Cuentos Infantiles
Cuentos Infantiles
Cuentos Infantiles
Había una vez un niño llamado Luis que cada vez que estaba en el
recreo de su escuela, trataba de maltratar a sus demás
compañeros. Cada día la mamá recibía quejas y notas en un
cuaderno, enviadas por la tutora de Luis.
Una mañana Luis vino a casa con el ojo morado, provoco una
pelea en la escuela para demostrar que era muy fuerte y en
realidad no lo era, era abusivo porque creía que eso le daba
superioridad. En la dirección del colegio le hicieron entender a Luis y a su madre, que no
saber controlar sus impulsos en realidad lo hacía débil como persona. Este niño aprendió
en casa, de sus hermanos mayores.
Después de una larga conversación el niño entendió lo suficiente para empezar a dar
cambios. Lo bueno de todo es siempre reconocer nuestras faltas para luego aceptar la
ayuda necesaria. Su madre, empezó a llegar más temprano a casa y los fines de semana
Luis practicaba siempre un deporte favorito como la natación o el fútbol, controlaba cada
vez su enojo e hizo buenos compañeros de juego.
EL OJITO
Ésta era la historia de una niña llamada Saulis. Un día común, Saulis se despertó y salió
corriendo.
FIN
Cuento Corto Infantil para niños y niñas, escrito por: Jose Juan Cantu
Había una vez tres ratones muy envidiosos, querían todo para ellos solos. Pero cuando
llegaba a visitarlo un vecino, ellos escondían todo el queso que tenían guardado.
De pronto se acercó un gato muy peludo, asomó su nariz en el agujero y los ratones
envidiosos se arrinconaron muy asustados. Cuando gritaron, el vecino los escuchó y se
acercó al gato lleno de valor y como pudo lo alejó de la puerta. Quedó tan cansado el
pobre ratón que los envidiosos salieron a agradecerle el favor y
por fin lo invitaron a comer.
FIN
EL GATO DORMILON
Había una vez un gato muy dormilón que se pasaba los días y las tardes enteras
echado en el sofá. Siempre se preguntaban que es lo que
hacía para quedar tan exhausto, pero nadie lo veía
haciendo otra cosa que no fuera descansar.
Al día siguiente pudo verlo como de costumbre, durmiendo en el sofá y entonces pudo
comprender el porqué de su sueño durante el día, pero no notó que la tortuga también lo
cuidaba desde su sitio.
FIN
EL SEÑOR ZAFIRO
Realizaba estas labores porque quería ser alguien en la vida. Realmente, lo que más le
gustaba y tenía el gran sueño de ser escritor y lo consiguió gracias a su tesón, a su
continuo trabajo duro, su esfuerzo y su afán de superación.
FIN
Y nada más decir esto escuchó un ladrido y ahí estaba el perrito, bajo la sabana. Ella se
puso súper contenta y dijo que nunca más jugaría sola.
FIN
VALORANDO A MAMA
LA GATA ENCANTADA
Erase un príncipe muy admirado en su reino. Todas las jóvenes casaderas deseaban
tenerle por esposo. Pero el no se fijaba en ninguna y pasaba su tiempo jugando con
Zapaquilda, una preciosa gatita, junto a las llamas del hogar.
Un día, dijo en voz alta:
Eres tan cariñosa y adorable que, si fueras mujer, me casaría
contigo.
En el mismo instante apareció en la estancia el Hada de los
Imposibles, que dijo:
Príncipe tus deseos se han cumplido
El joven, deslumbrado, descubrió junto a el a Zapaquilda,
convertida en una bellísima muchacha.
Al día siguiente se celebraban las bodas y todos los nobles
y pobres del reino que acudieron al banquete se extasiaron
ante la hermosa y dulce novia . Pero, de pronto, vieron a la
joven lanzarse sobre un ratoncillo que zigzagueaba por el
salón y zampárselo en cuanto lo hubo atrapado.
El príncipe empezó entonces a llamar al Hada de los
Imposibles para que convirtiera a su esposa en la gatita que había sido. Pero el Hada no
acudió, y nadie nos ha contado si tuvo que pasarse la vida contemplando como su esposa
daba cuenta de todos los ratones de palacio.
El ladrón fue detenido, con lo que se demuestra que el robo y el engaño rara vez
quedan sin castigo.
