Nidia Cielo PDF
Nidia Cielo PDF
Nidia Cielo PDF
A esos tipos tan intelectuales no les gusta mantener una conversación a menos que
sean ellos los que lleven la batuta. J. D. Salinger.
Ricardo Lugo-Viñas
Directorio
DIRECTOR GENERAL Y
EDITOR RESPONSABLE
R. Israel Miranda
DIRECTOR DE ARTE
Max Rojas
ASESOR EDITORIAL
CONSEJO EDITORIAL
Jaime Coello Manuell, Eusebio Ruvalcaba, Eduardo Fernández de Lara, Ricardo
Lugo-Viñas, Francisco Castañeda Rojano, Luis Enrique Aguilar Ramos, Gerardo
Díaz, Eduardo Rivera.
COLABORADORES
Eduardo Rivera, Jaime Coello Manuell, R. Israel Miranda, Max Rojas, Hortensia
Carrasco, Eusebio Ruvalcaba, Jesús Rito García, Aldo Sánchez Briones, Martín
Heredia Zeballos, Carlos Bortoni, Edgar Pérez Pineda, Ester Ortega, Jezreel
Salazar, Iván R. Vásquez, LA-LOV, Gabriel Rodríguez Liceaga y Angélica
Cabrera. Recolección de pulgas de J. D. Salinger: Eusebio Ruvalcaba.
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A la cálida vida que transcurre canora
con garbo de mujer sin letras ni antifaces,
a la invicta belleza que salva y enamora,
responde, en la embriaguez de la encantada hora,
un encono de hormigas en mis venas voraces.
Ramón López Velarde
Editorial
“No les diré una palabra. Lo que me ocurre
es como un pecado que no se puede confesar”
José Revueltas
L
os libros nacen con todo en contra. Si uno se asombra de que nazca
un niño, doble asombro habrá de causar que nazca un libro. Esto lo
asegura el escritor mexicano Eusebio Ruvalcaba. Y si los libros
nacen con todo en contra, las revistas que versan sobre ellos aún más.
Nacen en contra del sentido común y del buen gusto; en contra de la
utilidad, del amor y de los amigos; en contra de la economía familiar
y en medio de la hecatombe financiera; en contra de las mujeres y el
buen trago; en contra de la ecología y de cualquier viso de optimismo
e incluso en contra de otras revistas.
Ahora bien, la pregunta es ¿Por qué publicar una revista? O
siendo más específico: ¿Por qué hacer una revista de literatura cuando
todo, desde el principio, se orienta al fracaso; cuando no existe un
sólo dejo de esperaza, si acaso la literatura misma? Se podrá pensar
entonces, que porque somos necios y tenemos mucho que decir o que
tal vez hemos descubierto la neta o algún hilo negro. Que porque
hemos sido inoculados por sueños y esperanza. Pero no, se equivocan
los que piensan eso. Nosotros, grandes testarudos o cuando menos los
que hacemos esta revista somos sólo dueños de dudas y vacilaciones.
El vacío nos pertenece, no tenemos herencia, prosapia o linaje alguno.
Somos pues, los bastardos, pero eso no nos hace languidecer.
A nosotros los bastardos, la literatura nos acogió, nos rescató de
la orfandad en un gesto de infinita conmiseración, llegamos a ella por
mera rebeldía, por necedad. Se incrustó en nuestro torrente sanguíneo
como bebida espirituosa, e igual nos llevó a zonas de alto riesgo. Tal
vez esa sea la razón de fondo. Que somos proclives a la aventura. A
la caída expuesta. Tal vez por eso nos decidimos a crear una revista
de literatura, aún en contra de los argumentos más ínclitos y sólidos,
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a publicar un manuscrito que reuniera letras de la errancia para poder
brindar y trastabillar a gusto en las cantinas.
En fin, no tenemos una respuesta concreta a la pregunta: ¿Por
qué editar una revista de literatura? Sigue siendo un misterio para
nosotros. Podríamos decirles que ésta es “la revista que quisiéramos
leer”, o que pretendemos subvertir la realidad, o que el lector tiene en
sus manos un manifiesto literario. Y entonces los tópicos se formarían.
Pero nada de esto es cierto.
No pretendemos manifestarnos. Lo que deseamos realmente
con esta revista es simple: compartir, tal como se comparte un buen
vino, una buena comida, una tarde, una amistad o una mujer (siempre
y cuando sea de otro, claro está). Participar el gusto por la literatura,
las palabras, la poesía, la fotografía, el cine y el arrabal. No más.
Queremos hacer de Los bastardos de la uva, una revista que
provoque, lo que sea y a quien sea; verdadera, que se deje acariciar
lasciva, cachóndamente, como mujer en medio del barullo de una
cantina. Que se pueda llevar en una anforita. Una revista para los
seres desvalidos que encuentran en la literatura un dejo de piedad
y gustan del acomodo de las palabras.
Se supone que debería entonces, estimado lector, hablar del
material incluido en este primer número de los bastardos de la uva,
sin embargo preferiría no abrevar de nuevo de ese charco que es
la estulticia. No me parece pertinente escribir sobre lo que otros
escriben. Caer una vez más en lo previsible. Siempre será preferible
guardar silencio. Lo que puedo decir es que todos los textos aquí
incluidos se defienden por sí solos, estrujan la condición humana,
conmueven, se arriesgan, se inoculan en nuestro sistema nervioso.
Finalmente, quien esto escribe les invita a que se acerquen a
estos textos como debe ser, a la vieja usanza: Acérquese el trago de su
predilección, mantenga los ojos abiertos y los sentidos dispuestos. Salud!
Ahora que lo pienso, se me está ocurriendo una posible
respuesta a la pregunta inicial. Quizás uno haga todo esto sólo para
alargar las noches, prolongar los tragos o halagar a una mujer. Qué
ingenuo.
Ricardo Lugo-Viñas
Cantina el Tío Pepe, Ciudad de México
Marzo 2010
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¡¿Cómo sabes que tú mismo no te estás mintiendo?! J. D. Salinger.
D
as asco. Las palabras fueron a dar hasta su conciencia.
Sin repulsión verdadera, sin embargo. En realidad venía
escurriéndose de risa. No podía creerlo, negaba con la cabeza.
Intentaba ponerse serio pero era incapaz de dominarse. Qué gracia
recordar las expresiones tan cómicas, la situación tan absurda y lo
espontáneo del comité. Estamos mal, festejaba Lucién, iba en fuga
por la calle de madrugada, alejándose lo antes posible.
Salieron huyendo por todas partes luego que alguien intervino
gritando que estaba muerto, que lo dejaran, que estaba muerto.
Frenético. Parecía un maldito loco pero a nadie importó. Al contrario,
no paraban el escándalo y la risa. El mismo humor siniestro que
Lucién no puede contener ahora frente la señorita de la tienda.
Estaba comprando cigarrillos pero no había de sus favoritos. Se irritó.
Comenzó a peinarse el fleco largo como siempre que se ponía nervioso.
Tenía ganas de culpar a la dependiente, informarle lo estúpida que
era, abofetearla. A esta hora la policía debía estar limpiando la colonia.
Mejor largarse de inmediato. Se abrigó con los brazos porque la calleja
estaba fría y fantasmal. El ruido de las patrullas a lo lejos preveía casi
un escuadrón. Pero no podía dejar ese humor excelente ni la sonrisa
incorregible. Extraordinario cómo se dieron las cosas. La verdad es que
estaba muy impresionado, en realidad estaba espantado. ¡Dios mío,
lo habían matado a patadas! Ignoraba de quién había sido la fiesta,
si el terreno era un estacionamiento o una chancha de arena; estaba
igual de ebrio que todos.
