Pensamiento Ateo de Feuerbach
Pensamiento Ateo de Feuerbach
Pensamiento Ateo de Feuerbach
3. AUTORES: Fray Gerardo Ramírez Bonilla, O.F.M. y Fray Juan Alejandro Villa
Martínez, O.F.M.
9. FUENTES CONSULTADAS:
1
------- La esencia de la religión. Madrid: Editorial Páginas de Espuma, S.L.,
2008, 107 p.
2
TAMAYO ACOSTA, Juan José. Para comprender la crisis de Dios Hoy.
Pamplona – España: Editorial Verbo Divino, 1997, 229 p.
OSSIER, Jean Pierre. Para leer a Feuerbach. En: Ideas y Valores. 1972. n° 40-
41, 62 p.
ZUBIRI, Xavier. El hombre y Dios. Madrid: Alianza Editorial, S.A., 1984, 414 p.
DOCUMENTOS EN LA RED.
10. CONTENIDOS:
3
1.1 Ambiente sociopolítico e intelectual del siglo XVII al XIX
1.2 Apuntes biográficos
1.3 Feuerbach y su maestro Hegel
1.4 La teología es antropología
1.5 Dios no es quien crea al hombre, sino es el hombre quien crea a Dios
1.6 El humanismo de Feuerbach
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
4
12. CONCLUSIONES: La teología y la filosofía presentan sus diferencias, pero
han volcado su atención sobre un mismo objeto de reflexión que es la religión,
en este caso, más allá de dogmatismos. Por una parte, la filosofía aporta una
dirección amplia en donde el planteamiento de las cuestiones sea crítico. Por
otra parte, la teología debe apuntar más a la intensidad y riqueza de las
implicaciones de las vivencias, no sólo en las dimensiones teóricas, sino
también en las prácticas, educativas y celebrativas. La fe y la razón pueden
llegar a un encuentro crítico y dialogante cuando se tiene presupuestos
humanos que pueden acceder a lo trascendental.
Si por un lado la crítica feuerbachiana nos demostró que Dios era el producto
de la alienación del mismo hombre, por otro la pretendida conciliación entre fe
y razón o teología y filosofía también nos ha dado pautas para demostrar que
desde la razón misma es posible considerar algunos aspectos de la relación
trascendental del hombre con Dios, que en este caso podríamos decir que está
mediada por la esperanza de una vida plena y realizada en sí misma y con los
demás.
5
ATEÍSMO Y HUMANÍSMO: LA REIVINDICACIÓN DEL HOMBRE EN LUDWIG
FEUERBACH
FACULTAD DE FILOSOFÍA
LICENCIATURA EN FILOSOFÍA.
BOGOTÁ, D.C.
2011
6
ATEÍSMO Y HUMANÍSMO: LA REIVINDICACIÓN DEL HOMBRE EN LUDWIG
FEUERBACH
Director
Doctor en filosofía
FACULTAD DE FILOSOFÍA
LICENCIATURA EN FILOSOFÍA.
BOGOTÁ, D.C.
2011
7
Nota de aceptación.
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8
DEDICATORIA
9
AGRADECIMIENTOS.
Agradecemos con toda nuestra fuerza a Dios, por habernos dado la oportunidad
de estudiar la filosofía, en beneficio de nuestra vocación a la vida humana,
cristiana y franciscana. Así mismo, queremos agradecer a la Provincia
Franciscana de la Santa Fe de Colombia, porque ella nos ha acogido y formado,
buscando nuestra realización personal en la consagración religiosa.
10
CONTENIDO
pág.
INTRODUCCION 8
1.5 Dios no es quien crea al hombre, sino es el hombre quien crea a Dios 30
11
QUINTA PARTE: FEUERBACH, MAESTRO DE LOS MAESTROS DE LA
SOSPECHA
5.1 Marx y la religión como opio del pueblo 83
5.2 La muerte de Dios en Nietzsche 91
5.3 Freud y la religión como ilusión de la realidad 99
CONCLUSIÓN 105
BIBLIOGRAFÍA 118
12
INTRODUCCIÓN.
De igual manera, sus teorías, a pesar del paso del tiempo y de los cambios de
contextos, mantienen una vigencia única que influyó y sigue influyendo, de manera
decisiva, en los debates y planteamientos actuales, respecto al tema del ateísmo y
sus consecuencias en el ámbito ético y moral, que desembocan en una propuesta
humanista.
Así mismo, es de vital importancia escudriñar las principales tesis de este autor,
para identificar en ellas fortalezas y flaquezas y, por qué no, posibles
contradicciones en su pensamiento y obra.
13
seminario que el Dr. Santamaría realizó en el segundo semestre de 2010, cuyo
tema era Filósofos sin Dios. Los filósofos contemporáneos y su crítica a la religión.
En este espacio, tratamos nuevamente al autor de la Esencia del cristianismo,
retomando algunos apartados de su obra, que posteriormente fueron ampliados
para la realización de este trabajo. De igual modo, autores como Marx y
Nietzsche, entre otros, también fueron abordados en este seminario, dando así un
panorama más amplio de la crítica filosófica a la religión.
Así pues, en este seminario1 se nos brindaron pautas de gran importancia para
poder adentrarnos a la filosofía de la religión, empezando por una aproximación
histórica, y luego desarrollando temas como el hecho religioso y sus
manifestaciones en la cultura, rasgos de las religiones en la historia, algunas
definiciones de religión, y finalmente, las características generales de la
fenomenología de la religión. Teniendo como presupuesto lo anterior, podemos
decir que nos sirvieron como insumo para abordar la pertinencia con la que
Feuerbach desarrolla sus tesis frente al ateísmo, las críticas que hace a la religión,
especialmente a la cristiana, y el lugar preponderante que da al hombre como ser
dotado de perfección, hace que su estudio sea apasionante y ayude a tener una
posición crítica y fundamentada de esa dimensión tan propia del ser humano como
es el sentido de lo religioso y la relación que éste establece con Dios y, a su vez,
las repercusiones que tiene esto en los campos antropológico, social y cultural.
1
A continuación, haremos mención de algunas de las sesiones, y los temas que trabajamos en cada una de
ellas. Sesión del 11 de Agosto de 2010: en esta sesión el Dr. Santamaría expuso la introducción a los
problemas de la filosofía de la religión, desarrollando conceptos como deísmo y fideísmo, así como los
principales autores que se han referido a la religión, tales como Storchenaw, Kant, Hume, Lessing, Leibniz,
Hegel, Herder y Wittgenstein. Sesión del 18 de Agosto de 2010: en esta ocasión trabajamos el lenguaje como
forma de pensamiento y su relación con la religión. Del mismo modo se trabajaron temas como la cultura, el
arte y la moral, las manifestaciones del hecho religioso en la cultura, la religión como hecho de la conciencia,
los rasgos de las religiones en la historia. Sesión del 1 de Septiembre de 2010: este día se trabajaron las
manifestaciones de la religión, los rasgos para afirmar la religión como sistema de vivencias y los cuatro
rasgos característicos de las grandes religiones.
14
Se pretende, pues, con este trabajo, resaltar y rescatar el pensamiento de
Feuerbach y su obra capital, puesto que nos ayudará a comprender, como se dijo
antes, fenómenos que se están presentando en nuestra sociedad contemporánea,
en lo que concierne al ámbito religioso y de fe en general. Además, se hace
urgente una profundización en el pensamiento de este autor y lo que se ha dicho
de él, ya que no ha sido trabajado con frecuencia en el ámbito investigativo de
nuestra facultad de filosofía. Por tanto, es conveniente desarrollar un estudio
minucioso y detallado de sus ideas que nos lleve a ensamblar un aparato crítico
que contribuya no sólo a propósitos particulares, sino que aporte al ejercicio
investigativo de nuestro quehacer filosófico, desde nuestra condición de aspirantes
al grado de licenciatura en filosofía.
15
sea desde el ateísmo o desde el cristianismo, con miras a un dialogo entre fe y
razón.
El ser humano, desde la visión feuerbachiana, debe estar libre de todo peso
esclavizante, como el que la religión le impone, olvidándose de su ser material y
de su propia esencia, enfocándose en un ser superior, del cual el mismo autor
dice: “El hombre objetiva en la religión su esencia secreta. Es, por tanto, necesario
demostrar que esta oposición, esta escisión entre Dios y el hombre con la que
comienza la religión es una escisión entre el hombre y su propia esencia.”2
2
FEUERBACH, Ludwig. La esencia de cristianismo. Madrid: Editorial Trotta S.A. p. 85.
3
Ibíd., p. 57.
16
La formulación de una religión en donde el hombre es el centro de ella, trae como
consecuencia una conducta de éste en relación con sus semejantes. Es decir, los
presupuestos éticos que rigen la sociedad ya no estarían dictaminados por una
moral religiosa, que en palabras de Feuerbach serían normas cristianas, pues, “la
religión es tan poco sobrehumana que hasta santifica la debilidad humana.”4
4
Ibíd., p. 111.
17
Así como Feuerbach ataca de manera frontal al cristianismo y sus prácticas
rituales, también es menester poner de manifiesto los límites que su filosofía
presenta en cuanto tiende a eliminar todo tipo de experiencia trascendental,
dejando al ser humano sin una proyección futura que le brinde esperanza y
consuelo frente a las situaciones difíciles que le presenta su entorno vital. Esto no
quiere decir que la religión se convierta en un refugio frente a las situaciones de
opresión que se presentan, sino, antes bien, lo que la religión cristiana ofrece al
hombre es un camino de realización plena, que abarca al género humano en su
totalidad.
PRIMERA PARTE.
18
INTRODUCCIÓN A FEUERBACH.
Para empezar, es necesario citar las controversias suscitadas en los siglos XVII y
XVIII en torno a la Iglesia Católica: “cuestionamientos referentes a las relaciones
entre la gracia divina y la libertad humana. Se niega pues, la doctrina de la
predestinación, porque niega la libertad del hombre, representándolo sin voluntad
en las manos de Dios.”5 Por tal motivo, es necesario que la teología católica se
empeñe en conciliar las relaciones entre la gracia divina y la libertad del ser
humano.
5
RAMÍREZ H, Ferney. Límites del ateísmo en el pensamiento de Ludwig Feuerbach. En: Franciscanum.
Revista de las ciencias del espíritu. Enero- Abril, 1991, Año XXXIII, n°. 97 p. 171-181
19
usurpadora de sus derechos.6 De esta manera se emprendía una lucha frontal
contra la conformación monárquica de la Iglesia, y entre a los poderes temporales
del papa.
Si, por una parte, la Iglesia se enfrentaba a los ataques que buscaban derrumbar
su aparato político, por otra parte, también tenía que hacer frente al ambiente
intelectual que se respiraba por aquella época, que estaba fuertemente marcado
por tendencias racionalistas, deístas7, y de libre pensamiento. Las críticas de
aquellos que profesaban dichas tendencias apuntaban a la imposibilidad de la
revelación y el absurdo de las creencias del catolicismo. A la continua
interpelación que se hacía a la Iglesia se le sumaron dos elementos muy
importantes:
6
Ibíd., p. 172.
7
“Sistema filosófico distinto del teísmo como hiciera ver Kant con lucidez en un texto especialmente
clarificador de la crítica de la razón pura, donde define cada una de las características de los sistemas:
entiendo por teología del conocimiento del ser supremo, este conocimiento procede, o de la simple razón
(theología rationalis) o de la revelación (revelata). Ahora bien, la primera, o concibe simplemente su objeto
por la razón pura, o por medio de puros conceptos trascendentales (ens originarium reallissimum; ens entium),
en cuyo caso se llama teología trascendental, o bien lo concibe como la suprema inteligencia por medio de un
concepto que se deriva de la naturaleza (de nuestra alma) y se llama teología natural´. El que no admite más
que una teología trascendental se llama deísta, y el que acepta a la vez una teología natural se llama theísta. El
primero está conforme en aceptar que podemos en todo caso conocer por la simple razón la existencia de un
ente primero, porque el concepto que nosotros tenemos es implemente trascendental, es decir, que no le
concebimos más que como un ser que tiene toda realidad, pero sin poder determinar nada más próximo. El
segundo sostiene que la razón se halla en estado de determinar más próximamente el objeto por la analogía
con la naturaleza, es decir, como un ente que contiene en sí por su entendimiento y por su libertad, el
principio único de todas las cosas. Se representa el primero bajo el nombre de Dios simplemente, una causa
del mundo…; el segundo representa un autor del mundo.” Tomado de TAMAYO ACOSTA, Juan José. Para
comprender la crisis de Dios hoy. Pamplona: Editorial verbo divino, 1998. p. 51.
20
creencias, según las luces de su razón que deberían conducir a la negación
de todas las verdades reveladas.”8
Con el triunfo de la razón sobre la fe, la religión quedaba casi aniquilada, pues los
destinos del ser humano podían orientarse ahora por su capacidad de
8
RAMÍREZ H, Op. cit. p. 172.
9
Ibíd.
21
razonamiento, antes que recurrir a los dictámenes de la religión, específicamente
de la Iglesia Católica.
10
Ibíd., p. 174.
11
Ibíd.
22
con las exigencias de su libre pensamiento racional, en lugar de acomodar
simplemente su pensamiento al orden existente y a los valores dominantes.”12
Dentro de los problemas que abordó la filosofía hegeliana, podemos resaltar los
siguientes:
Entre los seguidores de las doctrinas hegelianas se encuentran los jóvenes que
tomaron dos posturas: los de derecha y los de izquierda. De los primeros
12
Ibíd., p. 175.
13
Ibíd.
14
Ibíd.
23
podríamos decir que fueron aquellos que defendían a toda costa las posiciones
más antiguas del sistema hegeliano; mientras que los segundos tenían en mente
llevar a cabo algunos cambios en el sistema, ya que afirmaban que Hegel era
panteísta por afirmar que la fe y la razón eran reconciliables y que el cristianismo
era la religión perfecta y absoluta.15 Dentro del grupo de los hegelianos de
izquierda encontramos la figura de Ludwig Feuerbach.
Feuerbach abogará por una religión de la humanidad, pues afirmaba que el mismo
hombre era el comienzo y el fin de la religión. Sin embargo, es de vital importancia
decir que este autor no niega la religión como tal, “sino que lo que realiza es una
crítica como sistema aislado y contradictorio con la realidad de Alemania. Y es a la
luz de la razón (idea predominante en su mundo cultural) como va a proponer una
nueva forma de ver y entender lo que es la religión, la nueva religión.” 16
15
Ibíd., p. 176.
16
Ibíd., p. 177.
17
Ibíd., p. 178.
24
Dios queda reducido a la representación de los alcances de la inteligencia e
imaginación humana, siendo así que si Dios puede hacer todo lo que hace es
porque el hombre lo puede llegar a hacer o proyectar por medio de los alcances
de su mente. En conclusión,
18
Ibíd., p. 180.
19
CABADA CASTRO, Manuel. El Humanismo Premarxista de Ludwig Feuerbach. Madrid: Biblioteca de
autores cristianos., 1975. p. 13.
25
En Erlangen inicia su actividad docente en 1829 y enseña historia de la filosofía,
lógica y metafísica hasta 1832. La publicación anónima de sus «Pensamientos
sobre la muerte y la inmortalidad» (1830), en los que Feuerbach niega la
inmortalidad personal, motiva el que Feuerbach no logre conseguir el
nombramiento de profesor extraordinario en Erlangen y ve truncada de este modo
su carrera universitaria.
26
La plasmación concreta de la Esencia del cristianismo (1841) tiene un concreto
proceso ideológico, entendido éste como el paso de los planteamientos que había
adquirido Feuerbach de su maestro Hegel, a las que posteriormente elaborará él
mismo. Es por eso que también la propia biografía de Feuerbach cuenta aquí. Si la
preocupación religiosa, tanto en esta obra como posteriormente, está siempre
presente en él, ello se debe en buena parte a una primera infeliz relación con la
teología. […] Es sobre todo Hegel quien, después de ser durante un curso entero
su maestro (Feuerbach asiste, entre otras, concretamente a sus clases de filosofía
de la religión), hace cambiar definitivamente de rumbo a su discípulo. Feuerbach
se había decidido a “pensar”, no a “creer”. La nueva religión Feuerbachiana,
empieza a ser poco a poco el hombre, el hombre que piensa, reflexiona e intenta
actuar libremente: «Palestina me resulta demasiado estrecha; necesito caminar
por el ancho mundo, y esto sólo lo puede hacer el filósofo».20
20
FEUERBACH, Op. cit. p. 10.