FIN
EL LOBO
Cauto, silencioso, el lobo salió una noche del bosque atraído por
el olor del rebaño. Con paso lento se acercó al redil lleno de
ovejas, poniendo atención en donde ponía la pata para no
despertar con el más leve ruido al dormido perro.
FIN
Un joven soldado que atravesaba un bosque, fue a encontrarse con un mago. Este le dijo:
-Si eres valiente, dispara contra el oso que está a tu espalda.
El joven disparó el arma y la piel del oso cayó al suelo. Este desapareció entre los
árboles.
-Si llevas esa piel durante tres años seguidos -le dijo el mago- te daré una bolsa de
monedas de oro que nunca quedará vacía. ¿Qué decides?
El joven se mostró de acuerdo. Disfrazado de oso y con
dinero abundante, empezó a recorrer el mundo. De todas
partes le echaban a pedradas. Sólo Ilse, la hermosa hija
de un posadero, se apiadó de él y le dio de comer.
-Eres bella y buena, ¿quieres ser mi prometida? -dijo él.
-Sí, porque me necesitas, ya que no puedes valerte por ti
mismo -repuso llse.
El soldado, enamorado de la joven, deseaba que el
tiempo pasase pronto para librarse de su disfraz.
Transcurridos los tres años, fue en busca del mago.
-Veo que has cumplido tu promesa -dijo éste-.
Yo también cumpliré la mía. Quédate con la bolsa de oro,
que nunca se vaciará y sé feliz.
En todo aquel tiempo, llse lloraba con desconsuelo.
-Mi novio se ha ido y no sé dónde está.
-Eres tonta -le decía la gente-; siendo tan hermosa,
encontrarás otro novio mejor.
-Sólo me casaré con "Piel de Oso"
-respondía ella.
Entonces apareció un apuesto soldado y pidió al posadero la mano de su hija. Como la
muchacha se negara a aceptarle, él dijo sonriente:
-¿No te dice el corazón que "Piel de Oso" soy yo?
Se casaron y no sólo ellos fueron felices sino que, con su generosidad, hicieron también
dichosos a los pobres de la ciudad.
FIN
Daniel se reía dentro del auto por las gracias que hacía su hermano menor, Carlos. Iban
de paseo con sus padres al Lago Rosado. Allí irían a nadar en sus tibias aguas y
elevarían sus nuevas cometas. Sería un día de paseo inolvidable. De pronto el coche se
detuvo con un brusco frenazo. Daniel oyó a su padre exclamar con voz ronca:
- ¡Oh, mi Dios, lo he atropellado!
- ¿A quién, a quién?, le preguntó
Daniel.
- No se preocupen, respondió su
padre-. No es nada.
El auto inició su marcha de nuevo y
la madre de los chicos encendió la
radio, empezó a sonar
una canción de moda en los
altavoces.
- Cantemos esta canción, dijo mirando a los niños en el asiento de atrás. La mamá
comenzó a tararear una canción. Pero Daniel miró por la ventana trasera y vio tendido
sobre la carretera el cuerpo de un conejo.
- Para el coche papi, gritó Daniel. Por favor, detente.
- ¿Para qué?, responde su padre.
- ¡El conejo, le dice, el conejo allí en la carretera, herido!
- Dejémoslo, dice la madre, es sólo un animal.
- No, no, para, para.
- Sí papi, no sigas - añade Carlitos-. Debemos recogerlo y llevarlo al hospital de
animales. Los dos niños estaban muy preocupados y tristes.
- Bueno, está bien- dijo el padre dándose cuenta de su error. Y dando vuelta recogieron al
conejo herido.
Pero al reiniciar su viaje fueron detenidos un poco más adelante por una patrulla de la
policía, que les informó de que una gran roca había caído sobre la carretera por donde
iban, cerrando el paso. Al enterarse de la emergencia, todos ayudaron a los policías a
retirar la roca.
Gracias a la solidaridad de todos pudieron dejar el camino libre y llegar a tiempo al
veterinario, que curó la pata al conejo. Los papás de Daniel y carlos aceptaron a llevarlo a
su casa hasta que se curara
Unas semanas después toda la familia fue a dejar al conejito de nuevo en el bosque.
Carlos y Daniel le dijeron adiós con pena, pero sabiendo que sería más feliz en libertad.
FIN
El Muñeco de Nieve
Había dejado de nevar y los niños, ansiosos de libertad, salieron de casa y empezaron a corretear por la
blanca y mullida alfombra recién formada.
