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Culto A Lo Oculto PDF

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Culto a lo oculto

Varias exposiciones sitúan lo esotérico como uno de los lugares centrales


en el trabajo de artistas, que responden así a la sensación de tragedia
ecológica y económica del siglo XXI

'Burns Forever Thee Light' (1986), de Genesis P-Orridge.

Pintura de Francesco Clemente

Generalmente identificamos lo oculto con algo misterioso e inaccesible, sólo revelable


mediante códigos secretos. Según la mentalidad popular, significa satanismo, magia negra,
brujería, demonios, fantasmas y ritos, aunque los iniciados lo estiran hasta el plano astral, la
telepatía, la alquimia, la mística y lo cósmico. Eso que en plano creativo está más allá del arte
o, mejor dicho, que está escondido en el arte, o bajo el arte: algo invisible y raro que se
encuentra fuera del conocimiento en el sentido más estricto de la palabra: no es de nadie y es
de todos. Es lo que se encuentra fuera de los límites del cuerpo, lo que, culturalmente
hablando, se encuentra fuera de lugar. Desde ahí, su acceso es infinito y su alimentación
retroactiva.
La fascinación por lo secreto no es nueva. Ha ido yendo y viniendo a lo largo del tiempo,
siempre provista de la capacidad de renovarse a sí misma. El Renacimiento la hizo florecer, el
siglo XIX la puso en boga, la contracultura de los sesenta en práctica y la actualidad en
urgencia. Desde las primeras linternas mágicas hasta los espectáculos cinematográficos,
desde las sesiones de espiritismo hasta los ilusionistas, desde los cubos danzantes de
Malévich a la espiritualidad en el arte de Kandinski, desde las novelas góticas hasta las
revistas de formato pulp y desde los beats al jazz cósmico, el arte elevado ha tenido siempre
su paralelo en el relacionado anhelo por crear mundos virtuales sobrenaturales, entre la
cábala y el tributo a la magia. El trance, de hecho, fue uno de los temas favoritos de poetas y
escritores románticos como Balzac, Baudelaire y Poe. Aunque pronto el establishment del arte
moderno trazó una gruesa línea para mantenerlo fuera de sus dominios. Tenía motivo para
ignorar las fuentes místicas de su propia vanguardia (el espiritismo nada tenía que ver con
ella, decían) aunque algunas hubieran sido tan obvias como el bulto de grasa chamánica de
Joseph Beuys fundiéndose en el suelo de una galería. Hubo más escapes. El surrealismo lo
llevó al subconsciente y la Internacional Letrista se desmarcó del todo rozando, sin decirlo, las
sociedades secretas que empezaron a proliferar en la época, entre ellas, la de Aleister
Crowley, que funcionó como oráculo para escritores como Aldous Huxley, Burroughs, Hesse,
cineastas como Kenneth Anger, músicos como Bowie y artistas como Joachim Koester. Justo
al entrar en la era de posguerra, lo oculto volvió a explosionar ante las pobres expectativas
sobre el porvenir. Fue un caldo de cultivo para crear mundos místicos y buscar estilos de vida
alternativos, lo que todos conocemos como la época de los hippies. Ahí lo raro se multiplicó:
películas de monstruos, cómics de sello EC y otras avanzadillas de terror, de fantasía
macabra y de ciencia ficción. Muchas drogas psicodélicas, rituales mágicos y música folk.
En todo ese viaje se detiene La luz negra, la muestra pensada por Enrique Juncosa para el
CCCB que hace un extenso repaso por todas estas maravillas herméticas y tradiciones
secretas. La exposición aglutina unas 350 obras, de los años cincuenta hasta hoy, pero lo
cierto es que se hace corta. El comisario no sólo se detiene en diferentes momentos, sino en
numerosos contextos. Lo hace mirando al arte, a la música, al cine, la literatura y el cómic,
con un recorrido cronológico lleno de correspondencias. La propia estructura de la visita la
genera un guiño: empieza con las películas animadas de Harry Smith y Jordan Belson,
precursoras del psicodelia, y cierra con Bruce Conner, amigo y colaborador de ambos y otro
de los pioneros del cine experimental. En medio, hay rescates como el de Joan Ponç, que
vivió en la sombra mediática de Tàpies, de Zush que desde 2001 se llama Evru, de Sun Ra
como paradigma del jazz o de Genesis P-Orridge en la sombra del acid house. También hay
grandes nombres como el de Joan Jonas, Goshka Macuga, Gusmâo & Paiva o Carlos
Amorales, todos con grandes exposiciones en curso, algún descubrimiento como el trabajo de
la joven Louise Despont, y algún revival, como Los metabarones y Los tecnopadres de Alejandro
Jodorowsky.
No es la única exposición sobre el arte de lo oculto. Ya en 1986 hubo una gran revisión del
tema en The Spiritual in Art, en el Museo de Los Ángeles, un hito de la comisaria Maurice
Tuchman al releer la pintura abstracta desde 1890 a 1985. Aunque desde hace una década el
tema se ha disparado. En 2008, El Pompidou incluía los lienzos siniestros de Aleister

