Montoneras Peruanas
Montoneras Peruanas
Montoneras Peruanas
participación popular
Categoría: General
Résumés
EspañolEnglish
Este trabajo busca advertir el estado actual de la historiografía sobre los sectores subalternos
durante las guerras de independencia en el Perú y el Río de la Plata. Un análisis comparado de estos
espacios nos permite sostener que las clases populares participaron decisivamente en el proceso
revolucionario, concibieron diversas alternativas políticas de gobierno y negociaron activamente su
intervención en la configuración del poder, la autoridad y la legitimidad política.
Haut de page
Entrées d’index
Keywords :
19th century, historiography, Peru, popular sectors, Rio de la Plata, wars of independence
Palabras claves :
guerras de independencia, historiografía, Perú, Río de la Plata, sectores populares, siglo XIX
Haut de page
Plan
Introducción
Haut de page
Texte intégral
PDFSignaler ce document
Introducción
1 Véase: Bandieri, Susana (comp.), La historia económica y los procesos de independencia en
la Améric (...)
1Las celebraciones de los bicentenarios de las independencias en América Latina han abierto la
posibilidad de examinar las múltiples perspectivas de análisis de los hechos revolucionarios, a la luz
de las contribuciones recientes1. En esa tendencia, esta investigación busca advertir cómo las
distintas historiografías han abordado el tema de la participación plebeya en el proceso de las
guerras de independencia en el Perú y el Río de la Plata. Específicamente, centramos nuestro estudio
en la participación militar y política de los grupos populares en el ciclo revolucionario iniciado en
1808 hasta la definitiva consolidación de la independencia de América Latina en los campos de Junín
y Ayacucho en 1824. Para tal efecto nuestro trabajo reflexiona, en un primer momento, los
prolegómenos de esta renovación historiográfica en el contexto del sesquicentenario y las décadas
de los 70’ y 80’, para concentrarse después en el meollo de la investigación; el examen sistemático
de los estudios recientes sobre la participación de los sectores subalternos en la revolución y las
guerras de independencia, tanto en los centros de poder como en los espacios regionales2.
2La hipótesis principal de este balance sostiene que las clases populares tuvieron un papel central
en la configuración política de la sociedad peruana y rioplatense durante el ciclo revolucionario. Y
que dicha colaboración antes de perseguir ideales patriotas o realistas, formas republicanas o
monárquicas de gobierno, defendió intereses locales y étnicos de la plebe, incluso, indígenas, negros
y castas, manejaron diversas alternativas políticas al negociar su intervención activa en la
revolución.
3 Véase: Fisher, John, El Perú borbónico, 1750-1824, Lima, IEP, 2000; Halperín Donghi,
Tulio, Revoluc (...)
4 Consúltese: Myers, Jorge, “Una revolución en las costumbres: las nuevas formas de
sociabilidad de l (...)
3Estas alternativas e intereses divergentes suponen reconocer también las especificidades de cada
sociedad y las relaciones establecidas entre ellas. Mientras Lima era el centro político del poder de
donde se irradiaba toda la fuerza del dominio colonial, Buenos Aires mantuvo hasta 1776, fecha de
la creación del virreinato del Río de la Plata, una posición periférica y en cierta forma subordinada
al virreinato peruano3. Esta realidad, centro y periferia, control y flexibilidad, conllevaría a explicar
los parámetros de la fuerte intervención estatal establecida en el Perú y las normativas un poco más
flexibles en la capital porteña. Indudablemente, este influjo impacta en la cotidianidad social,
política, económica y cultural de estas sociedades sudamericanas4. La crisis hispana de 1808 y toda
la experiencia de las Cortes de Cádiz en América, incluso antes las invasiones inglesas de 1806 y
1807, para el caso rioplatense, no hacen sino acelerar un proceso de transformaciones aún inéditas
que ocasionarían una nueva configuración política, estableciendo lo que Francois-Xavier Guerra
denominara como la lucha recurrente entre capitales realistas y capitales revolucionarias5. Todo ello
no implicó una caracterización monolítica de las sociedades, los actores sociales y los intereses de
los mismos, sino, por el contrario, la lectura que hacemos en este balance historiográfico de la
participación plebeya en las guerras de independencia nos muestra las complejas particularidades
de estos sectores populares, sus relaciones mutuas y contradictorias, y además la participación
revolucionaria, mediada o contrarrevolucionaria, que tuvieron incluso dentro de su propia área de
poder y espacio de influencia social y política.
Los prolegómenos: El
sesquicentenario y la historia
social de los 70’ y 80’
6 Al respecto véase: Paz Soldán, Mariano Felipe, Historia del Perú independiente, Lima,
Imprenta y Es (...)
7 Destacan: Basadre, Jorge, La multitud, la ciudad y el campo en la historia del Perú, Lima,
Imprenta (...)
4La conmemoración del sesquicentenario del proceso de independencia en Perú y Argentina planteó
nuevas inquietudes y problemas de investigación que motivaron el debate académico y una
reevaluación de los fundamentos medulares de la historiografía precedente. Si bien en el siglo XIX
los estudios de las guerras de independencia habían priorizado el análisis militar y político en donde
la función providencial de los “grandes hombres en la historia” explicaba el desenlace de los
acontecimientos revolucionarios6, la historiografía de la primera parte del XX, con rezagos de la
anterior tendencia de corte positivista, sumó a este argumento la indagación del papel protagónico
de los héroes, próceres e ideólogos de la emancipación en la formación de la conciencia e identidad
nacional7/ Estas historiografías si en algunos casos señalaron el papel del pueblo en la revolución
no llegaron, sin embargo, a desarrollar un análisis metódico del mismo y mucho menos a escudriñar
la agenda y relevante participación política popular.
