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Fenomenología y Ética Del Cuidado

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∆αίµων.

Revista Internacional de Filosofía, nº 49, 2010, 35-48


ISSN: 1130-0507

Responsividad y cuidado del mundo.


Fenomenología y ética del care

Responsiveness and care for the world.


Phenomenology and ethics of care

JOSÉ MARÍA MUÑOZ TERRÓN*

Resumen: Este artículo propone analizar el papel Abstract: This article proposes to analyze the
de la noción de responsividad en la ética del cui- role of the notion of responsiveness in the ethics
dado (care) desde la perspectiva de una fenome- of care from the point of view of a responsive
nología responsiva de la corporalidad (Maurice phenomenology of corporeality (Maurice
Merleau-Ponty, Bernhard Waldenfels). A partir Merleau-Ponty, Bernhard Waldenfels). From the
del examen de algunas concepciones del carácter examination of some conceptions of the responsive
responsivo del care, en Carol Gilligan, Lawrence character of care, in Carol Gilligan, Lawrence
Blum y Joan Tronto, se apunta una comprensión del Blum and Joan Tronto, it scores an understanding
cuidado como labor, como trabajo y como acción, of the care as labor, work and action, according to
según la conocida distinción de Hannah Arendt. the well-known distinction of Hannah Arendt.
Palabras clave: Responsividad, Care, Fenome- Key words: Responsiveness, Care, Phenomeno-
nología, Cuerpo. logy, Body.

«¿Si no respondo de mí, quién responderá por mí? Pero si sólo respondo de mí, ¿aún soy yo?»
Talmud de Babilonia, Tratado de Aboth 6a1
«Responsibility remains a task of responsiveness»
Stanley Cavell2

0. Introducción

En este trabajo se presentan los primeros resultados de una investigación que, a la luz
de la fenomenología responsiva de la corporalidad, desarrollada por Bernhard Waldenfels,
con gran inspiración merleau-pontyana, indaga en los conceptos de responsividad y en la
concepción responsiva de la acción que subyacen a la ética del care, ya desde la propia obra
de Carol Gilligan, iniciadora de este enfoque con su crítica de la teoría del desarrollo moral
de Lawrence Kohlberg.

Fecha de recepción: 7 diciembre 2009. Fecha de aceptación: 25 febrero 2010.


* Facultad de Humanidades. Universidad de Almería. E-04120 La Cañada de San Urbano (Almería, España).
Dirección electrónica: jmterron@ual.es
1 Citado por E. Lévinas: Humanismo del otro hombre, México, Siglo XXI, 1974, p. 112.
2 S. Cavell: Conditions handsome and unhandsome, La Salle, Illinois, Chicago University Press, 1990, p. 25.
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Como fondo de la argumentación se defiende, en relación con la discusión feminista


en torno a la recepción del pensamiento de Maurice Merleau-Ponty, la pertinencia de una
fenomenología de la intercorporalidad carnal, tanto para repensar las críticas realizadas
desde la perspectiva de género a las distinciones dicotómicas entre lo público / lo privado
/ lo doméstico, como para analizar sus repercusiones sobre el debate en torno a la ética del
care y su relevancia política.
A partir de estos análisis y de la definición de care de Joan Tronto y Berenice Fischer,
que alude al mundo como ámbito de referencia de los trabajos de cuidado, se sugiere una
relectura de la distinción arendtiana entre actividades de labor, trabajo y acción, interpre-
tándolas como diversas formas de «cuidado del mundo», a fin de reivindicar las dimensiones
públicas del cuidado, en línea con las propuestas de paso de la ética a la política del care.

1. Fenomenología de la corporalidad, crítica feminista y debate en torno al care

En vez de cuidado o cuido, que serían más apropiados en castellano, se empleará aquí el
término inglés care, en razón de que una gran parte del debate y de la producción científica
en torno al asunto, no sólo en inglés sino en francés o en español, se han vinculado preci-
samente a este término, por su capacidad para reunir las múltiples dimensiones y aspectos
del concepto y de esa realidad compleja que son los cuidados3.
El cuidado (care) es, en definición de Joan Tronto y Berenice Fischer, un conjunto de
actividades humanas destinadas al mantenimiento del mundo. Más concretamente: «una
actividad genérica que comprende todo aquello que hacemos para mantener, perpetuar y
reparar nuestro «mundo», de manera que podamos vivir en él lo mejor posible. Este mundo
comprende nuestros cuerpos, nosotros mismos y nuestro entorno, elementos todos que bus-
camos enlazar en una red compleja, para el sostenimiento de la vida»4.
La propuesta que se presenta aquí entronca con la fenomenología de la existencia carnal
de Maurice Merleau-Ponty, en tanto que, leída desde posiciones feministas, puede aportar
perspectivas interesantes en el debate en torno al care. Las críticas feministas de Merleau-
Ponty se podrían remontar a los tiempos en que ya polemizaba con él Simone de Beauvoir,
si bien puede interpretarse que la clásica obra de S. de Beauvoir (El segundo sexo), más
conecta con la fenomenología merleau-pontyana del cuerpo que con el existencialismo de
J. P. Sartre5. Se trata de una discusión complicada, en la que se ha incidido desde diferentes

