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DAMAS Y MORAL
MASCULINA
URSULA
PIA JAUCH
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Ursula Pia Jauch
Filosofía de damas
y moral masculina
Versión española
de Luisa Posada Kubissa
Alianza
Editorial
Título original: Damenphifosophie & Mánnermoral VonAbbéde G ira rá bis M arquis
de Sade Ein Versuch über die láchelnde Vernunfl
Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en e| art. 534-bis del
Código Penal vigente, podrán ser castigados con penas de multa y privación de liber
tad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o
científica fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorización.
Ni non de L enclos
P ró lo g o
en el que se explica por qué hay que devolverle la ironía a la filosofía, segui
do de una breve observación acerca de las penas y alegrías a l escribir este mo
desto tratado; todo ello secundado, a su vez, de «Tristram Shandy», de una
dedicatoria y de los agradecimientos oportunos.
* * *
U rsu la P ía J auch
Zárich, verano de 1990
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I lustración 1
Portada de la primera traducción de los Entretiens sur la Pluralité des Mondes
de Fonteñelie.
20 Filosofía de damas y moral masculina
I lustración 2
Un grupo filosofando bajo el cielo estrellado.
Grabado de Chnstian Gottlieb Geyser, 1740-180i.
Primer capítulo 23
taría apuntar aquí, de pasada, el relevante papel que tuvieron las mu
jeres como auténticas expertas en la aplicación de sistemas de pensa
miento a la realidad cotidiana dos sistemas de hablar y de pensar
se entrecruzaron. En principio se trataba tan sólo de posibilitar un
discurso común; es decir, de ejercitar la capacidad de comprensión.
Pero no debe sorprendernos que la filosofía de damas se convirtiese,
en un sentido literal, en una filosofía de traducción. «Traducir» signi
fica en última instancia hacer algo accesible; y aquella Giuseppa
Eleonora Barbapiccola que, hoy todavía desconocida, tradujo con ri
gor científico los Principia Philosophiae de Descartes al italiano nos da
la pauta de un trabajo ejemplar y pionero de traducción, que permi
tió extender el sistema cartesiano. Pero sobre esto ya se volverá más
adelante Dicho brevemente: la filosofía de damas presenta un
ropaje que combina sensibilidad y coraje hacia nuevas tesis o princi-
píos conceptuales con un trabajo de traducción concreto, riguroso e
impecable.
Pero, volvamos a Fontenelle, a quien tengo el honor de presentar
aquí como primer «de-constructor» dentro del formato de la filosofía
de damas. Fontenelle nos conduce a un innovador y valiente concep
to de sabiduría, un concepto nuevo y «esbelto». Parte de que la
dama es sabia, ya que, dado su extraordinario talento, pronto lo será:
«¿Qué le falta todavía? ¿Mirar libros? ¡Pero esto no es nada! Porque
ha habido muchos que han gastado su vida en ello, a quienes yo des
pojaría de la consideración de sabios si pudiera».
Pero, ¿qué queda de una ciencia si renuncia a la erudición bi
bliográfica? Quizá vuelva a remontarse a sus orígenes; y así el saber
anquilosado retorne a ser pensamiento experimental. A propósito de
este asunto: dado que el pensar jamás ha constituido una tarea libre
de riesgos, bien podríamos arriesgarnos una vez más a un pensar sin
las habituales agarraderas y las armaduras usuales en la historia de la
filosofía. Éste es el modo en el que la filosofía de damas retorna a los
orígenes del pensamiento, con el metódico chartne de lo casual y un
despreocupado entusiasmo por experimentar. Una genuina renuencia
femenina frente a la sabiduría de los libros va abriendo camino a
nuevos «castillos conceptuales en el aire» y desemboca ocasional
mente en utopías productivas. La utopía, clásico no-lugar de las teo
rías masculinas, constituye el pan de cada día para las damas; y la
«casualidad» permite recordar con alegría que al ser humano, en me
dio de la imprevisibilidad del mundo, todavía le puede tocar lo utó-
I lustración }
E l erudito galante explica a la marquesa de G ***e l sistema planetario copermcano.
Grabado de las Oeuvres diverses de Vontenelle.
26 Filosofía de damas y moral masculina
La filosofía en la ópera
* Aquí la autora juega con el término alemán «das Notwendigp» (lo necesario), el
cual dcsmenbrándolo, y convirtiéndolo de adjetivo en sustantivo su segundo miem
bro. reescribe como * Not-Wendige», donde «N o!» sigue teniendo el sentido de «nece
sidad», pero de lo no-necesario o «cambiante» («Wendigc»). Dada la imposible traduc
ción de este juego lingüístico, se ha preferido respetar aquí la intención del mismo (la
necesidad de lo no-necesario, de la utopía, en fin), antes que la literalidad, que, por
otra parte, hubiera dado un resultado incomprensible en castellano (N .dela T).
I lustración 4
La filósofa en la ópera o Marean le Jenne: Les adieux. Grabado deDelaunay.
De/Monumem du costume phvsique et moral de la fin dixhuitiéme siecle, de 1789.
28 Filosofía de damas y moral masculina
La «bufona» de la filosofía
Rehabilitación innecesaria
* * *
Pero ahora me toca a mí. Kant puede aludir cuantas veces quiera
al problema de la filosofía de damas. Volvamos a los orígenes: tam
bién Fontenelle se dejó inspirar. Él no fue el primero que se ocupó
del fenómeno de las damas interesadas en la astronomía. En 1680
apareció el cometa Halley. Su presencia no sólo interesó a los caba
lleros dedicados a la ciencia. Ya en 1681 un tal Abad de Gérard con
sintió que las damas se subieran al tejado para el estudio de la astro
nomía. Sobre las consecuencias de tal ascensión se trata en el
segundo capítulo.
S e g u n d o c a p it u l o
que estuvo largo tiempo en relación amorosa con una mujer, que
hasta tal punto tenía la cabeza «puesta en la filosofía», que no habla
ba de ningún otro tema.
* * *
DIAL OG H I
3 O P R A
LA LUCE E I COLORI.
Ugat ipfa Lycorit.
V irg. Egl. X .
I K N A P O L 1
M D C C X X X V I I .
Ilustración 5
Portada del Newtonianismo per le Dame. 1737.
44 Filosofía de damas y moral masculina
mentales que han optado por arrojar lastre académico, sino que más
bien refleja la gravedad que es común en todo rostro de pedagogo.
También la dama aparece rígida, siguiendo la norma escolar, e inse
gura. En su rostro la sonrisa de la filosofía de mujeres se ha convertí-
do en una máscara petrificada, como si supiera que pronto será una
copia de si misma. La actitud de su mano izquierda, abierta y como
esculpida, confiere a todo el cuadro el carácter de una erótica puesta
a duras penas en escena. Los galantes diálogos declinan; en su lugar,
el discurso magistral con ambiciones científicas toma el relevo.
Porque, a pesar del escollo matemático, el sistema newtoniano ha
de ser trasladado a las mentes de las damas: «V i si sfuggono, quanto si
puó il piú, i termini di Matemático; ese ve n‘á alcuno, egli é spiegato per via
di cose le piú fam iliari rtella vita» \ Con familiaridad y con ejemplos
prácticos pretende Algarotti salvar el obstáculo de las matemáticas,
que constituyen el grado elemental de toda razón pedante y sólo eru
dita y calculadora. Evidentemente, dirigido contra Fontenelle y Des
cartes, nos hace saber que la «buena filosofía» se transmite por sí
misma sem a aver bisogno di macchirte. N o le resultan necesarios ni el
teatro de la ópera de Fontenelle, ni el sistema mecánico cartesiano 6.
DU C H A S T E L L E T
aJrrffées á M r. fin F ilr.
Nouvellc Edición, corrigíc & augmentée,
coníidcrublcment par l'Auicur.
TOME P R E M I E R .
A A M S T E R D A M ,
AIJX DEPENS DE LA COMPAGNJE.
M DCC X L I I .
I lustración 7
Portada Je las Inslitutiones Phvsiques tie Gabrtelle Entile du Chátelet,
en la edición de 1742.
