El Huevo Del Dragón
El Huevo Del Dragón
El Huevo Del Dragón
Huevo del
dragón
Saga de los Cheela - 1
ePUB r1.1
arthor 14.06.13
Título original: Dragon's Egg
Robert L. Forward, 1980
Traducción: José María García Grimalt
Ilustracion de cubierta: Óscar H. Chichoni
EXPERIMENTOS ACTIVOS
Radio de baja frecuencia
Monitor solar de infrarrojos
Telescopio de rayos X (en espera)
FECHA: DOMINGO, 15 DE
AGOSTO DE 2032
Paso–Rápido se estaba fatigando.
Sólo confiaba en que el Ligero se
cansara más aprisa. El Ligero era mucho
más veloz que él, pero su cerebro era
más lento y parecía que nunca aprendía
de sus repetidos fracasos en intentar
atraparle. Esta bestia en concreto había
acosado a su clan durante los tres
últimos giros del cielo, y el clan se
había visto obligado a retirarse hasta
una agrupación de rocas que frenaba las
acometidas del Ligero. Lo único que
podían hacer era esperar que la enorme
bestia se cansara y se retirara, o bien
que atrapara a uno de ellos en campo
abierto, como Paso–Rápido, que ya
empezaba a arrepentirse de su intento de
coger un fruto comestible de una planta
próxima.
Vigiló atentamente con seis de sus
ojos la táctica del Ligero, que se
desplazaba laboriosamente por el difícil
terreno hasta encontrarse justo al este o
al oeste de su presa. Una vez allí,
empezaría a acelerar, rápidamente,
cortando hacia él con su largo y estrecho
cuerpo doblado sobre su caparazón. Al
aproximarse, se abriría su buche, grande
y ardiente, y de debajo de cada uno de
los cinco ojos que rodeaban la abierta
boca saldría un largo y afilado colmillo
de cristal.
Paso–Rápido sabía lo afilados que
eran esos colmillos porque tenía uno
guardado en una bolsa de herramientas
de su cuerpo. Había recogido este
colmillo de la maltrecha carcasa de un
Ligero que resultó perdedor en una lucha
de apareamiento, y lo había usado para
cortar la moribunda carroña que él y su
clan disfrutaron como un suplemento de
su dieta de frutos.
El Ligero lanzó su acometida. Paso–
Rápido esperó hasta que el Ligero hubo
montado su ataque, y entonces,
encogiendo su flexible y opalescente
cuerpo, cargó hacia el terreno difícil con
toda la velocidad que sus músculos
podían generar. El Ligero se desplazaba
tan de prisa que no pudo cambiar su
dirección. Pero estuvo cerca: uno de los
ojos de rastreo de Paso–Rápido guiñó
cuando un colmillo arañó su tallo de
soporte.
Cuando el Ligero frenó su acometida
y giró para atacar de nuevo, Paso–
Rápido empezó a perder las esperanzas.
Pronto uno de esos agudos colmillos le
abriría un boquete, y a la siguiente
pasada el Ligero acabaría con él.
Pero de repente, Paso–Rápido tuvo
una idea: él también tenía un colmillo.
Vigiló al Ligero mientras cambiaba de
posición a lo lejos e iniciaba su
acometida. Sin perder tiempo, modeló
un trozo de su piel en forma de corto
sarmiento y lo introdujo en la bolsa de
herramientas para sacar el colmillo.
Alargó el sarmiento hasta convertirlo en
un fuerte manipulador, reforzado con un
grueso hueso central de cristal, y con el
resto de su cuerpo cargó de nuevo hacia
el terreno difícil. Esta vez dejó una parte
de su cuerpo en la trayectoria del
Ligero. Esa parte era el grueso
manipulador que sostenía el colmillo.
Paso–Rápido notó una sacudida, y
entonces sus ojos brillaron al ver que el
Ligero tropezaba y se detenía, con los
colmillos apretando su flanco, por
donde sus jugos vitales se derramaban
sobre el caparazón.
Paso–Rápido miró con temor el
colmillo que sostenía en su manipulador.
Ambas cosas estaban cubiertas con
fragmentos de los que goteaba un
reluciente jugo. Los chupó para
limpiarlos y disfrutó del insólito sabor
de la carne y del jugo frescos. Se acercó
al Ligero, que aún se estremecía.
Guardando cuidadosamente la distancia,
contempló cómo se iba debilitando. Por
fin, se sintió más atrevido: colocó el
manipulador con su colmillo sobre el
centro del alargado cuerpo de su presa y
golpeó. La aguda punta se hundió
profundamente. El Ligero, herido en su
nudo cerebral, se estremeció y quedó
reducido a un montón de carne.
Alzó el colmillo y golpeó de nuevo.
Se sintió bien.
¡Era más poderoso que un Ligero!
¡Nunca una de estas bestias volvería a
aterrorizar a su pueblo!
El colmillo golpeó de nuevo, y otra
Vez, y otra…
FECHA: VIERNES, 5 DE
NOVIEMBRE DE 2049
Pierre Carnot Niven flotaba frente
de la consola de la cubierta científica de
la lancha interestelar San Jorge. Era un
hombre joven, delgado, que, tiraba de la
punta de su cuidadosamente recortada
barba, pensativo, mientras controlaba
las actividades que se desarrollaban en
el cinturón de asteroides que rodeaba a
la todavía lejana estrella llamada Huevo
del Dragón.
«Para mí, aún es “La Estrella de
Mamá”», pensó Pierre al recordar los
años de su niñez: su padre lo tenía en
brazos, estaban en el prado para asistir
al lanzamiento de la primera sonda
interestelar que iba a explorar la estrella
de neutrones que su madre había
descubierto.
Hubo rumores de «favoritismo»
cuando resultó elegido jefe científico
del equipo de exploración de Huevo del
Dragón, pero ninguno de los que
murmuraban se hallaba tan motivado
como él. Estaba tan convencido de que
el descubrimiento de su madre nunca
recibió el reconocimiento científico
merecido, que había dedicado toda su
vida a corregir este supuesto error. No
sólo consiguió ser el primer experto del
mundo en física de las estrellas de
neutrones, sino que además se esforzó
por convertirse en un escritor de
divulgación científica para que todo el
mundo, y no sólo unos cuantos
científicos, pudiera conocer los logros
del hijo de Jacqueline Carnot. Pierre
había tenido éxito, puesto que su
habilidad para transmitir los conceptos
científicos, a cualquier nivel, le llevó a
ser elegido jefe y portavoz de la
expedición. Ahora las habladurías,
explicaciones y propagandas quedaban
atrás, y el científico que había en Pierre
había tomado el mando.
A la expedición le faltaban aún seis
meses para llegar a Huevo del Dragón,
pero era ya tiempo de iniciar las
actividades de las sondas automatizadas
que el San Jorge había enviado como
avanzadillas. Todavía quedaba mucho
trabajo por hacer antes de que pudieran
ver de cerca a la estrella. Ya habían
hallado e identificado los cuerpos
asteroidales de los alrededores de la
estrella de neutrones que pudieran
necesitar; lo que faltaba podía realizarse
fácilmente con inteligencia robótica o
humana.
La mayor de las sondas era en
realidad una factoría automatizada, con
una producción muy poco habitual:
monopolos. Ya transportaba a bordo
algunos monopolos, tanto del tipo
positivo como del negativo. Éstos no
tenían el carácter de producción, sino el
de material de semilla necesario para
poner en marcha la factoría de
monopolos. La sonda–factoría se dirigió
hacia el primero de los grandes
planetoides de níquel–hierro que el
intenso campo magnético de la estrella
de neutrones había primero frenado y
luego capturado durante su periplo.
Empezó por prepararse el
emplazamiento, mientras las otras
sondas se dedicaban a la tarea de
obtener el suministro de energía
necesario para el funcionamiento de la
factoría de monopolos. Esta energía
debía ser tan grande que resultaba
imposible que la sonda–factoría cargase
con el combustible preciso. Lo cierto
era que los niveles de potencia que iban
a utilizar excedían de la capacidad
conjunta de todas las plantas de energía
de la Tierra, Colonias, Luna, Marte,
asteroides y puestos científicos
avanzados.
