinada o afín, es evidente que evitará a toda costa emitir dictamen
con salvedad o adverso en caso de encontrar suficiente evidencia no la tendrá en cuenta porque sus
intereses se ven amenazados con una opinión de este tipo.
Otro ejemplo que sirve para ilustrar lo inconveniente de la ejecución del trabajo de un Revisor que
posea una inhabilidad, es el hecho de que exista parentesco entre el Revisor Fiscal que presta el
servicio o que la Firma tenga en la compañía algún interés sentimental involucrado, en estos casos
no se puede confiar en una opinión objetiva, porque puede llegar a primar más el lazo sentimental o
familiar que la independencia mental en el momento de realizar el dictamen.
Teniendo en cuenta las opiniones de las personas que fueron encuestadas, la incompatibilidad más
señalada que afecta la independencia mental del Revisor Fiscal, es la de parentesco o algún lazo
afectivo con una o varias personas dentro de la empresa que va a ser evaluada.
Otra razón según los encuestados para menguar la independencia reside en la participación
accionaria o cuotas de capital por parte del Revisor Fiscal o la Firma de auditoría, que es
incompatible para realizar un trabajo transparente e imparcial.
El máximo órgano social, debe trabajar fuertemente en evitar que las inhabilidades o
incompatibilidades se materialicen, antes de designar al Revisor Fiscal debe cerciorarse que él
mismo no tenga intereses particulares involucrados al momento de ejercer su cargo, porque dichos
intereses chocarán con el buen desempeño y el trabajo transparente e independiente, siendo de un
aporte nulo para el mejoramiento continuo que debe presentar cualquier organización.
El Revisor Fiscal debe ser consciente de su responsabilidad disciplinaria y las consecuencias que
debe asumir si ejerce el cargo bajo alguna inhabilidad, debe conocer perfectamente las
disposiciones legales y las sanciones impuestas por la Junta Central de Contadores a aquellos que
incumplan con lo que está establecido en la ley.
La fe pública es dada por el Revisor Fiscal, y es una facultad que le otorga el Estado. Consiste en
una forma representativa de la verdad, la cual se logra y se plasma en la documentación que se
exhibe, que equivalen a los papeles de trabajo del Revisor y que además tienen importancia jurídica
al tener la virtud de garantizar la veracidad de los detalles relatados (Piedrahita, 2000).
Cuando el Revisor Fiscal da fe pública de los actos de los administradores y demás agentes, y de los
estados financieros de un ente económico lo debe hacer con objetividad e independencia total. Pero
por qué se afirma esto? Es simple, pero delicado y trascendental.
La ley le confirió al Revisor Fiscal la facultad para dar fe pública, y por tanto esto tiene un gran
alcance legal. Las responsabilidades de ésta figura pública son muy grandes y comprometen a toda
la sociedad en general, porque el Revisor Fiscal mediante su firma da fe pública sobre los actos que
son de interés para inversionistas, Gobierno, acreedores y empleados, y que inciden a nivel general
en toda la comunidad.
Para ser más explícitos con respecto a lo anterior, vale la pena citar lo siguiente:
Dicho esto, queda muy clara la magnitud de la responsabilidad de la cual se haya investido el
Revisor Fiscal al dar fe pública. Y al mismo tiempo se hace evidente que si las acciones del Revisor
Fiscal están coordinadas con sus principios, en especial el de la independencia mental, se
garantizará por lo menos de este lado la contribución al desarrollo social y económico del país.
Cuando el Revisor Fiscal tiene a su favor la confianza pública, esto significa que las personas
confían en la objetividad de la información que emite con respecto a la legalidad o no de los actos
administrativos, a la eficiencia o ineficiencia de los procesos de trabajo, y a la efectividad o carencia
de ésta de los sistemas de control organizacional.
La Revisoría Fiscal ha sido una institución en crisis, y esa crisis se sintetiza en varias razones o
causas, entre ellas se encuentran la ausencia de independencia mental, y la falta de credibilidad
(Franco, 2000). Si se mejora la independencia mental, el Revisor Fiscal dará fe pública de acuerdo a
como lo ordena la ley, y por ende se hará acreedor de la confianza pública, lo que de paso y muy
satisfactoriamente beneficiará a todo el país.
