Ciudadanos Del Cielo
Ciudadanos Del Cielo
Ciudadanos Del Cielo
“Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo
que tenéis en nosotros.” (v.17)
El apóstol Pablo continua su exhortación hacia la iglesia de Filipos. Está claro que
Jesús es su mayor motivación y destinatario de toda la entrega a lo largo de su basto
ministerio, desde que fue llamado en camino a Damasco, Jesucristo se trasformó en su
galardón, su meta y sobre todo su mayor ejemplo.
“Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo
llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo
dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.”
(vv 18-19)
Aunque no podemos estar seguro, parece que los versículos 18,19 describen a los
judaizantes y a sus seguidores. Seguramente. Pablo está describiendo acerca de creyentes
judíos que intentaban que las comunidades extranjeras se ciñeran a las tradiciones
ceremoniales de los israelitas. Pablo los describe como enemigos de la cruz, la razón es que
estos supuestos creyentes creen necesario agregar elementos ceremoniales y de
purificación a la obra que Jesús ya logró en la cruz. Esto es una gran lección para nosotros,
un esfuerzo o actividad realizada con el fin de perfeccionar la obra de Cristo nos puede
transformar en contrarios y enemigos, nuestros actos comunicarían que el sacrificio en el
madero fue insuficiente y requiere ser complementado por nuestra justicia, esfuerzo o
actitudes.
La condena del apóstol es llamativa, con lágrimas en sus ojos nos advierte que bajo
esta actitud solo tendemos nuestra mente en nuestros deseos y en lo que este mundo
puede ofrecer, es decir solo pensar en lo terrenal, en vez de lo espiritual. Una mente terrena
nubla nuestra mirad de la realidad de Dios en nuestras vidas y nos extravía de la gran meta
de ganar o alcanzar a Cristo. En la actualidad muchos desean perfeccionar lo que Jesús hizo
en la cruz, proponiendo que hay que alcanzar diferentes niveles de unción, alcanzar
diferentes gracias o intentar crear atmosferas para que otros se salven. Todo lo que
hacemos es en realidad un resultado de la cruz de Cristo y desde allí se derrama toda gracias
que hoy necesitamos.
En primer lugar, la iglesia se puede comparar a una colonia o embajada del reino
celestial en la tierra. Cuando el pecador perdido confía en Cristo y viene a ser ciudadano
del cielo, su nombre está escrito en el “libro de la vida” (Ap 20:15). ¿Qué quiere decir esto?
Lo que quiere decir es que en el cielo es registrado nuestra entrada a la vida y por
consiguiente también podremos entrar sin obstáculos al reino del amado Señor. Cuando
uno confiesa a Cristo en la tierra, el Señor confiesa su nombre en el cielo (Mt 10:32-33) y
que esto permanecerá así para siempre. Todo esto gracias a los méritos y la intercesión de
Cristo.
En segundo lugar, nuestra mente es mudada a una espiritual. En 1 de Cor 2:14 se
nos dice que “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios,
porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir
espiritualmente.”. El ciudadano del cielo puede discernir correctamente la virtud de Dios y
el error del hombre, por eso el apóstol presenta este contraste. Podemos encontrar
rápidamente el error de aquellos que quieren agregar sus deseos y sus caminos a la obra
que Cristo realizó.
En último lugar, nos sujetamos a la ley del reino de Dios que se reveló en Cristo. Los
judaizantes querían obtener poder y reconocimiento en medio de las congregaciones,
seguramente serían reconocidos por su aparente piedad y sabiduría. Pero los ciudadanos
del cielo tienen a Cristo como meta y pueden reconocer que, si alguien quiere ser el primero
en medio de ellos, primero debe servir a sus hermanos. El ciudadano del cielo sigue la ley
de amar a Dios sobre todas las cosas y sus hermanos como a ellos mismo.
Conclusión