La hija del herrero, tomando puñados de nieve con sus manitas hábiles, se entregó a la tarea de moldearla.
Haré un muñeco como el hermanito que hubiera deseado tener se dijo.
Le salió un niñito precioso, redondo, con ojos de carbón y un botón rojo por
boca. La pequeña estaba entusiasmada con su obra y convirtió al muñeco en su
inseparable compañero durante los tristes días de aquel invierno. Le hablaba, le
mimaba...
Pero pronto los días empezaron a ser mas largos y los rayos de sol mas calidos...
El muñeco se fundió sin dejar mas rastro de su existencia que un charquito con
dos carbones y un botón rojo. La niña lloró con desconsuelo.
Un viejecito, que buscaba en el sol tibieza para su invierno, le dijo dulcemente:
Seca tus lágrimas, bonita, por que acabas de recibir una gran lección: ahora ya
sabes que no debe ponerse el corazón en cosas perecederas.
La Princesa y el Sapo
Había una vez una princesa que era muy pero muy soñadora. Siempre
estaba en las nubes. Y nadie la bajaba de ahí, y algunas veces hablaba sola
y otras veces pensaba que capaz que algún día sus sueños se harían
realidad.
Pero no siempre los sueños se hacen realidad, un día le pasó lo más
extraño se encontró con un sapo que hablaba.
-¡No te acerques!- Le dijo ella
y el le dijo - ¡No te asustes, no voy a hacerte nada! Solo soy un sapo que
habla-
¿Qué quieres?, dijo ella.
Y el le dijo -Quiero un beso tuyo para volver a ser humano.
-¡No, que asco no puedo besar a un sapo!-dijo ella.
¿Por qué? Si en realidad yo soy un príncipe, dice el sapo.
-No, no te creo. Cómo un sapo como vos va a ser un príncipe.
-¿Qué no crees en la magia?-dijo el sapo.
Sí, dijo ella.
Y el dijo - entonces bésame -
Y ella dijo - está bien - y lo besó.
En ese momento algo pasó, el sapo se convirtió en un apuesto príncipe. Y ella dijo -¡Entonces era verdad!
Muy pronto se casaron y vivieron felices por siempre...
LA RATITA PRESUMIDA
Erase una vez, una ratita que era muy presumida. Un día la ratita estaba barriendo su casita, cuando de
repente en el suelo ve algo que brilla... una moneda de oro.
La ratita la recogió del suelo y se puso a pensar qué se compraría con la moneda.
“Ya sé me compraré caramelos... uy no que me dolerán los dientes. Pues me comprare pasteles... uy no que
me dolerá la barriguita. Ya lo sé me compraré un lacito de color rojo para mi rabito.”
La ratita se guardó su moneda en el bolsillo y se fue al mercado. Una vez en el mercado le pidió al tendero
un trozo de su mejor cinta roja. La compró y volvió a su casita.
Al día siguiente cuando la ratita presumida se levantó se puso su lacito en la colita y salió al balcón de su
casa. En eso que aparece un gallo y le dice:
“Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres
casar conmigo?”.
Y la ratita le respondió: “No sé, no sé, ¿tú por las
noches qué ruido haces?”
Y el gallo le dice: “quiquiriquí”. “Ay no, contigo no
me casaré que no me gusta el ruido que haces”.
Se fue el gallo y apareció un perro. “Ratita, ratita
tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar
conmigo?”. Y la ratita le dijo: “No sé, no sé, ¿tú
por las noches qué ruido haces?”. “Guau, guau”.
“Ay no, contigo no me casaré que ese ruido me
asusta”.
Se fue el perro y apareció un cerdo. “Ratita, ratita
tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?”. Y la ratita le dijo: “No sé, no sé, ¿y tú por las noches qué
ruido haces?”. “Oink, oink”. “Ay no, contigo no me casaré que ese ruido es muy ordinario”.
El cerdo desaparece por donde vino y llega un gato blanco, y le dice a la ratita: “Ratita, ratita tú que
eres tan bonita ¿te quieres casar conmigo?”. Y la ratita le dijo: “No sé, no sé, ¿y tú qué ruido haces por las
noches?”. Y el gatito con voz suave y dulce le dice: “Miau, miau”. “Ay sí contigo me casaré que tu voz es muy
dulce.”
