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De La Neurosis A La Feminidad

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DE LA NEUROSIS A LA FEMINIDAD

por Mabel Rodríguez Gamallo

(*) Presentado en el Espacio de la Clínica de los Martes: EFBA;


2001.

Muchas veces recibimos consultas de mujeres que tienen una


pésima relación matrimonial y sin embargo, no pueden
separarse de sus maridos. Puede pasar también, que luego de
un arduo trabajo de análisis lo logren o que, finalmente,
decidan separarse sus cónyuges, pero a posteriori ellas no
vuelven a estar con un hombre. En algunos casos, la dificultad
se origina en un duelo no elaborado; pero en otros, sale a la
luz que el haber arribado al matrimonio no significa que se
haya accedido a ofrecerse como objeto del deseo del hombre.
Puede ser sólo el medio de tener hijos. El caso de Dora nos
orienta en ese sentido. También llegan a la consulta mujeres
apartadas de la sexualidad desde siempre.
Partiendo de las diferencias del caso por caso, y situándonos
en el campo de las neurosis: ¿por qué algunas mujeres no
pueden sostener el juego de hacer semblante de objeto a del
fantasma masculino? ¿por qué esto se puede revertir a través
del análisis sólo en ciertos casos? ¿ qué tramo de escritura
faltante se podría constituir o no, en la transferencia? Sabemos
que en la teoría lacaniana la relación de la mujer al falo,
menos limitada al tener que la del hombre, le da la posibilidad
de una experiencia de goce a la que ella puede acceder si
juega ese juego. La mujer tiene la opción ir más allá del goce
fálico, de arribar a un goce suplementario, al goce de la falta.

Carolina consulta por una grave crisis de angustia que se


desató luego del parto de su primer hijo y que la devolvió a
vivir en la casa de su madre.
Cuando pasan 3 meses, en los que no puede hacerse cargo del
chico, le pide a una amiga que la derive y llega a una
entrevista.

Relata que el embarazo fue buscado y el bebé es del sexo


deseado. Los meses de gestación transcurrieron con alegría y
sin inconvenientes. Sin embargo, a medida que se la interroga
va surgiendo una manera muy particular de transitar ese
período. Por ejemplo, no había previsto qué iba a hacer con el
bebé cuando debiera reintegrarse a su trabajo de 8 horas
diarias, no había NADA pensado al respecto, ni con quien lo iba
a dejar, ni cómo. Tampoco se le había ocurrido que el
nacimiento de un hijo iba a modificar sus horarios . Que el
bebé no se avenga a tomar la teta a las horas impuestas por
ella la sume en la angustia. También, la ocurrencia de que no
va a saber distinguir quien es la madre.
Otro dato llamativo es el nombre que le han puesto. Coincide
con el de un chico que acaba de morir , hijo de su mejor amiga
del secundario. Lo justifica diciendo que había sido elegido
cuando estaban de novios.

