YARINI
YARINI
YARINI
1 Armando Suárez del VilIar, De conversación con Carlos Felipe, manuscrito de los fon-
dos de la Biblioteca del Teatro Nacional. Todas las referencias que se hagan en lo adelante
a palabras de Carlos Felipe se encuentran en este documento, a no ser que se exprese lo
contrario.
2 Cf. Elina Miranda, "Electra en Virgilio", en Revista de Literatura Cubana, núm. 14, La
Habana, UNEAC, 1990.
Elina Miranda Cancela
renciaba de otros muchachos que muy pronto tuvieron que abandonar las
aulas y ponerse a trabajar para ayudar a su familia, siempre en situación
precaria, si no fuera en su interés por el teatro.
Años después, cuando ya se le conocía como Carlos Felipe, contaba que
aproximadamente a los quince años decidió saber qué era un teatro. Con
sus escasos ahorros, pero con mucha emoción, compró un billete en el
Actualidades para ver una Pasionaria, de Cano, pero lo que de verdad lo
deslumbró fue la ópera Rigoletto; sin embargo, su noche decisiva sería unos
años después, al presenciar la actuación de Margarita Xirgu en Bodas de San-
gre. Aseguraba Carlos Felipe que sintió fiebre, al tiempo que comprendía
que el teatro era su vida. Quería hacer teatro, pero éste tenía que ser
cubano. 43
Su opción le sirve de estímulo para tratar de completar su educación de
forma autodidacta. Mientras trabaja, primero como camarero y después,
durante veintisiete años, como empleado de aduana, estudia gramática y
armonía musical, inglés y francés, entre otras materias; lee a Shakespeare,
los clásicos de los Siglos de Oro y cuanta obra y cuanta historia de la lite-
ratura le cae en las manos. Por su conocimiento de inglés y de francés se
mantiene al día de todo lo que sucede en los escenarios del mundo, y
aprende italiario para poder leer a Pirandello en su lengua original.
Por sus lecturas se familiariza con el teatro, en su historia, en sus técni-
cas y en sus principales tendencias; por su quehacer cotidiano junto a la
gente del barrio de San Isidro, se adentra en el mundo de los muelles, de
los marineros y de los marginales -prostitutas, chulos, tahúres-, para
quienes Alberto Yarini y Ponce de León, en su breve paso por el barrio, ya
era toda una leyenda. Buscará conjugar en su obra teatral lecturas y viven-
cias y a lo largo de unos veinte años no le abandonará la idea de escribir su
tragedia cubana en torno a la muerte del proxeneta más famoso de La
Habana.
Cuenta Carlos Felipe que desde 1934 "venía oyendo hablar de Yarini a
las putas, a la gente de los muelles, a los estibadores, que casi todos eran
abecuá, y también a los dependientes de los cafés, que ya eran viejos en es-
ta época y lo conocieron bien a él y a los franceses".
Por los tiempos en que manda un acto de una pieza teatral al concurso
de ADAD y finalmente gana el premio con El Chino, en 1947, ya por enton-
ces andaba escribiendo su obra sobre Yarini, a la que llamaba El Gallo.
Abandona el proyecto, porque entre las opiniones de su hermana Rosa y la
prohibición de que El Chino sea representada en México, se convence de
que este asunto no iba a tener aceptación. En 1954 el encuentro con una
prostituta que había sido "de las de Yarini", y sus recuerdos, le hacen
retomar El Gallo. La rebautiza como El rey de la zona y sobre la base del
Elina Miranda Cancela
5 Cf. Rine Leal, "Un Carlos llamado Felipe", en En primera persona, La Habana, lel,
1967, p. 195.
Réquiem por Yarini, ¿una tragedia griega cubana?
7 [bid., p. 16.
8 Rine Leal, op. cit. supra, p. 197.
Réquiem por Yarini, ¿una tragedia griega cubana?
gran cosa, te lo digo yo que conozco sus mañas. Ah, pero Yarini el chulo ...