Y así se casaron la ratita presumida y el gato blanco de dulce voz. Los dos juntos fueron felices y comieron
perdices y colorín colorado este cuento se ha acabado.
EL ELEFANTE FOTOGRAFO
Había una vez un elefante que quería ser fotógrafo. Sus amigos se reían cada vez que le oían decir aquello:
- Qué tontería - decían unos- ¡no hay cámaras de
fotos para elefantes!
- Qué pérdida de tiempo -decían los otros- si aquí
no hay nada que fotografiar...
Pero el elefante seguía con su ilusión, y poco a poco
fue reuniendo trastos y aparatos con los que
fabricar una gran cámara de fotos. Tuvo que
hacerlo prácticamente todo: desde un botón que se
pulsara con la trompa, hasta un objetivo del
tamaño del ojo de un elefante, y finalmente un
montón de hierros para poder colgarse la cámara
sobre la cabeza.
Así que una vez acabada, pudo hacer sus primeras
fotos, pero su cámara para elefantes era tan
grandota y extraña que paracecía una gran y
ridícula máscara, y muchos se reían tanto al verle aparecer, que el elefante comenzó a pensar en abandonar
su sueño.. Para más desgracia, parecían tener razón los que decían que no había nada que fotografiar en
aquel lugar...
Pero no fue así. Resultó que la pinta del elefante con su cámara era tan divertida, que nadie podía dejar de
reir al verle, y usando un montón de buen humor, el elefante co nsiguió divertidísimas e increíbles fotos de
todos los animales, siempre alegres y contentos, ¡incluso del malhumorado rino!; de esta forma se convirtió
en el fotógrafo oficial de la sabana, y de todas partes acudían los animales para sacarse una sonriente foto
para el pasaporte al zoo.
EL GRILLO JUAN
Había una vez un grillo llamado Juan, vivía debajo de una gran piedra en el fondo del jardín. Pero de noche
salía a cantar, saltar y bañarse en cuanto charquito veía. Una mañana de verano muy calurosa estaba en el
jardín un niño que no conocía los grillos (era un niño pequeño), trató de levantar la piedra del jardín para
jugar, la cual no pudo mover porque pesaba demasiado.
Juan se asusto y salió pensando que alguien desarmaba su cuevita. El niño al ver a Juan se asustó y comenzó
a gritar:
-Mama, mama, un bicho feo!
Su mamá corrió para ver que pasaba y le dijo al niño:
-No te asustes es solo un grillo, no hacen nada! y además dicen que si ves un grillo de día tienes que ponerte
contento, trae buena suerte. Encontraras un amigo!
El niño pregunto: -¿porque un amigo, si es un bicho?
La mama le contesto: -porque ya te dije que no hacen nada. Solo canta de noche y cuando hace mucho
calor.
Paso la mañana y llego la noche, toda la familia del niño estaba charlando sentados afuera. Una noche muy
linda de calor, el niño se alejó de todos buscando con su
linterna bichos (que le gustaba mirar de noche), y se encontró
con Juan. El niño recordó todo lo que su mama le había
contado sobre ellos y comenzó hablarle. Juan cuando le vio
acercarse tuvo temor que lo pisara, pero el niño le pregunto:
-¿Como te llamas? Grillo, grillo bueno? grillo negro? y el grillo le
habló.
- Me llamo Juan! vivo en este jardín desde hace muchos meses.
El niño no entendía como podía hablar pero siguió el dialogo.
-Yo me llamo Pablito y vine desde mi ciudad de vacaciones y
me quedo hasta muchos días.
El grillo le dijo: -¿que haces con esa luz?
-Yo busco bichitos para verlos de cerquita!
Y Juan dijo: -si no me pisas puedo venir todas las noches a
charlar contigo y que me mires con tu luz.
-Bueno, dijo el niño.
Y corrió hasta su mamá contándole lo ocurrido. La mamá creía
que hablaba sin sentido. Pero pasaron los días y cuando
llegaban las noches Pablito con su linterna iba a buscar a Juan.
El grillo le contaba que comía y como el vivía en su cuevita,
Pablito lo que a él le gustaba hacer.
Una noche antes del regreso a su ciudad y fin de vacaciones, su mamá prestó atención a lo que él hacía y se
acercó, y pregunto: -¿Que haces Pablito?
El niño contesto: -Le digo chao a mi amigo Juan porque mañana nos vamos.
