Kristeller, Humanismo y Escolasticismo
Kristeller, Humanismo y Escolasticismo
Kristeller, Humanismo y Escolasticismo
EL P E N S A M I E N T O
R E N A C E N T I S T A Y SUS
FUENTES
Compilador
M ic h a e l M o o n e y
1 Die Cultur der Renaissance in Itallen, Basilea, 1860, trad. por S. G. C. Middlemore como
The Civilúation of the Renaissance in Italy, Londres, 1878; hay muchas ediciones poste
riores en ambos idiomas.
2 Hans Barón, “Renaissance in Italien”, Archiv fur Kultur geschichte, 1927, núm. 17, pp.
226-252 y 1931, núm. 21, pp. 95-119. Johan Huizinga, “Das Problem der Renaissance”,
IPege der Kulturgeschichte, trad. por Werner Kaegi, Munich, 1930, pp. 89-139. Véase
también la discusión publicada en el Journal of History of Ideas, 1943, núm. 4, pp. 1-74.
Wallace K. Ferguson, The Renaissance in Historical Thought, Boston, 1948. Véase la nota 1
de la introducción a la Primera Parte.
3 Konrad Burdach, Reformaüon, Renaissance, Humanismos, 2a. ed, Berlín-Leipzig, 1926.
115
116 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA
Respecto a los estudios clásicos de los humanistas, véase Georg Voigt, Die Wieder-
belebung des cLudschen Alterthums, 3a. ed., voL 2, Berlín, 1893, pp. 373 j ss. Sir J. E.
Sandys, A History of Classical ScholarsMp, vol. 2, Cambridge, 1908, pp. 1 y ss.
16 Esos descubrimientos incluyen a Lucrecio, Tácito, Manlio, varias obras de Pía uto y
varios discursos y obras retóricas de Cicerón. Véase Remigio Sabbadini, Le scopette dei
codici latini e greci n ¿ secoli X IV e X V I, 2 vols., Florencia, 1905-1914. Maximilian Mani-
tiua, Hanischriften antüter AtUoren in miuelaltertichen BibUotkekskatalogen, Leipzig, 1935.
14 En general no se está al tanto de que los manuscritos del siglo xv sobre autores clá
sicos latinos son probablemente más numerosos que los de todos los siglos anteriores en
conjunto. Los editores modernos hacen de lado esos manuscritos, y tal vez sea menor su
valor para establecer un texto critico. Sin embargo, su existencia misma es un fenómeno
importante, pues refleja cuán amplia difusión tenían los autores clásicos durante el Re
nacimiento.
17 Louise R. Loomis, Medieval HeUenism, Lancaster, Pa., 1906.
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 121
ia Respecto , a las traducciones del siglo x i i , véase Charles H. Haskins, Studies in the
History of Mediaeval Science, 2a. ed., Cambridge,‘Mass., 1927. En lo que toca al siglo x m ,
véase Maurice De W ulf, Histoire de la philosophie médiévale, 6a. ed., vol. 2, Lovaina, 1936.
El tener una bibliografía de las traducciones al latín de textos griegos sigue siendo un desi
derátum muy importante, si bien recientemente se han hecho algunas contribuciones par
ciales. Véase en especial J. T. Muckle, “Greek Works translated directly into Latín before
1350”, Medioeval Studies, 1942, núm. 4, pp. 3342, y 1943, num. 5, pp. 102-114. Catalogas
Translationum et Commentariorum, P. O. Kristeller y F. Edward Cranz, 3 vols., Washington,
D. C., 1960-1976. Respecto al estudio del griego en la Edad Media, véanse los artículos de
Roberto Weiss citados en la nota 11 del capítulo i.
19 En lo que toca al estudio de la literatura clásica griega en la Constantinopla medieval,
véase Karl Krumbacher, Geschichte der byzantinischen Literatur 2a. ed., Munich, 1897,
pp. 499 y ís. No hay duda posible sobre la influencia directa de esta tradición bizantina
en los estudios griegos de los humanistas italianos. Aparte de lo anterior, acaso se haya
dado alguna influencia bizantina indirecta en los estudios latinos de los humanistas. La
amplitud de intereres de los humanistas se parece a la de muchos eruditos bizantinos.
Véase el capítulo Vil.
