Libro Mantas Traperas Versión para Pantalla
Libro Mantas Traperas Versión para Pantalla
Libro Mantas Traperas Versión para Pantalla
Mantas
traperas
tradición textil en manos de mujeres
Foto: Silvia Andrada
Foto de portada:
Matías Bervejillo Jones
ISBN 978-9974-670-73-0
1ª Edición, julio 2011.
Impreso en Uruguay.
Prólogos 7
Introducción 11
Localidades de procedencia de las mantas traperas 13
Glosario 115
Bibliografía 118
Prólogos
Cuando yo era niña, la mayoría de las mujeres adultas eran amas de casa;
pocas accedían a las profesiones universitarias y a las obreras se las miraba
con recelo; hasta se les había endilgado el despectivo mote de “fabriqueras”.
Las amas de casa se hacían cargo de todas las tareas domésticas. Sólo
después del almuerzo, y algunas veces de una siesta, se instalaban junto a
la radio, sintonizada en alguna radionovela, fondo sonoro de la hora de “las
labores” de aguja: tejido, costura, zurcido de la ropa de toda la familia, el
bordado de ajuares de casamiento de las solteras de la familia o de un bebé
que se anunciaba… Era otra tarea femenina no remunerada. Su respuesta en
censos y trámites resultaba muy clara: ama de casa.
Transcurrieron apenas dos décadas para que este escenario doméstico
urbano —y también el rural— se transformara drásticamente. El ingreso masivo
de las mujeres al mercado laboral y la emigración familiar del campo a la
ciudad revolucionaron de golpe la dinámica hogareña. La hora de las labores
se desdibujó, porque sus protagonistas, salvo las más viejas, ya no estaban
en la casa.
Así, la costura, el bordado o el tejido dejaron de ser un rubro de la
economía doméstica para transformarse en un hobby o en un recurso per-
sonal contra el estrés que representan las largas jornadas laborales que hoy
enfrentamos las mujeres. La artesanía con sello propio quedó casi sepultada
bajo montañas de prendas chinas o indias.
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Por eso, saludo con alegría la edición de este libro que revaloriza el
trabajo, ya casi olvidado y casi extinguido, de cientos de mujeres en todo el
país, que de manera rústica o refinada dieron cobijo a su familia y la arroparon
con mantas hechas con trapos viejos y usados. Será, seguramente, la mejor
manera de revertir el dicho de que “lo que no se recuerda, no existió”.
Cristina Canoura
Uruguayas y universales
Los uruguayos pueden sentirse muy orgullosos de estos objetos textiles tan
cuidadosamente relevados, documentados y presentados en este libro. Su
trabajo abarca desde lo rústico hasta lo muy elaborado; algunas telas son
cortadas y armadas en patrones geométricos mientras que otras son
emparchadas y remendadas usando formas abstractas. Algunas son más her-
mosas que otras. Pero cada una expresa una creatividad humana práctica,
que también exhiben algunos textiles caseros históricos que encontramos
en otros países. Lo que estas piezas tienen en común con el boro futon
japonés, las wagga australianas, los thrift quilt irlandeses, los britchy quilts
de Estados Unidos de Norteamérica, es que todas usan fragmentos de telas
recicladas como forma de sobrellevar períodos de pobreza y escasez.
Desde mediados del siglo XVIII en Europa y América del Norte la popula-
ridad del patchwork ha crecido sostenidamente y se combinó con el quilting,
agregando abrigo y durabilidad a las mantas en capas; por eso muchos de
estos objetos eran cobertores de cama. A medida que fue apareciendo la
producción en serie de telas estampadas, y más personas tuvieron tiempo
libre para realizar patrones más intrincados, las colchas de patchwork se
volvieron una labor doméstica extendida, estatus que conserva hasta hoy.
Los quilts actuales pueden parecer diferentes, y sin embargo contienen
en sí la esencia del arte popular, cuyas raíces profundas se encuentran en la
historia cultural europea y asiática.
Alison Schwabe
(traducido del inglés por las autoras)
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Dedicamos este libro a nuestras familias y
amigos por el apoyo constante y entusiasta
durante este proyecto.
Agradecimientos
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Introducción
Este libro trata de mantas traperas y de las personas que las hacen.
A las cuatro mujeres que realizamos esta investigación nos une, junto a
un grupo más amplio de mujeres, el gusto por coser, por hacer cosas con las
manos. Si bien cada una tiene otra actividad, todas hacemos quilts.
Cuando descubrimos que no teníamos que mirar muy lejos para encon-
trar mantas similares a las que nosotras hacíamos, sino que cerca nuestro ya
existía una tradición, nos dominó una suerte de entusiasmo por empezar a
rastrearlas.
De ese primer descubrimiento, surgió una exhibición de mantas traperas
realizada en 2009 para el Día del Patrimonio, dedicado a tradiciones rurales.
Esta muestra se realizó en la Alianza Francesa de Montevideo y fue sólo el
inicio de varias más, que tuvieron lugar en Mercedes, en Salto, en San José…
A partir de ahí, el objetivo fue continuar con la investigación ya iniciada
y valorizar esta actividad. Fue así que armamos un proyecto y nos presenta-
mos a los Fondos Concursables, edición 2010, del Ministerio de Educación y
Cultura. El resultado es este libro, en el cual queda plasmado, en tinta
sobre papel y en imágenes, el fruto de este “viaje”.
Con esta publicación pretendemos dirigir un foco de luz sobre esta rica
expresión creativa, que lentamente va en proceso de desaparición. Sería gra-
tificante que nuestro aporte logre entusiasmar y motivar a otras mujeres en
su práctica.