Su mama le dijo: -¿y él te contesto?
-Sí,dijo chao amigo!, dijo el niño.
Esa noche al acostarse su mamá le pregunto: -Dime como es tu amigo, que le dices, ¿te saludo?
El niño dijo es un grillo, todos los días le veo y hablamos, se llama Juan y dice que somos amigos. Mamá,
¿vamos a venir de nuevo? Yo quiero ver a Juan. Él me dijo que no le molesta mi luz linterna.
La mama quedo sorprendida y dijo: -¡que imaginación hijo!, sí vamos a venir.
El niño regresó a su ciudad, pero en el jardín Juan Grillo lo buscaba todas las noches y hasta estaba triste por
no volver a verlo. Mientras en su viaje de regreso, el niño recordaba a Juan y muchas veces decía: -¡que
lindo! tengo un amigo y me esperará hasta que yo regrese otro día……
Fin
LA COCINERITA
Había una vez, una cocinerita que vivía en un pueblo muy lejano, pero muy lejano. Se llamaba Carolina, era
una niña muy buena y muy dulce, sus cabellos eran de color rubio oro, llenos de rulos que llegaban
saltarines hasta su cintura, sus ojos eran del color del cielo y su
boquita era tan rosada que hasta las rosas se asombraban de su
color. Sobre sus mofletes resaltaban unas simpáticas pequitas, que le
daban a Carolina un toque chispeante de picardía.
Ese pueblo tan lejano, era gobernado por un Rey, que siempre estaba
triste, de mal humor y aburrido, se lo pasaba comiendo papas fritas,
hamburguesas, gaseosas, caramelos y toda la comida chatarra que
podía comprar, porque él no tenía en el palacio nadie que supiera
cocinar, además con su carácter nadie quería trabajar allí.
Mientras tanto en el pueblo, Carolina, la cocinerita se las ingeniaba
para preparar ricas y nutritivas comidas para los chicos carenciados
del pueblo.
Un día, ella tuvo una idea genial, se armó de coraje y fue hasta el
palacio del Rey para hablar con él. Al tocar el timbre, salió el Rey con
el ceño fruncido, muy enojado y refunfuñ ando, Carolina cuando lo
vio, de los nervios comenzó a jugar con sus rulos enredándoselos en
los dedos, pero suspiró y tomó fuerzas, y muy decidida le pidió al Rey
que le permitiera usar la inmensa cocina del palacio, para poder
cocinarle sus recetas tan nutritivas y sabrosas a los niños del lugar.
¡Grande fue la expresión del Rey, cuando esta jovencita se le
presentó, a pesar de sus gruñidos pidiéndole tal cosa!
Desde entonces en ese pueblo tan, tan lejano, los pobladores pueden ver a un Rey supercontento, que
juega a la pelota con los chicos del lugar, en el gran patio del palacio y que comparte su gran mesa de
espectaculares manjares con muchos lugareños, por supuesto que Carolina tiene muchos ayudantes, hasta
el mismísimo Rey aprendió el arte de cocinar y apreciar una comida sana fresca y tan colorida!!
PATITO FEO
En una hermosa mañana primaveral, una hermosa y fuerte pata empollaba sus huevos y mientras lo hacía,
pensaba en los hijitos fuertes y preciosos que pronto iba a tener. De
pronto, empezaron a abrirse los cascarones. A cada cabeza que asomaba,
el corazón le latía con fuerza. Los patitos empezaron a esponjarse
mientras piaban a cor o. La madre los miraba eran todos tan hermosos,
únicamente habrá uno, el último, que resultaba algo raro, como más
gordo y feo que los demás. Poco a poco, los patos fueron creciendo y
aprendiendo a buscar entre las hierbas los más gordos gusanos, y a nadar
y bucear en el agua. Cada día se les veía más bonitos. Únicamente aquel
que nació el último iba cada día más largo de cuello y más gordo de
cuerpo.... La madre pata estaba preocupada y triste ya que todo el
mundo que pasaba por el lado del pato lo miraba con rareza. Poco a poco
el vecindario lo empezó a llamar el "patito feo" y hasta sus mismos
hermanos lo despreciaban porque lo veían diferente a ellos.
