El Arte de Conversar
El Arte de Conversar
El Arte de Conversar
Flora Davis
El lenguaje, sobre todas las otras diferencias, es lo que separa al hombre del resto de los
animales. Sin él, la cultura, la historia, casi todo aquello que hace del hombre lo que es,
serían imposibles. En la conversación cara a cara, sin embargo, el lenguaje se desarrolla en
un marco de comunicación no verbal que es parte indispensable del mensaje. Esto debería
resultar obvio; algunos científicos han llegado a afirmar que el lenguaje hablado sería
imposible sin los elementos no verbales.
Tal aseveración parece algo arriesgada en esta era de teléfonos y máquinas de enseñar.
Evidentemente, se puede intercambiar información con otra persona sin verla; efectuar
citas por teléfono, transmitir noticias y lograr muchos otros objetivos, pero esta
comunicación queda seriamente limitada. Una breve consideración sobre el papel que
juegan los ingredientes no verbales en la conversación puede demostrarlo, y ayudará al
lector a entender cómo se complementan los diferentes elementos de la comunicación.
Toda relación cara a cara, con excepción tal vez de las más fugaces, tiende a buscar su
propio equilibrio. Algunos puntos como la posición relativa de cada uno de los
interlocutores, el grado de intimidad que piensan lograr, el papel que jugará cada uno en la
conversación y los temas que abordarán, se van determinando hasta llegar a un
entendimiento mutuo y sobreentendido. Con frecuencia la selección se realiza aún antes de
que los individuos se encuentren, de manera que cuando lo hacen ya conocen sus
respectivas posiciones: Si un hombre se encuentra con un cuñado en la calle, por lo general
no será necesario renegociar esa relación. Una mujer no mantendrá el mismo tipo de
conversación con el cartero que con su madre, y en cada caso la situación, el papel que le
corresponde a cada uno, está bastante bien definida de antemano.
Uno de los puntos más importantes que se negocian durante los primeros segundos de un
encuentro es el de la posición relativa de cada uno. Los sociólogos enterados de qué es lo
que hay que observar pueden a veces identificar fácilmente a la persona que ejercerá
predominio en el grupo. El individuo alfa- término etológico para el líder del grupo- habla
más y con mayor decisión, e interrumpirá la conversación más a menudo. El resto de los
presentes parece mirarlo más que a los demás, y sus gestos serán más vigorosos y
animados. En negociaciones de predominio probablemente adoptará una actitud relajada,
con la cabeza levantada y expresión seria; otros demostrarán sumisión bajando la cabeza y
sonriendo con sonrisa nerviosa y apaciguante. Alfa también tratará de demostrar su
La comunicación no verbal
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predominio haciéndole bajar la mirada a otra persona; en general, tendrá más espacio ocular
y probablemente su “ burbuja” personal será mayor.
pérdida de un ser querido y otro que acaba de ganar un gran premio a la lotería, y se
comprenderá lo que quiero decir. Las emociones son contagiosas, y si se les da un cierto
lapso para asimilarlas, cada uno de los participantes comenzará a absorber algo de la
coloración emocional del otro.
Las señales no verbales definen también los papeles que le tocará jugar a cada uno.
Tratamos a las personas de manera distinta según su sexo, edad y clase social; también nos
comportamos de acuerdo con lo que se espera de nuestros propios papeles. Algunas
personas desempeñan el suyo de manera obsesiva y nunca varían su comportamiento, sea
cual sea la situación. Hay mujeres que constantemente parecen cortejar a los hombres; o,
para emplear alguno de los ejemplos de Birdwistell, el médico que insiste en hacer de
médico en una reunión social: por su porte, su manera de moverse y meterse en el espacio
ajeno, parece empeñado en que se le pregunte cuál es su ocupación; si eso no ocurre, él lo
dirá de todos modos. También se da el caso de la maestra recordada y querida de nuestra
infancia, que nos demostrará al visitarla, al cabo de muchos años, que no puede dejar de
actuar como tal. Hablará con demasiada precisión para una persona corriente y su porte
será algo exagerado.
