Albert Desalvo
Albert Desalvo
Albert Desalvo
Introducción.
Biografía de Albert Desalvo.
Perfil psicológico de Albert Desalvo.
El estrangulador de Boston
Un extraño desorden.
La segunda víctima.
El tercer estrangulamiento.
La caza del asesino.
Otra anciana estrangulada.
Ambiente de terror.
El perfil del asesino.
Cambio de víctimas.
Detalles macabros.
Salvada milagrosamente.
Descoordinación policial.
Peter Hurkos.
¿Se equivocó Hurkos?.
¿Un asesino o dos?.
Conversación entre reclusos.
La confesión.
Sin pruebas.
La “urgencia” de matar.
Aclaraciones.
Una situación increíble.
Los crímenes de “el hombre verde”.
Motivos desconocidos.
Obsesionado por las mujeres.
Análisis hipnóticos.
Declarado competente.
El juicio.
La sentencia.
La fuga.
Asesinado en prisión.
Las películas del estrangulador.
Fechas claves.
Víctimas.
Teorías de conspiración.
Conclusiones.
Linkografía.
Anexos.
INDRODUCCIÓN
BIOGRAFÍA DE ALBERT DESALVO
Albert DeSalvo nació el 3 de septiembre del año 1931, en la ciudad de Chelsea (no
confundir con el equipo de fútbol ni con el barrio de Londres), dentro del estado
norteamericano de Massachusetts.
Ya creció en el seno de una familia muy problemática, siendo el padre un borracho que
además maltrataba tanto psicológicamente como físicamente a su madre, y a él mismo.
Sin ir más lejos, a Albert le obligaba a ver sus escenas de sexo con prostitutas, cuando
era un niño.
Como en muchos de los perfiles de psicópatas de este tipo, Albert comenzó matando y
torturando animales desde bien joven, y a cometer otros delitos varios, como por
ejemplo el de robo.
Desde muy temprana edad, ya entró en contacto con las fechorías callejeras...
Siendo un niño ya tenía cara de "bicho" tal y como se suele decir popularmente...
Tanto él como su hermana siendo dos pequeños renacuajos, fueron vendidos a modo
de esclavos, a un agricultor, por la módica cantidad de 9 dólares. Cuando los pequeños
regresaban a casa tras sufrir todo tipo de explotaciones, su padre les enseñaba y
animaba a robar, sobre todo a nuestro protagonista.
Con tan solo 12 años, Albert fue detenido por primera vez, por parte de la policía del
lugar, por un delito de robo con violencia.
Tras pasar por una escuela reformatoria, comenzó a trabajar como repartidor de
paquetería.
Un par de años después, Albert DeSalvo fue arrestado nuevamente y enviado al
reformatorio, tras robar un vehículo a motor. Tras cumplir la nueva condena, decidió
cambiar de aires e inscribirse en el ejército de los Estados Unidos de América.
Allí, las cosas no le fueron tan mal, pero lamentablemente el daño cerebral o mejor
dicho, psicológico que había sufrido de pequeño, ya era irreparable, y por ende el
asesino de tomo y lomo ya estaba bien cuajado dentro de su personalidad, solo hacía
falta que él mismo se despertara...
Su carrera militar:
Semanas después de abandonar el colegio, concretamente el 16 de septiembre de 1948,
DeSalvo se alistó en el Ejército y fue destinado a Alemania durante 5 años. Aunque fue
sometido a un Consejo de Guerra en 1950 por negarse a obedecer una orden, tuvo, en
general, un buen expediente. Al igual que en el colegio, se mostró muy servicial con las
personalidades autoritarias, recordando que tenían «el uniforme más bonito, mejores
plazas de aparcamiento… Fui ordenanza de coronel 27 veces».
En Alemania, DeSalvo descubrió que tenía aptitudes para boxear y se convirtió en
campeón de peso medio del Ejército en Europa. Cuando no estaba de servicio
continuaba con sus «aventuras».
En Frankfurt conoció a Irmgard, una joven atractiva, hija de una familia católica de clase
media, e inmediatamente se casó con ella. Su vida cambió tras el matrimonio,
dedicándose completamente a Irmgard. De hecho fue ella quien le propuso dejar el
Ejército y él lo hizo por complacerla.
Volvió a Estados Unidos con ella en 1954. Poco después fue destinado a Fort Dix, donde
nació su hija Judy en 1955 con un defecto físico en la cadera.
DeSalvo dejó el Ejército en 1956 con un honorable licenciamiento, gracias a que no se
llevó a cabo una denuncia de perversión a una niña de 9 años. Volvió a Chelsea. Su hijo
Michael nació poco después en Malden, un suburbio de Boston.
Aunque tenía un trabajo y un hogar, cuando se encontraba sin dinero Albert volvía a
robar en alguna casa. En 1958 fue arrestado dos veces y en ambas ocasiones obtuvo una
condena en suspenso.
Un hombre hogareño:
Durante su matrimonio, DeSalvo siempre intentó no parecerse a su padre tirano y
borracho. Moderado en todo, menos en su enfermiza lascivia, siempre le gustó pasar
mucho tiempo en casa con su mujer y los niños. Era dócil y servicial con Irmgard, se
dirigía a ella como su superior social. Siempre estuvo orgulloso de su pasado como
miembro de una familia alemana, moral y de clase media.
Los implacables deseos de Albert hastiaron a Irmgard; ella empezó a rechazarle,
especialmente a partir del nacimiento de su hija Judy, lo que le llevó a iniciar su carrera
como «el Medidor».