27
Keller. Sin embargo, a Feuerbach le atrae más la vida privada y tranquila de la
aldea en Bruckberg.
21
CABADA CASTRO, Op. Cit. p. 13.
22
Ibíd., p. 149.
28
Es el profesor de dogmática en Heidelberg, el hegeliano Karl Daub (1765-1836),
quien suscita en el estudiante de teología, L. Feuerbach, la afición por Hegel 23; en
carta a su padre desde Heidelberg en 1823 manifiesta Feuerbach su entusiasmo
por Karl Daub, a cuyas clases (doce horas por semana) asiste fielmente
Feuerbach; para el discípulo Feuerbach es Daub «la cabeza que mejor piensa en
el mundo». Después de un año de estancia en Heidelberg, se dirige , pues,
Feuerbach a Berlín en la primavera de 1824 con el propósito de oír personalmente
a Hegel. Al comienzo de su primer semestre de la Universidad de Berlín, el 21 de
abril de 1824, escribe Feuerbach a su padre:
23
G. W. F. HEGEL. “nació en Stuttgart en 1770. El padre era un funcionario de Estado y su familia gozaba
de holgada posición económica, De esta manera pudo atender con tranquilidad a los estudios humanistas en el
gimnasio de la cuidad natal. Se aficionó, especialmente, por los clásicos griegos, sin dejar de lado los latinos
(a los que no valoró tanto). El gusto por el mundo griego, en Hegel, aumentó con el paso de los años, hasta
dar resultados verdaderamente determinantes desde el punto de vista teórico, como se verá más tarde. En
1788 se inscribió en la Universidad de Tubinga, en donde estudió dos años de filosofía y tres de teología. El
ambiente académico de Tubinga, impregnado sustancialmente de mentalidad ilustrada, no lo entusiasmó por
lo que respondió a sus expectativas sólo en mínima parte. De otro lado, se relacionó amistosamente con
algunos compañeros de estudio destinados a ser protagonistas de primera línea en la cultura alemana, como
Hölderlin y Schelling, que ejercieron sobre él notable influencia. El estallido de la Revolución francesa (1789)
y sus primeras afirmaciones, produjeron notables impresiones en los estudiantes de Tubinga. Hegel compartía
los ideales y se dice que junto con Hölderlin y Schelling participó en la ceremonia que celebraba los ideales
revolucionarios, con la siembra simbólica del árbol de la libertad. Estos ardorosos espíritus revolucionarios se
apaciguaron luego notablemente y Hegel manifestó, sobre todo en la última fase de su pensamiento, actitudes
conservadoras y hasta reaccionarias, en ciertos aspectos, aunque continuó considerando la Revolución
francesa como una etapa fundamental de la historia. Terminados sus estudios, Hegel, en vez de dedicarse a la
carrera eclesiástica, escogió el ingrato trabajo de tutor, primero en Berna (de 1793 a 1796) y luego en
Frankfurt (de 1797 a 1799), en donde encontró de nuevo a Hölderlin. En este período se dedicó al estudio de
la historia política y económica, pero sus intereses teológicos continuaron muy vivos y sus mediaciones en
esta materia resultaron muy fecundas, como se infiere de una serie de escritos que quedaron inéditos (…) En
1816 fue llamado a la Universidad de Heidelberg, en donde permaneció hasta 1818. En esta ciudad publicó la
Enciclopedia de las ciencias filosóficas en compendio. En 1818 Hegel pasó a Berlín, allí estuvo hasta 1831,
año de su muerte.” Tomado de REALE, Giovanni. y ANTÍSERI, Darío. Historia de la filosofía 5. Del
romanticismo al empiriocriticismo. Bogotá: Universidad Pedagógica nacional y San Pablo, 2009. p. 156-158.
29
Puede uno asistir a sus clases, incluso con diligencia, atención y esfuerzo, sin por
ello… pasarse a su escuela.24
Sus primeras impresiones sobre su encuentro escolar con Hegel las describe
Feuerbach en la carta a su padre del 24 de mayo de 1824, apenas transcurrido un
mes del comienzo del semestre:
Estoy convencido de que estas pocas semanas me han servido quizá más que
cuatro meses en Erlangen o en cualquiera otra universidad. Mucho de lo que me
resultaba todavía oscuro e ininteligible con Daub o que me parecía aislado o
desconectado del conjunto, lo he comprendido ahora en las pocas clases que he
tenido con Hegel, y me parece que he captado sus íntimas conexiones. Veo así
crecer en mí la planta cuya semilla había sembrado Daub…Hegel, en sus clases, no
es, ni con mucho, tan oscuro como en sus escritos; creo incluso que es claro y fácil
de entender, puesto que procura acomodarse al nivel de comprensión y de
imaginación de la mayoría de sus oyentes; por lo demás -y esto es lo más
maravilloso de sus clases-, aunque él no explique o desarrolle la cosa, el concepto o
la idea en sí mismos, es decir, pura y exclusivamente según sus elementos íntimos,
permanece siempre, sin embargo, en el meollo de la cuestión, no busca
comparaciones lejanas o extrañas, sino que muestra la cosa o el pensamiento en
las diversas formas en que aparece en sí mismo…; de tal manera que con Hegel se
capta en el concepto la intuición, y en la intuición el concepto.25
24
CABADA CASTRO, Op. cit. p. 149
25
Ibíd.
26
Ibíd., p. 150.
30
presentación o explicación de su método, y «lo más interesante es dominar no
sólo el contenido, sino también el método de una filosofía»27.
Parece ser que la propia personalidad del joven Feuerbach se va imponiendo cada
vez más decisivamente sobre los influjos, aun los más poderosos, de sus
maestros. Feuerbach empieza a tomar rumbo propio: «el instinto me condujo a
Hegel, el instinto me ha liberado de él», constata él escuetamente. De hecho,
aunque su tesis doctoral «De ratione una, universali, infinita» esté imbuida de
espíritu hegeliano, Feuerbach apunta ya bastante claramente a su futura tarea
propia en relación con el más allá, Dios, el cristianismo, etc., en la carta que él
envió , junto con su tesis doctoral, a Hegel, el 22 de noviembre de 1828:
27
Ibíd.
28
Ibíd.
29
Ibíd., p. 151.
31
La tarea «desmitificadora» que Feuerbach se propone a sí mismo sobrepasa
indudablemente la ideología de Hegel y se opone al mismo tiempo a la misma,
quizá incluso intencionadamente al rechazar Feuerbach el cristianismo como
«religión absoluta y perfecta».
30
Ibíd.
32
La inspiración o la temática hegeliana del primer Feuerbach se advierte en muy
diversos aspectos; por ejemplo, cuando reflexiona de manera similar a Hegel
sobre el mal y el dolor como posibilitados por la presencia o conciencia del bien;
jamás sobre la voluntad y libertad particulares posibilitadas en su actividad por una
voluntad o un bien «general» y más amplio; sobre la fundamentalidad y
preeminencia de lo infinito con respecto a lo finito, que es la que pone
precisamente en movimiento la actividad y dinámica abstractiva y superadora de lo
finito propia del entendimiento; sobre la necesidad de una radicación común y
universal «en una razón general común» de los entendimientos y razones
particulares, para que sea posible la comunicación, el diálogo y aún la misma
disparidad de pareceres; sobre la unidad en la diferencia y la diferencia en la
unidad, que sostiene y mantienen los filósofos especulativos, con frecuencia
calificados ligeramente como panteístas.
33
resultaría también, consecuentemente, imposible cualquier comunicación con lo
finito.
34
conciencia propia del hombre». Kant, en realidad, al desplazar a Dios de la
dimensión de la razón «teorética», considerando al mismo como el más allá o el
«Ideal» de la razón, lo ha acercado, sin embargo, a la «razón práctica» del
hombre, al relacionar íntimamente a Dios con el fundamento de la moralidad o de
la conciencia del hombre; ahora bien, como Kant no sabe decir «teoréticamente»
nada sobre un Dios distinto de la misma razón o conciencia moral del hombre,
resulta que el «Dios», fundamento de la moralidad humana, viene a identificarse
progresivamente en Kant con la misma razón humana. En este sentido, la
concepción Feuerbachiana de Dios no puede ser más afín a la de Kant, aún
prescindiendo del patos moralizador que se advierte de muy diversas formas en la
obra de Feuerbach.
Pese a esta afinidad o conexión con Kant, pretendida y afirmada por el mismo
Feuerbach, es éste muy consciente de las diferencias que le separan de su
predecesor cuando escribe en uno de sus apuntes póstumos que su filosofía se
diferencia de la kantiana «en lo mismo en que se diferencia el siglo XIX del siglo
XVIII, es decir, en que ella sustituye la norma rígida por la verdad de la naturaleza;
el deber por el amor, el concepto por la intuición, el concepto genérico por el
individuo; lo meramente pensado por lo real; la razón, o sea la esencia abstracta
del hombre, por la esencia íntegra y total del hombre; se distingue, por tanto, de la
kantiana en que ella, a diferencia de ésta, es una religión dentro de los límites de
la pura humanidad». De este modo introduce Feuerbach en la ideología general
del pensamiento kantiano las variables de su propio pensamiento, menos
racionalista y abstracto que el de Kant, y más expresamente interesado por la
naturaleza y el hombre.
31
REALE, Giovanni y ANTÍSERI, Darío, Op. cit. p. 253.
35
Al igual que Hegel, Feuerbach admite la unidad de finito e infinito. Pero esta
unidad, en su opinión, no se realiza en Dios o en la idea absoluta sino en el
hombre, en aquel que la filosofía no puede reducir a pensamiento puro, sino que
debe considerar en su integridad “de la cabeza a los pies”, en su naturalidad y en
su sociabilidad. Y en la historia del hombre concreto, la religión ha jugado siempre
un papel fundamental.
La religión, por tanto, está en “el relacionarse del hombre con su misma esencia
(en esto consiste su verdad). Pero en su esencia no como suya, sino como la de
él, más aun, opuesta (en esto consiste la falsedad)”33. Por tanto, la religión es la
proyección de la esencia del Hombre: “Dios es el espejo del hombre”, afirma
Feuerbach. El Hombre, en la oración, adora su mismo corazón, el milagro es “un
deseo sobrenatural realizado”; y “los dogmas fundamentales del cristianismo son
los deseos del corazón realizados”.
32
Ibíd.
33
Ibíd.
36
Feuerbach, “como el hombre piensa, así es su Dios: cuánto vale el hombre, eso y
nada más vale su Dios […]. Tú conoces al hombre por su Dios y, recíprocamente,
conoces a Dios por el hombre: uno y el otro se identifican […] Dios es lo íntimo
revelado, la esencia del hombre expresada; la religión es la solemne revelación de
los tesoros ocultos del hombre, la profesión pública de sus secretos de amor”34.
Luego “todas las cualificaciones divinas son […] cualificaciones del ser humano”;
el ser divino es sólo “el ser del hombre liberado de los límites del individuo, es
decir, de los límites de la corporeidad y de la realidad y objetivado, o sea,
contemplado y adorado como otro ser distinto de sí mismo”37.
34
Ibíd.
35
Ibíd.
36
Ibíd.
37
FEUERBACH, Op. cit. p. 64-66, 70-73.
37
mismo», «el vaciamiento del mundo real y la plenificación de la divinidad es un
sólo y mismo acto. Sólo el hombre pobre tiene un Dios rico. Dios surge del
sentimiento de una carencia. Lo que el hombre echa de menos -bien sea algo
determinado y, por lo tanto, consciente, bien sea inconsciente- esto es Dios»38.
1.5 “No es Dios quien crea al hombre, sino el hombre quien crea a Dios.”40
En 1837 Feuerbach era todavía un ferviente hegeliano. Pero en 1839 las cosas
habían cambiado, porque en el escrito Para una crítica de la filosofía hegeliana
ciertamente hay elogios para Hegel pero también críticas: “Hegel comienza con el
ser, es decir, con el concepto de ser o con el ser abstracto; ¿por qué no puedo yo
comenzar con el ser mismo, es decir, con el ser real?”. Para Feuerbach: “Hegel
arrinconó los fundamentos y las causas naturales, las bases de la filosofía
genético critica”41. Y una filosofía que arrincona la naturaleza es vana
especulación.
38
Ibíd., p. 13.
39
Ibíd., p. 15.
40
REALE, Giovanni y ANTÍSERI, Darío, Op. cit. p.252.
41
Ibíd.
38
En 1841 sale la obra más importante de Feuerbach, La esencia del cristianismo,
en la que el autor hace lo que él mismo define como la reducción de la teología y
de la religión a antropología. El interés por la religión fue claro para Feuerbach
desde los comienzos y permaneció constante en todas las fases de su
pensamiento, que él mismo esquematiza así: “Mi primer pensamiento fue Dios, el
segundo, la razón y el tercero y último, el hombre”42.
Pero -la pregunta no puede ser evadida- ¿por qué se aliena el hombre? ¿Por qué
construye la divinidad sin reconocerse en ella? Feuerbach responde que el
hombre encuentra una naturaleza insensible a sus sufrimientos y tiene secretos
que lo ahogan y en la religión logra aliviar el corazón oprimido. “Dios es una
lágrima de amor derramada, en lo más secreto, sobre la miseria humana”.
42
Ibíd.
43
Ibíd., p. 254.
39
Así se revela el misterio de la religión: Feuerbach sustituye el Dios del cielo por
una divinidad diferente, el hombre de “carne y hueso”. El intenta reemplazar la
moral que exige el amor a Dios por una moral que recomienda el amor al hombre
en nombre del hombre. Éste es el intento de “humanismo” de Feuerbach:
trasformar a los hombres amigos de Dios en amigos de los hombres, “de hombres
que creen, en hombres que piensan, de hombres que oran, en hombres que
trabajan, de candidatos al más allá en estudiosos del más acá, de cristianos, que a
causa de su propia perdición son mitad animales y mitad ángeles, en hombres en
su integridad.”44 En pocas palabras, lo que Feuerbach pretende proponer con su
humanismo es la vuelta al hombre mismo alejado de todo supuesto imaginario que
le distraiga de lo que realmente él es y vive en su cotidianidad.
44
Ibíd.
40
SEGUNDA PARTE.
INCIDENCIA DE LUTERO EN FEUERBACH.
45
ARROYO ARRAYAS, Luís Miguel. Ludwig Feuerbach. Escritos en torno a la Esencia del Cristianismo.
Madrid: Editorial Tecnos., 2001., p. XXI
46
MARTÍN LUTERO “La posición de Lutero (1438-1546) frente a los filósofos es negativa totalmente,
porque él negaba todo valor a una búsqueda racional autónoma y consideraba la filosofía como fruto de la
abominable soberbia del hombre. En cuanto a sus relaciones con el movimiento humanista, Lutero fue gran
41
obra del solitario de Bruckberg. Ante la escasez de bibliografía en lengua
castellana que haga referencia a este autor, nos permitimos traer algunos
apartados de la obra de Luis Miguel Arroyo Arayás, que nos pueden iluminar este
apasionante camino de reflexión en torno al autor en cuestión:
Los otros dos pequeños escritos, “La diferencia entre la divinización de los hombres
en el paganismo y en el cristianismo” y “Afirmaciones notables de Lutero con
glosas” aparecieron en la edición de Obras completas de 1846, siguiendo
inmediatamente a “La esencia de la fe según Lutero”. La lectura de ambos produce
la sensación de estar ante unos retales provenientes de la ocupación de Feuerbach
en el estudio de la obra de Lutero, sobrantes del material empleado en la segunda
edición de “La esencia del cristianismo” y de “La esencia de la fe según Lutero”.