El patito se sentía muy desgraciado y muy sólo y decidió irse de allí. Cuando todos fueron a dormir, él se
escondió entre unos juncos, y así emprendió un largo camino hasta que, de pronto, vio un molino y una
hermosa joven echando trigo a las gallinas. Él se acercó con recelo y al ver que todos callaban decidió
quedarse allí a vivir. Pero al poco tiempo todos empezaron a llamarle "patito feo", "pato gordo"..., e incluso
el gallo lo maltrataba. Una noche escuchó a los dueños del molino decir: "Ese pato está demasiado gordo; lo
vamos a tener que asar". El pato enmudeció de miedo y decidió que esa noche huiría de allí. Durante todo el
invierno estuvo deambulando de un sitio para otro sin encontrar donde vivir, ni con quién. Cuando llegó por
fin la primavera, el pato salió de su cobijo para pasear. De pronto, vio a unos hermosos cisnes blancos, de
cuello largo, y el patito decidió acercarse a ellos. Los cisnes al verlo se alegraron y el pato se quedó un poco
asombrado, ya que nadie nunca se había alegrado de verlo. Todos los cisnes lo rodearon y lo aceptaron
desde un primer momento. Él no sabía que le estaba pasando: de pronto, miró al agua del lago y fue así
como al ver su sombra descubrió que era un precioso cisne más. Desde entonces vivió feliz y muy querido
con su nueva familia.
FIN
LA PRINCESA Y EL GUISANTE
Había una vez un joven príncipe en edad casadera, que decidió iniciar un viaje para encontrar una princesa
con la que casarse y dar herederos a su reino. Así fue como se embarcó en un largo periplo, que le llevó a
recorrer todo el mundo conocido, en busca de esa princesa verdadera con la que contraer matrimonio. En
tan extenso territorio, muchas fueron las candidatas que encontró en su camino, pero ninguna tenía lo que
el príncipe estaba buscando.
Una oscura noche, en la que el cielo parecía estar a punto de derrumbarse y la lluvia golpeaba
incesantemente los muros del palacio, alguien llamaba a la
puerta de forma desesperada en busca de refugio.
Cuando los sirvientes abrieron la puerta, descubrieron que se
trataba de una empapada y sucia mujer, que afirmaba ser una
auténtica princesa, a pesar del lamentable aspecto que
presentaba.
Para comprobar si era cierto lo que decía, la reina se dispuso a
realizar una pequeña prueba, que consistía en meter un
insignificante guisante, sin que su huésped lo supiera, entre
capas y capas de colchones y edredones.
Cuando llegó el nuevo día y todos se habían levantado, la reina
se interesó por cómo había pasado la noche su invitada.
-He pasado una noche terrible señora. No sé qué tendría esa cama, pero era algo de tal dureza, que me ha
dejado el cuerpo en un estado tan maltrecho, co mo si hubiese dormido encima de unas piedras.
Al escuchar sus palabras, se dieron cuenta de que sus palabras eran ciertas y que esa delicadeza, tan solo la
poseen las princesas de verdad.
Y así fue como el príncipe encontró a la mujer para casarse y como un pequeño guisante, termino
mostrándose junto a las más altas joyas de la corona.
El Pirata malvado
Fueron a la isla y desenterraron el cofre y fueron los piratas mas ricos del mundo pirata. Fin.
El enano saltarín
Cuentan que en un tiempo muy lejano el rey decidió pasear por sus dominios, que incluían una pequeña
aldea en la que vivía un molinero junto con su bella hija. Al interesarse el rey por ella, el molinero mintió
para darse importancia: - Además de bonita, es capaz de convertir la paja en oro hilándola con una rueca. El
rey, francamente contento con dicha cualidad de la muchacha, no lo dudó
un instante y la llevó con él a palacio.
Una vez en el castillo, el rey ordenó que condujesen a la hija del molinero a
una habitación repleta de paja, donde había también una rueca: - Tienes
hasta el alba para demostrarme que tu padre decía la verdad y convertir
esta paja en oro. De lo contrario, serás desterrada. La pobre niña lloró
desconsolada, pero he aquí que apareció un estrafalario enano que le
ofreció hilar la paja en oro a cambio de su collar.
La hija del molinero le entregó la joya y... zis-zas, zis-zas, el enano hilaba la
paja que se iba convirtiendo en oro en las canillas, hasta que no quedó ni
una brizna de paja y la habitación refulgía por el oro. Cuando el rey vio la
proeza, guiado por la avaricia, espetó: - Veremos si puedes hacer lo mismo
en esta habitación. - Y le señaló una estancia más grande y más repleta de
oro que la del día anterior.
