La Palabra y La Llama
La Palabra y La Llama
La Palabra y La Llama
Leonardo Sarría
861
Sar
P Sarría Muzio, Leonardo, 1977
La palabra y la llama. Poesía cubana de tema religioso en la
Colonia / Leonardo Sarría Muzio; pról. Roberto Fernández
Retamar.-
La Habana: Editorial UH, 2012.
144 pp.; 15 cm
ISBN: 978-959-7211-15-0
1. POESÍA CUBANA -HISTORIA Y CRÍTICA.
2. LITERATURA RELIGIOSA - POESÍA.
I. T.
II. Fernández Retamar, Roberto, 1930 - pról.
Introducción 13
g
Palabras de presentación
Leonardo Sarría reúne en sí de manera armoniosa varios talentos de
los que dio muestras temprano: es poeta, estudioso de literatura, editor,
profesor. Aún era alumno cuando se reveló poeta y también editor: en
este último caso, al frente de la revista estudiantil Upsalón, sobre la
cual le comenté en su momento que era la más bella revista de letras
publicada en nuestra Universidad desde la memorable Verbum, la
primera que animara José Lezama Lima, al arsenal metafórico de cuya
novela Paradiso aludía el título de aquella. En la actualidad, Sarría
dirige la importante revista Universidad de La Habana y es profesor
en la Facultad de Artes y Letras de esta Universidad. Precisamente
para coronar sus estudios en la mentada Facultad escribió la tesis que
se convierte ahora en libro: La palabra y la llama. Poesía cubana de
tema religioso en la Colonia. A la cuestión ya se había acercado al
realizar una original antología poética sobre el tema en nuestra poesía.
En el presente libro, limitado a la Cuba colonial, acomete el estudio de
la poesía de tema religioso realizada por los más importantes poetas
del país antes de la instauración de la República. Se trata, explica con
acierto en la «Introducción», de un asunto «[a]penas estudiado por
la crítica, reducido las más de las veces a menciones y comentarios
circunstanciales», y que «constituye sin embargo otro mapa, otra ruta
desde donde leer el corpus poético de la Isla».
Atendiendo, según lo proclama el autor, a obras como la de Samuel
Feijóo Sobre los movimientos por una poesía cubana hasta 1856 (1947-
1949) y la de Cintio Vitier Lo cubano en la poesía (1958), y orientado
por meditaciones como las de Rudolf Otto, Mircea Eliade y, en especial,
María Zambrano, Sarría va recorriendo en nuestros poetas, desde «las
primeras manifestaciones» y «los tres Manueles», cómo se ha expresa-
do lo religioso en poetas como Heredia, Plácido, Tula, El Cucalambé,
Santacilia, Luaces, Mendive, Zenea, Luisa Pérez de Zambrana, Casal y
10 la palabra y la llama
Martí. En estos dos últimos estudia «el absoluto del arte» en Casal y «la
religiosidad del sacrificio» en Martí, y al abordar la faena del Maestro
desborda su obra en verso y comenta también su intensa obra en prosa,
para subrayar mejor su religiosidad.
Al final, en su texto «A manera de epílogo. Una cartografía abierta»,
el autor afirma que el tema seguido «se ramifica y complejiza aún más
en el siglo xx». Siendo así, vale esperar de Sarría una continuación
de su libro que aborde la poesía cubana posterior a la Colonia, como
hiciera en su antología sobre el asunto.
No puede dejar de señalarse que este libro ha sido escrito en mo-
mentos en que en Cuba hay un ambiente propicio a la comprensión de
lo religioso que no existía hace varias décadas. Sarría ha realizado un
aporte nada desdeñable a ese ambiente, lo que debe agradecérsele.
g
La palabra y la llama
Poesía cubana de tema religioso en la Colonia
A mi abuela Martha Zarranz (1928-2003)
. agr a de c i m i en tos .
A Graziella Pogolotti Jacobson y Roberto Fernández Retamar, por el
estímulo de su magisterio y ejemplo. A Mercedes Pereira, Mercedes Melo,
Abel González Melo, Tupac Pinilla y Raydel Araoz, por el préstamo de
valiosos materiales y por sus comentarios siempre inteligentes. A Ana Cairo
Ballester, Amauri Gutiérrez Coto, Roberto Méndez y William Gattorno,
por las recomendaciones y datos facilitados. A Norberto Codina, Arturo
Arango, Enrique Saínz, Ana María González Mafud, Adolfo Ham, Reinerio
Arce, Lázara Menéndez y Norge Espinosa, por su apoyo en la presentación
y divulgación de resultados parciales. A Lourdes de Armas, Martín Tapia,
Rogelio Rodríguez Coronel, Ariel Camejo, Haydée Arango, David Leyva,
Sandra García Herrera, Julio César García, Ana Casado, Lisandra Fariñas,
Yanelis Velazco y Astrid Santana Fernández de Castro, por su cómplice y
sostenida amistad. A María del Carmen Muzio y Haydée Oliva, decisivas
presencias. Y muy especialmente a José Antonio Baujin, que alentó, corrigió
y enriqueció cada capítulo y cada párrafo de este libro.
Introducción
Estas páginas proponen un recorrido a través de la poesía cubana de
la Colonia desde el seguimiento del tema religioso. Apenas estudiado
por la crítica, reducido las más de las veces a menciones y comentarios
circunstanciales, él constituye sin embargo otro mapa, otra ruta desde
donde leer el corpus poético de la Isla. Su devenir no solo ilustra algunos
de los modos en que lo sagrado se ha ido manifestando entre nosotros,
sino también un importante cauce expresivo dentro del devenir general
de nuestra lírica.
No se trata aquí de otra cosa que de practicar un acercamiento
introductorio, mostrar un proceso, brindar una visión panorámica,
que, como toda visión de ese género, corre la suerte óptica de perder
matices, detalles, profundidad, pero que puede aprehender su objeto
en la amplitud de sus líneas y articulaciones. No pretendo una historia,
aunque la perspectiva histórica me sea imprescindible. Lo principal
–por encima de su sucesión en el tiempo o su ubicación en un contexto
específico– es ir a la búsqueda de esa sensibilidad, de sus formas,
calidades, de manera similar a como hicieran Samuel Feijóo y Cintio
Vitier en sus respectivas exploraciones en torno a lo cubano: Sobre
los movimientos por una poesía cubana hasta 1856 (1947-1949) y Lo
cubano en la poesía (1958). A ambos libros debe el presente mucho de
su concepción y estructura. Tanto su tono ensayístico-expositivo,
didáctico –sin simplificaciones ni facilismos–, como su asunción de
la crítica como experiencia igualmente creadora y poética, resultaban
afines a mi propósito. En particular el libro de Vitier, todavía no
superado –aun con los reparos que puedan oponérsele– en el ámbito
de los trabajos sobre poesía cubana, sentó una plataforma con la que
a este texto le era imposible dejar de dialogar.
A riesgo de ser obvio, subrayo que mi interés es crítico-literario
y como tal rechaza cualquier valoración en términos de ajuste a una
16 la palabra y la llama
Ídem.
2
20 la palabra y la llama
3
Es lo que ha ilustrado ya Luis Álvarez Álvarez, aunque referido solo a esta última
centuria, en «Cuba: poetas y poesía católica en el siglo xix».
4
Cintio Vitier: «Espejo de paciencia», Crítica I, p. 45.
PRIMERAS MANIFESTACIONES. EJERCICIOS RETÓRICOS. PRUEBAS... 21
5
Esta analogía, especialmente con el libro de Job, no debiera desestimarse, si te-
nemos en cuenta que, aun con sus múltiples y enormes distancias, el poema de
Balboa aprovecha el asunto, cardinal en el planteamiento de Job, de la desdicha
que Dios consiente para examinar la entereza de sus siervos.
