LIBRO FINAL - Disfraz y Pluma PDF
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editores
(Premio Fundación Alejandro la primera mitad siglo XIX. En términos generales, tanto Francisco A. Ortega Martínez versidad y el país que aborden la problemática
histórica desde la perspectiva y los métodos
Ángel Escobar 2011, categoría como país como comunidad académica, desconocemos la Alexander Chaparro Silva de la historiografía cultural. En primer lugar,
Ciencias Sociales) riqueza acumulada en este corpus de impresos. editores la que examina los procesos de subordinación
Martha Luz Machado Caicedo y resistencia a la luz de micro-agencias que se
Lecturas CES
Disfraz y pluma de todos
Opinión pública y cultura política,
siglos XVIII y XIX
Colección Lecturas CES
University of Helsinki
The Research Project Europe
1815-1914
Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia
Disfraz y pluma de todos. Opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX /
Francisco A. Ortega Martínez, Alexander Chaparro Silva, editores. – Bogotá :
Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas. Centro de
Estudios Sociales (CES) ; University of Helsinki. The Research Project Europe
1815-1914, 2012
564 p. – (Lecturas CES)
ISBN : 978-958-761-195-3
Disfraz y pluma de todos. Opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX
© Universidad Nacional de Colombia,
Facultad de Ciencias Humanas, Centro de Estudios Sociales (CES).
© University of Helsinki
© Francisco A. Ortega Martínez, Alexander Chaparro Silva
© Varios autores
ISBN: 978-958-761-195-3
Primera edición: Bogotá, Colombia. Abril de 2012
Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra en cualquier forma y por
cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.
Contenido
Introducción 11
Disfraz y pluma de todos. Opinión pública
y cultura política, siglos XVIII y XIX
Francisco A. Ortega Martínez, Alexander Chaparro Silva
Epílogo 527
Autores 549
Índice 557
Disfraz y pluma de todos.
Opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX
Presentación
Este libro nace al constatar una doble ausencia. En primer lugar, la
ausencia de cierta conciencia en la comunidad académica de investi-
gadores sobre las inmensas posibilidades que ofrece la prensa del siglo
XIX, más allá del uso selectivo y referencial con que generalmente se
ha abordado. En segundo lugar, y más alarmante aun, la ausencia de
estudios recientes sobre la prensa de la primera mitad siglo XIX.1 En
términos generales, tanto como país como comunidad académica,
desconocemos la riqueza acumulada en este corpus de impresos.
1
Esta afirmación debe ser matizada por el ya clásico libro Prensa y revolución al final
del siglo XVIII. Contribución a un análisis de la formación de la ideología de independencia
nacional de Silva, (1988) y por el trabajo del mismo autor, (Silva, 1993). El Correo
Curioso de Santafé de Bogotá: formas de sociabilidad y producción de nuevos ideales para la
vida social. Igualmente importantes son los trabajos de Peralta Agudelo, (2005); Nieto
Olarte, (2007); Rodríguez Arenas, (2007). También vale la pena mencionar los apartes
correspondientes a El Neogranadino en el estudio de Gilberto Loaiza Cano, (2004) y
en la reciente obra del mismo autor, Sociabilidad, religión y política en la definición de
la nación: Colombia, 1820-1886 (Loaiza Cano, 2011). Finalmente, para un recuento
útil véase Arango de Tobón, (2006).
11
La historia de los orígenes de la prensa en Colombia se conoce relati-
vamente bien.2 Así y todo no sobra recordar que será en 1785 —cuando
aparece la primera publicación periódica en Colombia, el breve Aviso del
Terremoto y su continuadora, la Gaceta de Santafé— que se hace sentir la
necesidad de una gaceta que comunique la noticia local a un circuito de
lectores dispersos sobre una vasta geografía y que sirva de instrumento
para “promover el bien público” y permitir “mantener con decoro una
conversación entre gente culta”.3 El esfuerzo decisivo será, sin duda, la
aparición de El Papel Periódico de Santafé de Bogotá (1791-1797), editado
por Manuel del Socorro Rodríguez. A principios del siglo XIX varias
publicaciones circulan en Santafé, por ejemplo, Correo curioso (1801),
El Redactor americano (1806-1809), Semanario de la Nueva Granada
(1808-1810), todos ellos vinculados con los ideales de procurar el bien
público y promover la ilustración. Estas publicaciones cultivan el amor
a la patria —entendida ésta de manera difusa como el espacio local,
provincial o neogranadino, y simultáneamente la Monarquía hispáni-
ca— y se dirigen con frecuencia “á un Publico ilustrado, católico, y de
buena educación”.4
Sin embargo, será a partir de la invasión napoleónica y la abdicación
de Fernando VII que los periódicos van a proliferar en las provincias del
otrora Nuevo Reino de Granada. La opinión pública pronto se conver-
tirá en el termómetro de la situación política así como en el mecanismo
fundamental por medio del cual se construye la legitimidad del poder.
2
No obsta, sin embargo, señalar que vale la pena volver sobre el tema con una mirada
novedosa y desapasionada. El reciente trabajo de Álvaro Garzón Marthá ha contribuido
en gran medida a clarificar muchas dudas sobre la llegada de la imprenta y diversos
impresos previos a 1810. Sin embargo, esta magnífica contribución sólo ha hecho
más evidente la urgente necesidad de llevar a cabo estudios de profundización sobre
ese periodo a la vez que un trabajo riguroso de identificación similar para el periodo
posterior a 1810. Cfr. Garzón Marthá, (2008).
3
Gazeta de Santafé de Bogotá, Capital del Nuevo Reyno de Granada, núm. 1, 31 de
agosto, 1785, pp. 1.
4
El Redactor Americano, Prospecto, 6 de diciembre, 1806, pp. 3.
12 Introducción
Esto se hará patente durante las primeras repúblicas y las guerras de
Independencia, es decir en el periodo entre 1810 y 1821.
Incluso para muchos conocedores del periodo el dato sorprende: entre
1791 y 1816 se editaron poco más de cuarenta publicaciones periódicas,
entre prensa, volantes e informes seriados, algunos de ellos —como la
Gaceta Ministerial de Cundinamarca o el Correo del Orinoco— de gran
volumen e incalculable valor en tanto fuente de información histórica
de primer orden. Es decir, la inmensa mayoría de esas publicaciones
surgen en el momento de la ruptura política con la Monarquía hispánica
y constituyen simultáneamente un arma de agitación y un nuevo factor
en la construcción de la vida política local.
Es asombroso, por lo tanto, que de esas más de cuarenta publicaciones
apenas tengamos disponibles en reimpresiones —difíciles de conseguir,
por lo demás— una ínfima minoría: El Papel Periódico (1791-1797), El
Correo Curioso (1801), El Semanario de la Nueva Granada (1808-1810),
La Constitución feliz (1810), Aviso al Público (1810), Diario político de
Santafé (1810), La Bagatela (1811-1812) y El Correo del Orinoco (1818-
1822).5 El resto de los periódicos (incluyendo periódicos tan importantes
5
Ver, Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá: 1791-1797. (1978). Bogotá:
Banco de la República; Carlos José Reyes, (Ed.). (1993). Correo curioso, erudito, económi-
co y mercantil de la ciudad de Santafé de Bogotá, (Edición facsimilar). Bogotá: Biblioteca
Nacional de Colombia, Colcultura. Del Semanario existe una compilación del siglo
XIX, Francisco José de Caldas, (1849). Semanario de la Nueva Granada: miscelánea de
ciencias, literatura, artes e industria, (Nueva edición, corregida y aumentada con varios
opúsculos inéditos). París: Librería Castellana, y otra del siglo XX, Francisco José de
Caldas, (1942). Semanario del Nuevo Reino de Granada, (3 vols.). Biblioteca Popular de
Cultura Colombiana. Bogotá: Editorial Minerva. Los tres periódicos de 1810 fueron
recogidos por Luis Martínez Delgado y Sergio Elías Ortiz, (Eds.), (1960). El periodismo
en la Nueva Granada, 1810-1811. Bogotá: (s. d.). La Bagatela de Nariño es sin duda
la que cuenta con mayor número de ediciones, comenzando por la edición preparada
por Jorge Roa, (1897). Antonio Nariño, Escritos varios del General Antonio Nariño,
(Jorge Roa ed., Biblioteca Popular). Bogotá: Librería Nueva, y siguiendo con Antonio
Nariño, (1947). La Bagatela, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana. Bogotá: Ca-
hur; Antonio Nariño, (1966). La Bagatela: 1811-1812, (Edición facsimilar, Guillermo
Hernández de Alba, Ed.). Bogotá: Litografía Vanegas; y Antonio Nariño, (1982). La
Introducción 13
como el Argos Americano de Cartagena, El Argos de la Nueva Granada y el
Boletín, ambos de Tunja, la Gaceta Ministerial de Antioquia y la Contra-
Bagatela no han sido reeditados y con frecuencia son difíciles de ubicar
o consultar en la misma biblioteca que los alberga.6 Afortunadamente,
tanto la Biblioteca Nacional de Colombia como la Luis Ángel Arango
han emprendido recientemente un decidido esfuerzo por digitalizar este
material y ponerlo a disposición del público general y de los investiga-
dores académicos.7
Consecuencia natural de lo anterior es que nuestra comprensión de
cada una de estas publicaciones —así como de la prensa colombiana
y de la dinámica conceptual y práctica de la opinión pública del siglo
XIX—, es mínima. La prensa periódica ha sido desestimada en tanto
Bagatela. Bogotá: Ediciones Incunables. Del Correo del Orinoco existen dos ediciones
completas, la primera al cuidado de la Academia Nacional de Historia de Venezuela,
que fue publicada en París, Correo del Orinoco: 1818-1821 Angostura, (1939). París:
Desclée de Brouwer; la segunda, de edición más reciente en Bogotá: Correo del Orino-
co: Angostura (Venezuela) 1818-1821, (1998). (Edición facsimilar). Bogotá: Gerardo
Rivas Moreno Editor. A estas ediciones habría que sumarles las ediciones de: Gaceta
de Colombia, (1975). (Edición facsimilar, 5 vols.). Bogotá: Banco de la República; de
Lorenzo María Lleras, (1991). La Bandera Nacional Granadina: 1837-1839. (Edición
facsimilar, Biblioteca de la Presidencia de la República. Colección Documentos). Santafé de
Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de la República, y el Índice temático del periódico
El Neogranadino: Bogotá 1848-1854, (1980). Medellín: Universidad de Antioquia.
6
Si extendemos la mirada al resto del siglo XIX el panorama es aún más desolador.
Con excepción de algunas investigaciones sobre la Comisión Corográfica y Manuel
Ancízar y uno que otro artículo significativo sobre la prensa finisecular, —incluido el
Papel Ilustrado—, ésta ha permanecido virtualmente inexplorada.
7
Como parte de ese proceso, la línea de investigación “Opinión pública e independen-
cia” del Programa nacional de investigación “Las culturas políticas de la independencia,
sus memorias y sus legados: 200 años de ciudadanías” (Vicerrectoría de Investigación
de la Universidad Nacional de Colombia, código 9714, con vigencia 2009-2011),
adelanta la elaboración de un número limitado de fichas técnicas de algunos periódi-
cos fundamentales del siglo XIX. Las fichas técnicas, acompañadas de una narrativa
interpretativa, acompañan el periódico correspondiente digitalizado en el portal de la
Biblioteca pública Luis Ángel Arango. Para más información ver: http://banrepcultural.
org/blaavirtual/historia/prensa-colombiana-del-siglo-XIX
14 Introducción
fuente importante de información histórica y factor de transformación
social. Así, este libro constituye un primer acercamiento a la historia de
la publicidad y de la opinión pública en Colombia y más que agotar el
tema pretende poner en evidencia múltiples posibilidades de comprensión
de la cultura política del periodo. Se trata de una publicación pensada de
manera simultánea como un aporte concreto a la historia de la prensa y
de la opinión pública en la antigua región grancolombiana y como un
análisis crítico del papel desempeñado por las publicaciones periódicas
en tanto herramientas privilegiadas de grupos socialmente conformados
y factores de constitución de nuevas identidades sociales —además de su
incidencia decisiva sobre nociones como ciudadanía, pueblo, soberanía,
censura, libertad, revolución, etcétera—. No debe sorprender, entonces,
que la mayor parte de los estudios aquí recogidos se centren en la primera
mitad del siglo XIX. Esto se justifica porque es el periodo menos cono-
cido y porque es el momento en que se sientan las bases de la publicidad
moderna en Colombia, la especificidad y los legados de la irrupción de
la esfera pública en nuestro país.
8
Para la historia de la imprenta en América, ver los estudios clásicos de Torre Revello,
(1940) y el monumental Toribio Medina, (1958), los cuales tratan el caso colombiano
con algún detenimiento. Para un tratamiento más extenso de la imprenta en Colombia,
ver el trabajo pionero de Posada, (1917), excelentemente complementado con el reciente
trabajo de Garzón Marthá, (2008). Para la prensa en el ámbito iberoamericano el libro
de Antonio Checa Godoy, (1993). Historia de la prensa en Iberoamérica sigue siendo
una referencia ineludible. En el contexto colombiano, se destaca el trabajo temprano
de Otero Muñoz, (1925) y el erudito estudio Historia del periodismo colombiano de
Introducción 15
advertir que hacer la historia de la opinión pública no es lo mismo que
escribir la historia de la imprenta o del periodismo, aunque al ser estos
últimos los instrumentos fundamentales de la esfera pública existe una
relación íntima entre éstos y aquélla. La imprenta y la prensa existen como
artefactos dotados de una evidente materialidad y conllevan funciones
comunicativas muy concretas, la opinión pública, en cambio, resulta
algo mucho más abarcador y simultáneamente menos evidente, una
abstracción cuya definición y sentido han sido desde siempre polémicos
y objeto de innumerables luchas políticas.
En este sentido, no es exagerado señalar que con la publicación y re-
cepción del estudio de Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión
pública: la transformación estructural de la vida pública (1962; traducido
al francés 1978, español 1981; inglés 1989), comenzó una reflexión
sostenida y sistemática centrada en la categoría de opinión pública.9
Habermas, en un ejercicio revisionista de la tradición marxista, examina
la esfera pública como el espacio de producción y circulación de discursos
que sirve inicialmente para expresar los intereses de la emergente clase
burguesa. En la opinión pública burguesa se asocian personas, en su
carácter privado, para formar un público en torno a sus intereses particu-
lares, originalmente de carácter comercial (Habermas, 1986, p. 65). Esta
opinión pública media sin embargo la relación entre la esfera privada y
el Estado. Para finales del siglo XVIII esos intereses se han diversificado
a través de la circulación de libros, periódicos, folletos, cartas, y de la
proliferación de nuevos espacios de sociabilidad en tertulias, clubes, cafés
y academias. Una nueva racionalidad caracteriza los intercambios entre
las partes y se va imponiendo una cierta manera de ser o entender lo
Antonio Cacua Prada, (1968). Algo desiguales, pero útiles, resultan las ponencias
recogidas por el Museo Nacional de Colombia en la VII Cátedra de Historia Ernesto
Restrepo Tirado en la edición de Aguilar de 2003, Medios y nación: historia de los medios
de comunicación en Colombia.
9
Existen, sin duda, estudios anteriores, como el de Lippmann, (1922); Dewey, (1927)
o el de Tönnies, (1923), pero en ningún caso lograron consolidar un campo de estudio.
Como sí ocurrió a partir de la recepción de la obra de Jürgen Habermas.
16 Introducción
público y, por lo tanto, lo privado, de enunciar, de discutir, de consagrar
verdades, de relacionarse con la autoridad, de proceder, de constituir la
familia y los sentimientos, en suma, una verdadera gestión colectiva de
la interioridad emocional.
Para los comienzos de la Revolución francesa la esfera pública ya se ha
convertido en un fenómeno característico de buena parte de las monar-
quías europeas, esto es, en el escenario en el que se discuten problemas
generales y que, a través de la reconocida figura del tribunal de opinión,
le hace veeduría a las acciones del Estado e influye en las decisiones po-
líticas. Si bien Habermas define la opinión pública como aquello que
cristaliza la auto-comprensión burguesa, insiste a su vez en el hecho de
que esa opinión pública habría posibilitado el surgimiento de una razón
deliberativa, esencial para cualquier proyecto crítico, burgués o no, que
no es reducible a los intereses burgueses ni es definible por ellos. Es por
eso que en la publicidad burguesa aparecen elementos universales que
hacen posible un proyecto emancipador (Habermas, 1986, p.124).
Tampoco resulta una exageración advertir que los estudios posteriores
son deudores del camino abierto por Habermas, incluso aquellos que se
muestran en franco desacuerdo con sus tesis. Buena parte de las críticas
van a cuestionar la fe habermasiana en la razón y el andamiaje marxista
que subsume la esfera pública a las estructuras sociales. Roger Chartier
y Arlette Farge, profundos conocedores de la cultura plebeya francesa de
antiguo régimen, van a insistir, por ejemplo, en que el quiebre del régimen
absolutista no se debió al efecto luminoso de las tertulias ilustradas, sino
a la progresiva desacralización producida por la burla ácida y la trans-
gresión grosera de la cultura plebeya.10 Benedict Anderson, por su parte,
prefiere identificar el surgimiento del nacionalismo con el ascenso de la
esfera pública típica del capitalismo de la imprenta. La proliferación de
periódicos y lectores hace posible un tipo de imaginación colectiva con
el que se construye la nación (Anderson, 1993). Por último, para Keith
Baker más que una realidad social preexistente, la opinión pública es
Introducción 17
una invención simbólica elaborada por diversos agentes políticos en el
siglo XVIII inglés y francés para asegurarse, inicialmente, un grado de
autoridad que permitiera reformular los principios políticos fundantes del
orden antiguo y cuestionar así el Estado absolutista. Es precisamente en
el momento que los mismos ministros del rey deciden participar en los
debates para contravenir a los críticos que se afirma la opinión pública
como espacio independiente de la Corona (Baker, 1990, pp.167-199).
Una segunda tradición que nos interesa reseñar aquí destaca la di-
mensión conceptual de la opinión pública. Por la misma época en que
Habermas publicaba su libro, un coetáneo suyo, Reinhart Koselleck, daba
a luz Crítica y crisis (1959). En este libro, de recepción tardía, el autor le
sigue los pasos a la emergencia de la esfera pública a través de los procesos
socio-conceptuales que llevaron a la consolidación del estado absolutista
y a un nuevo tipo de soberanía. El proceso implicó, entre otras cosas,
la escisión entre vasallo o sujeto del soberano e individuo o sujeto de la
consciencia, es decir, entre lo público y lo privado. Paradójicamente, es
desde este dominio privado, fundamentalmente a través de los Illuminaten
o sociedades secretas, que emanará una nueva publicidad y con ella la
crítica de la Ilustración que minará la legitimidad del Estado absolutista
y gestará una modernidad signada ella misma por la crisis (Koselleck,
2007). En trabajos posteriores, Koselleck insistirá y desarrollará lo que
hasta aquí permanece en forma de intuición, que los conceptos políticos
son espacios de lucha y no reflejos de estructuras sociales (Koselleck,
1993). En ese sentido, los conceptos son los repositorios de las claves
para comprender los fenómenos históricos desde su propia historicidad.
Esos estudios estimularon, a partir de la década de los años noventa,
una extraordinaria renovación de las investigaciones sobre las indepen-
dencias iberoamericanas. Autores como François-Xavier Guerra y Annick
Lempérière replantearon el problema de la opinión pública en el marco
de su cuestionamiento de la historiografía nacionalista y el rescate de la
dimensión política de la Independencia. Sin embargo, ellos también han
cuestionado el modelo habermasiano para dar cuenta de la transición
revolucionaria a los nuevos estados republicanos que surgían en América.
18 Introducción
Para ellos, todo acercamiento al periodo debía partir de tres supuestos.
En primer lugar, que el detonante de la Independencia es el resultado
de la crisis monárquica de 1808 y, por lo tanto, su punto de irradiación
inicial es la Península. La Independencia no es consecuencia de luchas
nacionales y anti-coloniales locales; según ese argumento, la publicidad
que acompañó a los movimientos juntistas que surgieron a lo largo del
continente en 1809 y 1810 promovía los derechos del rey y no la rup-
tura de los lazos con la Monarquía.11 En segundo lugar, la aparición de
una esfera pública —así como de otros rasgos de la Modernidad— no
es el resultado de una tradición local anterior a la crisis política sino el
resultado de mutaciones culturales efectuadas por la recepción de los
lenguajes políticos modernos. Esas mutaciones fueron posibles debido a
la aparición en las últimas décadas del siglo XVIII de nuevas formas de
sociabilidad —el café, la tertulia, las sociedades patrióticas, etcétera— pero
sólo provocaron un profundo reordenamiento político en las sociedades
americanas a partir del desmoronamiento institucional de la Monarquía.
En tercer y último lugar, que la opinión pública —y otras manifestaciones
de la modernidad europea— tuvieron menos vigencia en el siglo XIX
de lo que la historiografía liberal latinoamericana supuso. No sólo su
aparición es tardía sino que su realización conceptual y funcionamiento
social presentan formas híbridas entre los modelos europeos y las formas
corporativas y organicistas que se dieron en el continente americano.
Debido a eso, la historia iberoamericana se caracteriza por una precaria
modernidad y una incipiente separación de lo público y lo privado, lo que
ha impedido la construcción de una verdadera ciudadanía democrática.
Sin olvidar los múltiples y fértiles caminos que estas lecturas han abierto,
es necesario señalar algunos límites sobre los cuales merece la pena volver
con una mirada crítica. En primer lugar existe una gran pobreza en el uso
de la categoría de “modernidad” en la medida en que las posibilidades
descriptivas se limitan a dos términos mutuamente excluyentes. Sólo por
medio de la caracterización como “moderna” del conjunto de procesos
Ver Guerra, (1993, capítulos 7-8). También, Guerra, (2002a) y Guerra, (2002b).
11
Introducción 19
históricos que transformaron las sociedades europeas del norte a finales del
siglo XVIII y principios del XIX, puede entonces identificarse el conjunto
de fenómenos que, como escribía Tocqueville, esas sociedades creían haber
aniquilado como antiguo o tradicional.12 En esa medida es apenas una
tautología señalar que lo que no es moderno resulta tradicional. Por otra
parte, y quizá más insidiosamente, llama la atención el peso normativo
de la categoría “modernidad”, es decir su capacidad para proyectarse
más allá de toda función descriptiva hacia una operación evaluativa. En
esa operación, la categoría de modernidad encarna valores idealizados
que representan la posibilidad de la realización democrática y progreso
o bienestar material. Precisamente, por ese funcionamiento normativo,
la ausencia de algunos de los elementos asociados a la modernidad, o su
presencia parcial en formaciones sociales, dicta de antemano la imposibi-
lidad o dificultad de tal proyecto democrático y bienestar. Ahí es donde la
atención a las formas híbridas —intuición en principio lúcida para atender
a la especificidad de las formaciones históricas iberoamericanas— se torna
una sin salida. En efecto, la hibridación entendida como desviación o
imperfección, sólo se hace pensable si se supone que el modelo o ideal
existe incorrupto en otro lugar, la Francia moderna en este caso.
Por último, la idea de hibridación como desvío de una supuesta moder-
nidad modélica supone que los conceptos y las ideas pueden viajar de un
contexto a otro y su funcionamiento depende de la perfecta adecuación a
esos signos de la modernidad al nuevo entorno social. Annick Lémpèriere
escribe que “el concepto [de opinión pública] fue importado, y lo fue en
el momento mismo en que, por primera vez, se daban las condiciones
de la existencia de la opinión como parte integrante de una constitución
política liberal” (Lempérière, 2003, p. 566).13 El problema con esta
12
Nos referimos por supuesto a su influyente L’Ancien Régime et la Révolution,
(1856). 2 vols. París.
13
Buena parte de los estudios sobre la opinión pública en el siglo XIX demuestran
cómo sobreviven elementos “tradicionales” y cómo estos comprometen la viabilidad
del nuevo concepto de opinión pública.
20 Introducción
afirmación es que parte de tres supuestos, todos tres muy debatibles,
por lo menos si hablamos desde el punto de vista conceptual. Supone,
en primera instancia, que existe una definición verdadera del concepto;
supone, en segundo lugar, que este corresponde a un fenómeno existente
previamente y que entonces viene a nombrar. Y finalmente, supone que
estos fenómenos se manifiestan en contextos culturales y lingüísticos
diversos, motivados por procesos sociales completamente autónomos
del lenguaje y de las comunidades lingüísticas.
Identificar estos límites nos obliga entonces a suspender y cuestionar
el lastre normativo y teleológico de las categorías de la Modernidad,
ubicando el horizonte de análisis fuera de las dicotomías modernidad-
tradición. Sin duda, es importante, como nos lo recuerda Lempérière,
restituir América a un espacio de análisis euro-americano, pero sin que
eso signifique dejar de lado los modos en que los lenguajes políticos
existen localizados en contextos donde es fácil encontrar elementos que
no hacen parte de ese circuito euro-americano y, por lo tanto, se hallan
tensiones locales que no son reducibles o incluso comprensibles desde la
unidad euro-americana (Lempérière, 2004).14
Así pues, menos que controvertir la tesis de la importación de ideas,
interesa enriquecer la narrativa de las transformaciones conceptuales a
través de sus modulaciones, reacomodos y resignificaciones, construccio-
nes que son híbridas no por contraste con algún ideal puro, sino porque
todas las construcciones conceptuales son, de necesidad, híbridas. Los
lenguajes, como las culturas, no son sistemas cerrados, pero tampoco
son simples vehículos de las unidades de significado. De ese modo, el
fenómeno y concepto de “opinión pública” no se corresponden con la
simple difusión o adopción de conceptos europeos en América, sino, como
indica Noemí Goldman, “de una elaboración colectiva con múltiples
14
La crítica que aquí enunciamos tiene varios puntos en común con la que ade-
lantó Elías Palti en “Guerra y Habermas: Ilusiones y realidad de la esfera pública
latinoamericana”. Ver, también, Palti, (2007).
Introducción 21
apropiaciones, usos y reflexiones realizadas por variados actores a ambos
lados del Atlántico” (Goldman, 2008, p. 222).
Es por eso que en aras de encontrar criterios descriptivos más versátiles
para el análisis de estos fenómenos históricos —que reconozcan su com-
plejidad intrínseca al tiempo que su plasticidad manifiesta— proponemos
aquí el término “opinión pública” para designar un tipo de publicidad
específica ligada a lo que se ha dado en llamar esfera pública moderna y
no sólo a los intereses de la burguesía, como lo pretendía Habermas. De
este modo, la opinión pública —y sus particulares dinámicas conceptuales
y prácticas— debe ser entendida como una configuración históricamente
determinada de los modos de publicidad existentes en una sociedad. Por
su parte, reservamos publicidad para designar de manera más amplia
“el estado o calidad de las cosas públicas”, definición del Diccionario de
Autoridades (1737) que resulta analíticamente válida e históricamente
apropiada. En este sentido, las otras acepciones que acompañan esta
definición hacen evidente que esa calidad pública no es estática ni se da
de antemano sino que es una actividad que requiere de unas condiciones,
unos medios, un espacio y constituye un proceso, es decir que la publi-
cidad es un tipo de trabajo basado en actos concretos.15
Dado lo anterior, por regla general los autores escogidos en este libro
no definiremos qué significa la “opinión pública”, mucho menos si sus
diferentes manifestaciones en contextos específicos constituyen o no una
desviación respecto a supuestos modelos europeos, sino más bien buscare-
mos entender cómo se recorta el campo de la publicidad a finales del siglo
XVIII y durante el XIX, cuándo, quiénes y qué fuerzas participaron en
ese recorte, qué dejó de lado, cómo lo comprendieron sus actores, y cómo
15
Según la definición del Diccionario de Autoridades, el sustantivo “publicidad” se
refiere a 1. “El estado o calidad de las cosas públicas”; 2. “La forma ó modo de executar
alguna acción sin reserva, ni temor de que la sepan todos”; 3. “El sitio, o parage donde
concurre mucha gente, de suerte que lo que allí se hace es preciso que sea público”.
De esta manera, la publicidad designa el conjunto de medios para divulgar, el acto de
divulgación o el lugar en que las cosas adquieren la calidad de público, por ejemplo,
la plaza, las calles, el mercado, entre otros.
22 Introducción
usaron e invocaron el concepto de “opinión pública” para sus diferentes
fines políticos en el marco de la renovada constelación conceptual que
abriría la crisis de la Monarquía en todo el mundo hispánico.
Introducción 23
fue elaborado en el marco de este proceso por algunos de estos investi-
gadores que han trabajado conjuntamente durante cerca de cuatro años
(2008-2011).16
Esta reflexión sostenida sobre la prensa, la opinión pública y la cultura
política neogranadina de finales de los siglos XVIII y XIX, tomaría una
forma aún más definida gracias a nuevos descubrimientos y nuevos
derroteros de trabajo. Así, en compañía de la Biblioteca Luis Ángel Aran-
go, nos concentramos en la elaboración de fichas técnicas descriptivas y
analíticas de algunos periódicos fundamentales del siglo XIX colombia-
no17, mientras que, de manera simultánea, adelantamos con la Biblioteca
Nacional de Colombia una visita guiada sobre la prensa y el nacimiento de
la opinión pública en la Nueva Granada, que incluye la digitalización de
algunas piezas impresas que resultan clave para comprender la cultura
política del periodo.18
Por suerte, los investigadores formalmente vinculados al proyecto
hemos encontrado apoyo y una voz cómplice —aunque no por ello
menos crítica y capaz de señalarnos nuevos rumbos de trabajo y también
ciertos límites— en un grupo importante de académicos comprometi-
dos con el tema y con formas similares de trabajo. En este sentido, los
aportes de Mariselle Meléndez, María Elena Bedoya Hidalgo, Tomás
Straka, Mayxué Ospina Posse, Lina del Castillo, John Jairo Cárdenas,
Camilo Andrés Páez Jaramillo, Gilberto Loaiza Cano, Juan Camilo
16
Desde septiembre del 2009 Francisco A. Ortega Martínez ha participado como
investigador en el programa The Research Project Europe 1815-1914. Between Restora-
tion and Revolution, National Constitutions and Global Law: an Alternative View on
the European Century 1815-1914 (EReRe), apoyado por el Consejo de Investigación
Europeo (o European Research Council) con sede en la Universidad de Helsinki, Finlan-
dia, y coordinado por los profesores Bo Stråth y Martti Koskenniemi. Aprovechamos
para reconocer el interés y el apoyo prestado por el programa de investigación a esta
publicación.
17
Para más, ver http://banrepcultural.org/blaavirtual/historia/prensa-colombiana-
del-siglo-XIX
18
Ver, http://www.bibliotecanacional.gov.co/index.php?idcategoria=38277
24 Introducción
Escobar Villegas, Víctor Manuel Uribe-Urán, Óscar Almario García
y Óscar Guarín Martínez han contribuido a modelar, desde diferentes
perspectivas, este esfuerzo por ofrecer una nueva mirada de la prensa y
la cultura política de la antigua región grancolombiana.
El libro está compuesto de tres partes, además de esta breve introduc-
ción y el epílogo. La primera parte del libro lo comprende un capítulo
panorámico titulado “El nacimiento de la opinión pública en la Nueva
Granada, 1785-1830”, donde Francisco A. Ortega Martínez y Alexander
Chaparro Silva dan cuenta de la aparición del concepto socio-político de
opinión pública en el escenario marginal de la Nueva Granada, trazando las
transformaciones semánticas y sociales ocurridas en el seno de la publicidad
de Antiguo Régimen para identificar cómo de ella, aunque no sólo de ella,
emerge el concepto de opinión pública que caracterizará los primeros dece-
nios de la vida política republicana. De esta manera, los autores hacen un
recorrido histórico centrado en cuatro momentos fundamentales. Primero
examinan la publicidad americana a partir de las gacetas e impresos de
los siglos XVII y XVIII. En un segundo momento privilegian el análisis
de la prensa ilustrada neogranadina. Posteriormente revisan el convulso
panorama de las primeras repúblicas (1810-1815) y la Reconquista
española (1816-1819). Finalmente, trazan de manera general las líneas
principales que contribuyeron a la consolidación de la opinión pública
como concepto socio-político fundamental en la región desde el Con-
greso de Angostura hasta el colapso de la Gran Colombia (1819-1830).
La segunda parte del libro, titulada Opinión pública, Monarquía y Re-
pública, explora las diferentes luchas de sentido alrededor del concepto
de opinión pública en los escritos republicanos y monárquicos durante
las guerras de Independencia y el periodo grancolombiano. Por un lado,
Alexander Chaparro Silva en “La opinión del Rey. Opinión pública y redes
de comunicación impresa en Santafé de Bogotá durante la Reconquista
española, 1816-1819”, analiza los usos políticos efectivos del sintagma
“opinión pública” en los impresos monárquicos durante la Reconquista
española en Santafé, al tiempo que revisa los modos de circulación y
control de la publicidad impresa en la ciudad. De esta manera, el capítulo
Introducción 25
se propone dar cuenta del profundo pacto de sentido entre los discursos
fidelistas, la reconstrucción de la conformidad monárquica y los usos de
la imprenta avalados por el régimen.
Por otro lado, en “El nombre de las cosas. Prensa e ideas en tiempos
de José Domingo Díaz. Venezuela, 1808-1822”, Tomás Straka explora
el papel desempeñado por la prensa y la opinión pública en la disputa
emancipadora en Venezuela, prestando particular atención a las publi-
caciones realistas y el pensamiento fidelista encarnado por el venezolano
José Domingo Díaz. El autor intenta ofrecer una visión de conjunto de lo
que la prensa representó en este momento clave y evalúa de qué manera
ésta fue portavoz de un nuevo pensamiento, hasta qué punto constituyó,
por sí misma, un cambio cualitativo en las sociabilidades e imaginarios
políticos, en la construcción de lo público y en los nuevos valores que
en efecto revolucionaron la sociedad venezolana.
En el siguiente capítulo, titulado “Libertad, prensa y opinión pública
en la Gran Colombia, 1818-1830”, Leidy Jazmín Torres Cendales analiza
algunos de los usos semánticos registrados del concepto de libertad en
la prensa grancolombiana y muestra la forma específica en que la liber-
tad de imprenta se instituyó como garantía de la interlocución entre el
gobierno y la sociedad durante el periodo examinado. El capítulo cierra
con el examen de la libertad como articuladora del nuevo orden republi-
cano a partir de su encarnación en la figura bolivariana y sus múltiples
invocaciones en la crisis abierta en 1826 que conduciría al colapso de la
unión grancolombiana.
Por su parte, Nicolás Alejandro González Quintero, en “Nación,
Constitución y familia en La Bandera Tricolor, 1826-1827”, examina la
esfera pública como catalizadora de una idea de nación basada en la Cons-
titución, el gobierno popular representativo y la metáfora de la familia,
privilegiando la lectura del periódico bogotano La Bandera Tricolor. El
autor centra su análisis en el marco de la crisis abierta por las revueltas
de Valencia y Caracas en 1826 y la creciente disputa de legitimidad entre
las diferentes facciones por consolidarse como la vocera auténtica de la
voluntad general en el país.
26 Introducción
Más adelante, Mayxué Ospina Posse, en “Opinión pública y cultura
de la imprenta en Cartagena de Colombia, 1821-1831”, da cuenta del
tipo de estrategias que se tejieron para construir la legitimidad de esa
nueva voz de autoridad que fue entonces conocida como la opinión
pública en la Cartagena grancolombiana. La autora centra su mirada
en las constelaciones conceptuales que permitieron la emergencia de la
opinión como un sistema de enunciación verdadero, dotado de un valor
incuestionable, al tiempo que examina el reto que afrontaría entonces
la República en la pretensión de fomentar el desarrollo de una cultura
del periódico, entendiendo que es en la superficie material de la prensa
donde el formato republicano de la opinión encuentra su legítimo lugar.
Cierra esta segunda sección el capítulo de Zulma Rocío Romero
Leal titulado “Ministeriales y oposicionistas. La opinión pública entre la
unanimidad y el ‘espíritu de partido’. Nueva Granada, 1837-1839”. La
autora analiza la conformación de la oposición política al gobierno de
José Ignacio de Márquez privilegiando el examen de la polémica sostenida
entre La Bandera Nacional, como periódico opositor más representativo,
y El Argos, el periódico ministerial más importante del momento. El
capítulo examina la centralidad del ideal de unanimidad y las diferentes
acepciones de la noción de partido manifiestas en estas publicaciones y
sugiere comprender la opinión pública, delimitada por la libertad de
imprenta, como constitutiva de las formas de oposición política. Para
la autora, a partir del común reconocimiento de la libertad de imprenta
y del derecho de asociación, El Argos y La Bandera Nacional junto con
otros periódicos neogranadinos, construyeron la legalidad de la oposición.
La tercera sección del libro, Publicidad, sociabilidad e institucionalidad,
explora el papel de la publicidad en el proceso de construcción del poder
político, en la proyección de sus diversas instituciones y en la elabora-
ción de las actitudes y valores que las acompañan. La sección abre con
el capítulo de Mariselle Meléndez, “La mujer y la prensa ilustrada en los
periódicos suramericanos, 1790-1812”. La autora examina las diferentes
maneras en que la imagen de la mujer o la voz de la mujer aparece en los
periódicos suramericanos ilustrados del siglo XVIII para entender en qué
Introducción 27
medida su presencia o participación en estos medios de conocimiento e
información se conectaban con uno de los propósitos principales de los
semanarios: el de promover el bien público.
Por su parte, la contribución de María Elena Bedoya titulada “‘No dudo
que este breve plan de literatura ilustrada os electrizará’: Primicias, lecturas
y causa pública en Quito, 1790-1792” analiza cómo se puso en marcha,
en el ocaso del periodo colonial, una empresa de carácter intelectual
anclada en la reflexión sostenida sobre la “causa pública” en el territorio
de la Audiencia quiteña. Con esta finalidad enfatiza la importancia de
la labor ilustrada del obispo Joseph Pérez Calama y de Eugenio Espejo
como principales artífices de la Sociedad Económica Amigos del País y
de la publicación del periódico Primicias de la Cultura de Quito, espacios
fundamentales para la elaboración conceptual de la causa pública aunada
a la razón, la felicidad de los pueblos y la utilidad pública.
El aporte de Lina del Castillo, titulado “La cartografía impresa en
la creación de la opinión pública en la época de la independencia”,
evidencia cómo la producción cartográfica fue crucial para la construc-
ción del Estado-nación colombiano en el contexto de las revoluciones
transatlánticas a partir del análisis de los mapas Composite of Colombia
Prima or South America (1807) y República de Colombia (1827). El capí-
tulo propone un análisis sostenido sobre la cartografía, el tipo de historia
plasmada y defendida en estos mapas y formación de la opinión pública
tanto nacional como internacional en aras de dirimir múltiples disputas
por la legitimidad en el nuevo orden republicano.
En “Lenguajes económicos y política económica en la prensa neogra-
nadina. 1820-1850”, John Jairo Cárdenas da cuenta de la producción
intelectual de los pensadores económicos neogranadinos publicada en la
prensa en tanto escenario fundamental para la formación de la opinión
pública. El capítulo presta particular atención a los lenguajes económicos
puestos en circulación en la prensa y sus intricadas relaciones con la no-
ción de patriotismo como concepto central y piedra de toque recurrente
para defender políticas económicas de diversa índole en el marco de la
construcción estatal republicana.
28 Introducción
A continuación, Gilberto Loaiza en “El Neogranadino, 1848-1857: un
periódico situado en el umbral”, enfatiza la importancia de esta publicación
promovida por Manuel Ancízar en el marco de una coyuntura política de
ampliación de libertades, principalmente las de opinión y de asociación,
gracias al liderazgo de una nueva generación de dirigentes liberales. El
Neogranadino, entre 1848 y 1857, fue el órgano de difusión de un proyecto
de modernidad liberal y el anunciador de una nueva etapa en el universo
de producción y circulación de impresos. Un periódico fundamental en el
siglo XIX colombiano, situado en el umbral, según Loaiza, porque anuncia
un momento de agudización del conflicto entre el ideal de una república
de ciudadanos modernos, según el ideal de modernidad de algunos di-
rigentes del liberalismo colombiano, y el de una república católica que
finalmente se impuso con la Constitución Política de 1886. El nacimiento
del periódico informa de la iniciativa innovadora del liberalismo, pero
su desaparición, en 1857, anuncia el inicio de un compacto y persistente
proyecto cultural y político conservador en Colombia.
Por otro lado, Camilo Andrés Páez Jaramillo en “El artesano-publicista
y la consolidación de la opinión pública artesana en Bogotá, 1854-1870”
se ocupa de la prensa artesanal bogotana de la segunda mitad del siglo XIX.
El autor examina las características de algunas publicaciones impresas por
el artesanado capitalino y precisa sus mecanismos de difusión y recepción
por medio del examen de sus propios elementos discursivos. El capítulo
enfatiza la centralidad de la alianza entre sectores de la élite y los artesanos
en la configuración de esta prensa y destaca el accionar de tres “artesanos-
publicistas” fundamentales en el escenario asociativo bogotano: Manuel
María Madiedo, Manuel de Jesús Barrera y Nicolás Pontón.
Esta tercera sección cierra con el capítulo de Juan Camilo Escobar
Villegas titulado “Impresos periódicos en Antioquia durante la primera
mitad del siglo XIX. Espacios de sociabilidad y de opinión de las élites
letradas”. En él se ofrece una lectura panorámica de la prensa antioqueña
publicada durante la primera mitad del siglo XIX anclada en el análisis de
los imaginarios de identidad modelados y vehiculados por estas publica-
ciones. El autor analiza cómo las élites regionales antioqueñas escribieron,
Introducción 29
se organizaron y publicaron textos para defender concepciones sobre sí
mismas que les permitieran obtener reconocimiento e impulsar y apoyar
sus acciones en diferentes campos de la vida política nacional, entre las
cuales se destacan la colonización de tierras, las instituciones sociales
cristianizadas, las autonomías políticas y las reformas educativas para las
artes y las letras.
Finalmente, el libro lo cierra Víctor Uribe con una reflexión general
que evalúa los diversos aportes recogidos en el libro y los sitúa en el con-
junto de debates y preocupaciones que han signado el bicentenario. Más
que una mirada de clausura es una apertura a los múltiples rumbos por
recorrer, los enigmas por descifrar y las esperanzas por labrar.
Como puede verse, se trata de una obra que en su conjunto se propone
contribuir a una mirada renovada de la cultura política del periodo, que
analiza un determinado conjunto de problemáticas históricas a partir del
examen de nociones fundamentales como publicidad y opinión pública
y presta particular atención a las inquietudes, respuestas y desafíos expre-
sados por actores concretos en diferentes escenarios localizados, de allí
que entendamos la prensa decimonónica como un factor fundamental
en la construcción de la política —más que como un mero vehículo de
ideas y reflejo de estructuras determinantes—. Aunque somos conscien-
tes de las ausencias notables de este libro, tales como la exploración más
amplia y sostenida de la prensa regional neogranadina, de los periódicos
literarios de mitad de siglo o de la vigorosa prensa católica, nos gustaría
subrayar el esfuerzo hecho por los autores aquí reunidos por salir del
marco del profundo sentido teleológico que impregna todavía la histo-
ria de la transición republicana y por el énfasis puesto en el rescate del
carácter problemático y azaroso de las formaciones políticas analizadas. Un
carácter indeterminado, y más bien iridiscente, que coincide bien con las
características de los objetos de estudio que nos convocan, y que Manuel del
Socorro Rodríguez intentaba entonces capturar, a través del prisma del
patriotismo, en la inquietante y sugerente fórmula que encabezaba sin
falta alguna su publicación semanal, El Redactor Americano (1806-1809):
disfraz y pluma de todos.