3 Cfr. P. Paperman: «Les gens vulnérables n’ont rien d’exceptionnel», en P. Paperman / S. Laugier: Le souci des
autres, étique et politique du care, París, EHESS, Raisons Pratiques n. 16, 2005, pp. 281-297; M. T. Martín-
Palomo: «Los cuidados y las mujeres en las familias», Política y Sociedad, vol. 45, núm. 2 (2008), pp. 29-47; J.
Tronto: Moral Bounderies. A Political Argument for an Ethic of Care, Londres, Routledge, 1993. Sobre Tronto,
ver cuadro, infra, en el epígrafe 2.3.3.
4 Tronto, J., «Préface à l’édition française», en íd.: Un monde vulnérable, pour une politique du care, París, Édi-
tions La Découverte, 2009, p. 13.
5 Sobre esto, ver, por ejemplo: S. Heinämaa: Toward a phenomenology of sexual difference: Husserl, Merleau-
Ponty, Beauvoir, Oxford, Rowman & Littlefield Publishers Inc., 2003; J. M. Muñoz Terrón: «El segundo sexo,
de Simone de Beauvoir, una filosofía de la existencia de las mujeres», en Alfa. Revista de la Asociación Anda-
luza de Filosofía, nº 21 (2007), pp. 197-208.

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enfoques feministas6, y de la que cabe concluir, por una parte, la conveniencia de interpretar
las aportaciones merleau-pontyanas en claves feministas, y de otra, la relevancia de una
fenomenología de la corporalidad para los planteamientos feministas en general7, y más en
concreto, como un entronque muy apropiado para la ética del care.
En este sentido, es sugerente la propuesta, realizada por Maurice Hamington, de un
nuevo concepto de care, el «cuidado encarnado» (embodied care), con el que se destaca que
los cuidados, en sus diferentes aspectos de conocimiento, hábitos e imaginación, enraízan
en la condición intercorporal mundana8. En la misma línea, David Brubaker ha mostrado
también cómo la ética del care puede encontrar buenos apoyos en el concepto de carne de
los últimos escritos de Merleau-Ponty9.

2. Responsividad, fenomenología responsiva y ética del care

2.1. Responsividad: una primera aproximación terminológica

En tanto que en el debate sobre el care domina la terminología inglesa, como se ha dicho
más arriba, se entenderá este acercamiento léxico inicial al concepto de responsividad. Tanto
en inglés como en las otras lenguas que han incorporado términos similares (responsiv,
Responsivität, en alemán; responsif, responsivité, en francés; responsivo/a, responsividad,
en castellano) la etimología remite a la lengua latina, al verbo respondere (responder) y a
un término del latín tardío, responsivus.
Como vocablos de la lengua inglesa común responsive y responsiveness poseen signi-
ficados relacionados con sensibilidad (sensitivity) y receptividad (receptiveness), remiten
a la capacidad de reaccionar y al grado de reacción a un estímulo, a una influencia o a un
tratamiento, y en general, al hecho de responder y a la capacidad de dar (o no) respuesta.10
En castellano, tanto el Diccionario de la Real Academia como el Diccionario de Uso
de María Moliner incorporan el término ‘responsivo/a’ con la acepción de «perteneciente
o relativo a la respuesta.» En su extremada concisión, esta definición ofrece lo básico del

6 Han participado en este debate Judith Butler, Luce Irigaray, Iris Marion Young, Elisabeth Grosz, Moira Gatens,
Silvia Stoller o Shanon Sullivan, entre otras. Para una recopilación de aportaciones recientes al debate, ver: D.
Olkowski / G. Weiss (eds.): Feminist Interpretations of Maurice Merleau-Ponty, Pennsylvania State University
Press, 2006.
7 En este línea ver los textos de M. C. López Sáenz referenciados en la bibliografía final; también algunas apor-
taciones en los trabajos de J. M. Muñoz Terrón ahí mismo mencionados.
8 Un concepto de care enraizado en la corporalidad, entendida en términos merleau-pontyanos, que Hamington
pone a prueba con sendos análisis, del ejemplo de vida y pensamiento de la filósofa y activista Jane Addams,
y de la controvertida cuestión del matrimonio entre personas del mismo sexo. Cfr. M. Hamington: Embodied
Care. Jane Addams, Maurice Merleau-Ponty, and Feminist Ethics, Urbana / Chicago, University of Illinois
Press, 2004.
9 D. Brubaker: «Care for the Flesh: Gilligan, Merleau-Ponty and Corporeal Styles», en: D. Olkowski / G.
Weiss (eds.): Feminist Interpretations of Maurice Merleau-Ponty, 2006, Pennsylvania State University Press,
pp. 229-256.
10 En el New Shorter Oxford English Dictionary (1993), las acepciones de responsive son: 1. Answering, mak-
ing answer or reply. 2. Correspondent, corresponding. 3. Responding readily to some stimulus or influence,
impressionable. 4. Characterized by the use of liturgical responses. Como curiosidad, cabe añadir, que el Oxford
English Dictionary, recoge la acepción de responsive como una cierta manera de actuar en el juego del bridge.