Con esto no hace Feuerbach sino insistir en temas ya tratados en las dos obras
mayores.
vocero del deseo de renovación religiosa y de la necesidad de regeneración que constituyen las raíces mismas
del renacimiento. Llevó hasta las consecuencias extremas el principio humanista del retorno a los orígenes,
presentando la vuelta al Evangelio como revolución y eversión de la tradición cristiana. Rompió con la
tradición en su totalidad, porque la teología luterana niega todo valor a la fuente misma de la que brotan las
Humanae litterae y la especulación filosófica y confía la salvación enteramente a la fe. Los fundamentos
doctrinales de Lutero son sustancialmente tres: La doctrina de la justificación por la fe. La doctrina
tradicional de la Iglesia era, que el hombre se salva por la fe y por la obras mientras que Lutero criticó el valor
de la obras con base en la tesis de que luego del pecado de Adán el hombre sólo no puede hacer nada y su
salvación depende únicamente del amor divino. La fe consiste en comprender esto y confiarse totalmente a
Dios. La doctrina de la infalibilidad de la Escritura, considerada como la única fuente de verdad. Todo lo
que sabemos de Dios y de la revelación hombre – nos lo dice Dios mismo en la Escritura: la sola Escritura
constituye pues la autoridad infalible que necesitamos, mientras que el Papa, los obispos, los concilios, y toda
la tradición obstaculizan la comprensión del texto sagrado. La doctrina de sacerdocio universal y del libre
examen de las Escrituras. Entre Dios y el hombre no se necesita un intermediario especial: un cristiano
aislado, si está iluminado e inspirado por Dios, puede tener la razón contra un Concilio. Todo hombre, pues,
puede predicar la Palabra de Dios.” Tomado de REALE, Giovanni y ANTÍSERI, Darío. Historia de la
Filosofía tomo 3. Bogotá: Editorial San Pablo, 2009. p. 113.
42
En “La esencia de la fe según Lutero” introduce Feuerbach el principio del
sensualismo a través de su omnipresente afirmación de que el Dios de Lutero es un
Dios humano. Según Feuerbach, la diferencia esencial entre Lutero y el catolicismo
radica en la acentuación excepcional del pro nobis luterano en la existencialización
de la experiencia religiosa: lo que Dios es y hace lo es por y para nosotros. Por
tanto, Dios es un ser esencialmente referido al hombre. Pero esto significa que Dios
tiene que ser un ser de sentimientos humanos. La certeza de ello la encuentra
Feuerbach en la encarnación de Cristo: Cristo es el Dios sensible, y en su
humanidad está la prueba sensible de que Dios es un ser para nosotros; en la
humanidad de Cristo reside también su autenticidad. Por eso, el verdadero Dios de
la fe luterana es, según Feuerbach, sólo Cristo. Ahora bien, la esencia de ese Dios
para nosotros en Cristo es el amor: el amor por el hombre constituye la naturaleza
íntima de Dios. Eso significa –ya que la fe es una proyección humana- que en la fe
en el Dios amoroso el hombre se convierte en fin para sí mismo, significa que Dios
no es más que la expresión del hombre por el hombre, que en la religión el hombre
se busca a sí mismo y se convierte en el ser absoluto en su corazón. Ese es el
ateísmo inconsciente de la religión que Feuerbach quiere hacer consciente
desvelando la realidad oculta de la fe luterana.
Con lo anteriormente expuesto, nos damos cuenta que los intereses de Feuerbach
no se centran solamente en disquisiciones antropológicas o materialistas atacando
la teología, sino que, a su vez, tiene un interés político, de modo que sus teorías
sean de igual manera aceptadas entre la clase gobernante de su época, que es de
tendencia protestante. Es por eso que Feuerbach empieza su crítica al
cristianismo desde Lutero, pues necesita justificar su reflexión filosófica sin que se
le acuse de desmoralizador. El filósofo alemán salvaguarda así su protagonismo
43
en la sociedad de su tiempo, claro está, que no por ello dejo de ser fuertemente
criticado.
Feuerbach descubre en los escritos de Lutero que no hay diferencia alguna entre
los predicados que se dicen de Dios y los predicados que se dicen del hombre. En
consecuencia, podemos decir lo siguiente:
47
ARROYO ARRAYAS, Op. cit. p. XI.
48
Ibíd., p. XII.
44
verdadera inversión de la religiosidad del Reformador: incluso el cristianismo es
ateo. Aparentemente, la doctrina luterana con su extremada negación del hombre
frente a Dios, sería la contradicción de la tesis fundamental expuesta en La esencia
del cristianismo, a saber: que la esencia objetiva de la religión cristiana no es otra
que la esencia de los sentimientos humanos. Pero Feuerbach cree que eso sólo es
la apariencia, pues, en su opinión, la verdadera realidad consiste en que tras esa
negación luterana del hombre a favor de Dios se esconde una afirmación suprema y
última del hombre en Dios: el hombre no es nada porque lo es todo en Dios. Su
formula favorita es la formula luterana Deus pro nobis en Christo. El cristianismo
sería, entonces, según Feuerbach, la autoafirmación suprema del hombre como
absoluto. Este es el ateísmo oculto del cristianismo.49
49
Ibíd., p. XIII.
50
FEUERBACH, Op. cit. p. 95.
51
Ibíd., p. 96.
45
En consonancia con lo anterior, y para justificar su pensamiento, Feuerbach citó a
Lutero, pues gracias a su crítica, el filósofo alemán propende por una antropología
más que por una teología que proyecta la divinidad del hombre en la divinidad de
Dios. El resultado de la crítica a la teología de Lutero hizo que:
52
TAMAYO ACOSTA, Juan José. Para comprender la crisis de Dios hoy. Pamplona: Editorial Verbo Divino.,
1997. p. 105.
53
FEUERBACH, Op. cit. p. 100.
46
mi Señor y mi Dios se ha revestido la naturaleza, la carne y la sangre que poseo, lo
ha intentado todo y a sufrido como yo, pero sin pecados; por eso puede tener
piedad de mi debilidad (…) Cuanto más podamos introducir a Cristo en nuestra
carne mejor (…) Cuando se quiere tratar con Dios fuera de Cristo, es un Dios
terrible, porque no se encuentra consolación en Él, sino únicamente ira y
desgracia.54
A pesar de ser un fragmento en el que se constata una fuerte diferencia entre Dios
y el hombre, lo que realmente quiere resaltar Feuerbach en él es que no puede
existir diferencia alguna entre Dios y el hombre, pues el primero es la creación del
segundo. Si esto es así, no pueden existir distancias y categorías cualitativas que
establezcan lejanías entre el uno y el otro, puesto que es el mismo ser. Esto nos
demuestra la gran diferencia de pensamiento que tenía Feuerbach respecto al de
Lutero; sin embargo, se alimenta de algunas tesis que éste hace refiriéndose a la
humanidad de Dios, tales como: «Las descripciones en las que la Sagrada
Escritura habla de Dios de un hombre y le confiere todo lo que es humano nos son
muy dulces y consoladoras, puesto que habla amistosamente con nosotros de los
temas que son triviales en las conversaciones humanas y puesto que se alegra,
está triste y sufre como un hombre por amor del misterio de la humanidad futura
de Cristo.»55
Si nosotros los hombres nos representáramos rectamente cómo somos para Dios y
frente a Él, entonces hallaríamos que entre Dios y nosotros los hombres hay una
gran diferencia, mayor incluso que la diferencia entre el cielo y la tierra, de manera
que no hay comparación posible. Dios es eterno, justo, santo, verdadero y, en
suma, todo lo bueno. Por el contrario, el hombre es mortal, injusto, mentiroso, lleno
de vicios, pecados y perversidad. En Dios todo es bondad, en los hombres muerte,
demonio y fuego infernal. Dios desde la eternidad y permanece en la eternidad. El
54
Ibíd.
55
Ibíd., p. 102.
47
hombre está unido en sus pecados y vive en todo momento en medio de la muerte.
Dios está lleno de gracia, el hombre de desgracia y bajo la cólera de Dios. Esto es
el hombre considerado frente a Dios.56
A pesar de que Lutero hace la gran diferencia entre Dios y el hombre, y resalta de
cada uno sus características más relevantes, también destaca los rasgos más
sobresalientes de la humanidad de Cristo, especialmente cuando hace alusión al
misterio de la encarnación. De acuerdo a esto, Feuerbach cita a Lutero diciendo:
quien pudiera dar cuenta de una cosa semejante, a saber: la encarnación de Dios,
formarla en su corazón, debería amar toda carne y sangre sobre la tierra por amor
de la carne y de la sangre arriba en la derecha de Dios, y no debería enojarse
jamás con ningún hombre. Por eso, la delicada humanidad de Cristo, de nuestro
Dios, debería llenar todos los corazones de justa alegría, de tal manera que ningún
pensamiento colérico o desabrido tuviera cabida en él. Cada hombre debería tratar
al otro con gran cariño por amor de nuestra carne y de nuestra sangre (…)57
48
se apresta a acortar la distancia que media entre ambos y a considerar a Lutero su
precursor en la ardua y arriesgada tarea de convertir la teología en antropología.
Según él, la razón de la actitud tan inhumana de Lutero para con el ser humano es
«porque tiene un Dios humano y porque la humanidad de Dios dispensa al hombre
de su propia humanidad». El Dios de Lutero es un Dios referido a los seres
humanos, Deus pro nobis, nuestro Dios. Dios es lo que es por nosotros. El
significado de «Dios» es el ser humano. La encarnación, la pasión y la resurrección
no son acciones en y por sí mismas, sino por nosotros. El «nosotros» es lo esencial
de la fe cristiana, la verdadera respuesta al enigma de la fe. Feuerbach ejemplifica
la reducción antropológica de Dios operada por Lutero en el atributo de la bondad.
Dios es bueno no para sí, sino para, por y con nosotros. «Ser Dios –dice Lutero- no
es otra cosa sino hacer el bien a los hombres». Es en nosotros en quienes está el
sentido de la bondad. El ser humano es la única medida del bien.59
TERCERA PARTE
EL ATEÍSMO.
59
Ibíd.
49
que “El objeto sensible es exterior al hombre, el objeto religioso está en él, le es
interior; por eso es un objeto que no le puede abandonar, como tampoco le
abandona su autoconciencia o su conciencia moral. Es un objeto intimo, el más
intimo y próximo de todos los objetos.”60Este presupuesto que “lo que ocurre es
que esta reflexión primera (religión) se realiza de modo «indirecto», es decir,
imaginando el hombre como algo objetivo, fuera de sí mismo, lo que en realidad
no es sino él mismo con sus posibilidades, deseos y aspiraciones.” 61 El hombre
piensa que en la práctica religiosa se dirige hacia un ser superior ajeno a él,
empero la calificación de Feuerbach radica en la esencia infantil de la humanidad
que no se da cuenta de que le rinde culto a su propia esencia, cayendo en la
idolatría de un ser imaginado y sin correspondencia con la realidad concreta.
60
FEUERBACH, Ludwig. La esencia del cristianismo. Madrid: Ed. Trotta, 2009. p. 64.
61
CABADA CASTRO, Op. cit. p. 70.
62
FEUERBBACH, Op. cit. p. 65.
63
CABADA, Op. cit. p. 80.
50
De acuerdo con lo anterior, es preciso decir que el ser humano, desde tiempos
inmemoriales, ha buscado su horizonte de sentido por medio de diversas formas
de expresión religiosa. Una de ellas es el mito, el cual tiene una importancia
capital, puesto que por medio de él el hombre explicaba los fenómenos que lo
circundaban. Dichos mitos estaban fuertemente cargados de un contenido
existencial, que luego se transformaron en el objeto de los ritos sagrados, pues
era, de esta manera, como se lograba festejar o conmemorar hechos relevantes y
significativos de su vida, dando culto a un ser o seres con características
superiores a las humanas, los cuales satisfacían sus expectativas cotidianas de
vivir. Es por esto que Feuerbach dice que “la religión precede siempre a la
filosofía, tanto en la historia de la humanidad como en la historia de los individuos.
El hombre busca su esencia fuera de sí, antes de encontrarla en sí mismo.” 64 Sin
embargo, pareciera ser desde la óptica de Feuerbach, que la práctica religiosa lo
único que ha hecho es descentrar al ser humano de la búsqueda de sentido de su
propio ser, creando así, por medio de su imaginación, seres dotados de
características sobrenaturales que lo único que hacen es suplir lo que él mismo no
puede alcanzar o desear, siendo este presupuesto la manera de alienación a un
ser que, sin tener un sustento existencial fáctico, sí tiene morada en la mente del
ser humano. Un ejemplo que nos ilustra lo dicho anteriormente es que “algunas
personas conservan la ropa o los juguetes de su niñez hasta una edad avanzada;
no pueden separarse de lo que en otra edad tuvo valor y significación para ella,
aunque hace tiempo que no les sirva para nada. Esto es lo que ocurre a la
humanidad con sus costumbres y sus representaciones religiosas.” 65 Según
Feuerbach la religión hace que el hombre se convierta en un ser con carencias de
sentido, de búsqueda y de profunda humanidad, es decir, lo conduce a un
profundo túnel oscuro donde no habita la pregunta por el quién soy, pues la
religión lo responde con la idea de Dios. En consonancia con esto, “la religión es la
64
FEUERBACH, Op. cit. p. 65.
65
CABADA, Op. cit. p. 71.
51
esencia infantil de la humanidad; pero el niño ve su esencia, el ser hombre, fuera
de sí mismo; como niño, el hombre es objeto para sí mismo como otro ser.”66
66
FEUERBACH, Op. cit. 65.
67
Ibíd., p. 66.
68
CABADA, Op. cit. p. 20.
52
y total. La medida del género es la medida absoluta, ley y criterio del hombre. La
religión posee la convicción de que sus ideas y determinaciones de Dios son tales
que todo hombre debe adoptarlas si quiere poseer las verdaderas, pues cree que
representa ideas necesarias de la naturaleza humana, ideas objetivas, conformes a
Dios.69
El ser superior no puede ser un ser diferente al del hombre, puesto que goza de
los mismos atributos de éste. Los atributos que el ser humano posee son los
mismos que le da a Dios, pues son los únicos que él conoce, no puede atribuirle
otras determinaciones puesto que no son conocidas por él mismo. Los
antropomorfismos son la única vía de conocimiento y „experiencia de Dios‟ que el
ser humano puede llegar a tener:
69
FEUERBACH, Op. cit. p. 68.
70
Ibíd., p. 69.
71
Ibíd.
53
no sea también de la razón, incluida la misma infinitud divina, que no es sino la
indefinidad o apertura al todo de la razón humana.72
Por esta razón son de suprema importancia los cuestionamientos que se hace el
ser humano cuando se da cuenta de que los predicados divinos de Dios son los
mismos que él puede tener, gracias a la magnífica capacidad que puede alcanzar
la razón, entendido esto como el cimiento de lo que podría llegar a experimentar
referente de la conciencia de género, esto es, no la afirmación de un ser superior
que está fuera de la realidad concreta y tangible, sino la confirmación de la
existencia propia y la de los demás. La conciencia de infinitud es producida, en
este sentido, cuando el ser humano se hace consciente de los alcances de su
razón. Por ello:
crees que el amor es una propiedad divina porque amas, crees que Dios es un ser
sabio y bondadoso porque no conoces en ti mismo nada mejor que la bondad y el
entendimiento, y crees en fin que Dios existe, que es sujeto y ser; lo que existe es
ser, ya se lo defina y determine como sustancia, persona o de cualquier otra
manera; porque tú mismo existes, eres un ser. No conoces mayor bien humano que
72
CABADA, Op. cit. p. 25.
73
FEUERBACH, Op. cit. p. 69.
54
amar, ser bueno y sabio, y no conoces mayor felicidad que existir, ser un existente;
pues la conciencia de todo bien, de toda felicidad, está unida a la conciencia del ser
de la existencia.74
Si hay una persona que está inclinada al servicio y amabilidad con sus
semejantes, y cree que estas cualidades son dadas a ella por un ser superior
(Dios), es porque, sin saberlo, ella misma las posee por su naturaleza, y del
mismo modo, es capaz de ejecutarlas con los demás, independientemente de la
existencia de este ser. En consecuencia, todo lo bueno que el hombre posee no
es porque sea dado de lo alto, sino porque, por su naturaleza, es movido a tener
una conciencia de sí mismo y de los demás. Si el ser humano es bueno, ser bueno
es un predicado real porque él mismo es real: “la verdad del predicado es la
garantía de la existencia. Lo que el hombre admite como verdadero se lo
representa inmediatamente como real, porque para él, en principio, sólo es
verdadero lo que es real; verdadero en oposición a lo simplemente representado,
soñado o imaginado.”75
74
Ibíd., p. 70.