48 Filosofía de damas y moral masculina
Sin duda, hay que convenir con Voltaire en lo que hace a la posi
bilidad de matematización de las explicaciones sobre el amor. Pero,
para las damas italianas supuso una gran victoria el leer a Ncwton, en
un tiempo en el que la gran mayoría, más allá de las novelas románti
cas y del saber popular, no estaban interesadas por nada. Voltaire pa
rece haber sido poco justo en sus apreciaciones. En Italia el libro de
Algarotti conoció diversas ediciones e impresiones piratas. Y un tal
Señor du Perron de Castera se tomó el trabajo de la traducción al
francés, traducción que tuvo también varias reediciones. Y de este
modo, se consigue hacer más accesible a Newton para las damas, in
cluso en su propia patria: en 1739 apareció el Londres una traduc
ción con el título de Sir Isaac New ton’s Philosophy Explain’d fo r use of
the Ladies. In six Dialogues on Light and Colours *. La traductora, Eli-
zabeth Cárter, apenas contaba veintidós años 21. También la traduc
ción al inglés tuvo varias ediciones, lo que sin duda es un indicio cla
ro de la existencia de problemas a la hora de difundir la filosofía
newtoniana precisamente en su propio país de origen.
E incluso Alemania se «newtoniza» con la filosofía de damas de
Algarotti: Jo. Newtons Welt-WissenschaftfUrdas Frauenzitnmer oder Un-
terredungen über das Licht, die Farben und die anziebende Kra/t. Aus dem
italiánischen des Herm Algarotti, durch Herrdu Perron de Castera ins fran-
zósiscbe und aus diesem ins teutsche übers. Braunschweig L. Schróders Witt-
we, 1745 **: éste es el título barroco de un tomo harto breve. Las
damas alemanas cultivadas pueden ahora también conocer la física
newtoniana. Tanto la doctrina sobre la luz, como sobre los colores,
que se presentan mediante prismas y lentes, así como el manejo de
herramientas ópticas, y el acicate para la experimentación propia: na
da menos que esto trasladó Algarotti de Newton a las mentes de las
damas europeas. Entre ellas existían, por supuesto, damas que sin la
tutela masculina ya se dedicaban tiempo atrás a la filosofía de la na
turaleza; sólo hay que pensar en Lady Anne Conway, cuyo vitalismo
monista contribuyó de manera decisiva a consolidar la doctrina leib-
niziana de la mónadas 21.
Querría hacer una observación al margen: cuando Dios se imagi
* ¡La filosofía de Sir Isaac Newton explicada para el uso de las damas. En seis diálogos
sobre la luz y los colores],
* * [La sabiduría de Newton expuesta para damas, o conversaciones sobre la luz, ¡os
colores y la fuerza de atracción. Traducido del italiano alfrancés por el Sr. du Perron de Coste
ra y de éste al alemán por Braunschweig L Schróder Wittwe, ¡ 745}.
Tercer capitulo 55
* * *
en el que se relata cómo Joseph Jérótne de Lalande nos obsequia con una as
tronomía para damas y se narra el triste declinar de la razón ingeniosa en pro
de un rígido esquematismo de escuadra y cartabón. Junto a ello, una apari
ción delprofesor defilosofía lmmanuel Kant en calidad de comentarista.
¿fontenelle? out!
I lustración 10 ,
Portada e ilustraciones de la Astronomic des Dames dejosephjéróme de Ulande,
según la edición de 1824.
60 Filosofía de damas y moral masculina
* [Sueños de un visionario].
Cuarto capitulo 61
N i gravedad ni inquietud
* * *
* [Teodicea],
65
66 Filosofía de damas y moral masculina
telectual y que por ello resulta tan ameno...». ¿Qué sentido tiene po
seer una buena cabeza, si no está unida a una persona agradable? Eli-
sabeth Charlotte concede gran valor precisamente a la unión entre
metafísica « neteté» y el cultivo del físico: «E s raro que la gente erudi
ta sea limpia y que no huela mal o sea desaliñada» l2. Leibniz, como
cumplido excepcional en la historia de la filosofía, pertenece a ese
raro ejemplar masculino de intelectual aseado y pulcro.
Sin duda alguna, Leibniz tiene éxito entre las damas, y de hecho
en tanto que filósofo que no se niega a acercar su filosofía a la com
prensión de aquellas personas en quienes, por obra y gracia de la en
señanza de la época, sólo se pensaba en ocasiones excepcionales. Por
lo dicho, se trata de un filósofo al que no le preocupa el común pre
juicio de que las mujeres no son interlocutoras válidas in metapbysicis;
que está convencido de la capacidad suficiente de las mujeres para la
ocupación filosófica; en definitiva: estamos hablando de Leibniz, que
observó —si bien en general— las escasas oportunidades de forma
ción para las mujeres, con el consiguiente lastre intelectual que, en
ningún caso, se debe a un «déficit» racional dado por naturaleza.
Leibniz tenía también como interlocutora a la princesa Luise von
Hohenzollern-Hechingen, que en 1704 pidió su apoyo para una
«Academie des clames de qtialilez» de carácter ultra-confesional
* * *
FILOSOFIA
i> E L % A
D i
RENATO DES-CARTES:
Trodotti dal Franceft rol tonfronto drf
Latino h tul r Autoro ¡Jl
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D A
G I U S E P P A*E L E O N O R A ’
BARBAPICfOLA
Tra gil Arcadl
M I R I S T a;
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*
I R T O R I N O.
Per Giós Franccíto Mal relie ipaa.'
I lustración 11
Portada de la traducción de Ciuseppa Eleonora Rarbapiccolla, 1722.
Sexto capitulo 79
zón se puede decir que la traducción de los Principia hecha por Bar-
bapiccola resulta ejemplar. No sólo porque la traducción francesa
siempre se confronta criticamente con el original latino. Sobre todo,
la cercanía entre el italiano vulgar y el latín le hacen hablar a Barba-
piccola de «sus esfuerzos por una reproducción fiel» 5. Giuseppa
Eleonora Barbapiccola pone atención en tomar como referencia la
paginación de la edición latina, así como la reproducción completa y
la misma colocación de las ilustraciones que recoge y repite. Como
criterio para denotar su ejemplaridad puede servir también la calidad
de sus aspectos gráficos; están realizados por el mismo grabador que
realizó el grabado del título de la traducción de Barbapiccola: graba
dos fuertemente y sin «simplificaciones», si no rematados hasta el más
mínimo detalle. En la traducción de Picot son precisamente los gra
bados lo más deficiente, tanto por su calidad como por su coloca
ción: no aparecen como aclaraciones en el lugar conveniente del tex
to, sino más bien como una especie de colección desordenada al
final. No es posible reconocer la fuente, pero posiblemente se trate
de la tercera edición latina de 1656.
Pero no conforme con defender el pensamiento cartesiano de la
Iglesia católica, Barbapiccola trató de convertirlo en una crítica a la
cristianización de la filosofía antigua. Se trataba de un ejercicio de
debilitamiento de la interpretación que se hace en la época de los
«clásicos», fueran éstos Platón, Aristóteles o incluso los textos epicú
reos. ¡Fin de las «opiniones» * escolásticas! ¡Fin de los puntos de vista
transmitidos inexactamente sobre las cosas! No sólo Avicena o Ave-
rroes, tampoco Alberto Magno y ni siquiera Tomás de Aquino o, in
cluso, el propio Aristóteles: hay que volver a los textos, lejos de la
gesticulación autoritaria de los «grandes» intérpretes. Porque, como
señala Barbapiccola —en una época en la que el discurso filosófico
tiene las dimensiones de una «guerra académica de sepulturas» con
consecuencias letales— podría «suceder fácilmente que tales comen
taristas, en parte por pusilanimidad y en parte por cabezonería, sos
tengan la enseñanza de su admirado maestro a modo de dogma infa
lible o, incluso, de oráculo, o como si fueran los evangelios (...)» 6.
Este tipo de argumento sobre la lealtad hace de su defensa de
Descartes algo más evidente y de mayor peso: antes de que la Iglesia
misma función que, por ejemplo, Amsterdam para París. El falso dato
de Torino como lugar de impresión podría haber servido para prote
ger al editor.
Chercha la femme!
