Mallimacci - Los Nuevos y Viejos Rostros de La Marginalidad (Introduccion + Agustin Salvia +ernesto Meccia) PDF
Mallimacci - Los Nuevos y Viejos Rostros de La Marginalidad (Introduccion + Agustin Salvia +ernesto Meccia) PDF
Mallimacci - Los Nuevos y Viejos Rostros de La Marginalidad (Introduccion + Agustin Salvia +ernesto Meccia) PDF
Fortunato Mallimaci
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originarios, aparece la explicación “metafísica” que supone que son destruidas
por agentes externos e internos inescrupulosos, que las vacían, las traicionan y
las aniquilan ante sujetos pasivos e inermes. No, nuestra mirada quiere ser otra.
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A nivel nacional tenemos los excelentes trabajos de Floreal Forni, José Nun, Miguel Murmis,
Jose Coraggio y Eduardo Bustelo, entre otros, que han formado “escuelas” de análisis e
interpretación críticas de “las masas marginales y empobrecidas”. Debemos citar también la
expansión hacia otros temas relacionados en las investigaciones de Juan Villarreal, Susana Hintze,
Ruben Lo Vuolo, Estela Grassi, Irene Vasilachis, Aldo Ameigeiras, María del Carmen Feijó quienes
junto a tantos otras y otros buscan “comprender” sin “prejuicios”. A nivel latinoamericano
debemos citar a Larissa A. de Lomnitz, Anibal Quijano, Orlando Fals Borda, Luis Wanderley, Luis
Alberto Gomez de Souza, Marilena Chaui, Elsa Tamez y mucho más, que, al decir de Gustavo
Gutierrez se siguen preguntando cotidianamente, ¿dónde dormirán hoy los pobres?
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visiones culturalistas se pasó de “culpar a los pobres de su pobreza” a otras –
mutatis mutandi- a reificar las márgenes como sinónimo de autenticidad
popular 2.
Debemos prestar atención también a aquellos que nos muestran como en barrios
alejados de los centros y en hábitat ecológicamente precarios, crecen procesos
acelerados de reducción del capital social y se está llegado al límite – físico,
mental, espiritual- en la posibilidad de salir de dicha situación. Cuando los
pobres sólo recurren a los pobres; cuando las escuelas y la salud estatal se
deteriora y se ocupa “pobremente” de los pobres; cuando a las familias- tengan
el números de hijos que tengan- se las obliga a sobrevivir con sólo 50 dólares (las
que reciben el Plan Jefas y Jefes Desocupados) y cuando los actores no poseen
el control, la autonomía y la libertad sobre sus vidas, representaciones e
identidades estamos en una situación de grave inestabilidad y vulnerabilidad
que produce una desposesión material y simbólica que transforma a miles de
ciudadanos en cosas, en no personas y en sectores desechables.
2
No debemos olvidar los importantes aportes de José Nun a lo largo de décadas sobre este tema
que nos recuerda que los marginales se pluralizan y no provienen de una sola causa. Afirma que
“ la categoría de masa marginal que al igual que la de ejercito industrial de reserva designa a las
relaciones entre la población excedente y el sistema que la origina y no a los agentes o soportes
mismos de tales relaciones”. José Nun, El futuro del empleo y la tesis de la masa marginal en
Desarrollo Económico – Revista de Desarrollo Social, nro. 152, Buenos Aires, 1999, pág. 987.
Comparto ampliamente sus conclusiones dada la relevancia en la actualidad : “Si no se coloca en
el centro del debate social y político latinoamericano el problema de la superpoblación relativa
y, junto con él, el de la distribución del ingreso, ni uno ni otro se solucionarán por arrastre y el
futuro sombrío del trabajo asalariado será el que se puede vaticinar también de la vida en
común”.
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“Todo poder se rodea de representaciones, símbolos, emblemas, etc. que lo legitiman, lo
engrandecen y que necesita para asegurar su protección. .. Imaginarios sociales parecieran ser los
términos que convendría más a esta categoría de representaciones colectivas, ideas- imágenes de
la sociedad global y de todo lo que tiene que ver con ella... Una de las funciones de los
imaginarios sociales consiste en la organización y el dominio del tiempo colectivo sobre el plano
simbólico”. (Baczko Bronislaw, 1991)
3
que brindó/brindará trabajo estable, digno, asalariado y bien remunerado para
todos aquellos que tengan capacidades. 4 Por sociedad salarial debemos entender
no sólo aquella en que la mayoría de los trabajadores son asalariados sino donde
hay también pleno empleo urbano, distribución de la riqueza equitativa y ,
sobretodo, un Estado activo que garantice universalidad en los derechos sociales,
laborales, políticos y económicos y protege y da seguridad al trabajador
asalariado. Si bien es cierto que este modelo- tal cual nos lo presenta Castells 5-
es típico de los estados de bienestar europeos, no debemos olvidar que el Estado
y la sociedad argentina entre los 40 y los mediados de los 70, fue quizás la más
igualitaria e integrada- comparativamente- de los grandes países de A. Latina.
Cuando recordamos que la distribución de la riqueza entre el decil más alto y el
decil más bajo en 1974 era de uno a 12 y hoy es de 1 a 44 , hay motivos para
reforzar la memoria larga. La representación de esa memoria de la sociedad
salarial, de la “cultura del trabajo” aparece para millones de personas que la
vivieron y para los que la desean como una gran utopía cuestionadora del
presente.
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Para evitar equívocos debemos recordar que al trabajo se le otorgan diversas concepciones
que, la mayoría de las veces, aparecen mezcladas en los debates. El trabajo es salario, es
también factor de integración y puede ser pensado también como “valor ético”. La “cultura del
trabajo” en nuestro país engloba las tres valoraciones.
5
,El éxito de sus conferencias y reflexiones en Argentina muestran el intento de buscar – no
siempre fácil- afinidades entre la crisis de la sociedad salarial de nuestro país y lo sucedido en
Europa. (Castel, Robert, 1997)
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Utilizamos adrede el concepto de Bauman para mostrar que el proceso de individuación
atraviesa todas las clases sociales y que se trata de investigar en cada grupo o estrato social a
quienes hay que “derretir” para “competir con éxito” . (Bauman, 2000).
4
La dictadura militar y el terrorismo de estado que destruyó a toda una
generación de luchadores sociales, la hiperinflación de fines de los 80 que
evaporó ingresos y la desocupación y el trabajo precario de los 90 que se
prolonga en el tiempo produciendo pérdida de certezas junto a un Estado que
deja de integrar para estar al servicio del mercado desregulado, forman parte
de los principales elementos “disciplinadores” y “ordenadores” de la vida
cotidiana de millones de personas . La experiencia democrática vivida a partir de
los 80 será tensionada entre un “orden capitalista globalizado ” que exige mayor
porción para el mercado, reducción del Estado y el pago de la deuda externa,
una clase política que reiteradamente no podrá cumplir con sus promesas “de
hacer felices a los ciudadanos” y una sociedad civil que perderá paulatinamente
credibilidad en sus dirigentes y que exigirá – desde otro modelo de acumulación
capitalista más productivista– a partir del 2002, revertir el proceso de
empobrecimiento y de pérdida de puestos de trabajo. Pareciera que, luego de
todo lo vivido en estos dos últimos años, se retomara la exigencia que millones
de personas votaron en la consulta organizado por el Frente Nacional contra la
Pobreza en diciembre de 2001: Ningún hogar pobre en la Argentina.
5
viviendo solas) que no acceden a puestos de trabajos asalariados, estables y bien
pagos.
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siendo la principal meta. Esto en un panorama donde la cuestión social se
complejiza. A la búsqueda de un trabajo estable cada vez más escaso e
inaccesible se debe sumar la urgente satisfacción de necesidades mínimas para
la subsistencia familiar e individual. Nace una tensión entre la presencia en el
barrio a fin de obtener bienes del Estado y la “salida” para encontrar trabajo.
Las opciones se tomarán en cada caso particular y dependerá de trayectorias,
posibilidades, memorias y fuerzas para seguir adelante. Así es posible que para
una cada vez mayor cantidad de familias, el imaginario del barrio reemplace a la
fábrica, los planes sociales al salario, el movimiento piquetero al movimiento
obrero organizado, el Estado y el espacio público a la negociación colectiva, la
demanda puntual, particular y directa a la larga construcción de consenso y otro
sentido común.
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pobres a fin de “salir de la pobreza”. Su propuesta invita individualmente a dejar
los “pecados del mundo” (alcohol, violencia familiar, dioses paganos, apatía y
cansancio moral, etcétera) a fin de prosperar y convertirse en un “nuevo hombre
y una nueva mujer”. Lo emocional cumple un rol central en poner el cuerpo, ser
activo en el culto (glosolalia) y mantener un diálogo abierto y directo con el
Espíritu Santo.
Esta presencia pentecostal no nos debe hacer perder de vista que la principal
organización reconocida y legitimada en los barrios para la acción social
compensadora es la Caritas perteneciente a la Iglesia Católica. Allí se dirigen, en
primera o en última instancia, todos aquellos que buscan “ayuda social” , sin
importar religión, partido o grupo de pertenencia. Los referentes políticos
locales- funcionarios, legisladores, miembros de las comunas- la consultan
asiduamente. Comedores, grupos de auto ayuda, entrega de medicamentos y
ropa, consejos para trámites, ayuda a madres y niños y numerosas demandas son
recibidas y canalizadas por dicha organización católica que funciona gracias a
voluntarios, personas con planes sociales y personal técnico rentado. Gran parte
del reconocimiento y poder social que tiene la Iglesia Católica a nivel nacional
surge del entramado social y simbólico que se teje en dicha organización, de
numerosos grupos que se presentan como ONG o como parte de la sociedad civil,
de una cultura católica difusa que sigue siendo mayoritaria en el país y de
numerosos funcionarios que han sido socializados- en algún momento de su vida-
en un grupo, comunidad, movimiento o experiencia ligada al amplio y complejo
mundo católico.
No sucede los mismo, por ejemplo, con las identidades políticas. Los barrios
carecen – masivamente puesto que hay excepciones- de todo tipo de
organización partidaria estable y perdurable fuera del peronismo. No hay otros
actores significativos que disputen el espacio territorial en el conurbano. Es la
experiencia partidaria que logra asociar intereses individuales a una
representación conflictiva más amplia y permite hacer el puente entre lo social y
lo político. El peronismo integra (y consolida así la democracia) al mismo tiempo
que controla socialmente espacios a nivel local( con métodos autoritarios y desde
una estrategia de poder que combina también lo legal e ilegal). No hay
“disonancia cognitiva” con el discurso, los símbolos y la práctica de décadas de
los diversos peronismos. Podemos decir que se ha naturalizado como expresión
política que acompaña y da sentido a lo popular y se reproduce tanto por la
memoria de la “cultura del trabajo” como por los “planes sociales” que se
distribuyen en el territorio. Las mujeres peronistas de sectores populares tienen
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un mayor protagonismo en las múltiples actividades que se desarrollan y forman
parte de los diferentes dispositivos con los cuales cuenta ese partido para
permear y penetrar el mundo popular. La identidad peronista se ha transformado
en una amplia y heterogénea cultura que alberga – por el momento al menos- a
la gran mayoría de los sectores empobrecidos del conurbano donde cada uno
relee el pasado, el presente y el futuro según su trayectoria familiar y laboral y
los referentes de proximidad.
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las leyes son universales en su ámbito de explicación y las relaciones causales
presentes en ellas son inmutables.
Pero en las Ciencias Sociales -por suerte- las leyes son históricas y modificables
y lo son por las características de la acción humana individual y colectiva que
constituye (a la vez que condiciona) el mundo social que investigan las ciencias
sociales. La acción implica diferentes elementos: condiciones declaradas,
consecuencias no deseadas y racionalización de la acción (capacidad de los
actores de control intencional reflexivo de su acción). Este último punto vincula
a los resultados de la acción (y por lo tanto del mundo) con el conocimiento que
los actores tienen sobre su acción: una modificación del mismo puede alterar la
acción y el mundo social. Así, como los actores son capaces de apropiarse del
conocimiento también son un límite a la aplicación de las “leyes sociales” ya
que el nuevo conocimiento puede modificar la acción . Cuánto más reflexión y
memoria acumulada haya en una sociedad, menos “universales” (por un aumento
de su historicidad y modificabilidad) podrán ser las leyes explicativas de ese
mundo social.
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investigación científica . No puede haber entonces una teoría de la ciencia y del
conocimiento prescindiendo de la realidad social, económica, imaginaria o
cultural. El mundo que vivimos es demasiado complejo como para ser analizado
por teorías que obedecen a principios epistemológicos generales. Las prácticas
científicas, como el conjunto de las prácticas de hombres y mujeres, no son
ajenas a las condiciones históricas donde se desarrollan.
Como hemos visto, los interrogantes epistemológicos no son comunes a todas las
disciplinas científicas. Estos interrogantes surgen de la acumulación del
conocimiento en cada disciplina en relación con la práctica cotidiana de
investigación. Floreal Forni nos ha mostrado los contextos sociales y
académicos del desarrollo histórico del conocimiento metodológico, por
ejemplo, distinguiendo entre las estrategias de recolección y las de
interpretación (Forni, 1992). Por otro lado la práctica de la investigación
en las ciencias sociales nos muestra la presencia simultánea de una
pluralidad de métodos cuya aplicación es posible con el fin de conocer un
determinado fenómeno social. Es necesario así distinguir entre la
reflexión sobre el tipo de ciencia que se está haciendo de la reflexión por
el “cómo” del conocimiento en general.
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orden es la condición de progreso y el que analiza al conflicto como elemento
constitutivo de la sociedad; los que creen que el individuo es el actor relevante y
aquellos que analizan la acción a partir de movimientos, comunidades y clases
sociales; los que creen que hay una sola marcha de la historia y los que analizan
modernidades periféricas, inconclusas, dependientes con sus propios tiempos,
espacios y racionalidades.
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Los hechos sociales son significativos tanto para los que lo producen como para
los que lo investigan. Conocer las concepciones de unos y otros es fundamental
para dar cuenta de los hechos sociales. A diferencia de los que tienen como
objeto de estudio la naturaleza, el análisis de las relaciones sociales , de una u
otra manera, interacciona con el que las investiga. Más aún, las teorías,
conceptos y relaciones establecidas por el investigador son a su vez –
diferencialmente por supuesto- utilizadas también por aquellos y aquellas que
son investigados. La relación con su campo de estudio no es de sujeto a objeto
sino de sujeto a sujeto dado que se ocupa de un mundo de la vida pre-
interpretado
La necesidad de los investigadores de realizar interpretaciones de los significados
creados y empleados en los procesos de interacción y darle nombre a esas
interpretaciones, determina la posibilidad de la influencia del investigador sobre
el mundo que analiza, mediante la incorporación de sus interpretaciones en los
actores y por lo tanto en el significado de las futuras acciones de estos.
4. La perspectiva de los actores
La sociedad como las personas no existen “aisladas” sino en relaciones. Las
sociedades son estructuras y también individuos, grupos, actores y movimientos.
Relacionar estructuras e individuos, el habla y el lenguaje, analizar la “dualidad
de la estructura”, es decir conectar la producción de la interacción social con la
reproducción del sistema social en el tiempo y en el espacio es central (Giddens,
1987). Los sujetos con los cuales nos relacionamos son activos, racionales, con
memorias, proyectos y expectativas que el investigador no puede desconocer.
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intensivo de los datos para determinar la complejidad de las relaciones
existentes entre ellos
Si bien las encuestas son necesarias y nos dan un panorama del hecho social, no
alcanzan para dar cuenta de una realidad cada vez más heterogénea donde los
sentidos de la acción son fundamentales para comprender los fenómenos
estudiados. Importancia de lograr síntesis entre el polo objetivista y el
subjetivista, entre “las cosas” y las “ representaciones”, en lo que un autor
llama “ constructivismo estructuralista”.(Bourdieu, 1987).
3. Las investigaciones.
El libro presenta así diversos artículos que hacen eje en las múltiples
vulnerabilidades hoy existentes en el conurbano bonaerense. Las historias de
vida, las anteriores trayectorias sociales, las expectativas hacia el futuro, es
decir los proyectos actuales recreados desde las memorias individuales,
familiares y sociales, y las utopías varias presentes en los cada vez más
heterogéneos sectores populares acompañan y dan sentido a los profundos
cambios estructurales.
Vemos así la vulnerabilidad de la pobreza con sus múltiples quiebres sociales,
desafiliaciones y dramas familiares, con estigmatizaciones y privaciones diversas
que repercuten en los cuerpos (testigos violentos de cómo son saqueadas almas y
espíritus de hombres y mujeres), con habitus que interiorizan las exterioridades
de las distinciones y desigualdades sociales construidas desde hace décadas y la
presencia de un Estado que no se ha ausentado sino que se manifiesta la mayor
de las veces en el control social ejercido social, simbólico y físicamente .
Esa mirada estructural no nos debe hacer perder de vista lo que sucede en la
vida cotidiana. En estos artículos los pobres tienen cara, tienen nombre, tienen
historia., poseen trayectorias valiosas, tienen capacidades, pelean, luchan, no
bajan los brazos a pesar de todo ... Feriantes, trabajadores sexuales, travestis,
trabajadores que autogestionan sus fábricas, recuperadores, cartoneros,
vendedores ambulantes, asistidos por planes sociales, creyentes, católicos,
piqueteros, talleristas... Quique, Alberto, Carmona, Dana, María Eugenia, Mayra,
Mercedes, Laura Luis, Carlos, Jorge, Beto, Pedro, Valeria, Mónica, Marta y
cientos de otros están presentes en estas páginas y desafían lo que decimos de
ellos y lo que nos decimos entre nosotros
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Forman parte de un espacio social determinado sin el cual no se entienden las
relaciones sociales, poseen un nudo de relaciones –amplio o pequeño- que los
constituye como actores, poseen un cierto capital – que pueden reproducir,
limitar o aumentar- que les da posibilidad de influir en un campo determinado y
en un momento dado a fin de poder modificar o no – según el grado, nivel y
densidad de dicho capital- las relaciones en donde se encuentran. Queremos
concebir el espacio social en estos trabajos como un espacio de múltiples puntos
de vista, de maneras de ver y de nominar, de lucha por la definición de lo que es
bueno, malo, legítimo, ilegítimo y que no se puede construir a partir de un solo
factor.
Bibliografía:
15
Mallimaci, F. Demandas sociales emergentes: pobreza y búsqueda de sentido,
redes solidarias, grupos religiosos y ONGs en AA, Pobreza urbana y políticas
sociales, CEIL/CONICET, 1995.
Pierre Bourdieu, Choses dites, Paris : Minuit, 1987.
Tarres, ML, Observar, escuchar y comprender. Sobre la tradición cualitativa en
la investigación social, México: Colegio de México, 2001.
Vasilachis de Gialdino, Métodos cualitativos I. Los problemas teórico-
epistemológicos, CEAL, Buenos Aires, nro. 32, 1992.
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Crisis del empleo y nueva marginalidad: el papel de las economías de la
pobreza en tiempos de cambio social
Agustín Salvia
1
Para abordar este interrogante, cabe recordar que hasta donde sabemos el
cambio social –más allá del deseo de los actores- no tiene un signo
predeterminado, ni mucho menos puede ser definido a partir de las
intenciones de sus protagonistas interesados. Las formas sociales nunca son la
expresión de la voluntad de los actores –ni siquiera la del actor triunfante-,
sino la construcción histórica de un proceso que podemos suponer se
encuentra, por un lado, organizado de algún modo reconocible (obligado a
funcionar bajo composiciones y reglas de integración social aceptadas), y, al
mismo tiempo, abierto a la innovación en función de resolver el conflicto
(obligado a funcionar bajo condiciones de incertidumbre e improvisación en
donde el estado futuro del sistema no está predeterminado).
Cualquiera sea el punto de partida, el proceso social es siempre un orden en
conflicto, significado de manera ideológica por los sujetos, abierto a la
construcción social interesada y polivalente en cuanto a las consecuencias
sociales de su desarrollo. Un orden frente al cual para su reconocimiento
resulta necesario abandonar desde un principio toda ilusión en cuanto a la
transparencia del lenguaje y de los signos utilizados. Asimismo, cabe dudar de
la utilidad –tal como propone Boudon (1984)- de atribuir la explicación del
cambio social a estructuras globales. Por el contrario, cabe concentrarse en
elementos o procesos específicos identificables en términos temporales y
espaciales. Es recién después de este reconocimiento que parece pertinente
intentar determinar las condiciones más generales que los contiene y le da
sentido; las cuales pueden tener sus propias reglas de cambio aunque éstas
sean menos susceptibles de demostrarse en un sentido empírico.
Este trabajo da una respuesta diferente al interrogante de quiénes son y en
qué sentido actúan los nuevos emergentes sociales de la marginalidad. Para
ello se vale de una serie de investigaciones apoyadas en estudios de caso,
algunas de las cuales son reunidas en este libro. Ahora bien, cabe aclarar que
estas preocupaciones constituyen todavía un cuadro parcial e incompleto de
una hipótesis que merece mayor desarrollo y una puesta a prueba de
evidencias. Por ahora, interesa explicitar el marco interpretativo que ha
emergido a partir de los estudios abordados y su particular aplicación al tema
que convoca este artículo: los efectos de la crisis del mundo del trabajo sobre
el surgimiento de nuevos actores sociales y el papel que les cabe en este
contexto a lo que hemos denominado economías de la pobreza.
2
parece reproducirse en un sentido que tiende a deteriorar las condiciones de
integración del sistema económico y socio-institucional. 1
En particular, cabe preguntarse sobre la existencia y naturaleza de los
entramados socio-económicos y político-institucionales que han hecho posible
la extensión y profundización de la pobreza sin que ello haya trastocado el
régimen de acumulación social ni el sistema de dominación político-
institucional.
El actual paisaje metropolitano contemporáneo es particularmente rico en
evidencias sobre las muy diferentes formas de subsistencia colectiva que
conviven en condiciones de marginalidad: comuneros de organizaciones
sociales, trabajadores de empresas recuperadas limpiadores de vidrios,
mendigos, trabajadoras sexuales, talleristas clandestinos, feriantes
extralegales, vendedores ambulantes, cartoneros, vendedores callejeros,
trabajadoras de servicios eventuales, entre muchos otros, constituye sólo una
parte del repertorio cada vez más degradado y aparentemente segregado que
presentan las prácticas colectivas o individuales de subsistencia. En general,
el sujeto social reunido bajo esta colección de modos de subsistencia (pobres
o marginados, sectores populares, mundo informal, etc.) ha sido definido por
los estudios críticos al paradigma de la modernidad como un sujeto
homogéneo –o, al menos, homogeneizable-, en tanto expresión de un sistema
económico dependiente y de crecimiento desigual y combinado que los
excluye de la modernidad o, al menos, los margina del espacio donde tiene
lugar de manera central dicho proceso.
Este trabajo, si bien se ubica en esta tradición buscar recuperar un conjunto
de enfoques críticos y antecedentes de investigación que ofrecen –frente a
una visión estática - un reconocimiento al carácter fundamentalmente
relacional (estructurado-estructurante) y, al mismo tiempo, multidimensional
por parte de un objeto que demanda ser descifrado en sus diferencias
sociales, espaciales y temporales. Desde esta perspectiva, la marginalidad
socio-económica se aleja de las definiciones que se fundan en el recorte de
atributos culturales, ecológicas y/o económicos, para constituirse en un
campo de relaciones más amplio, integrado a un todo que lo hace posible –y
no necesariamente “necesario”-, en donde disputan y/o se articulan
estrategias individuales y colectivas de subsistencia que transitan por fuera –
pero no de modo independiente- de las instituciones económicas y políticas
dominantes. En este sentido, la marginalidad deja de ser un componente
funcional del sistema social para convertirse en un modo de funcionamiento
del mismo (Deleuze, Gilles y Guattari, 1985; Belvedere, 1997).
1
Esta lectura del problema se apoya en la mirada de Mignone (1993), el cual sostiene que las
sociedades contemporáneas se diversifican cada vez más, pero que las microtipologías
emergentes tienden a concentrarse en torno a dos polos fundamentales, o macrotipologías,
que difieren mucho en relación a las condiciones de existencia, las posibilidades de vida y la
cantidad y calidad de los recursos sociales disponibles. De esta manera, el nuevo orden social
no sólo sería más desigual en cuanto acceso a recursos materiales y simbólicos, sino también
lograría un alto grado de integración gracias a los efectos socio-políticos generados por la
propia polarización fragmentada del sistema social. Un mirada similar, referida a la realidad
social argentina, es posible encontrarla en J. Villarreal (1997), el cual establece una nueva
lógica social basada en distinciones verticales más que horizontales que se rige por una
dialéctica de los distintos más que por una dialéctica de los contrarios.
3
A nuestro entender, corresponde ubicar el nuevo escenario social en el marco
del proceso de “marginalización económica” que han experimentado amplios
sectores en una sociedad que había alcanzado niveles de bienestar
relativamente amplios y homogéneos al interior de la estructura social. La
marginalización socio-económica en la Argentina se ha constituido en una
matriz estructural suficientemente cristalizada, y, por lo mismo, capaz de
reproducirse de manera ampliada y de presentar bajo riesgo de desintegración
para el orden político-institucional. 2
En este sentido, nuestra principal hipótesis apunta a mostrar que el campo de
la marginalidad socioeconómica presente en los grandes centros urbanos de la
Argentina constituye –por muy segregado, conflictivo e indeseable que
parezca a la mirada del orden social- un componente sistémico fuertemente
encadenado al funcionamiento global del sistema socio-económico y político-
institucional. Habiendo acumulado dos años de investigación, cabe destacar
un dato consistente: si bien para algunos sectores de la sociedad es posible
reconstruir procesos de desplazamiento y trayectorias de movilidad
descendente durante la última década (p.e: viejas clases medias urbanas
empobrecidas formada por trabajadores asalariados y cuenta propia
tradicionales), no es este el rasgo dominante de la nueva matriz social. De
acuerdo con la evidencia, los sectores que dominan el nuevo escenario de la
marginalidad socio-económica han acumulado dos o más generaciones de
miembros impedidos de acceder a efectivas oportunidades de movilidad
social. Para estos sectores estar abajo constituye un estado inercial. Por lo
tanto, el mayor problema que presentan los sectores “desplazados” no es
haber caído sino no poder salir de los encadenamientos socio-económicos y
político-institucional que generan las condiciones iniciales de marginalidad y
que se actualizan bajo las renovadas formas de subsistencia que instalan los
propios sectores populares a través de sus estrategias de vida.
Por otra parte, un dato ciertamente relevante es que muchos de estos
sectores, a pesar de su común condición, presentan rasgos particulares de
“diferenciación”. Sus propias estrategias de subsistencia y enclasamiento
estimulan a la creación de nuevas formas de distinción socio-cultural. De esta
manera, la expresión visible de los procesos de marginalización presenta una
heterogeneidad creciente, en un orden social cada vez más conflictivo.
En tal sentido, cabe preguntarse en qué medida el factor de cambio de la
actual matriz social son en efecto las nuevas formas de autogestión y
organización política que surgen de la marginalidad económica, o, por el
contrario, la creciente aceptación, legitimación e institucionalización que
logra –a través del accionar de los propios reclamadores- el derecho a
mantenerse en la pobreza y a ser pobre de otros derechos. Pero antes de
entrar en este tema, cabe ubicar el escenario económico y sociolaboral donde
el conflicto social emerge como mensaje portador de sentido.
2
Es esta, al menos, una conclusión que surge de una serie de estudios que han abordado los
efectos poco compensatorios en términos de inclusión de los marginados por parte de los
ciclos de reactivación económica (Gasparini, 2000, Altimir y Beccaria, 1999), la ampliación de
la educación formal (Filmus y Miranda, 1999, Salvia y Tuñón, 2003), las políticas de inversión
social (Golberg, L., 2004 ) y los programas de ingresos (Cortés R. y Marshall, M. 1991, Bogani,
E. 2004).
4
El proceso argentino: una catástrofe anunciada
Si bien la matriz económica y socio-cultural de la Argentina fue durante buena
parte del siglo pasado muy diferente a la de la mayoría de los países
latinoamericanos, el proceso histórico de las últimas décadas puso en escena
un patrón de producción de estancamiento, pobreza y fragmentación social
que ha diluido tales diferencias. De esta manera, el país ha entrado al siglo
XXI inmerso en la crisis más profunda de su historia. Ello ha tenido como
consecuencia inmediata el empeoramiento de los niveles de vida de gran
parte de la población, conjuntamente con un incremento en los niveles de
concentración de la riqueza, ambos procesos en niveles inéditos para el país.
Ahora bien, si bien estas son las claves estructurales del proceso histórico
reciente, no cabe confundir las consecuencias con las causas. En términos
generales, corresponde reconocer dos procesos históricos estructurantes –de
tiempo largo- de la actual crisis económica y social argentina:
1) Por una parte, el renovado ciclo de expansión que experimentó el
capitalismo mundial bajo la fuerza de una mayor concentración financiera
y una activa reconversión tecnológica y productiva.
2) Por otra parte, el proceso local de agotamiento, crisis y mutación que –
desde mediados de los setenta- fue experimentando el régimen nativo de
acumulación y el sistema político de dominación corporativa.
En este marco, cabe rechazar toda simplificación de la historia reciente. De
acuerdo con la evidencia, es al menos exagerado imputar a las políticas
económicas y sociales introducidas durante la década de los noventa como la
causa del extraordinario escenario de inequidad, segmentación, pobreza y
descomposición que exhibe actualmente la estructura social. La génesis
histórica de esta decadencia muestra desde mucho antes las marcas de un
capitalismo financiero en expansión y, junto con ello, la crisis estructural de
una nativa sociedad salarial corporativa fundada en un modelo de
industrialización sustitutiva. En este contexto, es posible reconocer la
vigencia de dos dinámicas articuladas de deterioro social que, aunque
relacionadas, surgen y participan de encadenamientos independientes:
a) En primer lugar, la mayor concentración y especialización de los procesos
productivos habrían generado el deterioro y posterior desplazamiento de
amplios sectores que constituían en núcleo duro de la sociedad salarial del
modelo industrial sustitutivo. Este proceso contó con el protagonismo de
estrategias políticas intencionales, pero también con cambios tecnológicos
y organizacionales que operaron sobre el vértice de la estructura
productiva afectando los funcionamientos generales del resto de la
estructura económica y social.
b) Al mismo tiempo, la falta de renovación y dinamismo en los niveles
intermedios de la estructura socio-productiva y socio-política, junto a un
agotamiento de las capacidades de intervención del Estado en el marco de
un sistema social cada vez más heterogéneo y conflictivo habría generado
una crisis en las oportunidades de movilidad social y en las redes de
inserción de viejas y nuevas generaciones de marginales estructurales y
5
clases medias vulnerables adheridos a las promesas de la modernización.
Estos procesos se agravaron con las políticas de apertura comercial,
estabilización y reformas estructurales de los años noventa (tipo de cambio
fijo, desregulaciones, privatizaciones y flexibilización laboral). Junto a una
mayor heterogeneidad de la estructura productiva y una más marcada
segmentación del mercado de trabajo, devino una mayor debilidad del
sistema social y político-institucional. Unas de las consecuencias más
importantes de este proceso han sido la debilidad de la demanda agregada de
empleo orientada al mercado interno, la baja calidad del empleo generado, la
caída en los ingresos reales de las familias, el deterioro de la seguridad social
y el fuerte incremento en los niveles de concentración del ingreso. Estas
condiciones produjeron, a su vez, un estallido de nuevas desigualdades,
cristalizadas en una estructura social más empobrecida y fragmentada.
Siguiendo esta perspectiva, cabe reconocer como principal componente del
actual escenario social la desarticulación de un modelo fundado en el trabajo
asalariado y las regulaciones asociativas y, junto con esto, la emergencia de
un orden cada vez más polarizado y fragmentado.
6
institucional del régimen de dominación social.
Con el objeto de precisar mejor el problema, cabe destacar algunos de los
principales rasgos que enfrenta la actual estructura social del trabajo en la
Argentina:
1) El débil crecimiento de la demanda agregada de empleo tiene lugar en un
sistema productivo fragmentado, que presenta fuertes disparidades
estructurales precedentes. De un lado, un polo económico dinámico que
bajo la modalidad de enclave se encuentra integrado a los principales
mercados mundiales y/o a mercados internos de elevada renta. En el
medio viejas y nuevas clases medias profesionales, medianas empresas
proveedoras para grandes firmas y microempresas de alta tecnología y de
servicios especializados. En el otro polo, una economía informal inestable,
apoyada en reglas de reciprocidad, obligada a una autoexploración forzada
de sus activos para dar respuesta a las demandas fundamentales de
subsistencia. Todavía más abajo, una verdadera “infraclase” (underclass),
socialmente aislada, con crecimiento acelerado y que subsiste a través de
actividades extralegales, prácticas laborales de mendicidad, programas
sociales o trabajos ocasionales.
2) El desempleo y el subempleo se han convertido en un déficit estructural
erróneamente explicado en términos de factores tecnológicos o
demográficos o por déficit de capital humano. El núcleo duro del
capitalismo argentino requiere sólo un tercio de la fuerza de trabajo
disponible. Se trata de un problema que afecta a grandes masas de la
población, tanto a trabajadores adultos como a nuevos trabajadores
jóvenes; a la vez que los trabajadores de baja calificación constituyen un
grupo particularmente vulnerable en términos de precarización laboral.
Esta situación explica en primer lugar la desaparición de los tradicionales
grupos de renta media característicos de la sociedad argentina. Al mismo
tiempo, la emergencia de una nueva clase de trabajadores autónomos más
precarios se explica por la gravedad y extensión del desempleo y la
pobreza en los hogares marginados, y no por las bondades y oportunidades
que brinda el sistema económico.
3) El mercado laboral está afectado por una fuerte segmentación social de las
oportunidades de empleo y progreso socio-económico en términos de
ingresos y recursos culturales; lo cual ha ampliado las brechas productivas
y socio-institucionales entre el sector formal reservado a las “clases
medias prósperas” y el sector informal propio de los grupos marginados y
empobrecidos. Estas características de crisis de la estructura social del
trabajo se presentan en forma heterogénea según la región, sus
capacidades productivas y desarrollo político-institucional. En particular se
agrava con la depresión de algunas economías regionales y la falta de
iniciativas de desarrollo local, tanto en el conurbano bonaerense como en
diferentes zonas del interior del país.
4) En este contexto, no cabe sorprenderse que el déficit institucional que
presenta la sociedad civil y el Estado para encarar un modelo de
crecimiento endógeno y una política de regulaciones que atienda estos
problemas estructurales. La raíz estructural del problema y el grado de
desintegración que padece la sociedad convierten en inoperantes o,
7
incluso, contraproducentes a los mecanismos de regulación fundados en los
lazos asociativos tradicionales (regulaciones salariales, protección contra
el despido, seguro por desempleo, etc.). Los institutos del Estado
vinculados a la atención de los problemas de pobreza, desempleo y
precariedad laboral se ven desbordados ante la magnitud de la
marginalidad social y la informalidad laboral y la debilidad de la economía
de mercado.
En general, la literatura académica tiende a acordar en este diagnóstico, pero
un elemento no siempre suficientemente destacado es la “naturalización” que
ha experimentado el deterioro de las relaciones sociales y laborales; así como
su efecto más conservador: alejar del campo político ciudadano la lucha por
una mayor justicia y equidad distributiva, para trasladar el conflicto al
espacio privado o comunitario de la subsistencia. De acuerdo con esto, la
clave interpretativa más importante de este proceso no es la cuestión de la
propagación de la pobreza y la desigualdad social, sino la forma en que las
nuevas condiciones sociales han dado origen a conflictos diseminados, los
cuales al menos parecen resultar inocuos frente a una mayor concentración
del ingreso y del poder político en pocos actores.
8
atención de los problemas de la pobreza o, incluso, como capital social capaz
de mejora las oportunidades de desarrollo económico y humano de la
población (Banco Mundial, 2001). Desde un enfoque distinto, se tiende a
destacar, en cambio, la potencialidad de estas acciones como alternativa a la
economía de mercado y a las políticas estatales funcionales en la acumulación
de capital (Coraggio, 1994, 1998); o como procesos sociales que crean a través
de la acción colectiva nuevas formas culturales de “socialización” (Schuster y
Pereyra, 2001; Bialakowsky y Hermo, 2003) o de “símbolos culturales”
(Massetti, 2004); o hasta incluso, una matriz alternativa de organización y
poder popular (Svampa, 2003, 2004; Battistini, 2002; Rebón, 2004).
Pero sin desmerecer el sentido político que cargan estas resignificaciones,
cabe tomar distancias de ellas con el objeto de poder diferenciar que instalar
como problema la exclusión social a partir de la movilización de los actores es
condición necesaria pero no suficiente para definir la agenda pública. En
cualquier caso, los actores parecen requerir algo más que ser reconocidos por
la opinión pública para conducir una estrategia global de cambio social. 3
En este sentido, las investigaciones empíricas que avalan estas notas parecen
mostrar que, incluso, desde la propia representación de los actores
involucrados, su accionar está muy lejos de poder ser asimilado a una nueva
utopía del desarrollo o a un renovado tipo acción política. De hecho, tal como
señalan varios autores (Palomino, 2004; Salvia, 2004; Lenguita, 2002), estos
movimientos autogestionarios no han surgido como una alternativa al quiebre
del modelo político y económico prevaleciente, sino como respuestas sociales
a las consecuencias sociales negativas del funcionamiento de ese modelo
durante tres décadas de estancamiento persistente y deterioro político-
institucional de la democracia. Mucho más asociadas a viejas y nuevas formas
de informalidad y a los nuevos procesos de marginalización que a un nueva
organización social o políticas, estas prácticas parecen en realidad estar más
cerca de constituirse en recursos de subsistencia que en fines en sí mismos
(Feldman y Murmis, 2002; Salvia 2004). Lo único comprobado por ahora es que
estas iniciativas representan hoy para centenares de miles de familias la única
vía de subsistencia.
Desde esta perspectiva, cabe destacar que a pesar de que las economías de la
pobreza se hayan multiplicado en los últimos años, se hayan visto
revalorizadas por otros sectores sociales, produzcan nuevas formas de
identidad o constituyan un objeto privilegiado de las actuales políticas
públicas, el desempleo, el subempleo y la marginalidad laboral de una gran
masa de población continúan siendo las formas típicas bajo las cuales se
expresan tanto la mayor subordinación del trabajo remunerado a las
estrategias de acumulación de capital como las condiciones necesarias para su
mayor explotación presente y futura. Y esto, de manera independiente a que
dicha acumulación pueda producir efectos de desequilibrio a nivel de la
integración del sistema social y de la legitimidad del régimen político de
3
Sobre enfoque constructivista que aborda el problema de la definición de la agenda pública,
ver p.e. Best (1989), Hilgartner y Bosk (1988) y Aguilar Villanueva (1993).
9
dominación. 4
4
A la manera en que los estudios sobre marginalidad describían esta situación hace treinta
años atrás, recuperando en el escenario actual particular vigencia (Nun, Marín y Murmis,
1968; Nun, 1969, 1999). En la etapa del capitalismo monopólico – decía Nun (1969) ya en los
años 60 – y especialmente en los países de América Latina, una parte de la superpoblación
relativa podía dejar de cumplir la función de ejército industrial de reserva, transformándose
en masa marginal, innecesaria, disfuncional y peligrosa para la estabilidad política o
económica. Se afirmaba que la creciente expansión del sector informal de la economía
posibilitaba que quienes integraban una masa marginal para las empresas del sector moderno
(que no los requerirían por no reunir las calificaciones necesarias), podían, en cambio, ser
ejército industrial de reserva para el sector informal. Pero era posible que existiera, en
última instancia, una parte de la superpoblación relativa que fuera “marginal al cuadrado”,
es decir, afuncional y prescindente también para el sector informal. En este caso, dicha masa
podría ser disfuncional y peligrosa para el sistema social.
10
la “autonomía” sino una mayor dependencia del Estado, de las agencias
promotoras y de las organizaciones político-gremiales promotoras de una
estrategia de poder institucional. Tampoco parecen emerger de estas
prácticas algún tipo de “conciencia colectiva” o de “nueva organización
social”, ni una verdadera “economía social”. Muy lejos de todo ello, surge de
estas prácticas una mayor fragmentación de los espacios sociales y de los
actores políticos locales involucrados. Detrás de la afirmación de “autonomía”
se reproducen diferentes maneras de convalidar la marginalidad social y las
condiciones político-ideológicas que la hacen socialmente “aceptable”.
Es en este orden de conflicto que presenta particular relevancia evaluar con
capacidad crítica la salida que está teniendo la sociedad salarial corporativa,
sus derivaciones en términos de fragmentación social y la emergencia de
nuevas formas de segregación y precariedad en el mundo del trabajo.
Siguiendo esta perspectiva, cabe destacar algunas de las condiciones que
parecen dominar el escenario de la reproducción socio-económica de los
segmentos que conforman la economía de la pobreza:
a) Creciente alejamiento de la estructura social del trabajo formal (dominado
por los mercados primarios) y las redes asociativas tradicionales
(sindicatos, partidos políticos clasistas).
b) Particular reforzamiento de los lazos familiares y comunitarios de
reciprocidad como reacción y efecto de los procesos impuestos de
segregación residencial y de precarización de las condiciones de
reproducción social (educación, salud y previsión social); y
c) Creciente auto-aislamiento frente a los sectores medios y el resto de la
estructura social dominante (mercados, circuitos y valores cada vez más
globalizados) como un mecanismo de tipo estratégico-defensivo.
Este avance de la segmentación en distintas esferas de la vida social
constituye una importante fuente de tensión y conflicto. En particular, debido
a que la mayor parte de la sociedad argentina mantiene vigente –aunque
debilitado- un ideal de progreso de oportunidades, afirmado históricamente a
través de la generalización de fuentes de movilidad social y el acceso –aunque
no universal- a robustas instituciones de bienestar. Por lo mismo, las actuales
iniciativas de sectores afectados por la pérdida de sus capitales económicos y
sociales, la devaluación de sus capitales humanos y el deterioro de
oportunidades de movilidad social, implican la puesta en acto de una reacción
contra la falta de posibilidades de movilidad, seguridad y bienestar que
prometiera en su momento el modelo desarrollista del Estado de bienestar
nativo.
Del mismo modo en que las corporaciones políticas, sociales y gremiales
tradicionales reivindican –aunque cada vez con menor éxito- la cuota de poder
y de privilegios pactados, los nuevos actores sociales demandan su particular
cuota política y económica de resarcimiento histórico, reconocimiento
institucional y de derechos especiales. De esta manera, la pobreza
generalizada –a la vez que políticamente movilizada y reivindicada- en una
sociedad en crisis implica una redefinición de los lazos sociales; pero no en
clave de “autonomía” e “integración” sino de “dependencia” –frente al
Estado- y de “fragmentación” –entre actores e intereses marginados-. De
11
ninguna manera una anomia individual, ni tampoco ausencia o vacío de
vínculos sociales.
Por otra parte, la economía social no garantiza una reparación de los lazos de
integración y de los soportes perdidos por el desmantelamiento de los vínculos
asociativos y corporativos del trabajo asalariado. Al mismo tiempo que la
afirmación de su identidad y su reclusión sobre el espacio territorial no hacen
más que profundizar la crisis de dicho orden, sin capacidad efectiva de poder
modificar las condiciones generales de dominación y dar solución a la
profunda crisis del capitalismo argentino.
A manera de hipótesis provocadora, este trabajo sostiene que los actores
movilizados alrededor de la llamada economía social o la autonomía obrera o
campesina no son agentes directos del cambio social en un sentido
progresista. Ni a nivel global, ni a nivel local. Por muy fuerte que parezca, sus
prácticas y representaciones sólo sirven al fortalecimiento de lazos de
reciprocidad funcionales a ciertas estrategias de subsistencia, a la vez que
tienden a generar una redefinición de la alianzas sociales en dirección a una
mayor degradación de los derechos ciudadanos y de los espacios asociativos
establecidos; incapaces estos, a su vez, de recomponer la legitimidad
perdida. 5
De tal manera que lo más destacado del actual proceso socio-político no sea
el alto grado de reacción, identidad o autoorganización social que la crisis del
empleo y la sociedad de bienestar generan entre los pobres, marginados y
desplazados; sino los efectos de mutación que el conjunto de la situación
(desamparo + reacción) tiende a producir sobre el orden social, poniendo en
escena respuestas desde abajo que reproducen de manera ampliada y sin
solución, una matriz atomizada y conflictiva de integración social.
5
En tal sentido, el proceso así representado convoca a pensar en un deterioro social no del
tipo de la degradación caracterial que describe Sennett (2000) para las sociedades post
industriales, sino más bien del tipo descrito como formas de segregación por Wacquant (2001)
para el nuevo patrón de reproducción que asume la marginalidad urbana en el mundo.
12
identidad o de afirmación de autonomía, lo son en términos del impacto de
sentido que generan tales prácticas en la opinión pública y en los sectores de
poder.
Al respecto, cabe preguntase ¿qué dice sin decir la existencia misma de las
“economías de la pobreza”? Al menos cabe significar tres mensajes: 1)
muestran el fracaso y la impotencia del capitalismo argentino a resolver los
déficit de inclusión social universal; 2) desafían los límites económicos e
institucionales que presenta el Estado para atender los reclamos sociales
masivos, el vacío político-institucional para regularlos y la debilidad de la
sociedad civil para neutralizarlos; y 3) ponen en escena el potencial
disponible por parte de la sociedad informal y marginada para atender su
propia reproducción al margen o en contra de la sociedad estructurada.
En cualquier caso, estos impactos de sentido amenazan y preanuncian un
riesgo para la matriz dominante, tensándola en dirección a una redefinición
del contrato social y del sistema de control político. Ahora bien, en los hechos
tal redefinición –con el acuerdo no explícito ni conciente entre las partes-
parece avanzar en un sentido claramente opuesto a garantizar los derechos de
igualdad de oportunidades, autonomía de acción política e integración social
frente a los procesos de globalización. La reacción dominante se centra en el
reconocimiento al derecho de subsistencia bajo reglas de reclusión y
confinamiento.
De esta manera, no parece una alentadora idea sobredimensionar el papel
transformador ni el carácter novedoso de estas formas de reciprocidad. Ni
siquiera incluso cuando tales estrategias colectivas adoptan la forma de grupo
de presión o movimiento político reclamador de derechos de ciudadanía.
Detrás de esta expresiones cabe reconocer demandas dirigidas a reivindicar la
actualización de una incumplida modernización política, económica y social.
Más allá de las prácticas “autogestionarias” y de los discursos en favor de la
“autonomía”, tales movimientos convocan al propio Estado como el principal
actor necesario y a una variedad de actores político-gremiales y líderes
sociales locales como los principales promotores del fenómeno, todos en
procura de negociar la conflictividad social.
En este sentido, el Estado es cada vez más receptivo a las demandas
subsistencia y autonomía de las economías de la pobreza, siendo cada vez
eficiente en cuanto a arbitrar en los conflictos que los propios actores
plantean. De tal manera, lo nuevo de la actual matriz social y política no
parecen ser los nuevos movimientos sociales, sino la creciente aceptación,
legitimación e institucionalización que logra –a través del accionar de los
propios reclamadores- el “anti-derecho” a contar con un trabajo informal,
precario y no registrado, de mantenerse en la pobreza y a ser pobre de otros
derechos, a vivir en la marginalidad económica y política, a competir por
beneficios o compensaciones especiales, a obtener tales beneficios en tanto
se sigan las reglas de la negociación legal y el confinamiento inofensivo.
Es decir, lo importante y verdaderamente nuevo de la nueva matriz social
contestataria no parecen ser el contenido de sus discursos ni las prácticas
sociales que crean para sí, ni tampoco sus acciones colectivas contra el poder,
sino el efecto de sentido que se va construyendo “fuera de ella”, otorgando a
los grupos dominantes la capacidad de dar respuesta política a viejas
13
demandas sociales de inclusión ciudadana. De este modo casi perverso, sin
nuevos protagonismos ni efectos virtuosos, parece producirse –aunque con
dirección incierta- el cambio social en la Argentina actual. Por ahora, nada
objetivamente distinto parece dejar la producción social de sentido que
moviliza a dichas prácticas.
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15
Las actividades informales tradicionales y la desestructuración del mundo del
trabajo: consecuencias de procesos de fragmentación social.
Eduardo Chávez Molina
1. Presentación.
El objetivo del presente artículo es poner en evidencia que los procesos de
fragmentación social se expresan con mayor plausibilidad en la estructura
ocupacional, pero que la misma se ha reconfigurado en los últimos años a la luz de
procesos de transformaciones institucionales y económicas.
Así mismo, los diferentes segmentos de trabajadores informales en condiciones de
vulnerabilidad ante la pobreza extrema, se reposicionan en un contexto de crisis social
y económica, y ponen en juego diferentes saberes, acervos y capitales, para su
reproducción y sobrevivencia. Estos segmentos ocupacionales son sumamente
heterogéneos entre sí, tanto por sus historias laborales como por su capacidad para
disponer y utilizar los diferentes recursos con los que cuentan.
Pero también se evidencian en ellos condiciones actuales de desprotección ante la
seguridad social, y la fragilización de un horizonte de futuro.
2. Transformaciones en el mundo del trabajo y el proceso de fragmentación social.
Las calles de las principales ciudades del país se han ido reconfigurando con la
presencia cada vez mayor de cuentapropias que emergen, bajo diferentes actividades,
en busca de un ingreso para sobrevivir. El uso del espacio público comienza a
diversificarse, y generar conflictos por su apropiación de nuevos sectores sociales
despojados de una herramienta indispensable para su existencia: el empleo.
Como a su vez los barrios privados y countries en las afueras de las principales
ciudades, con sus perímetros enrejados, con custodia durante todo el día, con
cámaras de televisión en circuito cerrado para la vigilancia, parecen conformar las
antípodas de ese otro nuevo sector social, donde se ha puesto en duda un pilar de su
reproducción: la seguridad personal y de sus bienes.
Dos caras de una misma moneda, expresión de un proceso de fragmentación social que
ha vivido vertiginosamente la Argentina en la última década a partir de cambios
estructurales en su economía y la entrada en una crisis económica, social y política sin
precedentes, que tienen como uno de sus efectos principales la desestructuración del
mundo del trabajo.
Existe un pleno consenso en los últimos años, por lo menos, en prestar atención a la
situación del empleo como de la pobreza, tanto desde perspectivas académicas como
de las propuestas de diseñadores de políticas, ya sea de orden nacional como
internacional, en las cuales centros de estudios, institutos de investigación, como
organismos independientes de la sociedad civil, y también áreas de gobierno y de
organismos multilaterales expresan la necesidad de enfrentar estos problemas.
Las diferencias centrales han surgido tanto en la forma de conceptualizar el problema
como la adopción de políticas públicas. Aunque no es de interés de este artículo
desarrollar estos debates, es importante dejar sentado que el problema de la pobreza,
1
expresada en la incapacidad de generar recursos adecuados para existencia humana,
que permitan su reproducción, esta en fuerte sintonía con el desempleo. Pero es
imposible remitirnos a este último término si no se aprecian los cambios cualitativos
en la estructura ocupacional en los últimos años.
Estas modificaciones se han producido tanto por la “reestructuración del aparato
productivo y estatal” como por la readaptación de la demanda de fuerza de trabajo ,
al cambiar las condiciones y exigencias de reclutamiento.
Pero, además, el mundo del trabajo no protegido, informal, característica del
autoempleo, también sufre fuertes mutaciones, producto de su articulación con el
sector formal, por lo cual tiende a expandirse, creándose un propio sector informal en
las lindes del sector informal, que traduce las necesidades de supervivencia y
pauperización. 1
La idea de fragmentación sin embargo, nos lleva a pensar en un todo que se rompe,
que se divide en diferentes segmentos, aunque siempre se referencia a ese "todo", a
esa estructura de la cual forma parte. Pensar en estructura, en pensarlo en términos
sociales, con jerarquías distintas en la misma, y con capacidades sociales, culturales y
productivas diferenciales.
Un proceso de fragmentación en una economía subdesarrollada, implica que las
distancias entre los diferentes segmentos se amplían, y que componentes de un
posicionamiento determinado en un momento histórico dado, tienden a ubicarse en
posiciones distintas en otro momento.
Las condiciones sociales de reproducción, desde una visión que intenta encontrar los
mecanismos regulatorios que persisten a través del tiempo, no se han modificado, lo
que se ha transformado es la composición y la fuerza de dichos mecanismos, bajo
profundos cambios institucionales. Y que expresan en el fondo, los cambios sustantivos
en la relación capital/trabajo.
La existencia de un sector informal ha existido desde la formación misma del
capitalismo periférico, donde las condiciones de salarios incompletos, una débil
intervención estatal en la regulación de la fuerza de trabajo, más las actividades de
reproducción no asalariadas generaban continuamente un excedente poblacional no
reclutable para el segmento más dinámico de la economía, y que en general crecía y
crece a expensas de este, o directamente en los límites propios de la informalidad.
2. Expresión laboral de la fragmentación social: la informalidad.
Los cambios producidos en los últimos años en el país, no han estado alejados a la
corriente mundial de transformación, donde el Estado benefactor retrocede antes los
mecanismos "autoregulatorios del mercado", en base a los principios privatizadores,
descentralizadores y flexiblizadores. Además de ello se generan transformaciones en
el aparato productivo, que implica una fuerte contracción en la utilización de fuerza
de trabajo al interior de las firmas, ante la incorporación de nuevas tecnologías en los
procesos productivos. Sumado a esto, el cambio de orientación estratégica de las
empresas, que llevan a un fuerte proceso de descentralización de los diferentes
4
Trayectorias laborales y encadenamientos productivos. Los talleres textiles de
confección. 1
Eduardo Chávez Molina 2
1. Presentación .
– Los cambios en las estrategias económicas: descentralización productiva,
flexibilización y precarización. Interrogantes e hipótesis.
Las particularidades que han desarrollado diversas formas económicas que permiten la
sobrevivencia de distintos individuos en el espacio socioterritorial del conurbano
bonaerense, se vuelven problemáticas para el análisis social y del mundo del trabajo,
si a ello le sumamos las estrategias de diversas unidades económicas que componen el
encadenamiento productivo, entendiendo la misma como procesos de cierta
dependencia mutua entre sus eslabones.
De acuerdo a diversos estudios, la estructura del espacio productivo del sector de la
confección textil, debido a la segmentación de sus etapas productivas, las
características de la mano de obra y el bajo nivel tecnológico exigido , vienen
produciendo a lo largo de las últimas décadas cambios sustanciales que reconfiguran el
papel de los trabajadores insertos en dichas unidades económicas. (Astorga, 1997).
Este trabajo, cuyo carácter introductorio es innegable, se sitúa dentro de dichos
cambios, en los cuales podemos apreciar un fuerte proceso de descentralización de la
actividad productiva, donde diversas unidades económicas, de acuerdo a su tamaño, y
al engranaje en el que se encuentran de acuerdo a la cadena productiva, se articulan
en un sistema de relaciones entre las diversas unidades productivas, y los centros de
gestión-producción y comercialización.
La existencia de múltiples talleres textiles de confección , que en muchos casos
segmentan el proceso productivo, genera condiciones de flexibilidad productiva de
una gran adaptabilidad en donde la importancia central del trabajo personal y la
posibilidad de contar con distintas clientelas, con variabilidad de existencias de
mercaderías, provocan los cambios frecuentes de productos. Esta situación ya sea de
subordinación o de autonomía, dentro de la cadena productiva, implica además una
redistribución del empleo más que una difusión del mismo.
Pero ese mismo proceso de descentralización y flexibilización del trabajo y de la
producción, genera fuertes procesos de precarización dentro de los talleres, tanto
por los niveles de intensificación de la producción, en períodos de expansión, como
por la prolongación de la jornada laboral, y principalmente por la gestión de la fuerza
de trabajo, sin protección laboral, y como factor privilegiado y de alta participación
en relación con el valor de la producción obtenida.
1 Este trabajo ha sido realizado en el marco del Proyecto UBACyT S077 y del Proyecto FoncyT 09640; y forma parte
de los estudios que se desarrollan en el Programa Cambio Estructural y Desigualdad Social con sede en el Instituto
de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires
(desocu@mail.fsoc.uba.ar). Los autores agradecen de manera especial la orientación académica y el apoyo
brindado por el Dr. Agustín Salvia, director de dicho Programa.
2 Licenciado en Sociología (UBA), Master en Políticas y Gerencia Social (FLACSO). Docente y asistente de
1
Bajo las premisas presentadas surgen las siguiente interrogantes:
• ¿Cuál es límite de la flexibilización y terciarización en unidades económicas
informales, descentralizadas y subordinadas a empresas más grandes?
• ¿Los diversos trabajadores insertos en estas pequeñas unidades, desde dónde
provienen, qué ganan, cómo se organizan y se articulan en el espacio
económico?
Estas preguntas nos guían a la búsqueda de respuestas y de resoluciones, que
encierran una hipótesis a demostrar: los procesos de aparición y extensión de
pequeños talleres textiles, responde principalmente a un cambio de modalidad de
organización y gestión productiva de las empresas centrales, generando un impacto,
implícito o no, de mayor incertidumbre y precarización en los pequeños talleres,
fruto de las desconcentración y descentralización.
Pero además, como segunda afirmación: la heterogeneidad del sector, está
fuertemente relacionado con la capacidad de cada actor económico específico de
disponer de sus redes de relaciones, constituidas a través de sus trayectorias socio-
laborales, y de posicionarse en mejores condiciones dentro del encadenamiento
productivo.
– La propuesta metodológica.
El trabajo se centra principalmente en las experiencias de talleristas textiles de
confección del sur del Conurbano Bonaerense. La información obtenida se basó en
entrevistas a informante claves, a talleristas, empresarios y a profesionales insertos
en instituciones dedicadas al desarrollo de microempresas.
El proceso de aprehensión del fenómeno implicó un doble acercamiento , por un lado,
conocer el sector, hablar con especialistas y profesionales, y conocer las vivencias de
los talleristas y una segunda instancia de entrevistas, donde el acento estaba puesto
en contactos personales, que permitiera acercarnos a los talleres con predisposición y
colaboración de parte de los entrevistados.
La intención del estudio está puesta en rescatar el momento de irrupción en el que
hacer cotidiano del tallerista, situación que se da en el momento de la entrevista,
como la plantea Bourdieu en La Miseria del mundo (Bourdieu, 1999), y poner a la luz
una relación social que genera efectos sobre los resultados obtenidos, y que propicia
al investigador a ponerse en estado de alerta, en el mismo instante de las entrevistas,
a las distorsiones de los efectos de la estructura social, que se ponen en juego en ese
instante.
Una actitud reflexiva significa reconocer las distancias entre entrevistador y
entrevistado, el poder del saber que se pone en escena (las preguntas, los giros, la
intencionalidad de las mismas, las respuestas, las expresiones, los silencios, los gestos
del entrevistado), y destacar el momento de reflexión del entrevistado, al sacarlo de
su cotidianeidad y exponerlo a una automirada sobre su actividad económica, su rol,
sus anhelos, su comprensión .
2
2. El taller y sus formas.
– El taller de confección.
Para dar cuenta de este espacio económico productivo, debemos señalar previamente,
la amplia heterogeneidad del sector, dada por las diferencias que podemos encontrar
en los circuitos productivos, la envergadura de la actividad, los niveles de
capitalización, y además los distintos segmentos que componen la realización de
determinado tipo de prenda (camisas, pantalones, joggins, camperas, etc.) .
Definimos como taller el espacio físico en el cual se realizan determinadas
operaciones del proceso de fabricación, ya sea con la elaboración definitiva de un
producto, o un componente del mismo, perteneciente a una cadena de producción.
Taller textil
Maestros
Otros participantes:
• Talleristas: Aprendices • Fabricantes de telas.
• Diseñadores. • Vendedores de telas.
• Cortadores. • Fábricas textiles.
• Cosedores. • Vendedores de
• Abrochadores máquinas de coser.
y terminaciones. • Reparadores de
• Planchadores. máquinas.
• Mercerías y
botonerías.
En la mayoría de los casos se trata de pequeños talleres, que ocupan como máximo 10
personas, en su mayoría utilizando fuerza de trabajo reclutada al interior del hogar, o
con otros miembros familiares, y en menor medida, con trabajadores asalariados en
negro.
