Kuschick, M. - A. Touraine. Entre El Actor y El Sistema
Kuschick, M. - A. Touraine. Entre El Actor y El Sistema
Kuschick, M. - A. Touraine. Entre El Actor y El Sistema
TEXTO
1985: las calles se colman de automóviles que transportan a los jóvenes que brindan
socorro a los damnificados del temblor mientras que una sociedad aletargada se
encuentra inmersa en su dolor y sin su Estado, que traumatizado contempla el "colapso"
de varias de sus instituciones. La sociedad civil comienza a organizarse, regula el tránsito,
desentierra a muertos y heridos de entre los escombros, organiza albergues callejeros y
después crea organizaciones vecinales e irrumpe en el medio urbano y en la lucha social
con nuevas y antiguas demandas.
1988: en el tumulto de las próximas elecciones, en las calles reaparecen los estudiantes,
los damnificados, el jolgorio del pasado Mundial de Futbol, las organizaciones de vecinos,
las colonias populares, los nuevos grupos y las antiguas y modernas formas dé
movilización.
La presión y el conflicto de los que México fue testigo en los últimos años nos muestra
una sociedad que desde la aparición de la crisis y bajo la espera por parte de
organizaciones, grupos y partidos políticos y del propio Gobierno, de estallidos múltiples
vive nuevos bríos organizativos y afronta conflictos bajo nuevas modalidades alternativas.
El propio Estado ha cambiado y no parece aceptarse simplemente como el garante del
orden sino también como un posible interlocutor.
¿De qué manera podemos en la actualidad explicar o justificar esta nueva situación?
¿Desde qué enfoque teórico podemos explicarlo? ¿Desde la teoría de la dependencia?
¿Desde la modernización? ¿O desde la perspectiva de los tipos ideales? ¿O será
necesario simplemente dar cuenta de la inversión "la periferia en el centro", como dice C.
Monsiváis [1]? No creo poder construir una teoría que explique la irrupción en la escena
actual de estos grupos y de estas luchas. No obstante, utilizando como pretexto esta
posible nueva situación, quiero hacer referencia a un discurso que precisamente ha
intentado brindar desde la sociología una suerte de argumentos a fin de explicar este
objeto de estudio constituido por los movimientos sociales. Sin embargo, ¿podemos
suponer que ya existe una teoría que hable de los movimientos sociales? ¿El mismo
marxismo no sería uno de los campos que ha precisamente teorizado acerca de los
conflictos y su papel en la escena social? A partir de varios enfoques teoréticos Alain
Touraine ha intentado construir en los últimos años una teoría que considera las grandes
transformaciones acaecidas en la sociedad occidental: la desaparición de la sociedad
industrial en los países desarrollados y el surgimiento de algo nuevo, la llamada sociedad
"posindustrial". En su obra Touraine ha ido generando un conjunto de ideas que intentan
esclarecer esta nueva fase de las sociedades a partir de la crítica de los enfoques que
tradicionalmente se han utilizado en las ciencias sociales, a los que Touraine acusa de ser
teorías que emplean como elemento explicativo un medio que ha conceptualizado como
lo "metasocial", y de ahí su idea de la sociedad como productora de sí misma.
"...a una red de relaciones sociales entre actores a la vez unidos y opuestos por sus
conflictos para la puesta en forma social de la capacidad que tienen las colectividades de
actuar sobre casi todos los aspectos de sí mismas. De aquí en adelante la sociedad no
será más que un principio de unidad; es el resultado de sus conflictos sociales y de las
grandes orientaciones culturales que son su enjeu. No es más una esencia sino un
acontecimiento. Así como una organización no es sino el estado inestable y provisional de
las relaciones entre los grupos sociales que poseen o no poseen la autoridad en el interior
de determinados límites, una sociedad asimismo no es sino una mezcla cambiante de
conflictos latentes o abiertos de negociaciones, de dominación impuesta, de violencia y de
desorden. No se puede comprender el acto a través de la sociedad a la que pertenece;
hay que partir de los actores y de los conflictos que los oponen y a través de los cuales la
sociedad se produce a sí misma, para comprender cómo se construyen las categorías de
la práctica. En términos más tradicionales, se puede decir que los valores culturales son el
entorno de un conflicto social cuyo resultado es la institucionalización parcial de normas
que a su vez se traducen en forma de organización social" [2].
