Frances Olsen El Sexo Del Derecho
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Frances Olsen
Sumario
Desde el surgimiento del pensamiento liberal clásico, y tal vez desde los
tiempos de Platón, nuestro pensamiento se ha estructurado en torno de
series complejas de dualismos o pares opuestos: racional/irracional, ac-
tivo/pasivo, pensamiento/sentimiento, razón/emoción, cultura/naturaleza,
poder/sensibilidad, objetivo/subjetivo, abstracto/concreto, universal/par-
* Frances Olsen, “El sexo del derecho”, en Identidad femenina y discurso jurídico, compilado por Alicia
E. C. Ruiz, Buenos Aires, Editorial Biblos, Colección Identidad, Mujer y Derecho, 2000, pp. 25-42.
Publicado en David Kairys (ed.), The Politics of Law (Nueva York, Pantheon, 1990), pp. 452-
467. Traducción de Mariela Santoro y Christian Courtis.
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ticular. Estos pares duales dividen las cosas en esferas contrastantes o polos
opuestos1.
Tres características de este sistema de dualismos resultan importantes
para la discusión que sigue. Primero, los dualismos están sexualizados. Una
mitad de cada dualismo se considera masculina y la otra mitad, femenina.
Segundo, los términos de los dualismos no son iguales sino que constituyen
una jerarquía. En cada par, el término identificado como “masculino” es pri-
vilegiado como superior, mientras que el otro es considerado como negativo,
corrupto o inferior. Y tercero, el derecho se identifica con el lado “masculino”
de los dualismos.
1.1. Sexualización
1. Véase Hélème Cixous, “Sorties”, en E. Marks y 1. Courtivron (eds.), New French Feminisms (Nueva
York, Schocken Books, 198\), pp. 90-91; J. Derrida, Dissemination (The University of Chicago
Press, 1981); C. Christ, Diving Deep and Surfacing (Boston, Beacon Press, 1980), p. 25; J. Clegg,
The Structure of Plato’s Philosophy (Lewisberg, Bucknell University Press, 1977), pp. 18, 100-101,
188-191; F. Olsen, “The Family and the Market: A Study of Ideology and Legal Reform” (en Har-
vard Law Review, 96, 497, pp. 1570-1576, 1983); G. Frug, “The City as a Legal Concept” (en Har-
vard Law Review, 93, pp. 1057, 1057, 1980).
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es importante que las mujeres sean diferentes de los hombres o porque lo irra-
cional, pasivo, etc., son rasgos positivos cuando se aplican a las mujeres.
1.2. Jerarquización
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Las estrategias feministas para atacar el sistema dual dominante pueden di-
vidirse en tres amplias categorías. La primera categoría está compuesta por
estrategias que se oponen a la sexualización de los dualismos y que luchan
por identificar a las mujeres con el lado favorecido –con lo racional, activo,
etc.–. Las estrategias de la segunda categoría rechazan la jerarquía que los hom-
bres han establecido entre los dos lados de los dualismos. Esta segunda cate-
goría acepta la identificación de las mujeres con lo irracional, pasivo, etc.,
pero afirma el valor de estos rasgos: se trataría de rasgos tan buenos o mejores
que lo racional, activo, etc. La tercera categoría rechaza tanto la sexualización
como la jerarquización de los dualismos. Las estrategias de esta tercera cate-
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goría cuestionan y rompen con las diferencias que se sostiene existen entre
los hombres y las mujeres, y a la vez niegan la jerarquía de lo racional, activo,
etc., por sobre lo irracional, pasivo, etc. Racional e irracional, activo y pasivo
y demás términos no son polos opuestos y no pueden dividir –y de hecho
no dividen– el mundo en esferas contrastantes.
2. H. T. Mili, “Enfranchisement of Women”, en J.S. Mili y H.T. Mill, Essays on Sex Equality, ed. A.
Rossi (University of Chicago Press, 1970), pp. 89, pp. 100-101; M. Wollstonecraft, A Vindication
of the Rights of woman (Londres, J. Jonson, 1972), pp. 49-92.