* * *
gar», las damas parecen haber sentido interés por el filosofar en algu
nas ocasiones. Pero, versátiles como son en sus intereses —sólo hay
que echar un vistazo a la antropología contemporánea sobre lo feme
nino—, hay que dotar «en segundo lugar» a la proyectada filosofía de
damas del rigor necesario y de la seriedad correspondiente mediante
la astucia pedagógica masculina. Una «tercera» cuestión, a mi juicio
la más importante, queda sin abordar por Wolff. La cuestión del por
qué y con qué fin necesitan las mujeres de pronto esta filosofía espe
cial, después de que durante todos los siglos anteriores han recibido
una formación sin instrucción filosófica alguna (o, quien sabe, fueran
apartadas de ella por medio del discreto cham e de la definición de
filosofía impuesta desde presupuestos intelectuales masculinos).
* Bocaditos» de metafísica
crética. Dado que una dama tal resulta difícil de encontrar, se utiliza la
ficción literaria. La fingida dama tendría que transmitir a un conocido
filósofo —en este caso el mismo Wolff— su necesidad de instrucción
filosófica; Wolff, sin embargo, tendría que mostrar en principio su per*
plejidad ante la demanda. Ergp: la ocupación filosófica es inusual en
las mujeres, incluso para el autor de la filosofía de damas.
2. La dama ha de disculparse por la libertad que se ha tomado
de escribir al filósofo, en tanto le transmite que
3. es hija de uno de sus admiradores, quien ha despertado en
ella el gusto por leer sus obras. Ergp: el gusto propio, y no mediatiza
do, de las damas por el filosofar va contra las convenciones sociales.
4. Además, sus amigos la han aconsejado que, si quiere introdu
cirse en la filosofía, lo haga con un autor de peso. Ergo: un metafi'sico
alemán conviene más y resulta pedagógicamente más recomendable
para la filosofía de damas que un filósofo francés de salón.
5. Ella ha comenzado con la lectura de una traducción al fran
cés de un alemán; en concreto, con la lógica wolfifiana, con la firme
convicción de que
6. esta lectura ordenaría su entendimiento y sus sentimientos
(«pour rectifier son esprit et ses senliments»), Ergo: el entendimiento y
los sentimientos de las damas están desordenados y son caóticos, an
tes de su cultivo por la lógica.
7. La dama encuentra los principios de la lógica tan sensatos y
ciertos como evidentes («sensez etevidens»), pero
8. fracasa en la práctica siempre que quiere utilizarlos. Ergo:
ella lucha, por tanto, para trasladar los principios filosóficos a la pra
xis humana.
9. Tras resultar inútil la consulta a su padre y a sus amigos filó
sofos,
10. ha decidido dirigirse directamente a él, es decir, a Wolff.
Ergo: sólo un especialista en filosofía puede resolver las cuestiones de
la dama. Ella quiere proponerle que adapte su doctrina un poco más
al nivel intelectual de las mujeres, ya que éstas por naturaleza son
más superficiales y menos pacientes que la mayoría de los hombres
(«naturellment plus superficielles et plus impalientes que la plus-parí des
bommes»). Ergo: en cuanto Manteuffel habla por boca de una mujer,
repite los prejuicios genuinamente masculinos acerca de la deficien
cia en la capacidad intelectual femenina, en tanto que tópico incues
tionable también entre las mujeres.
Séptimo capítulo 95
11. La dama hace esta petición al célebre Wolff sólo con la in
tención de alcanzar así la felicidad de la sociedad, ya que si se permi
to a las mujeres ser más racionales, se permite también que, gracias a
ollas, los hombres sean educados en la razón («... que vous ne parvien-
drez jam ais á remire l a homma tout á fait raisonnables, tanl que le beau Se-
xene le sera pos»).
* * *
en el que un tal señor Formey publica La bella wolffiana y otro tal C.F.T.
su Escuela de moral para damas.
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SBonbeW.
I lustración 15
Grabado y portada da Sittlichcn Frauenzimmerschule de 1766.
Octavo capitulo 105
L a « Escuela de moralpara damas»
★ * *
* El termino utilizado aquí por la autora, juega con el alemán Sitlsamkeit, al que,
como en otras ocasiones, por medio de guiones, sustituyendo un fonema y sustantivi-
zando el sufijo, convierte en Sitz-Samkeil. Tal juego lingüístico, imposible en nuestro
idioma, ha llevado a mantener en su traducción al menos la idea del mismo: así Silx
(del verbo setzeri) tiene el sentido literal de «asiento»; en cualquier caso no se trata de
«asentamiento» (que sería Fundameitl legen, das Festsetzen, etc..), sino más bien en el
sentido de «falta de movimiento», «estar quieto/a» o «sentada». Ello, unido a que se
refiere al establecimiento masculino del código moral-sexual femenino en este capítu
lo, ha redundado en que, en unión con la idea de Sitlsamkeit, la traducción se haya
decidido por la expresión «pasiva» y «decencia» que, a su juicio unidas reflejan, si no
el juego de palabras mencionado, al menos sí el espíritu del capitulo y el contexto en
el que se insertan (N. de la T.).
109
110 Filosofía de damas y moral masculina
* [Cartas persas].
Noveno capitulo 113
clerical y de la vacía búsqueda del título de erudito sin ocultar tal in
tención.
Todo esto puede pasar. Pero las Cartas persas eran leídas, no tanto
por su acerada crítica a la situación de la nación francesa, cuanto por
la erótica oriental en ellas dispersa. El aura oriental de las cartas está
impregnado del clima desenfadado del cuento de las «mil y una no
ches», pero sobre todo nuestros dos narradores-viajeros sirven a su pú
blico (por así decirlo, a modo de desagravio por la acentuada crítica al
país anfitrión, Francia) estremecedoras imágenes (y también erótica
mente excitantes) sobre el harén oriental. Hablan de la crueldad y la
impotencia de los eunucos, sobre la desenfrenada pasión y la cínica
superioridad de los sultanes y poderosos que dictan las normas mora
les de) harén. Y, por supuesto, también encuentra un amplio eco lite
rario la fingida virtud y el falso amor de las mujeres persas, que recibe
en el yugo del harén su consideración de honestidad. Especialmente
brillante resulta la narración, cuando sabemos que Usbek, uno de los
viajeros persas, es propietario in absetitia de un harén y precisamente
en su ausencia las damas intentan un levantamiento.
Es evidente que esta «contra-historia» de las situaciones en el ha
rén funciona de manera más eficaz que cualquier otro prólogo bri
llante. Montesquieu consigue un clima erótico, que apela al voyeuris-
me de los lectores de los países occidentales, público que además no
sólo contó con hombres. Montesquieu utiliza este clima erótico exce
sivamente como vehículo y máscara para ejercer el privilegio clásico
de la filosofía, conocido como la crítica. Se descubre a la par aquí
cuán plena de contenido, astuta y cripto-filosófica puede ser la orien
tación erótica en el buen sentido, cuando no se * la deja convertir en
aburrida y reprobable pornografía.
nio del famoso Kant en relación con la crítica moral de los comporta
mientos orientales, ya que Kant no es sólo el gran crítico y estudioso
de los límites de la razón pura. En 1763 escribe: «Si observamos las
relaciones entre los sexos en diversas partes del mundo (con ello,
Kant se refiere a dichas relaciones más allá de Europa), nos encontra
mos con que el europeo es el único que ha hallado el secreto para
adornar la tendencia de una fuerte inclinación (se entiende, la sexual)
con tantas «flores» y de entrelazarlas con la moralidad, que no sola
mente eleva las ventajas de ésta, sino que también las convierte en
decorosas». El europeo es, por tanto, ejemplo moral para toda la hu
manidad. Prosigue Kant: «El habitante del Oriente participa en este
aspecto del mal gusto. En tanto que no posee concepto alguno de la
belleza moral que puede ir unida con tal inclinación, pierde incluso
valor para él el placer sensible y su harén se le convierte en fuente
permanente de tribulaciones» 5.