Judy nació con la cadera deformada. Albert sentía que de alguna forma su mujer le
culpaba por ello. Desde los dos años la pequeña tuvo que llevar aparatos ortopédicos
que DeSalvo decoraba con grandes lazos.
El medidor:
Una noche, a finales de los años 50, DeSalvo vio en un show televisivo de Bob Cummings
a un fotógrafo que hacía pruebas a las chicas para convertirlas en modelos, para lo cual
tenía que tomar sus medidas.
Esto impresionó a Albert y pensó que sería una buena excusa para acercarse a chicas
jóvenes. Empezó a recorrer las zonas estudiantiles de Boston buscando apartamentos
compartidos por jovencitas. Se las ingeniaba para entrar diciendo que era representante
de una agencia de modelos.
Algunas veces sus halagos y encantos le permitieron seducir a algunas. A otras sólo les
tomaba las medidas, prometiendo que un ejecutivo de la agencia vendría para
contratarlas. Nunca las atacó y las únicas quejas que recibió la policía estaban motivadas
por que la prometida visita no se producía.
DeSalvo fue arrestado en 1961 tras actuar sospechosamente en Cambridge,
Massachusetts. Fue acusado de allanamiento de morada con agravantes, además de
«obsceno» con conducta lujuriosa. Pasó once meses en prisión y fue puesto en libertad
en 1962.
EL ESTRANGULADOR DE BOSTON:
Jueves, 14 de junio de 1962. Unos minutos antes de las siete de la tarde, Juris Slesers
aparcaba su coche en el número 77 de Gainsborough Street, una casa de ladrillo rojo
situada en la zona de Back Bay, en la ciudad norteamericana de Boston. Salió del coche,
subió hasta el tercer piso y llamó a la puerta del apartamento 3F, donde vivía su madre,
Anna Slesers.
No hubo respuesta. Volvió a llamar más fuerte. Seguía sin haber respuesta. Juris,
perplejo, volvió a llamar a la puerta. Habían quedado y le estaba esperando. Finalmente,
convencido de que algo raro pasaba, Juris echó la puerta abajo. Encontró a su madre
tumbada de espaldas, en el suelo de la cocina. Las piernas parecían haber sido forzadas.
Las tenía abiertas, y la derecha doblada por la rodilla. La bata estaba tirada en la entrada
y ella, completamente desnuda. El cinturón azul de la bata estaba anudado a su cuello
con una lazada.
Juris llamó a la policía. Poco después de las ocho en punto, el agente especial James
Mellon y el sargento John Driscoll, de la sección de homicidios, aparecían en el lugar de
los hechos. Juris, visiblemente afectado, explicó que tal vez su madre estaba deprimida
y se había suicidado. La impresión del inspector Mellon, tras echar un vistazo a la
habitación, era bastante diferente.
La bañera, próxima al cuerpo, estaba a medio llenar, como si la Sra. Slesers se dispusiera
a tomar un baño. Esta y otras pistas apuntaban a la explicación, más probable, de que
hubiera sido asaltada por alguien que después la asesinó.
UN EXTRAÑO DESORDEN:
Pero había más. Los investigadores quedaron impresionados por la limpieza del hall y
del salón. Sin embargo, en la cocina había tirada una papelera con papeles esparcidos a
su alrededor. Además, los cajones del aparador estaban abiertos y su contenido
desordenado.
La autopsia reveló que Anna Slesers había sufrido contusiones en la cabeza provocadas
por una caída o un golpe. Sin embargo, la causa de la muerte había sido el
estrangulamiento. Aunque no había pruebas de violación, había sufrido un ataque
sexual.
La primera opinión de los investigadores era que un delincuente había penetrado en el
apartamento con intención de robar. Se encontró con la mujer, medio desnuda para
tomar su baño, y la atacó preso de un deseo incontrolable. Después la estranguló por
miedo a ser identificado.
Sin embargo, había dos detalles que no encajaban. El primero era la forma en que el
desconocido entró en el apartamento. No había nada forzado, lo cual sólo dejaba la
posibilidad de que la Sra. Slesers hubiera dejado entrar a su atacante. Pero…. se trataba
de una mujer tímida y retraída que no había sido vista nunca en compañía de ningún
hombre. Además, parecía raro que abriera la puerta a un extraño, especialmente porque
sólo iba vestida con el albornoz y no llevaba la dentadura postiza puesta.
El segundo detalle que preocupaba a la policía era el móvil. El saqueo del apartamento
sugería que se trataba de un robo. Sin embargo, un reloj de oro y otras piezas de joyería
permanecían intactas sobre la mesilla de noche.
Lo más curioso era que el desorden parecía seguir algún método. Era como si las
posesiones de la víctima hubieran sido examinadas tranquilamente, en lugar de haber
sido registradas frenética y fortuitamente.
LA SEGUNDA VÍCTIMA:
El 30 de junio de 1962, tan sólo dos semanas después, el cuerpo de otra mujer de edad
avanzada, Nina Nichols, de 68 años, fue encontrado casi en idénticas circunstancias.
Había sido estrangulada con dos medias de nylon, también anudadas a su cuello con un
lazo. La bata y la combinación estaban subidas hasta la cintura.
Como en el caso Slesers, el apartamento tenía aspecto de haber sido registrado. Los
bolsos de Nina Nichols estaban forzados y abiertos, y su contenido esparcido por todas
partes. Sus ropas, un álbum de fotos deshojado y otros objetos personales estaban
también tirados de cualquier manera.