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5. Véase Barbara Easton, “Feminism and the Contemporary Family”, en N. Cott y E. Pleck (eds.), A
Heritage of Her Own (Nueva York, Simon & Schuster, 1979), pp. 555-557; N. Cott y E. Pleck, In-
troduction, en ob. cit., p. 11; K. Melder, Beginnings of Sisterhood (Nueva York, Schocken Books,
1977), p. 53; Judith Walkowitz, “The Politics of Prostitution” (en Signs: Journal of Women in Culture
and Society, VI, 1980, reeditado en C. Stimpson y E. Person [eds.l, Women: Sex and Sexuality [Nueva
York, Simon & Schuster, 1980]), p. 145.
6. Véase C. Gilman, Herland (Nueva York, Pantheon Books, 1979).
7. Véase C. Gilligan, In a Different Voice (Cambridge, Harvard University Press, 1982); P. Spacks, The
Female Imagination (Nueva York, Knopf, 1975); A. Rich, “Origins and History ofConsciousness”
(en The Dream of a Common Language: Poems, 1974-1977, Nueva York, Norton, 1978), p. 7.
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2.3. “Androginia”
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11. Véase F. Olsen, ob. cit., pp. 1577-1578; C. Heilbrun, Towards a Recognition of Androgyny (Nueva
York, Harper & Row, 1973); E. Cook, Psychological Androgyny (Nueva York, Pergamon Press, 1985);
W. O’Flaherty, Women, Androgyness, and Other Mythical Beasts (The University of Chicago Press,
1980).
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12. Véase Reed v. Reed, 404 U.S. 71 (1971); Stanton v. Stanton, 421 U.S. 7 (1975); Craig versus Boren,
429 U.S. 190 (1976).
13. Véase F. Olsen, “Frorn False Paternalism to False Equality: Judical Assaults on Feminist Community,
Illinois 1869-1895”, Michigan Law Review, 84, pp. 1518-1520, 1541 (1986).
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14. Véase C. MacKinnon, Sexual Harassment of Working Women: A Case of Sex Discrimination (New
Haven, Yale University Press, 1979), pp. 144-146.
15 Véase M. J. Frug, “Securing Job Equality for Women: Labor Market Hostility to Working Mothers”
(en Boston University Law Review, 55, 1979).
16 Véase Taub y Schneider, “Women’s Subordination and the Role of Law”, en David Kairys (ed.),
The Politics of Law (Nueva York, Pantheon, 1990), p. 151; Kathryn Powers, “Sex, Segregation, and
the Ambivalent Directions of Sex Discrimination Law” (en Wisconsin Law Review, 55, 1979).
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Esta concepción del derecho conduce a una visión mucho menos opti-
mista sobre las posibilidades de reforma legal. MacKinnon escribe que “el
derecho refuerza más las distribuciones de poder existentes cuanto más cer-
canamente se adhiere a su propio ideal supremo de justicia”. Diane Polan
advierte que en la medida en que las mujeres articulen su pensamiento en
términos de “igualdad de derechos” e “igualdad de oportunidades” y limiten
su lucha al litigio judicial y al lobby, otorgan aprobación tácita al orden social
existente y “abandonan la batalla” por lograr más desafíos radicales a la so-
ciedad. El litigio judicial y las propuestas legislativas sólo pueden ser efectivos,
afirma Polan, “cuando son emprendidos en un contexto de cambios econó-
micos, sociales y culturales más amplios”. Rifkin va más allá en la cuestión.
Sostiene que el litigio judicial “no puede conducir a cambios sociales porque,
al sostener y confiar en el paradigma del derecho, el paradigma patriarcal se
mantiene y se refuerza”. Para eliminar el patriarcado, es necesario “desafiar
y transformar” el “paradigma del poder masculino en el derecho”.
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una práctica llevada a cabo por gente. Las personas que lo practican son pre-
dominantemente hombres, y muchos de ellos ofrecen descripciones sobre su
actividad que no son ni podrían ser verdaderas. Si bien es verdad que el derecho
ha sido dominado por los hombres, los rasgos asociados a las mujeres sólo han
sido oscurecidos, no eliminados. El derecho no es masculino. El derecho no
es racional, objetivo, abstracto y universal. Es tan irracional, subjetivo, concreto
y particular como racional, objetivo, abstracto y universal.