8 Halperín Donghi, Tulio, Reforma y disolución de los imperios ibéricos, 1750-1850, Madrid,
Alianza E (...)
9 Bonilla, Heraclio, Metáfora y realidad de la independencia en el Perú, Lima, Fondo Editorial del
Pe (...)
5Contra estos planteamientos cuya tesis principal sostenía una independencia concebida como fruto
de un proceso de maduración interna en donde las elites políticas contando con el apoyo de los
grupos subalternos tomaron conciencia irreversible de la separación, la nueva historia en Perú y la
corriente denominada renovación en Argentina, en el contexto de los sesquicentenarios, señalaron
al proceso de independencia como efecto de las crisis de las monarquías ibéricas8. Dentro de esta
perspectiva, en 1972 Heraclio Bonilla en Perú desató una intensa polémica académica al subrayar
que la independencia fue concedida por las armas de los ejércitos de San Martín y Bolívar antes que
conseguida por el ímpetu revolucionario de los peruanos9. En el mismo año, Tulio Halperín Donghi,
en Revolución y guerra, observó que la crisis hispana y los conflictos desatados por la revolución en
América ocasionaron la fuerte militarización de la sociedad porteña y dentro de este fenómeno la
inclusión política de la plebe configurando así un nuevo equilibrio de poder en Buenos Aires en pleno
ciclo revolucionario10.
11 Rivera Serna, Raúl, Los guerrilleros del centro en la emancipación peruana, Lima, 1958;
Vergara, Gu (...)
12 Basadre, Jorge, El azar en la historia y sus límites,Lima, P.L. Villanueva, 1973, p. 146.
6Estos estudios sentaron las bases de una nueva reevaluación de las guerras de independencia y
de la participación de los sectores subalternos vistos desde la historia social y de los movimientos
sociales. En Perú, un primer grupo, desde una perspectiva nacionalista y tomando los aportes de
Raúl Rivera Serna sobre las guerrillas del centro, insistió, en contraste con las tesis de Bonilla, en
destacar el desempeño central de las guerrillas y montoneras como prueba de la decisión del sector
indígena por la independencia.11 Incluso, en 1973 Jorge Basadre advertía la serie de hechos
desatados en el norte peruano a partir de 1820 mostrando cómo muchos pueblos del interior
proclamaron la independencia antes que Lima. Además, sostendría que de haber triunfado la
revolución del Cuzco en 1814: “habría surgido un Perú nacional, sin interferencia desde afuera y
con una base mestiza, indígena, criolla y provinciana”12.
17 O’ Phelan Godoy, Scarlett, “El mito de la independencia concedida: los programas políticos
del sigl (...)
19 Flores Galindo, Alberto, “Soldados y montoneros”, en, Buscando un inca: Identidad y utopía
en los a (...)
7En la historiografía argentina de los 70’ y 80’, a parte de los trabajos de Tulio Halperín, no contamos
con investigaciones relacionados al papel de la plebe en la revolución, salvo algunos estudios
generales de Pilar Gonzáles Bernaldo sobre las sociabilidades y el impacto de la revolución francesa
en el Buenos Aires revolucionario13 y de Marta Goldberg sobre la población negra-mulata en el
mismo espacio porteño.14 En cambio en Perú, a la visión nacionalista se contrapuso una
historiografía de corte social preocupada en advertir el desempeño de los grupos populares en los
procesos de los movimientos sociales. Esta tendencia se reflejó claramente en los trabajos de
Hunefeldt sobre la participación de negros, indígenas y milicianos, los estudios de Alberto Flores
Galindo sobre la aristocracia y plebe de Lima, los de Scarlett O’Phelan sobre las rebeliones indígenas,
mestizas y criollas del siglo XVIII y parte del XIX, así como las reflexiones de Peter Guardino sobre
el significado particular de la independencia en las guerrillas y montoneras en la etapa final de la
guerra independentista. Un primer punto de relación entre estos autores estuvo circunscrito en
la preponderancia de la intervención popular en la revolución. Tanto Hunefeldt como Flores
Galindo destacan el papel clave de negros, pardos y morenos en los diversos episodios de la guerra.
Insisten los autores en indicar que los afrodescendientes manejaron según sus intereses diversas
alternativas políticas reflejadas en ciertos privilegios que los colocaron muchas me veces por encima
de los grupos indígenas.15 Por ejemplo, no pagaron la contribución militar exigida a las castas y en
varias ocasiones fueron absueltos de condena a pesar de haber propiciado motines y rebeliones
contra el gobierno colonial.16 Esta preeminencia en la composición social de los negros en el espacio
de la costa se complementa con el fuerte influjo de los grupos indios en las zonas andinas. O’Phelan
ha probado la intensa participación indígena en las más de 140 revueltas y rebeliones desarrolladas
en el espacio peruano-boliviano entre 1700 y 1814. Incluso, ha podido advertir ciertas conexiones
entre el bajo y el alto Perú a partir de la presencia de ciertos personajes criollos, mestizos e indígenas
en varios movimientos de aquellos años.17 Por su parte, Guardino y Flores Galindo, han destacado
que el conocimiento del espacio geográfico de los grupos populares y la gran capacidad numérica
dentro de las fuerzas realistas y patriotas les permitió negociar su intervención en las guerras de
independencia. Y esa negociación supuso manejar diversas alternativas, complejas y ambiguas,
entre estos sectores y los grupos de poder. Guardino señaló que la independencia y la propia guerra
que estos grupos populares libraban fueron percibidas desde su óptica étnica, local y regional, en
contraste con las percepciones excluyentes y de conjunto de las elites criollas y españolas18. Flores
Galindo enfatizó el caso de la sierra central en donde al lado de los soldados aparece la tropa
irregular, aquellos “grupos armados vinculados a las autoridades locales”, mostrando la
incorporación de la población indígena en la guerra19. No obstante, esta intervención popular fue
controlada por las fuerzas patriotas con el objetivo de evitar una revolución social, llegando a
movilizar para ello a indios contra indios.