Pero de nuevo había que descartar el robo como móvil, ya que el intruso no se había
llevado una cámara fotográfica valorada en no menos de 300 dólares. Y, de nuevo, podía
apreciarse el mismo y curioso orden en medio del caos. No había indicios de haber
forzado alguna entrada, ni existía ninguna característica en la víctima que sirviera de
pista. Viuda desde hacía muchos años, Nina Nichols era conocida por no tener ninguna
compañía masculina.
La policía de Boston se enfrentaba a una situación en la que dos mujeres de edad
avanzada habían sido atacadas sexualmente y estranguladas, en menos de dos semanas.
El comisario de policía, Edward McNamara, recientemente destinado para supervisar los
efectivos policiales de que disponía Boston, convocó una reunión con los jefes del
departamento el lunes 2 de julio.
EL TERCER ESTRANGULAMIENTO:
Mientras estaban reunidos llegaron noticias de un tercer estrangulamiento. Helen Blake,
una enfermera retirada de 65 años, fue encontrada en su apartamento del 73 de
Newshall Street en Lynn, ciudad situada a varios kilómetros al norte de Boston.
Fue descubierta en circunstancias muy parecidas a la de las dos primeras víctimas.
Estaba casi desnuda y había sido estrangulada con una media de nylon.
Al igual que Anna Slesers y Nina Nichols, el asesino abusó de ella, pero no fue violada.
También esta vez, el apartamento había sido registrado y su contenido esparcido por
todas partes.
Helen Blake llevaba muerta unos días cuando fue encontrada. La autopsia reveló que
había sido asesinada el 30 de junio, el mismo día que Nina Nichols, aunque la hora de la
muerte no pudo ser determinada. El asesino había actuado dos veces en el mismo día.
La forma y frecuencia con que los asesinatos se cometían era demasiado evidente como
para ser ignorada. La policía empezó a darse cuenta de que no estaba tratando con
diferentes asesinos. Tuvieron que admitir que los asesinatos podrían ser obra de una
sola persona. Un asesino reincidente con tendencias sexuales anormales.
AMBIENTE DE TERROR:
El asesinato de Anna Slesers suscitó pocos comentarios en una ciudad en la que se
cometían unos 50 crímenes al año, pero la sensación de miedo fue aumentando a partir
del descubrimiento del doble asesinato, el 30 de junio de 1962.
Comenzaron a atribuir poderes sobrenaturales al desconocido asesino. Era conocido
como «el estrangulador loco», «el asesino del atardecer» (algunas víctimas murieron a
última hora de la tarde), o «el fantasma estrangulador».
El miedo al Estrangulador paralizó, en gran medida, el día a día normal de la ciudad. Los
cerrajeros hicieron un buen negocio. Cada crimen les proporcionaba mayor demanda
de cerrojos, cadenas, mirillas y cierres para las ventanas. Muchas mujeres improvisaron
barricadas y dormían dejando a los pies de las camas cualquier utensilio que sirviera de
arma.
Otras se procuraron la protección con perros. Fue tal la demanda que la Sociedad para
la Prevención de la Crueldad con los Animales se encontraba cada mañana con gente
haciendo cola en el exterior de sus dependencias para adoptar los perros callejeros que
habían recogido el día anterior.
El único consejo que la policía podía dar para hacer frente al pánico, era mantener las
puertas cerradas y avisarles en caso de ver a alguien merodeando o comportándose de
forma extraña. Se facilitó un teléfono para emergencias y, acto seguido, la policía recibió
multitud de avisos, referidos a vecinos o ex-amantes. Todos los avisos fueron
comprobados y, aunque algunos revelaron conductas extrañas para la puritana ciudad,
todos resultaron infructuosos.
CAMBIO DE VÍCTIMAS:
El siguiente grupo de asesinatos echó por tierra cualquier esperanza de encontrar una
pista de la identidad del asesino en los crímenes anteriores.
El primero fue el de Sophie Clark, el 5 de diciembre de 1962. Aunque fue asesinada de
la misma manera que las otras víctimas y su apartamento también fue registrado,
causaron gran impresión algunas diferencias con respecto a los casos anteriores. Clark
era muy joven, tenía sólo 20 años, era de color y no vivía sola. Otra diferencia con
respecto a las otras víctimas, es que ella sí había sido violada.
La muerte de Sophie Clark fue seguida, el 31 de diciembre, por la de Patricia Bissette,
una secretaria de 23 años. El 6 de mayo de 1963, moría también Beverly Samans, una
estudiante de Cambridge de la misma edad. Aunque esta última víctima también fue
estrangulada, se pensaba que la causa de su muerte habían sido unas puñaladas
recibidas en el cuello. Ambas fueron violadas.
Ahora, la policía estaba completamente desconcertada. El cambio radical en las edades
de las víctimas parecía excluir irrevocablemente la primera impresión de los psiquiatras
de que se trataba de un «psicópata que odiaba a su madre». Parecía que, después de
todo, podría ser cierta la teoría de que más de una persona estuviera involucrada en los
asesinatos.
Las protestas populares se intensificaron y la gente exigía una investigación ante
aparente ineptitud de la policía. McNamara, impotente, se limitó a citar estadísticas. La
policía había hecho averiguaciones sobre unos 5.000 maníacos sexuales de
Massachusetts, habían analizado a cada interno del centro para el tratamiento de
individuos sexualmente peligrosos, habían preguntado a miles de personas y habían
interrogado a mas de 400 sospechosos.
Sin embargo, los hechos eran los siguientes: se habían cometido ya ocho
estrangulamientos y la fuerza policial, compuesta por cerca de 2.600 hombres
trabajando de 12 a 14 horas diarias, no había encontrado todavía una sola pista
concluyente. Ninguna mujer en Boston, fuera joven o mayor, viviera sola o acompañada,
podía considerarse a salvo.