30 Introducción
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34 Introducción
I. El nacimiento de la opinión pública
El nacimiento de la opinión pública en
la Nueva Granada, 1785-1830
Preámbulo
Hoy en día la existencia de la opinión pública puede parecernos un hecho
social incontrovertible, incluso natural y beneficioso. Sin embargo, ese no
era el caso en 1811, el periodo de transformación política del conjunto
de la monarquía hispánica. Durante la época, en España, un bilioso
Diccionario razonado atacaba los nuevos lenguajes políticos por herejes
y desnaturalizados. Entre sus dianas favoritas figuraban los periódicos y
la opinión pública. A los primeros los definió como “Evacuación fétida y
asquerosa procedida de comunicación pecaminosa con personas infectas
de gálico; hai evacuaciones diarias, semanarias, menstruas y sin regla”
(Diccionario razonado, 1811, p. 56). Y la opinión pública resultaba “un
animal quadrúpedo que anda en los cafés, en las calles y en las plazas. Ved
aquí el oráculo que quieren los filósofos que consulten las Cortes para hacer
la felicidad de la nación: si es que quieren obrar conforme á la voluntad
del pueblo que las ha elegido” (Pérez, 1994, p. 209).1 Desconfianza que
se repetiría innumerables veces a lo largo del siglo XIX. Pero más que la
filiación ideológica de estos pronunciamientos, en este caso lo que nos
interesa destacar es la evidente opacidad que el sintagma tiene para un
amplio espectro de la población.
37
Y no era para menos. Antes de 1809 el sintagma opinión pública aparece
sólo de manera extraordinaria en el mundo hispánico (Vanegas, 2009, p.
1.037).2 Es importante insistir en que no es ésta una cuestión meramente
nominal. La ausencia del sintagma apunta a una configuración conceptual
y socio-política radicalmente diferente a la nuestra y evidencia de ese
modo la singularidad de la cultura política de Antiguo Régimen, no su
carácter primitivo o deficitario con relación a nuestra época. Aún más,
la proliferación del concepto opinión pública a partir de 1809 —tanto
para invocarla o elogiarla como para atacarla y desestimarla— sirve so-
bre todo para dar cuenta de la percepción común a los diversos actores
del periodo de que se vivía un tiempo nuevo, azaroso y excepcional, en
nada parecido a lo ya vivido. ¿Cómo entonces dar cuenta de la aparición
de ese concepto político en el escenario marginal de la Nueva Granada?
Este capítulo responde esa pregunta trazando las transformaciones
semánticas y sociales ocurridas en el seno de la publicidad de Antiguo
Régimen para identificar cómo de ella, aunque no sólo de ella, emerge
el concepto de opinión pública que caracterizará los primeros decenios
de la vida política republicana. Hemos organizado la exposición en
cuatro momentos. Primero examinaremos la publicidad americana a
partir de las gacetas e impresos de los siglos XVII y XVIII. Un segundo
momento está destinado a examinar la prensa ilustrada neogranadina.
Posteriormente examinaremos el convulso panorama de las primeras
repúblicas (1810-1816) y la Reconquista española (1816-1819).
Finalmente, trazaremos de manera general las principales líneas que
contribuyeron a la consolidación de la opinión pública como con-
cepto socio-político fundamental en la región desde el Congreso de
Angostura hasta el colapso de la Gran Colombia (1819-1830). Ahora
bien, es necesario señalar que este capítulo está escrito a cuatro manos.
2
En un artículo reciente, Isidro Vanegas indica que halló cuatro referencias entre más
de 4.500 páginas de documentación proveniente de la Nueva Granada. Por nuestra
parte, no hemos encontrado una sola instancia en un documento publicado en la
Nueva Granada en el periodo.
3
Calderón escribe en la tercera jornada de Los cabellos de Absalón (c. 1634) “Cómo se
vé en tus diversas/ opiniones, vulgo, que eres/ Monstruo de muchas cabezas” (Calderón
de la Barca, 1830). Ver también: Gracián, (1657).
4
“Voz del pueblo” (1726). Benito Jerónimo Feijoo, (1773). Teatro crítico universal: ó
discursos varios en todo género de materias para desengaño de errores communes. (Tomo I,
Discurso primero, p. 4). Madrid: Imprenta de Don Antonio de Sancha.
5
Aunque ambas son instancias del mismo fenómeno, en otros lugares de la monarquía,
existen, sin embargo, variantes propias que le dan un dinamismo propio en la Nueva
Granada. Así, la ausencia de una Corte hasta 1739 y de una imprenta secular hasta 1776,
el alto grado de mestizaje y la dispersión por una arisca geografía de los pocos asenta-
mientos castellanos determinaron un cierto modo laxo de publicidad y control social.
6
La ostentación para mantener la estima puede llegar a niveles asombrosos. Para un
excelente estudio sobre el papel del fasto en la fama en la España de los Austrias, ver
García Bernal, (2006).
7
Excelentes estudios recientes empiezan a desentrañar el abigarrado mundo popular de
la fiesta colonial. Ver: Jiménez Meneses, (2007); González Pérez, (2005); y a Hartman
& Velásquez, (2004). Para una visión centrada en la experiencia indígena, ver Llanos
Vargas, (2007).
8
Puede parecer paradójico argumentar la existencia de una publicidad a la cual no
tenemos acceso. Sin embargo, como ya notaron hace un buen tiempo Alex Kluge y Oskar
Negt en su crítica a Habermas, tras la esfera pública hegemónica existen igualmente
otras esferas de publicidad alterna. Ver Negt & Kluge, (1988). Una formulación en un
sentido análogo, pero desde una perspectiva foucaultiana puede verse en Scott, (1990).
9
Cfr., Phelan, (1980); Garrido de Payán, (1987). La referencia a economía moral
proviene del trabajo de Thompson, (2001).
10
Tomado de la reproducción facsimilar publicada por la Massachusetts Historical
Society en Boston, 1940. Para una visión panorámica, ver Lafaye, (2002).
11
Los ejemplares citados provienen de la colección de manuscritos de la biblioteca
Benson, de la Universidad de Texas en Austin.
12
Es interesante notar lo poco que se conoce este fenómeno. No hay muchos estudios,
ni en España ni en América, sobre estos primeros ejercicios publicitarios.
13
Documento digitalizado por la agencia Boletín Oficial del Estado del Ministerio
de la Presidencia de España y puesto a disposición del público en: http://www.boe.es/
aeboe/consultas/bases_datos/gazeta.php. (Las cursivas son nuestras).
15
Referencias tomadas respectivamente de la Gaceta de México (enero 1, 1722) y de
la Gazeta de Lima (enero 18, 1744), ambos ejemplares consultados en la biblioteca
Benson de la Universidad de Texas, Austin, durante el segundo semestre del 2006.
“El Virrey de Santa Fe hace presente la urgente necesidad que en aquella ciudad
16
hay de una Imprenta”. Santa Fe, 15 de enero de 1777. En Toribio Medina, (1958).
17
“Fray Raymundo Azero, Premios de la obediencia, castigos de la inobediencia: platica
doctrinal exhortatoria dicha en la Plaza mayor de esta Ciudad de Santa Fé, concluído el
Suplicio, que por Sentencia de la Real Audiencia de este Nuevo Reyno de Granada, se
executó en varios Delinqüentes, el dia I. de Febrero, de este Año de 1782. Bogotá: Por D.
Antonio Espinosa de los Monteros, 1782”. En Biblioteca Nacional de Colombia, Fondo
Vergara 32. Recordemos que los últimos quince años habían irritado los ánimos de los
súbditos neogranadinos. La memoria de esos agravios se remontaba a la expulsión de los
jesuitas, las reformas educativas de Moreno y Escandón (1774-1779), la llegada del Visi-
tador Gutiérrez Piñeres (1777) y culminaron con el estallido del levantamiento comunero
(1781-1782) que sacudió el centro del país.
18
Gazeta de Santafé de Bogotá, 31 de agosto, 1785.
19
“Prospecto”, Redactor americano diciembre 6, 1806, p. 3. Son transformaciones
que no ocurren en el vacío. Para las últimas décadas del siglo XVIII el cuerpo de re-
formas administrativas, fiscales y militares conocidas como borbónicas y los procesos
de trasformación de la cultura política transatlántica se empezaban a dejar sentir con
fuerza en la Nueva Granada. Santafé sobrepasa los 20 mil habitantes y cuenta con doce
templos principales, tres universidades seculares (colegios mayores de San Bartolomé,
Rosario y Santo Tomás), tres eclesiásticas (San Buenaventura, de la Recoleta, y San
Nicolás de Bari), un colegio para niñas (Enseñanza), cinco escuelas populares, y cerca
de 400 estudiantes provenientes de todos los rincones del reino. Su vida intelectual está
animada por la recién creada Real Biblioteca (1777) y varias bibliotecas importantes de
claustros y particulares, dos tertulias conocidas (la Eutropélica, presidida por Manuel
Socorro de Rodríguez y El Arcano de la Filantropía, por Antonio Nariño) y, por dos
imprentas comerciales (Espinosa y Nariño). Por otra parte, en torno a la Expedición
Botánica (1783) y su director, José Celestino Mutis, se articuló y entrenó un selecto
grupo de jóvenes americanos en las ciencias y las artes e incluyó la creación del primer
observatorio astronómico en el continente americano (1803).
20
De las publicaciones peninsulares que circularon en la monarquía vale la pena
destacar el Mercurio histórico y político 1753; El Memorial Literario, 1784; y El Correo
de los Ciegos de Madrid (1786). Igualmente es importante destacar diversos periódicos
americanos, tales como el Mercurio volante con noticias importantes i curiosas sobre
varios asuntos de fisica i medicina, editado por el mexicano Ignacio Bartolache, 1772-
Una Gazeta es una carta común por la qual á todos se les avisa de lo que
subsede, ò se sabe en el lugar en que se escribe, y cada uno se aprovecha
1773; la Gazeta de literatura de México, editado por José Antonio Alzate, 1788-1795;
el Mercurio peruano de historia, literatura, y noticias, publicado por la Sociedad
Académica de Amantes de Lima, 1791-1794; y las Primicias de la Cultura de Quito,
el importante periódico ilustrado editado por Francisco Javier Eugenio de Santa Cruz
y Espejo en 1792.
21
Al hacer más fácil y homogénea la circulación de noticias europeas en la monarquía,
el Espíritu se convirtió rápidamente en una de las fuentes favoritas para los editores y
redactores americanos.
abril de 1791).
abril, 1791).
26
Noticias sobre la Revolución francesa en Papel Periódico (1792-1795). Cita tomada
de Papel Periódico del 21 de febrero de 1794, p. 615.
27
En un excelente trabajo reciente Carlos Villamizar explora las transformaciones
semánticas del concepto “patria” durante la última década del siglo XVIII a través
de una lectura cuidadosa del Papel Periódico. Ver “La felicidad del Nuevo Reyno de
Granada: el lenguaje patriótico en Santafé (1791-1797)”, tesis presentada para optar
el título de magíster en el Departamento de Historia, Universidad Nacional de Co-
lombia, octubre de 2010. Apartes aparecerán con el título “Patria y Monarquía en el
Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá (1791-1797)” en el libro en prensa
Conceptos fundamentales de la cultura política de la Independencia. Bogotá: Universidad
Nacional de Colombia, 2012.
Extracto de las primeras juntas celebradas por la Sociedad Económica de los Amigos
29
del País, Santafé de Bogotá, Don Antonio Espinosa de los Monteros, Ympresor Real,
1785, pp. 3-4.
núm. 2.
31 Correo Curioso, núm. 41, 24 de noviembre de 1801, pp. 185; 187.
32
Geografía de la Nueva Granada, núm. 1, enero de 1808, pp. 1-2.
33
Mauricio Nieto Olarte ha explorado a fondo la construcción de una autoridad
científica y un público dócil a través del examen de los recursos argumentativos des-
plegados por los ilustrados en el Semanario. Ver, en especial, el artículo que escribió
junto con Paola Castaño y Diana Ojeda en el 2005, “El influjo del clima sobre los
seres organizados” y la retórica ilustrada en el Seminario del Nuevo Reyno de Granada,
Historia crítica, núm. 30, pp. 91-114.
34
Semanario del Nuevo Reyno de Granada, “Discurso sobre la educación”, núm. 9,
febrero 28 de 1808, p. 72.
35
Caldas extiende “El discurso sobre la educación” hasta el número 15 (10 de abril
de 1808). En el número 20 (15 de mayo de 1808) publica la disposición del virrey de
acoger la iniciativa privada para abrir escuelas públicas de la patria.
36
Semanario del Nuevo Reyno de Granada, “Reflexiones sobre la educación pública”,
núm. 10, 6 de marzo de 1808, p. 78.
40
Para la importancia de Jovellanos en el surgimiento conceptual, ver Fernández
Sebastián, (2000). Otros autores influyentes, con amplia circulación en la Nueva Gra-
nada, son León de Arroyal, Valentín de Foronda y Cabarrús. Ver Fernández Sarasola,
(2006); Álvarez de Miranda, (1992); Maravall, (1991).
41
Las cursivas son nuestras.
42
La referencia específica de Jovellanos es a la Real Academia de la Lengua, la cual
toma de modelo en esta ocasión.
43
Voz Fixar en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, (1780).
Acto 1, escena V. Cito de Jovellanos, (1956, vol. 1, p. 85). (Las cursivas son nuestras).
44
45
Biblioteca Nacional de Colombia, Hemeroteca, Correo Curioso erudito, económico
y mercantil, núm. 1, Santafé, 17 de febrero de 1801, p. 2.
46
Renán Silva ha descrito los lazos y valores que cohesionaron este grupo de ilustrados
en Silva, (2002). Ver también Peralta Agudelo, (2005).
47
Papel Periódico, núm. 24, publicado el 21 de septiembre de 1792. Igualmente
legendaria es la tertulia El Arcano Sublime de la Filantropía que Antonio Nariño
organizaba en su estudio entre aproximadamente 1789 y 1793. Ver Blossom, (1967).
48
“Prospecto”, Redactor Americano, 6 de diciembre de 1806.
49
“Continuó la lectora, hasta que la detubo la bonita, preguntando ¿acia donde caya
el imperio del idiotismo? A que respondió muy serio el Petimetre: acia el Sur, y parece
que confina con Popayan, y el Gran Turco”.
50
Correo Curioso, 7 de abril de 1801, pp. 30-31.
51
Y, más adelante, “En el conjunto de los hombres se descubre un extraño y raro
modo de pensar. No es una misma su opinión. Es preciso que haya un superior que
decida la cuestión para la conservación de la paz y quietud en aquellos miembros que
componen el Cuerpo de la República. La Naturaleza destierra toda confusión y pide
la seguridad del buen orden”, (Finestrad, 2000, p. 308).
52
“Prospecto”, Redactor Americano, 6 de diciembre de 1806, p. 3.
53
“Voz del pueblo”, Feijoo, Teatro crítico universal: ó discursos varios en todo género de
materias para desengaño de errores communes, p. 2.
54
José Toribio Medina (1958) señala que “en julio de 1800 llegaba una de cerca de
cuarenta y nueve arrobas —de letras de cinco cuerpos, una prensa grande de imprimir,
otra para hacer libros y cortar papel, dos mesas de mármol, y los respectivos compo-
nedores, galeras, tinta, y demás instrumentos y utensilios del arte. Lo singular fue que
precisamente a ese tiempo se hallaba en la ciudad un impresor ‘instruido’ a quien no
le fue difícil, como se comprenderá, entenderse desde un principio con la Junta del
Consulado. Ofreció imprimir por un precio equitativo los papeles de la Corporación,
enseñar a dos oficiales hasta dejarlos perfectamente al corriente en las cosas del oficio,
y pagar en cuatro años, por anualidades iguales, los 1.168 pesos 4 reales a que, con
el valor de los seguros, había ascendido el costo total de la imprenta. Pudo, pues, por
un momento lisonjearse el Consulado con que vería logrados sus anhelos de dotar a
la ciudad de un taller tipográfico; y al intento de que éste comenzase a funcionar sin
pérdida de tiempo, en la misma sesión en que se había llegado a un arreglo con el im-
presor, acordó avisar el fausto acontecimiento al prelado y al gobernador de la plaza,
a fin de que, dentro de sus esferas respectivas, prestasen su licencia para dar a luz los
trabajos que se encomendasen a la imprenta”.
55
“El Virrey de Santa Fe remite el expediente del Consulado de Cartagena, sobre
el establecimiento de una imprenta en aquella plaza”. Santa Fe, 19 de julio de 1806.
En AGI. Papeles por agregar. Santa Fe, 120-123, legajo titulado “Consultas y reales
resoluciones”, núm. 455. Reproducido en Toribio Medina, (1958, vol. 2, p. 500).
“Informe del fiscal Don Manuel Mariano de Blaya al virrey Amar y Borbón, en
56
1808”. Impreso en El Correo Nacional, núm. 430, 3 de marzo de 1892, pp. 2-3.
Difundir las luces, instruir a los pueblos, señalar los peligros que nos
amenazan y el camino para evitarlos, fijar la opinión, reunir las voluntades
y afianzar la libertad y la independencia […].
Para el editor, era claro que en las inciertas circunstancias del momento la
58
“Carta de Camilo Torres a Ignacio Tenorio, Oidor de Quito”. Cito de Copete
Lizarralde, (1960).
59
“Prospecto”, Semanario Patriótico, Madrid, fin de agosto de 1808, p. 3.
60
La disposición corresponde al Artículo 3 de la Sección II “De los derechos del
hombre en sociedad”. Un estudio reciente de Gilberto Loaiza Cano examina las trans-
formaciones culturales, sociales y legales que hicieron pensable la libertad de imprenta.
Loaiza Cano, (2010). Como ya lo reseñaremos más adelante, Loaiza Cano insiste en
que ésta era “una libertad concedida con ambigüedades y temores” (p. 64).
61
La Bagatela, Bogotá, núm. 38, 12 de abril de 1812, p. 146.
En otro impreso del mismo año, La verdad sin sobretodo (1811), atri-
buido a Nariño, el diálogo entre un chispero y un joven ingenuo, revela
dos visiones diferentes sobre el papel de la opinión pública en la vida
política. Ante la conmoción de las transformaciones políticas, el chispero
le increpa al ingenuo letrado timorato
63
Manuel Bernardo Álvarez, “Justo desengaño al público a que obliga el papel titulado
La Contrabagatela”. Bogotá: En la Imprenta Real, 1811. (Citado en Posada, 1917, p.
255). Otros textos señalan como “llenas de entusiasmo, las pasiones se han metido a
escritoras públicas para deprimir científicamente a las virtudes”. Sin título, Santafé de
Bogotá, Imprenta de Nicolás Calvo y Quixano, 1812. (Posada, 1917, p. 290).
64
Para un examen de la noción de soberanía en la Nueva Granada véase Restrepo,
(2005); Thibaud & Calderón, (2006). Por último, ver la reciente compilación de
ensayos de la Universidad Nacional de Colombia titulada Conceptos fundamentales
de la cultura política de la Independencia, en particular los capítulos de Zulma Rocío
Romero Leal, “La soberanía como principio y práctica del nuevo orden político en la
Nueva Granada, 1781-1814” y de Alexander Chaparro Silva, “La voz del Soberano.
Representación en el Nuevo Reino de Granada, 1785-1811”.
65
Sobre la imprenta en Antioquia, Popayán y Tunja véanse: Posada, (1928); Higuera,
(1982).
66
Sobre la Primera República puede consultarse: Ocampo López, (1999); Llano Isaza,
(1999). Sosa Abella, (2006); Sourdís de La Vega, (1988); Martínez Garnica, (1998);
McFarlane, (2002); Gutiérrez Ardila, (2010).
67
Un acercamiento panorámico sobre la Reconquista puede verse en: Díaz Díaz,
(1965).
Indias, En la Imprenta del Gobierno. Por D. Ramón León del Pozo. Año de 1816,
s.n., BN, Fondo Quijano 29, Pieza 6.
71
Un análisis reciente y pormenorizado sobre el Gobierno Real de Cartagena durante
la Reconquista puede verse en Cuño, (2008).
72
Gobierno Real de Cartagena de Indias. (Óp. cit., s.n.).
Una pequeña nota biográfica sobre García puede verse en Otero Muñoz, (1945).
73
Sobre la obra de García, ver: Jaramillo de Zuleta, (2004, pp. 65-66); y Posada, (1917,
pp. 319-320, 340-341, 353, 365-371, 389-393).
74
Durante la instalación, en Angostura, del denominado Consejo de Estado, el 10 de
noviembre de 1817, Bolívar sostendría que la opinión pública era la “primera de todas
las fuerzas”, el “más firme escudo del gobierno”, por encima de los ejércitos armados.
“Discurso pronunciado por el libertador en Angostura el 10 de noviembre de 1817,
al declarar solemnemente instalado al Consejo de Estado” (Bolívar, 2009, p. 112).
75
Para un análisis más detallado véanse las fichas técnicas y analíticas de estas publi-
caciones elaboradas en el marco del Programa Nacional de Investigación “Las culturas
políticas de la independencia, sus memorias y sus legados: 200 años de ciudadanías”
(Vicerrectoría de Investigación de la Universidad Nacional de Colombia, código
9714, con vigencia 2009-2011), en el portal web de la Biblioteca Luis Ángel Arango.
Recuperado de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/prensa-colombiana-
del-siglo-XIX
Sobre el Correo del Orinoco puede verse especialmente Pino Iturrieta, (1973).
76
Para los republicanos, los editores de las gacetas realistas habían tomado
partido por una causa inmoral; por ello ya no lograban persuadir a sus
lectores, objetivo fundamental de esta prensa de guerra. La legitimidad
del Antiguo Régimen, y con él la de sus gacetas, se había ido erosionando
paulatinamente, entre otras, por obra del discurso político de las publi-
caciones republicanas, que lo habían convertido en símbolo inequívoco
de tiranía, explotación y oscurantismo. No obstante, estas últimas jamás
bajarían la guardia; hasta el final manejarían un discurso encendido, que
daría cuenta de las dimensiones de su difícil empresa: convencer a los
lectores sobre la inevitabilidad y la conveniencia de la ruptura con España
para embarcarse en un nuevo sistema político independiente.
78
Sobre el caso colombiano pueden verse: Mejía, (2007); König, (1994); Bushnell,
(1985); Hensel Riveros, (2006).
79
Para un análisis panorámico sobre la construcción de la ciudadanía durante el siglo
XIX en Iberoamérica véanse Sábato, (1999); Rodríguez, (2008); Annino & Guerra,
(2003); Annino, (1995); Chust Calero, (2008); Pérez Ledesma, (2008).
Para una mirada panorámica sobre la prensa grancolombiana véase Bushnell, (1950).
80
Se trata, entonces, de una opinión pública que coincide con las normas
de moralidad socialmente compartidas. Su carácter público garantizaba su
corrección. Ante las desviaciones producto de las pasiones individuales, el
Areópago oponía la publicidad, la sanción social producto del escándalo,
del consenso moral. El poder del Areópago era el poder de la opinión en
tanto verdad encarnada en los valores republicanos y la Constitución.
De esta manera, en el marco de estas discusiones sobre la formación del
nuevo ciudadano republicano descuella por su importancia el papel capital
asignado a la opinión pública y a la imprenta. Ya en la discusión anterior
sobre la pertinencia del Areópago se evidenciaba su centralidad cuando
una de las partes proponía conformar un tribunal similar de carácter
educativo con una imprenta y la responsabilidad de redactar un “papel
público en que aparezca con honor y aprecio toda la clase de los más
virtuosos, y lleno de confusión y vituperio, el hombre corrompido, que
desprecia y ultraja la moral pública” (Núm. 15: 8-V-1823: 109-110).
La imprenta aparecía así indisolublemente ligada a los principios
republicanos de libertad, felicidad y virtud. De hecho, para ciertos sec-
tores de las élites la falta de imprentas en Colombia (Nueva Granada,
Venezuela y Ecuador) impedía la formación y consolidación efectiva de
los valores republicanos y la unión de los pueblos. Así lo manifestaba en
1822 Vicente Azuero en el prospecto de su publicación La Indicación.
Según el editor, en el país:
Puede ser que este periódico logre escitar un vivo y eficaz deseo de
solicitar y traer imprentas á cualquier costa, y puede ser que consiga esti-
mular a personas mas instruidas, para que con sus escritos enseñen a sus
conciudadanos las grandes verdades que tanto les importa conocer, y les
tracen la senda firme y segura que deben emprender para no estraviarse,
ni malograr los óptimos productos de 12 años de sacrificios (Prospecto,
17-VII-1822: s.n.).
Como todas las opiniones tienen sus partidarios puede haber personas
republicanas, y patriotas y considerar como un mal la discusión política,
tanto en sí misma, cuanto por ser inoportuna en el presente estado de
la República […No obstante] las verdades políticas, deben ser expuestas
como el Evangelio con mansedumbre, y caridad, y los errores perdonados
recíprocamente por hombres expuestos a errar (Núm. 1: 6-IV-1822: 3).
Los papeles públicos han venido á ser la primera arma de una nación
y de un partido: ellos solos pueden difundir con rapidez las opiniones; y
dirigidas por manos diestras obran más efectos útiles que muchos millares
No hay duda que la unanimidad debe ser deseada en todas las materias,
cuando ella nace del convencimiento racional; pero también es cierto que
nada puede ser más pernicioso á la felicidad de un Estado que la aparente
conformidad que resulta de la indiferencia de los ciudadanos respecto de la
forma de gobierno ó de la falta de libertad, é inteligencia para examinarla
[…] ¿Será falta de patriotismo en las circunstancias presentes hablar de
nuestra Constitución, y gobierno? No parece difícil el responder a estas
cuestiones: un gobierno libre gana fuerza por la discusión como la encina
se endurece por el huracán que la conmueve (Núm. 1: 6-IV-1822: 4-5)
Conclusión
El presente capítulo ha examinado la emergencia del concepto y ejercicio
de la opinión pública en el antiguo territorio de la Nueva Granada, desde
su transformación en el seno de la publicidad de Antiguo Régimen hasta
su constitución como fundamento del régimen republicano durante la
tercera década del siglo XIX. Para ese entonces, el concepto, que había
generado tanta resistencia en el momento de la crisis política, ya no
causaba gran sobresalto aun cuando los dilemas que había enfrentado
seguían estando presentes. En 1839 un impreso anónimo, Los sastres,
intenta definir lo que significaba la palabra periódico. Chepe, el personaje
interpelado, responde con sarcasmo:
Los sastres, 1839, núm. 2, 15 de noviembre, 1839. Bogotá: Imp. por N. Gómez.
83
Referencias
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para los diputados del Nuevo Reino de Granada y Venezuela ante la Junta
Central Gubernativa de España y las Indias. Bucaramanga: Universidad
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temprana en España (1680-1760). (Anejo del Boletín de la Real Academia
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la Independencia. Temas Americanistas 12, pp. 32-58.
Annino, A. & Guerra, F.-X. (Eds.). (2003). Inventando la nación: Iberoamérica
siglo XIX. México: Fondo de Cultura Económica.
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XIX. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
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Boletín del Exército Expedicionario.
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cronología Manuel Pérez Vila. Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho.
Bushnell, D. (1985). El régimen de Santander en la Gran Colombia. Bogotá:
El Áncora Editores.
E
l 13 de junio de 1816, día de Corpus Christi, Santafé de Bogotá
—recientemente restaurada al dominio monárquico—, asistiría a
la publicación de un nuevo papel periódico, la Gazeta de Santafé,
Capital del Nuevo Reyno de Granada. La consagración del Cuerpo de Cristo
se convertiría en la oportunidad perfecta —era la fiesta más importante
del calendario religioso virreinal—, para sancionar con grandes ecos la
política editorial del régimen reconquistador y restablecer de manera
oficial el tribunal omnisciente de la opinión pública, siempre unánime
en sus pedidos, contundente en sus determinaciones, transparente en su
carácter de verdad: “bolvieron esos días de gloria y alegría, en que unidos al
derredor del Trono podemos manifestar pública y libremente las efusiones
de nuestro corazón”.1 En efecto, para los realistas, la opinión pública se
constituía en un espacio privilegiado para procurar el triunfo definitivo del
“buen orden” y gobernar de manera efectiva las opiniones neogranadinas;
un artefacto fundamental para construir significados políticos y fijar el
129
sentido de la palabra pública. ¿Cuáles fueron las condiciones que hicieron
posible esta enunciación monárquica de la opinión pública? ¿Cuáles fueron
sus premisas y consecuencias conceptuales? ¿Cómo podemos entender la
política editorial del régimen reconquistador en Santafé?, son algunas de
las cuestiones fundamentales que orientan este capítulo.
El concepto de opinión pública durante la Reconquista se encontraría
atravesado por múltiples tensiones semánticas. Su aparente identidad verbal
en los impresos monárquicos no conseguiría encubrir su carácter plurívoco
y discontinuo, signado por su reescritura cotidiana. De allí que no me inte-
rese develar su definición “verdadera”, ni situar su especificidad en relación
con modelos idealizados sobre el deber ser de la opinión pública moderna.
Por el contrario, intentaré analizar aquí la intervención de los monárquicos
en la esfera pública neogranadina, sus esfuerzos incesantes por modelar la
opinión, apuntalar el campo de la publicidad impresa en su favor y cons-
truir la opinión pública como espacio de legitimidad política y bandera de
conformidad. Si bien ésta sería orientada a través de diferentes medios —las
escuelas primarias, las ceremonias regias, las funciones de teatro, las liturgias
religiosas, la correspondencia privada y el accionar del Ejército—, me ocuparé
fundamentalmente de los impresos monárquicos, principales espacios de
elaboración conceptual de la opinión pública durante este periodo.
De este modo, he dividido mi exposición en tres momentos. En primer
lugar, analizaré los diferentes giros semánticos y los usos políticos efectivos
del sintagma opinión pública en los impresos regios durante la Reconquista
en Santafé. A renglón seguido revisaré brevemente los modos de circulación
y control de la publicidad impresa a partir de algunos ejemplos puntuales,
los cuales, más allá de su aparente carácter anecdótico, darían cuenta del
profundo pacto de sentido entre los discursos fidelistas, la reconstrucción
de la conformidad monárquica y los usos de la imprenta avalados por el
régimen. En último lugar, presentaré algunas reflexiones generales.2
2
La perspectiva teórica de este análisis debe mucho a la lectura sostenida de Koselleck,
(1993); Habermas, (1986); Foucault, (1976); Chartier, (1995); Fernández Sebastián,
& Fuentes, (2000, pp. 1-34); Palti, (2007).
3
Sobre la libertad de imprenta durante la Primera República, véase Loaiza Cano,
(2010, pp. 54-83).
4
Real Decreto del 4 de mayo de 1814, Gaceta Extraordinaria de Madrid, núm. 70:12-
V-1814:519-520. En la Nueva Granada, este decreto sería publicado en su momento,
entre otros, en El Mensagero de Cartagena de Indias, (Núm. 29:26-VIII-1814:125-6);
(Núm. 30:2-IX-1814:129-131) y la Gaceta Ministerial de Cundinamarca (Núm. 189:
8-IX-1814: 845-847).
5
España. Las Siete Partidas del rey don Alfonso el Sabio, cotejadas con varios códices an-
tiguos por la Real Academia de la Historia, Tomo II, Partida II, Título XIII, Ley XVIII:
Cómo el pueblo debe honrar al rey de fecho. Madrid: Imprenta Real, 1807, p. 117.
6
Gazeta de Santafé, núm. 6: 18-VII-1816: 41.
7
Gazeta de Santafé, (s.n.): 25-VI-1818: 11.
[Tenemos] un Rey formado por Dios, concedido por Dios á los ardientes
votos, amantes sacrificios, y memorables hazañas de sus fieles Vasallos.
FERNANDO como Astro de primera magnitud, derrama benignas in-
fluencias sobre la vasta extensión de su Monarquía. Conociendo que lo
que hace á los Reyes no es tanto la pompa y la magestad como la grande
y suprema virtud, al mismo tiempo que padre, es modelo y exemplar de
sus pueblos. La causa del cielo es la suya… y como ha conseguido por
Dios su gloria y sus Laureles, se sirve de ellos principalmente para ofrecer
a Dios coronas y homenajes, despojándose en su presencia de la misma
grandeza que ha recibido de su mano […].8
10
Gazeta de Santafé, núm. 5: 11-VII-1816: 33.
11
Gazeta de Santafé, núm. 2: 20-VI-1816: 12.
12
Al respecto, véanse en el portal web de la Biblioteca Luis Ángel Arango las fichas
técnicas y analíticas de estas publicaciones elaboradas por nosotros en el marco del
Programa Nacional de Investigación “Las culturas políticas de la independencia, sus
memorias y sus legados: 200 años de ciudadanías” (Vicerrectoría de Investigación de
la Universidad Nacional de Colombia, código 9714, con vigencia 2009-2011).
13
Gazeta de Santafé, núm. 1: 13-VI-1816: 4-5).
14
Gazeta de Santafé, núm. 1: 13-VI-1816: 4-5. Sobre García véase Relación de los
grados literarios, méritos y servicios del Doctor D. Juan Manuel García y Tejada. Archivo
General de Indias. Estado, 19, núm. 122.
15
Gazeta de Santafé, núm. 20:24-X-1816: 210.
16
En efecto, los periódicos habían sido proclamados por los republicanos como estrategias
fundamentales para “fijar la opinión” y “reunir las voluntades”. A manera de ejemplo, para
el Diario Político de Santafé, como para otras publicaciones, “sólo ellos pueden inspirar la
unión, calmar los espíritus y tranquilizar las tempestades. Qualquiera otro medio es insufi-
ciente, lento y sospechoso”. Prospecto, Diario Político de Santafé, núm. 1: 27-VIII-1810:1.
17
Para entender la radical diferencia conceptual entre las políticas editoriales de la
Reconquista y las propias del Antiguo Régimen —las cuales se habían presentado en
la América hispana desde la Revolución francesa como un ejercicio más preventivo que
“afirmativo”— véanse: Silva, (1988); Rosas Lauro, (2006).
18
Gazeta de Santafé, (s. n.): 15-VI-1819: 382.
21
Gazeta de Santafé, núm. 21: 31-X-1816: 224.
22
Gazeta de Santafé, núm. 6: 18-VII-1816: 44.
23
Gazeta de Santafé, núm. 29: 26-XII-1816: 292.
24
Sobre los diferentes sentidos atribuidos a la opinión pública durante la crisis de la
Monarquía hispánica y la formación de los nuevos Estados nacionales en Iberoamé-
rica véanse Guerra & Lempérière, (1998); Fernández Sebastián & Chassin, (2004);
Goldman, (2008).
25
España. Real “Indulto 24-I-1817”, (Reimpreso en Cartagena, 18-VI-1817), s. n.,
BN, Fondo Quijano 253 pieza 28. El término unidad moral es tomado de Guerra,
(2000, pp. 149-175).
26
Gazeta de Santafé, núm. 19: 17-X-1816: 206.
27
Gazeta de Santafé, núm. 1:13-VI-1816:5.
28 Sobre la clásica distinción entre opinión pública y opinión popular véanse: Fer-
nández Sebastián & Capellán de Miguel, (2008, pp. 21-50); Fernández Sebastián,
(2004, pp. 335-398).
29 Gobierno Real de Cartagena de Indias. Prospecto de un periódico que se vá á pu-
blicar en esta ciudad titulado: Gaceta Real de Cartagena de Indias. Cartagena de Indias,
En la Imprenta del Gobierno. Por D. Ramón León del Pozo. Año de 1816, s. n., BN,
Fondo Quijano 29, Pieza 6. Gazeta de Santafé, (Núm. 1:13-VI-1816:7); (Núm. 3:27-
VI-1816:24); (Núm. 18:10-X-1816:164).
30 España, “Real Indulto 24-I-1817”. (Reimpreso en Cartagena, 18-VI-1817) s. n.
33
Gazeta de Santafé, núm. 56:3-VII-1817: 534.
34
Gazeta de Santafé, núm. 4: 4-VII-1816: 26); (Núm.10: 15-VIII-1816: 78).
35
Cursivas en el original.
Cursivas en el original.
36
37
Sobre el esquema de publicidad del Antiguo Régimen véanse: Lempérière, (1998,
pp. 54-79); Guerra, (2002).
38
A manera de ejemplo, Gutiérrez, (1817, pp. 3-6); De Torres y Peña, (1817, pp. 3-5).
39
Gazeta de Santafé, (s. n.) 25-VI-1818: 13.
40
No obstante que durante la Reconquista los impresos estarían sometidos a la iniciativa
y el control del gobierno real, las acciones de particulares, siempre que respetaran los proto-
colos establecidos, serían bienvenidas. La imprenta del régimen en Santafé, única disponible
oficialmente en la ciudad, no sólo estamparía escritos gubernamentales. Por ejemplo, la
impresión del discurso fidelista del clérigo Valenzuela sería promovida y financiada por los
curas franciscanos. A su vez, diferentes novenarios religiosos serían publicados “a devoción”
de sujetos piadosos, quienes debían gestionar personalmente ante las autoridades correspon-
dientes las licencias necesarias para su impresión, además de asumir enteramente los costos
económicos derivados. (Valenzuela y Moya, 1817, p. 39); (De Torres y Peña, 1817, p. 5).
41
Real Decreto del 25 de abril de 1815, Gaceta de Madrid, núm. 51: 27-IV-1815: 438.
42
Gazeta de Santafé, (Núm. 1:13-VI-1816: 5); (s.n.: 25-VI-1818: 13). Gobierno Real
de Cartagena de Indias. (s. n).
43
Gazeta de Santafé, (Núm. 28:19-XII-1816: 281). Sobre el concepto de libertad en
el Antiguo Régimen véase Chacón Delgado, (2011, pp. 45-68).
44
Boletín del Exército Expedicionario, (Núm. 28:31-V-1816:s. n.); Valenzuela y Moya,
(1817, p. 24); Gazeta de Santafé, (Núm. 28:19-XII-1816: 281).
45
Gazeta de Santafé, (Núm. 7: 25-VII-1816: 50); (Núm. 28:19-XII-1816: 281).
Cursivas en el original.
46
Para comprender las profundas articulaciones entre lo oral, lo escrito y lo impreso,
véanse: Darnton, (2003, pp. 371-429); Silva, (2003, pp. 1-50).
47
Gazeta de Santafé, núm. 6:18-VII-1816: 45.
48
Francisco Warleta, Bando (Barbosa, Antioquia, 5-IV-1816). BN, Fondo Pineda
852, Pieza. 8.
49
Gazeta de Santafé, núm. 45:17-IV-1817: 436.
50
Pablo Morillo, “Don Pablo Morillo, Teniente general de los reales exércitos, general en
gefe del exército expedicionario pacificador de esta costa firme por el Rey Nro. señor Don
Fernando VII, que Dios guarde”. (Santafé, Por Juan Rodríguez Molano, 6-VI-1816).
BN, Fondo Quijano 253, Pieza 11.
51
Pablo Morillo, Bando del Exército Expedicionario. (Cuartel General de Cumaná,
2-V-1815, Reimpreso en Santafé 17-VI-1818). Biblioteca Luis Ángel Arango, Sala de
Libros Raros y Manuscritos, Signatura 12780. Miscelánea. 1505, Pieza 109.
52
Pablo Morillo, El Excelentísimo Señor General en Xefe del Exército Expedicionario, Don
Pablo Morillo desde su Quartel General de Valencia, participa á este Superior Gobierno las
noticias siguientes. (Impreso en Santafé de Bogotá en la Imprenta del Gobierno; y reim-
preso en Popayán de orden superior. Año de 1818). BN, Fondo Pineda 262, Pieza 18.
53
España. Indulto General (Madrid, 25-I-1817, reimpreso en Cartagena 18-VI-1817).
BN, Fondo Quijano 253, Pieza 28.
54
Gazeta de Santafé, núm. 35:6-II-1817: 339.
55
Gazeta de Santafé, núm. 2: 20-VI-1816: 11. Antonio María Casano. Don Antonio
María Casano, Coronel de los Reales Exércitos, Comandante General interino de Artillería
en el expedicionario, Gobernador Militar y Político de esta Ciudad, y su partido. (Santafé,
Imprenta del Gobierno Por Nicomedes Lora, 15-VI-1816). Biblioteca Luis Ángel Aran-
go, Sala de Libros Raros y Manuscritos, Signatura 12780. Miscelánea. 1505, Pieza 106.
56
Pablo Morillo, “Morillo al general Calzada. Cuartel general de Mompox, 29 de
febrero de 1816”. El teniente, Tomo III, pp. 30-32.
57
Al respecto, véase en la introducción de esta obra el apartado correspondiente a las
guerras de Independencia y las publicaciones bolivarianas.
58
Gazeta de Santafé, (Núm. 36:13-II-1817: 361); (Núm. 36:13-II-1817: 45).
59
Entre los periódicos citados se destacan la Gazeta Real de Jamaica, The Courier y
Chronicle de Kingston. Al respecto véanse, Gazeta de Santafé, (Núm. 36:13-II-1817:
367-368); (s.n.: 5-VIII-1818: 41-45); (s.n.: 25-VII-1818: 378-35-36).
60
Pablo Morillo, Morillo al general Calzada, p. 31.
61
Pablo Morillo, Morillo al general Calzada, pp. 30-32.
62
Pablo Morillo, Morillo al Ministro de la Guerra. Reservado. Cuartel general de Santafé,
31 de agosto de 1816. En Rodríguez Villa, (1908, Tomo III, pp. 197-198).
63
Gazeta de Santafé, (Núm. 46:24-IV-1817: 442); (s. n.: 5-VII-1818: 22).
64
Gazeta de Santafé, (Núm. 48: 8-V-1817: 455-461).
65
Destacándose entre éstas la correspondencia entre Morillo y José Fernández Madrid,
presidente de la Provincias Unidas. Gazeta de Santafé, (Núm. 10:15-VIII-1816:78-81);
(Núm. 11:22-VIII-1816:92-94); (Núm. 12:29-VIII-1816:102-104); (Núm. 13:5-IX-
1816:111); (Núm. 15:19-IX-1816:126); (Núm. 17:3-X-1816:155-156); (Núm. 19:17-
X-1816: 196-199); (Núm. 21:31-X-1816: 217-218); (Núm. 22:7-XI-1816: 230-231).
66
Pablo Morillo, “Morillo al Ministro de la Guerra. Cuartel general de Santafé, 12 de
noviembre de 1816”. En Rodríguez Villa, (1908, Tomo III, pp. 247-248).
67
Pablo Morillo, Don Pablo Morillo, Teniente general de los reales exércitos, general en
gefe del exército expedicionario pacificador de esta costa firme por el Rey Nro. señor Don
Fernando VII, que Dios guarde. (Santafé, Por Juan Rodríguez Molano, 6-VI-1816). BN,
Fondo Quijano 253, Pieza 11.
68
Así, entre los pocos fusilamientos registrados por la Gazeta de Santafé se encontraría
el del criollo Frutos Joaquín Gutiérrez, condenado a la pena capital por traición. Por
determinación del régimen, todos sus escritos, así como su retrato de colegial, serían
quemados públicamente y “mientras se hizo este sacrificio tocaron las campanas á
descomunión”. Gazeta de Santafé, (núm. 22:7-XI-1816: 235). (Caballero, 1990, p.
222). En la actualidad no existe un estudio histórico sistemático sobre el accionar de
estos tribunales en Santafé. Para algunos apuntes puede verse, Restrepo, (1969, pp.