75
Ibíd., p. 71.
76
Ibíd.
55
del hombre, del mismo modo que la razón une entre sí a todos los hombres y por
medio de ella participa el hombre de la humanidad entera, así une la especie entre
sí a los hombres, dándole a cada uno conciencia de sí mismo.”77
Si, por un lado, la infinitud es planteada por la religión como algo o alguien
suprasensible, por otro lado Feuerbach se sostiene en decir que la infinitud sólo es
posible en los seres reales sensibles, y todas las determinaciones que el hombre
atribuye a dicho ser superior se encuentran presentes en su ser. Por ello “el
misterio de la muchedumbre inagotable de las determinaciones divinas no es, por
lo tanto, más que el misterio del ser humano en cuanto infinitamente variable y
77
Ibíd,
78
Ibíd.
79
Ibíd., p. 72.
56
determinable, y que es, precisamente por eso, un ser sensible. Solamente en la
sensibilidad, en el espacio y en el tiempo puede existir un ser infinito, realmente
infinito y perfecto.”80
57
Este es otro de los argumentos que Feuerbach utiliza para afirmar que no hay
diferencia entre el ser de Dios y el ser del hombre, puesto que el ser humano, así
opte por lo malo, puede conocer el bien de Dios, que es su proyección. Si Dios,
que es todo bien no fuera una proyección del hombre, entonces éste, según
Feuerbach, no lo podría conocer debido a su maldad. Pero como el Ser superior
es una proyección, y es el todo bien, es porque el ser humano también desea ser
el todo bien, el bien supremo y desea ser igual a él. Aquí se presenta otro ejemplo
del antropomorfismo religioso.
Ante la realidad que vive el ser humano, entendida ésta como el mal que
constantemente hace, es necesario que busque redimir su culpa buscando la idea
de lo que es bueno, y por ello la religión se presenta como el camino o alternativa
que le muestra una idea de bien y la forma correcta de ponerlo en práctica. Sin
embargo, “la religión es la escisión del hombre consigo mismo; considera a Dios
como un ser que le es opuesto. Dios no es lo que es el hombre, el hombre no es lo
que es Dios. Dios es el ser infinito, el hombre el ser finito; Dios es perfecto, el
hombre imperfecto; Dios es eterno, el hombre, temporal; Dios es omnipotente, el
hombre, impotente; Dios es santo, el hombre, pecaminoso. Dios y el hombre son
extremos; Dios es lo absolutamente positivo, la suma de todas las realidades, el
hombre es lo absolutamente negativo, la suma de todas las negaciones.”83
Aunque la religión busca mostrar lo que es el bien en Dios, lo que hace es poner al
ser humano en división, lo culpa y lo esclaviza a continuas penitencias que lo
alienan. ¿Cómo es posible encontrar la idea de bien o mal fuera de la misma
capacidad de razonamiento del mismo hombre? Éste no la encuentra en sí mismo
por que la religión ya se la ha propiciado. Si no se puede encontrar una idea de
83
Ibíd., p. 85.
58
bien en el ser humano, es porque la que él tiene no concuerda con la de Dios, de
ahí que:
Feuerbach intenta destruir cualquier escisión interior del hombre y, según él, la fe
origina esta escisión que él denomina «la tortura de la fe». Por eso interesa crear y
formar hombres centrados en sí mismos y en la realidad en que viven: éstos
«hombres, que no están escindidos entre un señor celestial y otro terrenal, que se
entregan con toda su alma a la realidad, son distintos de los que viven interiormente
disociados». Hay que acabar con la escisión entre «pensamiento y vida», «teología
y praxis», «cabeza (que piensa en el „espíritu‟ absoluto) y corazón (que únicamente
piensa en el hombre)», y hay que restablecer la «unidad inmediata con nosotros
mismos, con el mundo, con la realidad».84
84
CABADA, Op. cit. p. 54.
85
FEUERBACH, Op. cit. p. 86.
86
CABADA, Op. cit. p. 55.
59
Si se quiere conocer al hombre por la vía de Dios, esto sólo es posible por la vía
de la negación de la humanidad del hombre. Por eso
Pese a esto, si afirmamos que Dios es la proyección del ser humano, entonces
podemos decir que Dios contiene, de manera muy menguada, las categorías de
pensamiento a las que el hombre puede llegar, es decir, que la razón está por
encima de Dios. La idea metafísica del entendimiento no es más que la proyección
87
Ibíd.
88
FEUERBACH, Op. cit. p. 88.
60
del entendimiento del hombre, pero sin el esplendor de su capacidad de infinitud y
de conciencia de género. Total que “la razón solo puede creer en un Dios que
coincida con su esencia, en un Dios que no esté por debajo de su dignidad, sino
que represente más bien su propia esencia; la razón cree solamente en sí misma,
en la realidad y en la verdad de su propio ser. La razón no se hace dependiente de
Dios, sino que hace a Dios dependiente de sí misma.”89
89
Ibíd.
90
Ibíd., p. 90.
91
Ibíd.
61
La causa de lo anteriormente dicho se puede reforzar afirmando que “la
constatación de la propia ignorancia en multitud de cuestiones «no justifica el que
se confunda la ignorancia de causas materiales y naturales con la no existencia de
tales causas; no justifica en divinizar, personificar u objetivizar la ignorancia en un
ser cuya misión sea suprimir dicha ignorancia, siendo así que no él expresa sino la
naturaleza de la propia ignorancia o el no disponer de razones explicativas
naturales y materiales».92
92
CABADA, Op. cit. p. 57.
93
FEUERBACH, Op. cit. p. 92.
94
Ibíd.
95
Ibíd., p. 94.
62
3.3 Contradicción de la existencia de Dios.
es pura fantasía la idea de que el hombre haya podido emerger del estado de
animalidad solamente debido a la providencia, a la ayuda de entes sobrehumanos
como los dioses, los espíritus, los genios o los ángeles. Mas, por otra parte, también
es verdad que el hombre no ha conseguido llegar a ser todo lo que es por sí mismo,
por obra propia: para esto necesitó del apoyo de otros entes. Y estos entes no
fueron creaturas sobrenaturales o fantásticas sino reales y naturales, y no
superiores sino inferiores al hombre, como por otra parte no desde lo alto sino
desde lo bajo, no desde las cumbres sino desde la profundidad de la naturaleza,
viene todo aquello que mantiene al hombre en su actuar consciente y voluntario: de
aquello llamado comúnmente «lo humano» provienen todas sus excelencias y sus
disposiciones.96
96
FEUERBACH, Ludwig. La esencia de la religión. Madrid: Editorial Páginas de espuma, 2008. p. 25.
63
llevada a las más altas cumbres de expresión y admiración. En consecuencia, el
filósofo alemán sostiene que:
la religión es la relación que el hombre sostiene con su propia esencia –en esto
consiste su verdad y su fuerza moral de salvación-, pero con su esencia no en
cuanto suya sino como la de otro ser diferente de él y hasta opuesto –en esto
consiste su falsedad, sus límites, su contradicción con la razón y la moralidad; la
fuente perniciosa del fanatismo religioso, el principio metafísico superior de los
sangrientos sacrificios humanos, en una palabra, en esto consiste el fundamento
primordial de todas las abominaciones, de todas las escenas espantosas de la
tragedia de la historia religiosa.97
cuando la religión crece en años, y con los años progresa el entendimiento, cuando
dentro de la religión se presenta la reflexión sobre la religión, cuando comienza el
crepúsculo de la conciencia de la unidad, de la esencia divina con la humana, en
una palabra, cuando la religión se convierte en teología, entonces la separación de
Dios y del hombre, primitivamente involuntaria e inocente, se convierte en una
diferenciación deliberada, erudita que no tiene otro fin más que la eliminación de la
conciencia de esta unidad introducida ya en ella […] De ahí que cuanto más cerca
esté la religión de su origen, tanto más verdadera y sincera es, y tanto menos
misteriosa es su esencia. Es decir, en el origen de la religión no hay ninguna
diferencia cualitativa o esencial entre Dios y el hombre.98
97
FEUERBACH, La esencia del cristianismo, Op cit. p. 243.
98
Ibíd.
64
otro ser, diferente y, sin embargo, de alguna manera –esto es, de manera variable-
semejante al ser humano que es consciente de ello.”99
Uno de los errores en los que cae la religión es hacer una escisión en el ser del
hombre, pensando que la existencia de Dios esté fuera de su mente, atribuyéndole
una serie de características o atributos que lo único que hacen es reflejar su ser y
anhelo de perfección. La religión, en este sentido, según Feuerbach lo que hace
es crear una división en el mismo hombre, que es lo mismo que decir una
99
OSSIER, Jean-Pierre. Para leer a Feuerbach. En: Ideas y valores. Revista del departamento de Filosofía y
humanidades de la facultad de ciencias humanas de la Universidad Nacional. N° 40-41, año de 1972. p. 22.
100
Ibíd.
101
CABADA, Op. cit. p. 56.
65
desunión del hombre con su esencia: “Lo que contradice el sentido religioso
consiste solamente en esto, que la existencia se piensa separada, y de ahí se
origina la apariencia de si Dios sería algo solamente pensado, un ser existente en
la representación, una apariencia, por lo demás, es inmediatamente eliminada;
porque la prueba demuestra precisamente que a Dios compete una existencia
diferente de la existencia pensada, una existencia fuera del hombre, fuera del
pensamiento, una existencia real, una existencia por sí.”102
66
con pretensiones y representaciones sensibles; de tal manera que cuando éstas no
son satisfechas y cuando encuentran que la experiencia contradice más bien estas
representaciones, se cree enteramente justificado para negar esta existencia.105
105
Ibíd.
106
Ibíd., p. 247.
107
Ibíd.
67
resultaría perjudicial al hombre mismo, en tanto que es en el presente donde éste
entabla relaciones con sus congéneres. Podríamos decir que Feuerbach quiere
proponer la definición de un nuevo código moral antropológico.
108
Ibíd., 248.
109
FEUERBACH, La esencia de la religión, Op. cit. p. 30.
68
Y más adelante argumenta:
Si la naturaleza humana es una sola, no es posible decir que Dios tiene una
naturaleza diferente a la del hombre. Es en este sentido que Feuerbach ataca toda
divinización de lo material, de lo real, pues para él eso es antinatural. Dicho en
otras palabras, lo que
Feuerbach intenta destruir cualquier escisión interior del hombre y, según él, la fe
origina esta escisión que él denomina «la tortura de la fe». Por eso interesa crear y
formar hombres centrados en sí mismos y en la realidad en que viven: estos
«hombres, que no están ya escindidos entre un señor celestial y otro terrenal, que
se entrega con toda su alma a la realidad, son distintos de los que viven
interiormente disociados». Hay que acabar con la escisión entre «pensamiento y
vida», «teoría y praxis», «cabeza (que piensan el espíritu absoluto) y corazón (que
únicamente piensa en el hombre», y hay que restablecer la «unidad inmediata con
nosotros mismos, con el mundo, con la realidad». Para conseguir esta identificación
del hombre consigo mismo es necesario –según Feuerbach- borrar la imaginación o
el pensamiento de un Dios extraño al hombre y deferente de él, que no parece
poder existir ni ser sino a costa del mismo hombre. Únicamente negando un Dios
semejante, podrá el hombre afirmarse a sí mismo y así la «negación de Dios… es la
posición del individuo.111
El mismo Feuerbach dirá: “sólo allí donde la creencia en Dios se identifica con la
creencia en el mundo, la creencia en Dios no es ya una creencia especial, allí
donde la esencia universal del mundo abarca todo el mundo, desaparece
110
Ibíd., p. 31.
111
CABADA, Op. cit. p. 54.
69
naturalmente también la creencia en efectos y manifestaciones de Dios. La
creencia en Dios se ha roto, ha encallado en la creencia del mundo, en la creencia
de los efectos naturales como los únicos reales; del mismo modo que la creencia
en los milagros es sólo una creencia en los milagros históricos y pasados, así
también la existencia de Dios es una representación histórica y en sí misma
atea.”112
CUARTA PARTE
CONTRADICCIÓN DE LA ESENCIA DE DIOS.
112
FEUERBACH, La esencia del cristianismo, Op. cit. p. 249.
113
MARQUEZ F., Álvaro. La concepción feuerbachiana del hombre. En: Revista de Filosofía. Centro de
Estudios filosóficos. Universidad de Zulia, Facultad de humanidades y educación. Maracaibo, 1984. p. 146.
70
El principio supremo, el punto central de la sofística cristiana, es el concepto de
Dios. Dios es la esencia humana, y sin embargo debe ser un ser diferente,
sobrehumano […] El concepto fundamental es una contradicción que sólo se
disimula mediante sofismas. Un Dios que no se preocupe de nosotros, que no
escuche nuestras oraciones, que no nos vea ni nos ame, no es Dios; la humanidad
se convierte, por tanto, en un predicado esencial de Dios; pero, al mismo tiempo, se
vuelve a decir: un Dios que no existe por sí mismo, fuera del hombre, sobre el
hombre en cuanto ser diferente, es un fantasma, y así se convierte la inhumanidad y
la extrahumanidad en predicado esencial de la divinidad […] La unidad esencial con
nosotros es la condición principal de la divinidad; el concepto de divinidad es
dependiente del concepto de divinidad, de conciencia, como aquello de lo que no se
puede pensar nada superior. Pero, una vez más, un Dios que no se diferencie
esencialmente de nosotros no es Dios.114
Feuerbach argumentará que la religión lo único que hace es apartar al ser humano
de la pregunta fundamental por sí mismo, obligándolo a alienarse a una idea que
considera está fuera de él. Lo anteriormente dicho se afianza teniendo en cuenta
un elemento inescindible del fenómeno religioso: “el hombre es un ser particular,
finito y empíricamente determinado y limitado quien experimenta en su conciencia
de sí el carácter infinito de su propia esencia. Por este motivo, la experiencia de lo
infinito pone al hombre de cara a la disociación entre su esencia genérica y su
114
FEUERBACH, La esencia del cristianismo, Op. cit. p. 258.
115
Ibíd., p. 259.
71
existencia singular y, precisamente, en respuesta a este desequilibrio surge la
divinidad.”116
116
RODRÍGUEZ, Pablo Uriel. Feuerbach y la teología: balance de un diálogo inconcluso a la luz de J.
Molmann. En: Teología y cultura, [en línea] 2009, vol. 10, año 6. [consultado 2010-09-15]
(www.Teologíaycultutra.com.ar/arch) p. 13.
117
Ibíd.
118
MARQUEZ, Op. cit. p. 146.
72
La religión se convierte en el escenario para analizar cuán profundo podría llegar a
ser el conocimiento que tiene el hombre de sí:
la religión (…) es la relación del hombre consigo mismo o –más exactamente- con
su esencia, pero la relación con su esencia (se realiza) como si fuese una esencia
distinta. La esencia divina no es sino la esencia humana, o mejor, no es sino la
esencia del hombre separada de los límites del hombre individual, es decir, real o
corporal, y objetivada, o sea, considerada y venerada como otra esencia distinta (de
la humana) y con subsistencia propia; todas las cualidades de la esencia divina son,
por tanto cualidades de la esencia humana.119
“el saber que tiene el hombre de Dios es el saber que tiene Dios de sí
(Hegel). El saber que tiene el hombre de Dios es el saber que tiene el
hombre de sí (…)”120
Con la última proposición es con la que Feuerbach se afiliará mejor, puesto que
entre más se conoce a Dios, más se conoce el ser humano a sí mismo.
119
Ibíd., p. 147.
120
Ibíd.
73
Podríamos decir que la religión ha sacado de su realidad humana al hombre
concreto, lo que Feuerbach atacará con gran ahínco. Es por eso que “la religión,
delirio de subjetividad, que en el cristianismo llega a producir de forma
completamente invertida un Dios que se hace hombre, se opone a la realidad de la
naturaleza sensible, el „tú‟ de la naturaleza y del otro. Cuando el hombre alcance
la auténtica conciencia de sí, descubrirá lo que en realidad es y lo que posee:
podrá entonces desarrollar sus propias potencialidades en lugar de irlas a
mendigar ilusoriamente a otro ser.”121
¿De qué le sirve al ser humano proyectar lo que es en una idea ilusoria, si lo que
mejor le vendría sería reconocerse a sí mismo por medio de su propia conciencia?