El derecho en conjunto no se corresponde completamente con ninguno
de los lados de los dualismos. El derecho no es universal, racional y objetivo
y, conforme a lo que creemos, jamás podrá serlo.
La afirmación de que el derecho es universal se basa en la creencia de
que consiste en unas pocas normas o principios generales, y que éstos pro-
porcionan fundamentos básicos para resolver casos particulares. Pero en lugar
de esto, el derecho está en realidad formado por la acumulación de gran can-
tidad de normas específicas y algunos principios muy generales. Las normas
son demasiado específicas, precisas y contextuales para considerarlas univer-
sales. La existencia de estas normas es lo que da al derecho el grado de “pre-
decibilidad” que posee, pero son demasiado particulares: cada norma cubre
muy pocos casos para hacer que el derecho sea universal. Por ejemplo, en la
actualidad hay una norma que establece que los Estados pueden sancionar
leyes sobre estupro diferenciadas según el género o el sexo para reducir la in-
cidencia de los embarazos de las adolescentes, y hay otra norma que establece
que la emancipación por mayoría de edad no puede estar basada en el género
o en el sexo. En el caso “Michael M. versus Sonoma County”21, la Corte Su-
prema [de Estados Unidos] aceptó la validez de una norma sobre estupro
que establecía diferencias según el sexo que, de acuerdo con la Corte Suprema
de California, fue sancionada para reducir la incidencia de embarazos de ado-
lescentes. En el caso “Stanton versus Stanton”22, la Corte Suprema declaró
que una ley del Estado de Utah –que establecía que el padre debía mantener
a su hijo hasta los veintiún años pero podía dejar de mantener a su hija a los
dieciocho años– era inconstitucional. Lo que quiero decir no es que estas
dos normas estén en conflicto ni que las soluciones de los casos no puedan
conciliarse. Más bien, cada una de ellas se aplica a muy pocas circunstancias
21 450 U.S. 464 (1981).
22 421 U.S. 7 (1975).
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23. Véase F. Olsen, “Statutory Rape: A Feminist Critique of Rights Analysis” (en Texas Law Review, 63,
391, 1984); J. Singer, “The Legal Rights Debate in Analytical Jurisprudence frorn Bentham to Hoh-
feld” (en Wisconsin Law Review, 975, 1982); D. Kennedy, “The Structure of Blackstone’s Commen-
taries” (Buffalo Law Review, 205, 1979); O. W. Holrnes, “Privilege, Malice, and Intent” (en Harvard
Law Review, 1, 1894).
24. 107 S.Ct. 683 (1987).
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y objetivos. Podemos mostrar, sin embargo, que aunque se las deje de lado,
áreas tales como el derecho de familia o las normas sobre administración de
bienes ajenos, representación y mandato, influyen sobre el resto del derecho,
incluyendo aquellos ámbitos que se suponía eran el bastión de lo que se co-
noce como “principios masculinos del derecho”. Por ejemplo, la ideología
del mercado depende de la ideología de la familia, y el derecho comercial
sólo puede entenderse adecuadamente si se reconoce la interrelación entre
éste y el derecho de familia25.
Otra técnica por la cual la ideología dominante hace aparecer el derecho
como universal, racional y objetivo es separando cada área entre, por un lado,
una serie de normas básicas o un “centro” masculino que sería universal, racional
y objetivo y, por otro lado, una periferia de excepciones, que pueden contener
elementos irracionales y subjetivos. Por ejemplo, el derecho contractual es atem-
perado por excepciones subjetivas, variables o altruistas, como los principios sobre
responsabilidad precontractual. El núcleo básico del derecho contractual –se
dice– sigue siendo universal, racional y objetivo. Las feministas pueden romper
con esta imagen al mostrar que el conflicto entre la “norma” individualista y la
“excepción” altruista reaparece con cada doctrina. Cada doctrina es una elección
o un compromiso entre clases de impulsos individualistas o altruistas. Este análisis
feminista también problematiza sobre cuál debe ser la regla y cuál la excepción.
No es posible separar las áreas del derecho entre un centro y una periferia: los
rasgos asociados con la mujer no pueden ser excluidos del derecho26.
IV. Conclusión
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