122 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA
embargo, esos especialistas notaron sobre todo que los retóricos medievales manifiestan
algunas de las características personales que suelen atribuirse a los humanistas. Me gustaría
ir más allá y suponer un nexo profesional y literario directo, del cual serían meros
síntomas las similitudes personales. La opinión común es muy diferente, y una mayoría de
los historiadores hab^p del ars dictaminis como si no hubiera una retórica humanista o vice
versa. Véase la nota 38 del capítulo xm.
22 En lo que toca a las contribuciones de los humanistas a la filosofía, véase Friedrich
Ueberweg, Grundriss der Geschichte der Philosophie, 12a. ed, vol. 3, Berlín, 1924, pp. 6 y s í .
Guido De Ruggiero, Storia della filosofía, Tercera Paite, 2a. ed, 2 vols., Bari, 1937. Gio
vanni Gentile, Storia della filosofía italiana, Eugenio Garin, 2 vols, Florencia, 1969, vol. I,
pp. 111-216. Emst Cassirer, Individuum und Kosmos in der Philosophie der Renaissance,
Berlín-Leipdg, 1927. Si se desean más lecturas sobre el tema de la filosofía renacentista,
véase P. O. Kristeller y J. H. Randill J r , “The Study of the Philosophies of the Renais-
sance”, Journal of the History of Ideas, 1941, núm. 2, pp. 449496. Eugenio Garin, La
filosofía / Storia dei generi letterari italiani /, voL 1, Milán, 1947, pp. 169-274; id., Der italie-
nische Humanismus, Berna, 1947; id., Filosofi italiani del Quattrocento, Florencia, 1942.
Cleto Carbonara, 11 secolo XV, Milán, 1943. Giuseppe Saitta, 11 pensiero italiano nelT-
umanesimo e nel rinascimento, vol. 1, L ’Umanesimo, Bolonia, 1949. Véase también Charles
Tirinkaus, A dversas Noblemen, Nueva York, 1940; id., In Our Image and Likeness, 2 vols.,
Chicago, 1970.
124 EL PENSAMIENTO' RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA
23 Esta afirmación no significa, como ha insinuado Eugenio Garin (Giomale critico, 1952,
p. 99), que niego la importancia filosófica del periodo renacentista. Véase capítulo i.
Richard McKeon ha señalado correctamente este punto en “Renaissance and Method
in Philosophy”, Studies in the History oj Ideas, 1935, núm. 3, pp. 37-114. “Este cambio de
subrayado en las tres artes, ese paso de la dialéctica a la gramática, basta en sí para
explicar los cambios que, se dice, el Renacimiento provocó” (p. 87). No me convence el
intento de McKeon de diferenciar en el Renacimiento dos tendencias separadas: un interés
en la gramática, representado por Erasmo, y otro en la retórica, representado por Nizolio.
El carácter gramático del humanismo italiano inicial, así como su surgimiento antes de la
época de Petrarca, han quedado ilustrados en los estudios de Roberto Weiss, The Dawn
of Humanism in Italy, Londres, 1947; id., “Lineamenti per una storia del primo umanesimo
fiorentino”, Rivista storica italiana, 1948, núm. 60, pp. 349-366; id., II primo secolo delF-
umanesimo Roma, 1949.
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 125
M Véase la defensa que Pico hace de los filósofos medievales ante la critica de Ermolao
Barbaro en P. 0 . Kristeller, “Florentine Platonism and its Relations with Humanism and
Scholasticism”, Church History, 1939, núm. 8, pp. 203 y ss. Quirinus Breen, “Giovanni Pico
della Mirandola on the conflict of Philosophy and Rhetoric”, Journal of the History of Ideas
1952, núm. 13, pp. 384-426, reimpreso en su libro Chrisdanity and Humanism, GTand Rapids,
126 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA
58 Jacob Burckhardt, Die Kultur der Renaissance in ¡tallen, 13a. ed., Stuttgart, 1921,
p. 151.
28 Respecto a las carreras de los humanistas, véase Voigt, Die IFiederbelebung des
clasischen Allerlkums, y Rossi, II Quattrocento.