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No podemos, sin traicionar el sentimiento que nos acompañó durante el
año que duró el proyecto, dejar de trasmitir algo de lo que fue el encuentro
con las mujeres que, solas o en grupo, se dedican a hacer traperas en todo
el país, en el campo, en pueblos o ciudades. Cada contacto, cada salida y
entrevista dieron lugar a experiencias nuevas, de sorpresa a veces, de agra-
decimiento mutuo siempre, al compartir los saberes de cada una. Así fuimos
armando este libro-manta, estas páginas-retazos, a partir del don de la
creatividad que estuvo presente en todos los encuentros.
Esta investigación ha sido presentada por Virginia D’Alto en el I Encuen-
tro Iberoamericano de la Red Textilia —Costa Rica, 2010— y en el Congreso
Internacional "Consideraciones entre el textil y la sociedad: una recapitula-
ción" —Universidad Veracruzana, Xalapa, México 2011—, en el marco de la VI
Bienal Internacional de Arte Textil.
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REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY
Localidades de procedencia
de las mantas traperas
Arapey
Salto
Paysandú
Barriga Negra
Rincón de Aparicio
Colonia Miguelete San José Castillos
Aiguá
Barra de Valizas
Colonia La Paz
Colonia Valdense
Cabo Polonio
Pan de Azúcar
Montevideo
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Donde se cuenta
acerca de su
origen y de cómo
los inmigrantes
nos legaron su
tradición
En el siglo XIX y hasta mediados del XX, Uruguay recibió a gran cantidad de
inmigrantes de muy diverso origen, pero principalmente españoles e italia-
nos, anglosajones y alemanes. Estas migraciones en aluvión formaron la
población del país, junto a un porcentaje importante de afrodescendientes
(9%), y a una proporción menor de mestizos e indígenas.
Los inmigrantes que llegaban a Montevideo por mar —en bergantines,
corbetas o vapores— o por tierra desde Brasil, para luego desparramarse por
todo el territorio, dejaban atrás su patria, su rincón en el mundo, su familia
y, unida al dolor de abandonar sus raíces, la esperanza los animaba hacia un
nuevo hogar. Junto a estos sentimientos, eran portadores de una cultura y
de sus costumbres. Y, no menos importante, traían consigo sus implementos
de trabajo, ya fueran agricultores, comerciantes o artesanos, conscientes
de que les esperaban tiempos difíciles: herramientas de labranza, semillas,
recetas culinarias y abrigos formaban parte de esas escasas y preciadas po-
sesiones. Entre ellas, no faltaban los enseres de costura: agujas, tijeras,
alfileres e hilos… indispensables para esas labores domésticas.
Estas costumbres, unidas a las necesidades que imponía la nueva reali-
dad, fueron la masa con la cual se formaron nuevos modos de vivir, de hablar,
de cocinar, de darse abrigo, de cobijarse… El aislamiento geográfico en que
muchos rehicieron sus vidas fue un factor que facilitó la continuidad cultural.
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Se estima que la cantidad de españoles, por tomar un caso, que cruza-
ron el Atlántico hacia América entre fines del siglo XIX y principios del XX, es
de unos tres millones:
Su partida afectó de modo gradual, aunque persistente, a la sociedad
Origen y tradición
española y, del otro lado del mar, a la de las naciones receptoras… El
éxodo en masa de España hacia América constituye una de las facetas más
singulares de la historia social contemporánea del país. (Sánchez Albor-
noz, 1988)
Y los países que no perdieron una masa tan importante de gente, a veces sí
la perdieron en sitios y regiones concretos que quedaron completamente
despoblados.
De esa enorme cantidad de personas que tuvieron que emigrar de Espa-
ña, quizá un porcentaje muy bajo se estableció en Uruguay, pero para un
territorio relativamente pequeño se trató de un impacto significativo.
El Uruguay de 1830 apenas contaba con 70.000 habitantes. El de 1875 po-
seía ya 450.000 y el de 1900 un millón. El espectacular crecimiento —la
población se multiplicó por 14 en 70 años— no tenía parangón en ningún país
americano. La alta tasa de natalidad dominante hasta 1890 […] se había
unido a una relativamente baja tasa de mortalidad […] para ambientar este
hecho, pero el factor crucial de la revolución demográfica fue la inmigra-
ción europea. (Barrán, 1995)
Al investigar los orígenes de estas mantas, el camino nos fue guiando hacia
América del Norte. En Estados Unidos y Canadá el quilting fue introducido
por inmigrantes ingleses y holandeses llegados a esos territorios entre fines
del siglo XVIII y fines del XIX. Esta técnica ha tenido un desarrollo explosivo
desde 1970 en adelante, revalorizándose como expresión textil.
El derrotero nos lleva a desandar el camino de los inmigrantes y a cruzar
el Atlántico hacia Europa. Al rastrear en el pasado, se pueden encontrar las
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huellas del uso de mantas hechas con retazos de tela en el Norte de África,
Turkestán, Persia, Siria, la India y China.
Fue en el siglo XI cuando los Cruzados introdujeron estas técnicas a Europa.
Dichas técnicas se utilizaron para confeccionar prendas de vestir y colchas.
Mantas traperas
[…] para el siglo XVII el quilting, tal como lo conocemos hoy día, […] se
encontraba en todo tipo de prendas, tanto para exteriores como ropa inte-
rior y de cama. (www.quiltingmania.com)
En cada región, la técnica se adaptó a los medios y necesidades de cada socie-
dad: en Italia se la llamó trapunto, que une dos capas de tela pero sin relleno.