Carolina y Fabián, su marido, transcurren los fines de semana y


las vacaciones en compañía de la familia de ella. El fue
invitado por su futuro suegro, a los 19 años, a trabajar en su
empresa . Comparte las tareas de gerencia con el cuñado.
Carolina es Licenciada en Ciencias de la Educación pero
trabaja de maestra diferencial en un colegio del Gran Buenos
Aires.
En el transcurso de las entrevistas va relatando la historia
familiar. Son 3 hermanos (dos mujeres y un varón), de los
cuales ella es la mayor. La madre era directora de escuela y el
padre ejecutivo . Gozaron siempre de una excelente situación
económica gracias al último que, teniendo sólo estudios
primarios, hizo una brillante y meteórica carrera en diversas
empresas donde ganó el dinero suficiente como para instalar
su propia fábrica.
En la adolescencia ella intentó trabajar allí pero
sólo había lugar para los hombres, las mujeres eran
consideradas tontas para ganar dinero, de ellas sólo se
esperaban las luces de un título. Por eso el padre le dona
propiedades, coches y empresa a su hijo y nada a sus hijas.
Salvo su esposa, de la que siempre habló con admiración y
respeto, las mujeres son menospreciadas por el simple hecho
de serlo.
La madre de Carolina aparece como alguien ejemplar que
acompañó y colaboró en el ascenso económico familiar . Se
encargaba de los hijos dado que el marido no estaba nunca.
Supuestamente a él lo entretenía su trabajo, incluso los fines
de semana. En este matrimonio había discusiones frecuentes
por los affaires amorosos del padre. Finalmente a los l7 años
de Carolina la madre decide expulsarlo de la casa debido a que
ha realizado una salida con sus hijos y su secretaria/amante.
Carolina dice que el padre nunca se hubiera ido si no lo
hubieran echado.
Luego de la separación la madre se pasa dos años durmiendo.
Carolina es la que se ocupa de los hermanos, arregla la cuota
alimentaria, maneja la casa. El padre se instala a vivir con su
secretaria y la hija de ésta.
Ambos progenitores tienen serias dificultades para tramitar
simbólicamente las situaciones difíciles que deben atravesar.
Con los temas conflictivos fluctúan de la renegación a la
forclusión; por lo tanto de eso no hablan, ni dan lugar a que lo
hagan los hijos. Es así que nadie pudo expresar el dolor, las
preguntas, los miedos, la bronca que generaba la separación .
La imposibilidad de elaborar este duelo se evidencia en que
nunca se divorcian legalmente a pesar de que el padre tiene
un nuevo hijo . Con el correr de los años la madre puede
perder todos sus bienes por los traspiés de la fábrica del “ex”
marido , pero ni aún así se divorcia..
A pesar de que el padre estaba poco Carolina recuerda su
presencia esporádica ayudándola a hacer ejercicios de
matemáticas o enseñándole a manejar. También, su fiesta de
15 años o su casamiento. En ambas oportunidades él le
abrochó el vestido y entró orgulloso con ella del brazo. Fueron
fiestas espectaculares que él pagó. El padre también la iba a
buscar a la salida de los bailes, porque coincidía con la hora en
que él volvía a su casa. Todos dicen que para el padre ella es
algo especial. Que la mira y se embelesa. La ve fuerte y
decidida como él.
Un dato destacable es el aspecto físico de Carolina: pulcro
pero marcadamente asexuado, carente de coquetería. Usa
joggins amplios y baratos que contrastan con el Rolex que le
regaló el padre para sus 15 años, no se pinta, le sobran
algunos kilos de los que se queja sin convicción. Es de
destacar que no estamos frente a alguien quejoso, muy por el
contrario, su enunciación pareciera provenir de la frase “yo
soy rica y no tengo ningún problema”. Pero a medida que va
relatando su rutina se observa una vida austera y sacrificada
que se contradice con su postura. Carolina es una paciente
muy difícil de abordar: rígidamente estructurada, segura de
todo, sin preguntas ni vacilaciones ; relata hechos y cuando
se le señala alguna contradicción , la cierra con una respuesta