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significado de responsividad, esto es, que se refiere al responder y a la respuesta. La riqueza


de sentidos se explicita, en cambio, a la luz de una fenomenología que se denomina respon-
siva, en la medida en que se articula en torno al responder como dimensión fundamental
de la existencia.

2.2. Corporalidad y responsividad: la fenomenología responsiva

La responsividad, como primacía del momento del responder, es una noción vinculada
con las condiciones del existir intercorporal, tematizadas, entre otros, por Merleau-Ponty.
Junto a otras aportaciones, de un modo u otro fenomenológicas, como Edmund Husserl,
Martin Heidegger, Emmanuel Lévinas, Michel Foucault o Jacques Derrida, la fenomenología
responsiva de Bernhard Waldenfels recoge el filosofar fenomenológico merleau-pontyano
del cuerpo11.
En tanto que todo comportamiento ha de ser concebido como (un) responder a un ofre-
cimiento, una pretensión, una apelación, o una exigencia ajenas, es decir, surgidas de un/a
extraño/a, de (un/a) otro/a, la responsividad, esto es, el carácter responsivo, constituye, junto
a la intencionalidad y la comunicatividad, un rasgo básico de toda conducta12. Es interesante
notar que, entre los precedentes del concepto se encuentran los análisis de Luis Grote y
Kurt Goldstein, que definen la salud en términos de responsividad, como capacidad de res-
puesta del organismo en relación con su entorno, y la enfermedad en términos de carencia,
insuficiencia o transtorno de la capacidad de responder13. De ahí que tenga sentido hablar,
como ha hecho Wolfgang Blankenburg, desde el análisis existencial, de una hipo- y de una
hiper-responsividad, como formas patológicas por defecto y por exceso en el responder14.
A diferencia de las teorías basadas en los conceptos de intencionalidad, comunicatividad
o regularidad, la pretensión o apelación a la que el responder remite no puede ser integrada
en un universo de reglas o de sentido, sino que como lo extraño en tanto extraño sobrepasa
todo orden15. En el responder del que nos habla la fenomenología responsiva nos encon-
tramos ante lo extraño como tal. Extrañeza y respuesta se corresponden, en la medida en
que lo extraño rehúye nuestro acceso y excede incluso de la comprensión. De ahí que una
fenomenología que parte del hecho de que, por más que se intente hacerle justicia, siempre

11 Además, entronca críticamente con las teorías no conductistas del comportamiento y se define en discusión con
las filosofías dialógicas o la teoría del discurso. Sobre esto ver las referencias de la obra de Bernhard Waldenfels
en la bibliografía final.
12 Ver, para todo este epígrafe, la entrada «Responsivität» en: H. Vetter (ed.): Wörterbuch der phänomenologis-
chen Begriffe, Sttutgart, Felix Meiner Verlag, 2005, p. 463.
13 Luis Grote, Grundlagen ärztlicher Betrachtung, 1921; Kurt Goldstein, Der Aufbau des Organismus. Ein- ����
führung in die Biologie unter besonderer Berücksichtingung der Erfahrungen am kranken Menschen, 1934),
citados en H. Vetter (ed.): art. cit., 2005, p. 463.
14 Cfr. H. Vetter (ed.): art. cit., 2005, p. 463.
15 En el análisis fenomenológico, esta extrañeza reúne las dimensiones de lo ajeno (lo que pertenece a otro), lo
foráneo (lo que es de otro ámbito, de fuera, extranjero, o forastero) y lo extraño (lo que es de un modo de ser
completamente distinto, desconocido). Cfr. B. Waldenfels: «Respuesta a lo extraño. Rasgos fundamentales de
una fenomenología responsiva», Daímon. Revista de Filosofía, nº 14 (1997), p. 19.