90 En lo que toca a la relación de Salutati con la tradición medieval del ars dictaminis
y el ars notaría, véase Francesco Novati, La giovinezu di Coluccio Salutad, Turín, 1888,
pp. 66 y ss. Se reprodujo este capítulo, si bien con omisiones importantes, en su libro
Freschi t m inü del Dugento, Milán, 1908, pp. 299-328. H a ; en Nápoles un manuscrito de
principios del siglo xv, transcrito para un joven estudiante de retórica, que incluye las cartas
de Pedro de Vineis, junto con las de Salutati y las de Pellegrino Zambeccari, contemporáneo
de este último (Ludovico Frati, “L’epistolario inédito di Pellegrino Zambeccari”, Atti e
Memoríe della R. Deputadone d i Storia patria per le provincie di Romagna, 4* ed., 1923,
núm. 13, pp. 169 y ss.). Existe otio manuscrito con el mismo contenido en La Haya (Episto
lario di Pellegrino Zambeccari, Ludovico Frati, Roma, 1929, pp. xvii y ss.). Debo esta infor
mación a Ludwig Bertalot. Aunque tenemos que rechazar el intento de Burdach por hacer
de Cola di Rienzo la figura central del Renacimiento italiano, es de señalar que Cola fue
notario de profesión, y debe mucho de su reputación al estilo de sus cartas y sus discursos.
Burdach, quien subraya la influencia de las ideas joaquinistas en Cola, no logra refutar la
objeción de que Cola se familiarizó con esas ideas después de su huida de Roma (Rienzo
und die geistige Wandlung seiner Zeit, Berlín, 1923-1928, p. 10).
128 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA
81 En lo que toca a la producción literaria de los humanistas, véase Voigt, Die Wieder-
belebung des classischen Alterthums, y Rossi, II Quattrocento. Respecto a la historiografía,
véase Eduard Fueter, Geschichte der neueren Historiographie, 3a. ed., Munich, 1936.
32 Sobre los estudios de gramática de los humanistas en su relación con la Edad Media,
véase Remigio Sabbadini, La scuola e gli studi di Guarino Guarini Veronese, Catania,
1896, pp. 38 y ss.
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 129
37 Galetti, L'eloqtienza.
38 Galletti examina algunos de los tratados y modelos de retórica del siglo xm en
L’eloguenza, pp. 454 y ss. El libro de Guido Fába Parlamenli ed epistole, ed. por Augusto
Gaudenzi, I suoni, le forme e le parole delüodiemo dialetto della cittá di Bologna, Tuirín,
1889, incluye varios discursos modelo. Se han insertado modelos de discursos políticos y
funerales en el anónimo “Oculus Pastoralis" y en otros tratados escritos para instruir a
funcionarios de la ciudad (Fritz Hertter, Die Podestáliteratur Italiens in 12. und 13.
Jahrhtinden, Leipzig-Berlín, 1910). Se tiene un ejemplo de la primera oratoria académica
en Hennann Kantorowicz, “The Poetical Sermón of a Mediaeval Jurist”, Journal of the
Warburg Institute, 1938-1939, núm. 2, pp. 22-41. En lo que toca al discurso de un embajador,
véase G. L. Haskins y Ernst Kantorowicz, “A Diplomatic Mission of Francis Accursius and
his Oration before Pope Nicholas III”, English Historical Review, 1943, núm. 58, pp. 424-
447. Francesco Brandileone estudió los antecedentes legales medievales de los discursos nup.-
ciale9 de los humanistas en Saggi sulla ttoria della celebrazione del matrimonio in Italia,
Milán, 1906, pero no menciona ningún discurso nupcial prehumanista. En algunas de las
primeras instrucciones dadas a los abogados se incluían reglas y modelos retóricos; véase
M. A. von Bethmann-Hollweg, Der Civilprozess des gemeinen Rechts in geschichtlicher
Entwicklung, vol. 6, Bonn, 1874, pp. 148-159. La Rhetorica Novisdma, de Boncompagno,
Augusto Gaudenzi, Bibliotheca iuridica medii aevi: Scripta Anécdota glossatorum, vol. 2,
Bolonia, 1892, no es un tratado sobre el dictamen, como parecen suponer muchos eruditos,
sino un instructivo retórico para los abogados. También el tratado de Jacques dej Dinant,
publicado por André 'Wilmart, Analecta Reginensia, Ciudad del Vaticano, 1933, pp. 113-151,
cubre la oratoria judicial.