6
Silvestre de Balboa: Espejo de paciencia, p. 19.
22 la palabra y la llama
La idea del lenguaje como acción en un contexto dado […] sigue teniendo
vigencia en los estudios sociolingüísticos. Las palabras son acciones. Y las
palabras de Silvestre de Balboa y Troya eran acciones fundamentales en
los núcleos poblacionales de Bayamo y Puerto Príncipe, por cuanto él era
escribano (es decir, hombre que da fe documental) y como tal escribano
era, forzosamente, una persona que conocía al detalle tanto los negocios
como los conflictos legales del lugar. En este sentido su poema es una
acción y, concretamente, una acción política.9
Fingí, imitando a Horacio [nos avisa Balboa en su «Al lector»], que los
dioses marineros vinieron a la nave de Gilberto a favorecer al obispo,
para que entiendan los temerosos de Dios que hasta los brutos animales
sienten las injurias que se hacen a sus ungidos, y que ellos imitando a su
maestro, Cristo, aunque se pueden vengar no lo hacen; antes sí ruegan a
Dios por sus enemigos.13
Casi todo lo que puede afirmarse del versificador villaclareño José Surí
y Águila lo debemos a ese otro estudio de Enrique Saínz: La literatura
cubana de 1700 a 1790 (1983). Como declara allí el investigador: «El
tono general de su poesía es el de la alabanza religiosa, bien que sin
mayores pretensiones de llegar al fondo de los llamados misterios
católicos y sin la frescura o la grandeza que podemos percibir en un
auténtico creyente que además sea un gran poeta».18
Médico-cirujano, hermano de la Orden Tercera de San Francisco
y poeta de circunstancia, reconocido en la época por su destreza a la
hora de improvisar –datos que aporta la Memoria histórica de la Villa
de Santa Clara y su jurisdicción (1858), de Manuel Dionisio Gonzá-
lez–, Surí exhibe en sus romances «A la purísima Concepción», «A la
Virgen del Carmen», «A San José» y «A la festividad del Corpus» un
culteranismo mal asimilado, donde empastan sin ningún arreglo citas
clásicas, latinazos y contenidos doctrinales, así como una candidez
rayana a ratos en lo risible. Estos poemas dan la impresión de querer
emular verbalmente con el decorado efectista de retablos u objetos ri-
tuales, lucidos tal vez en las fiestas religiosas a las que Surí solía asistir
y bajo cuyos auspicios creaba sus piezas laudatorias. Con frecuencia se
14
Cfr. Roberto González Echevarría: «Reflexiones sobre Espejo de paciencia de
Silvestre de Balboa».
15
Silvestre de Balboa: Ob. cit., p. 26.
16
Ibídem, p. 27.
17
Ibídem, p. 9.
18
Enrique Saínz: La literatura cubana de 1700 a 1790, p. 123.
PRIMERAS MANIFESTACIONES. EJERCICIOS RETÓRICOS. PRUEBAS... 25
La V, Virgen te proclama,
Virtudes, Victoria, Vida,
Y la Venturanza eterna
Solo esta letra descifra.
Iris describe la I,
Que aplaca la justa Ira
Del gran león de Judá,
Incendio que al hombre anima.
La R dice Remedio
De Adán y de su familia,
Rosa en Jericó purpúrea,
Rayos que a Luzbel arruinan.20
21
Enrique Saínz: La literatura cubana de 1700 a 1790, ob. cit., p. 126.
22
José Lezama Lima: «José Surí», Antología de la poesía cubana, t. I, p. 256.
23
Cfr. Amauri Gutiérrez: «Poesía cubana del siglo xviii, noticias de un hallazgo».
24
Matiz que podía estar de cierta forma latente en pronunciamientos religiosos de
ese tipo, comunes en sermones y epístolas eclesiales, pero que se explicita desde la
PRIMERAS MANIFESTACIONES. EJERCICIOS RETÓRICOS. PRUEBAS... 27
Al bolverme a ti Señor,
falta el aliento en la pluma:
por que esta desgracia summa
La sobrada compasion
En el cruel, Delinquente,
Ibídem, p. 163.
27
Ibídem, p. 162.
28
PRIMERAS MANIFESTACIONES. EJERCICIOS RETÓRICOS. PRUEBAS... 29
«Del Gran Tribu de Ysrraèl / A los mas Nobles, y Sabiòs, / Dios, escoxio, sin resabiòs
30
/ Para el Govierno, mas Fiel: / Y ã David, Josè, y Daniel, / Tambien para governar
/ Y poder Profetisar; / Y al caydo, Mardoqueò, / Lo puzo en el alto Empleò / Que
Amán, no llego âpensar.» (Ibídem, p. 79.)
30 la palabra y la llama
José Lezama Lima: «Dr. Juan Miguel de Castro Palomino», Antología de la poesía
31
cubana, p. 107.
PRIMERAS MANIFESTACIONES. EJERCICIOS RETÓRICOS. PRUEBAS... 31
[…]
32
Juan Miguel de Castro Palomino: «Décimas», en José Lezama Lima, ob. cit.,
pp. 113 y 114.
33
«Estimemos el beneficio que Dios nos hace en no hacernos todos los beneficios
que queremos, y también los que Su Majestad quiere hacernos y suspende por
no darnos mayor cargo. Agradezcamos y ponderemos este primor del Divino
Amor en quien el premiar es beneficio, el castigar es beneficio y el suspender los
beneficios es el mayor beneficio, y el no hacer finezas la mayor fineza.» (Sor Juana
Inés de la Cruz: Carta atenagórica. Polémica, p. 64.)
34
Juan Miguel de Castro Palomino: Ob. cit., p. 114.
32 la palabra y la llama
g
El anónimo miserere en sonetos. Los tres
Manueles. Continuidad de lo épico.
Despunte de las reescrituras bíblicas
Naturalmente la expresión que venimos siguiendo no se modificará de
manera inmediata y, entre las postrimerías del siglo xviii y principios
del xix, solo a través de algunos atisbos será posible distinguir en ella
el anuncio de su crecimiento posterior. En el contexto de las mitológi-
cas láminas, donde las frutas de la Isla, deleite de los dioses olímpicos,
triunfan sobre las europeas, o de la retumbante trompa bélica, los
divertimentos satíricos, las loas conmemorativas y las imitaciones de
academia, lo religioso no tendrá aún entre nosotros altura ni recie-
dumbre suficientes. Si insinúa ya, en virtud de una textualidad más
centrada, más libre de motivaciones de otra índole, un ligero despegue
del panorama bosquejado páginas atrás, conserva todavía mucho de
su acartonamiento y pocas veces trasciende el marco de lo llanamente
doctrinal.
Justo dentro de ese marco se ubica el anónimo miserere en sonetos,
del 11 de agosto de 1800, recogido por el impresor José Severino Boloña
en su Colección de poesías arregladas por un aficionado a las musas
(1833). Por el tratamiento y dominio en materia sagrada, Lezama pre-
sume que los sonetos sean de la autoría de «un hombre de la curia»,1
pero de lo que sí no hay duda es de que debió ser alguien –dado el
número de textos (veinte) y la movilidad de sus plantas– con cierta
práctica en el cultivo de las formas estróficas.2
El salmo 50 –51 en el original hebreo– o miserere, a partir de la
traducción de la Vulgata, salmo penitencial y de conmovida súplica,
muerte; / Pues sólo de este modo podré verte / Cara á cara y sin
miedo de perderte»;5 «Purifica, Señor, mi fe sin duda, / Con amor,
con dolor ó con martirio»6–, pero están casi siempre sumergidos
entre enunciados infelices e insertos en una dinámica que los coloca
como remates de los poemas, al punto de disminuir notablemente
su efecto. Detrás de esa y otras fórmulas es la prédica sacra, argu-
mentativa, en lugar de la pulsión poética, la que impone su ritmo y
de la cual surge incluso en El miserere… ese debate entre ciencia y fe
que se pronunciaría al calor de la Ilustración y se extendería hasta
la primera mitad del siglo xx a través de autores como Gertrudis
Gómez de Avellaneda –«Dios y el hombre»–, Rafael de Cárdenas y
Cárdenas –«Dios y la creación»–, Diego Vicente Tejera –«Por qué
creo»– y María Villar Buceta –«Eucaristía».
