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La Mentira Vital

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La mentira: anotaciones respecto a sus implicaciones morales

Maria Camila Tamayo Arias


Instituto de Filosofía
Universidad de Antioquia
camila.tamayo@udea.edu.co

Problema de una fundamentación epistémica en la ética, aparición de la zona gris

Cuando hablamos de la mentira nos vemos inmediatamente impelidos a establecer la


relación de esta con lo que denominamos verdad. La búsqueda de un criterio de
determinación estable que nos permita diferenciar entre lo falso y lo verdadero en nuestras
relaciones con el mundo ha sido una tarea incansable de la filosofía. Áreas como la
epistemología se han visto constantemente avocadas a ofrecer vías de solución para la
adquisición de este criterio de diferenciación. Todos estos esfuerzos han representado un
gran aporte para una mejor comprensión de aquello que denominamos lo verdadero y lo
falso en sus diversas conexiones con los variados marcos filosófico-teóricos que emprenden
la búsqueda de una determinación estable al respecto. Ahora bien, podemos estar de
acuerdo en el hecho de que si bien todos estos planteamientos han servido para dar amplias
luces alrededor de todo el asunto, hasta el momento no se ha logrado establecer un criterio
objetivo y determinante que nos indique claramente lo verdadero y lo falso en nuestros
múltiples vínculos con el mundo. La autora alemana Karen Gloy plantea, por medio un
análisis que lleva a cabo en torno a la verdad y la mentira, que a partir de esta falta de
determinación epistemológica, se pasa a considerar la cuestión en el marco de una
denominada “zona gris”, en la cual, verdad y mentira se conciben a partir de un conjunto de
intereses y valoraciones de carácter práctico-estratégico. Esto implica entonces comenzar a
considerar el proceso de socialización, en el cual ya se toman en cuenta cuestiones de tipo
psicológico, ético y antropológico, para establecer el carácter y función de la mentira y la
verdad en el conjunto de nuestras relaciones humanas. El paso a esta “zona gris” planteado
por Gloy nos revela cómo es que el ámbito práctico-estratégico en el cual pueden
considerarse la verdad y la mentira no tiene un sustento epistemológico objetivo
previamente concebido, a partir del cual se construyan una serie de relaciones que lleguen a
la constitución de, por ejemplo, una concepción ética.
Mentira por cortesía

Es claro que la designación de lo verdadero y lo falso en la utilización del lenguaje por


parte de algún individuo implica un proceso de construcción social conjunta de sentido, en
el cual se van convencionalizando las normas de comunicación. Además de lo que se va
estableciendo como un uso correcto e incorrecto del lenguaje de acuerdo a los criterios
lingüísticos que indican qué utilización se tomará por verdaderá y cuál por falsa, se
empiezan a establecer ciertas convenciones respecto a la utilización de un tipo de mentiras
que miradas desde la concepción imperante de un determinado grupo de personas, no tienen
serias implicaciones morales y por ello no son valoradas a partir de un perspectiva en la
que se las relacione con algo éticamente reprobable. Este tipo de mentiras son las mentiras
usadas por cortesía, las cuales, tienen la peculiaridad, de que implican la consciencia de su
carácter de mentira por parte de los sujetos implicados en el acto comunicativo, por lo que
su carácter estricto de mentira como ocultamiento se desvanece, pues en el momento de su
enunciación se revela de inmediato lo que hay detrás de las palabras expresadas. Mentiras
de este tipo son los saludos como “Buenos días” o los agradecimientos de cortesía hechos
por ejemplo al final de una carta de carácter formal. Estas mentiras son aceptadas como
normales a partir del proceso de socialización, por lo que los individuos aprenden a
moverse fácilmente en el entramado que éstas constituyen. Es claro también que este tipo
de mentiras abogan en la gran mayoría de casos por el buen fluir de las relaciones humanas,
y la armonía entre las personas, lo cual es generalmente juzgado como un valor positivo.