Ese mismo año se encontraron dos víctimas estranguladas más. Evelyn Corbin, 58 años,
el 8 de septiembre de 1963 y Joann Graff el 23 de noviembre. Esta última fecha tiene
particular relevancia en la historia de América. El 22 de noviembre de 1963, el
presidente John F. Kennedy había sido asesinado en Dallas, Texas. El día siguiente, 23 de
noviembre, fue declarado día de luto nacional.
El hecho de que el crimen hubiera sido cometido cuando el país, y Boston en particular,
estaban de luto, fue descrito posteriormente por un psiquiatra como «el mayor acto de
megalomanía de la historia del crimen contemporáneo».
DETALLES MACABROS:
El undécimo y último estrangulamiento, el 4 de enero de 1964, iba a motivar un giro
decisivo en el caso. La víctima, Mary Sullivan, de 19 años de edad, fue la más joven de
todas y los detalles de su asesinato los peores, pues había sido forzada sexualmente con
un palo de escoba.
Alrededor del cuello tenía una media y dos bufandas de colores chillones anudadas con
un gran lazo bajo la barbilla. Entre los dedos del pie izquierdo había colocada una tarjeta
navideña de colores llamativos en la que ponía: «Feliz Año Nuevo». La policía encontró
también un pequeño fragmento de estaño como los empleados para proteger una
película fotográfica. Este dato sugería que el Estrangulador pudo haber fotografiado la
escena para tener un recuerdo de su obra de arte, antes de salir del apartamento de
Mary Sullivan.
La sensación de horror que produjo el crimen en los habitantes de Boston fue realmente
impresionante. La juventud de la víctima y los atroces detalles de su muerte que llegaron
hasta el público, tocaron una fibra sensible que ninguno de los otros asesinatos llegó a
rozar.
Era urgente tomar nuevas medidas. Dos semanas después el fiscal general Edward
Brooke Jr. declaró que la oficina del fiscal general del Estado de Massachusetts, la más
alta institución jurídica del Estado, estaba haciéndose cargo de la investigación de todos
los asesinatos cometidos en Boston y sus alrededores. Nombró su ayudante a John S.
Bottomly para que se encargara de toda la operación. Como él mismo dijo: «éste es un
caso anormal e insólito y requiere procedimientos anormales e insólitos».
SALVADA MILAGROSAMENTE:
El 18 de febrero de 1963 una camarera alemana de 29 años, cuyo nombre jamás fue
revelado, abrió la puerta de su apartamento de Melrose Street a un hombre que decía
tener que arreglar una gotera. La mujer, que había estado enferma y que se encontraba
todavía aturdida por los efectos de una píldora para dormir, le dejó entrar y se dio la
vuelta.
El hombre saltó sobre ella, pasó un brazo alrededor de su cuello y la arrojó al suelo. La
mujer se defendió mordiéndole un dedo hasta tocar el hueso. Él la soltó y ella gritó
alertando a unos trabajadores que arreglaban un tejado cercano. El hombre salió
corriendo. Profundamente afectada, la víctima sólo pudo hacer una descripción
aproximada de su agresor. Era incapaz de identificarle.
DESCOORDINACIÓN POLICIAL:
Durante los 18 meses transcurridos desde que comenzaron los crímenes, cinco
departamentos de policía y tres fiscales de distrito se vieron involucrados. La dispersión
de los distintos departamentos se convirtió en un grave problema de comunicación.
Además, se sumó a esta confusión el hecho de que los diferentes departamentos de
policía habían mantenido en secreto varios detalles de los asesinatos de cara al público
y entre ellos mismos para reducir el riesgo de filtraciones o por un sentido de la
competencia fuera de lugar.
Era necesario, pensó Bottomly, una sede central donde se analizara toda la información.
Todos los datos de la policía de Boston, Cambridge, Lynn, Lawrence y Salem, lugares en
que se cometieron los asesinatos, tenían que ser recopilados en un solo lugar y después,
analizados en profundidad.
Bottomly actuó rápido. Ordenó hacer copias de todos los informes relacionados con los
estrangulamientos en todos los departamentos de policía de los lugares en que se
habían cometido los crímenes. El resultado en total ascendió a la increíble suma de
37.500 páginas. La información fue procesada e introducida en una computadora.
PETER HURKOS:
A finales de enero de 1964 surgió el acontecimiento más extraordinario del caso hasta
aquel momento. Unas semanas antes, un hombre de negocios había sugerido a
Bottomly que consiguiera (él mismo aportaría los recursos económicos) la ayuda de
Peter Hurkos, un vidente de 52 años de edad.
El curioso capítulo que se desarrolló a raíz de aquella sugerencia fue digno de figurar
entre las más fantásticas historias de ciencia ficción. El 29 de enero, Hurkos y Jim Crane,
su guardaespaldas, llegaron a Lexington, a 30 kilómetros de Boston.
Al día siguiente, en la pequeña habitación de un motel, el vidente comenzó a componer
una imagen del Estrangulador. Como primera medida, dijo que le gustaría hacerse una
idea de las víctimas del asesino. Un detective, Juhan Soshnick, le proporcionó un montón
de fotografías que colocó agrupadas boca abajo sobre la cama. Las tocó suavemente y
al cabo de unos minutos, su mano se detuvo sobre uno de los montones. «Esta, la de
arriba, muestra una mujer muerta. Sus piernas están separadas, la veo», dijo con su
marcado acento holandés. «Compruébelo usted mismo».
