Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

John Locke

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 4

JOHN LOCKE

Tanto Descartes como Spinoza eran racionalistas. Un racionalista cree en la razón como fuente

de conocimientos. Opina que el ser humano nace con ciertas ideas, que existen por tanto en la

conciencia de los hombres antes de cualquier experiencia. Y cuanto más clara es la idea, mayor

es la seguridad de que corresponde a algo real. Recordarás que Descartes tenía una clarísima

imagen de lo que es un «ser perfecto». Partiendo de esta idea deduce que verdaderamente

existe un Dios. Este modo racionalista de pensar era típico de la filosofía del siglo XVII, y

también había sido corriente en la Edad Media. Lo recordamos de Platón y de Sócrates. Pero en

el siglo XVII estuvo expuesto a críticas cada vez más profundas. Varios filósofos adoptaron el

punto de vista de que no tenemos absolutamente ningún contenido en la conciencia antes de

adquirir nuestras experiencias mediante los sentidos. Este punto de vista se llama empirismo.

Los empiristas, o filósofos de la experiencia, más importantes fueron Locke, Berkeley y Hume, y

los tres eran británicos. Los racionalistas dominantes en el siglo XVII eran el francés Descartes,

el holandés Spinoza y el alemán Leibniz. Por ello solemos distinguir entre el empirismo británico

y el racionalismo continental.

Un empirista desea hacer derivar todo conocimiento sobre el mundo de lo que nos cuentan

nuestros sentidos. La fórmula clásica de una actitud empírica viene de Aristóteles, quien dijo que

no hay nada en la conciencia que no haya estado antes en los sentidos». Este punto de vista

implicaba una crítica acentuada de Platón, que había opinado que los hombres traían consigo

una serie de «ideas» innatas del mundo de las Ideas. Locke retoma las palabras de Aristóteles, y

las dirige contra Descartes.

No tenemos ninguna idea innata sobre el mundo. En realidad no sabemos nada de este mundo

en el que nos han colocado antes de haberlo visto, Si tenemos una idea o un concepto que no se

puede conectar con hechos experimentados, se trata de un concepto o de una idea falsa.

Cuando por ejemplo usamos palabras como «Dios», «eternidad» o «sustancia», la razón fun-

ciona sin combustible, porque nadie ha llegado a conocer ni a Dios, ni la eternidad, ni aquello

que los filósofos llaman «sustancia». De esa forma se pueden escribir tesis eruditas que en el

fondo no conducen a ningún tipo de conocimiento nuevo. Un sistema filosófico de esa clase

puede parecer impresionante, pero no son más que quimeras. Los filósofos de los siglos XVII y

XVIII habían heredado una serie de tesis eruditas de ese tipo. Ahora había que estudiarlas con
lupa. Había que limpiarlas de vacíos. Quizás pudiéramos compararlo con el lavado del oro. La

mayor parte es arena pero, dentro, resplandecen las pepitas de oro.

Para los empiristas británicos era muy importante analizar todas las ideas humanas, con el fin de

ver si podían ser demostradas mediante experiencias auténticas. Pero vayamos por partes y

estudiemos un filósofo cada vez. El primero fue el inglés John Locke, que vivió entre 1632-1704.

Su libro más importante se tituló Ensayo sobre el conocimiento humano y fue publicado en

1690. Locke intenta aclarar dos cuestiones. En primer lugar pregunta de dónde recibe el ser

humano sus ideas y conceptos. En segundo lugar si podemos fiarnos de lo que nos cuentan

nuestros sentidos.

Locke estaba convencido de que todo lo que tenemos de pensamientos y conceptos son sólo

reflejos de lo que hemos visto y oído. Antes de captar algo con nuestros sentidos, nuestra

conciencia es como una “tabula rasa», o «pizarra en blanco». Antes de captar algo con los

sentidos, la conciencia está tan vacía y falta de contenido como la pizarra antes de entrar el

profesor en la clase. Locke también compara la conciencia con una habitación sin amueblar. Pero

luego empezamos a captar con los sentidos. Vemos el mundo a nuestro alrededor, saboreamos,

olemos y oímos. Y nadie lo hace con más intensidad que los niños pequeños. De esta manera

surge lo que Locke llama «ideas simples de los sentidos». Pero la conciencia no sólo recibe esas

impresiones externas de un modo pasivo. Algo sucede también dentro de la conciencia. Las

ideas simples de los sentidos son elaboradas mediante el pensamiento, el razonamiento, la fe y

la duda. Así surge lo que Locke llama “ideas de reflexión de los sentidos». Como ves, distingue

entre «sentir» y «reflexionar». Pues la conciencia no es siempre una receptora pasiva. Ordena y

elabora todas las sensaciones que entran poco a poco en la conciencia.

Locke subraya que lo único que recibimos a través de los sentidos son impresiones simples.

