Victor
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Victor
Introducción
Era el verano de 1993, y estaba de regreso en Sarajevo (había ido allí
tres meses antes), en esta ocasión invitada por un productor de teatro
local para escenificar una obra en una de las salas maltrechas de la
ciudad sitiada. Nos habíamos conocido durante mi visita de abril, me
preguntó si estaba interesada en regresar en calidad de directora, le
respondí que sí, claro, con gusto, y él y las demás personas de teatro
que conocí recibieron con entusiasmo la obra que opté por esceni-
ficar: Esperando a Godot, de Beckett. Debería ser superfluo añadir
que la obra iba a ser representada en serbocroata: no se me había
ocurrido siquiera que los actores seleccionados pudieran o debieran
hacer otra cosa. Es verdad que la mayoría sabía algo de inglés, como
parte de los sarajevinos cultivados que vendrían a ver nuestra pro-
ducción. Pero el talento de un actor está inextricablemente unido
a los ritmos y sonidos de la lengua en la cual ha desarrollado ese
talento; y se podía confiar en que el serbocroata era el único idioma
que todo el público dominaba. A los que acaso piensan que huele a
presunción atreverse a dirigir en una lengua desconocida, sólo pue-
do responder que el teatro de repertorio opera en la actualidad con
tantos circuitos internacionales como el repertorio de la ópera desde
siempre. Cuando Arthur Miller aceptó una invitación para dirigir
una representación de Muerte de un viajante en Shanghai hace unos
Con el tiempo, uno va aprendiendo que lo que a veces parece 1. Reiteración de una experiencia de forma cíclica y con cierto
locura puede ser parte de una sabiduría. Carmelo en su “ignorancia” grado de previsibilidad (que coincide con el aporte de Marcelli sobre
me enseñaba que hay algo más allá del contenido del lenguaje: la mú- los macrorritmos):
sica, la melodía, el ritmo, que pueden llegar a ser una forma de sostén
Ritmo viene de rei, que traduce el hecho de fluir. Primitivamente
del ser. La respuesta que me daba Carmelo en mi barrio de infancia
asimilado a una repetición, una pulsación correspondiente al orden
tenía, aunque no lo supiera, un punto de encuentro con la experien- cósmico o biológico, marcado por la recurrencia, el ritmo es enton-
cia que viviera Susan Sontag en Sarajevo. Hay un “talento” que está ces lo que vuelve o hace volver. (Marcelli, 2000, p. 112)
en relación con el ritmo y el sonido de la lengua materna, que forma
parte del itinerario existencial del ser humano y es a su vez seña de Grammont (1967) define el ritmo como constituido por el retor-
identidad de todo emigrante. Pero, asimismo, este universo rítmico, no de los tiempos marcados en intervalos teóricamente iguales.
musical, significante, forma parte esencial de las bases primeras de la Pero esta definición, que parece unilateralmente continua, no
constitución del ser humano, de sus marcas arcaicas de subjetivación. debe dejar de lado la idea de que también desde el ritmo se intro-
Las investigaciones realizadas por Golse (2011) en el Programa duce la discontinuidad, tal como lo sostiene Marcelli (2000) con el
Individualizado de Lengua Española (PILE) muestran cómo el bebé concepto de microrritmos, con la introducción de la sorpresa y lo
entra al lenguaje a través de la música de la voz. Y el psicoanalista
americano Rose (2006), estudiando esta misma situación desde el
ángulo opuesto ‒es decir, acerca de cómo el elemento rítmico y crea-
tivo de un músico tiene relación con la experiencia arcaica, prima- 1. En Francia: B. Golse (2006), R. Roussillon (2001), D. Marcelli (2000), A. Ciccone (2005), G.
ria‒, se pregunta de dónde surge la receptividad estética, y concluye Haag (2005), H. Maldiney (1974), R. Prat (2007), D. Thouret (2004), S. Missonier (2007), A. Brun
(2007), M. Goldbeter (2010), N. Abraham y M. Torok (1978/1987), I. Fónagy (1983), M. Gratier
que puede ser que la compenetración y la empatía emocionales no (2001), entre otros. En el Reino Unido, F. Tustin (1987/1996), C. Trevarthen y M. Gratier (2005).
verbales que caracterizan el interjuego entre el infans y los padres En España: M. Pérez-Sánchez y H. Chbani de Pérez-Sánchez (1998), I. Cabanellas, J. Eslava, C.
constituyan su prototipo, y ubica dentro de esta matriz el sonido y Eslava y R. Polonio (2007).
2. Una forma de organización temporal de la experiencia (“yo 2. Nosotros mismos, en una investigación realizada hace tiempo (Díaz Rossello, Guerra,
Rodríguez, Strauch y Bernardi, 1991), sosteníamos que el ritmo era el organizador de la angustia
tengo mi ritmo para hacer las cosas”) que posee una relación estrecha del bebé en momentos de disconfort, y que el adulto que cuida de un bebé apela básicamente a
con la intensidad (afectos vitales, según Stern, 1985/1991). dos formas de ritmo: básico e interactivo. El ritmo básico apuntaría a una experiencia cercana
a la fusión (con el bebé en brazos), porque mantiene su regularidad con pocas modificaciones y
Sobre este punto, Trevarthen (citado por Álvarez, 1991/2006) señala: rupturas, y es el que utiliza la madre en el momento del dormir del bebé a través del hamacado,
el movimiento del cuerpo que parece danzar y la voz que se suma con vocalizaciones también
rítmicas, por ejemplo, cos canciones de cuna. Es decir que el bebé comparte una experiencia de
¿Cómo podría la mente infantil identificar físicamente a las perso-
una envoltura rítmica que lo calma y transforma su estado de displacer. El ritmo interactivo, por el
nas? ¿Qué características de su conducta funcionan como un diag-
contrario, se caracteriza por un juego de continuidad-discontinuidad, ya que introduce variaciones
nóstico de ellas? La conducta intencional tiene un cierto número de
en el ritmo y apunta a que el bebé esté alerta, atento y coparticipando lúdicamente de su entorno.
¿Por qué escribo esto? No tengo ideas claras, ni siquiera tengo ideas.
Hay jirones, impulsos, bloques y todo busca una forma, entonces en- 3. No voy a desarrollar aquí la dimensión patógena que puede adquirir el ritmo, ya sea como
tra en juego el ritmo y yo escribo dentro de ese ritmo, escribo por él, “falso self motriz” (Guerra, 2001/Inédito) o “procedimientos autocalmantes”, o como parte de
movido por él y no por eso que llaman pensamiento y que hace la los “agarres sensoriales adhesivos” en tanto defensas extremas combinadas; esto, unido a una
prosa, literaria u otra. kinestesia rítmica ‒o, más bien, cadencial‒ por el balanceo del cuerpo o de la cabeza, o bien de la
agitación rítmica del objeto mismo que procura sensación de sobrevida (Haag, 2005).
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