Se tumbó en la alfombra y demostró, exactamente, cómo la víctima en cuestión había
sido colocada por el Estrangulador. Cuando Soshnick volvió la fotografía, pudo ver a la
primera víctima, Anna Slesers, en la misma posición que Hurkos acaba de mostrarle.
Ante la mirada incrédula de los presentes, repitió el proceso con las otras víctimas. El
«cerebro radar» del vidente (como a él mismo le gustaba llamarlo) empezó a generar
imágenes del asesino. Poco después, estaba describiendo a un hombre delgado, de 1,70
m de estatura y un peso de 60 a 70 kg. Debía de tener una nariz puntiaguda, una cicatriz
en el brazo izquierdo y algo raro en el pulgar.
Entonces, inexplicablemente surgió el comentario: «le encantan los zapatos.»
LA CONFESIÓN:
El 4 de marzo, un tanto escéptico ante aquella situación, el abogado fue a Bridgewater
para encontrarse con Albert por primera vez. El hombre que le recibió medía alrededor
de 1,72 m, tenía el pelo largo y una nariz afilada y puntiaguda. La voz era clara y aguda
y los modales sinceros y encantadores. Su apariencia simpática combinada con un
aspecto perfectamente olvidable, le convertían en opinión de Bailey, en el sospechoso
idóneo de los asesinatos. No era difícil comprender cómo se las habría ingeniado este
hombre para entrar en los apartamentos de las mujeres y salir, luego, pasando
totalmente desapercibido.
En la entrevista grabada que mantuvieron, DeSalvo confesó no sólo los 11 asesinatos
conocidos, sino dos más de los que la policía no sabía nada. El de Mary Brown, golpeada
y apuñalada en su apartamento Lawrence el 9 de marzo de 1963, y el de una mujer de
80 años que, aparentemente, murió de un ataque al corazón en sus brazos. DeSalvo no
podía recordar su nombre ni la fecha del asesinato (investigaciones posteriores
revelaron que se llamaba Mary Mullen, asesinada el 28 de junio de 1962).
Con voz serena y flemático, DeSalvo dio detalladas descripciones de los crímenes,
incluyendo partes que no habían llegado a la opinión pública. Fue capaz de afirmar
tranquila y correctamente que la puerta de Patricia Bissette abría hacia afuera. Dibujó
bocetos exactos de los 13 apartamentos en los que tuvieron lugar los hechos, y habló
sobre «el nudo del Estrangulador», explicando que era el nudo que utilizaba siempre
para atar las piezas ortopédicas móviles en la deformada cadera de su hija Judy. Le
gustaba hacer un gran lazo para hacerla reír.
A excepción de uno o dos errores, las descripciones de DeSalvo eran casi perfectas.
Bailey, convencido de haber encontrado al Estrangulador, llamó al teniente Donovan y
le invitó a que escuchara la grabación. Tan pronto como escuchó aquella cinta, Donovan
contactó con la oficina del Fiscal General.
SIN PRUEBAS:
Los investigadores se vieron ante un gran dilema. A pesar de la exactitud de los informes
del supuesto asesino y de su evidente ansiedad por confesar, no había ninguna prueba
legal para condenarle. El Estrangulador no dejó huellas que pudieran compararse con
las de DeSalvo y no había ningún testigo ocular. La única superviviente de los ataques,
la camarera alemana, se comprobó que era incapaz de identificarle, y ninguno de los
vecinos de las víctimas pudo reconocerle en las fotografías.
Debido a la ausencia total de pruebas, la culpabilidad del confeso debía ser demostrada.
Hasta entonces sus declaraciones habían sido hechas de un modo puramente informal
y nadie podía estar seguro de si estaba diciendo la verdad o no. Se decidió que DeSalvo
debería someterse a un interrogatorio formal, que llevaría a cabo Bottomly, con
respecto a los 13 asesinatos. Tendría la garantía de que nada de lo que dijera podría ser
utilizado contra él en el juicio. Agentes de la policía y detectives de zona comprobarían
minuciosamente cada dato. Si se averiguaba que había dicho la verdad y era declarado
competente para someterse a juicio, unos psiquiatras le examinarían para determinar
su estado mental cuando cometió los asesinatos.
En caso de que le encontraran mentalmente capaz de ser juzgado, haría una confesión
formal que pudiera ser utilizada en el juicio, donde suplicaría un veredicto de no
culpabilidad con la esperanza de ser confinado en una institución mental. Pero si
durante el juicio era declarado sano (lo que significaría ejecución) no existiría confesión
válida y todos los precedentes tomados en su contra se detendrían. Tendría su
inmunidad asegurada. DeSalvo estuvo de acuerdo.
LA “URGENCIA” DE MATAR:
Durante la primavera, verano y otoño de 1965, DeSalvo se encontró con Bottomly
semanalmente, en presencia de un tercer individuo como testigo. Se desahogó
contando las historias de sus asesinatos. Estaba, al parecer, deseoso por confesar, con
la esperanza de que el hacerlo le ayudaría a entenderse a sí mismo. Se esmeró en relatar
cada estrangulamiento al detalle.
La mayoría de los asesinatos ocurrieron en fines de semana porque «siempre podía salir
de casa el sábado, diciéndole a su esposa que tenía que ir a trabajar». Una vez fuera de
la casa, DeSalvo describió cómo conducía por las afueras sin ningún propósito fijo. Iba
en su Chevrolet Coupé del 54 color verde, hasta que lo que DeSalvo describió como «la
urgencia» de matar se apoderaba de él y tenía que actuar. En sus acciones no existía en
absoluto un plan premeditado.
