Que Es El Misterio Pascual
Que Es El Misterio Pascual
Que Es El Misterio Pascual
ROGUET
La expresión
La expresión Misterio Pascual casi olvidada, cobró plena actualidad después del libro
que el P. Bouyer publicó en 1945 bajo este mismo titulo. Sin duda que la obra de Odo
Casel ayudó a la realización de este fenómeno. Pero la expresión no es nueva: la
encontramos en la liturgia y precisamente en la liturgia Pascual. Analizando el sentido
que en la antigüedad se dio espontáneamente a esta expresión notaremos en seguida su
plurivalencia, que podemos sintetizar en tres aspectos distintos, pero no del todo
separables:
(Postcommunio de la Vigilia, día y lunes de Pascua), (en el antiguo Ordo, oración que
seguía a la tercera lección del Sábado Santo).
b) En otros textos, estas expresiones tienen un sentido más amplio; son lo s mismos
Sacramentos Pascuales, pero dentro de toda una complejidad litúrgica que responde más
exactamente a lo que hoy entendemos por Misterio Pascual.
(Secreta Sábado in Albis), (Oras ción que sigue a la séptima lección del antiguo Sábado
Santo).
La expresión, por tanto, nos ha sido transmitida por la vida cultual cristiana y nos
muestra su riqueza en su plurivalencia. Riqueza y plurivalencia que hacen comprensible
que ciertas épocas, amantes de ideas claras y distintas, hayan perdido interés por una
expresión de limites tan inciertos.
Podemos admitirlo. Pero nos equivocaríamos al pensar que durante tantos siglos el
Misterio Pascual no ha sido nunca afirmado explícitamente. San Francisco de Asís, para
citar un ejemplo, no era sólo el devoto de la Encarnación y la Pasión. El sentido de sus
estigmas es esenc ialmente Pascual. Los PP. Motte y Hégo nos muestran científicamente
el lugar que ocupa el misterio de Pascua en su oración, en su vida, en la misma
institución de su Orden, e incluso en su muerte. Para él la Pasión del Señor era el paso
del Señor, entendie ndo esta palabra en el sentido de la segunda pregunta que precede al
Bautismo: "Credis Iesum Cristum, natum et passum". Aquí passum no indica sólo la
muerte sino también la resurrección; es decir indica toda la Pascua.
Redención evoca una sistematización intelectual, mientras que Pascua es, ante todo, una
realidad. bíblica que nos enraíza en la historia de la Antigua Alianza.
Espero no haber subrayado demasiado -lo pedía el caso- el contraste entre dogma de la
Redención y Misterio Pascual. Otro autor lo ha marcado más fuertemente.
El teólogo M. Luis Richard, veinticinco años después de haber escrito una obra sobre el
dogma de la Redención, descubre que este dogma es un misterio mucho más amplio, y
que la palabra Redención abarca sólo un aspecto limitado de él, olvidándose de la
Resurrección. M. Richard tendría que haber cambiado no sólo la palabra dogma por la
de misterio -como lo hizo- sino también la de Redención por la de Pascua. El Misterio
Pascual es el Misterio de la Redención visto bajo todos sus aspectos, con todos sus
enraizamientos y consecuencias, con todas sus resonancias bíblicas, litúrgicas, morales
y místicas.
Que el Misterio Pascual abarque todo el cristianismo no quiere decir que predicando
cualquier cosa se predique el Misterio Pascual. Pascua es todo el Misterio cristiano pero
centrado en un punto, o como diría M. Richard, en un foco cuya luz es más viva, su
realismo más denso y donde todo se ordena.
Captar bien este centro es indispensable. Quien, sin haberlo intuido, por lo menos
implícitamente, predique sobre el misterio de la luz y el misterio del agua, tiene el
peligro de deformar o mutilar el Misterio Pascual tanto o más que el que lo reduce a una
apologética jurídica del rescate, o a censuras moralizadoras centradas en el sexto
mandamiento.
El esquema del Misterio Pascual comprende tres partes que conviene distinguir pero no
separar, si queremos evitar desintegrarlo, ya que sólo subsiste por su trabazón.
Estas tres partes se realizan en los tres estadios del Misterio (Pascua Judía, Pascua de
Cristo, Pascua de los Cristianos), aunque de modos diversos.
El pueblo de Dios está vinculado a la muerte, y ningún factor humano puede librarle.
Igualmente podemos decir que todos los hijos de Adán, nacidos hijos de cólera, están
sujetos a la condenación y a la muerte.
No sucede lo mismo en la Pascua de los Hebreos. Aquí sí, la vida sucede a la muerte, o
mejor a la amenaza ineluctable de muerte. Pero no podemos decir que la vida salga de la
muerte. Es una creación más que una Resurrección. Gracias a la Alianza, lo que no era
pueblo se convierte en un pueblo. La Pascua del pueblo hebreo no incluye sólo el paso
del mar Rojo, sino también la marcha por el desierto, la Alianza del Sinaí y la entrada
en la tierra prometida.
La Pascua de los cristianos reproduce en cierto modo la de los hebreos; hay también un
paso de un no-pueblo a un pueblo, el Pueblo de la Alianza. Pero aquí, con Cristo, y
gracias a El, la vida sale de la muerte, la muerte al pecado engendra la vida de la gracia,
la destrucción del hombre viejo da vida al hombre nuevo. Es algo más que la
restauración del antiguo estado. "Lo que maravillosamente creaste, más
maravillosamente lo restableciste" (Quod mirabiliter condidisti, mirabilius reformasti).