El Independence Standards Board, ISB (2000) define la independencia del auditor como “la libertad
de presiones y otros factores que comprometen, o pueden razonablemente comprometer, la
habilidad del auditor para tomar decisiones no sesgadas”. (Monterrey & Sánchez, 2007, p. 124)
Por otra parte, la independencia mental supone, una actitud por parte del auditor que le permite
actuar con libertad en su juicio profesional, éste no debe permitir ninguna predisposición que atente
contra su imparcialidad (Viloria, 2009).
En el ámbito de las NIAs, Blanco señala que la independencia en la apariencia consiste en:
El evitar hechos y circunstancias que sean tan significativos de manera que un
tercero razonable e informado, que tenga conocimiento de toda la información
relevante, incluyendo las salvaguardas aplicadas, concluiría razonablemente
que se ha comprometido la integridad, la objetividad o el escepticismo
profesional de una Firma, o de un miembro del equipo de aseguramiento.
(Blanco, 2006, p. 1235)
Es interesante el planteamiento de Blanco en el marco de las NIAs, debido a que no sólo trata el
término de independencia de la mente que consiste en emitir juicios desvirtuados de parcialidad,
sino que también hace referencia a una independencia percibida por los usuarios de la información
financiera, es decir, el auditor debe trabajar para que esos usuarios perciban su labor como
transparente e interpreten que los estados financieros son razonables, en otras palabras el auditor
debe generar confianza pública.
Incluso el planteamiento anterior es bastante afín al de Pereda & Alvarado (2001) que conciben la
independencia como una combinación entre la cualidad individual del contador de actuar sin
prejuicios o sesgos y la percepción de la sociedad de que se actúa bajo ese contexto.
El código de ética de la IFAC, hace alusión a ciertos factores que amenazan la independencia
mental del auditor, entre los que se pueden mencionar:
La relación cercana o afectiva del auditor con algunos miembros de la empresa, participación en la
junta directiva de la empresa auditada, que el Revisor Fiscal recientemente haya prestado servicios
de valoración, auditoría interna, diseño de sistemas de información; la falta de rotación del personal
de la Firma de auditoría en una misma empresa, los honorarios exagerados u obsequios de valor
significativo por parte de la empresa auditada hacia algún miembro de la Firma (IFAC, 2009).
Claramente se destaca la similitud entre los factores mencionados por la IFAC y las inhabilidades
presentadas en la normatividad colombiana, coincidiendo a la par con las respuestas dadas por los
encuestados cuando se les preguntó sobre los factores que disminuyen la independencia mental,
todos mencionaron al menos alguno de los factores establecidos por la IFAC.
Siguiendo con los factores que afectan la independencia del auditor externo en el marco
internacional de las normas de auditoría, se ha venido actuando en otros países con respecto a dos
de ellos, se trata de la prestación de servicios adicionales a la misma empresa y de la reelección de
las Firmas de auditoría. Básicamente se habla de prohibir que se presten servicios adicionales y de
crear un sistema de rotación obligatoria.
En el año 2003, la Ley Sarbannes-Oxley estableció en su sección 201 un cuadro exhaustivo sobre
las prohibiciones concernientes a la prestación de servicios adicionales, lo cual hizo parte de una
extensión de la ley 33-7919 de la SEC para entrar en vigor a partir de octubre del año mencionado.
La respuesta a la pregunta anterior es sin duda afirmativa; el caso en particular de Enron, la empresa
de energía texana, es muestra de las consecuencias de la pérdida de independencia mental que han
hecho que se cuestione la efectividad de la labor fiscalizadora. En la XXVI conferencia
interamericana de contabilidad el caso Enron es considerado un caso emblemático donde se
evidencia la pérdida de confianza en la profesión, donde se afirmó lo siguiente:
En Colombia también se puede ser testigos de las consecuencias negativas que enfrenta la profesión
por hechos que tienden a generalizarse y perjudicar la imagen general de la disciplina contable, el
caso del grupo Nule, no solo afectó la economía del país, sino que cuestionó la credibilidad y la
función de vigilancia y control de los Revisores Fiscales. El periódico El tiempo da a conocer el
caso en uno de sus artículos, así:
No solo los Revisores Fiscales son responsables de los escándalos de corrupción, pero
inevitablemente al ser la Revisoría Fiscal la facultada para garantizar la transparencia de la
información contable y para evaluar la función de los administradores, es sin duda la que más
participación tiene en este asunto.
