Cancer de Testiculo
Cancer de Testiculo
Cancer de Testiculo
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Cáncer de testículo
Fecha de la última revisión: 02/06/2015
GUÍA
IMÁGENES
Índice de contenidos
1. ¿De qué hablamos?
2. ¿Cómo diagnosticarlo?
3. Tratamiento de tumores testiculares
4. Bibliografía
5. Más en la red
6. Autores Realizar comentarios o aportaciones
El cáncer testicular es una patología propia del adulto joven, siendo la tumoración sólida más
común en este grupo de pacientes. Representa el 1-1,5% de las neoplasias masculinas y el 5%
de las neoplasias urológicas en general, presentándose de 3-6 casos nuevos por 100.000
varones/año en la sociedad occidental.
En España, la incidencia anual se sitúa entre 1,6 y 2 casos por cada 100.000 habitantes.
El último informe epidemiológico GLOBOCAN 2012 (Bosl GJ, 1997), cifra en 823 casos el
número de cánceres de testículo que se diagnostican anualmente en España (0,6% de los
cánceres entre los hombres).
El cáncer testicular cuenta con excelentes tasas de curación que son el resultado de los
progresos en la estadificación al momento del diagnóstico, tratamiento precoz a base de
cirugía, combinaciones quimioterápicas, con o sin radioterapia, tratamientos de rescate así
como a un seguimiento muy estricto (Siegel R, 2014; Einhorn LH, 1990).
Clasificación histopatológica
Hay varios tipos histológicos (figura 1) (Bosl GJ, 1997; Hanna NH, 2014; Richie JP, 2007) de
cáncer testicular (Eble JN, 2004), pudiéndose dividir de manera práctica en dos grandes
grupos: tumores de células germinales (TCG) que son el 90-95% de los casos, dentro de estos
se distinguen los seminomas y los no seminomas (que comprenden los teratomas malignos,
carcinomas embrionarios y coriocarcinomas). El segundo grupo sería el de los tumores de
células no germinales (TCNG) o tumores de los cordones sexuales/estroma gonadal, siendo los
tumores de células de Leydig y los de células de sertoli los más frecuentes. Un tercer grupo con
una incidencia menor del 1% son los tumores diversos del estroma inespecífico. Existen
también los tumores testiculares secundarios, el linfoma y la infiltración leucémica testicular son
los más representativos.
Figura 1
1. Tumor germinal mixto: AP. Tinción H&E. A. Seminoma + B. Carcinoma embrionario.
2. Tumor germinal mixto. Seminoma (*) + teratoma en donde se observan zonas de cartílago
(flecha).
Edad de aparición. La histología más frecuente según los grupos de edad es la siguiente (Bosl
GJ, 1997; Einhorn LH, 1990; Richie JP, 2007):
Niños: tumor de saco vitelino.
20-30 años: coriocarcinoma.
25-30 años: carcinoma embrionario o teratocarcinoma.
30-40 años: seminoma.
>50 años: linfomas.
Factores de riesgo:
¿Cómo diagnosticarlo?
Suele presentarse como un nódulo indoloro testicular, con sintomatología a nivel local o bien a
otros niveles si existe enfermedad metastásica. En ocasiones un traumatismo escrotal pone de
manifiesto una masa testicular (Bosl GJ, 1997). Un 30% de los pacientes se queja de sensación
de pesadez en el abdomen inferior, periné, escroto.
El 7% de los casos puede presentarse solo con ginecomastia (usualmente asociada con la
producción de hormona gonadotropina coriónica (HGC). Los pacientes que tienen
sobreproducción de HGC pueden tener otras alteraciones endocrinas como un hipertiroidismo
paraneoplásico debido a que la HGC y la hormona estimuladora del tiroides (TSH) tienen una
sub-unidad alfa y beta con una homología importante (Hanna NH, 2014).
Hay que sospechar un tumor testicular cuando en pruebas de imagen (ECO, TAC, RNM)
hechas por diferentes patologías o síntomas se encuentren masas retroperitoneales (Richie JP,
2007).
El diagnóstico del cáncer testicular tiene 3 pilares fundamentales que son el examen físico, las
pruebas de imagen y los marcadores séricos.
El examen testicular se debe realizar mediante palpación bimanual iniciándola por el testículo
no doloroso para tener una base de comparación con el testículo sospechoso, describir el
contorno testicular, el tamaño, la consistencia, la movilidad o el dolor a la palpación. Un
testículo normal debe tener una superficie lisa, ovoidea, de consistencia elástica, móvil y fácil
diferenciación entre el epidídimo, cordón espermático y testículo. La transiluminación del
escroto es útil con el fin de poner en evidencia un hidrocele.