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se está en deuda con lo extraño, haya de ser una fenomenología responsiva, más allá de la
fenomenología de la intencionalidad y de la hermenéutica16.
La pretensión (Anspruch) a la que se refiere el responder de esta fenomenología respon-
siva implica, tanto la apelación o llamamiento que se dirige a alguien, como la exigencia
que se extiende sobre algo. Es una pretensión previa a toda moralidad, a toda constatación
y a toda explicación. Y a este doble carácter de la pretensión extraña le corresponde un
responder que también se desdobla en, por una parte, la respuesta (answer) que se da, y por
otra, el responder (reponse) en tanto acontecer. La responsividad, como rasgo fundamental
del comportamiento humano, tiene para Waldenfels una lógica subyacente, una racionalidad
que se origina en el responder mismo. Cuatro son los principales momentos estructurales de
la responsividad, según Waldenfels: singularidad, ineludibilidad, ulterioridad y asimetría17.
1º. Singularidad, en tanto que la pretensión o apelación de lo extraño no se deja subsumir
en la distinción entre lo particular y lo universal, porque lo extraño que demanda respuesta
es algo más que la parte de una totalidad y algo más que un caso de una regularidad legali-
forme; ni tan siquiera es el individuo en el sentido tradicional, sino que la pretensión extraña
posee el carácter particular y único de esos acontecimientos de la vida de una persona o de
una colectividad, que fundan un sentido o un orden, que inauguran una historia, que crean
una obligación o plantean un reto.
2º. Ineludibilidad, en el sentido literal de la necessitudo clásica, es otro rasgo fenome-
nológico fundamental de la responsividad, porque no se puede no responder a la apelación
de lo extraño que se ha percibido, pues el no dar respuesta es ya una forma de respuesta. El
responder es, por tanto, inevitable, en la medida en que la pretensión ajena, en su radicali-
dad, se sustrae a la distinción entre ser y deber ser; como le ocurre a ciertas instancias, tales
como la aspiración a la felicidad, el instinto de conservación, el imperativo categórico o la
libertad, que se nos imponen antes de cualquier posibilidad de elegirlas deliberadamente y
de cualquier intento de probar su legitimidad.
3º. La ulterioridad es otra característica de la responsividad; y significa que todo respon-
der está marcado con un insalvable carácter de posterioridad, que hay una radical asincronía
de la respuesta que socava la pretendida primacía de lo presente, o de lo originario. Como
afirma Waldenfels: «El responder sucede aquí y ahora, pero empieza en otra parte». Incluso
la fundación de un nuevo orden es un acontecimiento que no puede entenderse como parte
del orden por ella posibilitado. Y todo nacimiento, que inaugura un nuevo mundo, tiene ya
rasgos de renacimiento, porque sólo es comprendido como tal con ulterioridad. «Libertad
significa, en este sentido, no la capacidad de comenzar simplemente en uno mismo, sino
en otra parte. Quien cree poder comenzar en sí mismo, repite únicamente lo que ya es, de
modo que, precisamente, no comienza. Respuesta significa la renuncia a una primera –y con
ello a una última– palabra»18.

16 «La pretensión extraña a la que respondemos y el acontecer mismo de la respuesta no forman una correlación
como sentido e intención, como noéma y nóesis en Husserl; ni son superados en una unidad o totalidad.» B.
Waldenfels: art. cit., 1997, p. 18.
17 Los términos alemanes son, respectivamente: Singularität, Unausweichlichkeit, Nachträglichkeit y Asymmetrie.
Cfr. B. Waldenfels: art. cit., 1997, pp. 24-26; H. Vetter (ed.): art. cit., 2005, p. 463.
18 B. Waldenfels: art. cit., 1997, pp. 25-26. Para traducir Nachträglichkeit, término de impronta psicoanalítica, se
ha preferido aquí ‘ulterioridad’ a ‘posterioridad’, como se dice en la traducción citada. Una comprensión similar

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Y 4º, la responsividad se caracteriza también por una asimetría insuperable entre la ape-
lación de lo extraño y el responder; porque no se trata, como ha mostrado E. Lévinas, de una
asimetría atribuible a un desigual reparto de papeles en el diálogo, sino que, consideradas
como tales, pretensión y respuesta no convergen en ningún consenso, en ninguna instancia
común, universal. Sólo cuando apelación y respuesta son consideradas desde el punto de
vista de un tercero, como la ley o un juez imparcial, por ejemplo, es cuando precisamente
se puede producir un equilibrio o un acuerdo, que en la medida en que pretende equiparar
o igualar la pretensión con la respuesta, anularía el aguijón de lo extraño.
La responsividad remite, en definitiva, a una concepción nueva de la acción, que nos
lleva a distinguir entre un responder fundamentalmente repetitivo y otro responder funda-
mentalmente innovador. «El responder camina, por consiguiente, sobre un estrecho filo, que
separa la mera servidumbre y la condescendencia, del capricho y de la arbitrariedad. […]
Inventamos lo que respondemos, pero no aquello a lo que respondemos y que le da peso
a nuestro hablar y actuar»19. Desde esta fenomenología responsiva se apunta a una ética
basada en una concepción distinta de responsabilidad, una responsabilidad extraña20, y que
tiene su lugar también en la política21. De igual manera, estos rasgos de la responsividad
mostrados por la fenomenología pueden identificarse también, todos ellos, en las actitudes,
en las actividades, el pensamiento y la ética del cuidado.

2.3. La responsividad en el debate en torno a la ética del care

El concepto de responsividad – entendido con matices diferentes según autores/as – des-


empeña un papel muy relevante en relación con la manera de entender el care. Presentes
ya en la propia obra de Carol Gilligan (In a Different Voice, 1982) iniciadora del debate
sobre una ética del care, referencias a la responsividad se encuentran en buena parte de las
aportaciones relevantes al mismo. Para este primer trabajo el análisis se centrará, además
de en Gilligan, en las posiciones de Lawrence Blum y de Joan Tronto sobre el papel de la
noción de responsividad en la definición (de la ética) del care22.