Recuerda que le decían Chapulín. Muchacho algo raro, pero
amable e inofensivo, de un humor ingeniosísimo. Hace un año se
había sentado atrás de Lucién en el curso del maestro Reguera, quien
le llamaba Chapulín con toda naturalidad. Es que bebió demasiado,
llegó borracho y siguió así hasta la noche. Lucién intentaba organizar
cómo había iniciado todo. Vio desde que lo estaban empujando entre
varios. Solamente, nada más que juego. Después a todos encima de él
sin motivo, enloquecidos, cuando los de atrás hicieron una tormenta
arrojando arena todos nos carcajeábamos. Luego a alguien se le ocurrió
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descargarle una patada y ahí se desató una carnicería. El aquelarre
no paró hasta que Chapulín fue sólo un bulto siniestro. Adrenalina y
sangre por todos lados. Algo comenzó a inquietar a Lucién, no sentía
compasión, no podía. No le interesaba. Irradiaba estar excitado como
nunca antes. Divertido. Regresaría el tiempo para sacudirse de risa
otra vez con los gestos de Chapulín. No lo podía creer. Si no hubiera
sido tan cómico seguiría vivo. Pero con el hubiera nada se hace. Es
comprensible que no se respete una caricatura. Admitía la gratitud que
se siente hacia quien nos hace pasarla bien. Pero ni eso, porque ahora
aquél estaba muerto. Ya no podría demostrarle con dos palmaditas en la
espalda lo buen tipo que le parecía. Eso y nada más, nunca un verdadero
sentimiento de nobleza. Aunque era un tipo que en general le agradaba
y con quien había compartido insolencias a los maestros, no consideró
defenderlo por nada. Despreciaba la pobreza de espíritu de chapulín,
su fondo vacío, de pelele; como a los otros monigotes, sus victimarios.
Cuando el desaforo se contuvo, el cuerpo quedó torcido ahí
sobre el suelo, sangrando por boca y nariz. Aún recibió algunas
atizadas más. Tenía el cráneo abollado y contusiones por todo el
cuerpo, la costilla hundida. Pero lo que tuvo Lucién, como al final de
su programa favorito, fue una ligera decepción y un inevitable giro
a la realidad. Sólo quería llegar a casa y darse una buena cena, a la
irresponsabilidad de un videojuego. Es que no tenía una explicación.
Algo razonable como requiere el caso. Que se comprendiera su
liberalismo. Él admitía una incapacidad para sorprenderse, una
desilusión capitalizada en aburrimiento crónico. Y la experiencia de
la muerte de chapulín lo impactaba de risa.
Allá iba un grupo de gente que había estado en la fiesta, iban
alegando febrilmente. Lucién no les prestó atención, incomodo de ese
comadrazgo asustadizo y ese cacareo de palomos. Qué hambre sentía.
En el refrigerador lo esperaba la pasta italiana. Asoció lo patético que
sería cuando le avisaran a la mamá de Chapulín. Seguro destrozada,
deshecha en llanto; aburrido teledrama. Le dio por fantasear la imagen
de la mamá de Chapulín, debía ser igual de flaca y desvariada que
su vástago. Y don Chapulín… Lucién se torció de risa sin importarle
que los otros del subterráneo lo mirasen con interrogación. Luego se
arregló el peinado ante su reflejo en los cristales. Definitivamente se
gustaba. Nada fuera de lo normal su desprecio por algunas chicas que
andaban tras él. Aburrían. El romanticismo le fastidiaba a la vuelta de
un par de revolcadas. Antes de bajar del vagón dedicó una mirada a
los pasajeros. Hasta nunca, miserables.
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Llegaría a tirarse en el futón y encender la tele con la cena entre
las piernas. Decidió componerse, no podía seguir burlándose de un
compañero, mucho menos si acababa de morir. Pretendió observar
la norma pero no recordaba, no sabía cómo persignarse. Tuvo la
sensación infantil de cuando era inevitable hacer tarea, o como ante
la imagen divina, y se inclinara sólo para disuadir al ojo. Un juego
que Lucién, magistral, sabía llevar a buen fin. Esta vez se obligó a
sentir bien hacia el prójimo. Se esforzó por reconocer su humanidad,
porque debía tenerla en algún lado. Murmuraba cosas como no se
merecía esto o Dios lo tenga, para empatarse con el dolor humano.
Buscaba sentimientos conmovedores, algún indicio para contagiarse
de piedad. Nada. ¿Qué le sucedía? Había muerto un compañero. Es
que estaba impactado, muy impresionado por lo ocurrido. Mañana
cuando se asentara la experiencia, entonces tendría otra visión de
las cosas. Hasta mañana.
En la entrada de su casa estaba un espejo de cuerpo entero.
Parado frente a este repasó su imagen. Peinó con deleite su negro
cabello lacio, el largo fleco hacia la izquierda, por supuesto. Se
mantuvo penetrando su mirada, estoico en ver más adentro,
mucho más. Llegó a reconocerse una criatura infame; tenía que
darse asco. Pero no sabía cómo ni sentía ganas de hacerlo, acaso
algo de indigencia. Luego comenzó a hacerse el indio. Hizo como
si el desgarro de un navajazo en su vientre lo desvaneciera, trabó
dramáticamente el cuerpo, su brazo lanzado al anhelo de una feroz
catarsis, suplicando la salvación: ¡Chapulíiin! ¡No te mueeraas! Cayó
al suelo desternillándose. Luego se puso de pie dejándose de tonteras.
Suficiente. Era tiempo ya de lo serio, tenía mucha hambre. ¿Hasta
dónde quería llegar?, se zurró. ¿Qué pretendía con esos esfuerzos
inútiles de embustero? ¿Sentir compasión por un idiota?
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perro viejo
C
y cansado
B arlos ortoni
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. Perro viejo se tumba en la acera. Nadie recorre la calle. Se para…
orina sobre el asfalto y se vuelve a tumbar.
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5. Perro viejo y cansado esta tirado en el suelo. Perro viejo se levanta
y se estira… da un par de vueltas sobre su eje… y se vuelve a tumbar.
Perro viejo no logra acomodarse. Perro viejo se pone de pie… tuerce
la cabeza… la sacude y camina unos cuantos metros. Perro viejo
voltea a ver el lugar donde estaba… después mira el lugar al que ha
llegado… no hay diferencia… se tira en el piso… la cola parece ya no
estorbarle y las patas se esparcen sin problemas sobre la superficie.
Perro viejo deposita la cabeza en el suelo y cierra los ojos.
9. Perro viejo, sarnoso y cansado lleva horas tirado sobre el piso. Perro
viejo suspira profundamente y exhala. Al hacerlo… el polvo que se
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había acumulado a su alrededor se eleva y… segundos después…
vuelve a depositarse en torno a él. Perro viejo no se mueve… suspira
profundamente y vuelve a exhalar.
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dos cuentos
Martín Heredia Zeballos
Falta de aprehensión
Marcos no entendió del todo porqué su madre era tan joven, radiante,
curvilínea, y hermosa. Tampoco entendió qué cosa eran las pastillas
blancas que ella tomaba antes de dormir ni quiénes eran los distintos
hombres que constantemente entraban y salían de su habitación; ni
porqué era un hombre distinto cada noche; ni porqué cada mañana
ella se despertaba diciendo: “los hombres son unos pendejos para
coger, sólo te la meten y te la sacan…”… Lo que menos comprendió
es porqué la mañana en la que él cumplió 3 años de edad su madre
no se despertó y él encontró el frasco de las pastillas completamente
vacío…
Vomitando
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un padre
R. I
ejemplar
M srael iranda
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Tuvo que dar un volantazo pues un pendejo con auto deportivo y
lentes oscuros se nos atravesó en un semáforo. Un poco más adelante
el taxista lo alcanzó y le mentó la madre. El tipo nos miró como miran
los pendejos con auto deportivo y lentes oscuros.