133-187); Groot, (1953, pp. 487-533); Díaz Díaz, (1965, pp. 93-129); Quintero
Saravia, (2005, pp. 296-337).
69
Real Decreto del 21 de julio de 1814, Suplemento a la Gaceta de Madrid, núm.
102: 23-VII-1814: 839-840).
70
Al respecto véase Gazeta de Santafé, (Núm. 28:19-XII-1816: 281); (s. n.:25-
VIII-1818:55-56); (s. n.:5-IX-1818: 63-64).
71
Gazeta de Santafé, (s.n.): 25-VI-1818: 13.
72
Gazeta de Santafé, núm. 59:24-VII-1817: 602.
73
Gazeta de Santafé, núm. 3:27-VI-1816:17. Boletín del Exército Expedicionario, (Núm.
1: 22-VIII-1815: s. n.); (Núm. 36:14-IX-1816: s. n.).
74
Pablo Morillo, “Habitantes de la Nueva Granada”. (Santafé: Imprenta del Gobierno
Por Nicomedes Lora, 15-XI-1816). Biblioteca Luis Ángel Arango, Sala de Libros Raros
y Manuscritos, Signatura 12780. Miscelánea. 1505, Pieza 108.
75
Pablo Morillo, Morillo á los habitantes de las provincias de Popayán y Chocó.
Cuartel General de Santafé de Bogotá, 1 de junio de 1816. En Rodríguez Villa, (1908,
Tomo III, pp. 55-63).
76
Gazeta de Santafé, núm. 21:31-X-1816: 219.
77
Sobre los Tratados de Trujillo véanse Quintero Saravia, (2005, pp. 432-444, 551-
557); Thibaud, (2003, pp. 469-486).
78
Pablo Morillo, Morillo al Ministro de la Guerra, 28 de agosto de 1820. En Rodríguez
Villa, (1908, Tomo IV, pp. 224). Pablo Morillo, Morillo al Ministro de la Gobernación
de Ultramar, 26 de julio de 1820. En Rodríguez Villa, (1908, Tomo IV, pp. 208).
Tomás Straka
Universidad Católica Andrés Bello
1
Elías Pino Iturrieta (1991) y (1984) es quien mejor ha desarrollado la tesis de la
independencia como un enfrentamiento entre modernidad y premodernidad.
163
puestas al servicio de la disputa de la emancipación.2 Y eso, haciendo la
salvedad de que ni era una universidad del todo refractaria a las nuevas
ideas (Parra-León, 1933), ni Díaz, entre otras cosas el considerado ini-
ciador del periodismo científico en Venezuela3, fue un “oscurantista” en
el sentido decimonónico de la palabra. Tal vez fue el más altisonante de
los enemigos de la independencia, pero no el más conservador. Tal vez
fue el que llegó más lejos en la incitación al odio —como llamaríamos
hoy a lo que escribía— pero no necesariamente el hombre que odiara más
en aquellos días de guerra a muerte. Es probable que no haya habido en
Venezuela alguien que entonces escribiera mejor (Bolívar lo hacía, pero
buena parte del periodo estuvo fuera; al igual que Bello) y por eso expresó
y legó un testimonio de encono que, si nos atenemos a los hechos, el resto
de la sociedad compartía. ¿O qué podemos pensar de la pardocracia como
“inclinación natural y única, para el exterminio de la clase privilegiada”4,
practicada por sus compañeros de casta y de color? Aunque, hasta donde
sabemos, no hizo un llamado franco a la matanza de blancos, fue quien
fulminó al Libertador con aquello de que tenía la “democracia en los
labios y la aristocracia en el corazón”5, así como el destinatario de las
burlas de El Correo del Orinoco, que en aquel certamen de insultos que
2
Quien propuso esta categoría para definir al proceso en el sentido del gran debate
sobre la sociedad que implicó, fue Germán Carrera Damas, (1995).
3
Convencionalmente se señala esto porque en el Semanario de Caracas, que fundó
junto a Miguel José Sanz en 1810, se encargó de divulgar estadísticas y noticas para
fomentar la agricultura y la cría, en las que aparecen las primeras referencias de botánica
y zootecnia de las que tengamos noticias en Venezuela. También hizo reflexiones sobre
los pueblos prehispánicos, incluso con base en los vestigios arqueológicos que había
hallado; bien que con el objetivo de demostrar su inferioridad cultural.
4
“La igualdad legal no es bastante por el espíritu que tiene el pueblo, que quiere que
haya igualdad absoluta, tanto en lo público como en lo doméstico; y después querrá la
pardocracia, que es la inclinación natural y única, para exterminio después de la clase
privilegiada”, Simón Bolívar a Francisco de Paula Santander, Lima, 7 de abril de 1825.
En Bolívar, S. (1982, tomo 3, p. 1.082); (Bolívar, 1975, vol. 2, p. 116).
5
Gaceta de Caracas, núm. 12, 19 de abril de 1815.
6
Sobre José Domingo Díaz, véase: Archila, (1970); Gómez Pérez, (1998); Gómez
Pérez, (1991); Straka, (2000); Ramírez Martín, (2010).
7
Una de las raíces de su desencuentro con los criollos fue el menosprecio que sufrió
en la Junta de vacunación, donde se burlaron de sus capacidades médicas, que pusie-
ron en tela de juicio. El problema lo hace marchar a España, donde la Junta Central
premia su trabajo como inspector de hospitales, cargo que la Junta Suprema de Caracas
le deroga. Domingo Monteverde y Pablo Morillo lo ratifican en el cargo, donde dio
muestras notables de humanidad. Para sus problemas con Vicente Salias, también de
la Junta de vacunación: Gómez Pérez, (1995).
8
A pesar de que el “Manifiesto de las Provincias Unidas de Venezuela a todas las
Naciones Civilizadas de Europa”, que redacta y publica el mismo año con el objetivo
de negar la legitimidad del Congreso de Angostura, y que es firmado por unos tres-
cientos munícipes de los cabildos de españoles y de indios de la mayor parte del país,
basa su argumentación en la vieja idea de soberanía y de “pueblo” centrados en las
corporaciones, y no en la comunidad de individuos libres que supuestamente llevó
por el sufragio a los diputados de Angostura a sus curules, y que para él no es legítima.
El Manifiesto también fue publicado en francés y en inglés; apareció en varias partes,
El nombre de las cosas. Prensa e ideas en tiempos de José Domingo Díaz 165
De este modo, hallamos en la primera carta uno de los más formi-
dables testimonios que sobre los alcances ideológicos de la disputa de
la Emancipación ha llegado a nosotros, especialmente en el sentido de la
pugna entre los nuevos y los viejos lenguajes que entraron en colisión. Espeta
Díaz al redactor de El Correo del Orinoco:
10
“Coincidiendo, no por casualidad, con el apogeo del pensamiento ilustrado y con
las llamadas ‘reformas borbónicas’, en todo el mundo hispano empezaron a oírse que-
jas cada vez más frecuentes contra un cierto desorden político-lingüístico que estaría
corrompiendo el lenguaje y echando a perder los significados ordinarios de las palabras
[…].” (Fernández Sebastián, 2008).
11
Si cotejamos sus textos con la caracterización que Albert O. Hirschman hace de
los textos reaccionarios, sorprende ver hasta qué punto echa mano de sus expedientes
fundamentales: la tesis de la perversidad de las ideas de los innovadores (siempre sostiene
que se trata de cosas de “hombres perdidos”); la tesis de la futilidad de sus propuestas
(llamará alucinación y novelería a sus ideas); y la tesis del riesgo (sistemáticamente
compara el estado de destrucción de Venezuela con la revolución al de la prosperidad
anterior). Véase: Hirschman, (2004). Para leer a José Domingo Díaz, véase: Díaz,
(2011); Straka, (2009).
El nombre de las cosas. Prensa e ideas en tiempos de José Domingo Díaz 167
de lo público que la opinión construye donde tales enfrentamientos co-
mienzan a hacerse. De hecho, eso más o menos venía siendo así desde 1810,
cuando el cambio de régimen permite de facto la libertad de imprenta, e
incluso un poco antes, desde 1808, cuando aprovechando la coyuntura de
la crisis de la monarquía esta es, después de muchas solicitudes negadas,
finalmente introducida a Caracas. Díaz, coeditor con Miguel José Sanz
del primer periódico privado de Venezuela, El Semanario de Caracas,
sabía de lo que estaba hablando.
En este sentido, las presentes páginas esperan ofrecer una visión de
conjunto de lo que la prensa representó en aquella tremenda circunstancia
en la que, en efecto, cambiaron los nombres y muchas cosas más. De
qué manera fue portavoz de un nuevo pensamiento, hasta qué punto
constituyó, por sí misma, un cambio cualitativo en las sociabilidades e
imaginarios políticos, en la construcción de lo público y en los nuevos
valores que en efecto revolucionaron la sociedad. Una cierta afirmación
de la individualidad y de la libertad se expresa en ese nuevo venezolano,
inexistente hasta entonces, que se siente con el derecho y la fortaleza
suficientes para plantear sus pareceres ante el mundo e influir en las
decisiones del poder.
Tomaremos como límites los años de 1808, cuando se introduce la
imprenta en Venezuela y aparece la Gazeta de Caracas, bajo la redacción
de un joven y aún monárquico Andrés Bello, secretario del Capitán Ge-
neral, y 1822, cuando tanto este periódico como El Correo del Orinoco
dejaron de publicarse. De algún modo las fechas marcan el momento
fundamental del ciclo emancipador. Después de 1822, si bien la prensa
mantiene un papel protagónico en la disputa, (incluso más que antes)
y en alguna medida se recoge el espíritu del periodismo pugnaz, lleno
de ideas y propaganda de la primera hora que la guerra llega a eclipsar,
sus temas poco a poco empiezan a ser otros. La unión con Bogotá, el
modelo de república, el nacimiento de una doctrina liberal autóctona, la
oposición a Bolívar y a Santander, sustituyen el debate a favor del modelo
republicano y de la separación de España, ya resuelto en el campo de
batalla. No es que estos nuevos problemas dejaran de formar parte de la
La máquina revolucionaria
El 23 de septiembre de 1808 llega al puerto de La Guaira la goleta “Fénix”,
procedente de Trinidad. Entre sus pasajeros hay dos británicos (uno, para
más señas, irlandés), James Lamb y Mateo Gallagher, y sus tres esclavos, que
traen con sus equipajes una carga que resultaría inédita para los caleteros
El nombre de las cosas. Prensa e ideas en tiempos de José Domingo Díaz 169
del puerto: son productos industriales, tubos, artefactos de unas formas
y proporciones pocas veces vistas, tornillos, cajones, llaves. Una carga que
no sólo pondría a Venezuela en contacto con un mundo tecnológico que
apenas intuía a lo lejos, sino que, de forma más sustancial, logrará meterla
en una era por la que tenía rato soñando, pero a la que no había podido
terminar de entrar: la de la palabra impresa. Pocas revoluciones, por lo
tanto, han sido más importantes en la historia de esta nación.
En efecto, después de haber sido negada en varias ocasiones, final-
mente llega la imprenta a Caracas. Y con ella, un mes más tarde, el 24
de octubre de 1808, aparece el primer periódico venezolano, La Gazeta
de Caracas, órgano del capitán general, cuya redacción se deja en manos
de un talentosísimo joven que se ya había hecho famoso con sus versos,
que sabe inglés y que, pese a su edad (28 años), ya es el secretario del
despacho: Andrés Bello. Por varias razones, además de las ya aducidas,
tanto la llegada de esta imprenta como la publicación del primer periódico
marcan un hito en la vida venezolana. Representan una revolución que
abarca, traspasa e incluso supera a la otra en la que normalmente repara
la historia: esa que estalla dos años después, la de la Emancipación.
La llegada de la imprenta debe entenderse como el primer episodio de
un nuevo tiempo. Como el primer acto autonómico, por mucho que lo
llevaran adelante el capitán general y el intendente (eso sí: ya completa-
mente presionados por la élite). Solicitada como reivindicación esencial
de una provincia por cuyos progresos todos apostaban desde hacía un
cuarto de siglo, tanto la lejanía de los centros del imperio (que sí tenían
imprenta desde mucho antes: México desde 1535, Perú desde 1584),
como su espíritu levantisco (el alzamiento de 1749, en el que todas las
castas se unen para poner en jaque a las autoridades metropolitanas, aún
generaba temores; pero no menos que las rebeliones negras en un terri-
torio vecino de las Antillas y donde muchos suspiran por Haití, como
ya se había verificado en la sierra de Coro en 1795) y su cercanía con los
herejes y enemigos de la Corona, que estaban en frente de sus costas, y
con quienes comerciaban de una forma tan entusiasta como poco atenta
a los dictámenes de Madrid, movió a que su majestad le negara una y
12
Ya en 1790 el Real Colegio de Abogados había comisionado a Miguel José Sanz
para que consiguiera una imprenta para la capital. En 1800 el Real Consulado inten-
taría otro tanto. La Corona rechazó ambas tentativas. Sobre el tema, véase: García
Chuecos, (1958a); García Chuecos, (1958b); Grases, (1967); Febres Cordero, (1977);
Ratto-Ciarlo, (s. f.).
13
Sobre el impacto de la dinámica de las revoluciones caribeñas en Venezuela: Ponte,
(1919); Córdova-Bello, (1967); Naipaul, (1969); Noel, (1972); Sevilla Soler, (1988);
Gómez Pernía, (2004); Dávila, (2010).
El nombre de las cosas. Prensa e ideas en tiempos de José Domingo Díaz 171
rebela contra el emisario francés que vino a hacer reconocer a José I, y a
proponer la creación de una Junta por parte de la nobleza de la capital
el 24 de noviembre (la llamada Conjura de los Mantuanos). Aunque los
más perspicaces barruntan que dentro llevaba otro patriotismo, más local, de
alcances y connotaciones distintos, a los aducidos de defensa de la patria (aún
España), Dios y el rey, y de hecho al final son encarcelados los comprome-
tidos, el discurso aún se mantiene (acaso falazmente) en los parámetros
de la lealtad.14 Es en este contexto que el capitán general Juan de Casas
(que siempre mantuvo una postura ambivalente ante los complotados)
y el intendente Juan Vicente de Arce deciden comprar una imprenta
para publicar un periódico que ayudara a revertir el montón de rumores
provenientes de las Antillas sobre la caída definitiva de España en manos
de los franceses (y si algo asustaba a los criollos era un gobierno francés,
que pudiera replicar en Caracas un segundo Haití: temor que al cabo se
confirmaría con la “guerra de colores” que estalla unos años después).
El encomendado para la tarea fue Manuel Sorzano, uno de los tantos
criollos que siguieron viviendo en Trinidad (la presencia hispánica en
la isla se prolongará por medio siglo: el sistema español de cabildos se
mantuvo hasta 1840, mientras la legislación española no vino a derogar-
se hasta 1848). Sorzano es quien contacta al irlandés Mateo Gallagher,
quien, muy probablemente, fue el que compró la imprenta de Miranda
en 1807, y desde 1799 venía publicando el periódico Trinidad Weekly
Courant. Con su socio comercial James Lamb acepta la propuesta —que
tendría desastrosos resultados económicos para los dos, como veremos—
de montar una imprenta en Caracas. El atractivo principal estaba en que
tendrían el privilegio de ser los impresores del capitán general, en espe-
cial de la Gazeta que tenía planeado editar. Así, en septiembre de 1808
llegan a lo que esperaban fuera su nuevo y promisorio destino. Sus tres
esclavos —cuyos nombres no registra la historia— son los iniciadores
de las artes tipográficas en Venezuela. Y su imprenta la primera pieza de
la “artillería” de la revolución —o si preferimos subrayar el sentido más
15
Sus autores son: Pedro Grases, Tomo I; Manuel Pérez Vila, Tomo II; Elías Pino
Iturrieta, Tomo III; Luis Correa y Mariano Picón-Salas; Tomo V, Arístides Rojas; Tomo
VI, Elías Pino Iturrieta; Tomo VII, Manuel Segundo Sánchez; Tomo VIII, Olga Santeliz
Cordero; Tomo IX, Ricardo Archila.
16
Alcibíades ha insistido sobre este llamado a las señoras, que tal vez denote la exis-
tencia de escritoras cuyo rastro hemos perdido. Hasta el momento sólo conocemos una
poetisa colonial: Sor María Josefa de los Ángeles (1770-1818). (Alcibíades, 2010, p. 6).
El nombre de las cosas. Prensa e ideas en tiempos de José Domingo Díaz 173
—¿falta de noticias?, ¿deliberado deseo distraccionista, cuando todo el
mundo está comiéndose las uñas con las informaciones que a diario llegan
de Trinidad y Curazao?— pero que oculta las razones de fondo por las
que se funda (tener un control mínimo sobre las noticias), e incluso por
la circunstancia que permiten hacerlo: la ausencia de un rey en España
que, una vez más, negara la introducción de la imprenta. En el número
10 (25 de noviembre de 1808) sale el primer texto de un venezolano,
“Un eclesiástico del Obispado de Mérida de Maracaybo, á los habitantes
de la América Española”, que se ha determinado fue monseñor Mariano
de Talavera y Garcés (Hernández Bencid, 2006), y con él estalla en sus
páginas el verdadero estado del país: en este caso, a través de una filípica
a favor del Deseado, que denota todo el clima de crispación de aquella
sociedad.
Obviamente todo cambia el 19 de abril de 1810, cuando destituyen a las
autoridades metropolitanas y se crea una junta caraqueña en sustitución.
Ocho días después la Gazeta comienza su segunda etapa, convencional-
mente llamada “patriota” o “republicana”. A partir de entonces sufrirá
los vaivenes de un país cada vez más sometido a la violencia y al azar. Su
edición número 95, del 27 de abril de 1810, ya marca el sentido de unas
acciones que si bien dijeron estar bajo la fidelidad al monarca preso (y
tal vez para muchos sinceramente fue así), demuestran en esta, como en
todas sus ejecutorias, una ruptura dramática con el orden anterior. Se
asumen letras góticas y se coloca el lema, muy sugestivo para la hora,
de: Salus populi suprema lex est. ¿Ha comenzado o no un nuevo tiempo?
Leemos en el editorial de aquel día:
Cuando las sociedades adquieren la libertad civil que las constituye tales
es cuando la opinión pública recobra su imperio y los periódicos que son
el órgano de ellas adquieren la influencia que deben tener en lo interior
y en los demás países, donde son unos mensajeros mudos, pero veraces y
enérgicos, que dan y mantienen la correspondencia recíproca necesaria para
auxiliarse unos pueblos a otros. La Gazeta de Caracas, destinada ahora a
fines que no están de acuerdo con el espíritu público de los habitantes de
Como vemos, del lema para abajo, empezaban a cambiar “los nombres
de las cosas”. Como señala el comunicólogo Marcelino Bisbal, “el pensa-
miento independentista y fundacional del nuevo espacio en la América
cobrará vida tipográfica a través de los ‘tipos móviles’” (Bisbal, 2004,
p. 17). En efecto, las juntas que se forman en las principales ciudades
del país (menos Maracaibo y Angostura) y que se subordinan a la Junta
Suprema de Caracas, van a actuar como una especie de regencia criolla
y liberal, que en nombre del bien amado don Fernando, de forma veloz
empiezan el desmontaje del Antiguo Régimen con un conjunto de no-
tables medidas de carácter, digamos, “liberal” (así al menos las definió
ya Bolívar en 181218): se permite la libertad económica en los puertos,
se suprimen las alcabalas para los productos de alto consumo, se le da
representatividad (bien que por interpersona) a los pardos, se prohíbe
la trata, se convoca a elecciones con un sistema moderno (es decir, por
individuos libres, y no corporaciones; y definido por criterios censitarios,
y no de castas o hidalguía) y de facto se permite la libertad de imprenta,
que después regulariza (Vaamonde, 2009). Todo eso traerá como conse-
cuencia el surgimiento de la opinión pública como un actor fundamental
en la política (Ramírez, 2009).
17
Gazeta de Caracas, núm. 95, del 27 de abril de 1810.
18
Son célebres las frases de su “Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada
por un Caraqueño”, convencionalmente conocido como “Manifiesto de Cartagena”,
del 15 de diciembre de 1812: “Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, esca-
pado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas, y políticas, que siempre fiel al
sistema liberal, y justo que proclamó mi patria, he venido a seguir aquí los estandartes
de la independencia, que tan gloriosamente tremolan en estos estados”. Se le encuentra
en muchas partes, véase, por ejemplo: http://www.ensayistas.org/antologia/XIXA/
bolivar/bolivar4.htm
El nombre de las cosas. Prensa e ideas en tiempos de José Domingo Díaz 175
Como si hubieran estado ansiosos por decir sus pareceres, los venezola-
nos salen a publicar sus opiniones sobre los más variados temas. Después
de que Gallagher y Lamb editan, aún por encargo del capitán general, el
primer libro impreso en Venezuela, el Calendario Manual y Guía Universal
de Forasteros en Venezuela para el año de 1810, hay una verdadera explosión
de ediciones. Pronto se establecen dos nuevas imprentas en Venezuela, en
Caracas la del criollo-francés —se trataba de un petit-blanc de Santo Do-
mingo Francés— Juan Baillío, en sociedad con Luis Delpech, de prolongada
influencia histórica, no sólo por ser el impresor por excelencia de casi todas
las nuevas iniciativas editoriales que nacen entonces, sino por haber consti-
tuido la escuela de los primeros impresores venezolanos (Grases, 1967, pp.
121-146); y la de Manuel José Rivas, en Cumaná, de la que no se tienen
más noticias (p. 149). Con ellas comienza a desarrollarse un nuevo (y, según
los modos y temas que impone, en los próximos cincuenta o hasta setenta
años, definitivo) periodismo en Venezuela. Ellas rompen el monopolio
oficioso de la Gazeta de Caracas y así, en noviembre de 1810 y salido de las
prensas de Baillío aparece el primer periódico particular, es decir, no oficial
e independiente, de Venezuela, el Semanario de Caracas; en enero de 1811
la Sociedad Patriótica saca a luz El Patriota de Venezuela; el mismo mes la
revista de temas mercantiles y culturales El Mercurio Venezolano; en julio
aparece El Publicista de Venezuela; y en octubre sale en Cumaná El Patriota
Venezolano. Todos se convierten en portavoces de la revolución y del corola-
rio moderno que proponen.19 El 2 de marzo de 1811 también impreso por
Baillío sale un libro escrito por los frailes del convento de San Francisco, en
Valencia, con el largo y, para nuestra sensibilidad de inicios del siglo XXI,
inquietante título de Apología de la intolerancia religiosa contra las máximas
del irlandés D. Guillermo Burke, insertos en la Gazeta de Caracas del martes
19 de Febrero de 1811, No. 20, fundada en la doctrina del Evangelio, y en
la experiencia de lo perjudicial que es al Estado la Tolerancia de Religiones.
Ese mismo día, Antonio Gómez, doctor en medicina por la Universidad
nuevo/SVI
20
Ambos textos están compilados en La libertad de cultos. Caracas, Academia Nacional
de la Historia, Sesquicentenario de la Independencia núm. 12, 1959.
21
Véase: Burke, (1959); Virtuoso, (2001); Aveledo Coll, (2004b).
22
“Derechos del Hombre en Sociedad”, Art. 1°, ordinal 4°, en “Derechos del Pueblo”.
El Publicista de Venezuela, 18 de julio de 1811, p. 20
El nombre de las cosas. Prensa e ideas en tiempos de José Domingo Díaz 177
queda consagrada. Es un paso esencial en la configuración de nuestro
republicanismo, “Todos los Cuerpos y personas particulares de cualquier
condición y estado que sean, tienen libertad de escribir, imprimir, y
publicar sus ideas políticas, y demás no exceptuadas, sin necesidad de
licencia, revisión, y aprobación alguna anteriores á la publicación”, dice
el artículo primero.23 Por eso, aclara su Artículo 2, “queda abolida toda
censura de las obras políticas precedente a su publicación”, de lo que se
exceptúan, claro está, “los escritos que directamente traten de materias
de religión”, que quedan bajo el control de las autoridades eclesiásticas y
bajo los criterios de la constitución Solicita et provida de Benedicto XIV.
23
“Reglamento de la Libertad de Imprenta en Venezuela”, El Publicista de Venezuela,
25 de julio de 1811, p. 29.
24
Con anterioridad hemos publicado un artículo con este título, muchas de cuyas
apartes son recogidas en éste, véase Straka, (2008).
25
Sobre el tema, véase: Imprentas y periódicos de la emancipación. A dos siglos de la
Gaceta de Caracas, (2008).
26
Nacido en Valencia en 1756 y ejecutado por los realistas después de la batalla de
Urica, en 1814, Sanz es, sin lugar a dudas, una de las más importantes cabezas de la
Ilustración venezolana. Rico hacendado e importante jurista, sus credenciales y fama le
han valido pasar a la historia con el epíteto del Sabio Sanz o del “Licurgo de Venezuela”,
como lo llamó Depons por unas ordenanzas que preparó para Caracas. Fundador de
la Cátedra de Derecho Público en el país, del Colegio de Abogados y promotor de la
introducción de la imprenta en los días de la pre-revolución, en lo que ésta estalló ocupó
altos cargos en el nuevo gobierno, como el de secretario de Estado, fundó el primer
periódico independiente de Venezuela y a través de él promovió un republicanismo
ortodoxo y moderado. Véase: Molina Peñaloza, (1993).
27
Hay una reproducción facsimilar editada por la Academia Nacional de la Historia, se
trata del número 9 de su colección Sesquicentenario de la Independencia, Caracas, 1959.
28
Julio Barroeta Lara publicó una monografía con tesis extremadamente adversas a
esta empresa editorial: (1987). Una tribuna para los godos. El periodismo contrarrevo-
lucionario de Miguel José Sanz y José Domingo Díaz. Caracas, Academia Nacional de
la Historia. Consideramos que, más allá del claro talante moderado de Sanz y de la
final y encendida postura realista que asumió José Domingo Díaz, su obra merece una
ponderación más equilibrada.
29
Caracas, Ediciones del Colegio Universitario Francisco de Miranda, 1979, 140 pp.
30
Fernando Falcón, “Adam Ferguson y el pensamiento ético y político de Miguel José
Sanz: Notas para la reinterpretación del Semanario de Caracas (1810-1811)”. Politeia
21 (1998): 191-224.
El nombre de las cosas. Prensa e ideas en tiempos de José Domingo Díaz 179
a ser algo así como la versión radical del mismo proyecto, apareció en
enero de 1811. Se publicaron sólo siete números, hasta el 18 de enero
del año siguiente, 1812.31 Fue un órgano de la Sociedad Patriótica, un
club similar a los de la Francia revolucionaria del que pronto Francisco
de Miranda (que regresa a Venezuela a finales de 1810) se haría líder.
No sin cierto presentismo, se la ha llamado “el primer partido político
de Venezuela”.32 Sus discursos y manifestaciones de estilo jacobino, su
facción autodenominada “Los sin camisas” y su periódico van a tener una
enorme influencia en el desarrollo de los hechos posteriores. Redactado por
Vicente Salias y Muñoz Tébar, su lenguaje era absoluta, encendidamente
revolucionario y su petición fue, desde el primer momento, la solicitud
de la independencia absoluta de España.
De El Mercurio Venezolano sólo aparecieron, que sepamos, tres números
en enero, febrero y marzo de 1811.33 Pero esos tres bien valen todo un
estudio. Su redactor fue el italiano Francisco Isnardy o Isnardi (1750-des-
pués de 1820), otro de los grandes publicistas del movimiento (y nada
menos que uno de los redactores del Acta de Independencia). Como con
Baillío y con los impresores Gallagher y Lamb, en su caso el periodismo
venezolano también se asocia a los vientos revolucionarios que soplaron
en las Antillas: una vida de aventuras lo había llevado a Holanda, de allí
a la Guayana holandesa, donde llega a secretario de la Compañía de Las
Indias en la región, de ella se marcha buscando negocios a Trinidad y
luego, por las mismas causas, a Güiria.
31
Están reproducidos entre las páginas 311 y 449 de Testimonios de la época Emanci-
padora (Caracas, Academia Nacional de la Historia/Colección Sesquicentenario de la
Independencia No. 37, 1961).
32
“Nuestra república nació jurídicamente por la presión pública y el reclamo persis-
tente que auspició la Sociedad Patriótica, nuestro primer partido, integrado por jóvenes
vehementes y audaces que la estructuraron a la manera de los clubs políticos franceses.”
Manuel Vicente Magallanes, Los partidos políticos en la evolución histórica venezolana,
(Caracas, s.n, 1973), p. 12
33
Su reproducción en facsímil: Mercurio venezolano, Caracas, Academia Nacional de
la Historia, Colección Sesquicentenario de la Independencia, núm. 25, 1960.
34
Ibídem, p. XVI.
35
En el número 1, por ejemplo, con el título de “Confederación de Venezuela” en-
contramos una detallada descripción de cada una de sus provincias y de sus principales
potencialidades económicas y problemas, todo un documento geohistórico aún no
suficientemente trabajado. Según la numeración de la reproducción de la Academia
Nacional de la Historia, pp. 73-93.
El nombre de las cosas. Prensa e ideas en tiempos de José Domingo Díaz 181
El Publicista de Venezuela, que aparece entre el 4 de julio y el 28 de
noviembre de 1811 es un órgano oficial del Congreso Constituyente.36
Es, igualmente, redactado por Isnardi, quien deja de publicar El Mercurio
en marzo por su nombramiento como Secretario del Congreso Consti-
tuyente. Pero su labor hasta la hora lo convierte en el candidato obvio
para ser el publicista del poder legislativo. El Publicista, pues, se llamará
el periódico. Sin embargo, no es un hijo directo del nonato Lucero ni del
ya entonces venerable Mercurio. Fundamentalmente publica los debates
del congreso y, como pocos, cumple su papel de transmisor (su nombre
lo dice: es exactamente un publicista en la fabla de 1811) de las ideas
éticas y políticas de la Emancipación.
Finalmente, tenemos a El Patriota Venezolano, de Cumaná, es una de esas
rarezas bibliográficas que, lamentablemente, son tan comunes en la historia
de nuestros impresos (bien sean libros o periódicos): sólo contamos con un
ejemplar que reposa en el Public Record Office de Londres. Los avatares
de una vida republicana turbulenta y la casi inexistencia de bibliotecas y
hemerotecas bien organizadas e institucionalizadas hasta mediados del siglo
XX, hizo que la pérdida fuera la norma en vez que la excepción en el destino
de nuestras publicaciones antiguas, sobre todo las del interior del país. De
hecho, la obra de estudiosos como Manuel Segundo Sánchez, Pedro Grases
y Manuel Pérez Vila se fundamentó, básicamente, en el rescate, análisis bi-
bliográfico y la reproducción facsimilar de esas ediciones dispersas o perdidas,
aporte por el cual nunca les vamos a poder estar suficientemente agradecidos.
La Gazeta de Caracas del 20 de diciembre de 1811 (núm. 383) nos
presenta su prospecto. En el ejemplar que está en Londres también lee-
mos el prospecto, junto a algunas otras noticias (algo sobre la Huída de
Montenegro y otra cosa sobre la marcha de Villapol sobre Guayana).37
36
Su reproducción en facsímil es el número 8 de la Colección Sesquicentenario de la
Independencia de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1959.
37
El periódico se reproduce en Testimonios de la época emancipadora, núm. 37 de la
Colección Sesquicentenario de la Independencia, Academia Nacional de la Historia,
pp. 453-455.
El nombre de las cosas. Prensa e ideas en tiempos de José Domingo Díaz 183
muestra de las desventuras de nuestro primer periodismo: dejan de ser
impresores del gobierno ya en 1810 (pasa a serlo Baillío), y si bien logran
sobrevivir con muchos percances hasta 1815, entonces Pablo Morillo
prácticamente los confisca, ya que si bien le “compra” la imprenta por
más de dos mil pesos, hasta donde lo evidencian los documentos, para
1819 Lamb aún sufría el calvario de conseguir que le pagaran (Grases,
1989, pp. 106-107). La lógica militar, pues, sobre la noble y libertaria
labor del impresor (además es bueno recordar que Morillo había traí-
do una imprenta pero que ésta probablemente se hundió con el “San
Pedro Alcántara”). Baillío, por su parte, emigra cuando cae la Segunda
República en 1814, para retornar dos años después como impresor del
Libertador. Queda entre tanto en Caracas uno de sus aprendices, Juan
Díaz Gutiérrez, el primer venezolano del que se tengan noticias dedicado
al arte de la impresión, y que actuará hasta el final de la guerra al servicio
de los realistas. Al emigrar, después del triunfo patriota, a su vez tomará
el testigo su aprendiz, Domingo Navas Spínola, que hará una gigantesca
labor cultural y editorial en la república que nace en 1830.
No obstante el gran personaje del momento será José Domingo Díaz.
Si Gutiérrez, que tanto trabajó con él, fue el primer impresor venezolano,
el Gacetero, como lo indica el remoquete, fue el primero en ser recordado
básicamente como periodista. En 1812, en el breve interregno de ocupa-
ción realista de Caracas, Domingo Monteverde lo nombra redactor de la
Gazeta. Sale del país con la llegada de Bolívar un año después, para retor-
nar en 1814, después de que las tropas de Boves arrollan —y degüellan,
literalmente— a la Segunda República. Entre 1815 y 1821 se encargará de
combatir a la independencia desde las páginas de la ahora llamada Gaceta.
Por eso llamar la “era de José Domingo Díaz” a este lustro tal vez genere
alguna aprensión. ¿No es más bien la era de la “prensa heroica”, como
se titula aquella famosa y lujosa edición conmemorativa de El Correo del
Orinoco hecha por el Estado en sus sesquicentenario39? ¿Cómo poner el
40
En “Revolución de América”, Nuestro tiempo, VI.81 (1906), p. 198, citado por
Ramírez Martín, (2010, p. 150).
41
Recordemos el ineludible trabajo que Jonathan Glover desarrolla al respecto en su
Humanidad e inhumanidad. Una historia moral del siglo XX (Madrid, Cátedra, 2001).
El nombre de las cosas. Prensa e ideas en tiempos de José Domingo Díaz 185
el encono de entonces y de la posteridad. Fue capaz de piezas antológicas
de mordacidad y, es necesario insistir, incitación al odio, como la que
aparece el 18 de octubre de 1815 en la Gaceta, donde echa mano de su
formación médica y su ironía para “concluir con el erudito Vitet que el
espíritu de la independencia es una enfermedad que pertenece al género
de Manía”, recomendando como terapia:
[…] separar del enfermo todas las causas capaces de aumentar este
excitamento. La luz obrando sobre los delicados nervios de los ojos, es
uno de estos temibles estímulos. La luz por consiguiente debe separarse
del enfermo. El sonido es otro estimulo capaz de aumentarlo con su in-
fluencia y acción sobre el tímpano: la soledad también por consiguiente es
indispensable para la curación. Es decir: el enfermo por estos innegables y
eternamente verdaderos principios debe permanecer en un cuarto obscuro
y sin persona que le hable.
Si no son bastantes estas medicinas y el enfermo continúa en la fuerza
de su delirio, debe procederse à substraer del cerebro el aumento de cir-
culación, y à dirigirlo à distantes partes menos principales. Esto solo se
consigue aplicando à estas estímulos mas fuertes y violentos que el que
obra en la entraña enferma: y como los potenciales (ò aquellos que obran
después de mucho tiempo de aplicados) son siempre lentos con relación
à la violencia del mal, es indispensable la aplicación de los actuales, como
contusiones y sus compañeros; advirtiendo que si le enfermedad es aguda,
la evacuación de sangre debe hacerse, ha de ser de aquellas que los médicos
materiales llaman usque ad animi delinquium.
42
Gaceta de Caracas, núm. 15, miércoles 10 de mayo de 1815.
43
Véase: Correo del Orinoco, Caracas, 27 de febrero de 1819 y Gaceta de la ciudad de
Bogotá, 20 de agosto de 1820.
44
Véase, por ejemplo, su alegato contra la democracia en la “Cuarta carta al redactor
de El Correo del Orinoco”, Gaceta de Caracas, Caracas, miércoles 30 de junio de 1819.
45
Después de Carabobo debe emigrar a Puerto Rico y después a España. Convencio-
nalmente se supone que murió alrededor de 1834, pero estudios recientes señalan que
debió ser en 1842 o 1843 (Ramírez Martín, 2010, pp. 154-155). En 1829 publica en
El nombre de las cosas. Prensa e ideas en tiempos de José Domingo Díaz 187
tra El Fanal de Venezuela, por ejemplo, coloca a ese nuevo lenguaje que
tanto detesta en su propio zaguán. Y con el agregado de que sus lectores
parecen apoyar a Lander (quien comienza la polémica por unos libros
que le incauta el vicario de La Guaira, desatendiendo la nueva libertad de
imprenta que hay). Va quedándose solo en su causa y es un golpe mortal.
La carta de despedida que publica en La Gaceta de Caracas el 31 de enero
de 1821, es de los textos más tristes que encontramos en un periodo tan
lleno de ellos. Aunque no fue como los cisnes, porque ya había “cantado”
mucho en su vida, este artículo recuerda mucho a la imagen del animal
imponente que entona su última melodía antes de morir.
Poco a poco liberales y patriotas verán en los serviles un enemigo co-
mún. Poco a poco la modernidad política se hace el idioma común y la
sociedad empieza a rehacer su tejido, olvidándose de una España en la
que la mayoría siente que ya no hay nada qué buscar. De alguna forma
era el triunfo de los valores de la “prensa heroica”, es decir, de los que se
difundían en ella.
46
“Discurso pronunciado por el Libertador en Angostura el 10 de noviembre de
1817”, en Doctrina del Libertador. (1994). (Cuarta edición, p. 81). Caracas: Biblioteca
Ayacucho.
47
Carta a Francisco de Paula Santander, 27 de septiembre de 1820, en: Roscio, (1953).
Obras, Caracas, Publicaciones de la Secretaría General de la Décima Conferencia In-
teramericana, T. III, pp. 169-170.
El nombre de las cosas. Prensa e ideas en tiempos de José Domingo Díaz 189
del gobierno en la capital guayanesa hasta que el congreso se traslada a
Cúcuta, adonde es llamado en 1821. No obstante, en el camino decide
quedarse en Maracaibo, donde publicará El Correo Nacional. Después se
marcha a Bogotá, donde seguirá con su arte de impresor y sentará familia,
hasta su muerte en 1864. Entretanto la imprenta angostureña quedaría
en manos de Tomás Berdshaw y Guillermo Burrel Steward, para pasar
por diferentes dueños hasta que, a principios del siglo XX, es donada al
Museo Nacional (Grases, 1989, pp. 238-244).48
De la imprenta de Roderick saldrá el 27 de junio de 1818 El Correo
del Orinoco. Vocero de las nuevas ideas y de los nuevos tiempos, difun-
dirá los actos del gobierno y del legislativo; escritos doctrinarios como el
Discurso de Angostura, aparecido en tres idiomas; artículos de opinión
propios o traducidos de periódicos del exterior; los sábados o cuando
las noticias así lo requerían, salía en ediciones en inglés y en francés,
como expresión de un país que está abriéndose al mundo, sobre todo su
comercio (la liberación del Orinoco para el tráfico extranjero fue de las
primeras medidas de Bolívar, y ya iba formando en Guayana la base de
una nueva burguesía de raíz europea que después se haría muy poderosa)
y que está dispuesto a entrar en el coro de la Historia Universal (tal como
se la entendía entonces) con una voz propia, en pie de igualdad (no en
vano son los días de la altiva Declaración de la República de Venezuela,
de 20 de noviembre de aquel mismo año, en que Bolívar ratifica la in-
dependencia, e incluso la hace más radical; o en los que le dice al agente
norteamericano que “lo mismo es para Venezuela combatir contra España
que contra el mundo entero si todo el mundo la ofende”49). Al menos en
una cosa tenía razón Díaz: el nuevo lenguaje, esos “nuevos nombres de las
cosas”, tenían en el periódico a su gran difusor (Pino Iturrieta, 1973).50
Y por eso su triunfo final es, en alguna medida, el de esos lenguajes y los
48
Véase también: Febres Cordero, (1964); Rodríguez, (1983).
49
Simón Bolívar a John Baptiste Irving, Angostura 7 de octubre de 1818, Obras
completas, vol. I, p. 355.
50
Trabajo recogido después en Ideas y mentalidades de Venezuela, Caracas, ANH, 1998.
Colofón
La desaparición del periódico El Correo del Orinoco en 1822 no sólo
marcó el cambio de centro de gravedad del proceso, que pasó a Bogotá
y con la mirada puesta hacia el sur. Del mismo modo que con la Gaceta
de Caracas marcó el fin de una época. Ya los objetivos principales de
la publicación se habían logrado, cuando con los otros pertrechos que
también se lograron importar con mulas, cueros, tabaco y créditos no
pocas veces leoninos, se ganaron batallas como las de Carabobo. Esto
no significa que su mérito haya sido secundario, de hecho toda la prensa
que aparece a partir de entonces —y que cuenta con publicaciones tan
importantes como el primer El Venezolano— en mayor o menor medida
encarna los principios que propagó. Con su cierre y el exilio del Gacetero,
tanto la prensa, como toda la disputa de la Emancipación, entró en un
nuevo ciclo, ya republicano y poco a poco nacional. Como un drama que
sustituye a otro, comienza una nueva etapa en el ciclo de la Emancipación.
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Introducción
La libertad es uno de los conceptos de mayor mutación e influencia po-
lítica hacia finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. De hecho,
podemos decir que la lucha emprendida en el territorio hispanoamericano
para lograr la independencia de la Monarquía española tuvo una clara
relación con los cambios de significado de este término, cuyas definiciones
renovadas servirían para construir y poner en práctica nuevos proyectos
sociales y políticos en América y Europa, entre 1750 y 1850 (Koselleck,
1993, pp. 342-343). La libertad encarnó valores nuevos después de la
campaña de Independencia americana, asociados con un gobierno que
se proclamó portavoz exclusivo de la voluntad colectiva de separarse de
España, asumiendo con ello una cultura política basada en la representa-
ción y la opinión pública. Como voceros de esta última, los impresos, y
en especial los periódicos patriotas, se adjudicaron el carácter de papeles
“públicos”, es decir, aparecían asociados al “Pueblo”, fundamento de la
comunidad política republicana (Lempérière, 1998, p. 55) y mecanismo
de legitimación privilegiado desde 1819.
El objeto de este trabajo es, en primer lugar, enunciar algunos de los
usos semánticos registrados para el concepto de libertad en la prensa pa-
triota; en segundo lugar, mostrar la forma específica en que la libertad de
imprenta se instituyó como garantía de la interlocución entre el gobierno y
la sociedad, y como forma de participación alterna a las Asambleas durante
el periodo entre 1818 y 1826; y, por último, evidenciar el proceso mediante
197
el cual se convierte en un instrumento de cohesión ante los conflictos
entre Santander y Bolívar desde 1826. Para este fin, emplearé algunas
publicaciones oficiales de la República o redactadas por sus funcionarios, y
creadas incluso antes de la batalla de Boyacá, a saber: El Correo del Orinoco
(1818-1822), la Gazeta de Santafé (1819-1822), la Gaceta de Colombia
(1821-1831), La Indicación (1823) y El Patriota (1823). Estos impresos se
convirtieron en el periodo del gobierno de Francisco de Paula Santander
(1821-1826) y de Simón Bolívar (1826-1831), en la herramienta para la
construcción y fijación de ciertos conceptos políticos, los cuales operaron
como mecanismos de unidad y legitimación del Estado.