Lo anterior y muchos casos más son muestra del peligro que se corre al perderse la independencia
mental del Revisor Fiscal, ya que son varios los usuarios que dependen de los juicios y opiniones de
éstos profesionales, sobre la información financiera para orientar la inversión y el ahorro. No solo
los afectados por la carencia de independencia mental del profesional contable son los
inversionistas, sino que los actos fraudulentos de las empresas que no son denunciados, afectan
seriamente la economía y bienestar de la sociedad.
Para que la tarea de la Revisoría Fiscal sea efectiva se requiere de profesionales éticos, con
conciencia social, perceptivos de la importancia y repercusión de su labor en la comunidad, además
se necesitan bases reglamentarias sólidas para regular la profesión y así evitar o castigar los hechos
que están por fuera de los lineamientos establecidos. Sin embargo la sola disposición de normas no
es efectiva, si no se dan esfuerzos por hacerla cumplir. Franco atribuye una parte en este asunto al
advertir:
Esto es solo una muestra de los desenlaces que traen consigo los vacíos normativos y la falta de
ética de los profesionales.
Desvirtuar la realidad económica de las organizaciones es una secuela de la extinción de la
independencia mental del contable e impactará seriamente la confianza pública otorgada a la
profesión y terminará actuando en el escepticismo de los inversionistas a la hora de tomar
decisiones. Más allá de las consecuencias económicas a falta de independencia, el contable suscita
ante el mundo dudas sobre la efectividad de su labor.
En primer lugar es necesario que la normatividad de la Revisoría Fiscal dé un giro. Es decir, que las
diversas normas que regulan esta profesión sean agrupadas para dar al Revisor Fiscal una guía
normativa completa que le ayude a conocer a fondo tanto sus características, como sus funciones,
sus responsabilidades pero también sus derechos, ya que hay muchas falencias en la normatividad
vigente que se consideran causas del deterioro de la independencia mental del Revisor Fiscal, por lo
que son a menudo muy criticadas.
Entre las falencias de las normas vigentes que siendo reformadas ayudarían a mejorar la
independencia mental del Revisor Fiscal (como persona natural o jurídica), están las siguientes:
a. Elección
No debe ser el máximo órgano social de la empresa el encargado de tan importante elección, esta
responsabilidad debe estar a cargo de un órgano totalmente externo e independiente a la
organización. Esto, porque como sabemos según la norma colombiana es la mayoría absoluta la
encargada de elegir al Revisor Fiscal, ¿y si la empresa no está operando de forma correcta y
transparente? ¿Y si necesitan elegir a determinado Revisor porque es de confianza y están seguros
de que no va a estropear los objetivos verdaderos que tiene los dueños de la empresa, que no son
para nada legales? Y si se trata de un objeto social que está cubriendo el real, que no está dentro de
los términos de la ley? Son aspectos que tienen que ser pensados, contemplados y analizados para
definir quién debe elegir al Revisor Fiscal.
Por eso, se propone que se designe a un órgano como la Junta Central de Contadores o alguna
entidad gubernamental que garantice total imparcialidad con la empresa y que se preocupe por el
bienestar de la sociedad, con el fin de que a la hora de elegir al profesional contable que fiscalice lo
haga con la firme convicción de que será alguien capacitado a nivel educativo y con experiencia
suficiente para realizar sus funciones con total independencia mental y objetividad, además de los
otros principios que deben acompañar siempre su labor.
b. Vinculación
Es simple. Se trata de regular como única forma de vinculación válida para el Revisor Fiscal el
Contrato de Prestación de Servicios Profesionales, ya que éste le garantiza su independencia total
del ente vigilado y del órgano que lo contrata, y en esa medida el Revisor Fiscal se sentirá protegido
por la ley para cumplir sus funciones con la independencia mental intacta para emitir sus juicios
sobre la empresa a la cual presta sus servicios. Y claro está, se debe suprimir de la ley el contrato
laboral como opción de vinculación para el Revisor Fiscal.