Y es menester añadir esta pregunta: ¿cuál es el objetivo de la crítica de la
religión? La primera pregunta la iremos desarrollando con cada uno de los
elementos que Feuerbach nos proporciona con su propuesta de humanismo. La
segunda pregunta la podríamos responder así: “la crítica de la religión tiene como
misión (…) la autorealización del género humano según las leyes objetivas de la
naturaleza sensible. La disolución de la religión cristiana es el reverso de la
fundación de una nueva religión: la religión del hombre”122
121
Ibíd., p. 148.
122
Ibíd.
123
Ibíd.
74
Considerando que la crítica a la religión de Feuerbach es preponderante en su
empresa filosófica, detengámonos en lo siguiente:
124
FEUERBACH, La esencia del cristianismo, Op. cit. p. 259.
75
y bueno- a la conciencia inmediatamente sensible, inculta; es la eliminación de los
límites sensibles.”125
Dios es, entonces, la posibilidad máxima del hombre hecha realidad en su ser
singular. Si el cristianismo ocupa un lugar central entre las demás religiones, es
porque recién en Cristo se cumple el último deseo de la religión: que los límites
humanos sean vencidos en un único hombre. No alcanza, solamente, con postular
un ser que actualice en sí mismo todas las potencialidades del hombre; es
necesario que ese ser sea un ser humano. A los ojos de Feuerbach, el cristianismo
es una fuerza regresiva dentro de la historia de la humanidad. Sólo su superación le
permitirá al hombre alcanzar la plenitud de sus posibilidades.126
Si Dios se presenta fuera del hombre, entonces la religión “al proyectar a Dios
fuera de nosotros, es fuente de escisiones: querer-poder, deseo-satisfacción,
intención-efecto, etc.”127 Si el hombre está profundamente divido por la religión,
entonces necesita de Dios para poder sobrellevar su pobre género humano. De
esta manera, “la religión supone un círculo vicioso: la „finitización‟ del hombre
exige la infinitud de Dios, la infinitud de Dios, la dependencia natural del hombre
que exige un dios creador y providente que acabe divinizando al hombre.” 128 El
objetivo de la religión, según la mentalidad de Feuerbach, es desnaturalizar al
género humano llevándolo a un profundo sueño en la realidad que le es propia.
Pero para llegar a pensar que entre Dios y el ser humano se presenta el
enfrentamiento de lo positivo y lo negativo, de lo que se puede o no hacer, es
necesario que el hombre vuelque su pensamiento sobre sí mismo, sobre su
existencia, y sobre la religión.
125
Ibíd., p. 260.
126
RODRÍGUEZ, Op. cit. p. 13.
127
MARQUEZ, Op. cit. p. 148.
128
Ibíd.
76
Pensar en lo que es el ser humano en sí mismo es hacerse consciente de lo que
se es, de su propia esencia, de su propia realidad en el aquí y el ahora. Y
Feuerbach empieza a desarrollar su filosofía desde la crítica de la religión,
precisamente buscando rescatar una antropología más depurada de todo
distractor religioso que siga dividiendo al hombre. Entonces, “la crítica de la
religión le quita al hombre las ilusiones a fin de que piense, actúe y amolde su
realidad como un hombre sin ilusiones que ha alcanzado la razón, a fin de que se
mueva alrededor de sí mismo. Se ha realizado un traspaso de la teología a la
antropología, se ha descubierto por fin la existencia del verdadero Dios.”129
129
Ibíd., p. 149.
130
Ibíd.
77
esencia de la filosofía hecha carne y sangre, hecha hombre, es la verdadera
filosofía.131
En este sentido, Dios se convierte en una idea que el ser humano debe dejar de
lado para centrar toda su capacidad razonable en sí mismo. El mismo Feuerbach
dirá que “Al contrario, la reflexión religiosa niega precisamente la determinabilidad
que hace que algo sea lo que es. Sólo en lo que el entendimiento divino con el
humano, sólo esto es algo, es entendimiento, un concepto real; pero lo que lo
convierte en otro esencialmente diferente es una nada objetiva, una imaginación
meramente subjetiva.”132
Ahora bien, si ahondamos más en el papel que Dios desempeña en la vida del ser
humano, podríamos decir que
131
Ibíd., p. 150.
132
FEUERBACH, La esencia del cristianismo, Op. cit. p. 266.
133
MARQUEZ, Op. cit. p. 150.
134
FEUERBACH, La esencia del cristianismo, Op. cit. p. 265.
78
Dios no es, en definitiva, sino una manera simbólica (poco crítica), aunque sí
significativa, de expresar la grandeza, la profundidad, e indefinidad del hombre
mismo; con la expresión „Dios‟ resume el hombre una serie de explicaciones y
aclaraciones de sí mismo, de sus propias cualidades, temores, esperanzas, que de
otro modo difícilmente sería posible expresar detalladamente. Esta simbolización
conduce fácilmente al pensamiento a substantivizar el mismo símbolo, imaginándolo
en sí mismo real y con una contextura propia independientemente del que lo ha
creado.135
Pensar que Dios es producto del pensamiento del ser humano es afirmar que éste
es una idea cuyo contenido está determinado por lo que el mismo hombre es y
puede llegar a ser, de ahí que este pensamiento sea tan anhelado. El mismo
Feuerbach dirá respecto de este pensamiento, que sólo es producto de la
imaginación: “Pero ¿qué es la imaginación?: La sensibilidad absoluta e ilimitada.
Dios es la esencia existencia, es decir, la existencia que perdura, la existencia
sempiterna; Dios es la existencia omnipresente, es decir, la existencia simultánea
en todos los lugares; Dios es el ser omnisciente, es decir, el ser que tiene por
objeto todo lo individual, todo lo sensible sin distinción, sin limitación de tiempo o
espacio.”137
135
MARQUEZ, Op. cit. p. 150.
136
Ibíd., p. 151.
137
FEUERBACH, La esencia del cristianismo, Op. cit. p. 259.
79
En este sentido, “el hombre se objetiva en ese objeto que es él mismo: su esencia
objetivada. Pero como el hombre no es consciente de que el objeto de la religión –
Dios- es un producto suyo, y, además no se reconoce él, esta relación entre sujeto
y objeto cobra forma de una enajenación. Dios es la esencia misma del hombre,
idealizada, puesta fuera del hombre.”138 Dios llega a ser el pensamiento más
elevado del ser humano, porque es una proyección de sí mismo. Y Feuerbach
argumentará al respecto:
Dios es todo lo que desea y exige el corazón, todas las cosas, todos los bienes. «Si
quieres amor o fidelidad, o verdad o consuelo, o continua presencia todo lo tienes
en él, por todas partes sin medida ni límite. Deseas belleza, él es la suprema
belleza. Deseas riqueza, él es el más rico de todos. Deseas fuerza, él es lo más
fuerte; y cualquier cosa que tu corazón pueda desear se encuentra en él
multiplicando miles de veces, en la simplicidad del bien supremo que es Dios»139
De la misma manera, “en Dios, en suma, está el hombre mismo. Obviamente, Dios
como objeto producido por la conciencia del hombre no es otra cosa que una idea
que se ha hecho concepto (Hegel), que se ha objetivado, precisamente, gracias a
la fuga de la esencia del hombre para sí en esa otra entidad que ya no es él y a
quien no pertenece, o sea, Dios mismo, como un ser extraño a su propia
naturaleza que se le opone a la vez que posee todas sus determinaciones
humanas.”140
138
MARQUEZ, Op. cit. p. 151.
139
FEUERBACH, La esencia del cristianismo, Op. cit. p. 261.
140
Ibíd., p. 152.
80
Cuando Dios se convierte en el objetivo del pensamiento humano, podemos
señalar tres fases de enajenación141:
Para Feuerbach es bastante oscura la expresión “Dios creó el mundo”, puesto que
carece de toda constatación material y objetiva. Este argumento se suma a la lista
de contradicciones de la misma religión, al querer mostrar a Dios como el creador
de todo lo que existe, gracias a su absoluto poder. El mismo autor dice:
141
Ibíd.
142
FEUERBACH, La esencia del cristianismo, Op. cit. p. 264.
81
El modo de expresión preferido por la reflexión a este respecto es que concebimos
de Dios el «qué» perfectamente, pero nunca el «cómo». Que, por ejemplo, a Dios
corresponda esencialmente el predicado de creador; que ha creado el mundo no de
una materia preexistente, sino de la nada por su omnipotencia: esto está claro,
indudablemente claro. Pero cómo sea posible esto, rebasa naturalmente nuestro
entendimiento limitado. Es decir: el concepto de género es claro, cierto, pero el
concepto del modo es oscuro e incierto.143
Dios no ha producido, como el hombre, algo particular, esto o aquello, sino que ha
producido todo, su actividad es absolutamente universal e ilimitada. De ahí que sea
lógico y evidente que el modo como Dios ha producido todas las cosas sea
incomprensible, porque en este caso la pregunta por el «cómo» es absurda, es una
pregunta que se desestima en y por sí misma, mediante el concepto fundamental de
actividad ilimitada. Toda actividad particular produce sus efectos de una manera
particular, porque aquí la actividad misma es una forma de actividad.144
Para seguir argumentando que Dios es una idea que no se puede conocer sino en
el hombre, Feuerbach dirá que es ajeno a la razón humana el origen de la
segunda persona de la Santísima Trinidad. Si lo que cuenta es lo sensible y
natural, entonces el origen del Hijo de Dios no pudo haberse dado sino por la
procreación natural. Sin embargo, la religión se empeña en proclamar lo contrario,
que la segunda persona de la Trinidad es sobrenatural. El autor argumentará de
esto lo siguiente:
143
Ibíd., p. 262.
144
Ibíd.
82
sobrenatural como lo natural, lo divino como lo humano, y se niega que lo divino sea
diferente de lo humano.145
QUINTA PARTE
145
Ibíd.
146
Ibíd., p. 267.
83
planteamientos fundamentales de la antropología, es decir, quién es el hombre,
qué es lo que hace y qué es lo que espera. Es por eso que en esta parte
deseamos hacer un sucinto recorrido por los planteamientos de los maestros de la
sospecha147, puesto que se han referido a la religión y a Dios, tratando de extraer
sus principales tesis respecto al tema ya reseñado. Pero antes de ello retomemos
nuevamente algunos planteamientos de Feuerbach, que nos servirán para
evidenciar la influencia de este autor en los planteamientos de Marx, Nietzsche y
Freud, y así poder hacer un paralelo de sus posiciones filosóficas.
147
Podríamos afirmar con Paul Ricoeur respecto de los maestros de la sospecha: “No tendría dificultad en
admitir, con Bonhoeffer y otros, que una crítica de la religión que se alienta en Feuerbach y en estos tres
autores de la sospecha (o sea Marx, Freud y Nietzsche) forma parte de la fe madura del hombre moderno…
Feuerbach fue el primero en afirmar y en comprobar que el hombre se vacía de sí mismo en el absoluto, que
el absoluto es como un flujo de sustancia y que la tarea del hombre consiste en reapropiarse su propia
sustancia, en detener esta hemorragia de sustancia de lo sagrado.” RICOEUR, P. La critique de la Religión:
Bull. Centr. Protest. Et. 16 (1964) 10 s.
148
ALFARO, Juan. De la cuestión del hombre a la cuestión de Dios. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1997.
p. 34. “Como pensamiento se piensa a sí misma, la «razón» es absoluta, y absolutamente idéntica consigo
misma; tiene en sí misma su origen y su fin: unidad plena de su esencia y de su existencia. La «razón» es
universal, porque en el acto de pensarse supera la distinción entre lo singular y lo genérico: «en cuanto
pensante, no soy éste o aquel hombre;… sino simplemente hombre,… no distinto de los otros, sino uno
mismo en todos» La «razón» es una forma infinita porque transciende todo lo finito y se identifica con todo el
pensar, y, por eso, con todo lo real; lo que los teólogos llaman Dios, es válido decirlo de la razón.”
149
Cfr. p. 35. “Hay que reconocer a Feuerbach el mérito de haber descubierto la vulnerabilidad de la filosofía
de Hegel en su mismo punto de partida; Hegel no parte de lo concreto, real y experimentable, sino de una idea
abstracta, la Idea del Espíritu Absoluto, y pretende haberse situado así en el punto de vista absoluto, evidente
e indiscutible (…) Feuerbach invierte totalmente, de arriba abajo, el pensamiento hegeliano: la conciencia del
hombre no es la autoconciencia de Dios, sino al revés; solamente en la autoconciencia del hombre hay
conciencia de Dios: «Dale la vuelta y tienes la verdad: el saber del hombre acerca de Dios no es sino el saber
que el hombre tiene de sí mismo, de su propia esencia ». El Absoluto divino de Hegel queda definitivamente
desplazado por el Absoluto humano de Feuerbach.”
84
Pero la razón universal de Feuerbach carecía de fundamento sensible, y sólo en
su último periodo de pensamiento (1844 – 1872) se dio cuenta de que a su
filosofía le hacía falta el sustento de la naturaleza con sus fuerzas y sus leyes
inmanentes, y su insuperable conexión con el hombre. Entonces la realidad
absoluta e infinita será la naturaleza, la cual es el escenario de las sensaciones
humanas y, en fin, de todo lo sensible.
150
Ibíd., p. 36.
151
Ibíd., p. 37.
85
de partida en lo empírico y lo real, lo cual se constituye en la base de su pensar. El
objeto de su pensamiento universal y supremo es el hombre en su realidad total,
que tiene en cuenta la naturaleza como su fundamento. Se presenta, entonces, la
reducción de todo lo sobrenatural a la naturaleza, y de todo lo sobrehumano al ser
humano concreto. La naturaleza y el hombre son la única realidad y son el
“binomio omnicomprensivo”152
Con lo anteriormente dicho, Feuerbach intentó demostrar que la religión sólo era el
producto de un sentimiento y de la ignorancia del hombre, en tanto que ésta
predicaba una realidad imaginada por el mismo hombre, es decir, a Dios.
Transcendencia hacia Dios por medio de la religión queda reducida a una
quimera. El hombre no debe tender a realidades futuras que le desvían de su
realidad; antes bien, debe propender por el aquí y el ahora de su realidad, sólo se
debe enfrentar a lo actual por medio de lo sensible, es decir, la naturaleza. El
objetivo del hombre debe ser el hombre mismo, y no otra cosa.
Pero el hombre no está solo. El tiene a otros que son semejantes a él, y por tanto,
dignos de tener en cuenta en lo que se refiere a las relaciones humanas. En este
sentido, “hay que reconocer a Feuerbach el gran mérito del haber descubierto la
originalidad irreductible de la relación interpersonal «yo-tú», que desde entonces
ocupa un puesto primordial en la antropología filosófica. Con intuición certera
Feuerbach ve al otro, al «tú», en su individualidad concreta, es su unicidad
irrepetible. Es un ser persona, intransferible e insustituible, el «tú» me interpela,
me exige incondicionalmente reconocimiento y amor.”153
152
Ibíd.
153
Ibíd., p. 39.
86
En el reconocimiento del otro es donde se concretiza lo humano y real y, del
mismo modo, el yo puede llegar a tomar conciencia de sí. De esta manera se
puede plantear en Feuerbach relaciones de trascendencia, pues es la forma como
se puede llegar a la plena conciencia del propio yo.
«[…] Yo niego a Dios, es decir, yo niego la negación del hombre… La cuestión entre
el ser o no ser de Dios es para mí solamente la cuestión del ser o no ser del
hombre.» Y dos años más tarde: «Yo niego solamente para afirmar; niego el
fantasma de la religión solamente para afirmar el ser real del hombre». En estas dos
frases se sintetiza su posición ante la cuestión del hombre y la cuestión de Dios. Si
en la historia ha surgido la creencia en Dios, es porque el hombre se ha engañado
en la comprensión de sí mismo y de su mundo. Poner al descubierto este fatal
engaño que ha dado origen a la religión fue la gran tarea que Feuerbach se propuso
cumplir para que los hombres pudieran ser sólo y plenamente hombres: restituir al
hombre los atributos de que él mismo se ha despojado al proyectarlos en un ser
imaginario exterior y superior a él: Dios.154
Dios vendría a ser la satisfacción de las necesidades del hombre. Este es el origen
del teísmo, una necesidad que anda en búsqueda de constantes donaciones para
la felicidad del hombre, pero ésta es algo fantástico y sólo conduce a quimeras,
como el mismo Feuerbach lo dice. Desde este punto de vista, conceptos como la
omnipotencia o la vida eterna que Dios ofrece al género humano quedan
reducidos a meras especulaciones.