2.3.1. Responsividad hacia otras/os y hacia sí misma/o

La responsividad muestra sus múltiples e interesantes facetas cuando Gilligan analiza los
dilemas de la persona proveedora de cuidados (caregiver), que se enfrenta con la duda entre
responder a las otras personas y responder a sí misma. El punto central de discusión de Gilligan
es que las mujeres se han formado tradicionalmente en una concepción moral que contraponía

de la libertad, desde algunos referentes distintos, p. ej., Jean Nabert (L’expérience intérieur de la liberté), puede
leerse en D. Blanco Fernández: «Libertad», en: Cortina, A. (coord.): Diez palabras clave en Ética, Estella
(Navarra), Verbo Divino, 1994, pp. 203-287.
19 B. Waldenfels: art. cit., 1997, p. 26.
20 B. Waldenfels: «Antwort der Verantwortung», en: íd., Deutsch-Französische Gedankengänge, Frankfurt a.
M., Suhrkamp, pp. 322-345. Hay una versión francesa: B. Waldenfels: «La responsabilité», en: J. L. Marion:
Emmanuel Lévinas. Positivité et transcendance, París, PUF, 2000, pp. 259-283.
21 Ver M. Vanni: L’adress du politique. Essai d’approche responsive, París, Les Éditions du Cerf, 2009.
22 En un próximo trabajo se analizará la responsividad también en las obras de Nel Noddings y de Virginia Held
(ver bibliografía final).

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la capacidad de ser responsivas hacia las otras personas a la posibilidad, más aún, la necesidad,
la exigencia, también sentida por las mujeres, de ser responsivas hacia sí mismas.

«Si es bueno ser responsiva con las personas, actuar en conexión con los otros y ser
cuidadosa, mejor que descuidada, respecto a los sentimientos y pensamientos de la
gente, ser empática y previsora con sus vidas; entonces, contrapesando la lógica de
mi pregunta con la fuerza de su autocondena, con la disposición para la abnegación y
la traición de sí mismas, yo preguntaría a las mujeres por qué es «egoísta» responder
a ti misma»23.

La cuestión consiste, pues, en buscar un modo de estar con los demás que sea también
para ellas un modo de estar consigo mismas; esto es, cómo ser una (sí) misma, sin que
ello implique ser descuidada con las demás personas. A diferencia de Lawrence Blum,
para quien, como se verá más abajo, un elemento fundamental del carácter responsivo es
el altruismo, la responsividad en Gilligan no se refiere sólo a los demás, sino que también
hay una responsividad hacia sí misma/o. Hacia un sí mismo «como otro», se podría añadir,
parafraseando el título de la obra de Paul Ricoeur. Con esa doble faceta, hacia los demás
y hacia una misma, la noción de responsividad desempeña un papel decisivo en esa difícil
conjunción entre la atención y el cuidado hacia los demás y esa atención y ese cuidado
hacia sí mismas/os, que tanto cuesta –en especial a las mujeres– dejar de considerar como
sospechosas de inmoralidad o de egoísmo24.
Aunque Gilligan parezca no dar un sentido muy definido al término ‘responsividad’, pues
en ocasiones lo intercambia con el de ‘responsabilidad’25, sin embargo, el análisis detallado
del conjunto de los pasajes donde habla de lo responsivo permite plantear que es el concepto
–aun impreciso– de responsividad el que está moldeando en su obra un nuevo concepto de
responsabilidad, propio de la ética del care. Así, por ejemplo, cuando Gilligan señala que
algunas entrevistadas enfocan los dilemas morales precisamente no desde el punto de vista
de un conflicto de derechos, sino de «la falta de respuesta»26; o cuando se refiere Gilligan
a la responsabilidad «en su interpretación convencional» como un obstáculo para recono-
cer la necesidad de ser una más responsiva para consigo misma, sin que se entienda como
«egoísmo»27.

23 C. Gilligan: «Letter to Readers, 1993», en: íd.: In a Different Voice. Psychological Theory and Women’s Develo-
pment, Harvard University Press, 1993, pp. xiii-xiv. (Traducción de JMMT.) En Gilligan, el término responsive
–que suele aparecer, como aquí, formando parte de la expresión to be responsive to– posee, en principio, el sig-
nificado habitual en inglés: tener capacidad de respuesta, ser sensible, receptiva/o, a las necesidades o demandas
de los demás; un significado que se refuerza en el texto de Gilligan al ir asociado a expresiones de actitudes de
consideración, de atención, de cuidado, con respecto a las demás personas.
24 Como Gilligan dice de una de las jóvenes que entrevistó: «Clara estaba atrapada otra vez, aunque de una manera
distinta, no entre las expectativas contradictorias de los demás, sino entre una responsividad hacia los otros y
hacia sí misma.» C. Gilligan: In a Different Voice. Psychological Theory and Women’s Development, Harvard
University Press, 1982, p. 53. (Traducción de JMMT).
25 Cfr. C. Gilligan: op. cit., 1982, p. 54.
26 C. Gilligan: op. cit., 1982, p. 54.
27 Pues, en la perspectiva del care, la «responsabilidad hacia una misma» no se opone a la «responsabilidad
hacia los demás», entendida como atención a la conexión y a la red de relaciones. Cfr. C. Gilligan: op. cit.,
1982, pp. 126-127.