Escogía un edificio al azar y llamaba a cualquier timbre en el que figurara el nombre de
una mujer. No tuvo ninguna dificultad en ingeniárselas para entrar en los apartamentos,
con la excusa de tener que realizar algún trabajo de mantenimiento o de decoración.
Tras unos minutos de conversación, le poseía un irracional e irreprimible urgencia de
matar. Parecía suceder en el momento en que la víctima le daba la espalda. Describió
esta sensación con todo detalle en el caso de Nina Nichols: «Al volverse de espaldas y
ver su nuca… me ponía a tope… Todo hervía dentro de mí. Antes de que se diera cuenta,
había puesto un brazo alrededor de su cuello y… así sucedía.»
ACLARACIONES:
Un tema constante en los interrogatorios era la total mistificación de su propia
conducta. «No había nada en Anna Slesers que pudiera interesar a ningún hombre…
¿por qué lo hice?» Cuando le preguntaron por qué había desordenado los
apartamentos, no pudo dar una respuesta satisfactoria. «Eso es lo que me gustaría
averiguar a mi también», contestaba. Estaba igual de confuso ante el porqué había
dejado a Ida Irga con los pies metidos en los huecos del respaldo de las sillas.
«Simplemente lo hice», dijo a modo de explicación.
En muchas de sus declaraciones DeSalvo se distanciaba completamente de sí mismo,
como si estuviera hablando de otra persona. Claro ejemplo de esto fue el relato de cómo
estuvo a punto de asesinar a una joven antes que a Anna Slesers. «Miré al espejo de la
habitación y allí estaba yo estrangulando a alguien. Caí de rodillas, me santigüé y recé.
¡Oh, Dios!, ¿qué estoy haciendo?, soy un hombre casado, padre de dos criaturas. ¡Oh,
Dios, ayúdame! Era como si no fuera yo… era como si fuera otra persona la que estaba
viendo. Me fui de allí.»
Cuando hablaba sobre Patricia Bissette (la única víctima que fue hallada cubierta y sin
desnudar) decía: «Ella era tan distinta… No quería verla así, desnuda… Me habló como
a un hombre y me trató como tal… Recuerdo que la cubrí mientras todo sucedía.»
Unas veces se mostraba profundamente reacio a discutir los crímenes. Otras, estaba
totalmente tranquilo e indiferente, como cuando describió lo que hizo tras el asesinato
de Joann Craff. «Cené, me lavé, jugué con los niños y vi la televisión.»
Al crecer en DeSalvo la confianza en Bottomly, admitió que durante un tiempo esa
“urgencia” de matar había sido un verdadero problema. «Esta cosa hirviendo dentro de
mí… todo el tiempo… sabía que no podía controlarlo.» Explicó que si había decidido
confesar fue porque había leído una declaración del Gobernador Peabody que decía que
el Estrangulador no sería ejecutado, sino enviado a una institución psiquiátrica para su
tratamiento.
Su extraordinaria declaración finalizó el 29 de septiembre de 1965. Las investigaciones
policiales habían revelado que había dicho la verdad en todo momento y que conocía
detalles que nunca se habían hecho públicos. En aquel momento les quedaban pocas
opciones, aparte de creer que aquel hombre que tenían ante sí, era sin duda alguna, el
Estrangulador de Boston.
Al inspeccionar sus archivos, las ironías del caso resultaron evidentes. Tras la gigantesca
caza que habían llevado a cabo, el asesino resultó ser alguien que había estado
permanentemente en sus archivos, pero pasó desapercibido porque estaba fichado en
la categoría de «allanamientos» en lugar de en la de «ofensas sexuales».
MOTIVOS DESCONOCIDOS:
DeSalvo siempre declaró que no comprendía por qué había matado, aunque a veces
culpaba a su mujer, a su educación y a sí mismo. Su desconcierto sobre los motivos era
un tema constante en las declaraciones. Repetía que quiso testificar para intentar
comprender la naturaleza de sus impulsos y poder ser liberado de ellos. Cuando hablaba
de los crímenes solía hacerlo en tercera persona, como si sólo hubiera sido un impotente
observador de cuanto sucedía, en lugar del auténtico y único asesino.
Los psiquiatras que habían intentado proporcionar un perfil psicológico del
Estrangulador antes de su arresto, estaban tan confusos como DeSalvo. La mayoría
creyó que había por lo menos dos asesinos actuando. Uno era tímido, introvertido y
poco sexual. Posiblemente un homosexual que mataba a las ancianas para vengarse
personalmente de la madre dominante que odiaba. El otro era un violador convencional,
particularmente brutal, un solitario que quería reafirmar su poder sobre las mujeres,
motivado tal vez por un rechazo sexual.
Cuando DeSalvo admitió los crímenes, multitud de teorías se evaporaron. Quería
profundamente a su madre, aunque sintió que le había fallado al no protegerle de la
violencia de su padre, y lejos de ser un solitario era un hombre de familia. Además, según
reconoció él mismo, no era precisamente la suya la biografía de un hombre que
asesinara por una lascivia frustrada.
La diferencia de edad de las víctimas, dato que tenía obsesionados a los psiquiatras, era,
según el acusado, una mera coincidencia tan accidental como las otras conexiones que
había entre las víctimas: los hospitales y la música clásica. Había seleccionado las
víctimas al azar por los nombres que figuraban en los timbres de las puertas.
DECLARADO COMPETENTE:
El 30 de junio de 1966, Albert DeSalvo asistió a una vista preliminar en el juzgado del
condado de Middlesex, al este de Cambridge, para que se dictaminara su competencia
para someterse a juicio por los crímenes de «el Hombre verde». Bailey pensaba que el
acusado sólo podría recibir la ayuda médica que requería sometiéndose a juicio y
consiguiendo un veredicto de no culpabilidad por enajenación mental. Sin embargo, en
este caso, los cargos en cuestión eran atraco a mano armada y atentado contra el pudor.