Montesquieu había descrito ya de hecho las traumáticas relacio
nes en el harén: peleas, celos y continuas intrigas entre las damas del
mismo; a ello hay que añadir a los eunucos como brutales guardianes
del harén, que descargaban la ira por su mutilación sobre las muje
res. Particularmente disgustado —y con razón— está Kant por la cos
tumbre oriental de imponer la castidad femenina. Desde la perspecti
va actual sobre la castración y la mutilación clitórica, no puedo dejar
de aludir a esta crítica kantiana, que cabría llamar «protofeminista»,
sobre el culto oriental a la virginidad. Kant escribe que el oriental
«incurre en todos los gestos grotescos del enamorado, entre los cua
les el presumir de una joya es uno de los más relevantes y que busca
asegurarse ante todo; joya, cuyo valor radica en rasgarla, para I cual
se sirve de medios inicuos y a menudo repulsivos —cosa sobre la
que en nuestra parte del mundo existen ya serias objeciones.»
Desde la Bijoux indiscrets de Diderot (1748), cuya traducción ale
mana lleva el título de Die indiskreten Kleinode *, todo lector mínima
mente informado sabe que bajo «joya» hay que entender las partes
genitales femeninas. Ésta es la conclusión de Kant: «De ahí que la
mujer allí (en Oriente) esté atrapada: o es una niña, o tiene un mari
do bárbaro, vicioso y siempre colérico». Y en los países de los negros
«qué se puede esperar, si no que suceda lo mismo, como el someti
miento del sexo femenino en la más sórdida esclavitud» 6. Merecería
[Lasjoyas indiscretas].
Noveno capítulo 115
la pena señalar aquí que cuanto más se aleja señalar aquí que, cuanto
más se aleja Kant de las relaciones de su propio contexto, más crítica
se vuelve su mirada hacia la indigna situación de la existencia feme
nina. De hecho, desde la perspectiva de la Europa moral y civilizada
el harén compone un retrato de contradicciones explícitas, entre el
culto a la castidad obligatoria y una ausencia de toda moral en la
práctica. Con desprecio y sarcasmo se rebela Kant —quien es mucho
más que el racional descubridor del imperativo categórico— contra
el sinsentido del culto a la castidad, que hace de las mujeres final
mente objetos del deseo masculino, cuyo valor reside exclusivamente
en ser muñecas con forma humana y de uso meramente sexual. Por
tanto, las conclusiones del discurso sobre la virtud oriental en Kant
son las siguientes: en Oriente las mujeres siempre se hallan encarcela
das en la sórdida esclavitud del harén; los hombres orientales, como
también los negros, tratan a sus mujeres con enorme brutalidad y
sólo el europeo ha descubierto el secreto por el cual, dicho de mane
ra más actual, el carácter pasional de la sexualidad «se moraliza»
—en términos kantianos— con las «flores» de la eticidad y puede ser
convertido en algo honesto.
Pero, ¿cómo son estas «flores» europeas de la moralidad? Y, ante
todo, ¿no provienen tales plantas más bien de un catálogo de virtudes
impuesto y ajeno a las mujeres, que funciona de hecho sutilmente,
pero que no está tan lejos de las estrictas normas del harén? ¿Y quizá
resulte el harén oriental, como lugar femenino, no tanto una cárcel, tal
y como la describen los viajeros y , a partir de ellos, los filósofos? En
cualquier caso, en tanto que hombres, jamás tendrían entrada a las co
lecciones privadas de mujeres de los potentados orientales.
El principio de la competencia es entre los hombres, y en lo que
se refiere a la propiedad femenina, más fuerte que cualquier otra exi
gencia. Lo que sale de las plumas masculinas en el siglo xvih sobre el
serrallo oriental podríamos seguramente tomarlo en gran parte como
producto de la fantasía masculina.
cipación: «Si vuestras mujeres est¿n tan locas de dejarse someter por
vosotros (se refiere a los turcos), peor para ellas. En Europa entien
den mejor las cosas» 22.
Un breve comentario
Aquí se abre paso, desde la perspectiva del siglo XX, un breve co
mentario sobre las señas del movimiento de mujeres que se autocon-
sidera como «Nuevo». No se trata desde luego, de que yo pretenda
aquí calificar tal perspectiva pública y simplificadoramcnte de estupi
dez. Pero, aun así me permito señalar, por supuesto desde la ya cono
cida modestia femenina, que el «nuevo movimiento de mujeres» es a
menudo menospreciado en la profundidad histórica de su propio de
venir. El libretista de Mozart es seguramente un hombre y su historia
del harén se desarrolla en la mitad del siglo xviit. Por tanto, la figura
de Blonde representa en no poca medida el mejor feminismo, primi
tivo y posterior, del material ilustrado. Hay que agradecer a los seño
res Stephanie, Bretzner, Grossmann, Gluck y Mozart que, en fecunda
colaboración modelaran los caracteres del «Rapto del Serado» 7\ y
que crearan con la figura de Blonde un nuevo tipo de existencia fe
menina. Blonde es más que una muchacha educada a la europea. No
es sólo un fenómeno excepcional en lo que hace a la rapidez de res
puesta, a su autoconciencia y a su espíritu de rebeldía. Con esta figu
ra se simboliza explícitamente al sujeto femenino políticamente pen
sante. Porque los señores libretistas no sólo dejan decir a Blonde que
las mujeres turcas están «locas» si se dejan someter por los turcos
majaderos. Blonde se convierte de hecho en la líder rebelde de la li
beración de las damas del harén: en Europa las mujeres «entienden
mejor las cosas», con lo cual está supuesta aquí la emancipación fe
menina. «Dejádme pisar aquí firme» y las turcas «pronto cambiarán».
Incluso Osmin, con su cara de pellejo, capta la hermenéutica así indi
cada de «lo otro»: «¡Por Alá, es capaz de convertir a todas las demás
mujeres en rebeldes!» Yo creo que en este punto el libreto de la
ópera de Mozart se convierte en una especie de mojón para la «H is
toria de la renuencia femenina» (todavía por escribir).
Pero, antes de que pueda conducir nuestro pequeño excursus en
la rica filosofía del harén a una conclusión precipitada, se impone de
nuevo una breve digresión. Queda todavía a debate si las europeas
126 Filosofía de damas y moral masculina
* * *
«La felicidad [de la mujer] radica en ignorar lo que el gran mundo llama
placeres; su gloría consiste en vivir de manera oculta. Se limita a las obliga
ciones de esposa y madre y sacrifica sus días con la práctica de “virtudes
aparentemente poco gloriosas”; se ocupa de su familia, manda sobre su espo
so y éste la “complace"; también manda sobre los niños por medio de su
“dulzura", sobre la servidumbre gracias a su “bondad”. Su hogar es el lugar
de “sentimientos religiosos”, “devoción infantil”, amor “conyugal”, “afecto
maternal"; lugar de orden, de la “paz” interior, del “sueño apacible’ y de la
“salud”; ahorrativa y hogareña, mantiene las pasiones y los deseos lejos de sí;
el necesitado que aparece por su puerta jamás es rechazado; el desaliñado
nunca aparece por allí. Su carácter discreto y solemne produce respeto; es
apreciada por su “indulgencia* y su “sensibilidad”, y temida por su pruden
cia y su decisión. Ella emana calidez, pura luz, que ilumine todo cuanto hay
a su alrededor y le da vida»
127
128 Filosofía de damas y moral masculina
[Cabala y amor].
I lustración 18
Jean Juegues Rousseau y su protectora Múdame de Warrens.
D élas Oeuvrcs completes de Rousseau (París 1788-1793)
Grabado según Lebarbier, por Ghendí.
132 Filosofía de damas y moral masculina
I lustración 19
«... ¿Q ué suavizo más la rudeza masculina que la mirada dulce de un noble ser femenino.
Grabado deJohann Ileinricb Lips para foí Fragmentos fisionómicos... de J. C.
Lavater, en la edición de ¡787.
134 Filosofía de damas y moral masculina
de las mujeres; las mujeres como ángeles de virtud, que siempre caen
inocentemente bajo las ruedas de la historia masculina de la humani
dad. Es más: para aquellos que deseen saberlo, la mecánica de las le
yes morales era en Montesquieu, en 1721, la misma que la actual. Las
mujeres se han dejado poner la «camisa de fuerza» de la opresión de
la honestidad femenina; no son sacrificadas carentes de toda culpa,
sino más bien corresponsables. Apuntar este aspecto me resulta parti
cularmente importante, por cuanto hoy en día, en los así llamados
años «postemancipatorios» (una descripción a la que no puedo ad
herirme) comienzan de nuevo a jugar un papel, y no precisamente
menor, los valores clásicamente femeninos.