5
«Dios no se deja ver sino en el cielo y por los bienaventurados», en José Severino
Boloña, ob. cit., p. 162.
6
«Dios purifica a todos antes de declararlos limpios», ibídem, p. 158.
7
«Dios deja el albedrío a todas las criaturas», ibídem, p. 157.
36 la palabra y la llama
8
«Dios no se deja ver sino en el cielo y por los bienaventurados», ibídem, p. 162.
9
«Dios-Hombre se hizo conocer por sus misericordias», ibídem, p. 161.
10
Cfr. Emilio Bacardí y Moreau: Crónicas de Santiago de Cuba, t. II, p. 218. Por José
Manuel Pérez Cabrera conocemos también que el poema fue reproducido en más
de una ocasión por distintos periódicos de la Isla durante la celebración de la Se-
mana Santa, como El Diario de La Habana, en 1833, y El Semanario Cubano, en
1855. (Cfr. José Manuel Pérez Cabrera: «Prólogo», en Manuel de Justo Rubalcava,
La muerte de Judas (poema), p. XI.)
11
Fina García Marruz: «Manuel Justo de Rubalcava», Hablar de la poesía, p. 314.
12
La única referencia a Judas en los evangelios, con posterioridad a la traición, se
encuentra en Mt 27: 3-6 y se limita a relatar su devolución de las monedas a los
jefes de los sacerdotes y ancianos, y su consiguiente suicidio.
13
Manuel Justo de Rubalcava: «La muerte de Judas», en Manuel de Zequeira y Aran-
go y Manuel Justo de Rubalcava, Poesías, p. 407.
EL ANÓNIMO MISERERE EN SONETOS. LOS TRES manueles... 37
18
Fina García Marruz: «Manuel de Zequeira y Arango (En el bicentenario de su
nacimiento)», Hablar de la poesía, pp. 234-301.
19
Como parte de su tesis, Fina García Marruz opina que hay en «el tono de pastor
quejumbroso de Garcilaso» del discurso del monstruo, «ya un elemento, que sin
llegar a ser simpatía, implica cierta penetración del mundo extraño con que ense-
guida va a enfrentarse el poeta». Sin embargo ello me parece más un ejemplo de
su distanciamiento que de su apertura hacia ese mundo, pues de qué otro modo
sino con los propios recursos de la poesía española iba Zequeira a reflejar aquello
que le era diferente y desconocido. (Cfr. Ibídem, pp. 253-254.)
40 la palabra y la llama
No hace falta decir que esta retórica marcial a lo divino carece del
atractivo literario que pueden suscitar, por otro lado, el dinamismo,
el colorido y la viveza de ciertas imágenes de la pelea, en las cuales
Zequeira se mostraba indudablemente más dueño de su instrumento,
pero ella ejemplifica muy bien la continuidad de lo épico en unión con
el tema religioso, que había irrumpido en nuestras letras con el Espejo
de paciencia y culmina en la «Batalla naval de Cortés en la laguna» un
ciclo de cruzamientos, transfigurados en lo adelante en una ferviente
lírica revolucionaria, mesiánica, en la que ya tendremos ocasión de
detenernos.
Donde Zequeira se aproximó mejor al tema fue en su soneto «A
la vida, pasión y muerte de Jesucristo», curiosa medalla bíblica omi-
tida en las ediciones de su poesía, que patentiza en el autor de la oda
«A la piña» algo distinto del criterio de Saínz en su acercamiento a
la obra del poeta:21
20
Manuel de Zequeira: «Batalla naval de Cortés en la laguna», en Manuel de Zequei-
ra y Arango y Manuel Justo de Rubalcava, ob. cit., p. 41.
21
«Como en el caso de Quevedo –aunque por razones bien diferentes: escepticismo
en el clásico español y pragmatismo utilitarista en el poeta criollo–, en Zequeira
no hay un auténtico sentimiento religioso. Son muy pocas las ocasiones en que
abordó esa temática y ni aun esos pocos ejemplos tienen una interpretación única
e inequívoca de carácter teológico.» (Enrique Saínz: «Acercamiento a la poesía de
Zequeira», Ensayos críticos, p. 42.)
EL ANÓNIMO MISERERE EN SONETOS. LOS TRES manueles... 41
Manuel María Pérez y Ramírez: «Fragmento del segundo canto del poema Emma-
25
Luis Álvarez Álvarez: «Cuba: poetas y poesía católica en el siglo xix», p. 32.
1
José Juan Arrom vio en esos brazos enarcados y algunas otras frases
de la descripción de la tormenta concordancias con la manera taína
3
Ibídem, p. 22.
4
Cintio Vitier: «La interiorización de la naturaleza; paisaje, patria, alma: Heredia.
Cubana de Plácido», Lo cubano en la poesía, p. 70.
5
Rudolf Otto: Ob. cit., p. 49. Como amplía Otto con respecto a lo fascinante, en
párrafo que me resulta inevitable asociar a estos versos, «al efecto del numen
que conturba y trastorna los sentidos, se añade el efecto dionisíaco que capta los
sentidos, arrebata, hechiza y a menudo exalta hasta el vértigo y la embriaguez».
(Ibídem, p. 50.)
6
José María Heredia: «En una tempestad», Obra poética, pp. 223-224.
EL DIOS DEL TORRENTE. HEREDIA COMO CREADOR... 45
10
José María Heredia: «Carta desde Manchester, 17 de junio de 1824», Poesías,
discursos y cartas, p. 72.
11
José María Heredia: «A Emilia», Obra poética, pp. 103-104.
12
José María Heredia: «Libertad», ibídem, p. 159.
13
José María Heredia: «Al Genio de la Libertad», ibídem, p. 157.
14
Roberto Méndez: José María Heredia: La utopía restituida, p. 227.
EL DIOS DEL TORRENTE. HEREDIA COMO CREADOR... 47
selectas, p. 253.
EL DIOS DEL TORRENTE. HEREDIA COMO CREADOR... 51
Por qué tuvo Plácido predilección por estos dos pasajes en espe-
cial es una pregunta a la que quizás respondan la carga dramática
comportada en ambos y las tonalidades que podía extraer de estos.
Brillantez y pedrería del espacio que vuelve junto con el resurrecto a
la vida, o colores lúgubres, «nubes verdinegras de poniente», al fondo
de la escena del calvario. Sobre todo el Cristo agonizante, vejado en
la cruz, resultaba muy próximo a la condición del poeta como ser
incomprendido, con el pecho «harto lleno» de ingratitudes, que el
autor desarrolló, preparando el camino a la «Plegaria a Dios»,28 en un
texto donde el apartamiento romántico, un poco al modo que vimos
en Heredia, era puente hacia lo divino.
27
Plácido: «A la resurrección», Poesías completas con doscientas diez composiciones
inéditas, p. 30.
28
Cfr. Luis Álvarez: Ob. cit., p. 32.
29
Plácido: «El poeta», Poesías completas..., p. 150.
52 la palabra y la llama
34
Plácido: «Las venturas del trabajo», Poesías selectas, p. 253.
35
Así nos lo avisó Francisco Calcagno, quien supuso que en la «Plegaria» «su preten-
dida inocencia encerraba una significación más digna de la que se le atribuye: tal
vez no está allí el balido del carnero degollado, sino el grito de la razón atropellada.