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El concepto de responsividad también aparece implicado cuando Gilligan contrasta, a partir


de sendas entrevistas a un chico y una chica, una manera femenina de entender la responsabili-
dad, en la que primaría la búsqueda de conexión, frente a la concepción típicamente masculina,
en que prevalecería la pretensión de marcar correctamente la separación. De cada una de ellas
se desprende una comprensión diferente de sí mismo/a y de las relaciones, pues si en el caso
de él se podría hablar de una ética del «no hacer», marcada por el respeto, la de ella sería, en
cambio, una ética del «hacer», centrada en la atención al querer de los otros.28 En perspectiva
responsiva, la indiferencia, la desatención, el descuido, son, o pueden ser, de por sí, un mal
moral, en tanto que no responder no sería, como se ha señalado más arriba, un mero vacío
o cero de respuesta, ni una posición neutra, sino una manera determinada de responder, que
lleva consigo un esfuerzo «positivo» para no darse cuenta, para no sentirse uno concernido29.
Desde la responsividad, incluso el ideal de la autonomía moral podría ser reformulado
como un cuidar de sí mismo, en tanto que cuidar de (un) «otro» dentro de sí, un otro que
interpela a un sí mismo, que no se entiende como una subjetividad aislada, sino como un
aparecer único en el mundo, surgido en el «entre» de todos los demás, al que se cuida tra-
bajando para mantenerlo, potenciando los lazos que lo hacen de este mundo intersubjetivo.
Responder a sí mismo quiere decir también responder con y a través de los otros, como se
díría desde la fenomenología responsiva y de la intercorporalidad30.
El carácter responsivo del care aparece, con nitidez, en ejemplos como el de aquella
médica que, viendo la soledad de una paciente anciana va a comprarle una lata de cerveza
y se sienta junto a su cama para hacerle compañía. «El ideal de cuidado es, por tanto, una
actividad de relación, de ver y responder a la necesidad, de tomarse cuidado del mundo
sosteniendo la red de la conexión para que nadie se quede solo»31. Así entendido, el care
participaría de esa dimensión del vivir activo humano que es la acción en el sentido de Han-
nah Arendt, pues, además de atender a la «vida», como labor, y de hacer más habitable el
«mundo», como trabajo, las actividades de cuidado se ocupan y preocupan de las conexiones
y relaciones de la red de la intersubjetividad, lo que, con el nombre de «pluralidad», Arendt
ponía como referente de las actividades del tipo acción32.

2.3.2. Responsividad: altruismo y atención al particular

En la concepción de Lawrence A. Blum, la responsividad es un concepto ya de entrada


moral, en tanto incluiría desde el principio el elemento altruista y la atención a las realidades
y a los individuos concretos, particulares. En efecto, por «responsividad» entiende Blum

28 C. Gilligan: op. cit., 1982, p. 38.


29 Se propone esta última idea en los términos en que es expuesta por Domingo Blanco en múltiples lugares. Ver
algunos de sus trabajos, citados en la bibliografía final.
30 C. Gilligan: op. cit., 1982, p. 39; según aquella famosa y enigmática frase, tan a menudo citada, del poeta Arthur
Rimbaud: «yo es otro» («Je est un autre»), cfr. p. ej. Lévinas, op. cit., 1974.
31 C. Gilligan: op. cit., 1982, p. 62; trad. cast., p. 109, trad. modificada JMMT. Otra perspectiva es la del cuidado
de sí en el sentido foucaultiano (souci de soi), cuya confrontación con la ética del care requiere de una discu-
sión aparte. Sobre esto ver, p. ej.: Mozère, Liane: «Le “souci de soi” chez Foucault et le souci dans une éthique
politique du care», Le Portique 13-14 (2004). URL: http://leportique.revues.org/index623.html Consulta: 3
diciembre 2009.
32 Sobre esto, ver, infra, 3.2.

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Responsividad y cuidado del mundo. Fenomenología y ética del care 43

«una acción expresiva de una motivación altruista hacia los otros»33. Para este autor, la
responsividad sería «precursor del desarrollo» de toda una serie de virtudes morales, tales
como la simpatía, la compasión, la amabilidad, la generosidad, la preocupación por indivi-
duos concretos, que las teorías del desarrollo moral al uso (Kohlberg o Rawls, entre otros)
no han tenido en cuenta adecuadamente, o en absoluto34.
La responsividad tiene, según Blum, las siguientes características:

a) Responsividad no es el mero reaccionar ante otra persona, como por ejemplo, si sonrío
a alguien que entra a mi habitación, porque lo responsivo implica alguna forma de
preocupación altruista; aunque, sin duda hay, reconoce Blum, una cierta relación entre
la responsividad en el sentido más estricto que él le da y en aquel sentido más amplio.
b) Responsividad tampoco es simplemente la intención de ayudar a otro, en la medida
en que ésta puede estar completamente desprovista de altruismo en su motivación
subyacente.
c) Responsividad es, pues, una preocupación que se dirige a la situación misma del otro,
más que a una determinada emoción particular que el otro pueda estar sintiendo; no
se limita a inquietarse por una circunstancia negativa concreta, ni por un cierto apuro
efectivamente experimentado por el otro, pues el otro puede estar expuesto a riesgos,
peligros e incluso sufrimientos, de los que tal vez no sea consciente.
d) Responsividad significa emprender acciones dirigidas a la situación del otro; ser
responsivo/a implica una cierta capacidad de iniciativa, no simplemente una respuesta
pasiva, afirma Blum.
e) En fin, responsividad implica, según Blum, tanto dimensiones cognitivas como afec-
tivas, en la medida en que de lo que se trata es de captar la situación del otro35.

