BIOLOGÍA
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William Harvey fue la primera persona en asociar los óvulos y el semen a la reproducción. Harvey
rechazó la creencia de que los animales podían crearse a partir de carne en descomposición, y éste
argumentó que todos los animales, incluyendo los humanos, se crean de la unión de la esperma y
los óvulos (huevos). Así lo declaró en la portada de uno de sus libros con la frase “Ex ovo omnia”,
que significa “A partir del huevo, todo”.
Él consideraba que la semilla masculina, después de penetrar en la matriz, sufría una metamorfosis
hacia una sustancia ovalada, de la que surgía el embrión. Harvey examinó embriones de pollo con
una simple lupa, estudió el desarrollo del gamo; sin embargo, cuando no lograba observar los
primeros estadios del desarrollo, concluía que los embriones eran secretados por el útero.
Regnier propuso, tras observar como los descendientes de los mamíferos presentaban
características de ambos progenitores, que mediante “agentes hereditarios” los padres pueden
transferir características propias a sus descendientes. Para comprobar su teoría, realizó cortes de
ovarios encontrando espacios que creyó óvulos pero que realmente son las cavidades donde
maduran, llamadas folículos de Graaf. A pesar de su error, fue el primero en proponer el proceso
de producción de los óvulos y el desarrollo de un embarazo en el útero.
Anton Van Leeuwenhoek no fue el primero que observó un espermatozoide, fue la primera
persona que los reconoció.
En 1677, un estudiante de medicina llamado Johan Ham le comentó que había visto unos
pequeños 'animálculos' en el semen. Ham pensaba que esos pequeños animales eran fruto de la
putrefacción del líquido seminal. Leeuwenhoek, al contrario, supuso que se trataba de un
componente habitual del semen y realizó la primera descripción detallada de los espermatozoides.
Él también fue la primera persona que propuso que los espermatozoides entraban dentro de los
óvulos para la fecundación y que éstos aportaban el embrión completo.
El botánico inglés mostró en su libro “La anatomía de las plantas” (1680) a través de 82
ilustraciones, por primera vez, la estructura interna y el funcionamiento de las plantas. Grew
estudió los órganos reproductores de las plantas y, gracias a sus trabajos, éste identificó los
estambres (anteras) de las flores como los órganos sexuales masculinos y el polen como una forma
de semilla.
Mientras que otros botánicos habían observado que las plantas parecían tener alguna forma de
sexo, y adivinaban que el polen era el agente de fertilización masculina, fue Camerarius quien hizo
el trabajo experimental. Estudiando la morera, determinó que las plantas femeninas que no
estaban próximas a plantas masculinas podían producir frutos, pero los mismos no tenían semillas.
También hizo experimentos con plantas de aceite de ricino y de maíz, les cortó los estambres de las
flores y observó que no se formaban las semillas.
Joseph fue uno de los pioneros en los estudios de hibridación de plantas. Fue el primero en
desarrollar una aplicación científica para el descubrimiento del sexo en éstas. Mediante el cultivo
de plantas para estudiar su fecundación y desarrollo, llevó a cabo experimentos, en particular con
la planta del tabaco, que incluían la fecundación artificial y la producción de híbridos fértiles entre
plantas de diferentes especies. Éste descubrió caracteres intermedios al cruzar dos especies de
tabaco y estableció los fundamentos de la genética cuantitativa, dando un marco de referencia a
los trabajos de Gregorio Mendel. También reconoció la importancia de los insectos y del viento
como agentes de la transferencia del polen.
Mendel, con estudios amplios y experimentos de híbridos con plantas, fue el primero en diseñar
una estrategia metodológica, contabilizar y categorizar los resultados de experimentos genéticos.
Éste formuló las leyes de la herencia biológica que llevan su nombre; sus experimentos sobre los
fenómenos de la herencia en los guisantes constituyen el punto de partida de la genética moderna.
Gregorio desarrolló los principios fundamentales de lo que hoy conocemos como “genética” y
también demostró que las características heredables son aportadas mediante unidades discretas
que se heredan por separado, estas unidades se conocen hoy como genes.
El núcleo de sus trabajos (que comenzó a partir de experimentos de cruzamientos con guisantes) le
permitió descubrir las tres leyes de la herencia o leyes de Mendel, gracias a las cuales es posible
describir los mecanismos de la herencia.
Para realizar sus trabajos, Mendel no eligió especies, sino razas autofecundas bien establecidas de
la especie Pisum sativum. La primera fase del experimento consistió en la obtención (mediante
cultivos convencionales previos) de líneas puras constantes y en recoger de manera metódica parte
de las semillas producidas por cada planta. A continuación cruzó estas estirpes, dos a dos,
mediante la técnica de polinización artificial. De este modo era posible combinar, de dos en dos,
variedades distintas que presentan diferencias muy precisas entre sí (semillas lisas-semillas
arrugadas; flores blancas-flores coloreadas, etc.). El análisis de los resultados obtenidos permitió a
Mendel concluir que, mediante el cruzamiento de razas que difieren al menos en dos caracteres,
pueden crearse nuevas razas estables (combinaciones nuevas homocigóticas).