-¡¿Qué me ves puto?! ¡¡Chingas a tu perra madre!!- Le gritó el
taxista. El tipo siguió su camino.
-¡Pinches changuitos mamones!- decía ¡Todos son iguales de
putos! ¿O no joven?... ¡Qué me va a apantallar ese pendejete!, si el
otro día se la hice cachetona a un judicial.
-¿Neta Don?
-Sí, cómo chingados no. Iba por División del Norte, un chingo
de tráfico. En una de esas, que me voy por toda la orillita. Ahí iba yo
en chinga... Clarito vi como un carro empezaba a sacar la nariz nada
más para no dejarme pasar. Era una patrulla... judicial el culero. Y
no me dejó pasar, nada más por sus huevos, porque por donde iba
ni madres que cabía un carro grande, mi vochito a duras apenas.
Dije cámara culero. Y ahí vamos, al pasito. Adelante que me doy
tinta que la banqueta estaba vacía... que me arranco y que me la
subo, avancé otros cincuenta metros. Pero te digo, había un chingo
de tráfico y como a los diez minutos que me alcanza el pinche tira. Y
otra vez, aferrado a no dejarme pasar. En una que le doy un cerrón
al güey, y como andaba en la pendeja, que choca con otro carro y
que le desmadra la calavera. Yo seguí manejando como si nada. Pues
que se baja el chavo del carro y también el tira, con la fusca de fuera
el farol. El chavo le dijo tranquilo maestro guarda esa madre... y el tira,
aguanta voy sobre de ese cabrón. Yo pensé ah chingá, va contra mí, y
que me bajo. ¡Ora si ya valiste madre pinche ruco! y que me apunta
el hijo de la chingada. Yo le dije bien tranquilo... Mejor bájale de
huevos carnal, seguramente ni sabes usar esa chingadera. Si quieres
partirte la madre, va puto, guarda esa mamada y a ver de a como nos
toca. ¡¿Ah qué muy león pinche ruquito?! Me cae que no sabes la que te
espera. ¡¡Ruquita tu putísima madre culero!! Con mi edad ni te metas
pendejo, porque estaré viejón, pero a ti sí te parto la madre... Y que
le echo un pinche gallote, carnal, en la mera jeta... y que le digo ¡A
ver puto, eso sí te calentó! ¿No? ¡Ora jálale a tu chingadera o éntrale
a los madrazos!... Noooo ni madres carnal, el pendejo se puso blanco
blanco, se limpió la cara y ya iba para su carro... ¡Y que lo atora el
otro chavo! Y a dónde vas hijo de la chingada, primero me pagas... y el
pinche tira, no no hay bronca, toma mi tarjeta, ahí luego nos ponemos de
acuerdo... ¡Tarjeta madres! con tu tarjeta me limpio el culo ¡tú me pegaste,
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tú me pagas, y de aquí no te mueves! Yo me metí a mi carro y seguí mi
camino, en lo que quedaran esos güeyes me valía madres.
-O sea que es fiero Don.
-Ahí leve, la verdad es que luego me estoy metiendo en cada
problema... lo bueno es que uno de mis hijos es Licenciado, el mayor,
y ahí anda el güey sacando a su padre de los pedos en que se mete.
Ya luego le llamo y me dice y ahora en qué lío te metiste papá. Yo no le
doy mucha lata, siempre trato de desafanar el pedo yo solito, pero
cuando está cabrona la cosa, pues ni modo, a molestar al Licenciado.
Un día iba yo en chinga, y un pendejo abrió su puerta ¡del lado
de la avenida! No pues que me la llevo. Ya me bajé para ver cómo
estaba el rollo, y me di cuenta qué, para empezar, el güey ese estaba
estacionado en lugar prohibido, luego abre la puerta sin fijarse. Bueno.
-Pues ya te chingaste- le digo ahí me debes la salpicadera de mi
carro.
-Te debo madres, y no la hagas de tos porque te sale peor.
-Ah chingá ¿y por qué?
-Soy funcionario del Gobierno del Distrito Federal- me dice el
muy mamón Así que más bien ya valiste madre.
-En eso llegó una patrulla. El tira se puso a hablar con el sujeto
ese. Al rato se me acerca y me dice Ya se chingó Don, el cuate este es
pareja, así que vamos a la Delegación...
-Ah chingá ¿te cae que es pareja? ¿Puedo preguntar de quien?-
yo ya estaba medio encabronado.
-Mía Don- me dice el pendejo tira.
-¿Ah, es tu pareja? ¡Pues sólo que sean putos los dos hijos de
la chingada! Así que si me hacen el favor ¡sáquense a chingar a su
madre!- Y en caliente al Ministerio Público carnalito. Ahí me tuvieron
un ratote, amenazándome, diciendo que ya me había chingado y que
me iba a ir directo a reclusorio.
-¡Ni madres! Además tengo derecho a una llamada, así que
se van a la chingada- Armé tal desmadre que no les quedó de otra
que darme chance de hablar. Le marqué a mi hijo. Llegó de volada,
en bermudas y playerita. Ya le expliqué cómo había estado el pedo
y efectivamente, esos güeyes tenían qué pagar.
-Pues según lo que me cuenta mi papá- le dijo bien tranquilo
mi hijo al MP- el señor funcionario tuvo la culpa.
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-¡Me vale madre quien tuvo la culpa, aquí el que va a soltar
una lana es tu papá, y más vale que le vayas midiendo el agua a los
tamales chavo, o a ti también te carga!
Y mi chavo que se empieza a cagar de la risa -¿Te cae que yo
también voy a valer madre?- le preguntó al culero ese - ¿Usted cree
que por estar chavo no le puedo armar una fiesta?
-¡¡Tú a mi me pelas la verga!!- le dijo el MP.
Mi chavo bien tranquilo les preguntó.
-¿A dónde dicen que los mandó mi papá?
-Nos mando a chingar nuestra madre- dijo el pendejo tira.
-¿Y qué esperan que no se han ido hijos de la chingada?- El MP
se puso rojo rojo y ¡Arréstenme a este cabrón y pónganle una madriza! Mi
chavo se levantó la playera y sacó una pinche fuscota y su charola
SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN. ¡Que se les caen
los calzones a los güeyes! El tira mejor se salió de ahí y dejó al otro
par de pendejos solos.
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donde estas sentado. Y que me caen dos tiras y bájese señor. Le pasé
su falda a la ñora y me bajé del carro.
-Muy bonito Don- me dice el tira.
-Y eso que no me la vio completa mi poli.
-Ah, graciosito el viejito.
-¡Viejita tu puta madre!- Y valió vergas, directo a la Delegación.
La señora estaba medio preocupada, ya sabes ¡ay qué van a decir
mis hijos, mi marido! Y yo tranquila no va a haber pedo. Llegando al
tambo que le marco a mí chavo. Llegó, habló con el chido en turno.
Después se me acercó.