El vínculo contractual se realizará entre Revisor Fiscal y el órgano encargado de su elección.
c. Periodo y remoción
Se propone un periodo de 5 años para que el Revisor Fiscal permanezca en la misma empresa. De
este modo se logra dar al Revisor Fiscal certeza sobre el tiempo que permanecerá en la organización
y que tendrá para realizar sus funciones, así mismo, es un tiempo adecuado para que éste
profesional conozca a profundidad la empresa y gracias a esto logre mejorar la calidad de su trabajo
de auditoría.
Es válido resaltar que al darle esta estabilidad al Revisor Fiscal por cierto periodo en una empresa,
pone fin a que este profesional llegue hasta el punto de desvirtuar su independencia mental con tal
de asegurar su reelección por un periodo más. Además, es importante que el periodo de reelección
del Revisor Fiscal no supere el propuesto, ya que así se evita que las relaciones entre
administradores y Revisores se estrechen y se incurra en problemas de independencia mental que
serán difíciles de solucionar con una constante reelección.
Los honorarios serán pagados por el órgano que contrató al Revisor Fiscal para que prestase sus
servicios en determinada empresa. Se propone que para que no se caiga en un nuevo problema de
honorarios y tarifas desiguales, se estandaricen las mismas de manera que haya uniformidad en el
cobro de los servicios de fiscalización, y por supuesto que sean tarifas justas que estén conforme a
las capacidades técnicas y/o científicas del Revisor Fiscal tal como lo establece el artículo 46 de la
ley 43 de 1990. De esta manera, las empresas a las que se presten los servicios de fiscalización
deberán pagar por dichos servicios pero no directamente al Revisor Fiscal sino al órgano que ha
contratado a dicho profesional, para esto deberá haber una reglamentación que así estipule el pago
de los honorarios entre órgano gubernamental, empresa fiscalizada y Revisor Fiscal.
Con lo anterior se logra que el Revisor Fiscal no tenga que poner en detrimento su independencia
mental por conservar los ingresos que le significa determinado cliente, ya que sus ingresos serán
seguros por el periodo que lo elijan y serán estándares con el resto de Revisores Fiscales. Además,
se logra que no sea la misma empresa quien remunere al Revisor Fiscal, manipulando muchas veces
los juicios del profesional contable según intereses particulares dentro de la organización.
Que quede claro que en la propuesta que se hace el mismo Revisor Fiscal no podrá prestar varios
servicios a la misma empresa que pongan en juego su independencia y objetividad de criterio.
f. Capacitación y experiencia
Antes que nada el Revisor Fiscal deberá poseer los conocimientos suficientes en este campo
profesional, tanto a nivel educativo como a nivel de experiencia. Por lo anterior se propone que sólo
pueda ejercer como Revisor Fiscal el contador público titulado que tenga experiencia como mínimo
de 5 años en labores contables. Esto favorece la independencia mental del Revisor Fiscal en el
sentido de que entre más conoce a profundidad su profesión, el Revisor sabrá con mucha claridad
cómo proceder ante ciertas situaciones que puedan poner en peligro este principio. Indudablemente
la experiencia puede ayudar mucho a que el Revisor Fiscal sepa utilizar los instrumentos legales
que tiene para defender su independencia y objetividad en sus juicios.
Conclusiones
Es un hecho que existe una gran variedad de factores que amenazan la independencia mental del
Revisor Fiscal, es por ello que no se puede ser indiferente a la problemática, conflictos y presiones
que experimentan los profesionales y caer en la creencia ingenua de que, el contador público en el
ejercicio profesional, mantiene total independencia.