8Esta última idea se relaciona con el segundo punto que discute esta historiografía de carácter
social: los conflictos sociales internos de los propios grupos subalternos. Para los autores la
sociedad negra tuvo como característica central la heterogeneidad y la fragmentación social
impidiendo así acciones conjuntas entre sus miembros y propiciando, por el contrario, conflictos
internos entre los grupos populares20. Por ello, Flores Galindo sostendría que las relaciones entre
negros e indios fueron irreconciliables y que la violencia fue el resultado de estos enfrentamientos.
El gobierno colonial desarrolló intensamente estas diferencias de intereses y contraposiciones con
el objetivo de eliminar cualquier signo de insurrección popular capaz de poner en peligro la
supremacía de las elites políticas21. A pesar de esta constatación, Hunefeldt, Galindo y O’Phelan
insisten además en prestarle mucha atención al carácter localista sin perspectiva nacional de los
movimientos sociales populares. Por ejemplo, Flores Galindo indicó que las acciones de los
montoneros si bien mostraron un estilo popular terminaron convirtiéndose en maniobras de rasgos
individualistas y sin interés de representar intervenciones colectivas22. Para Hunefeldt: “Eran
culturas, razas e intereses en abierto conflicto, sin una clara supremacía y por tanto sin líneas
directrices para toda la sociedad, capaces de convertirse en 1815 en una voz unificadora por la
reforma constitucional, mucho menos por la independencia”23. Más aún Scarlett O’Phelan probaría
que a los conflictos internos se sumó las alianzas coyunturales y complejas de las elites y los grupos
indios, y fundamentalmente, el componente regionalista de las rebeliones y la poca inclinación a
vislumbrar la escala y los intereses continentales24.
25 Fradkin, Raúl, “Cultura política y acción colectiva en Buenos Aires (1806-1829): Un ejercicio
de ex (...)
“Si las facciones elitistas estaban aprendiendo a utilizar los tumultos y la movilización de grupos
subalternos para resolver sus disputas, los sectores subalternos también estaban haciendo sus
propios aprendizajes. Y si hacían falta tal diversidad de engaños, promesas y dinero resulta que la
adhesión debía ser conseguida y no resultaba simplemente de relaciones de obediencia, que era
preciso contar con una trama de mediadores y articuladores sociales y que los sectores
subalternos experimentaron la necesidad creciente que los grupos elitistas tenían de ellos”25.
11Fradkin percibe que la participación popular no fue, como sostuvo la historiografía tradicional,
una simple marcha de individuos autómatas, sin dirección propia, carente de sentido político y
arrojado totalmente a los vaivenes políticos e intereses particulares de los grupos de poder. Por el
contrario, la renovada tendencia de la historiografía en Argentina, Perú y toda América Latina incide
en advertir el determinante desempeño de los grupos subalternos en el ciclo revolucionario, en los
diversos escenarios de las guerras de independencia y en la relación estrecha que mantuvieron con
la elite revolucionaria, llegando a negociar su adhesión a la revolución.
12En el caso del interior argentino, Beatriz Bragoni ha indagado la política plebeya en Mendoza, Ana
Frega la participación popular en la revolución artiguista de la banda oriental, Sara Mata y Gustavo
Paz las relaciones de la elite y la plebe en Salta y Jujuy, y Silvia Ratto el papel de los indios de las
zonas de frontera de la Pampa, la Patagonia y el Chaco. Por su parte, en Perú Charles Walker y
David Garrett han analizado al sector indio del común y a la nobleza indígena en el Cuzco, Sarah
Chambers y Susy Sánchez la participación popular y miliciana en Arequipa, Mark Turner, Waldemar
Espinoza y Nuria Sala I Vila las intervenciones indias y mestizas en Ancash, Cajamarca y el sur
andino, respectivamente, mientras que Cecilia Méndez y Heraclio Bonilla han discutido la
importancia de la rebelión de los iquichanos en Ayacucho. Estos estudios recientes han sostenido
algunos argumentos sugerentes que es útil señalar y debatir: el papel central de la plebe en la
revolución, la composición social de los protagonistas, las relaciones conflictivas entre las elites y la
plebe, las discrepancias políticas al interior de los propios sectores populares, las percepciones y los
significados particulares que los grupos subalternos de dieron a su realidad social, el papel de los
intermediarios políticos negociando la intervención popular en la revolución y la incesante
recurrencia de los historiadores a los archivos judiciales como una fuente fundamental para pensar
la participación popular.