-Ahora si la regaste bien bonito papá. Ni modo, la multa es de
quinientos varos. No inventes papá, con esa lana mejor te la hubieras
llevado a un hotel, te compras un buen vinito y hasta una cenita ¿o
no señora?- Ella estaba bien apenada, ni levantaba la cara, era vecina
de mi hijo -Bueno... ya hablé con el Licenciado, dice que no hay
problema, que le des lo que tú consideres pertinente y no hay bronca.
Me acerco al Licenciado y le digo... Ya me explicó mi chavo cómo
está el asunto, así que le voy a dar lo que considero pertinente... Cien varos,
para que no se les ocurra volverme a interrumpir mientras cojo. Vámonos
mijo.
Noooo carnal. Inmediatamente sentí como me zumbaban los
oídos y me retumbaba el culo. Me la han de haber mentado hasta
por los huevos, pero me valió madre. Ya en la puerta le digo a mi
hijo Qué onda cuanto te debo de tus honorarios.
-Nada papá ¿cómo crees?
-No cabrón, cóbrame. Digo, si le llamo a mi hijo el Licenciado
es para que me desafane del pedo sin pagar ¡y me sangraron cien
varos! Para eso, me consigo a cualquier pendejo.
-Vale madre papá, contigo no se puede- Y que se va bien
encabronado mi chavo.
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nidia
G R
cielo
abriel odríguez
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a controlar a los cuantos rounds. Con esa idea en la cabeza le meto
mi mano a Nidia Cielo entre las patas. El cierre, pésimo anfitrión, me
raspa la muñeca. Durante un rato la mantengo ahí metidita sin hacer
movimiento alguno. Siento en mi mano un calor como el que se respira
afuera de las tintorerías. Lo que es más… ¿han visto como sale vapor
de la coladera de una tintorería? Pues igualito me sale humo de las
orejas. Me quedo completamente apendejado y nada más sintiendo
todos sus pelos en las yemas de mis dedos. Me dan ganas de echarme
a correr. Nidia Cielo se quita el cigarro sin prender y me lo pone en la
boca, luego introduce su mano y colocándola sobre la mía comienza
a acariciarse como dibujando caritas felices en un vidrio empañado.
Ya me habían contado acerca de los líquidos vaginales. El que me
habló de eso fue Pablo. A Pablo le debo todo lo que sé de la vida. Pablo
es mi hermano cuatro años mayor. Ya va a terminar la prepa. Lee mucho
y sabe el triple que Madre Calma, Miss Rebeca (Miss Re Vaca como le
decimos todos) o cualquiera de las maestras aburridas que dan clases
aquí. También le dieron clases a él. Mi hermano Pablo es un chinguetas
y en sus otras vidas fue Cristobal Colón, un pegaso y Han Solo.
A propósito de personajes históricos: ¿No han visto una película
llamada “Eric el Rojo”? Es sobre un grupo de guerreros nórdicos que
viajan en su barco con forma de dragón en busca del Valhala, que no
es otra cosa que el paraíso de los Vikingos. ¿Por qué esas cosas no las
enseñan en la escuela? Mi hermano me explicó que en aquel entonces
creían que la Tierra era cuadrada. En la película los vikingos van en su
barco hasta que llegan a la orilla del mundo. Ahí el mar cae en cascada
hacia la nada, hacia el dichoso Valhala. Es bien buena película. Me
cuesta trabajo explicar la escena pero se ve muy padre. Navegan en
su barco y de pronto ya no hay océano. Como si el planeta fuera una
mesa y luego de atravesarla caes al piso. ¿Ya me expliqué?
Es importante que me entiendan porque así sentí mientras le
metía la mano a Nidia Cielo. Como si de pronto no hubiera mundo.
Donde nosotros tenemos el pajarito ella no tiene nada. Una caída.
Nidia Cielo sube y baja mis dedos como si manejara el ratón
de una computadora. Permanecemos así un rato. A lo mejor si no se
pintarrajeara tanto no se vería tan fea. ¡A mí sí me gusta, qué! Prieta
y súper maquillada. A nuestro lado se escuchan los estudiantes en el
salón de música ensayando todos al mismo tiempo con sus flautas. Un
escándalo espantoso. Así debe sonar la piel cuando se pone chinita. De
las orejas no para de salirme humo de tintorería. Tres de mis dedos se
llenan de sus líquidos. Yo ya sabía que eso iba a pasar porque Pablo me
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dijo. Me ha contado todo sobre las mujeres y sobre héroes de la historia
y además jugamos al diccionario. Cada día elegimos una palabra al azar,
leemos qué significa y tenemos forzosamente que usarla a lo largo del
día por lo menos tres veces. La de hoy fue “alturista”. ¿Por qué pienso
en esas cosas mientras Nidia Cielo se acomoda mi dedo en su orillita del
mundo? Se está mordiendo el labio, luce hermosa. Muerdo el cigarro
apagado para que no se caiga al suelo y lo chupe el diablo. No entiendo
por qué todos dicen que está fea. La imagino con el rostro pintado de
leoncito como te maquillan en Chapultepec, la imagino usando collares
y aretes que yo le compro, la imagino caminando a brincos por una
calle empedrada. Se detiene de repente. Me empuja contra el clóset y
el sonido de las flautas se detiene.
Ya estuvo me dice acomodándose la ropa. Se aleja con prisas.
Yo me quedo de pie y besando el cigarro. Acomodo la cabeza
de mi pajarito aprisionándolo contra el cinturón para que otra vez
se reduzca. Huelo mi mano. Huele a Valhala. A hueco. Se endurece
el olor en mi dedo. Es la prueba que necesito. Ya quiero dársela a
oler a Pablo. Se va a poner contento y me va a decir: “ya puedes ser
el hombre de la casa cuando yo no esté”. Meto el cigarro a mi bolsa
porque si me cachan con él te anotan un reporte. A los tres te expulsan
y mi mamá ya tiene suficientes problemas.
Regreso al salón de clases usando mi dedo como bigote.
Me siento en mi pupitre y ya quiero estar otra vez afuera. Madre
Calma habla aburridamente y resolviendo que, bra, dos. Pienso en
Nidia Cielo apretando los párpados y apretando mi dedo grosero
en su pepa, en su panocha, en su vagina. Pienso en los vikingos
flotando en el espacio y las estrellas son como tachuelas en el corcho
del periódico mural. Casi puedo verlas titilando como el gel brillante
con que Nidia se peina sus flecos tiesos. Le observo la nuca al idiota
de enfrente. Es de los que presumen que ya se acostaron con una
mujer. A mi lado se sienta la enojona de Lupe. A su lado está Teresa,
ella es a todo dar y te pasa las respuestas del examen si se las sabe;
además, jura que seguido cacha a sus papás cogiendo. Huelo mi dedito
respirando hondo. Luego no tan hondo. No me quiero acabar el olor
sin que Pablo lo apruebe. Me va a decir: “ahorita vengo, hombre de
la casa”. Y entonces yo podré decidir qué canal ver y si el gato de los
vecinos entra o no a la casa aunque mamá no quiera. Delante de Lupe
está sentado El Chacalote. Mala persona. También él asegura que ya
encueró a varias de mis compañeras. Mentira. Jamás lo he visto ni a
él ni a nadie olfatearse el dedo así. Así.
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Qué olor tan raro.
A, re, lla, no… me sorprende cómo pierdes el tiempo dice Madre
Calma.
Madre Calma es muy joven para hablar tan lento. Muy joven para
ser monja. ¿Alguien le meterá la mano a Madre Calma? ¿A qué olerá ella?