Este tipo de actividades se han visto revitalizadas en el actual contexto económico,
favorecidos por la devaluación monetaria, y en algún sentido la restricción de los
salarios, que hace más competitivo sus productos, demandados especialmente por
aquellos sectores sociales que han sufrido el deterioro de sus ingresos, y que
complementan sus necesidades de vestimenta con productos más baratos.
– Trayectoria laboral y capitales acumulados.
Las trayectorias laborales es la forma a partir del cual se representan los fenómenos
de movilidad socio-laboral a través del tiempo, y los efectos que tales procesos
generan sobre las relaciones laborales y las condiciones de vida individuales. La
premisa subyacente es que los eventos de vida del presente se explican por los cursos
de consecuencias generados por acontecimientos anteriores, en un contexto de
oportunidades socialmente estructurado, a la vez que abierto a las preferencias y
opciones adoptadas a nivel individual (Salvia y Chávez, 2001).
3
En ese sentido, aquellos talleristas que tuvieron una inserción adecuada (ingresos
elevados, formalización laboral, continuidad en los trabajos) ya sea provenientes de
fábricas textiles, o pequeños talleres de alta inserción, se han adaptado en mejores
condiciones en el actual contexto de crisis, que aquellos talleristas que o tenían una
inserción precaria en el sector textil o los nuevos trabajadores textiles que aparecen
en la actualidad, con menores conocimientos y menor experiencia laboral, que
recurren a esta actividad valorizando saberes hogareños.
Además de esta situación, es visible apreciar el nivel de capitalización de los distintos
talleristas. En general para generar un alto perfomance de productividad es necesario
contar con máquinas industriales, tipo “overlock”, una máquina “recta”, una
“collareta”, además de los moldes y las herramientas manuales. Los talleristas de
mejor inserción suelen contar con estas maquinarias, en tanto que los talleristas de
débil inserción, cuentan con máquinas caseras, de baja calidad, o no aptas para una
producción masiva.
Con respecto a las características de la fuerza de trabajo utilizada, se destaca en el
primer grupo la posibilidad de incorporar trabajo extra familiar, generalmente en
“negro”. En el segundo grupo hay exclusividad de trabajo familiar.
– Los talleristas de acuerdo a sus circuitos.
Esta dimensión hace referencia a un factor determinante en la caracterización de los
tallerista, ya que el poseer mejores y mayores circuitos de distribución de lo
producido, posiciona óptimamente al taller. Esta distinción, además está referida a
quién se destina lo producido, generando a modo síntesis, tres grandes grupos:
1) Talleristas que son propietarios de sus máquinas y comercializan librados a su
propia iniciativa las prendas que ellos mismos confeccionan, distribuyéndolas
después a clientes privados directamente: ya sea a domicilio, en un stand, en
una feria, etc. Estos son los talleristas independientes.
2) Los talleristas que realizan en su establecimiento parte o la totalidad de una
confección cuya materia prima ha sido adelantada por una fábrica u otro taller,
que se encargará también de su comercialización posterior, lo consideramos
insertos en una relación de subordinación.
3) Talleristas que han producido alternativamente o conjuntamente por encargo
de la industria o pequeño taller, y/o de modo independiente.
Esta clasificación, sólo nos permite visualizar ciertas características de la producción
textil en pequeños talleres, que al ser analizadas en forma diacrónica nos permitiría
ver los continuos pasajes de estas tres opciones, y de acuerdo a la envergadura de los
distintos talleres, el mejor posicionamiento de ellos.
En este sentido podemos apreciar que no todos los talleristas completan la realización
total de la prenda, si no más bien tienden a producirse procesos de complementación
de un taller a otro que permite optimizar la producción, en base a un distribución y
división de tareas dentro del circuito productivo, que se encuentra, generalmente,
descentralizado.
Por ejemplo un tallerista que se encarga del acabado de una prenda y además de su
comercialización, puede encargar a otro colega la labor de la costura, y el acabado de
los extremos de la prenda o concluir todo el proceso productivo en su propio taller.
4
O si es un tallerista que debe realizar solo una parte de la misma, trabajando para
grandes fábricas, encontrándose, por lo general en situaciones desventajosas, tanto
para imponer precios, y mucho menos estilos y ritmos de producción, que le imponen
los grandes talleres o fábricas.
Sin embargo estas dos situaciones tipológicas, en la práctica, coexisten con una forma
ambigua de las dos tendencias mencionadas, que están en abierta relación a las
estrategias productivas de los talleres, a su capacidad de decisión ante este tipo de
relación, y el tipo de mercado en el cual se encuentran inserto 3.
También es un condicionante de las subcontrataciones entre talleres el tipo de prenda
que se confecciona, dado la complejidad de las tareas , las calificaciones requeridas y
las máquinas necesarias para producir, lo cual genera divisiones de trabajo que
pueden complementarse al interior del taller o subcontratando, en nuestro caso para
cualquiera de los dos tipos: talleres “independientes y subordinados”.
Por ejemplo en la producción de pantalones se necesita una máquina de coser,
principalmente industrial para lograr buenas terminaciones y rapidez en la producción,
y una “collareta” para las terminaciones (dobladillo, pretinas, cierres, etc.), además
de los cierres y los botones, que suele subcontratarse para el remache de botones
metalizados, en la producción de vaqueros.
Las remeras requieren además de costuras rectas, una “collareta” para los cuellos y
los hombros, ya que la utilización de una máquina común, desvaloriza la prenda sin
importar la tela, ante un cliente atento a la calidad de la costura. Además de las
posibles estampas que lleven las mismas, y las marcas que se le incorporan, en muchos
casos falsificadas para competir en mejores condiciones.
Una camisa implica un mayor proceso, en un primer momento el trazado y el corte,
luego armar los cuellos, hacer los ojales, pegar los botones, remallar, unir la
prenda,(delantero y espalda) , hacer el planchado, doblar, limpiar, y hacer, según los
casos, el embolsado y encajonado.
Es improbable que todas estas etapas se realicen en un mismo taller, por los equipos y
saberes requeridos, en primer lugar, y por razones de economía de escala en segundo
término.
La confección de la prenda se distribuye así entre distintos establecimientos. Como
bien lo plantea Grompone 4: la confección de la prenda se distribuye así entre distintos
establecimientos. El control del proceso del trabajo lo ejerce quien mantiene
relaciones consolidadas con clientes y distribuidores. A la vez es aquel quien además
dispone, en la mayoría de los casos, de los equipos más costosos, especialmente las
máquinas de coser industriales (overlock) y las remalladoras o collaretas”.
– El contexto de producción y sus etapas.
En la mayoría de los casos, las actividades se realizan en los propios hogares,
destinado para ello tanto una habitación especial que funciona como taller, o algún
3 Es conveniente aclarar que las características de los talleres varían enormemente de acuerdo a múltiples
5
otro cuarto que comparte sus usos, un living, un altillo, un garaje, un pasillo, etc.
(como apreciamos en la Fotografía siguiente)
Las condiciones espaciales son variadas, en muchos casos inadecuadas, los principales
problemas detectados son la mala iluminación, y los muebles inconvenientes para
realizar un trabajo que requiere ciertas posiciones durante un lapso de tiempo
prolongado. De acuerdo a las entrevistas realizadas, no se cuenta con prácticas de
manejo del tiempo y salud corporal, por lo cual es común encontrar trabajadores con
molestias como contracturas, varices, hemorroides, cansancio visual, y miopía sin
tratar.
Las máquinas utilizadas, en general son automáticas y eléctricas, en muchos casos
industriales (más rápidas y mayores opciones para coser prendas), suelen usarse
máquinas complementarias para hacer las terminaciones, como la “collareta”, o
máquinas que realizan la colocación de broches. Además se cuenta con algunas
herramientas manuales, por ejemplo tijeras, cintas de medir, planchas, agujas. Los
muebles que se utilizan son los de las propias máquinas, una mesa de cortar, que en
algunos casos, es también donde se planchan las prendas, cajoneras, placard, o
estantes de madera donde acumula la mercadería o materia prima, y también
colgadores y maniquíes.
La forma de reclutamiento de fuerza de trabajo está basado bajo dos modalidades:
familiar para los talleres más pequeños, donde las redes de socialización primaria son
las preponderantes. Cuando la producción aumenta suele incorporarse más miembros
del hogar o vecinos. En el caso de talleres más grandes las formas de incorporación de
personal, en la mayoría de los casos es a través de redes sociales de los participantes
del taller, ya sea amistades, vecinos, grupos migratorios, etc.
El proceso de trabajo, y comercialización está organizado de la siguiente forma:
• Compra de insumos, principalmente tela para las prendas.
La compra de insumos: telas, hilos, apliques, botones, mangas, puños, agujas se da en
mayor medida en los talleres independientes. En tanto que en los “talleres
subordinados”, esos materiales son puestos por los que encargan el trabajo.
• Preparación de los moldes.
Se realizan en papel, en el caso de los talleres independientes, son aportados por ellos
mismos, a través de compra de revistas especializadas, o la copia de prendas, suelen
generar un stock de moldes que son utilizados para cortar la tela.
En el caso de los “talleres subordinados”, la misma es entregada cortada en la
mayoría de los casos, para su costura y terminación. El molde representa la
concreción del diseño de la indumentaria, y es uno de los factores más valorizados
dentro del rubro textil , a igual o más que la calidad de la tela.
• Cortado de las prendas.
Se utilizan mesas destinados para ello y en los talleres independientes, este es un
punto nodal (el cortado), ya que los confeccionistas con mayor experiencias, y
saberes, generan mejores condiciones de competitividad. En el caso de los talleres
“subordinados” por lo general reciben las telas previamente cortadas por el taller
contratista, manteniendo de esa forma, la exclusividad del diseño, considerado
elemento.
6
• Se cose y arma las prendas,
En este caso los talleres independientes ocasionalmente envían este trabajo a
costurera, quien lo entrega terminado posteriormente, cuando la producción temporal
es elevada. En el caso de los talleres subordinados, esta situación no suele suceder,
salvo cuando hay aumentos temporales de prendas a producir. Colocación de broches
y cierres. Planchado de las prendas.
• Distribución: venta en feria, locales, stand, boca a boca, etc. o devolución de las
prendas terminadas a talleres, fábricas o locales comerciales.
En estos pequeños talleres podemos encontrar la siguientes características:
• bienes de baja calidad, principalmente por las materias primas e insumos
introducidos en el bien, sobre todo en los talleres independientes. En los talleres
subordinados, depende del contratista y la inserción de este en el mercado.
• nivel de productividad baja, situación dada por los atrasos tecnológicos, la
competitividad es lograda a través de la incorporación de más integrantes al taller, en
general familiares, y extendiendo la jornada laboral. (en momentos de alta demanda
la jornada puede extenderse de 16 a 18 hora por día).
• baja innovación en el diseño, aunque la repetición y la divulgación es continua,
tanto de las prendas importadas, como de los productos de alto diseño, de origen
nacional.
– Articulación con el sector formal.
Los talleres “subordinados”, en general tienen una vinculación fuerte con la economía
formal, siendo sus unidades económicas los productores de las prendas vendidas en los
negocios reconocidos. Por ejemplo, ante el auge de la confección “pret a porter”, de
diseño novedoso y original que se ofrece en segmentos económicos de alto poder
adquisitivo, el elemento generador de valor es el diseño mismo, por lo cual, se tiende
a subcontratar talleres para el corte, la costura, y las terminaciones, pagando a
destajo, y en negro.
También las grandes empresas textiles utilizan esta modalidad para prendas
estandarizadas, más baratas y para público de menor poder adquisitivo.
Manteniéndose las relaciones “en negro” de las transacciones, sólo blanqueadas,
cuando la empresa compra las telas y los insumos para su fabricación, que
posteriormente realizaran los talleres.
Este proceso de descentralización productiva de las firmas formales, implica por un
lado precarizar a las subordinadas, y por otro valorizar en mejores condiciones la
intermediación comercial.
Las características de los talleres independientes, están ampliamente asociadas a su
ubicación geográfica, y a su red de relaciones para ofrecer sus productos. Por ejemplo
los talleres textiles ubicados en zonas de mayor poder adquisitivo de sus habitantes,
tienen un grado de interrelación mayor con trabajadores formales que compran sus
prendas allí, decidiéndolo por la originalidad, calidad, o lazos personales establecidos
con ellos. En tanto que los talleres ubicados en zonas menos favorables, su mercado
suelen ser otros informales y trabajadores de bajos salarios.
7
-Visión empresarial e identidad gremial.
De igual forma, realizando generalizaciones encontramos todos aquellos talleres que
de acuerdo a la forma de producción, y sus canales de comercialización, sobre todo
las “subordinadas” se les torna difícil generar una visión empresarial, tanto por las
condiciones permanentes de actividad: relación de dependencia con las unidades
textiles mayores, o de contratistas. Por otro lado los talleres “independientes”
generalmente trabajan con poca acumulación de stock , y en torno a los
condicionantes de la moda, y los precios. Una alternativa de inversión suele ser la
compra de telas, y en menor medida, nuevas máquinas incorporadas al proceso de
trabajo.
En este sector no encontramos niveles organizativos, por lo menos como talleristas, en
cualquiera de las condiciones que hemos venido desarrollando. El tipo de vinculación
se expresa bajo otros canales organizativos, por ejemplo a través de cámaras
microempresariales (por ejemplo Lomas de Zamora y Quilmes) donde participan con
otras empresas, o a través de los sindicatos de feriantes, donde primeramente se
organizan como vendedores en ferias francas, más que talleristas textiles.
Bajo otro aspecto, tampoco encontramos cierta identidad gremial del sector, que
pueda aglutinarlos, la atomización, las distancias, las relaciones subordinadas a
empresas y fábricas, y el trabajo en negro inciden para la organización de este sector.
– Redes y relaciones.
En los últimos años se ha considerado de vital importancia en la gestión de MIPyMES en
el tema de las redes, bajo un abordaje transdiciplinario, que recorre principalmente
la economía y la sociología, y que permite entender, desde esta lógica, los factores
que habilitan o no perfomances positivos o negativos en este tipo de unidades
económicas. (Szarka, 1998).
Esta interpretación se propone para caracterizar al sector “informal”, aunque el
concepto de redes tiene su origen en la interpretación de las relaciones
organizacionales de negocios dentro de la literatura económica. Ante ello, las
actividades informales, dada una situación particular de funcionamiento como lo
descrito en el punto anterior, la formación y consolidación de redes resulta vital para
su supervivencia, y también para los resultados económicos que logre.
Por red se entiende “ generalmente como un tipo específico de relación, que vincula a
un conjunto de personas, objetos o eventos “ (Szarka, 1998). Dichas relaciones pueden
ser entendidas en base a personas o instituciones, y el punto de referencia puede
variar entre la unidad económica y el empresario.
Las relaciones sociales o de proximidad se centran principalmente en las
características del tallerista, en sus lazos de amistad basados principalmente en la
confianza. Se expresan en la familia, los amigos, los vecinos, que permiten un primer
nivel de relaciones, que pueden articularse en forma directa o indirecta con la unidad
económica. En muchos casos la familia constituye el núcleo en el cual se obtienen la
fuerza de trabajo necesaria para el funcionamiento de la MIPyME, y además el lugar
donde se toman las decisiones.
8
Redes de reproducción
Relaciones Mercantiles o de
Intercambio:
•Producción (proveedores, proceso
productivo, compra de fuerza de trabajo)
•Comercialización (clientes, precio, hogar
de venta).
9
Como toda tipología, la intención está puesta es visualizar aspectos analíticos en un
proceso dinámico e imbricado con los distintos tipos de relaciones, que constituyen la
red. Las redes de intercambio, propias del negocio, están influenciadas fuertemente
por las redes de proximidad, a la vez que las redes institucional burocráticas fijan
normas, límites y potencialidades de acción económica.
Siguiendo el diagrama presentado, las redes se ponen en movimiento teniendo en
cuenta ciertos aspectos estructurales, que son punto de partida y punto de llegada en
la forma en que se generan, destruyen o consolidan determinado tipo de relaciones,
de acuerdo a los miembros insertos en las redes. Estos aspectos estructurales lo
constituyen los recursos económicos y la envergadura del capital puesto en la unidad
económica, los recursos no tangibles que permiten el desarrollo de un tipo de
actividad y no otro, constituido por los acerbos, las capacidades, las habilidades, y las
credenciales educativas formales.
Y como un aspecto circundante al tipo de trayectoria que puede asumir un taller es el
ambiente simbólico formado por vínculos y representaciones basados en lazos
comunitarios y en conformidad con valores colectivos , ya sea por la idea de Nación,
de territorio, de comunidad étnica, etaria, etc.
3. Conclusiones.
Si tomamos en cuenta las características de las unidades económicas, es importante
indagar los elementos cualitativos que permiten su desarrollo, consolidación, y
expansión de estas actividades. Por lo cual la formación de redes resulta sumamente
valiosa para este sector, donde su fortaleza la constituye la generación y
sostenimiento de estas relaciones.
La heterogeneidad de estas unidades económicas, responde principalmente a la
capacidad de disponer de esas redes, por parte de sus trabajadores, y a la posibilidad
de que los mismos sean utilizados en forma eficaz para el desarrollo de su actividad.
Analizar estas redes implica no sólo una mirada económica, sino transdiciplinaria que
aporte herramientas de análisis para comprender este fenómeno, en rápida expansión
en los últimos años, ante la desestructuración del mundo del trabajo, producto de las
transformaciones económicas y sociales llevadas a cabo en el último decenio.
Y con respecto a nuestra segunda hipótesis puesta en juego, un segmento importante
de estas unidades económicas responden principalmente a un cambio de modalidad de
organización y gestión productiva de las empresas centrales, generando
incertidumbres y precarización en los talleres más pequeños.
El propio proceso de readaptación de muchos talleres, con mayores vínculos con la
economía regulada, y su proceso de expansión, en una coyuntura económica que
favorece la sustitución para el mercado interno, genera estrategias de
descentralización, y fragmentación “hacia abajo”, en la cadena de valor. Siendo los
talleres más vulnerables y dependientes, en quienes se manifiesta en mayor medida,
la precarización de sus condiciones de trabajo, que para la empresa-taller más
formalizada implica una reducción de costos de funcionamiento, por la existencia de
trabajadores más baratos (principalmente mujeres) y menos reivindicativos, tanto por
el propio proceso atomizado de producción, como por el disciplinamiento que implica
la alta desocupación.
10
Paradójicamente, en segmentos sociales más precarios, y en condiciones sociales de
pobreza, los talleres autónomos e independientes, tienen una fuerte relación con el
consumidor, y una débil o nula relación con los talleres formales, lo cual implica una
mayor imprevisibilidad de su producción, y la comercialización de sus mercaderías.
Generando como resultado, menores ingresos y menor calidad de su producción.
En tanto que en los talleres “subordinados” la relación con el consumidor
prácticamente no existe, y el grado de dependencia con el taller formal es elevado,
pero tiene como incentivo la garantía de la producción, su colación, e ingresos
continuos.
Bibliografía:
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pseudosumergida?. Los talleres-cooperativas de confección textil”. I Congreso de
Ciencia Regional de Andalucía: Andalucía en el umbral del siglo XXI.
Acs Zoltan y Audretsch David (1998): Innovación, estructura del mercado y tamaño de
la empresa, en Desarrollo y gestión de PyMES, Universidad General Sarmiento, Buenos
Aires, Argentina.
Feldman Silvi, y Murmis, Miguel (2002): las ocupaciones informales sus formas de
sociabilidad: apicultores, albañiles y feriantes en sociedad y sociabilidad en la
Argentina de los '90. Edit. Biblos, Buenos aires, Argentina.
Romeo Grompone, talleristas y vendedores ambulantes en lima, Desco, Lima, Perú,
1986
Julien, Pierre André (1998): Las pequeñas empresas como Objeto de Investigación...,
en Desarrollo y gestión de PyMES, Universidad General Sarmiento, Buenos Aires,
Argentina.
Nooteboom Bart, (1998): Efectos del tamaño de la empresa en los costos de
transacción en Desarrollo y gestión de PyMES, Universidad General Sarmiento, Buenos
Aires, Argentina.
Salvia, Agustín (2002): fragmentación social, y heterogeneidad laboral, en lavboratorio
nº 9, Buenos Aires, Argentina.
Skarza Joseph (1998) : Las redes y la Pequeña empresa, en Desarrollo y gestión de
PyMES, Universidad General Sarmiento, Buenos Aires, Argentina.
11
Ferias y feriantes.
Lógicas de reproducción y trayectorias laborales. 1
Eduardo Chávez Molina 2
María Laura Raffo 3
1. Presentación
Una de las consecuencias directa de la crisis, es el profundo cambio,
relativamente abrupto de los últimos años, del mercado laboral. Nuevas
actividades han florecido a la par del crecimiento de la pobreza y la creciente
informalidad en el mundo del trabajo. Aparecen cartoneros, truequeros,
trabajadores de fábricas recuperadas, redes de economía solidaria, asistidos por
programas asistenciales del Estado, como así también se redimensionan las
actividades “clásicas” de la informalidad, feriantes al aire libre, talleres textiles
y del calzado, trabajadoras sexuales, entre otras.
El tema central de este artículo tiene como eje la descripción del universo de las
actividades informales, de un segmento típico de las mismas, como lo son los
feriantes, principalmente al aire libre, que se desarrollan en la zona sur del
Conurbano Bonaerense. Tratamos de visualizar el grado de articulación (o
desarticulación) con el sector económico formal, las condiciones y formas de
acceso a este tipo de ocupaciones, las relaciones sociales y su puesta en escena
que permitan habilitaciones o no de la actividad, que operan en el espacio
urbano del Área Metropolitana del Gran Buenos Aires -en este caso particular en
la Feria de San Francisco Solano, Quilmes- y poniendo el eje de la mirada en y
desde los sectores informales/marginales, bajo un contexto social, económico y
político específico.
La inserción ocupacional se analiza a través de la reconstrucción del punto de
llegada de los diversos momentos de sus trayectorias socio-laborales: por dónde
transitaron, los cambios organizativos-familiares y cómo se mantienen o cómo se
reproducen y sobreviven estos "sectores", qué grado de inserción logran: estable,
precaria, inestable en la estructura económica productiva a la que pertenecen,
con qué recursos y disponibilidades cuentan, qué papel juegan sus lazos sociales
para habilitar o inhabilitar determinadas prácticas.
Los diferentes aspectos que circundan la vida de un feriante están envueltos de
constricciones y opciones, posibilidades y riesgos, decisiones y amenazas, que lo
1 Este trabajo ha sido realizado en el marco del Proyecto UBACyT S077 y del Proyecto FoncyT 09640; y forma
parte de los estudios que se desarrollan en el Programa Cambio Estructural y Desigualdad Social con sede en
el Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos
Aires (desocu@mail.fsoc.uba.ar). Los autores agradecen de manera especial la orientación académica y el
apoyo brindado por el Dr. Agustín Salvia, director de dicho Programa.
2 Licenciado en Sociología (UBA), Master en Políticas y Gerencia Social (FLACSO). Auxiliar de Investigación en
1
constituyen en el espacio social de la informalidad, marginalidad o del
"desplazado" de los sectores modernos de la economía.
Participan, de acuerdo a su propia especificidad, en un campo concreto, en un
espacio estructurado de posiciones, en la cual la dinámica del mismo está dada
por la confrontación y la cooperación, y por la búsqueda de acumulación de un
bien escaso considerado por sus participantes como digno de obtención, y de
apropiación.
Nuestro enfoque se centra en recuperar al agente social que produce estas
prácticas, sin dejar de tener en cuenta que el mismo se encuentra inserto en una
trama de relaciones, que por más coercitivas que puedan ser nunca elimina
totalmente el margen de autonomía individual, no elimina esa posibilidad de
actuar de otra manera que posee el individuo.
En estos espacios sociales, los sujetos transitan y ponen en práctica estrategias4
alternativas de inserción económica, dando lugar a la construcción de
trayectorias socio-laborales "dinámicas", que constituyen reales o potenciales
atajos contra la "exclusión".
Previamente contextualizamos el campo social espacial, que implica la feria,
como lugar de consumo y de realización de estos actores sociales, a través de la
puesta en escena de sus actividades económicas, el grado de relaciones,
jerarquías y roles que se dan en su interior, cómo así también los vínculos con el
sector moderno, protegido, o formal de la economía.
Es importante dejar sentado que el problema de la pobreza, expresada en la
incapacidad de generar recursos adecuados para la existencia humana, que
permitan su reproducción, esta en fuerte sintonía con el desempleo. Pero es
imposible remitirnos a este último termino si no se aprecian los cambios
cualitativos en la estructura ocupacional en los últimos años.
Estas modificaciones se han producido tanto por la “reestructuración del aparato
productivo y estatal” como por la readaptación de la demanda de fuerza de
trabajo, al cambiar las condiciones y exigencias de reclutamiento laboral.
Pero, además, el mundo del trabajo no protegido, informal, característica del
autoempleo, también sufre fuertes mutaciones, producto de su articulación y
vinculación con el sector formal, por lo cual tiende a expandirse, creándose un
propio sector informal en los bordes del sector informal que refleja “modos de
sobrevivencia” que tienen como objetivo primordial lograr la subsistencia “como
sea” y condiciones de pauperización, en la cual se expresan estas actividades
informales, menos legisladas, más degradadas.
Como muy bien lo han planteado Salama y Mathías, hace 15 años atrás, “la
inexistencia de seguros, (la pérdida absoluta de dinamismo del sector formal
para crear empleo), y el desarrollo de la crisis conducen a transformaciones del
4 Estrategias que no necesariamente siempre están relacionadas con la mera repetición, con la reproducción
mecánica de las condiciones objetivas de existencia, como un círculo de prácticas que se reproducen sin
fisuras a través de los tiempos. Lo que supone admitir la existencia de prácticas y estrategias que escapan a
las funciones previstas y prescriptas, determinadas por las “estructuras”.
2
sector informal, y donde ciertos segmentos del sector informal sufren todo el
peso de la crisis” 5. Estos diferentes segmentos de trabajadores informales,
tienden a reposicionarse en un contexto de crisis social y económica, poniendo
en juego diferentes saberes, acervos, capitales, y relaciones sociales para su
reproducción y sobrevivencia. Estos segmentos ocupacionales son sumamente
heterogéneos entre sí, tanto por sus historias laborales como por su capacidad
para disponer y utilizar los diferentes recursos con los que cuentan.
Nuestra definición de trabajo informal, está referido principalmente a las
características precarias de la actividad, al bajo capital en la cual se desarrollan,
el bajo nivel de productividad, el reclutamiento laboral basado en redes de
proximidad principalmente y la ausencia del estado en la protección del
trabajo 6.
2. Abordaje metodológico
La forma en que nos hemos acercado al objeto de estudio, implicó un doble
proceso de abordaje, por un lado la observación de la dinámica de la feria,
manifestada a través de reiteradas visitas, tanto como consumidores,
“husmeadores”, y paseantes de feria, y luego como entrevistadores.
El primer abordaje, donde además de charlar y conocer algunos feriantes,
también se recurrió a trabajadores sociales, sociológos, economistas,
funcionarios públicos, profesionales de ONG’s, que desarrollan actividades con el
sector. El objetivo fue identificar la dinámica de funcionamiento, la historia de
estas ferias, la organización y jerarquías al interior de la misma, y los lugares
dónde se realizan.
El segundo momento implicó el “cara a cara” con el feriante o sus empleados,
donde se buscaron redes de proximidad que permitieran un acercamiento más
directo y confiable con cada uno de los feriantes.
Para ello se elaboró una guía de preguntas adaptadas al segmento a estudiar en
la cual el criterio organizador eran diversas dimensiones analíticas que se
consideraban importantes, y que permitían un libre discurrir en cada una de
ellas, de acuerdo a los tópicos y acentuaciones de cada entrevistado en
particular.
Los recaudos, en cada entrevista, en cada historia y trayectoria analizada, en
cada interacción investigativa, fueron asumidos como un proceso de reflexividad.
Tanto en el entorno de la entrevista en si misma: fueron realizadas en los lugares
de trabajo, mientras el feriante continuaba realizando su actividad cotidiana;
3
como de la interacción establecida: las distancias simbólicas entre el
entrevistador y el entrevistado, los diferenciales de saberes y las posiciones
verbalizadas ante el grabador.
Rescatar este momento de irrupción en el que hacer cotidiano del feriante, como
la plantea Bourdieu en La Miseria del mundo (Bourdieu, 1999), es poner a la luz
una relación social que genera efectos sobre los resultados obtenidos, y que
propicia al investigador a ponerse en estado de alerta, en el mismo instante de
las entrevistas, a las distorsiones de los efectos de la estructura social, que se
ponen en juego en ese instante.
Una actitud reflexiva, premisa exigida a cada uno de los participantes en esta
experiencia de investigación, significa reconocer las distancias entre
entrevistador y entrevistado, el poder del saber que se pone en escena (las
preguntas, los giros, la intencionalidad de las mismas, las respuestas, las
expresiones, los silencios, los gestos del entrevistado), y destacar el momento de
reflexión del entrevistado, al sacarlo de su cotidianeidad y exponerlo a una
automirada sobre su vida, el recuerdo de su pasado, la compresión de su
presente, y la visión de su mañana.
Se trató de respetar lo más adecuadamente posible la "voz", el "habla" de los
distintos entrevistados. Dar cuenta de los "encuentros" con los entrevistados
implicó desentrañar esas "otras" maneras de hablar, de percibir, de pensar y de
dar sentido que muchas veces resultan ajenas y/o distantes de las del
observador/investigador. Utilizando la información obtenida a través de
entrevistas en profundidad y observaciones sistemáticas de la feria pudimos
distinguir tres grupos, sectores: tres pertenecen al grupo de los feriantes
“tradicionales”, con antigüedad y buen posicionamiento en la feria: “Pico”,
dueño de una mercería, “Toti”, ex-boxeador, y tanguero, dueño de un puesto de
venta de ropa, “El Cordobés”, vendedor de yuyos medicinales y productos
regionales.
Otros tres pertenecen a diferentes segmentos de la feria, ubicados en lugares
marginales o menos favorecidos. “Cristina”, vende desde pilas a ojotas,
“Pelusa”, una travesti que vende ropa, y “Antonio” que fabrica pequeños
adornos en madera.
El grupo de feriantes precarios no fue incluido en el presente artículo, tanto por
limitaciones temporales como el difícil acceso a una entrevista óptima que
releve información adecuada a nuestra investigación. De igual forma, como el
presente artículo pretende ser un avance de la investigación del Proyecto
UBACyT S077, dirigidos por los Prof. Fortunato Malimacci y Agustín Salvia, dicho
grupo está incluido en los resultados finales a elaborar.
3. El mundo de la feria
Definimos como trabajadores feriantes a aquellas personas que por cuenta
propia, o formando un empresa familiar, o una pequeña empresa con asalariados
en negro, ofrece sus productos o servicios en “ferias al aire libre” o en espacios
físicos cerrados -“internadas”- en forma rotativa, organizadas generalmente por
4
los gobiernos municipales, quienes además observan su fiscalización y
reglamentación.
Las ferias, no solo representan aquellos espacios físicos de intermediación
comercial de productos y servicios, entre productores, intermediarios y
consumidores, sino que también se constituye en un espacio social donde se
condensan condiciones socio-estructurales, institucionales y/o subjetivas de
segregación con o sin vinculación con los espacios formales, modernos y
dinámicos.
El momento de llegada, los procesos de consolidación en la misma, las relaciones
establecidas para asegurarse un lugar en la feria, permiten apreciar los múltiples
lazos sociales que se ponen en juego para ser utilizados en el espacio público, es
uno de los motivos centrales de confrontación. Gestionar, armar o insertarse en
una red de relaciones que les otorguen en el corto y mediano plazo beneficios
implica conexiones útiles, contactos personales que aseguren o faciliten el
acceso a este tipo de ocupaciones, y a un mejor posicionamiento físico al interior
de la feria..
En los últimos tiempos este tipo de actividades se han redimensionado,
principalmente a través de la incorporación de nuevos feriantes, muchos de ellos
autoempleados de diferentes orígenes: algunos organizados en torno a las ferias
registradas, otros a través de la promoción de dichas actividades por los
gobiernos locales, en otras ocasiones por presión de productores y comerciantes
que han obtenido autorizaciones precarias para desarrollar una actividad
económica y, en ciertos casos, organizadas por vecinos y productores sin
autorización legal..
Las ferias tienden a organizarse en torno a dos ejes centrales:
a) El uso de un espacio territorial, tanto público como privado.
b) Tipos de regulación de acuerdo al lugar de venta de los productos o servicios.
Las ferias se organizan en torno al uso del espacio público: calles y veredas,
principalmente, aunque también se desarrollan a veces en galpones, la mayoría
de propiedad privada y en menor medida de propiedad pública.
En el caso de las ferias públicas, donde centraremos nuestro análisis, se otorga
una autorización legal expedida por las autoridades locales para el uso del
espacio, donde además se establece un canon mensual, los productos a vender y
la cantidad de metros a utilizar en la calle, ya sea por instalación de carromatos
(vehículo tipo trailer preparado para la exhibición de los productos), puesto de
hierros o de madera.
Generalmente las características de las ferias están dadas por las
particularidades de los barrios. En los barrios de clase media y media alta, las
ferias tienden a ser más ordenadas y prácticamente todos los feriantes acuden a
ellas en carromatos que se agrupan sólo a un costado de la calle.
Los productos predominantes que se exhiben son alimentos perecederos (carnes,
frutas y verduras), productos de granja, de almacén, ropa, artículos de lencería,
5
mercerías, juguetes, flores, artículos de ferretería y zapatos. También están
presentes cafeteros, pancheros y heladeros.
Comienzan a ocupar la calle alrededor de las seis a siete de la mañana. La
finalización de la actividad es, por lo general, al medio día. En este tipo de feria
es habitual que exista el compromiso para con las autoridades municipales de
dejar limpia y ordenada la calle una vez finalizada la actividad.
En los barrios clase media baja y en barrios humildes, los feriantes tienden a ser
de perfiles bastante más heterogéneos. La mejor ubicación está reservada para
los carromatos, - al inicio de la feria o donde exista mayor comunicación con los
medios de transporte -, a continuación se suceden los puestos de hierro, le
siguen los de madera, en general tablones, y por último, puestos improvisados
con la mercadería dispuesta sobre una tela en el piso, o sobre el capot de los
automóviles o en cajas de catón o de madera, entre otras.
Frecuentemente, los feriantes en carromatos son los únicos que cuentan con
autorización para vender mercaderías; en tanto que los feriantes en puestos de
hierros y caballetes, tienen permisos precarios, ocasionalmente renovados, pero
que en los últimos tiempos se acuerdan con los inspectores municipales vía
“coima”. Estos puesteros generalmente están organizados, y han conformado un
sindicato llamado “sindicato de cola de feria”. Por último, existe una serie de
puestos - algunos de hierro y otros exhibidos en el piso- que no cuentan con
ningún tipo de autorización. Los productos ofrecidos por los feriantes más
precarios son variados, muchos de ellos usados (ropa, libros, discos, artefactos
del hogar, sanitarios, muebles, equipos de computación en desuso, repuestos de
automóviles, llantas, artículos de herrería, comida, etc), otros de fabricación
casera (ropa y comidas) y otro tanto procedencia sospechada de ilícita (partes de
automóviles desguazados, equipos y centros musicales, principalmente).
Las ferias al aire libre rotan en cada una de las jurisdicciones municipales donde
gozan de autorización 7. Cuentan con un circuito rotatorio semanal, y existen
aproximadamente entre 3 a 5 ferias por día en cada una de las jurisdicciones. Las
autorizaciones para realizar estos circuitos se destinan para un miembro del
hogar, y para una jurisdicción, aunque los feriantes intercambian permisos con
feriantes de otros partidos, para ofrecer sus productos en otras jurisdicciones.
Las ferias se organizan de martes a domingo, y los fines de semana tienden a ser
más numerosas, tanto por la cantidad de puestos como por la cantidad de
clientes que las visitan.
Las ferias desarrolladas en barrios de sectores medios son las que cuentan con
más regulación. En ellas, los feriantes cuentan con su libreta sanitaria, su
permiso de ventas al día y el pago en fecha del canon de feria. La mayoría se
encuentra legalmente inscrita ante la Dirección General Impositiva (DGI), aunque
los cumplimientos de los pagos por lo general no se realizan. Son ferias
ordenadas, relativamente limpias, y donde la opinión de los vecinos juega un rol
7 Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora, Florencia Varela, Quilmes Almirante Brown, Esteban Echeverría
6
superlativo, ya que los mismos pueden vetar la instalación o permanencia de una
feria.
Las ferias en sectores más humildes generalmente se encuentran en situaciones
límites con la ley, ya sea por la cantidad de metros utilizados por los puesteros,
la situación de las habilitaciones, el pago de cánones, la inscripción y pago ante
la DGI, como por el tipo de mercadería que se vende (robada, contrabandeada, o
de marca adulterada).
Los llamados “colas de ferias” tienen una fuerte presencia en este tipo de ferias.
Sobre todo en los últimos cuatro años al ritmo de la crisis y del aumento de la
desocupación. En general ofrecen el mismo tipo de mercadería que los puestos
“formales”, pero con un nivel de capitalización más débil y con estructuras de
puestos más precarios.
En tanto que los feriantes más precarios ofrecen productos usados, muchos de
ellos sospechados de robos, otros traídos de sus propias viviendas (colchones
usados, herramientas viejas, discos de música, utensilios usados de cocina, etc.),
o incluso recolectados de la calle. Sólo se encuentran en ferias de los barrios más
carenciados. Hay una gran presencia de pequeños restaurantes, donde se ofrecen
productos elaborados en el lugar, los cuales se caracterizan por ofrecer comidas
típicas de zonas de origen de la mayoría de los feriantes y también del público:
chipas y tortillas del litoral, comida boliviana, empanadas salteñas, entre otras.
La seguridad de la feria es cubierta por vigiladores privados, sin armas de fuego,
que protegen a los feriantes (sólo a los tradicionales, y en menor medida a los
”colas de feria”) y en general son excombatientes de la guerra de Malvinas, que
se pasean con traje de fajina.
Los feriantes desarrollan principalmente actividades de compraventa de
productos y en menor son productores y, sólo de manera marginal, presta
servicios.
Los feriantes pueden clasificarse como a): sólo comercializadores, b):
comercializadores y productores, y c) sólo productores.
a). Los feriantes sólo comercializadores en general son los que venden productos
como juguetes, artículos de ferretería, productos de mercería, ropa, y los que
venden productos primarios: frutas y verduras, granos, etc. b). Los feriantes
mixtos (comercializadores y productores) los encontramos principalmente en el
área textil y del calzado. Suelen ofrecerse determinadas prendas o bienes
producidos por ellos mismos y/o productos de terceros. c). Por último
encontramos a los productores netos, principalmente de confección textil y
calzado. Las prendas producidas y ofrecidas en la feria en general responden a
todos los requerimientos de consumo, ya sea según la franja etaria, el sexo, etc.
Se ofrecen productos de baja calidad, copiados de modelos de empresas de
marcas reconocidas en el mercado, y en algunos casos de marca propia de los
pequeños productores. Los modelos son copiados y varían de acuerdo a las
estaciones y las tendencias de la moda. Estos productos suelen ser:
7
• bienes de baja calidad, principalmente por las materias primas e insumos
introducidos en el bien.,
• con un nivel de productividad baja, principalmente en el sector del calzado y
confección textil, situación dada por los atrasos tecnológicos, y
• de baja innovación en el diseño, aunque la repetición y la divulgación es
continua, tanto de los productos importados, como de los productos de alto
diseño, de origen nacional.
En general, los feriantes venden productos de la industria formal, aunque
generalmente de empresas menos conocidas y de inferior calidad. Suelen
abastecerse de empresas mayoristas, implicando una relación formal mediada
por documentación respaldatoria de la compra. Por otra parte, los consumidores
suelen ser, sobre todo en barrios no marginales, asalariados del sector público o
privado, que complementan sus ingresos abaratando su fuerza de trabajo, al
comprar productos de menor calidad y más bajo precio en las ferias.
En los últimos meses, producto de la devaluación y la inflación atada al dólar de
muchos productos de las marcas principales, que ofrecen sus productos
principalmente a través de supermercados, encarecieron sus precios produciendo
que una gran cantidad de familias recurra los circuitos de ferias para compensar
el deterioro de su poder adquisitivo sin perder su capacidad de consumo.
Las posibilidades de financiamiento son escasas, generalmente vedado en el
sector financiero formal, más en la actual coyuntura por varios motivos: la
incapacidad de los procedimientos bancarios para evaluar el riesgo de la
actividad, la no existencia de líneas de crédito para la promoción y el desarrollo
de microempresas, así como por el grado de informalidad tributaria y de no
registro por parte de los feriantes, la ausencia de bienes o la no posesión legal de
los mismos, que imposibilita presentar garantías formales para alcanzar el tipo
de crédito al cual pueden recurrir (créditos de consumo).
A su vez, el papel de las ONG que financian a los feriantes ha tenido un devenir
irregular, donde los condicionamientos del mercado financiero, el
encarecimiento paulatino de la colocación de créditos y la crisis económica han
afectado al sector implicando que el desempeño de las mismas sea limitado. No
obstante las condiciones adversas, en los últimos meses ha habido cierta
demanda de crédito de los feriantes hacia estas ONG, lo cual implica el
reconocimiento de dichas instituciones como fuentes de financiamiento a sus
actividades, relegando a los prestamistas personales, bancos y financieras.
Asimismo existen fuentes de financiamiento propio de los feriantes, uno es el
“pasanako” o cadena crediticia, que consiste en la agrupación de varios feriantes
que colocan en un pozo común semanal una determinada cantidad de dinero
(cantidad de semanas de acuerdo a los integrantes del círculo de ahorro), y
sortean el orden en los cuales los integrantes uno por vez, se llevan ese pozo.
Además, en los últimos meses han agregado intereses a este pozo, para resolver
el tema de la inflación. La garantía de cumplimiento está dada por las relaciones
cara a cara de los feriantes, el compadrazgo y la amistad o el compañerismo de
8
largos años de conocerse en la feria. El no cumplimiento implica el desprecio y el
aislamiento social de los otros feriantes que pesa coercitivamente sobre quien
escapa a estas reglas no escritas.
Los feriantes cuentan con varios tipos de organización. La principal es el
denominado “sindicato de feriantes”, en el cual participan los feriantes
formales.
Generalmente se movilizan en torno a la ampliación o restricción de los permisos
para feriantes, ante la instalación de supermercados, o la prohibición de vender
sus productos en determinado barrio.
Los feriantes no formales en los últimos años se han organizado ante la
posibilidad de ser expulsados de las ferias, y conformaron el “sindicato de cola
de feria”. El objetivo central es prevenir desalojos o la prohibición de vender en
las ferias. El tipo de reclamo generalmente está dirigido a los gobiernos
municipales y se expresa a través de cortes de calle y quemas de cubiertas,
muchas veces obstaculizando la entrada en las sedes municipales. Generalmente
se organizan en sentido territorial y horizontal, pero quienes ejercen la dirección
entablan inmediatamente relaciones con los partidos tradicionales locales para
garantizar el éxito de sus reclamos.
4. Un miércoles en la feria de Solano
La feria con puestos de los tradicionales y los coleros, abarca aproximadamente
15 cuadras. A ello se le suman 10 cuadras con los puestos más precarios, sobre
veredas de tierra, y cercanos a un arroyo (San Francisco). En la primer parte hay
unos 500 puestos aproximadamente, y casi la misma cantidad en la zona marginal
de la feria.
La “cumbia-villera” es la melodía que circunda a la feria, como el olor a las
empanadas fritas, y el humo del carbón que calienta las parrillas para ofrecer
choripán, carnes, y tortillas de grasa. El trajín de la gente es incesante, y a
medida que se acerca el mediodía, tiende a haber más gente, además de
cafeteros, heladeros y otro tipo de vendedores, que se mueven por la mitad de la
calle.
Los primeros puestos que se nos van apareciendo, son los ya mencionados
“tradicionales”, con carromatos y exhibiendo diversidad y mayor cantidad de
mercadería, en comparación con los puestos de “los coleros”, y los más
precarios.
Es allí donde entrevistamos al primer grupo; feriantes formales, con décadas en
el lugar, ocupando un lugar privilegiado en la misma, y que podrían ser
caracterizados como “informales típicos”, con cierto nivel de acumulación en la
actividad, en situación para-legal: prácticamente todos con habilitación
municipal, pero con atrasos en los pagos de cánones mensuales 8, muchos
anotados ante la Dirección General Impositiva, pero prácticamente ninguno con
los impuestos al día. Los productos ofrecidos en general no son de buena calidad,
9
aunque las verdulerías y fruterías son la excepción, por las cercanías de los
quinteros hortícolas y frutícolas relativamente cercanos a la zona. Los precios
son baratos, y las ofertas se amplían cuando se compran por más de una unidad
de venta (Kg. litros, prenda).
Allí es donde encontramos a Toti y a Valdés. El primero tiene un puesto de ropa
de temporada, pulóveres, camperas, camisas, para ambos sexos. A diferencia de
otros puesteros que lo circundan, Toti no tiene carromato, su mercadería es
exhibida en caballetes, pero utiliza mucho más de los metros permitidos, y
atiende el puesto junto a su hija, su yerno y una sobrina muy joven.
En tanto que Valdés tiene un puesto tradicional, un carromato de 7 metros, muy
bien adornado con productos regionales, donde exhibe miel, "yuyos" medicinales
, cereales, legumbres, pequeños cigarros y puros de tabaco paraguayo. Atiende
junto a su esposa, y ocasionalmente, le ayudan dos personas más.
Pico tiene un puesto de venta de productos de mercería, y marroquinería, las
exhibe su carromato atendido exclusivamente por él.
Un segundo grupo está constituido por feriantes "coleros", en este caso, los que
tienen un permiso precario, y se ubican en este caso, en los extremos de la feria.
Allí encontramos a Pelusa; una travesti que vende ropa, aunque cuenta con un
capital de trabajo muy pequeño; a Cristina, que vende productos variados,
desde remeras y shorts, hasta pilas y virgencitas, y a Antonio, que pulula en
diferentes ferias, vendiendo pequeños adornos de madera.
Las preguntas que nos hacíamos de acuerdo a su posicionamiento social en la
feria, giraban en torno a su llegada, su consolidación, su pasado laboral, las
relaciones establecidas para asegurarse un lugar en la feria, y las limitaciones y
posibilidades de garantizar la continuidad de sus actividades, su mirada hacia
esos nuevos feriantes, que bordean la feria en los últimos años.
Los tres grupos detectados, expresan posicionamientos distintos al interior de la
feria, donde la mejor ubicación la detentan los feriantes formales, situación que
se hace visible al observar la estructura de la unidad económica además de
ubicar sus puestos en los mejores lugares, y contar con las autorizaciones
municipales.
Pero además cumple un papel determinante la lógica inserta en la reproducción
de la unidad económica, en el sentido de que la misma genera ganancias que
pueden ser reinvertidas en la misma unidad, generando un proceso de
acumulación a lo largo del tiempo, y que se expresa con ser un sector que puede
capitalizarse, principalmente con los medios que permiten la reproducción del
hogar (la vivienda, el vehículo).
Los otros grupos, sus dificultades son mayores, "los cola de ferias" se basan en el
trabajo de individuos que producen, bienes u ofrecen servicios para el mercado
y/o que los comercializan; la limitación se da en que los atrasos de posesión de
activos (tanto de trabajo como de reproducción), limita la capacidad de
crecimiento. En tanto que el grupo de feriantes ilegales, más emparentados con
la pobreza estructural, realizan una actividad que consiste en la obtención y
10
reparación de los bienes de consumo, además de su producción, pero que alcanza
solo a cubrir las necesidades de los trabajadores, que tienden a ser inestables y
con trabajadores del propio entorno familiar.
Cuadro 1. Características de los segmentos principales de la feria y sus condiciones de
vida.
Segmento Indicadores Condiciones de vida
Feriantes formales Legalización de permisos ante Pauperizados pero no pobres.
el Municipio. Participación en Inversión de capital sólida en
organizaciones exclusivas de sus respectivas unidades
feriantes. económicas. Actividades de
acumulación
Feriantes precarios "colas Permisos precarios del Pobres, puestos con escaso
de feria" municipio capital, y la estructura del
puesto precaria.
Feriantes ilegales Sin permisos y habilitación Pobres e indigentes. Escaso
municipal. capital de trabajo, venta de
productos usados, de diversas
procedencias. Actividades de
subsistencia
¿Desde dónde llegaron, qué hacían, decisiones libres o únicas opciones?, estas
preguntas intentan desentreñar cierta especificidad de una actividad informal,
que podríamos llamarla clásica, que se consolidó dentro de un contexto
económico y social caracterizado por una mayor presencia del Estado en la esfera
económica y política, bajo el modelo de Industrialización por sustitución de
importaciones.
Para el caso de los feriantes “(...)Vine a buscar nuevos horizontes, era un
"tradicionales", su trayectoria muchacho joven, con muchas ilusiones, y acá
comienza por un período de en Buenos Aires empecé a trabajar en las
inserción laboral plena, en el caso fábricas textiles. Bastante sacrificada la vida,
porque vine de Córdoba y fui a parar en un
de Valdés en la década del '60 como
hotel, una vida muy triste, en el barrio de Flores.
empleado metalúrgico, y Toti, como Estaba "solterito", hasta que se medio por
empleado textil, a fines de la vender cositas, así en la calle, estaba
década del '50, en tanto que Pico, trabajando en una empresa textil porque tenía
trabajó como cadete de una que pagar el hotel, pero buscaba otras cositas,
más libre, en aquella época me inicié con
escribanía. zapatos, iba a la fábrica, cosas que se medio
Su pasaje a actividades por cuenta ¿no? , de pedir zapatos de segunda, y las
muestras de zapatos que se hacen de un solo
propia, comprendió caminos
pie, si, y ¿qué hacía yo con un zapato de un
disímiles, que los uniría en la misma solo pie?, comparaba con otro medio pie que
feria, años más tarde. Ambos sea parecido, no me interesaba el color, porque
pasajes tienen como resultado una después yo los teñia, y me iba ala provincia,
inserción estable y buenos estando yo en Buenos aires, y me iba a
Florencia Varela, Quilmes, y empecé así .” Toti
resultados económicos, donde la
opción de emprender una actividad
por cuenta propia constituye un horizonte posible, no constituyéndose en una
actividad refugio ante la desocupación . En el caso de Valdés, pasa por un
11
proceso de emigración forzosa desde Córdoba, motivada por razones políticas,
debido a su militancia comunista durante el Cordobazo, como obrero automotriz
de la Planta Peugeot. Su huida
implica un proceso de desarraigo, “(...)Yo anteriormente, estuve en la Renault
que lo lleva a buscar cualquier Argentina, ...fui despedido para el "Cordobazo",
por esos problemas, porque uno tira un poquito
tipo de trabajo en el Gran Buenos para el obrero y ya es zurdo, y yo participé.
Aires, para subsistir. Logra Muchos fueron despedidos, muchos encarcelados,
insertarse en una pequeña fábrica a otros los hicieron salir de Córdoba, como el caso
metalúrgica, la cual abandona mío, yo tenía parientes en la policía y bueno, me
dijeron, o te encerramos, o te vas. Bueno, opté por
ante la posibilidad de vender irme, de ahí me vine a Buenos Aires, sin nada,
productos originales de su región así no más...mi vieja me dio algunos pesos y vine
(hierbas medicinales), con acá, y me dieron unos "yuyos", y me largué a
probabilidades de obtener vender unos "yuyos" acá, ¿vio?.” Valdés
mayores ingresos que en la
fábrica. Emprende esta actividad al poco tiempo de haber obtenido el empleo
como empleado metalúrgico.
Toti, también es originario de Córdoba, aunque su llegada al GBA data 10 años
antes que Valdés, se viene muy joven, en busca de trabajo, y sus primeros
ingresos los genera como empleado en una fábrica textil. Además él es boxeador,
deporte que aprende en Córdoba y sigue ejerciendo en Capital Federal. Pero
como sus expectativas eran mayores que los logros económicos que obtenía del
taller, comenzó a vender zapatos en las feria, y que implicó posteriormente su
decisión de comenzar a frecuentarlas , y transformarse en un vendedor en las
mismas. Su decisión se basó principalmente en la posibilidad de sentirse libre de
horarios, de procedimientos, y además de generar mayores ingresos producto de
su actividad por cuenta propia.
En tanto que Pico comenzó trabajando en una escribanía donde hacía labores
administrativas, y también se produce
la misma situación que la anterior, Mi viejo se había quedado sin laburo, y yo
estaba estudiando, haciendo el ingreso a nivel
como la remuneración no cumplía con terciario, y nos queríamos hacer un rancho, y
sus expectativas, decidió abocarse a no podía ser que yo estudiara y mi viejo
una actividad por cuenta propia, pero viviera en un rancho, entonces me dediqué a
a diferencia de los otros dos casos, esto, le pagaron a él lo que le debían en el
Pico intentó continuar sus estudios laburo, y entonces decidimos empezar a
vender ropa...Al principio empecé con tienda,
terciarios, pero que abandonó al poco y al poco tiempo arranqué con mercería.
tiempo. Después hice anexo de marroquinería, lo que
podía vender. Con la marroquinería
¿Cómo se establecieron, cuándo lo fabricábamos nosotros, empezamos a
hicieron? contratar costureras, porque en esa época se
podía. Después vino la crisis, y con la
Pico comenzó como feriante ante las incorporación de lo importado, no podíamos
constricciones económicas de su competir. Pico.
hogar, pero también ante las
posibilidades que implicaban los conocimientos textiles de los jefes de hogar:
sastre y modista. Es por ello que ante un proceso de despido del padre, de un
empleo formal, deciden con la indemnización, abrir un puesto en la feria. Dos
12
ideas son expresadas por Pico que argumentan una decisión relativamente
autónoma para ser feriante: la
posibilidad de obtener mayores “(...) Andaba en la calle vendiendo yerba,
ingresos, y ser el propio dueño de su hasta que un día vi la feria, me metí en la
destino. De este grupo de feriantes feria...mi cuñado me dice venite para acá
tradicionales, Pico es el más joven, (Solano, Quilmes), él era feriante de la zona
sur, y bueno, vine a recaer acá, y me compré
(tiene 52 años), y es el único que pasó un terreno en el barrio San Jerónimo, y ahí
por la experiencia de productor. Es por me hice la casita, seguía vendiendo yuyos,
ello, tal vez, que a pesar de que a lo me vine a la feria, y empecé a trabajar en la
largo de su trayectoria laboral, queda feria, luego me compré un camión.” Valdés
como balance cierto proceso de mejoramiento de sus condiciones iniciales de
vida, también es cierto que es el que más se resintió en los últimos años de
crisis, ante su tesitura de seguir produciendo y competir contra productos
importados.
Valdés se integra a las ferias, casi por casualidad, pero su matrimonio, y las
relaciones establecidas en torno a él, le permiten consolidar su posición . Tanto
la habilitación municipal, como la posibilidad de capitalizarse, a través de
familiares, y prestamistas, genera un proceso de ascenso social, donde la
informalidad es su contexto de pertenencia (no paga impuestos, sus proveedores
son variados, y muchos de ellos se reproducen bajo condiciones de subsistencia,
etc.).
En tanto que Toti inicia su vida como feriante siguiendo los canales
institucionales, para lograrlo, solicita permiso y habilitación en un contexto en
que era posible obtener autorización para vender en la vía pública, además de
que su decisión está puesta en emprender una actividad por cuenta propia.
Las relaciones sociales: aparecen como limitaciones y posibilidades de su
actividad, en torno a los contactos y relaciones sociales que establece este grupo
de feriantes, es posible apreciar los diversos niveles que están puestos en juego,
donde no solamente tiene importancia las relaciones de proximidad, que
permiten una primera llegada a la feria,
“Para mi es bueno tener un respaldo
sino que también las relaciones de alguien, ¿vio? Por ejemplo si yo
institucionales burocráticas y de mercado, tengo un problemita, nos reunimos
las cuales tienen un papel importante en el entre varios, y la unión hace la fuerza,
mantenimiento y consolidación de la eso es bueno.” Valdés
“(...) mi exmujer está en la feria, my
actividad. hija, mi yerno, mi sobrina, todas estas
En este sentido y siguiendo a Murmis, y cosas las he generado yo, , estas son
cositas que viéndolas, repasándolas
Feldman "el acceso a estas actividades
son cosas que yo he generado...son
requiere el manejo de una pluralidad de cosas que corresponden.” Toti
recursos y que las relaciones sociales o
formas de sociabilidad desempeñan un papel significativo para la utilización de
estos recursos" (Murmis, y Feldman:2002).
Estas relaciones se dan en un contexto de cooperación y de conflicto, donde
entran en juego no sólo la búsqueda de apropiación de beneficios, sino además
de solidaridad (cómo es el "Pasanako", la Mutual) y de enfrentamientos, (la
13
búsqueda de clientes, la competencia de precios, la presión por menos
habilitaciones, las enemistades personales, etc.), que habilitan, permiten ciertos
posicionamiento al interior de la feria, pero también impiden o inhabilitan
movimientos al interior de la misma.
Bajo esas premisas, nuestro grupo de feriantes tradicionales, se diferencia
claramente de los otros grupos más precarios, tanto por la densidad de sus
relaciones, en los tres niveles antes visto, como por la capacidad de poner en
juego lo recursos con los cuales cuentan.
Valdés, que se inicia como feriante por la ayuda de su cuñado, cumple un papel
importante en la constitución del sindicato de ferias, transformándose en un
referente de los mismos, incluso cuando hay que presionar por nuevos permisos,
o nuevos lugares donde vender sus productos, Valdés ha cumplido un rol
protagónico. Situación parecida de vínculos, y de mantención de los mismos, con
inspectores de feria, policías, vecinos y comerciantes instalados en los lugares
donde se realizan las ferias. Al igual que Pico y Toti, feriantes que participan,
aunque en forma periódica, de las reuniones de su sindicato, mantienen buenas
relaciones y las conservan con las autoridades municipales, sus relaciones con
proveedores son relativamente sólidas, y la mantención de ciertos clientes les ha
permito garantizar su continuidad en la feria. Además el hecho de cultivar
amistades alrededor de su puesto, con los feriantes más próximos, les generan
vínculos de sociabilidad permanentes, que sólo se fisuran o debilitan, cuando la
competencia está demasiado cercana, y tiende a expresar relaciones de
competencia y conflicto, no subsanables a corto plazo. Pero esta tipo de vínculos
vienen a mostrar, dentro de un sector absolutamente desregulado, ciertos
mecanismos organizativos, que permiten una convivencia dentro del espacio del
mercado: no vender lo mismo uno al lado del otro, no tener demasiados
diferenciales de precios, no ocupar demasiado espacio físico que perjudique al
vecino, etc. Mecanismos de convivencia que no siempre son resueltas en forma
pacífica.
El reconocimiento de los otros feriantes: los más precarios, los nuevos.