26 Bragoni, Beatriz, “Esclavos, libertos y soldados: La cultura política plebeya en Cuyo durante
la re (...)
27 Sara Mata, “Insurrección e independencia. La provincia de Salta y Los Andes del Sur”, en,
Fradkin,(...)
28 Walker, Charles, De Túpac Amaru a Gamarra. Cuzco y la formación del Perú republicano,
1780-1840, Cu (...)
29 Walker, Charles, “El crimen en la época del gran miedo: Los indios y el Estado en el sur
andino, 1 (...)
13Precisamente, esta última idea es una de las novedades de esta historiografía que a través de las
causas criminales, expedientes judiciales y sumarios militarespretende aprehender mejor la
participación de los actores populares en el ciclo revolucionario. Bragoni para la región de Cuyo ha
trabajado esta fuente judicial al analizar la rebelión de negros y soldados de los cuarteles urbanos
de Mendoza en mayo de 1812. La autora sostiene que este tipo de fuente permite una
reinterpretación diferente de la revolución y del papel de los sectores subalternos al captar “las
formas en que la revolución y la guerra fueron pensadas y vividas por lo negros, pardos y mulatos
involucrados súbitamente al mundo político”26. Sara Mata y Gustavo Paz también han indagado los
movimientos insurreccionales en Salta, Jujuy y los andes del sur recurriendo a este tipo de
documentación: “Una vía interesante de indagación reside en la lectura detenida de los expedientes
judiciales originados por los múltiples, y cada vez más frecuentes reclamos efectuados antes las
autoridades españolas”27. En el Perú, las investigaciones de Charles Walker y Sarah Chambers sobre
el Cuzco y Arequipa, respectivamente, se han apoyado básicamente en esta clase de archivos.
Walker indicó que en la coyuntura de la independencia se produjo la combinación de lucha y
negociación política entre el Estado y la sociedad indígena en donde estos últimos “utilizaron diversos
medios para defender sus derechos”28. Entre esos medios la recurrencia a los tribunales para
ventilar sus disputas representó una estrategia clave en donde los grupos indios negociaron con el
Estado ciertas prerrogativas e intereses sociales como la autonomía indígena, los recursos
económicos y, en cierta manera, su inclusión en la esfera política29. Tal es el caso también de los
estudios de Chambers que a través de las causas criminales y eclesiásticas vislumbra la paulatina
conformación de la cultura popular y la activa participación de la plebe en las guerras de
independencia y los inicios de la república en Arequipa30.
31 Bragoni, Beatriz, “Esclavos, libertos y soldados…, p. 134-136; y, Bragoni, Beatriz, “Esclavos
insur (...)
32 Frega, Ana, “Los infelices y el carácter popular de la revolución artiguista”, en, Fradkin, Raúl
(e (...)
34 Paz, Gustavo, “La hora del Cabildo…, p. 149-165; y, Paz. Gustavo, “‘El orden es el
desorden.’ Guerr (...)
35 Paz, Gustavo, “Reordenando la campaña: La restauración del orden en Salta y Jujuy, 1822-
1825”, en, (...)
14El análisis sistemático de esta clase particular de fuente incide en sostener el papel central de los
grupos populares en la revolución, su composición social y, además, las relaciones conflictivas entre
la elite y la plebe. Bragoni mostró la fuerte militarización y politización de la sociedad cuyana
(integrada por las elites locales, los sectores medios y la plebe) iniciada con la revolución de mayo,
su consolidación con la formación del Ejército Unido de los Andes a partir de 1814-15, y el fuerte
influjo del poder y la negociación plebeya en aquel período de crisis política31. Por su parte, en la
banda oriental, Ana Frega insistió en advertir que “la movilización de los infelices”, conformados por
negros, indios y criollos, “necesaria para la conformación de los ejércitos”, fue vista con recelo por
las minorías dominantes32. Por ello, las elites buscaron controlar aquella movilización a través de
ciertos mecanismos de presión y negociación política. Las alianzas entre los grupos sociales tuvieron
necesariamente una cuota de exclusión e inclusión coyuntural y fueron construidas en el proceso
mismo de la lucha revolucionaria. En Salta y Jujuy, Sara Mata ha indicado que “sectores muy amplios
de la población [principalmente grupos afrodescendientes, mestizos, indígenas y criollos pobres]
aspiraron, a través de la movilización y la guerra, alcanzar significativos cambios en sus condiciones
de vida y en su participación política y social”33. Sin embargo, Gustavo Paz no ha dejado de incidir
en que esta fuerte politización en las regiones devino en un miedo a la revolución popular y una
creciente y constante atmosfera de conflicto entre estos sectores plebeyos y las elites políticas34.
Más aún las prerrogativas obtenidas por los guachos de Güemes al participar en la revolución
conllevaron a que después de la caída del líder se hiciera difícil la reorganización del espacio del
norte argentino35. Recién en 1825 las elites locales pudieron desmovilizar a los sectores populares
y arrogarse haber domado a los gauchos y restaurado el orden en Salta y Jujuy.
37 Sala I Vila, Núria, Y se armo el tote tole. Tributo indígena y movimientos sociales en el
virreinat (...)