La potencia eléctrica requerida
estaba por encima de la capacidad de
todo el sistema solar, pero esto era así
porque no se contaba con la fuente
energética adecuada. El Sol había sido
(y todavía lo era) muy generoso en su
emisión de energía, pero hasta entonces
la mejor manera de transformar esta
energía radiante en electricidad, ya
fuese mediante células solares o
quemando energía solar fósil para hacer
girar un campo magnético frente a una
bobina en un generador, era aún muy
limitada.
Allí, en Huevo del Dragón, no tenían
necesidad de las células solares ni de
los motores térmicos, porque la estrella
de neutrones, debido a su rápido giro y a
su fuerte campo magnético, era a un
tiempo la fuente de energía y el rotor de
una dinamo. No faltaban más que los
alambres (el bobinado) para convertir
en corriente eléctrica la energía del
campo magnético giratorio.
La función de las sondas menores
consistía en tender cable. Empezaban en
la factoría, y tendían un delgado cable,
muy largo, formando un gran bucle que
rodeaba por completo a la estrella, pero
lo bastante alejado de ella como para
ser estable durante los pocos meses que
duraría la necesidad de potencia. Dado
que eran precisos un billón de
kilómetros de cable para, desde la
posición del material asteroidal, poder
dar una vuelta completa a la estrella,
debería ser un cable muy especial; y lo
era. Los cables utilizados eran conjuntos
de hebras de un polímero
superconductor. Aunque cerca de la
estrella de neutrones hacía calor, no
existía la necesidad de refrigeración
para mantener la superconductividad,
porque el polímero mantenía esta
propiedad hasta casi su punto de fusión,
unos 500 °C.
Los cables se hicieron más y más
largos, y empezaron a reaccionar a las
líneas del campo magnético de la
estrella, al que cortaban diez veces por
segundo (cinco cortes del campo
magnético positivo que emanaba del
polo este de la estrella de neutrones,
intercalados entre cinco cortes del
campo magnético negativo
correspondiente al polo oeste). Cada
vez que se atravesaba el campo, se
inducía una corriente en el cable
causando un exceso de carga en las
sondas. Mientras daban la vuelta, las
sondas pulsaban con descargas azules y
rojas en forma de corona, primero
positiva y luego negativa, y así
sucesivamente. Puesto que debía hacerse
durante un paso por cero de la corriente
alterna inducida, la conexión final del
cable para cerrar el circuito requería
precauciones especiales. Pero para unas
sondas semiinteligentes, que disponían
de motores cohete a fusión fraccional
relativista, una centésima de segundo era
muchísimo tiempo.
Cuando se conectó la fuente
energética a la factoría, empezó la
fabricación. Fuertes campos magnéticos
alternativos empujaban atrás y adelante
los monopolos–semilla con altísima
energía a través de un trozo de materia
densa. Las colisiones de los monopolos
con los núcleos densos se producían a
un nivel energético tan alto que se
formaban en profusión pares de
partículas elementales, incluyendo pares
de monopolos. Éstos eran despojados de
los residuos originados durante el
proceso y trasladados fuera de la
factoría, mediante ajustados y precisos
campos magnéticos y eléctricos, para
ser inyectados en el siguiente asteroide.
Los monopolos entraban en el asteroide
y a su paso por los átomos reaccionaban
con los núcleos, desplazando los
electrones más exteriores. Un monopolo
no gira en órbita alrededor de un núcleo
como lo haría un electrón, sino que gira
formando un anillo, que origina un
campo eléctrico que retiene las cargas
de los núcleos, y a su vez los núcleos
giran en un anillo subsidiario, lo que
origina un campo magnético que atrae a
la carga magnética del monopolo.
Con la pérdida de los electrones
exteriores, que determinan su tamaño,
los átomos se hacen menores, y la roca
que conforman resulta, en consecuencia,
más densa. A medida que más y más
monopolos entraban en el centro del
asteroide, el material de éste se
convertía en denso monopolium. Los
núcleos de los átomos originales seguían
allí, pero ahora con monopolos
orbitando a su alrededor. La densidad
crecía hasta aproximarse a la de una
estrella de neutrones. Conforme
aumentaba la cantidad de materia
transmutada dentro del asteroide, el
campo gravitatorio originado por la
materia condensada se iba haciendo
mayor, y en un momento dado empezó a
colaborar en el proceso, eliminando por
aplastamiento las órbitas externas de
electrones de los átomos que sólo en
parte se habían convertido en
monopolium, reduciéndolos a
dimensiones nucleares. Cuando
transcurrió un mes, el proceso se había
completado: el asteroide de 250 km de
diámetro era ahora una esfera de 100 km
de diámetro con un núcleo de
monopolium, una capa más exterior de
materia degenerada cuya densidad era la
de las estrellas enanas blancas, y una
reluciente corteza de materia normal
parcialmente colapsada.
Tras efectuar la transformación del
primer asteroide, la factoría empezó con
el segundo, que se encontraba situado en
el sitio adecuado gracias a una sonda
«pastora», que había iniciado este
trabajo algunos meses antes. El proceso
se repitió una y otra vez, hasta lograr
una colección de ocho asteroides densos
que giraban alrededor de la estrella de
neutrones: había dos grandes y seis
menores, bailando lentamente unos
alrededor de los otros mientras se
desplazaban en sus órbitas. Se les
mantenía en esta configuración estable
mediante tracciones desde las sondas,
que utilizaban campos magnéticos
originados por un conjunto de
monopolos situados en la proa, para
desde lejos poder tirar o empujar
aquellas ultradensas y calientes masas
con carga magnética.
Las sondas, «apacentando su
rebaño», esperaron pacientemente la
llegada del San Jorge. A medida que los
humanos se acercaban a la estrella de
neutrones, las sondas «pastoras»
aumentaron su actividad: tirando aquí y
empujando allí consiguieron que los dos
asteroides mayores se aproximaran entre
sí. Cuando los superfuertes campos
gravitatorios de los asteroides actuaron
uno sobre el otro, éstos giraron a
velocidad cegadora y partieron en
direcciones opuestas en órbitas muy
elípticas, que se volverían a encontrar
algunos meses después en un punto
mucho más cercano a la estrella de
neutrones.
VOLCÁN
FECHA: 14:44:01 MG;
DOMINGO, 22 DE MAYO DE 2050
Pétalo–Roto escurrió su alargado
cuerpo por las hileras de plantas–pétalo,
mientras con sus tentáculos palpaba con
ansiedad los frutos que maduraban en la
parte inferior de las plantas. En su
subconsciente iba contando los frutos
conforme avanzaba, pero no en términos
de números, porque sus conocimientos
matemáticos no pasaban de: uno, dos,
tres, muchos.
Aunque Pétalo–Roto no podía
contar, era muy hábil para comparar
magnitudes grandes. Sabía que algunas
veces lo que parecía ser «muchos
frutos» no bastaba para alimentar a todo
el clan, porque eran «muchos» y siempre
estaban hambrientos. Mientras seguía
moviéndose y palpando, los «muchos
frutos» que tenía en mente iban
aumentando y, a medida que aumentaban,
su ansiedad por los «muchos» que
formaban el clan iba disminuyendo.
Cuando llegó al final del último surco
percibió que el camino añadía un juvenil
traqueteo al fluir de su suave
movimiento. Dejó que su opalescente
cuerpo recobrara su forma normal,
elipsoidal y aplanada, y observó la
cosecha con orgullo. Las plantas–pétalo
eran altas. Le hubiera gustado
contemplarlas todas a la vez, pero se
conformaba con poder descansar en un
extremo y mirar con sólo cuatro de sus
doce ojos rojos por entre las hileras de
surcos, que había conseguido que el clan
excavara sólo tras muchos esfuerzos.