A.M. ROGUET
Sobre esta visión de Cristo hay mucha materia que la teología clásica no ha elaborado
suficientemente. Está por hacer la teología de Cristo resucitado. Pues nosotros nos
imaginaríamos sin dificultad que Cristo, después de su dolorosa permanencia en la tierra
-como una noche en una mala posada-, una vez cumplida su misión ha recuperado el
cielo, y el Padre le ha confirmado en todos sus privilegios anteriores. Pero nos cuesta
admitir que Cristo haya ganado algo con la Resurrección, y nos resulta un poco dura la
palabra de san Pedro cuando dice que Dios, al resucitarle, "lo ha hecho Mesías y Señor,
Cristo y Kyrios" (Act. 2,36). Igualmente dice san Pablo que "Dios lo ha hecho espíritu
vivificador" (1 Cor 15, 45), y ,esto confirma la indicación de san Juan: "Todavía no
había espíritu porque Jesús no había sido aún glorificado." (7,39). Cuando Jesús pide a
su Padre en la oración sacerdotal: "Ahora Padre, glorifícame con la gloria que junto a Ti
tenía antes que el mundo fuese" (Jn 17,5), no pide sólo un retorno, una restitución. Esta
gloria de la que había gozado eternamente su Persona Divina, será una novedad para su
naturaleza humana y, como consecuencia, para la nuestra. La gloria, no del Verbo, sino
del Verbo encarnado, es una adquisición, un botín de Pascua: adquisición y botín que
nos serán comunicados a medida que por el Bautismo y por una vida digna del
Bautismo, seamos asociados a la Pascua de Cristo.
3. La obra de Dios
Nunca insistiremos bastante en este tercer aspecto. Porque hace del Misterio Pascual un
misterio, lleno de sorpresa, que debe suscitar siempre nuestra admiración, nuestra
contemplación y acción de gracias. Explica al mismo tiempo la topología del Misterio
A.M. ROGUET
El mar Rojo es tipológico porque es al mismo tiempo muerte para los egipcios y vida
para los hebreos, y porque se abre por mandato de Dios. El cordero Pascual es sobre
todo tipo, no por ser degollado y comido, sino porque ha salvado a los Hebreos del
exterminador por una decisión de Dios. Y el maná lo es porque les ha librado del
hambre en el desierto por interve nción también de Dios, etc. Podría caricaturizarse la
tipología si se buscara en los más pequeños detalles. Pero esto, más que tipos, serían
ilustraciones alegóricas. La tipología Pascual se fundamenta única, pero sólidamente,
sobre esta base: el paralelismo de cualquier acontecimiento bíblico que tenga esta
estructura esencial: la muerte -engendrando la vida- por especial intervención de Dios.
Esto nos permite resolver una dificultad con que topa todo catequista y todo predicador
novel: en el Exodo aparece clara la tipología de los Sacramentos e incluso nuestra
Pascua. El mar Rojo evoca realmente el Bautismo (por lo menos el Bautismo por
inmersión); el Cordero Pascual y el maná simbolizan la Eucaristía. Pero ¿en qué
prefigura la Pascua hebrea a la cristiana, donde no se ve ni pueblo avasallado, ni paso
del mar, ni marcha por el desierto? Superaremos la dificultad si intentamos ver el
sentido tipológico en el paralelismo de situaciones y acciones y no en el de detalles
particulares.
No se trata de presentar a los fieles este esqueleto desnudo del Misterio Pascual. La
primera cualidad que ha de tener una catequesis Pascual es ser concreta. No
sustituyamos una escolástica especulativa por una neo-escolástica bíblica y litúrgica.
Pero este esquema del Misterio Pascual debe estructurar nuestra catequesis. Con
excesiva frecuencia, en nuestros días, por miedo a una sistematización intelectual nos
perdemos en un caos de imágenes y figuras, y se toma fácilmente la ausencia de rigor
doctrinal por una mentalidad mistérica, digna de los Padres de la Iglesia.
A.M. ROGUET
En realidad se puede - y creo que se debe- predicar el Misterio Pascual cada año. Pero
modificando también cada año la predicación. Se puede recorrer todo el campo de la
doctrina cristiana, porque el Misterio Pascual trasciende las distinciones tardías y de
escuela entre dogma y moral, sacramentalidad y espiritualidad, exégesis y apologética.
En resumen, predicar el Misterio Pascual es predicar todo el cristianismo pero de una
manera peculiar.
En primer lugar, tratemos de la materia que tratemos, la estructura del Misterio Pascual
tal como hemos intentado esbozarla, nos indica que debemos respetar un cierto orden de
valores. Después se trata de mostrar, sin una insistencia macha cona pero claramente, la
relación de esta materia particular con la esencia del Misterio Pascual. En resumen,
aunque no es necesario narrar cada año con detalle la epopeya del Exodo, ni hacer una
mistagogía exhaustiva del cirio pascual o del agua bautismal, conviene sin embargo
iluminar el tema del año con rápidas alusiones a la Biblia y a la Liturgia. Así cada año
se preparará a los fieles a vivir mejor la Semana Santa, no como un reflejo -cada vez
más débil- de la del año anterior, sino como una celebración siempre nueva, siempre
actual, en la que descubrimos cada vez un poco más el Misterio inagotable.
Todavía en otro sentido sirve una predicación así para unificar: ante el actual
movimiento bíblico y litúrgico, los fieles de mediana edad experimentan un malestar
profundo aunque inconsciente: no se les expone una religión, sino dos, y bien distintas,
por cierto. De una parte la religión del catecismo y -con excesiva frecuencia- de la
predicación, seca, categórica, moralista, negativa; pero que parece la más segura. Por
otro lado, la religión del Misal y la Biblia: optimista, abierta al sentido de la historia,
concreta e incluso poética, pero que parece menos seria.