Suele afirmarse que los humanistas no cultivaron la oratoria judicial (Rossi, I I Quattro
cento, p. 154) ; sin embargo, contradice tal idea un pasaje de Jovio (Burckhardt, Die Kultur
der Renaissance, p. 176), y hay unos cuantos ejemplos de discursos judiciales compuestos
par humanistas (Leonardo Bruni Aretino Humanistisch-Philosophische Schrijten, Hans
Barón, Leipzig, 1928, p. 179; Jules Paquier, De Philippi Beroaldi Junioris vita et icriptis,
París, 1900, pp. 96-113). No se ha llevado a cabo una investigación sistemática de la ora
toria humanista y de sus antecedentes medievales. Deberá incluir un estudio de las rela
ciones mutuas entre la elocuencia sagrada y la secular, así como de las posibles influencias
bizantinas. Véase Krumbacher, Die Geschichte der byzantinischen Literatur, pp. 454 y ss, y
pp. 470 y ss. A veces aparecen en los títulos el respaldo legal de los discursos nupciales; v. g.,
“contractus matrimonialis compillatus per Manfredum de Justis Veronensem” (cod. Laur.
Ashb. 271; cf. Cesare Paoli, I codici Ashbumhamiani della R. Biblioteca Mediceo-Lauren-
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 131
de esos tipos tenían su modelo clásico, pero otros — por ejemplo, los
discursos académicos pronunciados al comienzo del año, de un curso
en lo particular o cuando se confería o recibía un grado académico—
no tenían ningún antecedente clásico, y todos ellos estaban enraizados
en costumbres e instituciones de la Italia medieval muy específicas.
Difícilmente habrán inventado los humanistas alguno de esos tipos de
discursos; simplemente se limitaron a aplicar sus normas de estilo y
de elegancia a una forma de expresión literaria ya existente, satis
faciendo con ello una necesidad, tanto práctica como artística, de la
sociedad de su tiempo. Los eruditos de hoy en día tienden a comentar
desdeñosamente esta oratoria humanista, exponiéndola como una retó
rica vacía y carente de “pensamientos profundos”. Sin embargo, los
humanistas se proponían tan sólo el hablar bien, de acuerdo con sus
gustos y con la ocasión, y queda por verse si tuvieron menos fortuna
en este sentido que sus predecesores medievales o que sus sucesores
modernos. Aunque muestras de “retórica vacía”, sus discursos nos pro
porcionan una sorprendente cantidad de información sobre la vida per
sonal e intelectual de aquellos tiempos.
Los humanistas sucedieron a los cronistas medievales mediante su
historiografía; se. diferencian de estos últimos tanto en los méritos
como en las deficiencias.8* Caracteriza la historiografía humanista
el interés retórico por manejar un latín elegante, así como por la
aplicación de la crítica filológica a los materiales que servían de fuente
a la historia. En ambos sentidos, son predecesores de los historiadores
modernos.40 El combinar los requerimientos de un buen estilo con los
de una investigación cuidadosa era tan raro y difícil entonces como
ahora. Sin embargo, ese nexo entre la historia y la retórica, que parece
tan típico del Renacimiento, fue obviamente una herencia medieval.
No ocurre tan sólo que en las escuelas medievales la enseñanza de la
historia estuviera subordinada a la de la gramática y la retórica, sino
que tenemos bastantes historiógrafos y cronistas que eran gramáticos y
d a ñ a d i Firenze, Roma, 1887-1917, núm. 195, p. 296); “contractus Cuarini Veronensis piro
comité Jacopino, Ric”, 421 f. 43. El título de otro discurso modelo indica que también el
famoso discurso de Pico pertenece a un tipo formalmente establecido: “ad colligendo9
audientium ánimos in disputatione fienda”, Ric, 421 f. 28.
a® Fueter no examina las relaciones entre la historiografía medieval y la humanista.
40 Quisiera mencionar a Carolus Sigonius debido a su examen maestro de la cédula falsifi
cada de Teodosio I I para la Universidad de Bolonia ( O pera Om nia, vol. 6, Milán, 1787,
pp. 985 y ss.). Su comentario sobre la tarea de la historia, hecho en relación con la donación
de Constantino, es una cita tomada de Cicerón: “Primam legem histariae esse ut ne quid
falsi audeat, ne quid veri non audeat” (ibid., p. 985: cf. De Oratore, II, 15, 62).
132 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA
*s Novati y Monteverdi, Le Origini, Francesco Novati, L'influsso del pensiero latino sopra
la civilta italiana nel Medio Evo, 2a. ed., Milán, 1899. Umberto Ronca, Cultura medioevale e
poesía latina d’Italia nei secoli X I e X II, 2 vol9.:, Roma, 1892. F. J. E. Raby, A History of
Secular Latín Poetry in the Middle Ages, 2 vota, Oxford, 1934.
