Semanario Devocional Libro de Romanos
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Romanos 1
Verso 3: "No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a
todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego"
A pesar de que para los judíos, el evangelio es `tropezadero' y para los gentiles
`locura', no se avergüenza de él, porque ha experimentado personalmente su enorme
poder transformador. Pablo nos dice que el evangelio es:
a. Es poder de Dios para salvación. El evangelio nos revela el amor de Dios, que en
grandeza libra a los hombres de la ira venidera; él nos habla del perdón de los pecados
y de la visión de la vida eterna en la gloria de Dios, que los creyentes reciben de Él.
b. Es amplio. Abarca a todos los que creen, tanto a judíos como gentiles. En
Jesucristo, Dios ahora está buscando a todo el mundo para que se salve. Los judíos
van primeros, ya que con ellos Dios había establecido su pacto.
c. Es revelación de la justicia de Dios. ¿Qué entiende Pablo por "justicia de Dios"?
"La justicia de Dios es aquella virtud por la que Él destruye a sus enemigos, pero por la
cual también regala a su pueblo el perdón, da la vida y salva de toda necesidad y
peligro" (H.J. Jager). Dios realiza y cumple lo que ha dicho: Él castiga, pero también
cumple sus promesas. "La justicia de Dios, en Rom 1,17, es aquel activo, poderoso
y salvífico atributo de Dios por el que perdona los pecados y renueva la vida."
¿Y cómo se recibe el gran poder salvífico del evangelio? Por la fe. Nuestra vida
comienza con fe y termina con ella. Después de nuestra conversión seguimos
dependiendo de la gracia y de la justicia salvadora de Dios. "El justo solamente por la
fe vivirá". Con esta cita de Habacuc, Pablo recalca que la fe siempre ha sido de
importancia trascendental para vivir justos ante la presencia de Dios.
Romanos 2
Romanos 4
Nos gloriamos también en las tribulaciones. Esto no significa sólo en medio de las
tribulaciones, sino también: sobre o acerca de las tribulaciones. Es sorprendente, pero
esto se entiende si nos acordamos que las tribulaciones nos dan más deseo de estar
en la gloria de Dios para siempre y nos llevan a una vida de mayor comunión con Él.
Por otra parte, las tribulaciones no se refieren a dificultades en general, sino al
sufrimiento por la causa de Jesús (comp. Marc. 13,19; Juan 16,33 yHechos 14,22). A
su turno la tribulación produce, primero, paciencia (o perseverancia); no podemos
aprender perseverancia sin las tribulaciones. Segundo, la tribulación produce prueba o
un carácter maduro. Los sufrimientos hacen que seamos curtidos y que podamos pasar
por la prueba. Tercero, esperanza; por las aflicciones dirigimos cada vez más nuestra
mirada hacia arriba, hacia la venida del reino de Dios. Esta esperanza no avergüenza,
no decepciona. La base de nuestra esperanza está garantizada por el firme amor de
Dios, que ya hemos experimentado cuando Él nos dió el Espíritu Santo, el cual
derramó este amor en nuestros corazones. Calvino dice: "Este convencimiento (del
amor de Dios) no es igual a una pintura, con la que ellos (nuestros corazones) han sido
cubiertos, sino que sus almas han sido impregnadas con esto (el amor de Dios)".
Cuando llegamos a la fe, recibimos el Espíritu Santo y Él nos dio un derramamiento del
amor de Dios de tal forma que hay plena certeza que Dios sigue amándonos. La
experiencia, entonces, nos ayuda a estar firmes, pero no es la base de nuestra
seguridad. Nuestra seguridad descansa en la misericordia de Dios hecha visible en la
obra expiatoria de Jesús aun cuando éramos débiles, impíos, pecadores y aun hasta
enemigos de Dios (v v.6, 8 y 10). El amor de Dios brilla tanto por el don que nos ha
dado (su propio Hijo), como por las condiciones miserables en las que nos
encontrábamos. Jesús murió en favor (el griego tiene la palabra `hyper') de nosotros.
Cabe la posibilidad en este mundo, que alguno ose morir por otro, siempre y cuando
éste sea bueno; pero el amor de Dios es incomparable, ya que nosotros no estábamos
en esta condición. Éramos débiles, desamparados, sin posibilidad de levantarnos,
impíos, sin temor a Dios; pecadores que no hemos guardado su santa ley.