Pretendió luchar y aun herir, pero tenía razón para emprender la lucha: esa es su
inocencia». (Francisco Calcagno: «Plácido», en Salvador Bueno (selec.), Ob. cit., p.
131.)
36
Cfr. Francisco González del Valle: «¿Es de Plácido la “Plegaria a Dios”?», ibídem,
pp. 243-321.
37
Cfr. Cintio Vitier: Ob. cit., p. 77.
54 la palabra y la llama
Por otra parte, estampa él mismo del Gólgota, el sujeto lírico de la «Ple-
garia…» transita a semejanza de Jesús por el enjuiciamiento, el ultraje
y el costado lacerante y amargo de la conformidad con lo divino. Las
cinco sextinas, que a González del Valle le hacen recordar los salmos
de David y a Roberto Méndez, el capítulo 38 de Job, denotan el tacto
con que la Escritura ha sido atemperada: eco, reminiscencia, en vez
del derroche de citas bíblicas, más o menos confuso y libérrimo, de «A
la colocación…» y «A la bendición…». Concretamente su parentesco
con los salmos pudiera residir en ese esquema –análogo a los de varias
oraciones del Salterio–, estructurado en súplica inicial y presentación
de la causa –primera estrofa–, alabanza al poder de Dios –segunda y
tercera estrofas–, testimonio de inocencia, exhortación al Señor a que
intervenga –cuarta estrofa– y acatamiento de su voluntad –quinta
estrofa–; pero es la voz que habla con la desesperación del salmista
–Sal 22– lo que nos delata ante todo el paralelo.
El trovador de la «lisa cotidianidad», la «intrascendencia» y la
«suave nada cubana»39 topaba con una energía religiosa, no solo
ausente en sus creaciones previas, sino también, nota singularísima
de la maduración romántica de su poesía. Sumo poder, «Rey de los
reyes», «Ser de inmensa bondad», los apelativos que Plácido utilizó
usualmente para Dios, tomaban ahora, tal vez por dichos en el más
crudo abandono, una luz distinta.
40
Urbano Martínez Carmenate: Los puentes abiertos, p. 94.
41
Los versos morales del poeta, que descarto aquí, «El mendigo», «La madre impu-
ra», «El expósito», «El hijo del rico», «El beso»…, si atravesados por una conciencia
de rectitud y pudor cristianos opuesta al pecado, no guardan mayor interés en lo
concerniente a la fe.
42
José Jacinto Milanés: «En la muerte de Nuestro Señor Jesucristo», Obras completas
(edición del centenario), t. II, pp. 348-349.
56 la palabra y la llama
El Señor me conduce,
nada me ha de faltar;
porque en lugar de pastos
colocado me ha.
Hame educado cerca
de nutridor raudal.
Hizo a mi alma tornarse:
me ha querido llevar,
para que ame su nombre
por sendas de equidad.
Aunque anduviere en medio
de la sombra letal,
43
Cfr. Cintio Vitier: «Acentos de José Jacinto Milanés. Su hermano Federico. El caso
de la Avellaneda», Lo cubano en la poesía, p. 97.
44
Cfr. Ibídem, p. 85.
45
José Jacinto Milanés: «El convento de San Francisco», Obras completas, p. 48.
46
José Jacinto Milanés: «¡Oh fatalidad!», ibídem, p. 346.
EL DIOS DEL TORRENTE. HEREDIA COMO CREADOR... 57
José Jacinto Milanés: «Traducción del salmo XXIII de David», ibídem, p. 352.
47
49
Cfr. Leonardo Sarría: «Pórtico a la poesía cubana de tema religioso», Golpes de
agua. Antología de poesía cubana de tema religioso, t. I, p. 21.
50
Albert Beguin: El alma romántica y el sueño. Ensayo sobre el romanticismo alemán
y la poesía francesa, p. 485.
Gertrudis Gómez de Avellaneda.
El «sentimiento de criatura». Desposorio, llama
Ninguna de las voces de la primera generación romántica, ni de todo
el siglo xix en la Isla, cuenta con una obra poética de expresión reli-
giosa tan nutrida, tan sólida y plural como la de Gertrudis Gómez de
Avellaneda. Desde el prisma de estas páginas, la Avellaneda es, pues,
un «caso», pero de muy inverso sentido al que dieron a su poesía Jorge
Mañach y Cintio Vitier, colocándola arbitrariamente en el margen
de nuestro desarrollo estilístico y de la «iluminación progresiva de
lo cubano».1 Constituida por más de una treintena de poemas, entre
los que figuran reescrituras bíblicas –imitaciones, paráfrasis, tra-
ducciones–, himnos y versiones del himnario latino, composiciones
marianas, plegarias y textos de incierta clasificación –«fantasías»
como «El día final» o «El desposorio en sueño»–, la lírica religiosa
de la Tula sedimenta e incorpora una serie de dimensiones, que es
cuanto deseo deslindar aquí, en aras de no extraviarme del proceso
que persigo ante una producción cuya amplitud supera sobradamente
este espacio.
En primer lugar, sus aprovechamientos y asimilaciones de la
Biblia, con preferencia por Salmos, Job, los evangelios, Cantar de los
cantares y Apocalipsis, son de una sistematicidad, una penetración
del lenguaje de los libros sagrados y una cercanía prominentes. En
manos de la Avellaneda la traducción o la simple paráfrasis versicular
tienden a transformarse –como no percibimos en la «Traducción del
salmo XXIII de David», de Milanés– en sustancia u oración propias.
Roberto Méndez, por ejemplo, partiendo de su análisis del «Misere-
re», donde la autora cambia el género del yo poético «para hacerlo
más suyo», ha advertido que «uno de los rasgos más peculiares de
Cfr. Jorge Mañach: Historia y estilo. Ensayos, p. 190; y Cintio Vitier: «Acentos de
1
(«Miserere»)4
Así de la ominosa
servidumbre, por fin mi alma ha salido;
2
Roberto Méndez: «Aire, sombra, fuente, llama», Otra mirada a La Peregrina, p. 292.
3
Ibídem, p. 293.
4
Gertrudis Gómez de Avellaneda: Obras de la Avellaneda. Poesías líricas (edición
nacional del centenario), t. I, p. 224. Que la autora introduce esta vibración erótica
puede comprobarse confrontando su paráfrasis con el original: «Yo soy culpable
desde que nací, / pecador desde que me concibió mi madre. / Pero tú amas al de
corazón sincero, / en mi interior me enseñas la sabiduría. / Rocíame con agua
purificadora, y quedaré limpio, / lávame, y quedaré más blanco que la nieve. //
Hazme sentir el gozo y la alegría, / y se alegrarán los huesos quebrantados» (Sal
51: 7-10).
GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA. EL «SENTIMIENTO... 61
5
Gertrudis Gómez de Avellaneda: Ibídem, p. 236.
6
Antón Arrufat: Las máscaras de Talía, p. 206.
7
Gertrudis Gómez de Avellaneda: «Grandeza de Dios en sí mismo y en sus obras»,
Obras..., p. 324.
62 la palabra y la llama
11
Gertrudis Gómez de Avellaneda: «San Pedro libertado por un ángel», Obras…,
p. 232.
64 la palabra y la llama
12
Cfr. Susana Montero: «Jerarquía estética de la Avellaneda: una aproximación a su
obra lírica en el concierto decimonónico», La Avellaneda bajo sospecha, pp. 28-30.
13
Roberto Méndez: «Aire, sombra, fuente, llama», ob. cit., p. 303.
