Ministerio de Cristo en Palestina
Ministerio de Cristo en Palestina
Ministerio de Cristo en Palestina
b) Imperios que tuvieron dominio sobre Palestina durante los años transcurridos entre
el periodo intertestamentario
El capítulo 2 de Daniel nos habla del sueño que tuvo Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que Daniel
interpretó de la siguiente manera:
c) Palestina
Cuando Jesús nació Palestina era una provincia gobernada por el rey Herodes (Herodes el Grande). A su
muerte fue dividida en cuatro provincias que fueron gobernadas por sus hijos. A la muerte de Arquealo, uno de
los hijos de Herodes, Judea la provincia que gobernaba quedó bajo el dominio directo de Roma bajo la
supervisión de procuradores como lo fue Poncio Pilato.
En cuanto al gobierno religioso existía una entidad llamada Sanedrín. El Sanedrín, Concilio o Asamblea
de los ancianos estaba constituida por 70 ancianos judíos quienes se encargaban de hacer cumplir las leyes y
castigar la indisciplina. Todo esto en el ambiente religioso. Fue el Sanedrín quien enjuicio a Jesús.
Saduceos: eran opuestos a los fariseos en sus conductas y doctrinas. No creían en la resurrección ni tampoco en
seres espirituales como los ángeles y demonios. Solo aceptaban los primeros cinco libros del Antiguo
Testamento y rechazaban las interpretaciones de los fariseos y escribas.
Escribas: los escribas eran doctos en el estudio e interpretación de las Escrituras. No tan solo se dedicaban a
escribir y transcribir, sino que realizaban un trabajo prolijo de interpretación y esto no solo de las Escrituras sino
que también de las interpretaciones más antiguas.
e) Literatura Judía
La literatura judía fue por excelencia el Antiguo Testamento. Cuando el Antiguo Testamento fue
traducido del hebreo al griego, judíos de la dispersión tradujeron y agregaron otra literatura al canon del
Antiguo Testamento ya que estimaron conveniente incorporarlos debido a su contenido religioso, sin embargo
los judíos devotos nunca los aceptaron. Estos textos extra bíblicos son conocidos como los libros apócrifos. Si
bien, no deben ser considerados como parte del canon, nos son de gran ayuda para entender en parte la
situación y pensamientos entre los dos testamentos.
En cuanto a la religión podemos notar que en particular cuatro doctrinas son muy importantes para ellos:
f) Evangelios Sinópticos
Cuando hablamos de evangelios sinópticos nos referimos a Mateo, marcos y Lucas, ya que estos tres
evangelios poseen una similitud casi exacta. Cada uno posee sus distinciones, sin embargo la utilización de
palabras y frases son exactamente iguales. A esto se le llama también “Armonía de los Evangelios” ya que, si
bien son similares, poseen diferencias que se complementan entre sí.
Los cuatro evangelios son una mirada distinta de Jesucristo. Quizás para algunos la idea de cuatro
evangelios en vez de uno no es coherente, sin embargo, cada uno de ellos nos brinda un cuadro del perfil de
Cristo que nos hacen comprender más de Él y su ministerio.
Mateo: Escrito por Mateo, el discípulo de Jesús. Presenta a Jesús como el Mesías y el Rey prometido del Antiguo
Testamento. Fue escrito a una audiencia judía.
Marcos: fue escrito por Marcos, discípulo del apóstol Pablo y quién posiblemente haya recibido toda esta
información a través del apóstol Pedro. Presenta a Jesús como el Siervo de Dios. Su audiencia pareciera ser
gentil, específicamente romanos.
Lucas: fue escrito por Lucas el médico, fiel acompañante del apóstol Pablo en sus viajes misioneros. Presenta a
Jesús como el hombre. Su audiencia era gentil, específicamente griegos.