Con el fin de lograr estos objetivos, mostraremos en primer lugar las
transformaciones del significado de la libertad desde finales del siglo
XVIII hasta principios del siglo XIX, basados en las definiciones formales
consignadas en los diccionarios de la época. Posteriormente, enunciaremos
los distintos usos del vocablo libertad en la prensa patriota, deteniéndonos
en las implicaciones que adquieren el uso de la imprenta y su relación
con la opinión pública, un elemento naciente en este periodo. Por últi-
mo, expondremos la utilidad de la libertad como articuladora del nuevo
orden en un momento de crisis, encarnándola en la figura bolivariana.
Cfr.: RAE, (1780, p. 582); RAE, (1783, p. 595); RAE, (1791, p. 529).
1
2
Este concepto de constitucionalismo estaría fuertemente relacionado con el proble-
ma de la libertad en el republicanismo americano, pues era imperativo para el nuevo
sistema la creación de un entorno legal que restringiera la voluntad de los poderosos.
(Pettit, 1999). Dicha idea era compartida por el Libertador, quien percibía la libertad
sin restricciones como una amenaza, dado que la democracia mal llevada conducía
necesariamente a la tiranía (Urueña Cervera, 2004).
3
Para más información puede verse: Ocampo López, (1998); Sosa Abella, (2006);
Gutiérrez Ardila, (2010).
4
Al respecto pueden verse los artículos 15, 21, 88, 95, 106 y 141 de la Constitución
Política de la República de Colombia de 1821, donde se establecen las condiciones para
ser elector parroquial, representante provincial, representante a la Cámara, senador,
presidente y ministro de la Alta Corte de Justicia, respectivamente.
5
Artículo 156. “Todos los colombianos tienen derecho de escribir, imprimir y publicar
libremente sus pensamientos y opiniones, sin necesidad de examen, revisión ó censura
alguna anterior a la publicación. Pero los que abusen de esta preciosa facultad sufrirán
los castigos á que se hagan acreedores conforme á las leyes. Colombia”. (Cuerpo de leyes
de la República de Colombia, 1822, p. 37).
6
La Indicación, Bogotá, 10 de agosto de 1822: 3, pp. 11-12.
7
Cuerpo de leyes de la República de Colombia. (1822, tomo I, p. 7). Bogotá: Bruno
Espinosa, Impresor del Gobierno General.
8
Artículo 3. “Es un deber de la Nación protejer por leyes sabias y equitativas la
libertad, la seguridad, la propiedad y la igualdad de todos los colombianos”. (Cuerpo
de leyes de la República de Colombia, 1822, tomo I, p. 8). Bogotá: Bruno Espinosa,
Impresor del Gobierno General.
9
El Patriota. Bogotá, 9 de febrero de 1823: 4, pp. 21-22.
10
Estas dos esferas de la libertad han sido enunciadas por Isaiah Berlín (1988), bau-
tizándolas como libertad negativa y positiva respectivamente (pp. 118-172).
11
Gazeta de Santafé de Bogotá. Bogotá, 12 de diciembre de 1819:20; Gazeta de Santafé
de Bogotá. Bogotá, 8 de noviembre de 1822: 47; Gazeta de Santafé de Bogotá. Bogotá,
11 de agosto de 1822: 43.
12
Gazeta de Santafé de Bogotá. Bogotá, 13 de julio de 1828: 359.
13
Gazeta de Colombia. Villa del Rosario, Cúcuta, 9 de septiembre de 1821: 2, p. 2.
14
Gazeta de Colombia. Villa del Rosario, Cúcuta, 6 de septiembre de 1821: 1.
15
Gazeta de Colombia. Villa del Rosario, Cúcuta, 13 de septiembre de 1821: 3, p. 4.
Por propaganda entendemos “la expresión de una opinión o una acción por in-
17
21
Al respecto puede verse en este mismo libro: Alexander Chaparro Silva, La opinión
del Rey. Opinión pública y redes de comunicación impresa en Santafé durante la Reconquista
española, 1816-1819.
22
Gazeta de Colombia. Villa del Rosario, Cúcuta, 23 de septiembre de 1821: 6.
25
Correo del Orinoco. Angostura, 9 de septiembre de 1820: 79.
26
El Observador. México, 1827-1828 y 1830, citado en: Palti, (2007, p. 169).
27
La Indicación, Bogotá, 5 de julio de 1822: 2, pp. 6-7.
28
La Indicación, Bogotá, 24 de julio de 1822: 1.
29
Correo del Orinoco, Angostura, 4 de agosto de 1821: 112.
30
Correo del Orinoco, Angostura, 7 de agosto de 1819: 36.
31
Correo del Orinoco, Angostura, 4 de agosto de 1821: 112.
Sin embargo, para Vicente Azuero y en general para los liberales adheridos
al gobierno santanderista, aunque la libertad de imprenta constituía uno
de los poderes con los cuales contaba el pueblo para evitar los excesos de
poder y la tiranía40, estaba supeditada a controlar los “extravíos de la razón”
y no a realizar múltiples cuestionamientos encaminados a minar la débil
cohesión nacional, pues si bien la voluntad general hablaba a través de la
Constitución, se tenía temor por los efectos sociales que el “exceso” de
libertad podía producir (Goldman, 2008, p. 240).
Este miedo, latente desde el mismo momento en que se promulgó la
Constitución, se vería materializado en 1826, cuando los regionalismos
y las críticas al gobierno de Santander desembocarían en una revuelta
de los territorios venezolanos, obligando al retorno del Libertador como
única forma de salvar la República. A partir de ese momento, transmitir
la imagen cohesionadora de Bolívar sería el principal objetivo de las
publicaciones.
La libertad y el Libertador
A partir de 1826, el contexto político y social cambia abruptamente en la
República de Colombia. Las diferencias entre venezolanos y granadinos
desembocaron en los levantamientos del general Páez contra el gobierno
central de Bogotá, lo cual minó la supuesta armonía de la Nación alre-
dedor de la Constitución, criticando el poder de Santander y clamando
por el regreso del Libertador para asumir los rumbos del Estado. Páez y
la élite venezolana argumentaron que la adhesión a Bolívar era el único
modo de manejar la separación inminente de ese territorio.
A diferencia del lugar que había ocupado la prensa desde 1821, com-
plementando la participación política de los ciudadanos y fijando las
significaciones de nuevos conceptos políticos, periódicos como la Gaceta
de Colombia aunaron esfuerzos por ocultar las posiciones contrarias entre
el Libertador y Santander, dado que el primero abogaba por el respeto
de la Constitución de Cúcuta como ancla de la libertad política, por lo
menos hasta 1831, cuando debía llamarse a una nueva Asamblea. Por
el contrario, para Bolívar la modificación de la legislación y el fortale-
cimiento del presidente representaban la única esperanza de mantener
unido el territorio y evitar una guerra civil.
De esta forma, el Libertador afirmaba en su discurso de proclamación
de la Constitución boliviana que las condiciones para mantener la unidad
estaban dadas en el texto, respetando la “libertad civil”, la “verdadera
libertad”, pues las demás “son nominales o de poca influencia con res-
pecto a los ciudadanos” (Bolívar, 1826). Aunque no es del todo claro a
qué se refería Bolívar con las “demás” libertades, si puede observarse que
el Libertador le daría una nueva dimensión al concepto, privilegiando
la libertad civil como una garantía,47 pero restándole importancia a la
dimensión política que había adquirido en 1821.
De hecho, así llamó Bolívar al apartado donde especificaba las bases de los ciuda-
47
danos: libertad civil, propiedad e igualdad, las cuales pasaron de ser un derecho a una
“garantía”. Título once. (Bolívar, 1826).
Conclusiones
A lo largo de este capítulo he mostrado la importancia del concepto
de libertad en la edificación de la República de Colombia desde 1818.
Heredero de la semántica española, este término fue asociado a finales
Referencias
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Contoni, A. (2011). Cartilla de explicación de la Constitución política
de la Monarquía española. Catecismos políticos españoles. En Chacón
Introducción
Este capítulo tiene como objetivo analizar los sentidos que el concepto
de nación adquirió en el periódico colombiano La Bandera Tricolor, pu-
blicado entre 1826 y 1827. A partir de las revueltas de Valencia y Caracas
en 1826 y el liderato que obtendría José Antonio Páez en Venezuela, este
periódico, respaldado por Santander, haría una defensa acérrima de la
Constitución de Cúcuta de 1821 como el soporte principal de la nación
colombiana, en respuesta a la situación que se presentaba en Venezuela
en ese momento. De esta forma, el capítulo examina la esfera pública
como catalizadora de una idea de nación basada en la Constitución y el
gobierno popular representativo por medio de la metáfora de la familia.
Analizaré este proceso dentro de una perspectiva muy específica. La
formación de la opinión pública en la naciente República de Colombia
y las características que ésta tendría en aquel momento. El ambiente
generado por la consolidación de diversas facciones (bolivariana, santan-
derista, etcétera) dentro de la República y la fuerza que cada una de ellas
adquirió a partir de sus diversas publicaciones periódicas, nos muestran
un escenario abierto de confrontación pública: una lucha por consolidar
cada facción como la vocera de la voluntad general. Esto sería fundamental
1
Este capítulo fue producto de una investigación realizada con el Grupo de investiga-
ción sobre opinión pública e independencia liderado por los profesores Francisco Ortega
y Alexander Chaparro. Le agradezco a ellos dos sus comentarios y correcciones. De
igual forma agradezco a Zulma Romero, Juan Gabriel Ramírez, Leidy Torres y Sandra
Ramírez por su lectura atenta durante todo el proceso y sus valiosos comentarios. Por
supuesto cualquier error sólo es responsabilidad mía.
231
ya que el surgimiento de la República y la unión entre Nueva Granada,
Venezuela y Ecuador, tras la Constitución de Cúcuta de 1821, desataría
nuevas luchas por quién debía ejercer el poder en la naciente Colombia
de acuerdo a sus distintos intereses, proyectos e ideas.
Desde el momento de la confrontación con los españoles durante el
periodo de las luchas por la independencia se manejaba un ideal de la
opinión pública como forma privilegiada para lograr la cohesión social.
Esto generó la necesidad de fijar la opinión en un momento de conflicto,
en la búsqueda por crear un ideal de unanimismo a través de la persuasión
de la lucha contra el enemigo.2 El campo político estaría marcado, desde
la época de la Primera República, por las luchas y negociaciones de diver-
sos grupos, debido a la desaparición del rey como figura cohesionadora
de la sociedad. Esta lucha, dentro de este mismo ideal, se mantuvo en la
década del 20, pero generó nuevos sentidos a partir de la consolidación
de la opinión pública como espacio de legitimidad de las facciones en la
formación de la nueva república (Calderón & Thibaud, 2002). De esta
forma, las negociaciones por el poder local ya no se harían con el rey,
sino que se darían entre los diversos grupos que tratarían de imponer su
opinión particular como opinión general. Lo que cada facción pretendía
era consolidarse como la verdadera opinión pública en un nuevo modo
de hacer y discutir la política que estaba centrado en “la confrontación
entre redes que rivalizan por revestir su opinión de voluntad general”
(Calderón & Thibaud, 2002, p. 158). Dentro de esta perspectiva, la
idea de fijar la opinión por medio del combate de ideas por parte de es-
2
Ver en este volumen el capítulo de Francisco Ortega y Alexander Chaparro, “El
nacimiento de la opinión pública en la Nueva Granada, 1785-1830”. François-Xavier
Guerra y Javier Fernández Sebastián nos muestran este proceso en un primer momento,
en el cual era necesario luchar contra los franceses en toda la monarquía hispánica. Sin
embargo, como lo muestra Gilberto Loaiza esto se desarrollaría más adelante en la Nueva
Granada como una forma de generar unidad en un territorio que estaba dividido tanto
en luchas internas, como en el enfrentamiento con los ejércitos españoles. Ver Guerra,
(2002a); Guerra, (2002b); Fernández Sebastián, (2002); Loaiza Cano, (2010); Goldman,
(2008). Para ver cómo se había desarrollado este concepto a finales del siglo XVIII y
comienzos del siglo XIX ver Lempérière (1998); Uribe Urán, (2000) y Silva, (1998).
3
En este sentido hay que aclarar que en el periodo, el uso del término “facción”
o “faccioso” se tomaba desde una óptica peyorativa, al considerarlas como aquellas
opuestas a la unión nacional. Dentro de este contexto, utilizar el término “facción”
sobre otro grupo político significaba entenderlo no solamente como un enemigo en el
campo de la opinión pública, sino también como un enemigo de la unión nacional.
4
Esto lo podemos entender viendo una anotación de El Huerfanito Bogotano en el
cual se consideraba que había que decidirse “siempre por las opiniones moderadas,
por que en la moral, todo lo que es estremo, es casi siempre vicioso. Para reinar por la
opinion, comensad reinando sobre ella”. Núm. 12: 26-V-1826.
5
Según Elías Palti, el símbolo de la bandera se constituyó en este periodo como una
manera de representar las fuerzas en pugna y aquella que identificaba a los ejércitos en
esta batalla por la opinión. (Palti, 2007, p. 197)
6
Las actas de apoyo a Páez por parte de Valencia y Caracas se pueden ver en Ocampo
López, (1988, tomo I, pp. 37-39 y 77-79, respectivamente), en las cuales se argumentaba
que la presencia de Páez en Venezuela era fundamental para mantener la seguridad inte-
rior y exterior del territorio. En el acta de la municipalidad de Valencia del 11 de mayo
de 1826 se invistió a Páez con toda la autoridad y se hizo un llamado para que Bolívar
volviera y evitara una posible guerra civil mediante el llamado a una gran convención
que cambiara la Constitución de 1821. (Ocampo López, 1988, tomo I, pp. 84).
7
Así lo mostró José Manuel Restrepo en su Diario Político y Militar. En la entrada del
27 de marzo escribió sobre la admisión en el Senado de la acusación presentada por la
Cámara de Representantes en contra de Páez por “actos arbitrarios contra los ciudada-
nos de Caracas en el restablecimiento de milicias, y por haber insultado al intendente
general Escalona con un recado”. (Restrepo, 1954, p. 286). En La Miscelánea, este
hecho fue calificado por los editores como una “ruptura del pacto social por parte de
Páez”. Núm. 30: 9-IV-1826, p. 125. Sin embargo, esta acusación siempre estuvo en
disputa. En carta de Páez a Bolívar de mayo 24 de 1826, el primero escribió que sólo
había cumplido con las órdenes de Santander a pesar de que las consideraba arbitrarias.
Según Páez, los hechos habían sido exagerados luego en la Cámara de Representantes
por la presión de Santander. (Ocampo López, 1988, tomo I, pp. 113-118). Más sobre
esta discusión se puede ver en este tomo y en O’Leary, (1981).
8
En la entrada del 31 de mayo de su diario, Restrepo escribió que el general Páez había
recibido la acusación y se disponía a viajar a Bogotá a responder ante el Senado. Sin embargo,
la noticia de la rebelión solo llegaría a Bogotá el 1 de junio, con el arribo de un oficial con
pliegos del intendente y comandante general del Zulia, que avisaba sobre la rebelión de
Páez y su marcha con 2.000 hombres sobre Caracas. (Restrepo, 1954, pp. 291).
9
Así se puede ver en el acta de Valencia del 29 de junio de 1826, en la cual se argu-
mentaba que “desde que en el departamento de Venezuela se vio la Constitución hecha
en la villa del Rosario de Cúcuta en el año de 1821, la ilustre municipalidad de Caracas
se apresuró a protestarla, publicó su protesta y la municipalidad sucesora entró a ejercer
sus destinos bajo la misma garantía. Ella no es la obra de representantes elegidos por
la voluntad de estos pueblos, que entonces estaban desgraciadamente en poder de los
enemigos, sino el resultado de aquellas circunstancias”. (Ocampo López, 1988, tomo
I, p. 158). De esta forma se desconocía la legitimidad de la Constitución al no contar
con los representantes que se considerarían como legítimos por parte de Caracas.
10
Aquí quisiera anotar que esta acta fue firmada por representantes de Caracas, Tur-
mero, Valencia, Santa Lucía, El Pao, Quíbor, San Carlos, Petare, Carora, Achaguas,
La Guaira, Tocuyo, San Felipe, Barquisimeto, Nirgua, Cura, San Fernando de Apure,
Puerto Cabello, Guarenas, Ocumare, San Sebastián, Río Chico, Maracay y Orituco.
Sin embargo, no era una opinión unánime en Venezuela. Según J. Austria en un escrito
dirigido a Bolívar el 13 de octubre de 1826, “Son bien críticas las circunstancias en que
se halla Venezuela; hay oposición a la revolución y se quieren impedir sus progresos;
pero también hay una opinión general porque el gobierno no tome medidas hostiles,
ni se rompa la guerra en Venezuela, porque todos temen sus consecuencias”. (Ocampo
López, 1988, tomo I, p. 230).
11
“Exposición de los sentimientos de los funcionarios públicos, así nacionales como
departamentales y municipales, y demás habitantes de la ciudad de Bogotá, hecha
para ser presentada al Libertador presidente de la República, reimpresa en Nueva York,
1827”. En Santander, (1990, pp. 90-112). Azuero también fue el editor de la Gazeta
de Bogotá, El Correo de Bogotá y La Indicación. Los tres ya habían trabajado juntos
antes en La Miscelánea.
12
Estos fueron La Carta del padre al hijo y Contradicciones. El primero se publicó
el 17 de septiembre y el segundo el 24. Ver Cuervo & Cuervo, (1918, p. 6). Fueron
colaboradores del periódico Pedro Acevedo Tejada, Juan de Dios Aranzazu, José Ángel
Lastra y Alejandro Vélez.
13
Ver, Cuervo & Cuervo, (1918, p. 32). Así mismo se habló de la quema de ejemplares
de La Bandera en la plaza de El Espinal. La Bandera Tricolor, núm. 25, 31-XII-1826.
14
El artículo 191 de la Constitución de 1821 decía lo siguiente: “Cuando ya libre toda
o la mayor parte de aquel territorio de la República, que hoy está bajo del poder español
pueda concurrir con sus representantes a perfeccionar el edificio de su felicidad, y des-
pués de una práctica de diez o más años, haya descubierto todos los inconvenientes o
ventajas de la presente Constitución, se convocará por el Congreso una gran convención
de Colombia, autorizada para examinarla o reformarla en su totalidad.” (Constitución
Política de la República de Colombia, 1821, p. 117). La defensa de la Constitución
también sería primordial para La Miscelánea, el periódico que dirigían antes Cuervo,
Azuero y Soto. En su primer número escribieron que “La Constitucion de Colombia,
este libro precioso que nos ha restituido al pleno goze de nuestros mas caros derechos,
sera uno de los objetos de nuestras meditaciones: la defenderemos con constancia, y si
alguno de sus articulos mereciere nuestra critica, sera con el solo intento de promover
su reforma en el modo y terminos que ella misma previene; pero nunca el de provocar
a la desobediencia”. La Miscelánea, domingo 18 de septiembre de 1825, p. 1.
15
Ver también Romero Leal, (2012).
16
La Bandera Tricolor. Núm. 1:16-VII-1826, p. 1.
17
Según el Artículo 1 de la Constitución de 1821: “La Nación colombiana es para
siempre, e irrevocablemente libre e independiente de la monarquía española; y de
cualquiera otra potencia o dominación extranjera, y no es, ni será nunca el patrimonio
de ninguna familia ni persona”. Constitución Política de la República de Colombia de
1821. En Piedrahita, (2003, p. 89). Esta misma fórmula sería utilizada en la Constitución
de Cádiz de 1812, la cual estipulaba en su Artículo 2, “La Nacion española es libre é
independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona”. Cons-
titución Política de la Monarquía Española promulgada en Cádiz a 19 de Marzo de 1812.
Hoy que los mismos facciosos han logrado precipitar al jeneral Paez
en una defeccion ignominiosa alhagandolo con la infame esperanza de
erijirse en rey y tirano de sus compatriotas, por medio de la violencia y
de la fuerza que tiene a sus ordenes, es llegado el tiempo de sostener con
firmeza y constancia este principio vital, este pacto sagrado y eterno.19
18
En La Miscelánea se puede leer esta idea del gobierno republicano como soporte
de la opinión pública y posibilidad de contener al Ejecutivo a través de ella. “No es
sino en los gobiernos republicanos que la opinion publica, libre para exhalarse por
tantos organos cuantos son los hombres que la forman, puede llegar a ser un freno
que contenga a las autoridades; y no es sino en ellos donde siendo licito denunciar los
estravios de estas mismas autoridades, ellas tiene la loable docilidad de enmedarlos”.
Núm. 21: 5-II-1826, p. 87. De igual forma se pueden leer los principios republicanos
de respeto a las leyes, ejercicio del gobierno y la protección de las garantías individuales
en El Huerfanito Bogotano, núm. 1: 10-III-1826, p. 1.
19
La Bandera Tricolor, núm. 1: 16-VII-1826, p. 1.
20
La Bandera Tricolor, núm. 2: 26-VII-1826, p. 6.
21
La Bandera Tricolor, núm. 2:26-VII-1826, p. 6.
22
La Bandera Tricolor, núm. 3: 30-VII-1826, p. 9.
23
La Bandera Tricolor, núm. 8: 3-IX-1826, p. 9.
24
La Bandera Tricolor, núm. 9: 10-IX-1826, p. 36.
25
Las críticas a las diversas posibilidades de formas de gobierno presentes en la República
de Colombia, las podemos ver en una carta de Santander a Bolívar, con fecha del 21 de
agosto de 1826, en la cual decía: “Unos quieren federación de tres grandes departamen-
tos, como algunos caraqueños, otros como los cumanenses, maracaiberos y cartageneros,
federación de Estados más pequeños y numerosos, otros como Páez, monarquía, otros
como Guayaquil independencia absoluta, otros como Panamá, ciudad anseática y otros
como yo, República central bajo formas republicanas.” (Santander, 1990, p. 22).
26
La Bandera Tricolor, núm. 9: 10-IX-1826, p. 33. Esta lucha ya había sido estable-
cida en La Miscelánea cuando se estaba planteando la posibilidad de un principio de
asociación de América en una conferencia entre las distintas naciones. En este periódico
se estableció que era necesario fijar las reglas y principios del derecho político de Amé-
rica alrededor de “que la libre voluntad del pueblo es el unico orijen de la lejitimidad
de los gobiernos”, en contraposición a la circular proclamada por la Santa Alianza en
Laybach en la cual se expresaba que “la soberania reside esencialmente en el principe;
que el supremo poder le pertenece de derecho divino; que todas las mudanzas en
la administracion o en la lejislacion no deben emanar sino de su libre y espontanea
voluntad; que los reyes solo a Dios son responsables; y que todo lo que salga de esta
linea conduce necesariamente a desordenes y trastornos”. Ante esto debía establecerse
una guerra de ideas con la cual actuar frente a Europa en defensa de los principios de
legitimidad americanos a partir de la voluntad del pueblo. La Miscelánea, núm. 30:
9-IV-1826, p. 123.
27
En el Artículo 2 de la Constitución se estipulaba que “la soberanía reside esencial-
mente en la nación. Los magistrados y oficiales del Gobierno, investidos de cualquier
especie de autoridad, son sus agentes o comisarios y responsables a ella de su conducta
pública.” (Constitución Política de la República de Colombia, 1821, p. 89).
28
La Bandera Tricolor, núm. 11:24-IX-1826, p. 42.
29
Esto lo podemos ver en un escrito de José Francisco Bermúdez, comandante del
Orinoco, en el cual ofrecía lealtad al gobierno central a partir de una crítica abierta a
la actuación de Páez y de las municipalidades de Valencia y Caracas, cuestionando la
legitimidad de las razones aducidas por estas ciudades al contrastarlas con la idea de la
legitimidad de los representantes de la nación y la incapacidad de estas dos ciudades para
imponerse por fuera de este criterio. “¿De dónde han podido sacar esas corporaciones,
ni los habitantes de dos pueblos, aun cuando se les quisiese suponer cómplices en este
atentado, una facultad que sólo puede considerarse propia de la nación entera? Variar
la forma de gobierno cuando nos hallamos constituidos bajo reglas ciertas y conocidas,
no es permitido sino a los legítimos representantes de la nación, convocados al efecto
y con poderes suficientes para ello.” (Ocampo López, 1988, tomo I, p. 97).
32
Estas noticias llegarían a Bogotá alrededor del 26 de septiembre de 1826. José Ma-
nuel Restrepo registró que el 28 de agosto y el 6 de septiembre se habían presentado
los pronunciamientos de Guayaquil y Quito, respectivamente. Su reacción ante el
hecho fue la siguiente: “lo cierto es que la actual constitución puede considerarse como
destruida por los departamentos del sur y de Venezuela”. (Restrepo, 1954, p. 301).
33
Según Frank Safford, Bolívar consideraba “los pronunciamientos dirigidos por los
militares como la verdadera expresión de la voluntad popular”. (Safford, 2004, p. 123).
34
“Carta de Bolívar a Sucre, 12 de mayo de 1826”. En Ocampo López, (1988, tomo
I, p. 264).
37
La Bandera Tricolor, núm. 4: 6-VIII-1826, p. 15.
38
Esta imagen de Bolívar se puede apreciar en una carta de Santander al primero,
con fecha del 18 de octubre de 1826: “Un padre adorado expuesto al más inminente
peligro de muerte, no excitaría en mi corazón tanto dolor como el considerar a todo
lo que usted exponía su gloria y reputación, esa gloria y reputación que yo amo con
idolatría y por cuya conservación daría mi sangre” Cartas Santander a Bolívar, 67. La
imagen de Bolívar como padre de la patria también sería esgrimida por Paéz, quien en
la carta que le escribió al primero, con fecha del 24 de mayo de 1826, le pide que las
reformas que se vayan a hacer sean aprobadas por él, ya “todos lo consideran aquí como
su padre, y no quieren que un hijo ilustre que ha llenado de gloria la mayor parte de
este continente, deje de ser el legislador de su propio suelo, después de haberle puesto
en posesión de su independencia.” (Ocampo López, 1988, tomo I, p. 117).
Si: los principios son ántes que los hombres, y el gran BOLIVAR es el
primer campeon de esta doctrina social. Reverenciamos las virtudes, las
cualidades sublimes de BOLIVAR participamos del reconocimiento, que
él ha inspirado á la Nacion entera; pero toda medida desaprobada por la
Constitucion, no haría mas que abismarnos en un diluvio de males, sancio-
nando la anarquía, ó lo que es igual: los hombres sobrepuestos á los principios.40
39
La Bandera Tricolor, núm. 21: 3-XII-1826, p. 83.
40
La Bandera Tricolor, núm. 10: 17-IX-1826, p. 38. Cursivas en el original.
41
Esto estaba acorde con el artículo 5 de la Constitución de 1821, “son deberes de
cada colombiano, vivir sometido a la Constitución y a las leyes, respetar y obedecer a las
autoridades que son sus órganos; contribuir a los gastos públicos; y estar pronto en todo
tiempo a servir y defender la Patria, haciéndole el sacrificio de sus bienes y de su vida,
si fuere necesario.” (Constitución Política de la República de Colombia, 1821, p. 89).
Que desaparezca pues tan detestable egoismo, y cada uno ocupe su lugar,
haciendo entender a los unos y a los otros que no es dado en Colombia
a ningun mortal variar la voluntad de cerca de tres millones de personas,
que a pesar de sus principios diversos bajo otro punto de vista, todos estan
de acuerdo en continuar sometidos al gobierno popular representativo y
en defender esa constitucion sagrada que desde sus primeros años les ha
concedido la victoria contra los enemigos esteriores, y les ha inspirado
fortaleza para en lo jeneral despreciar las sujeciones de los perversos que
intentan vivir en medio del desorden y de la anarquia.44
42
Esto se expresa en una carta que Aranzazu le escribió a Cuervo: “el Gobierno se
robustece con la fuerza de la opinión, y ésta concluye por imprimir a los sucesos de
Venezuela la marca de la rebelión; y una vez que esto se consiga, es bien cierto que el
imperio de las leyes sucederá al de la fuerza.” (Cuervo & Cuervo, 1918, p. 10).
43
La Bandera Tricolor, núm. 10: 17-IX-1826, p. 38
44
La Bandera Tricolor, núm. 3: 30-VII-1826, p. 11.
45
Esto se puede ver, por ejemplo, en las instrucciones de la municipalidad de Quito
a sus comisionados, en la cual se propone a Bolívar como presidente vitalicio. Ver
O’Leary, (1981, tomo 24, p. 39).
46
La Bandera Tricolor, núm. 13: 1-IX-1826.
47
El artículo 128 de la Constitución de 1821 decía: “En los casos de conmoción
interior a mano armada que amenace la Seguridad de la República; y en los de una
invasión exterior, y repentina, puede, con previo acuerdo y consentimiento del Con-
greso, dictar todas aquellas medidas extraordinarias que sean indispensables, y que no
estén comprendidas en la esfera natural de sus atribuciones. Si el Congreso no estuviese
reunido tendrá la misma facultad por sí solo; pero le convocará sin la menor demora
para proceder conforme a sus acuerdos. Esta extraordinaria autorización será limitada
únicamente a lugares y tiempos indispensablemente necesarios.” (Constitución Política
de la República de Colombia, 1821, p. 108).
48
La Bandera Tricolor, núm. 20: 26-XI-1826, p. 79. Esto también lo podemos ver
en una hoja suelta titulada Un Cartaginés al autor de La Bandera Tricolor, Fontibón,
30 de octubre de 1826,en la cual se ejercía presión sobre Bolívar para hacerlo cumplir
con el mandato constitucional a partir de la elevación de su figura: “Nada tenemos
que temer, mi caro amigo, Bolivar es incapaz de dar acogida en su pecho generoso a
otras maximas que á las que ha sancionado nuestro pacto social, el està muy distante
de hacernos violencia por que en cada pagina de su historia se encuentra publicado un
principio liberal, un desprendimiento de ambicion”. Biblioteca Nacional de Colombia,
Fondo Pineda 824, Pieza 48, p. 2.
49
La Bandera Tricolor, núm. 24: 25-XII-1826, p. 98.
50
La reunión del Congreso Constitucional sería vista como el escenario en el cual
se podría reconstruir la nación como familia y en la cual Bolívar retomaría su lugar
de padre sin cuestionamientos: “Entonces y solo entonces Colombia vuelve ásèr una
familia y Bolivar su padre predilecto. Los martires de la patria le esperaràn en los cam-
pos Elisèos con coronas, estas victimas desgraciadas tendrán en la mancion celestial el
dulce consuelo de que su sangre se ha vertido con provecho.” (Un Cartaginés al autor
de La Bandera Tricolor, p. 2).
51
“Exposición”. En Santander, (1990, p. 97).
52
“Exposición”. En Santander, (1990, p. 103).
53
“Exposición”. En Santander, (1990, p. 62).
54
“Exposición”. En Santander, (1990, p. 106).
55
La Bandera Tricolor, núm. 14:15-X-1826.
56
El 2 de enero de 1827 Bolívar haría un pacto con Páez en el cual se le daba amnis-
tía general a los rebeldes y hacía la promesa de mantener sus propiedades. Bushnell,
(1984, p. 405).
57
El miedo a la reacción internacional es notable en Santander y en José Manuel
Restrepo. En una carta dirigida al gobernador de la provincia de Carabobo el 10 de
junio de 1826, Restrepo temía por la respuesta del gobierno inglés y la posibilidad del
no reconocimiento del Estado colombiano por otros Estados debido a la rebelión algo
que, además, podría ser aprovechado por España para intentar la reconquista. Así lo
podemos ver en este fragmento: “la República de Colombia tan elogiada y tan respetada,
sin crédito público, sin opinión, hecha el escarnio de todos los pueblos y en el mayor
desconcepto universal”. Ocampo López, (1988, tomo I, p. 137).
Este nuevo escenario marcaría la opción política del grupo que re-
dactaba La Bandera Tricolor. Para ellos la alternativa de la república bajo
la Constitución de 1821 era la única opción posible. La posibilidad de
una convención para reformar las instituciones sería vista por Santander
como una afrenta que acabaría con la “Unión Colombiana” y se volve-
ría a trabajar sobre la idea de la República de Nueva Granada de 1815
(Santander, 1990, p. 69). Así lo expresaría en una carta a Bolívar del 21
de septiembre de 1826: “O lo que somos o nada, es mi deseo. Si no hay
fuerza moral ni física para refrenar los perturbadores y sostener el sistema
Conclusiones
La Bandera Tricolor mostraría, muy a su pesar, el fracaso y fragilidad de la
República de Colombia ante la rebelión de Caracas y Valencia y la lealtad de
Quito y Guayaquil a la Constitución boliviana. Los problemas económicos
y sociales de la República ya habían debilitado lo suficiente la unión de
los tres departamentos que la componían. Para los editores de La Bandera,
“en todas las sociedades del mundo desde su creacion hasta el fin de los
siglos, la constitucion y las leyes de un pais son el vinculo de union de estas
mismas sociedades”.61 De esta forma se consideró a la Constitución como
fundamento de la unidad de la nación y de la opinión pública, expresando
una idea de unanimidad por medio de la defensa de la carta magna. Como
60
(Cursivas en el original). Así mismo lo escribió José Manuel Restrepo en la entrada del
8 de enero de 1827 en su Diario Político y Militar: “Dicen que no estando el Libertador
por el restablecimiento de la constitución, la antigua Cundinamarca debe ya pronun-
ciarse, bien por el sistema federal, bien por hacer una república de los departamentos
del centro, mas de ningún modo para confederarnos con el Perú y Bolivia, proyecto
que no les gusta. Ayer ha salido un artículo incendiario sobre esto en el número 26 de
La Bandera Tricolor, escrito por el doctor Vicente Azuero, hombre muy exaltado […]
Felizmente La Bandera ha concluído ayer en el número 26, pero será reemplazada por
otro papel que piensa dar el doctor Azuero en que tendrá colaboradores de sus mismas
opiniones”. (Restrepo, 1954, p. 322). (Negrillas en el original).
61
La Bandera Tricolor, núm. 24: 25-XII-1826, p. 98.
Referencias
Fuentes primarias
Constitución Política de la República de Colombia. (1821). En Restrepo
Piedrahita, C. (Comp.). Constituciones Políticas Nacionales de Colombia
(pp. 85-118). Bogotá: Universidad Externado de Colombia.
Fuentes secundarias
Álvarez de Miranda, P. (1992). Palabras e ideas: el léxico de la ilustración
temprana en España (1680-1760). (Anejo del Boletín de la Real Academia
Española 51). Madrid: Real Academia de la Lengua.
Anrup, R. & Oeni, V. (1999). Ciudadanía y nación en el proceso de eman-
cipación. En Universidad de Goterburg. Anales núm. 2.
Bushnell, D. (2006). El desarrollo de la prensa en la Gran Colombia. En
Bushnell, D. Ensayos de Historia Política de Colombia, siglos XIX y XX (pp.
27-47). Medellín: La Carreta Editores.
_________ (1984). El régimen de Santander en la Gran Colombia. Bogotá:
El Áncora Editores.
A
partir del estudio del conjunto de los semanarios cartageneros
de la década del 20 en el siglo XIX, el presente texto se propone
dilucidar el tipo de prácticas que se tejieron para dar surgimiento
a esa nueva voz de autoridad que fue entonces conocida como la opinión
pública, y cuyo protagonismo en la cultura política republicana de la
primera mitad del siglo XIX ha sido poco explorado. Se pretende, de un
lado, centrar la mirada en las constelaciones propiamente conceptuales que
permitieron la emergencia de la opinión como un sistema de enunciación
verdadero, objetivándola, dotándola de contenido histórico, otorgándole
a su voz un valor incuestionable de verdad. De otro, dimensionar el reto
que para entonces afrontara la república en la pretensión de fomentar el
desenvolvimiento de una cultura del periódico, entendiendo que es en
la superficie material de la prensa donde el formato republicano de la
opinión encuentra su legítimo lugar.
263
El periódico: ese astro luminoso
En el mes de mayo de 1825 un semanario cartagenero publicó en su sección
“Esterior” un texto que sus editores consideraron, sin duda, de importancia
crucial. Se trataba del extracto de un papel inglés, en donde se conducía al
lector a través de una valoración minuciosa del panorama periodístico en la
Gran Bretaña. Cantidad y cualidad de los periódicos circulantes, frecuencias
de publicación, tirajes, procesos editoriales y consideraciones estimadas sobre
el público lector hacían parte, entre otras informaciones finas, del grueso de
este balance que tuvo el privilegio de ocupar en el semanario cartagenero
dos páginas enteras: nada menos que la mitad de su paginación total. El
asombroso extracto, que en cifras crudas desnudaba la situación periodística
colombiana, poniendo en evidencia su precariedad, venía seguido de una
serie de consideraciones de los editores del Correo sobre la importancia de
las publicaciones seriadas, y cerraba con una invitación a “magistrados”
y “compatriotas”, a hacer parte en la cruzada por “establecer y fomentar
periódicos por todos los medios a su alcance”, pues sólo de esta forma la
nueva república conseguiría dirigir certeramente su ruta en el camino de las
naciones civilizadas, erradicando de su suelo la ignorancia y conquistando
el precioso don de la felicidad.2
Según se lee en el artículo inglés, los periódicos en Gran Bretaña —diarios,
en su gran mayoría— contaban con un editor principal, uno subalterno,
corresponsales nacionales e internacionales, de ocho a doce reporteros, un
considerable número de literatos pagos y decenas de empleados encargados
de los casos policiales, accidentes y “sucesos funestos”, igualmente pagos.
¿Habría, alguno de nuestros osados publicistas, entonces, soñado que su
2
“Esperamos que nuestros dignos magistrados, asi como el resto de nuestros com-
patriotas contribuyan efectivamente a establecer y fomentar periódicos por todos los
medios que estén a sus alcances pues este es el mas seguro medio de reportar todas las
ventajas posibles de la libertad de la prensa, diseminando las luces, dando pábulo al
espiritu publico, y generalizando ese útil sistema de critica, solo capaz de contener a
los funcionarios públicos en los limites que la ley les prescribe, y de mostrar la senda
de toda especie de mejoras publicas”. El Correo de Magdalena núm. 3, [Sin título],
Cartagena, 26 de mayo de 1825. BNC, Bogotá, Fondo Pineda, 846, p. 2.
Si somos mejores, mas ricos, mas sabios o hábiles que los habitantes de otros
paises; si tenemos mejores leyes e instituciones que ellos; si nuestras facultades
intelectuales se han ensanchado mas; si nuestra aristocracia es menos tiránica
que la de otras naciones, y si nuestros labradores y menestrales son pacíficos,
de mejores disposiciones, y mas ilustración, que los de aquellos paises con
quienes tenemos relaciones directas; ultimamente si se halla mas prosperidad y
ventajas en la Gran Bretaña, que en Francia, Rusia, Prusia, España, Alemania
y otros reinos civilizados, ¿a que se debe todo esto sino a nuestros periódicos?4
3
El Correo del Magdalena núm. 3, “Esterior”, Cartagena, 26 de mayo de 1825. BNC,
Bogotá, Fondo Pineda, 846, pp. 1-2.
4
El Correo del Magdalena núm. 3, “Esterior”, p. 2.
5
El artículo primero de la ley de libertad de imprenta decretaba el derecho de todo
colombiano a imprimir y publicar su pensamiento sin necesidad de someterlo a previa
8
Iris del Magdalena núm. 2, “Opinión pública y derecho de petición”, Cartagena,
09 de septiembre de 1826. BNC, Bogotá, MF 1201, p. 2. Cuatro años atrás, en 1822,
la Gaceta de Colombia calculaba en ocho el número total de semanarios circulantes
en territorio colombiano: En Bogotá: La Gaceta de la República y El Correo de Bogotá;
El Iris de Venezuela, en Caracas; en Maracaibo: El Correo nacional en Maracaibo; en
Guyana El Correo del Orinoco; en Cartagena: La Gaceta de Cartagena; en Panamá: La
Gaceta de Panamá; en Guayaquil: El Patriota de Guayaquil. En Sociedad Santanderista
de Colombia, (1995, p. 446).
9
“Hasta otra ocasión de que seamos mas largos, y por ahora hemos pagado nuestros
ocho reales establecidos para los avisos” El Correo del Magdalena “Otro aviso importante”
Cartagena, núm. 6, 16 de junio de 1825. BNC, Bogotá, Fondo Pineda, 846, p. 4. La prensa
cartagenera también registra casos de semanarios con una política editorial que mantuvo
sus páginas abiertas a todo aquel que tuviese algo valioso qué aportar a la discusión, tal y
como lo anuncia en 1828 el prospecto de Las Reformas, invitando a publicar de manera
gratuita comunicados, remitidos y avisos “que convengan con el título del periódico y
propendieren al bien y felicidad de la nación.” Las Reformas núm. 1, «Prospecto» Cartagena,
23 de agosto de 1828. BNC, MF 1187, p. 1.
10
Los “remitidos” publicados en los semanarios cartageneros de la década de 1820
permiten pensar que estos contaron con posibles suscriptores en villas y pueblos cer-
canos tales como Mompox, Turbana, Turbaco, Arjona, y Mahates. Se intuye también
de la existencia de lectores de prensa cartagenera en Bogotá, y en otras ciudades de la
costa Caribe de la “Gran Colombia” como Panamá, Santa Marta, Maracaibo y Caracas.
11
A continuación ciframos entre paréntesis el número de imprentas aproximado con
que contaban las ciudades de la Gran Colombia para los años de 1822 y 1826. Cifras
deducidas del catálogo de la Biblioteca Nacional de Colombia. Panamá 1822 (1) y
1826 (1); Cartagena: 1822 (1) y 1826 (3); Santa Marta: 1822 (no reporta, pero existe
un periódico, la “Gazeta de Santa Marta” publicado para 1821) y 1826 (1); Maracai-
bo: 1822 (no reporta en la base de datos de la BN, pero hay referencia a un periódico
publicado ese año) y 1826 (1); Caracas 1822 (2) y 1826 (7); Medellín 1822 (1) y
1826 (1); Bogotá: 1822 (2) y 1826 (entre 5 y 7); Popayán: 1822 (no reporta) y 1826
(1); Quito: 1822 (no reporta) y 1826 (1); Guayaquil: 1822 (no reporta en la base de
datos de la BN, pero hay referencia de un periódico publicado ese año.) y 1826 (1).
12
A continuación las imprentas que funcionaron en Cartagena durante la década de 1820,
con relación de impresores y años de funcionamiento: Imprenta del Gobierno (1822-1831)
a cargo de Juan Antonio Calvo; Imprenta de Francisco de Borja Ruiz (1826) Imprenta de
Juan Antonio Calvo (1825, 1826) luego llamada Imprenta de los Herederos de Juan Antonio
Calvo (1827) y posteriormente Tipografía de los herederos de J.A. Calvo (1830, 1831);
Imprenta de Manuel María Guerrero (1826, 1827, 1828); Imprenta de la Concordia a
cargo, en 1828 de Damián Berrío y en 1831 de Valentín Gutiérrez; Imprenta Libre (1831)
a cargo de Eduardo Hernández. Figura registro de un último impresor con el nombre de
B. Ortegat (1828) pero no se ha encontrado soporte documental que dé cuenta de la o
las imprentas que funcionaron bajo su responsabilidad. Tomado del catálogo de la BNC.