La pequeña historia de la filosofía referida a la moral masculina,
a la pasiva honestidad femenina y a las leyes morales de los hombres
puede alargarse fácilmente desde el siglo xvm hasta nuestro siglo xx.
Para mostrarlo, hagamos el siguiente experimento intelectual: Usbek
y Rhedi, los dos persas, viajan a Europa de nuevo en el siglo xx. Esta
vez es Suiza (y no Francia), envidiada nación sin escándalos, su obje
tivo turístico. ¿Cómo podían ser unas cartas persas en estas condicio
nes? En primer lugar quizá ambos viajeros compraran en el quiosco
del aeropuerto la última edición de una revista alemana. Como titu
lar: «Servidumbre. Amar con idolatría y sufrir infernalmente». Son
muchas las mujeres que lo hacen. Después un vistazo a los «bestse-
Uers» de moda: un tal Norbin Norwood describe cómo en el siglo xx
también «Las mujeres aman demasiado». Justamente al lado un libro
con el título: Con el siguiente hombre será muy distinto, un «best seller»
de finales de los años ochenta, con grandes posibilidades comerciales
en los noventa, y escrito por una mujer.
No parecen, por tanto, haber cambiado mucho las relaciones en
el reino de los sexos. Quizá Usbek y Rhedi tuvieran también una vi
sión de las noticias de la semana anterior «Una esposa asesinada, por
negar el beso de buenas noches». Lo que, por cierto, no es ninguna
broma ,0. Algo irritados por las increíbles costumbres amorosas en la
amada Suiza, se informan a través de una lógicamente frustrada femi
nista de los hechos sobre la actual relación genérica. Así reciben noti
cias de que, a pesar de las fórmulas jurídicas que sancionan la igual
dad, la media de diferencia salarial entre hombres y mujeres se sitúa
aproximadamente en un 30% n, que en la Facultad de Filosofía I,
una de las más bellas Universidades suizas, hay más de un 50% de
alumnas, pero tan sólo un 2% de catedráticas 12 Tal vez podían plan
136 Filosofía de damas y moral masculina
* * *
139
140 Filosofía de damas y moral masculina
tud. La del sexo masculino debe ser una virtud sublime. Ellas [es de
cir, las mujeres] evitarán lo malo, no porque sea injusto, sino porque
es feo, y las acciones virtuosas son, para ellas, aquellas que son moral
mente bellas». A este párrafo le sigue un añadido maravilloso, en el
que puede verse a Kant como un preceptor que hace un guiño a una
genuina ética femenina de la resistencia, siempre que ésta desee
como mujer:
i
Undécimo capiculo 147
Voy a tratar de hacer ahora algo más difícil; a saber: resumir y re
ducir a Léñelos, Casanova y Kant a un denominador común. En
principio, una moral genérica «sólo» normativa parece claramente
sospechosa para ambos sexos. Sobre todo donde la moralidad está
vinculada con la pérdida de toda sensualidad, la confianza en la ido
neidad de los ejercicios retórico-éticos se debilita aún más.
Sin embargo, esa desconfianza en la idoneidad de una moral se
xual normativa, que regule los conflictos genéricos, parece todavía
más manifiesta en el caso de las mujeres. Esto es fácil de explicar.
Donde la ética aparece como teoría, está elaborada por sujetos de gé
nero masculino y legisladores de las normas igualmente masculinos.
Formulado un poco más maliciosamente, los sujetos femeninos jamás
han tenido la temeridad de crear sistemas globales, de elaborar sobre
la mesa de la teoría filosófica máximas para sí y para otros y, a la ho
ra de aplicarlas, suponer que en el terreno práctico de los conflictos
genéricos cotidianos (que es ahí donde se dan y no en la elaboración
teórica) todo marchará mejor a parür de su teorización. Se imponen
ahora algunas reflexiones, que me permito exponer a modo de tesis:
Tesis 1: La praxis está en cuestión y éste es el problema. Como
ejemplo atendamos por un momento a la aplicación del principio de
universalidad sobre los sujetos genéricamente diversos: ¿Puede acaso
superarse la cuestión de la moral o inmoralidad de la violación con
la medida estándar del imperativo categórico? Siempre que se da
un conflicto explosivo entre los sexos, se acaba la efectividad (enten
dida como potencia concreta de transformación) de los principios
universales. Por otro lado, tales principios universales han sido siem
pre insuficientes, explícita e inmediatamente, para conseguir los dere
chos políticos de las mujeres.
N o hay que retrotraerse a la Revolución francesa, ni a la exclu
sión de las mujeres de los ámbitos relacionados con los derechos hu
manos para constatar lo anterior. Un ejemplo actual, de origen suizo,
se encuentra en el artículo 4 de la Constitución Federal, a la que hu
bo que «rearmar» con un anexo 2, para que el principio universal de
la igualdad afectara también a las «suizas» 8.
Si este cambio es efectivo en la realidad, por ejemplo en lo que
hace a obtener igual retribución por igual trabajo, es algo que queda
en suspenso. Existen, a mi juicio, razones —tras una década de la in-
I lustración 22
Sobre Knigge: «N ada exige mayor habilidad que saber tender la mano ya experimentada
a la formación de las jóvenes, o que el trato con mujeres virtuosas y honestas».
Retrato de una virtuosa en los Fragmentos fisionómicos ... de Lavater, edición de 1787.
Undécimo capitulo 149
* * *
La Thérése Philosophe *
[Teresafilósofa].
Duodécimo capitulo 155
PREMIERE PARTIE.
A P A R I S ,
I lustración 25
Portada de una edición pirata í/eThérése Philosophe de 1774.
En lugar delpermiso de impresión, se encuentra la observación irónica
Sons Approbation etSans Pnvilege».
Duodécimo capitulo 161
Ilustración 27
Tbérese en el tocador galante.
Grabado de una de las ediciones de Thércse Philosophe.
Duodécimo capítulo 165
Sade, el triturador
que usted, con sus atractivos, puede desandar» 24. Y esto se convierte
en una explicación de guerra filosófica contra todo proyecto de edu
cación piadosa de las muchachas, empezando por el Traite de Teduca-
tiott defilies * de Fénélón en 1687 23.
Como provocación bien calculada, Sade subtitula su filosofía del
tocador como Diálogo para la formación de una joven dama. Quizá como
alusión a Fénélon, que se queja de que la educación de las jovencitas
siempre se deje en manos «de las costumbres y caprichos de la ma
dre», el primer diálogo de Sade enuncia el siguiente deseo: «Toda
madre debería prescribir a su hija la lectura de este libro» 2é.
En 1787 terminó de escribir Sade la narración Les infortmes de
la vertu**. La protagonista virtuosa pero permanentemente perse
guida por la desdicha y la desgracia, no se llamaba en esta primera
redacción todavía Justine, sino Sophie 21. Sade se enfrenta conscien
temente a la Sophie de Rousseau, aun cuando más ade¡ nte acabe
por conferir a su heroína el nombre de Justine. Vayamos a la Justi
ne de 1797: lo que lleva adelante Sade aquí es una consciente y du
ra crítica al culto de la castidad; es la deconstrucción de una morali
dad de leyes masculinas, que bajo el nombre de «honestidad» ha
impregnado hace tiempo las dimensiones de la «moralidad» ético-
clásica. Sade denuncia la claustrofóbica estrechez del edificio de la
virtud. Un cinturón de castidad mental conduce la existencia feme
nina como si de una atadura colectiva se tratara. ¿Acaso no es «una
repugnante burla conceder tanto valor a la cosa más fugaz del mun
do...? ¿Cómo puede una muchacha ser tan ingenua como para creer
que la virtud depende de que un agujero del cuerpo esté más o me
nos cerrado?» Esta «castidad inventada», que Rousseau y Cía. «de
manera malintencionada» presentan a los seres humanos femeninos
«desde su infancia como una virtud», vale menos que un «fantas
ma» cartesiano 2S.
En una coincidencia nada casual con los moralistas franceses,
con el relativismo moral de las Cartas persas de Montesquieu, o con
las Odas indiscretas de Diderot, Sade lleva el análisis filosófico hasta
sus últimas consecuencias. En el curso de formación de Justine la
moral masculina es desenmascarada en su insípido producto máxi
mo: la «virtud».
