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Honduras 677
INTRODUCCIÓN
El presente informe de investigación es un estudio realizado por el Ins-
tituto de Investigación y Evaluación Educativa de la Universidad Pedagógica
Nacional Francisco Morazán (UPNFM) de Tegucigalpa, Honduras, para la co-
lección «Forjadores de la universidad en América Latina», y presenta los resul-
tados de investigación sobre los hombres y mujeres forjadores de la universidad
hondureña entre los siglos XIX y XX.
El estudio está estructurado en dos apartados. En el primero, titulado «For-
jadores de la universidad hondureña en el siglo XIX», se expone el aporte educa-
tivo de tres grandes pensadores e intelectuales hondureños: José Trinidad Reyes y
Sevilla, quien fue el fundador de la Universidad Central de Tegucigalpa, en 1845;
Ramón Rosa, quien fue el ideólogo de la reforma liberal en honduras en 1876
e impulsor de la primera gran transformación universitaria del siglo XIX bajo el
influjo del positivismo, y finalmente de Adolfo Zúniga, colaborador de Ramón
Rosa y nombrado rector de la universidad en el periodo reformista.
El segundo apartado, titulado titulado «Forjadores de la universidad hon-
dureña en el siglo XX», da cuenta del aporte y colaboración de dos figuras emble-
máticas de la historia de la educación en el país: el venezolano Luis Beltrán Prieto
Figueroa, que fue el fundador de la Escuela Superior del Profesorado Francisco
Morazán (ESPFM) en 1956, y con ello modernizador de la profesionalización
docente en el país y, en segundo lugar, el aporte a las esculas agrícolas del esta-
dounidense Wilson Popenoe; de tercero se presenta el aporte de Irma Acosta de
Fortín, quien fue la primera mujer egresada de ingeniería civil de la Universidad
Nacional en Honduras, y a la postre, se convirtió en la primera profesional en
incursionar en la creación y fundación de universidades privadas en Honduras.
1 José Trinidad Reyes (1777-1855), aprendió sus primeras letras en su ciudad natal, Teguci-
galpa. De adolescente, se trasladó a estudiar a la universidad de León en Nicaragua, donde
obtuvo el grado de bachiller en filosofía, teología y derecho. Posteriormente, decidió seguir
la carrera eclesiástica y en 1822 se ordenó como presbítero. De regreso a Tegucigalpa, se con-
virtió en párroco de la ciudad, en donde aglutinó a un grupo de jóvenes, entre ellos Máximo
Pensadores y forjadores
Soto, Yanuario Girón y Pedro Chirinos, fundando con ellos el 14 de diciembre de 1845 «La
Sociedad del Genio Emprendedor y del Buen Gusto», de la que fue rector, institución que
impartía cursos de filosofía y gramática latina. En 1846, el congreso hondureño decretó la
protección gubernamental de la sociedad y así pasó a denominarse «Academia Literaria de
Tegucigalpa». Debido al éxito alcanzado, el gobierno de Juan Lindo aprobó la conversión de
la academia en universidad el 19 de septiembre de 1847, naciendo de esta forma la primera
institución educativa superior en la historia de Honduras. Reyes fue un promotor incan-
sable de la cultura, principalmente de la literatura, la música y del teatro, espacio en el que
destacó al legar sus conocidas «Pastorelas», desde entonces una tradición valiosa en el país.
Los nombres de sus pastorelas (9 en total) son: «Olimpia», «Noemi», «Nicol», «Neftalia»,
«Zelfa», «Rubenia», «Elisa», «Albano» y «Flora o la pastorela del Diablo».
Pensamiento universitario latinoamericano
do en la edad media, narraciones sobre el nacimiento del niño Jesús, teniendo 679
como elementos fundamentales a los pastores que adoraban al recién nacido,
así como de temas bíblicos, pero donde Reyes exalta su critica social y sátiras
políticas, circunstancias que lo condujeron a ser detenido en 1842.