Touraine desea definir la sociedad como lo que es: una realidad negociada y producida
por los propios agentes del sistema social, así como el propio sistema social es un
producto de este proceso de producción de la sociedad. Touraine intenta ir en contra de la
visión de que la sociedad es un orden, una civilización, etc., que continuamente y por
efecto de las instituciones tiene que imponer leyes a los ciudadanos, los cuales son los
implementadores del desorden social. De la misma forma pretende contraponerse a la
idea de que la explicación de la sociedad, o como él prefiere definirla, "las relaciones
sociales", debe fundamentarse en principios que caracteriza como "metasociales".
Ahora bien, las relaciones sociales no pueden únicamente ser la estrategia empleada por
un actor con respecto a los demás. Una relación social se sustrae al actor, puesto que
contribuye a definir el papel que desempeña, a la vez que no le permite ser un elemento
aislado del sistema del que forma parte y, con mayor razón aún, "de un sistema definido
por una cierta intervención de una colectividad sobre sí misma" [3].
"...es el 'estudio de los sistemas de acción' o sea, 'el estudio de las relaciones sociales
definidas a partir de un cierto modo de intervención de una colectividad sobre sí misma'"
[4].
Pese a su estrecha vinculación con cierto tipo de funcionalismo, las propuestas de este
autor se encuentran deslindadas de esta teoría en tanto supone que la acción de los
actores de alguna manera arma, desarma y rearma a un sistema social a partir del juego
de los intereses de los actores partícipes del sistema social y de los esquemas que de
alguna manera los crean y mediante los cuales constituyen sus objetivos sociales. En esta
medida Touraine recupera aquí a Weber, suponiendo la existencia de un ethos común a
las distintas clases sociales que a partir de él orientan su acción. Sin embargo, Touraine
considera que Weber no intenta explicar la acción social en sí puesto que hace referencia
a un tipo ideal; esto es, a un modelo que esclarece la marcha progresiva de la
racionalización. A partir de dicho modelo podemos medir y fundamentalmente prospectar
el destino de la sociedad. Para Touraine, la sociología weberiana, durkheimiana y la
marxista funcionan bajo el esquema de la utilización de un mecanismo "metasocial",
mediante el cual explican la acción de los actores sociales. En el caso de Weber, como se
mencionó anteriormente, dicha acción supone un proceso de sucesiva racionalización y
progreso técnico como motor del sentido de la acción social. Durkheim por su parte define
las relaciones sociales en virtud de valores de integración o de desintegración moral. Por
último, en Marx se observará la insistencia de oponer un proceso de evolución racional
entre las relaciones sociales dominadas por la ganancia y la explotación, y la evolución
natural de las fuerzas productivas, proceso que a su vez se opone a la irracionalidad
mediada por la contradicción entre las clases sociales. En consecuencia, bajo el esquema
que ahora examinamos, no existe una racionalidad, un destino manifiesto o un porvenir
radiante. Según Touraine, las relaciones sociales se definen en función de la intervención
de un poder que significa...
"...la capacidad que posee un miembro de una colectividad para imponer al conjunto
de ésta sus orientaciones, su modo de gestión o de funcionamiento" [5].
La introducción al pensamiento de Alain Touraine nos permite comprender que hay una
visión que se origina a partir de la participación de los grandes grupos sociales, traducida
en grandes procesos de transformación, aunque de manera diferente a los procesos que
representaron las grandes revoluciones como la Francesa y la Rusa. En procesos de esta
naturaleza la intervención de las masas se concretiza por su ausencia de participación en
las decisiones políticas y en función a modelos diametralmente distintos, vgr. socialismo/
capitalismo, pues aparece un modelo cultural único, pese a que distintos actores se
disputen el derecho de dirigirlo. Ya no existe "otra sociedad" por construir, ya no hay un
"nuevo" hombre que forjar.