banal o afirmando que el tema no le interesa.
Afortunada y lamentablemente la angustia persiste el tiempo
suficiente como para que vayan abriéndose diversas
cuestiones. Se empieza a interrogar por su actividad laboral y
se despliega entonces su identificación con la madre y su
dificultad para superarla.
El cuestionamiento de su trabajo arrastra la interrogación por
el de su marido. ¿Por qué está en la fábrica de su padre? La
respuesta inicial es que les conviene porque gozan de
beneficios económicos por ser él, yerno del dueño. Sin
embargo, el marido es muy capaz y con el padre de ella no
puede crecer. El padre fue muy exitoso mientras trabajó en
relación de dependencia: tenía cuentas en el exterior, coches,
propiedades, etc., pero desde que se independizó realiza
malos negocios sin dar un paso al costado para que tomen
decisiones otros. La fábrica está siempre por quebrar. Fabián
ganaría mucho más en otro lugar. ¿por qué continúa allí? Lo
primero que aparece es que como el padre era machista no
quería mujeres en la empresa, entonces ella aceptó que fuera
Fabián, como representante suyo . Por otra parte, Fabián había
aceptado porque la oferta económica era buena y para
defender los intereses de ella. Esta alianza significaba
entonces: mi papá y mi marido me aman por sobre todas las
cosas y están juntos por amor a mí.
Repentinamente, esto empieza a ser cuestionado por varios
datos que se articulan. Fabián fue abandonado por su padre al
poco tiempo de nacer. El padre de Carolina acostumbra
adoptar hijos con los que ejerce luego la paternidad más que
con los biológicos. El marido de la hermana de Carolina no se
adapta a trabajar en la fábrica, renuncia y la relación entre
padre e hija se hace prácticamente inexistente. ¿No habrá
sido utilizada para proveer un hijo a su padre y un padre a su
marido?. Al arribar a esta pregunta le plantea a Fabián que
busque otro trabajo donde poder desarrollar sus aptitudes;
pero no logra nada pues el marido está más interesado en el
padre que en ella..
Un episodio relatado al pasar cobra relevancia. A los 18 años
tiene un atraso y le pide a su madre que la lleve al ginecólogo.
Este le pregunta si mantiene relaciones sexuales y ella lo
niega, creyendo y no creyendo (renegación) ella misma lo que
está diciendo. Se entera que está embarazada y luego de
hablarlo con Fabián deciden decírselo a la madre .
Lo que ocurre en relación a este hecho es motivo de un largo
trabajo en el análisis. Fabián le pide perdón a la madre de ella
y esta última les pregunta si quieren tenerlo o no ; como
ambos no quieren implementa y paga el aborto. Todo esto
transcurre del mismo modo que la separación de los padres,
de manera aséptica y desafectivizada, no hay exteriorización
de palabras ni de sentimientos. Se produce entre todos un
pacto de silencio implícito. Nunca más se menciona el tema,
salvo alguna referencia indirecta que realiza la madre en
determinadas circunstancias donde se lee que les pasa
factura. Al poco tiempo del aborto Fabián, que tiene una madre
alcohólica, se muda a vivir a la casa de Carolina. Allí comparte
la habitación con el hermano hasta que se casan .
En la actualidad, Carolina dice que le fastidia tener relaciones
sexuales. Si no existieran, para ella sería un alivio, no le
interesan ni con Fabián ni con nadie. Su marido igualmente no
reclama nada.
En el análisis se pudo enlazar a este episodio el origen del
desinterés por el sexo. La sexualidad en la que empezaba a
incursionar con curiosidad y alegría se transformó en algo
negativo.
Carolina alardea constantemente de haber sido siempre
perfecta. Fue la mejor alumna durante los estudios: tenía el
promedio más alto y nunca reprobó un examen. La mejor de
los hermanos ya que fue la única que terminó una carrera
universitaria y nunca provocó problemas a sus padres: era
obediente, ordenada, inteligente, responsable. Un día, le digo:
“Sí, Ud. siempre fue la mejor... , la mejor hija, porque del resto
de las cosas no tiene la menor idea”.

