El Aprendizaje en Las Corporaciones
El Aprendizaje en Las Corporaciones
El Aprendizaje en Las Corporaciones
Estos siglos después del año mil, que, estudiados desde el punto de vista de
la historia de la educación, los hemos visto como los siglos del surgimiento de los
maestros libres y de las universidades, estudiados desde el punto de vista más
general de la historia económica y social son los siglos del nacimiento de los
municipios y de las corporaciones de artes y oficios; en fin, los siglos del primer
desarrollo de una burguesía urbana
El campo pierde los oficios que todavía sobrevivían, ejercidos antes por los
prebendarios o servi ministeriales de las cortes señoriales; como los mismos
feudatarios en busca de poder, también estos siervos, buscando libertad y ganancias
autónomas, se transfieren a la ciudad; y en lás ciudades los grupos de los que ejercen
un mismo oficio se consolidan y se expanden, y empiezan a elaborarse, a partir de las
antiguas costumbres, unos estatutos regulares, que llegarán a tener la aprobación del
poder público. La antigua herencia romana de los collegia artificum y las recientes
experiencias de los ministeria feudales serán las fuentes para definir estos estatutos.
En estos estatutos, hay numerosas normas que regulan no sólo las relaciones
externas del oficio o corporación con el poder público y con el Mercado (adquisición
de materias primas y venta de las productos), sino también las relaciones internas
entre los trabajadores, que pueden ser maestros, socios, aprendices o también
jornaleros asalariados. En especial se trata del número y de la edad de los discípulos,
de la duración del aprendizaje, del pago por el aprendizaje y del mantenimiento
cotidiano del aprendiz, y tal vez de las pruebas finales, en las cuales, a través de la
ejecución de la "obra maestra", el aprendiz era aceptado entre los maestros y podía
pues ejercer el oficio por su cuenta.
Sin embargo es difícil, entre tantas normas, incluso en aquellas que se
refieren más directamente a la participación de los aprendices en el trabajo, descubrir
las modalidades técnicas y didácticas del aprendizaje. Ciertamente, los aprendices, a
diferencia de los jornaleros asalariados, los cuales no presumen de aprender el oficio
para ejercerlo después como maestros, son para todos los efectos unos discípulos, y
los mismos nombres que dentro de la corporación, donde todos son igualmente
obreros, distinguen a los ancianos y patrones de los jóvenes, nos hablan
predominantemente de una relación educativa: magistri y discipuli; estos últimos
participan en el trabajo, pero en vistas a la adquisición de los conocimientos y
habilidades de la profesión. Entre el trabajar y el aprender no hay aquí una
separación: una cosa es también la otra, según las características inmutables de toda
formación a través del aprendizaje, propia, en todos los tiempos y en todos los lugares,
de toda actividad inmediatamente productiva. No existe un lugar separado, distinto del
lugar de trabajo de los adultos, donde los adolescentes aprendan. No existe una
escuela del trabajo: el mismo trabajo es escuela; pero van creciendo los aspectos
intelectuales.
Además, el aprendiz tenía entre las garantías, incluso una especie de caja de
mutuo socorro, dado que tal vez parte de lo que él ingresaba (en el caso aquí citado,
5 sueldos) "va a los prohombres del gremio, para ser devuelto a los muchachos
pobres del mismo gremio y para preservar los derechos de los aprendices con
relación a sus maestros" [Boucliers de fer].
Pero también aquí está previsto el caso de la res ponsabilidad del maestro, y
entonces "los maestros del arte deben hacer comparecer ante ellos al maestro del
aprendiz, y regañado, y decirle que trate al aprendiz de manera honorable, como hijo
de gente de bien, que lo vista y lo calce, le dé de comer y de beber y todo lo que sea
necesario; y si no lo hace, el aprendiz se buscará otro maestro" [Des tisserans de
lange].
Cerca de medio siglo después del Livre de Boileau, uno de los Statuta et
ordinamenta artium et artifichum civitatis Plorentiae, o sea el Estatuto del gremio de
la lana, del año 1317 (aunque algunas disposiciones son de 1275 [cap. lll, VII], aun
en su mayor complejidad, contiene sobre el aprendizaje y sobre la relación
maestros-discípulos mucho menos información que los estatutos parisienses.
Se puede decir que, aparte de estas escasas indicaciones, poca cosa más
encontramos en estos estatutos, que nos permita conocer y ver en vivo la relación de
aprendizaje y su desarrollo concreto. En el conjunto, vemos una mayor dependencia
del discípulo respecto al maestro en relación con aquella especial universitas que
tomará después este nombre por excelencia o por antonomasia, en la cual, como
hemos visto, son más bien los magistri los que dependen de los discipuli o scolari.
Estos estatutos, redactados en latín (litteraliter) por un iudex ordinarius et publicus
notarius, que es tal por autoridad imperial o regia, y confirmados por los
representantes de los otros gremios, deberán después ser traducidos en italiano
(sermone vulgan).