El diagnóstico diferencial se realiza con otras patologías que pueden generar una masa escrotal
o un escroto agudo como, por ejemplo, una orquiepididimitis [ver guía: Masas
escrotales] (González Santamaría MP, 2008).
La ecografía testicular (figura 2) tiene una sensibilidad de casi el 100% y una especificidad del
99% y se ha convertido en una extensión del examen físico. Permite distinguir entre lesiones
quísticas o sólidas, da datos sobre la vascularización del testículo, su parénquima, sus
cubiertas, y estado del cordón espermático (detectando varicoceles) o presencia de hernias
inguinoescrotales. Mediante ecografía hay signos que podrían orientar hacia el tipo de tumor
testicular, sin embargo esto no siempre es fácil; una serie encontró que la interpretación del tipo
de tumor por el radiólogo solo era correcta en el 70% de los casos (Dogra VS, 2003; Miller FN,
2007).
En todo hombre joven que presente una masa retroperitoneal (figura 4) (incluso sin masa
testicular palpable) debe realizarse una ecografía escrotal, principalmente si hay marcadores
tumorales aumentados o consulta por infertilidad.
Figura 2
Ecografía testicular. A. Nódulo hipoecogénico sólido de 24 x 19 mm en teste izquierdo. B.
Nódulo de menor tamaño en el mismo testículo.
Se realiza orquiectomia radical inguinal izq. AP: seminoma de teste izquierdo PT2 NOMOSO.
Figura 3
Ecografía testicular. Imagen sugerente de microlitiasis.
Hallazgos ecográficos que hacen sospechar un tumor testicular (Dogra VS, 2003; Miller FN,
2007):
La TAC es la prueba no invasiva más efectiva para realizar el estudio y seguimiento del tórax
(figura 5), abdomen, retroperitoneo y pelvis, identificando adenopatías que por su tamaño (límite
normal máximo 10 mm) sean sugestivas de malignidad, metástasis a otros órganos, masas
retroperitoneales y además nos da referencias anatómicas útiles para una eventual cirugía.
Figura 4 Figura 5
TAC de abdomen. Gran masa retroperitoneal con TAC de tórax con lesiones sugerentes de
trombosis de la vena renal izquierda. metástasis.
La RNM tiene una sensibilidad del 100% y una especificidad del 95-100% para el diagnóstico
del cáncer testicular. La gran mayoría de los tumores germinales son hipointensos en
secuencias T2 del parénquima testicular. El comportamiento con contraste endovenoso es de
gran utilidad en la diferenciación entre lesiones intratesticulares benignas y malignas, estas
últimas presentan captación del gadolinio (Miller FN, 2007).
Sin embargo por su alto costo y no disponibilidad en todos los centros la RNM sólo está
indicada en casos de duda diagnóstica, alergias a contrastes yodados o cuando no se desea
irradiar en exceso a un paciente.
La utilidad del PET SCAN va más encaminada a evaluar la respuesta post tratamiento de las
masas residuales que al diagnóstico inicial del cáncer testicular. Una lesión en la que se
identifique un aumento en la captación del radiotrazador utilizado (en su mayoría
fluorodesoxiglucosa, FDG) sugiere células tumorales activas, por el contrario al no captar
radiotrazador puede inclinarnos a pensar en lesión no maligna y que se trata de fibrosis residual
post tratamiento (Spermon JR, 2002).
Los marcadores que contribuyen al diagnóstico y seguimiento de los tumores testiculares son
(Spermon JR, 2002; Wanderas EH, 1995):
Alfafetoproteína (producida por células del saco vitelino).
La hormona gonadotropina coriónica (HGC) producida por la presencia de
sincitiotrofoblasto.
La deshidrogenasa láctica (LDH).
El 51% de los pacientes con cáncer de testículo eleva algún marcador sérico. La
alfafetoproteína se eleva en el 50-70% de los tumores germinales no seminomatosos. La HGC
se eleva en el 40-60% de los tumores germinales no seminomatosos y en el 100% de los
coriocarcinomas. Un 10-30% de los seminomas pueden elevar HGC.
Consideraciones generales
La cirugía con preservación de órganos es una opción para pacientes con tumores confinados
al órgano, menores de 2 cm de diámetro en un solo testículo o asociados con un tumor
contralateral (Richie JP, 2007).
Los efectos secundarios son sobre todo a corto plazo (alopecia, neutropenia, trombopenia,
molestias gastrointestinales) y desaparecen al suspender el tratamiento en la mayoría de los
casos; los de largo plazo (infertilidad, hipogonadismo, toxicidad cardiovascular y renal, etc.) son
poco frecuentes. También se relacionan con la aparición de neoplasias secundarias (Haugnes
HS, 2014).