Sus pequeñas representaciones fueron: Noemí, Nicol Neptalí, Zelfa, Ru-
benia, Elisa, Albana, Olimpia y Flora o pastorela del Diablo.
Tenia una vigorosa vocación de maestro, escritor, poeta, catedrático, edu-
cador en el pulpito y escritor feminista; su criterio sobre la educación de la mu-
jer lo expuso en un artículo, bajo el seudónimo de Sofía Seyers, donde criticaba
la actitud de la sociedad en relación a la mujer.
En 1842 el papa Gregorio XVI lo nombró obispo de Honduras, pero las
intrigas políticas internas del jefe de estado Francisco Ferrera no le permitieron
alcanzar dicho nombramiento.
Su formación eclesiástica la orientó hacia la metafísica; era seguidor de
Aristóteles y de santo Tomas de Aquino, de ahí su interés por las ciencias natu-
rales y la vieja metafísica escolástica.
En 1832 fue nombrado diputado a la Asamblea Legislativa. Ahí inició
sus actividades políticas y en 1835 como naturista explica el fenómeno de la
lluvia del polvo como consecuencia de la erupción del volcán de Cosigüina
manifestando: «No os aflijáis, ni deis escándalo: no es el día del juicio, un vol-
cán cercano ha hecho erupción: el peligro ha pasado, y el polvo dejará de caer
dentro de poco» .
Más tarde, hacia comienzos de la década del cuarenta del siglo XIX, ante
la inexistencia de un centro universitario en el país, el padre Reyes, así como un
grupo de intelectuales y de amigos, tuvieron la feliz idea de constituir un centro
académico para tal fin. Reyes tuvo la certeza de aceptar las ideas de la fundación
de la academia literaria propuesta por Máximo Soto, Alejandro Flores, Yanua-
rio Girón y Miguel Antonio Róbelo. Así, fundaron «La Sociedad del Genio
Emprendedor y del Buen Gusto» el 14 de diciembre de 1845.
La presencia de Reyes era necesaria, porque lo consideraban como una
ilustre personalidad que le iba a dar vida y prestigio a la recién conformada
sociedad académica. Su primer rector fue el mismo padre Reyes, y vice-rector,
don Miguel Antonio Róbelo.
Desde su incorporación, Reyes también desempeñó el cargo de catedráti-
co, resaltando su afán de pedagogo en las cátedras de Filosofía, Cánones, Física
entre otras, en colaboración con sus más allegados catedráticos, elaboraron los
planes de estudios y los programas de la sociedad.
En esa misma década de los años cuarenta del siglo XIX se realizó la
reapertura del Colegio Tridentino de Comayagua (que había sido fundado en
1679), impartiéndose las cátedras de Filosofía y Gramática. La sociedad hon-
dureña de ese momento no contaba con un centro de educación superior como
los que se habían creado en Guatemala (1681); Nicaragua (1812); El Salvador
(1841) y Costa Rica (1843).
Pensadores y forjadores
Las ciencias contribuyen sobremanera a hacer felices a los pueblos y a los hom-
bres, y que en los países donde por fortuna se han adoptado los principios demo-
cráticos, son absoluta necesidad, y he aquí el don precioso que vienen a ofrecerle.
Ven la falta de establecimiento de enseñanza; advierten, no sin dolor, que en
Honduras las ciencias están todavía encerradas bajo los pergaminos y capelladas,
y no pueden ser indiferentes al mal logro y desperdicio de talentos privilegiados
que se quedan sin cultivos, debiendo ser honor de un país. Y sin otro móvil que
enardecido patriotismo y filantropía; sin más ambición que las de ver preparar
a su suelo natal, y sin otra aspiración que la de ser útiles a sus semejantes, toman
hoy ardua empresa de la enseñanza de la juventud.