Esta intervención produjo una conmoción . A partir de ella no


volvió a ser la de antes. Se quebró esa posición de certeza
inconmovible que me hacía pensar que nunca iba a entrar en
análisis, que nunca iba a preguntarse nada. Ya no aparece
como la dueña de la verdad y se puede trabajar que si uno es
una hija perfecta el precio que se paga es no poder ser mujer
ni madre.

Queda embarazada nuevamente, tiempo más tarde, luego de


que se pudo articular la crisis de angustia del nacimiento de
su primer hijo con el aborto , y se tramitó ese duelo. Aún así,
tiene bastante temor, durante el embarazo, de que se repita lo
ocurrido anteriormente..
En el ínterin van apareciendo cuestiones que hacen que
emerja la pregunta acerca de ¿qué es ser una mujer?. Y allí se
dirige a observar a su madre. Esta señora no vuelve a formar
pareja. Cuando se repuso de la depresión por la separación,
aparecieron algunos pretendientes con los que salió por muy
poco tiempo. Carolina piensa que no pudo sostener la escena
con los hombres y se retiró. Confirman este pensamiento,
comentarios al pasar de su padre que hablan de falta de
pasión en su matrimonio. En la actualidad, esta mujer viaja
frecuentemente con amigas, trabaja, se ocupa de los hijos y
nietos, no parece necesitar una pareja, se muestra satisfecha y
contenta con su vida. La segunda esposa del padre, otro
referente, más femenino y menos maternal pareciera que
puede suscitar y sostener el deseo de su marido; sin embargo,
Carolina no termina de sentirse tentada por el lugar que ocupa
pues soporta insultos, desvalorizaciones e infidelidades.