¡Yarini el chulo es el Rey!"9
Yarini nos es presentado en su momento de mayor esplendor. El carác-
ter de ritual que asumen las acciones cotidianas como el vestirse o encen-
der el cigarro, la satisfacción que experimenta con las palabras de la San-
tiaguera -a manera de plegaria elevada a través de una intermediaria-, la
humillación del rival, todo está en función de que más que a un rey se le
compare con un dios.
Es muy probable que Carlos Felipe tuviera presente que los personajes
de las antiguas tragedias eran dioses, héroes, reyes, pero, sobre todo, la
creencia tan arraigada entre los antiguos griegos de que el ser humano no
4-8 debe traspasar los límites que le separan del dios, so pena de atraerse la ira
y el castigo de los todopoderosos. Recordemos el rechazo de Agamenón,
en la tragedia esquilea de este nombre, a que se le rindieran honores sólo
tributables a los dioses y la insistencia de Clitemnestra, conocedora de que
esta actitud de moderación era sólo una máscara, para que diera muestra
pública de hybris, al ser tratado como un dios, y justificar así el crimen que
planeaba; o a Edipo, saludado por el coro como hijo de la Fortuna, rey de
dos ciudades, momentos antes de convertirse en el más desgraciado de los
hombres al conocer su verdadera identidad.
Resalta también en esta caracterización del personaje que, al explicitar
su excelencia, su areté -para emplear el término de los antiguos griegos-
haga descansar la misma en su "entereza, acción, hombría", en su valentía,
tal como ocurría con los héroes homéricos; aunque su enemigo insista en
que lo principal en él es su "pico de oro", su facilidad de palabras. Y si
bien sabemos que Fénix educaba a Aquiles no sólo para acometer grandes
proezas, sino también para hablar bien -como sinónimo del arte de
gobernar- en boca de Lotot, bajo el cumplido -pues también para Yarini
la elocuencia es parte integral de la posición que ostenta- yace cierto aire
de sorna que apunta a subrayar la apariencia; que es por lo que, sin
rechazo, Yarini procura hacerle pasar a un segundo lugar.
Para completar el paralelo, también para estos proxenetas es la fama la
mayor recompensa, aunque de nuevo se juegue con la ambivalencia entre
la evocación heroica y la mezquindad imperante, cuando Lotat, a la ma-
nera de Néstor, magnifica el pasado, al reconocer que ya no hay héroes
como los de antaño: "Se relatan hazañas casi increíbles", se jacta el tahúr,
"en esta época de polvo y fango. Porque ya no hay héroes". 10 La jactancia y
Primer acto:
Prólogo. Presentación de la situación de conflicto.
Párodos. Dama del Velo-jabá-Santiaguera. Condición de las mujeres.
Primer episodio. Yarini, el rey. Primer agón con Lotot.
Pérdida de la Santiaguera y la leontina.
Segundo acto:
Primer stásimon. Yarini-Dama del Velo. Condición del chulo.
Segundo episodio. Fuga de la Sanhaguera. Segundo agón con Lotot.
Segundo stásimon. Ismael y mujeres. Glorificación de Yarini. La Maco-
rina y el deseo de vivir.
Tercer episodio. Oráculo. Agón íntimo de Yarini. Su opción. 53
Tercer acto:
Tercer stásimon. Bebo-jabá. Desesperación de ésta.
Cuarto episodio. Pertenencia de Yarini al mundo cuyas normas ha
quebrado. Momento vital.
Cuarto stásimon. jabá-Bebo, Yarini-Santiaguera. La muerte de Yarini
como fin de ese mundo. La Macorina y la emoción buscada por Yarini.
Éxodo. Tercer agón con Lotot. Muerte de Yarini. Réquiem en boca de la
Jabá.
13 Idem.
Réquiem por Yarini ¿una tragedia griega cubana?