15En Arequipa, Chambers ha mostrado cómo entre la independencia y los inicios de la república las
tensiones entre las elites y los sectores plebeyos aumentaron y la recurrencia al litigio judicial para
resolver sus disputas se convirtió en una rutina. Las propias autoridades republicanas se volvieron
más represivas que sus antecesoras coloniales. Aún así el reclamo popular permitió que la plebe y
el amplio grupo mestizo estuvieran inmersos en la arena de la lucha política y pudieran negociar su
intervención en las revoluciones36. La misma experiencia constitucional de Cádiz, en apreciación de
Nuria Sala I Vila, abrió en los andes peruanos espacios para la participación indígena en el control
de los ayuntamientos o gobiernos locales sin que esto estuviera libre de conflictos y alianzas entre
los distintos grupos étnicos37. Este protagonismo y conflicto social fue advertido también por Walker
para la región de Cuzco. El autor considera que los indios tuvieron conciencia política, influyeron en
los movimientos sociales y negociaron las condiciones de su participación38. Incluso, percibe que
los sectores subalternos integrados también por la sociedad negra y mestiza asumieron diversas
formas de gobierno alternativo39. Y, si al final las rebeliones fueron sofocadas y derrotadas, esto
fue el resultado de la ausencia de un “grupo efectivo que pudiera movilizar la sociedad rural” y por
las propias divisiones sociales internas40.
41 Méndez, Cecilia, “Los campesinos, la independencia y la iniciación de la república. El caso de
los (...)
42 Méndez, Cecilia, The Plebeian Republic. The Huanta rebellion and the making of the Peruvian
state, (...)
46 Sánchez, Susy, “Norte y sur: Las milicias de Arequipa y Trujillo y la construcción de las
diferenci (...)
16Este argumento se ha podido percibir en la rebelión de los indios de Iquicha en Ayacucho y en las
reacciones de los indígenas de Cajamarca ante la exclusión política de las elites criollas de Trujillo y
Lima. Para Cecilia Méndez las guerras de independencia convertidas en guerras civiles muestran el
conflicto de intereses de los actores sociales y, a la vez, las diversas alternativas políticas que estos
manejaron en la revolución41. En ese sentido, la rebelión monarquista de Huanta aglutinó a diversos
grupos sociales plebeyos enfrentados en donde el papel central de los líderes locales indios y criollos
permitió que los campesinos iquichanos pudieran negociar su participación en la guerra y en la
esfera del poder político42. Entonces, la movilización campesina, a partir de alianzas coyunturales
y operativas, ofreció beneficios a los sujetos dinámicos de la rebelión, y activó el surgimiento de
una conciencia política en el campesinado indígena peruano que reconfiguraría el ámbito del poder
y sus consecuencias prácticas en el mundo social43. No obstante, en apreciación de Bonilla, esta
tesis de la conciencia política popular debería calibrar mejor el influjo de los intereses divergentes
de los actores sociales plebeyos, españoles y criollos, y la permanencia aún de una estructura de
carácter colonial en las relaciones sociales y en las esferas del poder44. Algo similar pudo observarse
en Cajamarca cuando los líderes indios irrumpieron en la escena política protestando contra la
evidente política excluyente de los grupos criollos al negarles el derecho a la representación y la
participación en el nuevo estado45. Incluso, Susy Sánchez ha probado el surgimiento de identidades
políticas diferenciadas, contradictorias y fragmentadas en las regiones de Trujillo y Arequipa en
donde el poder de las milicias, la plebe y las elites regionales jugó un rol importante en las guerras
de independencia. Esta constatación podría explicar las diferencias regionales y por qué el norte
declaró la independencia antes que Lima, y el sur terminó convertido en el baluarte de la defensa
del régimen español46.
48 Frega, Ana, “`La patria me hizo libre´. Aproximación a la condición de los esclavos durante
las gue (...)
50 Mata, Sara, Los gauchos de Güemes. Guerras de independencia y conflicto social, Buenos
Aires, Edito (...)
52 Ratto, Silvia, “¿Revolución en las pampas? Diplomacia y malones entre los indígenas de
Pampa y Pata (...)
17Pero no solamente puede entenderse los movimientos sociales en el ciclo revolucionario a partir
del análisis de las elites y los grupos populares como sectores diferenciados y en abierto conflicto.
Es importante reflexionar sobre el papel clave de los intermediarios políticos y líderes
locales que pudieron conectar en alianzas, tal vez efímeras pero reales, a estos grupos
contrapuestos. La historiografía reciente ha evidenciado múltiples casos de estos agentes políticos
en toda América Latina, y el espacio rioplatense y peruano no podía ser la excepción. En la Banda
Oriental, Ana Frega señaló que lo realmente novedoso de la relación entre Artigas y los infelices
estuvo en que: “Lejos de ejercer un control indiscutible, la autoridad de Artigas sobre las tropas
orientales […] estaba condicionada al cumplimiento de los compromisos contraídos en la lucha” 47.