2 Ramón Rosa nació y falleció en Tegucigalpa (1848-1893). Sus padres fueron Juan José
Soto e Isidora Rosa. Aprendió sus primeras letras con una famosa profesora, que más tarde
personificó en su obra «La maestra escolástica». Se graduó de bachiller en la Universidad
Nacional de Tegucigalpa, y luego partió a Guatemala, donde realizó estudios universita-
rios. Tras triunfar la revolución liberal de 1871 en ese país, fue nombrado subdirector de
Hacienda y más tarde ministro de Relaciones Exteriores. Ahí, se empapó de la filosofía po-
sitivista, la cual aplicó al llegar al poder en su tierra natal. Destacó en el campo periodísti-
co, siendo fundador del periódico El Centroamericano y de la revista Guacerique. Escribió
artículos y ensayos sobre política, economía y cultura en general, además de algunas bio-
grafías sobre personajes sobresalientes en los procesos independentistas, como la de José
Cecilio del Valle y Francisco Morazán, entre otras. Con el apoyo de Justo Rufino Barrios,
su primo –Marco Aurelio Soto–, ascendió a la presidencia de la república de Honduras
en 1876, y éste lo nombró secretario general del gobierno, con lo cual, emprendieron
el proceso conocido como reforma liberal en el país. En 1948, los historiadores Rafael
Heliodoro Valle y Juan Bautista Valladares, recogieron gran parte de la obra de Rosa en un
libro titulado Oro de Honduras.
Pensadores y forjadores
encontraban actualizados; en ese momento no tenía diferencia con los inicia- 683
dos en 1847, impartiéndose las mismas cátedras: Latinidad, Filosofía, Derecho
Civil y Sagrados Cánones.
Faltaban cátedras de idiomas vivos, matemáticas y otras ciencias prácti-
cas. De estos cuestionamientos es que surgirá la atención del supremo gobierno
para impulsar el desarrollo concerniente a una verdadera enseñanza científica.
Cumplir el deseado anhelo de la formación de ciudadanos representados
en una juventud deseosa y capaz de dar vida a la república, solamente sería
posible mediante un cambio en los planes y programas de estudios, abriendo
nuevas cátedras y estudios prácticos.
Estas inquietudes no solamente partían de la Dirección de Estudios y
algunos catedráticos, a ellas se sumaban las de los estudiantes, quienes a través
de panfletos y representaciones teatrales hacían sentir su posición crítica y la
exigencia de reforma de los planes de estudio.
Estos hechos ocurrían hacia 1869, durante el gobierno de José María
Medina, quien tomó las iniciales acciones para transformar totalmente la es-
tructura académica y administrativa de la universidad, impulsando la reforma
a sus estatutos y suprimiendo el claustro y la Dirección de Estudios. De esta
manera, la elección del rector, vice-rector y el cuerpo de catedráticos que an-
teriormente eran electos mediante una votación directa por los involucrados
en el quehacer académico universitario, ahora serían nombrados directamente
por el poder ejecutivo.
Estas fueron algunas de las situaciones que atravesó la universidad en los
años previos a la reforma; su funcionamiento se encontraba muy vinculado a
los desenlaces de la sociedad hondureña entre guerras civiles ocurridas entre
1875 y 1876.
Esta situación prevaleció hasta la implementación del código de Instrucción
Pública, sancionado el 31 de diciembre de 1881, emitido por el gobierno reforma-
dor. Los máximos exponentes de la reforma educativa fueron Ramón Rosa y Adolfo
Zúniga, no solamente por ser los ideólogos, sino por la experiencia de ambos.
En su ideario, Rosa nos habla de las ciencias y la enseñanza, donde ma-
nifestaba:
684 colonial y las luchas estériles en que había caído la sociedad. Urgía para Rosa
la llegada de «grandes corrientes de inmigración que traigan, con sus nuevos
pobladores, el espíritu de empresa y el espíritu de libertad que han formado ese
pueblo pródigo que se llama Estados Unidos de América».