14
Sirvan como ejemplos las estrofas iniciales de los textos mencionados de Plácido y
Turla y Denis: «Load, cofrades, con sonoro canto / A la fúlgida estrella matutina, /
Mística rosa, cándida ambarina, / Risa del cielo, del Averno espanto» («A la virgen
del Rosario», Poesías completas con doscientas diez composiciones inéditas, p. 12);
«Madre amorosa de pureza henchida, / arca de alianza, matutina estrella, / puerta
del cielo, inmaculada Virgen, / mística rosa» («A la virgen María», en José Manuel
Carbonell, Evolución de la cultura cubana, t. III –La poesía lírica en Cuba–, p. 23).
GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA. EL «SENTIMIENTO... 65
[…]
Hay aquí como un eco de ese «decidle que adolezco, peno y muero»,
de san Juan de la Cruz, mas no aún con las urgencias de amor de
la Esposa, sino con el lamento romántico del ser sin abrigo. Aunque la
plegaria comienza con una invocación a la Regina coeli del Apocalipsis,
que, por su tono, está a medio camino entre barroco y neoclasicismo,
rápidamente avanza hacia el drama del sujeto solitario, desterrado;
drama que fue para los románticos, como tan bien lo entiende Antón
Arrufat, «una metafísica, una ontología y hasta una forma de vestir.
Se sentían desterrados porque rechazaban las condiciones de la tierra
que pisaban: eran, en cualquier lugar, desterrados ideales. Los creyentes
se sentían desterrados del cielo, los que no lo eran aspiraban a una patria
celeste sin Dios».16 Este espíritu que había sido el de una época de vidas
literaturizadas hizo en la Peregrina calado legítimo. La luz errante,
«destronada» del cocuyo, parecía concordar con su afán. Quiso «alas de
fuego» e, incluso, envuelta en la claridad del alba, entre los sones, tintes
y aromas leves de su canto matutino «A la Virgen», lanzarse «fuera del
mundo».
Pero lo distintivo de ese canto de 1842 es la devoción grata, dulce, el
aire prístino que destila. Luisa Pérez de Zambrana lo hubiera firmado
quizás con gusto. Más aún, sería dable creer que prefigura el candor
de «Una ofrenda a la Virgen», de Pérez de Zambrana, curiosamente
Gertrudis Gómez de Avellaneda: «A la Virgen», Obras…, pp. 85 y 86.
15
Yo, que como Salomón puedo decir: «He examinado y he juzgado cuanto
existe bajo el sol y he visto que todo es vanidad»; yo, que nada he poseído
17
Gertrudis Gómez de Avellaneda: «Autobiografía», Cartas…, p. 19.
18
Los versos en cuestión de «El día final» son: «¡Salve, oh eternidad! Sobre los mundos
/ –devueltos a la nada– / ya el almo trono del Señor se asienta… / yace a sus pies la
muerte encadenada, / rota en su mano inerme / la guadaña sangrienta… / ¡y el tiem-
po inmóvil a su lado duerme!» (Gertrudis Gómez de Avellaneda: Obras..., p. 155); en
tanto los de «A la religión»: «Y libre al fin del duro cautiverio / Del odio y la fanática
venganza, / Se abrirá el corazón a la esperanza, / Y adorará tu celestial imperio, / Que
ha de sobrevivir cuando se aduerma / El tiempo fatigado / En escombros del mundo
aniquilado.» (José María Heredia: Obra poética, pp. 206-207.)
19
Cfr. Rudolf Otto: Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios, pp. 16-20.
20
Gertrudis Gómez de Avellaneda: Cartas…, p. 139.
GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA. EL «SENTIMIENTO... 67
Son prácticamente las propias palabras a las que llegara en 1846, en los
«Cuartetos al Excmo. Sr. Don Pedro Sabater», al censurar lo fútil del
retrato que este le hiciese:
24
Gertrudis Gómez de Avellaneda: «A Dios», Obras…, p. 375.
25
Gertrudis Gómez de Avellaneda: «Elegía II», ibídem, p. 222.
26
Gertrudis Gómez de Avellaneda: «Dedicación de la lira a Dios», ibídem, pp. 384-385.
27
Miguel de Unamuno: «VII. Amor, dolor, compasión y personalidad», Del senti-
miento trágico de la vida, p. 85.
GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA. EL «SENTIMIENTO... 69
Mi vida te consagro,
de mi alma te hago entrega;
de cuanto tú me diste
te rindo humilde ofrenda,
y ardiente te suplico
que recibirla quieras,
y de tu amor me impongas
dulcísimas cadenas.29
32
Cfr. Marcelino Menéndez y Pelayo: «III. Cuba», p. 271.
33
Gertrudis Gómez de Avellaneda: «Dedicación de la lira a Dios», Obras…, p. 394.
34
«Hay un genio, un espíritu de vida / Que llena el universo: él es quien vierte / En las
bellas escenas de Natura / Su gloria y majestad: él quien envuelve / Con su radioso
manto a la hermosura, / Y da a sus ojos elocuente idioma, / Y música a su voz, él
quien la presta / El hechizo funesto, irresistible, / Que embriaga y enloquece a
los mortales / En su sonrisa y su mirar: él sopla / Del mármol yerto las dormidas
formas, / Y las anima, si el cincel las hiere». (José María Heredia: «Poesía», Obra…,
p. 185.)
35
Gertrudis Gómez de Avellaneda: «A la poesía», Obras…, p. 3.
GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA. EL «SENTIMIENTO... 71
escaso realmente lo que puede soportar la criba. Así sucede por igual con las Sú-
plicas y alabanzas a la Virgen María bajo su dulce título de Divina Pastora de las
Almas (1866), también de la autoría de Ramón Zambrana. Ambos son libritos con
un sentido modesta y exclusivamente devoto, y sin la calidad literaria, por ejemplo,
del Manual del cristiano… y el Devocionario… de la Avellaneda.
74 la palabra y la llama
poesías inéditas del popular vate cubano Juan C. Nápoles Fajardo (El Cucalambé),
p. 236.
LA VIRGEN CRIOLLA DE EL CUCALAMBÉ. LÍRICA REVOLUCIONARIA... 75
Malos sacerdotes
Que arrojáis las turcas
Y a bailar mazurcas
Os vais dos a dos,
3
Cfr. José Juan Arrom: «La Virgen del Cobre: historia, leyenda y símbolo sincré-
tico», Certidumbre de América, pp. 180-214; Olga Portuondo Zúñiga: La Virgen
de la Caridad del Cobre: símbolo de cubanía; y Fernando Ortiz: La Virgen de la
Caridad del Cobre. Historia y etnografía.
4
Samuel Feijóo: «III. El Cucalambé», Sobre los movimientos por una poesía cubana
hasta 1856, p. 139.
5
Cintio Vitier: «El empeño nativista. Los romances cubanos. El siboneísmo. El
Cucalambé», Lo cubano en la poesía, p. 128.
6
«Virgen de la Caridad / Patrona de los cubanos, / Con el machete en la mano /
Pedimos la libertad.» (Carolina Poncet: «Cantares locales cubanos», p. 97.)
7
Cfr. «Carta de solicitud de los Veteranos de la Independencia a S. S. Benedicto xv
(24 de septiembre de 1915)», en Fernando Ortiz, Ob. cit., pp. 267-268.
76 la palabra y la llama
Predicad al pueblo
La historia divina,
La feliz doctrina
Del hijo de Dios,
Temedme y orad
Que al son de mi lira
Ni digo mentira
Ni callo verdad.8
8
Juan C. Nápoles Fajardo (El Cucalambé): «Letrillas», Poesías completas, p. 285.
9
Juan C. Nápoles Fajardo (El Cucalambé): «Nada», ibídem, p. 257.
10
Juan C. Nápoles Fajardo (El Cucalambé): «Hablar por hablar», ibídem, pp. 359-360.