Arellano… ponte de pie. A, re, lla, no…
Pablo me dijo que el olor secreto de las mujeres era muy
parecido al olor del pescado. Pero yo digo que no. A lo mejor no
tengo tan presente el olor a pescado. Hasta me contó un chiste que
no entendí del todo. El del ciego que pasa frente a una pescadería y
dice: “Buenos días, señoritas”. Sigo sin entenderle pero me reí bien
fuerte para no desilusionarlo.
A, re, lla, noooo… repite la maestra acercándose hasta mí.
Luego da un golpe a mi cuaderno. Yo brinco del susto, me lastimo
la nariz con la uña. ¡Auuuu!
¿Sí, Madre?
Pásale al frente. Resuelve el ejercicio.
Todos los niños se ríen estúpidamente, como las flautas mal
aprovechadas. En el pizarrón me espera una ecuación que más bien
parece un monstruo mata vikingos. Pablo dice que en la escuela sólo
nos educan para ser un montón de don Nadies. ¿don Nadienes? ¿don
Nadies? ¿dones Nadie?
Bueno, pero ya en serio: fúchila estudiar, qué asco venir diario
a perder el tiempo. Tiempo que podríamos aprovechar leyendo en
casa sobre las grandes aventuras, los viajes largos, los héroes y sus
constelaciones.
Llego hasta el pizarrón y antes de tomar el gis pienso que el
olor a tiza blanca va a estropear el aroma a Nidia Cielo en mi dedos.
Ya no podré mostrárselo a Pablo. Entonces tomo el gis con mi mano
izquierda y comienzo a trazar números temblorosos en la tabla verde.
Mis compañeros hacen ruidos animales. Les doy la espalda y hago
un seis zurdo que más bien parece una “g” mayúscula.
Déjate de payasadas y escribe bien me indica la maestra. Qué
mujer más insoportable.
Yo meneo la cabeza en rotundo “no”.
¿Eres tontito? Escribe bien o te mando a la rec, to, rí, a.
¡La rectoría! Uno de los castigos más tarados que te ponen aquí
es que al terminar las clases limpies todos los pizarrones de todas
las aulas. Mi aroma peligra, sudo la gota gorda.
No puedo maestra, me duelen las axilas expongo velozmente.
23
Ya sé que es una tarugada pero es lo primero que se me ocurrió.
¿Qué quieren? A poco nunca han estado en una situación similar. Madre
Calma no es fea. A veces tiene las chichis chiquitas y otras veces las tiene
grandes. Yo digo que se ha de poner algodones o calcetas dobladas. Se
me queda viendo seriamente. Ni siquiera tengo idea de cómo resolver
el ejercicio ese que allá arriba me observa desplegando sus números
como tentáculos. Me llevo el dedo a la nariz sin darme cuenta.
Siéntate ya. Ojala fueras más como tu hermano.
El resto de la mañana me la paso protegiendo el aroma. No
quiero ni meter mi mano en las bolsas del pantalón, allí adentro
apesta a tabaco o a tripas de servilleta con mocos. Madre Calma
pasa de Matemáticas a Español, luego a Inglés y luego a Geografía.
Pregunta diferentes capitales y los alumnos que se saben la respuesta
levantan sus manitas sabiondas pero huérfanas de olor a Nidia Cielo.
A la hora de la salida no juego futbol para evitar tocar el balón,
tampoco pido jícamas con chile. No me despido de mis cuates con un
apretón de manos. Siento como si ya no fuera niño. O más bien como si
ya no pudiera volver a ser uno de ellos. Me quedo sentado debajo de las
escaleras. Triste. No entiendo por qué, pero bien triste. Más triste que
cuando dejaron de pasar Caballeros del Zodiaco en la tele. Más triste
que cuando papá se fue. Hago una cueva con mi suéter y ahí adentro
me encierro con la mano en forma de capullo cubriendo mi nariz. Ya
no huele tanto. El aroma se ha ido perdiendo conforme transcurrió el
día. O tal vez sea que ya me acostumbré a él y ya no es algo nuevo en
mi vida. No lloro. Pero sí. Sí lloro nomás que sin lágrimas.
Pinche escuela para pendejos. A mí de todas formas no me
interesan las raíces cuadradas, ni la capital de Suecia, ni leer el dichoso
Diario de Anna Frankenstein. Yo lo que quiero es cometer actos alturistas
en medio de las piernas de Nidia Cielo que en ese momento pasa
enfrente de mí. Salgo de mi cuevita y la saludo a lo lejos. Ella actúa como
si no me conociera, abraza a su amiga y se aleja bailando. Hace rato
mientras se mordía el labio noté que tiene más bigote que yo, también
tiene allá abajo más pelos que yo. Pienso en su Valhala. Imagino que
soy un vikingo valiente y capitaneo a mi tripulación hacia los bordes de
Nidia Cielo. Pablo siempre dice que él es la reencarnación de los meros
meros y que yo tan solo soy la reencarnación de un campesino inofensivo
y poco notable, el típico pueblerino a quien el Caballero Negro mata con
sólo bostezar. El típico sirviente de Napoleón que nunca ha probado los
pasteles. Así me dice. Hoy le voy a demostrar que no. Que hace cientos
de años, y hoy otra vez, toqué el fin del mundo.
24
Bolita, por favor me gritan varios compañeros.
¡Ni madres, qué! No voy a cambiar el olor de mi mujer por el
olor a un balón apestoso de tanta patada. Me echo a correr. Corro
y corro y me detengo en los altos para oler mi mano. El aroma va
y viene. Corro como cuando a una película le adelantas y entonces
recuerdo que mi sudor apesta a limón y entonces camino lento pero
con la mano levantada. Bajándola cuando pasa un taxi. No vaya a creer
que le estoy haciendo la parada. Entonces temo que el smog estropee
mi dulce aroma. Sacó con la mano izquierda el dinero de mi bolsillo.
Olor a moneda, qué asco. Me formo en la base de peseros y abordo el
transporte. No hay asientos libres y yo definitivamente no me puedo
agarrar del tubo. Súper guácala el olor a tubo. Como puedo mantengo
el equilibrio pero más de una vez piso a otro pasajero o le pego con mi
mochila. Trato de sostenerme con mi mano izquierda pero el muégano
de alumnos y marchantas y hasta un guitarrista hacen que por poquito
me caiga. Huelo mi mano. Ahí sigue el olor, conmigo.
No se me ha pasado la tristeza.
Bajo de la micro. Mi casa ya está a unas cuadras. Cuarenta y
tres pasos, para ser exactos. El gato de los vecinos sale a darme la
bienvenida.
Miauuuu le digo miaaaaau… hoy no puedo acariciarte, bonito.
Apenas entre al departamento mamá me va a gritar que la
vaya a saludar de beso. Luego repetirá una y otra vez que me lave
las manos porque la mesa está puesta. ¿Lavarme las manos? Ja.
De todas formas, en lo que son peras o son manzanas, le doy
una profunda olfateada a mi dedo más alto. Huele a gis, pasamanos
y fritangas. Olor a monedas manoseadas y patio de recreo, a gol
detenido, al metal con que fabrican las llaves y también al Valhala y
también a pescado y a tristeza.
Una vez consiga deshacerme de mamá voy a buscar a Pablo
que segurísimo estará encerrado en su cuarto leyendo. Tocaré a la
puerta y le diré en voz bajita que le metí la mano a una de sexto.
De sexto “B”.
25
breves incursiones al
espacio
J
escultórico
S ezreel alazar
26
II. Juego de niños
Detrás uno del otro, caminan sobre una serpiente de piedra.