La visibilidad de nuevos grupos en los
contornos de la ferias es ostensible, y tanto “Nosotros seríamos los originales,
como lo aseguran los propios comerciantes y como quien dice, de la feria, tenemos
todos los papeles (...).” Valdés
profesionales que trabajan con el sector, “(...) hemos despotricado, protestado,
este explosivo aumento de cuentapropias pero resulta que no nos dan bolilla, la
precarios en las lindes de la feria, se ha municipalidad no se mete, se armó un
dado en los últimos 5 años. Pero en su sindicato nuevo pero hace las cosas
para le busca, reconozco tienen
interior también hay heterogeneidad y
derecho a trabajar, como todo ser
diferencias, apreciables por el lugar que humano, pero bueno, hagámoslo
ocupan, por el capital que poseen, y en orgánicamente, mientras van
forma más exhaustiva, por las redes que apareciendo deben ir a la cola (...).”
establecen y la forma en que se organizan. Toti
14
“Nosotros seríamos los originales,
Para este grupo de feriantes como quien dice, de la feria, tenemos
tradicionales, prima una idea de todos los papeles (...).” Valdés
diferenciación, aunque se reconoce la “Nosotros podemos manejarlos
ahora, y tener una competencia
justificación de su existencia producto de
desleal enfrente, pero no podés
la crisis laboral de los últimos años. El decirles nada, antes por lo menos
conflicto está latente, frenado por la teníamos el derecho de llamar a un
ausencia del Estado, la crisis, y cierta inspector, pero no podemos de esta
atomización de los feriantes. manera seguir trabajando (...).” Pico
15
intersticios de un mercado de trabajo cada vez mas restringido y excluyente a
partir de una apropiación determinada del espacio y de los recursos disponibles
por medio de actividades -si bien fluctuantes y precarias- que generalmente no
exigen para su desarrollo ni altos niveles educativos ni altos capitales. Sin
embargo, contrariamente a lo que puede pensarse, estas actividades que
aparentan un fácil acceso, requieren de una indispensable movilización de
recursos: un conjunto de conocimientos (no formales, en el sentido de que no
fueron aprendidos en el sistema formal de educación), capacidades y
experiencia laboral (conocimiento del ramo) en este tipo de actividades que han
acumulado a través de los diversos roles laborales que han desempeñado a lo
largo de su trayectoria. Tanto Cristina como Pelusa poseen un cúmulo de
conocimientos, de aprendizajes, la “viveza para vender, para regatear el precio
con los mayoristas” que son apreciados en el espacio de la feria.
“Arañando, por la subsistencia 9”
Este pequeño sub-título sintetiza buena parte de la realidad cotidiana de este
grupo de feriantes. El contexto en el que se inscriben las actividades que
realizan, es dentro de un constante
empobrecimiento de las condiciones de “(...) esto –la venta de ropa- es para
vida y de trabajo. El profundo deterioro de sobrevivir.” Pelusa
las condiciones materiales de existencia “(...) hoy en día está muy difícil la
venta. Es muy poca la ganancia que a
en las que (sobre)viven , producto de la uno le queda. Y hoy te puedo decir
falta de oportunidades objetivas de que no me alcanza ni para sobrevivir."
insertarse en un ámbito laboral estable y Cristina
seguro, incluso a través de sus propias
actividades, de las características del mercado de trabajo, de la desigualdad en
el acceso a las oportunidades educativas, de salud, de información. Los márgenes
de maniobra de que dispone este grupo de feriantes son reducidos con respecto
al de los feriantes "tradicionales". A partir de lo cual implementan distintas
estrategias (ocupacionales y familiares) “Porque nosotros por ejemplo tenemos una
adaptadas a las posibilidades del forma de manejarnos, por ahí ellos (sus
contexto, tanto en el ámbito del hogar hijos) me dan 50 pesos uno para mercadería
como en el ámbito del trabajo: para para la casa, yo lo pongo en pantalones y de
"parar la olla". la venta compro la mercadería. Fue siempre
mi forma manejarme, es una forma de
La diversidad de estrategias que cooperar, un poco cada uno y pagamos la
despliegan las familias es limitada, olla y sobrevivimos sino es imposible.”
Cristina
sobre todo para este grupo en
particular. Cristina con 46 años, madre
de cinco hijos que tuvo criar sola, afirma: "nunca estuve en la situación que
estoy hoy." Es por eso que Cristina anhela la certidumbre de tiempos pasados,
cuando se le pregunta por los trabajos anteriores y por el actual, ella prefiere el
servicio doméstico, que era una actividad que le daba una mayor seguridad,
certidumbre; con el trabajo actual los marcos de imprevisibilidad, incertidumbre
se amplían, el trabajo de feriante “depende ella, de la venta, de la gente, en
16
cambio si voy a trabajar cama adentro depende de mi patrón. Sé que llegan mis
horas, mi quincena o mi mes, cobro y
“El mío de por sí esta desocupado –su
listo. Es distinta la situación y no lo puesto- porque comparto con otra
pagas con nada.” 10 compañera, porque no puedo llenarlo." (...)
Compartimos entre ella, lo poco que ella
De esta forma, se acentúan las tiene y lo poco que yo tengo. Porque si yo
dificultades para asegurar la continuidad pongo sólo lo mío, que son los joggins,
a lo largo del tiempo de este tipo de tengo tres o cuatro trapos locos que no me
actividades, en un contexto tan adverso dan bola. Vos tenés mercadería y la gente
viene, tenés 3/4 trapos locos ni te miran.”
como el actual donde los ingresos son
Pelusa
cada vez mas insuficientes y donde se
hace más difícil “tener el puesto lleno”, 11con mercadería suficiente para la
venta.
Por ejemplo, como decía Cristina "...en las épocas buenas iba a La Salada los
lunes y los jueves para reponer la mercadería y compraba de a 200/300 pesos,
hoy para juntar 100 pesos, tenés que estar 10 días y no sé." Cristina también ha
dejado de trabajar los domingos porque no vende: "Antes los domingos, cuando
se vendía, trabajaba, ahora no. No puedo pagar cuatro pesos de remis para no
vender. Si en la semana hay días que no Antonio: Me tengo que poner al
vendo, así que imagínate los domingos que costado de la feria, pero escondido
voy a esperar." Pelusa sigue yendo todos los porque si me agarra el inspector, o
días a la feria porque aunque no venda me saca las cosas que hago o sino
tengo que pagar $50, para
nada, “la venta para ella es todo.” La quedarme, y como no lo tengo me
desocupación o falta de trabajo que tengo que poner escondido. Y más
experimentan los otros componentes del por eso es que mucho no se vende.
hogar (en el caso de Pelusa su pareja que Entrevistador: O sea que vos vas,
esta desocupada y en el caso de Cristina sus pero vas por fuera de la
organización.
hijos que también están desocupados) han Antonio: Busco un rinconcito ahí,
afectado las posibilidades de contribución al donde esconderme y vender mis
sostenimiento del hogar, y/o de la actividad cosas.
en la feria.
Lo que se observa es el esfuerzo que realiza este grupo de feriantes no ya para
expandir su puesto sino principalmente para mantenerlo, conservarlo. Tanto
Pelusa como Cristina para hacer frente a este contexto han tenido que modificar
de algún modo su actividad orientadas por una lógica de la subsistencia diaria. Es
la misma situación de Antonio, quien en condiciones más precarias, debe generar
no sólo la posibilidad de reproducir la mercadería que ofrece, sino garantizar
continuamente un espacio donde poder comercializarlos.
Se encuentran forzadas a actuar en condiciones cada vez más imprevisibles e
inestables lo que aumenta su vulnerabilidad y afecta su proyección de futuro.
Lo que se observa no es tan solo surgimiento de nuevas actividades informales a
partir de la crisis económica, sino más bien es la agudización de condiciones de
empobrecimiento (creciente inseguridad, esfuerzo creciente por lograr un
10 Entrevista realizada a Cristina, feriante.
11 Entrevista realizada a Pelusa, feriante.
17
mínimo de bienestar, de marginación creciente) de trayectorias marcadas por la
informalidad (situación que no es nueva, sino que de origen) y los mayores
esfuerzos económicos y laborales desplegados por los sujetos para garantizar la
reproducción del hogar en situación de crisis, situación que atraviesa los relatos
de este grupo de feriantes.
Viven inmersos en el presente teñido de la necesidad de sobrevivir, donde se ven
obligados a producir su acción en un contexto donde los márgenes de
imprevisibilidad e incertidumbre se han ampliado considerablemente. La mayor
incertidumbre para este grupo de feriantes se centra principalmente sobre la
fuente de generación de recursos: “el trabajo”, el mantenimiento de estas
actividades a lo largo del tiempo.
Conclusiones:
La diversas actividades que se generan en el contexto de la feria, reflejan, las
características propias de lo que podríamos denominar el sector informal, aunque
la heterogeneidad dentro del mismo espacio social, “la feria”, expresada en los
dos grupos presentados, señala las particularidades que asume en este sector las
constricciones y las posibilidades de sus “modos de sobrevivencia”.
A pesar de las restricciones estructurales, de estar situados frente a un contexto
adverso, los feriantes orquestan, organizan, producen su subsistencia; donde es
posible hacer "elecciones", dentro de un horizonte definido y limitado de
posibilidades. Utilizan estrategias de adaptación, de adecuación que implican
transformaciones obligadas para lograr un nivel mínimo de bienestar, que se
traduce en la sobrevivencia.
Sin embargo, contrariamente a lo que puede pensarse, estas actividades que
aparentan un fácil acceso, requieren de una indispensable movilización de
recursos:
1) Un conjunto de conocimientos (no formales, en el sentido de que no fueron
aprendidos en el sistema formal de educación), capacidades y experiencia
laboral (conocimiento del ramo) en este tipo de actividades que han acumulado a
través de los diversos roles laborales que han desempeñado a lo largo de su
trayectoria. Y la posesión de recursos económicos que permiten su realización,
aunque los mismos no necesitan ser demasiado elevados,
2) Existen escalafones de acceso, barreras al ingreso, redes. No es un acceso
totalmente libre, “no es un mundo del no código” en comparación con el sector
formal, sino más bien, es un sector donde también deben ponerse en juego las
relaciones que permiten la realización de esta actividad. No son tan solo las
relaciones de proximidad las que priman, sino también las institucional-
burocráticas, las regulaciones estatales, y las intervenciones no institucionales
de agentes del estado (inspectores, policías), y las propias relaciones de
mercado, las que establecen con los clientes, los proveedores y sus
competidores, que habilitan o no la continuidad de sus actividades.
18
El acceso, el mantenimiento y avance dentro de estas ocupaciones, ponen en
juego los diferentes recursos que dan como resultado posiciones diferenciadas al
interior de la feria.
Si bien podemos hablar de que los "feriantes" tienen/manejan un capital social
(relaciones, redes) y un capital económico que les permite sobrevivir, muchos de
ellos no pueden salir de la pobreza. Los lazos sociales, para los grupos peor
posicionados no brindan oportunidades que ayuden a salir de la marginalidad.
Sus hijos, parejas, amigos, familiares se encuentran en la misma situación de
vulnerabilidad. Sin embargo son esos lazos, relaciones que entablan los que les
permiten acceder e ingresar en las actividades informales.
El mundo de la informalidad, expresado en el espacio de la feria, es el lugar en
los que transcurre cada uno de los desplazamientos o recorridos cotidianos, que
este grupo de feriantes despliega, donde priman un sinnúmero de formas de
conflicto, de cooperación, de destitución y de desamparo; donde la
yuxtaposición de posiciones de desventaja en circuitos de marginación junto a la
acumulación de diversos tipos de privación localiza a estos sujetos en un lugar
particular: feriante tradicional, colero o precario.
Los procesos de pauperización, que se expresan en este espacio social reflejan
las transformaciones en el mundo del trabajo en la última década y los cambios
profundos en la reproducción de la fuerza de trabajo, que exigen el despliegue
de diversos tipos de recursos para la sobrevivencia.
Nuestro trabajo encierra dos interrogantes, o tal vez dos aspiraciones: ¿podemos
pensar en condiciones de vida no tan pauperizadas? ¿estas características pueden
ser susceptibles de modificar gracias a una intervención más comprometida del
Estado en la reproducción de la fuerza de trabajo?.
Cada grupo de feriantes según su posicionamiento en la feria enfrenta una
estructura de preferencias y oportunidades reales. A un mejor posicionamiento
en la feria nos encontramos con itinerarios laborales con capacidad de elección.
Para poder dar cuenta de los “modos de sobrevivencia” asociados a estas
prácticas productivas de este grupo de feriantes no sólo hay que tener en cuenta
su posición en la actualidad, sino también la trayectoria de esa posición a lo
largo del tiempo. Contrariamente al caso de los feriantes "tradicionales", los
itinerarios laborales del grupo de “cola de feria” son distintos, sus trayectorias
comienzan no con un período de inserción laboral plena, sino por el contrario sus
recorridos laborales podrían ser pensados como un continuun de inserciones
(laborales) precarias -que contemplan en algunos casos pasajes momentáneos al
sector formal- con ingresos bajos, fluctuantes, sin ninguna protección social y
con escasas perspectivas de progreso laboral. Con respecto al universo de las
relaciones sociales posibles, los feriantes “tradicionales” poseen una red de
relaciones que exceden los lazos de proximidad, lo que se traduce en las mejores
condiciones de vida de este grupo. Por el contrario, las redes de sociabilidad del
grupo de los feriantes cola de feria, son en cantidad, considerablemente menores
y muchas veces se restringen a los vínculos familiares, lo que se traduce en el
mayor esfuerzo que deben desplegar para mantener estas actividades a lo largo
19
del tiempo y para contrarrestar las peores condiciones de vida en las que están
inmersos.
Bibliografía:
Bourdieu, Pierre (1999) , La miseria del Mundo, Edit. Fondo de Cultura
Económica, Bs., As., Argentina.
Feldman, Silvio, y Murmis, Miguel (2002): Las ocupaciones informales y sus
formas de sociabilidad: apicultores, albañiles y feriantes en Sociedad y
Sociabilidad en la Argentina de los 90 Edit. Biblos, Bs. As, Argentina.
Mathías Gilberto y Salama Pierre(1986): El Estado sobredesarrollado, Edic. Era,
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Portes, Alejandro (2000), La economía informal y sus paradojas, en Informalidad
y exclusión social, Edit. Fondo de Cultura Económica, Bs. As., Argentina.
Salvia, Agustín (2002) Fragmentación social y heterogeneidad laboral en
Lavboratorio n°9, Edit. IIGG/FSOC/UBA, Bs. As., Argentina.
20
Precarización laboral y marginación en los talleres domésticos. Los talleres
de conducción femenina en el gran Buenos Aires1
Victoria Salvia 2
1. Introducción
En este trabajo se aborda un estudio de trayectorias de pequeños talleres
domésticos conducidos por mujeres, analizando el proceso de su conformación
y la marcada precarización que han ido sufriendo. 3
La crisis vivida por la Argentina en los últimos años y los fuertes cambios en el
mercado de trabajo enmarcan el desarrollo de emprendimientos laborales
informales, que fueron convirtiéndose en un fenómeno destacado. Han
surgido nuevas actividades precarias, al tiempo que se ha acentuado la
importancia en número y preponderancia de los tradicionales trabajos
informales: los talleristas, los feriantes, los vendedores ambulantes, los
artesanos.
En este contexto, se analiza el surgimiento y el desarrollo de talleres dirigidos
por mujeres, y las estrategias desplegadas por ellas frente a los procesos
estructurales de cambio y precarización.
Se trata de mujeres que instalaron el taller en sus propios hogares y recurren
a otros miembros de la unidad doméstica como única mano de obra.
Partiendo de una descripción de las características de los talleres, se
analizará la lógica de su funcionamiento, sus trayectorias y las condiciones
que las hicieron posibles; intentando comprender las representaciones y
percepciones que estas mujeres construyen alrededor de sus historias.
Por otra parte, este trabajo intentará analizar el rol de las redes de
sociabilidad primarias y extendidas en el desarrollo y la subsistencia de estos
emprendimientos, tanto en sus etapas más críticas como en aquellas donde se
logra cierto bienestar.
En conclusión, se procurará comprender los efectos que los procesos
estructurales de cambio y fragmentación social tuvieron en el mundo de los
talleres domésticos.
2. Caracterización de los talleres domésticos.
Es posible definir como taller a cualquier espacio físico en el que se realicen
operaciones de un proceso de fabricación; ya sea para la elaboración
terminada de un producto o para fabricar algún componente del mismo
perteneciente a una cadena de producción.
Partiendo de esta amplia definición del mundo de los talleres, se hace
evidente la complejidad y heterogeneidad de este espacio productivo, que
1 Este trabajo ha sido realizado en el marco del Proyecto UBACyT S077 y forma parte de los estudios que
se desarrollan en el Programa Cambio Estructural y Desigualdad Social con sede en el Instituto de
Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires
(desocu@mail.fsoc.uba.ar). La autora agradece de manera especial la orientación académica y el apoyo
brindado por el Dr. Agustín Salvia, director de dicho Programa.
2 Estudiante de la carrera de Antropología Social. Tesis de licenciatura en curso
3 Se trata de talleres domésticos ubicados en la zona sur de Gran Buenos Aires, en las localidades de
Quilmes y Lanús.
permite abarcar bajo un mismo rótulo a un pequeño productor artesanal, un
emprendimiento familiar, una unidad subcontratada o un
microemprendimiento empresarial.
Por lo tanto, es indispensable establecer los límites y las características del
tipo particular de taller al que se refiere esta investigación.
Los talleres domésticos son unidades productivas orientadas a la obtención de
ingresos únicos o complementarios para el presupuesto familiar de sus
integrantes. El carácter de estas unidades está dado por su particular
imbricación en la estructura doméstica y la distintiva vinculación con redes
sociales y de intercambio que esta base les otorga.
Estos talleres, no solo se distinguen de otros tipos de unidades productivas por
estar montados sobre una unidad doméstica. Se caracterizan por su escala
productiva reducida, fuertemente limitada por factores internos de la unidad
(acceso a los insumos, estado de los bienes de capital, miembros disponibles
para la producción, etc.) Del mismo modo, el volumen de capital que ponen
en juego, es bastante bajo. En muchos casos se remplazan herramientas o
insumos necesarios, por bienes de consumo durables de uso doméstico. Por
último, también los distingue la excepcionalidad en la contratación de mano
de obra y establecimiento de relaciones salariales.
Las unidades analizadas en este trabajo han surgido en la última década. No
se trata de talleres de larga trayectoria, como es el caso de aquellos
vinculados con el trabajo artesanal o con el desarrollo tradicional de ciertos
oficios.
Estos emprendimientos nacieron y se desarrollaron recientemente y han sido
afectados y perfilados por la crisis económica vivida por la Argentina en los
últimos años. Son parte de una coyuntura conflictiva de precarización laboral,
desocupación y subocupación; en este contexto, la paulatina pérdida de la
ilusión del trabajo formal y la dificultad para establecer proyectos a futuro,
fueron acrecentadas por el abandono del rol regulador por parte del Estado.
Los talleres emergen como respuestas individuales, no se trata de respuestas
articuladas en un plan de desarrollo de pequeños productores, ni tampoco de
microemprendimientos financiados y autosustentables (dos modalidades que
prosperaron con el impulso estatal en los últimos años). Surgen como
estrategias de los sujetos, que intentan adaptarse a aprovechar las pocas
oportunidades que la coyuntura les ofrece, y desplegando recursos y energías
para mantener ese espacio de precaria seguridad para la economía familiar.
Cabe, frente a estas circunstancias, preguntarse por qué estos talleres
constituyeron emprendimientos posibles de proyectar y llevar a la práctica
(con diversos niveles de dominio). ¿Cómo puede el trabajo del taller lograr
garantizar, aun en condiciones de extrema precariedad, los procesos de
producción y consumo que permiten la supervivencia de estas unidades
domésticas? Más aún: ¿Cómo consiguen responder a las necesidades de sus
miembros, y lograr mantenerse como unidad productiva, realizando o
intentando los procesos necesarios para acumular y recapitalizarse? Para
comenzar a esbozar algunas respuestas, se pueden analizar las condiciones
que posibilitaron la conformación y el desarrollo de los talleres domésticos.
3. En el taller.
- Características generales
Las entrevistas que conforman esta investigación se realizaron en el año 2002,
en las localidades de Quilmes y Lanús.
El criterio que primó en la elección de los casos fue que se trataría de
mujeres que manejaran talleres domésticos de producción.
Se trata de talleristas (entre los 45 y 62 años) dedicadas a la fabricación de
diversos tipos de bienes, aunque con características similares en cuanto al
modo en que encaran el proceso. Siempre son ellas las encargadas de sus
emprendimientos y de realizar las tareas del taller, dentro del espacio del
hogar y con la ayuda de otros miembros de la unidad doméstica.
Caracteriza a estos talleres su producción de escala muy reducida, con
grandes dificultades para recapitalizarse, e incluso para adquirir los insumos
básicos que garanticen la producción. En reglas generales no cuentan con
maquinarias y materiales óptimos, aunque si poseen un equipo básico que
posibilita realizar un trabajo que pueda ser introducido en algún circuito de
venta. (En su mayoría, se trata de maquinarias e insumos adquiridos en la
etapa constitutiva del taller o en un período de auge).
A pesar de su escasa productividad y las condiciones precarias en las que
funcionan, estos talleres no constituyen un espacio improvisado de
producción.
Es necesario distinguir estos emprendimientos de los talleres montados para
producir, incentivados por las demandas específicas de ciertos productos;
(talleres que se dedican a fabricar mercancía muy sencilla y rudimentaria,
que no requieren capitalización ni capacidades o conocimientos específicos y
en los que es muy común el cambio de productos e incluso de rubros).
Tampoco son estos talleres domésticos, nacidos en coyuntura de crisis y
desempleo donde la tarea se encara como una changa. Estos talleres
domésticos fueron pensados como un emprendimiento e inversión familiar,
donde el conocimiento de un oficio se constituyó como el principal motor para
el desarrollo del proyecto. Estas talleristas tienen un conocimiento amplio
sobre el proceso productivo que realizan e intentan adquirir un capital básico
en maquinarias y herramientas. Es muy frecuente que a estos talleres no les
sea posible acceder a los recursos productivos más básicos, por lo cual la
posibilidad de ganancia está de antemano completamente limitada.
Por lo tanto, no deben confundirse las condiciones frágiles e inestables que
fueron asumiendo los talleres, con características constitutivas de los mismos.
Esas mismas condiciones de precariedad que padecen, cobran una
significación muy distinta si se amplia la perspectiva enfocando el análisis
desde lo procesual.
Es así como se puede observar que, aun surgidos en proceso de crisis y
precarización laboral, los talleres constituyeron para estas mujeres proyectos
estratégicos para lograr el bienestar de sus hogares; independientemente de
los resultados que hayan obtenido en el proceso.
- Génesis de los talleres
En la primera mitad de la década del 90’ se dio comienzo a la mayoría de los
talleres estudiados. Las talleristas deciden conformar estos emprendimientos
luego de un paulatino proceso de desgaste y precarización laboral, que
muestra características muy distintivas en función de los diferentes mundos
de inserción de las entrevistadas.
En algunos casos provenían de una larga historia de trabajo formal vinculadas
al espacio fabril. Se trata de inserciones prolongadas durante toda la
trayectoria laboral, en trabajos de fabricación que implicaron el aprendizaje
de un oficio. Las condiciones de trabajo en estas fábricas fueron empeorando,
en un proceso de desgaste lento que se fue haciendo acuciante hacia
principios de los 90’. Los salarios disminuyeron, se perdió la regularidad en el
cumplimiento de las obligaciones tributarias, aumentó y disminuyó por etapas
la cantidad de horas trabajadas, con el consiguiente efecto de disminución del
salario relativo, etc. Finalmente la situación culmina en un despido pactado,
donde se fijan por acuerdo las indemnizaciones. De este modo, comienzan a
disponer del capital para desarrollar el emprendimiento que, como proyecto,
existía desde hacía largo tiempo atrás.
Por otra parte, en los casos que presentaban una historia laboral formal pero
ligada al sector de los servicios, el proceso que lleva a la desocupación es más
heterogéneo, aunque ligado de todos modos a un lento proceso de desgaste.
En estas mujeres, la percepción de diversas dificultades para lograr la
reinserción lleva a una pronta incursión en el mundo del cuentapropismo,
existiendo aquí también las condiciones materiales que permitían el
desarrollo del proyecto y el germen de la idea del taller.
El caso restante no posee una trayectoria laboral previa ya que se trata de
una ama de casa cuyo cónyuge ocupaba el rol de proveedor del hogar. Al
perder éste su empleo formal, y enfrentarse a un prolongado proceso de
desocupación, la mujer comienza a transformar lo que hasta entonces era
una tarea doméstica, en un oficio.
En definitiva el momento de desarrollo del taller constituye un punto crítico
en la vida de estas mujeres, una situación de quiebre. No necesariamente se
trata de un período caracterizado por las dificultades económicas, sino más
bien del fin de un trayecto laboral formal, estable y con promesas de
continuidad futura. Sin embargo, el proyecto del taller, al igual que las
condiciones para su desarrollo, existían previamente a que finalizaran los
vínculos con el trabajo formal, lo que dio lugar a su concreción.
Las representaciones del taller como una posibilidad de realización personal,
un modo de liberarse de presiones y obligaciones contractuales, y un medio
para asegurar un ingreso familiar más allá de las decisiones patronales, se
manifiestan como impulsoras del proyecto.
El conocimiento de un oficio, los saberes y las habilidades son evaluados por
estas mujeres como herramientas de gran utilidad. La percepción de la
importancia de estos capitales, les otorga seguridad y les permite sentir que
poseen un gran dominio sobre sus vidas. Esto las predispone a afrontar nuevos
desafíos con gran resolución, y las moviliza a asumir un rol estratégico y
proyectivo.
- Estrategias y cambios. Tiempos difíciles
La constitución y desarrollo de un taller productivo implica poner en juego
diversos capitales económicos que posibilitan el desarrollo de los procesos
productivos básicos. Se trata de emprendimientos autogenerados, sin ayuda
institucional y que requieren una considerable inversión para funcionar.
Por otra parte, y con igual importancia, es necesario poseer y desarrollar un
determinado capital cultural. El “know how” o “saber cómo” es la base
fundamental que posibilita la gestación del taller.
Sin embargo, los cambios implementados por los talleres a través de los años,
no se relacionaron tanto con los procesos productivos, sino con el tipo de
circuito de comercialización en el que se insertaron y al modo en que
desarrollaron ese vínculo. El momento de la comecialización es un ámbito de
disputas por espacios escasos e indispensables, ya que si no se logra vender lo
fabricado todo el proceso productivo pierde sentido.
A lo largo de sus trayectorias estos talleres establecen una lucha por los
espacios de comercialización, y esgrimen diversas estrategias para asegurarse
un lugar en este preciado campo.
El propio desarrollo del emprendimiento se hace posible porque surge un
nicho u oportunidad de venta, ya que ninguna de las talleristas comienza a
producir sin contar con un espacio de colocación previamente desarrollado.
Los primeros vínculos comerciales se establecen, en algunos de los casos,
como una continuidad con los empleos formales previos. En una primera
etapa, estas mujeres realizan trabajo a destajo para fábricas o talleres más
grandes. De este modo la estructura del taller, en principio, encubre una
forma de terciarización y contrato a domicilio para la misma fábrica que las
había despedido.
Cuando estos espacios desaparecen o se reducen comienzan a gestarse
vínculos con otro tipo de cliente: los comercios minoristas que venden lo
producido en forma directa al público. Las talleristas viven este cambio como
una oportunidad ya que los talleres de mayor envergadura y las fábricas que
solían comprarles comienzan a desaparecer (en algunos casos, físicamente, en
otros porque este tipo de vínculo deja de ser conveniente para alguna de las
partes). La venta a los comercios se realiza con alto grado de informalidad,
siendo la confianza y el compromiso mutuo los únicos garantes en la
transacción.
En un tercer momento, las caídas en las ventas a los comercios llevan a los
talleres a un período de crisis muy importante. Se hace indispensable recurrir
a nuevas estrategias que permitan la continuidad del emprendimiento. Por
ese motivo comienzan la búsqueda de nuevos espacios de venta, en el propio
hogar y en las ferias del conurbano. Fundamentalmente nuevos lugares que
les permitan prescindir de los intermediario, obteniendo una ganancia mayor
por cada venta.
De este modo, apelando a carriles de comercialización cada vez más precarios
y asumiendo la dificultad creciente para vincularse con los circuitos de venta
de la economía formal, los talleres consiguen mantenerse en funcionamiento.
- Mujeres emprendedoras.
El estudio de talleres domésticos de conducción femenina pone en juego una
serie de cuestiones vinculadas con la problemática de género. Al analizar los
roles que estas mujeres han ido asumiendo en su vinculación con el mercado
de trabajo, no se debe dejar de considerar los cambios y las negociaciones
que estos implicaron al interior de sus hogares.
Los casos considerados en esta investigación introducen la cuestión del genero
de un modo poco usual. Las trayectorias laborales de estas mujeres, desde
una perspectiva muy particular en cuanto a su inserción temprana, su
continuidad y su trascendencia en la economía doméstica, las alejan del rol
de género más tradicional.
Por lo general se trata de mujeres que desde el inicio de sus trayectorias
laborales han asumido el rol de proveedoras del hogar, compartiendo la
responsabilidad con su cónyuge u otro miembro de la unidad doméstica.
Solo en uno de los casos la trayectoria laboral previa al taller es intermitente.
Aquí, los roles de madre y esposa son dominantes, y se relegan solo en forma
temporal. Por otra parte, la esporádica trayectoria laboral de estas mujeres
es fuertemente interdependiente de la de su cónyuge.
Los otros casos corresponden a trabajadoras estables que valoran y enfatizan
su rol extradoméstico y lo vinculan con la obtención de satisfacciones
personales. La trayectoria laboral de estas mujeres es relativamente menos
dependiente de la de otros miembros del hogar. Responde también a
estrategias y necesidades personales, aunque construidas siempre en la
interacción con los otros miembros de la unidad doméstica.
Sin embargo, aun cuando se trata de hogares de doble proveedor, es posible
ver en estas trayectorias que la división del trabajo doméstico reproductivo
sigue realizándose desde los cánones más tradicionales, siendo la mujer la
principal responsable. El cónyuge suele asumir algunas tareas que son
consideradas como “ayudas”.
Por otra parte, a partir de la concreción del taller, estas mujeres asumen un
rol directivo preponderante, que hasta entonces no habían tenido. La división
entre aquellas tareas productivas y reproductivas se va desdibujando, ya que
el trabajo del taller comienza a cruzar la vida doméstica imbricándose de
modo cabal. Los horarios, los espacios, las funciones que cada miembro de la
unidad productiva asume, se montan en el pulso de vida cotidiano del hogar.
Y en este proceso de montaje, son las talleristas quienes establecen la
articulación y la dirección de las tareas, aun en aquellas unidades donde otros
miembros también se avocan a la producción.
Esta caracterización de los talleres, es fundamental para explicar el modo en
que logran subsistir en un contexto crítico y desfavorable. La posibilidad de
acceder a mano de obra interna a la unidad doméstica posibilitó una gran
flexibilidad para adaptarse a los altibajos de la demanda; y por otra parte,
esta misma mano de obra realizó aportes económicos externos a la actividad
siempre que fue necesario. Y el uso del espacio del hogar para la instalación
del taller permitió reducir a lo indispensable los gastos fijos para la
producción, y permitió maximizar el uso del tiempo para las tareas
productivas y reproductivas.
- Las redes
Intentando hacer frente a las dificultades, las talleristas apelaron a todos los
recursos disponibles. Realizaron cambios en la unidad productiva, pero,
fundamentalmente, complejizaron y ampliaron sus redes de relaciones, ya
que, a partir de los vínculos sociales e institucionales, logran la apertura y el
funcionamiento de esos nuevos circuitos de crucial relevancia para los
talleres. La creación de nuevos lazos sociales, o la revalorización de los ya
existentes es un proceso decisivo. Se apela a lazos mercantiles formalizados,
a lazos institucionales, y por sobre todo a las redes primarias de vinculación
con familiares, amigos, conocidos, vecinos. Y de este modo se intenta generar
nuevos espacios de oportunidad.
Se trata de redes, lazos sociales que se generan, cambian y consolidan
constantemente, y que posibilitan acceder a los espacios de colocación de la
producción y permiten mantener el proceso productivo en marcha.
En un proceso crítico que paraliza la producción y hace peligrar la continuidad
del emprendimiento, estas estrategias ofrecen una salida, y aseguran la
continuidad. Sin embargo, esto conlleva un importante desmejoramiento de
las condiciones laborales y de vida de estas mujeres, ya que las redes son
cada vez más precarias y acentúan el alejamiento de condiciones laborales
más estables y formalizadas. Poco a poco, los vínculos institucionales y
sociales con el mundo de la formalidad, que lograron mantenerse más allá de
la pérdida del empleo, van debilitándose y tienden a desaparecer.
- Conclusión.
Ante el panorama que se presenta aquí sobre el mundo de los talleres
domésticos de conducción femenina y las trayectorias de estas talleristas, es
posible arribar a algunas conclusiones sobre la conformación de este segmento
socio- ocupacional.
Se analiza en este trabajo el proceso por el que estas mujeres se alejan del
mundo formal de las fábricas y empresas y comienzan a conformar talleres
domésticos donde aplican sus conocimientos e invierten todo su capital
económico.
En este proceso las condiciones socioeconómicas contextuales dificultan el
desarrollo de los emprendimientos, que atraviesan momentos de crisis y
corren el riesgo de fracasar. La adopción de diversas estrategias tendientes a
encontrar nuevos mercados donde ofrecer la producción, y optimizar el nivel
de ganancias permitieron mantener el taller.
Fueron fundamentales, en este sentido, las redes de relaciones sociales e
institucionales que constituyeron la base para abrirse a nuevos espacios.
Al mismo tiempo, estos procesos pudieron desarrollarse porque la
caracterización doméstica del taller, le permitió un espacio de estabilidad
desde el cual enfrentar las dificultades económicas.
Las mujeres talleristas valoran positivamente el desarrollo de sus trayectorias
y el esfuerzo que realizaron para mantener el emprendimiento. Destacan su
capacidad de establecer estrategias para adaptarse a los desafíos de una
situación económica y laboral cada vez más hostil. Consideran que el trabajo
del taller con sus altibajos, les asegura un medio de vida y las aleja de la
inestabilidad del mercado laboral.
De todos modos, es necesario destacar que el análisis de las trayectorias de
estos talleres, evidencia un proceso, lento pero firme, de alejamiento de las
actividades económicas formales. La pérdida del empleo no constituye un
corte radical con la formalidad, sino que marca el comienzo de un proceso de
desvinculación. Los contactos que en las primeras etapas del taller resultan
cruciales, van paulatinamente desapareciendo o haciéndose ineficaces. Se
hace necesario generar nuevos vínculos con otros circuitos comerciales, que
posibiliten mantener la producción. Los comercios barriales, las ferias del
conurbano y hasta un improvisado negocio en el hogar se transforman en
espacios para la venta de mercadería. De este modo, las transacciones
laborales se van circunscribiendo cada vez más al mundo de la informalidad, y
los contactos con el sector formal se van reduciendo.
Este trabajo evidencia que más allá de los intentos de las mujeres talleristas
por resistir a los embates de la coyuntura, y mejorar la situación de sus
hogares, el proceso de precarización de los emprendimientos va
acrecentándose; vislumbrándose de este modo un incipiente proceso de
movilidad descendente.
Bibliografía.
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- Wainerman, C. (comp.) “Vivir en Familia”. UNICEF- Losada. Buenos
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1
1. Introducción
La venta ambulante se presenta como un mundo heterogéneo, no solo en
términos de edad, credenciales educativas, trayectorias laborales de los actores,
sino también en la organización interna de la actividad. Es así como encontramos
claras distinciones entre aquellos que son vendedores de productos y los músicos,
entre los vendedores de línea y los de plataforma, los vendedores antiguos
“capangas” y los nuevos, los autónomos que se proveen su propia mercadería y
los que se encuentran bajo la tutela de algún “organizador” bajo una especie de
contrato de palabra.
A medida que avanzábamos en el trabajo de campo observábamos como este
universo se diversificaba estableciéndose diferentes relaciones entre los actores.
En consecuencia, nos preguntábamos cuál de ellos: si los músicos, los vendedores
de productos, los que más antiguos o los nuevos, darían cuenta de manera más
clara de la complejidad del mundo de la venta ambulante sobre las vías del
Mitre.
Con el objetivo de aproximarnos al universo material y simbólico de la venta
ambulante en los trenes, se realizaron tres entrevistas en profundidad a
vendedores que desarrollan su actividad arriba de los trenes de las líneas Retiro-
José León Suárez y Retiro- Bartolomé Mitre, donde se indagó sobre las
trayectorias laborales y las representaciones del mundo objetivo y subjetivo de
los sujetos de la investigación.
Las entrevistas se realizaron a vendedores ambulantes de línea: Quique de 33
años, Carmona de 36 años y Alberto de 49 años. El contacto con el primer
entrevistado, Quique, se llevó a cabo a través de la Parroquia Corazón de María
del barrio de Constitución. El resto de los entrevistados fueron contactados por
medio de Quique y de Ernesto, uno de los vendedores antiguos de la línea.
Además se realizaron observaciones no participantes en diferentes días y horarios
con el fin visualizar algunas características generales como: infraestructura,
cantidad de Estaciones, tiempo de recorrido entre la cabecera y la terminal,
nivel socioeconómico de las zonas aledañas, nivel socioeconómico de los
usuarios, oferta y demanda de productos, interacción entre diferentes actores
(usuarios, vendedores, mendigos, personal de TBA), como asimismo la
segmentación o apropiación del espacio por parte de los mismos.
El trabajo de campo se realizó entre los meses de mayo y septiembre de 2003.
2
explicados y cuyo respeto implica no sólo una regla básica de convivencia sino
que posibilita el desempeño y coordinación de las diferentes actividades que se
desarrollan en la línea.
Asimismo, creemos que el tren opera como “un puente simbólico” que, a la vez
que reproduce la segregación social, produce un “goteo” de ingresos de sectores
medios y, en menor medida, altos hacia los sectores más bajos. De igual manera
consideramos que se evidencia una transferencia de ingresos entre de los
sectores más bajos de la sociedad.
3. El mundo de la venta ambulante: un complejo entramado de normas
legitimadas
- Organización interna de la venta ambulante en la linea mitre
La línea Mitre es propiedad de Trenes de Buenos Aires (TBA), cuya cabecera está
en la estación Retiro. Esta línea comprende dos ramales electrificados que
recorren 58 Km. (Retiro-Tigre y Retiro-José León Suárez/Bartolomé Mitre) y 2
ramales diesel con 127 Km. (Victoria-Capilla del Señor y Villa Ballester-Zárate).
Posee un total de 57 estaciones y su área de influencia abarca el sector Norte de
la Capital Federal y 9 municipios del Gran Buenos Aires.
A los fines de la presente investigación, las observaciones no participantes y las
entrevistas en profundidad, se realizaron a vendedores ambulantes “de línea”
de los ramales Retiro-Suárez y Retiro-Mitre.
La venta ambulante como actividad comercial dentro de la Línea Mitre se divide
en dos estratos claramente diferenciados entre sí. Por un lado, se encuentran los
vendedores ambulantes de productos, principalmente de consumo masivo. Esta
actividad comercial se divide entre los vendedores que desarrollan su labor
arriba del tren “vendedores de línea” y aquellos que lo hacen en la plataforma o
cuando el tren no ha iniciado su marcha desde la cabecera. Por otro lado, se
encuentran aquellos sujetos que cantan y tocan la guitarra o instrumentos
folclóricos, que denominamos “músicos ambulantes”. Debido a que realizan
esta actividad exclusivamente arriba del tren y dado que comparten los códigos
internos de organización del tiempo y el espacio con los vendedores de
productos, decidimos incluirlos dentro de este subsegmento. Se observa que
junto a ellos conviven otros actores sociales: usuarios, mendigos, delincuentes,
autoridades de TBA.
Con referencia a los usuarios, a lo largo de la semana se observa un cambio en la
composición de los mismos, de lunes a viernes en su mayoría se trasladan
aquellos que se dirigen al centro a trabajar o estudiantes, debido a que cerca de
una de las estaciones (Drago) se encuentra una de las sedes del Ciclo Básico
Común, de la Universidad de Buenos Aires; los fines de semana se observan
familias que van de paseo, en su mayoría pertenecientes a los niveles
socioeconómicos más bajos.
Respecto a los mendigos, por lo general son niños o mujeres con niños, se
observa una mayor cantidad los fines de semana, esto se debe, según el discurso
de uno de entrevistas que durante los días hábiles de la semana los chicos asisten
4
1 En uno de los casos fue necesario recurrir a una reentrevista a fin de lograr mayor precisión sobre la
CASO III: El trabajo sobre las vías del Mitre como estrategia de subsistencia
económica. Carmona: de repartir estampitas a la venta ambulante tras su breve
estadía en el sector formal
Carmona tiene actualmente 36 años de edad, es argentino y hace casi 30 años
que desarrolla su actividad laboral en la línea del Mitre. Comenzó, según él, a los
8 años Su madre lo acompañó durante un mes y lo esperaba mientras él repartía
las estampitas pero luego debió dejarlo sólo ya que tenía que ocuparse del resto
de sus hijos. Carmona es el mayor de 8 hermanos. Sus padres se separaron
cuando él tenía 1 año, el resto de sus hermanos son medios hermanos. Por ser el
hermano mayor sintió la presión o responsabilidad de trabajar para colaborar en
la subsistencia familiar. Es separado y tiene 4 hijos entre 4 y 12 años.
Actualmente su trabajo en la línea solo le alcanza para mantenerse, a sus hijos
no les pasa “la cuota alimenticia”. Vive en un departamento que alquila en la
zona Oeste del Conurbano Bonaerense.
Entre los años 1997 y 2001, incursionó en el trabajo formal trabajando en el área
de Mantenimiento de una clínica privada, donde ganaba aproximadamente 550
pesos por mes, sueldo que lograba duplicar porque hacía doble turno. De este
empleo fue despedido por reducción de personal.
Posteriormente, con lo ahorrado y con parte del dinero de la indemnización,
compró un auto y trabajó, aproximadamente un año, de remisero en la zona
oeste del Conurbano, específicamente en Ciudadela y Ramos Mejía. Debido a
que fue asaltado en reiteradas oportunidades decidió dejar de ejercer esta
actividad.
Esta situación de desempleo y precariedad laboral impactó fuertemente en el
económico y familiar. Como consecuencia comenzó a tener problemas con su
esposa debido al descenso de su nivel de vida. Con su sueldo en la clínica había
adquirido ciertos hábitos de consumo que ya no podía mantener, además como
era un trabajo formal se vio inhabilitado de beneficios sociales como obra social
y vacaciones que hicieron que la caída impactara no solo en él sino en sus hijos y
esposa. “... no sólo implica perder un ingreso, acceso a la salud, derecho a
jubilación, asignaciones familiares, indemnizaciones por despido, seguro de
trabajo, [...] sino también determinados amarres institucionales que crean lazos
intergeneracionales de confianza, solidaridad y responsabilidad colectiva que
ordenan y dan sentido a la vida familiar, social y comunitaria...” (Salvia, 2002:
6). Finalmente los roces que existían anteriormente se plasmaron en la
separación tomada por iniciativa de su esposa.
La única alternativa para la subsistencia económica de él y de su familia era
retomar su actividad en la línea, ámbito conocido y en el cual ya había adquirido
cierto prestigio, señala que “todos me querían porque yo no había tenido
problemas con nadie...”. A comienzos del 2003, previa reunión de vendedores,
retoma su actividad como vendedor ambulante. Si bien, el trabajo al que le
destina mayor cantidad de tiempo es la venta de productos en la línea, alterna
esta actividad con alguna changa (pintura, albañilería, plomería, etc.).
10
2 Al respecto Alberto señala: "Después que cerré la verdulería porque me agarro el mercado central, en el
año 1985. Por eso te digo que realmente empecé [como vendedor ambulante] en el '86. En el '85 abrió el
mercado central y tenes que tener plata y no tenía plata, tenia la verdulería en Quilmes, mucho quilombo.
(...) Después vine para Capital y bueno, después a trabajar en los lugares, o sea agarré la venta ambulante.
Trabaje en miles de lugares".
12
este sector puedan ser absorbidos por la economía capitalista formal, es por ello
que sus esfuerzos y estrategias parecerían apuntar a mantenerse y desarrollarse
en esta actividad. En síntesis, como señalan Murmis y Feldman, "las actividades
informales no serian simplemente ocupaciones -refugio en contextos en los que
no existen oportunidades laborales ni tampoco se trataría solo de actividades
destinadas a aprovechar o aun generar buenas oportunidades ocupacionales para
satisfacer necesidades o al menos responder demandas con cierto grado de
jerarquización" (2002: 172-173).
5. Sobre la marginalidad de la venta ambulante dentro de los circuitos de
intermediación comercial
Como señalamos anteriormente resulta claro identificar a la venta ambulante
como una actividad extralegal, es decir son actividades no reguladas por el
Estado, inclusive bajo persecución (Quijano, 1998). Dentro de la venta
ambulante en la Línea Mitre, la relación de los vendedores con las autoridades de
la línea, TBA, no es conflictiva mientras los vendedores respeten las normas
impuestas. Uno de nuestros entrevistados nos cuenta que no hay problema
mientras ellos tengan su boleto ida y vuelta. Esta situación da cuenta de un no-
compromiso formal de TBA hacia los vendedores en tanto trabajadores. Desde el
momento que ellos tienen su boleto son unos usuarios más y no entablan ningún
otro tipo de relación con la empresa que usuario-prestadora de un servicio. La
relación de los vendedores con los guardas es netamente personal y no
institucional, aun en las situaciones en que un organizador y/o proveedor de
mercaderías “arregla” con los guardas de los trenes para obtener un permiso
informal pero facilitador a la hora de desarrollar la actividad comercial sin
interferencias.
Siguiendo a Nun (2001) no preguntamos si es posible caracterizar a la venta
ambulante como una actividad económica marginal ya que emplea a una
población excedente relativa o ejercito industrial de reserva. Esto se evidencia
en la venta ambulante ya que la mayoría de nuestros entrevistados tienen una
historia laboral que los fue expulsando de los empleos formales. Nun utiliza el
concepto masa marginal para mostrar el carácter disfuncional y relativo que
puede tener esta población para el sector monopólico del capital (Nun, 2001).
Este autor señala tres modalidades muy diversas de la superpoblación relativa: la
latente, la estancada y la flotante, esta tercera corresponde a aquella que la
producción tan pronto repele como que la vuele a atraer (Nun, 2001: 257).
Nun llama masa marginal a "esa parte afuncional o disfuncional de la población
relativa. Por lo tanto, este concepto -lo mismo que el de ejercito industrial de
reserva- se sitúa a nivel de las relaciones que se establecen entre la población
sobrante y el sector productivo hegemónico. La categoría implica así una doble
referencia al sistema que, por un lado, genera este excedente y, por el otro, no
precisa de él para seguir funcionando (Nun, 2001: 87). La venta ambulante no se
comportaría según esta idea de Nun, ya que una porción marginal, expulsada del
mercado formal, encuentra en esta actividad una forma de sobrevivencia sin
poner en peligro la persistencia del sector hegemónico de la economía, por el
contrario se la puede definir como el “puente” que permite que ciertos
13
3En una de las observaciones que realizamos para esta investigación logramos hablar con un usuario de clase
media-alta quien nos explicaba que tanto él como sus conocidos que viajan en esta línea solo compran
“pastillas o pañuelitos de marcas reconocidas pero no alfajores o chocolates, aunque sean de buenas
marcas, porque pudieron haber estado mucho tiempo fuera de la heladera”.
14
4 Uno de los entrevistados nos cuenta que "nosotros salíamos a ver ofertas o la novedad. En esos bolichitos
chiquitos de las galerías de Once; había una partida de encendedores, eso me gustó, tiene buen precio, y lo
salís a vender". En cuanto a la inversión que requiere la venta y la ganancia que esperan Alberto nos cuenta
"Te deja el 100% de lo que vos invertís, a veces más (...) vos compras a 50 centavos y vendes a un peso.
Cuando vos te encontras que te venden estas cuatro lapiceras por un peso, compraran las cuatro por 50
centavos".
5 “la reunión se realiza de parado” nos manifiesta Carmona.
15
veces, ¿viste?, como soy el más grande me respetan y el que no me respeta, bueno..."
16
manos privadas. Sin embargo, los vendedores pudieron negociar con las nuevas
autoridades que tienen la concesión del servicio, de igual manera pueden
mantenerse en la actividad y en el caso de la venta en plataforma expandirse o
alcanzar cierto grado de formalización.
Si bien la entrada en la actividad se produce a través de relaciones personales
como amigos, conocidos, familiares cabe mencionar que para desarrollar la
actividad deben relacionarse y negociar con los actores involucrados, guardas,
otros vendedores, tanto de la misma línea como de otras, por ejemplo la línea
Roca, usuarios, proveedores, etc. La combinación de rasgos de cooperación y de
conflicto caracterizan estas relaciones, por un lado los vendedores marcan
constantemente un rasgo de distinción con respecto a vendedores de otras líneas
como la línea Roca y Sarmiento, no solo por el nivel de organización interna sino
por la infraestructura y el tipo de usuario que transita por este medio de
transporte urbano. En el mundo interno del Mitre, se observa una clara
distinción entre jóvenes y viejos, plataforma y de línea, músicos y vendedores de
productos. Se observa que cada subsegmento mantienen características de
solidaridad en lo interno y de conflictividad y distinción con los otros
subsegmentos.
17
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presentada en Congreso PRE-ALAS XXIV, Buenos Aires, 1-2 de noviembre.
Relaciones sociales y atributos personales.
Apuntes conceptuales para el estudio trabajadoras del sexo y recuperadores
de basura en la región metropolitana de Buenos Aires
Ernesto Meccia.
1. Introducción.
Desde hace aproximadamente dos años sus cuerpos y sus rostros son, sin
cesar, el blanco predilecto de las cámaras de noticieros y emisiones
especiales de la televisión. Por cierto, ya en sí mismo es un buen objeto de
investigación el hecho de que las tragedias de la pobreza extrema y la
marginalidad se hayan convertido en un género televisivo más. El nuevo
género tiene códigos estéticos que no escaparán a una persona interrogada
sobre el mismo: se trataría de una estética sin estética o de una estética en
extremo naturalista, ya que se recrean en la pantalla los hechos desde los
mismos lugares en que ocurren y se priorizan los relatos biográficos en
primera persona mostrando en primer plano los nuevos rostros de la
marginalidad, apenas interrumpidos por la voz en off de un periodista cuyo
rostro a menudo se oculta.
Las historias personales de los recuperadores de basura (mediáticamente
conocidos como los “cartoneros”) y de las trabajadoras sexuales (mujeres y
travestis en situación de prostitución) acaso sean, de todas las categorías de
marginales contemporáneos en Argentina, las que más han obsesionado a los
medios y, a través suyo, a gran parte de la sociedad.
No es difícil otorgar valoración positiva a la actitud democrática de la cámara
televisiva que da visibilidad y voz a los integrantes de categorías sociales
subordinadas; en un sentido, el recurso estético del primer plano pareciera
obedecer a la ética de un imaginario código democrático. Por el contrario, es
difícil hacer lo mismo con la estética obsesiva de la cámara que busca con
desesparación el nuevo rostro de la marginalidad porque a medida que hace
zoom y visibiliza solo el rostro, invisibiliza todo aquello que lo hizo posible, es
decir, esconde las condiciones sociales a las que se debe; y al hacerlo sólo
quedan para la contemplación los deteriorados atributos particulares de esas
personas.
Es claro que a la televisión (por más que esté poblada de “investigadores”
periodistas) no se le puede solicitar lo que debe ser objetivo de una empresa
científica. En compensación, las Ciencias Sociales han venido tomando
recaudos sobre el particular.
El inicio de cualquier investigación sobre marginalidad urbana hace necesaria
la adopción de una serie de presuposiciones acerca de “lo social”. Así, entre
un número significativo de sub-variantes teóricas, los fenómenos que
componen el orden social pueden ser entendidos en clave individual o
colectiva-relacional.
Para Charles Tilly 1, por ejemplo, el análisis del fenómeno de la desigualdad
social refleja este dilema teórico: para explicar el acceso diferencial a
1
oportunidades y beneficios, los investigadores podrán insistir en resaltar
diferencias individuales en las habilidades, los conocimientos y las
competencias de los actores o, por el contrario, podrán reubicarlos dentro de
un conjunto de relaciones sociales que los condicionan duraderamente. El
análisis de la desigualdad social no debe conducir al descubrimiento
estadístico de atributos personales repetidos, sino a reconstruir un tejido de
relaciones sociales asimétricas que se eufemizan como atributos de ese tipo.
Los actores (en este capítulo, los cartoneros y las trabajadoras sexuales)
pertenecen a categorías (u organizaciones) sociales. Una categoría logra
reproducirse si cumple simultáneamente tres funciones: a) aglutinar un
conjunto actores considerados semejantes, b) distinguiéndolos de otro/s
grupos/s de actores y, c) definiendo entre ellos una variedad finita de
relaciones. De esta manera, el funcionamiento categorial no da cabida a una
lógica de atributos personales para pensar la desigualdad, puesto que la
existencia de una categoría (trabajo sexual / recuperación de basura) lleva
implícita la existencia de otras categorías laborales asociadas (el trabajo
predatorio de policías, ladrones y proxenetas / el trabajo de los acopiadores
de papel). Una categoría se explica por otras, y viceversa, tal la hipótesis de
la desigualdad relacional.
La fuerza distintiva y enclasante de las categorías sociales es variable y habrá
de entendérsela en relación a la raigambre cultural que posean en las
sociedades analizadas. Ejemplos conocidos de pares categoriales son los que
funcionan en términos sexuales (varón-mujer), étnicos (blanco-negro),
religiosos (cristiano-musulmán), de condición sexual (heterosexual-
homosexual), de nacionalidad (boliviano-argentino). A más raigambre
cultural, las categorías tendrán más chances de crear desigualdades
persistentes, es decir, desigualdades que perduran de una interacción social a
otra, con amplia independencia de los contextos. En los artículos del presente
capítulo podrá apreciarse que la fuerza distintiva de las categorías originadas
en trabajos socialmente tan descalificados como la recuperación de basura y
el sexo (aún más en el caso de las travestis) es de las más grandes, delineando
una red más que finita de relaciones, aspiraciones, oportunidades y beneficios
sociales.
Las distinciones que logran instalar las categorías sociales se convierten en
instrumentos implacables de jeraquización social. Para los casos estudiados,
el concepto de “jerarquización” es preferible a la tradicional noción de
“estratificación”. Vista en perspectiva, la última termina caricaturizando o
congelando la desigualdad organizada en base a categorías que, por
definición, es dinámica. En el artículo de Pablo Gutiérrez, por ejemplo, se
trabajan las categorías recuperadores “nuevos” y recuperadores “viejos”. El
autor señala que si bien es dable esperar para los dos una posición
subordinada general en el mercado laboral, debe reconocerse que el quantum
de subordinación puede verse atemperado (mas no anulado) en ciertos nichos
del mercado para los recuperadores “viejos”. Por su parte, Ernesto Meccia,
Ursula Metlika y María Laura Raffo llegan a una conclusión similar al
presentarnos la competencia y los enclasamientos mutuos entre las travestis
del Gran Buenos Aires con las travestis del barrio de Palermo de la Ciudad de
Buenos Aires. La jerarquización, a diferencia de la estratificación social,
2
contiene algún grado de incertidumbre referido a la resolución de las
relaciones entre categorías, aún entre las categorías más desvaloradas
socialmente.
Existen dos clases de desigualdades categoriales. Las categorías internas son
las pertenecientes a la estructura interiormente visible de una organización
en particular. En el caso de la organización en torno al trabajo sexual, es
distinta la “prostituta mujer” a la “prostituta travesti”, a su vez, la
organización categoriza la participación de otros actores: policías, ladrones,
proxenetas, vendedores de drogas, etc. Para el caso de la organización en
torno a la recuperación de basura se destacan la participación jerarquizada de
los que recuperan por cuenta propia o en cooperativa, de quienes lo hacen
bajo las órdenes de otros, o de quienes lo hacen solitariamente o en familia.
En todos los casos, los actores de la organización refuerzan los límites y las
relaciones pertinentes con los otros actores mediante el uso de libretos
estandarizados y de una simbología que dejan claro el estatus brindado a cada
uno de sus integrantes.
En contraposición, las categorías externas no se originan en el interior de una
organización dada; por el contrario, las diferencias sistemáticas en las
actividades, las retribuciones, el poder y las perspectivas dentro de ella se
relacionan con factores que provienen del exterior entendido,
predominantemente, en términos culturales. Las distinciones entre categorías
establecidas por razones de género representan un ejemplo paradigmático:
las diferencias ritualizadas entre los lugares masculinos y femeninos en las
organizaciones industriales y empresariales, o en los ámbitos gubernamentales
o de decisión tienen chances de persistir al tratarse de tópicos muy presentes
en la cultura circundante. La cultura en general entendida como el contexto
más amplio en el que desarrollan sus actividades las trabajadoras del sexo y
los recuperadores de basura trae consigo consecuencias del todo adversas. En
algunos fragmentos de las entrevistas hechas por Meccia, Metlika y Raffo,
queda claro que el hecho de que el oficio de la prostitución callejera esté mal
pago y deje a sus protagonistas libradas a los peores arbitrios de los
personajes “externos” que lo circundan, se debe en gran parte, al hecho
previo de que se transporten a su interior las valoraciones negativas que le
otorga la cultura en general que, en definitiva, funciona como un factor
legitimante de la violencia física y simbólica descargada sobre ellas; situación
que recrudece en el caso de las travestis. Para el caso de los recuperadores
de basura, la importación de tópicos culturales externos, lleva a que parte
importante de la sociedad considere que estos trabajadores representan un
problema de tipo sanitario. Como señala Gutiérrez (citando con criterio a
Norbert Elías), el trabajo con la basura en el marco de una sociedad civilizada
que ha hecho de la asepsia uno de sus vectores fundamentales, es
prácticamente, un trabajo impropio para quienes se consideren o pretendan
considerarse “personas”. Nótese la capacidad enclasadora y estigmatizadora
de estos razonamientos del sentido común que, en principio, no corresponden
a las categorías analizadas pero le dan más potencia.
Por ello, es interesante notar que no existe “afuera” y “adentro” (de estos
oficios marginales) como realidades estancas: muy a menudo para justificar el
lugar asignado a los distintos actores dentro de ellos se recurre a nociones
3
culturales del entorno para legitimar las desigualdades y sus consecuencias;
eso que Tilly llamó la estrategia de la “armonización”. La armonización de las
categorías internas y externas fortalece la desigualdad dentro de la
organización que la efectúa. La creación de un límite interior bien marcado
facilita en sí misma la explotación y el acaparamiento de oportunidades al
proporcionar explicaciones, justificaciones y rutinas prácticas para la
distribución desigual de retribuciones. La ventaja de armonizar un límite
interior de esas características con un par categorial exterior (vendedor
callejero/recuperador de basura; trabajadora honesta/trabajadora sexual;
trabajadora sexual mujer/trabajadora sexual travesti) radica en que la
importación de nociones, prácticas y relaciones ya establecidas afuera
reducen los costos cotidianos de mantener los límites adentro.
En un momento en que mucho se escribe sobre los cambios estructurales en la
economía y de la metamorfosis de la sociedad salarial, pareciera que el
análisis relacional de las desigualdades sociales y la marginalidad conduce a
una clave de explicación que es, sin embargo, en gran medida “cultural”. El
análisis relacional trata típicamente las categorías como invenciones sociales
que solucionan problemas de interacción actuales y anticipan
comportamientos previsibles. Los analistas relacionales conciben la cultura
como un conjunto de nociones compartidas que se entrelazan apretadamente
con las relaciones sociales y les sirven de herramientas y coacciones, en vez
de constituir una esfera autónoma. Entre una organización que quiere
reproducir la desigualdad categorial y la cultura externa existe una relación
especular: las organizaciones se apresuran a incorporar la estructura social
existente –incluyendo enfáticamente las categorías culturales externas-. En
consecuencia, la mayoría de las organizaciones se configuran, se reproducen y
cambian, no como diseños movidos por algún motor interno, sino como
mosaicos de modelos ya establecidos en la estructura social exterior. La
importación de cultura categorial al interior de una organización termina
naturalizando las desigualdades y sus consecuencias, tanto para explotados
como para explotadores, dejando abierto el camino a la reproducción de la
explotación y del acaparamiento de oportunidades. Algo que no va en
desmedro de la reproducción física de los trabajadores de la basura y del
sexo: patética paradoja que tantas veces ha dejado conformes a los
periodistas de la televisión. Si algo enfatizan los artículos de este capítulo es
que se trata de oficios que no logran cumplir con la función latente de
generar categorías de experiencia que habiliten a estas personas a sentirse
parte del tejido social, más allá de que a la noche vuelvan a sus casas con
algunas monedas para dar de comer a su familia (grosera función manifiesta
del trabajo remunerado torpemente resaltada por los medios de
comunicación).