Johan fue el primero en descubrir lo que hoy llamamos ADN. Aisló varias moléculas ricas en
fosfatos, a las cuales llamó nucleínas (actualmente ácidos nucleicos), a partir del núcleo de los
glóbulos blancos en 1869, preparando el camino para su identificación como los portadores de la
información hereditaria, el ADN (ácido desoxirribonucleico).
Éste descubrió los ácidos nucleicos, que constituyen la base molecular del código genético, en
1869, cuando examinaba pus en vendajes quirúrgicos con un instrumento relativamente nuevo, el
microscopio, advirtió una sustancia desconocida en el núcleo de las células. En ese entonces, se
creía que el pus solo se componía de proteínas, pero Miescher constató que había encontrado algo
que «no pertenecía a ninguna de las proteínas conocidas». Describió el compuesto, que luego
encontró en numerosas otras células, y le dio el nombre de “nucleína”, que Richard Altmann
cambió en 1889 por el de ácido nucleico. También advirtió que era inusual entre las moléculas
orgánicas, porque contenía fósforo, además de los elementos habituales en tales moléculas
(carbono, oxígeno, nitrógeno, hidrógeno). Años más tarde el mismo Miescher sugirió que podría
estar relacionado con la herencia. Así se aisló el primer extracto de ADN.
Flemming, un fisiólogo alemán que estudiaba la estructura de las células, descubrió en sus núcleos
una sustancia de color que llamó “cromatina” y que, durante la división celular (que denominó
mitosis), se separaba en filamentos a los que luego se dio el nombre de “cromosomas”. Los
biólogos del siglo XIX sospecharon que los cromosomas estaban relacionados con la herencia, pero
no conocían cómo. Éste también fue pionero en el uso de anilinas para poder observar los
elementos constituyentes de las células.
El "experimento de Griffith" tuvo lugar mientras investigaba una vacuna para prevenir la neumonía
durante la pandemia de gripe que tuvo lugar tras la Primera Guerra Mundial. Para ello, usó dos
cepas de la bacteria Streptococcus pneumoniae. La cepa S contenía una cápsula de polisacáridos y
era virulenta al ser inyectada, causando neumonía y matando a las cobayas en un día o dos. Esta
cápsula permitía a la bacteria resistir los ataques del sistema inmune. Por su parte, la cepa R no era
virulenta, y no causaba neumonía, porque carecía de cápsula. Del mismo modo, cuando la cepa S
(virulenta) se calentaba para matarla, y se inyectaba en ratones, tampoco producía efectos
adversos. Sin embargo, cuando se inyectaban bacterias muertas de la cepa S mezcladas con
bacterias vivas de la cepa R, los ratones infectados (R/S) morían.
Tras aislar la bacteria en la sangre de los ratones R/S, Griffith descubrió que la cepa R,
anteriormente avirulenta, había adquirido cápsulas: las bacterias en la sangre de los ratones R/S
eran todas de la cepa S, y mantenían su fenotipo a través de muchas generaciones. Griffith
hipotetizó entonces la existencia de algún tipo de "principio de transformación" de las bacterias
muertas de la cepa S, que hacía que las bacterias de la cepa R se transformarán también en S.
Walter Sutton fue uno de los pioneros en el estudio de la citogenética y desarrolló la teoría
cromosómica de la herencia.
Walter descubrió que las leyes mendelianas de la herencia también podían ser aplicadas a los
cromosomas a nivel celular, y a raíz de este descubrimiento desarrolla su principal aporte: la teoría
cromosómica de la herencia.
No existía una correlación entre el comportamiento de los cromosomas y los factores hereditarios
que definió Mendel, hasta que Sutton realiza su hipótesis precisando que los factores hereditarios
debían de encontrarse en los cromosomas.
Morgan demostró que los cromosomas son portadores de los genes, apoyando así a la Teoría
cromosómica de la herencia. Al descubrir también que los genes transmisores de multitud de
caracteres se disponían de forma lineal en cada cromosoma, Thomas y sus colaboradores crearon
mapas cromosómicos lineales en los que a cada gen se le asignaba una posición específica. Éste
también dio una de las primeras evidencias de la herencia ligada al sexo gracias a sus estudios del
color de ojos en la mosca de la fruta (Drosophila Melanogaster).
Morgan continuó sus experimentos y demostró que los genes se encuentran unidos en diferentes
grupos de encadenamiento, y que los alelos (pares de genes que afectan al mismo carácter) se
intercambian o entrecruzan dentro del mismo grupo. Los hallazgos de Morgan sobre los genes y su
localización en los cromosomas ayudaron a convertir la Biología en una ciencia experimental.