Tarde de confesiones. Por la boca de los amantes surgen relatos del
ayer, experiencias que dejan marcas, huellas en la noche. Entre los signos
de la voz se adivinan destellos del delirio, fantasías posibles, caricias
aéreas. Las manos le dan forma a los cuerpos, los objetos muestran sin
pudor sus sombras rubias. El día no es nítido pero la luz, rinconera,
revela los deseos. Hay una noche lejana que no termina de consumarse.
Hay un hogar al cual volver. Confirma el tacto la inocencia rota. No hay
escozor, pero sí risa fácil. Risa de una niña jugando con dados ardientes.
Tomados de la mano, caminan sobre una serpiente de piedra.
III. Rodeo
Multiplico mis pasos para no surcar en línea recta el jardín. En su
centro hay una flor venenosa. Doy un rodeo para evitar ponzoña y
espinas arteras. Me oculto tras el follaje pero la selva no me resguarda.
Hay una fuente cuya transparencia de espejo no cesa de correr.
En sus aguas veo aves emigrando.
Quisiera mudarme a otro patio sereno, de vigores azules.
Anidar un rincón etéreo. Andar sobre la brisa. No es posible. Mi
universo es un follaje rancio, y vivo al acecho de una flor.
Ella abre sus pétalos mortales y no puedo evitarlo.
27
Cosa de saber que los gestos son puentes, que el encuentro es un
umbral delicado y débil. Cosa de saber que es necesario cruzar como
un equilibrista sobre el hilo delgado, sosteniendo en cada mano una
vela de flama tenue.
Cosa de saltar sin paracaídas para por fin decir ‘éste soy’, ‘aquí
me tienes’, y escuchar cómo llega el silencio y lo puebla todo con su voz
de pétalo gris.
Porque el instante es fugaz y el tiempo corre del futuro hacia
el pasado. Porque el murmullo urbano se escucha a lo lejos y en este
impasse detenido, sobre los muros de granito, no la posees.
Te quedas hablando solo, a la espera de su estallido encantado.
V. Pompa de jabón
¿Sabes? Existe un velo alrededor de los amantes. Una delgada
membrana de polvo y luz, como cuando las pulsaciones del aire
danzan brillantes en un halo de destellos. Es una barrera apenas
perceptible que los separa de la realidad y les impide ver cómo
todo avanza fuera de ahí, más allá de su burbuja translúcida. Llegan
murmullos de fuera, sí. Alguien saluda y se despide: interrupciones
que hablan sobre libros inencontrables, viajes que no tienen la mínima
importancia, cigarrillos que no saben a nada. La vida sigue más allá
de esa esfera inasible, que se sostiene en el aire como pompa de
jabón, sin saber hasta cuándo durará y quién será el que pinche o
sople contra el viento, dejándolos caer en el abismo.
29
Licor, nombre genérico que se usa por algunos para llamar a
dicho agente transformador de las personas, alipus, tlapehue, vino,
alcohol, o como se le quiera decir, nos sirve de cómplice y a veces es
quien nos motiva para realizar actos lúdicos para salir de la rutina
que a veces se vuelven épicos, pero que pueden volverse trágicos en
función de que éstos mismos se van convirtiendo en rutina.
Es entonces cuando el alter ego pasa a ocupar el lugar social del
individuo de la foto de la credencial, para algunos es el verdadero,
para los que mejor lo conocen el verdadero es el seco, pero lo que
la gente dice carece de importancia cuando la interrogante llega
al portador de los huesitos que conforma dentro de sí al binomio.
Surge el diálogo interno entre un ser y el otro dinámica totalmente
diferente a la secuencia de caricaturas donde salen un diablito y un
angelito tratando de convencer a la persona, pues en ese caso están
dos agentes externos aconsejando a un tercero, pues en el diálogo
interno la lucha se gesta entre las dos personalidades que manifiesta
el mismo ser, incluyendo en eso la lucha entre la evasión desrutinante
del mundo y la rutina de la evasión, formándose una paradoja que
transtorna por completo la percepción del individuo-binomio, cuyo
resultado final es la confusión sobre ¿cuál es el verdadero, el sobrio,
el ebrio, o se trata de un champurrado?
Cada vez que lo pensaba me entraban ganas de tirarme por la ventana. J. D. Salinger.
32
Leo los correos electrónicos que me saludan.
Es extraño que sea feliz
pero hoy es el día en el que salgo a la calle y todo me sorprende.
Hoy me gusta la vida mucho menos,
hoy me gusta la vida mucho más.
Y despido a mis muertos con una sonrisa, mientras los veo partir
por el camino al jardín de los sargazos.
A ti, mujer, la que dejó de marcar mi número telefónico,
deseo que hoy te lleguen grandes ramos de flores,
disfruta las flores que yo no te enviaría, porque soy alérgico,
pero si algún día recuerdas uno de mis versos,
marca al 00923 98 34 320,
número en el que seguramente me encontrarás despierto en la
madrugada.
Porque si marcas al 23 5879 5837 432
seguramente estaré dormido soñando con tu almohada.
Me gusta la vida enormemente
pero, desde luego,
con mi muerte querida y mi café
y viendo los castaños frondosos de París.
César Vallejo:
Es extraño que sea feliz
pero hoy es el día en el que salgo a la calle y todo me sorprende
y también quiero mi café en el zócalo de Oaxaca con los amigos,
viendo tus castaños frondosos de París en tu poesía.
Veo camisas azules por todos lados y zapatos que
reflejan imágenes solares y todo es blanco.
Y todo es amarillo
y hay corazones pegados en las esquinas
y hay cantinas con enormes corazones rojos
para los desamparados
y hay pies que nutren mis sueños,
vírgenes que te hacen favores en las noches de ausencia,
tacones altos y bajos que me hacen naufragar bajo tu almohada
besar la baba que escurre de tus dedos con sabor a cerveza.
Es extraño que sea feliz
pero hoy es el día en el que salgo a la calle y todo me sorprende…
Me sorprende porque hoy es viernes y por lo general,
el viernes es un buen día para ponerse triste.
33
En las teclas del piano, como en las teclas de la laptop
va la vida en armonía,
en marullos,
con risas de angelicales mujeres
y festejos de fin de año.
El llanto de un niño
Provoca el relincho de un caballo,
Que provoca la muerte de un anciano,
Que es el padre de un flautista que estudia en Moscú,
Que no sabe nada de esta historia:
De la muerte de un niño. El llanto de un caballo.
Y el relincho de un anciano.
34
Para R. Romero
Rutina
Bebe café,
fuma marihuana,
lleva a sus hijos a la casa de la abuela.
Vive con la reina,
sus viajes de negocios los realiza con la mami
35
y le hace el amor todos los días a la gordis.
Sale temprano de su casa. Prende el bóiler para que se bañen
los niños,
lleva a su oficina a la reina,
le toca una nalga a la mami cuando llega a su escritorio
y la gordis sueña con que llegue la noche
y pase a darle un saludito antes de dormir.
Bebe café,
fuma marihuana…
38
poemas
J C
aime oello
Lotería de barrio
(jaifikú)
Mugre coraza
de nuevos chichimecas...
Chemo & Soledad
39
Se me detuvo la Glaciación
Me contagié D’ calentamiento global:
mis océanos crecen
se des-bordan
sus arrecifes pululan con seres extraños
a penas liberados.
