En la primera meditación, Descartes cuestiona los principios que había admitido como verdaderos desde su niñez. Explica que es necesario liberarse de antiguos prejuicios mediante la duda, poniendo en duda incluso las cosas materiales. Argumenta que aunque los sentidos a veces nos engañan, también nos muestran cosas indudables. Concluye que las ciencias como las matemáticas que tratan cosas simples contienen una verdad invariable, a diferencia de ciencias como la física.
En la primera meditación, Descartes cuestiona los principios que había admitido como verdaderos desde su niñez. Explica que es necesario liberarse de antiguos prejuicios mediante la duda, poniendo en duda incluso las cosas materiales. Argumenta que aunque los sentidos a veces nos engañan, también nos muestran cosas indudables. Concluye que las ciencias como las matemáticas que tratan cosas simples contienen una verdad invariable, a diferencia de ciencias como la física.
Descripción original:
A continuación, se detallaran los principales rasgos de las meditaciones metafísicas de Descartes
En la primera meditación, Descartes cuestiona los principios que había admitido como verdaderos desde su niñez. Explica que es necesario liberarse de antiguos prejuicios mediante la duda, poniendo en duda incluso las cosas materiales. Argumenta que aunque los sentidos a veces nos engañan, también nos muestran cosas indudables. Concluye que las ciencias como las matemáticas que tratan cosas simples contienen una verdad invariable, a diferencia de ciencias como la física.
En la primera meditación, Descartes cuestiona los principios que había admitido como verdaderos desde su niñez. Explica que es necesario liberarse de antiguos prejuicios mediante la duda, poniendo en duda incluso las cosas materiales. Argumenta que aunque los sentidos a veces nos engañan, también nos muestran cosas indudables. Concluye que las ciencias como las matemáticas que tratan cosas simples contienen una verdad invariable, a diferencia de ciencias como la física.
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En la primera meditación Descartes nos dice que desde su niñez
había admitido como verdaderas mucha opiniones falsas. Al
cuestionarse esos principios, y no por ligereza sino por fuertes razones, ha de liberarse de antiguos prejuicios. Y para esto no será necesario que demuestre que todos ellos son falsos, bastará para rechazarlos que encuentre, en cada uno, razones para ponerlo en duda. También nos habla de las razones por las cuales podemos dudar en general de todas las cosas y, en particular de las materiales, motivo por el cual nos insta a acostumbrar a nuestro espíritu a desligarse de los sentidos, pues todo lo que se tiene por verdadero y seguro lo ha aprendido de ellos y ha podido experimentar que no se puede confiar por completo en ellos pues a veces nos engañan; aunque por otro lado los sentidos nos muestran cosas de las que no se puede razonablemente dudar. Para ello Descartes nos refiere la sensación que se tiene, al soñar, de estar viviendo una realidad; al ser difícil distinguir el sueño de la vigilia y, a pesar de que lo que en ellos se vea son meramente una ilusión, ésta ha de estar basada en realidades al no poder inventar algo totalmente novedoso sin que nunca haya sido visto o sea el resultado de una mezcla y composición de partes diferentes. También añade que, aún en el caso de que alguien pudiese en realidad crear algo completamente nuevo, los colores de los que estaría compuesto serían verdaderos (verdad absoluta). Para Descartes las ciencias que dependen de la consideración de las cosas compuestas, son muy dudosas e inciertas (física, astronomía, medicina) ; por el contrario las que tratan cosas muy simples y generales (aritmética, geometría), sin preocuparse mucho de si están o no en la naturaleza, contienen una verdad que prevalece. Descartes pone como ejemplo que el hecho de que uno esté dormido o despierto no cambia la verdad tan clara de que dos más tres suman cinco, o que el cuadrado nunca tendrá más de cuatro lados. Mas aún así, Descartes crea la incertidumbre de que exista un dios – al que él denomina “genio” o espíritu maligno para diferenciarlo del Dios cristiano que es todo bondad – que le haga equivocarse siempre al hacer dicha suma o contar los lados del cuadrado, añadiendo que quizá algunos preferirán negar la existencia de tan poderoso Dios a creer que todas lasdemáscosassoninciertas. En esta primera meditación, Descartes no cuenta que, al cuestionarse todo lo que antes creía verdadero, a partir de entonces, de hallar algo cierto y seguro en las ciencias, se abstendrá de darle crédito, demostrando desconfianza hasta llegar a una firmación de la que no pueda dudar, de la que tenga absoluta certeza, a través de la meditación y el conocimiento.