«Lo que se llama virtud es a mis ojos una quimera: esta norma
carente de significado y voluble, que cambia de la noche a la maña
na, no me produce ninguna representación concreta». La «moral» es
el producto de la debilidad y de un egoísmo encubierto: «la virtud
de un pueblo nunca será otra que las que establezcan sus legislado
res». La virtud, sin embargo, de los seres humanos «auténticamente
filósofos» —es decir, de aquellos que aceptan su estructura pasional
sin prejuicios— «tiene que consistir en el usufructo de sus placeres o
en la realización de sus pasiones» 29.
Sade argumenta «de manera naturalista», con lo que quiero decir
que lleva quasi ad absurdum las supuestas fallas de la naturaleza. La
naturaleza es única, aun cuando nosotros exijamos de ella como algo
natural el llamado mal o el llamado bien. Las cuentas de la naturale
za no son las nuestras. Lo que los seres humanos entienden como
servicio a la naturaleza, como acción natural y con ello moralmente
recta, es sólo una pelitio principit, porque los fundamentos por los que
obra la naturaleza no son cognoscibles por el ser humano. De hecho,
la naturaleza consiente la reproducción, pero con ello no se demues
tra que haya dispuesto la estructura sensible del ser para este cometi
do. Que el hombre pierda su semen «por el ano, la boca o la mano»,
le es completamente indiferente a la naturaleza. Como máxima peda
gógica Justine aprende que en la naturaleza tanto puede valer una ac
ción, como la contraria; la naturaleza no se ocupa de las «bagatelas»
que el ser humano en su «falta de juicio» entiende como servicio a
aquélla. La naturaleza es la gran racionalidad, la gran astucia. Por eso,
a pesar de nuestros supuestos fundamentos y «cuentos de la leche
ra», ella lleva adelante su juego, avanza hacia su meta: crear «para
destruir» i0.
cuerda, en lugar de apretarla de una vez por todas; así ocurre con
Justine y su torturador en el libro cuarto.
«¿Por qué Justine no mata a Roland?», sería la pregunta conse
cuente 31. Pero la bondad de Justine, su veriu, no es de este mundo.
Virtud y vicio funcionan como mecanismos independientes. Justine,
casta encarnación de la inocencia y la femineidad, no puede desear
lo malo, porque queda más allá de su bondad natural. Sin embargo,
mantiene una dependencia cordial con lo malo. La maldad es la con-
ditio sirte qua non de Justine: «Justine es totalmente buena, el mundo
es totalmente malo» 32.
Con la figura de Justine queda convertido el clímax del ideal de
virginidad en algo pétreo. Justine es «el fantasma de la virtud \ dise
ñado por los filósofos morales, denunciado por Sade brutalmente,
violentamente. Pero es la ¡dea de la absoluta enajenación en la virtud
la que Sade destruye sin piedad. Y contra las quejas feministas por
las mujeres «sadeanas», cabe también afirmar que Donatien-Alphon-
se-Fran^ois, Marqués de Sade, sostiene una potente teoría del sujeto
femenino. A saber, aquella que entiende un sujeto femenino fuerte,
como inteligencia astuta, ingeniosa y erótica, como talento sensible
multivalente. Ésta es la historia de Juliette, que, como la de su her
mana, hay primero que «querer» entenderla para descubrir en ella las
huellas de una filosofía de damas sin ideas preguzgadas. Como siem
pre, al despotismo racionalista, con sus sujetos sensibles preconiza
dos como razón, se les ha arrojado el guante. Y esto, además, antes
del gran caballero Freud.
♦ * *
En los títulos y citas de siglos pasados —de cara a respetar los ca
racteres de la época y también porque resultan totalmente comprensi
bles, así como bellos— he conservado la manera de escribir, incluso
con sus posibles desajustes ortográficos desde la actualidad. U. P. J.
Primer capitulo
Segundo capítulo
1 Abbé de G e r a r u , La Philosophie de Gens de Cour. París MDCLXXX1, París
1685 (5), III Entretien: Que les Dames doivent s’appliquer á l’Etude de la Phi
losophie, 55-101.
176
Decimotercer capítulo 177
2 Idem, 62.
3 Idem, 64.
4 Idem, 65.
5 Idem, 74.
6 Christian T homasius, Discours Welcber Gestalt man denen Frantzosen in ¡¡.emanen
Leben und Wandel nachabmen solle, Leipzig 1701, nueva impresión: GT. Deuts
che Schriftcn, Stuttgart 1970,1-49.
7 Idem, 36.
8 Idem, 20.
9 Theodor Gottlieb von H ippel , Über die bürgerliche Verbesserung der Weiber,
Kónigsberg 1793, en: Obras Completas, 14 tomos, Berlín 1827-1839.
10 T homasius, Discours Welcber Gestalt man denen Frantzosen in gemeinen Leben und
Wandel nachabmen solle, 36.
11 Christian W olff , Theologia Naluralis, vol. I, 1736, parágrafo 268.
12 G érard, La Pbilosopbiedes Gens de Cour, Epistre, iii.
13 T homasius, Discours Welcber Gestalt man denen Frantzosen in gemeinen Leben und
Wandel nachalmen solle, 14 ct passim.
14 Cartas de Ninon de L enclos, Francfort 1984, 54; Ninon de L enclos aparecerá
de nuevo en el capítulo undécimo.
Tercer capítulo
Philosoph Christian Wolíf», en: Zeitscbrift fiir franzósische Sprache und Literatur, 35
(1909), 231 y ss.
13 D escartes era partidario en cierta medida de esta idea, aun cuando la investiga
ción sobre Descartes no toma nota de su traductora italiana, Luisa Eleonora
B arbapiccola: véase aquí el capítulo sexto.
14 Elisabeth B adinter señala que la oposición entre los adeptos a Newton y los
adeptos a Leibniz ocultó ocasionalmente en Francia una «guerra de los sexos».
También V o L T A I R E se preguntaba asombrado l a razón «por la que las damas
toman partido por Leibniz». Véase Elisabeth Badinter , Emilie, Emilie. Weibli-
cber Lebensentwurfin 18Jahrhundert, Munich 1984,254.
15 Madame du C h Atelet , en carta del 3 de enero de 1736. Véase B esterman, tomo
V, num. 945.
16 Voltaire a Nicholas T hieriot . Véase B esterman, Tomo VII, 157 y ss., núm. 1429.
17 Du C hatelet a M aupertuis, el 9 de mayo de 1738. Véase B esterman, tomi. Vil,
163 y s. Antes de transcribir la cita completa en su ortografía original, permítase
me una breve observación, que además se remite al intercambio epistolar entre
la duquesa Elisabeth Charlotte de O rleans y Leibniz (véase el quinto capítulo).
También la muy ilustrada marquesa tiene, como muchas damas de la época, pro
blemas con la ortografía. Las cartas de Voltaire son más correctas —en sentido
gramatical, ortográfico y sintáctico— que las de la menos «escolarizada» mar
quesa. Pero también los sistemas lingüísticos proceden de los hombres. Quizá la
aventurada ortografía de damas podría atribuirse no sólo a una deficiente forma
ción, sino también a un discreto sistema de renuencia en cuestiones de gramáti
ca, ortografía y sintaxis masculina. En cualquier caso, du C hatelet no tiene pro
blemas en trasladar su opinión mediante «su lenguaje»: On dit que le liure de mr.
Algarotti esl intitulé le Neutonisme á la portée des domes. Quand ie l'ay vu son livre il
n 'i plaisantoit que sur ¡a lumiére, mas ie ne sais trop quelle bonne plaisanterie il aura pu
trouver sur la raison inverse du querré des distances. Aprés son titre il n i a peulétre rien
de si ridicula qui sa dedícate. a un bomme que a toujours voulu toumer le sisteme d'at-
traction en ridicule. Ie erais qutl vouloit étre de l 'académie.
18 Voltaire a B erger. Véase B esterman, tomo VII, 175, carta 1439.
19 V oltaire a T hieriot . Véase B esterman, tomo VII, 180, Carta 1442.
20 V oltaire a M aupertuis. Véase B esterman, tomo VII, 189, Carta 1445: J a i lu le
livre de Mr. Algarotti. II y a, comme de raison, plus de lours et depensées que de véritez.