La mentira en sentido político-social

La mentira por cortesía es, por así decirlo, el primer grado de consideración que en este
escrito se tendrá en cuenta, pues, más allá de esta nos encontramos ya con una clase de
mentiras que son susceptibles de ser juzgadas desde una valoración ética y moral. La
mentira mirada desde un punto de vista social constituye, además de una amenaza para la
auténtica constitución de una comunidad humana, una problemática que se reflejará a nivel
individual. El análisis de esta mentira y la que más adelante se introducirá, se hará en el
marco de la importancia de la literatura como medio de creación que permite poner en
situación aquello que se ha planteado desde una óptica teórica, por ello se usará la obra de
teatro llamada Un enemigo del pueblo del célebre dramaturgo noruego Henrik Ibsen. Como
breve descripción del autor es importante tener en cuenta su última época de producción
literaria, que es la que aquí se abordará. En ésta, habiendo pasado el autor por las formas
convencionales de desarrollo de la literatura, especialmente la poesía y el drama histórico y
romántico, se dedica a la composición de lo que es denominado actualmente drama
moderno, donde se dispone a escribir en prosa como una forma de rebelarse ante las formas
convencionales de hacer literatura y de tratar los problemas, entre los cuales sus focos de
interés más grandes serán la individualidad desde un punto de vista psicológico en las
relaciones sociales y con relación a los diferentes órganos mediadores, como lo eran en su
tiempo el Estado y la Iglesia. En este drama nos encontramos con un personaje central
denominado Doctor Stockmann. La acción del drama transcurre en un pueblo en el cual la
esperanza y el interés común de todos sus habitantes se ha reunido alrededor de un
balneario que ha sido recientemente construido (especie de baño público que sirve a fines
medicinales), dado que éste atrae una gran cantidad de turistas y por consiguiente una
buena suma de dinero que beneficia al pueblo, en especial a la clase media burguesa. El
Doctor Stockmann descubre, a partir de un análisis efectuado al agua del balneario en una
universidad, que las condiciones del balneario son sumamente peligrosas para la salud de
todo aquel que entre allí. Stockmann se propone entonces hacer pública la situación, sin
embargo cuando se plantea hacerlo, la sociedad del balneario, en representación del alcalde
quien es a la vez su hermano, Thomas Stockmann, lo amenaza con dejarlo sin su empleo
como miembro de dicha sociedad, dado que hacer una denuncia de la situación del
balneario implicaría dejar de recibir las ganancias respectivas durante dos años mientras el
lugar se repara, además de dejar en desprestigio los efectos curativos prometidos por el
sitio. El Doctor Stockmann se enfrenta pues a la posibilidad de no poder procurarse un buen
sustento económico para sí y para su familia. Sin embargo no cede ante la presión, y decide
llevar a cabo su cometido, y para ello comienza aliándose con el periódico La Voz del
pueblo. Allí descubre una nueva corrupción, pues a pesar de que los miembros de dicho
periódico habían manifestado su intención de ayudarle a acabar con la clase de dirigentes
corruptos que están a cargo, luego se descubre que sus verdaderas intenciones se dirigen a
llegar a ocupar dichos cargos directivos, y por tanto a pasar a imponer su ideología. Cuando
ven que el cierre del balneario los afectaría en una gran medida, deciden entonces irse en
contra del Doctor Stockmann y deformar la verdad que aquel ha descubierto con relación a
la salubridad del balneario. Los miembros de este periódico se sirven de la expresión de los
valores que ellos llaman progresistas y liberales, no obstante, esto no es más que otro medio
de manipulación política. Stockmann pasa entonces por un proceso de completo desengaño
con relación a la vida que llevan los habitantes de su amada patria natal, pues no existe allí
la constitución de un conjunto de valores auténticamente concebidos, y por ende,
auténticamente puestos en práctica. En una reunión pactada con los habitantes del pueblo,
Stockmann saca a la luz su descubrimiento con relación a la vida en comunidad entre sus
habitantes, expresándolo así:

“Sólo voy a hablaros de un descubrimiento que acabo de hacer. He descubierto que la base
de nuestra vida moral está completamente podrida, que la base de nuestra sociedad está
corrompida por la mentira” (Ibsen, p. 1300, 1952).