En esta larga cita observamos cierta fidelidad a una teoría sistémica. Sin embargo, aquí
ya no hay vinculación con otras modalidades de la teoría de sistemas que los asimile a
relaciones organicistas y de funcionalidad entre las partes, pues en este caso el sistema
no se encuentra determinado en el sentido de que pueda precisarse, o al menos acceder
a sus propias leyes de funcionamiento. El que Touraine afirme que los sistemas sociales
sean abiertos y no tiendan a reproducirse o crearse a imagen y semejanza del sistema del
cual forman parte o son resultado, significa que los sistemas sociales a los que hace
referencia no tienden al equilibrio. Tampoco podrá hablarse de leyes de reproducción a
nivel del sistema en tanto trabajemos con altos niveles de indeterminación.
En segundo término nos topamos con los "sistemas de decisión" que definen un tipo
particular de relaciones sociales, las relaciones de "influencia", que pueden abarcar desde
la competencia hasta la hegemonía. La diferencia respecto a las anteriores relaciones
sociales estriba en que en éstas últimas ya no existen normas preestablecidas. Las
normas no aparecen como predecesoras de las relaciones sociales, antes bien son su
resultado y el producto de negociaciones y de enfrentamientos; por ello resultan ser
transformables y provisionales bajo una legitimidad más bien convencional que de
principios.
La historicidad, entonces, en el caso del modelo del sistema social que nos presenta Alain
Touraine, consiste en colocar la parte considerada en la generalidad de los modelos de
funcionamiento del sistema social, a nivel de la estructura, como el lugar en el que
repercuten los efectos de la estructura social; a saber, ubica a los elementos de la
estructura social en el espacio en el que por lo común se sitúa a los llamados elementos
superestructurales. Al referirse a la historicidad encontramos en realidad lo que le es
propio a toda sociedad humana: la capacidad de dar sentido a su quehacer. El concepto
de historicidad define por consiguiente lo que le es inherente a una sociedad: la
posibilidad de que sus miembros puedan comprender que la sociedad a la cual
pertenecen es fruto de su propia actividad y que además existe aunada a una modalidad
de acumulación y a una capacidad de crear conocimientos, la de forjar un modelo cultural
que no sea un sistema de valores ni una ideología sino, finalmente, un modelo de
conocimientos (la relación entre el hombre y la materia). El sistema social entonces no es
un conjunto de estructuras exentas de significado en el que significantes puros podrían
definirse únicamente a través de la abstracción y mediante las cuales seríamos
marionetas. Por el contrario, de acuerdo a la conceptualización que hemos propuesto, la
historicidad es parte de la estructura misma de la sociedad: su reproducción. Es fruto de
la acción que los propios integrantes del sistema social son capaces de lograr. Tenemos
por ende un sistema de conceptos abstractos que a la vez posee un componente concreto
obvio: la propia sociedad.
Con esta serie de conceptos podría pensarse que se ha completado un cuadro básico de
los elementos que son propios a la sociología de Alain Touraine. No obstante, el concepto
de actor social permanece en la penumbra. ¿Quién es el actor? ¿Qué papel desempeña
en la clase social? Según Manuel Antonio Garretón, uno de los lectores de Touraine,
El actor parecería ser aquél que intenta identificarse o representar a la clase social; es
decir, es aquél que invoca la posibilidad de representar los intereses de una clase social
sin ser jamás capaz de lograrlo. Un actor, por consiguiente, no es el reflejo de una clase,
antes bien constituye la posibilidad que realizan ciertos grupos u organizaciones al
momento en el que interpretan alguna de las posturas que encontramos en la historicidad:
la de clase dominante o de clase popular. En los términos de Touraine, el actor no
necesariamente representa o se identifica con la clase, sino como se mencionó, intenta
representarla, aunque no siempre lo logre. En Europa los actores representan a las clases
de una manera más directa, a diferencia de lo que sucede en América Latina, donde a
pesar de la existencia de clases sociales éstas no se encuentran representadas de
manera directa. Los partidos de clase no tienen mucho éxito aunque las contradicciones
presentes entre los grupos sociales sean más crispantes que en Europa o, los Estados
Unidos, por ejemplo.