Más aún: “la movilización militar abrió caminos de libertad” a partir de alternativas y posibilidades
de negociación que esclavos, libertos, indios y criollos pobres establecieron con los caudillos de la
revolución, en otras palabras, “el proyecto artiguista, dependía del peso de las alianzas”48. Sara
Mata ha advertido este mismo argumento en el caso de Salta y Jujuy en donde en plena revolución
y lucha contra la avanzada realista el líder de los gauchos Martín Miguel de Güemes tuvo que
negociar la participación de sus milicianos y jefes locales como condición central para acumular,
controlar y manejar todo el poder militar y político que pudo adquirir en esa coyuntura
revolucionaria49. No fue entonces una filiación desinteresada y patriótica, las circunstancias de la
guerra y el manejo político, a través de concesiones diversas, permitieron que Güemes pudiera
movilizar a los gauchos por más de siete años que duró la guerra de recursos librada con las fuerzas
contrarrevolucionarias50. Las zonas de frontera también evidenciaron este tipo de características,
Silvia Ratto indicó que en aquellos espacios los diversos grupos indios y criollos mantuvieron
vinculaciones entre sí tanto por relaciones de alianzas como de conflicto, resultando fundamental,
en ese sentido, el papel de los jefes étnicos aprovechando la diversidad de alternativas que la guerra
y la revolución había generado en esas áreas51. Entonces, era claro que “las alianzas no se hacían
en apoyo a tendencias políticas” que tuviese poco significado en los líderes indios, sino que “éstas
se definían por las relaciones personales que existían con algunos personajes hispano criollos que,
a su vez, ofrecían a los caciques beneficios por la alianza”52.
53 Garrett, David, Sombras del imperio. La nobleza indígena del Cuzco, 1750-1825”, Lima, IEP,
2009, p. (...)
58 Mata, Sara, “Negros y esclavos en la guerra por la independencia. Salta, 1810-1821”, en,
Mallo, Sil (...)
20Por lo tanto, la revolución en las regiones de América Latina, especialmente en el Río de la Plata
y el Perú, supuso una serie de características y circunstancias determinadas. En primer lugar, la
comprobación del papel central de la plebe en el ciclo revolucionario y la conformación heterogénea
y compleja de su estructura social que muchas veces integró no solamente al denominado
populacho, la chusma o el bajo pueblo, sino, además a criollos pobres, sectores medios y grupos
mestizos. Tales fueron los casos de los iquichanos en Ayacucho, de las luchas en la sierra de
Cajamarca, la impronta social en Cuzco y Arequipa, y las relaciones de los grupos milicianos plebeyos
en Salta, Jujuy y las zonas de frontera. En segundo lugar, esta composición social heterogénea
conllevó al surgimiento de intereses diferenciados y contrapuestos tanto entre las elites y la plebe
como dentro de cada uno de estos sectores sociales. Los conflictos y las divergencias políticas en
los andes del sur, en la zona de la sierra peruana, en el norte argentino y en la banda oriental, y el
carácter localizado y coyuntural de las alianzas entre los grupos sociales, explicarían las derrotas y
el fracaso de un posible movimiento serio de revolución e independencia entre los sectores
populares. Las diferencias étnicas y los conflictos internos jugaron un rol clave en la configuración
política de los estados en revolución, marcando desde el inicio de esta guerra nuevos imaginarios,
representaciones y significados de la realidad, de los grupos sociales y del contexto social y político
en cada uno de estos espacios. Finalmente, aquellos significados y representaciones disimiles de las
elites y la plebe debieron establecer conexiones y negociar, a través del manejo de los agentes o
intermediarios políticos, su intervención en la revolución y en connivencia con las diversas
alternativas políticas en juego.
64 Aguirre, Carlos, Breve historia de la esclavitud en el Perú. Una herida que no deja de
sangrar, Lim (...)
65 Montoya, Gustavo, La independencia del Perú y el fantasma de la revolución,Lima, IEP-IFEA,
2002, p (...)
67 Di Meglio, Gabriel, ¡Viva el bajo pueblo!: La plebe urbana de Buenos Aires y la política entre
la r (...)
22Esta historiografía parte de la premisa de que en las capitales la mayor fuerza de los grupos
milicianos estuvo conformada por los integrantes de la sociedad negra o afrodescendientes. Carlos
Aguirre ha desarrollado una amplia investigación en donde comprueba que los negros, morenos y
pardos en Lima representaron en la coyuntura de la independencia el componente más importante
de los ejércitos realistas y patriotas64. Incluso, Gustavo Montoya pudo advertir que durante el
protectorado de San Martín en el Perú, los cuerpos cívicos estuvieron integrados ampliamente por
las castas, pardos y esclavos65. Esta peculiar composición social ha llevado a que Heraclio Bonilla
sugiera que la única manera de comprender cabalmente la participación de los sectores populares
reside en estudiar a los negros y a los indígenas cómo grupos particulares que establecen relaciones
conjuntas y, a la vez, mantienen abiertos conflictos e intereses divergentes66. Por ello, Gabriel Di
Meglio indicó que la plebe en Buenos Aires fue un grupo heterogéneo de blancos pobres, negros,
pardos, trigueños e indios, mal denominados como chusma, populacho, vulgo o bajo pueblo, que
ingresaron al escenario de la revolución por las necesidades de la guerra y los intereses políticos
que pretendían adquirir67.
68 Di Meglio, Gabriel, ¡Viva el bajo pueblo!..., p. 97-122. Por su parte, Fabián Harari ha
propuesto q (...)
69 Di Meglio, Gabriel, “Las palabras de Manul. La plebe porteña y la política en los años
revolucionar (...)
72 Herrero, Fabián, Movimientos de pueblo. La política en Buenos Aires luego de 1810, Buenos
Aires, Ed (...)
73 Bernand, Carmen, “Los olvidados de la revolución: el Rio de la Plata y sus negros”, Nuevo
Mundo Mun (...)