Tanto el pueblo, como el alcalde Thomas y los miembros de la Voz del Pueblo se unen para
apoyar la moción en contra del desprestigio del preciado baluarte de todos los habitantes, el
balneario.

Todos los habitantes del pueblo están de acuerdo en la siguiente tesis: la mayoría
(representada en el pueblo) siempre tiene la razón. Ante esto, el doctor se asombra por la
manera en la que esta mentira consigue adjudicarle tamaña infalibilidad a los juicios de una
sociedad débilmente constituida. El doctor va en contra de esta afirmación y se propone
develar el carácter negativo que esta acarrea. El momento de develación es expresado por
Stockmann así: “El enemigo más peligroso de la razón y de la libertad de nuestra sociedad
es el sufragio universal. El mal está en la maldita mayoría liberal del sufragio” (Ibsen, p.
1301, 1952). El doctor halla entonces en dicha afirmación, un doble carácter moralmente
reprochable: La mayoría del pueblo está constituida por individuos incapaces de asumir las
riendas de sus propias vidas de manera consciente y responsable, y por tanto, sus juicios
respecto a la conveniencia a un nivel general son muy poco fiables. Por otro lado, esta
afirmación no representa más que una treta política para mantener el poder, pues allí donde
se enaltece el orgullo y el falso poder del pueblo a partir de una retórica que ataca
directamente a las emociones y no al pensamiento crítico, se crea el ambiente más propicio
para gobernar a diestra y siniestra sin las graves repercusiones que podrían darse a raíz de
los diversos abusos y arbitrariedades cometidas. Considero apropiado introducir aquí el
concepto de mala fe, partiendo de la caracterización que de este hace la autora Gloria
Comesaña Santalices. La mala fe consiste en la manera en la que un individuo anula su
responsabilidad como sujeto con plenas potencias y posibilidades dentro de su condición de
ser humano, y empieza a justificar y delimitar su existencia a partir de la mirada
cosificadora del otro, la cual niega plenamente la realización de un auténtico proyecto de
vida, pues toma constantemente al individuo como un mero objeto. En el pueblo descrito
por Ibsen hay actos de mala fe por doquier, pues los distintos habitantes del lugar permiten
que los dirigentes y los miembros del periódico La Voz del Pueblo los traten como una
mera cosa a partir de la cual pueden concretar sus intereses más perversos, dichos sujetos
no asumen su existencia como íntimamente suya sino que dejan que los otros delimiten
cada aspecto de sus vidas. Además de ello, los dirigentes, según el doctor, no son más que
plebeyos en este sentido, pues, como en el caso del alcalde Thomas, se dejan determinar
por la misma mirada cosificadora, es decir, viven bajo la falsa ilusión de poseer una
consciencia y un poder que extralimita aquello que el vulgo posee, pero en realidad se
hallan determinados, en esencia, por los mismos intereses bajos y vulgares.

Ahora bien, otro de los asuntos de importancia que menciona el doctor en la obra de Ibsen
es el carácter de caducidad e invalidez que se liga al juicio del vulgo en asuntos que
conciernen a la comunidad. El doctor lo expresa así: “¿Qué valor ofrecen las verdades
proclamadas por la masa? Son viejas y caducas. Y cuando una verdad es vieja, se puede
decir que es una mentira, porque acabará convirtiéndose en mentira” (Ibsen, p. 1302, 1952).
Aquí se evidencia el carácter de mentira que se da en la objetivación de ciertos valores por
medio de la costumbre. El filósofo alemán Friedrich Nietzsche, en su texto Sobre verdad y
mentira en sentido extramoral se pregunta de dónde procede nuestra inclinación hacia la
verdad y el carácter vinculante, objetivo y petrificante que se liga a lo que consideramos
como verdadero. Nietzsche llega a la conclusión de que el sentimiento de lo verdadero se
abre paso en la humanidad a partir del olvido. Este olvido consiste en el hecho de ignorar
nuestra potencia creadora como seres humanos, a partir de la cual construimos el lenguaje y
por ende la manera de designar la realidad. Somos creadores aquí, pues el lenguaje, así
concebido, expresa la pura arbitrariedad y falta de certeza con relación a lo que
denominamos la cosa en sí hallada en el mundo, no podemos conocer las esencias
primitivas de las cosas, de ahí que lo que hagamos y conozcamos sean las distintas
relaciones humanas que constantemente establecemos. Nietzsche define la verdad de la
siguiente manera:

¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias,


antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido
realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un
prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes, las verdades son
ilusiones de las que se ha olvidado que lo son, metáforas que se han vuelto gastadas y sin
fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas
como monedas, sino como metal. (Nietzsche, p. 25, 1996).

Vemos pues cómo el carácter de caducidad que adquiere la verdad proclamada por la masa
en la obra de Ibsen se vincula estrechamente con la concepción de la verdad descrita por
Nietzsche, pues si bien, puede parecernos trivial e incluso evidente en muchas ocasiones el
hecho de que no conocemos las esencias primitivas, la cosa en sí en el mundo, es
fundamental comprender que el ser humano necesita de verdades socialmente constituidas
que le permitan integrarse y dar sustento a su existencia, y que es a partir del proceso de
construcción de esto que se va olvidando de su cualidad de ser creador y generador de
sentido, y se va insertando así, gradualmente, el sentimiento de objetividad y
determinabilidad del mundo y de nuestras distintas concepciones a partir de la petrificación
del lenguaje y las concepciones socialmente erigidas. Este hecho da fuerza a afirmaciones
como la ya mencionada respecto a que el pueblo siempre tiene la razón. El sentimiento
hacia la verdad, y por tanto la construcción de un código ético en sociedad, parece nacer
entonces a partir de una mentira que se expresa a través del olvido de nuestra capacidad
creadora.

La mentira vital

La mentira vital es un concepto por primera vez traído a colación y trabajado por el mismo
Ibsen en su obra llamada El Pato Salvaje. La mentira vital constituye un tipo de mentira
que presenta un conjunto de características que hacen que sea difícil adjudicarle un juicio
valorativo positivo o negativo desde un enfoque moral o ético, dada su naturaleza dotadora
de fundamento sobre el cual el individuo da movimiento a su existencia. En El Pato
Salvaje, el personaje que podría considerarse el epicentro del drama, Hjalmar quien es un
sujeto de poco carácter y de una muy alta fragilidad, se ve sometido a la mentira vital.
Hjalmar tiene a su padre Ekdal, quien en un momento fue a la cárcel y sufrió un terrible
desprestigio a raíz de haber llevado a cabo un negocio ilegal con un terreno de bosques,
perdiendo así su energía vital. Ekdal había estado inmerso en dicho negocio con el llamado
Señor Werle, quien no tuvo que pagar por las consecuencias de dichas acciones ilícitas. El
Señor Werle, como acto de redención, comienza a ayudar económicamente a Ekdal y a
Hjalmar, llegando a lograr que Hjalmar conozca a su esposa, Gina, y que logre emprender
su carrera como fotógrafo. Todo esto es hecho por el Señor Werle en medio de las sombras,
pues no quiere ser relacionado directamente con la familia Ekdal. Sucede pues que Gina la
esposa de Hjalmar ha tenido una aventura amorosa en el pasado con el Señor Werle,
incluso en medio de su matrimonio con Hjalmar, por lo que no se encuentra segura de que
la hija nacida en su hogar, Hedvigia, sea de hecho hija de Hjalmar. Gregorio, hijo del señor
Werle, y quien tiene un gran resentimiento hacia su padre dado que éste le ocasionó una
vida bastante triste a su difunta madre, a través de diversos engaños con otras mujeres, se
entera de toda la mentira en la que se halla envuelto Hjalmar y decide entrar a jugar el rol
de revelador, cuasi predicador de la verdad, buscando que Hjalmar construya un auténtico
vínculo matrimonial. Gregorio tiene la característica de aparentar adquirir una postura ética
y moral con relación a su amigo Hjalmar, sin embargo, actúa de mala fe, pues lo que busca,
lo cual queda constatado en la obra, es la limpieza de su propia consciencia en lo que a su
padre se refiere, además de que ante la incapacidad de asumir su proyecto de vida, trata de
suplir dicho vacío modelando y determinando la manera en la que Hjalmar ha de construir
su vida matrimonial. Sucede que Hjalmar se no se halla solamente envuelto en esta mentira
con relación a su esposa y a su hija, sino que también su vecino, el doctor Relling, lo ha
convencido de que tiene el talento para lograr inventar algo de gran valía en el campo de la
fotografía. Es a través de Relling que se introduce el concepto de mentira vital, siendo
caracterizada como un “principio estimulante”, pues a través de la presencia de esta en la
vida de un individuo se posibilitan en éste todas las disposiciones necesarias para ejecutar
el movimiento de continuación de su vida en pro del ideal planteado a partir de la mentira.