Poseen una alta tasa de curación que varía de acuerdo al estadio tumoral. Actualmente se
considera el tratamiento adyuvante de elección en casi todos los estadios tumorales del cáncer
testicular, relegando así a la radioterapia.
La mayoría de los pacientes con estadio clínico I seminoma se curan con orquiectomía radical
inguinal. Posterior a esto existen varias alternativas (Hanna NH, 2014; Albers P, 2011):
Uno o dos ciclos de quimioterapia con PEB, la vigilancia y la LRP con conservación nerviosa
son los tratamientos adaptados en función a la presencia o no de invasión vascular (Albers P,
2011; Cullen MH, 1996). Remitimos a la clasificación internacional para el pronóstico del cáncer
testicular.
Los pacientes con enfermedad en estadio IIA se considera que tienen una enfermedad no
voluminosa y suelen tratarse con RT. Los pacientes con ganglios linfáticos de tamaño
intermedio (es decir, la etapa IIB) pueden ser tratados con RT o quimioterapia, aunque suele
preferirse esta última (Garcia-del-Muro X, 2008). La European Association of Urology establece
un algoritmo de tratamiento (Guía European Association of Urology, 2010).
Existe un consenso general de que el tratamiento debe iniciarse con quimioterapia inicial en
todos los casos avanzados de TCGNS, salvo en el TCGNS en estadio II A sin marcadores
tumorales elevados, que puede tratarse, como alternativa, mediante LRP primaria o vigilancia
(Frohlich MW, 1998).
Si se opta por la vigilancia, debido a que existe la posibilidad de regresión tumoral posterior a la
orquiectomia, está indicado un seguimiento a las 6 semanas para confirmar estado de la lesión.
Si esta disminuye, debe seguir observándose. Si está estable o en crecimiento, pero sin
incremento de los marcadores tumorales, se realiza una disección de ganglios linfáticos
retroperitoneales por sospecha de teratoma. Si existe un crecimiento de la lesión con
marcadores tumorales aumentados se precisa quimioterapia con PEB con arreglo al algoritmo
terapéutico para los pacientes con enfermedad metastásica y las recomendaciones del
Internacional Germ Cell Cancer Collaborative Group (IGCCCG) (Peckham MJ, 1985; Logothetis
CJ, 1985). Remitimos a la clasificación internacional para el pronóstico del cáncer testicular.
Los pacientes que no deseen recibir quimioterapia primaria tienen la opción de una LRP con
conservación nerviosa primaria con quimioterapia adyuvante (dos ciclos de PEB) en caso de
metástasis (pII A/B) (Donohue JP, 1989).
Se recomienda realizar una técnica con conservación del órgano en todas las lesiones
intraparenquimatosas pequeñas a fin de obtener el diagnóstico histológico. Especialmente en
los pacientes con síntomas de ginecomastia o trastornos hormonales ha de contemplarse la
posibilidad de un tumor de células no germinativas y evitar la práctica de una orquiectomía
inmediata (Collette L, 1999). En los tumores del estroma con signos histológicos de malignidad
se recomienda una orquiectomía con LRP para prevenir la aparición de metástasis. Sin signos
histológicos de malignidad, se recomienda una estrategia individualizada de vigilancia tras la
orquiectomía (el seguimiento mediante TC quizá sea lo más idóneo porque no se dispone de
marcadores tumorales específicos) (Albers P, 2011).
Los tumores que han metastatizado a ganglios linfáticos, pulmón, hígado o hueso responden
mal a la quimio y radioterapia y la supervivencia es escasa.
Seguimiento
La mayor parte de las recidivas después del tratamiento curativo se producirán en los dos
primeros años; por tanto, la vigilancia debe ser más frecuente e intensiva durante este
período.
Pueden aparecer recidivas tardías después de 5 años, por lo que podría ser aconsejable
un seguimiento anual de por vida.
Después de una LRP, la recidiva en el retroperitoneo es rara, de modo que el lugar más
probable de recidiva es el tórax.
La TC de tórax presenta un mayor valor predictivo que la radiografía de tórax.
Los resultados del tratamiento dependen del volumen de la enfermedad; por tanto, podría
ser justificable una estrategia intensiva para detectar enfermedad asintomática.
Tras la quimioterapia o radioterapia, hay un riesgo a largo plazo de aparición de
neoplasias malignas secundarias.
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Miguel Francisco Téllez
Martínez-Fornés Médico Especialista en Urología
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