Pétalo–Roto recordaba cuando,
muchos giros de las estrellas antes, se
había encontrado con Flor–de–Dragón,
que llevaba en su manipulador un cristal
de dragón roto.
—¿Qué estás haciendo, Anciana? —
preguntó Pétalo–Roto.
—Estoy cansada de vagar por las
tierras salvajes en busca de una planta–
pétalo a la que nadie haya vaciado aún
de frutos —respondió ella—. Voy a
plantar mis propias plantas, aquí mismo,
al lado de mi pared.
Dejó el cristal de dragón clavado en
la corteza, y se escurrió hacia abajo
para mostrarle lo que estaba haciendo.
Al mismo tiempo, los fuertes huesos
cristalinos de su manipulador se
disolvieron, y los músculos y la piel que
habían estado cubriendo aquel apéndice
articulado se retrajeron al interior de su
cuerpo hasta que la superficie quedó
lisa.
—¿Por qué haces estos agujeros,
Anciana? ¿Cómo puede esto
proporcionarte tus propias plantas–
pétalo?
—Tal vez sea vieja —le contestó—,
pero todavía puedo ver y recordar bien.
La última expedición de caza de los
jóvenes viajó tan lejos que pudieron
encontrar algunas plantas–pétalo que
nunca antes habían sido cultivadas.
Trajeron todos los frutos que pudieron
cargar. Algunos estaban maduros y eran
una delicia, otros que parecían buenos,
al abrirlos resultaban blandos, pero las
semillas de su interior eran duras.
Naturalmente, por ser una Anciana, me
correspondieron los frutos más que
maduros. Comí tantos como pude (el
sabor no es tan malo cuando te has
acostumbrado), pero las semillas que
contenían eran tan duras que las escupí.
—Recuerdo esa cacería —afirmó
Pétalo–Roto—. No vimos ni señal de un
Deslizante Lento, ni siquiera de un
Escurridizo, pero con las plantas–pétalo
intactas nos desquitamos.
Flor–de–Dragón prosiguió:
—Un giro, advertí que una de las
semillas había rodado hasta una grieta
de mi pared y que había un pétalo
pequeño que crecía en ella. Lo vigilé
giro tras giro, viendo cómo crecía y
crecía. ¡Se convirtió en una planta–
pétalo! Me sentí llena de felicidad.
Podría tener mis propias plantas al lado
de mi puerta. Soñaba que podía
recolectar frutos siempre que lo deseara,
sin tener que recorrer largas distancias.
Tal vez podría incluso esperar y tener
todo un fruto maduro para comer yo
sola, como en los viejos tiempos,
cuando era joven y valiente y salía en
las expediciones de caza.
Los ruidos de comunicación se
volvieron tristes mientras proseguía:
—Pero las piedras de la pared
desviaron a un lado la planta–pétalo,
que al fin cayó y murió. —Luego añadió
—: Vigilé las otras semillas, pero
ninguna llegó a ser una planta–pétalo.
Sólo estaban allí, bajo el cielo, y no
pasaba nada. Hace ya muchos giros, al
no tener nada mejor que hacer, limpié mi
despensa, y el montón de suciedad,
pieles de frutos y nódulos de Deslizante
Lento, lo eché más allá de la puerta. El
montón cubrió una de las semillas. ¡Más
tarde vi que había empezado a crecer
convirtiéndose en una planta–pétalo! —
Señaló con sus ojos–tallo y concluyó—:
Es aquella de allí.
Los ojos de Pétalo–Roto siguieron la
indicación y pudo ver una pequeña
planta que crecía en un rincón de una
montaña de basura en descomposición.
La planta era aún muy pequeña, lo
suficiente para que él pudiera mirar
desde arriba su cóncava cara superior,
enfriada hasta el rojo oscuro por el
negro cielo que la cubría, mientras la
abultada cara inferior de la estructura de
la hoja dentada reflejaba el saludable
resplandor amarillo de la corteza.
—Pronto será grande —aseguró
Flor–de–Dragón—. Ya puedo ver la
hinchazón de algunos frutos, en la cara
inferior.
Algunos pensamientos afluyeron a la
mente de Pétalo–Roto mientras
observaba a la planta con su promesa de
alimento. Pero en concreto uno de los
pensamientos le hacía sentirse de una
manera curiosa, como nunca se había
sentido antes. Era la chispa de la
inspiración.
—¡Anciana, he pensado algo nuevo!
¡Tomemos todas las semillas duras que
podamos encontrar y pongámoslas
debajo de montones de basura que
sacaremos de nuestros almacenes! ¡Las
semillas se convertirán en plantas–
pétalo, y nosotros tendremos todos los
frutos que necesitemos!
Flor–de–Dragón descansó un
momento, rehizo su manipulador y
empuñó su trozo roto de cristal de
dragón.
—Estás equivocado, Pétalo–Roto —
respondió—. Las semillas no necesitan
basura. Mi primera planta–pétalo no
estaba enterrada en la basura: estaba en
un agujero de mi pared. Es evidente que
lo que quieren las plantas–pétalo es ver
el cielo. Mientras las semillas están
fuera, en la corteza, donde pueden ver el
cielo, son felices y no crecen. Pero si
les quitas el cielo, se sienten
desgraciadas y rompen su dura cubierta
y crecen hasta que consiguen verlo. Eso
es lo que estoy haciendo con este cristal
roto. Utilizo la punta aguda para hacer
un pequeño agujero en la corteza. Pongo
la semilla en el hoyo y la tapo para que
no pueda ver el cielo. La semilla
entonces se sentirá desgraciada y
empezará a empujar hacia arriba hasta
que logre ver otra vez el cielo, sólo que
ya será una planta–pétalo en vez de una
semilla.
Pétalo–Roto era lo bastante listo
como para no entrar en discusión con
una Anciana, incluso siendo el Jefe del
Clan. Siguió mirando cómo Flor–de–
Dragón continuaba su arduo trabajo de
clavar el cristal roto en la dura corteza.
Se cansó pronto y lo dejó, pero no antes
de tener listos muchos agujeros
alrededor del perímetro de su recinto, y
en cada agujero había una infeliz semilla
cubierta con corteza pulverizada.
El experimento de Flor–de–Dragón
fue un éxito y a la vez un fracaso.
Muchas de las semillas se desarrollaron
y dieron plantas, y en poco tiempo Flor–
de–Dragón estaba en buenas relaciones
con mucha gente, porque tenía más frutos
de los que podía comer. Pétalo–Roto
tuvo que imponer el peso de su
autoridad para que algunos de los
jóvenes más temerarios abandonaran sus
incursiones de pillaje:
—¡Sois unos mentecatos y unos
perezosos! —les chillaba al verlos—.
¡Id a buscar vuestras propias plantas! ¡Y
aseguraos de llevarle la mejor de ellas a
Flor–de–Dragón para compensarla por
lo que os habéis llevado!
No debía permitir que se volvieran
perezosos ni débiles: podían necesitar
su fuerza en la próxima correría o
cacería.
Entonces las cosas empeoraron. Las
plantas crecieron y crecieron hasta
bloquear la vista del cielo sobre la
mayor parte del recinto de Flor–de–
Dragón. Aunque nadie se atrevía a meter
un manipulador debajo de una planta
para coger una fruta madura, resultaba
desmoralizador ver aquellos pesados
pétalos doblados sobre ella. Flor–de–
Dragón tuvo que derribar sus paredes y
construir un nuevo recinto alejado de las
plantas. Esto resultó ser una decisión
afortunada, porque al envejecer las
plantas, sus cristales de soporte se
debilitaban; entonces, uno o más de los
pétalos se rompían bajo los efectos de la
enorme fuerza de gravedad, se
estrellaban contra la corteza y su
aplastada masa originaba una onda de
choque y una vibración que resonaba
por todo el hábitat del clan, y toda la
gente se ponía nerviosa.
Pétalo–Roto sabía cuándo una cosa
era buena, y en la siguiente cacería el
trofeo más importante no fue la
destrozada carcasa de un Escurridizo,
sino muchos frutos supermaduros
rebosantes de pequeñas semillas duras.