También nos gozamos en Dios. "Nos gloriamos en Dios"; las palabras que Pablo usó
para refutar a los judíos (cap. 2, 17, "te glorías en Dios"), las usa aquí pero de otra
forma. No hay orgullo por ser judío, sino vergüenza por haber sido enemigos de Dios.
Sólo cuando Dios nos salva existen razones más que suficientes para gozarnos en Él y
en su misericordia.
Muertos al pecado
(6,1-14) Este capítulo responde a la pregunta y objeción contra el mensaje de Pablo
referente a la justificación sin obras. Cuando el pecado abunda y la gracia
sobreabunda, ¿no existe el peligro que la gente persevere en el pecado, precisamente
por la razón de que su pecado da, en cierto modo, realce a la gracia de Dios? "No",
dice Pablo, "en ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo
viviremos en él?"
Cabe decir que la expresión "hemos muerto al pecado" la encontramos dos veces (en
los vv. 2 y 10): una vez para expresar nuestra muerte al pecado y la otra para expresar
la muerte de Cristo al pecado. Sabemos que el pecado nunca ha tenido dominio sobre
Él. Lo que sí podemos decir es que Él voluntariamente se puso bajo la condenación del
pecado: la muerte. Cuando Él murió, quitó esta condenación de tal modo que su
muerte implica que nosotros (los creyentes) también hemos muerto en el sentido que
no vivimos bajo la condenación del pecado, pese a que aún debemos morir. Los
creyentes comparten los beneficios del sacrificio de Jesús.
Es por eso que debemos de guardarnos de no pecar y resistir al enemigo en el
momento de la tentación que es diariamente. Es una constante lucha que solo con el
Espíritu Santo en nosotros seremos capaces de sobrepasarla.
Romanos 7
Liberado de la ley
(7,1-6) Mientras que Pablo en el capítulo anterior nos dijo que los creyentes hemos sido
muertos al pecado, ahora declara que también somos liberados de la ley. Esto tal vez
suene raro. ¿Pero por qué lo dice? El problema no está en la ley, ya que ella es buena,
sino en nosotros que no podemos cumplirla. La ley muestra nuestro pecado y también,
en un sentido, lo aumenta; ello debido a que nuestra naturaleza pecaminosa se siente
inclinada a desobedecerla.
En el capítulo 6 Pablo ilustra la libertad del pecado en términos de un esclavo y su
amo, aquí emplea el ejemplo de un matrimonio para ilustrar la libertad de la ley. El
matrimonio es una relación para siempre. Si la mujer tiene relaciones con otro hombre,
mientras viva su marido, ella es culpable de adulterio. Sin embargo, si su esposo ha
muerto, ella queda libre. Entendiendo lo anterior, descubrimos la gloriosa aplicación: el
creyente está libre, porque Cristo murió al pecado, y los creyentes en Él. Somos
propiedad, esposa, de Otro: de Jesús, quien resucitó de la muerte; así que podemos
llevar fruto para la gloria de Él. Ahora no nos encontramos bajo el dominio de la ley y
del pecado (aunque este último es todavía un poder enorme), sino que vivimos en otro
`estado civil': en el matrimonio con Cristo, guiado por su Espíritu. Por medio de la ley no
hemos sido capaces de dar frutos, pero Él por medio de su Espíritu nos hace capaces
para hacerlo.
(8,1-18) Mientras que Pablo en el cap.5 había hablado del fruto de la justificación en
forma positiva, ahora enfoca varias veces el peligro del cual Cristo salvó a los suyos: de
la condenación. Esta bendición está destinada para aquellos que están `en Cristo'.
Estas palabras indican la relación de fe que existe entre los creyentes y Cristo. En v.3
Pablo muestra que Dios sí ha condenado nuestro pecado; sin embargo, dicha
condenación cayó sobre su propio Hijo.
El no ser condenados por Dios incluye una segunda bendición: la liberación de la ley
del pecado y de la muerte. En virtud del cap. anterior, la palabra `ley' debe referirse a la
santa ley de Dios. El que Pablo la llamara `ley del pecado y de la muerte' no es de
ninguna manera una descalificación de ella, sino de nosotros, ya que la santa ley de
Dios produce -a causa de nuestra naturaleza corrompida- pecado y muerte en
nosotros. La liberación es efectuada por "la ley del Espíritu de vida"; podemos tomar
esta expresión como una referencia al evangelio.