Como corolario, una pregunta. Si como se señaló más arriba, el modus
operandi de las organizaciones que delinean el trabajo sexual y el de
recuperación de basura es el de convertirse en espejo de la cultura
circundante, sería pertinente preguntarse en cuáles lugares sociales serían
probables experiencias ajenas al sexo callejero y la basura. Charles Tilly (y los
autores de los próximos artículos) pensarían que esos lugares son bien
escasos, y que por eso la desigualdad es persistente.
4
Trabajo sexual: estigma e implicancias relacionales.
Trayectorias de vulnerabilidad de mujeres y travestis en situación de prostitución
en el Sur del Gran Buenos Aires.
Ernesto Meccia 1 Ursula Metlika 2 Maria Laura Raffo 3
“Existen muchas precauciones para
aprisionar a una persona dentro de lo que
es,como si viviéramos en un perpetuo temor
de que pudiera escaparse de ello,que
pudiera desaparecer y eludir súbitamente su
condición.”
Erving Goffman
Salvia.
5 “Nueva pobreza”: consiste en una situación social caracterizada por el aumento de los pobres urbanos y el
1
sociales presentes, pasadas y sospechadas como futuras; por último, a modo de
“final abierto”, ensaya algunas hipótesis comparativas referidas a las
consecuencias relacionales que el trabajo de tipo “sexual” depara a las integrantes
de cada una de las categorías.
2. Coordenadas teórico-conceptuales de análisis.
Las identidades personales y colectivas que se forman en torno a las características
“sexuales” del trabajo contrastan con las de otros trabajadores. En tanto tipos
ideales, se trata de identidades negativas condensadoras de las diferentes formas
de desprecio social que despierta el sexo convertido en un medio de subsistencia.
Las entrevistadas ofrecieron relatos sobre sus itinerarios laborales que sitúan a la
prostitución como un dato del pasado; una situación indeseada a la que se habría
llegado, a veces inconscientemente, otras veces en contra de las propias
aspiraciones, casi siempre coercionadas por acuciantes necesidades económicas:
con la excepción de algún caso (“a mí me gusta pintarme y salir a callejear”) 6 las
entrevistadas no han convertido a la necesidad en virtud. Por el contrario, la
prostitución es vivida como un trabajo costoso ya que por lo general es objeto de
ocultamiento ante redes de relaciones interpersonales muy significativas para ellas.
Los padres, los hijos (y sus compañeros de colegio), la pareja (y sus amigos), y los
integrantes del vecindario aparecen como un conjunto de vínculos imprescindibles
para el desarrollo emotivo de la vida cotidiana y, al mismo tiempo, como un severo
auditorio moral dispuesto a sancionar el carácter sexual del trabajo por las
supuestas consecuencias referidas al honor que de él se derivarían. El temor ante
esa probable reprobación (cuyo campo de aplicación excede a sus personas
particulares y son extensibles a sus seres más queridos) las conmina a desplegar
una serie de estrategias de ocultamiento.
En una obra clásica 7, Erving Goffman utilizó el término “estigma” para hacer
“referencia a un atributo profundamente desacreditador”, aclarando de inmediato
que “lo que en realidad se necesita es un lenguaje de relaciones, no de atributos.
Un atributo que estigmatiza a un tipo de poseedor puede confirmar la normalidad
de otro y, por consiguiente, no es ni honroso ni ignominioso en sí mismo” 8. Sin
embargo, desde la perspectiva nativa de las prostitutas y las travestis, “su”
estigma más que el resultado de una relación arbitraria, representa una etiqueta
que termina siendo verdad, un puro atributo personal que arroja sombras sobre sí
mismas.
La estigmatización de los grupos sociales es un fenómeno complejo habida cuenta
de que los estigmas tienen distinto origen y calidad. Pueden originarse en factores
físicos, étnicos, religiosos, o de conductas sexuales; aunque debe notarse que, en
2
paralelo a la adversa valoración social de las personas o los grupos que tienen
características distintivas, algunos de ellos se han organizado y reclamado
integración, manifestando que, justamente aquello que la sociedad rechaza es para
ellos fuente de derechos y reconocimiento.
La organización social de los grupos estigmatizados parece depender de la
visibilidad del estigma: cuando la visibilidad no puede evitarse porque es
directamente perceptible, lo que ocurre en los casos de los estigmas “étnicos”
(vg.: el color de piel) se volvería más probable la organización; por el contrario,
cuando existe la posibilidad de que un estigma pueda no ser directamente
percibido (vg.: la homosexualidad, las mujeres golpeadas o violadas), esa
probabilidad descendería alimentada por la presencia de un sentimiento parecido a
la vergüenza: es dificultoso organizar aquello que no se deja ver. 9
Aquellos actores sociales desacreditados por la sociedad y que no pueden ocultar el
estigma fueron denominados por Goffman “actores estigmatizados” mientras que
son “actores estigmatizables” 10 aquellos que aún no han sido estigmatizados en
razón del ocultamiento del estigma pero que pueden llegar a serlo en algún
momento porque algún accidente puede revelar el maldito atributo desacreditador.
Del conjunto de los actores estigmatizados, éstos últimos son los que –temerosos
ante una sanción que creen poder evitar- despliegan constantes estrategias de
ocultamiento más o menos exitosas.
La posesión de un atributo estigmatizador tiene consecuencias relacionales
importantes: si se reconstruyen las trayectorias de sus poseedores, con frecuencia
podrá notarse que transitan por nodos de relaciones sociales dispares; es decir, que
parte de su sociabilidad la despliegan en presencia de sus pares (de las personas
que tienen y padecen el mismo estigma), y la otra parte con personas que no son
como ellos (la “impar” sociedad en general). Ambos nodos de relaciones, desde un
punto de vista emotivo, pueden aparecer igualmente importantes para el
desarrollo cotidiano de la vida. En el caso de actores estigmatizables como las
prostitutas –más aún cuando son madres- esta circunstancia es más notable y
origina una especie de disociación social de la personalidad con fases que corren
parejas al ritmo de su trabajo: “noche” y “día” son tramos cronológicos que ellas
intentan no poner en relación estimuladas por la idea de que durante el día es
posible ocultar lo actuado durante la noche. 11 De resultar exitoso el ocultamiento
de esa parte del día, la calidad y la cantidad de sus relaciones interpersonales y
sociales en general no diferirán de las de un miembro común de la sociedad. El
caso de las travestis difiere en varios aspectos, siendo el primero a destacar el
hecho de que su estigma es incontestable al ser directamente perceptible y muy
sancionado socialmente: en otras palabras, las travestis son “desde ya” actores
estigmatizados. Por lo tanto, “desde ya” el estigma de las travestis inunda de
inmediato los círculos de relaciones interpersonales más cercanos (en particular su
familia) que resultan tan ensombrecidos como ellas, de ahí que muy a menudo ellas
decidan vivir solas o en compañía de otras travestis. El estigma de las travestis es
sumamente particular y, por cierto, trae consigo consecuencias inexorables. A
pesar de tratarse de un estigma perceptible a partir de lo físico, es en lo
fundamental un estigma moral: para la sociedad, pocas marcas corporales dicen
3
tanto del interior de las personas como las de las travestis, quienes son percibidas
como algo parecido a las artífices de unos “engaños” permanentes, el mayor de
ellos: “hacerse pasar” por mujeres cuando biológicamente son hombres. Este
engaño originario (traidor de una “buena fe” de segundos de duración que
cualquier persona tuvo al depositar su mirada sobre ellas) es el sostén de toda una
serie de engaños o ajustes que realizan a diario para mantener su performance, es
decir, para que nada se note a pesar de que se nota. Se trata de una disposición
infrecuente del cuerpo propio, de la invención de unos atributos personales que,
sin embargo, generan pánico en el cuerpo social y hacen que, desde un punto de
vista relacional, las cartas estén echadas: en relación con un miembro común de la
sociedad, las redes de sociabilidad de las travestis son en calidad y cantidad,
considerablemente menores, y muchas veces las relaciones se restringen a las
mismas compañeras de infortunio. Expulsadas de los ámbitos educativos (formal e
informalmente), prácticamente imposibilitadas para conseguir empleo (salvo
oficios subalternos del tipo limpieza doméstica o cuidado de ancianos) las
relaciones sociales de las travestis van coincidiendo excluyentemente con los
vínculos que establecen en su trabajo, es decir, el único lugar donde tanto sus
compañeras como los desconocidos clientes valoran el engaño. A diferencia del
caso de las mujeres en situación de prostitución que, al ocultar con relativo éxito
su estigma pueden establecer vínculos sociales heterogéneos, el caso del estigma
de las travestis parece conducirlas hacia un despiadado enclaustramiento
relacional. La cultura de una sociedad secularizada aunque heterosexista, está aún
lejos de metabolizar la presencia de sus figuras y de lo que representan; algo que sí
ha hecho con las mujeres. Alejandro Modarelli señala con agudeza que, en el
drama de la baja prostitución urbana y suburbana (últimamente secuestrado por los
medios de comunicación masiva), en comparación con las travestis, las mujeres
juegan un rol menor, ya que “representan para el argentino medio el tradicional
papel bíblico de magdalenas, sujetos más de compasión que de castigo. Se las
supone probables esposas abandonadas, madres arrojadas a ese mundo por la
necesidad, reverso de vírgenes, privadas del goce verdadero.”12
De todas maneras, la posibilidad de ampliar o reducir el universo de las relaciones
sociales posibles, no depende de la posesión de un atributo estigmatizador a secas.
A lo largo de este escrito, habrá de tenerse cuidado en imputar la sanción social a
la sola posesión de un estigma, es decir, en hacerla independiente de la condición
económico-social de su portador, algo sobre lo que Goffman y los teóricos del
etiquetamiento no han rendido cuenta suficiente 13. Efectivamente, es dable
esperar que el grado de reprobación ante las marcas distintivas de los grupos
sociales estigmatizados varíe según la pertenencia social de cada actor-miembro en
particular. Las consecuencias de un estigma (vg. “prostitución”, “travestismo”) no
son homogéneas: la sanción ante la “alta prostitución” es considerablemente
menor que la que despierta la “baja” prostitución, de la misma manera que la
clase de sanción que despiertan las travestis que han podido hacerse un lugar en el
12MODARELLI, 2003: 2.
13Las críticas a la obra de Goffman acaso sean más abundantes que los elogios. El marcado clima de reacción al
parsonianismo y a la microsociología tiñó gran parte de los acercamientos a su genial obra en los años 70. No
obstante, cabe destacar aquel señalamiento que veía en Goffman a un autor que no se animó a hacerse cargo
de todas las potencialidades que se desprendían de sus escritos (WOLF, 1994: 104). Se trata de una crítica
aguda: los goffmanianos con seguridad hubieran agradecido que el sociólogo hubiese intentado integrar en sus
análisis sobre el funcionamiento de las categorías sociales estigmatizadas variables referidas a la posición
económico-social de cada actor estigmatizado en particular para poner de relieve, sobre todo, que la
reprobación social ante un mismo estigma no es homogénea.
4
mundo nocturno del espectáculo urbano no es simétrica a la reprobación que
despiertan las travestis pobres que, por esta última condición, no han podido
acondicionar su cuerpo 14 para competir en el mercado de los espectáculos
nocturnos y no tienen otra salida laboral que la “baja prostitución” en las áreas
marginales cercanas a su lugar de residencia. Es interesante de observar la relación
inversamente proporcional que existe entre la posición económico-social de los
integrantes de los grupos estigmatizados y el grado de reprobación social; o dicho
de otra manera: cómo la intolerancia social es mayor cuando los estigmatizados,
además de realizar un trabajo de características “sexuales”, son pobres. La
posesión de un atributo-símbolo de lo indeseable abre algunas puertas y cierra
muchas otras; pero cuando a él se le asocia la pobreza, muchas de ellas se cierran
con candados; reafirmándose las desigualdades materiales por las fronteras
simbólicas que se construyen a partir del estigma.
En los dos próximos bloques del presente escrito se intentará poner de relieve,
utilizando la información obtenida a través de entrevistas en profundidad y
observaciones sistemáticas 15, la pertinencia y los alcances de las proposiciones que
acaban de esbozarse. El propósito vertebrador para la confección de las entrevistas
fue el de identificar qué consecuencias pueden derivarse de la posesión del estigma
“trabajadora sexual”: qué tienen de similar y diverso en los casos de las mujeres
en tanto actores estigmatizables y las travestis en tanto actores estigmatizados.
Del conjunto de las consecuencias posibles, el análisis hará hincapié en presentar la
forma en que el carácter “sexual” del trabajo potenciado por la pertenencia de
clase 16 puede, para cada grupo, explicar diferencialmente el carácter de sus
itinerarios laborales, y la calidad y la cantidad de sus relaciones sociales.
3. Más allá del trabajo informal. Historias de travestis en el sur del gran buenos
aires
Dana busca trabajo
- El trabajo.
D ana va a una casa a entrevistarse con una persona para cuidar
Obedecer al impulso de asumir una a un pariente anciano de ésta, cuando la dueña de casa abre la
identidad femenina aun cuando se puerta:
posea el cuerpo de un hombre, es “En ese momento veo en el iris de sus ojos que se dio cuenta con
quien estaba hablando, entonces, tal vez era de complicidad, no
decir, “hacerse” travesti equivale,
de compasión, pero yo digo compasión... porque yo observo el
aproximadamente, al segundo iris de la pupila que se agranda y se achica: si vos apagas la luz,
nacimiento de las entrevistadas. Vista la pupila se agranda, si la prendes la pupila se achica. Cuando yo
en perspectiva, la asunción no las noto eso me doy cuenta que la persona se da cuenta que vio mal
tomó por sorpresa: se sentían, desde o que está hablando con la persona que no es la que vio,
entonces...”
un largo tiempo atrás, internamente
14 Carencia de piezas dentales, imposibilidad de acceder a cirugías para implantarse siliconas en los senos y los
glúteos, para comprar pelucas y demás accesorios, o para acceder a buenas sesiones de depilación (todo ello
debido a carencias materiales extremas), dejan “fuera de juego” a estos travestis del Sur del Gran Buenos
Aires en los ámbitos del mundo del espectáculo nocturno y de la “alta prostitución” de la Ciudad de Buenos
Aires.
15 Al momento de redactar este informe, los autores del artículo (ocho) entrevistas en profundidad (de un total
planificado de 15 (quince), y observaciones sistemáticas en los Partidos de Quilmes y Florencio Varela del Sur
del Gran Buenos Aires.
16 “Clase social”: en principio, el concepto aludirá a la posición ocupada por los individuos en la estructura
productiva de la sociedad que se traduce en ingresos de tipo monetario. No obstante, la cuestión del status
(entendido como el reconocimiento social adverso o favorable) es indisociable del análisis. Así, pueden existen
los casos de individuos positivamente posicionados en la estructura productiva pero con escaso reconocimiento
social y viceversa. Por otra parte, en este artículo, el uso del concepto nada implica en relación a los “papeles
históricos” que las clases estarían destinadas a desarrollar en el curso de la historia.
5
“destinadas” a decidirse. Pero sorpresas apenas pensadas, y de las más crueles,
hubieron de encontrar cuando llegó el momento no sólo de conseguir trabajo, sino
también (y tan solo) a la hora de buscarlo.
Una entrevistada, narrando su penoso y fracasado derrotero para conseguir
empleo, enfatizó que “ellos siempre se dan cuenta”17 de su condición de travesti
una vez que depositan por segunda vez su mirada sobre ella: la primera vez
(segundos antes de la segunda) los potenciales empleadores “vieron” que tenían
delante suyo a una mujer. Piensa que los hombres que primero vieron a una mujer
y luego a un hombre en el mismo cuerpo sintieron: o bien que se equivocaron, o
bien que fueron engañados y que reconocer el hecho de que “fueron pasados por
arriba” los mueve alternativamente a la compasión o al desprecio, pero sin
alternación a la negación del empleo. La entrevistada habla de sí misma pero
entiende que es la situación de la mayoría de las travestis.
Formaría parte de otro artículo una consideración sociológica profunda sobre la
problemática del “engaño” o de lo que las personas creen que es tal. Para los fines
de éste, alcanzará con destacar que, para una sociedad machista -en el más
ontológico sentido que pueda reconstruir el lector- el hecho de que un hombre
biológico haga desaparecer su masculinidad invistiéndola con signos femeninos y así
se presente en público, representa para amplias zonas de su imaginario un engaño
y una estafa, es decir, un objeto de sanción. La sanción se expresa en el desprecio
y uno de los indicadores del desprecio es la negativa sistemática de emplear a las
travestis en los trabajos que realizan
la mayoría de los miembros de la Pegar un cartel en el hospital.
sociedad. Salvo para el mundo del
espectáculo, esto es y no Un día, se le preguntó a Dana si existía alguna estrategia para
dejar la prostitución. Si ella sabía del cuidado de ancianos, por qué
casualmente, el ámbito por no dejaba un cartelito suyo en el Hospital de Florencio Varela.
antonomasia de la “ficción”, es claro Respondió:
que la sociedad no tolera que los “No se puede, no pasa nada. Primero: en el cartel, si vos pones que
hombres trabajen vestidos como esos “Dana travestí” no te llaman. Segundo: si no ponés que sos
mujeres y que las consecuencias de travesti y solamente que te llamas “Dana” si te llaman por teléfono y
escuchan tu voz, se dan cuenta que hay algo raro. Si zafás con el
ello son inexorables: en principio, no teléfono y te citan a la casa, cuando abren la puerta y te ven, se
puede ofrecerse otro criterio pudrió todo.”
originario para comprender la
situación laboral de las travestis.
Más arriba, se había señalado a las travestis como actores “estigmatizados”; ello
significaba que su estigma era directamente perceptible por los demás y que, por
lo tanto, poco podían hacer para evitar la sanción social. Los sucesivos episodios de
estigmatización que han sufrido a causa de esa percepción directa forman para
ellas un saber anticipatorio teñido de resignación: con el tiempo, saben que salir a
buscar trabajo (por más que para la ocasión se vistan “discretas” 18 y se recojan el
pelo para entrevistarse con un verdulero en el centro de Florencio Varela 19) es
infructuoso y, entonces, algo que sería más saludable dejar de intentar.
La cerrazón objetiva de posibilidades de inserción laboral (por su doble condición
de travestis y pobres) va encontrando un lugar de correspondencia en la
subjetividad, originando eso que Pierre Bourdieu llamó “habitus”, es decir, un
6
conjunto de disposiciones cognitivas del mundo asociadas a experiencias que,
duraderamente, se han vivido desde una posición social20: si objetivamente no
existen posibilidades de inserción laboral para las travestis pobres, subjetivamente
muchas de ellas llegan a creer que es verdad que a ellas no les corresponden los
puestos de trabajo que tienen la mayoría de los miembros de la sociedad...
entonces: ¿para qué buscar? ¿buscar qué? Nótese el paso de la “estigmatización” a
la “autoestigmatización”, de la “discriminación” a la “autodiscriminación”
producto del mismo funcionamiento del habitus.
Sintiéndose dueñas de la decisión de ser travestis pero sin control sobre el destino
de la misma, va apareciendo como posibilidad trabajar con aquello (lo único) que
está bajo su dominio: el cuerpo. Eso que para los potenciales empleadores era la
sede de un engaño imperdonable (alma de mujer en cuerpo de hombre) es, sin
embargo, condición sine qua non para que los “clientes” encuentren placer, sacien
su curiosidad o descarguen violencia física. En algún punto no parecería importarles
demasiado el tipo de relación que los une a la clientela: lo único promisorio, y
acaso la primera compensación del desprecio de que fueron objeto en el mercado
laboral, es la rentabilidad del cuerpo.
Para las travestis pobres entrevistadas, cuyas edades van de los dieciocho a los
treinta y dos años, el oficio de la prostitución puede ser el punto de partida de un
itinerario laboral que consideran inmóvil,
como en los casos de quienes no han tenido Un tipo la agarro y la sacó de la calle.
con anterioridad ninguna clase de trabajo María Eugenia, sueña con un futuro mejor. La
“rentado” (formal o informal), o puede ser condición parece ser no trabajar más como prostituta:
el punto de llegada de aquellas que antes “Yo a veces estoy en la esquina parada y veo esa
de dar el gran paso fueron apenas “gays”, gente... a mí me gusta la tele, estar calentito en la
cama, ver gente, ver esa gente en su casa, acostada,
es decir, tuvieron una performance más o ver a sus amigas en una esquina y hablar: ¿qué
tolerada socialmente. Aún así, en ausencia pasó? ¿cómo andás? ¿Viste la Porota? Ay... la Poro...
de la performance directamente femenina, yo sé que la Porota tuvo suerte: la agarró un tipo y la
operaba con fuerza la pertenencia de clase: sacó de la calle, qué suerte digo yo, ojalá a mí me
mientras fueron gays consiguieron trabajos tocara ese tipo... Pero llegan las seis de la tarde y es
el calvario (porque tiene que cambiarse para ir a
informales de limpieza o servicios trabajar a la calle), creo que cuando no está la maldad
domésticos en general. En la actualidad, la el tiempo se achica.”
inmovilidad laboral de quien siendo travesti
ingresa en el oficio, es agravada por la
crisis económica que lleva a la disminución
de los clientes, y es apenas quebrada cuando en el barrio se consiguen por tiempos
breves los mismos trabajos de servicios o la atención de algún que otro anciano.
Pero en las entrevistas puede reconstruirse la idea de una segunda compensación.
Si la primera se relaciona con no sentirse dueñas de hacer nada siendo travestis y
entonces se prostituyen para hacer algo con lo único que es suyo; la segunda se
relaciona con los sinsabores de la prostitución como oficio. La segunda
7
compensación es una vaga idea que permite dar sentido al sufrimiento y a la
humillación que padecen estas personas (que en el 2002 han trabajado por $ 2
(dos) en un basural sin lograr que el “cliente” de marras se coloque un
preservativo) 21. Hoy se sufre pero en el futuro se puede estar mejor. Lo
sintomático de la compensación es que ellas no sueñan con estar mejor por medio
de un trabajo mejor; ellas no sueñan seriamente con otro trabajo: “saben” que eso
es imposible. Sueñan con no trabajar, sueñan con “retirarse”. Retirarse significa
que un “hombre” las saque de circulación poniéndose en pareja con ellas,
ofreciéndoles casa y cariño. Al final del camino un hombre no sólo les ofrece
contención sino que las reconoce desde la condición que la sociedad les negó: la
condición de “mujeres”. Pero hasta que aparezca este hombre (que tiene más de
imaginario que de real, aunque está muy presente porque una travesti vecina de
una de las entrevistadas está en pareja con un suboficial de baja gradación del
ejército) imaginan sus itinerarios laborales inmóviles y a ellas mismas, sin
posibilidad de mejoría.
- Las relaciones sociales
A través de los testimonios de las travestis puede reconstruirse con rapidez un
universo relacional pequeño que
representa la contracara de los Primer punto de fuga: la familia
universos relacionales A los trece años, Pelusa abandonó su familia:
crecientemente ampliados de la “Me fui de mi casa. Yo desde los trece era roquera, era vaga,
mayoría de los miembros de la chupaba, siempre vendiéndome, todo lo gastaba en pinturas, ropa,
chupi. Me vida la crié toda con gente ajena, con mi familia hasta los
sociedad. Estos últimos, a medida trece y me tuve que ir siempre con gente ajena. Es por eso que me
que van desarrollando su biografía llevo más con gente ajena que con mi familia.”
pasan a integrar círculos María Eugenia estuvo muy enferma cuando era una niña, la
heterogéneos de relaciones enfermedad trajo gastos a la familia. Cuando su papá supo que era
sociales que sobrepasan con travesti:
amplitud la familia y el territorio “Se pudrió todo, me recriminó porque él puso mucha plata en mi
marcado por el vecindario. Podría enfermedad y el tipo me dijo que si sabía que yo era puto me mataba,
encima me gritaba fuerte delante de la gente en la calle.” Después de
denominarse movilidad relacional una paliza, quedó muda durante un año. Luego se fue a vivir con una
centrífuga a este proceso de tía, que abandonó al poco tiempo.
incorporación permanente a
nuevas relaciones sociales: la escuela primaria y secundaria, la educación terciaria
o superior, los distintos trabajos, los clubes, las asociaciones, etc. son los espacios
donde, al relacionarse significativamente con los otros, la mayoría de las personas
construye su identidad social.
Los casos de las travestis delinean, dramáticamente, un proceso contrario
caracterizado por el rechazo generalizado a que se integren sin inconvenientes a
las redes de relaciones sociales consuetudinarias: algo que comienza en la misma
familia y –como ya se desarrollara- se manifiesta con mucha intensidad en los
ámbitos laborales. Vivido como una fatalidad, la suma de cada uno de los rechazos
de que son objetos en los distintos espacios relacionales no les deja oportunidades
para pensarse sino a través del prisma su devaluada condición de “travestis-
trabajadoras sexuales”; en el marco de una sociedad discriminadora: el único
vector de su identidad social. Podría denominarse a este proceso inverso de
movilidad: movilidad relacional centrípeta.
8
Ya sea que hayan atravesado la condición “gay” con anterioridad a convertirse en
“travestis”, o que el gran paso de convertirse en travestis lo hayan dado de una
sola vez, los problemas relacionales comenzaron muy temprano a manifestarse en
el ámbito familiar. Continuas recriminaciones (acompañadas a menudo de violencia
física) por la feminización del cuerpo, los gestos, la voz y de la indumentaria,
terminaban convirtiendo a ese ámbito relacional originario en un decidido primer
punto de fuga, sobre todo, manifestaron ellas, porque la familia pretende practicar
una “ortopedia social” sobre un alma y un cuerpo que sentían, desde siempre y
para siempre, de mujer.
Esta situación, que precipitaba la huida de la familia 22, o vivir “independiente”23
en una precaria construcción contigua a la casa familiar, fue potenciada por los
actos discriminatorios que, cinco días por semana a razón de cinco horas por cada
uno, sufrían en la escuela.
En este punto no se detectan variabilidad en los testimonios. No concurrían a la
escuela vestidas de mujer (algunas de ellas aún no eran travestis) pero ello no
impedía que los otros concurrentes lean en su performance general signos de
“sexualidad desviada”, lo cual las volvía candidatas fijas a agresiones verbales y
físicas de parte de los compañeros,
a tratos especiales por parte de las El infierno tan temido: la escuela
maestras, a la reticencia de los Segundo punto de fuga
padres de los compañeros para que Romina abandonó la escuela porque le daban miedo las
“jueguen” libremente con ellos; o a “cargadas”. Perdió la capacidad de leer. Cuenta su amiga Mayra:
somatizaciones digestivas e “Si después tenés que salir a algún lado tenés que andar leyendo.
intestinales ante la perspectiva de Me acuerdo que me decían que tenía que ir a tal lado y yo iba
leyendo los carteles y sabía donde bajarme y todo. Pero a ella se le
estar obligadas a pasar cinco días de complica mucho, tomarte un colectivo que vaya para tal lado,
la semana en un lugar opresivo. El porque cuando yo voy a San Miguel me tomo el que va por Lomas,
corolario eran sucesivos fracasos en ahí tenés cartel para leer, pero si no sabés leer...”
el aprendizaje que iban convirtiendo Dana llora al recordar su paso por la escuela (que abandonó):
a la escuela en el segundo punto de “La escuela era hermosa pero siempre de terror. En séptimo grado,
fuga: constituían la antesala para el los varones son más grandecitos, me llamaban mariposón, me
abandono definitivo de la escuela y daba mucha vergüenza. ¿Qué hacés con las manos así? ¿Qué te
movés así?.”
la educación (algo que se recriminan
o añoran años después).
Las relaciones con el vecindario, si bien están marcadas por la discriminación ante
la percepción cotidiana del estigma, son en algún punto ambiguas: no tienen
necesariamente tanto carácter opresor como las vividas en la familia o en la
escuela. Probablemente ello se relacione con el hecho de verlas todos los días, esto
es, que la cotidianidad de los
No gustar
contactos (por las calles, en los
Cuidado con los vecinos
kioscos o los almacenes) le quiten
“agresividad” a una performance M aría Eugenia recuerda cómo un vecino la acusó injustamente
de haber tenido un encuentro sexual con su hijo y que su padre le
corporal distinta. No obstante, ellas pegó:
saben que en realidad los vecinos les “Decían que yo estaba con el hijo en el gallinero haciendo
dispensan “tolerancia”, es decir, cochinadas, entonces mi papá agarró un palo y me lo dio por la
que el buen trato tiene un plazo cabeza. Quiere decir que yo sufrí porque a la vecina no le gustaba
tener un vecino puto y entonces le llena la cabeza al hombre para
fijo, podrá durar hasta tanto ellas se
que lo cague a palos al hijo. Y yo estaba jugando a las
escondidas.”
22 Entrevista a María Eugenia, travesti.
23 Entrevista a Dana, travesti.
9
comporten “bien”, hasta tanto sigan haciendo lo imposible para ser “discretas”. Un
hombre amigo de tres de las entrevistadas manifestó que “ellas saben cómo es, que
acá nadie te va a joder, que todos te van a querer y respetar si no te haces la
loca” 24, afirmación que dos de ellas compartieron.
Pero el vecindario tiene también otra cara: una entrevistada manifestó que los
resultados favorables de la discreción no son automáticos: el almacenero no le fía y
le aumenta “a propósito” 25 el precio de la comida. Por su parte, otra entrevistada
confesó no sentirse discriminada en el barrio a pesar de que una banda de
adolescentes ocupó su casa echándola a disparos de pistolas (“me sacaron a tiros
de adentro los pendejos”) 26 e impiden que la recupere ahuyentándola de la misma
forma. No ha considerado la posibilidad de hacer la denuncia policial y la situación
continúa hasta la actualidad, en que una travesti compañera de trabajo le dio asilo
en su casa.
Las dos caras del vecindario pueden entonces hacer de él o bien un punto de
anclaje condicionado, o el tercer punto de fuga.
Con respecto a los ámbitos laborales debe recalcarse que no pudieron convertirse
en puntos de fuga por la sencilla razón de que nunca pudieron acceder a ellos.
Nótese cómo, lo que para un miembro común de la sociedad funciona como un
lugar de construcción de relaciones sociales (la familia, la escuela, el vecindario,
los ámbitos laborales), funciona para las travestis de manera contraria, obedece a
una lógica de expulsión debido a la posesión de un atributo que la sociedad
decodifica en clave moral negativa. Producto de esa misma lógica de expulsión
que, además, no puede torcerse por su condición de travestis pobres, el mundo
relacional de las travestis termina coincidiendo casi exactamente con el mundo de
la baja prostitución callejera y sus siniestros personajes. Como expresara
dramáticamente una travesti “es así: donde hay putos, está la cana y los
chorros”. 27.
Finalmente, para el caso de las travestis, las únicas relaciones sociales que podrían
desarrollar son las derivadas del estigma, en rigor, todo su derrotero existencial
termina inundado por él (algo que, como se verá, es distinto en las mujeres en
situación de prostitución). La reducción de sus universos relacionales no sólo
potencia la estigmatización de que son víctimas, entre otros motivos porque
reproduce la extrema pobreza en que viven; también forma un círculo vicioso que,
realimentado por sí mismo las aleja definitivamente hasta de intentar hacer algo
por una vida mejor. En las entrevistas, las quejas por las injusticias de la vida eran
dichas con un tono de “sabia” resignación. Tal vez esto sea otra manera de
entender porqué ellas esperan que, dentro de algunos años, alguien (un hombre
salvador) las saque de esa vida: ellas por sí mismas, a pesar de sentirse poco menos
que felinos 28 para defenderse de los rigores derivados del oficio y de la condición
tigre y me fuí presentado así: zarpazo y zarpazo y saliendo para adelante.” Entrevista a Dana, travesti: “Ahí
(en la cárcel) corrés un montón de riesgos, porque si te agarran debilucha, te agarran de mujer, te hacen lo
que quieren. Así que tenés que enfrentarte, sacar el tigre que sos vos y pegar un par de trompadas, un
arañazo y das gritos y puteás hasta que te respetan y te vas haciendo fuerte, rea, salvaje, porque estás como
a la defensiva, como una gata enojada.”
10
sexual, saben cuán poco pueden hacer. Hasta entonces, sus relaciones sociales
serán siempre las mismas: las compañeras de infortunio, los clientes, los ladrones,
la policía, los vendedores de drogas y demás personajes afines al oficio de la baja
prostitución nocturna. Prisioneras de un mundo social homogéneo directamente
experimentado, “no existe otro estilo de vida, no existen otras relaciones (...). El
universo de los posibles es cerrado. Las expectativas de los otros constituyen otros
tantos refuerzos de las disposiciones impuestas por las condiciones objetivas” 29,
escribiría Pierre Bourdieu.
3. Trabajo entre comillas. Relatos de mujeres prostitutas en el sur del gran
buenos aires
- El trabajo
Los relatos de las entrevistadas ubican a la prostitución en el pasado, como un
trabajo que merecía tanto ocultamiento y secreto como en la actualidad. Mezcla
de desilusiones sentimentales personales y condiciones sociales objetivas,
consideran al oficio como situación indeseada pero que, en ultima instancia,
funcionaba como un atajo real contra la exclusión en ausencia de opciones de
insercion laboral “más decentes” 30. Estas mujeres “con hijos, solas, sin trabajo, sin
nada” 31, tuvieron con anterioridad a su incorporación a la prostitución serias
dificultades para conseguir empleo (esporádicamente habían estado empleadas
como operarias en alguna fábrica o como servidoras domésticas), significando la
prostitución el acceso fácil a un cierto bienestar económico, que no sólo supieron
cualificar en términos cuantitativos, también destacaron la ventaja de la
inmediatez del cobro en efectivo y el disponer de entradas diarias para garantizar,
en principio, la compra de los bienes más elementales y, luego de unos meses de
trabajo, para ampliar el consumo y el mejoramiento de las condiciones de vida
propias y del resto de la familia, e inclusive “darse algún pequeño gusto” 32.
No obstante, de inmediato el oficio fue mostrando cada una de sus caras: por un
lado la atracción por los aranceles y el cobro rápido y, por otro lo degradante
habida cuenta de la variedad de clientes (que las han tenido como blanco de
violencia fisica y agresiones verbales) y de todos los personajes que las rodean, “te
tenés que aguantar todo porque sabés
que de ahí va a salir tu moneda para Con hijos, solas, sin trabajo, sin nada
33 Relatos de mujeres que para poder satisfacer la demanda de
traer de comer a tus chicos . ” "Es
sus hijos han salido al mercado de trabajo a ofrecer lo único
durísimo que alguien te toque y no que les era propio: su cuerpo.
porque vos lo desees, sino de repente “(...) pero después que va a hacer la situación me tuvo que
porque es una necesidad. 34". obligar a tener que salir y bueno y empezar a hacer eso,
(que) mucha mujer no lo quiere hacer no pero cuando a uno
Han trabajado en “pubs” y “privados” lo obligan así en ese momento que tenes que dar de comer
como una manera de asegurarse los a tus hijos de que que hago?. No hay trabajo no hay nada,
ingresos por la existencia de una que puedo hacer?." Mercedes
“(...) con lo que yo tengo entre las piernas mis hijos nunca se
clientela en gran medida fija y para
van a cagar de hambre...” Belén
prevenirse del peligro de la calle, de la “Y bueno estaba sola, vivía sola, alquilaba, no tengo marido
represión policial, de los robos y de la y bueno llego un momento que no tenia que darle a mis hijas
violencia impredecible de los y tenia una chica conocida que trabajaba en la noche y le
dije que me llevara con ella." Laura.
29 BOURDIEU, 1988: 388.
30 Entrevista a Mercedes, mujer.
31 Entrevista a Mercedes, mujer.
32 Entrevista a Laura, mujer.
33 Entrevista a Mercedes, mujer.
34 Entrevista a Laura, mujer.
11
delincuentes. Su jornada laboral no terminaba al amanecer: las entrevistadas, al
mismo tiempo que eran las únicas responsables de la generación de ingresos
cargaban con el trajín habitual de las tareas domésticas y el cuidado y la crianza de
los hijos.
A pesar de ser trabajadoras a tiempo más que completo, las características
"sexuales" del trabajo hacen que el significado que asume para ellas contraste
notoriamente con el que le dan al propio muchos otros trabajadores, o, en otras
palabras, que establezcan una identificación negativa con él. En las entrevistas no
son detectables representaciones relacionadas con la seguridad social, con la
percepción de derechos y garantías laborales y menos aún con el prestigio social, lo
que se deriva de la primaria definición del oficio como algo que “no es normal: se
podría decir trabajar entre comillas” 35.
Retomando las categorías de Goffman, para este grupo de trabajadoras, el estigma
está dado por su trabajo, algo que difiere del caso de las trabajadoras sexuales-
travestis. Son portadoras de un signo ilegítimo pero que no es inmediatamente
perceptible por los otros, lo que les permite poner en juego unas estrategias de
presentación de sí mismas para que quede obturada la emergencia de la
información que puede desacreditarlas. A diferencia de las "travestis", cuyo
estigma es incontestable y, en este
sentido son individuos ya- Que los chicos no se enteren
estigmatizados, las trabajadoras La preocupación máxima de estas mujeres es la preservación
sexuales-mujeres pueden ser física y psíquica de sus hijos. La imagen de la madre debía
permanecer intachable.
caracterizadas como individuos “O sea yo decía que trabajaba limpiando oficina en mi casa.
"desacreditables", es decir, personas Decía que iba, laburaba de noche que iba a limpiar oficina, a
aun no estigmatizadas pero lo chico para que no sospechen. Me iba, o sea entraba me
estigmatizables a futuro si es que no iba a a la sei de la tarde, al otro día que se yo a la seis de la
logran esconder el atributo condenado mañana, siete.....” Mercedes
"Es más ellas nunca se enteraron que yo me fui a la noche."
por la mayoría de la sociedad. Laura
Por lo tanto, el secreto, la discreción y
el disimulo constituyen un recurso fundamental para ellas, mas aún cuando son
madres, lo que da origen a una "doble vida" en la que a diario intentan conciliar -no
sin conflictos- los discrepantes roles de madre durante el día y "mujer de la noche",
hecho que permite comprender que la potencial sanción social, interiorizada,
tienda a coincidir con la Doble identidad
autopercepción por lo general La difícil tarea de construir y mantener una doble identidad
vergonzante que tienen sí mismas. donde la noche no se confunda con el día.
"Es gente de todos lados, pero la gente es discreta, es muy
En relación a los clientes y compañeras discreta. Va no les queda otra, me paso una vez con un
de trabajo la regla general que está remisero de la esquina de mi casa, cuando me vio ahí creo
implícita es la discreción: en los lugares que se shockeó tanto como me shockee yo. Yo quedé así y él
de trabajo, ellas se sienten me dijo nosotros nos conocemos, si le dije yo te conozco a
resguardadas porque entienden que vos, a tu señora, como diciendo vos abrís la boca yo le digo a
tu señora. A la gente como que no le conviene decir nada
cualquier persona que entrase haría tampoco...". Laura
suya esa regla general. La
intranquilidad las invade cuando se ven envueltas en "contactos mixtos", es decir,
cuando en el vecindario, durante el día, "desacreditables" y "normales" se cruzan
por las calles porque se hallan en un mismo contexto de interacción. Allí aparece la
12
apabullante angustia de que frente a sus seres más queridos, las informaciones se
crucen indebidamente y quede revelado el secreto que con tanto trabajo habían
guardado.
Igualmente, puertas adentro de sus hogares se sienten intranquilas: el mayor miedo
de las entrevistadas está relacionado con que sus hijos se enteren, lo que a veces
es muy difícil de conseguir: “Como la ropa que yo tenía de trabajo, porque
obviamente así no trabajaba, la ropa la tuve que tirar porque un día mi hija
revolviendo mi placard la encontró, y qué es esto mamá?." 36. La presencia de los
hijos, que en la actualidad son pre-adolescentes, al volver más improbable el
secreto, se va configurando como un factor que les impide probar para reinsertarse
en el oficio: "Es algo que no volvería a hacer porque ya el hecho de que están más
grandes y ya piden explicaciones y de dónde sacas la plata sino trabajas y que por
ahí me encuentran cosas o te ven cansada, por qué estás cansada si dormís toda la
noche y cosas así y te ponen en un compromiso. O te pasa que siempre algún
conocido te encontrás en la calle, y de dónde lo conoces mama y quién es”. 37 De
todos modos, ellas creen que haberse retirado del trabajo puede igualmente
levantar en los niños tantas sospechas como seguir o reinsertarse en él. Los niños
poseen una mirada retrospectiva que puede llevarlos a pensar por que sus mamás
no les compran tantos juguetes como antes: “Lo que no volvería es a trabajar en la
noche, no volvería, ya no porque ya me desacostumbré y es como que ya tomé
conciencia de que mis hijas ya son grandes y ya te preguntan, y mamá de dónde
sacas la plata (…) pero como antes si vos no trabajabas podías comprarme un
playstation y ahora no”. 38.
Hoy en día, retiradas de la prostitución sobre todo por cuestiones de edad (la de
sus hijos y las suyas propias), siguen transitando por una pendiente de
vulnerabilidad social y laboral pero que no se relaciona ya con el estigma derivado
del carácter sexual del trabajo que hicieron (años después, sus cansinos efectos de
arrastre apenas si son tangibles en el barrio) sino que se relaciona fuertemente con
la posición económico-social. En la actualidad, sus escasas posibilidades de acceso
a un empleo estable no difieren significativamente de las de cualquier mujer
vecina pobre.
- Las relaciones sociales.
El universo completo de las prácticas sociales posibles de los sujetos está
conformado por la suma de sus espacios de sociabilidad (vecindario, trabajo,
escuela, clubes, asociaciones, etc.). La mayoría de los sujetos sociales circulan
entre ellos ampliando su vida social, cultural y laboral. Sin embargo, estas premisas
teóricas presentes en muchos análisis del fenómeno de la socialización, deberían
incorporar las salvedades originadas en el sistema de estratificación social. El
contexto de extrema pobreza en que desarrollan sus biografías las entrevistadas
hace sospechar que para algunas categorías sociales, esos posibles movimientos de
libertad relativa no son tantos puesto que la pobreza los ha reducido
drásticamente.
Para ellas, el re-encuentro con la pobreza que tuvo lugar con posterioridad al
trabajo en la prostitución fue muy crudo. Mientras trabajaban sexualmente, mas
allá de sufrir por la estigmatización, eran capaces no solamente de generar
36 Entrevista a Laura, mujer.
37 Entrevista a Laura, mujer.
38 Entrevista a Laura, mujer.
13
ingresos (comparativamente) importantes y mejorar la calidad de vida de su
familia, sino también de acumular “capital social” 39 dentro de ese mundo, es decir,
de hacer uso de una red de relaciones que funcionaba recomendándolas de “boca
en boca” a encargadas de otros prostíbulos o a otros clientes particulares. Ese
entramado de relaciones sociales que habían sabido construir era una fuente
potencial de trabajo permanente. Pero es de notar que, paralelamente a la
acumulación de capital social en la prostitución, descendía el quantum de capital
social acumulado en el barrio porque, como se señalara, el “estigma” del trabajo
hacia que estas mujeres evitaran las compañías de los vecinos por el temor a verse
descubiertas.
Esta situación de desatención hacia el vecindario que en su momento consideraron
necesaria, es percibida en la actualidad como un problema, sobre todo, de cara a
conseguir una reinserción laboral “normal”. En ausencia de las relaciones sociales
del pasado, descubrirán que solamente en el barrio (o a través de sus miembros) es
que podrán aspirar a un empleo -ignoran sí formal o informal- pero estable.
Conseguir trabajo, o constituir clientes para un deseado emprendimiento personal,
de ahora en más, dependerá típicamente de las relaciones barriales o, en otras
palabras, de organizar la acumulación originaria de capital social en el pequeño
radio que circunda al lugar de residencia, como expresa Laura: “me gustaría el día
de mañana ponerme un negocio así sea pequeño o grande, de a poco ir armándome
una peluquería y trabajar en mi casa, eso seria mi ideal para un futuro. Tratar de
conseguir un “trabajo normal”, de lo que sea, de limpieza, en una fabrica." 40
Fournier y Soldano (2001) denominan “espacios
de insularización” a los lugares caracterizados Sociabilidad limitada
Los límites son precisos. Para las mujeres
por su capacidad para condicionar prostitutas el lugar de trabajo esta desligado de
territorialmente las formas de la sociabilidad y su lugar de residencia. No existe conexión
de obtención de empleos. Lo infructuoso de salir relacional ni geográfica entre ambos espacios.
en búsqueda de trabajo (o la misma “...si, si, osea eran de allá y allá quedaron.
imposibilidad de hacerlo porque no se cuenta Nunca mas fui para aquellos lado osea que me
quede de este lado...” Mercedes
con dinero para el viaje, o porque se siente la
certeza de que en los centros urbanos se fracasará), transforma al espacio barrial
del ámbito de lo familiar y conocido, al ámbito de lo posible.
La vuelta definitiva al barrio ha condicionado de una manera particular la vida de
las entrevistadas: si en el pasado, con ingresos suficientes, realizaban
desplazamientos generales por fuera del barrio de residencia, en la actualidad, los
mismos se han reducido producto de situaciones de creciente contracción
monetaria por la falta de trabajo, hecho potenciado por la pérdida de "contactos"
que pudieran quedarles del mundo de la prostitución para hacerse con algo de
dinero “de vez en cuando” 41. Ellas saben que en la actualidad todo “el” mercado
de trabajo queda fuera del vecindario, reconocimiento que las obliga, a algunas
con resignación a otras con esperanzas, a buscar oportunidades laborales dentro
del ámbito barrial. Pareciera tratarse de un proceso de confinamiento territorial y
relacional, en el que la mayoría de los intercambios sociales (entre ellos las
relaciones laborales) no pueden mas que incorporar a familiares y amigos.
39 BOURDIEU, 2002.
40 Entrevista a Laura, mujer.
41 Entrevista a Mercedes, mujer.
14
En rigor, las ocupaciones que en la actualidad pueden conseguir (o las dificultades
para acceder a ellas) no difieren significativamente de las de sus vecinas mujeres y
pobres: como muchas de ellas, tienen el Plan “Jefas y Jefes de Hogar”, realizan
trabajos domésticos, no buscan trabajo porque se cansaron de hacerlo sin
resultados positivos, o intentan con ímpetu algún emprendimiento familiar que
dura muy poco tiempo. Todo podrá conseguirse (o no) pero en el barrio.
15
4. Final: algunas hipótesis comparativas y un post-scriptum sobre la percepcion y
el ejercicio de los derechos ciudadanos.
Hasta aquí se han presentado los hallazgos del trabajo de campo. Para finalizar, se
los ha de formular en términos de proposiciones, con el objetivo de revisar su
pertinencia en las próximas etapas del Proyecto.
Referido a las travestis en situación de prostitución:
Existe una relación altamente significativa entre la visibilidad del
estigma y la configuración de sus itinerarios laborales.
El estigma determina el tipo de trabajo (y no al revés).
La visibilidad del estigma sumada a una posición social de pobreza
extrema, potencia la estigmatización y hace poco probable la
incorporación a circuitos de prostitución más altos.
El alto grado de reprobación social produce un universo de relaciones
sociales posibles coincidente casi excluyentemente con el agregado
formado por las compañeras de trabajo y los distintos integrantes del
mundo de la baja prostitución.
La vulnerabilidad social se deriva del estigma y luego de la posición
económico-social.
Referido a las mujeres en situación de prostitución:
No existe una relación significativa entre la visibilidad del estigma y la
configuración de sus itinerarios laborales.
El tipo de trabajo determina el estigma (y no al revés).
Se trata de un estigma “discreto”que, al poder gestionarse, posibilita el
mantenimiento de relaciones sociales heterogéneas.
La potencia estigmatizadora del carácter “sexual” del trabajo es
momentánea. Una vez abandonado el trabajo, sólo opera la pertenencia
económico-social a secas de cara a la incorporación al mercado laboral.
La vulnerabilidad social se deriva más de la pertenencia económico-
social que del trabajo sexual en sí mismo.
Pero cualquiera sea el caso que se analice, pareciera que el doble “accidente” de
ser pobres y estar sindicadas como trabajadoras del sexo hace poco probable que
puedan traspasar “hacia adentro” las fronteras de los márgenes de la sociedad.
Sin dudas, será estimulante emprender una nueva investigación con fines
comparativos. Puede notarse en los testimonios transcriptos más arriba, un
ambiguo grado de percepción de los derechos ciudadanos y una escasa (casi nula)
organización colectiva para protegerse de las arbitrariedades de la malvada policía
y de quienes tanto se le parecen: los ladrones. Es sorprendente recordar como,
algunos años atrás, en 1998 42, a pocos kilómetros del lugar en que se desarrollaban
estos dramas (Quilmes y Florencio Varela), los habitantes de una ciudad entera, ya
sea en calidad de indignado vecino palermino o distante televidente, estaban
encapsulados en un debate sin precedentes sobre la despenalización de la
prostitución callejera y la inconstitucionalidad del accionar policial escudada en la
42 Una excelente referencia de los sucesos puede leerse en el texto de Alejandro Modarelli (MODARELLI, 2003).
16
figura de los famosos “edictos”. Cabe recordar que las dos cuestiones formaban
parte de la agenda más antigua de las organizaciones de minorías sexuales en
Argentina, a pesar de que en aquel entonces el origen del debate pareció ser
propiedad de los medios de comunicación. Más allá de su posterior avatar, el
sancionado “Código de Convivencia Urbana” fue en gran medida el resultado de
una revuelta colectiva en torno al orgullo del trabajo sexual. Activistas travestis y
mujeres del oficio (mucho más las primeras por razones mediáticas) inflaron
discusiones que hirieron sensibilidades medias y despertaron secretamente muchas
otras.
La pregunta es tan predecible como difícil de contestar: ¿Cómo, por qué no se
replica en el Gran Buenos Aires la experiencia colectiva “trabajo sexual is
beautiful”? ¿Por qué, y hasta cuándo, en estos enclaves suburbanos de pobreza, los
intentos por civilizar el trabajo sexual de mujeres y contestatarios sexuales serán
sólo tema para un bloque de un talk-show televisivo?
Bibliografia
BOURDIEU, PIERRE: “La distinción. Bases y criterios sociales del gusto”, Madrid,
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GOFFMAN, ERVING: "Estigma. La identidad deteriorada", Buenos Aires, Amorrortu,
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MODARELLI, ALEJANDRO “1998: Unas metamorfosis que ciegan y embriagan”,
Ponencia presentada en la Primera Reunión Regional Sexualidades, salud y
derechos humanos en América Latina; Universidad Peruana Cayetano Heredia,
2003. (disponible en www.ciudadaniasexual.org)
MURMIS, MIGUEL Y FELDMAN, SILVIO: "Formas de sociabilidad y lazos sociales", en
AAVV Sociedad y sociabilidad en la Argentina de los 90, Buenos Aires, Biblos, 2002.
17
WOLF, MAURO: “Sociologías de la vida cotidiana”, Madrid, Tecnos, 1994.
18
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
Informe sobre Rrecuperadores de residuos Con form ato: Título 1, Espacio Antes: 0 pto, Borde:
Inferior: (Línea continua sencilla, Automático, 0,5 pto
Ancho de línea), Punto de tabulación: No en 2,9 cm +
6,87 cm
Lic. Pablo Gutiérrez Con form ato: Izquierda: 2,5 cm, Derecha: 2,5 cm,
Arriba: 2,5 cm, Abajo: 2,5 cm
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
1. Introducción.
Este trabajo intenta analizar la actividad de los recuperadores de residuos, Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, Sin Negrita, Cursiva
destacando sus condiciones de trabajo, sus formas de organización y los efectos Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
que tiene en los sujetos involucrados: los propios trabajadores “cartoneros” y sus Con form ato: Fuente: Negrita
familias. El espíritu del mismo es aportar a la comprensión de las dimensiones que Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
la exclusión y la pobreza tienen para los sujetos, y los esquemas ideológicos sobre
los que se montan.
1 Durante septiembre y noviembre de 2002 se entrevistó a: C. (mujer-50 años) quien es líder fundadora de una Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
cooperativa de viviendas y recolección; E. (mujer-42 años) quien es fundadora de la cooperativa de vivienda y
recolectora desde los siete años; P., (mujer-18 años), quien es parte de una familia que vive íntegramente de
la recolección de cartón y actualmente es mimbro de una cooperativa; M, (hombre-28 años) ex-trabajador de
la construcción y cartonero independiente desde fines del 2001; PP, (hombre-“50 y pico”) cartonero del “tren
blanco”.
1
supermercados, comercios, pymes, etc.), los encargados de edificio, las empresas
de recolección, basureros y barrenderos “tradicionales”, cooperativas y ongs de
reciclado, organizaciones mafiosas de recolección (capangas, punteros),
acopiadores y depositeros informales, acopiadores mayores, trabajadores
enfardadores, clasificadores, separadores, empresas y plantas de producción de
papel a partir de recortes, distintas instancias gubernamentales (CGBA,
Municipios), empresas y público consumidores de materiales reciclados. Estos
diversos actores no han mostrado las mismas disposiciones hacia la actividad de
recuperación de residuos realizada por los “cartoneros”. En particular, el cambio
de escala del fenómeno ha provocado distintas reacciones, desde planes públicos
para facilitar el trabajo del recuperador, hasta intentos por capturar los recursos
en distintos puntos de la cadena de recuperación o quejas y reacciones airadas de
vecinos preocupados por la estética y la higiene de sus veredas.
los mayores obstáculos para la adecuada cuantificación del fenómeno, así como Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
para el análisis de tendencias y trayectorias, en estudios de tipo panel, de este tipo
de trabajador. Algunos especialistas en la problemática especulan con que más de
cincuenta mil trabajadores estarían recorriendo a diario las calles de Buenos Aires,
valor que en algunos casos se extiende hasta cien mil3. Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
La Encuesta Permanente de Hogares clasifica a los recuperadores dentro de la
categoría de “vendedores ambulantes no calificados”, junto a toda una gama de
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
formas laborales que comparten de algún modo el espacio urbano para su
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
desempeño. Esta categoría midió en mayo de 2002 a 75 mil trabajadores4, de los
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
Con form ato: Justificado
2 Sólo recientemente se ha logrado un reconocimiento oficial del papel de los recuperadores en el reciclado de
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
los residuos sólidos urbanos en la Ciudad de Buenos Aires, poniendo fin a más de 20 años de persecusión
policial. Ver Ley992/2002 CABA Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
3 Aquí puede consultarse distinta información periodística publicada durante 2002. Ver por ejemplo, Clarín
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
31/08/02, Clarín 27/10/2002
4 Si se incluye solo los asalariados informales, cuenta propia y trabajadores sin salario de la categoría la Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
estimación se aproxima a los 65 mil, aunque los altos coeficientes de variación indican que la cifra podría ser Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
2
cuales solo una parte serían recuperadores. De todos modos este valor funciona
como un techo para estimaciones “de máxima” sobre las dimensiones del
fenómeno. Se debe tener en cuenta que la estrategia muestral de la EPH no está
pensada para medir fenómenos de estas características por lo que la alta
variabilidad de la concentración geográfica de este tipo de actividad (con especial
concentración en barrios carenciados) podría producir otros errores que estén
subestimando la cantidad real de recuperadores.
Con todas sus limitaciones, esta herramienta ha mostrado un incremento que parte
de unos 3.000 en el año 1989, hasta los valores actuales, con un crecimiento
pronunciado a partir de 1998, cuando se registraban ya más de 25.000. Ya por esos
años, podemos aventurar, la mayoría de quienes se dedicaban a la recuperación de
residuos eran “nuevos” cirujas: provienen de una trayectoria con centro en el
mercado formal (individual o familiar) y se distinguen claramente de los
tradicionales cirujas que si bien están ya a mucha distancia de los primeros crotos,
cirujas o linyeras que optaban por estas formas de vida como parte de una práctica
y una experiencia política5, son sujetos que han alternado la inserción laboral, Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
generalmente ligada al mercado informal, con la recuperación de residuos desde Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
mucho tiempo atrás, y por lo tanto cuentan con mayores recursos simbólicos y
conocimientos prácticos para desempeñarla.
Porque de hecho, la recuperación de residuos ha formado parte de una estrategia
implementada por sectores marginales desde mucho antes del último ciclo
recesivo, aunque las dimensiones del fenómeno dentro del mercado laboral los ha
mantenido al margen de la atención pública. Con un origen ligado a las migraciones
laborales producto de la expansión del ferrocarril y el trabajo golondrina estacional
en el sector agropecuario, los crotos de principios del siglo XX se nutrían de una
filosofía de anarquista que los propios inmigrantes traían consigo de Europa. Su
falta de asentamiento estable y la implementación de distintas estrategias para la
obtención de alimentos les imprimen un perfil propios y distintivo que no obstante
se funde en el imaginario social con los linyeras y hueseros, personajes que
subsistían de la recuperación de residuos y alimentos de los basurales. La historia
de la construcción de esta figura en el imaginario nacional, y su evolución en el
tiempo hasta llegar a los actuales “cartoneros” es todavía una tarea pendiente.
3
sociedad salarial6 y centro del esquema de trabajo en el mercado formal de la Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
economía, al menos hasta hace algunos años. Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
Esta relativa flexibilidad de entrada la convierte en una de las pocas opciones para
sujetos desprovistos de credenciales educativas y sin experiencia laboral
capitalizable en los segmentos ocupacionales más dinámicos. Aquí un factor que
pareció reiterarse en las entrevistas se relaciona con el achicamiento de espacios
de inserción ante la virtual desaparición de ciertas actividades formales, como ser
sectores industriales en seria crisis, o informales por la falta de liquidez producto
del “corralito”. Por ejemplo, uno de los entrevistados a fines de 2002 se había
volcado por la recuperación de residuos luego de el cierre de la empresa de
construcción de piletas donde trabajaba hasta el 2001, en la zona norte del
conurbano bonaerense. Muchos otros casos dan cuenta de realidades similares y un
estudio reciente del gobierno de la Ciudad de Bs. As7. confirma la inserción de Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
muchos sujetos expulsados del mercado laboral en la recuperación: dos tercios de Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
los consultados en octubre de 2002 llevaban menos de un año en la actividad.
Es necesario señalar que en la actualidad adquirir un carro para muchos es casi
inalcanzable considerando que su costo aproximado equivale al menos a 5 jornadas
de trabajo (del trabajador y su familia, ya que por lo general la actividad se realiza
entre varios), y puede alcanzar hasta a 15 jornadas en el caso de los carros más
grandes8. No obstante, algunos acopiadores ofrecen carros en alquiler, los que en Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
ciertos casos implican la obligación de vender lo recolectado al mismo acopiador, e Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
incluso es posible iniciarse con implementos hogareños (un changuito de feria, una
bici con canasto, con bolsas de hacer las compras, etc.) o conseguir carritos de los
supermercados.
También, pueden observarse la existencia de estrategias familiares de subsistencia
donde coexisten distintas inserciones laborales. Una de las entrevistadas relata su
temprano inicio en la recuperación de residuos hace más de 30 años, y la
continuación de esta práctica como complemento a “rebusques” limpiando casas
por horas. Pareciera entonces que en estos escenarios, la recuperación de residuos
no es necesariamente un refugio contra el desempleo: para otra trabajadora
entrevistada (caso “P”), los bajos salarios de la industria textil donde trabajaba
hasta el año 2001 la impulsan a dedicarse a la recuperación, actividad donde no
mejora sustancialmente sus ingresos pero tiene mayor flexibilidad para administrar
su jornada laboral y puede alternar con otras actividades.
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
4
cuenta propia10; o dentro de organizaciones de tipo empresarial “de mercado” con Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
altos niveles de explotación, fraude laboral y escaso margen para la negociación de Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
mejores condiciones de trabajo.
Un ejemplo de organización solidaria lo constituye la Cooperativa el Ceibo, ubicada
en barrio céntrico de Palermo, en la Ciudad de Buenos Aires, la cual se propone
mejorar la calidad y seguridad del trabajo como así también la rentabilidad de la
actividad de recuperación. Su estrategia ha apuntado a la educación de la
población (a cargo de los “promotores”) del barrio sobre separación en origen11, Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
la recolección programada en cada domicilio adherido al sistema de reciclado, y la Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
conformación de un centro de acopio común para los miembros de la cooperativa.