La confianza pública del profesional contable ha estado en tela de juicio y se ha desvirtuado como
consecuencia de la pérdida de independencia mental de algunos profesionales y ha provocado
escepticismo sobre la verdadera efectividad de la labor fiscalizadora. Por lo cual se puede concluir
que para fortalecer la confianza pública, es necesario primero, mejorar la independencia mental del
Revisor Fiscal, puesto que ésta es el pilar sobre el cual se constituye la confianza pública, así lo
dejan ver las encuestas aplicadas a los diferentes sujetos de ésta investigación, ya que la mayoría
apuntó a que existe una relación directa entre ambos conceptos, en donde se infiere que entre más
independencia tenga el profesional contable, más confianza depositará la sociedad en él.
De acuerdo con tres de los cuatro sujetos encuestados: Revisores Fiscales, contadores públicos que
no ejercen la Revisoría Fiscal y estudiantes de últimos semestres de contaduría pública, la
administración con el fin de suplir sus intereses individuales y debido a que necesitan informes
positivos y sin salvedades sobre el desempeño de su gestión, puede muchas veces ejercer presiones
al Revisor Fiscal, con el fin de influenciar en el dictamen que éste presenta, lo cual es una amenaza
a la independencia mental del Revisor Fiscal, quien debe realizar sus funciones con plena
objetividad e integridad y a favor de intereses generales y no particulares.
Para un buen ejercicio profesional, los Revisores Fiscales deben contar con independencia mental,
porque de este modo se garantiza que los juicios que se emitan sean fidedignos y transparentes al
reflejar la realidad financiera de las compañías logrando que los diferentes agentes de la
información; desde accionistas o socios, hasta inversionistas, el Estado y la sociedad en general,
tomen sus decisiones acertadamente. Esto queda claro al observar los resultados arrojados de las
encuestas realizadas en esta investigación, ya que la totalidad de la población manifiesta la
necesidad e importancia de que este profesional contable cuente con independencia mental a la hora
de realizar sus funciones.
Es el máximo órgano social de la empresa el encargado por ley de la elección del Revisor Fiscal.
Según los resultados obtenidos en las encuestas, tanto los contadores públicos como los estudiantes,
piensan que el máximo órgano social debe seguir siendo el encargado de la elección. Sin embargo
una buena opción, tal como la plantean los Revisores Fiscales y administradores, para mejorar la
independencia mental del profesional, sería que la elección la realizara un organismo externo a la
organización, bien sea la Junta Central de Contadores u otro organismo gubernamental, de éste
modo los juicios del Revisor Fiscal no estarían coartados en este caso por intereses de reelección, al
no ser electo por la entidad fiscalizada sino por un organismo independiente a la misma.
La reelección del Revisor Fiscal en la compañía que ejerce su labor, puede resultar positiva, en el
sentido que proporciona mejor comprensión y conocimiento de la empresa a través del tiempo,
facilita el proceso de auditoría y permite que se detecten más fácilmente los riesgos del negocio. Sin
embargo, la reelección del Revisor Fiscal no debe sobrepasar los 5 años dependiendo del tamaño de
la empresa, pues pasado este tiempo se presta para la construcción de lazos afectivos y familiaridad
con el cliente a fiscalizar, incluso dos grupos de encuestados: contadores que no ejercen la
Revisoría Fiscal y empresarios piensan que deben ser sólo dos periodos, lo cual se contrapone con
la posición de los otros dos grupos, que presentan un argumento de mucho peso como es el
conocimiento profundo de la organización que es difícil de alcanzar con sólo dos periodos,
obstaculizando así que el Revisor realice una evaluación bastante profunda. Por ende, la mejor
opción que debe adoptar la normatividad es la de garantizar la rotación obligatoria del Revisor
Fiscal como mínimo cada 5 años y de este modo fortalecer la independencia mental del mismo,
permitiendo además que tanto la empresa como el Revisor Fiscal puedan ampliar sus
conocimientos, formar diferentes puntos de vista y evitar poner en riesgo la objetividad y la
independencia del profesional contable.
Para preservar la independencia mental, la mayoría de los encuestados afirman que es necesario que
se impida que los honorarios del Revisor Fiscal provengan de un solo cliente y menos aun cuando la
cuantía de éstos honorarios exceden a cantidades elevadas, ya que estos factores ponen en riesgo la
independencia mental del Revisor Fiscal porque aumenta el interés personal, acrecienta las
presiones del administrador y crea dependencia económica haciendo dudar al profesional contable
en emitir opiniones desfavorables de la compañía por la preocupación de perder sus únicos
ingresos, lo que trae consecuencias desastrosas para los inversionistas, acreedores, accionista y en
general para los clientes externos que dependen de la fiabilidad de la información contable.