En el evangelio, Dios nos promete hacer lo que no podíamos hacer jamás por la
debilidad de nuestra carne (nuestro ser dominado por el pecado). Es, entonces, Dios
quien tomó la iniciativa para rescatarnos del yugo y de la condenación de la ley.
La iniciativa divina se ve claramente en Jesús, quien fue enviado por el Padre para
hacerse igual a nosotros (salvo en el pecado), para sufrir la sentencia de la muerte y
condenación que descansaba sobre nosotros.
El gran propósito de la venida de Jesús fue: devolver a la ley sus derechos. Al
liberarnos de su condenación, nos capacita a través de su Espíritu para vivir conforme
a sus requerimientos. Aunque el fiel cumplimiento de la ley nunca puede ser la base de
nuestra justificación, sí es el fruto y gran propósito de ella.
Romanos 9
(9,1-33) Pablo está muy preocupado por su pueblo. Habla con gran seriedad, y
mediante tres afirmaciones trata de convencer a sus lectores que lo que está diciendo,
es la verdad: "Verdad digo en Cristo", "no miento", "mi conciencia me da testimonio en
el Espíritu Santo". Aunque el apóstol se da cuenta de que somos falibles, asegura que
su espíritu (el de Pablo) es iluminado por Dios. Lo que quiere comunicar es su gran
amor y preocupación por los hermanos de su propio pueblo de Israel. Él, si le fuera
posible, estaría dispuesto a carecer de la comunión con Cristo, si Israel pudiera obtener
esa comunión. Es un hecho realmente triste, que el pueblo en general no ha
respondido al llamado de Dios. La primera pregunta ahora es: ¿Han fallado las
promesas del Señor? Pablo refuta esta idea como si fuera la causa por la que Israel en
su mayoría no aceptó a Jesús por la fe. Pero ellos han fallado, no el Señor. Él cumplió
sus promesas, pero ¿cómo? No hay por qué sorprenderse, si la mayor parte de Israel
no tiene fe en Cristo. Porque no todos los que se llaman israelitas, pertenecen a Israel.
El verdadero Israel consiste en aquellos que muestran fe en Jesús. El Señor llegó con
sus promesas a Abraham, pero también comenzó en este tiempo a manifestar su
elección y reprobación. Podemos decir: todo el pueblo recibió las promesas del Señor,
pero fueron cumplidas solamente a los elegidos.
(10,1-4) Pablo no acusa a Israel simplemente para criticarlo; él examina con emoción la
actitud de Israel. Justamente es esta actitud, razón más que suficiente para que él
dirigiera su oración a Dios a fin de que Él les abra los ojos para ver la salvación en
Jesucristo. Cuando Jesús vino, Israel no lo reconoció como el Cordero de Dios. Por lo
tanto, aunque muestran mucho celo (y Pablo lo sabe de su propia experiencia, antes de
su conversión), tal celo es sin entendimiento del camino del Señor. Un celo sin
entendimiento no es más que fanatismo. El pueblo no comprende que la justicia de
Dios es un regalo que excluye las innumerables exigencias. Por lo tanto, no viven de la
justicia de Jesucristo y de su obediencia, ni aceptan la entrega de su vida por nosotros.
En vez de aceptarla, están construyendo su propia justicia, no sabiendo que es un
fracaso, ya que "todas nuestras justicias son como trapo de inmundicia" (Is.64,6). No
han comprendido que Cristo es el fin de la ley. `Fin' no significa aquí `propósito', sino
`terminación'. Jesús ha abrogado la ley en el sentido de medio para salvarse, pero no
para abrir la puerta hacia una vida autónoma, sin trabas. Ahora cuando se ha revelado
la justicia de Cristo (mediante su obediencia y sacrificio) hay un camino de salvación
que está abierto para todos, también para los gentiles quienes nunca podrían
vanagloriarse de su cumplimiento de la ley de Dios.
Romanos 11
En el v.12 Pablo hace ver, que cuando la transgresión (el no aceptar a Jesús como el
Mesías) significa riqueza para el mundo (extensión de la salvación a los gentiles),
entonces, cuanto más su plenitud. La RV traduce: "plena restauración", pero puede
significar también: Israel en su totalidad (no solamente un remanente, sino todo el
pueblo de Israel). Cuando Israel reciba la fe en Jesús como pueblo, el mundo recibirá
mucho más bendiciones.