Juan: Escrito por el discípulo amado, Juan. Presenta a Cristo como el Hijo de Dios y su divinidad. Su audiencia es
universal; judíos y griegos, escogidos y gentiles.
Juan al igual que Moisés que declara la existencia de Dios, no vacila en declarar la divinidad de Jesús.
Observamos también que no solo se hace mención de la divinidad y prexistencia de Jesús, sino que
también habla de la encarnación del Verbo, de como Dios se hizo carne y habitó e hizo morada entre la
humanidad (Juan 1:14)
Si bien su manifestación había sido anunciada por Juan el Bautista, su precursor, Jesús el Verbo
encarnado fue despreciado y rechazado por su pueblo.
h) Juan el Bautista
Los padres de Juan el Bautista fueron Zacarías y Elizabeth, una pareja avanzada de edad. Ambos
pertenecían a órdenes sacerdotales, era un matrimonio temeroso de Dios.
La Escritura nos relata que Elizabeth era estéril lo que para las mujeres significaba un castigo y una
vergüenza ante la comunidad.
El evangelio nos cuenta como Zacarías en su oportunidad de ofrecer el incienso (lo más probable que
haya sido la única vez en su vida debido a la gran cantidad de castas sacerdotales en aquel entonces) tuvo una
experiencia sobrenatural al encontrarse junto al ángel Gabriel quien le informa que sus peticiones habían sido
escuchadas por Dios y que junto a su esposa Elizabeth serían padres de un niño a quien llamarían Juan. Este niño
sería el heraldo del Mesías. Sin embargo, Zacarías no creyó a las palabras de Gabriel, a lo que el ángel responde
quitándole la capacidad de hablar hasta que el niño naciera.
Cuando el niño nace Zacarías alaba a Dios con un hermoso canto (El Benedictus). En el Zacarías nos
presenta tres ideas:
i) Nacimiento de Jesús
Al paso de seis meses desde que Zacarías había recibido el mensaje del ángel Gabriel nuevamente el
mensajero divino se aparece en la escena terrenal siendo ahora su destino una humilde doncella de Nazareth.
El Verbo sería encarnado a través de una mujer, María. El mensaje fue claro, el Salvador vendría al
mundo y María era la escogida por Dios para que fuese su madre. María sorprendida por las palabras del ángel
acepta y hace conforme a la voluntad divina.
El momento del nacimiento de Jesús está lleno de sencillez pero a su vez de grandeza real.
Nació en una pesebrera, rodeado de suciedad e incomodidad, sin embargo, ahí estaba Jesús, el Salvador.
Su nacimiento fue anunciado por ángeles, anunciado a unos pastores que estaban alrededor. un
hermoso acontecimiento que destaca la grandeza del nacimiento.
En su visita al templo, José y María son detenidos por dos personas muy importantes, Simeón y Ana.
Ambos llenos del Espíritu Santo y que daban testimonio del Salvador.
De la niñez y juventud de Jesús no se sabe mucho, sólo el texto de Lucas 2:40 que nos dice que el niño
crecía en gracia para con Dios y los hombres y el episodio en el Templo a los 12 años de edad. Este episodio en
particular nos hace ver que pareciera que Jesús ya entendía en parte el ministerio y la obra que tenía que
cumplir.
Los evangelistas confirman que el ministerio del Bautista es la voz que clama en el desierto preparando
al pueblo para la llegada del Mesías. Juan era el heraldo divino.
La llegada de Juan el Bautista provocaba expectación entre el pueblo, hacía ya cuatro siglos que no se
levantaba profeta entre el pueblo y su mensaje era distinto; “arrepentimiento para perdón de los pecados”
(Lucas 3:3) a través del acto del bautismo.
Para los judíos el bautismo era común cuando gentiles deseaban convertirse al judaísmo, sin embargo, el
bautismo de Juan no era solo para gentiles sino que especialmente a judíos. Juan les dio a conocer que no
bastaba ser descendientes de Abraham, la salvación exigía un arrepentimiento genuino.
