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Resumen Rascovan

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SERGIO RASCOVAN. - ORIENTACION VOCACIONAL.

UNA PERSPECTIVA CRÍTICA –

LA ORIENTACION VOCACIONAL EN EL ACTUAL ESCENARIO SOCIAL

La complejidad de lo vocacional

Los problemas a los que intenta dar respuesta la orientación vocacional han excedido los límites de una única disciplina y de sus
tradicionales intervenciones.

La genealogía de la OV coincide con la de otras prácticas y discursos sociales propios de la modernidad, en tanto surgieron como
dispositivos y respuestas a demandas puntuales de una etapa histórica.

Para organizar las formas de abordar los problemas vocacionales que han coexistido en su recorrido histórico, distinguiremos,
siguiendo a Dubois, tres enfoques:

 NATURALISTA: valora los logros de las ciencias naturales y propone una mirada positivista sobre los hechos
sociales, propiciando una perspectiva objetiva desde la cual puedan ser analizados sobre la base de sus regularidades,
patrones subyacentes, conexiones causales, y demás. Esta postura domina el mundo anglosajón y, globalización mediante,
se propone como modelo hegemónico.
 INTERPRETATIVO: propone, frente al hecho social, la posibilidad de comprender las motivaciones, razones o
significación subjetiva del hecho para sus participantes. Lo fundamental es comprender por qué los agentes actúan como
lo hacen.
 CRÍTICO: intenta desnaturalizar los hechos sociales, atendiendo a las particularidades de cada época que les
dieron origen. No supone interpretar con supuesta neutralidad, sino elucidar los fenómenos sociohistóricos develando las
lógicas que sostienen las ideologías, los intereses que mueven a las diferentes fuerzas sociales y las pugnas en la lucha por
el poder. Ésta es la perspectiva que adoptaremos para analizar las problemáticas vocacionales.

La complejidad de los problemas humanos en general y los vocacionales en particular requiere un pensamiento complejo. Su
abordaje supone abandonar la ilusión de una teoría completa explicativa de los diferentes objetos de estudio para pasar a adoptar una
posición que reconozca la transversalidad del conocimiento y recurra a los diferentes saberes a la manera de una “caja de
herramientas” en la que cada instrumental que se utilice esté en función de las necesidades que los diferentes problemas del campo
generan.

Lo vocacional es un campo y no un objeto, en la medida en que su existencia implica un entrecruzamiento de distintas variables
intervinientes: sociales, políticas, económicas, culturales, psicológicas. Analizar la complejidad de este campo requiere distinguir las
diferentes dimensiones que lo constituyen.

Elegimos adoptar un pensamiento plural, que no invalide las especificidades disciplinares, asociadas a la idea de objeto. Se trata de
nutrirlas de ellas, con el propósito de pensar y actuar desde un paradigma de la complejidad. Paradigma: visión general que se tiene
del mundo. Podríamos ubicar nuestra época como el final de una forma de pensar determinista, lineal y homogénea. En su lugar
estaría emergiendo una conciencia de la discontinuidad, la no linealidad, la diferencia.

Pensar el campo vocacional desde el paradigma de la complejidad requiere tomar en cuenta ciertas nociones como elucidación
crítica y deconstrucción.

Deconstrucción: la operatoria que procura desocultar y desmontar las lógicas de poder, efectuando una rigurosa problematización de
los supuestos hegemónicos que otorgan sentidos a los fenómenos sociales. Implica analizar las problemáticas vocacionales de la vida
actual, reconociendo las singularidades y especificidades de cada sujeto y sector social. También revisar las operaciones que sostienen
y promueven ciertos ideales. Los procesos de deconstrucción posibilitan la desnaturalización de los patrones de significado que son
utilizados cotidianamente y que los propios cuerpos teóricos incorporan sin advertir sus implicancias epistémicas y políticas. La
deconstrucción puede considerarse una herramienta fructífera para quebrar el hábito de pensar las categorías conceptuales como
ahistóricas y universales.

Elucidación crítica: “elucidar es el trabajo por el cual los hombres intentan pensar lo que hacen y saber lo que piensan”. A partir de
allí se procura interrogar los conflictos presentes en la elección y realización de los proyectos de vida y las formas particulares que las
teorías tuvieron de abordarlos. Elucidar tendrá el sentido de promover una crítica a las tradicionales respuestas que la orientación
vocacional dio durante años, reconstruir sus preguntas, indagar sobre sus impensables.

Lo vocacional es un campo de problemáticas conformado por dos dimensiones: social y subjetiva.