Llegado a este punto, en la 2ª Meditación Metafísica, y una vez
destruidos todos los conocimientos que había adquirido durante su vida, Descartes busca volverlos a reconstruir mediante un patrón fiable y de mucha más solidez y para ello aplica la duda a la propia duda, encontrando un elemento que prevalece a ésta: “si dudo que dudo puedo tener la certeza de que estoy dudando; lo cual implica necesariamente que estoy pensando; y si estoy pensando es indudable que estoy existiendo”. Descartes llega a la conclusión de que si piensa, existe, siendo ésta la primera verdad absoluta a partir de la cual va a construir todo el conocimiento. Este pensamiento queda plasmado en su célebre la frase “cogito ergo sum” (pienso, por lo tanto existo). Además demuestra la existencia del espíritu, distinguiendo lo que pertenece a la naturaleza intelectual de lo que pertenece al cuerpo, siendo el cuerpo divisible mientras que el espíritu (alma del hombre) es indivisible, siendo ambas naturalezas no sólo diversas sino incluso en cierta forma contrarias. Para Descartes el cuerpo no es más que el medio que usa el alma para interactuar con el mundo material creado por Dios. En esta meditación Descartes también expone que el contenido inmediato del pensamiento es la realidad existencial del sujeto pensante: la duda puede afectar a todos los contenidos del pensamiento, pero no puede afectar al “yo” donde estos contenidos están. Intuimos la existencia de un “yo” cuya esencia es ser pensamiento. En esto precisamente consiste intuir, pero para ello las ideas han de ser simples, ya que sólo de lo simple hay verdadera intuición. El resto del conocimiento es deducción. Asimismo Descartes desarrolla la idea de que una cosa engendra otra cosa, y por esto concibe la existencia de un Dios perfecto e infinito, siendo nosotros seres creados por él y causa de ello es que podemos tener ideas acerca de lo infinito y lo inmortal. También nos dice que él tiene la idea de Dios antes que la de sí mismo, ya que Dios posee más realidad y mayor perfección; aduciendo que para sentirse imperfecto, ha de sentir algo más perfecto que él con lo que compararse.
Para realizar esta tercera meditación, Descartes nos dice que
primero ha de mantener apartados sus sentidos para así sostener un coloquio consigo mismo, haciendo introspección. El filósofo francés establece como criterio de verdad la claridad y la distinción: todas las cosas que concebimos de forma clara y distinta son verdaderas y se presentan al espíritu. Después examina si hay Dios, y si es así, si éste puede ser un dios engañador; pues, sin conocer esas dos verdades, dice no saber como poder alcanzar certeza de cosa alguna.” Para el padre de la filosofía moderna, las ideas no pueden ser falsas en sí mismas, dividiéndolas en tres clases: las que parecen innatas, las que parecen ajenas (venidas de fuera), y las que parecen inventadas por uno mismo. Descarte nos dice: “no sólo que la nada no podría producir cosa alguna, sino que lo más perfecto, es decir, lo que contiene más realidad, no puede provenir de lo menos perfecto... Para que una idea contenga tal realidad objetiva más bien que tal otra, debe haberla recibido, sin duda, de alguna causa, en la cual haya tanta realidad formal, por lo menos, cuanta realidad objetiva contiene la idea.” De aquí saca la conclusión de que si la realidad objetiva de una idea suya es tal que pueda saber con claridad que no está en él ni formal ni eminentemente, entonces es que no está sólo en el mundo, y que existe otra cosa que es causa de esa idea. Y añade que aunque pueda ocurrir que de una idea nazca otra idea, ese proceso no puede ser infinito, sino que hay que llegar finalmente a una idea primera, cuya causa sea como un arquetipo, en el que esté formal y efectivamente contenida toda la realidad o perfección que en la idea está sólo de modo objetivo o por representación. Por ello, Descartes nos dice que la idea por la que él concibe un Dios supremo, eterno, infinito, inmutable, omnisciente, omnipotente y creador universal de todas las cosas que están fuera de él, tiene en sí más realidad objetiva que las que le representan substancias finitas. Descartes demuestra la existencia de Dios diciendo que los humanos somos una sustancia que desea, y si desea es porque le falta algo, y si le falta algo es porque hay algo mejor, completo, perfecto. Aduce para ello que el hombre capta las cualidades de los objetos sin saber si son las auténticas. Para ello distingue entre dos tipos de cualidades: las primarias (las que captamos a través de la razón), claras y distintas y las secundarias (a través de los sentidos), que son las que nos pueden llevar al error. También no dice que, aún pensando que fuéramos seres perfectos y autosuficientes, se nos plantearía la duda de quién nos creó: “El cuerpo evidentemente nace de un parto y lo explica la biología; lo que nos falta es quién crea el alma (“res cogitans”). Evidentemente debe venir de un ser superior, Dios; sólo Él es capaz de unir al cuerpo una alma”. De esta manera Descarte argumenta la existencia de Dios. Y ya que la idea de la existencia de Dios no puede percibirse a través de los sentidos, sólo queda pensar que Él mismo nos pudo introducir esa idea de forma natural, como si ese fuese el sello que Dios nos deja al crearnos, como artífice de esa creación. Descartes basa toda la fuerza de este argumento en reconocer que sería imposible que él tuviese la idea de Dios, si Dios no existiera realmente.