Los estrangulamientos podían ser mencionados implícitamente pero no tendrían
relación directa con el caso.
Tras el testimonio de los psiquiatras, cuyas opiniones sobre la competencia de DeSalvo
estaban divididas, el acusado subió al estrado. Cuando Bailey le preguntó si quería
recibir ayuda médica, DeSalvo contestó: «lo que he pedido siempre es ayuda médica,
pero aún no he recibido ninguna».
Posteriormente, el abogado de la acusación pública y ayudante del Fiscal del Distrito del
Condado de Middlesex, Donald Conn, le interrogó, recalcando su deseo de decir toda la
verdad sobre su pasado sin importarle lo que ocurriera. «Sentía que no podía seguir
viviendo conmigo mismo… a mi manera quería liberar todo lo que llevaba dentro, la
verdad. Sean cuales sean las consecuencias, las aceptaré porque siempre he querido
contar la verdad.»
El 10 de julio, el juez que presidía la vista, Horace Cahill, declaró a DeSalvo competente
para someterse a juicio. Al día siguiente fue conducido ante el juez George Ponte en el
mismo juzgado donde había suplicado su veredicto de no culpabilidad. Fue encarcelado
sin fianza en Bridgewater en espera de juicio por los crímenes de «el Hombre verde».
EL JUICIO:
Seis meses después, el 9 de enero de 1967, comenzó el juicio en el mismo condado.
DeSalvo fue acusado de robo a mano armada y atentado contra el pudor. Su alegato era
de no culpabilidad en virtud de la enajenación mental.
Como en la vista preliminar, el fiscal era Donald Conn. Los testigos de cargo eran cuatro
mujeres que habían sido víctimas de «el Hombre verde». Sus identidades se guardaron
en secreto dada la naturaleza íntima de las pruebas involucradas. Reacias y bastante
turbadas por la situación, las mujeres describieron como las ató, violó y humilló a punta
de navaja.
Los principales peritos de la defensa presentados por Bailey eran dos psiquiatras, el
doctor Robert Ross Mezer, de Boston, y James Brussel. Aunque DeSalvo sólo estaba
siendo juzgado por las fechorías de «el Hombre verde», era su misión sacar a relucir los
estrangulamientos como parte de sus antecedentes psiquiátricos. Todo el caso de Bailey
dependía de los dos diagnósticos de esquizofrenia. En su opinión, cuando se hablara al
jurado de los estrangulamientos no dejarían de considerar a DeSalvo un enajenado
mental, aunque estos crímenes no fueran, directamente, parte del juicio.
Para resumir el caso, la acusación, Donald Conn, describió al acusado como un astuto
criminal que fingía síntomas de enfermedad mental con la esperanza de ser recluido en
una institución psiquiátrica de la que le sería fácil salir en unos cuantos años. En una
intervención señaló gritando al jurado: «Es mi deber para con mi esposa, con las de
todos ustedes y con cada mujer que pudiera ser víctima de este hombre, tachar su
conducta de lo que es: una viciosa conducta de criminal. No dejen que este hombre se
burle de ustedes delante de sus narices.»
Las últimas puntualizaciones de Bailey fueron igualmente apasionadas, al hacer una
súplica para que el acusado fuera declarado enajenado mental y poder así enviarle a un
hospital psiquiátrico y recibir el tratamiento adecuado. «No sólo por su propio beneficio
-dijo Bailey-, sino también para conseguir una mayor comprensión de este tipo de
crímenes en el futuro.» «Este hombre, Albert DeSalvo, es un fenómeno, una
oportunidad única para ser estudiada. Nunca hemos tenido tal espécimen en cautividad.
Debería ser sujeto de estudio para la Fundación Ford o una institución parecida.»
«Lo que estoy exponiendo con esto, no es una defensa, es un imperativo sociológico.
Aparte de la moral, la religión, la ética o cualquier otra objeción para la pena de muerte,
ejecutar a este hombre es un acto tan desmedido, barbárico e ignorante como lo fue
quemar a las brujas de Salem.»
En su alegato final, el juez Cornelius Moynihan explicó al jurado que podían declararle
culpable, no culpable o no culpable por enajenación mental. El juez Moynihan dijo
también a los miembros del jurado que debían borrar de su cabeza todas las referencias
a los estrangulamientos, diciéndoles «no se le juzga por homicidio».
LA SENTENCIA:
El 18 de enero, el jurado se retiró a deliberar. Estuvieron reunidos durante tres horas y
cuarenta y cinco minutos. A las seis de tarde volvieron con su veredicto: Culpable.
Cuando se leyó el fallo del jurado, el juez consideró cuidadosamente la sentencia. El
abogado explicó que el deseo de DeSalvo era que le encerraran de por vida y que «la
sociedad fuera protegida de él».
El estrangulador fue sentenciado a cadena perpetua y fue devuelto al hospital de
Bridgewater en espera de que le enviaran definitivamente a una prisión de máxima
seguridad. Para Lee Bailey, James Brussel y muchos otros interesados en el caso, la
decisión fue un tremendo error. A pesar de su nombre, Bridgewater (hospital del puente
sobre las aguas), en realidad era más una prisión que un hospital. Además, Bridgewater
no contaba con personal adecuado, lo que hacía concebir pocas esperanzas de que
DeSalvo recibiera la atención que necesitaba.