En Francia, el piqué de Marseille y el boutis surgen en el siglo XV; en Marsella,
hacia 1680, unas 6.000 mujeres trabajaban en el ramo y producían unas 45.000
piezas por año, que luego exportaban a Holanda, Inglaterra, Portugal y Espa-
ña, llegando su influencia, a las colonias americanas.
En Japón, las mantas traperas se llaman boro, en Australia wagga y en
España almazuela. Es sorprendente la similitud de estas mantas en tan di-
versos lugares del mundo. En Uruguay también se da esta tradición. Quizá
sin demasiado afán estético pero con sentido utilitario. En todos estos luga-
res las mantas hechas con retazos de viejas prendas crean una estética
propia e inconfundible.
¿Almozala o almazuela?
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tela, derivaron hasta denominarse almazuelas. Existe constancia documen-
tal del uso del término en textos castellanos del siglo XVII. (www.laborbata.
blogspot.com)
Desde esos tiempos en que el Reino de Castilla expulsa a los moros de su
Origen y tradición
territorio, estas alfombras o tapices de oración fueron adaptando su uso por
pura necesidad, hasta convertirse en las almazuelas que tienen en la actua-
lidad su mayor expresión en la zona de La Rioja en España.
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se desarrollara en las nuevas condiciones. Una cultura en la que a todo material
desechado se le daba un nuevo uso y adquiría nueva vida. Las telas también
eran parte de esos materiales que se conservaban y reutilizaban.
La tarea de reciclar, de reutilizar toda prenda en desuso era también
Mantas traperas
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… las piezas de tela importadas al Río de la Plata no eran de buena calidad,
sino burdas, ordinarias, baratas. Se usaban para la confección de ponchos,
jergas de merino, cobertores de lana espesa fabricados en Yorkshire, zara-
zas, bayetas de dos frisas y listadas, lienzos de color, en especial azules,
Mantas traperas
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tadas, más baratas, más livianas, de fácil lavado y de secado rápido, pasa-
ron a ser más populares que los abrigos de lana.
En los hogares, la accesibilidad y practicidad de los abrigos sintéticos de
cama hicieron que la confección casera de colchas de retazos pasara a ser
Mantas traperas
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Mujeres entre
hilos y agujas
Hasta no hace mucho tiempo, la costura era parte fundamental de la econo-
mía del hogar. Remendar, rehacer prendas, confeccionar sábanas, toallas,
manteles, cortinas y otros artículos de la casa eran tareas domésticas de
rutina que se combinaban con la crianza de los niños y la preparación del
alimento. La costura era un recurso, un motivo de orgullo, así como a veces,
también, una tarea pesada e incluso tediosa.
En la campaña como en la ciudad, con los escasos recursos que tenían
las familias, las mujeres, apelando a la creatividad y al trabajo manual,
creaban las mantas traperas: útiles, protectoras, abrigadas y con un toque
de diseño personal.
La ropa usada no se regalaba, se pasaba de un hermano a otro y se usaba
como vestimenta hasta que no se podía volver a remendar. Luego, se
reutilizaba con diferentes fines, entre otros, para confeccionar mantas. Tam-
bién se usaban las telas de los sacos de hilo y de arpillera en los que venían
envasados los alimentos (azúcar, harina, yerba) y la piola que cerraba las
bolsas. Nada se desaprovechaba, todo se reutilizaba, dándole un nuevo uso.
La confección de las mantas se volvió una tradición y, como tal, se fue
trasmitiendo de madres a hijas y nietas. Ayudando a cortar, a enhebrar la
aguja y otro poco mirando el proceso repetitivo del coser, las niñas y las
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jovencitas fueron recibiendo los secretos de la confección de las mantas. En
esos momentos de reunión de mujeres, mientras cosían y conversaban, las
abuelas y las madres iban trasmitiendo un legado.
La escuela rural también hizo su aporte, en algunas épocas, enseñando
Mantas traperas
a las alumnas a tejer con dos agujas, a hacer crochet y en algunos casos
también a bordar.
La costura era vista como una actividad que ayudaba a moldear el ca-
rácter de los niños, y quien la enseñaba impartía habilidades útiles a la vez
que trasmitía valores (Beaudry, 2006).
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velatorio. La “trapera” que abriga esa cama de alguna manera preserva la
intimidad de la vida familiar.
Nacidas de la utilización de recortes de ropa u otros materiales en des-
uso, las mantas son objetos que traen historia y que luego acompañan a la
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Cosiendo
roto con roto
Las mantas traperas se realizan reutilizando materiales en desuso, como
ropa vieja, recortes de tela y trapos viejos.
Están compuestas de un forro exterior y un relleno. Las técnicas utiliza-
das para la confección del forro y para la hechura del relleno son diversas.
El forro
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Q
Se realiza utilizando directamente las prendas sin descoser, una al
lado de la otra, doblando algunas partes para darle forma regular a
la manta.
Q
Se hace con los buzos o tricotas viejos, que se destejen, se lava la
lana y se vuelve a tejer a dos agujas o en crochet formando cuadra-
dos decorativos que se unen hasta llegar al tamaño deseado. Se usa
este tejido para una de las caras del forro.
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El relleno
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disponen las prendas en varias capas, según se desee que la manta
sea más o menos abrigada.
Q
Se usa vellón lavado de oveja.
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El armado
Una vez prontas las dos partes de la manta, la siguiente etapa es realizar la
unión del forro y el relleno para que ambos queden sujetos. Esta tarea es
muy importante para que el relleno no quede suelto y se mueva de lugar,
amontonándose en unas zonas y dejando livianas las otras. Generalmente el
espesor de las mantas no admite el uso de máquina de coser, por lo tanto
esta unión se realiza a mano. Las variantes de unión van desde un simple
pespunte, hasta la decoración con botones que sirven a la vez de sujeción
de las capas.