Feuerbach no le interesa pensar lo que hay más allá de la muerte, o si hay una
vida eterna, a él le interesa y vuelca toda su atención al presente que vive el
hombre y que rigen las fuerzas de la naturaleza. La razón, entonces, sólo debe
procurar analizar las condiciones del aquí y ahora, abandonar empresas futuras
154
Ibíd., p. 42.
87
que, en la mente de este filósofo, son quimeras. La cuestión del hombre, en
Feuerbach le ha servido para negar la existencia de Dios, y reafirmar con ahínco
el presente que el ser humano debe vivir.
155
FEUERBACH, La esencia de la religión, Op. cit. p. 29.
156
Ibíd., p. 31.
88
El objetivismo religioso tiene dos pasivos, dos maneras de ser pensado. Por un
lado, Dios es pensado por nosotros, por otro, lo es por sí mismo. Dios se piensa,
independientemente de que sea pensado por nosotros; Él tiene una conciencia de sí
independiente y diferente de nuestra conciencia. Esto es efectivamente necesario, si
Dios es pensado como una personalidad real; pues la persona humana real se
piensa y es pensada por otra persona diferente; mi pensamiento sobre ella es para
ella indiferente y exterior. Este es el punto más elevado del antropomorfismo
religioso. A fin de hacer a Dios libre e independiente de todo lo humano, se hace de
él una persona formal y real en cuanto su pensamiento se incluye en él y el ser
pensado se excluye de él, como correspondiendo a ser diferente.157
Dios se convierte en objeto del pensamiento del hombre, lo cual hace que éste
sea consciente de sí mismo. En este sentido,
Y el mismo autor también argumentará que “sólo mediante la posición del otro, del
mundo, se afirma Dios en cuanto Dios […] El hombre es nada sin Dios; pero
también Dios es nada sin los hombres; pues sólo en el hombre, Dios en cuanto
Dios, se convierte en objeto, llega a ser Dios.”159
89
moral.”160 De esta manera, podríamos decir que Dios adquiere todas las
capacidades del ser humano en tanto que Él es objeto del pensamiento del
hombre, y del mismo modo, en este pensamiento se descubre e identifica a sí
mismo, pero de una manera superior a la propia, puesto que el hombre mismo las
quiere tener. Es por ello que el hombre siempre lleva en sí sentimientos de
inferioridad, de indigencia161 respecto a Dios, lo cual hace que constantemente lo
busque por medio de plegarias, rituales y sacrificios, de modo que adquiera
sosiego y consolación. En palabras de Feuerbach,
160
Ibíd., p. 273.
161
“únicamente en la boca de la necesidad, de la miseria, de la indigencia adquiere la palabra Dios, peso,
rigor, y significado (…) La indigencia del hombre se manifiesta, en primer lugar, en su dependencia de la
naturaleza. En ese caso Dios es un producto del miedo y de la tendencia del hombre a personalizar las fuerzas
abstractas, sacadas estas de la realidad o de su propia imaginación.” ARROYO ARRAYAS, Luís Miguel.
Antropodicea y antropokatadicea. La religión como afirmación y negación del hombre en Feuerbach y
Schopenhauer. En: La ciudad de Dios. Vol. CCIII. Núm. 2, Mayo-agosto de 1990.
162
FEUERBACH, La esencia de la religión, Op. cit. p. 32.
163
FEUERBACH, La esencia del cristianismo, Op. cit. p. 273.
90
Al hablar Feuerbach de la religión como producto del sentimiento, lo hace
siguiendo las posturas que Schleiermacher164 había expuesto en su libro
Discursos sobre la religión, publicados en 1799. Recordemos que Feuerbach fue
su discípulo165. Respecto de los sentimientos proyectados en Dios por medio de la
religión Feuerbach dirá: “pero sólo en el hombre las propiedades divinas se
convierten en sentimientos, en sensaciones, es decir, el hombre es el sentimiento
de sí de Dios; el Dios sentido es el Dios real; pues las propiedades de Dios son
realidades cuando son sentidas por el hombre como sensaciones, como
determinaciones patológicas y psicológicas.”166 En su obra, La esencia del
cristianismo, Feuerbach pretende desvelar el misterio de la oración como la
omnipotencia del sentimiento en su función consoladora:
164
FEDERICO SCHLEIERMACHER “(1768 – 1834) es recordado sobre todo por su interpretación romántica
de la religión, el gran relanzamiento de Platón y algunas ideas precursoras en el campo de la hermenéutica. La
religión es una relación del hombre con la Totalidad, es intuición y sentimiento de lo infinito. La religión
aspira a intuir el universo, tiende a ver en el hombre y en todas las otras cosas finitas, lo infinito, la imagen, la
importancia, la expresión de lo infinito: la acción de lo infinito en el hombre es pues la intuición, y la
respuesta del sujeto es el sentimiento de total dependencia en relación con lo infinito. Importancia histórica
tiene la tradición de Platón que Schleiermacher proyectó en un primer momento con Schlegel y que luego
terminó solo. La necesidad de volver a Platón se había sentido por los románticos, en especial, luego de la
publicación de la Doctrina de la ciencia de Fichte y el influjo de la traducción de los diálogos de Platón, hecha
por Schleiermacher, fue inmenso, tanto, que fueron impuestos como uno de los puntos indispensables de
referencia. Finalmente, Schleiermacher fue el precursor de la hermenéutica filosófica contemporánea, en
cuanto con él la hermenéutica, de simple técnica de comprensión e interpretación de diversos tipos de
escritos, comienza a ser entendimiento de la estructura interpretativa que caracteriza a la capacidad de
conocer en cuanto tal: es necesario que el sujeto interpretado y el sujeto que interpreta pertenezcan a un
mismo horizonte “circular”. Tomado de REALE Giovanni y ANTÍSERI Darío. Historia de la Filosofía tomo
5. Bogotá: Editorial San Pablo. 2009. p. 38.
165
“En efecto, Feuerbach va a mirar con simpatía el «sentimiento de simple y pura dependencia» de
Schleiermacher como expresión exacta de la religión tal como la ve Feuerbach. Para él es el sentimiento de
dependencia el nombre o fundamento psicológico o subjetivo de la religión.” CABADA CASTRO, Manuel.
La autorrealización o liberación humana como crítica de la religión en Feuerbach. En: FRAIJÓ, Manuel (ed.)
La filosofía de la religión. Editorial Trotta, Madrid, 1994, p. 295.
166
FEUERBACH, La esencia del cristianismo, Op. cit. p. 273.
91
cristianismo, es sólo la expresión de la autocerteza del sentimiento humano… Es
expresión de la certeza de que los íntimos deseos del corazón del hombre tiene
valides incondicionada y verdad, de que no hay ningún límite, ninguna oposición al
sentimiento humano, de que el mundo, con toda su gloria y magnificencia, es nada
frente al sentimiento humano… Dios es el optativo del corazón humano
transformado en el „existe‟ cierto y bienaventurado, en el tempus finitum, la
omnipotencia irreverente del sentimiento, la oración que se escucha a sí misma, el
sentimiento que se escucha a sí mismo, el eco de nuestros gritos de dolor… La
naturaleza no escucha los gemidos del hombre; es insensible frente a sus
sufrimientos.167
167
ARROYO ARRAYAS, Luís Miguel. Op. cit., p. 311.
168
FEUERBACH, La esencia del cristianismo, Op. cit., p. 275.
169
“La lectura de La esencia del cristianismo es imprescindible para comprender la descendencia moderna de
su autor. El influjo de esta obra, a cuya «fuerza liberadora» se refirió F. Engels y cuya aportación, un claro
precedente de la teoría de la «ideología» fue saludada con entusiasmo por K. Marx, se extendió también a
pensadores como A. Schopenhauer o F. Nietzsche, y alcanzó a teólogos posteriores como K. Bart o R.
Bultmann. En palabras de J. Osier, «estas distintas filiaciones hacen de Feuerbach un lugar de nuestra buena o
mala conciencia, esto es, de nuestra inconsciencia.».” Tapa posterior de la obra La esencia del cristianismo,
de la editorial Trotta. 2009.
92
Dentro de la crítica de la religión es importante hacer referencia a la figura de Karl
Marx170, pensador que desde sus inicios en el estudio de la filosofía, opta por una
crítica frontal hacia la religión y la política de su tiempo, estos dos aspectos son
para él los causantes de la alienación del hombre, es por medio de ellas que el
hombre se descentra de su realidad, sometiendo su libertad y su voluntad. Frente
a esto podemos afirmar que a Marx “le interesa el hombre real, la realidad de sus
miserias y la voluntad de realizarse. La religión, que otrora sirvió para enmascarar
la realidad ya no es el problema puesto que la filosofía ha ajustado sus cuentas
con ella”171. Este es el punto de partida que Marx toma de la filosofía de
Feuerbach, resaltando la realidad y la figura del ser humano como protagonista de
su aquí y ahora. A este respecto podemos decir de Marx:
170
KARL MARX: “Feuerbach es el precursor de Karl Marx (1818- 1883), verdadero fundador, junto con
Friedrich Engels, del materialismo histórico y dialéctico. Sus seguidores gustan señaladamente de llamarle el
padre del socialismo científico. Marx nació en Tréveris, junto al Mosela, hijo de un abogado judío. En la
Universidad estuvo al principio bajo la influencia de la filosofía de Hegel. A instancias de Feuerbach entró en
la estela de la izquierda hegeliana. Fue redactor del «Rheinische Zeitung»; prohibido éste, marchó a Francia
con intento de estudiar allí el socialismo. En Francia se encontró con Engels, que le movió a ir a Inglaterra;
allí se ocupo de nuevo de temas económicos y se sintió fuertemente impresionado por las condiciones de
miserables de la clase trabajadora. En 1848 redactó en Bruselas, en colaboración con Engels, el Manifiesto
comunista.” Tomado de HIRSCHBERGER, Johannes. Historia de la filosofía II. Edad moderna – Edad
contemporánea. Barcelona: Editorial Herder, 2000. p. 306.
171
MATE, Manuel-Reyes. La crítica marxista de la religión. En: Filosofía de la Religión. Estudios y Textos.
Manuel Fraijó (ed.), Madrid: Editorial Trotta, S.A. 2005., p. 317.
172
Ibíd.
93
Al decir Marx que la crítica de la religión es la primera de toda crítica, se debe
entender que la religión es la causante de que el hombre identifique una serie de
proyecciones que aparentemente satisfacen una variedad de deseos, que al final,
hacen de él un ser aislado e indiferente ante los sucesos que se presentan a su
alrededor; es por ello que: “Para poder ver las cosas como son hay que desbrozar
el camino, liberarse de embrujos y encantamientos que ocultan la realidad. Esa es
la tarea crítica de la religión173. Marx presenta la religión como una imagen que el
ser humano crea por la imposición de la situación de miseria en que vive. En este
sentido, Marx relaciona la crítica de la religión con lo que Feuerbach ya había
planteado en su obra La esencia de la religión cuando sostiene:
173
Ibíd., p. 318
174
FEUERBACH, La esencia de la religión, Op. cit. p. 13.
94
Respecto a la crítica filosófica de la religión se puede decir que Marx, desde sus
inicios académicos, y al llegar a la madurez de los mismos, adopta el punto de
vista de su época, que se resumía en esta afirmación: “el hombre crea la religión”.
Esa era la conclusión a la que había llegado Feuerbach en Alemania. Toda su
generación había perseguido el fundamento mismo del hombre. Y lo había
encontrado en la conciencia que cada hombre tiene de sí mismo. El hombre está
plantado, no en Dios ni fuera de sí mismo, sino en él mismo”175. Y más adelante él
mismo dirá: “Los que creen en Dios son almas en pena que no han dado todavía
con la clave de su propia existencia”176 […] De acuerdo con esto, se puede
evidenciar que el interés de Marx se centra en indagar por qué el hombre se
empeña en buscar fuera de sí lo que está presente en él mismo, poniendo todas
sus potencialidades en un ser trascendente, fruto de la imaginación.
Continuando por esta línea, Marx hace una analogía entre el Estado y la religión,
diciendo del primero que éste cumple una función abarcadora y totalizante que
pretende representar “los intereses de todos y cada uno de los ciudadanos. El
175
MATTE, La crítica marxista de la religión, Op. cit. p. 318.
176
Ibíd.
177
Ibíd., p. 319.
95
Estado burgués no tiene su legitimación, como el Estado feudal, en una instancia
exterior a los ciudadanos, como es Dios, sino en la voluntad general que es quien
da legitimidad al Estado”178. La crítica que hace Marx a este respecto es que ni el
Estado ni la religión pueden pretender dirigir los intereses particulares de los
individuos, superponiéndose a la libertad de elegir por parte de los mismos. Es por
esto que: “No se pueden identificar los intereses del Estado con los de los
ciudadanos, por mucho que el Estado se legitime en la voluntad general. Y es que
en esa «alienación», o entrega de los intereses particulares al Estado, se produce,
en realidad, la creación de un movimiento superhumano, adornado con todos los
predicados de la divinidad que se impone al ciudadano y le exige sometimiento. Es
un ente religioso”179.
178
Ibíd.
179
Ibíd.
180
Ibíd.
181
En este sentido, encontramos nuevamente la relación de Marx con Feuerbach, puesto que ambos autores
buscan que el ser humano propenda por él mismo y la naturaleza, es decir, que el «yo» tienda al
reconocimiento del «tú», de manera que se pueda ver en el otro a un ser personal e individual, con miras a
entablar relaciones interpersonales profundas.
96
convergen y se reconcilian todos los intereses de la sociedad; pero, en lugar de
eso, lo que hace es consagrar las diferencias sociales”182.
El reflejo religioso del mundo real sólo puede desaparecer para siempre cuando las
condiciones de vida diaria, laboriosa y activa, representen para los hombres
relacionados entre sí y respecto a la naturaleza. La forma del proceso social de vida,
o lo que es lo mismo, del progreso material de producción, sólo se despojará de su
halo místico cuando ese proceso sea obra del hombre libremente asociado y
puesto bajo su mando consciente y racional. Mas, para ello, la sociedad habrá de
contar con una base material o con una serie de condiciones materiales de
existencia, que son a su vez fruto de una larga y penosa evolución184.
182
Ibíd., p. 320.
183
Ibíd.
184
Ibíd.
97
referencia a Dios; lo esencial de la religión es su mecanismo interno. Y, en su
interior, la religión es proyección, objetivación, sumisión o protesta, adoración. La
religión es en definitiva, el culto a un Dios falso. Dios de barro, criatura del hombre.
En la religión cristiana, en el Estado burgués y en la mercancía capitalista se
esconde la quintaesencia de la religión: culto a un Dios falso”185.
98
ambiente determinado. Se puede decir entonces que “con Marx, la religión pierde
«la inocencia cognitiva». A partir de ahora, quien quiera formular un discurso con
pretensiones de verdad tendrá que tomar conciencia de los intereses del
conocimiento”188.
Así mismo, es de vital importancia mencionar que dentro del plan de salvación de
Dios, que se revela y se hace presente en la Sagrada Escritura, hay dos
elementos que subyacen en el contenido de la misma: la Palabra y la acción que
se hacen presentes desde la Justicia y la libertad. Algo similar ocurre con el
pensamiento de Marx, el cual pretende hacer una filosofía práctica, que sea
palpable y no se quede simplemente en elucubraciones elevadas e
intrascendentes, sino que tenga aplicabilidad en el campo real y concreto de los
individuos, buscando ante todo que se materialicen estos dos principios inherentes
al ser humano. Es por ello que al hacer este paralelo entre el contenido de la Biblia
y el pensamiento de Marx se constata que el “«interés cognitivo» bíblico es la
exigencia universal de la justicia estamos ante un caso de filosofía practica”189.