** En Italia, el surgimiento de la poesia en latín se da con el grupo paduano de I 09
“prehuman¡9tas”. Véase Bertoni, II Duecento, pp. 272 y ss. Natalino Sapegno, // Trecento,
Milán, 1934, pp. 149 y ss.
*T Es un desiderátum de primer orden un estudio totalizador de la literatura medieval
y renacentista compuesta por los comentarios sobre los autores clásicos. Se tiene mucha
información dispersa respecto a los comentarios acerca de autores particulares. Manitius
enumeró los comentarios escritos antes del año 1200 en Geschichte der lateinischen Lite
ratur des Mitlelalters. Hay un interesante panorama de esos comentarios, hasta 1300, escon
dido en el libro de B. H. (Hauréau), Histoire Uttéraire de la Franee, 1885, núm. 29,
pp. 568-583. Hauréau enumera un solo comentario que considere proveniente de Italia.
También son de origen italiano ciertas glosas legales sobre Séneca, escritas en el si
glo xn (Cario Pascal, Letteratura latina medievale, Catania, 1909, pp. 150-154). Existen
asimismo algunos 'comentarios italianos sobre Marciano Capella pero más se refieren a la
enseñanza de las “artes” que de los “autores”. Los paduanos comenzaron a estudiar las
tragedias de Séneca y, terminado el siglo xin, comenzó a aumentar el número de comen
tarios eobre los clásicos. Que esos primeros comentadores italianos estaban familiarizados
con la obra de sus predecesores franceses ha sido demostrado, en el caso de Giovanni del
Virgilio, por Fausto Ghisalberti ( “Giovanni del Virgilio espositore delle ‘Metamorfosi’ ” ,
Giomale Dantesco, 1933, núm. 34, pp. 31 y ss.). Eva M. Sanford notó que hay relaciones
entre los comentarios medievales y los humanistas (“The Manuscripts of Lucan: Accessus
and Marginalia”, Speculum, 1934, núm. 9. pp. 278-295). En lo que toca a la historia y la
forma de los comentarios medievales, véase E. A. Quain, “The Medieval Accessus ad
auctores”, Traditio, 1945, núm. 3, pp. 215-264. R. W . Hunt, “The Introductions to the
‘Artes’ in the Twelfth Century”, Studia Mediaevalia in honorem admodum Reverendi Patris
134 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA
míticas, continúa así: “de studiis autem humanitatis quantum and grammaticam, rethori-
cam, historicam et poeticam spectat ac moralem.. (Giovanni Sforza, “La patria, la famiglia
ed i parenti di papa Nicoló V”, Ata. della Reate Accademia Lucchese di Scienze, Lenere
ed Arti 23, 1884, pp. 1-400 y 380).
Una carta de privilegio educativa de los jesuítas, de 1591, habla de “studia humanitatis,
hoc est grammaticae, historiae, poeticae et rhetoricae” (citado por Karl Borinski, Die Antike
in Poetik und Kunsttheorie, vol. 2. Leipzig, 1924, p. 327). Pierre Bersuire llama a Petrarca
“poetam utique et oralorem egregium in omni morali philosophia nec non et histórica et
poética disciplina, eruditum” (Fausto Ghisalberti, “L’Ovidius moralizatus di Pierre Ber
suire”, Studi Romanzi, 1933, núm. 23, p. 90). A la muerte de Leonardo Bruni, según dice
su epitafio en S. Croce, “historia luget, eloquentia muta est, ferturque Musas tum Graecae
tum Latinas lacrimas tenere non potuisse”. En 1456 Peter Luder anunció en Heidelberg
cursos públicos de “studia humanitatis id est poetarum oratorum ac hystoriographorum
libros”, y en Leipzig, en 1462, de “studia humanitatis, hiystoriographos, oratores scilicel et
poetas” (Ludwig Bertalot, “Humanistische Vorlesungsankündigungen in Deutschland im 15.
Jahrhundert”, Zeitschrift für Geschichte der Erziehung und des Vnterrichts, 1915, núm. 5,
pp. 3-4).
La fuente manuscrita de Giovanni Sforza para el “Inventarium Nicolai pape V quod
ipse composuit ad instantiam Cosme de Medicis ut ab ipso Cosma audivi die xn novembr.