Cuando me como una manzana, por ejemplo, no capto con los sentidos toda la manzana en una

sola sensación. En realidad recibo una serie de esas «sensaciones sencillas», como que algo es

verde, huele a fresco y sabe jugoso y ácido. Después de haber comido muchas veces una

manzana, soy consciente de estar comiendo una manzana. Cuando éramos pequeños” probamos

por primera vez una manzana, no tuvimos esa sensación. Pero vimos algo verde, saboreamos

algo fresco y jugoso, y también un poco ácido. Poco a poco vamos juntando esas sensaciones

formando conceptos como «manzana», «pera» o «naranja». Pero todo el material de nuestro

conocimiento sobre el mundo entra al fin y al cabo por los sentidos. Por lo tanto, los
conocimientos que no pueden derivarse de sensaciones simples, son conocimientos falsos y

deben ser rechazados.

Primero ha contestado a la pregunta dónde recibimos nuestras ideas y conceptos. Pero luego

también se pregunta si el mundo realmente es como nosotros lo percibimos…Locke distinguía

entre lo que llamaba cualidades «primarias» y «secundarias» de los sentidos. En este punto

entronca con los filósofos anteriores a él, por ejemplo con Descartes. Con «cualidades primarias

de los sentidos», se refiere a la extensión de las cosas; su peso, forma, movimiento, número. En

cuanto a estas cualidades podemos estar seguros de que los sentidos reproducen las verdaderas

cualidades de las cosas. Pero también captamos otras cualidades de las cosas. Decimos si algo

es dulce o agrio, verde o rojo o frío o caliente. Locke llamaba a éstas «cualidades secundarias de

los sentidos». Y estas sensaciones, como color, olor, sabor o sonido, no reflejan las verdaderas

cualidades que son inherentes a las cosas mismas, sino que sólo reflejan la influencia de la

realidad exterior sobre nuestros sentidos.

Las cualidades primarias, tales como tamaño y peso, son algo sobre lo que todo el mundo puede

estar de acuerdo, porque están en las cosas mismas. Pero las cualidades secundarias, tales

como color y sabor, pueden variar de un animal a otro y de una persona a otra según la

constitución de los sentidos de cada uno. Lo mismo ocurre con la percepción del color. Si tienes

una naranja redonda, no puedes «opinar» que tiene forma de dado. Te puede «parecer» dulce o

agria, pero no te puede parecer que pesa ocho kilos si sólo pesa doscientos gramos. Si quieres,

puedes «creer» que pesa varios kilos, pero en ese caso estarías totalmente perdida. Cuando

varias personas intentan adivinar cuánto pesa una cosa determinada, siempre hay una que

acierta más que las demás. Lo mismo ocurre con el número de las cosas. O hay novecientos

ochenta y seis guisantes en la botella o no. Lo mismo pasa con el movimiento. Un coche o se

mueve o está quieto.

En lo que se refiere a la realidad extensa, Locke está de acuerdo con Descartes en que esta

realidad tiene ciertas cualidades que los seres humanos pueden captar con su razón. Locke

también dio pie a lo que él llamaba «conocimiento intuitivo» o «demostrativo». Opinaba por

ejemplo que para todos existen ciertas reglas básicas, y defiende la llamada idea de «derecho

natural», que es un rasgo racionalista. Otro rasgo igualmente racionalista de Locke es que

pensaba que es inherente a la mente del hombre el pensar que hay un Dios.

Opina que el reconocimiento de los hombres de la existencia de Dios emana de la razón

humana. También eso es un rasgo racionalista. Debo añadir que abogó por la libertad de
pensamiento y la tolerancia. Además le interesaba la igualdad entre los sexos. Pensaba que la

idea de que la mujer estuviera sometida al hombre era una idea creada por los seres humanos.

Por lo tanto también puede ser alterada por ellos.

Locke fue uno de los primeros filósofos de la época moderna que se preocupó por los papeles de

los sexos. Tendría una gran importancia para su tocayo John Stuart Mill, que jugaría a su vez un

importante papel para la igualdad entre los sexos. Locke anticipó en general muchas ideas

liberales que más adelante, durante la Ilustración, llegaron a florecer en la Francia del siglo

XVIII. Por ejemplo él fue quien primero habló a favor de lo que llamamos principio de división de

los poderes… El «poder legislativo» o la asamblea nacional. Luego viene el «poder judicial» o los

tribunales de justicia, y finalmente el «poder ejecutivo», o el gobierno.

Esta tripartición proviene del filósofo francés Montesquieu de la época de la Ilustración. Locke

había señalado que, ante todo, los poderes legislativo y ejecutivo deberían estar separados, con

el fin de evitar la tiranía. Fue contemporáneo de Luis XIV, quien había reunido todo el poder en

una sola mano. «El Estado soy yo», dijo. Decimos que fue autocrático. Hoy en día lo habríamos

considerado un Estado sin derecho. Con el fin de asegurar un Estado de derecho, los

representantes del pueblo deberían legislar y el rey o el gobierno ejecutar las leyes, pensaba

Locke.

También podría gustarte