Dimensión social: supone entender la elección y realización de un hacer, “ocupación”, como efecto de un particular escenario social,
económico, político, cultural. El contexto opera como determinante de las configuraciones que adquiere el trabajo, el aparato
productivo y el sistema educativo en cada sociedad y en cada momento histórico.

Dimensión subjetiva: considera lo vocacional como un fenómeno vinculado con la dialéctica del deseo. No hay un objeto necesario
para un sujeto. El proceso de búsqueda de objetos que satisfagan el deseo es interminable y concomitante de la propia constitución
subjetiva singular.
La articulación entre ambas perspectivas es central en el análisis y abordaje de lo vocacional como campo. Se trata de la
imposibilidad de concebirlo por fuera del entramado entre las dimensiones que lo constituyen.

Esta posición es sintónica con los planteos del sociólogo Bourdieu, quien considera que el universo social tiene como peculiaridad
que las estructuras que lo conforman se configuran de una manera bifronte. Por una parte está lo que él denomina “objetividad del
primer orden” (dimensión social), establecida por la distribución de los recursos materiales y de los modos de apropiación de los
bienes y valores socialmente escasos. Por otra parte, la “objetividad de segundo orden” (dimensión subjetiva), estructurada bajo la
forma de clasificación, de esquemas mentales y corporales que configuran una matriz simbólica de las actividades prácticas,
conductas, pensamientos, sentimientos y juicios de los sujetos sociales.

Los problemas vocacionales, asociados con el qué hacer, están hoy atravesados por la incertidumbre en relación con el futuro, la
fragmentación y la marginación social, la desocupación y la precarización laborales, desesperanza y desesperación. Dichos procesos
son consecuencia de la metamorfosis de la cuestión social, cuyo eje central lo constituye el derrumbe de la denominada sociedad
salarial como forma de ordenamiento clásico de las sociedades capitalistas. Metamorfosis que cuestiona las certidumbres y reacomoda
todo el paisaje social, metamorfosis –“transformación de una cosa en otra; mudanza, cambio de un estado a otro”- que señala
transformaciones irreversibles que se vienen produciendo en las instituciones sociales con efectos indudables en la subjetividad;
metamorfosis entendida como un tipo particular de cambio que implica ruptura. La metamorfosis es radical. Se trata de una cuestión
de intensidad. Metamorfosis desde algo que ya no existe o que está muy debilitado, hacia nuevas formas de organización social, de las
cuales aún es difícil precisar con exactitud su rumbo ulterior.

En la actualidad, la cuestión social se estructura en torno al derrumbe de la condición salarial. Ésta fue producto del proceso
capitalista de industrialización; la gran empresa fue el ámbito privilegiado de la relación salarial, entendida como una retribución
económica a cambio de la “venta” de la fuerza del trabajo por parte del trabajador, en un marco regulatorio especifico garantizado por
el Estado-nación.

El fordismo es el paradigma de la relación laboral salarial. Es el invento moderno que articula la producción en masa con el consumo
masivo.

La relación salarial se fue extendiendo al conjunto social, conformándose una verdadera sociedad salarial, no reductible a una
simple forma de retribución económica a cambio del trabajo, sino a un modo de gestión política caracterizada por la expectativa de
crecimiento económico y fortalecimiento del Estado social.

La sociedad salarial y los itinerarios vocacionales

Las formas de intelección de los problemas vocacionales y los dispositivos de intervención que se fueron desarrollando a lo largo del
siglo XX se sostuvieron en una configuración particular de la organización social, la condición salarial. Si la condición salarial
desaparece o está en profunda crisis, necesariamente habrá que analizar cuáles serán las nuevas maneras de construir los itinerarios de
vida y cuáles serán los nuevos discursos y nuevas prácticas en la denominada orientación vocacional.

La sociedad salarial, según Castel, podría representarse a partir de la coexistencia de una cierta cantidad de bloques separados y
unidos a la vez por esta lógica de la distinción que opera en el seno de cada conjunto y entre los diferentes conjuntos. Este autor
plantea que el salariado y los valores asociados a la educación y la cultura urbana desempeñaron el papel de “atractores”, de polo de
atracción de otros sectores sociales. Después de haber mirado con petulancia a los asalariados y de haber hecho todo lo posible para
distinguirse de ellos, los trabajadores independientes comenzaron a envidiarlos con un matiz de resentimiento: campesinos, artesanos,
pequeños comerciantes, se comparaban con los asalariados, no sólo en cuanto al ingreso sino también en lo concerniente a la duración
del trabajo, al acceso al ocio y la protección social.