Para Rosa, el progreso de las naciones giraba en torno al papel del estado
en la formación de ciudadanos útiles, la descentralización, el progreso, las cien-
cias, la industria, el comercio, el libre juego de las ideas. Así, consideraba que el
gobierno era una ciencia y la administración experiencia científica.
Las reflexiones de Rosa conducen a afirmar que la situación encontrada
en la sociedad hondureña en 1876, no permitiría impulsar los cambios de esa
sociedad anhelada e idealizada por los reformadores, y en especial en la educa-
ción pública en sus diversos niveles.
Por lo que debía de existir un punto armónico y de inicio coherente, es
por ello que en 1878, Rosa como secretario de Instrucción Pública, decía:
Los reformadores dieron paso a la creación del Archivo y Biblioteca Nacio- 685
nal y en palabras de Rosa se comprendía que todo pueblo que carece de archivos
no puede reconstruir ni saber de su historia como nación, y precisamente a través
de su conciencia se podía conocer el pasado, que en la actualidad correspondería a
la memoria colectiva de los pueblos. Además enfatiza contundentemente su posi-
ción férrea hacia las verdades que él consideraba a través de la ciencia positiva.
Sin embargo, en el plano educativo, la pretensión más ambiciosa fue
impulsar y modernizar la educación universitaria. En este sentido, el logro
más sonado de la reforma fue la reapertura y reorganización de la «Universidad
Central», en 1882, y en la que se empezó a cultivar el sistema positivista, el cual
hacía énfasis en la formación de cuadros técnicos y científicos. La rectoría de
la universidad fue encomendada al Dr. Adolfo Zúniga –egresado de la misma
universidad fundada por el padre Reyes–, desde luego cercano colaborador del
régimen y uno de los liberales más reconocidos y emblemáticos de fines del
siglo XIX. Una vez nombrado Zúniga en la máxima casa de estudios, la univer-
sidad se dividió en facultades, formándose las de Jurisprudencia, Ciencias Polí-
ticas, Medicina y Cirugía y la de Ciencias. La nueva organización universitaria
estableció que al término de los estudios se otorgarían los títulos de licenciado y
también quedó reglamentado el sistema para la obtención de doctorados.
En general, el pensamiento ideológico detrás de estas reformas educativas
se puede visualizar en el Discurso en la apertura de la universidad por parte de
Ramón Rosa, pronunciado en 1882. Ese texto contiene aspectos que nos in-
teresa particularmente subrayar: la defensa de las ciencias experimentales y del
positivismo frente a la teología y la metafísica, argumentando que
3 Véase: Pérez Brignoli, Héctor, «La Reforma Liberal en Honduras» en: Cuadernos de Cien-
cias Sociales, Tegucigalpa, Nº 2, Editorial Nuevo Continente, 1973, pp. 8-19. Sobre la
obra y discursos de Ramón Rosa, especialmente el Discurso en la apertura de la Universi-
dad, es importante consultar: Carías, Marcos (compilador), Ramón Rosa. Obra escogida,
Tegucigalpa, Editorial Guaymuras, 1980 y: Valle, Rafael Heliodoro y Valladares, Juan
Bautista (antólogos), Oro de Honduras. Antología de Ramón Rosa, Tegucigalpa, Aristón,
1948, tomo I.
Pensadores y forjadores
686 reflejan en el discurso las amplias lecturas que había hecho de los autores clási-
cos de la antigüedad, el medioevo y desde luego de los intelectuales de la edad
moderna: Tales de Mileto, Sócrates, Aristóteles, Platón, Cicerón, Séneca, Tomás
de Aquino, Abelardo, Malebranche, Leibnitz, Spinoza, Kant, Rousseau y otros4.
En síntesis, Rosa es el primer gran reformador de la universidad hondure-
ña en el siglo XIX, y el que introduce la corriente positivista en el país.
[…] Ya que la universidad se había mantenido estática y sin saber responder a las exi-
gencias del progreso nacional, marchando también a la zaga del momento político […]
desde hacía más de veinte años, desde que Máximo Soto, Alejandro Flores, Yanuario
Girón y Miguel Antonio Robelo, dirigidos por José Trinidad Reyes, abrieron las clases
de latín, filosofía y teología moral, nada se había hecho por mejorar la enseñanza.