Je crois qu ’i l réussira en italien, mais je doute qu 'enfranqais l ’amour d ’un amanl qui dé-
croit en raison du cube de la distante de sa maitresse et du quarré de l a’ bsence, piarse aux
esprits bien fait, qui ont été choquez de la bauté blonde du soleil et de la bauté bruñe de
la lune dans le livre des mondes. Ce livre a besoin d'un traducleur excellent. Mais celuy
qui est capable de traduire bien s 'amuse t ‘i l a traduire?.
21 El éxito y las consecuencias de F ontenelle en Inglaterra están maravillosamen
te recogidos en: Gerald Dennis M e y e r , The Sáentific Lady in England 1650 -
1760, Berkeley 1955.
22 Véase Carolyn Merchant, «Die Natur im Denken von Frauen. Anne Conway
und andere phiiosophierende Feministinnen», en: Der Tod der Natur. Okotogie,
Frauen und neuzeitlichc Naturwissenscha/t, Munich 1987,242-262
Cuarto capítulo
I foseph Jérome de L alande , Astronomie des Domes, París 1820, nueva edición:
1824.
Decimotercer capiculo 179
2 L alande, idem, 7.
3 L alande, ídem, 10.
4 Ibidem.
5 Immanuel Kant, Tráume cines Geistersehcrs, segunda parte, AA II, 366.
6 L alande, AstronomiedesDames, 13.
7 L alande, ídem, 29.
8 Immanuel Kant, Beobachtugen über das Gefühl des Schónen und Erhahenen. AA II,
229.
9 Sigo aquí, para la exposición de la visión crítico-científica de K ant, a Wolfgang
R itzejl , Immanuel Kant. Eine Biographie, Berlín 1985, 51 y ss.
10 Immanuel K ant , HandschriftlicherNachlass, AA tomo XV/2, 569, Reflexión 1287.
11 La Métaphysique contient deux éspaces de choses, la prémiére se qui tous les g/ms... peu-
vent savoir, la seconde, qui est la plus étendue, ce qui ils ne sauront jamais. En: Marque
sa du C h A t e l e t , ¡nstilutions Physiques Chr. W o l f f , Obra Completa, III, tomo
28], 14.
Quinto capítulo
16 Sobre ello, J. A. E berhard (cd), Versuch etner Geschichte der Fortschritte der Philo-
sophie in Deutschland..., Halle 1794,456.
17 Cari Immanuel G erhardt (ed.l, Die philosophischen Scbriften von G. W. Leibniz,
Tomos 1-7, Berlín 1875-1890 [—GP]; tomo 3, 320. En el prólogo a la Theodizee
L eibniz apunta de manera clara la gran influencia de Sophie C harlóte en el na
cimiento de esta obra. Véase en G. W. L eibniz , Die Theodizee. Hamburgo 1968,
19.
18
rik
Véase: Waiter TlNNER, «Leibniz; System und Exoterik», en: Exoterik und Esote
der Philosophie, 101-116; asimismo de Klaus Rüdiger W ohrmann «Die Un-
terscheidung von Exoterik und Esoterik bei Leibniz», en: Studia leibnitiana, Sup-
plementumm XXI [—actas del IQ Congreso Internacional sobre Leibniz, 1.77
tomo 3]; y también U term OHLEN, Leibniz im Briefwechselmil Frauen, 228.
19 G.P, tomo 4, 440. Diseours de Métaphysique, XV.
20 G.P, tomo 4,443 y s., Diseours XVII.
21 G.P, tomo 4, 445, Diseours XIX.
22 G.P, tomo 4, 446, Diseours XX. Véase también W ohrman , «Die Unterscheidung
von Exotik und Esoterik bei Leibniz», 79, así como nota 25 aquí.
23 G. E. L essing , Sámtliche Scbriften («Obras Completas»), Edición Completa de
Lachmann-Muncker XI, 470.
24 Carta de 22 de agosto de 1699 a Leibniz, reproducida en: Onno K lopp (ed),
Die Werke von Leibniz gemass seinem handscriftlicben Nachlasse in der Kóniglichen
Bibliothekzu Hannover, tomos 1-11, Hannover 1864-1884; tomo 10, 54.
25 Véase W ohrmann , «Die Unterscheidung von Exotic und Esoterik bei Leibniz»,
80,
26 GP, tomo 3, 336 y $.
27 GP, tomo 3, 337 y s.
28 GP. tomo 3, 333-375.
29 Véase en relación al tem a la observación de L eibniz sobre el profundo sentido
filosófico de las dam as inglesas (referencia en nota 26).
30 K lopp , Die Werke von Leibniz Gemass seinem handschriftlieben Nachlasse in der
Kóniglichen Bibliothekzu Hannover, tomo 8, 178.
31 GP, tomo 3, 348.
32 H o l z j iey, Der Philosophfür die Welt-eine Chimare der deutschen Aufklarung?, 124.
Sexto capítulo
Séptimo capitulo
igualitaria y. con ello, del mismo valor para hombres y mujeres comenzó ya a
principios del siglo XVIII a causar estragos en el discurso fisiológico-sensua!, en
favor de la formación intelectual femenina. En la tradición cartesiana, y en parti
cular en P oulain de LA B arre, la división entre «res cogitans» y «res extensa» no
condujo a una infravolaración de la capacidad intelectual femenina a causa de
su más débil constitución, sino a la tesis de que el entendimiento no tiene sexo.
Véase Fran^ois P oulain de la B arre, De l ’egalité des deux sexcs. Discours physique
oú Von volt l 'importance de se défaire des Préjugez, París 1674, rcimpr. en París 1984,
39: «La raison n i point de sexe». El discurso sensual-ftsilógico imperante sobre la
capacidad intelectual de los humanos rechaza ésta en las mujeres, con el argu
mento de que una constitución física débil conduce necesariamente a un ei. en-
dimiento más débil. En este sentido, comparar también Liselotte S tein'BROCCe ,
Das moralisehe Geschíecht. Theorien und literarische Entwürfe über die Natur der
Fraucn in derfranzósischen Frübaujklarung, Weinheim 1987, 19-46.
11 Esta carta, tan divertida como instructiva, puede leerse en O stertag «Der philo-
sophischc Gchali des Wolff-Manteuffelschen Bricfwechscls», 27- 32.
12 Véase aquí el capitulo 3.
Octavo capítulo
1J. H. S. F ormey , La Betle Wolfienne. Avec deux Lettres Philosophiques; ¡une sur llm -
rtoortalité de VAme; el l'autre, sur ¡Harmonie préétablie, tomos 1-6, La Haya: reimpre
sión en Chr. Woi.ff, Obras Completas, III, tomo 16,1-2, editado c introducido
por Jean E cole , H ildesheim 1985.
2 Compárese aquí en particular Heinrich O stertag, «Der philosophische Gchalt
des Wolff-Mantcuffelschen Briefwcchsels», 44-46; y Jean E cole , «A propos du
projet de Wolff d'écrire une Phiiosophie des Damcs», 55.
3 Comparar con E cole en su prólogo a la edición del libro de F ormey.
4 Véase Kurt M oller, Leibniz Bibliographie. Die Literatur über Leibniz, Frankfurt
1967. En la página 290 se encuentra el siguiente titulo: «Die schóne Wolffiane-
rin. Aus dem Frantzósisch übersetzt und mit Anmerkungen versehen von C.G.I.
B dch », Fráncfort y Leipzig 1741-42.
5 Johanne Charlotte U nzer -Z iecler , Johannen Cbarlotten Zieglerin Grundriss einer
Weltweisheit für das Frauenzimmer, mit Anmcrckungen und cine Vorrede beglei-
tet, von Johann Gottlicb K rügern , der Weltweissheit und Arzneygelahrtheit
Doctor und Professor, der Rómisch-Kayscrlichen Academie der Naturforscher,
und der Kóniglich-Preussischen Academie der Wissenschaften Mitgliede», Halle
en Magdeburgo, editado por Cari Hermann H emmerde , 1751.
6 U nzer -Z iecler , ídem, 360. Cito según Thomas G ehring , Johanne Charlotte Un-
zer-Ziegler, 1725-1782. Ein Ausschmtt aus dem literariseben Leben in Halle, Góttingen
und Altana, Berna/Fráncfort 1973.