Entonces empezaron sus problemas,
porque los cheelas de su clan eran
cazadores.
El cazar no era un trabajo pesado,
consistía en un pausado vagar por el
campo con un grupo de compañeros, un
corto período de divertido terror, y una
ocasión de demostrar lo bravo y fuerte
que uno era, seguido de una orgía de
comida y sexo que les compensaba del
largo camino de regreso cargados con
trozos de carne.
El laboreo, al contrario, incluso la
sencilla tarea de agujerear y tapar, era
un trabajo duro, sobre todo en la
resistente corteza del suelo, y no
conllevaba ningún heroísmo ni
diversión. Y lo peor era que, después
del pesado trabajo, tenían que esperar
muchos giros antes de obtener alguna
comida que recompensara el esfuerzo
realizado. Pétalo–Roto debió golpear a
muchos en los lomos antes de poder ver
todas las semillitas duras colocadas en
agujeros de la corteza, infelices por
haber perdido el cielo.
Pétalo–Roto se encaminó al surco
vecino, y luego al de más allá, y se
sintió orgulloso. Ésta era su tercera
cosecha de plantas–pétalo. La primera
cosecha fue bien, pero no había
producido suficientes plantas para todo
el clan, y por esta razón tuvieron que ir a
recolectar lejos para poder alimentarlos
a todos. En la siguiente, Pétalo–Roto se
aseguró de que hubiera suficientes
agujeros, contando con la cooperación
del equipo de cavadores, que ahora ya
comprendía las consecuencias a largo
plazo de su labor.
En su inspección de los surcos, vio
una mancha blanca en la corteza. Y
cuando pasó sobre esa zona, la encontró
extraordinariamente caliente. Se
desplazó adelante y atrás, palpando la
corteza con la superficie inferior de su
cuerpo. Estaba sorprendido. Nunca
había sucedido una cosa parecida.
Cuando se deslizaba entre las plantas
para observar el surco vecino, la corteza
tembló debajo de él. Sus sensores
automáticos de sonar, que utilizaba para
localizar a sus presas, se pusieron en
acción y su sorpresa se convirtió en
sobresalto. ¡El origen del temblor estaba
justo debajo de él! Tuvo miedo.
«¿Será un dragón?», se preguntaba.
«No. No. Los dragones no existen»,
se respondió dándose ánimos a sí
mismo. Los cazadores ancianos solían
contar leyendas sobre un monstruo muy
grande que echaba fuego, que había
salido de la corteza, y que podía detener
a un cheela quemando sus apéndices
exteriores con un fuego de color violeta,
y luego, dejándose caer sobre él desde
su enorme altura, destrozarlo como si
fuera un cascarón de huevo y sorberlo
para comérselo. Nadie había visto jamás
un dragón, pero los huesos de cristal,
largos y muy fuertes, repartidos con
profusión por sobre y debajo de la
corteza, evidentemente daban visos de
credibilidad a esta leyenda, porque
nadie imaginaba otro origen de los
cristales de dragón.
Pétalo–Roto se alejó de aquella área
porque la corteza estaba cada vez más
caliente y el temblor subterráneo
continuaba. Cuando se encontraba a
medio camino de los almacenes del
clan, observó con sus ojos traseros
cómo un chorro de gas blanco–azulado
proyectado desde una grieta de la
corteza abrasaba un pétalo de la planta
allí situada.
Un grupo procedente de los
almacenes se reunió con él.
—Me parece que es un cortezamoto
—le informó uno—, pero se repite
siempre en el mismo lugar.
—¡Esto no está lejos! —exclamó
Muchos–Frutos, que era uno de los
mejores rastreadores del clan.
—Tienes razón, Muchos–Frutos —
respondió Pétalo–Roto—. Sea lo que
sea, está justo en medio de nuestra
plantación.
El clan se arrastró cuidadosamente
hasta el borde del campo, y
establecieron relevos para observar los
surcos que se veían afectados a medida
que el gas y el humo calientes
continuaban fluyendo de la grieta.
Ardieron nuevas plantas.
Pétalo–Roto había estado
reflexionando, y cuando el clan terminó
su observación y su gente se reunió al
este y al oeste de él, ya sabía lo que
debía hacer.
—El humo y el gas caliente van a
quemar nuestras plantas —declaró—.
Huevo–Hermoso, regresa a los recintos
y tráete a todo el mundo, rápido. Incluso
las crías más jóvenes pueden transportar
algunos frutos. El resto de vosotros,
empezad a recoger frutos lo más aprisa
que podáis. Empezad lo más cerca del
humo que podáis aguantar, y coged todo
lo que encontréis en las plantas. Incluso
los frutos que no estén maduros nos
parecerán buenos cuando se hayan
acabado los otros.
Pétalo–Roto encabezó la marcha
hacia los surcos, mientras sus
instrucciones se propagaban por la
corteza.
«Precisamente cuando las cosas
empezaban a ir bien», pensó. Los
ancianos narradores de historias
siempre habían dicho que «los dioses
pisarán los apéndices de los
orgullosos». Bien, él se había permitido
serlo, y los Ancianos tenían razón.
Se acercó todo lo que pudo al
escape de gases. El humo alcanzaba una
elevada altitud en la atmósfera. El calor
irradiado hacia abajo por el penacho
rojo oscuro de la columna blanco–
azulada era muy molesto. Aunque la
corteza estaba caliente, consiguió llegar
a unas tres plantas de distancia del
escape. Se detuvo un momento,
conformó tres manipuladores y empezó a
recoger frutos, desgarrando muchos de
ellos de la carne de la planta, pero otros
estaban casi maduros y se podían coger
sin dificultad. Introducía los frutos en
una bolsa receptáculo que había
formado en la parte superior de su
cuerpo. Se deslizaba adelante y atrás,
recogiendo frutos a una distancia de la
grieta fijada por el equilibrio entre su
deseo de lograr alimento y la negativa
de su aparato locomotor a pisar zonas
demasiado calientes de la corteza.
La primera sección de plantas, las
más próximas a la grieta, pronto
desapareció. Pétalo–Roto organizó las
cosas de forma que los frutos fueran
descargados en el borde de la plantación
por los recolectores, desde allí los más
jóvenes los llevaban a los recintos,
donde los Ancianos los acondicionaban.
A pesar de que actuaron rápidamente,
perdieron muchos de los frutos de las
plantas más próximas a la grieta. La
tediosa tarea prosiguió, con los
trabajadores continuamente
atormentados por las sacudidas y el
polvo de la corteza que caía sobre ellos.
Al regresar del campo, descansaron
en silencio en las afueras del
campamento del clan, mientras sus
bolsas de comer chupaban frutos.
Algunos de sus ojos observaban con
atención una pequeña colina, al azul
vivo, que se estaba formando en medio
de la devastada plantación de plantas–
pétalo. Al mismo tiempo, otros ojos
seguían las evoluciones de la columna
de humo que se elevaba hacia el cielo
como si quisiera tocar las estrellas. El
color del humo iba desde el blanco–
azulado intensamente resplandeciente,
en la base de la columna, hasta el rojo
intenso de unas nubes, muy arriba, en el
negro cielo; y el fondo de esas
terroríficas nubes reflejaba el
resplandor amarillo de la corteza que
estaba debajo.
Los tiempos eran cada vez más
difíciles. La comida que tenían
almacenada duró mucho tiempo, pero la
dieta de frutos inmaduros era mucho
menos sabrosa y nutritiva que los
banquetes que se daban todos los giros
desde que aprendieron el laboreo.
Pétalo–Roto intentó salvar la
situación. Puesto que no poseían frutos
de semillas supermaduros de aquella
accidentada cosecha, envió un equipo a
forrajear a las regiones lejanas para que
los obtuvieran, mientras él se ocupaba,
con el resto del clan, en taladrar
agujeros en la corteza en sitios alejados
de la imponente y dominante columna de
humo. Después de muchas fatigas, los
agujeros estuvieron terminados, pero la
partida de búsqueda volvió con las
manos vacías.