Esta atracción operaba también sobre el bloque popular, constituido por obreros y empleados que ocupaban un lugar subordinado en
la configuración social. No obstante el incuestionable mejoramiento que supieron conquistar los grupos populares, no se eliminó su
especificidad, a saber, la condición de asalariados alienados.

Al último bloque podríamos denominarlo periférico o residual. Estos trabajadores eran los más precarizados. Sufrían los
contragolpes de las variaciones de la demanda de mano de obra. Ocupaban las posiciones menos calificadas en las empresas, tenían
los menores ingresos y sus derechos sociales estaban deficitariamente cubiertos. Habitaban las fronteras de la sociedad salarial.

El asalariado se reconoce como sujeto, principalmente por su ubicación en el mercado de trabajo, por los ingresos que percibe, por
los bienes materiales y culturales a los que puede acceder.

La sociedad salarial corría el riesgo de desgarrarse en las luchas entre las distintas categorías si faltaba una instancia central de
regulación. Así, la sociedad salarial pudo perdurar porque en el centro se estableció el Estado social. Esta intervención del Estado se
desplegó en tres direcciones: la seguridad social, la regulación de la economía y el papel regulador entre los diferentes sectores
sociales.

El derrumbe de la sociedad salarial como nuevo escenario de la vida social, agravado en los países subdesarrollados o periféricos por
las serias crisis económicas pero también políticas, nos lleva a preguntarnos cómo inciden estos fenómenos sociales en la producción
de subjetividad, principalmente con relación a las maneras en que los seres humanos construyen sus itinerarios de vida en las
diferentes formas del hacer, aquello que podríamos denominar itinerario vocacional.
Los itinerarios vocacionales en las sociedades modernas se organizaron alrededor del trabajo-empleo como sostén para la vida
económica, pero también como productor de subjetividad.

Si bien el empleo como forma de organizar el trabajo es el principal proveedor de identidad social, no es el único que participa en su
armado, ya que intervienen otros factores. Junto al empleo habremos de mencionar la actividad. El itinerario se configurará alrededor
del amplio conjunto de actividades que el sujeto realiza a lo largo de su vida, dentro de las cuales el empleo es una de las
privilegiadas.

El investigador argentino en temas laborales Julio César Neffa establece una clara distinción entre los conceptos actividad, trabajo y
empleo.

El concepto de actividad es muy amplio, ya que abarca todo el dinamismo de la vida humana. Su ejecución requiere el despliegue de
diferentes áreas de comportamiento y de diversos ámbitos: deportivo, cultural, político, doméstico, asociativo. Es algo que tiene
sentido para la persona que la realiza. La significación de la actividad tiene aspectos socioculturales y subjetivos, cuya meta es
satisfacer una necesidad material o inmaterial.

Trabajo: una actividad coordinada de hombres y mujeres, orientada hacia una finalidad especifica que es la producción de bienes y
servicios que tengan una utilidad social. Para realizarlo se requiere de la fuerza física y/o de las capacidades psíquicas y la puesta en
práctica de las calificaciones, competencias profesionales y experiencia de los trabajadores. Al igual que la actividad, el trabajo es
multidimensional y se manifiesta en diversas esferas. El trabajo es una actividad esencialmente social, en la que intervienen los
valores culturales, la ética y las creencias que lo hacen posible. El lugar de mediador que tiene el trabajo genera que pueda funcionar
como agente de salud (mental) o como fuente de patologización.

Trabajo no es sinónimo de empleo. El empleo es una relación que vincula el trabajo de una persona con una organización dentro de
un marco institucional y jurídico que está definido independientemente de aquella, y que se constituyó antes de su ingreso en la
empresa. La relación laboral es una relación salarial.

La relación salarial se fue expandiendo a otras áreas que no pertenecían a la gran empresa industrial hasta conformar la sociedad
salarial.

La distinción entre actividad, trabajo y empleo resulta significativa a la hora de definir la noción de itinerario vocacional. Lo
podemos considerar como el conjunto amplio de experiencias que realizan los sujetos sociales en torno a su hacer, con un plus de
satisfacción.

En épocas de sociedad salarial, el itinerario vocacional se configuro alrededor de la “institución carrera”. Expresaba una vocación
entendida como disposición hacia un único objeto, que los sujetos definían principalmente al finalizar la escuela secundaria pero para
la que se preparaban desde la niñez. Las carreras se desplegaban durante toda la vida económica y laboral de los sujetos.

Así podría caracterizarse el escenario propio de la segunda mitad del siglo XX.

El deterioro de la carrera profesional como institución es consecuencia del derrumbe de la sociedad salarial, del debilitamiento del
Estado, de la preeminencia del capitalismo financiero sobre el industrial.