Un rasgo importante que parece posibilitar en específico que la mentira se mantenga a


través del tiempo y que adquiera el carácter de verdad e ideal ineludible, es el hecho de que
hay unas condiciones materiales y sociales que hacen que una gran cantidad de detalles
estén dispuestos para sustentar y ocultar la mentira vital. En el caso de Hjalmar, se puede
evidenciar esta peculiaridad en la manera cómo las distintas personas que lo han rodeado a
través de su vida lo han considerado como un hombre talentoso, es decir, como un hombre
con amplias posibilidades de éxito dadas sus cualidades físicas e intelectuales manifiestas.
Esto genera en Hjalmar una fuerte creencia en aquello que la sociedad ha venido fijando de
su persona, lo que ocasiona que en cierta medida cree una especie de alter ego que trabaja
en búsqueda del alcance del ideal de éxito que las distintas personas han supuesto para él.

Adquirir consciencia de que uno se halla en una mentira vital es un asunto de una vasta
complejidad dados los diversos condicionamientos contextuales que se presentan en torno
al sujeto afectado por esta. Sin embargo, la mentira vital es una condición que se liga con
bastante fuerza a ciertas personas con disposiciones patológicas concretas que se expresan
en su tendencia a la negación de sus condiciones espirituales y la realidad que las sustenta.
La adquisición de consciencia y la concreción de la posibilidad de dicha concientización es
entonces de difícil determinación, dadas las relaciones que se establecen entre el contexto y
quien padece dicha patología.

Hjalmar se muestra en la obra como incapaz de llevar las riendas de su vida, a partir de la
correcta superación de la mentira vital que tanto lo ha determinado, por lo que parece ser
que su existencia, y cualquier posibilidad de realización de esta se halla aniquilada ante la
revelación que Gregorio le hace en su momento. Hjalmar parece necesitar creer que su
esposa es quien dice ser, una mujer devota y amorosa, necesita creer que de hecho tiene el
talento y la fuerza espiritual para elevar a la categoría de arte y ciencia, como es
mencionado en la obra de Ibsen, el trabajo fotográfico. Una vez todo esto se esfuma, la
identidad del propio Hjalmar desaparece. Lo anterior parece justificar a la mentira vital
desde una perspectiva moral, como necesaria dentro de la vida de un individuo, pues esta
parece erigirse como fundamento de la existencia, es decir, como base generadora de
sentido y por tanto preservadora del buen vivir de las distintas personas que se hallan bajo
ella.