Pétalo–Roto era lo bastante prudente
para no abochornarles. Si obtenían éxito
en su empresa, los valientes de la
partida de caza podían escoger sus
compañeros de juegos amorosos,
mientras que en esta ocasión deberían
contentarse con lo que pudieran.
—¿Cuál ha sido el problema? —
inquirió.
Mira–Alto respondió por todos:
—Encontramos muchas partidas de
caza que hacían lo mismo que nosotros,
recogían todos los frutos y cazaban
todos los animales que podían encontrar,
incluso los que no valen nada, como
Caparazón Delgado.
»Fuimos lo más lejos que pudimos
antes de que se agotara nuestra comida.
En todas partes sucedía lo mismo.
Estaban todos tan ocupados en cazar que
no había luchas. Pensamos en atacar a
uno de los grupos, pero era evidente,
por su delgadez, que en lo referente a
capturas llevaban muy poca cosa en sus
bolsas, y que estaban en tan mal trance
como nosotros. Incluso intentamos
hablar desde lejos con alguno de ellos.
Aunque no hablan igual que nosotros,
pudimos entender que todos los clanes
tienen miedo de la torre de humo y de
los constantes estremecimientos de la
corteza.
Caza–Deslizantes, la más osada
cazadora del clan, a quien se permitió
cambiar de nombre tras su tercera
captura de un Deslizante Lento, le
interrumpió con una carcajada:
—¡Algunos de ellos creen que la
torre de humo proviene del fuego de un
dragón, y que los estremecimientos los
provoca el dragón al moverse sobre la
corteza para atraparles! Todos ellos
hablan de trasladarse a otra tierra,
porque la suya se ha convertido en tabú.
Entonces Pétalo–Roto tuvo un
ramalazo de inspiración, nacido de los
instintos naturales que le habían
convertido en jefe del clan.
—Si todos los clanes están de caza
por ahí y dejan la corteza desnuda de
comida —decidió—, tendremos que ir
adonde ellos no van. —Y, dirigiéndose a
la partida de caza, continuó—: Id a
comer y cargad con víveres. El próximo
giro saldréis a cazar de nuevo, pero esta
vez iréis hacia el sur: en la dirección
difícil.
Se produjo un murmullo de
descontento entre el grupo. Confiaban en
ser enviados de nuevo a cazar para
intentar enmendar su fracaso, pero si les
ordenaban ir en una de las direcciones
difíciles, podía interpretarse casi como
un castigo. Nadie iba nunca en la
dirección difícil, a menos que no
existiera otra posibilidad; incluso el
poderoso Desliza Lento era preferible.
Mira–Alto empezó a poner
objeciones, pero Pétalo–Roto le hizo
callar con una brusca vibración de su
brazo comunicador. Su comunicador
prosiguió, con más suavidad esta vez, y
las palabras de aliento se propagaron
por la corteza para vibrar en los
comunicadores de la partida de caza.
—No estoy molesto con vosotros, y
ya sé que viajar en la dirección difícil
implica que deberéis desplazaros tan
lentamente que aún después de tres giros
estaréis a la vista —les tranquilizó—.
Pensad que todos los clanes que
conocemos están al este o al oeste de
nosotros, y que todos nos movemos atrás
y adelante por el mismo territorio,
dejándolo esquilmado. Si vais en la
dirección difícil lo bastante lejos,
encontraréis sitios donde haya menos
clanes y más alimento. ¡Ahora id a
comer y en marcha! Mucho antes de que
el giro se completara, la expedición de
caza estaba dispuesta para partir.
Pétalo–Roto les dio las últimas
instrucciones:
—No vayáis hacia el este o hacia el
oeste hasta que encontréis plantas–
pétalo maduras y hayáis comprobado si
llevan frutos de semillas. Si no las
hubiera, continuad hacia el sur hasta
conseguirlas. Pero no lleguéis más allá
de lo que permitan vuestras reservas de
comida, porque quiero veros a todos de
vuelta. —Su comunicador se agitó con
una broma—: Después de todo, hay dos
direcciones que son difíciles, si no
encontráis nada en la primera, tomad la
otra.
Con un alboroto de humor amargo, la
expedición de caza empezó a empujar
hacia el sur. Después de medio giro, ya
se encontraban fuera del alcance de la
comunicación corta, pero aún eran
visibles sus figuras a medio camino del
horizonte. Tres giros más tarde
desaparecieron detrás de él, y el resto
del clan volvió a sus ocupaciones y
comenzó a esperar.
Mira–Alto empujó lentamente en el
aire primaveral. La parte más difícil del
viaje en la dirección difícil consistía en
que su cuerpo mostraba una permanente
tendencia a desviarse a uno o a otro
lado. Si no se apresuraba e iba trazando
un tenue surco en la dirección difícil, y
luego lo ampliaba lo suficiente como
para poder fluir dentro, entonces la
progresión sería lenta pero regular. Era
como ir contra el viento, pero de otra
manera. El viento empuja siempre,
incluso cuando se está parado, pero la
única fuerza que notaba al avanzar en la
dirección difícil era la que él mismo
realizaba cuando intentaba avanzar en
esa dirección. Si se quedaba quieto un
momento aún notaba la presión, pero
ésta iba penetrando poco a poco en su
cuerpo, hasta que por fin no sentía nada
a menos que intentara moverse de nuevo.
Mira–Alto ojeó alrededor y vio que
el resto de la partida luchaba por seguir
lentamente su camino. Delante de él iba
Caza–Deslizantes, una de sus
compañeras favoritas de diversión. El
lento frote del empujar en un aire
resbaladizo le resultaba aburrido y, a
pesar de que era el jefe de la expedición
de caza y no debería hacer una cosa así
mientras estaban de cacería, empujó aún
más fuerte y pronto se situó justo detrás
de Caza–Deslizantes. Golpeó su arista
posterior.
—¿Qué piensas hacer durante el
tiempo de descanso? —le susurró. Y las
ondas electrónicas de su insinuación
golpearon la piel multicolor de ella.
—¡No hagas eso! —protestó Caza–
Deslizantes—. Ya es bastante duro tener
que empujar a través de esta cosa
resbaladiza sin necesidad de que nadie
me toque por detrás. Retrocede o no
haré nada contigo durante muchos giros,
y menos en un período de descanso.
Mira–Alto porfió. Fluyó hacia
adelante, a veces por encima y a veces
por debajo de la arista posterior de ella,
dándole amistosos apretones cuando ella
trataba de apartarlo. Caza–Deslizantes
empujó hacia adelante con mucha más
fuerza para alejarse de él. Aunque por lo
general ella solía dejarle atrás, Mira–
Alto advirtió que podía mantenerse a su
nivel casi sin esfuerzo. De pronto, dejó
de jugar y la golpeó para que se
detuviera.
—No he tenido la menor dificultad
en seguir emparejado contigo —exclamó
con admiración—. ¡Tú empujabas con
fuerza en la dirección difícil, y a mí me
parecía ir tan ligero como si fuera hacia
el este o hacia el oeste! ¿Por qué?
Tras algunas pruebas (y muchas
miradas y tocamientos, también)
descubrieron que una vez abierta la
brecha con la arista rascadera, la senda
permanecía abierta mientras el abridor
siguiera moviéndose. En consecuencia,
si otro individuo se mantenía en la
misma abertura, a continuación del
primero, necesitaba muy poco esfuerzo
adicional para avanzar. Como Mira–
Alto había descubierto, era igual que
moverse en la dirección fácil (excepto
para el que iba en cabeza abriendo
camino, desde luego).
Poco tardaron en reorganizar la
partida de caza de tal modo que formara
una sola línea. El que la encabezaba
trabajaba al máximo mientras podía, y
luego se echaba a un lado cediendo su
puesto a un compañero de refresco; el
primero esperaba el fin de la línea,
donde seguía el camino fácilmente,
abrazado a una amistosa arista posterior
de un compañero del sexo contrario. La
expedición de caza empujaba hacia
adelante a una velocidad mucho más
alta, sin detenerse más que cuando dos
machos mal apareados se quejaban de
tener la diversión incompleta y exigían
poder avanzar entre dos hembras.