También en su «Defensa de un nombre» lo vemos utilizar referencias religiosas y
bíblicas con el mismo sentido jocoso: «Hubo Juanes defensores / De la cruz del
Redentor; / De este nombre hubo Doctores, / Cardenales, Papas, Priores, / Y hubo
San Juan fundador. // Es un nombre tan sagrado, / Que si dudáis por ventura /
LA VIRGEN CRIOLLA DE EL CUCALAMBÉ. LÍRICA REVOLUCIONARIA... 77
[…]
y apurando en su quebranto
cáliz de letal veneno
ora el nuevo Nazareno
al pie del madero santo.18
Bruce W. Wardropper, quien fija el término contrafacta, lo define como: «una obra
19
que allí nos deportaron nos pedían canciones» (Sal 137: 3); en la versión
de Santacilia se lee: «Entonces los tiranos / Que la tierra asolaron con
el hierro / Y encadenaron luego nuestras manos / Conduciéndonos
crueles al destierro, / Sin atender al lloro / Que a raudales los párpados
brotaban / Canciones nos pedían».20 (Nótese la inclusión del vocablo
«tiranos», tan reiterado en nuestra poesía revolucionaria.) Igual am-
plificación se produce sobre los versículos 5, 6 y 7 del salmo. A partir
del texto del salmista –«¿Cómo cantar una canción al Señor en tierra
extranjera? / Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me seque la mano dere-
cha; / que se me pegue la lengua al paladar, si no me acuerdo de ti, / si no
eres tú, Jerusalén, mi mayor alegría» (Sal 137: 5-7)–, Santacilia recrea:
23
Joaquín Lorenzo Luaces: «Oración de Matatías», Poesías escogidas, p. 115.
24
Ibídem, p. 114.
25
Ídem.
26
Ídem.
27
Ibídem, p. 115.
84 la palabra y la llama
g
Mayor intimidad del acento. La emoción elegíaca.
Mendive, Zenea, Luisa Pérez de Zambrana
La observación de Salvador Bueno de que nuestro romanticismo fue
de la catarata de Heredia a la gota de rocío de Mendive, como imagen del
paso de la primera a la segunda generación romántica, puede servir de
pórtico a tres de los autores de esta última, con quienes comienza, para
Vitier, «limpia de toda mezcla, una lírica purísima del alma, de la inti-
midad y de las soledades»,1 que se plasmará consecuentemente también
en sus expresiones religiosas. A la naturaleza de gigantescas cumbres,
océanos y arrebatados movimientos, en la cual Dios solía revelarse, ellos
preferirán el paisaje crepuscular o nocturno hecho de murmullos, roces,
impresiones vagas, frágiles; la intemperie desierta y tranquila, o el inte-
rior del «bosque hojoso», retiros desde donde se accede a la percepción
del espíritu. Al lenguaje metálico de las odas, sobrevendrá una escritura
de acentos tenues y un tono nostálgico, elegíaco, que no se restringe solo
a la elegía como género, sino que implica a veces una visión más esencial
de la realidad, de la existencia.
La hora de la penumbra es en esos ambientes, que recuerdan los
de románticos ingleses y alemanes –véanse «La sombras», de Zenea, y
«Meditación», de Luisa Pérez de Zambrana–, la hora de la introspec-
ción, del encuentro con lo sacro o los fantasmas queridos. Mientras
más se indefinen los contornos más se adensa simbólicamente el espa-
cio2 y, así, no es fortuito que haga su entrada el tema de la naturaleza
como templo, que volverá a pulsar José Martí en sus Versos sencillos
(1891).
1
Cintio Vitier: «La interiorización del tono. La obra de Zenea. Significación de Luisa
Pérez. Su hermana Julia. Primera caracterización de lo cubano», Lo cubano en la
poesía, p. 139.
2
«Espiritualización de la naturaleza», vaguedad, ingravidez, transformación del
paisaje en «hora», son algunos de los rasgos apuntados por Vitier, que suscribo
plenamente aquí. (Cfr. Cintio Vitier: Ibídem, p. 140.)
86 la palabra y la llama
6
«El panteísmo (concepto usado en 1705 por J. Toland [† 1722] para indicar la creen-
cia en la unidad de Dios con todos los seres) afirma, de un modo genérico, que Dios
lo es todo, y que todo es Dios, con la pretensión implícita de identificar a Dios con
el mundo de la naturaleza o hacer de la criatura solo un momento transitorio de la
divinidad, confundida con la totalidad anónima de lo real. El verdadero panteísmo
implica, pues, la negación simultánea de la realidad personal divina y humana.» (L.
Borriello, E. Caruana, M.R. del Genio y N. Suffi: Diccionario de mística, p. 1398.)
7
Rafael María de Mendive: «Canto sagrado», Poesías, pp. 176-177.
8
«No sólo la idea panteísta de la disolución de Dios en la naturaleza, sino también
la duda en torno a uno de los dogmas bases del cristianismo (la culpa original) son
elementos fundamentales que, al parecer en este poema, revelan la esencia de la
reflexión mediveana sobre el tema y niegan ese “carácter eminentemente cristia-
no” tan esgrimido al hablar de su poesía.» (Susana Montero: Ob. cit., p. 287.)
88 la palabra y la llama
9
Rafael María de Mendive: «Ideal», Poesías, p. 112.
10
Cfr. Sergio Chaple: Rafael María de Mendive, definición de un poeta, pp. 23-26.
11
Rafael María de Mendive: «A Elodia», Poesías, p. 27. En Fray Luis de León: «¿Cuándo
será que pueda, / libre de esta prisión, volar al cielo, / Felipe, y en la rueda / que huye
más del suelo / contemplar la verdad pura sin duelo?» (Fray Luis de León: «A Felipe
Ruiz», La perfecta casada. Cantar de los cantares. Poesías originales, p. 182.)
MAYOR INTIMIDAD DEL ACENTO. LA EMOCIÓN ELEGÍACA... 89
12
Rafael María de Mendive: «Invocación religiosa», Poesías, p. 151.
13
Ibídem, p. 154.
14
Ibídem, p. 150. En Luisa Pérez de Zambrana: «y es, ante mí, la creación entera /
la gigantesca sombra de una tumba.» (Luisa Pérez de Zambrana: «La vuelta al
bosque», Poesías completas (1853-1918), p. 279.)
15
Juan Clemente Zenea: «Oración», Poesía, p. 275.
90 la palabra y la llama
(83 en la numeración de la traducción griega): «El gorrión halló morada para sí,
y la tórtola un nido donde poner sus polluelos; tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío, son para mí este nido». (Cito por Vitier: Ob. cit., p. 115.) La
traducción que empleo dice textualmente: «En tus altares, Señor todopoderoso,
rey y Dios mío, / hasta el gorrión ha encontrado una casa, / y la golondrina un nido
donde poner sus polluelos. / Dichosos los que viven en tu casa y te alaban siempre»
(Sal 84: 4-5).
MAYOR INTIMIDAD DEL ACENTO. LA EMOCIÓN ELEGÍACA... 91
cit., p. 434.
MAYOR INTIMIDAD DEL ACENTO. LA EMOCIÓN ELEGÍACA... 93
En su faz de Dolorosa
lucen fúnebres violetas,
la tristeza de una mártir
la palidez de una muerta.
En el corazón clavada
una cruz de espinas lleva
y por el marfil del pecho
¡Mirad esa mujer…! ella es su madre! / Ved cómo os tiende los convulsos brazos…!
/ Oíd su ronco sollozar… ¡verdugos! / No descarguéis el golpe… ¿no la veis / Que
también va a morir? ¡Oh Dios eterno! / Piedad para esa madre…! vedla, vedla…».
(Luisa Pérez de Zambrana: «Viernes santo», ibídem, p. 49.)