Otro elemento, del que se debe hacer mención en el pensamiento de Marx, y que
en cierto sentido coincide con el cristianismo, es la figura del proletariado. El
proletariado es para él el sujeto de la historia, el cual está constituido por un grupo
socialmente determinado que “ha bebido hasta el fondo del cáliz de lo inhumano y
ha experimentado que esa inhumanidad no es sólo la suya sino la de toda la
sociedad: nadie en esa sociedad vive humanamente porque las relaciones
sociales están estructuradas como apariencia de humanidad”190. En el caso del
Cristianismo se encuentra la figura del pobre, del marginado, del que todos están
llamados a practicar la caridad y la misericordia, en esto se puede constatar la
188
Ibíd., p. 328.
189
Ibíd., p. 329.
190
Ibíd., p. 333.
99
correspondencia bíblica que hay entre las dos formas de pensamiento. Sin
embargo, es preciso plantear la diferencia que hay entre los dos “para Marx el
proletariado es el sujeto de la historia por lo que tiene de fuerte, mientras que en el
cristianismo el pobre lo sería por lo que tiene de débil”191.
191
Ibíd., p. 334.
100
condición aprenda a afrontarlas con radicalidad y firmeza, poniendo su confianza
en sí mismo y no en seres o ideologías proyectadas por su mente. El ser humano
se debe dar cuenta de que no debe su existencia a un ser superior y distinto de sí
mismo, dándose cuenta de que es una unidad indivisible que se relaciona con la
sociedad y la naturaleza.
192
FRIEDRICH NIETZSCHE “nació en 1844 en Röcken, junto a Leipzing, hijo de una familia de pastores
protestantes. Estudio en Schulpforta y cursó filología clásica e Bonn y en Leipzig. En el primer semestre de
Bonn asistió también a un curso de teología. En Leipzig se entusiasmó la filosofía de Schopenhauer y conoció
personalmente a R. Wagner (1868) que era a su vez discípulo de Schopenhauer. Ya a los 24 años es Nietzsche
profesor de filología clásica en la Universidad de Basilea. Allí entra en contacto con J. Burckardt y con el
teólogo protestante Fr. Overbeck. Extraordinariamente importante fue para él el trato con Ricardo Wagner,
que vivía entonces con su esposa Cósima en Triebschen, al borde del lago de los Cuatro Cantones. En la
guerra de 1870-71 sirvió Nietzsche como voluntario en el cuerpo de sanidad durante algunos meses. Allí
contrajo grave dolencia de disentería y difteria. Desde entonces su salud se resintió; toda su vida fue
molestado de fuertes jaquecas. Hubo de pedir el retiro por enfermo y vivir como pensionado desde 1877.
Siempre inestable, va de acá para allá buscando en todas partes reposo y salud; en Sils María, Naumburgo,
Niza, Marienbad, Venecia, Riva, Rapallo, Roma, Génova, Turín. En enero de 1889 sufrió un colapso mental
que le duró hasta el fin de sus días. El diagnóstico clínico de los médicos de Jena, parálisis, ha sido ratificado
recientemente por Karl Jaspers. Madre y hermana cuidaron con cariño al enfermo, primero en Naumburgo y
luego en Weimar, hasta la muerte, acaecida en agosto de 1900.en Weimar se encuentra el archivo de
Nietzsche.” Tomado de HIRSCHEBERGER, Johannes. Historia de la filosofía II. Edad moderna – edad
contemporánea. Barcelona: Editorial Herder, 2000. p. 328 – 329.
101
propia «representación» -obviamente «teorética»- sobre lo que le ocurre ante su
vista: desde las condiciones vitales básicas hasta el destino mismo, que pasa así a
constituirse en objeto de contemplación para el sujeto193.
193
MUÑOZ, Jacobo. Nihilismo y crítica de la religión en Nietzsche. En: Filosofía de la religión. Estudios y
textos. Manuel Fraijó (ed.) Madrid: Editorial Trotta S.A. 2005. p. 334.
194
Ibíd. p. 347.
102
parece ser en el tráfico normal de la vida, sino lo que la correspondiente
explicación, sobre todo científico-natural-matemática, nos dice195.
195
Ibíd.
196
TAMAYO ACOSTA, Juan José. Para comprender la crisis de Dios hoy. Pamplona: Editorial Verbo
Divino, 1998. p. 130.
103
enjuiciar, sobre todo, condenar el mundo real «que queda como no-valioso en
sí»”197.
104
verdadero del ser, en nombre de un deber ser que él mismo representa y que, en
cuanto máscara e instrumento a un tiempo de la voluntad de poder, está en sus
propios orígenes"201. En consecuencia, lo único que ha logrado el cristianismo con
su moral es llevar al hombre “al «ensombrecimiento», al «empequeñecimiento», al
«empobrecimiento»”202. El cristiano es, en efecto, para Nietzsche “«el animal
doméstico, el animal de rebaño, el animal enfermo hombre», exactamente lo
contrario, por tanto, de ese tipo superior, digno de vivir, y seguro de futuro, erguido
sobre la tierra con el gran «sí» en los labios, que él mismo considera como el
«más valioso». Porque «el cristianismo…ha hecho una guerra a muerte a ese tipo
superior de hombre, ha proscrito todos los instintos fundamentales»”203.
Hay un elemento que Nietzsche ataca tajantemente acerca del cristianismo y más
específicamente dentro de sus prácticas: la compasión, pues en lugar de ser un
valor esencial, se convierte en signo de miseria y decadencia, porque no permite
el progreso de la humanidad, haciendo de ella un parásito que todo lo espera de la
providencia y benevolencia de los demás. La compasión para Nietzsche “no es
sino la praxis del nihilismo, un instinto depresivo y contagioso que «obstaculiza
aquellos instintos que tienden a la conservación y a la elevación del valor de la
vida», un instinto bajo que «tanto multiplicador de la miseria cuanto como
conservador de todo lo miserable es un instrumento capital para la intensificación
de la decadencia entrega a la nada».”204
Una de las cosas más peligrosas, según este filósofo, es que la religión quede en
manos de las personas que se dedican al oficio religioso especialmente en manos
201
Ibíd.
202
Ibíd., p. 350.
203
Ibíd.
204
Ibíd.
105
del sacerdote205. De ahí que “el sacerdote sea considerado, en el contexto
nihilista cristiano, como una especie superior de hombre, cuando en realidad no
es, siempre según el veredicto nietzscheano, sino un «negador, calumniador,
envenenador profesional de la vida»”206. El poder que tiene el sacerdote respecto
a la instrucción o educación del pueblo es sumamente negativa, puesto que
proclama una serie de verdades y preceptos morales que confunden a las
personas, haciéndolas creer cosas que no son constatables empíricamente y lo
más grave aún, haciéndolas despreciar todo aquello que tiene que ver con la
sensibilidad por ser acusado de inmoral. Por lo tanto, la religión en lugar de ser un
camino de libertad, esperanza y confianza, se constituye en un arma que
atemoriza, debido a la carga moral que impone a sus seguidores. Por esta razón
es válido decir que “si la religión encuentra su razón de ser, su fuerza genuina en
el miedo, también es cierto que ese miedo nace en el momento mismo en el que el
hombre se enfrenta a sí mismo y siente su incapacidad profunda para
autoafirmarse y afirmarse en un mundo hostil”207.
205
Feuerbach en el apartado de la contradicción de los sacramentos, de su obra la esencia del cristianismo
aunque no se refiere explícitamente a la función del sacerdote, si se refiere enfáticamente a la fe como
destrucción de la realidad y de la verdad del mundo. En consecuencia, “la fe destruye un objeto
inmediatamente presente, evidente e indubitable, afirmando que no existe lo que proclama el testimonio de los
sentidos y de la razón, afirmando que es simple apariencia que sea pan, que en realidad es carne (…) Allí
donde la imaginación de la fe ha adquirido semejante fuerza sobre los sentidos y la razón, hasta llegar a negar
la razón más fuerte de los sentidos, tampoco debe extrañar que los creyentes pueda llegar a tal grado de
exaltación, que realmente vean correr sangre en vez de vino. El catolicismo muestra ejemplos semejantes.
Importa poco percibir fuera de sí, de manera sensible, lo que la fe, imaginariamente, supone real.”
206
Ibíd.
207
Ibíd., p. 351.
106
en el más allá, en la nada, se priva a la vida de un centro de gravedad. »”208 En
este sentido el pensamiento de Nietzsche es similar al de Feuerbach, puesto que
éste también considera que el pensar en una vida del más allá o cómo él mismo lo
dice, la vida eterna, es una simple distracción para no vivir el más acá, es decir, el
presente, lo real, lo que acontece de fáctica e inmediata. Él mismo dirá
refiriéndose al cristianismo: “si es verdad la vida celestial, entonces es mentira la
vida terrena; donde la imaginación lo es todo, la realidad es nada. Para quien cree
en una vida eterna celestial, pierde la vida todo valor. O, mejor dicho ya lo ha
perdido. La fe en la vida celestial es precisamente la fe en la nulidad y miseria de
esta vida.”209
208
Ibíd., p. 352.
209
FEUERBACH, La esencia del cristianismo, Op. cit. p. 206.
210
TAMAYO ACOSTA, Op. cit. p. 138-139.
107
La filosofía ha caído en el error de concebir a Dios como un teórico «puro» situado
más allá de toda subjetividad y de todas las concepciones relativas de los
humanos y capaz, a la vez, de penetrar con su mirada en el corazón y en la raíz (o
causa) de los afectos. Dios fue, pues, concebido por los filósofos como
absolutización y espectador no participante en el destino del hombre, Éste es el
Dios contra el que Nietzsche se dirige y cuya muerte anuncia. “Un Dios pensado
como causa de todas las cosas, este es, como prolongación del esquema de
nuestras explicaciones y simplificaciones, en las que reducimos todo a «casos
idénticos» y a leyes. Un Dios, en fin, que siendo el resultado de la absolutización
de un esquema, lo es de la «fe» si se prefiere, en la gramática de nuestro
pensamiento como forma de una verdad absoluta”211. Con la muerte de Dios el ser
humano recupera su libertad y su creatividad, y se torna autosuficiente.
En este orden de ideas, hay que ubicar a Nietzsche desde dos elementos
fundamentales: la transvaloración de todos los valores y el ultrahombre. Dicha
transvaloración es concebida por Nietzsche como «un acto de suprema
autognosis de la humanidad», que permitirá acabar con la consideración platónico-
cristiana del mundo, con esa «mentira del orden moral del mundo» que ha hecho
del hombre y de la vida algo culpable, y educará, al mismo tiempo, al hombre en la
consciencia de la inocencia del devenir. La transvaloración debe, en efecto,
asumirse más bien como una inversión del punto de partida: de la negación de la
vida de la que surge la interpretación platónico-cristiana de ésta y de su sentido, a
su afirmación genuina, originaria. Bajo su poderosa luz de venganza, el
resentimiento y la debilidad, la negación, en definitiva, de la vida dejarán de ser
criterio de los valores y la verdad212.
211
MUÑOZ, Op. cit. p. 356.
212
Ibíd., p. 358.
108
De igual manera, el ultrahombre es entendido como un hombre capaz de crear,
desde un punto de vista afirmativo y libre de resentimiento, nuevos valores,
valores afirmados e inmanentes a la vida, el ultrahombre será, en suma, «el
sentido de la Tierra». El sentido que brotará del sinsentido al que nos ha abocado
la historia entera de Europa en cuanto historia del despliegue –y consumación
actual- del nihilismo, y redimirá, exculpando la culpa, la propia redención213.
Freud215 no fue filósofo, y mucho menos aún teólogo. Fue psicoanalista ateo
confeso y convicto. Sus principales aportaciones desde el artículo de 1907 Los
213
Ibíd.
214
Feuerbach también ha hecho alusión a la moral rescatando el puesto de ser humano como agente real y
concreto: “La moral no puede nada sin la naturaleza, debe enlazar con los medios más simples de la
naturaleza. Los misterios más profundos residen en la vida corriente y trivial que ignoran la religión y la
especulación sobrenatural, que sacrifica los misterios reales a los misterios ilusorios.” FEUERBACH, La
esencia del cristianismo, Op. cit. p. 316.
215
SIGMUND FREUD. “El Psicoanálisis es una creación del vienés Sigmund Freud (1856 - 1939).
Doctorado en medicina, Freud estudió anatomía cerebral para pasar luego a las enfermedades mentales. Se
trasladó a Paris, después a Nancy, con el propósito de profundiza, bajo la guía del gran Charcot y de
Bernheim, los fenómenos hipnóticos. De regreso a Viena, en 1894, escribió junto con el doctor Joseph Breuer
una memoria sobre un caso de histeria curado años antes por el mismo Breuer, mediante el hipnotismo: en
estado hipnótico, el paciente - presionado por las preguntas del médico – volvió al origen del trauma, ilumino
109
actos obsesivos y las prácticas religiosas, hasta su último gran ensayo, Moisés y
el monoteísmo, de 1937-1939, el tema directamente religioso no ha dejado de
ocupar la atención de Freud. Los enfoques han sido diversos: si en el artículo de
1907 destaca ante todo una serie de analogías entre neurosis y religión, en Totem
y tabú (1913) atiende principalmente a la génesis de la religión, para en El porvenir
de una ilusión (1927) y en El malestar en la cultura (1930) considerarla sobre todo
desde el punto de vista funcional. En fin, en El Moisés tratará de aplicar los
conceptos anteriormente logrados -particularmente Totem y tabú- al origen de la
religión Judeo-cristiana216.
los puntos oscuros que en su vida habían generado la enfermedad y que estaban ocultos en lo profundo; el
paciente encontró así la causa del mal y se liberó de la perturbación. Aplica a los fenómenos artísticos, a la
moral y a la religión, a la educación y la “cultura”, la teoría psicoanalítica ofrece, en primer lugar, una idea
del aparato psíquico estructurado en: ello, yo y superyó. Ello es el instante, yo es el representante consciente
del ello; y el superyó es la sede de la conciencia moral y del sentido de la culpa. El superyó nace como
interiorización de la autoridad familiar y se desarrolló sucesivamente como interiorización de ideales, valores
morales, modos de comportamiento propuestos por la sociedad mediante la sustitución de la autoridad de los
padres por la de los “educadores, maestros y modelos ideales”. El superyó paterno se hace superyó social. El
ego, el yo consciente, se encuentra continuamente comerciando entre el yo y el superyó, entre las pulsiones
del ello- agresivas y egoístas con tendencia a la satisfacción irrefrenable y total- y las prohibiciones del
superyó, es decir las restricción y las limitaciones de la moral y de la “cultura”. Tomado de REALE, Giovanni
y ANTÍSERI Darío. Historia de la Filosofía tomo 7. Bogotá: Editorial San Pablo. 2009. p. 107.
216
Ibíd., p. 374.
110
psicología, pueden solucionarse los mitos de Dios, del paraíso, del pecado
original, del bien y del mal217. En su análisis de la religión, Freud considera la
religión como una cadena de actos obsesivos, un conjunto de creencias
producidas por la conciencia de culpabilidad de las personas que suele
presentarse como temor al castigo divino, lo cual trae como consecuencia
prácticas de penitencia que tienen su origen en neurosis obsesivas.
111
necesidad religiosa se encuentra en el complejo paterno-materno. El Dios justo y
todopoderoso viene a ser una magna superación del padre, lo mismo que la
bondadosa naturaleza es la magna sublimación de la madre. La religiosidad va
asociada biológicamente a la necesidad de protección que tiene el niño. Dicha
necesidad continúa durante la adultez; al sentirse débil e impotente ante los
grandes poderes, la persona retrocede a la infancia en busca de las fuerzas que
entonces la protegían. 221
La cultura para Freud, es lo que separa a los seres humanos de los animales. Ella
comprende en primer lugar: las artes, los poderes y los saberes del ser humano
para dominar las fuerzas de la naturaleza y lograr los bienes que permitan
satisfacer sus necesidades. La cultura tiene una función represiva, ya que exige
renunciar a la satisfacción de los instintos y ejerce coerción sobre las
colectividades humanas. La cultura tiene también una función compensatoria del
carácter represivo anterior. Ofrece unos bienes espirituales que gratifican a la
persona. A la religión en cuanto componente de la cultura, se le asignan similares
funciones que a ésta: es el instrumento de ascesis y del consuelo, que ejerce bajo
la figura del padre, la respuesta suprema a la dureza de la vida y el mecanismo de
defensa ante la indefensión ambiental222.