Ante la audacia y autoridad que Juan demostraba en su predicación muchos pensaron que él era el
Mesías, no obstante, Juan aclaró de inmediato que él solo era su precursor. Juan a la verdad bautizaba con agua
pero cuando el Mesías llegara él bautizaría con Espíritu Santo y fuego.
Si bien Juan predicaba del arrepentimiento, también denunció el pecado de manera ferviente. Esto lo
notamos claramente cuando Juan denuncia el pecado de Herodes Antipas quien había tomado como su mujer a
la esposa de su hermano. Lamentablemente tal hecho lo llevó a la muerte siendo decapitado.
k) Mi Hijo Amado
Jesús y Juan el Bautista eran primos, sin embargo pareciera que durante su niñez y juventud no se
conocieron nunca. Cuando Jesús llega donde Juan para ser bautizado éste se rehúsa a hacerlo, sin embargo
Jesús le encarece que lo haga para así cumplir con toda justicia (Mateo 3:15).
Jesús al encarnarse no solo fue semejante a los hombres, sino que se identificó completamente con la
humanidad. Si bien Jesús no tenía pecado alguno, él participa de este acto. El acto mismo del bautismo es el
inicio del ministerio mesiánico, es el punto de partida.
La voz del cielo y el Espíritu Santo descendiendo en forma como paloma nos enseña la importancia del
respaldo divino en tal acontecimiento. La Trinidad presente, actuando y ministrando.
m) Jesús y Nicodemo
Nicodemo era un erudito dentro de los fariseos y sabía que Jesús venía de Dios por las señales que hacía.
Jesús le dijo que el que no naciere de nuevo no podría ver el reino de Dios. Nicodemo le pregunta cómo puede
un viejo nacer de nuevo, no puede volver a las entrañas de su madre, pero el nacimiento que Jesús habla es el
espiritual que es donde se percibe a Dios en el espíritu, y tenemos que recibir a Jesús como Señor y Salvador
personal para nacer espiritualmente. Que Dios envió a su Hijo unigénito para que todos en que el él crean no se
pierdan y tengan vida eterna.
ñ) Jesús y la Samaritana
Encontrar a Jesús lleva necesariamente a la conversión. Jesús comprende y consuela, pero también
exige. Sólo encontrando a Jesús podremos saciar nuestra sed y descansar de tantos y tan variados problemas.
Sólo acudiendo a su presencia beberemos paz, perdón, serenidad y fortaleza para continuar caminando en este
desierto de la vida.
Sólo leyendo y comprendiendo su Palabra y conversando con El en la oración nos fortaleceremos con el
Agua de Vida que Él nos dará. Y algo imprescindible: solamente acercándonos a los necesitados, a los que aún
sufren de sed espiritual, lograremos descubrir el rostro de Jesús quien, al igual que con la samaritana, siempre
nos está esperando junto al pozo de Agua Viva.
n) Autoridad de Jesús
Jesucristo tiene autoridad porque fue enviado por su Padre. La conciencia que tiene Jesús de ser enviado
(Juan 8,42) -de no hablar por cuenta e iniciativa propia, sino por mandato del Padre celestial- le da esa firmeza
para anunciar la Buena Noticia y denunciar lo que no es conforme al designio divino.
Jesús no enseña su doctrina o una doctrina humana, sino que transmite la Palabra del Padre y hace lo
que el Padre del cielo quiere.
Jesús, con toda su autoridad, habló con contundencia, sin ningún miramiento, y es por esto que se hizo
merecedor de burlas, enemistades, persecución y, finalmente, la muerte.
Sabemos que cuando una persona habla con propiedad o con conocimiento de causa, habla con
autoridad; por esto se dice que tal persona es una “autoridad” en la materia. Tiene autoridad para
hablar quien conoce bien un tema y habla con convencimiento para que los oyentes crean en la verdad
de lo que se dice; pues hasta la verdad más evidente, en labios de la boca equivocada, tiene visos de
mentira.