¿Pero después de lo que hicieron los fundadores de la universidad: ¿Qué hemos he-
cho nosotros, los que todo lo debemos a este patriótico establecimiento? No tengo
embarazo en decirlo, poca cosa, tal vez nada. Una clase de idioma muerto, otra de
filosofía escolástica […] Derecho canónico y civil, no satisfacen las exigencias de la 687
sociedad actual, no corresponden al grado de cultura, que han alcanzado las her-
manas repúblicas de Centroamérica, y sobre todo no pueden llenar las necesida-
des palpitantes del país. El hondureño, por consiguiente, debe conocer, al menos,
algunas de las lenguas vivas, que se hablen en la parte más civilizada de la tierra, la
Europa […] La universidad es quien debe comprender y llenar esa necesidad.
688 superstición, el fanatismo, las injusticias y los absurdos, que más o menos disfra-
zados, forman aún la trama de nuestra vida intelectual, moral, social y política.
Parafraseando a Zúniga, su idea se basaba en la urgencia de ejecutar las
grandes empresas industriales como la construcción del ferrocarril y del telégrafo,
proyectos prioritarios de la reforma liberal para impulsar el desarrollo de Hon-
duras. Pensaba que con su ejecución se daría a nuestros pueblos los hábitos de
trabajo, orden y moralidad que, según él, no poseían y que no existía otra forma
de aprender la ciencia de la administración y de gobierno. Así, enfatizaba que:
Los postulados de Zúniga son los mismos que los de Rosa; este hecho se tradu-
jo en el manejo de un solo discurso en relación a la educación en todos sus niveles y
con gran significación y empuje hacia aquella que sería la que formara al profesional
que los reformadores proponían bajo la paz y el progreso, es decir, la universidad.
Dentro del pensamiento de Zúniga se expresaba un interés por la crea-
ción de nuevas facultades para la Universidad Central; para él, todavía pesaba el
legado colonial con su escolástica, su filosofía, donde primero se pensaba, luego
se razonaba. La nueva educación tenía que estar en concordancia con los postu-
lados derivados de la gran revolución francesa y de la corriente positivista.
Las ideas de Zúniga se fortalecieron aún más hacia 1891, cuando ocupó la
secretaría de Educación en el gobierno del general Ponciano Leiva. Las diversas
facetas de Zúniga lo llevaron también al campo del periodismo, la literatura, la
política y la jurisprudencia; así, se convirtió en académico y diplomático, y escri-
bió para los periódicos El Electoral, El Amigo del Pueblo, El Nacional y La Paz.
En resumen, Zúñiga, junto a Ramón Rosa, fueron los grandes reformado-
res de la universidad hondureña a finales del siglo XIX, y quienes modernizaron
e introdujeron el positivismo al país a través del nivel de educación superior.
Sus estudios de educación primaria los realizó en la Escuela Federal «Fran- 689
cisco Esteban Gómez», en su estado natal de la Nueva Esparta, culminándolos
en 1918. Luego, cursó sus estudios de bachillerato en el Colegio Federal de La
Asunción y en el Liceo Caracas de la capital venezolana; donde obtuvo el título
de bachiller en Filosofía y Letras en 1927. Finalmente, realizó sus estudios uni-
versitarios en la Universidad Central de Venezuela (UCV), de Caracas, donde
obtuvo el título de doctor en Ciencias Políticas y Sociales en 1934.