Pronto alcanzaron zonas en las que
cada vez encontraban menos y menos
expediciones de caza y, después de
varios giros, llegaron a una región
donde había plantas–pétalo maduras,
que aún tenían frutos. No pasó mucho
tiempo antes de que tuvieran no sólo
abundantes frutos para comer, sino
además un sobrante de frutos de semilla
que estaban a punto de reventar, repletos
de semillas duras. Embutieron frutos y
semillas en las bolsas de transporte, en
su piel, hasta que los orificios de las
bolsas abultaron dolorosamente.
El camino de regreso fue más
penoso, porque los enormes bultos
generados por la carga de frutos y
semillas les obligaban a abrir un surco
mucho mayor en la dirección difícil para
poder avanzar. Su grosor también les
convertía en blancos evidentes para un
ataque. Su nueva técnica para
desplazarse en la dirección difícil evitó
que fueran vencidos por una expedición
de guerra de un clan vecino, pero
perdieron a Mira–Alto, que se
encontraba al final de la columna cuando
la partida de guerra se precipitó sobre
ellos, tras tenderles una emboscada en
dirección este. Iban a dar media vuelta
para defenderse, pero Mira–Alto les
ordenó que siguieran, mientras él
entretenía a los asaltantes para que los
suyos pudieran escapar.
Pétalo–Roto, de repente, vio
aparecer en la línea del horizonte una
columna de cazadores más gruesa pero
también más corta de lo esperado. Al
principio, se quedó sorprendido por la
forma y velocidad de la móvil
aglomeración de cheelas. Desde lejos,
parecía un nuevo y extraño tipo de
Deslizante Lento, excepto en que un
Deslizante Lento es demasiado perezoso
para desplazarse en la dirección difícil.
Estaba a punto de declarar una alarma,
pero entonces se dio cuenta de que el
insólito meneo de la cabeza del
monstruo era el particular contoneo de
Caza–Deslizantes cuando empujaba para
avanzar.
Pronto se congregó todo el clan al
borde del campamento para contemplar
cómo la feliz y chillona partida de caza
retornaba y descargaba su botín. Se
distribuyeron las semillas, y un
numeroso equipo las plantó en los
agujeros ya preparados, mientras sus
hambrientos miembros no cesaban de
comer frutos maduros.
Caza–Deslizantes se pasó el
siguiente giro explicando todos los
detalles del viaje a Pétalo–Roto. El
relato de la pérdida de Mira–Alto
provocó un momento de tristeza en
ambos interlocutores, pero debían
pensar en el presente, y continuaron con
la crónica del viaje.
El cercano volcán dominó sus vidas.
Por suerte, estuvo dormido durante un
tiempo, con sólo un tenue mechón de
humo blanco amarillento que ascendía
formando una espiral en el aire, pero
con cada giro los ruidos de la corteza
empeoraban. La cosecha creció bien,
pero cuando el volcán reemprendió su
actividad, Pétalo–Roto decidió que era
conveniente que el clan se asentara más
lejos. Recolectaron la cosecha, y el clan
tomó su comida y sus escasas
pertenencias, especialmente los valiosos
trozos ultraduros de cristal de dragón, y
emprendieron la marcha hacia el sur.
El clan era muy numeroso, y no
tenían ninguna prisa, así que emplearon
una modificación de la técnica de abrir
camino descubierta por los cazadores.
Los jóvenes más fuertes formaron un
ancho frente y empujaron hacia adelante
en la dirección difícil. Mantuvieron un
buen paso y el resto del clan, apiñado en
forma muy compacta, siguió detrás.
TENTATIVA DE IDENTIFICACIÓN.
VOLCAN EN ACTIVIDAD.
TEMPERATURA CENTRAL: 15.000
GRADOS.
PLANÍGRAFO DE RADAR–LÁSER:
LONGITUD DE ONDA 0,3 MICROMETROS
1,0 PICOSEG (0,6
AMPLITUD DE LA
PULSACIÓN MM DE
RESOLUCIÓN)
POTENCIA EN LA
PUNTA DE LA 1 GW
PULSACIÓN
FRECUENCIA DE LA 1.000.000
PULSACIÓN PULS/SEG.
TAMAÑO DE LA
60 CM DIÁMETRO
ZONA DE IMPACTO
COMUNICACIÓN DE JEAN–
BIBLIOTECA
—¡Acepto la comunicación! —
exclamó.
ENVIADA LA SECCIÓN DE
MATEMÁTICAS Y FÍSICA.
PROGRAMADA EN ORDENADOR
SEGÚN TUS LIBROS. EXTRACTADA
DE FÍSICA DE ESTRELLAS DE
NEUTRONES. MARCHA LENTA,
AÚN. ¿QUÉ VA A CONTINUACIÓN?
****JEAN
PROPIEDADES Y USOS DE LA
PARTÍCULA ELISIUM LA
INFORMACIÓN QUE SIGUE ESTÁ
CRIPTOGRAFIADA. LA CLAVE ES
LA MASA Y TIEMPO DE VIDA DE
LAS OCHO PRIMERAS
PARTÍCULAS ELEMENTALES
(INCLUYENDO LA PARTÍCULA
ELISIUM) HASTA CINCO CIFRAS
SIGNIFICATIVAS.
FIN
APÉNDICE
TÉCNICO
HUEVO DEL DRAGÓN
Las siguientes secciones son
extractos seleccionados de la edición de
2064 de la Enciclopedia Científica de
Del Rey, publicada por Random House
Interplanetary, Nueva York, la Tierra.
Huevo del Dragón es una cercana
estrella de neutrones. Su masa es
aproximadamente la mitad de la del Sol,
pero su diámetro mide sólo 20 km. Gira
sobre su eje a 5,0183495 revoluciones
por segundo, tiene un campo gravitatorio
de 67 mil millones de g al nivel de su
superficie, y su campo magnético se
aproxima a un billón de gauss. Como
puede apreciarse en la figura 1, la
estrella tiene 4 polos. Además de los
consabidos polos norte y sur en los
extremos de su eje de giro, tiene otros
dos polos magnéticos, «este» y «oeste»,
situados casi en el ecuador. Las líneas
trazadas en la figura 1 que salen del
polo este magnético son las líneas de
longitud magnética. El campo magnético
es tridimensional y se extiende hasta las
regiones del espacio cercanas a la
estrella.
Figura 1. Huevo del dragón
TIEMPOS RELATIVOS
Las escalas relativas de tiempo entre
los cheela y los humanos están todavía
sujetas a debate entre los expertos, ya
que la fisiología de los cheela es
drásticamente diferente de la de los
humanos.
La unidad básica de tiempo en
Huevo del Dragón es la medida de la
revolución de la estrella, que es
5,0183495 rps, es decir, un período
aproximado de 0,1993 segundos.
Algunos expertos han equiparado un giro
de la estrella con un día humano,
considerando una razón relativa de 0,43
millones a uno. Otros hacen constar que
no existe el día ni la noche, y los cheela,
que nunca duermen, permanecen en
actividad durante todo el giro, y por ello
opinan que el valor de la relación
debería ser de un millón a uno, casi
exactamente.
Los cheela emplean un sistema de
numeración en base 12 (tienen 12 ojos)
y la más próxima unidad de tiempo
después del giro es un «gran» de giros,
es decir, 144 giros. Ocasionalmente,
utilizan la docena de giros, pero esto
nunca ha tenido un significado análogo
al de semana entre los humanos. Un gran
de giros es 28,7 segundos, mientras que
un año humano equivale a 31,6 millones
de segundos. La relación de un año
humano a un gran de giros cheela es de
1,1 millones a uno.