Sin embargo, es importante contrastar dicha característica con cierta postura del doctor
Relling, según la cual, como no se evidencian en la práctica matrimonios debidamente
edificados sobre unas bases sinceras y auténticas, esto implica que no es posible de hecho
llevar a cabo dicho tipo de unión matrimonial buscada por Gregorio. Esta postura evidencia
una especie de falacia naturalista en la que la constatación de ciertos hechos lleva a concluir
que no se puede realizar cierta posibilidad que superaría los hechos mismos. Sin embargo
es claro que antes de la plasmación y concretización de cualquier tipo de acción se cuenta
con una concepción como posibilidad de realización del ideal, por lo que es incorrecto
partir de la actual no realización de algo para negar su eventual posibilidad de solidez en la
existencia.

Ante la panorámica que aquí se plantea, entran a reñir entonces ciertas concepciones
filosóficas de un carácter bastante rígido con relación al deber que como seres humanos
tenemos hacia la verdad y la consecuente expresión de ésta. El filósofo alemán Immanuel
Kant, en representación de estas posturas, nos dice que hacia la verdad tenemos un deber
incondicionado, decir la verdad, para Kant se constituye como un sagrado mandato de la
razón, y por tanto, es universal y cae bajo el dominio del imperativo categórico lo que hace
que sea ineludible. Mentir al hacer una promesa o un contrato con alguien representa para
Kant una falta plena de dignidad humana, además de que daña la fuente de todos los
deberes fundados en una promesa o contrato lo que implica un grave daño a la humanidad
en general. Es claro pues que esta perspectiva se enfrenta de una fuerte manera con lo que
implica una mentira vital, pues decir la verdad a quien se halla sumido en aquella podría
constituir la efectiva aniquilación y devastación de la vida de dicho sujeto. Surge entonces
la pregunta respecto a la justificación ética y moral del mantenimiento de la mentira vital en
la vida de los seres humanos que están íntimamente determinados por ella. Esto no es algo
que vaya a estructurarse acá, sin embargo, es claro que la mentira vital plantea el hecho de
considerar la aplicación de principios de corte ético y moral no de manera rígida y
determinante, sino la comprensión de estos dentro de una puesta en contexto, es decir, una
situación en su concreción la cual requiere una reflexión particular respecto a lo que allí
acontece, para determinar qué tan acorde con una adecuada concepción de lo humano es el
mantenimiento o la eliminación de la mentira vital. Hay algo que sí podemos afirmar acá.
La superación de la mentira vital, en caso de que así llegue a darse, no puede consistir en la
imposición de ciertos contenidos positivos por parte una especie de predicador. La
superación de la mentira vital parte de la negación de aquello que sustenta la mentira, para
dejar un espacio abierto al individuo que le permita dotar de su propio sentido y de su
propia moralidad aquello que quiere hacer de sí mismo.

Para concluir estas reflexiones en torno a la mentira, queda entonces abierta la pregunta,
con relación al carácter de justificación ética y moral de la mentira vital, pues esto parece
plantear un reto con relación a las concepciones filosóficas tradicionales.
Referencias Bibliográficas

Nietzche, F. (1996). Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Madrid, España:


Editorial Gredos.

Koyré, A. (s. f). La función política de la mentira moderna. Revista: Salud Mental y
Cultura. Recuperado de: http://documentacion.aen.es/pdf/revista-aen/1997/revista-63/11-la-
funcion-politica-de-la-mentira-moderna.pdf

Ibsen, H. (2005). Casa de muñecas y El pato salvaje. Madrid, España: Editorial Cátedra.

Gloy, K. (2012). Reflexiones psicológicas y epistemológicas acerca de la verdad y la


mentira. (Ramón León, trad). Persona, (15), 191-204.

Ibsen, H. (s.f). Un enemigo del pueblo. Recuperado de:


www.omegalfa.es/downloadfile.php?file=libros/un-enemigo-del-pueblo.pdf

Ibsen, H. (1952). Teatro completo. (Else Wasteson, trad). Madrid, España: Aguilar.

Comesaña, G. & Santalices. (1996). A Puerta Cerrada, Análisis de las figuras femeninas en
el teatro sartreano. Revista de Filosofía, (24), 53-79.

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