96 la palabra y la llama
(«Martirio»)28
(«Dolor supremo»)29
[…]
(«¡Mar de tinieblas!»)30
28
Luisa Pérez de Zambrana: «Martirio. Después de la muerte de mi hijo Jesús»,
ibídem, pp. 283-284.
29
Luisa Pérez de Zambrana: «Dolor supremo. Después de la muerte de mis tres
hijas», ibídem, p. 288.
30
Luisa Pérez de Zambrana: «¡Mar de tinieblas! Después de la muerte del único hijo
que me quedaba», ibídem, pp. 292-293.
MAYOR INTIMIDAD DEL ACENTO. LA EMOCIÓN ELEGÍACA... 97
31
Luisa Pérez de Zambrana: «Martirio. Después de la muerte de mi hijo Jesús»,
ibídem, pp. 284-285.
32
«Y mientras con mi lira y mis memorias / voy surcando estos mares, / donde nunca
encontré sublimes glorias / ni profundos pesares; // ¡Quién sabe si terrible tu de-
creto / en mi cabeza extiendes; / porque ¡ay! el porvenir es un secreto / que sólo tú
comprendes! // Mas haz lo que sublime te propones / en mí, Dios soberano, / pues
todo es bueno lo que tú dispones / y ejecuta tu mano.» (Luisa Pérez de Zambrana:
«A Dios», ibídem, p. 214.
33
Luisa Pérez de Zambrana: «¡Mar de tinieblas! Después de la muerte del único hijo
que me quedaba», ibídem, p. 294.
98 la palabra y la llama
Avergonzado el pueblo
retiróse con rápida presteza;
la víctima besó sus pies gimiendo,
y otra vez inclinada la cabeza
siguió Dios escribiendo.
(«Entrada en Jerusalén»)36
El texto tal vez impresionó a Dulce María Loynaz. En el «Poema XCV» de Poemas
37
sin nombre (1953) tropezamos con esta feliz comunión temática con los versos de
Luisa Pérez:
Sed tienes. Y ahora, aunque arrancáramos todos los ríos de sus entrañas y
los allegáramos trémulos, palpitantes, a tu boca, tu sed seguiría flotando
por encima de las aguas en tumulto, imposible de anegarse en ellas.
Sed tienes. Y aunque con los dientes rompiéramos nuestras arterias en
tus labios, no bastaría toda esta sangre nueva, aún sin nacer aquella
tarde, para apagar la llama de tu grito.
Sed tienes. Lo seguiremos oyendo a través de los siglos, a través de los
vivos y los muertos.
De monte a monte, de valle en valle, de corazón en corazón, irán
rodando esas dos palabras tuyas, terriblemente, inexorablemente
irreparables.
Sed tienes… Verdad, Señor, sed tienes para siempre.
Otras figuras entre las que cultivaron, también en las filas del segundo
romanticismo, el tema religioso, debieran ser nombradas antes de
terminar este repaso: Julia Pérez Montes de Oca, autora del cuidado
soneto «A Dios»; Brígida Agüero y Agüero, con su emotiva «Resigna-
ción», que hace del último verso de la «Plegaria…» de Plácido cifra de
la desgracia propia, y clasifica como lo más sobresaliente de su que-
hacer; Úrsula Céspedes de Escanaverino, con sus textos de desiguales
logros «A Jesús crucificado», «Muerte del redentor» y «Dios»; y Luisa
de Franchi-Alfaro, quien, luego de su Corona de flores a la Santísima
Virgen de las Mercedes (1848), en su tomo de Poesías (1850), tendió
a formas –pensemos en «Viernes santo», «Al ángel de mi guarda»
y «Pésame a María»– de marcado regusto popular. Estas poetas,
aunque menores en calidad, completan los predios y derroteros de
una expresión en que no abundan cuestiones, reflexiones teológicas,
escriturarias, y sí ayes, ofrendas, peticiones llenas de gratitud o llanto.
Porque lo sagrado fue en esta lírica de otro modo, mal haríamos en
exigirle lo que no se propuso poseer: consistencia, gravidez doctrinal.
Objeto así como era preponderadamente –para decirlo con una meto-
nimia tan del siglo– del corazón.
g
Orientaciones y referentes otros. Julián del Casal: el
absoluto del arte. José Martí o la religiosidad
del sacrificio
De 1874 son las Flores del espiritismo. Colección de poesías comuni-
cadas al médium Srta. Da Josefa Díaz por su espíritu protector. Según
el prologuista del cuaderno, los textos, redactados «de improviso y sin
demora alguna, por una persona ajena del todo a la poesía, […] y que
jamás se ocupó en ningún género de literatura»,1 valen principalmente
por el «fenómeno inteligente que presentan» y son pruebas de cuán-
to puede alcanzarse por el camino de la «ciencia» espírita. Varias de
las composiciones, de conformidad con el carácter propagandístico
del prólogo, llevan al pie la fecha y otras circunstancias en las que
fueron «dictadas». En nota de «La fe», por ejemplo, se nos indica:
«19, Abril. Presentes el T. C. Ballesteros y Manuel Villaverde de V.
A., que dudaban antes de la comunicación».2 Tal parece haber sido
también el propósito de la Moral y filosofía espiritista. Artículos y
poesías (1879), de José Arrufat y Herrero, referenciada por Carlos
M. Trelles en su Bibliografía cubana del siglo xix (1911-1915), y que
no he logrado encontrar. Pero no solo los contenidos espiritistas se
difunden a través del verso. En el mismo año 1879 Carlos Genaro
Valdés publica Un ramo de acacias. Colección de artículos, discursos
y poesías masónicas (1879). Libros como estos, aunque estéticamente
poco o nada significan, evidencian una circulación de orientaciones y
referentes otros, dentro de un universo lírico hasta entonces constitui-
do por poemas de inspiración cristiana.
En Arpas amigas (1879), la antología en la que se agruparon los
hermanos Francisco y Antonio Sellén, Enrique José Varona, Esteban
Borrero Echeverría, Diego Vicente Tejera, Luis Victoriano Betancourt
y José Varela Zequeira, una espiritualidad de signo distinto se extiende
1
«Prólogo», en Josefa Díaz, Flores del espiritismo. Colección de poesías comunicadas
al médium Srta. Da Josefa Díaz por su espíritu protector, pp. VI-VII.
2
Josefa Díaz: «La fe», ibídem, p. 50.
104 la palabra y la llama
3
Francisco Sellén: «Preexistencia», en Arpas amigas, colección de poesías originales
de los Sres. Francisco Sellén, Antonio Sellén, Enrique José Varona, Esteban Borrero
Echeverría, Diego V. Tejera, Luis Victoriano Betancourt y José Varela Zequeira, p. 7.
4
Francisco Sellén: «Panteísmo», ibídem, p. 16.
5
Diego V. Tejera: «Las visitas de mi madre», ibídem, p. 64.
6
Muy llamativo en este orden es el primer poemario de Byrne, Excéntricas (1893),
que, influido por Heine y escritores franceses como Baudelaire y Richepin,
forma un extravagante catálogo de entes malignos –«Las brujas», «Judas», «La
momia rubia»– e inclinaciones satánicas expresas desde su «Introducción. A
Luzbel»:
[…]
Sabemos por Ramón Meza que Julián del Casal tenía, en un ángulo
de su habitación en los altos de la calle Obispo, un «Cristo grande
de marfil pulido y amarillento» y «un cráneo reluciente».12 Sabemos
que leía a menudo a Kempis y que admiraba a Huysmans. Que dijo
en su «Autobiografía» guardar siempre, «cual hostia blanca en cáliz
cincelado», la «purísima fe» de sus mayores,13 pero también, en «La
urna»: «Muerta ya mi fe pasada / y la pasión que sentía, / veo, con
mirada fría, / que está la urna sagrada / como mi alma: vacía».14 De
la oración a la blasfemia, entre el cieno, la fetidez baudeleriana y
los «vapores de azulado incienso», entre su desencanto radical y su
intuición del trasmundo, las notas religiosas de su obra poética se
nos revelan como un haz de tensiones agónicas, dualismos, desequi-
librios.