LA FUGA:
El 24 de febrero de 1967, poco antes de las seis y cuarto de la mañana, Albert DeSalvo
se fugó del Hospital Estatal de Bridgewater con dos compañeros más: Frederick Erickson
y George Harrison, convictos por asesinato y robo a mano armada, respectivamente.
Se creía que los tres hombres, que tenían celdas adyacentes, utilizaron una llave
fabricada por ellos mismos. Uno de ellos la metió en la cerradura desde dentro y abrió
la puerta. Una vez fuera abrió las puertas de las celdas de sus compañeros. Bajaron
deslizándose por el hueco de un ascensor en construcción en la parte externa del
edificio. Después escalaron un muro de 3,5 metros colocando un andamio contra él.
Los tres hombres fueron capturados 36 horas más tarde. Erickson y Harrison fueron
encontrados en un bar de Waltham, un barrio cercano. DeSalvo telefoneó a Bailey desde
una tienda de ropa en Lynn y se entregó.
Los dos hermanos DeSalvo, Joseph y Richard, fueron arrestados posteriormente por
complicidad en el intento.
Por lo que respecta al recluso, no cabía ninguna duda de que su fuga del hospital de
Bridgewater era un grito de socorro. Había dejado una nota en la celda pidiendo perdón
por su fuga y explicando que «se iba porque quiso recibir ayuda y nadie hizo nada por
él».
El psiquiatra James Brussel, por primera vez, estaba convencido de que aquel sujeto
estaba diciendo la verdad. En su opinión, DeSalvo estaba «simple y honestamente
desconcertado de su propia naturaleza y quería ayuda en la búsqueda de explicaciones.
Su fuga era una forma de llamar la atención del público sobre su situación».
A pesar de la histeria reinante entre la prensa y la opinión pública, Albert se entregó 38
horas después. Llamó desde una tienda de ropa a la oficina a Bailey, diciendo: «Se acabó,
llevadme de vuelta.»
En una improvisada rueda de prensa celebrada tras su arresto, explicó las razones de su
fuga. «No molesté a nadie y nunca lo haré. No quise hacer daño a nadie. Lo hice para
reclamar la atención pública sobre el caso de un hombre que tiene una enfermedad
mental, contrata un abogado y nadie hace nada para ayudarle.»
ASESINADO EN PRISIÓN:
Debido a una trágica y errónea manipulación del caso, Albert DeSalvo fue
inmediatamente trasladado del hospital estatal de Bridgewater a la prisión de máxima
seguridad de Walpole, Massachusetts, de donde no había posibilidad de escapar y
donde pasaría el resto de sus días.
Seis años después, la historia del Estrangulador de Boston acabó tan misteriosamente
como había comenzado. El 25 de noviembre de 1973, Albert DeSalvo fue hallado muerto
en su celda de la prisión de Walpole. Había sido apuñalado seis veces en el corazón
durante una supuesta «reyerta» en la prisión. Sus compañeros de presidio en la prisión
de Walpole cerraron filas y se negaron a revelar la identidad del atacante.
Su asesino nunca fue encontrado.
La policía de Boston anunció el 9 de julio de 1999 que iban a revisar el caso del
estrangulador de Boston, usando tecnología DNA para analizar las evidencias de los
crímenes para probar de una vez por todas si Albert DeSalvo fue responsable de los
asesinatos. Sin embargo, la mayoría de las muestras han desaparecido. El cuchillo usado
para asesinar a DeSalvo, que también puede contener muestras de DNA, tampoco ha
aparecido.
VÍCTIMAS:
14 de junio de 1962 / Back Bay / Anna Slesers / 55 años
28 de junio de 1962 / Back Bay / Mary Mullen / 80 años
30 de junio de 1962 / Greater Boston / Nina Nichols / 68 años
30 de junio de 1962 / Lynn / Helen Blake / 65 años
19 de agosto de 1962 / West End / Ida Irga / 75 años
20 de agosto de 1962 / Dorchester / Jane Sullivan / 67 años
5 de diciembre de 1962 / Back Bay / Sophie Clark / 20 años
31 de diciembre de 1962 / Back Bay / Patricia Bissette / 23 años
9 de marzo de 1963 / Lawrence / Mary Brown / N/A
6 de mayo de 1963 / Cambridge / Beverly Samans / 23 años
8 de septiembre de 1963 / Salem / Evelyn Corbin / 58 años
23 de noviembre de 1963 / Lawrence / Joann Graff / N/A
4 de enero de 1964 / West End / Mary Sullivan / 19 años
TEORÍAS DE LA CONSPIRACIÓN
Podemos concluir que Albert Desalvo, fue un asesino serial de mujeres durante el siglo
XX… Su infancia traumática y tormentosa creó diversas huellas de dolor emocional en la
personalidad de este criminal; para que posteriormente sea conocido como ¨el
estrangulador de Boston¨ y su impulso siniestro sea expuesto…
Albert Desalvo tenía el trastorno antisocial de la personalidad, sus actos crueles
ejecutados durante las décadas pasadas, dejaron una edad de oscuridad en el país
norteamericano… Existieron diversas teorías que avalaban la inocencia de Albert, pero
estas nunca fueron comprobadas del todo; ya que las evidencias siempre desaparecían
después de haber expuesto el crimen en los medios de comunicación… La cruda realidad
de estos asesinatos, Albert Desalvo se los llevó a la tumba…
LINKOGRAFÍA
http://biografiasdeasesinos.blogspot.com/2014/07/asesino-125-albert-desalvo-
biografia-de.html
https://criminalia.es/asesino/albert-desalvo/
https://citv.es/fichados/estrangulador-boston-adn-no-miente/
ANEXOS