Otra experiencia de organización, de distinto tipo, es la de los cartoneros del Tren
Blanco, que pertenece a la ex línea Mitre. Estos trabajadores utilizan un convoy
especial entre Retiro y José León Suárez. Una de las coordinadoras de este grupo
de trabajadores comenta: “Hace unos dos años que conseguimos que TBA nos
pusiera el tren. Viajábamos desde antes, claro, pero teníamos problemas, a veces
con la empresa, a veces con los pasajeros. Llegaron a cerrarnos la estación y ahí
empezó la lucha”12. En este caso se trataría más bien de una asociación en base a Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
intereses y afinidades relacionadas a la localización de la actividad y el medio de Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
transporte, una suerte “coordinación” de recuperadores. Algunos informantes
incluso dieron un testimonio más crítico sobre estas experiencias: “esos del tren
blanco son trabajan para un depositero (propietario de un depósito para el
acopio)” (caso M). Por otra parte, destaca que en el tren de la ex línea San Martín,
se estarían dando formas de asociación similares, aunque en estos casos la mayor
parte de los recuperadores que viajan “no trabajan para ningún depósito” en
forma exclusiva.
No obstante, si bien no se trataría de formas autónomas por completo, estas
experiencias suponen cierto tipo de articulación horizontal entre trabajadores, en
base a una estrategia de transporte común y con el fin de negociar en conjunto
frente a las empresas de transporte, Estado, aunque también se han producido
proyecciones hacia la articulación con grupos de la sociedad civil -como asambleas
barriales, con las cuales el Tren Blanco, por citar un ejemplo, ha organizado
campañas de vacunación a vecinos y cartoneros- en función de su acción localizada
en estaciones y barrios específicos. Estas redes sociales13 son apoyaturas naturales Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
para el desarrollo de pequeños emprendimientos y brindan en este caso un soporte Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
de sumo valor tanto para el desempeño laboral de los recuperadores (apoyando sus
reclamos, mejorando su vinculación con los vecinos, la defensa del uso de las
estaciones de tren, la vacunación para evitar enfermedades laborales
Blanco (Colegiales), Coop. El Ceibo, (Palermo), Coop. Ecológica de Recicladores (Bajo Flores), Coop. Caminito Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
(La Boca), Coop. RE NA SER (Devoto/Flores), Coop. Carpamet (Centro), Camión Blanco, - Coop. Tehuelche,
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
CO.PRO.SER Del Oeste (Liniers/Mataderos), Asoc. Civil Libertad de Trabajo de Villa 31 (Centro/Recoleta),
Reciclados Sur, Coop. Sol Naciente (Floresta). Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
10 Este es especialmente el caso de los recuperadores de mayor antigüedad y con cierto capital económico o Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
“social” que les permite manejarse con autonomía en el establecimiento de circuitos de recolección y venta.
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
11 Se trata de clasificar dentro del hogar los residuos recuperables en bolsas distintas, asilándolos
fundamentalmente de los residuos orgánicos. Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
12 Lidia Quinteros, de 47 años, Clarín 27/10/02 Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
13 Joseph Szarka, Networking and Small Firms, Internacional Small Business Journal, vol.8, 1994. Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
5
fundamentalmente tétanos, etc.) como para la construcción de un identidad
laboral positiva -más adelante retomaremos este último aspecto.
Otros casos analizados que refieren a formas de asociación “solidaria” fuera del
marco cooperativo tradicional, también presentan estrategias de recolección y
venta conjuntas, distribuyendo en forma solidaria las ganancias entre los
miembros. Estas formas espontáneas de compadrazgo entre vecinos y coordinación
para el alquiler de transportes (fletes) en el momento de la venta de lo recuperado
durante la semana no parecen nuevas, aunque no han sido objeto de
investigaciones sistemáticas sobre sus alcances y posibilidades de desarrollo desde
el punto de vista de la economía popular.
Sin embargo, estas formas solidarias son aisladas en tanto, por el momento, el
trabajo de los recuperadores se plantea mayoritariamente por cuenta propia o bajo
relaciones laborales de dependencia precarias. Se debe resaltar que la autonomía
de los cuenta propia nunca es total, ya que están insertos en relaciones de poder
desde posiciones subordinadas, en especial con quienes les compran lo recuperado.
El apremio por lograr un ingreso diario los lleva a aceptar condiciones
desfavorables de compra impuestas por los acopiadores, especialmente aquellos
que no pueden retener la mercadería cierto tiempo o recorrer distintos centros de
acopio para obtener mejor precio. No obstante, se puede considerar que estos
trabajadores son autónomos en cuanto a la forma de trabajo: eligen en gran parte
los recorridos, los horarios, eligen a quien vender de acuerdo a las variaciones de
precios, etc.
Pareciera entonces que el crecimiento de las organizaciones solidarias debe
enfrentar varios desafíos. En primer lugar, el marco regulatorio no parece
promover suficientemente el avance de estas experiencias. En este sentido resulta
significativo el testimonio de un trabajador cooperativo donde manifiesta que si
hoy tuvieran que agruparse nuevamente “no formaríamos una cooperativa, sino una
empresa” (caso C), porque no encuentran ventajas de ningún tipo en ella: no
tienen ningún régimen especial impositivo o de crédito y sí tienen, en cambio,
dificultades burocráticas y organizativas a la hora de distribuir roles y jerarquías.
Pero por otra parte, debemos considerar la importancia de las condiciones de
constitución de identidades a partir de esta actividad laboral por sus implicancias
para la consolidación de experiencias solidarias, o por el contrario, el aumento de
la subsidariedad respecto de otros actores de la cadena de producción y una
creciente fragmentación de los actores sociales populares.
padecimiento adicional a las ya de por sí difíciles condiciones de laborales. De Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
hecho, vamos a sostener que el trabajo en contacto directo con la basura tiene
connotaciones negativas para la construcción de una identidad laboral, al menos en
tanto sea vivido como un retroceso respecto de posiciones laborales (trayectorias
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
14 Irving Goffman: Estigma, La identidad deteriorada, Amorrortu, Bs. As. 2001. Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
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personales y familiares) formales u oficios “tradicionales”. Podemos incluso
suponer que recurrir a una estrategia de supervivencia que implica el trabajo en
contacto directo con los desechos y la basura de otras personas tiene implicancias
directas en el enclasamiento de los sujetos, más allá de su impacto en los ingresos,
la salud o las posibilidades de reproducción familiares de estos trabajadores. Y es
contra estos efectos, que se estructuran gran parte de los discursos de los actores,
tanto cuando reconocen la debilidad de su posición y el padecimiento que implica,
como cuando generan o nivelan sus significados con otros espacios sociales y
prácticas posibles, señalando que en definitiva “no es tan malo”, que “peor es
robar”, “que es un trabajo como cualquier otro”, etc. Esto es así en la medida que
creamos con Bourdieu que cada dimensión del estilo de vida de un sujeto tiñe al
resto. En este marco conceptual, las acciones de los sujetos se encuentran
armonizas por esquemas generales de acción15, que conforman un habitus. Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
En la medida que la mirada de los otros es un componente central en la
construcción de identidades sociales la reconversión de este trabajo en una
actividad valorada socialmente es una tarea que supone la disputa simbólica por los
sentidos en distintos niveles discursivos. Un recuperador que trabaja dentro de un
marco cooperativo dice: "Queremos tener la posibilidad de que la gente entienda
que nuestro trabajo es digno. La gente cree que los pobres no queremos hacer
cosas mejores y progresar, nosotros también tenemos ideas" (C).
En el discurso de los actores encontramos indicios del desarrollo de una política de
la identidad16, en el sentido que Goffman utiliza el término, dando paso a la Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
administración de las relaciones sociales para reducir la tensión que provoca el Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
estigma. En este proceso pueden producirse dos puntos de vista: el endogrupal y el
exogrupal. El primero implica la exacerbación de las diferencias que originan el
estigma con el fin de aumentar la cohesión con el grupo estigmatizado. Esta
perspectiva permite la consolidación de una identidad dentro de esta actividad
laboral y puede considerarse fundamental para el avance de experiencias de tipo
cooperativo. Por otra parte, el tipo de alienación exogrupal se refiere al marco
simbólico amplio que preconiza la igualdad de todos los sujetos como miembros del
todo social. La aceptación de esta suerte supone cierta dosis de resignación y
asumir a nivel personal una alta dosis de responsabilidad por la situación padecida:
“La naturaleza de un ‘buen ajuste’ es ahora evidente. Exige que el individuo
estigmatizado se acepte, alegre e inconscientemente como igual a los normales,
mientras que, al mismo tiempo, se aleja por su voluntad de aquellas situaciones en
las cuales los normales tendrían dificultad en fingir un tipo de aceptación similar”
(Goffman, op cit, pag. 143). En nuestro caso, el riesgo de asumir en un marco de
creciente exclusión esta situación como “natural” tiene dos consecuencias: la
primera es una alta dosis de pasividad, agudizada por el asilamiento de estos
trabajadores, que lleva a aceptar (“es lo que hay”) las opciones sin plantearse
acciones políticas para su transformación. Pero también es resignarse a evitar esas
situaciones donde el estigma pueda resultar evidente o inaceptable. En este punto,
es muchas veces la policía la que se hace eco de este malestar entre los ajustes
sociales de las identidades virtuales (esperadas) en distintos espacios sociales y las
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
15 Pierre Bourdieu: La distinción, Taurus 1998. Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
16 Irving Goffman: Estigma, La identidad deteriorada, Amorrortu, Bs. As. 2001. Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
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identidades reales que portan los sujetos en cuestión, contribuyendo a fortalecer
esta sumisión hacia una alienación exogrupal.
Es así que puede postularse la existencia de una suerte de precarización simbólica
del trabajo de recuperación o en términos de Jahoda, de privación relativa, en
tanto este trabajo no lograría cumplir con funciones latentes17: generar categorías Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
de la experiencia que habiliten una integración en el tejido social, más allá de Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
permitir la reproducción de la fuerza de trabajo. Esta situación se manifiesta en los
discursos como “falta de dignidad” de la labor, concepto que una y otra vez
aparece como un eje y operador simbólico que resume su situación. Pero por otra
parte, la idea de es un trabajo digno “como cualquier otro” está presente también
en su discurso. Creemos que esto debe interpretarse como las huellas de una
estrategia de construcción de un contradiscurso que acorta las distancias entre
ellos y los Otros, entre quienes han aprendido a subsistir a costa de transgredir los
límites de un codificador social tan significativo como es la posición laboral. Del
mismo modo, debe considerase el énfasis sobre los niveles de “autonomía” o
“libertad” relativa que permite este trabajo: “es lo más lindo, salís cuando
querés” (caso C)
Pensar en una precarización simbólica implica no considerar que las deficiencias de
integración que presenta el trabajo de los recuperadores son inmutables, ni
tampoco extrañas a procesos sociales e históricos. Esta situación es producto de
luchas sociales permanentes que en gran medida pueden considerarse un reflejo de
los avances y retrocesos de los actores en sus situaciones materiales. Pero pensar
en un reflejo no implica considerar que estamos hablando de una dimensión
secundaria de los procesos sociales. En un conocido trabajo, Althusser18 llamaba la Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
atención sobre la centralidad de los aparatos ideológicos del estado (AIE) para la Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
reproducción del sistema capitalista, y en particular, para la reproducción de las
relaciones sociales. Este enfoque viene a completar una línea de investigación
iniciada en el marxismo principalmente por Gramsci en sus trabajos dentro de la
prisión y son aportes de sumo valor para una teoría de las ideologías19. En esa Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
ocasión, sus análisis llevaron a resaltar el papel del sistema educativo para proveer Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
esquemas de acción adecuados a los requerimientos de las fuerzas productivas. Hoy
podemos pensar que ese papel central (y esto es solo una intuición) es ocupado por
los medios masivos, en especial la radio y la TV20. Parece entonces importante Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
considerar el efecto de los discursos mediáticos que se construyen en torno a estas Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
nuevas posiciones laborales y sus efectos sobre las identidades de los trabajadores.
Al menos quisiéramos analizar dos dimensiones o efectos que provoca: solidaridad y
disciplinamiento.
En parte, la discusión mediática y la fuerte visibilidad que genera al fenómeno
promueve reacciones de solidaridad desde ciertos sectores sociales, que se
encargan de atenuar el padecimiento de estos trabajadores: se conocen muchas Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
17 Jahoda, M., Empleo y desempleo. Un análisis socio-psicológico, Ed.Morata, Madrid, 1987 Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
18 Ideología y Aparatos ideológicos de Estado (AEI), en Ideología, Un mapa de la cuestión, Slavoj Zizek comp., Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
Ed. Fondo de Cultura, 2003. Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
19 Slavoj Zizek, el espectro de la ideología, en Ideología, Un mapa de la cuestión, Slavoj Zizek comp., Ed.
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
Fondo de Cultura, 2003.
20 La debilidad del AIE educativo puede sentirse en la percepción juvenil de que la escuela “no sirve para Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
nada” en tanto no prepara para conseguir un empleo. Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
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anécdotas de colaboración espontánea, entrega de remedios, ropa, comida,
campañas de vacunación promovidas por vecinos con “buena conciencia”,
campañas de bolsas verdes, etc. Pero, por otra parte, también multiplica la imagen
palpable del “castigo” reservado en esta sociedad para quienes pierden el trabajo,
para quienes no se “adaptan” a los designios del mercado o simplemente tiene la
mala suerte de volverse obsoletos ante la “marcha de la economía”. En definitiva,
esta imagen, de privación y humillación, escenifica de algún modo los fantasmas
del desempleo y la exclusión. Y en una sociedad fuertemente estructurada
simbólicamente desde las posiciones laborales (tanto positivas como negativas) la
presencia de estas imágenes tienen un efecto disciplinador, que se apoya sobre el
miedo a la pérdida de una identidad positiva (incluidos), eje sobre el que la
modernidad construye sujetos dóciles donde ejercer el poder estructurante del
Estado. Entonces, las emociones de los actores pueden dirigirse en sentido opuesto:
rechazo hacia el Otro (que se convierte entonces en un posible ladrón, una
amenaza potencial), incomodidad ante la basura puesta en el centro de la escena,
la preocupación por la higiene y la sanidad, que son en parte contracaras del
rechazo hacia una realidad de exclusión creciente y cercana, etc. En este sentido,
podemos decir que la centralidad que adquirió la discusión sobre los problemas
sanitarios y de “inseguridad” para los vecinos de la ciudad en los últimos tiempos
tuvo menos impacto sobre las condiciones objetivas de gestión de los problemas
ciudadanos que sobre el humor de la ciudadanía en relación a los trabajadores
recuperadores (aumento de la desconfianza) y la fragmentación entre los sectores
populares.
Siguiendo a Wacquant21 nos parece importante incluir la mirada de Norbert Elias Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
sobre la construcción de la subjetividad moderna para entender las connotaciones Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
de estos operadores de disciplinamiento sobre los procesos de consolidación de
identidades. El miedo, entiende Elías, “proporciona el mecanismo central de la
introyección de los controles sociales y la “regulación” (autoadministrada) de toda
la vida instintiva y afectiva”22. Por una parte, la represión de los instintos Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
(violentos) que esperamos de los otros en función de un renunciamiento en favor Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
del Estado, pareciera ponerse en duda cuando este deja de garantizar a los sujetos
la mínima seguridad alimentaria, laboral, física, etc. Pero, existe una nueva
angustia, que contribuye a conformar la subjetividad necesaria para la instauración
de un sistema capitalista de rapiña, y es el miedo a ser excluido. De algún modo,
las familias que revuelven la basura actualizan esa imagen que las convierte en
signos que se prefiere no ver o se busca deliberadamente alejar. Estos fenómenos
contribuyen al debilitamiento de los lazos sociales y la persistencia de una amplia
fragmentación social entre sujetos que en realidad pueden tener posiciones
objetivas cercanas.
9
instauración de los “buenos modales” sigue un curso inverso al que se supone
habitualmente: primero avanza el límite de los escrúpulos en correspondencia con
un cierto cambio de las relaciones humana, y sólo posteriormente se considera que
este comportamiento (comer con los dedos, limpiarse las manos en un trapo
común, tirar los desechos o escupir en el piso, etc.) es higiénicamente incorrecto y
se justifica con relaciones causales relativas a las enfermedades; esta convicción
racional no es en absoluto el motor de la “civilización” de las formas de
comportamiento23. En este sentido cabría preguntarse cuanta de la preocupación Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
por el deterioro en la estética pública, la “suciedad” que se genera, etc. se Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
corresponde con un análisis racional sobre estas problemáticas, y cuanto se asienta
en el reposicionamiento y puesta en evidencia que esta actividad de recuperación
implica para los límites de la violencia y el cuerpo en el espacio público de la
ciudad.
gueto negro en EEUU: “estar privado de condiciones y medios de vida adecuados, Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
ser pobre en una sociedad rica entraña tener el estatus de una anomalía social, y
carecer de control sobre la representación e identidad colectivas propias: el
análisis de la mancha pública en el gueto norteamericano y la periferia urbana
francesa sirve para destacar la desposesión simbólica que transforma a sus
habitantes en verdaderos parias sociales.”
A su vez, como ya se mencionó, es importante destacar que la dignidad se reafirma
en una auto-percepción de cierta idea de libertad. Las visiones de los entrevistados
en este aspecto no son de ningún modo homogéneamente negativas. En varios
casos, los entrevistados hicieron referencia a cierto grado de “elección” sobre el Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
23 Norbert Elias, op cit.. Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
24 Wacquant 2001, op cit. Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 9 pto
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trabajo, manifestando puntos de contacto y proximidad con las antiguas prácticas
de los crotos. “Para mi es el más lindo, de todos los trabajo que hice. Hice muchos
trabajos, de todo, servicio doméstico, cuidar chicos, cuidar viejitos.... Es lo más
lindo, porque sos libre, levantas lo que querés, haces lo que querés, elegís, a mi la
calle me dio de comer muchas cosas, había verduleros que me dejaban la verdura,
panaderos que me daban pan”(25); “lo malo de este trabajo, que no vas a saber lo Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, 12 pto
que te vas a encontrar en la bolsa, pero lo bueno es la libertad... antes cuando la Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
cosa estaba mejor, si un día no querías salir, te quedabas” (E) .
La libertad es entonces un valor que se constituye en sustituto de la falta de
garantías y previsibilidad en la actividad, donde afianzar y construir una identidad
a partir de este trabajo.
Pero también pareciera que el mayor nivel de autonomía y la mayor capitalización
son objetivamente factores clave para aumentar los ingresos y permitir mejores
niveles de vida a las familias que dependen de esta actividad. Quienes se iniciaron
recientemente en la actividad, por lo general como seudo-asalariados -que alquilan
los carros y en algunos casos son obligados a recorrer zonas determinadas, vender
lo recuperado en condiciones desfavorables, pagar por protección, etc.- o bien en
forma independiente utilizando medios de transporte propios de bajo costo -
changuitos, bicicletas, a pié, con pequeños carros precarios ,etc.- son quienes
trabajan con menor autonomía y obtienen los ingresos más bajos.
En el otro extremo, encontramos a las familias que se insertaron en esta actividad
desde hace largo tiempo –quienes tienden a identificarse con menos resistencia
como “cirujas”- y han logrado un saber y un equipamiento -generalmente carros
tirados por caballos- que les permiten mayor eficiencia. En este último grupo
también se debe incluir a las experiencias de auto organización en cooperativas.
Estas posiciones dentro de la actividad de recuperación son las de mayor (relativa)
rentabilidad y mejores condiciones de trabajo.
5. Con form ato: Fuente: Negrita
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS, Negrita
A modo de cierre.
Con form ato: Fuente: Trebuchet MS
Si bien este trabajo no agota todas las dimensiones del fenómeno creemos que
pueden extraerse algunas notas para futuras indagaciones.
El fenómeno de la recuperación de residuos no es nuevo, si bien ha experimentado
un cambio de escala sustancial en los últimos 10 años que acompaña la
transformación en la estructura ocupacional de las áreas urbanas de nuestro país y
en particular, los aumentos en el desempleo y la pobreza.
Desde el punto de vista de las “pérdidas sociales”, está claro que al romperse la
conexión que los integraba socialmente como trabajadores en la sociedad quienes
encuentran en la basura una forma de subsistencia han debido reformular parte de
su identidad. Nos ha parecido significativo entonces reflexionar sobre las nuevas
estrategias que surgen de esta posición (marginal) en el sistema, reconociendo las
distintas herramientas (económicas, organizativas y culturales) que los propios
actores manipulan para intentar mejorar sus condiciones de vida.
11
Por una parte, la pérdida de un empleo que permita garantizar la subsistencia
familiar y la apelación al trabajo en contacto directo con la basura parece tener
consecuencias que imponen un segundo nivel de precarización simbólica
subyacente a la precarización laboral manifiesta. En este punto, la existencia de
trayectorias familiares de inserción dentro de la actividad (cirujas) parece permitir
desarrollar estrategias de enmascaramiento y resignificación que se condicen a su
vez (sinergias) con mejores desempeños económicos en relación a los recién
llegados al circuito.
En este sentido parecería interesante intentar la construcción de una tipología de
la integración social para nuestro contexto social que permita distinguir los niveles
de desafiliación agravados por la posesión de una identidad social deteriorada.
En segundo lugar, parece central tener en cuenta las condiciones de producción de
discursos sociales bajo las cuales los recuperadores operan para intentar
resignificar su identidad social, en condiciones de alta exposición pública y donde
los prejuicios sociales apoyan dispositivos sociales de control y disciplinamiento.
En este nivel, el estudio de las luchas por definir los sentidos en torno a esta
actividad implica considerar las condiciones de formación de ideologías en torno a
las categorías laborales en general y a los dispositivos de disciplinamiento que se
sustentan en la violencia y el miedo a la exclusión.
Con respecto a las formas organizativas, si bien en la actualidad no son un
fenómeno extendido, las cooperativas y otras organizaciones de tipo solidario
permiten y promueven la construcción de una identidad positiva con este trabajo.
En esta estrategia, la resignificación como “recuperador” intenta ser superadora de
la figura del ciruja e incluso del cartonero. En el corto y mediano plazo, sin
embargo, acentúa la fragmentación del tejido social.
Finalmente, deben tenerse en cuenta que un análisis profundo de la problemática
implicaría adentrarse en otras aristas vinculadas a la recuperación si se pretende
aportar soluciones que permitan ingresos dignos a las familias que se insertan en
esta actividad laboral. En especial, considerar las cadenas de valor que se articulan
con la recuperación de residuos puede contribuir a poner a prueba el potencial de
una política pública con un enfoque sistémico para mejorar las condiciones de vida
de la población considerada. Pero este enfoque no puede limitarse a una visión
economisista del problema. Es preciso entonces avanzar de un análisis del valor
económico hacia una visión socio-estratégica del problema que considere otros
valores que el estado debe garantizar a la población. Pero esta política puede
incluír, además de las mesa del diálogo y la campaña de “bolsas vedes”, una
intervención que incentive la utilización de productos con isumos recuperados.
De un lado, la recuperación de materiales reciclables se constituye en un área de
interés para la ecología. En este sentido, resulta necesario analizar las distintas
alternativas para la disposición y reciclado de los residuos urbanos en función del
mejoramiento del medio ambiente y partiendo de la base que esta actividad no
busca una rentabilidad económica sino ecológica para la sociedad.
Por otra parte, los encuadres de política urbana que consideren una administración
del espacio público no pueden ignorar estos actores, como tampoco las
planificaciones de políticas sanitarias que pretendan proteger y controlar la
propagación de enfermedades contagiosas. Pero también, las dimensiones actuales
12
del fenómeno ponen sobre relieve la insuficiencia de las políticas sociales de
contención de la emergencia alimentaria al condenar a miles de personas a
“comer” (en sentido literal tanto como metafórico) de la basura todos los días.
Para terminar, nos gustaría afirmar que pensar las condiciones de la construcción
de identidades a partir de esta actividad es una tarea que tiene un valor intrínseco:
¿Qué implica hoy el trabajo con la basura para un recuperador y su familia? ¿Y qué
efectos produce en el resto de la sociedad y en particular otros trabajadores? ¿Qué
efectos disciplinadotes produce en los sujetos y cuales en el reposicionamiento de
la violencia dentro de esta nueva estructura social fracturada? Creemos que el
estudio de los discursos de los propios trabajadores puede seguir aportando algunas
pistas para pensar estos problemas desde una perspectiva integral.
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13
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Wacquant: Parias urbanos, Marginalidad en la ciudad a comienzos del milenio, Con form ato: Espacio Antes: 3 pto, Después: 3 pto
Manantial 2001.
14
Actividades informales y actores colectivos
Esteban Bogani.
Dentro de la estructura ocupacional argentina, las actividades informales representan
en la actualidad un poco más de la mitad del empleo privado. Este es, de por sí, un
dato contundente. Pero al hablar de la informalidad resulta necesario hoy en día
precisar exactamente a qué nos referimos, puesto que muchas cosas cambiaron
desde aquel informe elaborado en los años setenta por la OIT sobre la situación de
Kenya en donde se acuñó, por vez primera, la denominación sector informal urbano.1
Dentro de la literatura latinoamericana existe una importantísima tradición abocada
al tratamiento de la informalidad a partir de la cual se acotó, precisó e incluso re-
significó el campo de la informalidad. En esta tradición se encuentran desarrollos que
abarcan desde pensar a la informalidad como una estrategia de supervivencia ante la
falta de oportunidades de empleo, pasando por verla como una opción de las
empresas por manejarse por fuera de la regulación del Estado, hasta suponer que la
misma es producto de un mecanismo de terciarización de la producción de grandes
empresas (Moreno, 2003). Existen también estudios orientados a mensurar su
importancia respecto del conjunto de las actividades económicas y otros intentan
aportar elementos para el diseño de políticas para el apoyo y promoción a este sector
(Tokman, 1999), por citar sólo algunos.
En paralelo al incremento de las actividades informales en la región -pero sobre todo
en los últimos años- se ha dado en el país un proceso de deterioro de la situación
laboral de gran parte de los trabajadores. Este mismo se caracterizó por el aumento
de la desocupación, la subocupación, la precariedad laboral y el incremento del
trabajo no registrado. En realidad, este proceso no es exclusivo de Argentina, ya que
tuvo lugar en distintas latitudes, aunque con variables de intensidad y temporalidad.
De allí también que exista un importante cúmulo de reflexiones al respecto. Baste
recordar aquí a quienes denominaron al mismo como fragilización de la condición
salarial (Castel, 1997), entendiendo por ésta a la pérdida de la centralidad del
trabajo, y -en particular- del empleo asalariado como mecanismo privilegiado de
inserción relacional del individuo en la sociedad contemporánea.
Este cambio en el propio status del mundo del trabajo -iniciado hacia el final de la
golden age del Estado de Bienestar- repercutió no sólo en la modalidad de inserción
social y reproducción material de los individuos, sino también en los mecanismos de
generación de subjetividades asentados en dichas condiciones. Es decir que, con los
cambios en el empleo, también se operaron transformaciones en los mecanismos de
producción de identidades sociales. Claro que la salida de escena del obrero fabril no
supuso asistir a una obra teatral sin elenco. Muy por el contrario, ésta dio lugar al
nacimiento de una nueva camada de actores surgidos a partir de las múltiples formas
de vinculación a actividades generadoras de ingresos -¿quién se animaría a
denominarlas empleos?- que permitieron una proliferación de los mecanismos de
generación de nuevas de identidades colectivas.
1 Ese informe es "Employment, Incomes and Equality: A Strategy for Increasing Productive Employment in
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informal urbano argentino. 1974-1997 (mimeo).
Tokman, V. (1999): “La Informalidad en los años noventa: situación actual y
perspectivas” en De igual a igual. El desafío del Estado ante los nuevos problemas
sociales. Buenos Aires: Editorial Fondo de Cultura Económica.
Perspectivas de desarrollo económico y social para las mujeres pobres y
empobrecidas en los Clubes del Trueque. Estudio de caso: ‘La Bernalesa’
Bogani, Esteban
y Parysow, Javier
1. Introducción
El propósito de este artículo es detectar las estrategias de sobrevivencia y reinserción
social y laboral de las mujeres pobres y empobrecidas que participan en los nodos del
Club del Trueque ‘La Bernalesa I’ y ‘La Bernalesa II’ - situados en Bernal, al sur del
Gran Buenos Aires -. Específicamente, se busca delimitar las estrategias llevadas
adelante por las mujeres que han sufrido una pobreza de larga data y aquellas
susceptibles de ser comprendida dentro de los nuevos pobres -al haber pertenecido a
sectores medios que se pauperizaron y perdieron estrepitosamente sus ingresos
(Feijoó; 1993)-.
En principio, el trabajo brinda un panorama general acerca de los Clubes del Trueque
(su surgimiento, el modo de funcionar y la importancia que estos adquirieron en la
actualidad). Luego se revisa la bibliografía existente abocada a tratar el tema. Se
busca así detectar los debates existentes a los fines de tener en cuenta sus avances e
interrogantes respecto del Trueque.
El trabajo combina tareas descriptivas como también explicativas-comprensivas. Para
guiar esta última tarea se postulan dos tesis que dan cuenta de procesos sociales que
tendrían diferentes sentidos en cuanto a la movilidad social de estos dos grupos de
mujeres: 1) los Clubes del Trueque quiebran un prolongado proceso de desafiliación
social y laboral de las mujeres pobres y empobrecidas, a partir de su reinserción en el
mercado y el espacio comunitario por este propiciado; y 2) los Clubes del Trueque
constituyen una estrategia defensiva que mantiene a las mujeres sobreviviendo en un
contexto de pobreza.
En cuanto a la metodología elegida, se trabajó en base a un estudio de caso y se
utilizó herramientas de investigación cualitativa, principalmente entrevistas y
observación participante. Esta herramienta resultó útil para indagar los recorridos
sociales y laborales que han venido desarrollando las mujeres pobres y empobrecidas
hasta llegar a participar en el Club del Trueque.
Para concluir, se presentan los resultados obtenidos y en base a estos se plantean los
límites y potencialidades del Trueque como trama de relaciones apta para promover
el desarrollo económico y social de los sectores pobres y empobrecidos -en general- y
de las mujeres -en particular-.
2. Panorama y rasgos generales de este fenómeno.
Hacia mediados de la década de los noventa y, como una respuesta y alternativa, al
empeoramiento de la crisis económica y social, surgió en el país el primer Club del
Trueque.
Esta innovadora iniciativa, implicó antes de su puesta en marcha una importante
tarea a sus fundadores. Esta supuso tomar conocimiento de otras experiencias,
realizar prácticas de ensayo y, así como también enriquecer a todas estas actividades
con aportes de orden teórico.
Es así que se rescató la experiencia de los LETs Canadienses en la que se llevan a
cabo intercambios sociales y económicos sin la mediación de dinero. También antes
de la puesta en marcha del primer Club del Trueque, y a modo de ensayo, se
hicieron ejercicios de teatralización de roles y otras experiencias lúdicas con el
propósito de evaluar la viabilidad de organizar una iniciativa de este tipo a nivel
comunitario. Pero esto no terminó allí, a decir verdad, en este preparativo también
se tuvo en cuenta reflexiones teóricas respecto de las relación entre la economía y el
orden social; el libro “El orden económico natural” de Silvio Gesell es una referencia
obligada en esta materia.
En la actualidad, se encuentran en funcionamiento en el país cerca de 1.000 sitios (o
nodos)1 en los que se práctica el Trueque. En estos espacios participan alrededor de
300.000 personas las que pertenecen a 100.000. familias aproximadamente.2 Existen
además eventos especiales de intercambio denominados “megaferias” que crecen
mes a mes y en donde se cuentan por miles el número de los participantes y la
cantidad de las transacciones.
A los fines de comprender el fenómeno en su actual dimensión y significado resulta
imprescindible hacer una breve genealogía. El Trueque en su sentido primigenio era
un intercambio económico simultáneo en el cual se intercambiaba directamente, y
sin el uso de dinero, un bien o servicio. Es así que en sociedades de tipo tradicional el
Trueque ocupo un lugar central en las relaciones sociales y económicas (debido a la
inexistencia del dinero y la falta de alguien que regule las relaciones de intercambio
como lo es en la actualidad el Estado).
En el estado inicial del Trueque, todo poseedor de una necesidad, bien o servicio
debía encontrar a su par complementario. Es decir, a alguien que acepte lo que este
ofrecía y que, al mismo tiempo, tenga algo que resulte de interés para trocar. El
funcionamiento del Trueque en la actualidad no está restringido a un intercambio de
persona a persona sino que adquirió un carácter multi-recíproco. Es decir, los
intercambios están mediados por la inclusión de un tipo especial de moneda -
denominada crédito- reconocida por todos los consumidores y productores
integrantes de la comunidad. De este mutuo reconocimiento y del sentido de
comunidad surge la reciprocidad del sistema.
Es así que la inclusión de esta moneda permitió superar el desencuentro de
necesidades con la posibilidad de su satisfacción a través de la adquisición de bienes
y servicios. Estos créditos son emitidos, distribuidos y controlados por los mismos
integrantes del Club conforme sus propias regulaciones. Se obtienen a través de: 1) la
transacción de un producto o de un servicio o 2) la participación durante un plazo
establecido del Trueque (a quien ingresa se le otorga determinada cantidad de
créditos).
Otro elemento a destacar es que el crédito no es dinero en tanto no es un bien
escaso. De hecho, éste garantiza que se puedan realizar todos los intercambios de
Notas
4
hogares con dos proveedores, es decir, ambos cónyuges como proveedores de
ingresos aunque esto no supuso, en muchos casos, un cambio en la jefaturas de los
hogares, las que se definen no sólo a partir de aspectos económicos sino también
sociales y culturales (Wainerman; 2000). Este aspecto constituye un rasgo esencial
del problema a abordar; es decir el interrogante a responder esta relacionado a
¿Qué lugar ocupa el Trueque en la trayectorias de vida de estas mujeres? ¿En qué
cambia su situación personal actual? Y, a la vez, ¿Qué importancia adquiere su
participación en el Trueque para sus hogares?
Estos interrogantes adquieren otra dimensión cuando se los inscribirse en el actual
escenario social y económico. Entre otros rasgos de esta situación cabe mencionar, a
modo de rápido racconto, la recesión macroeconómica, la persistencia de altos
índices de desocupación y pobreza. Todo esto junto a las más recientes falta de
liquidez y ausencia del crédito debido a las restricciones del sistema financiero y a la
caída del salario real provocada por la devaluación de la moneda. Dicho lo anterior,
es posible observar una interrelación entre el modo en que se han expandido los
Clubes del Trueque en el Gran Buenos Aires4 y la disposición (espacial y temporal) de
la desocupación y pobreza -sea ésta nueva o de más larga data-. En un posible mapa,
los alfileres con los que se marcaría la existencia de nodos del Trueque se
superpondrían a los alfileres que denotan la presencia de altas tasas de pobreza.
En síntesis, el problema esta en dar respuesta a los siguientes interrogantes: ¿Qué
significa participar e intercambiar en el Trueque para estas mujeres? ¿Qué supone
esta participación en el plano material y en el simbólico? ¿Cómo transcurrieron el
recorrido social desde ser amas de casa (inactivas) o desocupadas (ex empleadas)
hasta llegar a ser pequeñas comerciantes/ productoras? ¿Qué saberes y competencias
incorporaron o resignificaron en esta nueva situación?
5. El enfoque metodológico.
En este apartado se describen las consideraciones generales respecto del abordaje
metodológico propuesto como así su operacionalización a los fines de
implementarlo en la presente investigación.
En principio, cabe destacar que debido a las características del problema antes
descrito se acotó su abordaje mediante el procedimiento de un estudio de caso y se
optó, a la vez, por un diseño de investigación de tipo cualitativo. Esto supuso
avanzar en aspectos descriptivos dando cuenta de las características inherentes al
Trueque y, al mismo tiempo, se propuso dos hipótesis específicas -enunciadas al
inicio del artículo- referidas a las implicancias de las estrategias de sobrevivencia
llevadas adelante por las mujeres en su desarrollo como actor social y económico.
Esquemáticamente se suele decir que describir es responder a la pregunta del
cómo es algo, en tanto que explicar es responder a la pregunta por qué algo es o se
presenta de determinada manera. En otras palabras, “al describir nos mantenemos
en el mismo nivel proposicional de lo que estamos describiendo, no hay un cambio
de plano. En cambio explicar (al menos en un sentido fuerte) sí implica un cambio
de plano. Para decirlo rápidamente... explicar es subsumir, incorporar un hecho
bajo un enunciado general” (Schuster;1982).
4 Si bien existen distintas fuentes de datos, como son las hojas web (www.Trueque.com
www.Trueque.org.ar www.TruequeClub.com, entre otras), el diario Crónica, etc. la mayoría
de éstas destaca el auge de nuevos nodos en el Conurbano Bonaerense.
5
En este sentido, este estudio es en gran parte descriptivo aunque respecto de
ciertos aspectos específicos del fenómeno sostiene una postura más de tipo
explicativa-comprensiva. Este segundo enfoque está restringido a indagar acerca
del significado social y económico de la inserción de las mujeres (pobres y
empobrecidas) en el Trueque. Es decir, qué diferentes significados y valoraciones
adquiere esta participación según sea el grupo de mujeres del que se trate.
Específicamente se sostiene la tesis sobre hasta que punto esta inserción implica
una estancamiento en su situación de pobreza o, por el contrario, supone una
superación de la misma en un camino de desarrollo social y económico.
Para estudiar estos aspectos se elaboró una muestra intencional integrada por
mujeres pobres y empobrecidas; las que integran la población objeto de este
estudio. Esta muestra se elaboró fundamentalmente en base a tres criterios a
partir de los que cada mujer entrevista pasó a integrar uno u otro grupo. Estos
criterios fueron: a) su trayectoria socio ocupacional, b) su anterior y actual acceso
a distinto tipo de consumos y c) la anterior y actual inserción educativa, social y
laboral de su grupo familiar.
Es importante introducir algunas precisiones respecto de la selección de estos
criterios. En primer lugar, se optó por estos debido a la imposibilidad de utilizar
aquellos más usados para la medición de la pobreza (el índice de Necesidades
Básicas Insatisfechas y la Línea de Pobreza) debido a que era imposible aplicar la
serie de instrumentos que estos suponen y, a la vez, hacerlo en dos momentos
para así captar el ‘antes y el ahora’ de las mujeres empobrecidas.5 Es por esto que
se eligió el concepto de trayectoria, con el propósito de reconstruir el recorrido de
estas mujeres. La idea de trayectoria no es ya la de una serie de fotos sino la de
un film que proyecta una historia, en este caso, la de las mujeres participantes en
el Trueque.
Es de hacer notar respecto del primer criterio (trayectoria socio ocupacional) que
si bien no existe una linealidad causal directa entre la inserción ocupacional -el
tipo de empleo- y la situación de pobreza existen ciertas relaciones, manifiestas
incluso como tenencias, en las que se observa cierta interrelación entre
precarización del empleo y la pobreza (Salvia & Tissera; 2000).
Luego de aplicarse los tres criterios, se incorporó una pregunta de autopercepción
sobre su pertenencia social (¿Usted es/fue de clase media?) en todos aquellos
casos en que una mujer entrevistada ‘calificaba’ para integrar el grupo de mujeres
empobrecidas.
En total se llevaron a cabo 17 entrevistas personales. Se cubrió así con similares
cuotas de cada grupo (9 mujeres empobrecidas y 8 pobres). También se entrevistó
a un informante clave (socio fundador de la Red Global del Trueque) y a otros 4
participantes del Trueque (‘prosumidores’ hombres e integrantes de apoyo a la
organización de los nodos estudiados).
Para concluir este apartado sólo resta consignar que este acercamiento, claro está,
genera más hipótesis y nuevas preguntas que conclusiones acabadas debido al
tamaño de su intervención y a la complejidad del fenómeno en cuestión. Es por
esto que cabe resaltar la dificultad de generalizar los resultados aquí obtenidos al
conjunto de mujeres participantes en nodos del Club del Trueque. En otras
6 En este caso la acepción dada al concepto de desafiliación social surge de los escritos de
Castel, Robert (1997).
7 En este articulo se utiliza indistintamente las expresiones “mercado” , “mercado formal”
y “economía formal” para referirse al conjunto de relaciones económicas y sociales que
tienen lugar fuera del Trueque.
7
ocurrido en la economía formal (iniciado con la salida de la convertibilidad a
principios del 2002) tuvo su corelato al interior del Trueque
Esto se manifiesta cuando se le pregunto a una mujer “¿En qué te sirvió el Trueque?
¿En qué te ayudo? Me ayudo un montón porque antes las cosas estaban mas baratas,
se podía comprar cosas nuevas. Bueno, yo vestía a mis hijos y a mi marido con
zapatillas nuevas, con joggings nuevo. De todo tenía ... pero ahora se fue todo de las
manos. Todo esta muy caro”.
En el siguiente fragmento se expresa también el acelerado proceso inflacionario al
interior del Trueque y también se detallan casos de estafa y engaño comercial. Fue
así que se le preguntó a la misma mujer “¿Y vos crees que el Trueque en general le
sirve a la gente? Yo te diría que sí pero ahora entro mucho avivado acá. Como en
todas partes y no te lo digo por el tema de los créditos truchos sino también por el
precio que le ponen a las cosas. Fíjate lo que vale un litro de aceite. Incluso el otro
día agarraron a uno que estaba vendiendo aceite usada. Se ve que la conseguía de
alguna rosticería o bar y la traía acá.” En lo que hace específicamente a la inflación,
y como se observó en las visitas hechas a los nodos, ésta tiene una fuerte relación
con las expectativas a futuro; es decir, con la previsibilidad y confianza depositada
en el sistema. En este caso, el Trueque no es una isla su situación no difiere en
mucho de la observada en la economía formal.
Finalmente, otra entrevistada expresó cierta desilusión en cuanto a lo que eran sus
expectativas sobre el Club del Trueque: “Acá aprenden algo nuevo todos los días:
como se roban unos a otros, pobres contra pobres, yo pensé que era para ayudarte”
En relación a este aspecto, no se desprende de las entrevistas grandes diferencias
entre los dos grupos de mujeres. En realidad, cualquier actividad llevada a cabo en el
Trueque siempre se inscribe en prácticas anteriores de sus participantes y, al mismo
tiempo, el Trueque también es permeable a la realidad que lo circunda.
- Aspectos reconstitutivos del tejido social
En este apartado se destacan aquellas cualidades observadas en el Trueque que
implican una reconstitución del tejido social y al mismo tiempo conllevan un
incremento del ‘capital social’. Se entiende al capital social como la capacidad de
organizarse y generar organización social basado en relaciones de correspondencia
entre todos los integrantes de una comunidad, en el apego a las prácticas ciudadanas
y el ejercicio de una democracia participativa. De hecho, “el capital social, imbuido
en las normas y redes del compromiso cívico parece ser una precondición para el
desarrollo económico, como así también para un gobierno efectivo”. 8
Distintas experiencias demuestran que las redes de compromiso social, en donde
también cuentan los gobiernos locales (en el caso del Trueque estos tienen una
escasa sino nula participación), facilitan la coordinación entre los distintos sectores
involucrados en el desarrollo social y económico. De esta forma, “una sociedad que
descansa en la reciprocidad general es más eficiente que una sociedad desconfiada
…. la confianza lubrica la vida social.” 9
10 Este dato surge de un estudio dirigido por Jorge Marchini en el marco de la Universidad
de Buenos Aires, según consta en un artículo de su autoria publicado en el matutino Clarín
el 5 de Mayo de 2002. En este se detalla que como resultado de un relevamiento hecho en
el partido de San Martín en la provincia de Buenos Aires un 66% de los entrevistados
asegura que el Trueque tiene un rol central en la provisión de alimentos para sus hogares.
9
medialunas para rellenar, zapatillas. Yo también llevé a otro nodo, que es más
sencillo, fruta y verdura, y también se vende”
“Antes del Trueque era de clase media, yo tenía mi coche, mi marido vendía
coches... tenía una agencia de autos usados. Ahora hace reparto de aceite y yo a la
mañana lo ayudo. Con eso tenemos un ingreso en dinero. Pero acá compro buena
repostería –cuando ves a la persona ya te das cuenta como es la mercadería-, le
puedo comprar algún regalo a mi nieta, que antes no le podía hacer” Este aspecto
adquiere una singular importancia si se lo contrasta con el marco de privación
generalizada en el que están inmersos gran parte de estos sectores sociales.
Este no es el único plano en que lo familiar se vincula con el Trueque, el otro está en
relación a como el espacio del Trueque se torna en un espacio familiar, en el sentido
en que gran parte de los ‘prosumidores’ son acompañados y/o ayudados en sus
labores por algún miembro familiar. Es de destacar, en el caso de las mujeres pobres,
el acompañamiento de sus hijos/as.
- La dignidad de producir u ofrecer algo propio
Otro efecto positivo del intercambio en los Clubes de Trueque es que muchas de las
mujeres entrevistadas afirman haber recobrado la dignidad de producir algún bien o
brindar un servicio por ellas mismas. Es una manera de volver a pertenecer a una
comunidad de productores y ganar cierto status social por ello. También tiene la
relevancia propia del sentido de toda vida humana: poder plasmar sentimientos y/o
ideas en un producto tanto material como inmaterial (un servicio profesional de
psicología por ejemplo).Esto hace a esa característica innata a todo ser humano: su
capacidad de transformar la naturaleza.
Esta dignidad recobrada, en términos de las mujeres entrevistadas, fue percibida no
solo en las entrevistas sino también a través de la observación participante que se
realizó en los nodos. A pesar de estar envueltas en un contexto de pobreza y en
algunos casos de pobreza extrema, las mujeres que participan en el Club del Trueque
expresan en sus rostros y en su hexis corporal la dignidad que da ofrecer un producto
propio a otros. Esto es claro en palabras de las propias entrevistadas “El Trueque me
distrae un montón, me da ese beneficio de hacer algo y venderlo, me satisface un
montón.” En otra entrevista, este aspecto se manifestó de la siguiente manera:
“aquí aparecieron todas mis cualidades ….me estoy dando ese valor que me esta
ayudando para generar algo.” Estas manifestaciones dan cuenta de cómo en ese
entramado de relaciones sociales y económicas emergen múltiples formas en las que
se manifiesta la dimensión subjetiva de cada uno de sus participantes.
- Donde se refundan los vínculos
En un espacio en el que tienen lugar nuevas prácticas comerciales también puede
tener lugar, en un sentido más amplio, la refundación de vínculos sociales básicos
como, por ejemplo, el sentimiento de pertenencia a una comunidad de iguales. En
este sentido su importancia es fundamental. Son cada vez menos los espacios donde
la gente se siente entre iguales y más los espacios a los cuales no pueden acceder.
En una de las entrevistas este aspecto emergió claramente cuando se dijo que “Acá
es como una familia. Lo ideal sería tener trabajo pero ante esta situación, es como
que todos estamos en la misma. Muchos pertenecimos a la clase media, hay
profesionales de clase más alta e igual acá somos todos iguales. Diferencias yo pienso
que igual siempre hay. No es como en otros lados, en trabajos en donde yo he estado
10
siempre hay como una distancia con el personal jerárquico, en cambio acá somos
todos iguales, tanto el que vende muchos créditos como los que venden pocos
créditos”.
Si bien todos quienes llegan al Trueque lo hacen con diferentes historias y
pertenencias sociales este espacio propicia un ambiente igualitario. En un contexto
donde más y más gente, de cada vez más altos estratos sociales comienza a ser y
sentirse ‘afuera’ del sistema económico, el Trueque ofrece la oportunidad de
pertenecer a un espacio de iguales, en donde el único requisito formal de
pertenencia es la voluntad de ofrecer lo producido por uno mismo.
- Intercambios sociales
Otro aspecto igualmente importante, es el hecho de que muchas de las mujeres
entrevistadas consideran y utilizan al Club del Trueque como un ámbito de
intercambio social. Hasta cierto punto, el Club del Trueque cumple la función de Club
social, un espacio que también es de distracción y esparcimiento. Esto último
constituye un carácter positivo del Trueque en tanto logra combinar con alta armonía
el aspecto de encuentro social y el aspecto de intercambio económico. De este modo,
le da impulso a la acumulación y desarrollo del capital social. En este caso, el capital
social se asocia a la capacidad de vincularse a otros y de aprehender habilidades
socialmente reconocidas que son útiles para ser aceptado en grupos y sectores
sociales tanto como para desenvolverse eficientemente en el trabajo.
“Yo en el Trueque me hice amigos cuando fui a hacer el curso y después vecinos de
venta. Empezamos a charlar, congeniamos. Y me hice amigos...yo conozco un montón
de gente, es gente macanudísima.” “Esto es un ir y venir de amor” Estos
intercambios sociales y, las consecuentes sinergias generadas, no se han plasmado
aún en impulsos concretos para asociarse en actividades comerciales o productivas.
Los pocos que se asociaron en algún tipo de emprendimiento conjunto no se
diferencian del resto; quizás esto se deba a que todavía estas experiencias tienen un
lugar lateral en Trueque (de la totalidad de las entrevistas realizadas sólo una mujer
trabaja junto a su socia).
- Un ‘antídoto ’ contra el aislamiento y la depresión
Finalmente, es de suma relevancia el aspecto emocional, sobre todo en lo relativo a
como enfrentar ciertos tipo de depresión, que le otorgan las mujeres a los
intercambios que se desarrollan en el Club del Trueque. La mujeres entrevistadas
observan en él la posibilidad de evitar el aislamiento que conlleva toda falta de
trabajo.
En las sociedades modernas, los espacios como fábricas y empresas tuvieron (y aún
tienen en muchos casos) una fundamental importancia para la socialización de los
trabajadores. Esto permitió incorporación de roles y normas a partir de los que los
individuos se integran a un orden social determinado. El actual contexto de fuerte
desocupación y subocupación cuestiona este modelo socializador, y en última
instancia cuestiona el andamiaje social que ha posibilitado la constitución del orden
social moderno. Lejos de haberse cumplido el augurio de ciertas corrientes del
pensamiento socialista sobre el fin de la relación de explotación capitalista y la
liberación de los trabajadores de esa relación, el proceso de desafiliación social y
económica que se está viviendo conlleva la ‘liberación’ de los trabajadores pero una
liberación para no ligarse más a nada. La ‘liberación’ que implica el desempleo y ese
estar ‘afuera’ tiene otro carácter, su rasgo distintivo es que se interrumpe todo
11
ámbito y proceso de socialización totalizador y se deja a los individuos a la ‘deriva’,
indefensos en la anomia que caracteriza la pobreza. En este contexto, las depresiones
-en tanto respuesta individual a este fenómeno- son comunes y constituyen una
enfermedad con un origen fundamentalmente social y no meramente individual.
El Club de Trueque opera, tal cual se ha observado, como un importante espacio de
reconstitución de los lazos sociales y recreación de la subjetividad. En un contexto de
fuerte depresión económica, propone ‘partir de cero’ juntarse entre todas las
personas que tengan la voluntad de hacerlo –no hay otro prerrequisito ni condición- a
los fines de ayudarse mutuamente a través del intercambio de productos por ellos
mismos elaborados. De este modo se constituye en un importante factor de
resocialización que contrarresta, al menos en parte, las causas principales de este
tipo de aflicciones psicológicas: el asilamiento y la imposibilidad de trascender en el
trabajo ocasionada por la desocupación.
A continuación se señalan algunos ejemplos sobre el tema en cuestión: “Trocamos
Taperwares, yo era vendedora y los tenía y los traje acá. Empecé a venir porque una
señora amiga me insistió que me iba a hacer bien, y bueno me fue bien. Aparte es
lindo, te sentís bien. Yo era vendedora de tapers, estos tapers me quedaron porque
uno compra y guarda y guarda. Y viste uno al estar mal económicamente
encontramos una buena salida y aparte te hace bien espiritualmente. Era vendedora
a las casas ‘venta directa’, ahora no hacemos más esta venta. Si hasta el dueño de la
empresa esta trocando taperwares.” “Yo creo que no podría hacer esta actividad
fuera del Trueque, aparte acá te sentís bien. Si te quedas en tu casa te deprimís”.
“Acá en el Trueque estoy más tranquila, acá no pienso. Tengo una nieta en capital y
yo no la veo todos los días”
12
7. Perspectivas de desarrollo económico en el Trueque.
En este apartado se describen y analizan los principales rasgos de las actividades
económicas llevadas a cabo en el Trueque; observando sus potencialidades como así
también sus limitaciones. En este orden de cosas, se consignan aquellos rasgos más
sobresalientes de las actividades emprendidas y la forma en que participan en estas
las mujeres pobres y empobrecidas.
- Tipo de actividad, competencias y saberes.
Del análisis de las entrevistas surge claramente que las mujeres de ambos grupos
antes de ingresar al Trueque llevaban a cabo, en general, la misma actividad. En
algunos casos, incorporaron otras actividades luego de su ingreso al Trueque. La
actividad que antes hacían en la economía formal ahora la realizan en el Trueque.
Es importante aclarar que si bien, en términos generales la actividad suele ser la
misma, ésta no tenia una igual importancia para las mujeres de los dos grupos. En
ciertas ocasiones, estas actividades tenían un lugar lateral (esto es más frecuente en
el grupo de las mujeres empobrecidas) mientras que en otros resultó ser más
importante en la generación de ingresos para los hogares (mujeres pobres).
En el caso de la mujeres empobrecidas suelen recuperar algún saber que sino había
sido olvidado si al menos fue dejado de lado, y que ahora ocupa un lugar central de
su actividad. Esto es claro, por ejemplo, cuando se resignifican ciertos saberes -en
gran medida distintas manualidades- desde una perspectiva económica; “ya hacía
este trabajo de arreglos floreales, de hobby, por que me gustaba... ahora lo hago
por necesidad” . Esto no supone, que las mujeres empobrecidas sólo llevan a cabo
actividades que antes fueron sus hobbys. Lo cierto es que estas actividades no tenían
un lugar central en sus trayectoria ocupacionales, en el caso de las mujeres de este
grupo entrevistas, casi todas fueron empleadas y hoy están llevando adelante una
actividad vinculada a tareas tradicionalmente asociadas al rol de la mujer de sectores
medios (costura, pintura, etc.).
Otro rasgo a destacar, es que la mujeres empobrecidas, en una gran mayoría,
imprimen a sus iniciativas económicas un tipo de gusto y calidad comunes a los
consumos de la clase media. Esto se manifiesta en la cuidada elaboración de los
productos y/o en la prestación de los servicios, en la presentación de éstos -su
empaquetamiento, sus detalles- e incluso en su garantía de uso.
Más allá de propiciar cierta igualdad entre sus participantes las historias personales
previas cuentan y mucho en ese derrotero a través del que se llega al Trueque. Es
decir, gran parte de las diferencias entre las mujeres pobres y empobrecidas
estará dada no sólo por ese pequeño capital de trabajo que cada una tiene sino
también por el conjunto de competencias y un saberes específicos adquirido
previamente a la entrada al Trueque. Esto se evidencia en el tipo de producto o
servicio brindado pero, sobretodo, en la organización de la actividad económica
emprendida, en el manejo de proveedores, la atención a clientes, el manejo de
costos, la fijación de precios, etc.
Es cierto que, en el caso de las mujeres pobres entrevistadas, muchas también
llevan a cabo actividades que antes hacían fuera del espacio del Trueque. Pero a
diferencia de las mujeres empobrecidas, en las trayectorias de las mujeres pobres
y en las estrategias de sus hogares estas actividades y saberes previos tienen un
lugar preponderante en la complementación de ingresos. Esto se puede ilustrar
13
citando a una de estas mujeres cuando dice que “Yo siempre cocine. Antes de
casarme trabaje en un restaurante y después de casada seguí haciendo comida en
casa. En casa sobre todo hacía repostería, tortas para cumpleaños o casamientos.”
Es de resaltar que ante la perdida de oportunidades de venta en el mercado formal
el Trueque le brinda a estas mujeres la posibilidad de continuar con su actividad
económica. Lo significativo, en muchos casos, es la superposición territorial del
mercado formal y el Trueque. En otras palabras, esto se observa cuando las
mujeres pobres no pueden, en reiteradas ocasiones, vender lo que hacen en sus
barrios, pero si lo pueden trocar en los nodos que están en sus barrios. Esto se
evidencia en comentarios como el siguiente: “Yo hago las chalinas y los puloveres
de lana para bebes los hace mi suegra. Los vendemos por dinero también en el
kiosco de mi suegro. Esta semana en el kiosco no vendí nada ... La verdad es que
vendo muy bien acá” Este aspecto da cuenta de cómo el Trueque se torna una
solución innovadora a situaciones ciertamente complejas.
- Adaptabilidad de los participantes y del Trueque a los cambios.
En la actualidad, gran parte de los debates alrededor del Trueque están enfocados
en su rol como amortiguador en la caída de los nuevos pobres; pero ésta discusión
resulta, al menos, incompleta sino se considera también el rol que el Trueque tiene
para los sectores tradicionalmente más pobres.
Este rol no sólo es susceptible de ser estudiado desde una perspectiva social (como se
hizo en el apartado ‘el Trueque como un intento de contrarrestar …’) sino también
desde una óptica en la que se privilegie lo económico. En este orden de cosas, es de
resaltar la capacidad del Trueque de adaptarse rápidamente a situaciones
cambiantes, tanto en lo respectivo a sus propios participantes como a ese ‘afuera’
con el que interactúa a diario a través de la entrada de insumos y salida de
productos.
Esto se puede observar, en el caso de las mujeres pobres, cuando estas no pudieron
continuar produciendo alimentos debido a la suba del costo de ciertos insumos -
principalmente: harina, aceite y azúcar-, lo que precipitó un desabastecimiento de
los mismos en varios nodos del Trueque. 11 Esta situación en la economía formal
hubiera supuesto el retiro de estas mujeres de todo actividad para recluirse en el
hogar, en su reconversión laboral, (lo que para estos sectores no siempre resulta
sencillo), o bien en la búsqueda de algún tipo de asistencia social por parte del
Estado. En el caso del Trueque, para estas mujeres, abandonar la producción de
alimentos no significó necesariamente abandonar su participación económica en el
Trueque; es más, casi la totalidad de éstas se dedicaron a desarrollar actividades
comerciales.
En los últimos meses, este aspecto -debido al empeoramiento de la actual crisis
económica- todavía resultó ser más claro.12 Esto se manifiesta, por ejemplo, cuando
una entrevistada manifestó: “Yo antes amasaba pre pizzas con otra chica más.
Éramos dos. ¿Y qué pasó? ¿No anduvo el rubro?(Se le preguntó) No, para nada. Hasta
hoy me siguen preguntando si voy a volver a hacer pre pizzas. Lo que pasó es que se
nos complicó con lo de la harina. El esposo de mi compañera trabajaba en una
panadería y conseguía que le vendieran a un buen precio. Pero después a él lo
Este incremento de actividades comerciales se torna en una estrategia usual para los
que menos tienen -aquí cabe citar otro ejemplo: “Yo compro lo que troco en otros
nodos, comercio dentro del Trueque. Con esto vivo”- pero esto mismo, a la vez,
atenta contra la perdurabilidad del sistema si ésta tendencia continua in creyendo.
Este tipo de actividad supone, por un lado, una falta de generación genuina de valor a
través del trabajo aplicado a la producción de un bien o la prestación de un servicio
y, por el otro, conlleva un incremento de los precios. Este aspecto, sin duda, tendrá
que ser objeto de regulaciones específicas tendientes a asegurar la perdurabilidad del
sistema, sus valores y principios.
En cualquier caso, esta adaptabilidad del sistema del Trueque en relación a las
entradas-salidas que mantiene respecto de ese ‘afuera’ económico (se incorporó
otro tipo de aceites y harinas) se traduce, o bien tiene un correlato, en una similar
adaptabilidad de sus participantes; en este caso las mujeres pobres. Esto es otra de
la cualidades que hacen del Trueque una oportunidad para adquirir parte de las
cualidades de gestión comunes a cualquier actividad económica.
- Gestión de las actividades económicas y buenas prácticas comerciales
Esta adaptabilidad a la que se hacía mención esta asociada a la capacidad de
gestión adquirida por las mujeres empobrecidas y pobres. Entre otros aspectos
vinculados a la gestión de toda actividad, es para destacar: la forma en que esta se
organiza y es administrada. Esto supone, el manejo de costos, su incidencia en los
precios, la selección de proveedores, el segmentar partes de la producción, la
atención al cliente, etc.