La muchacha estaba desesperada, pues creía imposible cumplir la tarea
pero, como el día anterior, apareció el enano saltarín: - ¿Qué me das si hilo
la paja para convertirla en oro? - preguntó al hacerse visible. - Sólo tengo
esta sortija - Dijo la doncella tendiéndole el anillo. - Empecemos pues, - respondió el enano. Y zis-zas, zis-zas,
toda la paja se convirtió en oro hilado.
Pero la codicia del rey no tenía fin, y cuando comprobó que se habían cumplido sus órdenes, anunció: -
Repetirás la hazaña una vez más, si lo consigues, te haré mi esposa - Pues pensaba que, a pesar de ser hija
de un molinero, nunca encontraría mujer con dote mejor. Una noche más lloró la muchacha, y de nuevo
apareció el grotesco enano: - ¿Qué me darás a cambio de solucionar tu problema? - Preguntó, saltando, a la
chica.
- Por favor, enano, por favor, ahora poseo riqueza, te daré todo lo que quieras. - ¿Cómo puedes comparar el
valor de una vida con algo material? Quiero a tu hijo - exigió el desaliñado enano. Pero tanto rogó y suplicó
la mujer, que conmovió al enano: - Tienes tres días para averiguar cuál es mi nombre, si lo aciertas, dejaré
que te quedes con el niño.
Cuando volvió el enano la tercera noche, y preguntó su propio nombre a la reina, ésta le contestó: - ¡Te
llamas Rumpelstilzchen! - ¡No puede ser! - gritó él - ¡No lo puedes saber! ¡Te lo ha dicho el diablo! - Y tanto y
tan grande fue su enfado, que dio una patada en el suelo que le dejó la pierna enterrada hasta la mitad, y
cuando intentó sacarla, el enano se partió por la mitad.
La princesa y el frijol
Había una vez......Un príncipe que quería casarse con una princesa, pero pretendía una princesa como la que
él había imaginado en sueños. Por lo que se dedicó a buscarla por el mundo
entero, aunque inútilmente, ya que a todas las que le presentaban les hallaba
algún defecto. Princesas había muchas, pero nunca podía estar seguro de que lo
fuesen de veras: siempre había en ellas alguna cosa que le disgustaba. Así que
regresó a casa lamentando no haber encontrado la princesita que él andaba
buscando, pues ¡deseaba tanto una verdadera princesa!
Llegó una noche en que se desató una tormenta muy fuerte, en que pululaban l os
rayos y los truenos y la lluvia caía a cántaros. En medio de la terrible tempestad,
tocaron a la puerta de la ciudad, y el viejo rey fue a abrir en persona.
En el umbral había una princesa. Pero, ¡santo cielo, cómo se había puesto con el
mal tiempo y la lluvia! El agua le chorreaba por el pelo y las ropas, se le colaba en
los zapatos y su estado era deplorable. A pesar de esto, ella insistía en que era una
princesa real y verdadera.
"Bueno, eso lo sabremos muy pronto", pensó la vieja reina.
Y, sin decir una palabra, se fue a su cuarto, quitó toda la ropa de la cama y puso
un frijol sobre el bastidor; luego colocó veinte colchones sobre el frijol, y encima de
ellos, veinte almohadones hechos con las plumas más suaves que uno pueda
imaginarse. Allí tendría que dormir toda la noche la princesa.
A la mañana siguiente le preguntaron cómo había dormido.
–¡Oh, terriblemente mal! –dijo la princesa–. Apenas pude cerrar los ojos en toda la noche. Estaba muy
incómoda ¡Vaya usted a saber lo que había en esa cama! Me acosté sobre algo tan duro que amanecí llena
de cardenales por todas partes. ¡Fue sencillamente horrible!
Oyendo esto, todos comprendieron enseguida que se trataba de una verdadera princesa, ya que había
sentido el frijol nada menos que a través de los veinte colchones y los veinte almohadones. Sólo una princesa
podía tener una piel tan delicada.
Y así el príncipe se casó con ella, seguro de que la suya era toda una princesa verdadera. Y el frijol fue
enviado a un museo, donde está exhibido todavía, salvo que alguien se lo haya robado.