13
Si bien en los fondos documentales en donde reposan los archivos de prensa de la
época no se cuenta un número mayor a veinticinco periódicos para el periodo, existe
información que revela la existencia de otros varios periódicos de los cuales no llegó
hasta nosotros ningún ejemplar. Gosselman, un viajero sueco que pasara por Cartagena
en 1823 reporta la existencia de tres papeles que no aparecen documentados en nuestras
bases de datos: “Hasta estos momentos la libertad de prensa no conocía límites, por lo
cual existían gran cantidad de hojas de periódicos, volantes menores, panfletos, etc.,
algunos tan encendidos en sus artículos que parecían compensar de una sola vez todo
el duro silencio que les impusieran los españoles. Estas publicaciones zumbaban como
mosquitos, picaban y luego desaparecían, ya fuera por muerte total o para volver con
renovados bríos y luego recibir el golpe mortal. Era común que adquirieran nombres raros
como “El Criollo”, “La Zorra”, “El Toro”, “El Murciélago”, etc.”. (Gosselman, 1981).
14
En el mismo número citado del Correo del Magdalena se lee: “En los Estados Unidos de
Norteamérica, ese gran luminar de nuestro hemisferio, se han esperimentado (sic) igual-
mente los resultados mas beneficos del establecimiento de periódicos. Los hay en todas sus
ciudades y aun en multitud de poblaciones pequeñas. Los adelantamientos de todo genero
que ellos han hecho se deben, sin duda en mucha parte a sus papeles públicos en que sus
ilustres ciudadanos hallan siempre un canal cierto y eficaz para reclamar contra los abusos
de los depositarios del poder, y para influir en la diseminación de conocimientos útiles a la
felicidad y libertad de su dichosa patria.” 3. El Correo de Magdalena núm. 3, [Sin título], p. 3.
15
“La abundancia de imprentas y de diarios es el barómetro por el cual se conoce
el adelanto que hacen los pueblos en su ilustración, y así es que mientras más libre
es el sistema político de un estado, más abundantes los diarios o papeles públicos”.
Gaceta de Colombia núm. 27, Bogotá, 21 de abril de 1822. (Sociedad Santanderista
de Colombia, 1995, p. 446).
16
Iris del Magdalena, núm. 2, “Opinión pública y derecho de petición”, p. 3.
17
“[…] el habito de la servidumbre nos enseñó a murmurar en secreto sin dar publi-
cidad a nuestras ideas, y aun no hemos podido perder tan vergonzoso resabio”. Iris del
Magdalena núm. 2, “Opinión pública y derecho de petición”, p. 3.
18
Sobre el valor del rumor en las sociedades coloniales de finales del siglo XVIII en
la Nueva Granada ver: Early, (2005, pp. 51-70).
19
Gaceta de Colombia núm. 48, Bogotá, 15 de septiembre de 1822. En Sociedad
Santanderista de Colombia, (1995, p. 446). Si se tiene en cuenta el hecho de que el
sistema electoral colegiado de la República de Colombia en los 1820 limitó la capacidad
de elegir y ser elegido a la demostración de un mínimo de renta o la profesión de una
ciencia, tendríamos que la opinión se constituyó quizás en el campo más efectivo de
ejercicio de la igualdad ciudadana.
20
Desde mediados del siglo XVIII el saber aparecerá ratificado en la filosofía política
occidental como principal línea divisoria de la sociedad. Tal y como se expresa en el fa-
moso ensayo “¿Qué es la ilustración?” publicado en 1784 por Emmanuel Kant, es tarea
de una pequeña minoría de “sabios” conducir a la humanidad a la anhelada “mayoría de
edad”, a través del “uso público de la razón”, es decir, aquel “que hace el sabio frente a
la totalidad de un público lector”. Ver: Kant, (1941). Ver también: Chartier, (1995).
Los “ilustrados” del virreinato de la Nueva Granada de finales del siglo XVIII también
reconocieron y defendieron con vehemencia el lugar de los “sabios” o los “hombres de
letras” como principales conductores de la nación en el camino de los ideales ilustrados
de riqueza, prosperidad y felicidad. Dice Renán Silva: “[…] para ellos, como para
cualquier otro intelectual moderno, ese principio de legitimidad y reconocimiento que
se buscaba, no podría venir de otro lugar que del elemento que los singularizaba como
intelectuales, es decir, del saber del cual se declaraban portadores y agentes.” Silva,
(2002, p. 515). Ahora, este principio ilustrado, que inhabilita a los llamados “incultos”
para tomar parte en la tarea de “impartir las luces” aparece reposicionado en los albores
republicanos, al tiempo que sufre un desplazamiento por la emergencia del “pueblo”
como sujeto del poder soberano, tensión que se evidencia de forma especial en el uso del
impreso público por parte de sectores sociales que no pertenecen a las redes tradicionales
de “sabios del reino”, y a la incomodidad que ello genera en los grupos tradicionales de
poder. Un escritor cartagenero de la década dice en una columna: “Yo creo que cuando
la constitución estableció que todos los Colombianos tenían la libertad de imprimir y
publicar sus pensamientos, habló con los que tuviesen la capacidad necesaria; pero no
quiso decir, a mi entender, que un artesano de los nuestros, que apenas sabe su oficio,
pudiese escribir sobre política; por que mal puede discurrir sobre esto el que tal vez, y
sin tal vez, ni sabe su idioma por principios”. El Correo del Magdalena núm. 18, [Sin
título], Cartagena, 18 de agosto de 1825. BNC, Bogotá, Fondo Pineda, 846, p. 3. Sobre
la apropiación del repertorio político republicano en las primeras décadas del siglo XIX,
por parte de los llamados “sectores subalternos” cartageneros ver también: Lasso, (2006).
21
“Al hablar al público es preciso hacerlo con toda la dignidad que corresponde, y
con fines laudables. Ilustrar con noticias, y progresos de conocida utilidad, á nuestros
representantes, instruir al pueblo de los pasos mas indiferentes que dé el gobierno, y
combatirlos en caso necesario, y fomentar en cuanto esté a nuestro alcance los ramos de
riqueza y prosperidad […]”. El Correo del Magdalena núm. 18, [Sin título] Cartagena,
18 de agosto de 1825. BNC, Bogotá, Fondo Pineda, 846, p. 2.
22
“Llamamos la atención de nuestros legisladores hacia este asunto importante. ¿No
seria muy útil para el logro de tan loables miras conceder ciertas ecsenciones, (sic) o
algunas recompensas honorificas a los escritores públicos, que se dediquen por cierto
periodo determinado, a promover la instrucción, adelantamientos nacionales &e. por
medio de la redacción de periódicos?”. El Correo del Magdalena núm. 3, [Sin título], p. 3.
23
“La Imprenta es el vehículo de la ilustración, y del buen uso de ella resultan bienes
positivos al Estado. Pero es a la vez el oprobio y la vergüenza cuando se emplea en
distinto objeto de este que le es propio y peculiar. Ella sirve para difundir las luces, para
contener los abusos del poder […] pero han hecho servir también la Imprenta para
vengar pasiones vergonzosas”. El Correo Semanal, núm. 8, [Sin título], Cartagena, 09
de septiembre de 1831. BNC, Fondo Pineda, 573, p. 3.
Nada hay de más pernicioso para una nación nueva, nada más que
la distraiga de sus sagrados intereses, nada finalmente que más la aparte
del buen gusto, y de la estimación de los gabinetes estrangeros, como la
corrupción de la prensa. Folletos llenos de superchería y puerilidades;
producciones picantes mezcladas con la sal del chiste; y arrogantes sátiras,
emitidas con la intención mas viperina, son los arreboles que marcan el
funesto ocaso de un pueblo, que por pura condescendencia á tales escritos
marchan rápidamente al descredito universal.25
24
“Ley de libertad de imprenta del 14 de septiembre de 1821”. (Sociedad Santanderista
de Colombia, 1995, p. 446).
25
El Correo de Magdalena núm. 18, “Libelos infamatorios”. Cartagena, 18 de agosto
de 1825. BNC, Bogotá, Fondo Pineda, 846, p. 3.
26
Sobre el uso y la diferenciación de los vocablos “particular” y “privado” en el caso
de la Nueva España a finales del siglo XVIII ver: Lempérière, (1998, pp. 54-79). Según
lo señala esta misma autora, en la lógica del Antiguo Régimen la comunidad política
se entiende como “un sistema de reciprocidad moral” en el cual lo “individual” y lo
“particular” se encuentran subordinados al “bien común”. En la medida en que “lo
público” era concebido como suma y reflejo de “lo particular”, (y viceversa), se admitía
como legítimo el derecho de la colectividad de “fiscalizar las acciones de cada uno de
sus miembros en nombre de las finalidades del bien común”. Lo anterior explicaría,
para Lempérière, la pervivencia de la moral, la virtud y las buenas costumbres como
referentes de autoridad en la cultura política “liberal” de las sociedades hispanoameri-
canas independientes durante el siglo XIX. (Lempérière, 1998, pp. 55-79).
27
Sugerencia del lugar que mantiene el honor en la sociedad republicana, son los
cientos de apelaciones al tribunal de la opinión pública que pretenden vindicar el “buen
29
La denuncia de un texto como Líbelo infamatorio conllevaba los siguientes pro-
cedimientos. El primer requerimiento era sacar al azar siete nombres de un listado
de veinticuatro sujetos nombrados anualmente por el ayuntamiento como jueces de
hecho. A cargo de este jurado se encontraría la responsabilidad de determinar si había
lugar o no, a la formación de causa. De decidirse que no había lugar a la formación
de causa, el caso quedaba cerrado inmediatamente; pero de lo contrario se procedía a
reunir, nuevamente al azar, otros siete nombres de la lista de los veinticuatro para que
tomasen posición en el juicio y dictasen sentencia. Ver: Ley de libertad de imprenta,
título cuarto, art. 24 a 37. “Ley sobre Libertad de imprenta de 1821”. En, Sociedad
Santanderista de Colombia, (1995, p. 446).
30
Gaceta de Cartagena, [Sin título], Cartagena, 4 de enero de 1823. BNC, Bogotá,
VFDU1, 1963.
31
Habiendo declarado el jurado de imprenta “lugar a la formación de causa”, el proce-
dimiento subsiguiente consistía en solicitar al impresor que figurara como responsable del
líbelo en cuestión, procediera a revelar la identidad real del autor que, como ordenaba la
ley de libertad de imprenta, debía aparecer registrada en los listados de clientes de la casa
de impresión. De no presentar la información solicitada, el impresor debería responder
por los cargos que se imputaran al ausente. Probablemente, como en este caso se trataba
de un escrito inserto en el semanario de la ciudad, el ayuntamiento haya tenido que
dirigirse al editor de la Gaceta.
VFDU1 1963.
33
“La opinión pública que jamás se equivoca en sus conceptos, que por lo tanto es pre-
ciso respetarla, esta opinión que sostiene al gobierno para que el gobierno la sostenga,
clama por la observancia de la leyes, clama por sus derechos inalienables, y clama por
la reparación de sus libertades patrias. El gobierno superior no podrá desentenderse de
sus clamores porque cuando se viola el santuario de las leyes se disuelven los vínculos
de la sociedad, y los resultados funestos comprenden a los inocentes y culpables, y los
mismos magistrados que quedaron impunes tarde o temprano sienten el ejemplo que
dieron a sus sucesores, aun cuando sea por un error de opinión pues las leyes protegen
la libertad y una vez infringidas sin escarmiento lo serán siempre”. Gaceta de Cartagena,
“El pueblo no es un agente ridículo y por lo tanto es preciso respetarlo”, Cartagena, 4
de enero de 1823. Bogotá, BNC, VFDU1 1963, p. 1. (La cursiva es nuestra).
34
A partir del análisis de algunos textos del publicista mexicano Joaquín Fernández
Lizardi, Elías Palti evidencia el punto de quiebre de la transparencia de la verdad que
dará lugar, a partir de la llamada crisis de representación, a lo que este autor denomina
“el modelo jurídico de la opinión” (Palti, 2007).
35
Gaceta de Cartagena de Colombia núm.75, “Opinión Pública”, Cartagena, 3 de
mayo de 1822. BNC, Bogotá, VFDU1 1963, p. 2.
36
En su núm. 16 el Papel Periódico de Santafé de Bogotá establece la correspondencia
natural entre individuo y razón, estableciendo en esta última la procedencia de toda
autoridad: “Yo sólo hablaré como un hombre: quiero decir, como un individuo de la
especie humana, a quien el derecho natural le franquea la licencia de contribuir a cuanto
sea beneficioso de sus hermanos. No gozo en medio del universo de otro carácter que este;
y así mi voz no tendrá más autoridad en el asunto que aquella que le diere la razón. Papel
Periódico de Santafé, núm. 16, [Sin título], Santafé, 1791. Bogotá, BLAA. (Silva, 2003).
37
En su “Ensayo sobre la opinión pública” Lista introduce una diferenciación entre
la opinión popular, producto de la ignorancia, la violencia, el terror y las facciones, y
en consecuencia maleable, falible y efímera, y la opinión pública, que fundada en los
preceptos de la razón se sobrepone a la ruina de los partidos inspirando en los ciuda-
danos el “santo fuego de la virtud”. (Lista, 2007).
38
Sin duda, la práctica de la “crítica” de la opinión en las primeras décadas del siglo
XIX se encuentra relacionada de cerca con el llamado “método ecléctico”, introducido
por la reforma universitaria de 1774 como contrapeso a las llamadas “escuelas de par-
tido”. El “método ecléctico” o “de libre elección” se convertiría en carta de navegación
de los “autodidactas” ilustrados del virreinato de la Nueva Granada a finales del siglo
XVIII, siendo directriz fundamental de la idea del “examen crítico y razonado de las
opiniones y los fenómenos naturales y sociales”. Ver: Silva, (2002, pp. 66, 88, 627).
39
Lista define la opinión pública como “la voz general de todo un pueblo convencido
de una verdad, que ha examinado por medio de la discusión”. (Lista, 2007).
Este [la opinión] es un duende muy sutil y travieso que no hay periodista que
no crea haber atrapado y llevar siempre en su cortejo para dar peso y autoridad
a todo lo que dice sea tuerto o derecho […] Sus sentencias son irrevocables.
La suerte de los imperios, las instituciones más respetables, la disciplina
misma de la Iglesia, todo cede a su voz imperiosa.41
40
Para traer un ejemplo, en mayo de 1825, El Correo del Magdalena publica en la sección
“Interior” un artículo del periódico bogotano El Constitucional, en el cual se realizan una
serie de críticas a las facultades excesivas que el Congreso ha otorgado al Ejecutivo, así
como a la falta de publicidad que se ha dado del estado de egresos e ingresos públicos.
Al tiempo, El Constitucional expresa su oposición a la ley recientemente expedida sobre
allanamiento de correspondencia y casas particulares, que autoriza la violación de la
intimidad bajo sospechas de sedición, lo que se condena como un recurso “antiliberal”.
A continuación, la misma sección “Interior” da lugar a la respuesta que las posturas de
El Constitucional producen en la Gaceta de Colombia, periódico oficial del gobierno
republicano, donde se debaten y refutan algunas de las acusaciones de El Constitucional.
Finalizada esta presentación del debate, los editores se disponen a invitar al público a
someter ambos textos a juicio, en aras a determinar cuál de los dos tiene la razón, y ma-
nifiestan por último su adhesión a las observaciones que hace El Constitucional. “Hemos
dado lugar en nuestras colunas (sic) al artículo editorial del Constitucional numero 33,
e igualmente á otro de la Gaceta de Colombia número 184 en que se trata de satisfacer
algunos de los diversos cargos que los editores del Constitucional hacen al ejecutivo […].
Recomendamos al ecsamen (sic) y juicio de nuestros compatriotas ilustrados el contenido
de los párrafos de los espresados (sic) artículos que se refieren al ejecutivo […] pero no
podemos mas que adherirnos a las sabias y liberales opiniones del Constitucional en
todo aquello que tiende a reprobar la falta de energía y dignidad, que se ha notado con
demasiada frecuencia, en los representantes de la nación […]”. El Correo del Magdalena
núm. 2, [Sin título], Cartagena, 19 de mayo de 1825. BNC, Bogotá, Fondo Pineda, p. 4.
41
Gaceta de Cartagena núm. 74, “Opinión Pública”, p. 3.
[…] el estudio de las ideas del pasado se abordará con el objeto de tratar
de descubrir en qué medida los autores analizados se acercaron o alejaron
de aquella definición y, eventualmente, tratar de explicar históricamente
sus malentendidos. La historia pasada no sería, pues, más que una sucesión
de errores, una serie de avances y retrocesos en la marcha hacia el alum-
bramiento de una Verdad, anticipos más o menos deficientes suyos (Elías
Palti entrevistado por Rafael Polo Bonilla. En Bonilla, 2010, pp. 119-129).
Guerra, pasando por la escuela culturalista estadounidense de los años 70, especial-
mente en lo que toca a las interpretaciones de Charles Hale y Richard Morse. (Palti,
2007, pp. 21-56).
Referencias
Fuentes primarias impresas
Lista, A. (2007). El espectador sevillano núm. 8, “Discurso sobre el modo
de formarse la opinión pública”, Sevilla, 8 de noviembre de 1809. En
ACOPOS, Ensayo sobre la opinión pública. España: ACOPOS.
Gosselman, C. A. (1981). Viaje por Colombia, 1825 y 1826. Bogotá: Edi-
ciones del Banco de la República.
Sociedad Santanderista de Colombia. (1995). Santander y las comunicacio-
nes en Colombia y Nueva Granada. En López, L. H. (Comp.). Bogotá:
Sociedad Santanderista de Colombia.
Fuentes secundarias
Bonilla, R. P. (2010). Un diálogo con Elías José Palti.
ICONOS, Revista de ciencias sociales, 36, pp. 119-129.
U
na vez disuelta la Gran Colombia, la Constitución de 1832 y
la presidencia de Francisco de Paula Santander actuaron como
aires de orden y estabilidad en la Nueva Granada. El ejercicio
periodístico, sin embargo, siguió animando la confrontación política. En
este capítulo analizaremos la conformación de la oposición al gobierno de
José Ignacio de Márquez, sucesor de Santander, presente en la polémica
constante entre La Bandera Nacional, principal periódico opositor, y El
Argos, periódico gobiernista calificado como ministerial.
Como señala Eduardo Posada Carbó (1999, p. 162), en 1836 Márquez
fue el ganador de las primeras elecciones presidenciales competitivas de la
Nueva Granada. Esta novedad marcó una diferencia en la concepción de
la oposición política, que en la República de Colombia estuvo presente en la
contraposición de venezolanos y neogranadinos, así como de civiles y militares.
La construcción de la legitimidad del gobierno recién elegido, entonces, pasó
por la adscripción a la ley y la república y el reconocimiento colectivo de los
resultados electorales, pero también por la pugna con redes que se estaban
conformando en la esfera política del momento. Esta esfera a la que aludimos
es en donde se va consolidando la distinción entre Estado y gobierno, entre
sistema republicano y los grupos políticos que sucesivamente están a cargo
del Ejecutivo.1 La particularidad de este momento inédito es que no existen
1
Según Elías Palti, “el pensamiento liberal resolverá la contradicción estableciendo distintos
niveles de legislación: separación de la esfera de los principios constitucionales de la de los ac-
tos de gobierno. Sólo estos [últimos] podían ser objeto de controversia”. (Palti, 2007, p. 174).
293
aún grupos consolidados que se reúnan sistemáticamente en pos de acceder
a los recursos y honores del gobierno en virtud de una ideología común,
posibilitando que la legitimación del gobierno se dé de manera paralela a la
oposición. El Argos y La Bandera Nacional son escenarios de consolidación
de “ministeriales” y de “oposicionistas”, como se denominaron quienes res-
paldaban al gobierno y quienes se distanciaban de él, respectivamente.
En ese sentido, la política, arena de combate de diferentes sectores al
interior de la comunidad política, permite la redefinición constante del
papel de la opinión pública. El desplazamiento de la identificación de
la opinión pública entendida como voluntad general —cuya voz certera
se expresa en la actividad parlamentaria y se condensa en la erogación
de la ley—, a la opinión pública como terreno de lucha de partidos que
pluralizan el ejercicio político y buscan la ponderación de las mayorías,
es fundamental para entender fenómenos como las nuevas bases de le-
gitimidad de los gobiernos, la asociación de redes políticas con criterios
distintos a la de las élites locales y, en consecuencia, procesos posteriores
como la conformación de partidos políticos identificados con intereses
particulares a partir de diferencias programáticas. El objetivo de este ca-
pítulo es, básicamente, comprender las condiciones que permitieron la
coexistencia de los intereses y posturas particulares con el ideal republicano
del bien común,2 en donde el papel de la prensa escrita fue trascendental.
Para entender por qué las elecciones competitivas marcan una ruptura
en la forma de entender la política, nos remitimos a las elaboraciones de
François-Xavier Guerra sobre el ejercicio de la representación para el ciuda-
dano de las jóvenes repúblicas latinoamericanas. A diferencia de la práctica
electoral de hoy, que relaciona un voto libre con el voto individual, el ciuda-
dano de esta época está comprendido en su pertenencia a una comunidad.
La representación pretendía constituir una comunidad política “igualitaria
y soberana”, pues los anteriores vínculos políticos se habían roto con la
2
La eficacia del bien común está enmarcada en profundos valores católicos. “En efecto,
la política no consigue liberarse de los marcos mentales antiguos: su fin sigue referido
a la realización del Bien Común ahora transmutado en voluntad general”. (Calderón
& Thibaud, 2002, p. 24).
3
La elección era la formalización de la integridad moral e intelectual de los ciuda-
danos que debían ocupar un puesto público, la expresión de la opinión en uno de
sus sentidos primeros de “fama o reputación”. (Fernández Sebastián, 2002, p. 477).
4
Esta aclaración es válida en la medida en que parte del análisis de estos años se ha
basado en el estudio de las diferencias personales de Santander con Márquez, llegando
a señalárseles incluso de inspiradores de los partidos Liberal y Conservador. Véase:
López, (1993). La biógrafa de Santander señala que “el general Santander también
se adelantó a su tiempo en la concepción, función y responsabilidad de los partidos
políticos”. (Moreno de Ángel, 1989, p. 718). En el caso de que estas diferencias hayan
existido, sin embargo, no resultan explicativas de la conformación de redes políticas
que dividieron el gabinete del segundo mandato de Santander, así como marcaron el
Congreso, las gobernaciones y las cámaras provinciales de la República. Víctor Manuel
Uribe-Urán contribuye a explicar la oposición política para la década del 30 estudiando
la diferencia entre abogados de origen “provinciano” y “aristocrático” en la esfera pública
de la Nueva Granada. (Uribe-Urán, 2008, pp. 209-240).
5
Pero reformada por la Ley del 19 de mayo de 1838. Colombia. Ley del 19 de mayo
de 1838 sobre extensión de la libertad de imprenta. (1926). En Codificación nacional
de todas las leyes de Colombia desde el año de 1821: hecha conforme a la ley 13 de 1912,
Tomo VIII. Bogotá: Imprenta Nacional, pp. 74-75.
6
Código Penal expedido el 27 de junio de 1837. Colombia. Código Penal expedido el 27
de junio de 1837. (1925). Codificación nacional de todas las leyes de Colombia desde el año de
1821: hecha conforme a la ley 13 de 1912, Tomo VI. Bogotá: Imprenta Nacional, pp. 425-562.
7
La Bandera Nacional, núm. 1, 22-X-1837, p. 1. Florentino González, Lorenzo Lleras
(antiguos directores de El Cachaco, (1833), periódico que respaldó el segundo mandato
de Santander), Francisco de Paula Santander, Vicente Azuero, coronel Thomas Murray,
un “doctor Arganil”, (Cuervo 72), Luis Vargas Tejada, Ezequiel Rojas, José Duque
Gómez. (Correa Ramírez, 2002, p. 7).
8
Al respecto véase Ignacio Fernández Sarasola, (2006, p. 15). La validez del análisis
de Fernández Sarasola para el estudio de la oposición política en la Nueva Granada
de estos años, se apoya en la investigación que hace de los “exaltados y progresistas” y
“moderados y conservadores” en España.
9
La Bandera Nacional, núm. 1, 22-X-1837, p. 1.
10
La Bandera Nacional, núm. 1, 22-X-1837, p. 1.
11
La Bandera Nacional, núm. 4, 12- XII-1837, 14. (La paginación de los periódicos
es consecutiva).
12
La garantía de este requisito quedaba plasmada en el artículo 210 de la Constitución:
“En todos los casos en que conforme a esta Constitución o la ley, deban formarse ternas
14
La Bandera Nacional, núm. 23, 25- III-1838, p. 90.
15
La carga peyorativa del término ministerial queda explicada así en La Bandera:
“Como eso de ministros huele á malo, i hace recordar aquella reforma que hizo Bolívar
en 1828 cambiando los nombres de estos empleados á estilo monárquico, i que en
la república modelo de Estados Unidos se llaman secretarios del despacho, deseamos
que los empleados encargados del despacho de las secretarías de gobierno granadino
se llamen como quiere la constitucion, secretarios limpiamente”. La Bandera Nacional,
núm. 12, 7-I-1838, p. 47. (Cursivas en el original).
16
La Bandera Nacional, núm. 1, 22-X-1837, p. 1.
17
La Bandera Nacional, núm. 19, 5-II-1838, p. 74.
18
La Bandera Nacional, núm. 18, 18-II-1838, p. 69.
19
La Bandera Nacional, núm. 27, 22-IV-1838, p. 110.
20
La Bandera Nacional, núm. 18, 18-II-1838, p. 70.
21
La Bandera Nacional, núm. 18, 18-II-1838, p. 71. Los periódicos Constitucionales
eran los órganos oficiales que circulaban en cada gobernación por orden de la Ley del
4 de enero de 1832, por lo que había un periódico de estos en cada provincia. (Cacua
Prada, 1983, pp. 39-40). Según el artículo 598 del Código Penal de 1837, “los impre-
sores que divulgaren los nombres de los autores o editores de los escritos […] cuando
éstos no consientan su divulgación o publicación”, se harían acreedores de una “multa
de cincuenta a doscientos pesos” y de “un arresto de uno a cuatro meses”. (Código
Penal, 1925, pp. 518). La legislación vigente para el momento mantenía la figura de
“jueces de hecho” y de jurados de imprenta, instaurada por la Ley del 17 de septiembre
de 1821. (Ley del 19 de mayo de 1838, (1926), pp. 74-75).
22
La Bandera Nacional, núm. 11, 31-XII-1837, pp. 42-43.
23
La Bandera Nacional, núm. 9, 17-XII-1837, pp. 33-34. (Con cursivas en el
original).
24
La Bandera Nacional, núm. 4, 12- XI- 1837, p. 15.
25
La Bandera Nacional, núm. 7, 3-XII-1837, p. 27, y núm. 19, 25-II-1838, p. 75. El
adjetivo “liberal” en este periodo acompaña los principios republicanos y más esporá-
dicamente se refiere a los patriotas en contraposición a los “enemigos de la libertad”.
En ningún caso debe entenderse como una denominación partidista.
26
La Bandera Nacional, núm. 6, 26-XI-1837, p. 23.
Deben UU. leer de nuevo a los autores que han escrito sobre libertad de
imprenta, i ver que ellos jamás han calificado de perturbacion el censurar
libremente y aunque sea con equivocacion los actos del gobierno, i que
tampoco han hecho tan horrible calificacion, ni nuestra constitucion, ni la lei
contra los abusos de la imprenta, ni la de conspiradores de 1833, de donde
debe deducirse que UU. no tienen derecho ninguno para desnaturalizar
el uso de la imprenta, ni calificar de perturbadores á los de la Bandera.28
27
La Bandera Nacional, núm. 38, 8-VII-1838, p. 163.
28
La Bandera Nacional, núm. 16, 4-II-1838, p. 63.
29
La Bandera Nacional, núm. 7, 3-XII-1837, p. 26.
30
La Bandera Nacional, núm. 13, 14-I-1838, p. 49.
31
La Bandera Nacional, núm. 18, 18-II-1838, p. 72.
32
La Bandera Nacional, núm. 37, 1-VII-1838, p. 159.
33
La Bandera Nacional, núm. 20, 4-III-1838, p. 79.
34
La Bandera Nacional, núm. 20, 4-III-1838, p. 78.
35
La Bandera Nacional, núm. 13, 14-I-1838, p. 50.
36
La Bandera Nacional, núm. 33, 3-VI-1838, p. 139.
37
El término “facción”, intercambiable con “partido”, era usado como descalificativo.
Según Palti, (2007, p. 175) “los ‘partidos’ legítimos” eran “sólo aquellas formaciones
circunstanciales que se creaban de manera espontánea en torno de cada cuestión es-
pecífica. Toda otra organización más permanente, como lo que nosotros entendemos
por ‘partidos’ (y en esa época se solía llamar ‘facción’), era necesariamente vista como
perversa, pues tendía a contaminar los debates con adhesiones fijas”.
38
La Bandera Nacional, núm. 12, 7-I-1838, p. 47. Los orígenes ilustrados de la “opinión
pública” buscan distinguirla de una opinión que aludía también a “un cúmulo de errores
y de prejuicios populares a combatir por la minoría ilustrada”. (Fernández Sebastián,
2002, p. 477). La coexistencia de estos significados en América hispana es explicada por
Noemí Goldman (2008, p. 229) como herencia de una tradición corporativa.
39
La Bandera Nacional, núm. 36, 24-VI-1838, 156. Para el caso español, Fernández
Sarasola, (2006, p. 15) recuerda que Alcalá Galiano “afirmaba que la opinión pública
no equivalía a la “mayoría numérica”, sino a la “mayoría activa”, entendiendo que ésta
incluía sólo a quienes participaban en la vida política. Esta argumentación, sin embargo,
escondía una paradoja peligrosa: A través de la asociación de las mayorías con el conjunto
del pueblo, al disociar la razón del pueblo aparecía también el argumento del gobierno
La opinión pública era capaz de corregir el error tanto del gobierno, como
de la oposición; de develar sofismas, como aquel que atribuía la verdad a
la buena o mala intención con que se expresaba la oposición41; en fin, era
una fuerza moral que “se depura i aquilata en el crisol de la discusion; jamás
se corrompe ni desvía; ella marcha ahogando los silbidos del orgullo, i los
votos absurdos de las pasiones i del interés privado”.42 La opinión pública
debía saber que la oposición no actuaba en bloque contra el gobierno, que
privilegiaba la censura de los hechos y no de las personas y que si había algo
qué elogiar de la administración, así habrían de reconocerlo. Por el contrario,
una oposición indiscriminada sí era una afrenta contra la república: “Si la
oposición obrase sistematicamente, si por espíritu de partido y por capricho
lo improvase todo y se propusiese a hacer acusaciones, y si por satisfacer
pasiones pretendiese tumbar la administracion; por supuesto que una tal
oposición pondria en alarma a la sociedad, y en peligro el orden público y
las instituciones”. Para La Bandera Nacional, eran el gobierno y los ministe-
riales quienes se comportaban como un “partido”: “Hasta ahora no hemos
visto censurado algún acto en ninguno de los papeles ministeriales, lo que
manifiesta que todo se aprueba ó que no hai carácter ni probidad política”.43
(“el sofisma”, según La Bandera) de que el pueblo no podía ejercer la oposición “por
falta de luces”. La Bandera Nacional, núm. 14, 21-I-1838, p. 55.
40
La Bandera Nacional, núm. 16, 4-II-1838, p. 63.
41
La Bandera Nacional, núm. 13, 14-I-1838, p. 51.
42
La Bandera Nacional, núm. 16, 4-II-1838, p. 63.
43
La Bandera Nacional, núm. 30, 13-V-1838, p. 126.
44
La Bandera Nacional, núm. 30, 13-V-1838, p. 124.
45
La Bandera Nacional, núm. 30, 13-V-1838, p. 124.
46
Para Kant, “la razón exige una constitución republicana y una forma de gobierno
en la que el poder estatal se entiende como expresión de la voluntad común”. (Gabás
Pallás, 2008, p. 104).
47
Juan de Dios Aranzazu y Rufino Cuervo habían participado en los periódicos La
miscelánea (1825) y La Bandera Tricolor (1826-1827). (Cacua Prada, 1983, pp. 35-41).
48
El Argos, núm. 1, 26-XI-1837, p. 1.
49
El Argos, núm. 11, 4-II-1838, p. 44.
50
El Argos, núm. 40, 26-VIII-1838, p. 158.
51
El Argos, núm. 24, 6-V-1838, p. 96.
52
El Argos, núm. 2, 3-XII-1837, p. 5.
53
El Argos, núm. 2, 3-XII-6.
54
El Argos, núm. 1, 26-XI-1837, p. 3 y núm. 4, 17-XII-1837, p. 16.
55
El Argos, núm. 25, 13-V-1838, p. 98.
56
El Argos, núm. 25, 13-V-1838, p. 98.
57
El Argos, núm. 2, 3-XII-1837, p. 5.
58
El Argos, núm. 29, 10-VI-1838, p. 114. (Cursivas en el original).
59
El Argos, núm. 7, 7-I-1838, p. 25 y núm. 40, 26-VIII-1838, pp. 157-158.
60
El Argos, núm. 22, 22-IV-1838, pp. 85-86 y núm. 36, 29-VII-1838, pp. 140-141.
61
El Argos, núm. 9, 21-I-1838, p. 33.
62
El Argos, núm. 33, 8-VII-1838, p. 130. Franz Hensel destaca la fundamentación
moral posible a través del sistema republicano. Señala que “el lenguaje de los primeros
años de la república es abundante en adjetivos y epítetos sobre el desorden moral, las
pasiones exaltadas, el triunfo de los vicios y la ausencia de añoradas virtudes añoradas
y queridas” [sic]. La “devoción republicana” se instaura como necesaria para la coinci-
dencia del orden católico con el político (Hensel, 2010, p. 22).
63
El Argos, núm. 31, 24-VI-1838, p. 123.
64
El Argos, núm. 13, 18-II-1838, p. 50.
65
El Argos, núm. 16, 11-III-1838, p. 61.
66
El Argos, núm. 23, 29-IV-1838, p. 89; núm. 26, 20-V-1838, p. 102 y núm. 40,
26-VIII-1838, p. 158.
67
El Argos, núm. 17, 18-III-1838, p. 66.
68
El Argos, núm. 6, 31-XII-1837, p. 21.
69
El Argos, núm. 33, 8-VII-1838, p. 131.
70
El Argos, núm. 5, 24-XII-1838, p. 18. (Con cursivas en el original). En el siglo XVIII
el término “retrógrado” se refería principalmente al movimiento de algún planeta “contra
el órden natural y de los signos”. El uso que acercaba el vocablo a “retroceso”, referente
“á lo que vuelve, ó camina hácia atrás” se fue volviendo cada vez menos infrecuente. La
generalización de esta marcha contra el orden natural se consolida en el siglo XIX como
connotación negativa en la política, en la que el “progreso” como “adelantamiento” se
torna en criterio de determinación. Diccionario de la lengua castellana compuesto por la
Real Academia Española, reducido á un tomo para su más fácil uso. (1780). Madrid, por
D. Joaquín Ibarra, Impresor de Cámara de S.M. y de la Real Academia.
71
Florentino González, Lorenzo Lleras y Francisco de Paula Santander. El Argos, núm.
23, 29-IV-1838, p. 89 y núm. 40, 26-VIII-1838, p. 158. La Bandera tilda a su vez a
los editores de El Argos de “argivos”, “serviles”, “godos”, etcétera.
72
Irónicamente no dejan de añadir, aludiendo a Santander, “¿qué de estraño tiene
esto, cuando el jefe del partido que la dirije, es el único jeneral de division que hai en
la República […]?”. El Argos, núm. 24, 6-V-1838, p. 96.
73
El Argos, núm. 25, 13-V-1838, pp. 99-100.
74
El Argos, núm. 7, 7-I-1838, p. 27. (El nombre del periódico aparece sin cursivas).
75
El Argos, núm. 9, 24-I-1838, p. 34.
76
El Argos, núm. 23, 29-IV-1838, p. 89. (Con cursivas en el original).
77
El Argos, núm. 51, 11-XI-1838, p. 204.
78
El Argos, núm. 36, 29-VII-1838, p. 141.
79
“La nacion imparcial juzgara de la lealtad de la oposicion, i de la justicia de una causa
que á tales medios i arterias tiene que apelar”. El Argos, núm. 29, 10-VI-1838, p. 114.
81
El Argos, núm. 28, 3-VI-1838, pp. 109-110. Fernández Sarasola, (2006, p, 21).
82
La Bandera Nacional, núm. 30, 13-V-1838, p. 126.
83
“El Sr. Márquez, lejos de haber hecho algo por grangearse á los que hoi forman
la oposicion, ha obrado tan torpemente, que puede decirse, que él la ha creado, él la
alimenta i la sostiene”. La Bandera Nacional, núm. 40, 20-VII-1838, p. 171.
84
La Bandera Nacional, núm. 35, 17-VI-1838, p. 153 y núm. 43, 5-VIII-1838, p.
187; El Argos, núm. 31, 24-VI-1838 y núm. 33, 8-VII-1838, p. 129.
85
El Argos, núm. 31, 24-VI-1838, p. 122. Hensel propone el análisis de la “repúbli-
ca” en la construcción de significado de la joven comunidad política. “Suspender [la
nación] no significa aquí borrar o deshacerse de; más bien, quiere decir articular al
análisis otras formas de la comunidad política que han tendido a quedar aplanadas por
la omnipresencia nacional”. (Hensel, 2010, p. 2).
86
“Cuando llegue a triunfar completamente el espíritu dominante, ¿inspirarán con-
fianza los congresos?”. La Bandera Nacional, núm. 30, 13-V-1838, p. 126.
87
Santander ―retirado del periódico a mitad de 1838― y Vicente Azuero habían
sido elegidos como diputados para el periodo parlamentario de 1838 y Florentino
González lo fue para 1839.
88
La Bandera Nacional, núm. 39, 15-VII-1838, pp. 170.
89
La Bandera Nacional, núm. 41, 22-VII-1838, pp. 178.
90
Sobre la formación de la subjetividad política de los artesanos, véase Sowell, (2006).
Sobre las sociedades católicas en un periodo posterior ver Arango de Restrepo, (2005,
pp. 329-356).
Conclusiones
El modelo de opinión pública como tribunal que dirime la verosimilitud
de dos o más posturas (opiniones) en pugna, y el sistema republicano, se
erigen en paradigmas de un mínimo necesario de unanimidad política
que, precisamente, hace posibles las discusiones sobre las mejores deci-
siones que amerita el bien común. El Argos y La Bandera Nacional, como
voces del gobierno y la oposición, buscan conquistar esa opinión pública
general que sigue siendo comprendida como imparcial y fundada en la
razón, al tiempo que se presentan como sus portavoces privilegiados. Cada
periódico es condenado por el otro por representar la opinión particular de
un partido, apelativo despectivo que se refiere a las asociaciones políticas
concretas que procuran la victoria en el ejercicio electoral.
93
El Argos, núm. 36, 29-VII-1838, p. 143.
Referencias
Fuentes primarias
Colombia. Código Penal expedido el 27 de junio de 1837. (1925). Codifi-
cación nacional de todas las leyes de Colombia desde el año de 1821: hecha
conforme a la ley 13 de 1912, Tomo VI. Bogotá: Imprenta Nacional, pp.
425-562.
Colombia. Ley del 19 de mayo de 1838 sobre extensión de la libertad de
imprenta. (1926). En Codificación nacional de todas las leyes de Colombia
desde el año de 1821: hecha conforme a la ley 13 de 1912, Tomo VIII.
Bogotá: Imprenta Nacional, pp. 74-75.
Constitución del Estado de la Nueva Granada dada por la Convención Constitu-
yente en el año de 1832-22º de la Independencia. (1832). Bogotá, Tipografía
de Bruno Espinosa, por José Ayarza. En Manuel Antonio Pombo y José
Joaquín Guerra. Constituciones de Colombia. Biblioteca Popular de la Cul-
tura Colombiana, III. Bogotá, Ministerio de Educación Nacional, 1951,
pp. 251-309. Publicación del Repositorio Institucional de la Biblioteca
Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Recuperado de http://
www.bdigital.unal.edu.co/219/
Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española,
reducido á un tomo para su más fácil uso. (1780). Madrid, por D. Joaquín
Ibarra, Impresor de Cámara de S.M. y de la Real Academia.
El Argos, Bogotá, 1837-1839.
La Bandera Nacional, Bogotá, 1837-1839.
Mariselle Meléndez
Universidad de Illinois, Urbana-Champaign, USA
E
n 1790 el editor del Mercurio peruano (1790-1795) clamaba en
su Prospecto que entre “los diversos objetos, que ocuparon las
Prensas, ninguno fue mas util que el de los Papeles Periodicos.
Desde la adopción de ellos se puede casi fixar la época de la ilustración en
las Naciones” (Prospecto, 1790, s. p.).1 La importancia de los periódicos
como medios de comunicación local y global es un hecho que claman
otros editores de periódicos de la época como Francisco Javier Eugenio de
Santa Cruz y Espejo en las Primicias de la cultura de Quito (1791-1792)
y Manuel del Socorro Rodríguez, el editor del diario Papel Periódico de
la Ciudad de Santafé de Bogotá (1791-1797). Socorro comentaba que “El
espíritu del Siglo es propenso a la Ilustración, a la humanidad y la filo-
sofía. La América que desde muchos tiempos se hallaba poseída de estas
mismas ideas, se ha unido insensiblemente en adoptar un medio muy
oportuno para transmitirlas: este es el de los Periódicos” (Papel Periódico
de Santafé de Bogotá, 1791, núm. 19, pp. 203-204). Sin duda, un grupo
importante de esa comunidad local a la que algunos de estos editores se
dirigían lo constituían las mujeres.
1
El autor del Prospecto fue Jacinto Calero y Moreira quien también fue uno de los
editores del Mercurio peruano. Para más información sobre los editores del semanario y
la manera en que se originó, ver: Meléndez, (2011, pp. 129-130). (En el caso de todos
los periódicos se cita la ortografía original).
329
Este ensayo examina las maneras en que la imagen de la mujer o la
voz de la mujer aparece en los periódicos suramericanos ilustrados del
siglo XVIII para entender en qué medida su presencia o participación
en estos medios de conocimiento e información se conectaban con uno
de los propósitos principales de los semanarios: el de promover el bien
público. La discusión subraya la importancia del sector femenino como
partícipe o como objeto de las opiniones en los medios discursivos cultos
de la época. Se partirá de una discusión breve de los periódicos Mercurio
peruano y Primicias de la cultura de Quito para tener en cuenta cómo
las conversaciones que se dieron en estos organismos con relación a la
mujer se extienden también al Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de
Bogotá. Se examina cómo la opinión sobre la mujer o puesta en boca de
la mujer apuntan a un interés por parte de los editores de compartir con
el público desde el espacio del periódico ideas, sugerencias y dictámenes
acerca de los roles que debían ocupar las mujeres en las sociedades ilus-
tradas que emergieron a lo largo del siglo XVIII y especialmente en las
últimas décadas de este periodo. Si en el siglo XVIII, la opinión se entendía
como el “dictamen, sentir o juicio que se forma de alguna cosa” (Real
Academia Española, 1990, p. 42), mientras que “pública” se refería a lo
“notorio, patente y que lo saben todos” (Real Academia Española, 1990,
p. 421); podríamos argumentar que ese bien público que perseguían estos
periódicos estaba unido a una necesidad de compartir opiniones que se
consideraban como beneficiosas a la sociedad y que deben difundirse
masivamente. A modo de conclusión se referirá cómo esa dinámica se
presenta en el periódico de post-independencia, tomando como referente
especial La Bagatela publicada por Antonio Nariño entre 1811-1812,
para así entender cómo las mujeres van adquiriendo más notoriedad en
estos espacios discursivos de opinión social.
2
Los nombres de estas mujeres eran: señora doña Rita Unamunzaga, señora doña
Xaviera Alerse y Rimador, señora doña Ignacia Jiménez y señora doña Manuela Cayro.
Valga aclarar que la gran mayoría de los subscriptores eran hombres.