El concepto de responsividad de Lawrence Blum supone una visión moralizadora de


antemano, que ignora la importancia de los aspectos pasivos de sensibilidad, receptividad,
propios del responder, que se han visto más arriba tanto en la aproximación fenomenológica
como en Gilligan; en cambio, son puntos fuertes del concepto de responsividad de Blum
su insistencia en la atención a la realidad efectiva del otro, que lo mantiene alejado de todo
subjetivismo, y la atención a la realidad particular del otro, muy en conformidad con la
preocupación por el «otro concreto» que caracteriza la ética del care36.

33 L. A. Blum: Moral Perception and particularity, Nueva York, Cambridge University Press, 1994, p. 188. Como
precedente de esta noción de responsividad, Blum señala el concepto de «atención a la realidad particular», pro-
puesto por Iris Murdoch (The Sovereignty of Good, 1970), quien a su vez afirma que éste le habría sido sugerido
por algunos textos de Simone Weil. En cualquier caso, se puede considerar que la ética del care constituye un
ejemplo paradigmático de un principio ético fundamental, ya desde Aristóteles: la atención y la consideración
de las existencias particulares (Cfr. S. Laugier: «Care et perception. L’éthique comme attention au particulier»,
en: P. Paperman / S. Laugier, Le souci des autres, étique et politique du care, París, EHESS, 2005, pp. 317-348.
34 L. Blum: op. cit., 1994, p. 186.
35 L. Blum: op. cit., 1994, pp. 188-189.
36 Cfr. S. Benhabib: «El otro generalizado y el otro concreto: la controversia Kohlberg-Gilligan y la teoría femi-
nista», en S. Benhabib y D. Cornell (eds.), Teoría feminista y teoría crítica. Ensayos sobre la política de género
en las sociedades de capitalismo tardío, Valencia, Alfons el Magnànim, 1990, pp. 119-149. Agradezco a María
Teresa Martín Palomo, por quien he trabado conocimiento de la ética del care, haber llamado mi atención sobre
la obra de L. Blum y, en general, acompañar con su lectura crítica este trabajo.

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44 José María Muñoz Terrón

2.3.3. Responsividad mutua: responder a y responder de los cuidados

En contraste con las otras concepciones vistas hasta aquí, Joan Tronto aplica, en princi-
pio, la noción de responsividad a la disposición de la persona receptora de cuidados (carere-
ceiver) para mostrar receptividad al care. Esta disposición se enlazaría con otra, propia de la
persona que provee de cuidados (caregiver), a la que Tronto llama attentiveness (atención)37.
Entre las que J. Tronto llama «fases del care»38 y los «elementos de la ética del care»39 –uno
de los cuales es la responsiveness y otro, obviamente distinto, la responsibility– se plantea
una correspondencia que se intenta reflejar en el siguiente cuadro.

Fases del care Elementos de la ética del care


caring about : preocuparse de / por… attentiveness : atención, consideración
taking care of : encargarse / ocuparse de… responsibility : responsabilidad
care giving : cuidar… / cuidar de… competence : competencia
care receiving : recibir cuidado… responsiveness : responsividad
Elaboración propia, a partir de: J. Tronto: Moral Boundaries, 1993.

La característica más llamativa de la noción de responsividad en la obra de Joan Tronto,


en comparación con C. Gilligan o con L. Blum, es que, a diferencia de éstos, que ponen la
responsividad fundamentalmente como una actitud o disposición (pre)moral de la persona
proveedora de cuidados (caregiver), J. Tronto parece utilizar responsiveness en un sentido
más próximo al lenguaje médico que al ético, en tanto que refiere inicialmente este concepto
a la actitud de respuesta a los cuidados por parte de las personas receptoras de los mismos.
Aunque también se puede entender que Tronto alude a una responsividad de quienes pro-
veen de cuidados, cuando discute que la responsividad del care plantea una forma nueva
de moral que va más de la exigencia de reciprocidad que suponía Lawrence Kohlberg. Y,
además, Tronto termina considerando que la responsividad, en el sentido que ella le da,
también incluiría el elemento del care que califica como atención40. De ahí la sugerencia de
hablar, en J. Tronto, de una responsividad mutua, o recíproca, pese a todo, dado que quien
proporciona y quien recibe cuidados mostrarían las dos caras de la responsividad.
Como, además, hay una responsividad hacia sí mismo, o hacia ese sí mismo que es otro;
y como, en todo caso, en la perspectiva de la ética del care, toda persona es vista como
vulnerable, lo que implica que los papeles de proveedora y receptora de cuidados están pre-
sentes simultáneamente y, a veces, entreverados; cabría considerar, entonces, que la respon-
sividad es una característica de todo el universo moral del care. Ser reponsivo/a nombraría
una actitud, una manera de estar y de actuar que tanto se puede dirigir a las otras personas,

37 Este término conectaría el trabajo de J. Tronto con los precedentes de Iris Murdoch y Simone Weil, menciona-
dos más arriba para la noción de responsividad en Lawrence A. Blum.
38 J. Tronto: Moral Bounderies. A Political Argument for an Ethic of Care, Londres, Routledge, 1993, pp. 134-137.
39 J. Tronto: op. cit., 1993, pp. 127ss.
40 Esto, en principio, plantea una ambigüedad difícil; dado que, si se subraya la asimetría de la responsividad, de la
que se habló más arriba, y se la liga a la situación de recibir cuidados, parecería primar un sentido más técnico,
médico o terapéutico, del cuidado, por más que al mismo tiempo se le dé un carácter moral a la capacidad de
reconocer, aceptar y responder –positivamente en principio– al trato, o tratamiento, recibido.