221
Cfr. TAMAYO ACOSTA, Op. cit. p.153.
222
Ibíd., p. 158-159.
112
apaciguar un conflicto determinado por la ambivalencia […] El sentido de la
proyección es, pues, la reconciliación”223.
A modo de conclusión se puede decir que la religión, según Freud es el “delirio del
que la cultura podrá y deberá acabar por desembarazarse cuando aprenda a
aceptar los sobrios límites impuestos por la realidad226, de modo que las
223
Ibíd., p. 159.
224
GÓMEZ SÁNCHES, Op. cit. p. 381.
225
Cfr. GÓMEZ SÁNCHEZ, Op. cit. p. 382.
226
Recordemos que tanto Feuerbach como Marx y Nietzsche tiene muy presente que la única forma en que el
ser humano puede liberarse de las fantásticas ideas de la religión es tomando muy en serio la realidad, con sus
debilidades y fortalezas, pero ante todo, buscando la libertad y la felicidad, sin presupuestos morales que
alienen su misma cotidianidad. Feuerbach se referirá a la perdida de la realidad a causa de la religión cuando
dice: “la reflexión religiosa niega precisamente la determinabilidad que hace que algo sea lo que es. Sólo en lo
113
prescripciones morales dependan sólo de su justificación social.”227 Freud es
consciente del gran papel que ha desempeñado la religión en la historia y los
aportes que ella ha hecho a la humanidad y a su proceso de civilización, sin
embargo, considera que ella no ha hecho lo suficiente para dominar instintos
presentes en el ser humano y que lo hace ser un ente asocial.
En cuanto a las creencias religiosas sostiene que ellas no son sino ilusiones, y que
éstas aparecen engendradas por el impulso a la satisfacción de un deseo,
prescindiendo de su relación con la realidad, del mismo modo que la ilusión
prescinde de toda garantía real. De ahí que Freud oscile entre la calificación de la
religión como ilusión y como delirio, según acentúe que el conflicto con la realidad
se encuentra meramente disimulado o es patente, si bien tiende a deslizar su
consideración desde la ilusión hacia el delirio228.
que el entendimiento divino es idéntico con el humano, sólo esto es algo, es entendimiento, un concepto real;
pero lo que lo convierte en otro esencialmente diferente es una nada objetiva, una imaginación meramente
subjetiva.” FEUERBACH, La esencia del cristianismo, Op. cit. p. 266.
227
Ibíd.
228
Ibíd., p. 384.
114
dura „vida enemiga‟. Esta sería la „educación para la realidad»‟. La protección
contra la neurosis personal de que los creyentes parecen gozar, al englobarse en
una neurosis general, es a costa de un engaño que no debe persistir 229. De modo
que, frente a las contingencias y el mal irremediable de la vida, el hombre está
llamado a vivir, por principio, sin consuelo. Sabiduría trágica, por cuanto invita al
hombre no sólo a renunciar a las ambiciones desmesuradas, sino también a todos
aquellos deseos que, por legítimos que fueren, son incumplibles en el orden de la
realidad230.
229
Ibíd., p. 384.
230
Ibíd., p. 395.
115
CONCLUSIÓN.
231
TORRES QUEIRUGA, Andrés. La filosofía de la religión, lugar de encuentro entre la teología y la
filosofía. En: Estudiar la religión. Materiales para una filosofía de la religión III. J. Gómez Caffarena, y J. M.
Mardones, (Editores). Madrid: Editorial Antropos, 1993. p. 305.
232
Ibíd.
233
Ibíd., p. 306.
116
teología, resultaba ser algo confuso y casi irrealizable, por lo cual no se podía
llegar a una síntesis idónea y, antes bien, resultará que la historia de la filosofía de
la religión era la crónica de muchos malos entendidos y equívocos, que tuviera en
sí misma presupuestos no suficientemente discutidos.
234
Ibíd.
235
Cfr. p. 306 – 307 “Sin embargo están ahí, abriendo la posibilidad de un nuevo planteamiento. Y la verdad
es que cuando se tiene alerta la atención, se percibe que tanto desde la filosofía como desde la teología están
ya muy vivos los nuevos presupuestos que lo han realizable.”
236
Cfr. p. 307. “aunque no con aceptación universal”
117
sobretodo en momentos en donde se ha podido contribuir a la superación del
positivismo en sus diversas modalidades.237
[…] hoy se reconoce universalmente que todas las religiones tiene ciertos rasgos en
común; ningún teólogo serio pretenderá que las Escrituras hebreas y cristianas,
aunque únicas como cauce de la divina revelación, puedan ponerse aparte de todas
las demás en las que se consigan las creencias y la experiencia espiritual. Por el
contrario, la moderna investigación bíblica utiliza libremente los materiales recogidos
en otras fuentes y culturas contemporáneas para ilustrar sus propios datos
especializados.»239
237
Cfr. Ibíd. “Cabe ver su culminación en el movimiento fenomenológico de Husserl abre el camino decisivo
con su «principio de todos los principios», que asegura para la filosofía la legitimidad de todo lo que se
presenta originalmente a la consciencia. Y Heidegger, apoyado en su reflexión sobre el «Ser» (en cuanto
invisiblemente presente en la visibilidad del «ente») y la «nada», hizo la ampliación decisiva, al legitimar
incluso aquello que no puede mostrarse directamente, sino que se muestra en lo que se manifiesta.”
238
Ibíd., p. 308.
239
Ibíd.
118
En lo que atañe a la teología, la nueva visión parte de una mirada crítica en
diálogos que permitan el acercamiento. En este sentido la “crítica bíblica asumió
en ello un rol extraordinario, al eliminar la concepción de la revelación como un
«dictado» totalmente sustraído del control humano y mostrar su humanísima
radicación en las preguntas, los problemas, las búsquedas y las respuestas del
hombre a las grandes cuestiones de su experiencia.”240 Los conceptos religiosos,
entonces, dejaron de ser tenidos como impenetrables, para darle paso a una
crítica que tuviera en cuenta los condicionamientos de la historia y del mismo ser
humano en épocas determinadas. La crítica de las expresiones religiosas no
puede, entonces, ser considerada como un añadido secundario, sino como
necesidad de vital importancia de la teología misma, pues sólo criticando dichas
expresiones es como se puede llegar hasta su “intención genuina” 241, teniendo en
cuenta las limitaciones culturales en que se originaron, las deformaciones
ideológicas que se fueron adhiriendo con el paso del tiempo, “y los fantasmas,
compulsiones o represiones que las oscurecen en el individuo.”242 La teología,
entonces, tiene que volcar también su mirada a lo que Kant ya había considerado
en lo concerniente a todo conocimiento y expresiones humanas, y es “la presencia
irrenunciable del sujeto en la constitución de su objetividad.”243
La religión queda así expuesta al diálogo crítico, haciendo ella misma también uso
de este recurso. Pero dicha crítica va más allá de la constatación de
representaciones religiosas que son producidas por la actividad del hombre, y más
240
Ibíd., p. 309.
241
Ibíd.
242
Ibíd.
243
Ibíd., p. 310. A este respecto también cabe decir que “F. Wagner, que ha estudiado muy bien este
problema, indica que de ese modo « la subjetividad puede reencontrarse a sí misma en los contenidos
recibidos, como en productos de su capacidad de mediación y de su actividad», o lo que es lo mismo, «hacer
que las representaciones religiosas y teológicas tradicionales sean transparentes a la acción de la subjetividad
presente en ellas»; lo cual «implica crítica»”
119
bien se pregunta “qué y qué tipo de actividad es tematizada por las
representaciones religiosas, puesto que éstas «implican una teoría del mundo y
del hombre mediante la cual la marcha del mundo y de la historia humana se
hacen trasparentes a la actividad del sujeto por antonomasia: Dios.”244
El encuentro entre teología y filosofía estaría dado por una situación de crítica, en
donde filósofos y teólogos tendrían que estar dispuestos a afrontar el diálogo
crítico mutuo por medio de la filosofía de la religión.
244
Ibíd.
245
Ibíd., p. 311.
246
Ibíd. “Es ya irreversiblemente consciente de que se ofrece, no se impone: se ofrece como una
interpretación de la existencia individual e histórica del hombre; interpretación que no puede rehuir la
confrontación con otras ofertas religiosas y filosóficas (a este nivel), puesto que se apoya únicamente en su
pretensión de verdad: en su capacidad de iluminar la existencia y promocionar la esperanza.”
247
Ibíd., p. 312.
120
«saber».”248 Esto, por ejemplo, para el caso de Moisés y la opresión del pueblo
hebreo. La palabra de Dios se vuelve significativa y reveladora cuando ilumina una
situación concreta y real del ser humano, como ya lo ha anotado Juan Luís
Segundo en su texto Revelación, fe y signos de los tiempos. A este respecto
Auguste Sabatier anotó en su filosofía de la religión:
Sería interesante analizar cómo existe una profunda confluencia de lo arriba dicho
con la reducción trascendental de Husserl, en cuanto repetición dinámica de la
248
Ibíd.
249
Ibíd., p. 313.
250
Ibíd.
251
Ibíd., p. 314.
121
génesis del sentido: la apropiación mayéutica tomada en su auténtica radicalidad se
asimila de algún modo a aquel originario «aprender a conocer» de que hablan las
meditaciones cartesianas. Y en cualquier caso, lo cierto es que lo que los creyentes
llaman revelación, se ofrece objetivado en palabra humana, de suerte que sólo
cuando por medio de ella se puede llegar a la «dación originaria» de sentido que
sustenta, se produce la «fe» auténtica y verdadera.252
El concepto kantiano «Dios en nosotros» (Der Gott in uns, Deus in nobis) cobra
especial importancia en La disputa de las facultades, un escrito que realza con
vigor los derechos de la razón ante la religión. En este sentido,
252
Ibíd., p. 315.
253
Cfr. Ibíd.
254
Ibíd.
255
Ibíd., p. 318.
122
Con esto Kant demostró la profunda relación entre razón y revelación. Entonces la
«fe racional» entra a jugar un papel preponderante en tanto la búsqueda de un
fundamento objetivo y así dirigirse al espacio de lo suprasensible, y abierto al
diálogo con la teología. A este propósito J. Gómez Caffarena dirá: “Lo histórico,
debidamente criticado, pudiera desvelar y ser portador «de un contenido noumenal
que completara el contenido esencial de la fe racional». Tal «el testimonio de una
vida y una actitud humana integral en las que el creyente reconociera una plenitud
de realización del ideal moral que desborda las posibilidades normales
humanas.”256
Por una parte, la filosofía aporta una dirección amplia en donde el planteamiento
de las cuestiones sea crítico. Si bien “no puede evitar su ubicación en un concreto
contexto cultural y aun religioso, no se siente tal ligada a una tradición
determinada; de suerte que, por un lado puede ser más crítica frente a ella y, por
otro, puede estar más en franquía para acoger lo que aportan las otras
tradiciones.”258
256
Ibíd., p. 320.
257
Ibíd., p. 323.
258
Ibíd.
123
Por otra parte, la teología debe apuntar más a la intensidad y riqueza de las
implicaciones de las vivencias, no sólo en las dimensiones teóricas, sino también
en las prácticas, educativas y celebrativas. Esto “le posibilita una densidad a la
que no siempre podrá acceder la consideración filosófica.”259 Además, la tradición
si por un lado, “puede frenar la radicalidad de la «sospecha», por otro sitúa mejor
ante la tarea de la «restauración del sentido» que en ella se va acumulando.
También aquí cabe afirmar que una filosofía de la región que no se abra a la
sugerencia teológica, difícilmente podrá librarse la palidez histórica y de la
abstracción sin vida.”260 La fe y la razón pueden llegar a un encuentro crítico y
dialogante cuando se tiene presupuestos humanos que pueden acceder a lo
trascendental.
259
Ibíd.
260
Ibíd., p. 324.
124
naturaleza. Finalmente, Feuerbach no ha descubierto en la muerte sino la cuestión
del más- allá, y no la cuestión del más- acá, es decir, la cuestión del sentido último
de nuestra vida en el mundo, en cuanto marcada por la presencia de la nada de la
muerte en la vida misma. Es la cuestión del esperar radical del hombre, como
impulso vital de toda su tarea en el mundo. Feuerbach no se ha asomado al abismo
de la muerte como hundimiento de la existencia misma de la nada. Tampoco se ha
preguntado cómo se puede conciliar el deseo humano supremo de vivir para
siempre, con la satisfacción plena del hombre en una vida destinada a desaparecer
total y definitivamente en la muerte.261
Si por un lado la crítica feuerbachiana nos demostró que Dios era el producto de la
alienación del mismo hombre, por otro la pretendida conciliación entre fe y razón o
teología y filosofía también nos ha dado pautas para demostrar que desde la razón
misma es posible considerar algunos aspectos de la relación trascendental del
hombre con Dios, que en este caso podríamos decir que esta mediada por la
esperanza de una vida plena y realizada en sí misma y con los demás.
261
ALFARO, Op. cit. p. 41.
125
El cristianismo, lejos de alienar al hombre en ideas vacías y o fantasiosas,
pretende llevar al ser humano a la realización plena en todas sus dimensiones, por
medio de Jesús de Nazaret, que se nos presenta como el camino, la verdad y la
vida que conducen al especia y trascendental encuentro con aquel que es la vida
en plenitud por medio de un proyecto liberador y esperanzador.
A este respecto Leonardo Boff nos ilustra, respecto a la persona de Jesús, que es
un ser liberador de la condición humana, el cual se expresa en el amor hacia el
hombre con la justicia y la salvación plena, es decir, la liberación de las
condiciones que sumergen u oprimen la misma dignidad del género humano. A
este respecto Boff dirá:
262
BOFF, Leonardo. Jesucristo el liberador. Petrópolis: Editorial Sal Terrae, 1999. p. 77.
126
fantasía, se convierte y constituye en una realidad simbólica y celebrativa que
conduce a la vivencia de la plena humanidad, en búsqueda de sentido, por medio
de Jesucristo, y de las mismas relaciones cercanas que puede establecer el
hombre con sus semejantes. La religión, entonces, se convierte en la celebración
de la vida y del encuentro interpersonal con lo trascendente hacia Dios y hacia
aquellos que comparten la condición humana.
Jesús va más allá de una ley que está por encima del hombre, es decir, de
preceptos que pueden agradar a los humanos, pero que están lejos de Dios y de
su agrado. Entonces ¿la propuesta de Jesús es un culto sentimentalista y vacio, o
más bien, es un culto en el que el amor se hace patente en aquel que es
semejante y próximo?
Jesús nos muestra que el verdadero culto al Dios vivo y actuante en la historia del
ser humano se hace a partir de acciones concretas que no olvidan la condición
humana, como lo hacía ver Feuerbach, sino, más bien, en el reconocimiento de la
263
Ibíd., p. 82.
127
dignidad del otro, y por tanto, de salir a su encuentro en un servicio por amor:
“«Sabéis que los jefes de las naciones las gobiernan como señores absolutos, y
los grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre nosotros, sino
que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el
que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo» (Mt 20, 25-27)”
yo amo porque Dios ama; el amor de Dios por el hombre es el fundamento del
amor del hombre por Dios; el amor divino causa y provoca el amor humano. «lo
amamos, porque el antes nos ha amado» (Jn. 4, 19). ¿Qué amo yo, pues, en Dios?
El amor y, por cierto, el amor por el hombre. Pero si amo y adoro el amor con que
Dios ama a los hombres, ¿no amo entonces al hombre, no es mi amor hacia Dios
indirectamente también un amor hacia el hombre? ¿No es, pues, el contenido de
Dios cuando Dios ama a los hombres? ¿No es, acaso, lo que quiero lo más
entrañable? ¿Tengo corazón si no amo? No. El amor es el corazón del hombre.
¿Pero qué es el amor sin lo que amo? Entonces lo que amo es mi corazón, mi
contenido, mi ser.265
264
Ibíd., p. 89.
265
FEUERBACH, La esencia del cristianismo, Op. cit. p. 108.
128
El cristianismos es el encuentro del ser humano consigo mismo, volcado hacia los
demás y con la esperanza de una vida en plenitud, que comienza en el aquí y
ahora, que no desecha la historia de cada individuo, y que sólo nos da la gracia de
poder vivir en alegría y felicidad.
129
BIBLIOGRAFÍA.
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