Esta incorporación de aspectos relativos al mejoramiento del negocio suele estar
asociada a instancias concretas de capacitación. En una entrevista se refiere a este
punto: “Hice un curso de microemprendimientos con mi esposo acá en el
Trueque... este curso nos sirvió mucho para saber los costos...a manejarnos para
la venta. Nos enseñó muchas cosas” aunque también no sólo esta restringida a la
participación en estas instancias. De hecho, el Trueque como espacio de
intercambio facilita la circulación de estos saberes organizacionales. Estos saberes,
claro está, se manifiestan y funcionan a modo de un recetario del que valerse ante
distintas situaciones y no como un compendio de conceptos de índole teórica.
Entre las estrategias de organización del negocio, está la posibilidad de llevar
adelante más de una actividad con el objetivo de ampliar su margen de acción y,
sobre todo, esto está asociado a evaluar la factibilidad de iniciar otras actividades.
En palabras de estas mujeres: “ofrezco ropa que yo elaboro y que tenía en casa;
también hago pasta flora y tortas”, “además de los arreglos florales ahora estoy
haciendo tarjetas”, etc.
En reiteradas ocasiones, y con el objetivo de financiar los costos fijos de su
participación en el Trueque -en particular, el costo de traslado o bien el alquiler
del puesto-, se suele llevar a cabo la misma actividad en distintos lugares, esto es,
dentro y fuera del Trueque. Es así que las entrevistadas de ambos grupos, aunque
en un mayor grado las mujeres empobrecidas, suelen llevar adelante este tipo de
estrategia de gestión. Esto se manifestó en varias entrevistas. “Yo hago las chalinas
15
y los puloveres de lana para bebes los hace mi suegra. Los vendemos por dinero
también en el kiosco de mi suegro.” Otro caso fue la mujer que nos dijo: “Aquí
vendo pastaflora. Sigo vendiendo en mi casa y en una pequeña panadería pero acá
hay mucha más venta.”
Esta última estrategia, el intento de vender dentro y fuera del Trueque pese a las
actuales condiciones adversas de la economía formal, se inscribe en la necesidad
de afrontar el pago de los servicios públicos -luz, gas, agua, etc.- que no pueden
ser afrontados con los créditos.
Entre estas capacidades también deben contarse las buenas prácticas comerciales. El
buen clima y respeto mutuo que se puede observar en el Trueque se basa en los
principios que ordenan esta actividad -sus valores- tanto como en el ejercicio
concreto de buenas prácticas comerciales por parte de los ‘prosumidores’. Prácticas
que se diferencian claramente de las actualmente ejercidas en el economía formal -
sobre todo en un contexto de profunda recesión- en donde tienden a enfatizarse las
prácticas que buscan la sobrevivencia a costa del otro.
A continuación se citan algunos fragmentos de entrevistas donde se expresa lo recién
analizado: “Acá aprendí a Trocar, podés comprarte cosas, vasos, almohadones y si
tengo que ir con la plata no puedo (...) Aparte a nadie le da vergüenza, nadie te
trata mal, hay un buen ambiente. Por ejemplo si a vos no te gusta algo, vas y te
devuelven los créditos. En un negocio te dan de vuelta, te hacen un vale.” “Yo
empecé a venir en Diciembre, pero te digo que estoy feliz de estar acá... acá te
saludas con todas, acá no se pelean, la gente si tiene que hacer cola para comprar
algo la hacen sin problema. Te desenchufas.” En este sentido los testimonios son
muchos, pero quizás si valga, agregar uno más: “Yo esto lo vendo en mi casa a 10
pesos y yo acá los tengo solamente a 20 créditos. A mi me dicen que múltiple por 3 o
4 pero no me animo, no me puedo hacer la viva. Al menos cuando tome las charlas
me dijeron que esto tiene que ver con la solidaridad. Y bueno, yo apunto siempre a
eso”
Este fenómeno es de suma importancia, ya que de consolidarse, puede constituir una
interesante base de principios sobre buenas prácticas comerciales que podrían
afectar ‘el afuera’ del Trueque en tiempos normales. En todo caso, son un excelente
antecedente o pilar sobre el que construir parte del capital social necesario para el
desarrollo de cualquier tipo de actividad económica.
- Autosuficiencia y perspectivas de crecimiento
En el caso del Trueque, y siempre según las entrevistas realizadas y lo observado
en las visitas, gran parte de la continuidad de cualquier actividad económica esta
asociada a la posibilidad de superar esa dificultad que suele ser la provisión de
insumos, principalmente materias primas de escaso valor agregado. En efecto, la
posibilidad de diversificar la elaboración de productos, y hacerlo manteniendo
cierta calidad y escala aceptable, depende en gran parte de ampliar el universo de
proveedores del sistema del Trueque. Esto se torna en un verdadero cuello de
botella para la elaboración de productos con estándares similares a los de la
economía formal, y a la vez, para darle cierta continuidad y escala a este tipo de
producciones.
Hasta ahora esta situación se afrontó con suertes dispares. Están quienes
comenzaron a reponer internamente sus insumos o, al menos, parte de éstos. Esto
se evidencia en el caso de una entrevistada que nos comentó “Yo te digo que hasta
16
este momento para hacer mis cosas tengo que ir a La Plata para comprar las flores.
De esto (muestra una especie de base o florero en que van las flores) yo tenía una
muestra y le pedí a un joven de por allá, que es artesano que me los corte, que me
los traiga. Más o menos para poder tirar. Esto (muestra otro recipiente) también me
lo hizo otro artesano.” En este subgrupo, hay quienes incipientemente comenzaron a
llevar a cabo un encadenamiento hacia delante y hacia atrás. Por esto se entiende,
por ejemplo, en un actividad de elaboración de arreglos florales como la descripta se
está cultivando las propias flores y se está por incorporar un punto de venta (externo
al Trueque) en una zona que permita comercializar su producción.
También están quienes sortearon exitosamente la reposición de sus insumos. Este es
el caso de una de las mujeres empobrecidas quien dijo “Yo no podría venir más
porque ya no puedo comprar afuera. Acá consigo el hilo, consigo la fibra, los pedazos
de tela, todo ....piezas para unir.” En general esto no depende de una estrategia
asumida por los propios ‘prosumidores’ sino que depende del tipo de bien en
cuestión.
Existe también un mix de alternativas. Están quienes adquieren productos en el
Trueque y, al mismo tiempo, reciclan parte de lo que otras personas han dejado de
usar. “Si hago pulseritas y cosas así se consiguen acá hay gente que trae cosas de
mercería y eso, ya otras cosas no. Pero yo reciclo mucho las cosas que necesito, soy
de rejuntar mucho. Esto que ves acá (el corcho de un anotador) lo encontré en un
volquete así que me la paso juntando cosas.” En menor medida están aquellos que
destinan parte de la producción para la venta fuera del Trueque para de este modo
volver a comprar insumos. “Una parte de lo que hacemos lo vendemos por dinero en
nuestra casa para después poder comprar madera. Se lo vendemos a la gente
conocida”
8. A modo de conclusión
Puede sostenerse, a modo de ‘idea-fuerza’, que el Trueque funciona a modo de una
economía entre paréntesis, en el decir de sus participantes como un ‘mientras tanto’.
En el sentido en que se instala en una trayectoria de inserción económica y laboral de
sus participantes permitiéndoles no quedar desocupados al mismo tiempo que les
brinda la oportunidad adquirir servicios y/o bienes e incrementar saberes y
resignificar competencias. Esto ocurre, claro está, a la espera del final de la actual
recesión económica. Es decir, al cierre de ese paréntesis que se inicio con la perdida
del empleo. De la pertenencia a cada uno de los grupos de mujeres dependerá la
forma en que sea resuelto ese cierre de paréntesis, es decir, en el caso de las
mujeres empobrecidas quizás signifique una nueva participación en la economía
formal; para las mujeres pobres quizás esto tome otro un tiempo y, ese cierre, se
demore aún un poco más.
En todo caso, queda claro la profunda utilidad social y económica del Club del
Trueque no sólo como ámbito donde las mujeres pobres y empobrecidas pueden
acceder a bienes y servicios sino también como el lugar en el que pueden ejercitar la
solidaridad y la ayuda mutua. Es a la vez una plataforma formativa y de actualización
de conocimientos previos que será de utilidad para el desarrollo de nuevas pequeñas
empresas al momento de la recuperación económica.
Hasta cierto punto, ambas hipótesis planteadas al comienzo del trabajo han sido
corroboradas. Por un lado, en cuanto al postulado de la primer hipótesis, es
indudable que los Clubes del Trueque quiebran un prolongado proceso de
17
desafiliación social y laboral de las mujeres pobres y empobrecidas. Estos dos grupos
pueden acceder a bienes de consumo básico que de otro modo no podrían acceder,
así como también dedicarse a cuestiones de gestión comercial y en algunos casos de
producción. Al mismo tiempo, encuentran en el Trueque la posibilidad de vincularse
con otras personas pobres y empobrecidas en un plano de relativa igualdad. Ambos
‘logros’, en el plano económico y social les permiten detener su constante movilidad
descendente y comenzar a vislumbrar lentamente pero sobre sólidas condiciones
propias la posibilidad de la recuperación. Es claro que el Trueque no brinda ni
impulsa las condiciones macroeconómicas necesarias para la recuperación económica,
pero si colabora en construir las condiciones microeconómicas básicas para apoyar
dicha recuperación sobre un terreno sólido y fértil: el desarrollo del capital social y
las habilidades de gestión económica y producción por parte de los sectores pobres y
empobrecidos de la población.
Por otro lado, en cuanto al postulado de la segunda hipótesis, también se encontró
muchos casos en donde las estrategias desarrolladas de las mujeres pobres y
empobrecidas implican estrategias de carácter defensivo que recluye a las mujeres
sobreviviendo en un contexto de pobreza. Si bien pueden detener los procesos de
desafiliación social y laboral en los cuales estaban imbuidos y acceder a medios de
sobrevivencia, y en algunos casos, de mejora de sus consumos de bienes y servicios,
no logran claramente salir del contexto de pobreza en el cual se hallan imbuidas. La
fragilidad del Club del Trueque como mercado es extrema, se ha visto la facilidad con
que se dan aspectos nocivos del mercado formal o ‘afuera’ como la inflación
pronunciada y la competencia desleal. Al mismo tiempo la capacidad de ahorro e
inversión es mínima, en tanto uno de los principios básicos del Trueque es que los
créditos no se pueden ni deben acumular. Junto a esta limitación interna se encontró
otra limitación fundamental de carácter externo, como es el caso de los ‘cuellos de
botella’ para conseguir ciertos insumos y colocar ciertos productos en la economía
formal. Si bien ha habido ciertos intentos para expandir las cadenas de valor hasta las
materias primas estas experiencias son puntuales y relativamente aisladas.
Estas limitaciones (de ahorro e inversión, y de ‘cuellos de botella’ en la cadena de
valor) nos llevan a afirmar que difícilmente las mujeres pobres y empobrecidas
puedan salir del contexto de pobreza del cual generaciones de su propia familia
vienen sufriendo o al cual fueron empujadas por el crecimiento de la desocupación en
los años noventas y la recesión de fines de la década del noventa y principios del dos
mil.
En fin, se observó la complejidad de este fenómeno y de la participación en él de las
mujeres pobres y empobrecidas. Estas complejidades y múltiples sentidos del
fenómeno no deben ocultar la relevancia del Club del Trueque como fenómeno social
y económico autogenerado y autogestivo por las propias fuerzas de la sociedad civil.
Con sus limitaciones y problemas abre un camino de esperanza para que la
recuperación del desarrollo económico y social sobre bases sólidas y amplias. Es
decir, con la activa participación de amplios sectores sociales y grupos vulnerables,
como son las mujeres pobres y empobrecidas del Gran Buenos Aires.
Postscriptum.
Desde mayo de 2002 -momento en que se escribió el articulo- hasta la actualidad –
febrero de 2004- se dieron una importante cantidad de cambios en la realidad
argentina.
18
Las transformaciones económicas y sociales ocurridas tuvieron efectos en el Club
del Trueque. En principio, y puesto que el articulo se basó en un estudio de caso,
se debe mencionar que cerró el nodo de La Bernalesa. Este nodo fue, por su
historia -fue uno de los primeros en abrirse- y por la cantidad de personas –llegó a
albergar a 30.000 participantes-, uno de los más importantes (Clarín; 19/02/03).
De acuerdo a determinadas estimaciones el Club del Trueque llegó a contar con
5.000 nodos; a diferencia de esos momentos de auge en la actualidad estarían
funcionando algo menos de 1.000 (Hintze y otros; 2003). Más allá de estas cifras,
las que deben ser consideradas como aproximación, resulta apropiado interrogarse
sobre ¿Qué factores explican el ocaso del trueque? ¿Qué dejo esta experiencia a sus
participantes en términos personales y de organización colectiva? Existen, en el
orden de las respuestas, variadas interpretaciones sobre lo ocurrido con el
Trueque.
Sin lugar a dudas, no existe una única explicación sino un conjunto de causas
concurrentes que podrían dar cuenta del debilitamiento y situación actual de este
fenómeno. Hay entre estas causas algunas de índole externo y otras asociadas al
funcionamiento y propia dinámica del Trueque.
Dentro de los factores exógenos que afectaron al trueque se puede destacar a
aquellos asociados al retorno de cierta liquidez monetaria, producto del
levantamiento de las restricciones al sistema financiero, la puesta en marcha del
Programa Jefes de Hogar, y más recientemente, la salida de la recesión económica
y la baja del desempleo.
Hay que recordar que en diciembre de 2001 se establece mediante el Decreto
P.E.N. 1570/01 la restricción de retiros en efectivo y la prohibición de hacer
transferencias de dinero al exterior, estas limitaciones fueron conocidas como
"Corralito" bancario. Esto profundizó la recesión y dio por finalizada la posibilidad
de otorgamiento de nuevos créditos bancarios. Luego de unos cuantos meses, en
febrero de 2002, se instauró las primeras medidas tendientes a la flexibilización
(llamadas Corralon - Comunicado BCRA Nro. 42632) estas comprendían: en primer
lugar, la creación de certificados que podrían ser transferibles o intransferibles,
por el importe parcial o total de cada vencimiento - capital e intereses -, y
transmisibles por endoso en el primero de los casos. Esto apuntaba, por un lado a
ampliar las posibilidades de disposición de tales recursos, facilitar su movilidad
dentro del sistema financiero, y reactivar las transacciones con bienes.
Luego se establecieron algunas primeras excepciones, como por ejemplo, aquellas
que permitían extraer el dinero a titulares mayores de 75 años o a las personas que
necesitaban hacer gastos médicos en el país y en el exterior. También comenzaron
a tener lugar los medidas judiciales a favor de los reclamos presentados por los
ahorristas.
Este proceso “liberación” de los fondos trajo consigo un aumento en la
disponibilidad y circulación de dinero que tuvo su efecto en los nodos del trueque.
Este impacto, quizá, no se dio de un modo directo. En realidad, la gran mayoría de
los participantes de los nodos del trueque no estaban bancarizados pero si muchos
integrantes de sectores medios vinculados en múltiples maneras con ellos.
Otro hecho, quizá mas importante, al momento de explicar el retorno del acceso al
dinero por parte de los integrantes del trueque fue el lanzamiento del Programa
Jefes de Hogar.
19
Hacia el final del año 2001 y comienzo del 2002 los programas de empleo
transitorio estuvieron muy cerca su piso histórico en cuanto a la cantidad de
prestaciones otorgadas (100.908 en enero-2002). Este hecho empezó a revertirse
hacia mediados de abril con la puesta en marcha del Programa Jefes de Hogar (en
adelante PJH); este llegó a brindar 1.856.129 de prestaciones en agosto de ese
mismo año manteniéndose en valores cercanos a ese hasta la actualidad. Este
inusitado crecimiento en la cobertura de personas supuso que ingresen al PJH un
conjunto importantísimo de personas que nunca antes habían recibido este tipo de
beneficios. En la actualidad cerca del 66% del total de sus participantes son
mujeres.
Gráfico N° 1: Evolución de la cantidad de prestaciones otorgadas a través de Programa de Empleo
Transitorio. Enero 2002 - Septiembre 2003. Total País.
Fuente: Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. Dirección General de Estudios y Formulación de
Políticas de Empleo.
2500000
2000000
1500000
1000000
500000
0
Ene- Feb- Mar- Abr- May- Jun- Jul- Ago- Sep- Oct- Nov- Dic- Ene- Feb- Mar- Abr- May- Jun- Jul- Ago- Sep-
02 02 02 02 02 02 02 02 02 02 02 02 03 03 03 03 03 03 03 03 03
20
cierto resguardo metodológico en cuanto a la necesidad de profundizar los estudios
existentes sobre la temática con el objeto de corroborar dicha afirmación a partir
de su comprobación (o refutación) con la realidad.
Finalmente, el tercer factor exógeno se refiere a la recuperación económica y la
baja del desempleo. La tasa de desocupación se ubicó en el 16,3 por ciento en el
tercer trimestre de 2003, sobre la base de la información provista por la nueva
Encuesta Permanente de Hogares (INDEC) En tanto, la subocupación se ubicó en el
16,6 por ciento en el tercer trimestre, mientras que la tasa de actividad fue del
45,7 por ciento y la de empleo en el 38,2 por ciento.
El desempleo (sin contabilizar planes sociales) descendió 1,6 puntos porcentuales,
de 23 por ciento en el segundo trimestre a 21,4 por ciento en el tercer trimestre
de 2003
Siguiendo la vieja metodología la desocupación se ubicó en 14,3 por ciento y la
subocupación en 16,6 por ciento. Por lo que comparando con la medición de
Octubre de 2002, la desocupación bajó del 17,8% al 14,3%. Esto implicó que unos
378.000 desempleados dejaron de serlo en el lapso de un año.
Estos resultados se deben en buena parte a los programas de empleo transitorio
pero también al repunte experimentado por la economía Argentina. El PBI, después
de cuatro años de recesión, ha venido experimentando una expansión récord. En el
último trimestre de 2003 la economía creció un 9,8%, y lleva acumulado un 7,7% en
lo que va del año, destacándose el crecimiento de sectores con buena absorción de
mano de obra (construcción, textil y automóviles)
En forma paralela a estos influencias ‘exógenas’, se agudizaron ciertas tensiones
vinculadas al modo de funcionamiento del propio trueque y que en muchos casos
llevo a un cuestionamiento global del trueque.
Dentro de estas cabe mencionar la crisis de confianza referida por muchos
participantes, responsables de distintos nodos e inclusos estudiosos del trueque.
Por esta crisis debe entenderse al proceso iniciado a partir de la perdida de
credibilidad en los créditos tras la aparición de créditos falsos.
Los créditos falsos trajeron, además de cierta desconfianza respecto del valor de la
propia moneda, otros dos impactos asociados.
Por una parte, el aumento del circulante junto con la devaluación de la moneda en
la economía ‘formal’ (el peso) se tradujo en crecimiento de la inflación
potenciando así la tendencia inflacionaria existente en el trueque a causa de su
vinculación con el resto de la economía. En realidad, esto es muy difícil de
mensurar pero este hecho aportó al comportamiento inflacionario observado tras la
devaluación en el trueque. Mientras que el otro efecto que tuvo la introducción de
créditos falsos al sistema fue el aislamiento de muchos nodos de la red del
trueque. En la práctica este retiro supuso un mayor control sobre el ingreso y
egreso de ‘prosumidores’ eventuales a los nodos y se dio en un intento de
mantenerse al margen del circuito de los créditos falsos. Este “volcarse” al
interior de cada nodo implicó el cese de intercambios entre distintos nodos con la
consecuente perdida de la diversidad de actividades y ‘prosumidores’ que el
sistema, en reiteradas ocasiones, había ganado a lo largo de su desarrollo.
Otro aspecto estrechamente vinculado al anterior esta relacionado a lo descripto
en la parte general del artículo respecto de la autosuficiencia en cuanto a los
21
insumos necesarios para la elaboración de los distintos productos. Existieron incluso
intentos abocados a fortalecer la obtención de insumos con el objeto de ampliar el
ámbito de incumbencia del trueque. Dentro de los desafíos del trueque esta
establecer una relación “justa” con el resto de la economía; con la introducción de
los créditos falsos este desafío también se vio afectado por la crisis de confianza.
En definitiva, se identificaron procesos exógenos y endógenos al trueque que han
puesto presión sobre su funcionamiento y sostenimiento como sistema. Si bien no se
ha cumplido cierta utopía de regeneración de las relaciones económicas ligada a la
experiencia del trueque, no caben dudas que como espacio económico aportó
soluciones a las urgencias económicas y de alimentación que se presentaron en el
auge de la crisis a principios de 2002.
También se puede afirmar que en muchos casos permitió revalorizar y recuperar
habilidades laborales de muchos trabajadores y trabajadoras que habían quedado sin
trabajo con la recesión, esto a su vez, y a modo de hipótesis, puede estar siendo de
utilidad para la su reinserción económica en la recuperación de la economía. Sin
embargo, esta afirmación, como toda hipótesis, deberá ser corroborada o refutada en
próximos trabajos sobre la temática.
Bibliografía
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Grupo de Insumos Internos del Area Social Productiva. Programas Territorial.
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actividad empresaria en nodos que realizan el Trueque multireciproco. Segundo
Informe de Avance, como parte del Convenio SEPYME-ARDE.
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Editorial Paidós).
Coletti, Maria Laura (2002): “Las nuevas relaciones en las relaciones laborales
dentro de los Clubes del Trueque” en la revista virtual Espacio Políticos
(www.espaciospoliticos.com.ar/ps/Trueque.htm)
Coragio, José Luis (1998): Bases para una nueva generación de políticas
socioeconómicas: la economía del trabajo o economía popular. Ponencia presenta
en el Encuentro de Cultura y Socioeconomía Solidaria, PACS, Porto Alegre.
Feijoó, M. del C. (1993): “Los gasoleros. Estrategias de consumo de los NUPO”, en
Cuesta Abajo. Minujin (Comp.). (Buenos Aires: UNICEF/LOSADA)
Hintze, S. : Trueque y economía solidaria. Editorial Prometeo Libros. Buenos Aires,
20003.
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perverso” en la Revista Encrucijadas (Buenos Aires), Nro. 2.
Morizio, C. (1998) “ ¿Son los Clubes de Trueque una alternativa al desempleo en
Argentina? ” CEMA-ISEG
Lan, D. (2000): “Doble jornada laboral e invisibilidad del trabajo de las mujeres”
artículo presentado al Tercer Congreso Latinoamericano de Sociología del Trabajo,
Buenos Aires.
22
Lo Vuolo, R.; Barbieto, A.; Pautassi, L. y Rodríguez, C. (1999): “La pobreza… de la
pobreza contra la pobreza” (Buenos Aires: Miño y Dávila Editores – CIEPP)
Primavera, Heloísa (2001) Redes de Trueque en América Latina: ¿Quo vadis? .
(Buenos Aires: Mimeo)
Roca, E., Cappelletti, B., Langieri, M., Muscolino, M. y Soto, C.: Plan jefas y jefes
de hogar desocupados: ¿política de empleo o política social? ponencia presentada
en el 6º Congreso Nacional de Estudios del Trabajo de la Asociación Argentina de
Especialistas en Estadios del Trabajo. Buenos Aires, Agosto de 2003.
Salvia, A. y Tissera, S. (2000): “Heterogeneidad y precarización de los hogares
asalariados de la Argentina durante la década del noventa” artículo presentado al
Tercer Congreso Latinoamericano de Sociología del Trabajo, Buenos Aires.
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ciencias sociales, Buenos Aires, CLACSO.
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Producción y Reproducción” artículo presentado al Tercer Congreso
Latinoamericano de Sociología del Trabajo, Buenos Aires.
Otras fuentes consultadas
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2002.
Marchini, Jorge: “Economía de Trueque” en el matutino Clarín del 5 de mayo de
2002.
Primavera, Heloísa “Los Clubes de Trueque deben preservar el sentido solidario” en
el matutino Clarín del 24 de abril de 2002.
23
Entre la desocupación y la recuperación autogestiva de empresas
La configuración del espacio de las fábricas recuperadas
Laura Saavedra1
1. Introducción
En Argentina, al igual que en otras partes del mundo, en el transcurso de los
años se constata que para un número creciente de trabajadores, la relación
de empleo deja de ser el zócalo estable a partir del cual puede construirse un
proyecto de vida presente y futuro, en lo referente a carrera laboral, vida
familiar y socio- comunitaria. Tornándose aleatoria la posibilidad de contar
con un vínculo con el trabajo y de construir/estar inmerso en un marco de
relaciones sociales, que son los pilares básicos de la integración a la sociedad.
Así, el desmoronamiento de la sociedad salarial, que se caracteriza por la
aparición de nuevas amenazas –desocupación y precarización laboral- que
manifiestan la profunda desestabilización de las regulaciones propias de dicha
sociedad, no es un fenómeno peculiar de nuestro país, tal como lo plantea
Robert Castel (1998).
Igualmente, más allá de este escenario global, la aguda crisis que atraviesa el
país se tradujo en el hecho que el desempleo, la precarización de las
relaciones laborales (proliferación de “contratos atípicos”, de duración
determinada, a tiempo parcial, etc.) y la situación de la pobreza se
instalaran como algo abarcativo y duradero en amplias capas de la población,
apareciendo la vulnerabilidad o exclusión social3 como una problemática
crucial en nuestra sociedad.
En esta contextualización, interesa sobre manera, las formas en que los
grupos sociales más afectados por esta crisis de inclusión social, comienzan a
desarrollar una serie de prácticas asociativas y autogestivas para conseguir
ingresos para sus hogares, para generar relaciones productivas innovadoras y,
sobre todo, para lograr un espacio de reconocimiento en la sociedad. Una de
1 Laura Saavedra. Socióloga, UBA. Candidata a Master en Gestión y Evaluación de Políticas Públicas
(FLACSO). Miembro de investigación en FLACSO y Grupo Demos. Prof. Adjunta, U. del Salvador y U.
Nacional de San Martín.
2 Cita extraída de Marshall Berman (2003). Aventuras Marxistas. Siglo Veintiuno de Argentina Editores.
un vínculo débil con el trabajo, los derechos y protecciones que este brinda y los lazos sociales
construidos en gran medida a partir de y en el entorno laboral. Siendo la exclusión social aquel límite
indeseable en donde el individuo se encuentra al margen del trabajo y de los vínculos sociales.
1
estas prácticas son las fábricas recuperadas por los trabajadores que se
instalan con fuerza en el país en los últimos años (2001 –2003) cuando se
profundiza la crisis iniciada a partir de 1998, continuando la expansión y
fortalecimiento de este sector en la actualidad
De este modo, en el actual contexto de retracción del trabajo asalariado
como modo de integración social, las empresas recuperadas se presentan
como una de las tantas formas en que los actores sociales han tomado la
iniciativa de ser protagonistas de su propio proceso de desarrollo económico y
social, generando, de esta manera, formas atípicas de empleo y de
generación de ingresos.
Las prácticas desarrolladas por estos trabajadores no son homogéneas dando
ello como resultado diferentes formas de puesta en marcha y gestión de las
fábricas recuperadas. Si bien conviven en ellas saberes heterogéneos y
prácticas bien diferenciadas, pueden observarse una serie de elementos
comunes que las caracterizan.
Este trabajo analiza la experiencia de las fábricas recuperadas que existen
hoy en la Argentina. En principio, se presenta un cuadro general de las
mismas a partir su instalación explosiva con la crisis desatada en los
primeros años del nuevo siglo, destacándose la recuperación de fuentes de
trabajo y de ingreso de este grupo de trabajadores ex asalariados. Luego, se
describe la reconstrucción de los lazos de cohesión social en base a nuevas
experiencias personales y sociales centradas en la cooperación y la
reciprocidad. Esta característica se refleja también en el modelo de
organización laboral autogestivo que se presenta posteriormente. En este
punto se analiza además los movimientos y federaciones, con sus trayectorias
político –sindicales, que manifiestan distintas modalidades de gestión de este
sector fabril. Finalmente, se plantean algunas reflexiones para una política
pública que permita acompañar esta experiencia de la mejor manera posible
sin coartar el desenvolvimiento autogestivo de la misma.
2. Abordaje metodológico
Este trabajo tiene por base una investigación empírica de carácter
exploratoria y descriptiva sobre las fábricas recuperadas. Con el mismo se
busca responder algunas preguntas cruciales que giran en torno a este sector,
como ser: ¿Cuáles son las distintas estrategias que ponen en juego los
trabajadores de estas empresas a la hora de gestionarlas? ¿Cuáles son los
elementos positivos y los puntos de tensión de esta nueva forma de
organización económica y social? ¿Cómo acompañar y fortalecer esta nueva
forma de organización económica y social que han surgido como respuesta a la
crisis prolongada? ¿Qué función debería asumir el Estado en relación a las
principales problemáticas que presentan las fábricas recuperadas?
Para responder a estos interrogantes se realizaron una serie de entrevistas
semiestructuradas (10) en la Provincia de Bs. As y Ciudad de Bs.As., que
fueron desarrolladas en los propios lugares de trabajo irrumpiendo el que
hacer cotidiano de los trabajadores para lograr un diálogo fluido que apunte a
exponerlos a una automirada entorno a la vida laboral. También se realizaron
entrevistas a los referentes de los movimientos/ federaciones bajo los cuales
se enmarcan las fábricas recuperadas y se realizaron 8 entrevistas abiertas a
2
profesionales que, de una manera u otra, trabajan en el tema de las fábricas
recuperadas (personas vinculadas al movimiento cooperativo e investigadores
y funcionarios gubernamentales que abordan la temática)4.
Con el fin de contar con una cuantificación del sector, se intentó constatar,
en el marco de las entrevistas, las distintas aproximaciones realizadas –por
espacios académicos, gubernamentales y no gubernamentales- acerca de la
cantidad de empresas recuperadas existentes en el país, el número de
trabajadores involucrados en esta experiencia, la localización de los
establecimientos y la rama de actividad a la que pertenecen.
Resta consignar que esta aproximación a las fábricas recuperadas, claro está,
genera más preguntas que conclusiones acabadas ante la complejidad del
reciente fenómeno en cuestión y el tipo de diseño de investigación abordado
en el trabajo.
3. Estrategias de recuperación de fuentes de trabajo y de ingreso
A partir de la crisis desatada en los primeros años del nuevo siglo a nivel
político, institucional y de la estructura económico- social, una de las
prácticas productivas y sociales que despliegan los grupos más vulnerables de
la sociedad constituye la recuperación de fábricas que, generalmente, por
transitar por un proceso de quiebra /convocatoria de acreedores, estaban
por cerrar o habían cerrado. De esta manera, comienzan a desarrollarse con
fuerza las empresas autogestionadas y recuperadas por los trabajadores, si
bien existen antecedentes anteriores5.
Hasta el presente parece ser que se rescataron 157 empresas del cierre
definitivo a favor de cooperativas de trabajadores, restableciéndose más de
10.000 puestos de trabajo.
El 54.8% de las empresas recuperadas (86) se encuentran en la Provincia de
Buenos Aires, un 15.9% en la Ciudad de Buenos Aires, un 14 % en la Provincia
de Santa Fe y las demás en otras provincias del país (Córdoba, Entre Ríos,
Jujuy, La Pampa, Mendoza, Neuquén, Río Negro y Tierra del Fuego)
La mayoría de estas empresas (119) se encuentran lideradas por el Movimiento
Nacional de Recuperación de Empresas (MNRE). Las mismas pertenecen, en
gran medida, al sector metalúrgico, aunque otras tienen inserción en los
rubros frigoríficos, textil, químicas, cristales, maquinaria de campo,
panificadoras, papeleras, arroceras, autopartistas, gráficas y madereras.
En cada caso los trabajadores toman el control de la empresa, como el final
de episodios que conforman un cuadro de deterioro de su condición salarial,
recurriendo a distintas instancias, acompañadas por alguna movilización en
4Para una mayor especificación acerca de los criterios de selección de los casos remitirse a Caputo, S y
Saavedra, L (2003): La Experiencia de las Fábricas Recuperadas, Documento de trabajo. Seminario –
Taller La Economía Social en Argentina. Nuevas Experiencias y Estrategias de Institucionalización.
UNSAM /JGM. 21 de Abril. Buenos Aires.
5 Como experiencia similar en la Argentina se puede mencionar el control de los ritmos de producción
por parte de los trabajadores en la empresa General Motors y en la petroquímica PASA en la década del
70 (Palomino, Pastrana, Agostino; 2002). Así también, desde los primeros años de la década del 90,
mediante el acompañamiento gubernamental, en el país trabajadores ex -asalariados formales
constituyeron emprendimientos de manera autogestiva, en su mayoría bajo la forma de cooperativas, en
el marco del Programa Sistema de Capitalización del Seguro de Desempleo o Pago Único del Ministerio
de Trabajo y Seguridad Social de la Nación (Salvia, Chávez Molina y Saavedra; 2002).
3
torno a la toma de las instalaciones o la guardia en carpas frente a la
empresa, para evitar el retiro de maquinarias o de materias primas
indispensables para la continuidad de la producción. En algunos casos la
recuperación de las fuentes de trabajo se hace a partir de una negociación
con los dueños.
Cabe aclarar que no todos los empleados convalidan este tipo de operatoria,
principalmente lo hacen los obreros que trabajan en la línea de producción, y
ellos mismos se hacen cargo de las tareas de dirección y de gestión
administrativa
Así, el proceso de recuperación de empresas por parte de los trabajadores no
es sencillo, tienen que atravesar una serie de dificultades hasta poner un
funcionamiento la fábrica. Desde la toma del establecimiento, el paso por la
negociación con autoridades judiciales, los dueños, los proveedores, etc, es
un largo camino que atraviesan hasta que efectivamente conforman “la
fábrica recuperada”.
Sin embargo, pareciera ser que “vale la pena” el pasaje por estos avatares
dado que a través de estas empresas los trabajadores han logrado mantener
la fuente de trabajo como la percepción de algún ingreso.
“Las indemnizaciones pagadas por el Estado, para expropiar inmuebles y
maquinarias de compañías quebradas, son un buen negocio. En el caso del
IMPA, la provincia de Buenos Aires pagó $230.000 y ocupa a 54 personas. Son
sólo dos años de Planes Trabajar, a $150 cada uno. Los sueldos son buenos, en
algunos casos, superan los $1.500 y cortamos la cadena de cierres fabriles y
desempleo” (Luis).
Y de hecho ambos logros son altamente valorados por estos trabajadores, a tal
punto que ambos principios, manutención de la fuente de trabajo y de un
ingreso, constituyen una característica inherente a las empresas recuperadas.
Al respecto, cabe mencionar que si bien las empresas recuperadas actúan
como tales no buscan que los trabajadores que las conforman pasen a ser
empresarios sino que ejecuten actividades empresarias entre todos en un
sistema solidario. Así, los trabajadores de estas empresas orientan sus
prácticas económicas, principalmente, por valores que giran en torno al
cuidado del otro y al trabajo más que por las posibilidades de ganancia en
dinero. Antes que nada, prefieren mantener la fuente de trabajo y el ingreso
de todos los trabajadores y no emplear trabajadores en función de la
rentabilidad empresaria.
Por otro lado, luego de un pasaje por un proceso de desocupación:
“Aumenta la autoestima, de la calle a convertirte en protagonista social”
(Eduardo).
Esta expresión de Eduardo revela una vez más la importancia que tiene el
trabajo para la vida de todo ser humano en tanto es la conexión más firme
del individuo con la realidad, al decir de Freud. También Marx, entre otros, se
centró en el trabajo como primera fuente de significado, dignidad y
autodesarrollo del hombre moderno (Berman, M., 2003 , pags18 y 59).
De este modo, esta nueva práctica productiva y social, que desarrollan una
parte de los trabajadores ex –asalariados, les permite recuperar no solo la
4
fuente de trabajo y la obtención de un ingreso, en un contexto de desempleo
estructural, sino también les permite, mediante el trabajo, ser parte de la
sociedad, es decir, estar incluídos socialmente.
4. El tejido social que supieron construir
Una cuestión social importante que surge en el marco de esta práctica
autogestiva es el hecho que ante el carácter colectivo de los
emprendimientos se genera una serie de solidaridades entre sus miembros.
Lo cual opera como un factor muy significativo para que estas empresas se
puedan conformar, y permanezcan en el tiempo más allá de sus limitaciones.
“ Inclusive había gente que venía a cuidar la fábrica porque nos querían robar
las máquinas. La cooperativa la habíamos armado, y sabíamos que nos iban a
dar el lugar para trabajar, entonces veníamos a cuidar todos.” (Carlos)
"(La relación con la gente de la cooperativa)es buena, por eso se logró estar
en pie, tenemos diferencias como cualquiera, pero la relación es bastante
buena. Eso nos ayudó muchísimo a seguir todavía." (Jorge)
“La Cooperativa Unión y Fuerza nos prestó $400 para el pago de la luz, que
ya se le dimos” (Beto).
Hay que destacar que estas empresas autogestionadas han reconstruido junto
a otros actores sociales, como por ejemplo, las asambleas vecinales,
organizaciones de la sociedad civil, comedores comunitarios, sindicatos,
parte importante del tejido social dañado.
“Siempre tuvimos apoyo de la UOM, los abogados también eran asesores de la
UOM. Ellos nos asesoraban, teníamos clases, (de) como es una cooperativa...
” (Pedro)
Asimismo, desde el Estado son varias las instituciones, en sus distintos niveles
jurisdiccionales (nacional, provincial, municipal) que buscan regularizar la
situación legal de las mismas, acordar algún subsidio económico o brindar
asistencia técnica. También, muchas de las fábricas recuperadas se
encuentran recibiendo asistencia técnica por parte de profesionales,
académicos y estudiantes universitarios para la resolución de las distintas
dificultades que presentan, aunque dicho apoyo no es continuo y sistemático6.
“Otros muchachos fueron a hablar al Municipio... fueron a hablar y la idea
surgió en la Municipalidad. No era que nosotros hubiéramos pensado que
íbamos a armar una cooperativa...(Un) concejal fue el que nos derivó a otra
persona que fue la que nos dijo que podíamos hacer una cooperativa. Había
6 Como ser en el nivel nacional, el Ministerio de Trabajo vía el Programa Pago Único persigue acordar
alguna solución a la cuestión económica de las mismas. Además, se formó una Comisión de Trabajo con
el Movimiento Nacional de Recuperación de Empresas. Por su parte, el Ministerio de Desarrollo Social,
mediante el Fondo de Capital Social (FONCAP), acompaña a estas fábricas con subsidios. Así también,
desde el Instituto Nacional de Economía Social (INAES), a través de la Unidad Ejecutora de Empresas
Recuperadas, se otorga apoyo para resolver los problemas jurídicos (estatutarios) de las cooperativas
como las deficiencias contables y financieras. Asimismo, desde las instancias legislativas
correspondientes a la Nación, Provincia de Buenos Aires y Ciudad de Buenos Aires, se busca regularizar
la situación legal de las empresas recuperadas. Estas experiencias se mencionan a título de ejemplo,
para una mayor especificidad remitirse al Documento de trabajo: La Experiencia de las Fábricas
Recuperadas, por Sara Caputo y Laura Saavedra. Seminario –Taller La Economía Social en Argentina.
Nuevas Experiencias y Estrategias de Institucionalización. Universidad Nacional de San Martín /Jefatura
de Gabinete de Ministros. Buenos Aires, 21 de Abril de 2003.
5
una cooperativa cerca acá que era Corofé, bueno, la habían armado también
acá en la Municipalidad. La idea era formar una cooperativa.” (Carlos)
De este modo, esta nueva modalidad organizativa solidaria lleva a pensar que,
en un momento de ruptura de la sociedad salarial y, por ende, de los lazos
socio-comunitarios que se conformaban en torno a ella, el proceso
autogestivo-colectivo de recuperación de fábricas, con todo lo que ello
implica, podría ser una de las vías que tiendan a favorecer el florecimiento de
nuevas sociabilidades a través de las cuales los nuevos lazos de cohesión
social se creen más allá del salariado.
De hecho, por qué no pensar, con mayor atención y tratamiento analítico del
que ha tenido hasta el momento, en la factibilidad de una sociedad de
tiempo elegido y de multiactividad, o sea, “una sociedad que desplace la
producción del lazo social hacia las relaciones de cooperación, reguladas por
la reciprocidad y la mutualidad, no ya por el mercado y el dinero” al decir de
Gorz (2003).
5. Modelos organizacionales: encuentros y desencuentros.
No resulta un proceso fácil para los trabajadores que recuperan las empresas
la configuración societal de las mismas, dada la tensión legal a la que se
enfrentan. Sin embargo, han encontrado una vía de solución al respecto ya
que la mayoría de estas empresas se constituyen legalmente como una
cooperativa de trabajo, figura que se encuentra prevista por la ley de
quiebras.
En este sentido, cabe mencionar que si bien el cooperativismo tiene una
larga tradición en nuestro país, las "nuevas cooperativas", surgidas al amparo
de la ley de quiebras, no siempre comparten la filosofía propia del
cooperativismo tradicional, más bien están buscando nuevas formas de
cooperación, gestión y organización que sea más propia a su condición de
trabajadores y se diferencia más de la empresa tradicional.
Así, en gran medida, reivindican una relación laboral comparativamente más
democrática, que se expresa en la igualdad de las remuneraciones y en la
ausencia de jerarquías administrativas y manuales en el marco del proceso de
división del trabajo presente en la fábrica. Además, las empresas recuperadas
tienen, en su mayoría, cierta resistencia al gerenciamiento empresarial
tradicional aunque sí buscan el apoyo de un cuerpo de profesionales que las
asesore en tareas particulares7.
Estas características que presentan las fábricas autogestionadas por los
trabajadores ponen de manifiesto las nuevas relaciones sociales y personales
que se entablan mediante esta forma de organización económica y social.
De hecho, como la propia palabra autogestión lo indica8, en estas fábricas se
toman las decisiones entre todos sus integrantes, específicamente
consensuando entre una gran mayoría de los trabajadores.
7 Para una mayor especificación acerca de las diferencias que presentan las empresas recuperadas por
los trabajadores con la filosofía propia del cooperativismo tradicional, ver Caputo y Saavedra (2002).
8 En sentido amplio debe entenderse un sistema de organización de las actividades sociales que se
6
“El trabajador recupera sus mecanismos de diálogo horizontal” (Eduardo).
Ello implica una nueva forma de organización del trabajo, no centrada en una
planificación centralizada burocrática sino en la plena autonomía de gestión,
dado que se anula la distinción entre quien toma las decisiones y quien las
ejecuta. Proceso que, demás está decir, genera una reapropiación del poder
de decisión, nuevas subjetividades y nuevos lazos sociales.
Ahora bien, más allá de estas regularidades que caracterizan a las empresas
recuperadas, se pueden distinguir tres formas diferentes de encarar la
relación de los trabajadores con las autoridades en pos de formalizar su
situación respecto a la tenencia de la empresa.
Las que pertenecen al MNRE recurren a la instancia judicial para garantizar un
proceso legal que concluya con el traspaso de la propiedad de la empresa a
los obreros. Específicamente, se aconseja que primero se decrete la quiebra,
después de esto, las instalaciones, las maquinarias, a veces la marca, son
transferidas a los trabajadores vía alquiler, comodato o ley de expropiación
temporaria. Al cabo del tiempo establecido, cuando los trabajadores ejerzan
la opción de compra, se supone que sólo van a pagar el daño emergente, es
decir, el valor objetivo del bien. Se solicita un plazo para que los obreros
puedan reunir los fondos suficientes para hacer frente a este compromiso.
Esta forma de relación de los trabajadores con las autoridades también es
llevada a cabo por las 12 empresas acompañadas por la Federación de
Cooperativas de Trabajo (FECOOTRA) que históricamente representó a las
cooperativas de trabajo tradicionales. Igual situación se visualiza en las 17
empresas que se enmarcan en el Movimiento Nacional de Fábricas
Recuperadas por los Trabajadores (MNFRT).
En otros casos, como por ejemplo el Frigorífico Yaguané, se ha utilizado la
indemnización que les correspondía a los trabajadores para adquirir la
empresa, lo que implica hacerse cargo de la deuda de la empresa de origen.
Al respecto, Eduardo (MNFRT) es bien claro cuando marca su divergencia
respecto a esta modalidad: “Nosotros no negociamos ninguna indemnización
por la fábrica”. La Cooperativa Yaguané lidera la Federación Nacional de
Cooperativas de Trabajo en Empresas Reconvertidas (FENCOOTER),
dependiente del INAES (Instituto Nacional de Economía Social), que agrupa a 6
empresas recuperadas con 1747 trabajadores.
Finalmente, se encuentran las empresas recuperadas por trabajadores que
optaron por no formar cooperativas, como Zanón, Bruckman y Supermercado
Tigre, que exigen “estatización bajo control obrero”. La aspiración de estos
trabajadores es que el Estado expropie sin pago la fábrica, sin resignar el
derecho de que los trabajadores sean quienes controlen y administren la
producción (Valentina Picchetti y Mario Xiques; 2003). Sin embargo,
actualmente, algunas de estas empresas, como Bruckman por ejemplo,
recurren para regularizar la tenencia de las instalaciones y maquinarias a la
ley de expropiación temporaria, previa conformación societal como
que define cada estructura específica de actividades (empresa, escuela, barrio, etc) (Bobbio, N.,
Mateucci, N y Pasquino, G; 1988).
7
cooperativas de trabajo, ante la escasa legitimidad, a nivel gubernamental y
social, de la demanda de estatización.
Esta no es la única diferencia en el accionar de los trabajadores de las
fábricas autogestionadas a la hora de buscar soluciones ante las
problemáticas que enfrentan, que no son pocas.
En este sentido, los puntos de tensión presentes en el funcionamiento de las
empresas resultan significativos y variados, según palabras de los propios
actores:
- En su mayoría, presentan una situación jurídica indefinida con respecto a la
titularidad de la propiedad, como de las maquinarias en algunos casos. Por el
momento, muchas empresas autogestionadas lograron vía comodato/alquiler,
la utilización temporaria de las instalaciones o maquinarias. En este contexto,
son muchos los acreedores involucrados en la materia, como ser los
proveedores y los bancos que otorgaron créditos. Ante lo cual, se encuentran
en tensión los derechos de los trabajadores junto a los derechos vinculados a
la propiedad privada.
- Las empresas recuperadas cuentan con escaso capital de trabajo para
iniciar y sostener el desarrollo de la actividad productiva, ya que se han
constituido, en la mayoría de los casos, como una suerte de continuidad de las
empresas cuyas actividades no resultaban redituables y han entrado en
proceso de quiebra, ya sea por malversación de fondos, vaciamiento de la
empresa, excesivo endeudamiento sin una proyección económica empresarial
acorde a las condiciones de mercado, actividad con pocos réditos para una
racionalidad empresarial de maximización de ganancias o alguna otra razón.
- Presentan dificultades económicas para poder pagar los impuestos por los
inconvenientes detallados anteriormente.
- Estas empresas, en gran medida, carecen del acceso a los elementos básicos
que hacen a la seguridad social (jubilación y obra social), dado que los réditos
que obtienen se destinan en principio al mantenimiento empresarial y a la
distribución porcentual que les corresponde a los trabajadores por su trabajo.
- Muchas de estas empresas cuentan con escasas herramientas de
gerenciamiento institucional, ya que son autogestionadas principalmente por
los obreros que trabajan en la línea de producción, y ellos mismos se hacen
cargo de las tareas de dirección y gestión administrativa. Ante lo cual,
carecen de optimas herramientas de markenting y publicidad, de
comercialización, de planificación y proyección empresarial, como
herramientas elementales administrativas –contables.
- Por último, muchas veces, carecen de la posibilidad de contar con controles
relacionados a la producción, como ser verificación sistemática del estado de
situación de las maquinarias. Hecho que, no pocas veces, coloca en situación
de riesgo a las condiciones de vida de los trabajadores.
Ante estos puntos de tensión los trabajadores de las fábricas
autogestionadas, por la vía de diferentes representaciones institucionales,
despliegan y ponen en juego una serie de capacidades, habilidades y recursos,
buscando salidas posibles para que dichas fábricas continúen funcionando y
resulten sostenibles en el tiempo.
8
Estas modalidades de gestión del sector fabril se detallan en el siguiente
cuadro:
Empresas agrupadas
en el MNRE/MNFRT/ Empresas agrupadas Empresas con
Dimensiones
en la FENCOOTER control obrero
FECOOTRA
Se enmarcan en una
ley de expropiación
temporaria.
Según el caso, estas Plantean
Persiguen la
empresas utilizan la estatización bajo el
adquisición de la
indemnización que control de los
empresa sin hacerse
les corresponde a los trabajadores. No
Legal cargo de la deuda
trabajadores para están dispuestos a
empresaria origen.
pagar la empresa y que los obreros
Para lo cual, la
pagan la deuda de la paguen por ningún
modificación de la
empresa de origen. valor de la empresa
ley de quiebras es
una consigna
significativa.
Demandan la
Demandan créditos/
Demandan créditos/ estatización bajo
subsidios para
subsidios para capital control obrero. Esta
capital de trabajo.
de trabajo. Algunas consigna, supone que
Capital de trabajo Algunas empresas
empresas han tenido el Estado regularía
han tenido una
una respuesta los puntos de tensión
respuesta positiva al
positiva al respecto. inherentes a estas
respecto.
empresas.
Las empresas pagan
No pagan monotributo luego
monotributo. Las empresas no
Impositiva de unos meses de
pagan monotributo.
entrar en
funcionamiento.
A nivel sanitario, Las empresas pagan
cuentan con la una prepaga una vez
Sus demandas
asistencia de médicos que comienzan a
remiten a un
independientes por el funcionar en niveles
planteo muy general.
momento. Además, medianamente
Se presupone que el
Seguridad social algunas empresas óptimos. Así
Estado regularía los
cuentan, mediante también, mediante
puntos de tensión
convenio, con una el pago del
inherentes a estas
clínica recuperada monotributo tendrían
empresas
para el acceso a cubierto el acceso a
servicios básicos. una jubilación.
Retiros porcentuales
diferenciados en
Retiros porcentuales función de las Retiros porcentuales
Distribución
iguales entre todos actividades y horas iguales entre todos
económica
los trabajadores trabajadas, aunque los trabajadores
las diferencias son
pequeñas.
No aceptan Cuentan con
gerenciamiento, si herramientas básicas No aceptan
Gerenciamiento de gerenciamiento, gerenciamiento, si
asesoramiento
profesional dado que contratan asesoramiento
profesionales, como profesional.
por ejemplo
9
contadores, y
cuentan con un
mínimo de
empleados
administrativos en
algunos casos.
10
Ahora bien, más allá de estas regularidades que caracterizan a las fábricas
recuperadas, conforman la esencia de las mismas saberes y prácticas
diferenciadas que se expresan en la existencia de una serie de movimientos y
federaciones bajo los cuales se agrupan. Movimientos y federaciones que
emergen bajo el accionar de líderes con distintas trayectorias político-
sindicales periféricas y, en algunos caos, procedentes del cooperativismo.
Asimismo, si bien son muchas las experiencias positivas que giran en torno a
las fábricas recuperadas también son muchas las dificultades que presentan
en su desempeño.
Por tal motivo, existen una serie de espacios y recursos estatales y
académicos –sin desmerecer los espacios y recursos de organizaciones sociales
que articulan con las mismas -, destinados a la comprensión de esta nueva
forma de organización económica y social y al apoyo de la misma en sus
nudos críticos para que pueda seguir su curso de acción.
Y si bien ello constituye una ventaja, la multiplicidad de acciones llevadas a
cabo desde distintas instancias estatales y sin un ámbito único de
coordinación, lleva, según lo indica la experiencia, a la superposición/
duplicación de acciones y, por ende, a un manejo ineficiente de los recursos
humanos y económicos del Estado como a un bajo impacto en los resultados
esperados en el marco de una política pública.
De allí que resulta necesario que el Estado planifique y gestione una nueva
política estratégica, desde una instancia de coordinación, para las fábricas
recuperadas que trascienda los límites de lo inmediato, abordando las
distintas dimensiones legales, sociales, económicas, tributarias, etc. en un
marco de articulación con todos los actores involucrados, tanto
gubernamentales como no gubernamentales. Siendo también necesario que
esta intervención gubernamental integral desde diferentes áreas de gobierno
aplique como principio básico el estímulo a las prácticas que se desarrollan
sin mayores distorsiones respecto de sus formas originales.
Finalmente, es importante no descuidar la mirada de corto y mediano/largo
plazo para la planificación de una política pública en el tema. Requiriéndose
un mayor tratamiento analítico acerca de la pertinencia de un
acompañamiento gubernamental para la totalidad de las fábricas
recuperadas. Esta prospectiva pareciera ser apropiada en el corto plazo dada
la situación de emergencia ocupacional. En cambio, en el mediano/largo
plazo hay que repensar en qué medida el caso de estas fábricas plantea el
desafío de desarrollar políticas gubernamentales que fomenten actividades
productivas en función de criterios de viabilidad tanto económica como social
ya que estas empresas, en su mayoría, combinan ambas lógicas
11
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12
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13
Trayectorias socio-religiosas en contextos de vulnerabilidad: jefas de hogar
perceptoras de planes sociales en un barrio de San Francisco Solano
Luis Miguel Donatello1,
Verónica Giménez Beliveau2 y
Damián Setton3.
1.Introducción.
El proceso de precarización social, cuyas expresiones exteriores más palpables
como el desempleo –y su instalación como hecho insuperable– y el aumento de los
indicadores de pobreza, ha traído aparejados procesos de desafiliación social que
pueden ser rastreados en distintos espacios sociales, desde la intimidad del cuerpo
y las repercusiones en la salud personal y familiar, hasta la reducción de los
ámbitos de sociabilidad e intercambio, pasando por las transformaciones de las
maneras de percibir el propio grupo familiar, el futuro personal y del país, y las
instituciones. La fragmentación social y la pérdida de recursos laborales,
educativos y asistenciales coloca a los sujetos frente a realidades nuevas que no
responden a las representaciones del mundo que habían construido; la
reelaboración de pautas para comprender y enfrentar ese contexto transformado se
vuelve de este modo un proceso permanente y necesario para dotar de sentido la
propia existencia. La construcción de sentido sobre la propia vida, la salud, el
trabajo, la familia y las instituciones se llevan a cabo en el marco de un
movimiento general de pérdida de sustancia del lazo social, en el cual las
sociabilidades se restringen tanto en extensión geográfica como en intensidad
asociativa.
A través del presente artículo nos proponemos internarnos en la comprensión de los
procesos de estructuración y desestructuración de las trayectorias personales de un
grupo de perceptores de planes sociales de San Francisco Solano, en la zona sur del
conurbano bonaerense. La condición de los “asistidos por el Estado” es difícil de
definir para los mismos entrevistados: ni completamente integrado, ni librado a su
suerte, ni trabajador ni desocupado, el “asistido” construye una identidad en la
cual las referencias al trabajo estable son reinterpretadas con un sentido nuevo,
menos estructurador y más laxo, que vuelve así más vulnerables a los sujetos y más
porosas a las representaciones elaboradas.
Nos propusimos abordar las trayectorias sociales, laborales, religiosas y familiares
de nuestros entrevistados utilizando herramientas cualitativas, que permitieran
transmitir la riqueza de las experiencias vitales que fuimos recogiendo4. Desde el
primer momento de nuestro trabajo de campo nos impactaron la pluralidad de
maneras de enfrentar un contexto en el cual los indicadores de la crisis se vuelven
impedimentos prácticos para el desarrollo de la vida que alguna vez se había
proyectado; nos interesa transcribir fragmentos de entrevistas y la elaboración del
relato de las trayectorias para dar cuenta de esta riqueza. En los relatos aparece el
recorrido individual, pero desde una mirada sociológica, buscando ahondar en las
perspectivas imaginarias que van enmarcando los recorridos personales, y en la
percepción de la importancia que asumen en la vida de los entrevistados.
1 FCS. UBA/CONICET/EHESS.
2 FCS.UBA/CONICET.
3 FCS.UBA
4 Los fundamentos teórico-metodológicos de los que partimos, pueden consultarse en Bertaux (1988) y en Forni
(1992).
1
Estructuramos el artículo alrededor de algunas categorías significativas, que
contribuyen a definir el grupo social con el que trabajamos: la precariedad de la
vida cotidiana, las representaciones acerca del propio mundo, las relaciones con el
Estado y el espacio público y la relación con las instituciones religiosas.
2. Asistidos: la tragedia del “fin de un mundo social”
En un libro clásico del pensamiento sociológico, Peter Berger y Thomas Luckmann
(2003) sostienen que la existencia del individuo en tanto ser social implica su
participación en la cultura, entendida ésta como una serie de figuras que, en tanto
elementos objetivos, anteriores e impuestos al individuo, se presentan como roles
e identidades disponibles. En este sentido, figuras como padre, madre, mujer,
trabajador, por nombrar algunas de las que resultan de interés para el presente
trabajo, aparecen como objetivaciones propias de la cultura que son internalizadas
por los individuos en el proceso de socialización. La internalización del mundo
objetivo, que no por ser objetivo deja de ser una creación humana, fija estructuras
subjetivas en la conciencia, siendo la interacción permanente con los “otros
significativos” la que mantiene la plausibilidad del mundo construido.
El individuo asume roles e identidades objetivas, dadas de ante mano. Por
consiguiente, el individuo es, en parte, la sociedad internalizada en él, el mundo
objetivo por el cual estructura su conciencia subjetiva. Se percibe a sí mismo a
través de las figuras culturales disponibles en la sociedad. En este sentido, se es
mujer, trabajador, o madre, en base al significado que estas figuras tienen en la
sociedad. Ser madre significa haber internalizado la identidad de madre en tanto
hecho social.
La existencia cotidiana del individuo supone la reproducción de roles e identidades
internalizados bajo determinadas condiciones objetivas, estructurales. El mundo
subjetivo supone su correlato en el mundo objetivo. La desestructuración del
segundo, produce la pérdida de plausibilidad del primero. En la medida en que el
mundo subjetivo se reproduce en la conversación con los otros significativos, la
interrupción de la misma produce una crisis de plausibilidad de la conciencia. Sin
embargo, tal como sostiene Pierre Bourdieu (1991), el hábitus portado por el sujeto
tiene la particularidad de poder sobrevivir a las condiciones estructurales que le
dieron origen. De ahí que la relación entre el mundo objetivo y el subjetivo esté
plagada de complejidades que dificultan pensarlos en términos de variables
dependientes e independientes. La desestructuración del mundo objetivo puede
llevar a que los individuos recurran a las identidades adquiridas como criterios
válidos de percepción de la realidad, pudiendo utilizarlas como base de
clasificación del mundo transformado: tomando palabras y ejemplos de nuestros
entrevistados, si el mundo no permite el desarrollo de la identidad de madre “tal
como debe ser”, es porque el mundo mismo es el que está “hecho un desastre”.
Los individuos entrevistados en esta investigación fueron socializados en un mundo
que ya no existe. Los cambios han tenido lugar en el ámbito del trabajo, de la
familia, de la salud, de la relación con el Estado y con las instituciones religiosas.
Son cambios que implican la adopción de roles que, quizás, no concuerdan con las
identidades internalizadas bajo condiciones estructurales que hoy día forman parte
del pasado. Un mundo en el cual se reproducían determinados rituales que
garantizaban su estabilidad ha dado lugar a una realidad caracterizada por la
incertidumbre que suponen trabajos precarizados, salitas de atención médica sin
médicos, inseguridad por exposición a la violencia, etc. Los entrevistados se
2
relatan en un presente de mayor vulnerabilidad, y se sitúan en un relato que
considera tanto el tiempo más largo de la trayectoria familiar, como el tiempo más
corto de la propia trayectoria laboral.
El padre de Mónica era paraguayo y la madre formoseña. Luego de instalarse en
Capital Federal, se fueron a vivir por la zona de Quilmes. Él poseía un empleo como
reparador de aires acondicionados –gozando de derechos laborales– y murió en
forma prematura, a los 55 años. Su madre, ama de casa, trabajaba
circunstancialmente como empleada doméstica hasta que empezó a cobrar la
pensión del padre. El marido de Mónica trabajó sucesivamente de taxista, de
albañil y de zinguero, hasta que perdió el trabajo en enero de 2002. Ella trabajó de
operaria, y más tarde empezó a percibir planes sociales –fue “Manzanera”– a partir
del año ‘92. La crisis la fue convirtiendo en el sostén del hogar, con la colaboración
de su marido que lleva a su hijo a la escuela.