La Sirenita
Hacía muchos años que el rey del mar era viudo. Su anciana madre era
quien se ocupaba de cuidar a sus seis hijas, las princesitas del mar. De
estas, la más bella era la menor. Como todas sus hermanas, no tenía pies:
su cuerpo terminaba en cola de pez. A partir de los quince años, las
princesitas podían salir de las aguas y ver pasar los barcos. Aquel año la
menor los cumplía y esperaba con impaciencia el momento en que
pudiera ver el mundo. Al fin llegó el día en que la sirena pudo asomar la
cabeza a la superficie.
Desde aquel día la sirenita y el príncipe se hicieron inseparables. Una noche, llegó al puerto del palacio un
barco de donde bajó la princesa que estaba prometida en matrimonio con el príncipe. El joven se quedó frío
como el hielo al verla porque no la conocía. Su padre, el rey, le dijo que su deber era casarse con aquella
doncella pero el príncipe dijo que, antes que casarse con una mujer que jamás en su vida había visto y que
no le inspiraba amor, prefería renunciar al trono .Ante esa amenaza el viejo rey cedió, escribió una carta de
disculpas a su amigo el padre de la princesa y se quejó de haber pasado la mayor vergüenza de su vida, pero
en el fondo se alegró de lo que había pasado. Después de que el barco se llevó a la princesa, el príncipe
tomó de la mano a la sirenita y dándole un beso le declaró su amor. La pequeña niña cantó de emoción
dejando asombrado al príncipe con su melodiosa voz y sintió cómo se iban para siempre los dolores de sus
piernas.
Los dos reinos de mar y tierra celebraron felices el matrimonio de los príncipes quienes fueron felices para
siempre. De la bruja del mar, nadie volvió a saber. Fin
Bambi
Erase una vez un bosque donde vivían muchos animales y donde todos eran muy amiguitos. Una mañana un
pequeño conejo llamado Tambor fue a despertar al búho para ir a ver un pequeño cervatillo que acababa de
nacer. Se reunieron todos los animalitos del bosque y fueron a conocer a Bambi, que así se llamaba el nuevo
cervatillo. Todos se hicieron muy amigos de él y le fueron enseñando todo lo que había en el bosque: las
flores, los ríos y los nombres de los distintos animales, pues para Bambi todo era desconocido.
Todos los días se juntaban en un claro del bosque para jugar. Una mañana, la mamá de Bambi lo llevó a ver a
su padre que era el jefe de la manada de todos los ciervos y el encargado de vigilar y de cuidar de ellos.
Cuando estaban los dos dando un paseo, oyeron ladridos de un perro. “¡Corre, corre Bambi! -dijo el padre-
ponte a salvo”. “¿Por qué, papi?”, preguntó Bambi. Son los hombres y cada vez que vienen al bosque
intentan cazarnos, cortan árboles, por eso cuando los oigas debes de huir y buscar refugio.
Pasaron los días y su padre le fue enseñando todo lo que debía de saber pues el día que él fuera muy mayor,
Bambi sería el encargado de cuidar a la manada. Más tarde, Bambi conoció a una pequeña cervatilla que era
muy muy guapa llamada Farina y de la que se enamoró enseguida. Un día que estaban jugando las dos
oyeron los ladridos de un perro y Bambi pensó: “¡Son los hombres!”, e intentó huir, pero cuando se dio
cuenta el perro estaba tan cerca que no le quedó más remedio que enfrentarse a él para defender a Farina.
Cuando ésta estuvo a salvo, trató de correr pero se encontró con un precipicio que tuvo que saltar, y al
saltar, los cazadores le dispararon y Bambi quedó herido.
Pronto acudió su papá y todos sus amigos y le ayudaron a pasar el río, pues sólo una vez que lo cruzaran
estarían a salvo de los hombres, cuando lo lograron le curaron las heridas y se puso bien muy pronto.
Pasado el tiempo, nuestro protagonista había crecido mucho. Ya era un adulto. Fue a ver a sus amigos y les
costó trabajo reconocerlo pues había cambiado bastante y tenía unos cuernos preciosos. El búho ya estaba
viejecito y Tambor se había casado con una conejita y tenían tres conejitos. Bambi se casó con Farina y
tuvieron un pequeño cervatillo al que fueron a conocer todos los animalitos del bosque, igual que pasó
cuando él nació. Vivieron todos muy felices y Bambi era ahora el encargado de cuidar de todos ellos, igual
que antes lo hizo su papá, que ya era muy mayor para hacerlo.