7 Véase G ehring , Johanne Charlotte Unzer-Ziegler, 129.
8 Versuch eine Logic für Frauenzimmer, de Philippine, Freyinn K nigge, Hannover
1789, aquí: prólogo, V.
9 K nigge , ibidem.
10 K nigge , ídem, VI.
11 K nigge , ídem, VI y s.
12 [Cari Friedrich T roei.tsch], Die Frauenzimmerschule oder sittliche Grundsatze zum
Unterricht des schónen Geschlechts, wie sich selbiges bey alien Vorfallenheiten in der
Welt aufeine bescheidene Art zu betragen habe?, Fráncfort 1766.
13 Marie de R abutin -C hantal, Marqúise de S évigné , 1626-1696, reunió, tras 25
Decimotercer capitulo 183
años de viudedad, unas 1300 cartas, la mayoría dirigidas a su hija. Se trata, por
asi decirlo, del caso más famoso de un vínculo epistolar madre-hija. Consejos
virtuosos y observaciones espirituales, presentados en un encantador estilo di
dáctico, convirtieron este intercambio epistolar privado pronto en un «bestse-
11er».
14 M ,
Véase aquí Wolfjgang artens Die Botschaft der Tugend. Die Aufklarung im Spiegel
der moralischen Woehenscbriften, Stuttgart 1971. Sobre todo el capitulo 8: «DasTe-
sende Frauenzimmer», 520-542.
15 T roeltsch, Die Frauenzimmerscbule oder Sittliche Grundsatze zum Unterricht des
schonen Geseblechts, wie sich selbiges bey alien VorfaUenheiten in der Welt au j eine
bescbeidene Art zu betragen habe?, 15.
16 T roeltsch, idem , 79.
17 T roeltsch, idem , 121.
Noveno capítulo
1 Francois de L arochefoucauld , Spiegel des Herzens. Seine samtlicben Maximen. edi
tadas por Wolfgang K raus, Zúrich 1988. Aquí: 20.
2 L arochefoucauld , idem, 20.
3 L arochefoucauld, idem, 69.
4 Charles de MONTESQUIEU, Leltres persones. París 1973. Para las citas utilizo la edi
ción alemana: Charles de M ontesquieu , Perserbrie/ e, traducido del francés con
notas y epilogo de Jürgcn von Stackelberg, Francfort 1988.
5 Immanuel Kant, Beobachtungen über das Gefühl des Schonen und Erbabenen, 4 “
apartado: Über den Nationalcharakter, AA II, 253 y s.
6 K an t , idem, 254.
7 Lady Marv M ontagu , Brie/e aus dem Orienl, Francfort 1982. Reelaborado por Ir
ma Bohlek según la edición de 1784 y la traducción de E ckert.
8 Lady A. M. en el prólogo a la tradución alemana de 1764.
9 M ontagu , Brie/e aus dem Orienl, 133 y s.
10 M ontagu , Brie/e aus dem Orienl, 165. La carta va dirigida a Alcxander Popr;, edi
tor de Shakespeare y representante máximo del clasicismo en Inglaterra.
11 M ontagu , Brie/e aus dem Oriente, 193.
12 Kant, Beobachtungen über das Gefühl des Schonen und Erbabenen, 237 y s.
13 M ontagu , Brie/e aus dem Orienl, 196.
14 M ontagu , idem, 198 y s.
15 Giacomo C asanova, Caballero de Seingalt, Geschichte meines Lebens, editado y
comentado por Günther A lbrecht , en colaboración con Barbara A lbrecht , se
gún la traducción revisada y completada de Heinrich C onrad , Munich 1984, 12
tomos. La correspondencia con la poetisa Elisa von der R ecke , o con el libretis
ta de Mozart, Lorenzo DA P onte , puede encontrarse en Giacomo Casanova, ge-
sammelte Brie/e, seleccionadas e introducidas por Enrico S traub, 2 tomos, BerTin
1969.
16 C asanova, Geschichte meines Lebens, tom o 2,97.
17 C asanova, Gesammelic Brie/e, tomo 2,255-299.
18 Wolfgang Amadeus M ozart, Konstanze und Belmonte oder die Entfühnmg aus dem
Serail, ópera en tres actos, texto de Chr. F. B retzner , según elaboración previa
de J. G. S tephanif., el joven, Stuttgart 1949, 23.
19 M ozart, idem, 14.
20 M ozart, ¡dem, 33.
21 M ozart, idem, 27.
22 M ozart, ibidem.
184 Filosofía de damas y moral masculina
23 Sobre las m últiples circunstancias e historias del nacim iento del « librelto», véase:
W ilhem Z , Einleilung ztt Mozarts Serail 5 y s.
en tn er
24 M ozart, Konslanze und Belmonte oder die Enlführung aus dem Senil, 26.
25 M ozart, ¡dem, 32.
Décimo capítulo
1 Jean le Rond D 'A lamrert (cd.), Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des Sciences,
des arts el des métiers, París 1751-1780, 35 tomos, reimpr Stuttgart/Bad Caí. 'att
1966-1967. Citado aquí: tomo VI, 475 a. [Las cursivas han sido insertadas por
mí, U.P.J.],
2 Jean-Jacques R ousseau, Emite oder iiber Erziehung, editado por Martin R ang,
Stuttgart 1976, aquí se cita 775 y s.
3 R ousseau, ¡dem, 776.
4 Johann Caspar Lavatcr, Physiognomische Fragmente zur Be/órderung der Menschen-
kcnntnis und Menscbenliebe. Eine Auswahl mil 101 Abbildungen, Stuttgart 1984,
260.
5 L avater, idem, 261.
6 Gotthold Ephraim L essing , Miss Sara Sampson. (Una tragedia en cinco actos).
Stuttgart, 1976, 14 y s.
7 Gotthold Ephraim L essing , Emilia Galotti, (Una tragedia en cinco actos), Stutt
gart 1988, 55 y s.
8 Kant, Nachtass, AA XX, 62. Sobre la no muy clara perspectiva de Kant en este
tema, véase más detalladamente en J auch , Kant zur Gcschlechterdifferenz, capítulo
5.4.3.: Dieschóne Tugend-Absenz undTmnszendiemngderPrinzipien, 83-98.
9 MoNTEsgtJtEU, Perserbriefe, 22.
10 Que no se trata en modo alguno de una broma, sino de unos titulares sobre la
realidad (en los « mass-media») en Suiza lo avala una simple mirada al « Blick» del
1 de diciembre de 1988. [«¿/linfa» es una variante suiza de las revistas alemanas
« Bild» o «Kronenzeilungd].
11 Bruno S. F rev y Hannelore W eck-H annemann , Gleichbeil der Frau? Eine ókono-
mische Betrachlung en: Nene Ziiricher Zeitung, núm. 253, de 29 de octubre de
1988,97.
12 Yvonne-Dcnise Kocuu, Unsere Hocbschule slecken noch voller Frauenfalien en:
eWeltwoche*, núm. 52, de 29 de diciembre de 1988, 29.
13 Christina T hürmer-Rohr, Vagabundinen. Feminitischc Essavs, Berlín 1987, aquí:
120.
Undécimo capítulo
1 K a n t , Beobachlungen iiber das Gefiihl des Scbonen und Erhabenen, AA II, 233.
2 Briefe der Ninon L asao s, con diez aguafuertes de Karl W alser, Francfort 1989,
54, 56 et passim.
3 L e n c l o s , idem, 48.
4 Giacomo C asanova, Geschicbte meines Lebens, Munich 1984, tomo I, 7 y ss. [El
destacar algunos términos es también obra mía. U.P.J.].
5 K a n t , Beobachlungen iiber das Gefiihl desSchónen und Erhabenen, AA II, 231 y s.
6 K a n t , idem, A II, 232.
7 K ant, Anthropologie, AA VII, 152.
Decimotercer capítulo 185
Duodécimo capítulo
que tampoco pretende ser un capitulo, sino que recoge la relación de la bi
bliografía utilizada y las ilustraciones del texto.
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Decimocuarto capitulo 19)
Alianza Editorial
ISBN-84-206-
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/ , ..lililí lili
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