Mediante el estudio de la historia de
los cheela hemos sabido que un cheela
consume unos 12 gran (seis minutos)
como cría, 12 gran como aprendiz joven,
30 gran (15 minutos) como operario, 12
gran como anciano, al cuidado de los
huevos y de las crías, y el resto de su
vida (máximo 24 gran más, o 12
minutos) como anciano. Todas estas
indicaciones nos llevan a la conclusión
de que la verdadera escala relativa del
tiempo entre los cheela y los humanos es
de un millón a uno.
ESCALAS EQUIVALENTES DE
TIEMPO
(estadios
Humano Cheela equivalentes
humanos)
10000 10000
Maná original
años Millón gran
5000 5000 Principio de la
años Millón gran vida
2000 2000 Organismos
años Millón gran multicelulares
1000 1000
Plantas grandes
años Millón gran
500 Invertebrados,
500 años
Millón gran anfibios
200
200 años Reptiles
Millón gran
50 Mamíferos,
50 años
Millón gran monos
10
10 años Proto–cheela
Millón gran
5
5 años Cavernícolas
Millón gran
Millón Cazadores
1 año
gran nómadas, hachas
100000 Neanderthal,
1 mes
gran edad piedra
40000 Homo sapiens,
15 días
gran arte rupestre
14000 Neolítico,
5 días
gran laboreo, templos
5000 Bronce,
2 días gran ciudades, escritura
ARCHIVO Y TRANSFERENCIA
DE INFORMACIÓN
Velocidad humana de transmisión: El
enlace de comunicaciones del
Matadragones (véase Matadragones) al
San Jorge (véase San Jorge) tenía una
velocidad de transmisión de 400 MHz, o
lo que permite 200 megabits/seg,
asumiendo un procedimiento aceptable
de corrección de errores.
Velocidad cheela de recepción:
Puesto que los cheela viven
efectivamente un millón de veces más
aprisa, los mensajes humanos del láser
de comunicación de 400 MHz eran
recibidos a un máximo de 200 bits/seg
cheela, lo que viene a ser 5 palabras/seg
cheela. Ésta es una velocidad lenta (un
poco más lenta que la velocidad a que
usted puede leer).
Total bits transmitidos: en 0,5 días
humanos (43.200 seg) los humanos
transmitieron 10 billones de bits, desde
sus 25 cristales Holo de memoria de la
librería de su nave, a los cheela.
Archivo HoloMem: Cada HoloMem
contiene 0,4 billones de bits
aproximadamente. Dado que los
cristales HoloMem son cubos de 5
centímetros de arista, su volumen es de
125 centímetros cúbicos. Esto
representa que, para ser registrado, cada
bit necesita un cubo de 7 mieras de
arista. En este cubo de 7 mieras de
arista hay aproximadamente un billón de
átomos.
Capacidad total del archivo
HoloMem: Una página impresa contiene
más o menos 350 palabras, 2100
caracteres, o 15.000 bits. Un libro de
330 páginas requiere cerca de 5
millones de bits. Los HoloMem podían
contener unos 2 millones de libros.
Como comparación, en 2050, la Librería
del Congreso de los Estados Unidos
tenía 50 millones de fichas (libros,
periódicos, publicaciones, patentes,
etc.).
SAN JORGE
La nave espacial que llevó a los
humanos hasta Huevo del Dragón era un
cohete primitivo a fusión con catalizador
monopolo. Su estructura básica era un
cilindro de 500 metros de longitud y 20
metros de diámetro, con grandes
depósitos exteriores de carburante
(deuterio líquido). La relación de masa
era aproximadamente 10. El San Jorge
aceleró hasta 0,035 g y alcanzó una
velocidad de 0,035 veces la de la luz al
fin de esta aceleración. El tiempo total
del viaje hasta la estrella de neutrones
fue 1,94 años.
«MATADRAGONES»
Para la aproximación máxima a la
estrella de neutrones se utilizó una
pequeña nave, de forma esférica de siete
metros, con una torreta giratoria de 1,6
metros de diámetro y 2,6 metros de
altura, que contenía una sonda de
microondas, telescopio infrarrojo, radar
láser, telescopio de espejo para la
imagen estelar, y otros aparatos
dirigidos hacia la estrella. Cuando
estuviera en órbita sincrónica alrededor
de la estrella, la torreta de instrumentos
debía quedar alineada en la dirección
del polo norte de giro de la estrella de
neutrones. La cara de la nave opuesta a
la torreta disponía de una ventana de
observación orientada hacia el sur, hacia
el distante sistema solar.
En el ecuador estaban distribuidos
seis portillos de observación enfocados
hacia la estrella que giraba cerca de la
nave. La nave estaba inercialmente
estabilizada, por lo que las estrellas
lejanas aparecían fijas para los
observadores situados en estos portillos.
La nave, por encontrarse en órbita
alrededor de la estrella de neutrones con
un período de 0,1993 segundos (5,018
rps), giraba con respecto a la estrella de
neutrones 5 veces por segundo. La
torreta se hacía girar en sentido
contrario, a una velocidad axial igual
para conseguir que, en lodo momento,
los instrumentos estuvieran dirigidos
hacia la estrella. (No era posible hacer
girar toda la nave a esta velocidad
porque la tripulación hubiera sido
proyectada contra la pared exterior con
una fuerza de 350 g.) Las figuras 9 a 12
son diagramas de las tres plantas y una
vista lateral de la nave científica,
Matadragones. Mediante flechas se
indica el componente fijo de los campos
gravitatorios residuales, alrededor y
dentro de la nave. Además de este
componente fijo, existe un componente
alternativo de aceleración, de
aproximadamente la misma fuerza que el
componente fijo, que varía veinte veces
por segundo debido a que la
configuración tetralobular de la
gravedad conjunta de la estrella de
neutrones y de las masas de los
compensadores gira alrededor de la
nave cinco veces por segundo.
Figura 9. Matadragones. Vista en alzado (las
flechas indican la componente constante de
las mareas gravitacionales).
DEORBITADOR Y MASAS DE
COMPENSACIÓN
Los exploradores humanos de Huevo
del Dragón emplearon técnicas
gravitatorias para desplazarse y poder
sobrevivir en una órbita sincrónica
alrededor de la estrella de neutrones. El
primer elemento para las maniobras
gravitacionales en las proximidades de
Huevo del Dragón fue una gran masa
utilizada para ayudar a escapar de la
órbita (deorbitador). En su origen, era
un pequeño planetoide, de
aproximadamente 1000 kilómetros de
longitud, capturado (junto con otros
residuos de tipo asteroide) por la
estrella de neutrones en su deambular.
Los humanos lo modificaron mediante
inyecciones de monopolos magnéticos,
que lo condensaron en forma de una
masa ultradensa de un kilómetro de
diámetro.
En realidad, fueron dos los grandes
asteroides que se condensaron. Uno se
usó a modo de látigo gravitatorio para
sacar el deorbitador de su órbita
original en el «cinturón de asteroides»
de la estrella de neutrones, y hacerlo
pasar a una órbita más conveniente. Esta
órbita previamente calculada era muy
elíptica, con un perihelio de 406 km y un
afelio de 100.000 km, donde la nave
interestelar San Jorge estaba en una
órbita en la que describía círculos, uno
cada 12,82 minutos.
La órbita elíptica del deorbitador (al
que los cheela de antes del contacto
denominaban Mensajero de Brillante)
tenía un período de 4,56 minutos,
equivalentes a 9,53 gran de giros de la
estrella de neutrones. Así pues, sólo
tardó 2,28 minutos, es decir, 4,77 gran
de giros, en saltar de la segura órbita
circular del San Jorge a la peligrosa
órbita síncrona a 406 km sobre Huevo
del Dragón. El campo gravitatorio de la
estrella de neutrones es de 40 millones
de g a los 406 km de altura del
Matadragones. No obstante, puesto que
la nave se encontraba en órbita
alrededor de la estrella, la mayor parte
de estos 40 millones de g se anulaba por
el hecho de estar en una órbita de «caída
libre». Pero un objeto tan sólo tiene su
centro de masas en caída libre. Cuando
el centro de un cuerpo, el suyo por
ejemplo, esté en caída libre alrededor
de una estrella de neutrones a 406.332
metros de distancia, no notará nada.