Con esta batería de conceptos podríamos comprender lo que Touraine denomina 'la
producción de la sociedad por sí misma'. Ello significa que en una historicidad
determinada, en función de los modelos culturales que actúa en la estructura de papeles;
esto es, en las organizaciones, los sistemas de decisión o sobre la propia historicidad, los
distintos actores intentarán modificar el rumbo de las organizaciones, actuando sobre sus
normas, participando en la toma de decisiones y finalmente actuando sobre el control de
la historicidad. Ello sería el contexto en el que esta teoría define el ámbito de la acción
social y de sus posibilidades de transformación de las historicidades, fruto no de la
modernidad, del progreso, de la evolución ni de la contradicción de las fuerzas
productivas y relaciones de producción, sino de la acción de los actores sociales al interior
de una historicidad, mediante orientaciones culturales en donde los actores pretenden
controlar el destino de la historicidad mediante sus movimientos sociales.
Esta acción social se realiza al interior de tres procedimientos que Touraine designa
"conducta colectiva", "luchas" y "movimientos sociales".
"Un gran número de conflictos parecen ser mejor analizados como tentativas de lucha
en contra de la descomposición, como esfuerzos de reconstrucción de un sistema social
amenazado (...) En las sociedades industriales, las acciones colectivas se definen más
frecuentemente como un esfuerzo para dominar el cambio, el futuro, que como una
voluntad para restablecer el pasado. No obstante, esas conductas reformadoras e
integradoras parecen retomar recientemente una gran importancia, en la misma medida
en que los valores de cambio, del crecimiento, del desarrollo, por mucho tiempo
considerados como intangibles e identificados con el progreso y el movimiento natural de
la historia, se cuestionan en la actualidad, sobretodo en los países dependientes o
colonizados, en donde la modernización ha sido traída del extranjero y ha trastornado la
organización social y cultural tradicional (...). Las conductas colectivas son esencialmente
heterónomas, ya sea que estén dirigidas por presiones morales e institucionales externas
o que sean manejadas por la cabeza de una secta o de un movimiento fundamentalista
que se identifique con el orden a restablecer" [12].
Las conductas colectivas se vinculan fundamentalmente con las acciones que se llevan a
cabo al interior del sistema social a fin de restablecer un orden que se desintegra o para
restaurar la homogeneidad o la integración. Asimismo pueden considerarse conductas
colectivas las acciones que emprenden los trabajadores en defensa de sus calificaciones
o remuneraciones ante los cambios técnicos, modificaciones en el mercado o decisiones
en la empresa.
Las luchas, por su parte, constituyen una modalidad más entre las acciones sociales.
"... percibimos un gran número de conflictos que no remiten a los valores centrales a
un poder dominante, sino que tienden a transformar a la vez las relaciones de fuerza y los
mecanismos de decisión. Lo que hace de ellas agentes de cambio que no se definen
globalmente o por un sentido de la historia. Quizás más aún que en el campo del trabajo,
es en la vida urbana donde se observa el paso de los movimientos sociales centrales a
las luchas particulares" [13].
El sentido de una lucha no se encuentra ligado por ende a la transformación del sentido
de la historia: en realidad tiene que ver con el restablecimiento del sistema social en su
conjunto, como es el caso de las conductas colectivas. Respecto a las luchas, Touraine
afirma que se implican fundamentalmente en el ámbito de las decisiones políticas y no
propiamente en el sistema social, como sucede con las conductas colectivas que se
vinculan a la restauración, anomia y modernización. Las luchas conllevan
fundamentalmente cambios en la toma de decisiones al interior de las organizaciones o
modificaciones en las políticas de ciertos grupos sociales gubernamentales.