Dispensados D’ sus gélidas amarras,
su nueva dermis goza el escurrir D’ la celda
esa lenta expansión D’ lo finito
El sino D’ la caoba
El cyclo mágiko deste palo santo
& sus labrados sentimientos…
Mis áridas planicies sangran D’ pronto
mis razas re-pueblan territorios
apenas ayer yermos, calcinados
¿Calorcito? ¡Sí! ¿D’ nuez? ¡Seeee!
Pos mientras el cántaro no se rompa
Yo le atoro, aunque le aunque el miedo sea
el coraSón deste mi Sol:
4-Romance, Sol D’ temblores, D’ estremecimientos
Canto mariano
(soneto)
de que la música
no te dirá más de lo necesario
ni el alcohol
los libros
el trabajo
el sindicato
o cosas por el estilo
vete enterando
que este lugar
no es apto para gente
que se limita a caminar
con la vida que le ha sido
provista 41
que lo que pasa en el mundo
está pasando a la vuelta
de tu casa
mientras tú estás leyendo
plácidamente esto.
lo que te ayuda
es saber que te estás enterando
vete enterando
que el estar leyendo esto
no ayudara a que tu vida sea mejor
Imbécil.
42
poemas
M R ax ojas
43
X
a Valquiria
44
y desde entonces
a puro pinche ardor me estoy enfriando.
Ni lumbre en el finar del almaraje y sus trocitos queda,
y sólo el agujero está y estamos dentro
mi esqueletada y yo y mis agujeros,
a trompicones tentaleando fondo
para por fin tener donde aventar el alma
y de una vez echar la moridera.
Extremahumado ya,
ni un chinguirito de lumbre en el almaje y sus retazos
queda
para lumbrar siquiera el huesar donde a tumbos
velorio a esa mujer que desahució mi almario
y cascajó, de paso, la ardidera.
Una llagada me dejó, y qué llagada,
y aluego hubo un friadal y un chingo más de cosas
que a chingadazos, pues, me auparon la caída.
45
mientras chinguitos del alma me queden,
y siendo como es de frío lo de agonir que tanto escalda,
mejor ya de una vez me descerrajo el alma
y a ver en qué lugar la moridera boto.
Ya ni mi triste corazón me aguanta nada,
y ya que en éstas del morir me esculco muerto,
dada la extremaunción, el último traguito
mi agujereaje y yo nos lo echamos solos.
Briagados ya, y a tarascazos dando fondo,
vidriaremos por ahi a ver en qué mugre velorio
nos aceptan:
resurreccir como que está bastante del carajo,
y este pinche camión de Tizapán que ya no pasa
como que nada más hasta un barranco hubo llegado.
Junio 1971
46
espejos
R. Israel Miranda
47
Te preguntas qué es lo que Ella ve en ti
si no eres mas que un bulto de dolencias,
huesos rotos,
úlceras,
sistema nervioso destrozado,
encías sangrantes,
arterias congestionadas,
corazón a medio andar
pero furioso,
necio.
EMBRAVECIDO.
II
48
De la mujer al sexo y al alcohol,
de la decepción al abandono y a la canción,
de la canción al poema,
así es nuestro andar desbaratado
sobre la propia existencia. Pero
aún nos queda la hermosa conciencia de que,
después de todo,
la cosa no ha ido tan mal.
III
49
poemas
Hortensia Carrasco
II
“Escarbo los últimos atardeceres”
para expulsar un malestar
que a mi cuerpo descompone.
Raspo herrerías costrosas
que muestran su destino de cárcel.
Amarro orejas, unto lengua y dientes
busco la puerta para que me preste un ojo
herido Polifemo que vigila mi encierro.
Escarbo crepúsculos hechos cenizas
y nunca encuentro el fracaso de mi infancia
es un pasado que corre que se esconde
y se inflama como heridas en mi rostro.
Escarbo en la escarmentada puerta
para sufrir el viento que exime y alardea
y lo único que encuentro en la madera
es polvo, silencio, un zarpazo de abandono.
50
XII
La luz ahorcada tiembla entre cristales
una mueca negra se asienta sobre jaulas
es una seria costumbre la de aislarse
la de cortar de tajo todo indicio de gente
la de separarnos del barullo de una risa.
Vemos cómo el aire riega plumas y hojas
la tierra lleva entre piedras y polvo
pedazos de algún cuerpo: un diente, unos cabellos.
Nosotros sacudimos con trapos algo sucio
que tal vez contiene pellejos y uñas
o la salpicadura de saliva de la ira
o la gelatina mineral de una vena trastocada.
Los patios están llenos de remiendos
queremos escuchar que de las grietas no surja
el canto de rencores repartidos
que el odio suene como la noche que pía tímida
porque algo más oscuro corrompió su plumaje de tiniebla.
Hemos de extrañar las calles enfriadas por la lluvia
viejas llanuras ahogándose, aplastándose
cayendo como el hilo final de una sutura.
Preferimos que los nombres no sean eso: sólo nombres
y que alguien diga que tiene ojos y palabras
o que alguien grite y salga a platicar en las esquinas
sin temor de que el graznido violento de los días
transcurra momento a momento partiendo vértebras y carne.
Asumimos una condición de personajes atristados
que dejan su memoria aplacada en la cabeza de una estatua
el algodón de la ropa tiene el rigor de absorbernos
y de pronto somos deshidratadas formas.
El tiempo no se agacha ante nosotros
son nuestros cuerpos los que se doblan y ruedan
amarrándose a lúgubres raíces
que nos conducen por cavernas inundadas de agua enferma
llevamos en el rostro una mazmorra cubierta de neblina
que al igual que a Narciso nos mastica y nos disuelve.
51
vitalíc
A nge
52
(y es que aquí todo evoluciona,
todo brinca y se tropieza)
eso es de cobardes,
de débiles impotentes incapaces
de soportar la filosofía de trascender en miradas,
en palabras susurradas.
Balbuceadas.
53
poemas
Eusebio Ruvalcaba
El Perro Bastardo
las llaves
55
dossier
Eduardo Fernández de lara
56
1.- Usa el tiempo de un completo desconocido, de tal
manera, que él o ella no sientan que les has quitado el tiempo.
Hay que pensar en el lector. Entender que cuando alguien nos
lee se trata de un completo extraño. De alguien que desconocemos,
pero no por eso debería subestimársele y tratarlo como ignorante o
quitarle su tiempo. Esto está más cerca al oficio de un buen cantinero
de lo que pensamos. Los buenos cantineros saben del respeto y el
buen trato a los desconocidos.
57
5.- Empieza tan cerca del final como puedas.
Este es un recurso, que por lo general, se ha visto sobre
explotado en el cine y la televisión. Un ejemplo perfecto seria “El
Club de la Pelea” y “Pulp Fiction”. Ambas películas juegan mucho
con esta regla. Pero, también se refiere a comenzar la historia donde
sea importante. Es preferible que una historia comience con la
llegada de una carta o un paquete, a que comience con la selección
del sobre, la pluma o el papel para envolver el paquete. Para mi, es
mucho más atractiva una historia donde un hombre camina a su
ejecución y después te enteras qué fue lo que hizo. Que la misma
historia contada de manera lineal.
58
8.- Dale al lector tanta información como puedas y
lo más pronto que puedas. Al carajo con el suspenso. El
lector debe conocer perfectamente todos los detalles, debe
comprender perfectamente qué está ocurriendo, dónde y por
qué está ocurriendo. De manera, que ellos mismos puedan
terminar tu historia . D eja las últimas páginas para las
cucarachas.
59
calibre
S P
35 mm
ancho antera
Érase una vez en Los Ángeles. Eso es todo lo que sabemos acerca
del tiempo y el lugar. Nada más interesa cuando una historia es
bien estructurada y fundamentada. Los argumentos son sólidos.