Jesús enseña y predica con autoridad, es el vivo ejemplo de la coherencia; es más, Jesús predica con su
vida.
Jesús tiene autoridad para enseñar porque lo hace con sabiduría y con poder. Jesús habla con
elocuencia, una elocuencia que le salía del corazón; no era una elocuencia aprendida, artificial o postiza
como la de los fariseos o los escribas (Mc 1, 22), quienes eran los ‘encargados’ de hablar o enseñar por
oficio.
Jesús, más que nadie, sabe que la autoridad no es para mandar sino para servir, para formar, para el
bien, aunque Él hubiera podido parecer duro en alguna ocasión.
Jesús enseñaba en tono imperativo, motivaba a sus oyentes a dejar la pasividad. Su mensaje requería de
la acción inmediata.
o) Obreros a su mies
La primera de estas frases dicha por el Señor Jesús nos da el diagnóstico que él hizo de la realidad de su
tiempo: “La mies es mucha, mas los obreros pocos”. Es decir, la necesidad abundaba, pero las soluciones
escaseaban; los hombres necesitados eran muchos, pero aquellos que podían ayudar eran pocos. Cuando el
Señor veía a las multitudes se compadecía de ellas, porque las veía desamparadas y dispersas, como ovejas que
no tenían pastor.
Es ésta, sin duda, la realidad presente también. Las ciudades están llenas de gente solitaria y deprimida.
Los goces terrenos son un recurso momentáneo e insuficiente para satisfacer las almas que fueron creadas para
hallar su satisfacción solo en Dios.
Sin embargo, la segunda frase no es un llamado a la acción, como pudiera esperarse. No es una orden
para que los siervos de Dios vayan y se movilicen tras las almas perdidas, sino, más bien, la exhortación para que
se dirija un ruego a Dios. No es a los hombres a quienes los discípulos deben ir primeramente, sino a Dios.
La tendencia natural es a ofrecerse para ayudar; o bien, si el carácter es aún más impulsivo, a correr tras
la necesidad que apremia. Pero el Señor dijo muy claramente: “Rogad al Señor de la mies”. La mies, es decir, los
hombres, pertenecen a Dios, y es él quien debe enviarles el socorro de vida, el suministro necesario para sus
almas.
El ruego es: “Rogad al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”. Los obreros no son voluntarios
que hacen la obra de Dios, sino son escogidos y llamados. Más aún, son escogidos, llamados, capacitados y
enviados. Subrayamos esta vez ‘capacitados’ y ‘enviados’.
Dios no envía obreros sin capacitarlos antes. Por supuesto, no se trata de graduarlos anticipadamente en
el camino de la fe, sino de que tengan las experiencias mínimas y reciban las herramientas básicas para un
servicio espiritual. En el camino, sobre la marcha, irán completando su preparación, pero deben tener aquella
base mínima. Si no, ¿cómo sabrán qué hacer o qué decir? Si no conocen el propósito y el diseño de la obra de
Dios, ¿cómo podrán hacer una obra inteligente?
Luego que son capacitados, él los envía. Cuando Isaías vio la gloria de Dios (cap. 6), y oyó el llamado que
Dios hace, respondió: “Heme aquí, envíame a mí” (v. 8). Nótese que no dice: “Heme aquí, yo voy”. No se trata de
salir corriendo, solo porque Dios ha llamado. Lo que Dios requiere es que el siervo responda al llamamiento, y
luego, espere ser enviado.
p) Tú eres el Cristo
Jesús interroga a sus apóstoles: ¿quién dice la gente que soy yo? Hace esta pregunta después de haber
llevado a término la misión de enseñar lo que el Padre le ha dicho. La gente que ha visto y oído todos los signos
realizados por Él, no termina por reconocerlo como Mesías. Parece como si un velo cubriera sus ojos y les
impidiera dar una respuesta segura y convincente: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.”