Desde antes de ingresar a la universidad, Prieto Figueroa empezó su ver-
tiginosa y extensa carrera docente, pasando prácticamente por todos los niveles
del sistema educativo en su natal Venezuela, y después en varios países latinoa-
mericanos que se vieron favorecidos con sus servicios magisteriales. En efecto,
Prieto Figueroa fungió primero como maestro de la Escuela Federal «Francis-
co Esteban Gómez» de La Asunción, estado Nueva Esparta desde 1920 hasta
1925. Posteriormente, fue profesor de Castellano en el Liceo «Andrés Bello» de
Caracas entre 1932 y 1936, y luego profesor de Educación y de Sociología de la
Educación en el Instituto Pedagógico Nacional de Caracas, en 19366.
Esa experiencia docente le valió para poner en práctica sus conocimientos
pedagógicos fuera de sus fronteras patrias, la cual tuvo que abandonar tanto por
razones personales como políticas debido a las sempiternas crisis políticas que atrave-
saron los países latinoamericanos a mediados del siglo XX. Así, Prieto Figueroa, antes
de arribar a Honduras, trabajó en Cuba, donde desempeñó el puesto de profesor de
Educación de Adultos y Alfabetización, en la Facultad de Pedagogía de la Universi-
dad de La Habana, entre 1950 y1951, y luego en Costa Rica, donde fue profesor de
Principios de la Educación en la Escuela Normal de Heredia, entre 1953 y 1955.
Además de esa experiencia docente, para esta época previa a su llegada a
Honduras, Prieto Figueroa ya había acumulado también una vasta producción
bibliográfica que mantuvo ininterrumpida hasta poco antes de su muerte. Para el
caso, algunos de sus títulos más importantes anteriores a su llegada a Honduras
en 1955 son por ejemplo, La adolescencia, Psicología y canalización del instinto de
lucha, Los maestros: eunucos políticos, La higiene escolar en Venezuela, Apuntes de
psicología de la educación, y La escuela nueva en Venezuela7. Toda esa labor intelec-
tual fue decisiva para su relevante aporte pedagógico en Honduras.
En efecto, en 1956, el país estaba atravesando una etapa de modernización de
sus estructuras políticas, sociales y económicas, y fue así que el gobierno decidió crear la
Escuela Superior del Profesorado Francisco Morazán (ESPFM), hoy conocida como
Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán (UPNFM), ante la ingente ne-
cesidad de formar en el nivel superior a los docentes que ejercían en el nivel medio o
6 Ibíd., p. 1.
7 Cfr. Prieto Figueroa, Luis, La adolescencia, Caracas, Cooperativa de Artes Gráficas, 1ª edi-
ción, 1934; Prieto Figueroa, Luis, Psicología y canalización del instinto de lucha, Caracas,
Cooperativa de Artes Gráficas, 1ª edición, 1936; Prieto Figueroa, Luis, Los maestros: eunucos
políticos, Caracas, 1ª edición, 1938; Prieto Figueroa, Luis e Izaguirre, Pablo, La higiene
escolar en Venezuela, Caracas, Editorial Bolívar, 1939; Prieto Figueroa, Luis, Apuntes de psi-
cología para la Educación Secundaria y Normal, Caracas, 1ª edición, 1940 y Prieto Figueroa,
Luis y Padrino, Luis, La escuela nueva en Venezuela, Caracas, Editorial Bolívar, 1940.
Pensadores y forjadores
690 secundario. De esa manera, en 1956, bajo los auspicios de la UNESCO se realizó una
investigación sobre el estado de la educación en el país, la cual encontró que el 52% de
los docentes que laboraban en educación media solamente poseían el título de maes-
tros de educación primaria; el 15% tenían grado universitarios y el 8% eran bachille-
res; mientras solamente 3 profesores acreditaban título para enseñar en ese nivel8. El
estudio también señalaba que la mayoría de los docentes estaban dispuestos a profesio-
nalizarse. Con base en este informe, una misión de asistencia técnica de la UNESCO
auspició la creación de una institución llamada a formar, a nivel superior, al magisterio
hondureño. El jefe de la misión de la UNESCO era el educador venezolano Dr. Luis
Beltrán Prieto Figueroa, quien dirigía a un grupo de distinguidos profesionales de la
educación latinoamericana, como los profesores Daniel Navea Acevedo (Chile), Jorge
Arancibia (Chile), Luz Vieira Méndez (Argentina) y Aída Migone (Chile).