Existe otra variante de confección de mantas reutilizando los ponchos
“Patria” azules con forro rojo. Si el poncho estaba en buen estado, se
utilizaba para el forro. Se le quitaba el cuello y se unía con un pespunte. Si
el poncho estaba muy deteriorado se utilizaba como relleno. A veces el
cuello y los botones del poncho se usaban para decorar la manta haciéndo-
la más vistosa.
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La costura
como actividad
individual
Este capítulo agrupa las entrevistas realizadas a las personas que han confec-
cionado o que atesoran alguna manta trapera. Encontrar estas mantas y ha-
llar los testimonios, significó una extensa búsqueda que nos llevó a hacer
camino al andar y al rastrear, ayudadas por el viejo recurso del “boca a boca”.
Recorrimos muchos kilómetros del territorio uruguayo, cruzamos cam-
pos, sierras y cañadas, nos perdimos en más de una oportunidad, pero pre-
guntando, siempre llegamos al lugar indicado. Visitamos parajes urbanos y
rurales, algunas zonas donde no había electricidad, ni “interné”, donde los
ritmos cotidianos los marca la naturaleza y la propia vida humana.
Nuestras visitas fueron generalmente coordinadas de antemano, pero
aun así, nuestra llegada desconcertaba un poco y despertaba gran curiosi-
dad. El encuentro fue siempre cauteloso al principio, pero luego se aprecia-
ba una distensión que dejaba fluir los relatos.
Se generaba en esos momentos una especie de complicidad entre las
mujeres hacedoras de mantas y las entrevistadoras, al percibir un lenguaje
en común: telas, retazos, costuras, hilos, tijeras y agujas, reutilización de
telas y ropas usadas. Y, sobre todas las cosas, el aprecio y la valoración del
trabajo manual. Los encuentros convocaban a la familia y los hijos solían
acompañar la charla y, a veces, las parejas, y hasta los perros, siempre
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fieles a sus amos. Cuando la charla fluía sola, surgían los recuerdos, las
historias, las antiguas anécdotas familiares… Por instantes o durante un lar-
go rato, viajábamos juntos al pasado. Como si las mantas fueran alfombras
mágicas, capaces de trasladarnos a través del tiempo y las costumbres.
Mantas traperas
Hilda
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María Emiliana
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Silvio
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mi generación se podía usar entre hermanos, pero sin decirlo, pues daba
vergüenza. La generación de mis hijos y la nuestra es totalmente diferente,
nos prestamos la ropa.
Se tenían dos pantalones: uno para entre casa y otro para salir. La ropa se
compraba a los libaneses y a los turcos ambulantes que recorrían la campa-
ña con ropa, comestibles, útiles de la casa, y volvían con embutido, vegeta-
les, cueros.
Para la ropa que caía en desuso, el único uso era hacer una manta. Se apro-
vechaba todo. La ropa de luto era muy especial, si no se pasaba la ropa
común menos se pasaba la de luto.
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Esta manta la hizo mi madre —Defendina— en 1944 con ropa de luto que ella
hizo por un hermano de mi padre, que falleció cuando yo tenía unos cinco
años. Se usaba luto para la cuñada y medio luto para mis hermanas que eran
las sobrinas […] Esta manta me la hizo mi madre para mí, yo tenía otro
Mantas traperas
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Blanca
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Angélica
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me acuerdo que en la casa de mis abuelos, había cosas que eran de esas que
se compraban por catálogo como el London París […] compraban todo, ropa,
muebles, todo, todo venía de ahí. Imagínate que si encargaban no sabe el
tiempo en que venían.
Mantas traperas
Marta
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Alba
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Yo sabía tejer mucho, porque aprendí de una tía que esa sí sabía tejer, sabía
tejer y no dejaba un punto, ella veía un punto mal y te lo hacía. […] A mí me
encantaba coser, si hubiera tenido con quien aprender hubiera aprendido
bien, pero más o menos me defendía. […] Mi madre también cosía, si era
Brenda y Yolanda
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La costura como actividad individual
Cristina
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La costura como actividad individual
Estela
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Lila tuvo seis hijos. De las mujeres de la familia, solo Estela continúa la tradi-
ción. Estela aprendió a coser con su madre pero le gusta más tejer. También
aprendió los puntos básicos de crochet en la escuela rural Nº 69. Su aguja
estaba hecha con alambre de alambrar, como le enseñó su maestra, y se la hizo
Rocío
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María Concepción
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Auristela
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Mantas traperas
Graciela
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Alda Inés
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rompían, se cosían, recuerdo que mi mamá lo remendaba, tenían que durar.
Mamá cosía y nos hacía un vestido en el día y nosotras le enhebrábamos la
aguja, estábamos con ella, por eso aprendimos, también ella tejía para
nosotros y para Manos del Uruguay más adelante. Para nosotras tejía hasta
Mantas traperas
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Marta
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Comenta con una vecina, que hizo la manta que se ve en la foto:
… antes todos hacían mantas traperas. Las mejores eran las de la cuñada de
Rubio, o las de Felicia. […] Ya no se hacen, era antes, antes todos tenían y
Mantas traperas
había más abrigadas y otras más livianas. […] Antes con una sola manta alcan-
zaba, los acolchados de ahora no pesan, son livianos, se necesita más abrigo.
Antes solo estaban las cobijas pardas. Antes se le decía así, luego se les
llamaron mantas moras.
Ahora se perdió la tradición, antes más gente hacía mantas, pero ahora los
acolchados son más lindos.