Daímon. Revista Internacional de Filosofía, nº 49, 2010


Responsividad y cuidado del mundo. Fenomenología y ética del care 45

en forma de previsión, provisión o donación, reconocimiento, gratitud, receptividad, como se


puede dirigir hacia sí mismo/a, en tanto que «otro/a»; lo mismo hacia la alteridad del mundo
intersubjetivo en el que se forma el sí mismo, que a la del mundo entorno.

3. De las responsividades a las responsabilidades: dimensiones públicas del care como


cuidado del mundo

3.1. Ética y política del care: una nueva concepción de la responsabilidad

El concepto de responsividad, tanto en sus elaboraciones fenomenológicas como en las


que se encuentran en el debate en torno a la ética del care, apunta a una nueva comprensión
de la responsabilidad, de interesantes consecuencias para lo moral, lo social y lo político.
Bernhard Waldenfels desarrolla, en diálogo con Lévinas, su concepto de responsabilidad en
clave de fenomenología responsiva41. En este sentido Simon Critchley directamente propone
entender la responsabilidad como responsividad a partir de una lectura de E. Lévinas guiada
por la fenomenología responsiva de Waldenfels42.
Sandra Laugier y Patricia Paperman43 han señalado que la perspectiva del care introdu-
cida por Carol Gilligan permite apuntar a una nueva concepción de la responsabilidad, que
involucra también al care como política. En línea con la argumentación que se plantea en
este trabajo, la responsabilidad del care tiene los rasgos de la responsividad, que son pro-
pios del reconocimiento de la intercorporalidad carnal, que entroncan con la fenomenología
responsiva.

3.2. Cuidado del mundo: el care como labor, como trabajo y como acción

En obra de significativo título, Le souci du monde, Sylvie Courtine-Denamy ha interpre-


tado todo el pensamiento de Hannah Arendt, bajo el punto de vista del cuidado del mundo.
Como conclusión del entrecruzamiento entre fenomenología responsiva y ética del care que
se ha desarrollado aquí, cabe esbozar una propuesta de reinterpretación de las actividades
de care, precisamente no sólo como labor, sino también como trabajo y, sobre todo, como
acción.
Porque la «vida» que las actividades de labor mantienen, más que un sistema o conjunto
biológicamente organizado de múltiples organismos individuales, es una red de existencias
simbólicamente mediadas; porque el «mundo», a cuya construcción remite toda actividad

41 Cfr. B. Waldenfels: «Antwort der Verantwortung», en: íd.: Deutsch-Französische Gedankengänge, Frankfurt
a. M., Suhrkamp, 1995 pp. 322-345: trad. fr.: íd., «La responsabilité», en Marion, J. L. (2000a), Emmanuel
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2000, pp. 357-374.
42 Cfr. S. Critchley: «Verantwortung als Responsivität: Die Hand von Levinas im Feuer von Blanchot», en: M.
Fischer / H.-D. Gondek / B. Liebsch (eds.), Vernunft im Zeichen des Fremden: zur Philosophie von Bernhard
Waldenfels, Frankfurt a.M., Suhrkamp, 2001, pp. 46-63.
43 S. Laugier / P. Paperman: «La voix différente et les étiques du care» en: C. Gilligan: Une voix différente. Pour
une étique du care, París, Flammarion, 2008, pp. IV-XLVI.

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46 José María Muñoz Terrón

de trabajo con sus obras, es tanto el mundo material de los objetos, los instrumentos o las
viviendas, como el inter-mundo que se gesta en la comunicación y la interacción, un red de
historias personales y relaciones, conectadas en un tejido de intersubjetividad; y porque la
«pluralidad» de las existencias que la acción hace aparecer en la luz de los espacios públi-
cos, hunde sus raíces en, y se nutre de, las otras dos dimensiones de la condición humana,
«vitalidad» y «mundanidad»; por todo ello el care, que se cuida, tanto de los cuerpos, como
del entorno, como de las relaciones, participaría en alguna medida de cada una de esas tres
dimensiones del existir humano como actividad (labor, trabajo, acción) que propuso dife-
renciar Hannah Arendt.
Desde aquí aparecería el sentido último del entronque que aquí se ha propuesto de la
ética del care con la fenomenología de la corporalidad carnal y de la responsividad, que no
es otro sino reivindicar las dimensiones públicas, es decir, la relevancia social y política, de
las actividades de cuidado.

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