De este modo, gracias al estudio dirigido por Prieto Figueroa, el estado hon-
dureño creó la ESPFM, decreto nº 24 del 15 de diciembre de 1956, durante
la junta militar de gobierno formada por el general Roque J. Rivera, el coronel
Héctor Caraccioli y el mayor Roberto Gálvez Barnes; la creación de la institución
se fundamentó en consideraciones tales como: no contar con personal docente
formado en el nivel de educación media; elevar la cultura de los docentes de la
república para mejorar el sistema educativo y orientar a la juventud; el empirismo
docente imperante en los establecimientos públicos y privados, tanto de educa-
ción primaria como de media, entre otros factores9. Las atribuciones encomenda-
das a la naciente institución fueron las siguientes:
a) Formar al personal docente para la educación media.
b) Preparar los directores, técnicos y administradores para todos los niveles
de educación, excepto el universitario.
c) Perfeccionar sistemáticamente al personal docente y otros especialistas
para la educación pre-escolar, primaria, de adultos, extraescolar, secun-
daria, normal y técnico-vocacional.
d) Profesionalizar al profesorado sin título docente que sirva en la educación
primaria y en la educación media.
e) Investigar la realidad educativa nacional, aplicar y difundir los resultados
obtenidos y divulgar toda forma de cultura10.
De esta forma, en el año de 1957, la ESPFM inició sus labores académicas,
nombrándose como primera directora a la Prof. Ruth Lerner de Almea, tam-
bién venezolana como Prieto Figueroa. En este primer momento, el personal
docente y administrativo de la institución fue conformado mayoritariamente
por profesionales extranjeros, entre los que destacaba el Dr. Prieto Figueroa 691
como «Asesor Técnico» de la institución.
Además de Luis B. Prieto, otros ocho maestros asumieron la enorme respon-
sabilidad de encauzar a la naciente institución, atendiendo a los 80 estudiantes (70
hondureños y 10 centroamericanos) que ingresaron en calidad de primera promo-
ción.11 Dos de los docentes acreditaban el grado de doctor: el subdirector, Dr. Gui-
llermo E. Durón y el asesor técnico del departamento de profesionalización, Dr. Luis
Beltrán Prieto; mientras, los siete restantes ostentaban la formación de profesores de
educación media. Cuatro de los nueve profesionales eran de nacionalidad hondure-
ña, mientras los cinco restantes eran destacados docentes latinoamericanos.
Este personal docente fue aumentando a medida en que fue incrementán-
dose la matrícula y ampliándose las necesidades de personal especializado, que
sirviera los cursos para los estudiantes de segundo y tercer año de estudios. Hacia
1959, el personal docente de la ESPFM se había incrementado considerablemen-
te, hasta 38 profesionales (55% de ellos de nacionalidad hondureña y el 45%
restante extranjeros: cuatro catedráticos de Venezuela, cinco de El Salvador, tres
chilenos, dos cubanos, un mexicano, un argentino y un español). 12
En los años iniciales de la ESPFM, la participación del Dr. Prieto Figueroa fue
relevante para la institución. En primer lugar, fue decisivo a la hora de fundar la ES-
PFM a partir del informe encomendado por el gobierno a su persona, y asimismo,
fue significativa su labor como asesor técnico del Departamento de Profesionaliza-
ción, que en realidad era la labor prioritaria de la institución en ese momento, dado
el escaso nivel de formación que tenían los maestros hondureños de educación
media. Además, fue importante también su labor docente dentro de la ESPFM.
En concreto, el Dr. Prieto Figueroa estuvo laborando en Honduras entre
1955 y 195813, y en ese periodo, gracias a sus gestiones, la ESPFM logró realizar
varias metas importantes, a saber:
a) Egresaron las primeras promociones de la institución, las cuales pusieron
en práctica los conocimientos adquiridos, en un regular número de insti-
tuciones de educación media a lo largo de todo el país.