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Mantas sin historias,
historias sin mantas
Esta investigación ha estado jalonada de sorpresas, alegrías, intercambios…
y también de hallazgos inesperados. Este capítulo está formado por mantas
de las cuales desconocemos su origen, qué manos las hicieron o cuándo.
También por una historia contada por una mujer que recibió el calor de una
manta trapera y la compartió con otras mujeres cuando más lo necesitaban.
Esa manta hay que imaginarla, no tenemos registro fotográfico, quizá aún
exista, no lo sabemos.
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Almorzando con mi herma-
na, me convenció de ir nueva-
mente a ver si todavía seguía
allí. Hacia allá nos dirigimos en
Mantas traperas
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Breve historia de una manta de amor
El testimonio de Silvia
“Veinticuatro bofetadas…
veinticinco bofetadas…
Después mi madre a la noche
me pondrá en papel de plata.”
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Un hallazgo en Valizas
Testimonio de Checha
Mantas traperas
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La costura
como actividad
comunitaria
La visita a los grupos que confeccionan mantas traperas, en forma comuni-
taria, supuso para nosotras un encuentro con tradiciones que vienen de
lejos. También supuso vivir emociones en cada lugar que visitamos. Espera-
mos lograr hacer un justo homenaje a las mujeres que nos recibieron y
poder mostrar vívidamente el ambiente, el paisaje —el mundo— en el cual
han crecido y trabajado.
El grupo de la Liga Femenina Los Trapitos, en Colonia Valdense, fue el
primer lugar que visitamos en 2009. El recibimiento acogedor fue el impulso
y la motivación para seguir adelante con la investigación. Caminando de
aquí para allá, chocándonos unas con otras en el taller, mirábamos con feli-
cidad las mantas, la ropa usada para la venta, los almohadones y otras crea-
ciones. El intercambio fue desordenado, divertido y provechoso. También
probamos deliciosos bombones caseros. Y, finalmente, disfrutamos de un
concierto de órgano en la iglesia, exclusivo para nosotras.
Colonia Miguelete nos recibió con un día soleado y charla amena, en la
que fuimos viendo las obras realizadas por el grupo y registrando las histo-
rias, los secretos y explicaciones de cómo hacían el forro, el relleno o la
historia de la vieja Singer infaltable. El almuerzo y el paseo por el pueblo
—el hogar de ancianos, la escuela del hogar, las pocas casas que quedan
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con el estilo original de los primeros pobladores— también quedan en nues-
tra memoria.
En Villa La Paz conocimos el Puente Negro —primero de hierro en el
país, sobre un río Rosario plácido y luminoso, bordeado de monte nativo—.
Mantas traperas
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Grupo de mujeres de la Parroquia Nuestra
Señora de Guadalupe, Aiguá, Maldonado
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El hilo para coser lo reciben de comercios. Juntan el hilo de las bolsas de
yerba y de azúcar, hacen ovillitos que usan para unir las capas del relleno.
Las mantas las venden a $150 las de una plaza y $200 las de dos.
Pero vemos a la persona que la compra. [Hoy las mantas se hacen por encar-
go] porque no da el tiempo […] tenemos una cantidad de pedidos.
Las etiquetas de la ropa que se desarma las guardan como remiendos.
Esto es para tapar los agujeritos, porque si no tenemos que sacar un retazo.
Usamos las marcas de las ropas.
El grupo comenzó a reunirse en 1975.
Esto data de hace mucho tiempo. Artemia trabajó acá 25 años, las monjitas
que trabajaban en la parroquia en aquel entonces le enseñaron a hacer este
tipo de cosas. Las monjas hacían los almohadones, ellas fueron las que le
enseñaron a Artemia.
Coca nos cuenta:
… era pobre y ¿sabe?, para las cobijas de las niñas, agarraba los rebocitos
viejos y les ponía un forrito, les compraba una telita y quedaba la cobijita,
si no, los hacía con crochet también, porque había que darse idea, porque
no había otra cosa. Y a mí me encanta hacer este tipo de tareas, el tema
también es ayudar, ahí está el tema.
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Yo hago los forros en casa porque tengo la máquina de coser en casa, acá hay
una pero está medio deteriorada. Antes se cosía todo acá, porque antes era
un grupo como de 15 personas o más, 20, entonces ahí cosían a máquina acá.
Mantas traperas
Todos los años convocamos a los vecinos para integrar gente nueva, pero
mira que a las de 40 años tú le dices de venir y ¡ni loca! Ahora somos cuatro…
todas renguitas con bastones son las que vienen. Hay otras personas que nos
ayudan, una amiga que tuvo una hemiplejia y trabaja con una manito sola,
me lava la ropa, o sea que hay otra vecina también que descose la ropa, los
sacos y todo eso, viste, o sea que es un equipo.
Aprendieron a coser en sus casas.
Nosotros éramos 16 hermanos. […] Yo también aprendí en casa, porque la
ropa la hacíamos de remiendos. […] En la escuela rural de Salamanca, Mal-
donado, aprendí a bordar, a hacer carpetas.
Hoy los chicos están en la computadora y la computadora no enseña a coser.
Sabina que es la mayor del grupo dice que la receta para mantenerse
joven es el trabajo, mantenerse activa. El grupo concuerda “que la mejor
terapia es esta, reunirse a coser”.
Al lado de la Capillita del Padre Pío vive Artemia,
fundadora del grupo, quien durante años fue a la capi-
lla a ayudar.