24En Lima, a parte de la participación de los cuerpos cívicos como agentes de control social en el
período del protectorado74, Carlos Aguirre ha señalado que “una rebelión de esclavos en Lima
durante el siglo XIX no sólo no fue posible sino que además, probablemente, no era necesaria”,
pues los negros utilizaron otras medios cotidianos de confrontación para aliviar su condición social
como el cimarronaje o fuga, la contienda judicial, el mecanismo de los esclavos jornaleros y la
compra de la libertad75. Incluso, la elite limeña auspició el desarrollo de “conductas individuales y
poco inclinadas a la acción colectiva”76. Esta idea se asemeja a lo señalado por Flores Galindo y
Hunefeldt al advertir la fragmentación y los conflictos internos de los negros libres y negros esclavos,
y la “tradicional segmentación étnica” y los “interese comerciales” divergentes al interior de las
mismas clases populares77. No obstante, Jesús Cosamalón ha sugerido que estas relaciones no
fueron únicamente de conflicto, sino que existieron además intereses comunes entre indios y negros
que pusieron a prueba la rígida y excluyente estructura social sostenida por las elites78. Ante esta
realidad, los grupos de poder en Lima buscaron romper con la conformación y la movilización
plebeya. Como ha observado Aguirre y, en un estudio reciente Hunefeldt, esta desmovilización de
la plebe debe ponderar también las distintas posibilidades que tuvieron los negros y los indios de
participar en la esfera política79. Por ejemplo, en el caso de la población negra no sólo el conflicto
armado significó la alternativa, sino, especialmente, la contienda judicial y la compra de libertad o
la fuga. En Buenos Aires, Magdalena Candioti ha observado que muchas familias de negros esclavos
utilizaron la vía de la lucha judicial para defender sus derechos de libertad80. Sin embargo, Silvia
Mallo advirtió que si bien los negros esclavos “adoptaron sus propias tácticas de adaptación”, es
indiscutible que “la libertad estaba más cerca en sus conciencias que en la realidad y no era libertad
vinculada a la igualdad”81. Aún así el análisis de los archivos judiciales y los expedientes y sumarios
militares, muy utilizados por esta renovada historiografía, ofrecen, como en el caso de las regiones,
una documentación especial para captar en profundidad el papel de los sectores plebeyos en la
revolución.
82 Fradkin, Raúl, “La conspiración de los sargentos. Tensiones políticas y sociales en la frontera
de (...)
25Es imprescindible, además, advertir que en estas alianzas y relaciones conflictivas, los intereses
de las elites y la plebe fueron mediadas por la participación de los intermediarios políticos y líderes
locales. Raúl Fradkin al analizar la conspiración de los sargentos acaecida en la frontera de Buenos
Aires y Santa Fe en 1816 fue explícito al señalar que dicha conjugación “suponía un quiebre de las
lealtades verticales en función de otras horizontales”, en donde quedaba claro que la acelerada
politización de los sectores populares a partir de la revolución conllevó a que “la lealtad y la
obediencia debían ser negociadas y los oficiales debían contener y canalizar las expectativas de sus
soldados y suboficiales”82. Así, la conspiración deja advertir que sargentos y soldados: “estaban
lejos de ser meros actores pasivos en estas relaciones, que de algún modo podían incidir en las
estrategias de sus superiores y que, al menos por un momento, pudieron pensar en desplegar un
estrategia política y militar propia”83. Además, en apreciación de Di Meglio, “la utilización de las
redes administrativas, particularmente la influencia de los alcaldes de barrio en las distintas zonas
urbanas, fue también fundamental para impulsar la intervención del bajo pueblo”84. O, como
sucedió en el motín de las trenzas de 1811, estudiado por el mismo autor, en donde sargentos,
cabos y soldados, sin intervención de los oficiales se amotinaron defendiendo sus derechos “como
fieles ciudadanos libres y no como tropa de línea”85. El propio gobierno revolucionario en sus
acciones armadas auspicio constantemente la intervención de la plebe en la revolución bajo el
mando de los caudillos militares, ejemplo de ello, como indicó Bernand, lo encontramos en la
rebelión de los orilleros de abril de 1811 y en las múltiples luchas emprendidas por el Ejército Unido
de los Andes86. Incluso, en los movimientos de pueblo de junio de 1816 y octubre de 1820, Fabián
Herrero ha observado cómo en la misma lucha revolucionaria se van erigiendo líderes e
intermediarios políticos, como los ya indicados por Di Meglio, Fradkin y Bernand, que logran
movilizar al pueblo y participar conjuntamente en las acciones87.
26Esta realidad quedó patente también cuando el propio Fradkin, al analizar el accionar de la
montonera dirigida por Cipriano Benítez en el pueblo de Navarro en la frontera oeste de Buenos
Aires en 1826, mostró cómo este paisano de la campaña bonaerense pudo convencer, negociar y
movilizar a amplios sectores de las clases populares de participar política y militarmente en un acción
armada. Sin que esto supusiera una relación vertical entre el líder y su contingente, sino, por el
contrario, una praxis pactada entre los diversos actores sociales inmersos en el conflicto88. Heraclio
Bonilla indicó este mismo argumento en el análisis del espacio peruano en donde los líderes de las
guerrillas no tuvieron una sola posición monolítica frente a la independencia, sino que esta se
modificó de acuerdo a los acontecimientos militares y políticos y al propio temor causado en las
instancias de poder, por el ímpetu desenfrenado y peligroso de las fuerzas indias en la guerra. Los
sectores populares pudieron en esas instancias, con esas mediaciones y con las armas en la mano,
conseguir ciertas prerrogativas y autonomía “en función de sus propios intereses” 89. Esta misma
situación pudo advertirse en la conformación de los cuerpos cívicos en donde los jefes milicianos
establecieron relaciones con los oficiales, la tropa y la propia elite criolla y patriota con el objetivo
de movilizar a los grupos populares en las luchas civiles y en la esfera del poder político90. Por ello,
Gustavo Montoya afirmaría que los cívicos representaron la expresión política más acabada de la
participación popular en la independencia91.