11 Los otros maestros fueron: Ruth Lerner de Almea, Guillermo E. Durón, Fernando Figueroa
R., Bernardo Galindo y Galindo, José R. Almea, Luz Viera Méndez, Emilio Abreu Gómez.
12 Catedráticos de la Primera Promoción de la Escuela Superior del Profesorado Francisco
Morazán, 1957-59 –de Honduras–: Benjamín Banegas, Víctor Donaire, Luis Alberto
Baíres, Ana Gómez Romero, Olga Q. De Cuevas, Ramiro Cabañas, Rubén Mondragón,
Marco Antonio Casco, Rodolfo Rosales Abella, Arturo Quezada, Felipe Benicio Flores,
Arturo Machado, Roberto Sánchez, J. Alfonso Berganza, Julia Bustillo Gómez, Guiller-
mo E. Durón, Víctor F. Ardón, Aída Guererro Fontecha, Carlota Falck, Napoleón Mén-
dez Guillén. Extranjeros: –de Venezuela– Luis Beltrán Prieto, Ruth Lerner de Almea, José
R. Almea, Renée Hartman; –de Chile– Daniel Navea Acevedo, Aída Migone de Aranci-
bia, Jorge Arancibia; –de Argentina– Lu Vieira Méndez; –de Cuba– Alicia Hernández de
Muñoz, Max Figueroa Araujo; –de El Salvador– Rutilio Quezada, Roberto Vega, Roberto
Marroquín, Hilda Loyo, Elsa Leal; –de España– José Martínez Cross.
13 Véase: Rodríguez Bello, Luisa Isabel, et. al., Luis Beltrán Prieto Figueroa: una lección de
dignidad, Caracas, Fundación Luis Beltrán Prieto Figueroa, 2006, p. 64.
Pensadores y forjadores
15 El señor Wilson Popenoe nació en Estados Unidos en 1892, y murió en Antigua, Gua-
temala, en 1975. Su labor investigativa y académica en el campo de la agricultura en
América Latina –en especial en Centroamérica– es ampliamente conocida; sus principa-
les logros en este sentido los llevó a cabo en Honduras, donde fundó el Jardín Botánico
Lancetilla, en la ciudad de Tela, ubicada en el Caribe hondureño, y la fundación de la
«Escuela Agrícola El Zamorano», al oriente de Tegucigalpa, una de las más importantes
casas de estudio universitario del campo agrícola en la región latinoamericana.
16 Véase: Rosengarten, Frederic Jr., Wilson Popenoe: explorador agrícola, educador y amigo
de América Latina, Tegucigalpa, Editorial Guaymuras/ Zamorano Academia Press, 1ª
edición en español, 1995.
Pensamiento universitario latinoamericano
Fruit Company. Para la materialización del proyecto, Popenoe seleccionó el fértil 695
territorio del Valle del Yeguare, a 37 kilómetros al oriente de Tegucigalpa. El lugar
disponía de tierras feraces, con una elevación entre 800 y los 2000 metros sobre el
nivel de mar, rodeado de bosques de pino y con una adecuada reserva de agua. De
este modo, la United Fruit Company aprobó el proyecto, y donó tres millones de
dólares para iniciar la escuela; luego, durante veinte años contribuyó con otros tres
millones para cubrir los gastos de operación, y así, desde 1942, arrancó la primera
institución educativa de agricultura en Centroamérica del nivel superior17.
Quizás la principal característica en el modelo de enseñanza del currículo de
la Escuela Agrícola Panamericana introducida por Popenoe fue el lema de «apren-
der- haciendo», inspirada en la expresión latina de labor omnia vincit, que significa
«el trabajo lo vence todo». De esta manera, Popenoe hacía énfasis en el trabajo prác-
tico de la educación, es decir, el concepto de aprender haciendo. Él aseguraba que
Bibliografía
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