Crowley en Traces du sacré mientras el MARCO de Vigo hablaba de La gran transformación por
boca de Chus Martínez, y del uso político de la magia. Poco después, hubo una gran
exposición sobre sociedades secretas en el Schirn Kunsthalle de Fráncfort y el CAPC de
Burdeos y la Bienal de Venecia de 2013 dio luz a las obras de Lady Frieda Harris basadas en
el tarot, El libro rojo de Jung y las pinturas espiritistas de la artista sueca Hilma of Klint. Hubo
ahí un repunte de interés que CaixaForum canalizó con Maestros del caos, con artistas y
chamanes. Aunque para chamanismo el de Ernesto Neto para su proyecto en TBA21 hace
tres años. Llevó a Austria todo un ejército. Un 2015 en que Madame Blavatsky y Annie Besant
se colaron, también, en la base de la Bienal de Estambul.
A partir de ahí, la cadena de artistas trabajando sobre lo oculto se multiplica, de Paulina
Olowska a Maria Loboda, de Mariana Castillo Deball a Orphan Drift. Ahí está también el
trabajo de Tai Shani con el oráculo, Raisa Maurit con el conjuro y Equipo Jeleton con el tarot.
A la lectura llevaron sus cartas florales en Cale, Cale, Cale, Caale!, en Tabakalera de San
Sebastián, en manos del comisario Juan Canela, quien vuelve a pensar ahora los poderes de
la alquimia desde la la galería Travesía Cuatro, con la exposición When Animals Talked to
Humans. Todos a vueltas con los temas de moda del pensamiento contemporáneo: el nuevo
materialismo, el realismo especulativo, el black optimism y el afro-pessimism.
Lo oculto sigue siendo lo anti por definición y útil en tiempos de crisis. Un refugio
mental alternativo al vértigo de nuestro tiempo
La lógica empuja. Con la guerra de Irak y los atentados terroristas, el periodo transcurrido
desde el 2001 tal vez sea el primer momento tras la guerra de Vietnam en que se ha
albergado una sensación global de tragedia. Ahí está el ánimo apocalíptico asociado al
cambio de milenio y el temido “fin del mundo”, directamente conectado con el devastador
momento económico y ecológico. Un mundo nebuloso sin límites, donde lo oculto sigue
siendo lo anti por definición, y útil en tiempos de crisis. Un refugio mental donde hallar otro
lugar singular de posibilidades, antiheroico e irracional, diferente a la normalidad y alternativo
al vértigo de nuestro tiempo.
La luz negra. Tradiciones secretas en el arte desde los años cincuenta. CCCB. Barcelona. Hasta el 21 de
octubre.

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