3
Para un análisis detallado de estas noticias en el Mercurio peruano, véase Meléndez,
(2011, pp. 129-174). Con relación al impacto de las reformas borbónicas en las colo-
nias hispanoamericanas, consúltese Mark A. Burkholder y Lyman Johnson, Colonial
Latin America, pp. 271-284.
4
El nombre de la dama alude a la afición al amor y a las pasiones o afectos del amor.
5
Aunque se pudiera tratar de que detrás de esta voz femenina se escondiera un hombre
con intenciones pedagógicas, el hecho es que la información que se incluye en el diario
no es suficiente para corroborar esta idea. Sin embargo, lo que sí es importante tener
en cuenta es que las opiniones que se expresan en el artículo son puestas en boca de
una mujer y, por ende, son emitidas desde una postura femenina.
6
Silva añade que entre los suscriptores se encontraban funcionarios oficiales civiles,
militares, colegiales, clérigos y comerciantes (Silva, 2004, p. 27). Valga aclarar que la
lista de suscriptores no indica que estos hayan sido los únicos lectores del periódico.
7
Renán Silva también ve en este proyecto uno de “moralización de las clases pobres
por medio del trabajo” (Silva, 2004, p. 69).
8
Sin embargo, Castro-Gómez (2005, p. 17) aclara que en la Nueva Granada “la
Ilustración fue vista como un mecanismo idóneo para eliminar las ‘muchas formas de
conocer’ vigentes todavía en las poblaciones nativas y sustituirlas por una sola forma
única y verdadera de conocer el mundo: la suministrada por la racionalidad científico-
técnica de la modernidad”.
9
En la época la palabra “arte” significaba “la facultad que prescribe reglas y preceptos
para hacer rectamente las cosas” (Real Academia Española, 1990, p. 423); lo mismo que
“el primor y perfección en la obra hecha”; maña, destreza y sagacidad o como sinónimo de
las ciencias metafísicas y físicas. Para más detalles véase: Real Academia Española, (1990).
10
Una beata en la época era una mujer que vestía el hábito religioso y profesaba celibato.
Se dedicaba a profesar actos de caridad pero no necesariamente vivía en un convento
o juraba los cuatros votos de obediencia, clausura, pobreza y castidad.
11
Perturbación, excesiva inclinación, apetito vehemente, penas, tormentos o afecto
desordenado del ánimo son algunos de los conceptos que se asociaban con la pasión.
Para una lista de definiciones en la época véase Real Academia Española, (1990, p. 153).
12
Según Susan Socolow, la autora de este artículo fue doña Manuela Sanz de Santa-
maría, mujer que participó en tertulias que se dieron en la ciudad capital (Socolow,
2000, p. 171).
13
Con literatura en la época ella se refiere al “conocimiento y ciencia de las letras”
(Real Academia Española, 1990, p. 417).
14
Las letras cursivas aparecen en el original.
15
Nicolás Felipe de Moya de Valenzuela fue el autor de la obra Máximas políticas,
y morales a la juventud, para la buena conducta en sus progresos, publicada en 1780.
Fungió como pedagogo en el Real Mayor y Seminario Colegio de San Bartolomé, en
la ciudad de Santafé.
16
Para una discusión más detallada de la subcultura femenina que se desarrolló en estos
conventos desde el desarrollo de talentos, políticas de influencia, manejo de bienes y
actos de caridad, véase, Arenal & Schlau, (1989, pp. 1-18). Con relación a las nuevas
reglas que se impusieron a los monasterios y conventos como resultado de la política
borbónica, véase Meléndez, (2011, pp. 86-90).
con relación a la mujer en el periodo ilustrado véase, Outram, (2005, pp. 77-92).
18
Según Renán Silva (2005, p. 139) el tiraje del periódico superaba 400 ejemplares
pero tenía una lista (quizás parcial) de 116 suscriptores. Silva adjudica la escasez de
suscriptores a los muchos enemigos que Nariño había acumulado debido a su actividad
política que incluyó su postulación y consecuente ejercicio de la presidencia.
19
Nariño se refiere a su interlocutora como “bella amiga”, “bella hechicera”, “burlona
maldita” y mi “bella sibarita”. Es interesante que él todavía utiliza los adjetivos típicos
femeninos para referirse a su amiga, por ejemplo la belleza o, en instancias negativas, su
actitud sarcástica y casi malévola. La palabra “sibarita” misma alude a una persona que se
caracteriza por su “mucho regalo y refinamiento” (Real Academia Española, 1992, p. 1.330).
20
En otra carta publicada el 16 de enero de 1812, Nariño arguye que la “diversidad
de opiniones mantiene un calor vivificante que va poco á poco desarrollando las ideas
que nos han de conducir á consolidar nuestro gobierno: se opina, se disputa, se delira y
el ojo filosofico recoge la porcion de luz que escapa de en medio de esta efervescencia”
(Núm. 31, 1812, p. 119). Para Nariño de los resultados de la opinión, las disputas y
las diferencias es que surgen los mejores gobiernos.
Referencias
Arenal, E. & Schlau, S. (1989). Untold Sisters: Hispanic Nuns in their Own
Work. Albuquerque: University of New Mexico Press.
Burkholder, M. A. & Lyman, J. (2001). Colonial Latin America. Nueva
York: Oxford University Press.
Cañizares-Esguerra, J. (2001). How to Write the History of the New World.
Histories, Epistemologies, and Identities in the Eighteenth-century Atlantic
World. Stanford: Stanford University Press.
Castro-Gómez, S. (2005). La hybris del punto cero: Ciencia, raza e ilustración
en la Nueva Granada (1750-1816). Bogotá: Editorial Pontificia Univer-
sidad Javeriana.
Davies, C.; Brewster, C. & Owen, H. (2006). South American Independemce.
Gender, Politics, Text. Liverpool: Liverpool University Press.
Meléndez, M. (2011). Deviant and Useful Citizens. The Cultural Production
of the Female Body in Eighteenth-Century Peru. Nashville: Vanderbilt
University Press.
Mendelson, J. S. R. (1985). La prensa femenina: La opinión de las mujeres
en los periódicos de la Colonia en la América española, 1790-1810. En
21
Davies y las coautoras también mencionan que la gran tarea a la que se enfrentaron
los sectores femeninos después de la Independencia consistió en la reconceptualización
de las relaciones sociales sobre la diferencia sexual, la reformulación de las nociones de
género sexual y la reformulación de la manera en que las mujeres eran percibidas legal
y políticamente (p. 19).
L
a última década del siglo XVIII en la Audiencia de Quito se ca-
racterizó por la existencia de una nueva dinámica en el ámbito
cultural. Si bien la imprenta había llegado a mediados del siglo
XVIII, fue a partir de la creación de la Sociedad Económica de Amigos del País
2
1
Esta es una de las expresiones más elocuentes respecto a la “literatura ilustrada” del
obispo Pérez Calama publicada hacia 1791 en su Carta Pastoral. La posibilidad de
que este plan electrice a sus lectores, (es decir, “exalte, avive o entusiasme”, según la
definición del Diccionario de la Lengua Española) muestra una clara intencionalidad
que se le otorgaba a la práctica lectora.
2
El 6 de octubre de 1741, mediante una real cédula, se concede licencia para el es-
tablecimiento de una imprenta en la ciudad de Quito que se haría realidad años más
tarde y que estaba en manos de los jesuitas, pero, a raíz de su expulsión en 1767, la
imprenta pasaría a manos de la presidencia de la Audiencia. Sobre este proceso véanse:
Stols, (1953); González Suárez, (1970) y (1903); Bedoya, (2010).
3
La mayoría de los escritos publicados fueron de corte religioso, particularmente
aquellos realizados en la primera imprenta de Ambato, con el pasar de los años adqui-
rieron un carácter más secular.
353
A pesar de la calamitosa situación social, política y económica de
finales del siglo XVIII y principios del XIX —marcada por una fuerte
presencia de epidemias, fenómenos naturales y baja de la producción—4
el territorio quiteño fue testigo de un creciente interés en el desarrollo
de un circuito de corte intelectual que buscaba dar soluciones y salidas
prácticas a la compleja situación por la que atravesaban sus habitantes.
En este particular contexto nace la Sociedad Económica Amigos del País,
que reúne a varias personalidades relevantes de la época, y el periódico
Primicias de la Cultura de Quito como su vocero autorizado.
Cabe destacar que este tipo de agrupaciones fueron características en
Europa y América durante el siglo XVIII y XIX y buscaban impulsar
el escenario económico y social, amparadas en los ideales ilustrados del
cultivo de la razón, la fe en la ciencia, el bien común y el cosmopolitis-
mo.5 En su sentido genérico, esta formación responde a una particular
forma inicial de “asociacionismo moderno” que intentaba promover un
tipo de “saber aplicado” o “saber práctico”, necesario para el desarrollo
del entorno social.
Nuestro recorrido histórico inicia en 1790 —año en el que arriba Pérez
Calama al territorio de la Audiencia— y apenas abarcará el análisis de dos
años claves en los cuales se plantean varios giros interesantes en torno al
ejercicio intelectual y el lanzamiento del primer papel periódico, Primicias
4
Nos referimos a catástrofes naturales como el terremoto que azotó a la ciudad de
Riobamba y sectores aledaños como Cotopaxi y Tungurahua en 1797; también tenemos
las erupciones del Cotopaxi (1742, 1744, 1766, 1768) y Tungurahua (1773, 1776,
1777) ocurridas en el siglo XVIII. Adicionalmente, es necesario tener en cuenta las
distintas epidemias que sufrió la ciudad de Quito, particularmente la de sarampión
del año 1785 y afecciones como viruelas y varias enfermedades de tipo eruptivo, que
cobraron miles de vidas humanas hacia las últimas décadas del siglo. Cabe destacar,
también, la baja en la producción del sector obrajero que motivó una caída importante
en la dinámica económica de la Audiencia.
5
En España hasta el año 1765 habían sido creadas más de 56 sociedades entre el País
Vasco, Sevilla, Mallorca, Valencia, Vitoria y Segovia. Todas tenían el objetivo de apoyar
las iniciativas de la Corona en el desarrollo económico, científico y pedagógico de las
provincias. Al respecto véase, Keeding, (2005, p. 516).
6
Discurso de Pérez Calama del 30 de noviembre de 1791, día de la inauguración de
la Sociedad. Cfr.: Landázuri, (1993, p. 87).
7
El 13 de junio de 1791 tomó posesión de la Presidencia de la Audiencia Luis Antonio
Muñoz de Guzmán, nombrado por el rey Carlos IV, y fue uno de los personajes de
más importancia en dicha asociación.
“No dudo que este breve plan de literatura ilustrada os electrizará” 355
y extranjeros,8 además figuraba como secretario Eugenio Espejo9, a quien se
le encargó la redacción de los estatutos, la edición y promoción del periódico
Primicias de la Cultura de Quito, al cual nos referiremos más adelante.
Entre los objetivos que la Sociedad pregonaba encontramos algunos
ejes como: “la agricultura, las ciencias y artes útiles, la industria y el co-
mercio y la Política y Buenas Letras; además, un interés centrado en la
elaboración de ciertos ‘catecismos’ o manuales de agricultura, ganadería
e industria” (Guerrero Blue, 2001, p. 9). El interés por el desarrollo de
estas temáticas y su discusión como parte de la construcción de un sentido
colectivo marca el reconocimiento, según Renán Silva (2004), de un “bien
común” —valor por excelencia en la política del siglo XVIII— dentro
de un escenario de debate subsumido aún a la autoridad monárquica.
Sin duda, uno de los protagonistas principales de la Sociedad fue el
director de la misma, el obispo Pérez Calama10, durante su corta estan-
8
Entre sus miembros encontramos: Luis Muñoz de Guzmán, presidente; Joseph
Pérez Calama, director; Estanislao de Andino; Lucas Muñoz y Cubero; Juan Moreno
y Avendaño; El marqués de Villa Orellana; El marqués de Selva Alegre; Juan Bernardo
Delgado y Guzmán; Jerónimo Pizana; Juan de Larrea; Gabriel Zenitagoya; José Javier
Ascásubi; Mariano Maldonado; Pedro Quiñones Cienfuegos; Justino Martín de Blas;
Antonio Romero de Tejada; Nicolás Cabezas Merizalde; Francisco Villacís; Joaquín Ar-
teta; Carlos Pezentí; Pedro José Aguilar; Pedro Calisto y Muñoz; Ramón Yépez; Melchor
Ribadeneira; Juan José Boniche; José Aguirre; Antonio Azpiazu; Antonio Marcos, socio
supernumerario; Eugenio Espejo, secretario; Ramón Yépez, censor; Andrés Salvador,
socio supernumerario. Véanse, Vargas (1968) y Bedoya (2010).
9
Es importante destacar que para aquellos años Espejo se había convertido en una
figura pública relevante. Su función como bibliotecario del antiguo repositorio bi-
bliográfico jesuita, sus labores como médico, así como su vinculación a varios grupos
locales de poder —se señala como su protector al propio marqués de Selva Alegre— y
a una parte del clero, es lo que nos permite entender su función como secretario de
dicha sociedad, así como su ejercicio como editor del propio periódico.
10
El obispo Joseph Pérez Calama llega a la Audiencia de Quito en 1790 procedente
de tierras aztecas. Su cargo eclesiástico par a la regencia de la Diócesis quiteña lo ob-
tuvo en 1788 y lo ejerció entre febrero de 1791 a noviembre de 1792. Su llegada a la
localidad le tomó un viaje de varios meses emprendido en 1790 cuando desembarcó
en el puerto de Guayaquil, proseguido del duro ascenso por la cordillera de los Andes.
Esta travesía le permitió hacer algunas visitas a los curatos de Guaranda, Riobamba y
Ambato, así como también a varios sitios aledaños de la sierra central (Bedoya, 2010).
11
Cabe destacar que dada la escasez de libros de la cual había sido testigo en sus múltiples
visitas pastorales, el obispo donó su biblioteca personal, además de llevar material biblio-
gráfico para los estudiantes quiteños. Adicionalmente a las cartas y edictos no publicados
que reposan en el Archivo Episcopal de Quito tenemos sus publicaciones, que reseñamos
a continuación: Edicto para la Santa Visita (que contiene puntos sobre la disciplina ecle-
siástica y sobre la modestia, recato y decoro del vestido mujeril) publicado en Quito hacia
1791; Plan de Estudios para la Real Universidad de Santo Tomás de Quito, (I-II y III parte,
más apéndice) publicado en Quito hacia 1791; Carta Pastoral (sobre literatura eclesiástica),
publicado en Lima en 1791; Edicto pastoral del illustrísimo señor D.D. Joseph Pérez Calama,
“No dudo que este breve plan de literatura ilustrada os electrizará” 357
vida cotidiana que iban desde el cuidado en las comidas, edificios públicos,
caminos —como el de Malbucho propuesto hacia la costa noroccidental de
Quito—, hasta la decencia y decoro en el “vestido mujeril” de las quiteñas.
En el discurso inaugural de la Sociedad, del 30 de noviembre de 1791, Pérez
Calama recalcaba que el objetivo de esta asociación era buscar el bienestar
de los habitantes de Quito mediante el fortalecimiento de la artesanía, la
agricultura y la industria con el fin de lograr un mayor aprovechamiento
de los recursos de la Audiencia. En un primer momento son elocuentes
las ideas referentes a la causa pública, puesto que se hace hincapié, en la
triste situación de pobreza y miseria por la que atravesaba Quito y la dió-
cesis a su cargo. Para el obispo, estas carencias son las que posibilitarían la
construcción de una mayor felicidad pública encaminada bajo el espíritu
de la concordia,12 es decir, nada mejor que una Sociedad activa y vigilante
del entorno: “No hay fuerza resistible a la unión de los sabios quando
sus Estudios en cabar y desentrañar los tres Reynos de la Naturaleza, es a
saber: el Vejetable, el Animal y el Metalúrgico.” (Landázuri, 1993, p. 89).
En un segundo momento, posiciona fuertemente la actividad y misión
de los sabios reunidos alrededor de una Sociedad. Ellos estarían encar-
gados de investigar, a través del estudio y la observación, las causas que
ocasionaron el deplorable estado del entorno y posibilitarían, mediante
soluciones útiles, la “resurrección de nuestra moribunda Patria”. Así,
Pérez Calama consideraba que a la masiva ignorancia se le puede suceder
la ciencia:
Obispo de Quito sobre el importante proyecto de la abertura del camino de Malbucho, para la
pronta y fácil comunicación criftiana y civil de las provincias de Ibarra y Otabalo con las de,
Chocó, Barbacoas y la plaza de Panamá, promovido por el actual mui ilustre señor presidente D.
Juan Antonio Mon y Velarde, consejero electo del supremo de Indias, 1791. Entre otras de sus
obras están: Método para aprender gramática latina, 1791; Breve arenga a la Real Audiencia
Gobernadora en el día de besa manos del Príncipe Nuestro Señor, 1791.
12
Landázuri (1993, p. 91) señala la “dependencia temática” entre este discurso y el
de la Escuela de la Concordia pronunciado por Eugenio Espejo.
La historia civil del día es estudio muy necesario para ser sugeto político y de
fina crianza. La tal historia actual pende de las Gacetas, y Mercurios, y de
“No dudo que este breve plan de literatura ilustrada os electrizará” 359
los Papeles periódicos. Tenemos en la actualidad Mercurio Peruano y Papel
Periódico de Santa Fe de Bogotá. Ambos papeles promueven cosas muy
útiles; y con preferencia (hasta ahora) os aconsejo, que leais el Mercurio
Peruano. Incurriríamos en fea envidia y detracción, si no confesaramos,
que la lectura de ambos Periodicos nos recrea mucho, y nos franquea
nociones muy conducentes á la causa publica de todo el Reyno del Perù.
[Sic.] (Pérez Calama, 1791, p. 71).
13
Cavallo y Chartier estudiaron las formas en que la lectura había servido para el
conocimiento de Dios y la salvación del alma, por lo cual, los libros debían ser “enten-
didos, pensados y hasta memorizados”, otorgando un significado y función al libro; así,
“el libro, no siempre destinado a la lectura, se convierte más bien, además de en obra
piadosa e instrumento de salvación, en un bien patrimonial, y en sus formas hieráticas,
valiosas y monumentales, pasa a ser símbolo de lo sagrado y del misterio de lo sacro”.
Véase Cavallo & Chartier, (1998, p. 31).
14
Stols, (1953, pp. 44-45) realiza una serie de listados de las primeras publicaciones
de la Compañía de Jesús.
15
“Quien sabe, además habla”. (Traducción de la autora).
16
Nos referimos a la sierra central: los territorios de Ambato, Guaranda, Riobamba,
Quito y sus alrededores.
17
En su Carta Pastoral sobre literatura eclesiástica publicada en Lima el 12 de junio de
1791, el obispo expone todo un plan para el establecimiento de conferencias parroquiales
y asambleas diarias, con una metodología de aprendizaje y manejo de bibliografía y
textos, haciendo hincapié en varias traducciones al castellano.
“No dudo que este breve plan de literatura ilustrada os electrizará” 361
cesario tener diariamente dos horas de lectura reflexiva, “no de memoria
de palabras, sino de pensamientos, y conceptos”18; además, proponía
que dentro de la institución eclesiástica debían organizarse una serie de
“tertulias clericales” y ejercicios de “memoria intelectual”. Estos últimos
implicaban el no memorizar por memorizar los contenidos, según el
método de aquel entonces, sino entender y hablar los unos con los otros.
Este diálogo entre pares aparece así investido como una forma de apren-
dizaje conjunta y de carácter horizontal, en tanto que valora la igualdad
de los miembros que participan en los ejercicios intelectuales. De esta
manera, el espacio de discusión, de una multiplicidad de temáticas, le
otorga al individuo la posibilidad de un reconocimiento del escenario
social que estará siempre mediado por la relación entre la lectura como
una forma saber y producir conocimiento.
El obispo consideraba que en estas tertulias eran fundamentales los
papeles periódicos como herramientas indicadas para el aprendizaje y el
ejercicio de la “memoria intelectual”, pues justamente la lectura de sus
páginas articulaba la discusión entre los asistentes; en su carta pastoral
señalaba lo siguiente:
Las tertulias aparecen así como la mejor expresión del diálogo entre pares.
En ellas se establece la posibilidad de construcción del conocimiento a partir
de la experiencia en conjunto que es mediada por el ejercicio de la lectura
como una práctica intelectual. En este sentido, entender la promoción que
el obispo de estas herramientas y métodos ofrece para el conocimiento,
encaja en el postulado para el cual la práctica de lectura ocupa el sitial por
19
En este punto es importante observar, tal como lo menciona Roger Chartier, que el
libro siempre apunta a instaurar un orden, sea el de su desciframiento, en el cual debe
ser comprendido, sea el orden deseado por la autoridad que lo ha mandado ejecutar o
que lo ha permitido, empero, este “orden” no suprime la libertad de los lectores de sus
formas de apropiación. En el caso quiteño, las maneras en las que esta metodología
asociada al mundo de los textos fue aprendida no ha sido aún estudiada, es decir, el
ámbito de su recepción, su puesta en valor y alcances de su apropiación en el plano
social, cultural y particularmente, político. (Chartier, 1994, p. 20).
20
Archivo Episcopal de Quito, Sección Gobierno Eclesiástico, agosto 1790.
21
El obispo estuvo no solo preocupado por la transformación del clero en su
desarrollo intelectual, sino que también volcó su atención a la necesidad de una
transformación en el plano universitario, por ello en su Plan de Estudios de la univer-
sidad propone una serie de nuevas lecturas y métodos para los estudiantes. Sobre las
reformas universitarias acaecidas en la Audiencia a finales del XVIII y principios del
XIX se conoce poco, es necesario un estudio que profundice la situación universitaria
en estos complejos años.
22
Cabe destacar el interés que pone Pérez Calama en la promoción del Plan de Es-
tudios para la universidad quiteña, en donde se distribuyen varias obras como la de
Filangieri, Scienza della legislazione, considerada como una guía para todos los juristas
y jurisconsultos —de la cual Calama era su admirador— que, como lo señala Federica
Morelli, abrieron las corrientes del derecho natural y del iusnaturalismo, asociadas a
otros autores como Gronzio, Pufendorf, Wolf, Heineccius y Rousseau. Ver, Morelli,
(2007, pp. 492-493).
“No dudo que este breve plan de literatura ilustrada os electrizará” 363
nueva sociabilidad al integrar los textos de origen religioso a aquellos de
carácter civil, económico o filosófico, canalizando la reflexión hacia una
utilidad práctica para conocimiento que pueda ofrecer “sus frutos”.23
Además, el obispo en el Apéndice al Plan de Estudios para la Real
Universidad de Quito, publicado en octubre de 1791, ya delimita una
metodología para el aprendizaje y manejo de los textos, estableciendo
nuevas relaciones entre el texto y el lector. En éste caracteriza las formas
de enseñanza de las distintas materias, en especial de la filosofía o dere-
cho, haciendo una clara distinción entre la “memoria intelectual” y la
“memoria sensitiva”. Esta última, según Pérez Calama, no ha conducido
a un desarrollo del conocimiento, puesto que solamente se “aprende y
coje literalmente las voces de lo que se lee ò se oye” [Sic]. (Pérez Calama,
1791, p. 4), impidiendo a quienes estudian los textos la reflexión de los
que “se oye o se lee”. Por ello, un ejercicio de “memoria intelectual” es
necesario en tanto que “el que sabe bien: esto es: muchas cosas verdade-
ras con verdad absoluta, ó respectiva: habla bien, arguye bien y defiende
bien” [Sic]. (Pérez Calama, 1791, p. 36).
Por ejemplo, en el caso del estudio de la filosofía, el obispo recalcaba
en que si esta ciencia “no sirve para dirigir al hombre en sí mismo, y
para el govierno de los otros, es inútil”, puesto que si solo el “estudiar
lo que solo sirve para hablar, y cacarear” (Pérez Calama, 1791, p. 34) de
modo que nadie lo entienda, no encontraríamos un sentido utilitario y
práctico que ofrezca un horizonte para el “gobierno” de los otros y las
necesidades nacidas en el seno de la propia sociedad. Pérez Calama en su
Plan de Estudios inicia con una frase tomada del sermón de san Bernardo
que decía: “Querer estudiar y saber para dirigirse a sí mismo es prudencia.
Querer estudiar y saber para dirigir y gobernar a otros es caridad. Ambos
23
Como el mismo obispo lo señaló en el discurso inaugural de la Sociedad, la im-
portancia del saber radica en la obtención de una felicidad y bien público, a través
del reconocimiento de los reinos de la naturaleza y su relación con el desarrollo de la
agricultura, las artes, el comercio, y las actividades que puedan mejorar la situación de
los habitantes del territorio.
24
De hecho, parte de la metodología del obispo era la práctica en grupo de la lectura
en voz alta.
25
Son interesantes las reflexiones en torno al uso público del entendimiento que realiza
Roger Chartier, considerando que este “se opone en todos sus términos al ‘privado’, que
es ejercido dentro de una relación de dominación específica y restringida. Entiendo por
uso público de nuestra propia razón el que se hace como sabio ante todo el público que
lee: como sabio, es decir, como miembro de una sociedad que no conoce las diferencias
de rango y de condición; ‘ante todo el público que lee’”. Chartier, (1995, p. 38).
26
Tanto en el Plan de Estudios de la universidad como en la Carta Pastoral sobre lite-
ratura eclesiástica, el obispo menciona varias traducciones realizadas al castellano entre
las que figuran la filosofía de Jacquier, las obras de Pouget y la de Filangieri —que ha
sido estudiada por Morelli (2007)— entre otras.
“No dudo que este breve plan de literatura ilustrada os electrizará” 365
(2005), a partir de 1790 aparecerá una clara división en el mundo ecle-
siástico entre un bando progresista y otro reaccionario; casos como el del
obispo Miguel Álvarez Cortez (1796-1799) y el inactivo presidente Mon
y Velarde (1797-1801) son ejemplares en la tarea de suprimir la influen-
cia sobre la vida intelectual quiteña que promovió Pérez Calama; ellos
intentaron reducir las lecturas que se promovían en la sociedad quiteña a
aquellas vinculadas solamente al mundo religioso (Keeding, 2005, p. 517).
27
INSTRUCCIÓN PREVIA sobre el Papel Periódico, intitulado Primicias de la Cultura
de Quito. Con licencia del Superior Gobierno, por Raymundo de Salazar, año de 1791.
28
Existen numerosas biografías sobre Eugenio Espejo. Con breves rasgos podemos
resumir que Espejo nació en la ciudad de Quito en 1747 y murió en 1795. Sus padres
fueron Luis de la Cruz y Catalina Aldaz. No existen muchos datos sobre su niñez y su
educación en particular. Lo que conocemos de su vida son algunas noticias respecto a su
formación posterior, como por ejemplo, que a los 15 años obtuvo el título de maestro
en Filosofía y que posteriormente ingresó en la Universidad Santo Tomás para estudiar
Medicina, en donde se doctoró a los veinte años; no obstante, pudo ejercer su profesión
más tarde, hacia 1772. Fue también licenciado en Derecho Civil y Canónigo, así como
en Derecho Teologal. En Eugenio Espejo, el peso de su formación y la capacidad de esta-
blecer vínculos con los estratos de poder y la Iglesia, hicieron posible su desempeño como
intelectual de la época. Su formación en medicina le permitió un continuo contacto con
la administración local, especialmente con relación a los males sanitarios y problemas de
epidemias en Quito, como la de viruela que azotó a la capital en 1785. (Bedoya, 2010).
29
Cabe destacar cómo ambos personajes, Espejo y Calama, se lamentan de la triste
situación de la Audiencia en todos los planos.
30
INSTRUCCIÓN PREVIA sobre el Papel Periódico, intitulado Primicias de la Cultura
de Quito. Con licencia del Superior Gobierno, por Raymundo de Salazar, año de 1791.
31
Retomamos la definición contemporánea del término “primicias”, que no dista
mucho de la concepción de la época.
“No dudo que este breve plan de literatura ilustrada os electrizará” 367
Es cosa vergonzosísima, maestro mío, escuchar á gentes [...] qué dire?
Que parecen avisadas é instruídas, dar una explicación infeliz de todos
estos objetos, y ministrar al resto del pueblo bajo, ideas todas contrarias
á su verdadero ser, haciéndole concebir que v.g., Plan es un monstruo;
Prospecto, un espantajo; Periódico, un animal de Mainas; Sociedad, un
embolismo de ociosos; Suscripción, un grillete de forzados.
33
Necesitaríamos hacer un seguimiento a profundidad del primer círculo de suscriptores,
del cual no tenemos aún datos, y de cada uno de los miembros de la Sociedad. Asimismo,
es necesario hacer un seguimiento de las colecciones bibliográficas de la época. Todavía nos
quedan interrogantes sobre cómo el clero se vinculó al proceso de la Sociedad y Primicias,
y qué otros actores fueron cercanos a este circuito intelectual. Este capítulo ha intentado
acercarse a las problemáticas más representativas vinculadas a este tema en específico.
“No dudo que este breve plan de literatura ilustrada os electrizará” 369
circunstancias particulares de resistencias de cada uno de los actores que
querían o no vincularse a la agencia de la Sociedad en Quito y a la utiliza-
ción del periódico como un medio de difusión de la “Cultura de Quito”.
En todo caso, en un contexto como el quiteño, Espejo tenía a su favor el
peso de su formación y la capacidad de establecer vínculos con los estratos
de poder y la Iglesia que hicieron posible su desempeño como intelectual de
la época y participar activamente dentro del órgano difusor de la Sociedad.
Además, su formación en medicina le permitió un continuo contacto con
la administración local, especialmente con relación a los males sanitarios y
problemas de epidemias en Quito, como la de viruela que azotó a la capital
en 1785. Cabe destacar también los nexos fuera de los territorios quiteños.
Se conoce que durante el viaje de Espejo a Bogotá en 1789, estableció
estrechas relaciones con Antonio Nariño, Antonio Zea —participó en la
expedición del botánico Mutis— Manuel del Socorro Rodríguez —edi-
tor del Papel Periódico de la ciudad de Santa Fe de Bogotá—, entre otros.
Suponemos que muchos de los suscriptores de aquella lista mantenida en
reserva de Primicias eran parte del círculo de contactos de Espejo dentro
y fuera de la Audiencia.
Espejo desarrolla en el periódico las líneas planteadas por la Sociedad a
partir de tres grandes ejes temáticos que tenían qué ver con las acuciantes
necesidades y problemas por los cuales pasaba la Audiencia de Quito: la
educación pública, la promoción de un sentido patriótico y las formas
de mejorar las condiciones sociales y económicas del territorio. El editor,
en la “Instrucción previa” de Primicias, publicada en 1791, consideraba
que a través del instrumento periodístico se podrían alcanzar los ideales
ilustrados para alcanzar un “feliz Quito”:
Pero esto no obstante, lea Ud., y acabada la lectura, dé Ud. licencia á sus
niños á que hablen, ó excíteles á que ejerciten su curiosidad, ó muévales á que
le pregunten […] Entonces, Ud. maestro mío, conversa á la larga con todos
sus discípulos. Díceles: que en nuestra ciudad hay una imprenta, impresor,
redactor, [...] y sobre cada una de estas palabras, va Ud. haciendo una breve
historietita, anuncia lo que significan, y también los usos á que se destinan. [Sic.].
“No dudo que este breve plan de literatura ilustrada os electrizará” 371
En Primicias del 16 de febrero de 1792 existe una importante exaltación
del patriotismo y la necesidad de educar a la sociedad. En este número en
particular se publica el discurso que Eugenio Espejo diera en Bogotá en
1789, alrededor de la llamada Escuela de la Concordia. Gran parte de los
temas tratados en éste hacen referencia al estado crítico por el que pasaba
la ciudad de Quito, y la necesidad de superar la “grosera ignorancia” y la
“miseria deplorable”, de esta forma, según él, era importante que los habi-
tantes de la Audiencia se cultiven: “Quiteños, sed felices: quiteños, lograd
vuestra suerte á vuestro turno: quiteños, sed los dispensadores del buen
gusto, de las artes y de las ciencias”. Asimismo Espejo se preguntaba en
Primicias del jueves 5 de enero de 1795 “¿qué número de objetos conoce
Quito?, ¿qué cantidad de luces forma el fondo de su riqueza intelectual?,
¿cuáles son los inventos, cuáles las artes, cuáles las ciencias que sirven,
favorecen é ilustran á nuestra Patria para apellidarse instruida?”. [Sic].
Tomando en cuenta los escritos publicados en Primicias no cabe duda
—desde nuestra perspectiva― que para Espejo su quehacer como escritor
era uno de los puntales de su reflexión intelectual, además porque a través de
la escritura podía revelar su amor patriótico, como lo menciona en su propia
defensa en el editorial de Primicias número 4, del 16 de febrero de 1792:
Palabras finales
En suma, hemos procurado articular en este análisis los apenas dos años
que transcurren desde la llegada del obispo Joseph Pérez Calama en 1790,
la formación de la Sociedad Económica Amigos del País y la publicación
del periódico Primicias de la Cultura de Quito de la mano de su editor
Eugenio Espejo hacia 1792. A pesar de que estos hechos en sí mismos
parecerían no tener una continuidad en el tiempo por su pronta ausencia
35
Para Anderson es imaginada puesto que “aún los miembros de la nación más pequeña
no conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán siquiera
hablar de ellos, pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión” (p. 5).
Esta noción de “comunidad imaginada” es desarrollada en el pensamiento de Anderson
desde el análisis del censo, el mapa, el museo y la imprenta, como medios promotores
de escenarios para esta construcción “imaginada” y guardan simbólicamente la carga
identitaria de la construcción del Estado-nación. Estamos conscientes de que tempo-
ralmente el establecimiento del Estado es posterior, pero nos interesan estas iniciales
maneras de construir la noción de lo patrio vinculado al territorio.
“No dudo que este breve plan de literatura ilustrada os electrizará” 373
en el devenir histórico, consideramos que existen varios factores que nos
dejan entrever la efervescencia de un nuevo espíritu alrededor del universo
del saber y el conocimiento, que son claves en el quehacer intelectual del
naciente siglo.
Entre los personajes del obispo Calama y Espejo existe una fuerte
necesidad de construir un sentido práctico y una voluntad de otorgar un
carácter de utilidad pública a sus obras divulgadas a través de la imprenta
y su agencia en un escenario vinculado a la presencia del otro por medio
del diálogo comunicativo. Si el desarrollo de una “memoria intelectual”
era un punto central en la reflexión del obispo Calama —conferida a
la dinámica del texto-lector— el deseo de lo “patriótico”, lo educativo
público deambulaba en las declaraciones y objetivos de Espejo en Primi-
cias promovidas para el público quiteño y los miembros de la Sociedad.
Ambos personajes nos brindan un sinnúmero de elementos que nos
ubican en un escenario que configura, para la “causa pública”, un sen-
tido vinculado siempre a la necesidad del quehacer intelectual: escribir,
leer, hablar, argumentar, debatir para: superar la ignorancia, la miseria,
la triste fama literaria, la infancia. Así, los textos se cargan de una nueva
funcionalidad social y cultural, en tanto que, son herramientas promotoras
no solo de ideas y nuevos conceptos, sino que son portadores de saberes
útiles para la gestión del territorio y el gobierno de los otros; además de
convertirse en mecanismos de producción de una forma de conocimiento
compartido por medio de una sociabilidad que es instaurada desde la
labor intelectual.
Aún quedan pendientes varias preguntas respecto a estos complejos
años que de alguna manera se convirtieron en la antesala de los sucesos
políticos que inauguraron el siglo XIX. En particular, sería importante
indagar los quiebres producidos al interior del clero, la dimensión en torno
a lo pedagógico y el lugar de lo político en este escenario religioso; por
otra parte, consideramos de suma importancia la investigación del papel
de la universidad, los estudiantes y las distintas formas de apropiación de
estos planes de literatura como los propuestos por el obispo Pérez Cala-
ma; sería relevante reconocer los procesos nacientes vinculados a estos
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Domingo.
Introducción
A primera vista, los dos mapas, Colombia Prima or South America (véase
figura 1), publicado por primera vez en Londres en 1807, y República
de Colombia (véase figura 2), impreso en París en 1827, pueden parecer
conocidos y hasta familiares. De hecho los dos son similares: ambos se
refieren a un lugar llamado Colombia. Sin embargo, el título del primer
mapa Colombia Prima indica que se refiere a una Colombia que contiene
a toda América del Sur. El segundo mapa proviene del primer Atlas nacio-
nal, que ilustra la historia de diez volúmenes del secretario del Interior de
Colombia José Manuel Restrepo. Tal como lo demuestra el mapa nacional
del Atlas, para 1827 Colombia ya no abarcaba toda la América del Sur
sino los territorios que ahora reconocemos como Colombia, Panamá,
Ecuador, Venezuela y partes de Guyana y Brasil.
Para que la imagen de la República de Colombia de 1827 funcionara,
es decir, para convencer a los observadores de que Colombia existía como
entidad soberana, esta imagen necesitaba canibalizar cartográfica e his-
tóricamente a todas aquellas con las que competía. Una de sus primeras
víctimas fue Colombia Prima, un mapa raro, cuya importancia en el proceso
de independencia de América española ha sido en gran parte ignorada.
1
Una versión en inglés de este artículo forma parte de la colección editada por James Ak-
erman, Mapping the Transition from Colony to Nation. 17th Kenneth Nebenzahl, Jr. Lectures
in the History of Cartography, The Newberry Library. (Chicago: UP, forthcoming 2012).
377
Figura 1. Delarochette, Louis Stanislas D’Arcy,
1731-1802. “Colombia Prima or South
America” Escala [ca. 1:3,200,000]. London:
Publicado por William Faden, geógrafo de Su
Majestad y Alteza Real el Príncipe de Gales,
1807. Mapa en 8 folios. Grabado y acuarela,
246,0 x 168,0 cm.
Fuente: http://purl.pt/865/2/index.html
2
Geo-cuerpo se refiere a la creación discursiva de las maneras en las cuales una nación
es identificada, incluyendo el territorio, y los valores y las prácticas asociadas con la
creación de ese territorio (Winichakul, 1994, p. x).
3
Desde 1826 hasta 1828 se dieron una serie de acontecimientos que hicieron que
este partido perdiera coherencia y fuerza. Ver Mejía (2007, pp. 7-17; 75-218), aquí se
examina el periodo entre 1817-1826 cuando se empieza a crear una visión cartográ-
fica que borraba a los que amenazaban la dominancia del partido y especialmente al
liderazgo de quien estaba al centro de este: Simón Bolívar.
Un estudio que considera el paisajismo e historia del México de fin del siglo XIX es
4
5
Restrepo junto con las biografías, historias, y compilaciones del siglo XIX en pro de
Bolívar, relacionadas con la independencia, terminaron siendo las fuentes que dieron
forma a los eventos que ocurrieron en el Orinoco y en Caracas. Ver especialmente:
Restrepo, (1827 y 1858); y ver también la colección de Daniel Florencio O’Leary.
(1880). La tendencia ha sido que las perspectivas de Restrepo y O’Leary son las que
más se han difundido. Ver: Lynch, (2006 pp. 98-110; 282); Brading, (1991, pp. 601-
620). Colmenares, (1986).
6
Véanse: Restrepo, (1827, vol. 1, p. iii); y Restrepo, (1858, vol. 1, p. iii).
7
Dennis, (2002); Trouillot, (1995b, pp. 108-140) y especialmente Bartosik-Vélez,
(s. f.).
8
Miranda editó el periódico El Colombiano y varias otras publicaciones en favor de la
independencia, desde Londres. Aunque de cierta manera él encaja en el modelo de Bene-
dict Anderson sobre cómo el capitalismo de la imprenta influyó en el surgimiento del
nacionalismo moderno, no lo hace de las maneras que Anderson considera para los
patriotas criollos. Véase: Benedict, (1991).
9
(Robertson, 1929, vol. 2, p. 274), citando Faden a Miranda, 23 de agosto y 15 de
octubre de 1804.
10
(Robertson, 1929, vol. 1, pp. 276-277), citando “Conferencias con los Ministros
de S. Mag. Brit.”, 13-16 de octubre de 1804, de las memorias de Miranda.
11
Representación de Fr. Manuel Sobreviela destinada a que el Virrey informe al Rey
la necesidad de la misión de los religiosos. En Juicio de límites entre el Perú y Bolivia:
Contestación al alegato de Bolivia, Prueba Peruana presentada al gobierno de la república
Argentina por Víctor M Maurtua, abogado plenipotenciario especial del Perú, tomo 6
Misiones Centrales Peruanas. Buenos Aires: Compañía Sud Americana de Billetes de
Banco, 1907, pp. 276-279.
Figura 5. Detalle del mapa largo dibujado en ocho páginas por Louis Stanislas D’Arcy De la
Rochette y publicado en Londres por William Faden, geógrafo de Su Majestad y Alteza Real el
Príncipe de Gales, 1807.
Fuente: De la Rochette, & Faden, (1807). Colombia Prima or South America [Mapa]. Recuperado
de http://purl.pt/865/2/P2.html.
12
Ortega, F., comunicación personal, noviembre de 2011.
13
Ver Racine, (2003, pp. 196-206); Lynch, (2006, pp. 49-63).
14
Discurso de Madariaga a la municipalidad de San Carlos en 1811, citado en Rojas,
(1878, p. 11).
15
José Acevedo Gómez, “Relación de lo ocurrido con motivo de la llegad del Enviado
de Caracas,” (Santa Fe, 18 de marzo de 1811), Archivo Restrepo, Fondo 1, Rollo 8,
folio 25, John Carter Brown Library.
16
Suplemento al núm. 6 del Semanario Ministerial del Gobierno de la Capital de
Santafé de Bogotá, Nuevo Reino de Granada, Relación de lo ocurrido con motivo de
la llegada del Enviado de Caracas. Santafé, 22 de marzo de 1811. En Archivo Restrepo,
Fondo 1, Rollo 8, folio 42-43, John Carter Brown Library.
17
Ibídem.
18
Ecuador no se adoptó como nombre para el territorio encubierto por este nombre
sino a partir de 1830 y de la disolución de la República de Colombia.
19
Ver: Jeremiah Greenleaf, “Colombia” en A New Universal Atlas; Comprising Sepa-
rate Maps of all the Principal Empires, (Battelboro, VT, 1840); Fremin A.R.; Monin,
C.V.; and Montemont, A., “Colombia et Guyanes,” en L’Univers. Atlas Classique Et
Universel De Geographie Ancienne Et Moderne (París: Bernard; Mangeon; Laguillermie,
1837); Rest. Fenner, Joseph Thomas, “Colombia,” en Thomas’s library atlas, embodying
a complete set of maps, illustrative of modern & ancient geography, (London: Fenner Sc.,
Paternoster Row, Joseph Thomas, 1835). Recuperados de http://www.davidrumsey.com
20
Ya para 1825, Restrepo encargó a su hermano, Francisco María Restrepo con su
historia manuscrita y el mapa en dos pliegos de Colombia para ser impreso. No fue
sino hasta 1826 cuando Francisco María llegó a París en la compañía de tres jóvenes
antioqueños, después de un largo viaje, primero por Estados Unidos, y luego por
Gran Bretaña. Ver: Gutiérrez Ardila, (2009), citando a “Vente d’usufruit de mines
d’or par Mr. Restrepo a Mr Douviagon et á Mr. Lemor,” 27 de octubre de 1826.