A partir de las respuestas de los Revisores Fiscales y estudiantes se concluye que el hecho de que el
Revisor Fiscal reciba los honorarios de la entidad que fiscaliza, puede dar lugar a que se menoscabe
la independencia mental debido a que el interés del Revisor Fiscal puede estar en función del
cliente; quien le proporciona buenos beneficios monetarios desfavoreciendo a los usuarios de la
información financiera, por lo cual sería una buena opción que organismos externos a la
organización a la que presta sus servicios, cancelaran sus honorarios. Por otro lado, los contadores
públicos y empresarios encuestados no apoyaron esta idea, en contraposición argumentaron que
organismos gubernamentales no deberían tener una carga económica más, pues los directamente
beneficiados serían los mismos socios de la empresa. Por tal razón, se concluye que el órgano
externo no debe cancelar los honorarios directamente, sino que debe actuar como mediador para el
pago, es decir, la empresa fiscalizada no remuneraría directamente al Revisor Fiscal, lo haría a
través del órgano gubernamental que contrata al mismo profesional.
La ley debe ser más específica y completa a la hora de reglamentar los honorarios del Revisor
Fiscal, una buena propuesta y en la que coincidieron muchos de los encuestados es que la ley
establezca un control de tarifas frente a los honorarios que percibe; esto puede ser muy beneficioso
para la independencia mental, ya que permitiría que el tema de los honorarios fuera más
transparente, evitando que se paguen sumas irrisorias a los Revisores Fiscales con el fin de comprar
un dictamen y por consiguiente creando dependencia económica en el profesional, y por otro lado
se disminuye la competencia desleal o se evita el “lowballing" (oferta a un precio inferior a
mercado para obtener otros servicios).
Una reforma a la normatividad puede evitar circunstancias que ponen en riesgo la independencia
mental del Revisor Fiscal, en esto están de acuerdo la mayoría de encuestados, evitando que los
profesionales actúen a favor de los intereses particulares de un cliente, lo que trae grandes costos y
desventajas a la sociedad y por otro lado perjudica seriamente la profesión fiscalizadora al perderse
la confianza en su labor; sin embargo la sola normatividad no garantiza la existencia de
independencia mental, si no existe conciencia en el profesional de que la razón de ser de la
profesión no la constituye la cuantía de la remuneración sino la vocación de prestar el mejor
servicio y contribuir con la sociedad y el interés público.
La prestación de servicios diferentes al de fiscalización por parte del Revisor Fiscal a sus clientes
debe estar restringido o incluso prohibido, según la mayoría de los encuestados, ya que es una
medida importante para prevenir que las recomendaciones del Revisor Fiscal reemplacen las
funciones administrativas o de gestión, corriéndose el riesgo de auto revisión al ser el Revisor Fiscal
juez y parte de la información que dictamina. En la práctica los servicios adicionales están
restringidos, el problema es que no se respetan las restricciones.
La pérdida de independencia mental, trae consecuencias negativas a los usuarios que dependen de
los juicios y opiniones de éstos profesionales para orientar la toma de decisiones; lo que afecta
seriamente la economía y bienestar de la sociedad y de paso impacta desfavorablemente en la
confianza pública otorgada a la profesión, lo que terminará actuando en el escepticismo de los
usuarios y pondrá en duda la efectividad de la labor fiscalizadora.
Otra medida importante para hacer frente a la conservación de la independencia mental, es sin duda
que los profesionales contables estén actualizados e informados de la normatividad y los principios
que rigen la profesión, acompañado esto necesariamente de una buena experiencia laboral en esta
área.
Es relevante señalar que todas las alternativas propuestas carecen de validez si el profesional
contable no desarrolla una conciencia ética que le permita hacer frente a las situaciones que pongan
en riesgo su independencia mental, y lo más importante es que tenga conciencia de la importancia
de su labor y de la responsabilidad social que se le ha encomendado.
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