27En síntesis, cómo habíamos señalado para el ámbito regional, los centros de poder aglutinaron a
un conglomerado heterogéneo de sectores sociales con objetivos e intereses divergentes. Y, si en
el área rural, las intervenciones de la plebe y la elite tuvieron caracteres localizados, en Lima y
Buenos Aires el espectro y las motivaciones resultaron albergando intereses nacionales e incluso
continentales. La visión era más amplia, pero no por eso más igualitaria e incluyente. Al igual que
en las zonas del interior, las capitales lucharon por el predominio y la legitimidad política, claro que
lo hicieron en perspectiva de conjunto, buscando dominar el interior y, principalmente, cualquier
insubordinación popular que echara por tierra el proyecto revolucionario e independentista. Estas
similitudes y diferencias de las regiones y las capitales políticas deberían conectarse en un análisis
razonado de las implicancias que estas realidades relacionadas ocasionarían en la nueva
configuración del poder y la sociedad en toda América Latina.
29En la actualidad la participación popular en el ciclo revolucionario, en los casos aquí analizados,
advierte: a) la fuerte militarización y politización de las sociedades y los grupos populares en la
guerra y la revolución; b) presencia de estos grupos plebeyos en la lucha militar en filas patriotas y
realistas; c) intervención política negociada del pueblo gracias a la fuerte capacidad de movilización
y apoyo a las fuerzas en conflicto; d) papel central de los líderes populares e intermediarios políticos
con los líderes criollos o grupos enfrentados para pactar su inclusión en la guerra; e) la necesidad
de los mediadores políticos de negociar dentro de los propios grupos subalternos la asistencia de
estos en la lucha armada; f) la percepción de que las alianzas entre criollos y sectores populares
fueron coyunturales y mostraron intereses divergentes; g) la existencia de fragmentación interna
dentro de la sociedad indígena y la sociedad negra, incluso, del enfrentamiento de intereses entre
estos grupos sociales; h) los significados atribuidos por la plebe a términos políticos como patria,
libertad e independencia resultaron totalmente opuestos a los dados por los sectores criollos o
peninsulares; i) la importancia de los espacios regionales y la función clave de la sociedad rural en
la configuración del poder político tanto a nivel local como nacional; j) la inserción de la plebe en la
milicia, montoneras o guerrillas como medio inmediato para conseguir prerrogativas y satisfacer
intereses de grupo; k) la lucha de indígenas y negros en los tribunales judiciales, la compra de
libertad de los esclavos o la huida del poder del amo, como medios de resistencia y desfogue social,
no necesariamente utilizando la confrontación armada; y, l) la comprobación de múltiples
alternativas de gobierno imaginadas por los sectores populares que no necesariamente debían de
ser monárquicas o republicanas.
30A partir de estas evidencias sostenidas por la historiografía reciente en Perú y Argentina podemos
concluir que los sectores populares se constituyeron en un actor social y político central en la realidad
de ambos espacios de América del Sur durante el proceso de independencia. En ese sentido, creemos
que en el contexto de las conmemoraciones de los bicentenarios la historiografía especializada no
solamente debe recoger, analizar y debatir estas tesis propuestas. Sino debe también focalizar su
atención en ir descentralizando el conocimiento histórico referido a la revolución y profundizar más
los puntos neurálgicos y problemáticos, que supondría una nueva agenda de investigación, en donde
el análisis de conjunto, comparado y vinculante arrojarían nuevas luces sobre la experiencia de las
guerras de independencia y el papel que cumplieron los diversos actores sociales.
http://nuevomundo.revues.org/61404
Internacional
Publicaciones
o IDL
o Otros autores
o Servindi
o Terra nuova
o Separatas e informes
o Boletines
Radioteca
o Audios
o Videos
Galería
Archivo
InfoIndígena
El verdadero significado de la
Independencia del Perú
Imprimir articulo Exportar a PDF
Volver
Bibliografía:
- Heraclio Bonilla, Karen Spalding y otros: La
Independencia en el Perú, Las palabras y los hechos.
Instituto de Estudios Peruanos (IEP) y Campodónico
ediciones, Lima, 1972. Disponible
en: http://lanic.utexas.edu/project/laoap/iep/ddtlibro11.
pdf
- Pablo Macera: Nueva perspectiva: Heraclio Bonilla
“La Independencia en el Perú”.
En: http://rcritica.hypotheses.org/321
- Daniel Morán: La independencia peruana, una
polémica permanente. Reflexiones acerca de la historia
y los historiadores.
En: http://www.monografias.com/trabajos23/independe
ncia-peruana/independencia-peruana.shtml
- Jorge G. Paredes M.: ¿La independencia peruana, un
don foráneo?.
En: http://www.edhistorica.com/pdfs/INDEPENDEN_
PERUANA.pdf- Mario Rommel Arce: Trascendencia y
Significado de la Independencia Nacional,
en: http://www.mariorommelarce.com/portal/trascende
ncia-y-significado-de-la-independencia-nacional/
https://www.servindi.org/actualidad/109633