1463 ego frater Leonardus Ser Uberti de Florencia O. P. presente R. o patre fratre Sante
de Florentia priore Sancti Marci Flor(entini) eiusdem ord(inis)” es cod. Conv. Soppressi
J. V II 30 (S. Marco) de la Biblioteca Nazíonale de Florencia, f. 180-185v (la referencia
dada por Sforza, “La patria...”, p. 359, es engañosa). También es característico el título
dado por Filelfo a uno de sus discursos: “oratio de L&udibus historie poetice philosophie et
que hasce complectitur eloquentie” (cod. Vallicell. F. 20 f. 213v). Charles Trinkaus, “A
Humanist’s Image of Humanism: The Inaugural Orations of Bartolommeo della Fonte”,
Studies in the Renaissance, 1960, núm. 7, pp. 90-147.
81 Sin embargo, Vives intentó esto en el siglo xvi, en su obra De tradendis disciplinis.
®2 Al comparar a Dante con Petrarca, el humanista Leonardo Bruni atribuyó al primero
mayores conocimientos de filosofía y matemáticas: “perocché nella scienza delle lettere e
nella cognigzione della lingtia latina Dante fu moho inferiore al Petrárca” {Le Vite di Dante,
Petrarca et Boccaccio, ed. por Angelo Solerti, Milán, s. f., pp. 292 y ss.). Para Bruni, la prepa
ración de Petrarca no es universal, y no incluye la filosofía. En su primera carta a Antonio da
S. Miniato, Ficino habla de abandonar su anterior estilo retórico y expresarse como filósofo
( “deinceps philosophorum more loqoamur verba ubique contempnentes et gravissimas in
médium sententias adducentes”, Forli, Biblioteca Comunale, Autografo Piancastelli, núm. 907;
véase P. O. Kristeller, Studies in Renaissance Thought and Letters, Roma, 1956, p. 146).
En su prefacio a De regimine sanitatis, Antonio Benivieni relata que pasó d é l a “oratorie
artis studia” a la filosofía y la medicina (Luigi Belloni, Turín, 1951, p. 19). Alamanno
Rinuccini, en carta a su hijo Filippo —carta que es un datado de educación^, insiste en que
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 139
los científicos y filósofos del siglo x v i i . Sólo unas cuantas figuras famo
sas — como Pietro Pomponazzi— parecen resistir este veredicto general.
Se ha dado la tendencia a presentar a Pomponazzi y otros cuantos
pensadores como, en esencia, distintos de los otros aristotélicos de su
tiempo, y como íntimamente relacionados con los humanistas o con
científicos posteriores. Se trata de un mero intento de reconciliar el
respeto que se tiene por Pomponazzi con los prejuicios modernos contra
los aristotélicos del Renacimiento. En realidad, Pomponazzi no perte
nece a los humanistas o a los científicos posteriores, sino a la tradición
del aristotelismo medieval y renacentista. Es comparativamente peque
ño el número de especialistas modernos que ha leído algunas de las
obras de los aristotélicos italianos. El estudio más influyente y com
pleto de este grupo aparece en el libro que Renán dedica a Averroes y
el averroísmo, libro de considerable mérito para su época, pero que a
la vez incluye varios errores y confusiones que se han venido repitien
do desde entonces.74 Si queremos juzgar los méritos y las limitaciones
del aristotelismo renacentista, deberemos llevar a cabo una nueva inves
tigación directa de los materiales que sirven de fuente, y no seguir
repitiendo juicios ya anticuados. Será necesario estudiar en detalle
las cuestiones examinadas por esos pensadores, entre ellas la doctrina
de la inmortalidad y su demostrabilidad, el problema de la doble ver
dad y el método de la prueba científica.75 Además, debe prestarse la
atención debida a las contribuciones que los filósofos aristotélicos
hicieron a la medicina y la historia natural, así como a la influencia
14 Ernest Renán, Averroes et Faverroisme, 2? ed., Paría, 1861. En lo que toca al siglo X III,
la obra de Renán ha sido superada por la de Pierrd Mandonnet, Siger de Bmbant et Fave-
rrmsme latín au X llle sísele, 2a. ed., 2 vols., Lovaina, 1908-1911. Existe la creencia general
de que ‘Mandonnet superó a Renán por completo, pero esto resulta obviamente falso res
pecto a los siglos xiv y posteriores. Tampoco elimina a Renán un articulo más reciente,
de M. M. Gorce, “Averroísme”, Dictionnaire iTHistoire et de Géographie Eccléüaslique,
1931, núm. 5, pp. 1032-1092, aunque sí lo completa en unos cuantos detalles. Gorce sigue
a Renán en el periodo último y no corrige ninguno de sti3 principales errores. Hay una
literatura bastante extensa dedicada a Pomponazzi, así como una monografía sobre Cesare
Cremonini, escrita por Léopold Mabilleau, Étude hxstorique sur la pkilosophie de la Re
naissance en ¡talle, París, 1881. Véase también Bruno Nardi, Saggi sulTAristotelismo paio-
vano dal sécalo XIV al XVI, Florencia, 1958. M. A. Del Torre, Studi su Cesare Cremonini,
Padua, 1968.
