Antifábula
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Antifábula
ESOPO
Una hormiga, llegado el verano, recogía afanosamente granos de trigo y cebada, guardándolos en su
granero para alimentarse en el invierno. La cigarra, que pasaba el día cantando, se sorprendió de verla
tan trabajadora en época en que los animales, dejando sus faenas, se abandonan a la buena vida y a la
diversión. Calló la hormiga, pero cuando llegó el invierno y con él la escasez de provisiones, la cigarra,
hambrienta, fue a pedirle a la hormiga unos cuantos granos para alimentarse. Entonces la hormiga le
replicó -Ya ves, holgazana, si hubieras trabajado en el momento oportuno, hoy no carecerías de alimento.
Canta pues ahora, mientras yo como.
Cuentan que la hormiga se pasaba la vida informándose de la bolsa de valores, vendiendo caro y
comprando barato, cerrando contratos en Londres y volando a Francfort para ganar dinero.
Pero le tenía mucha envidia a la Cigarra, que había estado con ella en la escuela. La cigarra siempre iba a
los centros nocturnos y a los espectáculos a donde la hormiga solo iba a acompañar a sus clientes. La
hormiga pensó: “Si la Cigarra viene en invierno a pedirme dinero, ¡ya verá!”.
Un día, la hormiga iba saliendo de un restaurante elegantísimo, en donde había comido con unos
japoneses que negociaban en algas marinas, cuando se encontró a la Cigarra, cantando feliz, como
siempre. La hormiga se dijo: “Ahí viene para pedirme dinero”. Pero no; la Cigarra solo quería saber cómo
le estaba yendo.
Desilusionada, la Hormiga le dijo: “Todo el verano te he visto en programas de televisión.” “Así es- replico
la Cigarra-, a menudo canto ahí”. “En invierno tendrás problemas. No has ahorrado dinero”. “No hay
problema. Mis discos fueron grandes éxitos, y ya firmé un contrato con el Teatro Olimpia de Paris por $
5,000 €”.
“¡Qué!” -exclamó la Hormiga con los ojos desorbitados-, “¿De verdad te van a pagar tanto?”
“Si, durante el verano practiqué mucho. Y ahora estoy considerado uno de los mejores cantantes”.
La Hormiga recordó todo su trabajo, su ulcera estomacal, la amenaza de infarto cardiaco, matándose para
ayudar a la economía nacional…. Y esa criatura insignificante estaba recibiendo tan buena paga por dos
canciones.
“¿Cuando sales para Paris?” -le preguntó-
“La próxima semana.”
“¿Me harías un gran favor?”
“Por supuesto”.
“Cuando llegues a Paris, por favor busca a un tal Monsieur de la Fontaine, y dile que se vaya al diablo, por
favor…."