El itinerario vocacional bajo el formato de la carrera fue la vía principal a través de la cual el sujeto social pudo otorgar continuidad
y significado a su práctica laboral-profesional, sintiéndose protagonista de su singular existencia.

Las carreras develaban un mundo de significados dentro del cual las llamadas elecciones vocacionales adquirían racionalidad para el
ser humano. Éstas fueron algunas de las razones por las cuales las carreras instituyeron el ideal de la vida laboral.

El problema al que actualmente se enfrenta la gran mayoría de los seres humanos es la vulnerabilidad generada por la inseguridad de
sus empleos, con las ineludibles consecuencias económicas, pero también simbólicas, en tanto la pérdida de significado que ocurre
cuando la vida laboral deja de tener una forma discernible.

Alternativas de itinerarios laborales en tiempos de escasez de empleo

La noción de construcción de itinerarios de vida es propia de las sociedades burguesas. Se basa en la expectativa que los sujetos
tienen de diseñar y llevar a cabo sus proyectos vitales en al área laboral y educativa, pero también en la responsabilidad que tiene el
Estado para garantizar su cumplimiento a través de distintas políticas públicas.

Las políticas de protección social desarrolladas en la posguerra estuvieron dirigidas a defender a los distintos sectores del trabajo de
los efectos de desigualdad e injustica que provocaba el mercado sobre los ciudadanos. Los ideales de una sociedad sin clases y el
llamado Estado de Bienestar fueron las dos propuestas modernas más claras para asumir esta contradicción. Pero ambas han caído. En
pocos años los individuos se encontraron ante la situación de tener que inventar por sí mismos su presente y su futuro, dentro de la
singularidad de sus vidas, justamente a la par que se desarrollaba con más fuerza que nunca la sobredeterminación social de cada vida
particular.

Se hace muy difícil pensar en la construcción de los itinerarios de vida en tiempos de escasez de empleo.
Abandonados por el Estado, y ante la ausencia de políticas públicas específicas, los sujetos sociales se vieron obligados a construir
sus itinerarios de vida, inaugurando nuevas formas laborales que algunos autores procuraron conceptualizar. Flores y Gray describen
dos formas alternativas de desplegar la vida laboral significativamente diferentes y que, según plantean, están surgiendo en las
sociedades occidentales: la vida wired y el espíritu emprendedor.

Richard Sennet reconoce que en las sociedades actuales la flecha del tiempo se rompe y que, en una economía política
constantemente reconvertida, las trayectorias se organizan a corto plazo con un gran desprecio hacia lo rutinario. Las personas
padecen este fenómeno básicamente por la falta de relaciones humanas sostenidas y con propósitos duraderos.

La construcción de los itinerarios de vida en tiempos de disminución y/o escasez de empleo se dificulta en la medida en que los
sujetos son herederos de una ética laboral que privilegiaba el uso autodisciplinado del tiempo y el valor de la gratificación postergada.

Sennet acentúa su pensamiento crítico al develar la noción de trabajo en equipo.

André Gorz sostiene que el derrumbe de la sociedad salarial es inexorable y propone como alternativa el sujeto “multiactivo”.

Según Miguel Benasayag, una alternativa posible sería construir zonas de metaeconomía.

El momento histórico actual es un proceso de transición entre la sociedad salarial y una nueva forma de estructuración social todavía
desconocida. El salariado es una construcción histórica que sucedió a otras formaciones sociales y, al igual que otras, no es eterna. De
todos modos, no puede soslayarse que el trabajo asalariado sigue siendo el dominante y el fundamento principal de ciudadanía. La
condición de ciudadanía tiene una dimensión económica y una dimensión social. Por el momento, las garantías constitutivas de una
ciudadanía social no pueden estar completamente separadas del trabajo.

La actual sociedad siegue siendo salarial; por lo tanto, se trata de pensar las condiciones de la metamorfosis de la sociedad salarial,
más que resignarse a su liquidación.

Nuestra tarea y responsabilidad debe trascender la descripción de determinados procesos, por ejemplo, las maneras que tienen los
sujetos de construir itinerarios o trayectos de vida en lo laboral y/o educativo, para intentar incidir sobre ellos, asumiendo una
posición crítica, de exigencia a los gobiernos para que se cumpla el derecho básico de todo ser humano: tener una vida digna.

No debe ser un privilegio poder preguntarnos y respondernos qué queremos hacer en nuestras vidas. La problemática vocacional no
debe ser una cualidad exclusiva de los sectores acomodados de la sociedad.

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