Descartes nos dice en esta cuarta meditación que, habiendo
demostrado la existencia de Dios, ha apreciado también que nosotros somos imperfectos, una imperfección que se demuestra a la hora de realizar juicios, pues aunque podamos distinguir entre lo verdadero y lo falso a través de la razón, a veces nos equivocamos. Y añade que al separar su espíritu de los sentidos ha advertido tener más certeza de las cosas del espíritu humano, e incluso más aún de Dios, que de las cosas corpóreas. Nos aclara la idea que él tiene del espíritu humano: una cosa pensante incomparablemente más distinta que la idea de una cosa corpórea. Por otro lado, establece la verdad de que Dios es perfecto. Para ello Descartes nos dice que Dios es un ser completo e independiente; mientras que su existencia depende de Dios, lo cual le hace incompleto y dependiente, descubriendo así un camino que le conducirá, desde esta contemplación del Dios verdadero, al conocimiento de las restantes cosas del universo. Para ello y en primer lugar, Descartes reconoce que es imposible que Dios le engañe nunca, al ser perfecto y, al ser el engaño imperfecto, no puede proceder de Él. Asimismo en esta meditación Descartes considera que la potencia para juzgar la ha recibido de Dios, reconociendo que cuando no piensa más que en Dios, no descubre error o falsedad; mas volviendo luego sobre sí mismo la experiencia le enseña que está sujeto a infinidad de errores. También se pregunta cómo, si somos producto de de Dios, podemos ser imperfectos. Al buscar la causa percibe que a su espíritu no se presenta sólo una real y positiva idea de Dios sino también cierta idea negativa de la nada, o sea, de lo que está infinitamente alejado de toda perfección; Descarte nos dice que somos como el punto medio entre Dios, que es la perfección, y la nada (ser soberano-no ser) y por ello tenemos tendencia tanto a la verdad como al error. De ese modo, entiende que el error no es nada real que dependa de Dios, sino sólo una privación o defecto, y que si él yerra es por la falta de un conocimiento debería poseer. De ahí que, a la hora de distinguir entre lo verdadero y lo falso, nos dice el filósofo, usamos el entendimiento y la voluntad. A través del entendimiento captamos nuestro entorno sin afirmar ni negar nada, por lo que el error tiene que proceder de la voluntad, al realizar juicios sobre cosas que no conoce, haciéndonos errar; de ahí que debamos usar la razón antes que la voluntad. Además, para realizar buenos juicios debemos ver si la idea viene de Dios y es clara y distinta, pues será verdadera, y debemos evitar ideas confusas probablemente creadas por un genio maligno. Estas respuestas sitúan a Descartes como un hombre moderno que asume ya el desgajamiento existente entre el mundo de la Filosofía y el de la Teología. Descartes afirma, por un lado, que no corresponde a la Filosofía investigar acerca de los motivos que llevaron a Dios obrar de un modo u otro; y por otro, que si no es labor de la filosofía preocuparse por analizar los motivos y los fines del obrar de Dios, ¿qué sentido tiene que la ciencia física postule la existencia de causas finales? Descartes, al negar la importancia de las causas finales, cuestiona la filosofía aristotélica-tomista, predominante aún en su época.