Con estas palabras, Pablo se dirige a los gentiles (los creyentes de los gentiles de
Roma como sus representantes), mostrando su ministerio. Él predica el evangelio a los
gentiles también para salvar a algunos de su propio pueblo; poniéndoles celosos
cuando ellos vean el progreso del evangelio en el mundo.
Pablo repite en el v.15 el mismo pensamiento que en v.12: si la exclusión de Israel
temporal y por Dios significa la reconciliación del mundo (por medio de la predicación
del evangelio), ¡cuánto más bendiciones incluye la admisión de su propio pueblo!: vida
de entre los muertos. El mundo recibirá las más ricas bendiciones cuando Dios restaure
su relación con Israel. La bendición será como la resurrección. ¿Tenemos que pensar
aquí en un avivamiento mundial antes de la segunda venida de Jesús? ¿O tenemos
que pensar en la restauración de esta tierra (la nueva tierra y el nuevo cielo)
inmediatamente después de que Israel se haya convertido al Señor Jesús? La primera
opción me parece mejor, puesto que la restauración de Israel llevará bendición para los
gentiles.
Romanos 13
Romanos 14
(14,13-23) En este pasaje, Pablo añade algo importante: los fuertes no solamente no
tienen que juzgar; además:
(15,1-13) Pablo sigue hablando acerca de los problemas que existen en la iglesia entre
los débiles y los fuertes (en la fe). De nuevo levanta este asunto a un nivel más alto,
diciendo que nuestra actitud tiene que reflejar la actitud de Cristo. Los fuertes tienen
que soportar las flaquezas de los débiles. Soportar significa más que tolerar, significa:
tener mucha paciencia en amor y no agradarse a sí mismo, sino al prójimo. Esta es la
actitud espiritual: ser dominado por el Espíritu de Jesús, pensando en lo que Él hizo;
Jesús no se agradó a sí mismo, al contrario, descendió a un nivel muy bajo: como Hijo
de Dios fue hecho hombre y soportó muchos insultos. Pablo no menciona un ejemplo
de la vida del Señor; él busca palabras de las Sagradas Escrituras, para mostrar cuál
era el propósito de la vida de Jesús: sufrir tantos insultos y al final morir. Lo que Él
soportó es mucho más que los pequeños problemas que hay entre creyentes.
Ahora Pablo nos da una breve reseña sobre la importancia de las Escrituras; nos
pregunta, ¿por qué razón las leemos? Para que tengamos esperanza mediante la
paciencia y la consolación que las Escrituras nos brindan. Ellas nos enseñan la
paciencia en medio de dificultades enormes y nos consuelan asegurándonos que
podemos esperar la ayuda y protección del Señor. Si esto es así, entonces tanto más
podemos tener paciencia en problemas pequeños (como comer o no comer carne).
Romanos 16
(16,17-24) En los versículos 17-20 Pablo advierte contra fuegos fatuos concernientes a
la sana doctrina. Además aquellos maestros, al causar divisiones, quiebran la unidad
de la iglesia. La doctrina sana es una; las divisiones son muchas. El mejor remedio
contra aquellos hombres es evitarlos. Mezclarse con fuegos fatuos es demasiado
peligroso por la mala influencia que ejercen sobre los ingenuos, los creyentes de buena
fe, pero sin mucho conocimiento de la sana doctrina. Pablo probablemente tuviese en
mente a los maestros judíos que dan énfasis en guardar las leyes de las comidas; ellos
sirven a su vientre en vez de servir a Dios. Al decir esto, Pablo no está acusando a la
iglesia de falsa doctrina, pues él conoce su obediencia; por ende, es más una cosa de
precaución. Su deseo es que los miembros de la iglesia sean sabios para el bien, e
ingenuos (literalmente inocente) para el mal. Pablo anhela una vida cristiana saludable
para la gloria del Señor. La falsa doctrina tiene su origen en el diablo. Los creyentes
están dependientes totalmente del cuidado de Dios y tienen la promesa de que el
Señor les dará el triunfo completo sobre satanás. La bendición de la gracia del Señor
Jesucristo corresponde bien aquí. Es por su gracia guardadora por la que la iglesia
recibirá el triunfo.