Nace el segundo hijo de Carolina y lo recibe sin


inconvenientes. Ahí decide interrumpir el tratamiento. Cuando
se fue, me retornó la sensación de las primeras entrevistas en
las que sentía que estaba perdiendo el tiempo, que era
alguien inamovible. Pero, me equivoqué.
Dos años más tarde retorna y cuando abro la puerta del
consultorio casi no la reconozco. Aparece una mujer con
muchos kilos menos, atractiva, sexy, encantadora. Tiene un
amante del que está profundamente enamorada pero con el
que hay algunos conflictos .
Este cambio de posición subjetiva no tiene vuelta atrás.
Antes se hacía amiga de los hombres, era uno más. Ahora
puede instalarse como mujer frente a ellos. Perdió la virginidad
y sale de la endogamia familiar. Como bien dice el refrán lo
que no hizo a los 20 años al trote lo hace a los 35 al galope.
Cambia varios novios, disfruta del sexo recién descubierto. Al
asentarse este cambio, aparece el cuestionamiento de su
matrimonio: hay entre ella y el marido una relación fraterna,
están más cerca de ser hermanos que de ser marido y mujer.
Carolina va a intentar por todos los medios, actings incluidos,
despertar el deseo de él. Todo es inútil. Cuando llega a la
conclusión de que si el deseo no está, no se puede inventar,
aparece la opción de la separación. Pero, separarse de ese
marido significa perder al padre. Teme que la excluyan en lo
real de su propia familia. Esta idea se fundamenta en el
antecedente de la hermana y en que cuando se separaron sus
padres el abuelo paterno tomó partido por su nuera y padre e
hijo no se vieron nunca más. Por la vía paterna los hijos
pueden dejar de serlo si no hacen lo que se espera de ellos y
los que no lo son pueden serlo si cumplen con los ideales.
Fabián y la hija de la esposa del padre pueden dar testimonio
de esto. Se articuló entonces que ella se había esforzado toda
la vida por ser la hija perfecta para ser amada por el padre.
Ahora se da cuenta que el precio pagado había sido muy alto
para el resultado obtenido.
Abandona la docencia y empieza a dedicarse a recursos
humanos con lo que quintuplica, literalmente, sus ingresos. Se
divorcia legalmente del marido y presenta a su nuevo novio.
Por primera vez le demanda cosas al padre y ahí se evidencia
lo previsible: que era muy poco lo que podía esperar de él.
También por primera vez lo enfrenta cuando maltrata
verbalmente a sus hijos, antes ni siquiera registraba que
ocurría. Este análisis está aún en curso y se vislumbra el
comienzo del duelo por el padre idealizado.
“Yo siempre elegí como esposas a buenas madres” reflexiona
el padre frente a Carolina. “Vos sos la reina” afirmó la madre
cuando nació. En estas dos frases se puede sintetizar la salida
femenina que se le proponía a Carolina. Es interesante que la
madre dijo “reina” y no “princesa”. Esta madre, incluso en
demasía por imposibilidades propias, está dispuesta a dar un
paso al costado para hacerle un lugar de mujer en la escena
familiar, propicia la identificación. Carolina sabe que cuenta
con el amor de ella. Esta mujer no es la madre de la joven
homosexual, que no ha hecho elaboración alguna de su
narcisismo y no cede un ápice de espacio. Esta mujer no
compite con la hija. Por otra parte, con respecto al ex marido,
su discurso siempre fue de respeto y admiración, a pesar de
proponerse como víctima inocente de sus infidelidades.
Sabemos que basta con que el significante del Nombre del
Padre sea convocado en el discurso materno para que la
función mediadora del padre simbólico sea estructurante. Esta
madre le reserva un lugar al Nombre del Padre en la promoción
de la Ley.
Se trabajó mucho , en el primer tiempo del análisis, la
propensión al pasaje al acto que tenía la madre en situaciones
conflictivas. ¿Se peleaban los chicos a los gritos? Se iba por 2
horas y volvía cuando ya todo había pasado. ¿La hermana de
Carolina tiene una actitud abandónica con uno de sus hijos? Lo
ve, se lamenta pero no interviene para decir o hacer algo.
Carolina transitó bastante tiempo el enojo hacia esta madre
que inesperadamente “se borraba” y los dejaba huérfanos,
que se desresponsabilizaba de los problemas. No obstante, con
el tiempo llegó a la conclusión de que no era que no quería
hacerse cargo de determinadas cosas sino que no podía:
cuando hubo que vender la casa familiar tuvieron que hacerlo
los hijos dada la imposibilidad de ella. Es una madre que en
vez de sostener a sus hijos, termina sostenida por ellos,
principalmente por Carolina. Esta mujer está en déficit con
respecto a la función que se espera de ella. Sin embargo, va a
ofrecerle a su hija lo que tiene: su casa, sus ahorros, cuidar a
los nietos, etc.
Horadar al padre ha sido más trabajoso ya que es difícil que
ofrezca su falta. Su discurso de amo provoca impotencia
porque no acepta la imposibilidad. Es un padre distante,
despreocupado de los problemas de sus hijas mujeres, que
tiene serias dificultades en acallar su goce. Desvaloriza al
género femenino, declinación de la función paterna, que
produce síntomas en Carolina. No obstante, si las hijas van a
buscarlo las recibe afectuosamente, pero son una visita y es
muy poco lo que está dispuesto a hacer por ellas.
No las rechaza sino que les propone una identificación con el
ideal de mujer que posee para sus hijas: estudiar una carrera
universitaria, ser madre
La salida femenina fálica, por la vertiente de tener hijos, es el
límite al que también arribó la madre de Carolina. El padre real
que tendría que operar para hacer corte aquí falla en su
función: dice que elige como mujeres a buenas madres. Es
lógico entonces que Carolina haya cristalizado en que ser
mujer es ser madre. El lugar de fijación de un sujeto no sólo
depende del Otro primordial sino también del punto de
desfallecimiento de la función paterna.
Cuando la mujer reconoce su castración sucumbe a la envidia
del pene, frente a esto puede tomar 3 caminos, uno de los
cuales es la actitud femenina normal en la que va a desear
conseguir del padre el pene que la madre le ha negado. Luego,
el deseo de tener un pene pasa vía equivalencia simbólica al
deseo de tener un niño, primero del padre y ante la
imposibilidad, de un hombre.
La condición de posibilidad de amar alguna vez a un hombre
es haber amado al primero: el padre. Después habrá que
poder dejarlo, pero esa es otra instancia. Si no se amó al
padre se puede querer tener un hijo pero este hijo no va a ser
manifestación de la feminidad.
Freud nos dice que la niña se dirige al padre y se aferra a él
como un puerto de salvación; sin embargo, nos advierte que
algunas veces el camino al padre se haya impedido por los
restos de la vinculación preedípica a la madre. Y otras porque
la niña puede verse defraudada en su relación con el padre y
retornar a la vinculación abandonada con la madre.
La posición femenina se transmite de madre a hija. La madre
con su deseo y sus palabras va a marcar el cuerpo de una hija.
Para esto tiene que aparecer como no-toda, sometida a la ley
simbólica. Pero también va a ser necesario en la constitución
de la feminidad hallar un lugar en el deseo del padre como hija
mujer. Por otra parte, que se ame al padre no sólo depende de
él sino también de lo que propicie el Otro primordial.
En los casos en los que se combinó, no la dificultad, sino la
imposibilidad del Otro primordial en transmitir la posición
femenina a una hija (las madres de Dora y de la joven
homosexual) con la ineficacia de un padre para hacerle llegar
su amor (el padre de la joven homosexual), es donde he
encontrado un obstáculo insalvable para transitar el camino
de la neurosis a la feminidad.
Si incidía sólo uno de estos dos factores en la estructura, y se
establecía la transferencia condición excluyente de un análisis, el
recorrido era posible, como en el caso que he relatado.

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