Nosotros fuimos muy pobres, y me gustaba más ayudar
a los pobres, no me gustaba la confección, es mucho
trabajo pa’ mí dije yo, más bien hago acolchados. Y
bueno… salí con un cuaderno, todo por allá, por el ba-
rrio, averiguando a ver quién precisaba acolchados. Y
entonces me fueron diciendo todos los que precisaban,
los más pobres… e hicimos como 200 acolchados, hici-
mos. Y los dábamos, en ese tiempo los regalábamos.
Cada quince días yo llamaba a tres o cuatro vecinas
para ir haciendo los acolchados y aprontaba para ha-
cer dos juntos, cada vez que venían las otras.
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Los acolchados los hacían con ropa que había queda-
do de las donaciones que recibieron de las hermanas
de la Parroquia.
La de la idea de los acolchados fui yo, que le pedí al
Padre para hacerlos, porque para aprovechar la ropa,
porque la ropa se estaba perdiendo, porque de estar
doblada nomás se arde, porque se va mojando, hu-
medeciendo sola, hay que estar siempre moviéndola.
Dejó de coser porque le dolía la espalda, pero igual
sale a su jardín a carpir la tierra.
Toda mi vida fue trabajo, desde los 5 años hasta
ahora. Cuando tenía 5 años yo tenía que andar con
los bueyes con mis hermanos, éramos 18 herma-
nos. Éramos 12 mujeres que trabajábamos como
hombres.
Su madre crió a los hijos, su padre tenía problemas
de salud y no podía trabajar la tierra. Artemia con
sus hermanas y hermanos araban la tierra con los
bueyes para sembrar.
Tengo 85 años, y me mandó el cardiólogo que diera
vuelta tierra, hiciera una quintita, un jardín y yo
ya eso lo tenía, y que anduviera en bicicleta, que
caminara, que hiciera la limpieza normalmente,
porque eso viene de vejez, no es enfermedad, no
me pueden operar ya, porque estoy vieja. […] pero
me hace tanto bien, tanto bien, nadie es capaz de
creerme, porque ando con las piernas flojas, por la
circulación y a lo que me pongo a trabajar hago
ejercicio, por eso no tengo nada, aparte estoy bien,
bien de bien, y sin embargo dejo de trabajar, se me
aflojan las piernas, estoy vieja.
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Liga Femenina Los Trapitos, de Colonia Valdense, Colonia
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La gente dona ropa y ellas seleccionan lo que se vende y lo que va para
mantas. Lo que se utiliza para hacer los acolchados son, por ejemplo, las
polleras y también prendas que están en mal estado.
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Liga Femenina de villa La Paz, Colonia Piamontesa
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a dos agujas o crochet que unen para armar una manta. En el reverso usan
tela de diferentes tipos sin poner un relleno y esa tela le da firmeza a la
manta tejida.
Violeta se sienta en la casa y teje y teje, le salen así las cobijas; otra teje-
dora es Chichí, que hace trabajos en crochet también. Otra es la Chona, que
trajo una colcha tejida por ella. Las que nos animamos a hacer un cuadrito,
los hacemos a paso lento.
Eva es una de las personas que se sienta a tomar la merienda y siempre está
haciendo algo con las manos.
Nos enseñaron así, que siempre hay que hacer algo con las manos. Aprove-
char el tiempo, no desperdiciarlo.
Reina con el crochet, siempre va con el tejido a todos lados.
Si estás mirando la tele estás tejiendo. Así nos enseñaron, se hacía todo en casa.
Tenemos la tradición de tejer, lo aprendimos de nuestras madres y abuelas.
Ellas hilaban en la rueca la lana. Mamá compraba lana de las ovejas negras
o marrón oscuro y tejía sacos y medias para papá. Se hacía todo en la casa,
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¡hasta las escobas! Teníamos un día para cada cosa. Hacíamos quinta de
verdura también. En general, los varones no hacen estas tareas.
Tejemos en nuestras casas, acá nos reunimos a charlar distintos temas de la
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Liga Femenina de Colonia Miguelete, Colonia
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venta, la gente se lo lleva. Lo que está más deteriorado se pone para dar, el
calzado también se da. Se sacan unos lindos pesos y se compran cosas. Siempre
tenemos un stock de mantas y de ropa. Los acolchados los vendemos, los
chicos a $250 y los grandes a $350.
Lo que se genera con la venta es para la Liga Femenina, con la plata hicieron
hacer esa mesa por ejemplo. […] Tenemos una mesa grande para las mantas
de dos plazas. Pero hacemos de muchos tamaños. […] Hacemos una manta
por semana. Los pedazos cortados ya los traemos de casa, cortamos los
pedazos y los traemos ya lavados y planchados.
La base es una sábana vieja de 1,30 por 2,20 metros, entonces va la lana
primero, buzos que no estén apelmazados ni muy duros, eso se va cosiendo,
pegando, no se deja suelta. Arriba de eso, si es muy gruesa, le ponemos una
base de jersey o algo liviano, puede ser otra tela fina, juilliard fino, eso es
el relleno. Muy cosido todo.
Después están las tapas: una gruesa, con retazos gruesos de lana o casimir o
pana… vaquero no, porque es muy duro. Se va cosiendo cuadrado por cua-
drado, con precaución. La damos vuelta y ponemos la tapa fina, que le
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dejamos el borde. El borde se hace de lo mismo, se deja sobrante y se va
doblando para adentro. Abrimos la costura para que quede bien chatita.
Es una cosa durable, se puede lavar, está tan cosido que no se desarma
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Grupo de costura Pan de Azúcar
En un gran salón, detrás del Museo del Obispo, en Pan de Azúcar, Maldonado,
se reúne un grupo de señoras a coser colchas de retazos. En el medio del
salón una gran mesa, del tamaño de un acolchado de dos plazas, y a los
costados varias máquinas de coser.