"Un movimiento social se sitúa pues entre las orientaciones culturales y formas de
organización social. Para algunos, que podemos nombrar funcionalistas, porque suponen
la existencia de un sistema organizado alrededor de una principio central de
funcionamiento, ya se trata de valores, de ganancia, de poder, o de la especificidad
nacional, la organización social depende directamente de ese principio central que se
diversifica y se especifica según los dominios institucionales a los cuales se aplica. Para
otros al contrario, no existen más que relaciones de fuerza entre actores de intereses
opuestos, como en el mercado o en la guerra lo que no excluye ni el conflicto abierto, ni la
negociación. La concepción general de la vida social implicada en la noción de
movimiento social es, contrariamente, que existen, en efecto, orientaciones centrales,
modelos culturales generales, tanto en el orden de la inversión económica, como en el del
conocimiento y en el de las reglas éticas, pero que éstos no se transforman en
organización social más que pasando a través de un conflicto social central. En efecto,
esos modelos por medio de los cuales una colectividad construye sus relaciones con el
medio ambiente, no pueden ser aportados por el conjunto de la colectividad. La acción
transformadora o creadora es la práctica, de la misma manera en que la inversión
económica está forzosamente en tensión con el consumo. El conjunto de esos modelos
culturales, que yo nombro historicidad, está necesariamente dirigido, controlado, por una
categoría social reducida, que podemos llamar la clase dirigente. La mejor prueba es que
el movimiento social que se forma entre los dominados para combatir el poder de los
dirigentes se refiere a las mismas orientaciones culturales de éstos últimos. Un
movimiento social es el resultado del conflicto entre los movimientos sociales que
combaten por el control de los modelos culturales, de la historicidad, conflicto que puede
conducir a una ruptura del sistema político o, en su defecto, a reformas institucionales y
que se manifiesta cotidianamente en las formas de organización social y cultural, en las
relaciones de autoridad. Un movimiento social es la acción conflictiva a través de la cual
las orientaciones culturales, un campo de historicidad, son transformadas en formas de
organización social que, a la vez, son definidas por normas culturales generales y por
relaciones de dominación social" [14].
Por un lado resultaría imposible ignorarlos, considerando que el propio autor ha realizado
escritos concernientes a América Latina, como es el caso del estudio que llevó a cabo
para el PREALC [15], que hace referencia a la situación de las sociedades
latinoamericanas, señalando la dificultad de encontrar movimientos sociales. Según
Touraine deberíamos hablar de movimientos o luchas históricas orientados hacia el
control del proceso de cambio histórico, con objeto de movilizar a distintos tipos de
actores que pudieran ser tanto capitalistas como asalariados, o fuerzas nacionalistas,
grupos tradicionales o fuerzas urbanas. Dada la gran segmentación de los principales
actores sociales, empresarios y proletarios, ambos incapaces de representar una clase
social y representarse a sí mismos, para Touraine existe una estructura dualista en
América, y por ello encontramos sobre partidos representativos a un Estado, a caudillos,
líderes carismáticos y dictadores.
Por otra parte, además de prestar atención a las categorías que nos propone Touraine, en
la actualidad resulta necesario emprender un ejercicio más: continuar articulando la teoría
tourainiana con la realidad latinoamericana con objeto de estudiar y explicar las diversas
conductas sociales que constituyen elementos esenciales para el saber sociológico
contemporáneo. Es necesario trascender la teoría general de los sistemas de acción y
profundizar en su aplicación.
Los movimientos y conductas que hoy observamos en México no solamente deben ser
narrados sino también analizados. Guardadas sus relativas proporciones, las conductas
sociales que hemos observado en los últimos años (vgr. la reacción ante el terremoto o el
Mundial de Fútbol), no fueron motivadas por alguna clase o grupo social. Su fuerza y
extensión en la sociedad mexicana estribó precisamente en su carácter multiclasista,
mientras que los sucesos relativos al reciente movimiento estudiantil permanecen
anclados al interior de la Universidad. La elocuencia de estos ejemplos nos permite
responder afirmativamente a la interrogante respecto a la pertinencia de los conceptos
producidos por Touraine para el caso de países como México.
CITAS:
[2] Alain Touraine, "La voz y la mirada", Revista Mexicana de Sociología año XLI, no. 4,
oct.-dic. 1979, p. 1304, México.
[3] Alain Touraine, Introducción a la sociología, Ariel, Barcelona, 1978, pag. 38.
[6] Michel Foucault, La Microfísica del Poder, ed. La Piqueta, Madrid, 1978.
[7] Alain Touraine, La production de la Société, Seuil, Paris, 1973 pag. 186
[12] Alain Touraine, Le Retour del acteur, Fayard, Paris, p. 143-144, 1984.