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15.2. Franquismo 1957-69

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15.2/ LA DICTADURA FRANQUISTA 1.957-1.969.

LA
CONSOLIDACIÓN DEL RÉGIMEN FRANQUISTA. LAS
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS: DE LA
AUTARQUÍA AL DESARROLLISMO. LOS CAMBIOS
SOCIALES.
En los años 60 España vive una profunda transformación económica y social,
basada en una rápida industrialización y urbanización del territorio. Estos cambios no se
vieron acompañados de una evolución similar en el ámbito político.

LA CONSOLIDACIÓN DEL RÉGIMEN FRANQUISTA.


La vieja ideología del nacional-sindicalismo comenzó a quedar totalmente anacrónica
y obsoleta en una España que comenzaba a hacer del desarrollo económico y del
industrialismo la ideología oficial del Estado.
La entrada dentro del aparto del Estado de nuevas generaciones de políticos, los
llamados tecnócratas, fue desplazando progresivamente falangistas, carlistas y
tradicionalistas, dando al régimen una nueva orientación. Fue el quinto gobierno
nombrado por Franco en 1957 el que pone de manifiesto por primera vez el cambio en
la correlación de fuerzas entre las diferentes "familias" del régimen. De los 18
miembros anteriores se cambiaron 12 y la gran novedad fue la entrada de un núcleo
importante de miembros del Opus Dei.
En el plano político, por lo tanto, los principales puestos del gobierno lo alcanzaron
los llamados tecnócratas, muy vinculados al Opus Dei y que buscaban la legitimación
del régimen autoritario en virtud al desarrollo y el bienestar alcanzado en el país.
Proponían liberalizar la economía para modernizar el país, pero mantenían intactos los
principios autoritarios y ultracatólicos del régimen. Laureano López Rodó es una de las
figuras más representativas de la tecnocracia.
El régimen para perpetuarse tomaba el camino de una supuesta liberalización y una
eficacia administrativa, llegándose a crear la “democracia orgánica” donde la
representatividad popular estaba totalmente limitada y controlada. Democracia orgánica
es el nombre que dio el franquismo al sistema de representación indirecta fijado por la
Ley Orgánica del Estado (1.967), por el que las unidades naturales de convivencia,
familia, municipio y sindicato, elegían sus representantes a Cortes. En el fondo se
trataba de buscar una limpieza ante el exterior de la imagen del país mediante un
sufragio muy limitado para elegir un tercio de los miembros de las Cortes, el llamado
tercio familiar.
Por otro lado, la continuidad del sistema después de la muerte de Franco se vio
asegurada cuando las Cortes aceptaron, en 1969, al príncipe Juan Carlos como sucesor a
la jefatura del Estado con el título de rey.
Un aspecto notorio de estos años es el intento aperturista que supone la aprobación
en 1966 de la Ley de Prensa (Fraga) que suprimía la censura previa, aunque mantenían
rígidos controles sobre todo lo que se publicaba. La Ley de Libertad Religiosa (1967)
y la Ley de Educación (1970) completaron este proceso reformista con la voluntad de
aminorar las discriminaciones por motivos religiosos y hacer más asequible la
educación a las clases más humildes.

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La oposición política al régimen crecía dentro del país y empiezan a actuar
partidos (socialistas, comunistas...) y sindicatos (comisiones Obreras...) en la
clandestinidad. Nacen grupos radicales, como ETA (1.961), que derivaron hacia
actividades terroristas.
En este momento incluso empieza a contestarse al régimen desde dentro y se hace
manifiesta la oposición de grupos que habían colaborado con Franco, como los
monárquicos y democristianos. La Iglesia católica, influida por las nuevas corrientes
más progresistas del Concilio Vaticano II, empezó a distanciarse del régimen y a exigir
mayores libertades públicas.
El hecho de que el crecimiento económico no se viese acompañado de una mayor
liberalización política provocó la aparición de una progresiva conflictividad en
muchos sectores políticos y sociales. Desde 1.964 las protestas se dejaron oír en
diferentes ámbitos: universidad, huelgas obreras, Iglesia, nacionalismos vascos y
catalanes...
La oposición fue duramente reprimida: se crearon tribunales especiales,
integrados por militares, para los considerados delitos políticos (opinión, asociación o
manifestación), se expedientó a profesores universitarios y se clausuraron
universidades, y se decretaron numerosos “estados de excepción”, en los que quedaban
suspendidas incluso las escasas libertades permitidas por las leyes franquistas.

LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS: DE LA


AUTARQUÍA AL DESARROLLISMO.
A finales de los 50 era evidente que la política económica de la autarquía había
fracasado. Entre 1957-1959 la vida había subido un 40%, el déficit comercial había
alcanzado cifras astronómicas y las reservas de oro habían caído un 70% en cuatro años.
Era evidente que la economía española necesitaba una orientación que abriese las
puertas de la modernización y superase las dificultades.
En la base de los cambios está el éxito del Plan de Estabilización de 1.959 que
supone la ruptura con el modelo autárquico, la disminución del intervencionismo
estatal, la adopción del capitalismo liberal como modelo económico y la
integración de la economía española en el ámbito internacional.
Se trata de un decreto-ley de ordenación económica diseñado por los tecnócratas
del Opus Dei, que habían accedido al gobierno en 1957, con la colaboración de las
principales organizaciones económicas internacionales (Fondo Monetario Internacional,
Banco Mundial...) y contó con el apoyo de la burguesía industrial y financiera española.
El Plan incluía la devaluación de la peseta a fin de facilitar el aumento de las
exportaciones y eliminar el déficit de la balanza de pagos, contener la inflación
mediante la congelación de salarios, limitar el gasto público y facilitar la entrada de
capital extranjero.
Los efectos no se hicieron esperar y ayudado por la excelente coyuntura económica
internacional se inicia un periodo de espectacular crecimiento del PIB (con tasas
anuales en torno al 7%) que permitió elevar los niveles de renta por encima del 100%,
con una rápida industrialización, el inicio de la actividad turística y la instalación de
empresas multinacionales animadas por los bajos costes salariales y la nula
conflictividad social.
El Estado sigue interviniendo en economía a través de los Planes Cuatrienales de
Desarrollo que buscaban articular el crecimiento industrial y promover el desarrollo de
las áreas más atrasadas del país. Los gobiernos tecnócratas buscaban planificar el

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crecimiento económico armonizando las actuaciones del sector privado y las estatales
creando nuevas áreas industriales allá donde no existían y donde la población disponía
de bajas rentas. Estos, basados en los incentivos fiscales y en las ayudas estatales,
tuvieron un resultado bastante inferior al previsto.

LOS CAMBIOS SOCIALES.


Tras los duros años de la posguerra, en los que la sociedad española había quedado
anclada a un tipo de sociedad arcaica, los años sesenta presenciaron un acelerado
cambio social.
La sociedad modifica profundamente sus estructuras tomando los rasgos de una
sociedad industrial:
o Masivo éxodo rural.
o Aumento de la renta y por tanto de la demanda del mercado interior,
o Descenso de la población activa en el sector primario y aumento en el
secundario y el terciario, lo que supone la ampliación de las clases medias y de
la clase obrera urbana.
o Cambio de mentalidad y costumbres, inevitable en una sociedad que se abre ante
los estímulos exteriores e inicia una evolución en sus estructuras familiares,
ideológicas y culturales.
o Fuerte incremento de la población. A la vez que se reducía la tasa de
mortalidad, la tasa de natalidad se mantuvo en valores muy altos e incluso
aumentó.
o El crecimiento demográfico y el éxodo rural provocó un enorme déficit en
vivienda que trató de resolverse mediante grandes operaciones inmobiliarias en
las ciudades españolas. Estos nuevos barrios nacieron a menudo sin
equipamientos sociales y urbanos básicos.
Durante estos años fue cuando nace una sociedad de consumo y clases medias. Una
parte considerable de las familias empezaron a adquirir los nuevos objetos de consumo
de masas (televisores, frigoríficos, automóviles), a imitar las nuevas formas europeas de
ocio (vacaciones, segunda residencia) o a hacer viable que sus hijos realizasen estudios
superiores.
Una de las realidades más visibles de la nueva España que nacía era el
despoblamiento de las áreas rurales y el enorme crecimiento de la población urbana,
especialmente en las zonas industriales (Madrid, Barcelona, País Vasco) y del litoral
mediterráneo, donde se localizaba el turismo, la nueva y creciente actividad económica
de los años sesenta.
La renovación de la Iglesia Católica en el Concilio Vaticano II propició el
alejamiento en tre la Iglesia y el régimen franquista. Las tensiones fueron crecientes
entre los que habían sido estrechos aliados y a la par surge una progresiva relajación de
la importancia de la Iglesia.

Uno de los principales problemas derivados del cambio económico fue el aumento
del paro, que pudo convertirse en un elemento desestabilizador de la dictadura, pero la
emigración hacia Europa palió el problema e incluso tuvo su dimensión positiva al
implicar una importante entrada de divisas. Más de un millón de españoles se
desplazaron a Francia, Alemania, Suiza, Bélgica y otros países europeos para
desempeñar los trabajos que no querían los nativos.

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