Valeria es hermana de Mónica, y comparte con ella las representaciones sobre un
pasado familiar libre de las preocupaciones económicas que en el presente son tan
acuciantes: aunque no eran ricos, nunca les faltó nada. Valeria describe a su papá
como un hombre muy culto, maestro, aunque nunca ejerció. Siempre quiso que
estudiaran, para “que intentemos ser alguien en la vida”: su sueño era “vernos
recibidos de algo, no con 5to año y nada más”. La educación de los hijos es un valor
muy importante que su padre trató de inculcar a ella y a sus hermanos, y que ella a
su vez trata de transmitir a sus hijas. A Valeria le gustaba mucho el colegio, pero
tuvo que dejar en cuarto año porque quedó embarazada. Aún lamenta esa decisión:
“me arrepiento toda la vida de no haber terminado el secundario”. Cuando quedó
embarazada se casó, y llegó a trabajar un tiempo en una fábrica, hace años. Ese
empleo “formal” no estuvo exento, sin embargo, de inseguridades: cuando se
rompió una pierna, el seguro no le cubrió la enfermedad y tuvo que renunciar.
“Después de ahí no enganché nada más”; por otro lado, no necesitaba: vivía con
“el padre de las nenas” y no le hacía mucha falta.
Hoy, años después, Valeria entiende que su vida es más dura: todos los días se
levanta a las seis menos cuarto de la mañana, les hace el té a sus nenas, y las
prepara para la escuela. Sus dos hijas mayores van a una escuela pública, la más
chiquita se queda con la abuela: Valeria hubiera querido que fuera a un jardín de
infantes privado, el mismo al que fueron sus hijas mayores, pero su situación
económica no se lo permitió, entonces comenzará preescolar en el público el año
que viene. Desde su casa hasta la escuela son 13 cuadras, y de ahí al lugar de
reunión de su cuadrilla del “Plan Trabajar”, otras 27 cuadras. Tomar colectivos
cotidianamente es impensable: no hay plata para medios de transporte. La
bicicleta que tiene se rompió hace mucho, y tampoco tiene recursos para
arreglarla. Este caminar es definido por ella en términos de “peregrinación”.
En este mundo desestructurado, donde incluso la presencia estatal parece
contribuir a la reproducción de la sensación de estar sumidos en una
desorganización sin sentido, los individuos interactúan con identidades ancladas en
un mundo que ya no es, y que forman parte de su estructura subjetiva,
redefiniéndolas pero sin poder dejar de pensarse como partícipes de una realidad
vivida como “anormal”, precisamente porque no responde a esas representaciones.
La condición de ser beneficiarios de planes de asistencia estatal, que constituyen el
principal ingreso familiar, supone la dificultad de encontrar definiciones del sí
mismo que asuman la función de estructuradores de la vida cotidiana. Asumir una
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auto-definición que articule rasgos identitarios es ardua en un contexto de
precarización de los ejes ordenadores de la vida en la que los sujetos han
construido sus representaciones de lo que es deseable para sí mismos. La situación
de crisis, expresada en la instalación del desempleo como hecho insuperable, en el
aumento de los indicadores de pobreza, en los cuerpos deteriorados, en la
reconfiguración de la percepción respecto al espacio que se habita, en el papel
asumido por instituciones religiosas que han venido a suplir la ausencia del Estado
en terrenos de vital importancia, ha desestructurado las trayectorias personales de
individuos sumidos en situaciones de vulnerabilidad, enfrentados a una serie de
impedimentos prácticos para la realización de la vida que alguna vez habían
proyectado.
Marta tiene seis hijos y vive, como sus hermanas, en el barrio Las Malvinas, en San
Francisco Solano. Su marido está desocupado desde el año 1995, aproximadamente,
cuando fue despedido de su trabajo como obrero metalúrgico. Actualmente es
beneficiario de un plan (que aún no había cobrado en el momento de la entrevista).
Desde el despido de su marido, Marta trabaja en un comedor de Caritas, la red
internacional de asistencia de la Iglesia Católica, a través de un plan barrial. No
recibe sueldo, pero logra satisfacer determinadas necesidades. Por un lado, a
través de este ámbito Marta puede acceder a la alimentación básica para la
subsistencia de su familia. Por el otro, el comedor funciona como un espacio útil en
la relación con sus el cuidado hijos, ya que estos permanecen “en contención”
mientras ella se dedica a otras actividades. Sin embargo, no le permite satisfacer
otras necesidades, como la compra de pañales, artículos de limpieza y ropa. Hace
un año Marta es beneficiaria de un plan social (PEL), por el que tiene que dedicarse
a cortar el pasto y a limpiar zanjas en las calles. Su salario es de $160, y le dura
una semana. Compara la situación anterior a la devaluación con la que vive
actualmente. Antes se podía dar algunos “lujos” como comprar un litro de yogurt,
una manteca, un dulce, cosa que ya no puede. Marta define la situación actual con
el término “desastre”.
3. La vida cotidiana, el trabajo y las marcas de la precariedad
Las sujetos, en este contexto social fragmentado y desvalorizado, perciben sus
trayectorias personales y familiares en términos de pendiente irreversiblemente
descendente. Y, en este sentido, la pérdida de la centralidad del trabajo como
estructurador de las vidas individuales y familiares es decisiva: los relatos de los
entrevistados circulan recurrentemente entre un pasado idealizado, marcado por la
inclusión en el marco de la sociedad salarial, y un presente en el que el plan social
que hace las veces de “trabajo” no alcanza para organizar una “normalidad”
cotidiana asociada a esa sociedad salarial desaparecida (Castel, 1996).
Los diferentes planes de asistencia son el principal (y la abrumadora mayoría de las
veces el único) ingreso familiar de nuestros entrevistados. El “trabajo” en el plan
social aparece sumamente desdibujado: los entrevistados tienden a definirlo como
aquello que NO ES antes que como lo que ES.
Marta no recibió capacitación para las tareas que realiza en “el plan”. A su trabajo
no le ve demasiado futuro. Nos comenta sobre el frío que ha tenido que pasar
trabajando en la calle, así como el maltrato por parte de algunos vecinos (a los
cuales ella desconocía). El plan no parece tener futuro, porque la gente no valora
el trabajo que ellos realizan: limpiar las calles “no es una cosa que se ve.”
Preferiría realizar otras tareas. Con su cuadrilla de trabajo han planteado algunos
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proyectos (conseguir tela para hacer pañales, hacer sábanas para los hospitales)
que no han podido concretarse por falta de recursos materiales. De todas maneras,
señala algunas ventajas del trabajo: la buena relación con los compañeros y el
hecho de no tratarse de un trabajo “tan esclavizado”.
En un día típico, Marta se levanta a las seis y media de la mañana. Camina hasta su
trabajo en el PEL unas 27 cuadras. Entra a trabajar a las ocho, y a las once y media
de la mañana ya está de vuelta. Sus seis chicos van al comedor, y luego se
organizan ellos solos para ir a la escuela a la tarde.
El trabajo no tiene reglas fijas (las horas de asistencia son variables, la
concurrencia efectiva no es vinculante), no existen signos de pertenencia
relacionados con el trabajo: ni uniforme identificador, ni lugar de reunión fijo y
diferenciado, ni herramientas, ni instrumentos de seguridad; como si un trabajo
despojado de ritualidades (aunque sean mínimas) no fuese cabalmente un
“trabajo”. El plan social se constituye en un definidor de identidades negativas,
porque es la mirada de los otros (generalmente hecha propia) la que dice que “no
es un trabajo”, o que ese trabajo “no sirve”, “no se ve”. Miradas que marcan y
estigmatizan a los poseedores de los planes sociales. El acceso al trabajo es por las
redes informales, de punteros: “Nos pedían ir a las marchas. Y bueno anotarse a
las marchas, para ir a las marchas ibas y después te salía más rápido”.
Mónica se siente estigmatizada por poseer el PEL: “Si, la gente no lo valora.
Porque o sea lo que la gente comenta ustedes cobran y no hacen nada, pero
cuando uno está adentro ahí si te das cuenta, lo que haces y lo que valoras o no”.
A Mónica, sin embargo, le brinda una sensación de dignidad: “Bueno a mí me gusta.
A mí me gusta porque no me gusta tampoco que me regalen las cosas”. Después de
todo, el PEL es considerado por ella como una salida. Un segundo elemento que le
brinda esperanza a Mónica es la posibilidad de estudiar, “por que pienso que si uno
no estudia no llega a nada tampoco, y a mí me gustaría saber mas cosas,...
relacionarse con otra clase de gente y no quedarse estancado uno en la vida”.
El trabajo en el “plan” es así percibido bajo el signo de una contradicción esencial,
de un contrasentido que impide que las tareas se conviertan en un organizador
cabal de la vida de los beneficiados. El hecho de que les paguen genera en las
entrevistadas un sentido de deber, que las lleva a cumplir el horario estipulado, al
mismo tiempo, lo exiguo de la paga, y las malas condiciones del trabajo no
permiten crear reglas legitimadas que estructuren la vida de los sujetos.
El trabajo de Valeria en el “plan” comienza a las ocho y media, y termina a las
once de la mañana. Luego, vuelve a lo de su madre, toma unos mates y va a buscar
a sus hijas a la escuela. Almuerza con ella (la exigua paga que recibe no le permite
alimentar dos veces por día a su familia), y vuelve a su casa a arreglarla un poco.
“Con dolor de cabeza, eso sí”: no sabe qué va a comer al día siguiente, lo que le
provoca este pertinaz dolor que la acompaña siempre. Valeria es coordinadora de
su cuadrilla. Su trabajo no es demasiado definido, solo saben que tienen que ir, y
hacer algo. Ahora cortan el pasto y limpian, les tocó una plaza que “dejaron más
limpia”, y que tienen que mantener.
Valeria tiene una relación ambigua con su trabajo: por un lado siente que “tenés
que ir a trabajar por monedas todos los días”, si se falta 5 días suspenden el
contrato, y justifica que frente a lo que es sentido como condiciones adversas, la
gente que está con ella no tenga ganas de ir a trabajar. Por otro lado, piensa que
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no trabajar es “faltar el respeto”, y que aunque sea poco lo que cobran “nos lo
están pagando igual”, por lo que siente que algo tienen que cumplir. Ella, en tanto
que coordinadora, representa las normas, pero las condiciones mismas del trabajo,
poco ritualizado, con escasísimos signos de pertenencia, sin funciones fijas, hacen
que no pueda hacer cumplir las reglas, ni siquiera ella misma.
Más que funcionar como un estructurador efectivo de la vida de los que trabajan,
aparece un anhelo, un deseo de que el Plan estructure la vida. Los entrevistados
quisieran que el Plan se convirtiera en el eje de sus vidas, mediante la asignación
de una tarea más digna y menos sucia (muchas mujeres, sin guantes ni uniformes,
limpian zanjas con agua estancada), pero las condiciones de trabajo atentan en
permanencia contra este anhelo: no hay herramientas, no hay lugares, NO HAY. Por
eso, las entrevistadas no creen que los Planes puedan cambiar en beneficio suyo
(dejar de trabajar en la zanjas para pasar a un taller de corte y confección). En
este sentido, el trabajo aparece como un estructurador débil.
La falta de trabajo aparece como el desencadenante de una serie de procesos que
acentúan la espiral de la decadencia respecto de sus ideales anteriores, marco en
el cual las entrevistadas se explican sus vidas. La situación de desocupación,
además de impedir la reproducción de las condiciones de vida más básicas,
pensadas antes como “normales”, y de desorganizar la vida cotidiana de las
personas y los roles familiares, funciona como una barrera para el acceso a
beneficios asociados con el ascenso social: la salud, la educación y la vivienda. Los
preceptores de planes sociales se han visto obligados a renunciar al acceso a una
vivienda legalmente reconocida como propia, al acceso a centros de salud cercanos
que cubran sus necesidades, a la idea de garantizar la continuidad de la educación
de sus hijos, a los sueños personales de perfeccionamiento a través de la
capacitación o la educación superior.
Valeria vive en el barrio de La Matera, con sus tres hijas de 4, 7 y 11 años. El
terreno sobre el que construyó su casilla fue ocupado hace algunos años, durante
una toma de la que participó “todo el barrio”. Tener un terreno propio era uno se
sus más antiguos sueños: el otro era estudiar odontología, pero ese no pudo
concretarlo. Ella vivía en una casa de material, con su marido, en el fondo del
terreno de una tía de él. Pero para Valeria, por más bonita que fuera esa casa, el
terreno no era de ellos, ni nunca lo sería. Cuando se enteró que sus hermanas y
hermanos participaban en una toma, venciendo sus resistencias frente a lo ilegal de
la movida, se decidió a asentarse en unos terrenos pertenecientes a la
municipalidad, linderos con un arroyo sucio que inunda el barrio varias veces por
año. La última vez el agua alta inundó su casa: se vieron obligadas a ir a lo de la
madre de Valeria, y dejar todas sus cosas. El regreso es duro: hay que limpiar, y
luego del agua queda el barro, y eso, dice ella, “es todos los días”. Valeria está
cansada, tan cansada que a veces lo único que quiere hacer es dormir, ni siquiera
mirar televisión, o escuchar la radio. Aunque ahora el terreno sea “propio”, la
permanente amenaza del agua provoca el deterioro de muebles y artefactos, y de
todo lo que tiene en la vivienda, bienes que Valeria no tiene posibilidades de
reponer. La salud es otro de los aspectos problemáticos, especialmente luego de la
separación de su marido: si bien sus hijas tienen obra social, y cuando se enferman
el padre las lleva al hospital, su madre no tiene plata para remedios, y si las tiene
que llevar ella, tampoco para el colectivo: “Hay que recorrer lugares donde se
puedan conseguir [los remedios]”.
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4. Representaciones de la “normalidad” y feminización de la pobreza.
Los planes sociales, el “trabajo” de los entrevistados, no logran crear mojones de
sentido en que los individuos se apoyen para reconstruir una vida cotidiana en
términos de “normalidad”. Las representaciones de la “normalidad”, asociadas a
una vida personal, familiar y comunitaria organizada alrededor de actividades
laborales relativamente estables y continuas, persisten más allá de la desaparición
del contexto social en el que se fueron generando. Así, los entrevistados perciben
sus propias vidas como desplazadas del espacio de la “normalidad”, o de lo que
deberían ser. Y este desplazamiento aparece tanto en las relaciones de los sujetos
al trabajo como en los espacios más privados de la familia, en que la reformulación
de los roles familiares de género acarrea serios cuestionamientos personales y
comunitarios. Si por un lado las carencias materiales refuerzan de algún modo las
relaciones familiares, en vistas a subvenir necesidades, también repercuten en las
representaciones que los individuos se hacen respecto a lo que la organización
familiar debería ser: los padres crían a los hijos, y los hijos se ocupan de sus padres
ancianos, los hijos mejoran la experiencia de los padres en lo material y educativo,
los maridos son los principales proveedores para el sostén de su familia.
Marta no tiene heladera, y debe llevar los alimentos a la casa de su madre, que sí
tiene. Suele también pedirle plata prestada a la madre, lo cual le genera un
sentimiento de vergüenza. La situación de desempleo que sufre su marido parece
convertirla a ella en el motor de la familia: los hijos le aseguraron que en el día del
padre le iban a dar un regalo a ella, y no a su marido. Marta asegura que este
comentario le causó a ella misma tristeza y dolor.
Así, el concepto de feminización de la pobreza debería tener en cuenta la función
de los recuerdos en cuanto conforman representaciones simbólicas de un tipo
específico de “normalidad” que se ve negada en la actualidad. Esta “normalidad”
se refiere a la distribución por género de los roles en la familia, a un tipo
específico de estructura familiar que ha sido naturalizado por los sujetos. En las
entrevistas se observa que la figura del padre es recordada como el garante del
mantenimiento de la estructura de división de roles familiares, resaltándose sus
atributos positivos, sin que sepamos nada de los negativos. La madre, por su lado,
parece no haber tenido nunca que salir a trabajar, pudiendo quedarse en su casa
con los hijos.
El padre de Marta, paraguayo, llegó a la Argentina cuando tenía aproximadamente
veinte años y trabajó en una empresa de instalación de aire acondicionado. Él
también estudió para ser maestro, inculcando a sus hijos una gran valoración por el
estudio. Marta lo recuerda como un hombre “muy trabajador, alguien que podía
hacer que a su familia no le sobrara pero tampoco le faltara nada. No sé si era la
época o era él o capaz las dos cosas". Su madre nunca trabajó, “por suerte”, como
dice Marta. Actualmente cobra la pensión que le dejó su marido. Marta recuerda lo
bueno que era que su madre no hubiera tenido que trabajar, ya que podía quedarse
todo el día en la casa con sus hijos. Compara ese pasado con su situación actual,
“muy diferente”. Siguiendo los consejos de su padre, Marta estudió de
adolescente, pero abandonó la secundaria en cuarto año. Se casó, y quedó
embarazada en el año 1998. Tras tener a su hija cursó la secundaria para adultos y
finalizó los estudios. Caritas le pagó un curso de recreación infantil en la
Universidad de Quilmes. Reconoce que la educación estuvo siempre muy presente
en su familia, y para ella, sigue siendo considerada como un recurso de “progreso”.
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Esta sensación no parece ser compartida por sus hijas, aunque ninguna de ellas
haya abandonado aún los estudios.
Las representaciones que los sujetos se forman de la realidad están en constante
interacción con sus recuerdos: la memoria de la experiencia personal y familiar
moldea la percepción del propio presente. La pobreza adquiere características
femeninas en la medida en que es percibida por las mujeres de un modo específico,
en tensión con el pasado como ideal perdido. La pobreza, al llevar a que la mujer
sin formación laboral ni educacional (no las necesitaba, ya que se suponía que el
hombre se encargaría de mantener a la familia) se convierta en cabeza del hogar,
trastoca las pre-concepciones mediante las cuales los sujetos interactúan con la
“normalidad”. Eso hace que dichas mujeres perciban su situación como anormal,
en el sentido que no acuerda con sus propias representaciones de lo que los roles
masculino y femenino deben ser. Si bien la situación de precariedad parece
conducir a que las mujeres adopten roles que antes les estaban negados, el
recuerdo idealizado del pasado (de la situación de su madre, quien es beneficiaria
del cobro de la pensión dejada por el marido) actualiza constantemente el
recuerdo de la vieja estructura familiar, mostrando como los patrones de
“normalidad” se mantienen en las formas de percepción del mundo y de sí mismo.
La distribución de los roles de género al interior de la familia ha provocado, por
otro lado, que ni la formación ni la inserción en el mercado laboral fueran
percibidas como una necesidad: dentro del esquema ideal-típico en el que las
mujeres que entrevistamos fueron socializadas, el hombre-proveedor se ocupa de
las necesidades del hogar, y la mujer de las tareas domésticas. El eventual fracaso
de la pareja, y la reorganización de la familia en torno de la mujer como jefa de
hogar, y principal sustento de éste, muestra un rostro femenino de la pobreza: sin
capacitación, sin experiencia, sin contactos, las mujeres se enfrentan a un
mercado laboral ya restringido y expulsor de mano de obra.
La trayectoria laboral de Valeria está marcada por su condición de género: ella
dejó los estudios porque estaba embarazada, y no retomó el trabajo en la fábrica
en la que estaba empleada porque no necesitaba: vivía con “el padre de las nenas”
y no le hacía falta nada. Valeria considera que él tuvo suerte de llegar donde está,
y de tener un sueldo fijo, pero ese ascenso fue gracias a ella: “todo porque yo
estaba ahí, y lo ayudaba”, y a sus postergaciones: “es como que yo a él lo ayudé a
cumplir su sueño pero me olvidé de lo mío, me olvidé de mi vida”. Las relaciones
con él se deterioraron irreversiblemente. Policía y golpeador, ella no aguantó la
violencia doméstica, los golpes y las promesas incumplidas de cambio. La rebelión
frente a las agresiones y a lo que socialmente se consideran ocupaciones
“naturales” de la mujer la llevó a la ruptura: “un día... vino y me dijo hacéme la
comida ..., y yo agarré y le dije:- no voy a hacer nada, yo no soy esclava de
nadie”.
La separación de su marido marca un quiebre en la vida de Valeria: si por un lado
“vivo un poco más tranquila, porque sé que me acuesto a dormir y al otro día me
levanto bien”, en términos materiales el deterioro es fuerte, en varios aspectos. En
cuanto al consumo: “yo estaba acostumbrada a vivir de otra forma, era una señora
que no me faltaba la plata, ... no iba a buscar ofertas, ni precios ni nada, ... no
me importaba lo que gastaba”. Ahora no puede comprar nada más allá de los
alimentos: no alcanza, y el marido sólo le pasa “cuando se le ocurre, 50$”. Cuando
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Valeria se separó adelgazó 21 kilos. Su madre le pregunta “¿cómo hacés?”, y la
respuesta es lapidaria: “Cómo voy a hacer, mami, me morí de hambre”.
Los imperativos sociales llevaron a que Valeria privilegiara un rol de
“acompañadora”, “facilitadora” de la carrera de su marido, dejando de lado sus
propios sueños y ambiciones, y los deseos de sus padres. Dejó los estudios, dejó el
trabajo: no lo necesitaba, puesto que la economía familiar giraba en torno a los
ingresos de él. Cuando se separa, ella queda a cargo de su familia, y se encuentra
con escasa preparación educativa y experiencia laboral, y sin posibilidades de
incrementarlas, dado que no tiene recursos económicos para contratar alguien que
se ocupe de sus hijas mientras estudia. La difícil situación del mercado de trabajo
hace el resto: el plan Trabajar es lo único que Valeria encuentra para sostener su
economía familiar.
5. Colectivos devastados, política y particularización del Estado
Las trayectorias laborales de los actores, así como también el sostén cotidiano de
sus familias, están marcadas por la relación con las distintas instancias estatales,
que funcionan como sus fuentes principales de ingresos. Vimos en los parágrafos
precedentes que las representaciones de las tareas en los planes estatales no
logran constituirse, más allá de los deseos de las entrevistadas, en una idea de
“trabajo” estructurador de la vida cotidiana. En este marco, ¿cuáles son las
percepciones de los actores de los espacios estatales? ¿Cuál es la relación que
establecen con los lugares de poder?
Un elemento que trasciende a las tres entrevistas es la indeferenciación entre el
Estado, la política y el espacio público. En los relatos, puede verse como las
instancias se diluyen. Esta disolución es posible porque la relación entre los
entrevistados y el Estado, la política y el espacio público carece de mediaciones
percibidas como delimitadas en sus funciones y atribuciones. A la vez que el poder
aparece indiferenciado, es mero ejercicio, no existe una distinción entre sus
ejecutores. Éstos se alternan. La policía, los partidos políticos, los dirigentes que
reparten planes sociales a cambio de asistencia a las manifestaciones, el Gobierno
Nacional, el Gobierno Provincial y la Municipalidad se perciben como rostros de una
misma entidad única, aunque compuesta y compleja: representan a un Estado que
ha perdido su universalidad, que se ha particularizado en múltiples poderes
prebendarios. Lo que los une es el ejercicio del poder por parte de los distintos
actores que representan estas instancias, poder que es entendido como una
instancia que se padece más que como una relación que se construye por parte de
nuestras protagonistas.
Marta nunca participó en ningún partido ni sindicato. Considera a la política como
“una gran mentira”. De todas maneras, menciona haber sido afiliada a un partido:
consiguieron su afiliación prometiéndole la satisfacción de algunas necesidades,
promesa que, afirma la entrevistada, nunca fue cumplida. Cree que fue afiliada al
Partido Justicialista, aunque duda. En cuanto a los sindicalistas, piensa que sus
actos están orientados a generar “progreso en ellos mismos”. No confía en Luis
Zamora, y lo compara con Duhalde, bajo cuya gobernación “tenía leche y tenía
remedios”. Comprende que Duhalde no pueda mejorar el país de un día para el
otro, porque el país “ya está un desastre.” (La entrevista fue realizada mientras
Duhalde era presidente).
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Valeria consiguió el trabajo en el plan a través de una de sus hermanas, que la
invitó a participar en una organización ligada a la CCC y a la CTA, el Grupo de Base
Solano Vipe. Ahí “nos pedían que vayamos a las marchas”, y cuando consiguen
puestos de trabajo, “automáticamente entrabas”. El trabajo en el plan es vivido
como sumamente inestable: “siempre esperando que no se te corte el contrato”,
hay que renovar los papeles cada tanto, y el riesgo es “quedar colgado”. A ella le
pasó: se quedó un mes sin cobrar, y por supuesto no percibirá el retroactivo. Es una
situación dramática, ya que es el único ingreso que tiene. Esa sensación de “quedar
colgada” no es exclusiva del ámbito laboral: la municipalidad iba a entregarles un
subsidio para hacer reformas en el predio donde viven, y para realizar las cloacas,
pero eso también quedó parado por el aumento de los materiales.
La esfera de lo estatal-político-público aparece ante los sujetos como impredecible
y poco confiable, y sin embargo presente: la influencia de las distintas instancias
estatales constituye los marcos de referencia entre los que transcurre y se organiza
la vida de nuestros entrevistados. La presencia estatal articula de hecho una red
distribuidora de recursos que se convierte, junto con la de Cáritas, dependiente de
la Iglesia católica, ciertas iglesias evangélicas y algunas ONG, en una de las escasas
fuentes de financiamiento que los entrevistados pueden disponer. El Estado no se
ha retirado, aunque los servicios que propone en distintas áreas (educación, salud,
seguridad) se hayan degradado, y los niveles de corrupción inviertan el sentido y la
dirección de las funciones del estado. La influencia estatal en la vida de las
personas se vuelve importante en la medida en que deviene también uno de los
pocos recursos disponibles.
Al tratar el tema de la salud, se combinan en Marta varias sensaciones y
sentimientos, como: “inseguridad, bronca e incertidumbre”. El espacio de atención
de las enfermedades es la salita de guardia a veinte cuadras de su casa. De no ser
así, se dirigen a Avellaneda (no se aclara si a un hospital). En la salita pueden
encontrar un médico solo los Lunes y Martes, o si no, el Jueves. Este abandono de
la sala de guardia por parte del médico genera, por un lado, un sentimiento de
bronca, pero también de inseguridad: “pasa que si se enferman [sus hijos] después
del Lunes o Martes, ahí sí que estoy sonada”.
Esta influencia, sin embargo, es procesada en distintos registros y expresada con
distintas sensaciones: desde la insatisfacción y el descreimiento hasta la esperanza.
Este es, tal vez, el mejor indicador de la ausencia de mediación. Aquello que les
impide a nuestras entrevistadas obtener mejoras materiales en su vida pasa por su
percepción de que desde el ámbito de poder se administra mal, se roba y se quita a
la gente. Pero, del mismo modo, sus esperanzas de cambio están orientadas hacia
ese mismo lugar.
Mónica organiza su reproducción cotidiana a partir de tres fuentes: el Estado, la
familia y Cáritas. El Estado es la fuente principal de beneficios, a través del PEL y
del Hospital público, al cual acude Mónica cuando algún miembro de la familia
tiene problemas de salud y donde, además, obtiene remedios.
Mónica es una de las pocas de nuestras entrevistadas que percibe la política con
algún grado de esperanza: “Todo el mundo piensa son todos iguales, pero yo
también tengo la esperanza de que algún día va a cambiar, de que va a llegar
alguien que va a cambiar todo. Alguien honesto tiene que quedar... que trate de
mejorar un poco las cosas no pensando en el beneficio propio”. Es más, el Estado
aparece como el ámbito capaz de generar soluciones, sin mediación de
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organizaciones intermedias: “Lo que pasa es que mucha violencia y el tema que los
chicos salen a robar tanto es porque a lo mejor no tienen un trabajo... Si salen a
robar por necesidad a lo mejor no lo tienen que hacer y entonces y también la
policía yo pienso que uno no puede decir que la policía es la parte buena ahora,
por que uno ve como son de que muchas veces ellos mismos dicen que los mandan
a robar y que tienen que entregar una cantidad por mes para poder seguir,
entonces... A lo mejor también lo que organizar bien la policía y ganar la
confianza de la gente otra vez. La gente ya no cree, así como no cree en los
políticos tampoco cree en la policía Y también pasa por la política que los
gobernantes y todos tienen que crear otras cosas, otras salidas para los chicos y
también para los grandes otros trabajos ...”.
Todos estos elementos nos muestran una serie de imágenes que manifiestan algún
grado de esperanza, vinculada a la capacidad del Estado no sólo para satisfacer
ciertas demandas, sino también para generar o, más bien, para reconstruir un
marco de expectativas: se critica a la policía, pero la solución parece pasar por la
policía en tanto fuente de su propia transformación. En ese sentido, tal vez esto se
pueda interpretar tanto como una demanda de mayor presencia del Estado en lo
social, pero, también, en la reconstrucción del espacio público.
Por acción, o por omisión, el Estado siempre está presente. Nuestras entrevistadas
apuestan principalmente al Estado como medio para mejorar sus vidas, al mismo
tiempo que lo ven como una instancia de ejercicio del poder que profundiza su
miseria. Esta percepción ha sido construida sobre la base de un diagnóstico
extremadamente racional. Si filiamos las percepciones negativas, de sometimiento
e impotencia, y las positivas, de esperanza, con las trayectorias de las
entrevistadas, observamos que su definición como sostenes del hogar y los medios
para satisfacer las necesidades familiares dependieron de decisiones estatales,
ejecutadas como “favores” por los partidos políticos o por las organizaciones
piqueteras. Asimismo, su confinamiento territorial –ante la ausencia de recursos
para moverse de territorio, y a partir de tener como único horizonte vital el poder
construir en “su lugar”– también está vinculado a instancias de la misma índole.
Todo ello nos muestra a un Leviatán que se presenta de una manera barroca y
grotesca, pero que, en ningún momento deja de estar presente. En este sentido
tenemos que la supuesta no intervención del Estado Neoliberal5 –expresada como
profesión de fe–, ha entrado en contradicción con una realidad donde el mismo
Estado se inmiscuye en los aspectos más íntimos de la vida de las personas.
De acuerdo con esto, el diagnóstico de esta realidad nos induce a pensar en que un
elemento a no ser dejado de lado en el momento de elaboración de políticas
sociales pasa por la redefinición del rol del Estado tanto en la formulación como en
la implementación de las mismas. Los relatos sobre los que hemos trabajado, nos
hablan de la existencia de una serie de necesidades que requieren a la vez de una
mayor presencia de modalidades de acción estatal que además sean universalistas.
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Vale la pena aclarar que en el momento de las entrevistas no se había aplicado la política actual de subsidios a
Jefes y Jefas de Hogar, la cual implica un cambio de concepción con respecto a las políticas sociales focalizadas
aplicadas durante la década del 90’, representadas en los subsidios percibidos por nuestras entrevistadas.
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6. Espacios religiosos fragmentados y superpuestos
El proceso de desestructuración de los lazos sociales, que ha implicado la
redefinición de múltiples esferas de la vida de los sujetos, acarrea también
transformaciones en el ámbito de la experiencia religiosa. Uno más de los aspectos
de fragmentación de las representaciones en torno del Estado y de la Nación es la
mayor visibilidad de la pluralización del campo religioso: la crisis de la idea del
espacio nacional uniforme asociado a una Iglesia que legitima las representaciones
de la nacionalidad hace que la elección de un credo disidente se vuelva plausible, y
menos pesada para individuos socializados en la tradición cultural católica. De este
modo, la metáfora del mercado religioso es perfectamente aplicable al contexto
del Gran Buenos Aires, donde el análisis del campo religioso muestra la
competencia establecida entre diversas opciones que van desde el catolicismo, los
grupos evangélicos pentecostales y los terreiros afro-brasileros, hasta las prácticas
menos institucionalizadas relacionadas con el curanderismo o la lectura del
horóscopo. En este sentido, se ha puesto fin al antiguo monopolio católico sobre la
visión del mundo portada por los sectores populares. A su vez, los medios para la
salvación han dejado de estar exclusivamente detentados por la Iglesia Católica. Si
la administración de los sacramentos otorgaba a dicha institución el monopolio de
los bienes de salvación, hoy día las diversas ofertas de salvación que colman el
mercado religioso se presentan al individuo como alternativas legítimas para paliar
el sufrimiento. Y si bien las diferentes alternativas al monopolio católico no son
nuevas en la Argentina, lo cierto es que, en las últimas décadas, el llamado costo
de la disidencia ha disminuido. Tal como sostiene Floreal Forni (1993), se ha pasado
de una situación de monopolio a una de pluralismo religioso, que favorece la
divulgación de discursos como los de las iglesias pentecostales, los cultos umbanda,
las tendencias New Age, etc. Incluso la conocida “polémica de las sectas” parece
haber perdido terreno respecto a la década del ochenta, y los movimientos anti-
cultos ya no disponen de la misma presencia mediática.
Varios autores (Weber (1992, 2000), y Bourdieu (1971) entre los más destacados),
han señalado la naturaleza de las demandas religiosas de los sectores vulnerables.
A diferencia de las clases dominantes, que exigen de la religión un discurso
legitimador de su posición de poder (teodicea de la fortuna), los sectores
desfavorecidos demandan explicaciones y compensaciones futuras al sufrimiento.
En este sentido, los discursos religiosos deben estar en condiciones de proporcionar
explicaciones racionales referidas a la situación de sufrimiento y a la futura
redención. Tal como sostiene Mallimaci (1993: 32): “Los diferentes grupos y
sectores sociales encuentran en el proceso religioso oportunidad de dotar de
significado las experiencias, posesiones (materiales y simbólicas) y expectativas
que corresponden a su particular posición en la sociedad, en especial en un
momento de quiebre de certezas. Se crean así ofertas y demandas religiosas que
pueden dar un sentido de justificación o de cuestionamiento a las prácticas sociales
cotidianas”.
De este modo, opciones como la pentecostal, aunque no hayan sido aún asumidas
por algunos individuos, no son descartadas por ellos. La posibilidad de plantearse
algún tipo de contacto con una institución que rivaliza con el catolicismo por el
control de las almas, muestra como ciertos tabúes han sido dejados de lado en pos
de la aceptación de opciones religiosas no católicas. Los individuos asumen su
identidad religiosa ya no en términos de una pertenencia unívoca, que impone
12
distancia respecto a otros caminos como si fueran impensables, sino que el sentido
del ser religioso se expresa en una suerte de “apertura” donde los viejos
impensables se presentan como posibilidades legítimas, donde se puede ser
católico al tiempo que se piensa en participar de alguna ceremonia pentecostal.
Las pertenencias religiosas, antes dadas en un contexto social en que no cabía la
disidencia, se vuelven materia de opción, lo que no quiere decir que cualquiera
pueda adoptar indistintamente diferentes búsquedas de sentido, sino que se
construyen circuitos de circulación de creyentes que según su bagaje social barajan
distintas posibilidades de adscripción religiosa. Y así como el lazo social en los
ámbitos de la política se diluye, las filiaciones religiosas se vuelven, también, más
frágiles y pierden el carácter de exclusividad que las instituciones clásicas
pretenden atribuirles: nuestros entrevistados pueden circular entre diferentes
grupos sin fijar sus pertenencias en ninguno, y sin que esta circulación interpele
profundamente su definición en tanto que creyentes de un credo específico.
Marta dice creer en Dios “a pesar de todo.” Le ha hecho tomar la comunión a todos
sus hijos. En el barrio se desarrollan actividades religiosas como catecismo, y el
sacerdote va una vez al mes a oficiar una misa. Ni ella ni sus hijas van a misa.
Prefiere estar en su casa, y considera su inasistencia a misa como un signo de
vagancia. En el barrio hay también templos evangélicos, a los cuales ella ha sido
invitada por un compañero de la cuadrilla. Pero considera que aún no es el
momento de ir, si bien a veces parece tentada a hacerlo, especialmente cuando
considera el cambio positivo que el templo ejerció sobre su compañero, alguien
que “pasó muy mala ... por el alcohol, la droga, lo peor y ahora está y uno no lo
puede creer”. En ese sentido, no cree en los sanadores ni en los videntes, y, “mas
o menos”en el horóscopo, cuya lectura parece tomársela más que nada como una
diversión con sus hijas.
Los individuos entrevistados se asumen como miembros de la Iglesia Católica. Sin
embargo, esta definición no los designa como meros receptores de una identidad
elaborada en el ámbito de la institución eclesial. La socióloga Danièle Hervieu-
Leger (1997) sostiene que la problemática clásica de la transmisión religiosa
“propone un transmisor-activo y un destinatario-pasivo, o semi-pasivo, de la
transmisión y evalúa la calidad de la transmisión de acuerdo con la conformidad
obtenida, al final del recorrido entre este destinatario y el ideal del fiel concebido
por el transmisor”. Desde esta perspectiva, es posible hablar de crisis de la
transmisión religiosa, al constatar las dificultades que la institución tiene de
producir en los individuos modos de acción y de pensamiento acordes a la identidad
que se intenta implantar en ellos. Sin embargo, tal como sostiene Hervieu-Leger, la
realidad dista de ser tan simple. La identidad religiosa, lejos de ser un producto
institucional que los individuos recibirían como identidades “listas para usar”, es el
resultado nunca fosilizado de trayectorias religiosas llevadas a cabo por los mismos
individuos enfrentados a una pluralidad de ofertas de creencias, en el marco de un
campo religioso complejo y sometido a disputas entre grupos.
La pérdida del monopolio católico del que hablamos no implica, sin embargo, el
eclipsamiento de la Iglesia Católica como referencia significativa en la vida de los
individuos: en el contexto que estamos estudiando, su presencia no deja de ser
sumamente relevante. Y particularmente en el barrio en el que viven nuestras
entrevistadas, en San Francisco Solano, el comedor de Caritas, funciona como un
lugar que provee alimentos y remedios; como un espacio en el que las madres se
13
organizan para el cuidado de los niños, un espacio feminizado en el que el lazo
social se reconstruye. Cáritas asume aquí una función característica de las
instituciones religiosas en el Tercer Mundo: el reemplazo de la presencia estatal en
terrenos que hacen a la supervivencia de los individuos.
Cáritas brinda a Mónica comida cuando a fin de mes la plata le deja de alcanzar a
la familia para comer –generalmente va a comer al comedor de Cáritas– y comprar
remedios. Una palabra clave en el horizonte imaginario de Mónica es “esperanza”,
esperanza a pesar de todo, y la misma se haya intrínsecamente ligada a las
instituciones. Es decir, si bien Mónica manifiesta su descreimiento del Estado, de la
religión y de los medios, expresa también una serie de expectativas con respecto a
todos estos ámbitos.
Sin embargo, más allá de la creencia en el Estado, más que en los políticos, Cáritas
ocupa un lugar de primer orden en cuanto a la confianza que inspira, en tanto
representación a la cual se accede en la vida cotidiana, lo cual no implica una
creencia profunda en la Iglesia Católica como institución: Mónica enfatiza del
retraso de la misma con respecto a los cambios culturales que produjo la crisis
social.
Ello es, por su parte, consecuente con el diagnóstico que hemos realizado en
relación con la política y el Estado. Como hemos expuesto, el Estado también
constituye una referencia significativa que se ve sometido a un proceso de
fragmentación. Sin embargo, mientras que la ruptura de la uniformidad religiosa
tutelada por la Iglesia Católica permite la apertura hacia una mayor diversidad,
que posibilita una ampliación en términos de derechos, la particularización del
poder estatal constituye un movimiento negativo en ese sentido, que profundiza la
desestructuración de las trayectorias personales y familiares de los sujetos.
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15
Piqueteros: La pobreza como disputa política.
Astor Massetti
1. Introducción
En 1957 Lucas De Mare filma “Detrás de un largo muro”, una interesante película
que no escatima en recursos narrativos ni de producción. La “acción” del filme
narra un doble proceso: migración interna y empobrecimiento. Una familia que
abandona su origen rural y va a la ciudad en búsqueda de ascenso social;
representado como acceso a la vivienda urbana: agua de red, luz, cloacas,
“glamour”. Nuestros migrantes cargan sus ilusiones en un carro y llegan por tren a
la ciudad, donde los espera la familia de vecinos de su terruño que los anticiparon
en el proceso migratorio. Allí la primer decepción: la “deuda” habitacional de la
ciudad post-peronista. No hay viviendas accesibles para las clases populares, y sólo
luego de haber ascendido socialmente se puede aspirar a las codiciadas y cotizadas
casas y departamentos. La solución de transición que sus amigos han adoptado es
la vivienda en la villa. El brillo narrativo de Demare nos sumerge en la
“inevitabilidad” de la opción de “caer” en este tipo de “tragedia”. La resignación a
una forma de vida que cala los huesos pero que es el derecho de piso de la
urbanización; aunque esto implique la pérdida de la identidad de origen. Lo
interesante aquí es que el cineasta no adscribe a una mirada “economicista” del
proceso migratorio. No alude a la concentración de la tierra ni a la estructura de
una sociedad industrial. Sino a un “mecanismo” de explicación “cultural” que
remite a los actores a dinámicas de “agencia” e “inocencia” que van poco a poco
definiendo la pobreza en torno a ciertos valores y actitudes. La película contiene
un “mensaje” bajo la forma de reflexión sobre el hombre: ¿A qué está dispuesto a
llegar? En la película ese mensaje aparece como la contraposición de dos
“heroínas” de la misma edad, del mismo origen: La amiga y la hija de la familia.
Entre ambas construyen una reflexión sobre el amor y la moral. Que se apoyan
argumentalmente en dos triángulos amorosos. La amiga, amante de un
“acaudalado” casado, pretende acceder al baño, cocina, limpieza, privacidad,
definiendo el amor no como devoción sino como interés. La hija, verdadera
protagonista de la película, busca trabajo en una fábrica como tejedora.
Enamorada de un camionero al que le perdió el rastro cuando migró, se deja
seducir por el “malo” de la película: el “maleante”; “capo” de la villa. Quién
ofrece “trabajo” a su veterano a su propio y cándido padre en actividades ilícitas
(desarmaban autos!). La policía lo pesca in fraganti al viejo tratando de reducir
unas piezas. El padre “cae” preso pero ya no era inocente. Quien lo aviva es,
precisamente, el camionero; a quien se encuentra por casualidad en la calle en el
transcurso de uno de los “trámites” del viejo. El amor “verdadero” es inteligente.
El padre trata de dejar su oscuro trabajo, pero el “maleante” lo amenaza con la
proximidad a su hija. Cuando la policía lo agarra, sin embargo, no hace más que
contar la verdad. Y aquella policía lo suelta. El camionero se reencuentra con la
hija. Y el desenlace, transformado en una semi tragedia policial (la vendetta del
maleante), permite la “salida” de la villa de la hija: recorrerá otras trayectorias.
La mención a esta película tiene varios componentes que justifican su
incorporación a esta introducción. Por un lado, si la inscribimos en marcos teóricos,
podemos asociar su discurso a un “neo-conservadurismo” que emerge en el post-
peronismo: la visión de la “masa” como “horda” leboniana (presente, es cierto en
el pensamiento de Perón, y que justifica la centralidad de la conducción) ahora se
1
focaliza en los fenómenos específicos de la distribución socio-espacial. La villa, es
capaz de contener en sí misma, dinámicas independientes generadoras de cultura.
La “villa” corrompe, criminaliza. Un exponente de esta visión fue el antropólogo
Oscar Lewis1, quien a finales de los 60’s estudiando las barriadas pobres mexicanas,
fue más allá y enarbolo la teoría de la “sub cultura” de la pobreza. Para este
antropólogo, también las características socio-espaciales tenían un impacto
“moral” ineludible: el pobre, desocupado, se emborracharía, golpearía a su mujer
y abandonaría a sus tantos hijos. Lo socio-espacial contiene elementos
“estructurales” sobre lo cultural: eso que me referí como “inocencia”. Procesos
que exceden la capacidad del sujeto. Por otro lado, Demare se anticipa a actuales
interpretaciones y destaca, como lo hace ahora Natalie Puex2, las expectativas de
ascenso social son en gran parte nulas. Si pensamos en la sociedad Argentina hasta
principios de los ‘80s esa expectativa tuvo gran cabida; cosa que efectivamente se
ha revertido al punto de ser nuestro país un exponente de una impresionante
movilidad descendente. En tal caso en esa época y para el cineasta, como no
“sociologiza” la pobreza, de la villa no se sale, se “escapa”. Y que la elección
moral, la “agencia” en definitiva, sería cómo escapar: ¿Qué grado de
“victimización” (a que se está dispuesto a llegar)? Por último, lo que nos permite
introducirnos en la temática de este artículo, es la posibilidad que nos brinda esta
película de preguntarnos ¿Cómo se construye “la sociedad” una imagen de sí
misma?
Esta pregunta así echa contiene una gran ambigüedad que se irá acotando. Pero
antes de abandonar “Detrás de un largo muro” me gustaría compartir una
sensación: de la gran vigencia de la película. La vigencia estaría dada por un
componente “hegemónico” en nuestra cultura: la estigmatización de la pobreza. El
título de esta película lo simboliza perfectamente: la pobreza es lo que se debe
ocultar. Detrás del muro (construido a tal efecto) operan dinámicas sociales con
lógicas propias e incontenibles que de alguna manera transforman a los seres
humanos en otra cosa. ¿Soy demasiado enfático? Usted lector, me podría retrucar:
no todos pensamos así. Se puede percibir una lógica de la representación del “ser
nacional” (el ser urbano digamos) que asocia el éxito a la voluntad personal y la
posición social, Como desarrolla Sautu3 en su “La gente sabe”. Y que como
contrapartida de esa “auto-imagen” se opone el estigma de un “otro” portador de
los defectos y representante de los temores propios. Pero lo que ha mostrado en
principio el amplio proceso de politización de la pobreza desde mediados de los
90’s, es que esa “agencia” limitada de Demare es capaz de transformarse en otra
cosa: dignidad. Y que incluso, y negando la existencia de un Lewis, la desocupación
ha visto emerger “representaciones” que posicionan la tragedia personal en otro
lado. Ofreciendo “status alternativos”4: ámbitos-momento de reencuentro y de
“inclusión” que se manifiestan precisamente en la protesta social. Los “piqueteros”
serían una representación de ese “otro” lado, de ese otro “pensar” la pobreza.
¿Es entonces la “definición” socio-cultural de la pobreza un proceso político? Este
artículo parte de la premisa de que así es. Y que más allá de la posibilidad de la
definición “técnica” de pobreza, se cree necesario pensar en los procesos de
1 Lewis, Oscar. A study of culture: backgrounds for La Vida. New York, 1968, Random house
2 Puex, Nathalie. Las formas de la violencia en tiempos de crisis. En: “Heridas urbanas”, FLACSO, Buenos
Aires, 2003
3 Sautu, Ruth. La gente sabe. Buenos Aires, 2001, Lumiere.
4 Kessler, Gabriel. Algunas implicancias de la experiencia de la desocupación para el individuo y su familia. En:
2
politización de la pobreza, reconociendo actores puntuales. En este trabajo se
postulará que en los últimos treinta años han competido en nuestro país
básicamente dos concepciones o politizaciones de la pobreza. La primera,
coherente con el pensamiento (o moral si se prefiere) neoliberal, construye al
pobre como un no-actor: carente de agencia, simplemente reacciona en contextos
estigmatizados y conductas estigmatizables. La segunda, se opone a ésta:
construye una visión (y una práctica política) de la pobreza que gira en torno a
fenómenos asociativos de anclaje espacial; otorgando “agencia”. Ambas
politizaciones “compiten” por el “sentido” de la palabra pobre. Competencia que
incluye tanto la disputa abierta como la colaboración entre los actores que las
encarnan; ya que es en sí misma un proceso dinámico y abierto. Como hipótesis de
máxima, se postulará aquí que precisamente lo relevante de “piqueteros” es que
“emergerá” como una “vuelta de tuerca” de esta segunda politización de la
pobreza. Trascendiendo el anclaje barrial, al “expandir” los fenómenos asociativos
a marcos más amplios de confrontación. Produciendo una “tecnología de
representación” de esta segunda politización ampliada: el piqueterismo.
Una versión “primitiva” de este texto fue publicada como documento de trabajo5
por el “Programa de Antropología Política y Social” dirigido por Alejandro isla de
FLACSO. Agradezco las observaciones del equipo del seminario interno de dicho
programa. Agradezco los comentarios y relecturas de la primera versión que
hicieran Alejandro Isla y Gabriel Noel. A Virginia Manzano por sus comentarios
sobre la presente versión y por compartir los avances de su investigación de
doctorado. Agradezco muy especialmente a Denis Merklen por sus relecturas e
intercambio.
2. Pobreza y politización en el entorno urbano
- Hábitat popular y politización de la pobreza
La pobreza es un problema político. Político, básicamente en sus dos simples y
“vulgares” acepciones posibles, como “arte”, es decir, como capacidad humana de
intervenir socialmente; y como “asunto común” de una “polis”. Claro está que
cuando hablamos de pobreza posiblemente nos debamos contentar con el carácter
metafórico que esta palabra contiene. Una cruda y trágica poética que condensa
los alcances del lenguaje bajo la pretensión de otorgar certezas donde abundan
confusión, desamparo y muerte. Parafraseando a Marx, Merklen6 sugiere que, en
definitiva un “pobre es un pobre”, es decir, adquiere sentido la palabra cuando un
sujeto en “determinadas condiciones” se transforma en un pobre. ¿Qué
condiciones? Desde su interesante línea de trabajo, Loic Wacquant concluye que:
“(…) lo que mejor explica el virtual derrumbe del gueto en la década de 1980 y sus
sombrías perspectivas en lo que queda de este siglo no es tanto el funcionamiento
impersonal de fuerzas macroeconómicas y demográficas generales como la
voluntad de las elites urbanas, es decir, su decisión de abandonarlo a esas fuerzas
tal como se (pre) estructuraron políticamente.”7
Este enfoque es muy atractivo porque precisamente centra su atención en los
procesos políticos de constitución del espacio urbano, que interesan aquí porque la
5 Massetti, Astor. De cortar la ruta a transitar la ciudad. Programa de Antropología Política y Social, FLACSO,
Documento de Trabajo Nº2, 2003
6 Meklen, Denis. Un pobre es un pobre. Buenos Aires, Revista de trabajo social.
7 Wacquant, Loic. Parias urbanos. Buenos Aires, Manatial, 2001. Pag. 69
3
pregunta pertinente en este texto sería: ¿Qué relación hay entre el “anclaje
territorial” de la pobreza y las experiencias colectivas de organización? Tal vez
este autor caiga en una simplificación o recorte de uno de los múltiples aspectos
que podrían conjugarse en la aproximación a la respuesta: aquí la voluntad
política, o mejor, acción política, está en la órbita de quienes “detentarían el
poder” (elites urbanas). “Lo demás”, esas “fuerzas” aparecerían casi como un algo
“natural”, en el cual, la intervención negativa de las elites (abandonarlo a…)
operaría solo como dejar librado a su suerte a las capas populares. Una visión del
conflicto social posible que, sin embargo, no lo concebiría como relación, sino, en
última instancia como “reacción”. De todas maneras es también interesante este
enfoque porque nos permite simplificar el abordaje de esta relación (territorio -
pobreza - movilización) pensando en “fuerzas” (o procesos) a conjugar. Esta forma
de encarar esta relación puede ser observada en la literatura de las Ciencias
Sociales. Por ejemplo, prologando un vasto estudio sobre la organización
comunitaria en el partido de Moreno, Forni reflexiona:
“Las diversas etnografías que hemos producido sobre estos barrios muestran una
realidad heterogénea muy activa. Es como si hubiera en esta zona algún tipo de
fermento (levadura, sic) que proviene del pasado de estas poblaciones y de la
movilización de los 60 que fue especialmente activa en estas áreas. En este sentido
se puede señalar que dentro del conurbano debe ser el espacio más fértil en
movimientos sociales.”8
En donde ese “fermento”, esa “conflictividad”, esa “competencia no es aquí entre
grupos étnicos como planteaba la escuela de Chicago, sino entre usos del suelo”9.
Los “usos del suelo” son una “fuerza” en este sentido, que atraviesa la relación
territorio - pobreza - movilización en tantos sentidos como los que se quieran
compilar en la noción misma de “usos del suelo”. Uno de los aspectos que se
pueden tomar, sin ser excluyente repito, es la “territorialización de la pobreza”, es
decir, los procesos de “expoliación urbana” en los cuales se “configura” una
distribución socio – espacial: La heterogeneidad de la situación de pobreza es
apreciable cuando la inscribimos en el paisaje urbano (sus determinadas
condiciones).
Un interesante análisis desarrollado por Denis Merklen nos sirve para apuntalar esta
idea. Análisis que interesa también porque desarrolla el estudio de la experiencia
del asentamiento “clave”: en Isidro Casanova (La Matanza), corazón del
piqueterismo en Argentina; y específicamente en el Barrio “El Tambo” donde surge
el núcleo de lo que hoy es la FTV10. Así, para este autor la conformación de
distintas experiencias de territorialización de la pobreza nos permiten dar cuenta
no sólo de la forma en la que la pobreza se ha ido desarrollando en los últimos
cincuenta años en nuestro país, sino también de las distintas respuestas que tanto
actores sociales y políticas gubernamentales han llevado a cabo en este sentido.
Este autor distingue tres formatos de territorialización de la pobreza: La villa de
emergencia, los asentamientos y el “loteo”. Nos vamos a centrar solo en los dos
primeros.
8 Forni, Floreal. Pobreza y territorialidad. En: “ De la exclusión a la organización”, Floreal Forni comp. Buenos
Aires, Ciccus, 2002. Pag. 20
9 Forni, Floreal. Pobreza y territorialidad. En: “ De la exclusión a la organización”, Floreal Forni comp. Buenos
4
El primer formato, la villa de emergencia, tiene su raíz en las migraciones internas
producidas a partir de la década de 1930, en donde la población rural del interior
del país llegaba a las grandes ciudades en búsqueda de un puesto de trabajo en la
incipiente industria nacional. La villa de emergencia surgirá así, como un modelo
socio-habitacional, caracterizado por su carencia de planificación y regulación. En
la búsqueda del acceso al trabajo, los migrantes fijarán rápidamente su morada en
los “espacios abandonados” cercanos a las fuentes de trabajo. Esta característica,
a pesar de las mutaciones que han operado en la estructura productiva argentina,
se perciben aún hoy en esas configuraciones espaciales que presentan las villas: los
pasillos estrechos, la densidad y el hacinamiento.
De los múltiples aspectos que se pueden desarrollar de estas “historias” de la
distribución socio-espacial de la pobreza, aquí solamente fijaré la atención en unos
pocos. Precisamente uno de estos aspectos, también siguiendo a Merklen, que es
importante remarcar, es que los “formatos” villa y el loteo, tienen un “final”. Uno
de ellos, el loteo, desaparece como tal (como estrategia de desarrollo urbano
gubernamental) y el otro, la villa, se transforma considerablemente y sufre no sólo
la estigmatización social, sino la brutal represión del aparato estatal. Las
transformaciones que operan sobre ambos formatos comienzan a percibirse a partir
de la finalización del "proyecto” social signado por la sustitución de importaciones.
El agotamiento del desarrollo del “formato” villa no tiene nada que ver con su
desaparición, sino más bien, de la transformación de los sujetos sociales en este
proceso de cambios de la sociedad Argentina. Para Merklen, la clave para entender
el desarrollo de las villas de emergencia debe buscarse en la asociación entre
desarrollo estatal (estado de bienestar, políticas de sustitución de importaciones,
empleo estatal, etc.), la fábrica y las migraciones internas. Esta asociación se va
desplazando desde 1958 bajo el modelo desarrollista, y se agudiza a partir de la
incorporación de las políticas “monetaristas” de Martínez de Hoz. La configuración
espacial de la pobreza, en donde la villa surge como estrategia de vida de los
trabajadores fabriles o estatales recién llegados a las grandes ciudades, se
transforma en un “margen”, en un ya “icono”, de lo que suele ser pensado como
“exclusión social”. A más de esto, a partir de 1977, previo al mundial de fútbol, las
políticas gubernamentales adquieren un nuevo giro: pasan a reconfigurar el espacio
urbano eliminando estos manchones de pobreza. El historial de estas
“expropiaciones” es sumamente violento: cargaban a los villeros en un camión y los
“tiraban” en algún lugar del gran buenos aires; al tiempo que las topadoras
arrasaban las construcciones precarias en donde habitaban. Esta nueva forma de
deshacerse de los “enclaves” pobres tuvo su continuidad en la democracia. El
estigma villero se transformaba finalmente en una concepción política del
“merecer la ciudad”11. Durante el gobierno de Alfonsín, por ejemplo, se levantaron
villas linderas a la panamericana; durante el gobierno menemista, la inmensa villa
21 sufrió un intento de desalojo; o mismo, la demolición del Albergue Warnes, para
citar algunos ejemplos.
En este contexto es que debe pensarse la aparición de un nuevo “formato” de
adscripción territorial de la pobreza: el asentamiento. Ya a principios de los 80’s
surgen en el sur del Gran Buenos Aires las primeras tomas colectivas de tierras.
Según Merklen se pueden distinguir las siguientes características de este nuevo
11 Lacarrieu, Mónica. Nuevas políticas de lugares: recorridos y fronteras entre la utopía y la crisis. En “Las
transformaciones urbanas y su repercusión en la vida cotidiana”, Cátedra Walter Gropius, Facultad de Diseño y
Urbanismo, Universidad de Buenos Aires, Septiembre 2002
5
formato: 1) Son ocupaciones colectivas; 2) Se ubican siempre en el conurbano
bonaerense; 3) Se originan en la zona sur; 4) La configuración espacial resultante
no solo es idéntica a la del “loteo popular”12 sino que es su copia; 5) esta
organización del territorio requiere de una organización social previa; 6) los
terrenos a ocupar son elegidos en base a su escaso valor inmobiliario o productivo,
es decir, se procura no tomar tierras que estén en la mira de algún grupo de
interés; 7) Se trata por lo general de población muy joven que proviene de familias
que habitaran en barrios de loteo o planes de vivienda del Estado; 8) Se persigue
escapar a la estigmatización social de la “villa”; 9) Se busca la propiedad final del
terreno; 10) Las organizaciones que organizan las tomas tienen en principio gran
independencia respecto a los partidos políticos; y 11) Las organizaciones surgidas
en los asentamientos han finalmente decaído.
- Piqueterismo y anclaje territorial
La figura del asentamiento es ampliamente relevante porque contiene un proceso
de politización de la pobreza urbana; que a su vez incluye un proyecto identitario
(escapar al “estigma” del villero); una organización previa para llevar a cabo la
toma de tierra y cierta continuidad en el tiempo, que se plasma en la perduración
de coordinaciones que logran cristalizarse en alguna experiencia asociativa. Desde
estas experiencias organizativas ligadas a la politización de los “usos del suelo”
Merklen va un paso más allá e hipotetiza:
“El movimiento de los piqueteros es heredero, en cierta medida, del movimiento
de ocupación ilegal de tierras y de organizaciones de barrios, desarrollado durante
veinte años en las zonas marginadas de las grandes ciudades (especialmente Buenos
Aires). En efecto, es en los barrios pobres que se organizan las barricadas y es allí
que los piqueteros movilizan su base social.”13
Esta hipótesis es sumamente interesante, claro está que determinar “en qué
medida” es complejo. En principio, lo interesante de esta hipótesis es que nos
permite por un lado dar cuenta de cierta especificidad del piqueterismo en los
entornos urbanos; alejándonos (como sugería en otro lado14) de la linealidad no
problematizada de un actor político con “manifestaciones” diferentes. Si
pudiésemos anclar el piqueterismo, al menos en el Gran Buenos Aires, en
fenómenos sociales más complejos y de más larga data que los que revisten la
“presentación” del piqueterismo de las “ciudades-fábrica” del interior del país,
tendríamos la posibilidad de incluir en nuestro análisis de conformación de actores
sociales otro tipo de relaciones que excederían la mecánica transformaciones
estructurales- politización. En segundo lugar, esta hipótesis es a mi entender la que
tiene más chances de perdurar15 en la comprensión de este tipo de fenómenos; y
posiblemente a través de ella, por lo que su sostenimiento implica, puede llegar a
orientar futuras investigaciones y revalorizar otras más tempranas.