Archivo Nacional de Francia, París, Minutier Central, ET, L, 1092, en Los Primeros
21
José María Restrepo a Santander, Rionegro, 5 de julio de 1820, Boletín de Historia
y Antigüedades: Órgano de la Academia de Historia Nacional, año III, núm. 25, enero
1905, p. 180. Recuperado de http://www.archive.org/details/boletndehistor03colouoft
Es importante señalar que el mapa de 1807 forma parte del archivo de la familia Restrepo.
22
El mapa de Restrepo agregó otra capa de contención sobre una región que había sido
una importante fuente de disputas fronterizas entre las coronas española y portuguesa
durante todo el periodo colonial. Ver: Safier, (2008, pp. 133-184).
Las costas del Atlántico y el Pacífico se han trazado por las cartas españolas
del depósito hidrográfico de Madrid. El río Orinoco y sus afluentes se han
copiado de los trabajos del Barón de Humboldt, y en donde estos han fallado,
se han seguido, en los departamentos que componían la antigua capitanía ge-
neral de Venezuela, los mapas de Arrowsmith, haciéndoles pequeñas adiciones
y mejoras tomadas de las observaciones astronómicas de los señores Rivero y
Boussingault, en su viage de Caracas á Bogotá, y de otros mapas [sic].23
23
Restrepo, (Atlas de la Historia de la revolución de la República de Colombia, pp. i-
iii). Ni Rivero ni Boussingault pasaron por la cuenca del Orinoco. Los viajes de estos
hombres (y sus medidas científicas) los llevó a lo largo de la cordillera oriental de los
Andes. Ver Boussingault, (1985).
24
Restrepo, (1827, p. 7). Atlas de la Historia de la revolución de la República de Colombia.
25
El manuscrito original sí incluye muchas más batallas en Nueva Granada, por
ejemplo, por supuesto, la batalla de Boyacá. En el proceso de edición del Atlas, algunas
batallas se borraron, sugiriendo que los que imprimieron el Atlas influyeron en cómo
se vio el impreso el territorio.
26
Restrepo, (1827, pp. ii-iii), Atlas de la Historia de la revolución de la República de
Colombia.
27
Restrepo, (1827, vol. 1, pp. 10-11). .Historia de la revolución de la República de
Colombia.
28
Aunque no es el tema central de este capítulo, se puede entender la llegada de Codazzi
a Venezuela en 1826, su puesto político como gobernador de Zulia, y su compromiso
para llevar a cabo la labor cartográfica en Venezuela bajo la administración de Páez,
todo dentro del contexto de la contención regional que existía entre el bloque político
bajo el mando de Páez en Caracas y su resentimiento por los deseos del gobierno de
Colombia ―centrado en Bogotá― por dominar a Venezuela.
30
Los otros fueron: los venezolanos Juan Germán Roscio, Juan Paz del Castillo, y Juan
Pablo Ayala; los españoles Manuel Ruiz, José Mires, y Antonio Barona; y el italiano,
Francisco Isnardi. Ver: Los ocho próceres que como ocho monstruos mandó Monteverde
a España en 1812. En Blanco, (1876, tomo III, pp. 699-703).
31
Carta de Bolívar a Madariaga, Port au Prince, Haití, 21 de noviembre 1816, citado
en Rojas, (1879, p. 29).
Carta de José Cortés de Madariaga a Simón Bolívar, 25 de abril de 1817, isla Mar-
32
33
Los hombres presentes incluían a: Adm. Luis Brion, comandante de navíos; el in-
tendente general Francisco Antonio Zea de Nueva Granada; ciudadano José Joaquín de
Madariaga, canon de la catedral de Caracas; ciudadano Francisco Javier Mayz, encargado
ejecutivo del departamento de Caracas; ciudadano Francisco Manuel Alcalá, Diego Bal-
lenilla; Diego Antonio Alcalá, Manuel Isaba, Francisco de Paula Navas, Diego Bautista
Urbaneja, y Manuel Maneiro. “Congreso de Cariaco: Acta de la Congregación Convo-
cada para el 8 de mayo de 1817”. En O’Leary, (1880, Documentos, XV, pp. 250-252).
34
Sylvanus Urban (Ed.) (1817). “Septiembre de 1817”, The Gentelman’s Magazine and
Historical Chronicle, vol. 87, p. 270. London: Nichols and Son; The Monthly Review
or Literary Journal, 1819, vol. 89, pp. 171-172. London: Pall Mall.
Fig. 7 Carta del departamento del Orinoco o Maturín. Escala [1:2,650,000]. En Restrepo, J. M.
(1827). Historia de la revolución de la República de Colombia, Altas. París: Librería Americana.
Grabado por Darmet, JM; Hacq, J. JM. 30,0 x 45,0 cm. Detalle.
Fuente: http://www.davidrumsey.com/luna/servlet/detail/RUMSEY~8~1~20243~590076
35
Simón Bolívar, “20 Manifiesto de Bolívar a los pueblos de Venezuela fechado en el
Cuartel General de Guayana el 5 de agosto de 1817, con fuertes críticas a la conducta
del General Manuel Piar”. En Mijares & Pérez Vila, (s. f.).
36
Simón Bolívar, “20 Manifiesto de Bolívar a los pueblos de Venezuela fechado en el
Cuartel General de Guayana el 5 de agosto de 1817, con fuertes críticas a la conducta
del General Manuel Piar”. En Mijares & Pérez Vila, (s. f.).
37
AHNC, República, Guerra y Marina, 14, fol. 115, citado en Lasso, (2007, pp.
137 y 147).
38
Helg, (2004, p. 209), citando Bolívar a Briceño, 16 de noviembre de 1828, y Bolívar
a Páez, 16 de noviembre de 1828, en Simón Bolívar, Vicente Lecuna (Ed.). (1947).
Obras Completas, 2, pp. 505-508.
39
Lynch, (2006), p. 106, citando Piar a Bolívar, San Felipe, 31 de enero de 1817. En
O’Leary, (1880, XV, pp. 150-155).
40
Blanco & Azpurúa, (1876, vol. VI, p. 617); Vich, (1818, p. 11).
41
El catalán fray Nicolás Vich, quien escapó, recordó más tarde la manera como los
rebeldes, indignados por no poder matar a los frailes, los intimidaban, amenazándoles
con hacer arneses de sus barbas. (Vich, 1818, pp. 16-22).
42
Ver: Lynch, (2006, p. 103); Vich, (1818, p. 11).
43
“Declaración del venerable José Félix Blanco hecho de su puño y letra en los últimos
días de su vida, por incitación de Ramón Azpurúa, como necesaria para ilustración de
la historia en un episodio grave de la guerra de Independencia en Guayana por el año
de 1817”. (Blanco & Azpurúa, 1876, Documentos, vol. 5, p. 647).
44
Blanco & Azpurúa, 1876, Documentos, vol. 5, pp. 634-635. Citando Baralt’s history.
45
Blanco & Azpurúa, 1876, Documentos, vol. 5, pp. 646-648.
46
“Declaración…”. En Blanco & Azpurúa, 1876, Documentos, vol. 5, p. 647.
47
Restrepo, (1858, vol. 2, p. 402). Ver también Bushnell, (2004, p. 83); Lynch,
(2006, pp. 103-104, 282).
48
Vich, (1818, p. 10).
49
Blanco & Azpurúa, (1876, Documentos, vol. 1, pp. 462).
52
“Carta de Bolívar a Piar, fechada en San Félix el 14 de junio de 1817”. En Gaceta
de Caracas, 2 de julio de 1817.
53
Citado en Slatta & Grummond, (2003, p. 156).
54
“Carta de Bolívar a Piar, fechada en San Félix el 14 de junio de 1817”. En Gaceta
de Caracas, 2 de julio de 1817.
Simón Bolívar, “Manifiesto del Jefe Supremo a los Pueblos de Venezuela”, Cuartel
55
Paéz, J. A. (1870). Autobiografía, (2 vols.). Vol. I, pp. 136, 141. New York. Sobre
56
Bolívar y los caudillos Brading, The First America, pp. 603-620 y John Lynch, ‘Bolívar
and the Caudillos’, HAHR 63 (1983), pp. 3-36.
Conclusión
Germán Colmenares identificó claramente la importancia de la Historia
de la Revolución de José Manuel Restrepo. Incluso para aquellos que
buscan contradecir a Restrepo, su historia ha proporcionado un reper-
torio fijo e inalterable de los hechos. Esto ha resultado en una prisión
historiográfica que ha cerrado los caminos para una mayor investigación
en un sinnúmero de acontecimientos sociales.57 Al examinar el Atlas de
Restrepo en relación con su relato histórico y con el contexto histórico,
descubrimos vías historiográficas enterradas bajo la historia mitificada
en sus dimensiones pro-Bolívar y anti-federalistas.
El proyecto cartográfico de Restrepo, por lo tanto, tenía dos fines cla-
ros: borrar los diseños británicos y portugueses sobre el territorio español
que se manifestaron en Colombia Prima, y dar forma a la imaginación
geográfica de cómo la historia de la independencia ocurrió en el suelo. En
gran medida, sus esfuerzos dieron fruto. Historiadores contemporáneos
y posteriores se han reído del “congresillo” en Cariaco, cuando se acuer-
dan de mencionarlo. Piar se convirtió en un símbolo histórico peligroso,
un pardo militante radical que buscaba librar una guerra de exterminio
contra todos los blancos. Otras historias, como las que comentan sobre
la masacre lamentable de los frailes capuchinos, no tienen en cuenta los
cálculos militares y diplomáticos que pudieron haber estado detrás de
este hecho. Es más, la memoria histórica de estos eventos interconec-
tados suele aislar a cada uno de los otros. Es mediante la adopción de
una mirada cercana al Atlas de Restrepo, en este contexto histórico, que
mejor se puede permitir que los fantasmas de Miranda, Piar, y los frailes
catalanes regresen.
Colmenares, (1986, pp. 10-11). Ver también Betancourt Mendieta, (2007, pp. 27-38);
57
Introducción
Cuando surgen las preguntas sobre ¿cómo se ha construido la nación a
la que pertenezco? o ¿cómo se ha formado el Estado del que hago parte?
múltiples caminos se abren como opciones para intentar responder: el
camino del pasado común; el camino de la lengua o la religión, como
conectores sociales; el camino de la providencia, que todo lo puede; o el
dejado por los héroes que erigieron con tanto ahínco la historia (historia
de bronce). Para este capítulo se ha optado por los lenguajes económicos
que están presentes en la emergencia del Estado nacional entre 1820 y
1850. Es decir, se analizarán los discursos, los conceptos y las políticas
económicas contenidos en la prensa neogranadina que configuraron la
formación del Estado nacional en la primera mitad del siglo XIX.
La investigación histórica contemporánea ha superado la historia de
las ideas (Palti, 2007, pp. 64-66) y ha transitado hacia nuevos horizontes
en donde la historia intelectual y la historia conceptual son las perspec-
tivas más estimulantes y, en ellas, la preocupación por la reconstrucción
de los efectos políticos de los lenguajes es fundamental. Es decir, se
pasa del estudio de los discursos como un conjunto de enunciados a
los discursos como sistemas retóricos que legitiman o refutan concep-
ciones ideológicas con el objeto de dotar de sentido a su contexto de
producción y transformar la realidad de la que hacen parte (Gómez
Velasco, 1999, p. 28). Esta perspectiva analítica comporta pasar de la
investigación textual de los contenidos a los aparatos argumentativos
421
que los subyacen, tratando de comprender el tiempo histórico del que
hacen parte (Koselleck, 1993, p. 333).
Una vez escogido el camino es importante estar atento a las señales sobre
la vía que permitirán que no nos desviemos de la ruta, y el periodo estudiado
cuenta con una prodigalidad de señales que facilitan el transitar: se trata de
los múltiples periódicos que se publicaron entre 1820 y 1850: El progreso de
Juan Torres Caicedo, El Nacional de José Antonio Caro y Mariano Ospina
Rodríguez, El Siglo de Julio Arboleda, El Conservador de José Joaquín Ortiz,
La Bandera Nacional de Lorenzo María Lleras y Florentino González, La
Gaceta Mercantil: Diario comercial, político y literario de Manuel Murillo Toro
(Santa Marta), El Neogranadino de Manuel Ancízar, El Alacrán de Germán
Gutiérrez de Piñeres y Joaquín Pablo Posada, entre otros. Estos periódicos
sirven como mecanismos de difusión de los lenguajes económicos y como
constructores de opinión pública por parte de las élites neogranadinas y
tienen al debate económico como uno de sus principales temas de interés.
En este capítulo se usará el concepto de patriotismo (Cárdenas Herrera,
2011, p. 15) como la actitud identitaria de los habitantes de la Nueva Granada
con respecto del territorio y los recursos del país, defendiéndolos, exaltándolos
y poniendo en ellos un horizonte de expectativa lleno de ilusión y progreso.
Por supuesto este concepto tuvo variaciones a lo largo de la última parte del
periodo colonial y la primera de la construcción republicana.
A continuación se dará cuenta de la producción intelectual de los pensadores
económicos neogranadinos1, en el marco de la construcción estatal republi-
cana (1820-1850), publicada en la prensa como mecanismo de construcción
de opinión, presentando los principales debates que en ella se dieron, los
conceptos que se esgrimían y el efecto de estos sobre la transformación de la
sociedad, en particular en torno a los tipos de acción económica que debían
acompañar el proceso de construcción de las bases del Estado emergente.
1
A lo largo del capítulo se hará referencia a la signatura “pensadores económicos”
para designar al conjunto de individuos nacidos en la Nueva Granada que se encargan
de estudiar con algún grado de sistematicidad los asuntos económicos del momento.
Si bien ellos no construyeron teorías explicativas, sí crearon lenguajes económicos que
coadyuvaron a la transformación política y económica de la Nueva Granada.
2
Cfr. Smith, (1997).
3
Cfr. Ricardo, (1997).
4
Cfr. Malthus & Maynard Keynes, (1998).
5
Cfr. Say, (1821).
6
Cfr. Mill, (1996).
7
Cfr. Sismondi, (1815).
8
Cfr. Marx, (2001).
9
Cfr. Jevons, (1965).
10
Cfr. Walras, (1987).
11
Para una panorámica general de los lenguajes económicos en la Nueva Granada de
finales del siglo XVIII y comienzos del XIX remitirse a: Nariño, (1982, pp. 13-37);
de Antonio Narváez y La Torre y José Ignacio de Pombo ver: Ortiz, (1965); de José
Ignacio de Pombo se destacan Comercio y contrabando en Cartagena de Indias. 1800,
(1986); Informe de don José Ignacio de Pombo al Consulado de Cartagena sobre asuntos
económicos y fiscales, Cartagena de Indias, 1807, (1921); Informe sobre el fomento agrícola,
comercio e industrias, Cartagena de Indias, 1810; de Pedro Fermín de Vargas: Virreinato
De Santafé: agricultura, minería, comercio y población, (s. f.), y Pensamientos Políticos
sobre la Agricultura, Comercio y Minas del Virreinato de Santafé de Bogotá y Memoria
sobre la Población del Nuevo Reino de Granada, (1953).
12
En teoría económica, sector real se refiere al conjunto de empresas dedicadas a la
producción y comercialización de bienes y servicios. Para el tema de este capítulo aplica
para agrupar: la manufactura, la agricultura, la minería y la industria.
La Gran Colombia
El periodo tardío colonial neogranadino había experimentado uno de los
mayores interregnos de crecimiento económico durante el periodo de domi-
nación española. Con el advenimiento de la independencia dicho crecimiento
se detuvo y los ingresos del Estado en construcción disminuyeron, entre otras
razones por la eliminación de muchos de los impuestos coloniales, entre los
que se destacan los aduaneros, la sisa (a la venta de víveres), el tributo indí-
gena, algunos monopolios y la alcabala (impuesto a las ventas) (Liehr, 1989,
pp. 465-488), obligando a la Gran Colombia a tratar de recurrir a fuentes
externas de financiamiento para la construcción estatal. El país con el que
se contrajo mayor deuda fue Inglaterra. Estas políticas fueron criticadas por
pensadores económicos como Castillo y Rada pero aplicadas por el ideal
de Bolívar de fracturar el sistema tributario colonial. Fueron medidas que
no duraron mucho pues en 1828 la mayoría de los impuestos coloniales se
restablecieron por el mismo Bolívar por extrema necesidad fiscal.
El tema central de los lenguajes económicos de estos años fue el pro-
blema fiscal, fruto de diversas circunstancias, entre ellas los empréstitos
tanto internos como externos en los que se había incurrido para financiar
la guerra, así como la carga salarial que significaba el ejército. La guerra de
independencia dejó al ejército como la institución más fuerte de la nueva
sociedad republicana que, al contar con una fuerza militar de más de 30.000
hombres, entró en graves aprietos fiscales (Thibaud, 2003, pp. 215-261).
Después de la independencia política, la Gran Colombia se caracterizó
por tener una estructura económica de tipo agrario, en donde el espacio
y la participación del comercio internacional eran mínimos y se con-
centraban en pocos productos (oro y tabaco principalmente), según el
vaivén de la demanda y los precios internacionales. El ideal de convertir
13
Ver nota al pie núm. 1 sobre la signatura “pensadores económicos”.
14
La capital de Colombia luego de la Constitución de Cúcuta era Bogotá, la otrora
Santafé colonial.
15
Recaudación de contribuciones, Gaceta de Colombia, Bogotá, domingo, 5 de octubre
de 1823, núm. 103, p. 2.
16
Sebastián Esguerra, “El jefe político de la capital de Bogota, satisface al público sobre
la censura que se la ha hecho en la Gaceta de Colombia del domingo 5 del corriente,
No. 103, atribuyéndole poco celo e interés en el cobro del subsidio”, Imprenta de
Espinosa, Bogotá, 4 de octubre de 1823, Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá,
Fondo Pineda, p. 389.
17
La deuda interna se había incrementado en $500.000 que el gobierno había obte-
nido con base en estas medidas.
18
“Capitación”, Gaceta de Colombia, Bogotá, domingo 8 de abril de 1827, núm.
286, p. 1.
19
En el periodo 1825-1826 los gastos militares y de marina constituían las tres cuartas
partes de los gastos de funcionamiento del gobierno, cerca de $5.000.000.
20
“Capitación”, Gaceta de Colombia, Bogotá, abril de 1827, núm. 286, p. 1.
21
Unos empleados, Economía moderna, Popayán, abril 27 de 1827, Impreso por B.
Zizero, Biblioteca Nacional de Colombia, Fondo Pineda 207, Pieza 55, p. 1.
22
En 1824, en cabeza de Francisco Antonio Zea, la Nueva Granada obtuvo un préstamo
por cerca de 5.000.000 de libras esterlinas para resolver urgencias fiscales, ya para 1825
la deuda, tanto interna como externa ascendía a $10.000.000 (Bushnell, 1984, p. 122)
23
Unos empleados, Economía moderna, Popayán, abril 27 de 1827, Impreso por B.
Zizero, Biblioteca Nacional de Colombia, Fondo Pineda 207, Pieza 55, p. 2.
24
En este periodo, la Nueva Granada era uno de los principales exportadores auríferos
del mundo.
25
Arancel colonial al ingreso y salida de mercancías por puertos autorizados por la
Corona.
26
Era un impuesto colonial con destino a la marina que pagaban las embarcaciones
que tocaban puertos españoles.
27
“De la hacienda pública”, Constitucional de Cundinamarca, Bogotá, domingo 16
de octubre de 1831, núm. 4, p. 15.
28
Ver nota al pie núm. 12.
29
“Proyecto de decreto presentado en la Cámara de Representantes”, La Bandera
Nacional, Bogotá, Semestre II, domingo 6 de mayo de 1838, núm. 29, p. 118.
30
“Comercio”, El Neogranadino, Bogotá, trimestre 1, núm. 5, domingo 15 de di-
ciembre de 1833, pp. 19-20.
31
“Comercio”, El Neogranadino, Bogotá, trimestre 1, núm. 5, domingo 15 de di-
ciembre de 1833, p. 20.
32
“De la hacienda pública”, Constitucional de Cundinamarca, Bogotá, domingo 20
de noviembre de de 1831, núm. 9, p. 36.
33
“De la hacienda pública”, Constitucional de Cundinamarca, Bogotá, domingo 20
de noviembre de de 1831, núm. 9, p. 36.
34
“De la hacienda pública”, Constitucional de Cundinamarca, Bogotá, domingo 16
de octubre de 1831, núm. 4, p. 15.
35
En los últimos años de la Colonia los informes de los funcionarios reales (muchos
de ellos criollos) así como de los virreyes (informes y relaciones de mando), se consti-
tuyeron en los principales tratados de pensamiento económico de la época.
36
“Avisos”, Constitucional de Cundinamarca, Bogotá, domingo 6 de noviembre de
1831, núm. 7, p. 28.
37
“Al Sr. Prefecto del Departamento de Cundinamarca”, Constitucional de Cundina-
marca, Bogotá, domingo 20 de noviembre de 1831, núm. 9, p. 31.
38
José María Castillo y Rada, Francisco de Paula Santander, Manuel Murillo Toro,
Vicente Azuero, Ezequiel Rojas, Florentino González, Lorenzo María Lleras y José
Joaquín Ortiz, entre otros
39
Este tema es recurrente en el lenguaje económico neogranadino, pues es un pro-
blema fundamental para la consolidación de la tan anhelada economía nacional ver:
Neogranadino, Bogotá, 30 de septiembre de 1848, núm. 9, pp. 65-68; Núm. 22, pp.
169-170; Núm. 23, pp. 1-2.
40
“Caminos”, Constitucional de Cundinamarca, Bogotá, domingo 20 de noviembre
de 1831, núm. 9, p. 35.
41
El concepto economía nacional es un vocablo importante del lenguaje económico
del periodo ver: El Neogranadino, Bogotá, 29 de diciembre de 1833, núm. 7, p. 26.
42
Mariano Arosemena, “Memoria sobre el comercio presentada a la Sociedad de Amigos
del País”, Panamá, Imprenta de Jayme Busquet, 1834, Biblioteca Nacional de Colombia,
Bogotá, Fondo Pineda 206, pieza 12, p. 3.
44
El periódico es editado por Manuel Ancízar y tiene secciones de estadística, comer-
cio, literatura, ciencias y artes en donde los lenguajes económicos tienen un espacio
importante. En 1848 tienen agencias en veintiséis ciudades.
45
El Neogranadino, Bogotá, 27 de enero de 1849, núm. 26, pp. 26-27.
46
F. Bastiat, “Sofismas económicos”, El Neogranadino, Bogotá, 4 de agosto de 1848,
vol. 1, núm. 1, p. 7.
Conclusiones
En este capítulo se presentaron algunos de los debates y preocupaciones
económicos del incipiente Estado grancolombiano y neogranadino, mos-
trando el papel de los lenguajes económicos en la configuración de la esfera
pública de la postindependencia y el papel protagónico de dichos lenguajes
durante los primeros cincuenta años en la esfera pública republicana.
48
Por supuesto aquí no se toma en cuenta ningún ejercicio de deflación y por tanto las
comparaciones son inexactas, además toman en consideración valores monetarios diferentes.
49
“El Virreinato i la República”, El Neogranadino, Bogotá, 12 de agosto de 1848,
vol. 1, núm. 2, p. 10.
Referencias
Fuentes primarias
Nariño, A. (1982). Ensayo sobre un nuevo Plan de administración en el
Nuevo Reino de Granada. 1797. En Nariño, A. Escritos Políticos (pp.
13-37). Bogotá: El Áncora Editores.
Ortiz, S. E. (Ed.). (1965). Escritos de dos economistas Coloniales. Bogotá:
Banco de la República.
Pensamientos Políticos sobre la Agricultura, Comercio y Minas del Virreinato de
Santafé de Bogotá y Memoria sobre la Población del Nuevo Reino de Grana-
da. (1953). En Pensamientos políticos (pp. 13-116). Bogotá: Procultura.
Pombo, J. I. de (1810). Informe sobre el fomento agrícola, comercio e industrias,
Cartagena de Indias, 1810. Bogotá: Biblioteca Nacional de Colombia,
Fondo Pineda, tomo 3280.
_________ (1921). Informe de don José Ignacio de Pombo al Consulado
de Cartagena sobre asuntos económicos y fiscales, Cartagena de Indias,
1807. En Boletín de Historia y Antigüedades, 13.154, pp. 669-689.
_________ (1986). Comercio y contrabando en Cartagena de Indias. 1800.
Bogotá: Procultura.
Vargas, P. F. de (s. f.). Virreinato de Santafé: agricultura, minería, comercio y
población. Bogotá: Biblioteca Luís Ángel Arango, Banco de la República,
Libros raros y curiosos.
Introducción
Desde 1810 hasta por lo menos la guerra civil de Los Supremos (1839-
1842), el sistema de representación política, el ejercicio de las libertades
de imprenta y de asociación estuvieron ceñidos a la excluyente y exclusiva
participación del criollo letrado, principal beneficiario del nuevo orden;
sobre todo hasta la Constitución de Cúcuta, 1821, la prensa tenía como
función apremiante “fijar la opinión”, “uniformar las ideas”.1 Después,
durante los decenios 1820 y 1830, la necesidad de un consenso patrió-
tico, la necesidad de volver a una situación estable tras la etapa bélica,
comenzó a contrastar con evidentes disputas entre facciones que querían
el control del proceso político de la postindependencia. Los periódicos,
folletos y hojas sueltas se concentraron en intensas y eruditas discusiones
en torno al orden administrativo de la nación; hubo discusiones acerca
de las fórmulas del federalismo o del centralismo, acerca de la presencia
o no de los militares en la vida pública, acerca del régimen de libertades
después de terminada la revolución de independencia, acerca del lugar
1
Los periódicos del decenio de 1810, por ejemplo, fueron insistentes en aquello de
“fijar la opinión”, como supo decirlo en su primer número el Diario político de Santafé
de Bogotá, dirigido por Camacho y Francisco José de Caldas; o como lo dijo en Car-
tagena, el mismo año, El Argos americano: “Nos hallamos en una situación peligrosa,
en que nada conviene tanto como uniformar las ideas. No hay conductor más seguro
para comunicarlas, y fijar la opinión pública, que los papeles periódicos” (Prospecto,
El Argos americano, núm. 1, septiembre 17 de 1810, p.1).
447
del pueblo en las lógicas de representación política. Fue inevitable la
formación de facciones y los periódicos surgieron como la representación
episódica de tendencias ideológicas, de intereses políticos particulares.
Los impresos pulularon como un elemento propagandístico durante las
rivalidades electorales y dieron rienda suelta a la exposición de las supuestas
virtudes de unos y las supuestas perversiones de los contrincantes; preci-
samente, en el año álgido de 1828, en que bolivarianos y santanderistas
estaban volviendo añicos la frágil unidad plasmada en la unión de la Gran
Colombia, un periódico de Cartagena hacía este balance desapacible en
el que cuestionaba el papel cumplido por la prensa:
El mercado de la opinión
El Neogranadino fue taller de imprenta y periódico. Las vidas del uno y del
otro fueron más o menos paralelas; pero la importación y la instalación
del taller fueron los hechos decisivos que marcaron el nacimiento de una
2
En 1855, por ejemplo, los impresores Echeverría diagnosticaban “la estrechez del
mercado literario” en Colombia, así definían la dificultad de hallar un mercado amplio
de lectores que garantizase la continuidad de las publicaciones periódicas. Los Echeve-
rría fueron los impresores venezolanos que llegaron para ser los primeros operarios y
responsables de las publicaciones en el taller de El Neogranadino. Echeverría hermanos,
“Suscripciones anuales”, El Tiempo, Bogotá, núm. 41, 9 de octubre de 1855, p. 1.
3
En esta comparación, podríamos tener en cuenta el caso de El Comercio de Lima,
diario de circulación ininterrumpida desde el 4 de mayo de 1839. Sobre este caso, ver
Peralta Ruiz, (2003).
4
Joaquín Acosta, Informe del Secretario de Relaciones Exteriores, Bogotá, Imprenta de
José A. Cualla, 1844, p. 21. Tal vez se refiera a la imprenta del Estado que se adquirió
hacia 1822 mediante “doce mil pesos de los fondos públicos”; véase Gaceta de Colombia,
Bogota, 24 de marzo de 1822, p. 1.
5
Camacho Roldán, (1946, p. 47).
6
“Documentos sobre masonería”, fondo Aristides Rojas, Archivo Academia de Historia
Nacional de Venezuela (AANHV), f. 12.
8
El Neogranadino, Bogotá, núm. 1, 4 de agosto de 1848, p. 8.
Las fianzas, las multas, la prisión a los impresores, todo eso en la letra
menuda de los códigos penales de la primera mitad de siglo, habían hecho
del oficio de impresor un oficio riesgoso y era necesario quitar las trabas
que permitieran que el pensamiento y la palabra circularan libremente.
Poco después, en otro editorial, el periódico insistió en el tema: “la ley de
Imprenta es un contrasentido en la República: por consiguiente creemos
que el jurado de Imprenta es una institución anómala e inútil”.9 Por
eso, cuando el gobierno del general José Hilario López expidió, el 31 de
mayo de 1851, la ley sobre libertad absoluta de imprenta, la acogió con
alborozo. Comenzaba una nueva etapa en la historia de los impresos en
el orden republicano.10 La libertad absoluta de imprenta anunciaba un
diálogo diferente entre la prensa y el público o, mejor, establecía un nuevo
estatuto de la opinión pública; en adelante, no sería una ley o unos jueces
9
Jurados de Imprenta, El Neogranadino, Bogotá, 13 de enero de 1849, p. 9.
10
Al respecto, el editorial Libertad absoluta de imprenta, núm. 159, 6 de junio de
1851, p. 181.
11
El periodista Emile Girardin, fundador y director de La Presse.
12
Sobre los orígenes de la novela de folletín, ver: Álvarez Barrientos, (1997, pp. 126-
132). También, Lyons, (1987, pp. 48-50); Lyons, (2001).
13
La Semana literaria era un suplemento del periódico que incluía, según el caso, 32
o 16 páginas de la novela por entregas.
Prensa y sociabilidad
Los propietarios del taller, los redactores del periódico, los impresores
estuvieron inmersos en la expansión asociativa que hubo entre 1846 y
1851; el periódico, más exactamente, promovió y acompañó la expan-
sión asociativa de quienes, para entonces, se proclamaban miembros del
Partido Liberal. Expansión asociativa que incluyó la multiplicación del
club político eleccionario, lugar donde la dirigencia política se mezcló
episódicamente con gentes del pueblo. La fundación del periódico
hizo parte de un ciclo asociativo iniciado en 1846 que había incluido
la fundación de una Sociedad Filarmónica (1846), una Sociedad Lírica
(1847) y una Sociedad Protectora del Teatro (1849). La instalación de la
logia Estrella del Tequendama, el 12 de enero de 1849, tuvo lugar en un
14
El Neogranadino, Bogotá, núm. 7, 16 de septiembre de 1848.
15
El cuadro de costumbres era un relato breve cuyo objetivo central era la descripción de
las costumbres, oficios y tipos humanos de la época (Álvarez Barrientos, 1997, p. 85).
16
Ancízar fue el fundador, en Caracas, en 1840, de un círculo letrado denominado
Liceo venezolano cuyos miembros, en su mayoría, pertenecían a la logia América. Cfr.
Documentos sobre masonería, Fondo Arístides Rojas, AANHV y Correo de Caracas,
Caracas, 6 de octubre de 1840, p. 1.
17
Carta de Manuel Ancízar a Lino de Pombo, Caracas, 11 de junio de 1845, AA. Hay
que agregar que los opositores de Mosquera criticaron la llegada del venezolano Ancízar
al gabinete ministerial. Una biografía de Ancízar: Loaiza, (2004).
18
Ancízar fue responsable de una “oleada de interés por las sociedades filantrópicas”,
según Safford, (1989, p. 103).
19
Gracias a la intervención de Ancízar como secretario del Interior en el gobierno
de Tomás Cipriano de Mosquera, llegaron el geógrafo Agustín Codazzi, el dibujante
venezolano Carmelo Fernández, el químico italiano José Eboli, el ingeniero cubano
Rafael Carrera, el litógrafo venezolano Celestino Martínez. Todos ellos vinieron durante
el periodo reformista liberal de mitad de siglo.
21
El Sufragante, Cartagena, núm. 1, 21 de diciembre de 1848, p. 1.
22
El Pueblo, Bogotá, núm. 1, 13 de julio de 1851, p. 1.
23
El Pobre, Bogotá, núm. 1, 14 de septiembre de 1851, p. 1.
24
Congreso, El Neogranadino, núm. 32, 10 de marzo de 1849, p. 73.
25
Lo que pasa, El Neogranadino, núm. 84, 25 de enero de 1850, p. 25.
26
Lo que pasa, El Neogranadino, núm. 84, 25 de enero de 1850, p. 25.
27
Al año siguiente iba a regresar la Compañía de Jesús, cuya expulsión, en 1850, fue
aupada en las páginas de El Neogranadino, También, en 1858, nació el periódico que
se encargó de cumplir un papel de “juez en materia literaria” y difusor de un retorno
intelectual a España, se trata de El Mosaico.
Ya que Su Señoría es hoy día todopoderoso allá en las altas regiones del
Gobierno, ¿no podrá hacer algo en obsequio de la imprentica, interesán-
dose aun desde allá en carta particular, relativamente [sic] al contrato de
impresiones oficiales? […] Piense sobre esto y aconséjenos; porque por
nuestra parte creemos que muy poca cosa alcanzaremos a la larga y con
mucha economía si no logramos contratar los trabajos del Gobierno; esta
es nuestra principal aspiración, y con tal fin hicimos un pedido de tipos
en mayo, que calculamos estén aquí para fines del año.28
28
Carta de León Echeverría a Manuel Ancízar, Bogotá, 27 de julio de 1852, AA.
29
El Catolicismo, Bogotá, núm. 45, 15 de febrero de 1852, p. 1.
30
Felipe Pérez, Anales de la revolución, Bogotá, Imprenta del Estado de Cundina-
marca, 1862, p. 420.
Referencias
Fuentes primarias
Fondos documentales
Documentos sobre masonería, fondo Arístides Rojas, Caracas, AAHNV
Epistolario, Archivo Manuel Ancízar, Tenjo, Colombia
Prensa
El Catolicismo, Bogotá, núm. 45, 15 de febrero de 1852
Correo de Caracas, Caracas, 6 de octubre de 1840
El Neogranadino, Bogotá, 1848-1857
Diario político de Santafé de Bogotá, 1810
El Argos americano, Cartagena, 1810
Gazeta Ministerial de Santafé de Bogotá, 1811
El Amanuense, Cartagena, 1828
El Sufragante, Cartagena, 1848
Fuentes secundarias
Álvarez Barrientos, J. (1997). Diccionario de literatura popular española.
Salamanca: Colegio de España.
Loaiza Cano, G. (2004). Manuel Ancízar y su época. Medellín: Eafit, Uni-
versidad Nacional de Colombia, Universidad de Antioquia.
Lyons, M. (2001). Readers and society in Nineteenth-Century France (workers,
women, peasants). New York: Palgrave.
_________ Le triomphe du livre (une histoire sociologique de la lecture dans
la France du XIX siècle). París: Promodis.
Peralta Ruiz, V. (2003). Las trampas de la imparcialidad. El Comercio y el
gobierno del general Castilla. Perú, 1845-185. En Debate y perspectivas,
núm. 3, p. 81-106.
Safford, F. (1989). El ideal de lo práctico. Bogotá: Universidad Nacional de
Colombia.
E
n la Colombia decimonónica, y en buena parte del territorio his-
panoamericano, el término más recurrente para referirse al oficio
de periodista era publicista, cuyo contenido no solamente abarcaba
la acepción de “escritor político” (Barcia Roque, 1880-1883, p. 506) sino
también el juego de significados a los que hace referencia dicha expresión.
Uno de ellos se deriva de la palabra público, utilizada comúnmente para
conceptuar lo que se hace “a la vista de todos” (Palti, 2008). La palabra
evoca también la “cosa pública” de los romanos, la Res-publica.3 En palabras
de François-Xavier Guerra (1998, p. 7) “lo público, nos remite siempre
a la política: a concepciones de la comunidad como asociación natural o
voluntaria, al gobierno, a la legitimidad de las autoridades”. Pero también
a la publicación y a la publicidad, las cuales van a estar ligadas con todo
el ejercicio de construcción y generación, desde la prensa, de una opinión
pública, otro concepto ligado a todas aquellas prácticas de difusión cul-
1
Deseo expresar mi agradecimiento a Gilberto Loaiza Cano por sus comentarios y
sugerencias.
2
Camacho, José Leocadio, El Obrero, junio 28 de1865, núm. 13, p. 2.
3
República: del latín res publica, “la cosa pública, lo público”.
473
tural relacionadas íntimamente con la institución de gobiernos liberales
de corte representativo y el surgimiento de nuevas formas de sociabilidad.
Como señala Hilda Sábato, la expansión de la vida asociativa y de la
prensa periódica fueron procesos paralelos y a la vez interconectados (2008,
p, 397). Desde finales de los años 40 y principios de los 50 del siglo XIX,
con el primer periodo de auge de la sociabilidad artesanal en Colombia, se
pueden registrar ya varios casos de publicaciones compuestas casi en su tota-
lidad por artesanos, quienes en medio del huracán político que por aquellos
años se agitaba emprendieron la empresa de divulgar sus propias opiniones
y posturas.4 Un inventario sucinto de la prensa publicada en Bogotá entre
1863 y 1873 nos arroja una cifra cercana al centenar de periódicos.5 Sola-
mente en 1866 por las calles capitalinas se contaban quince publicaciones,
cifra que no debió haber variado mucho en estos diez años. De estas quince,
unas pocas fueron impresas para los artesanos, y por lo menos una de ellas
dejó una huella que aquí queremos rescatar.
En la primera parte de este artículo caracterizaremos sucintamente al
artesano granadino durante el siglo XIX por su condición de “ciudadano,
trabajador, moderno, productivo, titular de derechos en la república y partí-
cipe de la vida política” (Sábato, 2008, p. 400), lo que nos llevará a analizar
su producción impresa durante la segunda mitad del siglo XIX. Para ello se
tendrá en cuenta el surgimiento del asociacionismo artesanal promovido
por la élite política desde finales de los años 30 y su desenvolvimiento como
fuerza política con intenciones de autonomía pero atada a las tradiciones
partidistas. En la segunda parte nos centraremos en el caso particular de
dos artesanos, ambos impresores, y su participación en el escenario de la
prensa bogotana, específicamente de su trabajo con la prensa de artesanos.
En la tercera parte examinaremos las características de algunas publicaciones
4
En Cartagena circularon cuatro números, entre febrero y abril de El Artesano (1850);
en Bogotá en la Imprenta de Morales i Compañía se publicaron dos números de El Pueblo
(1851). El caso más representativo fue El labrador i el artesano (1838-1839), impreso en
Bogotá por Juan N. Triana, sobre este periódico ver: Loaiza Cano, (2011, pp. 69-70).
5
Uno de estos inventarios lo da Eduardo Posada Carbó en su artículo “¿Libertad, libertinaje,
tiranía? La prensa bajo el Olimpo Radical en Colombia”. Cfr. Posada Carbó, (2004).
6
Entre la lista de oficios que encontramos en la prensa, además de ebanistas y
tipógrafos, podemos mencionar: talabarteros, sastres, sombrereros, albañiles, cerrajeros,
torneros, fundidores, armeros, alarifes, pendolistas, joyeros, zapateros, relojeros,
polvorista, encuadernadores y tapiceros.
8
Según Germán Mejía para 1866 circulaban en Bogotá quince periódicos. Mejía
Pavony, (2000, p. 440).
9
El periódico El Obrero menciona el caso de 150 artesanos con falta de recursos que, al no
poder comprar cada uno su propia suscripción, tomaron quince para todos, con lo que les
correspondían diez ejemplares a cada uno.. El Obrero, Bogotá, 30 de julio de 1865, núm. 15.
10
La administración de correos, en la publicación titulada Movimiento postal en
la capital de la Confederación Granadina para el año de 1859 menciona que en el
trayecto entre Santa Marta y Bogotá la carga puede verse afectada por alguno de estos
inconvenientes, y señala que “puede suceder, que por la sequedad del rio u otros motivos
independientes de su voluntad, llegue a sufrir atraso en alguno de sus viajes”. Fondo
Pineda 948, pieza. 111, Biblioteca Nacional de Colombia. Así mismo en el Contrato
para la conducción de correos de la línea del Atlántico, de 1864, estipulan cómo proceder
15
En el folleto titulado A los autores de la publicación que contiene el programa de la
Sociedad Democrática “Obando” de San Jil” (1851) recrean esta acción: “Para saciarse
el Dr. Afanador i el señor José María Villareal […] prepararon una pueblada en la Villa
del Socorro para leer a gritos en las calles el papel que escribieron en contra nuestra
i además repartieron con profusión dicho papel en algunas Asambleas electorales al
tiempo de reunirse, sobre todo en Barichara”. Sala 2ª, núm. 9526, pieza. 1. Biblioteca
Nacional de Colombia.
16
La Alianza, Bogotá, 1 de noviembre de 1866, núm. 4: 20.
17
Un ejemplo de este tipo de novelas de folletín fue “El suplicio de una mujer:
comedia en tres actos” (1865) de Emile de Girardin (1806-1881) obra en francés que
fue traducida para La Alianza por José Leocadio Camacho. La Alianza, Bogotá, 20 de
diciembre de 1866, núm. 9: 36.
18
Como mencionamos anteriormente, el tema de la educación y el aprendizaje de
nuevas técnicas era un tema recurrente, un ejemplo de ello este el siguiente aviso
publicado en La Alianza “En el colegio de artes i oficios se ha organizado una escuela
para los hijos de los artesanos, en ella se enseña lectura, escritura, aritmética i gramática
castellana; i a los que quieran aprender un oficio se les enseña carpintería, ebanistería
i obras de torno”. 13 de febrero de 1867: 56.
19
“Nuestros deseos por la instrucción de la mujer”. La Alianza, núm. 4, 1 de noviembre
de 1866, p. 10.
20
La polémica suscitada entre José Leocadio Camacho, ebanista, y Miguel Samper,
reconocido escritor bogotano, en el periódico La República, a raíz de los artículos
publicados por Samper en El Republicano y luego impresos bajo el título de “La Miseria
en Bogotá” (1867) esbozan perfectamente la situación social en la que se encontraba
Bogotá durante los años 60 del siglo XIX. Pero también refleja las perspectivas, desde
sectores opuestos socialmente, sobre los artesanos.
Vale la pena señalar el papel desempeñado por los impresores ingleses Andres
21
22
Ver también el artículo de Gilberto Loaiza titulado “Manuel Ancízar y El
Neogranadino (1848)” que se encuentra en esa misma publicación.
23
Aunque la primera Sociedad de Ayuda Mutua se fundó en 1872, la base de estos
dos círculos mutuales era la de velar por el bienestar y proporcionar asistencia a sus
miembros en caso de enfermedad o muerte. Un ejemplo de ello nos lo proporciona el
periódico El Obrero “El día 15 de septiembre murió el artesano Policarpo Camacho. Se
nos ha informado que los señores Echeverría costearon sus exequias, solo porque había
sido obrero de su establecimiento. Agradecemos a los señores E. Su generosidad”. El
Obrero, Bogotá, 22 de septiembre de 1864: 2.
24
Una semblanza biográfica del artesano Manuel J. Barrera en La Alianza, Bogotá, 4
de abril de 1868, p. 1 y en Loaiza Cano, (2011, p. 111).
27
López Pinzón, Ambrosio, El desengaño, o, Confidencias de Ambrosio López primer
director de la Sociedad de Artesanos de Bogotá denominada hoi Sociedad Democrática.
Bogotá: Imprenta de Espinosa, por Isidoro García Ramírez, 1851.