En este lugar nos reunimos para trabajar, armamos los forros en casa y des-
pués venimos acá y armamos. Esto comenzó desde el año 94 por lo menos,
con un taller de costura para las personas que venían a buscar la canasta.
Ahí surgió que había otras necesidades, las madres necesitaban un espacio
para los niños, se hizo un club de niños que hoy en día funciona.
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Se comenzó desarmando trapos viejos y armando traperas, venían señoras
mayores, como doña Tota con 92 años que sigue viniendo, con gran entusias-
mo. Algunas quedaron y otras se fueron. Nosotras en principio éramos cinco,
pero ahora somos dos. Ahora está viniendo una chica de 14 años que dijo
que le gustaba coser y empezó a venir. Es un lugar abierto. La gente que
trabaja acá es de Pan de Azúcar. En San Carlos hay otro grupo. También
tuvimos la ayuda económica, en un tiempo, para la compra de aquella má-
quina y otra más. Hay siete máquinas de coser en total.
Hace unos cuatro años fuimos a Santa María a una feria de economía solida-
ria. Ahí, en Brasil, tuvimos contacto con otra gente, y Cáritas nos consiguió
la donación de estos retazos. Vinieron tiras anchas, también hicimos sába-
nas y la gente compraba.
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Las unimos, capitoneamos a máquina y las vendemos. La gente elige los
colores. Hicimos una para una niña que quería un arco iris, hasta mi esposo
dio su opinión y quedó muy lindo. Cada acolchado se cobra según como la
gente quiera el relleno. De dos guatas $590. La guata la encargamos a Mon-
tevideo. Los hilos los compramos en Maldonado o Montevideo.
Lo que se cobra es para los gastos de la guata y lo que queda de dinero se
compra comida. Todavía no somos una cooperativa. Se vende en la zona,
participamos en ferias de economía solidaria y ahí vendemos. Hemos hecho
con volados también. También hemos donado forros a gente que no tiene
medios, traen la trapera y le donamos el forro.
Una vecina del grupo de Pan de Azúcar guarda una manta hecha por su
mamá.
Esta colcha está hecha con telas de colchones, con restos de cotín que le
quedaban iba armando, adentro ponía trapos viejos, alguna pollera vieja.[…]
Es del año 1960 más o menos. Desde que yo tengo uso de razón esto existe. Ella
era colchonera y mi esposo hizo colchones con ella. Eso se dejó todo. La má-
quina de abrir la lana, la donamos al museo. A veces la pedimos para usarla. Mi
mamá quiso donarla al museo de Álvaro Figueredo, un poeta de Pan de Azúcar,
está toda su biblioteca y además cosas antiguas, la gente ha ido donando.
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Grupo de la Iglesia Metodista del Cerro
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bajando haciendo esas mantas, con la ropa que donaban, se desarmaban y
hacían mantas. Allí todavía hay máquinas de coser, y hay convenios de cos-
tura con INAU y con CODICEN. Hay máquinas industriales de la época de la
Primera Guerra. Los misioneros que venían a la Iglesia de la Buena Voluntad
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Glosario
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COBIJA. Ropa de cama especialmente la do, cualquiera que sea la fibra que se
de abrigo, manta para abrigarse. emplee. Antiguamente había jerga de
lana, de seda, de hilo, de algodón.
COTÍN. Tela de lienzo rayada o con otros
dibujos que se usa comúnmente para cu- JUILLIARD. Marca de tela (tejido de pun-
biertas de colchones. to) de la empresa textil uruguaya
Sudamtex.
FIELTRO. Tela o paño de lana cardada,
borra o pelo, grueso y rígido, sin trama LIENZO. Nombre genérico de las telas de
ni urdimbre, no tejido sino unido o in- lino, cáñamo o algodón.
corporado con la fuerza del agua calien- LISTADO. Técnica. Tejido pintado con lis-
te, lejía o goma con la que van tupiendo tas de colores.
y apretando, de cuyo material se hacían
LUSTRINA. Tela generalmente de seda,
regularmente los sombreros, sobretodos
de apariencia lustrosa.
o capotes para la lluvia.
MANOS DEL URUGUAY. Asociación civil sin
FLEJES DE AMARILLO. Tiras de madera con
fines de lucro, fundada en 1968, que
las que se hacen arcos, usando las ramas
nuclea 17 cooperativas de producción
flexibles de amarillo, también llamado
en el interior de Uruguay. Reúne a mu-
palo amarillo (Terminalia australis).
jeres rurales, con la finalidad de ofre-
FRISA, FRISAR. Técnica. Sacar el pelo al cer capacitación y una fuente de ingre-
paño o bayeta. so para sus familias. Principalmente pro-
GUATA. Lámina gruesa de algodón en
duce y comercializa tejidos de lana.
rama, engomada por ambas caras, que MANTA MORA. Manta de color gris oscu-
sirve para acolchados o como material ro, violáceo, hecha de la unión de res-
de relleno. Hoy día también hay guata tos de lana, no es tejida. En un tiempo
sintética. muy común en la campaña uruguaya.
HILAR. Transformar una fibra textil en un Ver “himno” a la cobija mora, de Abel
hilo continuo cohesionado y manejable. Soria, en: www.reducativa.com.