Hemos repasado tan sólo algunas de las formas en que los seres humanos se comunican
entre sí de manera no verbal cuando están frente a frente. Si nos detenemos a pensar en lo
mucho que se expresa fuera de la conversación verbal normal, nos extrañará quizá que la
gente se preocupe tanto por lo que se dice. Aparentemente, los primates no humanos no
tienen problema en comunicar sus emociones e intenciones mediante expresiones faciales,
posturas, gestos y gritos característicos. Michael Argyle ha sugerido que el lenguaje es
innecesario para transmitir emociones y actitudes, y que debe haberse desarrollado para
otros fines; probablemente para comunicar hechos producidos a distancia y para referirse a
objetos ausentes. Claro está que luego se ha hecho extensivo a sucesos más inmediatos,
pero Argyle sugiere que no es la forma más efectiva de hacerlo.
ante ellas, podemos caer en muchos errores: llegar a la conclusión de que la otra persona
está enfadada cuando en realidad no lo está, transmitir nuestra desaprobación sin intención
y no indicarlo con suficiente claridad cuando queremos, y así sucesivamente.
Hace algunos años, un estudio realizado por Adam Kendon (descrito en el capítulo 9)
reveló que el comportamiento visual forma parte de este código de señales. Durante una
conversación entre dos personas, el que habla mira a su interlocutor cada tanto y luego
vuelve a mirar hacia otro lado; estas miradas hacia otro lado duran tanto como las de
contacto. Al llegar al final de su declaración, mira a su interlocutor durante un lapso más
prolongado, y esto aparentemente le indica al otro que esté listo para tomar la palabra.
Estudios más recientes han demostrado que existe toda una serie de indicadores para tomar
la palabra. El profesor de la Universidad de Chicago – Starkey Duncan Jr.- realizó un
trabajo con dos video-tapes de conversaciones: una entre un terapeuta y un posible paciente
y la otra entre el mismo terapeuta y un colega. En cada caso, Duncan efectuó un análisis
exhaustivo de los primeros diecinueve minutos de la filmación. Tardó casi dos años
académicos de transcribir el comportamiento verbal y no verbal, pero al terminar había
hallado indicadores para la toma de la palabra en movimientos corporales, en lo que se
decía y en la forma de decirlo.
Observando lo que decía, descubrió que cada interlocutor empleaba frases estereotipadas
concretas para indicar que no estaba listo a ceder la palabra. Parecían poco claras y
definidas- “pero...”, “algo así...” o “ya sabe usted..”- y con frecuencia se modulaban en
un tono de voz que parecía desprenderse del párrafo expresado. También se notaron claves
gramaticales, como formular una pregunta al interlocutor. Duncan descubrió que, en
La comunicación no verbal
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general, cuando el que habla completa su declaración, su tono de voz se eleva (como al
formular una pregunta) o baja. Una ligera carraspera, una cierta pesadez, una disminución
en el volumen, son todos síntomas claros de que le corresponde a la otra persona tomar la
palabra.
En cuanto a los movimientos corporales, las señales consistían en parte en gestos detenidos
o relajados. Si el individuo había estado gesticulando, sus manos se quedaban quietas. Si
apretaba los puños o mantenía los tobillos flexionados, había un visible cese de la tensión.
Volvía la cabeza hacía su interlocutor y la mantenía así. Duncan no registró el
comportamiento visual porque es demasiado difícil de juzgar a través de un video-tape. No
obstante, cree que en su estudio la dirección de la mirada coincide probablemente con la
dirección de la cabeza. Parece ser que todos nosotros aprendemos desde la más tierna
infancia que cuando dirigimos nuestra cabeza hacia otra persona, ésta reacciona como si la
estuviéramos mirando.
Por lo general, era necesario un grupo de tres indicadores simultáneos o muy seguidos para
que el mensaje llegara al destinatario, y aún así había ocasiones en que ambos
interlocutores hablaban al mismo tiempo. Duncan cree que el sistema de distribución de
turnos, como casi todos los demás, es susceptible de interferencias externas. Si el nivel de
ruido ambiental es alto, si se trata de un tema delicado, si uno de los individuos se pone
nervioso y empieza a no captar las señales, el sistema se interrumpe.
Parece razonable pensar que el sistema de distribución de turnos debe incluir señales de que
el orador retiene el uso de la palabra. Duncan encontró una de esas claves, que parece
producirse cuando el orador está caso listo para dejar de hablar, pero no del todo: se
iniciaba entonces una secuencia de señales en ese sentido, pero al mismo tiempo se seguía
gesticulando con las manos hasta haber completado todo lo que se quería decir.
Algunas veces, el oyente nota que se aproxima su turno de hablar pero prefiere no hacerlo;
en ese caso se comunica por lo que Duncan denomina “canal de vuelta”. Asintiendo con la
cabeza, con murmullos de aprobación o aún tratando de completar la frase al unísono con el
que tiene la palabra, le indicará a éste que continúe hablando. Si hace alguna pregunta
para aclarar algún punto o reafirma brevemente lo que el otro acaba de afirmar, el mensaje
será el mismo.