78 J. H. Randall, jr. ha publicado una importante contribución al último problema:
"The Development of Scientific Method in the School of Padua”, Journal of the History
of Ideas, 1940, núm. 1, pp. 177-206, reimpreso en The School of Padua and the Emergen-
ce of Modem Science, Padua, 1961, pp. 13-68. Giovanni di Napoli, L’immortalitá deWanima
nel Rinascimento, Turín, 1963; Martin Pine, “Pietro Pomponazzi and the ImmorUlity
Controversy” (tesis doctoral, Columbia University, 1965).
146 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA
76 Respecto a las contribuciones de los aristotélicos a la ciencia del siglo xvi, véase Lynn
Thorndike, A History of Magic and Experimental Science, vols. 5-6, Nueva York, 1941. En lo
que toca a los nexos de Galilei con el aristotelismo italiano, véase Randall, “The Development
oí Scientific in the School of Padua”. Quiero agregar el siguiente detalle: todos
conocen la afirmación hecha por Galilei, que la nobleza de una ciencia depende más de la
certeza de su método que de la dignidad de su tema {Opere, Edizione Nazionale, vol. 6, 1896,
p. 237 y vol. 7, 1897, p. 246). Al recordar esa afirmación, me sorprendió encontrar entre las
cuestiones de Pomponazzi sobre el primer libro de anima de Aristóteles la siguiente: “Nobili-
tas scientiae a quo sumator. Quaestio est a quo sumatur magis nobilitas scientiae, an a
nobilitate subiecti an a certitudine demonstrationis vel aequaliter ab ambobus” (Luigi Ferri,
“Intorno alie dottrine psicologiche di Pietro Pomponazzi”, Atti della Reaie Academia dei
Linci, 2a. serie, 3, 1875-1876, Tercera Parte, p. 423). A diferencia de Galilei, Pomponazzi no
da una respuesta clara; pero es obvio que la afirmación de Galilei no constituye un aforismo
aislado, sino una respuesta consciente dada a una cuestión tradicional que se debatia en las
escuelas de filosofía aristotélica. Véase Eugenio Garin, La Disputa delle Arti nel Quattro-
cento, Florencia, 1974, pp. xiii y ss.
TT Una mayoría de estas ideas llegan a Renán, y ha sido repetida desde entonces, en
especial por los eruditos franceses. Como espero haber demostrado en otro sitio, no hay
pruebas de que en el siglo xvi existiera una escuela alejandrina; apenas tenemos una
tradición averroista uniforme, especialmente en el sentido dado al término por Renán, quien
no consigue diferenciar entre el uso hecho por Averroes como comentador y la aceptación
de doctrinas averroistas especificas, como la de la unidad del intelecto. En Padua no hubo
una escuela distintiva, sobre todo en el siglo xiv; hubo meramente un amplio movimiento
de aristotelismo italiano, en el cual la universidad de Padua tuvo un papel de primera linea
en el siglo XVI. Muchos de los filósofos «^numerados por Renán como representativos de la
escuela paduana nunca vivieron, de hectó, en tal ciudad. La tradición de que los aristoté
licos paduanos eran ateos y librepensadores tiene como base, mayo mente, anécdotas e in3Í-
nuacipnes surgidas en Francia durante los siglo x v ii y x v iii, cuando los librepensadores de
ese periodo buscaban antecesores, y cuando sus oponentes ortodoxos no tenían razón alguna
para defender la memoria de aquellos pensadores que habían intentado un compromiso
entre la razón y la fe de un modo que ninguno de esos grupos consideraba ya permisible
o posible. P. 0. Kristeller, “Petrarch’s ‘Aver oists’ ”, Bibliotheque ctHumanisme et Renais
sance 14, Mélanges Augustin Renaudet, 1952. pp. 59-65; id., “The Myth of Renaissance
Atheism and the French Tradition of Free Thought”, Journal of the History o¡ Phüosophy,
1968, núm. 6, pp. 233-243; id., “Paduan Averroism.and Alexandrism in the Light of Recent
Studies” en Aristotelismo Padovano e Filosofía Aristotélica: Atti del X II Congresso Interna-
zionale di Filosofía, Florencia, 1960, núm. 9, pp. 147-155.