Esta es la verdadera profesión de fe. El mundo, desde entonces ha rechazado esta divinidad, esta
filiación, y ha querido ver al Mesías como un buen profeta con una excelente doctrina. Nuestra fe parte de esta
frase: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.” El mundo, el demonio y la carne nos incitan a ver a Cristo solo
como hombre, sin la esencia Mesiánica, sin salvación, sin redención, sin su filiación con el Padre, sin eternidad.
Pero Pedro dice: “…el Hijo de Dios vivo.” Está vivo. No solo es Dios, sino que vive: o sea, está con nosotros, está
con el que sufre, con el doliente, con el que no puede con su vida, con los cansados, con los pobres…
Comprenderíamos mejor este misterio sobre Cristo con los ojos de la fe que nos concede el Padre. Por
eso, si la fe es el aire que respiramos, podemos reconocer a Cristo como el único Mesías. Y Cristo le dice a Pedro
“dichoso Tú, Pedro, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre sino mi Padre que está en el cielo.”
El don de la fe se lo da el Padre a Pedro no por mérito de suyo ni por sus cualidades personales -era
pescador- sino por la propia bondad Dios. Es el don más precioso, el de reconocer a Dios como Mesías, como la
auténtica luz que guiará nuestros pasos hacia la felicidad eterna. Y gracias a la fe Pedro y Pablo encontraron la
fuerza para llevar a término su misión en la tierra.
Las Parábolas
Una parábola es un relato corto, con forma de historia sencilla, real o inventada pero no fantasiosa,
mediante la cual Jesús establece una comparación: "igual que sucede en tal caso, así sucede en tal otro". Esta
comparación pretende mostrarnos una enseñanza de tipo "espiritual". No tenemos que olvidar que Jesús fue un
predicador itinerante, y las parábolas son explicaciones y anuncio de su mensaje.
Jesús no contaba parábolas para divertir al auditorio sino para exponer su mensaje, explicitarlo y
aclararlo, y muy especialmente, para interpelarles.
a) Uno de los propósitos fundamentales de las parábolas de Jesús es exponer los principios
fundamentales de su enseñanza. El centro del mensaje de Jesús es el Reino de Dios y las parábolas
pretenden desvelarnos un aspecto fundamental de este Reino. Para el judío de aquellos tiempos el
Reino de Dios era la personificación de la esperanza de salvación, la llegada del Reino de Dios se aguarda
como liberación, como realización de la paz y la justicia. Jesús imprime a esta esperanza escatológica una
dirección nueva: el Reino de Dios se cumple ahora. No sólo comienza a cumplirse el Reino, comienza
también el escándalo. Un desconocido con un grupo de incultos, rodeado de gente de mala fama ¿iba a
hacer realidad la esperanza del cambio, el Reino de Dios? No parecía fácil la empresa. la gente
permanece incrédula y desconcertada. Es comprensible que en esta situación Jesús comience a hablar
del Reino de Dios en parábolas: el grano de mostaza, que es la más pequeña de las semillas; la levadura
que fermenta y crece; el sembrador...
b) El mensaje del Reino no sólo se "conoce", hace falta construirlo. Por eso Jesús busca una reacción en
el oyente. Esto lo logra con unos finales imprevistos y desconcertantes de las parábolas. Sus finales
rozan lo absurdo (p. e. dejar crecer el trigo con la cizaña) causando sorpresa en el oyente. No se puede
entender que alguien escuchara una parábola a Jesús y permaneciera impasible ya que cuestionan el
orden social, moral y religioso de su tiempo. El mensaje del Reino de Dios como nueva sociedad justa,
fraterna y solidaria implica radicalidad en las decisiones. Por eso, las parábolas incitan a comprometerse
a favor de Jesús y su mensaje o a rechazarlo.