JERGA O JERGÓN. Pieza rectangular de MERINO. Raza ovina productora de lana
lana generalmente cruda que se usa so- fina.
bre el caballo cuando se ensilla y tam- MIMBRE. Cada una de las ramas finas y
bién como abrigo en la cama. flexibles que produce la mimbrera, usa-
JERGA DE MERINO. Tela gruesa y rústica, das en cestería.
cuyo tejido forma rayas diagonales. La MUSELINA. Término genérico de todas las
palabra jerga no indica una tela en par- telas de algodón ligeras, finas y trans-
ticular, sino solamente la forma de teji- parentes producidas inicialmente en la
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India y conocidas con muchos nombres. PUNTO SMOCK. Punto para bordar que sur-
Fue objeto de preferencia para el con- ge en el siglo XIX en la campiña inglesa,
sumo de vestidos de señora, pañuelos o extendiéndose luego al resto de Euro-
cortinajes. pa. Primero se frunce regularmente la
PATCHWORK. Técnica de costura realiza- tela y luego se borda, fijando decorati-
da mediante la combinación y unión de vamente estos frunces.
retazos de tela. QUILTING. Acción de coser usando la téc-
PIOLA. Cordel o cuerda delgada que se nica de acolchar. Se utiliza para mante-
usa generalmente para atar paquetes. ner las diferentes capas de una manta
unidas. Etimológicamente, la palabra
PLASTILLERA. Arpillera hecha de mate-
colcha viene del latín culcita, que sig-
rial plástico.
nifica ‘cama’. Se tradujo como cuilte
PONCHO. Prenda de abrigo que consiste en en francés antiguo y a su vez fue adap-
una manta, cuadrada o rectangular, de lana tada el inglés para crear la palabra quilt.
de oveja, alpaca, vicuña, u otra fibra, que
RUECA. Instrumento para hilar, que se com-
tiene en el centro una abertura para la
pone de una vara delgada donde se pone
cabeza, y cuelga de los hombros general-
la materia textil y un huso para hilar.
mente hasta más abajo de la cintura.
SATÍN. Tela imitación del raso, con el de-
PONCHO PATRIA. Clásico poncho adopta-
do por los ejércitos nacionales con el recho brillante y el revés mate.
anverso de bayeta azul y el reverso de TRAPERA. Manta hecha de retazos o tra-
la misma tela colorada. Por su abrigo e pos de telas o prendas en desuso.
impermeabilidad ha sido el compañero
TRICOTA. De tricot, nombre que en fran-
inseparable de troperos y trabajadores
cés significa ‘género de punto’ y que por
rurales, que además lo utilizaban como
asimilación se aplicaba a todo tejido de
frazada.
lana.
PUNTO ARROZ. Punto de tejido que se
VELLÓN. Lana esquilada del lomo de un
hace a dos agujas, en el que en una ca-
ovino
rrera se teje sucesivamente un punto
hacia arriba y otro hacia abajo y en la VOLADO. Pieza fruncida de un solo borde
siguiente a la inversa. mediante una bastilla, se aplica gene-
PUNTO CADENA O CADENETA. Punto de bor-
ralmente en vestidos, colchas y cortinas.
dar que se realiza al insertar la aguja en ZARAZA. Tela de algodón muy ancha, tan
el mismo punto de salida, se forma un fina como la holanda, blanca con listas
“anillo” con el hilo por donde se pasa nue- de varios colores o con flores estampa-
vamente la aguja, formando la cadena. das sobre fondo blanco.
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Virginia D´Alto Oberti
Gestora cultural, artista textil.
Heredo el gusto por la costura viendo a mi
madre coser en su Singer a pedal. Luego
aprendí tapiz, patchwork, fieltro, diseño en
tapicería, tejido, crochet, teñido de lanas y
de telas. El aprendizaje de “hacer algo con
las manos y con lo textil” es una constante
en mi vida. En esta investigación sobre las
mantas traperas, descubrí el entusiasmo por
esta actividad en cada uno de los procesos,
muy enriquecedores en mi vida profesional
y personal.
Las humildes mantas traperas y las personas que las hacen protagonizan este trabajo de investigación.
Las autoras son cuatro mujeres especialistas en diversas disciplinas, pero hermanadas por su afición a
las labores de aguja. Juntas recorrieron el país, investigaron y reunieron principalmente en el Uruguay
rural, pero también en pueblos y ciudades, un rico puñado de entrevistas y testimonios, aromados por la
espontaneidad. Ellas incursionaron en un tema que bien puede considerarse inédito, en la medida en
que apenas aparece mencionado entre nuestras tradiciones de tierra adentro.
La historia de las mantas traperas está estrechamente vinculada a las grandes olas migratorias del siglo
XIX y parte del XX, que llevaron nuestro crecimiento demográfico a multiplicarse por 14 en solo 70 años.
Españoles, italianos, anglosajones y alemanes trajeron a Uruguay sus ansias de salir de una miseria
que los expulsó de sus países de origen y constituyeron aquí, junto con sus familias, una formidable
fuerza de trabajo.
También, claro, trajeron sus tradiciones y costumbres, y fueron las mujeres quienes con ingenio y horas
robadas al trabajo en el campo, el cuidado de sus hijos y las tareas domésticas cotidianas, emprendie-
ron la confección de las mantas traperas. Para armarlas, reutilizaban prendas usadas, arpillera, vellón
de oveja, retazos de tela. Era un trabajo duro, que durante décadas hicieron con materiales de desecho,
incluidas las piolas y las bolsas de yerba, azúcar o arroz y hasta agujas caseras fabricadas con alambre.
Pero de aquellas manos salían mucho más que unas simples prendas abrigadas. Eran sobre todo una
forma de ofrecer calor humano y amor.
Este libro es una forma de recuperar una tradición y estimular la creatividad de las nuevas generacio-
nes, que tienen a su alcance materiales que las pioneras ni siquiera pudieron soñar.
ISBN 978-9974-670-73-0