Pero si sus pies están orientados hacia
la estrella, están a 406.331 metros de la
estrella y aguantan un tirón de 202 g más
que su ombligo, y, al mismo tiempo, su
cabeza, que está a 406.333 metros de
distancia, nota un tirón correspondiente
a 202 g menos que su ombligo. Si su
cuerpo estuviera orientado en dirección
tangente a la estrella de neutrones, su
cabeza y sus pies notarían una
compresión de 101 g. Es evidente que un
cuerpo humano no puede sobrevivir a
400 km de distancia de una estrella de
neutrones sin alguna especie de
protección ante tamañas fuerzas.
Para proteger a los humanos del
Matadragones de estas fuerzas
residuales gravitatorias, se colocaron
seis masas de compensación en un anillo
de 200 metros de radio alrededor de la
nave, colocado en forma tal que el plano
de las seis masas fuera perpendicular a
la dirección hacia la estrella de
neutrones. Las masas de compensación
se crearon a partir de asteroides de unos
250 kilómetros de diámetro que se
condensaron hasta un diámetro de 100
metros.
Todo lo que esté en el centro de este
anillo de esferas ultradensas será
atraído por cada una de ellas, y en el
centro exacto todas estas fuerzas de
atracción se anulan mutuamente. Pero si
su cabeza y sus pies se hallan en el
plano del anillo, al estar a un metro
aproximadamente del centro exacto del
anillo, deberán soportar el tirón de una
fuerza de 101 g. Si intenta orientar su
cuerpo según el eje del anillo, su cabeza
y sus pies estarán comprimidos por una
fuerza de 202 g. Si se han construido con
material de densidad suficiente y se han
colocado a las distancias correctas, las
seis masas compensadoras neutralizarán
las fuerzas residuales gravitatorias de la
estrella dentro de una región esférica de
siete metros de diámetro. (Véase la
figura 9 que indica el valor de las
fuerzas residuales gravitatorias en la
zona del Matadragones).
En funcionamiento, los seis
compensadores giran alrededor de la
nave Matadragones mientras que ésta
gira en órbita alrededor de la estrella
5,018 veces por minuto. Las órbitas
individuales de cada una de las masas
de compensación son casi órbitas
gravitatorias naturales, pero es
necesario que la velocidad de las masas
varíe ligeramente cada media órbita
para poder mantener la formación
circular. Esto se consigue utilizando las
interacciones magnéticas de los
compensadores (que tienen de por sí
importantes cargas magnéticas) y
además con la ayuda de maniobras de
ajuste efectuadas por sondas de «robots
pastores» accionadas por cohetes de
fusión catalizada por monopolo.
VISITA
El único contacto personal
significativo entre los cheela y los
humanos tuvo lugar el 20 de Junio de
2050, durante 1,2 segundos entre
Pensador–Lúcido, de los cheela, y
Pierre Carnot Niven, de los humanos.
Fue un intervalo muy corto durante la
visita, de diez segundos de duración,
que efectuó una expedición cheela para
examinar la nave espacial humana y los
seres humanos que contenía.
Los cheela debieron vencer muchas
dificultades para protegerse y proteger a
los humanos de los efectos de la
gravedad. Los cheela explosionarían si
sus cuerpos no estuvieran sujetos a una
gravedad lo bastante alta para mantener
el estado colapsado de su estructura
material, pero los campos gravitatorios
confortables para los cheela destruirían
los cuerpos humanos.
La nave principal de los cheela era
una esfera de cristal de 4 centímetros de
diámetro. Con sus muchos alvéolos para
las esferas menores de los instrumentos
y de los tripulantes, tenía el tamaño y el
aspecto de una pelota de golf. La nave
principal tenía en su centro un agujero
negro de 11 mil millones de toneladas
de masa, que mantenía en la superficie
de la nave cheela un nivel gravitacional
de 0,2 millones de g. Aunque este valor
era muy inferior al que existía en su
estrella de neutrones, era lo bastante
elevado para evitar que los cheela
explosionasen. El campo gravitatorio de
los humanos que estaban dentro del
Matadragones, a 15 metros de distancia
de la nave principal cheela, tenía un
valor razonable: 1/3 g.
Pensador–Lúcido usaba una lancha
individual mucho menor, con un
diminuto agujero negro de una masa de
sólo 0,22 mil millones de toneladas.
Esta lancha medía 5 milímetros de
diámetro (muy poco más larga que un
cuerpo de cheela), y la gravedad en su
superficie era aún suficiente para
impedir la explosión del cuerpo del
viajero. Esta lancha personal podía
acercarse hasta 70 centímetros de un
humano, y así los ojos humanos podían
ver algún detalle del candente cuerpo
cheela. (Para tener una amplia y correcta
descripción de esta singular escena,
véase la referencia 4.) Incluso en estas
condiciones, la nariz del humano, P. C.
Niven, estaba sometida a más de tres g.
No conocemos la técnica de
propulsión que emplearon los cheela
para despegar su nave de la superficie
de la estrella de neutrones (la velocidad
de escape en Huevo del Dragón es el
39% de la velocidad de la luz).
Tampoco conocemos la técnica de
propulsión que usan en el espacio. Los
observadores humanos con ocasión de la
Visita, P. C. Niven y A. S. Drake, no
pudieron tener evidencia de que en la
nave espacial cheela existiera algún
mecanismo de tipo cohete. Partiendo de
las conversaciones con los
comunicadores cheela, sospechan que
debieron utilizar alguna especie de
catapulta antigravitatoria para salir de la
estrella, y alguna forma de impulso
inercial para desplazarse en el espacio.
Las únicas pistas de que disponemos son
algunos artículos, antiguos y de pura
especulación (véase referencias 5 y 6),
basados en la ahora dudosa teoría
gravitatoria de Einstein.
Al redactar esto (2063), el
conocimiento de la antigravedad y otras
impulsiones espaciales, incluyendo el de
la impulsión más rápida que la luz,
permanece aún oculto en las secciones
cifradas de los cristales HoloMem que
contienen los conocimientos de los
cheela, después que se adelantaron a los
conocimientos de la raza humana. Se
estima en una década el tiempo que
necesitaremos para tener el equivalente
de la catapulta antigravedad de los
cheela (y poder decodificar esta sección
de los HoloMem). Poseemos muy pocas
pistas relacionadas con el impulso
inercial; los sabios científicos suponen
que por lo menos deberán transcurrir
otras dos décadas hasta que hayamos
aprendido lo suficiente para poder
descifrar el código de esta sección.
FIN
Dr. ROBERT LULL FORWARD (15 de
agosto de 1932-21 de septiembre de
2002). Físico y escritor de ensayo
científico y de ciencia ficción.
Ganó su doctorado en la
Universidad de Maryland en 1965
mediante el desarrollo de una antena
capaz de detectar la radiación
gravitacional. Posteriormente se dedicó
por completo a la física más avanzada
en los laboratorios de Hughes Aircraft,
continuando sus investigaciones sobre
medición gravitatoria, y alternándolas
con otras sobre propulsión espacial
(desde velas solares a propulsión
mediante antimateria). Algunas de sus
revolucionarias ideas sobre la
propulsión ya son objeto de
experimentos por parte de la NASA,
como la referida a la utilización del
campo magnético terrestre para alterar
la trayectoria de los vehículos orbitales.
En 1987, y tras haber recibido 18
patentes, se retiró de la investigación
para centrarse en la escritura de ciencia
ficción.
En el campo de la ciencia ficción,
Forward será recordado como uno de
los autores más característicos de la
ciencia ficción dura. Sus novelas de la
saga de los Cheela, donde especula
sobre las formas de vida que habitan una
estrella de neutrones, han sido
comparadas por su combinación de
amenidad y rigor científico con Misión
de gravedad de Hal Clement. Él mismo
dijo de ellas: «Son un libro de texto de
física de las estrellas de neutrones,
disfrazado de novela».