Merklen, es una mostración de la vigencia de los estudios de este autor en lo que se refiere a las politizaciones
en torno a los asentamientos. También en esa línea se apuntan, aunque sin necesidad de atenerse a las mismas
tradiciones analíticas, las nuevas etnografías sobre estos mismos actores que está realizando Virginia Manzano.
6
Avanzando en la sustentación de esta hipótesis nuevamente Merklen explicita16, lo
que podrían ser dos grandes procesos que transforman, por un lado los “usos del
suelo”; y por otro, lo que podríamos llamar la transformación de la relación
“tradicional” estado-sociedad. Esto lo trabajaremos enseguida. Lo que es
importante ahora es dejar sentado la advertencia de la necesidad de trascender la
descripción de procesos sociales para luego constatar que efectivamente esos
procesos atraviesan a las organizaciones piqueteras “simplemente” porque “allí
están”: que efectivamente algunas organizaciones piqueteras (que evidentemente
tienen un importante rol en la piqueterización de la pobreza urbana) atraviesan
“algo” al menos de estas trayectorias-procesos a describir. Precisamente porque si
podemos establecer, como podemos, la importancia de ciertos procesos sociales,
aún nos quedaría por explicar: ¿por qué si esos procesos, que no son exclusivos de
una zona (en este caso La Matanza), se “resuelven” bajo el “formato” piqueterista?
- Inscripción territorial como refugio
Para adscribir el piqueterismo a un “contexto” político social que permitiera
explicar una politización potencial de amplios sectores de la población urbana, es
necesario dar cuenta de un amplio conjunto de procesos que precisamente marcan
un componente “nuevo” en la cotidianidad y el “sentido” de la pobreza urbana.
Básicamente nos podemos referir aquí a procesos descriptos extensamente en la
literatura sociológica: la transformación de un formato societal en el que las capas
populares se “incluían” socialmente a través del “salario” (tanto por las
condiciones de contratación como el ingreso) y “derechos sociales” adquiridos
(especialmente, la salud y la educación). El desmantelamiento de esa sociedad,
(heredera de las luchas obreras de principios de siglo XX y fuertemente anclada en
la Argentina bajo las presidencias de Perón), primero en forma lenta pero
sangrienta (1976 – 88) y luego vertiginosamente (1989 – 2002), tendría un impacto
social amplio y complejo del que quiero aquí rescatar solo un aspecto: una
creciente “heterogeneización de la pobreza”.
La heterogeneidad de la pobreza es múltiple. Abarca no sólo fenómenos ya
descriptos del ámbito del mercado de trabajo, sino también culturales. Frente a la
caída del ingreso o a la inestabilidad laboral primero, y luego frente al
hiperdesempleo, el "barrio" comienza a convertirse en un componente fundamental
en las “estrategias” familiares de los sectores populares. Tanto sea a nivel
simbólico (como espacio de reconocimiento mutuo, de sociabilización, de
emergencia de “identidades alternativas” –“re-afiliación” para continuar con el
vocabulario de Castells) como material. Comienza a percibirse un fenómeno de que
podemos llamar el “ingreso barrial”17; esto es, estrategias comunitarias de
satisfacción de necesidades. Que comienzan a generalizarse hacia finales de los
80’s con la hiperinflación y los saqueos (ollas populares primero, y luego comedores
comunitarios, “roperos”, compras comunitarias, huertas comunitarias, etc.).
El verdadero “fermento” como lo percibía Forni que rodea las transformaciones de
lo popular se refiere a una continua diversificación y multiplicación de formas
asociativas de distinta índole y tenor (ONG´s, sociedades de fomento, iglesias
16Merklen, Denis. Entre le ciel et la terre. Cahiers des Amériques Latines, N°41, 2002/2003.
17Merklen lo explica así: “C´est dans le quartier que les families arrondissent leur revenu. Sur cette base, elles
peuvent plus ou mois participer a la vie politique en fonction de l’ efficacité des organisations de quartier a
bénéficier des nouvelles politiques sociales.” Merklen, Denis. Entre le ciel et terre. Cahier des ameriques
latines. N°41. 2002/2003. Pag. 42
7
pentecostales, comunidades eclesiásticas de base, centros de salud, equipos de
fútbol, escuelitas, etc.): una trama social compleja que Merklen llama “inscripción
territorial”18 de la pobreza. En el caso de Cuartel V (en Moreno), estudiado por el
equipo de Forni, incluso la asociación comunitaria conlleva a fundar una línea de
colectivos, con el objeto de abaratar los costos de transporte y suplir la
desconexión entre los barrios: la “Mutual El Colmenar”; como también, por
ejemplo, una radio FM.
- Lo político inscripto en el territorio
Otro elemento que nos permite contextualizar el piqueterismo en el marco de
transformaciones más amplias se relaciona con las transformaciones de la relación
más general Estado-Sociedad; especialmente en su manifestación más particular:
como políticas públicas. Se analizará en breve esta temática desde la óptica de la
transferencia de “recursos”; o si se prefiere, se inscribirá esta relación estado-
sociedad en el formato analítico más tradicional de “clientelismo”. Aquí se
pretende darle otro enfoque. Lo que nos interesa ahora es tratar de captar la
relación entre esa trama de organizaciones sociales y las transformaciones políticas
que coronaron la asunción de una “ideología” de lo estatal que postuló la
desaparición del Estado Benefactor como máxima a seguir: ¿Cómo se relacionaban
las “organizaciones de base” con los distintos estamentos gubernamentales? La
pertinencia de esta pregunta reside en que a través de ella podemos avanzar en
torno a la captación, ahora, de la “politización de la inscripción territorial de la
pobreza”.
Por ejemplo, nuevamente Merklen, la relación de las organizaciones que sostienen
la toma de tierras con los distintos estamentos gubernamentales es un tema en sí
mismo. Como el proyecto político la toma ilegal de tierras, en última instancia, es
“inclusivo”; es decir, persigue la adquisición de ciertos atributos de ciudadanía
(cualidad que no poseería la condición de “villero”, siguiendo, por ejemplo, el
marco interpretativo que propone Wacquant). No podría reducirse esta politización
de los “usos del suelo” a un estado de permanente conflicto con los poderes
públicos. Una vez que se han resuelto el conflicto propiamente dicho por el terreno
(resolución que incluye la resistencia armada a violentos desalojos en algunos
casos) el asentamiento comienza un proceso de “barrialización”: en su proceso de
urbanización, requiere de infraestructura (alumbrado, asfaltado, etc.), de servicios
públicos y de transporte; así como escuelas, centros de salud, etc. Una serie de
elementos que exceden los límites de la capacidad organizacional “independiente”
de los grupos que conducen la toma; incluyendo las problemáticas del
asentamiento en el ámbito “ciudadano” propiamente dicho. La adquisición de estos
atributos de “ciudad” para el asentamiento, representan una puja política, puja y
colaboración; en la cual, las organizaciones integrantes del proyecto deben
negociar con los estamentos gubernamentales. Desde su experiencia en La Matanza
Merklen reflexiona:
“Los asentamientos han desarrollado formas variadas de organización. Estas suelen
oscilar entre dos modalidades: la primera se asocia a una fuerte protesta,
enfrentamiento y crítica hacia el poder político, combinado con importantes
niveles de participación y democracia de base; en la segunda forma encontramos
organizaciones a veces institucionalizadas bajo la forma de mutuales, cooperativas
18 Merklen, Denis. Entre le ciel et terre. Cahier des ameriques latines. N°41. 2002/2003. Pag. 41
8
o sociedades de fomento, integradas al juego político y con una importante
capacidad de gestión frente a las distintas instancias del Estado.”19
La “objetivación” de las observaciones de Merklen en una taxonomía dual nos
permite pensar esos procesos de urbanización en base a dos respuestas políticas
“tipo”: Colaboración y Confrontación. Como “tipo ideal” no son más que una
excusa para “entrar” en la analítica; y su coherencia con los enunciados
observacionales que se aporten en este trabajo deberá constantemente ser puesta
a prueba. Sin embargo, más allá de mantener estos dos “perfiles” políticos para
atribuirles en sí mismos la capacidad de explicar las tensiones que originan actores
políticos, podemos pensar que contextualmente, esas dos politizaciones forman
parte de las trayectorias organizacionales de “inscripción territorial”: como
“momentos” lógicos, superpuestos y alternativos; en relación, precisamente, de los
cambios contextuales y posicionamiento de los actores involucrados.
Un excelente ejemplo sobre una relación de colaboración e incluso de “fusión”
entre estamentos gubernamentales y organizaciones sociales es el caso del
“Consejo de la Comunidad de Cuartel V” que existió a finales de los 80’s en
Moreno. Un antecedente importante20. Resumiendo el estudio de Pablo Forni21 el
Consejo de la Comunidad tiene su antecedente en la labor de un grupo de
militantes (jóvenes de una capilla) que dedicados con anterioridad a actividades
estrictamente religiosas, se decidieran (después de asistir a un congreso nacional
de jóvenes católicos) a comprometerse en actividades sociales. Con el aval del
párroco comenzaron a contactarse con miembros de diferentes capillas de los
barrios, como con otra gente interesada; conformando así el núcleo de la red que
contendría luego a la Mutual El Colmenar. La idea “fundacional” era discutir y
encontrar soluciones a problemas de la zona (esencialmente de infraestructura –
Cuartel V es una de las zonas más pobres y aisladas del conurbano, que tuvo una
“explosión” demográfica entre los 80´s-90’s – y culturales). Cristalizándose
organizativamente esta intención bajo el “formato” del “Consejo de la
Comunidad”. El Consejo de la Comunidad asumió una “dinámica idiosincrática de
participación generalizadas y ausencia de autoridades formales”. La participación
era abierta para todos los grupos de la zona, pero los integrantes del consejo se
esforzaban por excluir intereses partidarios; y la unidad de militantes y
organizaciones al interior del consejo giraba en torno a la solución de los problemas
de los barrios. Forni relata:
“Fue así que los vecinos junto con el apoyo del intendente llevaron a una
resolución exitosa de un número de demandas coordinadas por los miembros del
19 Merklen, Denis. La cuestión social al sur desde la perspectiva de la integración. Forum Culture et
Developpement (BID), París, 1999. Pag22
20 Este ejemplo de Cuartel V no es ampliamente generalizable, por sus características puntuales. Sin
embargo podemos relacionar esta experiencia a otra que años más tarde tendría una vital
importancia (como veremos en el apartado “la matancerización del movimiento piquetero”) en el ciclo
de confrontación que se inició en La Matanza a finales del 2000: el Consejo de Emergencia Social de
La Matanza; en el cual también participaban tanto organizaciones sociales, eclesiásticas,
empresariales, bloques partidarios del consejo deliberante y el propio intendente. Como así podemos
ver en estas experiencias la “raíz” del proyecto llevado a la práctica por Duhalde de los “Consejos
Consultivos”; que tenía por intención establecer un marco de “administración” municipal de los Planes
Jefas y Jefes de Hogar (y cuya real implementación fue muy variada a lo largo del territorio).
21 Forni, Pablo. La búsqueda de nuevas formas de organización popular: Del Consejo de la
Comunidad a la mutual el Colmenar. En: Forni, Floreal (comp.) “De la exclusión a la organización”.
CICCUS, Buenos Aires, 2002.
9
Consejo de la Comunidad. Durante 1987 y 1988 se construyeron la comisaría y una
capilla, se inauguraron dos escuelas, una secundaria y una primaria, se
pavimentaron y mejoraron varias calles, se creó una FM que comenzó a transmitir
en el lugar y se consiguió una ambulancia para transportar a los enfermos del
barrio a hospitales distantes en Moreno y José C. Paz. También se logró por un
tiempo la instalación del Registro Civil (…) Uno de los logros más importantes fue la
creación de la delegación municipal en Cuartel V con el fin de atender temas
administrativos e impositivos, así como también recibir quejas de los residentes. El
primer delegado municipal fue un joven líder emergente del grupo de militantes
que trabajaba en el Consejo de la Comunidad lo que le dio mayor reconocimiento a
las acciones de la organización informal.”22
Lo interesante de este ejemplo es que permite dar cuenta de un cambio en la
relación entre las organizaciones barriales y los estamentos gubernamentales, en el
cual el Estado las reconoce como interlocutoras. En este caso puntual, incluso, la
interlocución significa también coordinación e incluso “inserción” a través del
reconocimiento de los “cuadros” organizacionales como “administradores”
públicos. Otro elemento a destacar es que esta forma de interacción, como
constata Forni, tuvo efectos “urbanizadores”; es decir, las organizaciones barriales
se constituyeron efectivamente como “fermento” dinamizador del proceso de
urbanización y sociabilización de los habitantes.
En definitiva es bastante más fácil de entender esta forma de articular lo político
(provisoriamente la podemos describir como: “necesidad-organización-
coordinación”) que una articulación “desarticulada” centrada en la confrontación;
sea con otros grupos o con estamentos gubernamentales o aparatos partidarios
(“necesidad-organización-confrontación”). Porque es muy difícil entender una
articulación de esa compleja trama de organizaciones sociales sin algún grado de
colaboración entre ellas; sin dependencia de los recursos estatales o privados que
son capaces de gestionar; y fundamentalmente, sin evaluar la posibilidad de que
los sujetos que intervienen en esas redes tengan más de una adscripción o
pertenencia organizacional en simultáneo (esto se trabajará más en detalle). Sin
embargo, esta tela de venas y deseos es mucho más volátil de lo que imaginamos.
La precariedad organizacional, o su contrapartida, lo dinámico de las experiencias
organizativas, nos permite pensar que la “confrontación” (sea proveniente no ya de
la “necesidad” sino culturalmente dada –ideológicamente dada- o como “último
recurso”, digamos, -como “presión política”) se enmarca también en un proceso
propio del que es preciso dar cuenta porque tiene carácter explicativo.
Antes de abordar ese tema, para redondear, podemos decir que la experiencia del
Consejo de la Comunidad de Cuartel V, lejos de generalizarse (a más de pensarlo
aquí como antecedente para el caso matancero) quedó subsumido en episodios de
confrontación que llegaron a la violencia; desactivándose como tal y “obligando” a
la organización “heredera” de esta experiencia (la “Mutual el Colmenar”) a resistir
los distintos ataques (legales, de prensa o físicos) de sectores empresariales ligados
con la intendencia de Moreno. Y aún así, un detalle interesante, la incorporación
de estas organizaciones barriales al esquema piqueterista desde Moreno23, fue
22 Forni, Pablo. La búsqueda de nuevas formas de organización popular: Del Consejo de la
Comunidad a la mutual el Colmenar. En: Forni, Floreal (comp.) “De la exclusión a la organización”.
CICCUS, Buenos Aires, 2002., pp.47/49
23Para el caso puntual de grupos de Moreno. La experiencia del Polo Social fue bastante amplia y se logró
conformar una extensa red de organizaciones en la zona. Luego de la finalización de esta experiencia (y ya
10
antes que nada “tardía” (2002) e irregular: el pasaje de la colaboración a la
confrontación no devino necesariamente en piqueterismo.
2- Trayectorias de politización de la pobreza urbana
- Necesidad, confrontación y contrahegemonía en el mundo popular
Estas trayectorias de politización de la pobreza urbana que estamos describiendo
necesitan de una aproximación cuasi epistemológica de la “función” asociativa que
ejercen los fenómenos de “inscripción territorial” para enmarcar las dinámicas de
pasaje de colaboración a confrontación y viceversa. Podemos entender estos
aspectos “nuevos” en la cultura popular (esa trama compleja de “ámbitos” de
reencuentro y asociación) como politizaciones de la pobreza en tanto que
incorporemos una noción como “contrahegemonía”; a través de la cual, “oleadas”
de fenómenos culturales aparecerían ante nuestros ojos como una respuesta
“antagónica”, si se quiere, frente a la nueva “expoliación” social (o redefinición de
la pobreza en nuestro país a contraluz del “pobre como trabajador” del Estado de
Bienestar). Culturalmente, lo nuevo de esta “inscripción territorial” refiere a la
capacidad de redefinir el lugar del pobre en la sociedad al otorgarle su propia
“agencia”; “cercada” (Wacquanianamente) en principio en sus propios barrios,
pero con una notable capacidad (simbólica al menos) de “hacer la diferencia”:
convertirse en una fuente semántica identitaria.
Esa trama de fenómenos de asociación tendría analíticamente un momento
ontológico en el cual la inscripción barrial formaría parte de las “estrategias
familiares de vida”; se nutrirían de este momento que, a la postre los explicarían.
Sin embargo no es tan fácil reducir la base del “fermento” social a una mecánica,
como tampoco deducir de ésta una fuente capaz de explicar los fenómenos
organizacionales en sí mismos. Antropólogos como Alejandro Isla extraen de sus
observaciones de campo, reflexiones que pueden nutrir esta “cuasi epistemología”:
“Un aspecto superlativo del ‘costado político’ de las prácticas, es cuando pueden
articularse en una ‘estrategia’. Este concepto debería ser fértil si se logra
expurgarlo de buena parte del voluntarismo que lo rodea, cuando sin más se habla
de ‘estrategias de reproducción’ o de ‘supervivencia’. Se fundamenta en la
suposición que todos los hogares de cualquier sector social arman estrategias para
‘sobrevivir’, lo cual se basa en la confirmación tautológica de que ‘sobreviven’ en
el presente de la aplicación del cuestionario o de la entrevista. Sin embargo, si
concluimos que los actores de todos los sectores sociales tienen ‘estrategias’; vale
decir que logran relacionar lógicamente medios a fines en el mediano o largo
plazo, estamos atribuyendo al conjunto de la sociedad una lógica equiparable a la
de costo-beneficios, a la que llamamos una ‘perspectiva voluntarista’.”24
De esta manera ese momento ontológico debe estar advertido de una conclusión
posible: la necesidad “explica” la organización. O si se prefiere, las
transformaciones estructurales “explican” linealmente las transformaciones del
“mundo” popular. Porque en definitiva lo notorio de esas transformaciones de la
cultura popular es que permite percibir una “interpretación” de la necesidad en
Pag. 31
11
clave de “problema común”, colectivo; siempre y cuando aparezcan y se pongan en
juego “estrategias de interpretación de la necesidad” (o “estructuras de reducción
de la complejidad” como las llama Salzman25). O para decirlo en otros términos,
cuando se conjuguen actores concretos que recreen estas transformaciones
culturales. Si el piqueterismo es “heredero en alguna medida” de las tomas ilegales
de tierra y acciones comunitarias es porque la inscripción territorial de actores
específicos adoptó la característica de transformarse en una “tecnología de
representación”26. Y al hacerlo definía la palabra “necesidad” en clave política.
Al decir esto, estamos trasladando la conflictividad social a la especificidad del
“piqueterismo”: una confrontación en la cultura política. Sostener esto nos llevará
lo que queda de este texto. La idea que compete traer aquí y ahora es que el
“piqueterismo” como una “estrategia política” surge cuando “falla” el tramado de
asociaciones, que requieren trascender la “inscripción territorial” para romper ese
“cerco” barrial y colocar la confrontación a un nivel político más amplio (provincial
o nacional), más abstracto (recurriendo a otras semánticas identitarias) y más
general (articulando con otros sectores sociales). En este sentido el carácter de
“herencia” estaría compuesto también por elementos negativos: trascender el
barrio. O dicho de otra manera: colocar la conflictividad en otros territorios; y para
hacerlo es necesario que se construya otra representatividad (a través de la figura
politizada del “desocupado”, el “trabajador-desocupado”). Y con ella, el
“movimiento urbano de pobres”, esos fenómenos de inscripción territorial, se
imbrica con otra cosa: proyectos políticos puntuales. Entre las transformaciones del
“mundo popular” y la conformación de actores políticos deben buscarse
trayectorias de politización que nos remiten en última instancia a relaciones entre
actores previamente constituidos.
25 Geizer Salzman, Marcela. Identidad, subjetividad y sentido en las sociedades complejas. FLACSO, México,
1997.
26 No es intención de este texto centrarnos en la “historia” organizacional de las agrupaciones piqueteras, o
más precisamente, la implicancia que puede tener esta en la analítica sobre estos actores sociales. Cosa que se
hace en otro lado e incluso desarrollan otros autores de manera exhaustiva. La idea de “Tecnología de
representación” es un residuo o un “diálogo” con otros desarrollos propios o ajenos que apuntan en esa
dirección. Se presenta aquí como un “link” para un “hipertexto” más amplio sobre piqueteros que puede ser
aprovechado por lectores interesados en el tema. Sin embargo conviene una aclaración más puntillosa: la idea
de “tecnología de representación” surge como estrategia conceptual para intentar remarcar la diferencia entre
construir un objeto apelando a las denominaciones “contrapuestas” de “fenómeno piquetero” o
“piqueterismo”. La primera, proveniente de un proceso de homogenización de fenómenos, tiene como eje la
“existencialización” del actor social. Analogizando bajo la fórmula piqueteros = piquetes. Esto es, la acción de
protesta define al actor político. La idea de “piqueterismo” por otra parte polemiza con esa mecánica al
objetar que la acción de protesta de referencia (el “piquete”) en sí no es ni suficiente, ni exhaustiva, ni
exclusiva, ni constante en un único actor político. Por el contrario, se puede observar que varios actores
políticos adoptan tanto la acción de protesta de referencia, ya tipificada como “piquete” (puede ser cortes de
ruta, bloqueo de calles o manifestaciones “típicas”) y un conjunto de enunciados y símbolos (chalecos, palos,
caras tapadas, etc.) como elementos “simbólicos” que constituyen la manifestación identitaria de otro actor
político que reclama “originalidad”. Cuando ese heterogéneo conjunto de actores políticos apelan al
“constructo” simbólico del “piquete”, digamos, ejercen entonces el “piqueterismo” como una estrategia de
instalación en el espacio público. Esa estrategia, por la complejidad que representa implica el desarrollo de
una serie de saberes, prácticas, y organizaciones: una verdadera tecnología en un sentido amplio (no el sentido
instrumental heiddegeriano ampliamente difundido). Una tecnología que tiene como objeto la capacidad de
atribuir a diversos actores políticos la representación de sectores de la población comprendidos en las capas
más desprotegidas de nuestra sociedad.
12
4. Las transformaciones del mundo popular y la conformación de actores
políticos
- La iglesia católica como agente
La densa trama de espacios de encuentro y cooperación comunitaria nos remite,
como señala Merklen a una “heterogeneidad” constitutiva del mundo popular que
“vista desde afuera imposible de unificar”27. Sin embargo varios autores reconocen
la persistencia de ciertas prácticas (políticas) de actores que tienen una relevancia
muy importante por estar insertos en una compleja trama institucional. Uno de
estos actores presentes, (como vimos en el caso de Cuartel V citado por Forni –en
donde el accionar de un grupo de jóvenes católicos, con apoyo de los párrocos
locales, da el primer paso en lo que luego sería el Consejo de la Comunidad), son
grupos más o menos “orgánicamente” ligados con la Iglesia Católica:
“El 71 por ciento de los asentamientos se ubican en la zona sur del Gran Buenos
Aires, lo cual probablemente se explique por la importante presencia allí del
Obispado de Quilmes y su entorno político, que han contribuido con las
ocupaciones.”28 “(…) este tipo de barrio se originó en Quilmes en 1981. Esta
ubicación histórica y geográfica se completa coyunturalmente al saber que esos
eran tiempos de la dictadura militar y que allí rige la diócesis de Quilmes de la
iglesia católica, bajo los auspicios del obispo Novak. En esa diócesis se han cobijado
muchos de los curas que han hecho la llamada ‘opción por los pobres’, sector
amparado en las determinaciones del Concilio Vaticano II. Fue uno de estos
sacerdotes quien aparentemente tomó de la experiencia de las Comunidades
Eclesiásticas de Base del Brasil la idea de los asentamientos.”29
Los procesos de politización de la pobreza durante los años 80’s a través del
trabajo de base de los grupos laicos-católicos se es bien retratada por Virginia
Manzano en su actual trabajo de campo también en El Tambo, en la Matanza:
“Nos juntábamos con los vecinos y leíamos la palabra de Dios. Todos venían a mi
casa. Después dijimos que no, o sea, en mi casa sola no, y ahí fuimos casa por casa.
O sea, caminábamos por el barrio con la palabra de Dios. (…) Cuando entrás en la
iglesia vas y visitás a uno, que vas a ver al otro, que le otro te llama, ya vas
conociendo a los vecinos, sabés como se llaman y que problemas tienen.”30
En el tramado de organizaciones populares surgidas de los procesos de
“reinscripción territorial de la pobreza” encontramos un actor que tiene un
proyecto31 y una “metodología” propicios para una primera “redefinición” de la
27 Merklen, Denis. Entre le ciel et terre. Cahier des ameriques latines. N°41. 2002/2003. Pag. 41
28 Merklen, Denis. Un Pobre es un pobre Pag. 15
29 Merklen, Denis. Un Pobre es un pobre Pag. 13
30 Entrevista a Nely, 60 años, dirigente de las Comunidades Eclesiásticas de Base del Tambo, realizada por
Virginia Manzano. Manzano, Virginia. Tradiciones políticas, acciones colectivas e intervenciones estatales: una
aproximación antropológica a la formación del movimiento piquetero de La Matanza. Mimeo, 2003
31 “Las orientaciones (…) trazadas en el Segundo Concilio Vaticano (1962-1965) y en la reunión que se celebró
13
pobreza y para el armado de redes de asociaciones. Además, articulados a través
de instituciones internacionales como Cáritas o diversas ONG’s, tenían la capacidad
de disponer de una insuficiente pero importante cantidad de recursos que servía
también como polo de atracción; especialmente frente a situaciones de “crisis”
como la hiperinflación a finales de los 80’s que pusiera, con la imagen de los
saqueos y las ollas populares, a la pobreza en el primer plano de la “agenda” del
“mediascape” local. Según Monseñor Rey, titular de Cáritas Argentina a mediados
de los 90’s, en 1993 esta institución tenía comedores que contenían a 50000 niños y
en 1997 esa cifra llegaba a 40000032 (ocho veces más en tres años). Lo que era ya
en esa época la más inmensa red de comedores barriales de la Argentina.
La presencia institucional de la iglesia católica a través de redes no
necesariamente formales con anclaje barrial adquirió un impulso importante
durante los 90’s; como también se observa en ese período una mayor “exposición”
política. Especialmente desde mediados de los 90’s la iglesia católica adquiere un
rol crítico a la “cuestión social” desatada por la hiperdesocupación y también por
los estallidos del interior del país; criticando la represión como respuesta del
gobierno menemista. Una lectura política de la “beligerancia popular” quedaba
expresa en el Informe de la Pastoral Social del 24 de abril de 1997:
“En el informe (…) la Pastoral Social señala que ‘la injusticia genera
indefectiblemente violencia’. Esa violencia ‘puede ser de la autoridad política que
se aparta de su misión que es procurar la unidad del cuerpo social’. O puede ser
también ‘violencia interna dirigida por ideologías de diversos signos’. ‘En el ámbito
del intercambio general hemos tratado la situación generada por el plan económico
en el sentido de que la profundización del tan acuciante desempleo traiga
reacciones como las que ya hubo en varios lugares del interior’.”33
Apenas un mes después, el tenor de una nueva Pastoral Social en Mar del Plata, nos
da más ejemplos del rol político de este actor institucional:
“Una de las frases más severas fue lanzada por Rey, quien, al anunciar la colecta
anual de Cáritas, que se realizó ayer, opinó que ‘si es delito cortar rutas, también
es un delito que los niños se mueran de hambre y que la gente no tenga trabajo’.
Al día siguiente, Menem le contestó al titular de Cáritas. ‘No he visto ninguna
disposición en el Código Penal, a no ser que se trate de un delito que inventó Rey.’
(…) Durante una rueda de prensa que ofreció aquí en el marco del encuentro
organizado por su equipo, Primatesta negó que exista ‘un enfrentamiento’ entre
Menem y miembros de la jerarquía eclesiástica sino diferencias en el diagnóstico
socioeconómico. El purpurado atribuyó esas diferencias a las distintas ubicaciones
geográficas de Menem y los obispos: ‘Los obispos están parados sobre una situación
concreta en sus diócesis y el presidente en la Capital, por lo que tiene una visión
más general’.”34
Esta imagen o “chicana” de Primatesta para con Menem en donde la posición
crítica de la iglesia deviene de “estar parado sobre la situación concreta de sus
diócesis” y el objetivo de “ayudar a concientizar” no son mera retórica. No sólo
como hemos visto el impulso de los distintos grupos religiosos en la conformación
de redes asociativas o, incluso, impulsando –como en La Matanza- los procesos de
toma de tierra, dan cuenta de la presencia institucional “horizontal” de la iglesia;
32 Diario Clarín. Los pobres son cada vez más pobres. 12 de mayo de 1997
33 Diario Clarín. La iglesia habló de violencia. 25 de abril de 1997
34 Diario Clarín. La iglesia pide no endiosar al mercado. 9 de junio de 1997
14
sino también es de destacar que el rol de algunos prelados en acciones de protesta
adquiere una visibilidad notoria (como en los tempranos casos de Jujuy o Salta). La
participación de los párrocos en la vida política de la comunidad es importante, y
de alguna manera aporta una legitimidad y apoyo (recursos, “cuadros”,
infraestructura) institucional a la protesta social. En casos tempranos, como en “El
Tambo” en La Matanza o (Spagnolo) MTD de Solano, los párrocos (licenciados -el
“ni” institucional- a la postre) son los primeros “cuadros” del piqueterismo.
Juanjo, el mítico cura de El Tambo, declaraba en el 2001 al diario Clarín: “Si Jesús
viviera sería piquetero”. Una frase que resume la sensibilidad social de importantes
sectores católicos.
¿Cómo medir la influencia de este complejo actor socio-político en las
transformaciones del mundo popular, y en especial, en la politización de la
pobreza? En principio dar cuenta de su presencia y enunciar también que en
“alguna medida” –una importante medida- ha contribuido no sólo a inspirar,
orientar, dar soporte a una compleja red de iniciativas, y ha estado allí, en los
barrios, dando “respuesta” a las necesidades sociales; sino que también ha
producido, discursiva y políticamente, una interpretación de la pobreza que forma
parte de nuestra cultura y que fue crecientemente importante en el período “pre-
piqueterista” (80’s-90’s) . Por supuesto de manera irregular, no exenta de
contradicciones propias de una institución compleja. Tal vez debamos lamentar en
adelante que aquellos sectores de la iglesia que se oponían abiertamente al
“experimento Farinello” (Monseñor Casareto, por ejemplo, actual titular de
Cáritas) sean los que ahora ocupen los puestos políticos claves dentro de la
institución; que dando un viraje redefine nuevamente la pobreza con afirmaciones
tales como “los Planes Jefas y Jefes de Hogar fomentan la vagancia”.
- El estado como agente
Al tiempo que esta compleja politización de la pobreza promulgada, en distintos
grados y tenores, por sectores católicos-laicos nacionalistas otro fenómeno de gran
importancia operaba en las elites políticas; teniendo un notorio impacto en el
“mundo” popular. A estos fenómenos se los abordará aquí como una segunda
politización de la pobreza; politización, si se quiere “negativa”. La última
dictadura militar en Argentina es sin lugar a dudas un proyecto político y
económico que tiene por objetivo transformar la sociedad. Por un lado se
incorporan corrientes de pensamiento económico ligadas a los análisis del “Club de
Roma”, que le atribuían al estado el “defecto” de “limitar el crecimiento” del
mercado: los “monetaristas”, primera denominación de lo que hoy se entiende por
neoliberalismo. Por otro lado, se encarama un fascismo recalcitrante de los
militares entrenados en la “Escuela de las Américas” y en fragor de la sucia guerra
en Vietnam. Tal vez muestras más evidentes de la aplicación de este proyecto de
transformación social en relación a la “explicación” desde el Estado de la pobreza
(a más del asesinato de 30000 personas) son las violentas “erradicaciones” de la
pobreza que cobran especial fuerza en los albores del mundial ’78; generando una
migración de los enclaves pobres de los centros urbanos hacia las periferias. La
pobreza es “enunciada” desde el Estado como un “defecto”; y su estigmatización
está signada por el desprecio de la vida en general y el “desmerecimiento” del
pobre de habitar la ciudad (Lacarrieu nos diría de “merecer la ciudad”).
Estas contradicciones son en materia económica más claras si se las piensa como
una continuidad del proyecto económico; y en especial, en relación a la concepción
15
de la pobreza. Esta segunda politización es de corte claramente "neoliberal": La
pobreza es fruto de "defectos", características o trayectorias de la competencia
exclusiva del individuo. Esta es una politización "negativa" de la pobreza
"culpabiliza" al pobre; una versión "Light" del "pobre como enemigo" que ejerció la
dictadura. Mientras que la primera politización descripta otorga "agencia" al pobre
a través de la capacidad explicativa del carácter “asociativo” en las estrategias
familiares de vida (e incluso convierte a sus organizaciones en interlocutoras del
estado), esta segunda politización presenta al pobre como un ser “no-social”;
incapaz para insertarse en el mercado y plagado de una “cultura” propia e
idiosincrática que explica no solo su situación individual como pobre sino que
reviste “patrones” de comportamiento reprobables (al estilo de la idea de
“subcultura de la pobreza” del antropólogo Oscar Lewis a finales de los 60’s).
Las figuras clave de esta segunda politización son sin lugar a dudas el "menemismo"
(alianza de centro-derecha) y parte de los organismos internacionales
(especialmente el FMI), porque no es sino hasta el segundo gobierno democrático
que adquiere sus facetas más evidentes: en tanto que avanzada de concepciones de
lo social signadas por la elitización de la vida a través de la soberanía del mercado.
Aquí no se quiere insistir en aspectos más difundidos de la literatura tanto
económica como sociológica en relación al impacto de proceso de privatizaciones,
desregulación del mercado laboral y financiero, y descentramiento y deterioro de
la salud y la educación. Por el contrario se pretende percibir esta segunda
politización a través de políticas públicas apoyadas en redes muy particulares que
se suelen denominar de la órbita de los "fenómenos" clientelares. Trabajemos
ahora este tema.
- Acción estatal y crecimiento de la pobreza
Se observa con la implementación del “Plan Alimentario Nacional” (PAN), a
mediados de los 80’s, un intento de “focalizar” el gasto público que es novedoso en
la historia de las políticas sociales Argentinas (oscilante, al decir de Lo Vuolo y
Barbeito, entre las políticas de corte Bismarkiano –que comprenden el gasto social
como “interludio” entre dos situaciones de ocupación- y las de corte “sajón” –que
intentan cubrir una mayor franja poblacional a través de “universalizar” ciertas
situaciones de emergencia social35.) La “novedad” del PAN residía en ser una plan
nacional orientado específicamente hacia la pobreza; su Ley de implementación lo
concebía como transitorio (como contingencia); y cuya implementación se centraba
en la distribución de cajas de alimentos a través de los municipios y sus redes. A
nivel nacional, el gobierno de Menem discontinuó este plan; pero continuó con el
espíritu de focalización-contingencia que subyacía, a través de aportes monetarios.
Que, luego de los primeros piquetes-pueblada se formalizarían, a partir de 1996,
como Plan Trabajar I (diseñado y financiado por el Banco Mundial). A nivel
provincial, bajo la gobernación (1993-99) Duhalde de Buenos Aires, las políticas
públicas adquirieron un carácter mucho más extenso. A través de una inmensa red,
las “manzaneras” –dirigidas por la esposa del gobernador-, se proveía de leche
(Plan Vida); al tiempo que proliferaron, sobre todo en los distritos más “ricos”
(como en La Matanza con el plan BONUS), planes focalizados con el mismo enfoque
que el Trabajar I.
35Lo Vuolo, Rubén y Barbeito, Alberto. La nueva oscuridad de la política social. CIEPP, Buenos Aires, 1998. Pp.
157-158 y 179-180
16
Podemos pensar las políticas sociales desde una óptica interesante: se presenta
aquí un aspecto de la crisis social argentina de los últimos años, centrándonos
esencialmente en el período que abarca la segunda presidencia de Menem (1995) y
la asunción del senador Duhalde a la presidencia de la nación (2002). Lo que nos
interesa aquí es contrastar dos datos: por un lado, las dimensiones del crecimiento
de la pobreza, y por el otro, la inversión pública en materia social (lo denominado
presupuestariamente “Gasto Social”). Lo que subyace en esta comparación es la
idea de que la crisis social (entendida aquí –operacionalmente- solo como
“crecimiento de la pobreza”) tuvo como respuesta “política” una des-inversión en
la contención social medida como merma del Gasto Social Focalizado (el gasto
orientado a sectores específicos de la población, generalmente los considerados en
mayor “riesgo”; en el que se incluyen las partidas presupuestarias para Planes
Sociales).
- Gasto Público
Desde mediados de la década del ’90 y en especial luego de la reelección de Carlos
Menem, se observa como el Estado Nacional, comienza a des-invertir en Gasto
Social; cumpliendo así las prerrogativas de los organismos internacionales de
crédito, preocupados por “bajar el costo de la política”. Si tomamos por ejemplo el
año 1997 como base de comparación, vemos como el ítem presupuestario
correspondiente a Gasto Social Focalizado presenta una merma en valores
absolutos (nominales) del orden de los 15 puntos porcentuales para el año que
estallara la crisis económico financiera que culminara con la caída de De La Rua.
Entre 1997 y 2001, el estado “des-invierte” 674 millones de pesos. Esta tendencia a
la des-inversión se observa año a año (1% en 1998, -12% en 1999, -8 en 2000 y –15%
en 2001), observándose (siempre nominalmente) un importante repunte a partir del
2002 (31% más); y que prácticamente duplica los valores del ’97 en el 2003 (93%;
de 4639 millones en 1997 a 8951 millones en 2003). Sin embargo, ya en el 2002 la
salida de la convertibilidad impacta no solo en devaluación del peso, sino también
en inflación. Por lo que al comparar estos datos es necesario “deflactar” estos
valores; tomando como medida los valores de la canasta alimentaria. De esta
manera el importante crecimiento nominal del Gasto Social Focalizado muestra,
deflactado por la canasta alimentaria, una continuidad en la des-inversión pública
en materia social; continuidad que recién comenzaría a revertirse en el 2003 con
un aumento del 4% (contra valores de 1997). Ver Cuadro 1.
- Crecimiento de la pobreza
Paralelamente a este proceso de des-inversión pública en materia social se viene
observando un sostenido crecimiento de la Pobreza. El crecimiento de la pobreza
es continuo en el período analizado. Tomando 1998 como base de referencia vemos
que la incidencia de pobreza en hogares aumenta ya en el 2001 un 29% (y un 61% la
incidencia de Indigencia en hogares). Inclusive podemos ver un salto significativo
en lo que se refiere a la aceleración del ritmo
de crecimiento de la pobreza en tres tiempos: 1998 – 2001 (un 29%) durante el 2002
(un 40%) y 2002-2003 (21%). Ver cuadro 2.
- Pobreza y gasto público
La relación entre crecimiento de la pobreza y decrecimiento del gasto público no
es lineal y requiere para que tenga alguna utilidad analítica de un marco de teórico
que la contenga. Sin embargo podemos sospechar ya que existieron (al menos hasta
17
el 2002) dos procesos paralelos, que tendrán un impacto en el crecimiento de las
organizaciones piqueteras.
Es cierto que no alcanza la comparación entre los niveles de ambas variables. De
hecho, el dato más duro que sería deseable es la comparación entre crecimiento
medido en cantidad de personas integrantes de las distintas redes tanto en
organizaciones piqueteras como redes clientelares de los partidos
tradicionales. Este dato, es por supuesto, imposible. Solo podemos estimar36 una
dimensión muy general; de referencia. Para “todo lo demás” (si quisiéramos incluir
las redes que orbitan el esfuerzo de la iglesia católica –Cáritas, por ejemplo-, tal
vez podríamos tener una dimensión más ajustada que nos permita pensar en
términos comparativos) no aportamos gran cosa.
Y la ausencia del mapa de distribución de estos recursos estatales es también una
deficiencia importante. Como lo es la ausencia de los mismos datos para los
gobiernos provinciales (que en caso de la provincia de Buenos Aires, al menos bajo
la gobernación Duhalde, presentaba valores parecidos al gasto social nacional con
el llamado fondo de “recuperación histórica”). De todas maneras el enfoque desde
el que parto obliga al menos metodológicamente a tratamientos “mixtos” de los
datos: un acercamiento etnográfico aportaría una importante fuente de
información imprescindible para enmarcar estas “pistas”.
Para cerrar esta primera aproximación desde los datos macro podemos comparar
gráficamente pobreza y des-inversión. La primera de ellas (gráfico 1) nos permite a
su vez periodizar este doble proceso. Un primer momento 1998-2001 en el que se
observa un crecimiento de la incidencia de la pobreza en hogares del 30%; al
tiempo que una oscilante tendencia negativa se observa en el Gasto Social
Focalizado. Este período tiene además relevancia política, tanto para el
piqueterismo como la situación socio-política general. Por un lado coincide con el
período de arranque y expansión del piqueterismo en GBA; la emergencia de las
principales corrientes; la consolidación de una amplia alianza de centroizquierda
(bajo la órbita del FRENAPO y la propuesta del “shock distributivo”); y la
generalización del conflicto social en el corazón simbólico, político, económico y
demográfico de la Argentina. Por el otro, el cierre de un largo proceso de erosión
de la legitimidad política que tuviera su pico máximo la caída de De La Rua y “el
que se vayan todos”.
Un segundo momento (específicamente el 2002) en el cual la aceleración de ritmo
del crecimiento de la pobreza mes a mes (el “mediascape” del momento lo
difundía como más pobres día a día) fue récord debido a las modificaciones en
política monetaria. Solo ese período acumula un 40% de crecimiento. Pero también
coincide con el cambio de gobierno y la aplicación del plan más extenso en la
historia de nuestro país en materia social (Jefas y Jefes de Hogar).
Un tercer momento, el actual (post- elecciones) en el cual, aunque
insuficientemente (debido a lo retrasado de la relación) se comienza a revertir la
36Tenemos pistas y conjeturas: entre un 10% y un 20% del total de los planes sociales Jefas y Jefes de Hogar se
distribuyen entre las distintas organizaciones piqueteras. Según datos de Clarín las organizaciones piqueteras
“tenían” 180000 (cerca de un 10% del total de planes) a mediados del 2002. Pero Luis D’Elía afirmaba en el
estadio del barrio El Tambo, a principios del 2003 que se “tenían” cerca de 60000 Planes de este tipo(contra
30000 que indicaba Clarín para esta organización). ¿Esto sería generalizable a todas las organizaciones
piqueteras? En el caso extremo, digamos, de que así fuere tendríamos que duplicar el 10% que sindica Clarín.
18
tendencia; al tiempo que se observan fisuras y reagrupamientos en las
organizaciones piqueteras y como en el peronismo.
Una última propuesta gráfica compara Gasto Social Focalizado a valores constantes
de 1993 con cantidad de “hogares pobres”; normalizando como pesos por hogar
pobre. Ver gráfico 2. En donde se puede observar una continua caída (de más del
50%) entre 1997 y el 2002.
Con esto no se debe concluir que se intenta aquí hacer una traslación mecánica
entre gasto público y redes clientelares. Simplemente nos permiten estos datos
tener una vaga idea del impacto medido en recursos y en aceleración del
empobrecimiento en el último lustro: había más bocas para alimentar y menos para
repartir; dos procesos simultáneos.
Sin embargo la comparación no sería del todo descabellada si contemplamos, como
lo hacen algunos analistas, que al menos parte del esfuerzo del gasto público (en
especial algunas iniciativas comprendidas en el Gasto Social Focalizado como son
los distintos tipos de subsidios –entre ellos Planes Trabajar y Jefas y Jefes de
Hogar), son continuamente observados por la característica de ser sensibles de
entrar en dinámicas clientelares. Para citar un ejemplo, en un análisis de
“efectividad y pertinencia” sobre el Plan Trabajar I, los autores remarcan que en
relación de la selección de los beneficiarios observan: “cierta informalidad en los
mecanismos de convocatoria, los cuales resultaron en que los beneficiarios se
reclutaran básicamente entre las personas más allegadas a los organismos de
ejecución”37
En términos más tajantes Acuña y Repetto concluyen:
“La estrategia focalizadora fue aceptada por los principales actores involucrados en
el combate a la pobreza, no obstante lo cual su papel se desdibuja cuando se
observa la evolución creciente de los índices de pobreza y desigualdad. Asimismo, y
al decir de Garretón: ‘El asistencialismo y la focalización, pese a los avances
significativos de esta última, generaron también un cambio cultural en la visión
desde el Estado y la sociedad respecto a los pobres. Estos se transformaron de
‘sujetos’ de políticas sociales (con mecanismos de procesamiento de sus demandas
y en algunos casos con mecanismos de participación) en ‘beneficiarios’ de políticas
focalizadas’ . Por otro lado, la heterogeneidad de la pobreza puede agravarse con
la aplicación de este tipo de prácticas, toda vez que se favorece a unos pobres en
detrimento de otros pobres (cfr. Vilas, 1997). En suma, esta estrategia
potencialmente apropiada en términos de lograr eficacia en la acción social
reprodujo, en muchos casos, mecanismos perversos de interacción entre actores
del Estado, grupos sociales pobres e intermediarios favorables al clientelismo”.38
Naturalmente, al hacer referencia a un mayor o menor poder del estado, es
fundamental conocer quién o quiénes lo controlan. Desde un extremo utópico de
plena soberanía ciudadana a través de una representación genuina y equilibrada
de los diferentes intereses sociales, hasta otro extremo de absoluta subordinación
del aparato estatal a los designios de una determinada corporación, sector o grupo
económico, la realidad exhibe múltiples situaciones intermedias. Como ha sugerido
37 Irene Novacosky, Claudia Sobrón y Mirta Botzman. Evaluación diagnóstica del programa Trabajar I, SIEMPRO,
1997. Pag. 4
38 Acuña. Carlos y Repetto, Fabían. La Política Social del Gobierno Nacional:Un Análisis Político-Institucional.
19
hace mucho tiempo Fernando H. Cardoso, las articulaciones de poder que se
establecen entre estado y sociedad toman la forma de "anillos burocráticos". En
cada uno de estos anillos, “una agencia estatal establece una relación clientelística
con un determinado grupo de interés”.39
Desde esta perspectiva analítica la relación recursos del estado/fenómenos
clientelares/satisfacción de necesidades es una relación posible y que se
comprueba en diversos estudios de caso40. A nivel macro, sin embargo es imposible
saber a ciencia cierta cual es la dimensión del gasto público que atraviesa
fenómenos clientelares. Sin embargo, en principio es interesante presuponer que el
impacto en la merma del gasto público orientado (focalizado) a paliar la situación
de emergencia social, al tiempo del fuerte crecimiento de la pobreza son
elementos que nos permitirían imaginar una crisis en las “redes de solución de
problemas”. Crisis que se presentaría como una oportunidad y un impulso para el
crecimiento de organizaciones piqueteras. Es decir, que tuvo una resolución, salida
o manifestación política.
5. Epílogo: Politizaciones de la pobreza y piqueterismo
Hasta el momento podemos observar dos politizaciones de la pobreza urbana
contrapuestas. La primera que otorga “agencia” al pobre a través de la
constitución de espacios asociativos en la vida cotidiana con anclaje barrial. La
segunda que, por un lado “resta” agencia al establecer relaciones de dependencia
(clientelares), y por el otro, “culpabiliza” al pobre por su situación y lo estigmatiza
incluso hasta criminalizarlo. ¿Ha sido el piqueterismo un elemento dinamizador de
la tensión entre ambas politizaciones? ¿Qué otras “definiciones” de la pobreza se
pueden leer a través de los esfuerzos organizacionales piqueteristas?
El equilibrio "político" de estas dos primeras politizaciones de la pobreza urbana
dependía del peso de la legitimidad institucional de ambas raíces institucionales de
"enunciación". Hallándose en "inestable equilibrio" hasta 1999-2000: allí aparecería
una "tercera politización", caracterizable bajo la idea de "trascender el barrio". Lo
hipotético sería en este caso: que esa tensión en la politización de la pobreza
urbana fue reproducida bajo un modelo de acumulación política que tenía como
principal objetivo la movilización de los sectores sociales populares y que recurre a
esa compleja trama de “inscripciones territoriales”. Lo interesante es que este
nivel hipotético también nos permitiría transitar la “configuración” del
piqueterismo: la acción de grupos políticos específicos que le dan “forma” al
piqueterismo; en principio, consolidando entre el 2000 y el 2002 dos grandes
alianzas (Bloque Piquetero Nacional y –o vs.- CTA-FTV-CCC41). Lo que veremos a
partir de fines de 1999 es que la “novedad” es que la disputa de politizaciones
“excede” la “inscripción territorial”.
La “tensión” entre estas dos primeras politizaciones de la pobreza ha visto (y
contemporáneamente a la “explosión” piquetera) un antecedente: posiblemente
sea la más clara demostración del grado de avance de la voluntad “politizadora” de
los grupos católicos, la participación electoral de sectores de la iglesia. Aunque no
fue estrictamente novedoso (durante los 80’s hubieron dos “intendentes-cura” en
39 Oszlak, Oscar ESTADO Y SOCIEDAD: NUEVAS FRONTERAS Y REGLAS DE JUEGO. Jornadas “Hacia el Plan Fénix”, en la
Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, el día 6 de setiembre de 2001. Pag. 6
40 Ver: Torres, Pablo. Votos, Chapas y Fideos , Auyero, Javier. La política de los pobres
41 Sigla de la “Corriente Clasista y Combativa”, agrupación “sindical-piquetera” del Partido Comunista
Revolucionario.
20
el interior del país, como un congresal-cura en la Asamblea Constituyente del ’94)
el impacto político de la candidatura de Farinello (proveniente de una larga
tradición en el catolicismo progresista y de la Diócesis de Quilmes) es muy
importante en este contexto. Por supuesto la participación en el proyecto electoral
del “Polo Social” (inspirado en el Polo Social Cristiano) en el 2001 no es “orgánica”:
Farinello entra en licencia el día que lanza su candidatura (enero 2001) y el propio
Obispo Novak aclara que “no apoya la postulación del religioso ni la de cualquier
otro aspirante”42. Lo interesante es que desde el Polo Social se reproducían
discursivamente componentes muy arraigados en nuestra cultura política;
componentes que precisamente el peronismo había perdido43 bajo la
“desperonización” práctica del menemismo. Y al mismo tiempo se resignificaba esa
“inscripción territorial” al tomarse como base las experiencias asociativas. El Polo
Social a pesar de su pronta desactivación, obtuvo una importante performance
electoral que permitió, por ejemplo que Luis D’ Elía fuera electo diputado
provincial. A través de la experiencia del Polo Social y su contemporaneidad con la
“explosión” piqueterista, podemos entrever como esta “tercera politización” de la
pobreza urbana era ya un “cause” político posible e importante. Cuya
característica más notoria es, en principio el traslado de esa “agencia” asociativa
desde lo barrial hacia otros ámbitos: trascender el barrio.
El "trascender el barrio" implica componentes simbólicos (inscripción en el "espacio
público"); de "redistribución de los cuerpos"; y de aumento de la capacidad de
interlocución-representación a través del armado de tramas de redes barriales.
Esta tercera politización se nutre de "tradiciones de lucha" diversas (Svampa
insistiría con la sindical) pero fundamentalmente de los "cuadros" (punteros,
párrocos, caudillos, ex de todos los colores, etc.) que "huían" o "agudizaban" sus
contradicciones con las otras dos politizaciones; como así también aquellos
sectores políticos que, sin una inserción fuerte "en los barrios", ven en esta
politización de la pobreza urbana una oportunidad para crecer organizativamente
(ya sea incorporándose a redes "piqueteras" como creándolas).
Atravesado por distintas interpretaciones y prospectivas el piqueterismo es (o fue,
si se prefiere) saludado como un fenómeno eminentemente “nuevo”: tanto desde
lo epidérmico de la construcción de un “potencial” sujeto social de base (el
desocupado) ausente de la tradición política argentina, como desde un cabal
perogrullo que bucee en el intersticio de configuraciones complejas de sujetos y
grupos socio-síndico-políticos, el piqueterismo representa una transformación (en
su justa medida) del escenario político local al intervenir y de alguna manera
“subvertir” las dinámicas sobre las cuales se basa la “contención social” a través
de las prácticas clientelares. Apareciendo o reconvirtiendo actores que exigen al
estado recursos y que compiten, confrontan y colaboran en los barrios con los
punteros locales. Una estrategia de crecimiento se difundió como consigna
transversalmente en todos los grupos piqueteros: ganarle el territorio a los
42Diario Clarín. El Obispo Novak lo autorizó, pero toma distancia. 2 de enero de 2001
43 En la Carta Fundacional del Polo Social Cristiano (1998) “Hacia la recreación del Movimiento Nacional y
Popular" se puede leer: “Convocamos a todos los hombres y mujeres de nuestro pueblo a unirnos, para recrear
un espacio de pensamiento y acción nacional y popular, y para participar en la constitución del Polo Social; un
Movimiento social y político, ecuménico y suprapartidario, cuya finalidad es: Transformar la actual sociedad
argentina con la participación y el protagonismo de todo el pueblo en los ámbitos cultural, político y
socioeconómico, impulsando la construcción de una sociedad justa, pluralista y fraterna, desde la justicia
social, la equidad distributiva y la solidaridad, para humanizar la vida y reconstruir la Nación y así garantizar la
igualdad, el desarrollo humano integral y la felicidad de todos los argentinos.”
http://personales.ciudad.com.ar/polosocial/carta.htm
21
punteros; en el marco de una concepción de lo barrial, sumamente politizada y
revitalizada.
¿Qué es lo que cambia y lo que continúa de las prácticas clientelares a través de la
disputa política que presupone el crecimiento y consolidación de las organizaciones
piqueteras? ¿Cómo se han retroalimentado o transformado las prácticas políticas
que nos permitan dar cuenta de fenómenos de cambio o cristalización de aspectos
característicos de nuestra cultura política? ¿Cómo se diferencian y se conciben a sí
mismas las prácticas políticas del día a día del las organizaciones piqueteras frente
a sus “competidores” tradicionales? La emergencia de nuevas representatividades
¿puede ser rastreada, en lo político como una transformación, también de la base
de la distribución del poder en las organizaciones que se condensa en los procesos
de toma de decisiones? Por el contrario: ¿Se han dinamizado las “construcciones”
políticas pero perduran las bases de la tradición política centrada en fenómenos
clientelares, “caudillismos” o “personalismos” varios y “estructuras verticalistas”?
La “puerta de entrada” que se le intenta dar ahora a estas cuestiones (provisional y
exploratoria) adquiere la forma de hipótesis; que no agota la mayoría de las
preguntas planteadas aquí. Una primera hipótesis podría ser enunciada así:
El crecimiento de las organizaciones piqueteras no puede entenderse sin el
resquebrajamiento que la “crisis del modelo” produjera- especialmente a partir
del 2000- en las distintas redes clientelares municipales: la lógica de la relación
”patrón-cliente” fue desbordada por el crecimiento acelerado de la “demanda”.
En este contexto enmarcado por este doble proceso (des-inversión estatal y
crecimiento de la pobreza) las organizaciones piqueteras entraron a “competir” por
los recursos. Para citar un ejemplo, en el caso de la FTV (fundada en 1998, pero
que se “bautiza” como piquetera en noviembre del 2000), ya para finales del 2001
“manejaba”, al menos, cerca de 20000 planes entre Trabajar II y III y PEL (más
otros 10000 provinciales –Plan Bonus entre ellos). Estos recursos obtenidos fueron
parte de una primera expansión más allá del territorio matancero; y como oí decir
a Luis D’ Elía, “se fue generoso y no se los encanutaron”. Estos recursos sirvieron
como polo de atracción para pequeñas organizaciones barriales (nucleadas en torno
a asociaciones de fomento , por ejemplo, o grupos menos estructurados pero con
fuerte presencia en los barrios). Más teniendo en cuenta que el crecimiento lento
pero firme, la consolidación de diversas organizaciones piqueteras, acompañó y fue
un componente político más para el aislamiento político de De La Rua: el
piqueterismo lograba simpatías, legitimidad.
En ese contexto se produce un cambio en la dimensión de las políticas sociales: El
plan Jefes y Jefas de Hogar. Pensado originalmente orientado hacia Jefas o Jefes
de hogar desocupados y con al menos un hijo menor de 18 años a cargo, su monto
ya en el momento de su implementación se encontraba retrasado en un 50% debajo
del importe que define la línea de pobreza. El esfuerzo de implementación de plan
contaba con un mecanismo de empadronamiento que perseguía cierto ajuste a la
“universalidad” según la “población objetivo” buscada. De rigor, los poco más de
1900000 planes otorgados, fueron objeto de la negociación entre los distintos
actores sociales.
Al mismo tiempo los gobiernos provinciales inyectaron al sistema recursos en
especias y planes focalizados; y luego de los saqueos (2001), algunas empresas
privadas “aceitaron” y aumentaron sus políticas de donaciones, que beneficiaron
22
también, de manera heterogénea, a las organizaciones piqueteras; que
rápidamente fueron incorporando un segmento de la “nueva demanda social”.
Estoy lejos de querer transformar éste en un análisis “recurso-céntrico” que asimile
la primordial “función” organizacional la obtención de recursos (al estilo de la
Teoría de Movilización de Recursos de Tarrow; ni de categorizar al “cliente” como
un producto del “rational choice” inmanente; (ya que en definitiva: “la visión del
utilitarismo de actos no da cuenta del hecho de que todas las controversias
distributivas a que hacemos frente cotidianamente se inscriben en algún entramado
institucional, cuyo armazón se sostiene en ciertas reglas (explícitas o tácitas,
positivas o consuetudinarias) que determinan quiénes han de ser reconocidos como
integrantes y cuáles, de entre los que satisfacen las condiciones de pertenencia
establecidas, tienen derecho a recibir qué44”).
Por el contrario, es de destacar que el piqueterismo como forma de politización de
la pobreza urbana contiene un elemento “sociabilizante” importante, que varios
autores45 destacan a su manera, y que tanto medios como organizaciones
piqueteras: El “ritual iniciático” (rite de passage) que supone la acción de
protesta, la marcha, podría ser incluido en un vasto proceso de “hibridación”
cultural en el cual, nuevas “institucionalidades” emergen bajo la forma de
politización (enmarcamiento) de la pobreza. “La incertidumbre que conlleva el
cambio de época”46 implica también una resolución “cognitiva” posible a través de
“estructuras de reducción de la complejidad” emergentes.
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Cuadro 1. Evolución del Gasto Social Focalizado:
1997 – 2003
(en millones de pesos y porcentajes)
Valor Nominal Deflactado canasta alimentaria
Año $ (1) V/% (2) V/% 97=100 (3) $ (1) V/% (2) V/% 97=100 (3)
1997 4639 0% 0% 4227 0 0
1998 4694 1% 1% 4195 -1% -1%
1999 4070 -13% -12% 3819 -9% -10%
2000 4253 4% -8% 4140 8% -2%
2001 3965 -7% -15% 3937 -5% -7%
2002 6065 53% 31% 4162 6% -2%
2003 8951 48% 93% 4394 6% 4%
Fuente: Elaboración propia según datos SIEMPRO, en base a datos del Ministerio de Economía y de
la Ley de Presupuesto 2003.
Cuadro 2. Crecimiento de la pobreza e indigencia en hogares
1998 - 2003
En miles de hogares y variaciones porcentuales
Fuente: : elaboración propia en base a SIEMPRO, datos de la EPH y el CNPV 2001, INDEC.
Gráfico 1. Incidencia de pobreza en Hogares y Gasto Social Focializado (deflactado canasta alimetaria).
Variación porcentual (1997=100)
120%
80%
H.Pobres
60%
40%
20%
0%
-20%
mar-02
may-02
may-03
oct-98
oct-99
oct-00
oct-01
ene-02
feb-02
abr-02
H.Pobres +21% crecimiento pobreza entre períodos
GSF (deflactado)
Fuente: Elaboración propia en base a INDEC y SIEMPRO
Gráfico 2. Evolución del Gasto Social Focalizado A precios constantes de 1993 Pesos por hogar pobre
2.000
1.800
1.600
pobre
$ por hogar
1.400
1.200
1.000
800
600
400
1997 1998 1999 2000 2001 2002
Año
Fuente: SIEMPRO, en base a datos del Ministerio de Economía y la Ley de Presupuesto 2003.