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 147
78 En lo que toca a la cuestión del latín y el volgare desde el punto de vista: humanista,
véase Remigio Sabbadini, Storia del ciceronianismo, pp. 127-136. No estoy de acuerdo con
el modo en que presenta el problema. Los discursos de Romolo Amaseo y el similar de
Sigonio fueron, ante todo, defensas del latín como campo de estudio, sin que hubiera inten
ción ninguna de abolir el volgare. Seguimos a la espera de una historia del lenguaje lite
rario italiano que muestre la expresión gradual de éste a costa del latín y, asimismo, de
los dialectos locales; que lo haga por las varias regiones de Italia y según las distintas ramas
de la expresión literaria. Burckh&rdt formuló el problema en Die Kulíur der Renaissance,
p. 418. Véase Kristeller, Studies in Renaissance Thought and Letters, pp. 473-493.
n P. O. Kristeller, “The Modera System of the Arts”, Journal of the History of Idea*,
1951, núm. 12, pp. 496-527 y 1952, núm. 13, pp. 17-46; reimpreso en Renaissance Thought
I h Papen in Humonism and the Arts, Nueva York, 1965, pp. 168-227.
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 149
física debía tener como base las matemáticas y no la lógica era algo
más que una mera idea novedosa, pues vino a revolucionar los conceptos
mismos que servían de fundamento a los planes de estudio de escuelas y
universidades. Lógico resulta que se le opusieran los físicos aristoté
licos de su época, quienes consideraron su método una invasión llevada
a cabo por los matemáticos del dominio que por tradición le correspon
día a ellos. Por otra parte, no hay prueba de que Galileo encontrara
una resistencia seria en su propio campo — el de las matemáticas y la
astronomía— , cuyas cátedras principales fueron ocupadas pronto por
sus discípulos. Sí queremos comprender y juzgar estos desarrollos, nece
sitamos conocer los temas y las tradiciones profesionales existentes
en la alta Edad Media y en el Renacimiento.
La erudición moderna ha sido demasiado afectada por todo tipo de
prejuicios: contra el uso del latín, contra el escolasticismo, contra la
Iglesia medieval; además, también la afectaron los intentos sin base
por ver en el Renacimiento el origen de ciertos acontecimientos poste
riores, como la Reforma alemana, el libertinaje francés o el liberalis
mo y el nacionalismo del siglo xix. Un estudio directo y, posiblemen
te, objetivo de las fuentes originales es el único modo de comprender
el Renacimiento. No tenemos ninguna justificación real que nos per
mita tomar posiciones en las controversias del Renacimiento y realzar
el humanismo a costa del escolasticismo, éste a costa de aquél o la
ciencia moderna a costa de ambos. En lugar de esforzarnos por reducir
todo a una o dos cuestiones, que es el privilegio y la maldición de las
controversias políticas, debemos intentar desarrollar una especie de
pluralismo histórico. Es fácil alabar todo aquello del pasado que se
parezca a nuestras ideas favoritas del presente, o el ridiculizar y redu
cir al mínimo lo que con ellas no esté de acuerdo. Pero ese método no
es ni justo ni útil para comprender adecuadamente el pasado. Igual
mente fácil es caer en una especie de idolatría del éxito y hacer de lado,
con un encogimiento de hombros, ideas derrotadas o rechazadas; pero,
al igual que en la historia política, ese método no hace justicia ni a
los vencidos ni a los vencedores. En lugar de culpar a cada siglo por
no haber anticipado los logros del siguiente, la historia del intelecto
debe registrar pacientemente tanto los errores como las verdades del
pasado. Probablemente sea imposible una objetividad total, pero ésta
debe seguir siendo la meta y la norma permanentes de los historia
dores, de los filósofos y de los científicos.