Del que él mismo llamó su «espíritu, voluble y enfermizo» brotan,
ya el ansia romántica de unión con la divinidad en «El puente (imita-
ción de Victor Hugo)», la sugestión ante el retiro y la vida monacales
en «La sotana» y «Un santo», ya el más profundo desprecio ante la
8
Ibídem, p. 49.
9
Mircea Eliade: Lo sagrado y lo profano, p. 12.
10
Cfr. Manuel de la Cruz: «Julián del Casal», Cromitos cubanos, p. 228.
11
Cfr. Julián del Casal: «Juana Borrero», Prosa, p. 284.
12
Ramón Meza: «Julián del Casal», en Julián del Casal, Poesías (edición del centena-
rio), p. 241.
13
Julián del Casal: «Autobiografía», ibídem, p. 16.
14
Julián del Casal: «La urna», ibídem, p. 42.
ORIENTACIONES Y REFERENTES OTROS... 107
(Julián del Casal: «El camino de Damasco», Poesía, ob. cit., p. 92.)
110 la palabra y la llama
19
Manuel de la Cruz: «Julián del Casal», ob. cit., p. 230.
20
«Bendito seas, Dios mío, que das el sufrimiento / Cual divino remedio a nuestras
impurezas / Y como la mejor y la más pura esencia / Que prepara los fuertes a los
santos placeres.»
21
Julián del Casal: «Tardes de lluvia», Poesías, p. 193.
ORIENTACIONES Y REFERENTES OTROS... 111
Hemos dado, pues, con el espiritualismo martiano, que existió sin duda,
aunque estuviera conjugado con un rechazo a toda religión institucio-
nalizada, con un anticlericalismo militante. A propósito de esto, y de
la violenta y radical postura política de Martí, recordemos que ambos
extremos –espiritualismo y radicalismo político–, independientemente
de que puedan darse juntos en otra sociedad, distan de ser incompatibles
(«Canto religioso»)29
El orgullo con que agito estas cadenas valdrá más que todas mis glorias
futuras, que el que sufre por su patria y vive para Dios, en este u otros
mundos tiene verdadera gloria.
[...]
El martirio por la patria es Dios mismo, como el bien, como las ideas de la
espontánea generosidad universales. Apaleadle, heridle, magulladle. Sois
demasiado viles para que os devuelva golpe por golpe y herida por herida.
Yo siento en mí a este Dios, yo tengo en mí a este Dios: este Dios en mí os
tiene lástima, más que horror y que desprecio.
29
José Martí: Poesía completa (edición crítica), t. I, p. 168.
30
José Martí: Ibídem, p. 263.
31
José Martí: Obras completas, vol. 1, pp. 54 y 61.
32
José Martí: Fragmentos, ibídem, vol. 22, p. 78.
33
José Martí: «A Gonzalo de Quesada», ibídem, vol. 20, p. 478.
ORIENTACIONES Y REFERENTES OTROS... 115
36
Cfr. Juan Marinello: «Españolidad literaria de José Martí», pp. 41-69.
37
José Martí: «A mis hermanos muertos el 27 de noviembre», Poesía…, t. II, p. 41.
38
«Quedéme y olvidéme, / el rostro recliné sobre el amado / cesó todo, y dejéme, /
dejando mi cuidado / entre las azucenas olvidado.» (San Juan de la Cruz: «Noche
oscura», Poesías completas de San Juan de la Cruz y comentarios en prosa a los
poemas mayores, p. 36.)
ORIENTACIONES Y REFERENTES OTROS... 117
39
José Martí: «Dos patrias», Poesía…, t. I, p. 127.
40
Octavio Paz: Los hijos del limo, p. 141.
41
«La noche bella no deja dormir. Silba el grillo; el lagartijo quiquiquea, y su coro le
responde: aún se ve, entre la sombra, que el monte es de cupey y de paguá, la palma
corta y espinada; vuelan despacio en torno las animitas; entre los nidos estriden-
tes, oigo la música de la selva, compuesta y suave, como de finísimos violines; la
música ondea, se enlaza y desata, abre el ala y se posa, titila y se eleva, siempre
sutil y mínima –es la miríada del son fluido: ¿qué alas rozan las hojas? ¿qué violín
diminuto, y oleadas de violines, sacan son, y alma, a las hojas? ¿qué danza de almas
de hojas?» (José Martí: «Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos», Obras..., vol. 19, p.
218.)
118 la palabra y la llama
Mata en mí la zozobra
Y entre las nubes de mi alma brilla…
¡el peregrino muera!
¡que la Patria no gima!43
p. 146.
A manera de epílogo. Una cartografía abierta
La lectura del tema religioso en la lírica cubana de la Colonia con-
firma su relevancia como manifestación estrechamente vinculada
al curso de nuestra poesía y al proceso de toma de conciencia de
nuestro ser. Concomitante con la maduración del discurso poético
en la Isla ha sido el desarrollo de su expresión religiosa, yendo –en
términos generales– de un tratamiento externo, retórico, ancilar,
a una asunción de lo sacro como experiencia íntima, hondamente
subjetiva, que tuvo su cúspide en el romanticismo y continuó en
autores como Casal y Martí, ya dentro de las orientaciones de la
estética finisecular. En esa evolución, el tema muestra su coinci-
dencia con las inquietudes filosóficas, éticas, políticas y escriturales
propias de la sensibilidad y el pensamiento del periodo, a la vez que
revela una diversidad de formas, asuntos y líneas de significativa
persistencia.
En un contexto histórico-religioso dominado por el cristianismo,
y más concretamente por el catolicismo, nuestra producción poética
colonial sobre el tema se define de manera marcada por concepciones
y referentes católicos, y no sería hasta el último tercio del siglo xix que
comenzaría a visibilizarse el acceso de otras fuentes espirituales –pan-
teísmo, espiritismo–, que gozarán luego de una mejor asimilación en
poetas del xx como Regino Boti y Agustín Acosta.
Dentro de la mencionada diversidad de formas, asuntos y líneas, se
destacan principalmente:
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BIBLIOGRAFÍA 135
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Sobre el autor
Leonardo Sarría Muzio
La Habana, 1977
Licenciado en Letras (2005) y Doctor en Ciencias Literarias (2011). Pro-
fesor Auxiliar y Jefe del Departamento de Estudios Lingüísticos y Lite-
rarios de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana.
Numerosos congresos y otros eventos culturales y académicos en Cuba
y en el extranjero han contado con la presentación de ponencias y con-
ferencias suyas sobre poesía y cultura cubanas. Asimismo, importantes
revistas nacionales han acogido sus textos. Entre sus publicaciones se
encuentran Golpes de agua. Antología de poesía cubana de tema religioso
(Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2008, 2 t.) y, en coautoría, el volu-
men Del donoso y grande escrutinio del cervantismo en Cuba (Editorial
Letras Cubanas, La Habana, 2005). Ha obtenido en dos oportunidades
el Premio de Investigación Universidad de La Habana (2007 y 2009), así
como ha merecido mención del Premio Internacional de Ensayo de la
revista Temas (2007) y el Premio de la Comisión Nacional de Grados
Científicos por su tesis doctoral (2011). Desde marzo de 2006, es editor
de la Sección de Crítica de la revista La Gaceta de Cuba (órgano de la
Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, UNEAC); y es director,
desde el año 2010, de la revista Universidad de La Habana.
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Esta edición de La palabra y la llama.
Poesía cubana de tema religioso en la
Colonia, de Leonardo Sarría,
consta de 3 000 ejemplares y se terminó
de imprimir en 2012.