Las actuaciones nos complacen desde la más insignificante hasta la
principal. La escenografía echa mano de 23 países utilizados en un
periodo que comprende 4 años.
Esas son sólo unas de las pocas razones que arman una fantasía
cinematográfica. Una narración impresionante del cuento, así como
una visión al mundo del cine clásico y de los tan poco nombrados
actores dobles.
¿Qué es lo que une todos estos elementos? Una niña de 9 años con
un brazo lisiado y un hombre sumido en la desesperación, ansioso de
que la muerte lo recoja.
Le debemos a Tarsem un reconocimiento por haber creado
esta obra visual, que no puede más que definirse como, maravillosa.
Con ayuda de David Fincher (Fight Club) y Spike Jonze (Donde los
monstruos viven) es como llega a América dicho filme.
La historia nos cuenta el accidente, provocado para agradar
a una mujer, de Roy. Un actor doble que ama a la actriz principal
de una película de vaqueros. De una forma poco común, conoce a
Alexandria, una niña a la cual le cuenta la historia de 5 bandoleros en
busca de la cabeza del gobernante Odious, un personaje sumamente
abusivo y déspota.
Es la delgada línea entre la realidad y la fantasía de donde
se sostienen Roy y Alexandria. Pero cuando la línea se revienta, se
comienza a dudar de la estabilidad mental y se conocen las verdaderas
intenciones de cada uno de los individuos.
Tarsem es capaz de llevarnos de la mano entre dos historias,
íntimamente relacionadas. Aquí, lo único que busca es demostrarnos
lo apto que es para crear paisajes con una delicadeza en la cámara,
que simple y sencillamente, resultan difíciles de creer. Ayudado de
un gran equipo técnico, que va desde la mezcla de sonido, hasta la
fotografía, pasando por la dirección de arte y actoral, Tarsem crea
una obra de arte.
60
Es extraño ver a un director de la India que no haga uso de
bailes en sus guiones. Recordemos que este es un elemento tan usado,
que llega a parecer monótono y hasta trillado en las películas de la
India. De igual forma, resulta extraño percibir tanto empeño por
encuadres llenos de colores, con una intensidad capaz de amarrarnos
y hacer que olvidemos los diálogos planos.
Esta es una película con un guión nada tradicional, conversaciones
convencionales y manejos de las cámaras tan específicas y detalladas,
que resulta complicado descubrir los efectos visuales. Es un ejercicio
del cine completo, que engloba hasta el mínimo detalle. Es de ésta
forma como se consigue un filme, que me atrevo a llamar, perfecto.
Pero dejemos de lado las cuestiones técnicas. Es momento de
enfocarnos en el móvil de la película. No importa que haya 5 personas
detrás de un emperador, o una niña en busca de nuevas aventuras,
lo realmente importante es el papel de la mujer en el actor principal.
No por reducir todo a ella, es únicamente para demostrar que
hasta los mejores directores, así como los músicos, pintores, escultores,
escritores y un largo etcétera, sin importar su ocupación, la mayoría
de las veces, son inspirados por las mujeres. Aunque esto nos cueste
dejar de caminar, incluso perder la razón. No hay forma de salvarnos,
a menos claro, de ser homosexual, lo cual implica, tener otros gustos.
Aquí no hay cabida para los azotados. El lugar de los cobardes
ya fue ocupado por individuos dispuestos a aceptar su realidad, la
cual dicta que, por más que traten de negarlo, pertenecemos a ese
gremio, no gobernado, pero si influido por el actuar de las mujeres.
El escribirle al amor lo dejamos para los poetas mediocres que
escriben para vender tarjetitas los catorces de febrero. Aquí se vive y se
siente la poesía, por lo tanto, hacemos del amor por una mujer un estilo
de vida. Un estilo de vida que nos arrastra a la derrota y humillación,
a tal grado que lo único que nos queda, es buscarla constantemente, y
cuando la tenemos, disfrutarla. Por que la derrota es como la felicidad,
dura sólo unos instantes, aunque nos marca por mayor tiempo con
una intensa carga de dolor y amargo sabor de la derrota.
Todo esto se relaciona con el titulo de la película, la caída.
Pero ¿caída de un puente o caída a los brazos de una mujer, o sea,
caída a la derrota?
Altamente recomendable. No para verse con la novia si se
quiere coger a mitad de la película o un domingo para pasar el
tiempo. Este es un filme que debe de verse concienzudamente y
analizarse profundamente al terminar.
Max Rojas Poeta bronco nacido en 1940. Ganador del premio iberoamericano
de poesía Carlos Pellicer 2009 por su poema fractal “Cuerpos”. Se convirtío
en leyenda por un sólo libro “El turno del aullante”, publicado en 1983. Su
obra ha trastocado el ambiente literario de habla hispana. Además es autor
de “Ser en la sombra” (1986). Escribió también la novela inédita “Vencedor
de otras batallas”. Seleccionó y presentó la Antología poética de Renato
Leduc (1991) y ha publicado una serie de artículos periodísticos bajo el
seudónimo de Carlos Manrique. Su voz y su cigarro anuncian su paso.
62
Hortensia Carrasco Nació en Acatlán Puebla. Estudió periodismo en la
ENEP Aragón UNAM, profesión que ha ejercido en diarios como El Nacional
y unomásuno; y en revistas como “México desconocido”. En 1999 obtuvo
el Premio Interamericano de Poesía Navachiste Jóvenes Creadores con el
poemario “Jaulas Ocultas”. También es autora del libro “Ciudad como seca
hierba” y actualmente prepara el libro “Poemas del encierro”.
Eusebio Ruvalcaba Escritor mexicano nacido en jalisco en 1951 cuya
literatura toca y hace trastabillar el alma. Autor de más de una treintena de
libros. Fue galardonado con el premio literario Agustín Yañez por su novela
Un hilito de sangre. Su única preocupación es que lo dejen beber a solas y
en paz, en la última mesa de la última cantina de la ciudad de México o de
cualquier ciudad. Salvo Brahms y las mujeres escotadas, todos sus demás
gustos son intrascendentes.
Jesús Rito García Joven poeta de Oaxaca, se alimenta de las emociones. Los
golpes que la vida le propina parecen destinados a fortalecer su voluntad
poética. Se le lee, y acaso la emoción se desgaja en trozos de congoja y
desconsuelo, o bien de cinismo e ironía
63
Jezreel Salazar Ciudad de México, 1976. Recorre la ciudad en busca de oasis
que le permitan respirar en medio de una urbe al mismo tiempo asfixiante
y entrañable. Su más reciente libro es Sentido de fuga. La ciudad, el amor y la
escritura (México, UACM, 2009), donde compila crónicas, ensayos líricos y
otros derivados. http://jezsalazar.blogspot.com
Eduardo Rivera Nació en algún día del año 84, vive en la ciudad de México
y morirá seguramente en ese lugar. Estudia filosofía en la UNAM y espera
que Oaxaca tenga un equipo de futbol de primera división.
Edgar Pérez Pineda Mejor conocido como “el Acapulco”. (1977). Narrador
de aquellas tierras. Ha ganado premios literarios estatales y publicado en
diferentes medios. Es autor de la novela Vida mía.
64
Los bastardos de la uva, letras de la errancia para trastabillar en las cantinas
Número. 1, es una revista independiente de literatura de publicación
trimestral, editada por Editorial Start/Pro Diseño y producción. Se prohíbe
la reproducción total o parcial. La redacción no se hace responsable por
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