28
El Nacional, Bogotá, 26 de febrero de 1867, núm. 144: 574-575.
29
La Republica, Bogotá, 2 de octubre de 1867, núm. 14: 55.
30
Rivas, puñal en mano, fue a reclamarle por un editorial en su contra: Pontón, Nicolás,
“Al público: tentativa de asesinato premeditado”. Bogotá: Imprenta Constitucional,
1867. Biblioteca Nacional de Colombia. Fondo Pineda 815, pieza 71,
31
La Alianza, Bogotá, 4 de mayo de 1867, núm. 21: 81.
32
Villareal, José María, Al criterio público, Socorro: Imprenta de Gómez y Villareal,
1851. Fondo Pineda 573, pieza. 359-360 Biblioteca Nacional de Colombia, (s. f.). Al
público, Bogotá, Imprenta de la Nación, 1857, Fondo Pineda 948, pieza. 86, Biblioteca
Nacional de Colombia.
33
La fonda de la Rosa Blanca fue un espacio que reiteradamente apareció mencionada
en la prensa artesanal como un lugar de reunión de sectores artesanos.
34
“Reglamento de la Sociedad de Unión de Artesanos”. La Alianza, Bogotá, 1 de
noviembre de 1866: 19-20.
35
La Alianza, Bogotá, 1 de noviembre de 1866: 19-20.
36
Terminadas las elecciones y ante el triunfo conservador de Mariano Ospina El
Artesano dejó de publicarse en su novena entrega. Ver también, Posada, (2004, p. 194).
37
El Artesano, Bogotá, 15 de junio de 1856, núm. 3.
38
En el artículo titulado “Los artesanos protejidos por ellos mismos” publicado en
El Obrero, se menciona como “los señores Ignacio Medrano y Francisco Portocarrero
Serna ha prestados mutuos i oportunos servicios a Ezequiel Villarraga (encuadernador)
proporcionándole los medios para que pudiera montar un establecimiento de
encuadernación”, 5 de sept. 1864, núm. 5
39
Cáceres, Juan de M. “Conducta que debemos observar los hijos del pueblo cuando
se trate de elecciones” “Debemos obrar libremente en el nombramiento de nuestros
representantes pues es la idea más triste, que en un país republicano, donde el derecho del
hombre es Canon sagrado, nos dejemos alucinar por el dicho ajeno, cuyo fin es el cuartarnos
la libertad de votar por hombres aptos i honrados”. El Obrero, 1864, núm. 5, sept. 5.
40
Estévez, Rafael, “Carta Segunda”. El Obrero, Bogotá, 5 de septiembre de 1864, núm. 5.
Lectores y lecturas
Para entender el surgimiento de este tipo de publicaciones escritas por, y
para los artesanos, hay que partir del supuesto de la existencia de un nuevo
público lector, producto de un cambio que amplió los límites culturales
y políticos, tradicionalmente restringidos al mundo de las élites. Dicho
cambio no solo fue posible por la participación en un proceso educativo
enfocado a superar los obstáculos mínimos —leer y escribir— que les
impidieron un acceso a la participación ciudadana; sino también por la
conformación de un espacio público donde la lectura empezó a adquirir una
mayor importancia, “permitiendo la formación de una opinión basada en
el examen crítico de cada ciudadano-lector” (Morel, 1998, p. 311). Leer se
plantea entonces no solo como un medio para acceder a la norma jurídica,
sino también para construir la opinión pública. En un artículo titulado
“Guardias municipales” los redactores de La Alianza llaman la atención
sobre la amenaza que representa el analfabetismo entre los artesanos:
Los partidarios del Libre cambio vieron que era demasiado y trabajaron
con infernal empeño hasta demoler esos establecimientos y aniquilar sus
rentas para que las masas no se fanatizaran y comprendieran mejor las
ventajas del republicanismo. La obra quedó cumplida, y por una lastimosa
ceguedad, el pueblo permitió la destrucción de esos institutos que habían
sido creados por él y para él.42
Por ello, el papel desempeñado por los lectores resulta a todas luces
esencial para entender el rol de la prensa como una herramienta trans-
formadora de una sociedad. Para el caso brasileño Marco Morel (1998,
p. 310) escribió sobre la génesis de la opinión pública moderna, y en
su artículo hace un análisis sobre el perfil del público lector que puede
llegar a sernos útil para nuestro tema. En su concepto, el hecho de ser
suscriptor en los orígenes de la prensa periódica era ya de por sí un gesto
lleno de significado, considerándolo como un “acto de opinión que tenía
el peso de una opción política” (p. 312). En otras palabras, la lectura que
se hacía de uno u otro impreso condicionaba la identificación ideológica.
Sin embargo, la relación —simbólica— que se estableció entre el lector
y el redactor, también es susceptible de ser analizada mediante el juego de
imágenes espejo y espejismo: Así, el redactor se encontraba en la difícil tarea
de construir y consolidar no solo una posición sino una identidad —para
La triada: Madiedo-Pontón-Barrera
El trabajo asociativo y cultural de artesanos como José Leocadio Camacho
se desarrolló paralelo con personajes a los que ya hemos hecho referencia
anteriormente, como Ambrosio López, Cruz Sánchez, Félix Valois Ma-
dero, Nicolás Pontón o Manuel de Jesús Barrera. Sin embargo, una de
las alianzas más interesantes y fructíferas, por la producción impresa que
nos legó, fue la que se dio entre los impresores Nicolás Pontón y Manuel
de Jesús Barrera con el escritor cartagenero Manuel María Madiedo.
Lo que expresa la tabla 2 resultó del inventario que se le hizo a Manuel
María Madiedo alrededor de las publicaciones en que participó, ya fuera
como colaborador, editor o redactor, entre 1863 y 1873 (pues resultaba
llamativo su constante colaboración en distintas publicaciones artesanales)
y el cotejo de esta información con la actividad que por la misma década
mantuvieron Manuel de Jesús Barrera y Nicolás Pontón. Al seguirles la pista
de su trabajo se puede analizar cómo funcionó esta alianza entre artesanos
y miembros de la élite, permitiéndoles mantener una presencia constante
en el mundo de la prensa escrita capitalina en las décadas de 1860 y 1870.
De las veintisiete publicaciones en las que aparece alguna participación
de Madiedo, en las colecciones de la Biblioteca Nacional de Colombia
y la hemeroteca de la Universidad de Antioquia, en nueve de ellas lo en-
contramos asociado, o con Nicolás Pontón, o con Manuel de J. Barrera;
43
Henri Saint-Simón y Pierre-Simón Ballanche ambos pensadores muy influenciados por
el pensamiento cristiano, coincidieron en la esperanza de una nueva era de regeneración
espiritual y social, una reconciliación universal que implicaba la solidaridad de clases y
sexos, su interés en el progreso industrial y científico, así como la abolición de la pena
de muerte y la guerra. También son reconocidos por su interés en la mejora de las
condiciones de vida tanto de la mujer como de los artesanos.
Fechas Filiación
Periódico Ciudad Madiedo Pontón Barrera
extremas política
Artesano- Redactor
La Alianza 1866-1868 Bogotá Colaborador Impresor
conservador en jefe
Conservador
El Bogotano 1863-1866 Bogotá Redactor Impresor --
madiedista
Religioso Redactor
El Catolicismo 1868-1869 Bogotá Impresor --
filosófico principal
Conservador
El Conservador 1863-1866 Bogotá Colaborador Impresor, --
laico director
El Correo de los Ene.- Jul. Bogotá Conservador Colaborador Editor
Estados 1871 empresario Impresor
La Ilustración45 1870-1875 Bogotá Conservador Redactor Editor,
madiedista impresor ---
El Monitor 1864-1865 Bogotá Conservador Colaborador -- Impresor
Industrial
La Prensa 1866-1869 Bogotá Conservador Colaborador Impresor,
redactor
La Voz de la Sep.-Feb, Bogotá Doctrinario Redactor en -- editor
Patria 1864 católico jefe
44
Fuente: Uribe, M. T. & Álvarez, J. M. (1985). Cien años de prensa en Colombia 1840-1940.
Medellín: Editorial Universidad de Antioquia; Colombia. Ministerio de Cultura, Biblioteca
Nacional de Colombia. (1995). Catálogo de publicaciones seriadas siglo XIX. Bogotá: Instituto
Colombiano de Cultura.
Conclusiones
El estudio de la prensa artesanal durante la segunda mitad del siglo XIX
nos ha permitido llegar a algunas conclusiones. El primer punto que ha-
bría que destacar es la importancia de este tipo de impresos en el análisis
e interpretación de las expresiones culturales e intelectuales de grupos
sociales que no han sido abordados desde esta perspectiva de análisis.
No obstante, a pesar de la variedad de fuentes escritas que nos permiten
adentrarnos más en la influencia y el papel que ejerció la prensa sobre la
opinión artesanal, no deja de ser un tema difícil de abordar, debido al
inconveniente que representa la falta de archivos de todos estos periódi-
cos, así como la ausencia de información concerniente a la tirada de las
diferentes publicaciones, o la cantidad y tipo de suscriptores. Además,
las publicaciones periódicas escritas no fueron el único medio de comu-
nicación. En efecto, como mencionamos anteriormente, coexistieron
con otros tipos de impresos como el pasquín y las hojas sueltas, y por
supuesto, los medios orales.
Referencias
Altamirano, C. (2008). (Dir.). Historia de los intelectuales en América Latina
I. La ciudad letrada, de la conquista al modernismo. Buenos Aires: Katz.
Barcia, R. (1880-1883). Primer diccionario general etimológico de la lengua
española. Madrid: Establ. Tip. de Álvarez Hermanos.
Colombia. Ministerio de Cultura, Biblioteca Nacional de Colombia. (1995).
Catálogo de publicaciones seriadas siglo XIX. Bogotá: Instituto Colombiano
de Cultura.
Introducción
El presente capítulo ofrece una lectura de la prensa publicada durante la
primera mitad el siglo XIX en el actual departamento de Antioquia en
Colombia. La revisión de sus páginas nos ha invitado a pensarlas como es-
pacios de sociabilidad en donde se construyeron formas de opinión sobre la
gente de Antioquia y sobre otras partes del mundo. Los principales artífices
de esas formas de opinión, que también pueden ser llamadas imaginarios
sociales, fueron las élites intelectuales. Hombres ilustrados en contacto con
Europa y con el resto de América, apasionados por los procesos de las
independencias hispanoamericanas, movieron sus saberes y sus poderes
para establecer en Antioquia, particularmente en los tres grandes centros
del momento —Medellín, Rionegro y Santa Fe de Antioquia— posturas
políticas frente al nuevo orden republicano que surgía en medio de las
tradiciones coloniales. Lucharon y escribieron, se organizaron y publicaron
499
textos para defender concepciones sobre sí mismos que les permitieran ob-
tener reconocimiento e impulsar y apoyar sus acciones en diferentes campos
de la vida social mientras que a la vez configuraban y reconfiguraban con
ello sus imaginarios de identidad: colonización de tierras, instituciones
sociales cristianizadas, autonomías políticas y reformas educativas para las
artes y las letras, entre las más importantes. Veamos algunas pistas de cómo
las élites de Antioquia hicieron ese proceso editorial, literario y periodístico
a partir de 1814 cuando circuló el primer periódico de Antioquia, hasta
mediados del siglo XIX cuando ya habían logrado fabricar en los diferentes
tipos de impresos un imaginario de identidad defendido desde entonces con
ahínco por poetas, científicos, artistas, ensayistas y opinión pública de la
región hasta el día de hoy. La prensa de la primera mitad del siglo XIX fue
en consecuencia un espacio privilegiado por las élites para autodefinirse y
diferenciarse de otros, de las demás regiones de Colombia y de lo que fueron
llamando los antropólogos decimonónicos “las razas inferiores”. Gracias a
la prensa, y a todos los demás medios y escenarios que permitieron la pro-
ducción y circulación de imágenes mentales de y sobre “los antioqueños”,
hemos podido seguir la historia de los imaginarios de identidad en Antioquia
y elaborar de esa manera una mirada no exclusivamente regionalista en el
marco de Euroamérica.2
En resumen, en muchos de los periódicos del siglo XIX hemos podido
encontrar los adjetivos propios de los discursos identitarios. En lo que
concierne a la primera mitad, debemos al menos decir que no fueron pocos
los ejemplares de prensa que circularon por los pueblos de la región. Casi
todos editados e impresos en Medellín, pero también en algunas pobla-
ciones vecinas como lo dijimos antes, eran luego enviados a sus agentes y
suscriptores. Dichos periódicos fueron el principal escenario en el que se
inició la consolidación del imaginario de identidad regional en Antioquia.
Son muchos los rastros que hemos encontrado; ellos constituyeron una
2
Remitimos a nuestro trabajo Progresar y civilizar. Imaginarios de identidad y élites
intelectuales de Antioquia en Euroamérica, 1830-1920, Medellín, Fondo Editorial
Universidad EAFIT, 2009, 463 p.
Es claro i evidente que el Chocó nada puede hacer por su propia pros-
peridad, i mucho menos por el estenso territorio que en el bajo Atrato
clama por población, civilización e industria. [...] El gobernador de aquella
provincia espone que sólo dos escuelas en toda ella se hallan en actividad, i
que las demás se encuentran en receso, por falta de recursos pecuniarios. La
industria minera carece de estímulo, de método i de actividad; el réjimen
político de hombres aptos e ilustrados; la agricultura es absolutamente
nula. [...] Dudamos que pueda competir en el particular con la provincia
de Antioquia. Antioquia por su cercanía, población, riqueza i espíritu em-
prendedor, puede directamente por sí misma, e indirectamente llamando
i protejiendo una inmigración considerable, proporcionar al bajo Atrato
una prosperidad creciente, i conquistar por medio de la civilización y el
beneficio de toda la República, este interesante país. [...] Dudamos que
en el Chocó haya alguno que no prefiera agregarse a la culta, industriosa i
progresiva Antioquia, más bien que pertenecer a la condición estacionaria
del salvaje estúpido e indolente contemplador del incalculable suelo virjen
que se estiende en las marjenes del majestuoso Atrato.4
Impresos periódicos en Antioquia durante la primera mitad del siglo XIX 501
de beneficiar aquellos terrenos ahora desiertos i que sólo nosotros como
más vecinos podemos desmontar i poblar: decimos política por la urgente
necesidad que hai ya de mostrar nuestra población de raza española i mes-
tiza en esa costa donde algunas tribus de indígenas que la habitan pueden
servir de pretesto a una usurpación extranjera.5
La tradición de lectura
La tradición de lectura de textos impresos en la región de Antioquia
durante el siglo XVIII se puede circunscribir mayoritariamente a las
diferentes producciones de la iglesia católica, tales como sermones, tra-
tados, escritos, rezos y catecismos producidos en las escazas imprentas
de las comunidades religiosas. Parece ser que el primer impreso de autor
regional se refirió a un sermón clerical sobre Ignacio de Loyola, del padre
Juan de Toro y Zapata, publicado en Zaragoza, España en 1644.8
Ahora bien, para hablar propiamente de un comienzo de tradición de
lectura sostenida de impresos periódicos debemos hacer referencia al Papel
Periódico de Santafé de Bogotá, dirigido por el bibliotecario y humanista cubano
5
El Antioqueño Constitucional, núm. 68, 1847, p. 275.
6
El Amigo del País, 1846, p. 2.
7
Constitucional de Antioquia, núm. 50, 1833, p. 6.
8
Ver: Mesa, (1898, p. 141); Fajardo, (2008, p. 60).
Impresos periódicos en Antioquia durante la primera mitad del siglo XIX 503
a gobernarse. La misma Constitución definió la religión católica como
la religión del estado.9
Ahora bien, a la preparación intelectual, pensamiento ilustrado y vínculos
culturales con la capital virreinal se sumaba el interés que la élite de Antio-
quia demostraba por los periódicos a los que se afilió. Por los suscriptores
de dos periódicos capitalinos, el Papel Periódico de Santafé de Bogotá y el
Semanario del Nuevo Reino de Granada (1808-1811), se conoce el interés
por ese nuevo tipo de publicaciones. En efecto, en el primer impreso, de 53
suscriptores provinciales en 1791, ocho pertenecían a Medellín; mientras
que en el segundo, de 93 suscriptores, contaba con siete en Santa Fe de
Antioquia y cinco en Medellín.10 Algunos de sus más importantes letrados,
como el jurista y profesor de filosofía natural José Félix de Restrepo y el
abogado José Manuel Restrepo, participaron con artículos referidos a la
riqueza y al futuro de la provincia en sendos periódicos.
Es importante anotar que antes de la publicación de la Gazeta Minis-
terial de Antioquia, en 1814, las noticias se conocían leyendo periódicos
traídos de Las Antillas y Centroamérica. La necesidad de conocer los
sucesos europeos y la suerte de la Corona española, con la invasión na-
poleónica a la península, avivaba el ansia de noticias y la adquisición de
papeles e impresos de todo género.11 Las élites de Antioquia, conscientes
9
Ver Constitución del Estado de Antioquia, sancionada el 3 de mayo de 1812, en el
sitio web de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Saavedra, en la sección “Cons-
tituciones hispanoamericanas”. Su artículo 3 dice: “La libertad de la imprenta es el
más firme apoyo de un gobierno sabio y liberal; así todo ciudadano puede examinar
los procedimientos de cualquiera ramo de gobierno, o la conducta de todo empleado
público, y escribir, hablar, e imprimir libremente cuanto quiera; debiendo sí responder
del abuso que haga de esta libertad en los casos determinados por la ley”. Y su preámbulo
establece que “El pueblo de la Provincia de Antioquia y sus representantes reconocen
y profesan la Religión Católica, Apostólica, Romana como la única verdadera: ella
será la Religión del Estado”. Recuperado de http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/
SirveObras/01338386433137061867680/p0000001.htm#I_0_
10
Ver: Silva, (1992, p. 29); Safford, (1989, p. 144).
11
Véanse las referencias con respecto de otros periódicos en los índices de los textos
publicados en los dos primeros periódicos de Antioquia en 1814 y 1815.
12
El Archivo José Manuel Restrepo se puede consultar microfilmado en la colección
FAES, actualmente en la Biblioteca de la Universidad EAFIT, en Medellín.
13
Manuel María Viller Calderón vino de Cartagena con la primera imprenta oficial
que se instaló en la región de Antioquia en 1814, gracias a uno de los originales actos
legislativos de la nueva región independiente que quería mostrar al mundo su reciente
condición de autonomía. De acuerdo con algunos datos provenientes de los catálogos
de las bibliotecas colombianas sabemos que este impresor siguió trabajando durante
los años de la reconquista española en Antioquia (1816-1819), pues de su taller, que
era en ese momento la Imprenta Real, salió una obra para festejar el cumpleaños del
rey: Relación de las fiestas con que la M.N. y M.L. Villa de Medellín, en la Provincia de
Antioquia solemnizó el día 14 de octubre de este presente año de 1816 en memoria del
nacimiento de Nuestro Augusto y Amado Soberano, el Señor Don Fernando VII que Dios
guarde. Luego, en el año de 1826 Viller se encontraba en Bogotá y allí continuó su
oficio de impresor después de haber dirigido la Imprenta del Gobierno hasta 1822 en
Medellín, quedando en la región de Antioquia la imprenta de Manuel Antonio Balcázar
como la única activa hasta 1832, cuando de nuevo se encuentra a Viller Calderón, en
Medellín, como impresor del Constitucional Antioqueño.
14
Tal parece que editaron otros periódicos en la misma época de Estrella de Occidente,
pero que no han sido encontrados físicamente. Entre esos periódicos están El Censor
de 1815, El Correo Extraordinario y El Meteoro, del mismo año, ver Puerta, (1963).
Impresos periódicos en Antioquia durante la primera mitad del siglo XIX 505
En general, los editores y gobernantes encontraron en los comerciantes
importantes aliados para la distribución y difusión de los periódicos, por
eso los suscriptores de la Gazeta Ministerial eran recibidos, por ejemplo,
en la tienda del comerciante Manuel Tirado en Medellín, quien vendía
también los números sueltos. Por fuera de la ciudad y de la provincia de
Antioquia se admitían los suscriptores en las administraciones de correos.
Si revisamos los índices de la Gazeta Ministerial de Antioquia encon-
tramos noticias externas a la región, provenientes de periódicos foráneos
como el Mensagero de Cartagena, el Argos de la Nueva Granada o El
Republicano de Tunja. También se encuentran traducciones de autores
como Saint Pierre, Rousseau, Montesquieu o Tomas Payne. Como puede
verse, las conexiones con el mundo no eran insignificantes a pesar de las
precarias condiciones técnicas para producir periódicos en Antioquia.
Escribir, imprimir y difundir ideas modernas se volvió una tarea esencial
para estas élites intelectuales euroamericanas.
Ahora bien, en el contexto euroamericano de comienzos del siglo XIX
es importante tener en cuenta que a la cultura moderna, ilustrada y re-
volucionaria de los redactores se adjuntó la tradición humanista clásica.
Esta se manifestó en las sentencias de autores antiguos que se leen en
el frontispicio debajo del título de la Gazeta Ministerial y de la Gazeta
Provincial de Antioquia. En el primer papel apareció una sentencia de
Lucrecio, y en el segundo, una de Virgilio. Esta costumbre se generalizó
en otros impresos: el Papel Periódico con máxima de Livio y otros, el
Diario Político con Tito Livio, El Efímero, de Cartagena y el Semanario
Ministerial con Tácito, y el Aviso al Público con Ovidio.
La noción “patria” se presentó en el periódico con un corto escrito del
filósofo francés Jeans-Jacques Rousseau, El amor a la Patria, y las reflexio-
nes del ideólogo norteamericano Tomas Payne “al tiempo de su guerra de
independencia”. Como lo ha señalado con acierto el historiador Renán Silva,
(1988, p. 165), la noción “patria” fue incorporándose hasta el punto en que
se convirtió en “un representante imaginario de los intereses generales y […]
una forma de voluntad colectiva, así este colectivo hubiera estado siempre
restringido al ámbito de los grupos dominantes en la sociedad local”.
La década de 1820
Sobrepasados los difíciles momentos de la reconquista española y al
reiniciarse la emisión de prensa en la región con El Eco de Antioquia, en
1822, el país accedía a la vida republicana enfrentando dos problemas
Impresos periódicos en Antioquia durante la primera mitad del siglo XIX 507
económicos: requería recursos para continuar y extender la guerra de
liberación hacia el sur y necesitaba reconstruir la economía nacional
resquebrajada por la misma guerra. El hecho de que El Eco de Antioquia
fuera el único medio impreso en la provincia en la década del 20, es
resultado, en parte, de esa situación general. A lo anterior se agrega la
posición de dependencia política de la provincia con Bogotá, dada su
pertenencia administrativa al departamento de Cundinamarca en la lla-
mada Gran Colombia hasta 1830. Dicha dependencia fue definitiva para
que la influencia periodística de la capital se sintiera con mayor fuerza. El
interés del poco público lector fue copado en mayor medida, aunque no
satisfecho, por los medios periodísticos capitalinos y de otras ciudades.
Tres años antes de publicar El Eco de Antioquia, se editó en Medellín,
en la imprenta de Calderón, la Gazeta Provincial de Antioquia, de corta
vida, pues sólo circularon cinco números. Su director fue José Manuel
Restrepo, quien había regresado de su exilio en Jamaica y Estados Unidos.
Se encargó del gobierno de la provincia por nombramiento del general
José María Córdoba y dejó plasmado en el periódico los primeros decretos
del gobierno republicano y el acto solemne de recibimiento a Bolívar por
la población de Bogotá, después de la batalla de Boyacá. Según la lista de
patriotas rebeldes realizada por el comandante realista Francisco Warleta,
en 1816, don José Manuel Restrepo figuró como colaborador de la Gazeta
Ministerial, pues entre los cargos mencionados estaba el de “gacetero”.
En su marco jurídico, la libertad de imprenta estuvo contemplada
en 1821 como un derecho individual, pues la Constitución definió que
“Todos los colombianos tienen el derecho de escribir, imprimir y publi-
car libremente sus pensamientos y opiniones, sin necesidad de examen,
revisión o censura alguna anterior a la publicación. Pero los que abusen
de esta preciosa facultad sufrirán los castigos a que se hagan acreedores
conforme a las leyes”.15 De allí que una de las principales preocupacio-
nes del ideario republicano buscaba enseñarle a leer a la población en
SirveObras/01361686446795724200802/p0000001.htm#I_1
Impresos periódicos en Antioquia durante la primera mitad del siglo XIX 509
propósitos educativos: publicación de reglamentos para el “gobierno de
las cátedras”, planes de estudio y programas de los exámenes públicos,
entre otros. La imprenta estuvo activa, a pesar de no ser utilizada para
publicar periódicos. Distintos papeles fueron editados en forma de
volantes, libelos, anuncios o pequeños cuadernillos. De acuerdo con el
viajero y naturalista francés, Augusto Le Moyne, los libelos tenían otro
nombre, “ensaladillas”, y constituían una ocasión para hacer circular las
opiniones de unos y otros:
En la coyuntura de 1831
La prensa recoge el carácter y la experiencia de la agitación política que
giró al calor de temas controvertidos y fuertes personalidades como San-
tander y Bolívar. Sectores, grupos y facciones con diferentes propuestas de
gobierno empiezan a aglutinarse y la prensa se va tornando en elemento
cohesionador de sus intereses. Los grupos bolivarianos, reunidos en la
provincia de Antioquia, a imagen de la capital y otras provincias, decidie-
ron sostener la justeza de sus ideas, extender su movimiento y conquistar
adeptos para el nuevo gobierno a través de la creación de un periódico:
La Nueva Alianza. Le quedaban pocos días de vida al general Bolívar y
sus seguidores en Antioquia decidieron imprimir una nueva publicación
periódica como complemento y apoyo a la fuerza de las armas. Esta fue
editada desde el 21 de noviembre de 1830 hasta mediados del mes de abril
del año siguiente, cuando fue recuperado el gobierno local por el coronel
Salvador Córdoba durante la guerra civil que enfrentó la desaparición de
Bolívar y la República de Colombia. Conocemos algunos detalles de los
modos de difusión de periódicos en esta década, gracias a los avisos que
indicaban los agentes encargados de su distribución.
Impresos periódicos en Antioquia durante la primera mitad del siglo XIX 511
Para el caso de La Nueva Alianza, sus distribuidores se ubicaron en las
tres principales ciudades de la provincia: en Antioquia el comerciante
Pablo Pardo, en Medellín en la tienda de Clemente Jaramillo, y en Rio-
negro en la imprenta del propio impresor, Manuel Antonio Balcázar.17
Según el periódico, los editores eran el coronel italo-piamontés Carlos
Castelli y un eclesiástico que “para honor del clero antioqueño debemos
decir que no es de aquí”.
Con la publicación de La Nueva Alianza se consolida la carrera de im-
presor de Manuel Antonio Balcázar, de gran importancia para la región,
pues bajo su coordinación se publicaron la gran mayoría de periódicos
y papeles surgidos en la primera mitad del siglo XIX. La imprenta, que
funcionó en Rionegro en la década de 1830, estuvo a su cargo y fue traída
por iniciativa de la élite de la ciudad. Balcázar era director de la escuela
lancasteriana local y tenía, además, la experiencia requerida, que obtuvo
al lado de Francisco José de Caldas en Bogotá en 1811 con el Semanario,
y en 1814 con la Gazeta Ministerial en Antioquia.
En la misma década surgió el Constitucional Antioqueño. Sus editores
eran representantes de los intereses de las élites más exitosas en los ne-
gocios y en las luchas políticas regionales y empezaban a promover en la
opinión general la idea de una manera de ser particular de los antioqueños
así como un sentimiento de una posible autonomía frente al centralismo
de Bogotá. Aseguraban además que El Eco de Antioquia no había hecho
sino sostener “un gobierno intruso, difundir las teorías más absurdas y
antisociales, y aconsejar un bárbaro sistema de persecución contra los
patriotas, confundiendo siempre el dictado de liberal con el de asesino”.18
Por eso, después de los enfrentamientos provocados por el coronel Sal-
vador Córdoba en su “breve revuelta militar contra el gobernador Juan
Santana, la que triunfó en menos de un mes” (Melo, 1988, p. 101), las
17
La Nueva Alianza, como la gran mayoría de los periódicos que tenían pretensiones
de larga duración, anuncia en su primera página quiénes eran sus agentes y en qué
localidades estaban ubicados.
18
Constitucional Antioqueño, Suplemento al núm. 7, 15 de mayo de 1831.
Impresos periódicos en Antioquia durante la primera mitad del siglo XIX 513
de El Ciudadano suscitó reacciones en algunos círculos políticos y motivó
la creación de periódicos adversarios que lo tildaban de difamador porque
“sólo se emplea en desacreditar algunas personas de representación para
disolver los lazos que unen al pueblo con sus magistrados”.20
Las continuas polémicas desatadas por El Ciudadano con los otros
periódicos aumentaron rápidamente el caudal de suscriptores, partidarios
y simpatizantes. Lo que creó la envidia de sus rivales de turno y fue, igual-
mente, muestra de un anhelo de expresión que necesitaba de un medio
que ejerciera reivindicaciones geográficas, económicas, sociales, políticas
y culturales para la región de Antioquia. Los editores recibieron con gran
satisfacción la muy buena acogida del público por “el anhelo con que
se solicita y la multitud de abonados con que ya cuenta, a pesar de que
sólo hemos dado el primer número”; y añaden que también les ha sido
placentero recibir varios comunicados apoyando su prospecto porque
prueban que el periódico está “con la opinión pública que es el objeto
de nuestras aspiraciones”.21
Puede asegurarse por lo tanto que los enfrentamientos políticos y la
defensa de intereses grupales encontraron en los periódicos un arma
de gran calidad. A los vituperios que un bando profería contra otro se
añadían adjetivos sobre la opinión que “los antioqueños” se construían
de sí mismos, de manera tal que cada bando y cada periódico aseguraba
con facilidad defender y representar los intereses de “la raza”.
El resaltado es nuestro.
23
Impresos periódicos en Antioquia durante la primera mitad del siglo XIX 515
se posesionaron con gran prestigio e influencia. No obstante, gracias a la
iniciativa oficial apareció en la provincia El Constitucional Antioqueño, en
abril de 1832, en la imprenta de Manuel María Viller Calderón, quien
tuvo que dejar su imprenta por enfermedad y delegar su responsabilidad
en Balcázar, a partir del número 5, pero con el nombre de Constitucional
de Antioquia hasta su finalización en enero de 1837.
Después de las dificultades de funcionamiento que tuvo la prensa oficial
por la guerra de los Supremos (1839-1842), nació El Antioqueño Constitu-
cional, con un claro tono de tendencia conservadora acorde con la opinión
política más general en Antioquia. Apareció el 6 de septiembre de 1846 con
la dirección del abogado Hermenegildo Botero. Dos años después, en su
número 116, cambió de nombre por el de La Estrella de Occidente, como
homenaje para aquel impreso oficial que había hecho parte de la primera
época de la prensa en Antioquia. Botero, en el momento de asumir la di-
rección del órgano oficial, se desempeñaba como secretario del gobernador
conservador Mariano Ospina Rodríguez, uno de los principales artífices
de los imaginarios de identidad de las élites de Antioquia durante gran
parte del siglo XIX. En sus editoriales se incluyeron varios escritos del
dirigente conservador y de sus copartidarios, en algunos de los cuales
establece criterios que producen ardua polémica con los periódicos libe-
rales que se oponían con beligerancia al gobernador Ospina Rodríguez,
como El Amigo del País y El Censor.
Las suscripciones al Constitucional de Antioquia aumentaban y le permi-
tían consolidarse como el principal impreso generador de opinión pública
en la primera mitad del siglo XIX en Antioquia. Así, en abril de 1832 con-
taba con cien suscriptores, en 1833 con 124 y en marzo de 1836 con 244
abonados. En 1856, el polémico escritor y liberal Juan de Dios Restrepo,
“Emiro Kastos”, señalaba que un periódico, del partido que fuese, jamás
contaba con más de 290 suscriptores. Situación que lamentaba y criticaba
porque “semejante hecho prueba indiferencia por los intereses generales
o un idiotismo lamentable”. Y agregaba, pensando en un aumento de la
población letrada y creando al mismo tiempo eslabones de opinión: “Es
que aquí los intereses de sociedad y de patria no tienen sacerdotes: nadie
No puedes figurarte amigo, los entripados que paso, el día que sale el
Constitucional, o llega correo de afuera; ya recados de Don Fulano, ya de
Don Sutano, y ya de Don Perano, para que les mande los impresos que
tenga, los cuales después de haberlos leído, con toda la paciencia que sus
inútiles doblones les garantizan, los prestan a otros Don Miserias que son
de su misma calaña: así de mano en mano, no hay papel que a las dos
vueltas no esté de la vista de todos los diablos. Esta sola consideración,
24
Emiro Kastos, “Cartas a Camilo Antonio Echeverri”. En: El Pueblo, núm. 41,
mayo 29 de 1856.
25
Constitucional de Antioquia, núm. 30, diciembre 16 de 1832.
26
A finales de 1835, Balcázar achacaba la “notable decadencia de su establecimiento y
créditos” a “no poder recaudar las suscripciones al tiempo estipulado, ni el valor de las
impresiones (que es de donde subsiste) al entregar las obras, sino después de algunos
rodeos”, “Aviso”, en: Constitucional de Antioquia, núm. 149, 30 de diciembre de 1835.
Impresos periódicos en Antioquia durante la primera mitad del siglo XIX 517
si tuvieran vergüenza, los estimularían para suscribirse a los periódicos,
pero no señor, para ellos, es lo mismo mandarlos rotos, mugrientos y hasta
garabateados; más esto no es estraño puesto que no se les da nada mendi-
garlos de hombres que no tienen la centésima parte de las proporciones
que ellos: si te mentara por sus nombres y apellidos los que así quieren
saberlo todo a costillas ajenas, no me lo creerías; son hombres padres de
familia, ricos, de más de 10 mil pesos, que por su propio interés, deben
ponerse al corriente siquiera de los negocios de la provincia.27
“Sólo por las polémicas con otros periódicos es posible identificar el director de
28
La prensa libre
Paralelamente a la prensa oficial estuvieron circulando en Antioquia
algunos periódicos creados por particulares, gente de las élites pero que
por sus posiciones partidistas, convicciones personales, de formación o
lealtad familiar constituyeron lo que podría llamarse hoy “proyectos pe-
riodísticos privados”. Su trayectoria se realizó paralelamente al programa
de los periódicos oficiales, polemizó con ellos y se granjeó simpatizantes
entre el público por su “censura moderada” o sus acérrimos ataques a los
funcionarios y sus actos. Se podría decir que alrededor de esos periódicos
y agentes de prensa, paralelos a los oficiales, se conformaron otros sectores
políticos e intelectuales.
Un buen ejemplo de lo anterior es La Miscelánea de Antioquia. Fue crea-
da en abril de 1835 y dirigida por José María Martínez Pardo y su primo
Víctor Pardo Salcedo en Santa Fe de Antioquia. Corrió simultáneamente
Impresos periódicos en Antioquia durante la primera mitad del siglo XIX 519
con el Constitucional de Antioquia y fue, durante algunos meses, el único
periódico en circulación a finales de la década de 1830. En sus temáticas
de fondo incluyó descripciones geográficas, temas de historia, agricul-
tura, economía política y otros tópicos; extendiéndose en 42 números
por un lapso de tres años y medio. Debido a sus variados temas tuvo una
acogida favorable en ciudades como Bogotá, Popayán y Cartago, a pesar
de algunos problemas de circulación.29
Martínez Pardo fue un doctor graduado en el Colegio Mayor de San
Bartolomé en Bogotá, se dedicó con fervor a la educación, impulsó el
Colegio Seminario de Santa Fe de Antioquia como vicerrector, impar-
tiendo algunas clases de matemáticas, filosofía y medicina. En su labor
educativa estuvo acompañado por el obispo liberal e ilustrado Juan
de la Cruz Gomez Plata, lo mismo que en su labor como periodista,
pues durante la existencia de La Miscelánea se publicaron pastorales,
discursos y descripciones de algunas visitas a su grey. Para este grupo,
en el cual estuvo incorporado en ocasiones como escritor Mariano
Ospina Rodríguez, según sus propias palabras no era muy agradable
la controversia con otros periódicos, ni dar respuesta a los lectores que
los motejaban de copistas.30
En los periódicos El Amigo del País y El Censor, se presentó una gran
polémica política con el Antioqueño Constitucional entre 1845 y 1849.
Después de la guerra de los Supremos (1839-1842) se habían definido
mejor los sectores liberales y conservadores en la provincia, concretándose
29
“Oímos con frecuencia a muchos suscriptores a los periódicos provinciales quejarse
que no les vienen sus números con regularidad i a tiempo. Sus corresponsales les anun-
cian la remisión de los impresos, i ellos no aparecen. Sin duda alguna sufren retardo en
alguna administración de correos o toman dirección para otra parte”. La Miscelánea de
Antioquia, núm. 7, Antioquia, octubre 20 de 1835, p.104.
30
“No es mui agradable para nosotros tener que sostener controversia sobre puntos en
que estamos discordes con los editores de otros periódicos”. La Miscelánea de Antioquia,
núm. 14, 1835, p. 229. “Algunos de nuestros lectores sin duda de los medios ilustrados
nos motejan de que en nuestra MISCELÁNEA no ponemos más que artículos copia-
dos”. La Miscelánea de Antioquia, núm. 24, marzo 20 de 1837, p. 397.
Impresos periódicos en Antioquia durante la primera mitad del siglo XIX 521
de San Bartolomé. Era un hombre ilustrado y de activa participación
política, intelectual y educativa en las instituciones de Medellín.
Facio Lince estaba a la cabeza de la agrupación literaria, científica y
de “progreso material”, La Sociedad Amigos del País, que fundó el perió-
dico del mismo nombre en septiembre de 1845. Papel quincenal que
alcanzó a salir con 37 números en dos años. Uno de los redactores de El
Amigo del País fue Nicolás F. Villa, también abogado, educador, liberal
y forjador de opinión. Eso le permitió vincularse a la oficialidad de la
región y trabajar para ella como secretario cuando esta pasó a manos del
gobernador liberal Jorge Gutiérrez de Lara en 1849. Este periódico re-
presenta muy bien el tipo de modernidad política republicana y católica
que se ha construido en Colombia desde los procesos de independencia
de España. Por eso, El Amigo del País no tiene ningún inconveniente
en propender por importantes principios liberales y al mismo tiempo
defender las tradiciones católicas:
33
Sobre estos acontecimientos entre liberales y conservadores, ver: Restrepo, (1992,
pp. 79-81).
34
Antioquia Libre, núm.1, Medellín, sábado 11 de junio de 1841.
Impresos periódicos en Antioquia durante la primera mitad del siglo XIX 523
de 1851, fue uno de los que más duró, pues de El Federal lo mismo que de
La Época, sólo alcanzaron a imprimirse tres números en veinte días.
Los sectores más beligerantes entre los conservadores tuvieron especiales
inclinaciones a combinar religión, identidad y política. Así lo hicieron
en El Federal, cuando escribían fomentando el honor del “pueblo antio-
queño” y cuando escogieron una sentencia a la vez nacionalista, popular
y cristiana para ilustrar su nombre:
“Soporta a veces un pueblo la opresión, jamás el insulto, porque si bien
su elemento es el sufrimiento, no lo es la humillación”.
Su pretensión popular indicaba una disputa política por controlar los
nuevos sectores que podían definir los resultados electorales o los respaldos
en armas y en hombres cuando los levantamientos llevaban a la guerra:
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C
omo respuesta a la generosa petición de los editores y no obstante
que durante la última década he escrito poco en torno a la esfera
pública, —por concentrarme en temas de historia constitucional
y en un largo estudio comparado sobre la historia de la violencia domésti-
ca—, acepté gustosamente escribir este breve comentario final. Lo hice no
solo por deferencia sino, sobre todo, por el interés que a todos nos debe
suscitar el tema de esta obra. Como pronto indicaré, dicho tema es de gran
importancia académica y también, permítaseme la expresión, “cívica”.1
Estas notas no constituyen un capítulo basado en investigación primaria
sino un somero balance encaminado sobre todo a señalar la fortaleza y
los aportes de los capítulos de este libro en su conjunto. Intentan además
identificar algunas tareas y mencionar al menos un par de retos pendientes.
Con esto pretendo mostrar parte del horizonte aún por recorrer. A lo largo
utilizaré algunos subtítulos que pueden resultar telegráficos y a lo mejor
algo abruptos pero que pretenden orientar al lector acerca de varios temas
que me parecen centrales.
1
Uso esta expresión no en su sentido de “patriota” o “nacional”, conceptos que de-
ploro, sino como equivalente de “ciudadano”, “civil”, “social” y “político”.
529
importancia desde las diversas perspectivas de la historia política,
intelectual y cultural. La historia de la opinión pública sirve de lente
para, entre otras cosas, entender la cultura y la modernidad políticas y,
en general, la evolución de la ciudadanía y de las cambiantes relaciones
entre Estado y sociedad. Aunque el volumen editado por Francisco
Ortega y Alexander Chaparro, Disfraz y pluma de todos: Opinión pública
y cultura política, siglos XVIII y XIX se ocupa fundamentalmente de la
primera mitad del siglo XIX, estos varios significados resultan válidos
no solo para el momento del surgimiento de la opinión pública en la
Gran Colombia en general, y la Nueva Granada en particular, durante
la transición de la Colonia a la República, sino también a lo largo de
las décadas siguientes, hasta la actualidad.
El estudio histórico de la opinión pública fue emprendido en otras
áreas de América Latina (por ejemplo, Argentina, Brasil, México y Perú)
hace ya cerca de una a dos décadas.2 En Colombia, los aportes directos
o indirectos anteriores al libro ahora en manos del lector, provienen
principalmente de los trabajos de, primero, el reconocido historiador
Guillermo Hernández de Alba y, luego, de Renán Silva. Entre ellos se
incluyen la compilación y edición de un cuerpo significativo de docu-
mentos originales, Hernández de Alba (1906-1988) publicó innumerables
obras sobre temas y protagonistas de la historia intelectual y cultural
del periodo colonial tardío y la época de la independencia. Varios de
dichos individuos, por ejemplo, José Celestino Mutis, Francisco José de
Caldas, Antonio Nariño y Rufino José Cuervo, fueron partícipes activos
en la construcción de la opinión pública neogranadina (Instituto Caro
y Cuervo, 1989). Silva, por su parte, se ha ocupado en varios libros y
ensayos de la historia de distintas modalidades del saber ilustrado en la
2
Ver, por ejemplo: Guerra, (1982, pp. 275-318); González Bernaldo, (1990, pp.
111-135); Sábato, (1992); McEvoy, (2002, pp. 825-862); McEvoy, (1997); Rojas,
(2003); Jaksic, (2002); Sábato & Lettieri, (2003); Morel & Gonçalves Monteiro de
Barros, (2003); Madeira Ribeiro, (2004); Morel, (2005). Ver también otros trabajos
citados en Uribe-Urán, (2000); Palti, (2001).
530 Epílogo
Nueva Granada de fines del periodo colonial.3 Sus trabajos incluyeron,
en particular, varios sobre la prensa periódica, actor político de carácter
estratégico, que devendría en principal forjadora de la opinión pública
del momento.4 Aparte de estos dos influyentes académicos, algunos au-
tores más escribieron hace ya varios años y otros también lo han hecho
recientemente, en términos generales, sobre la historia de la imprenta y
los periódicos en la Gran Colombia. Sin embargo, por razones diversas,
muchos de estos trabajos no establecieron diálogo alguno con el concepto
de opinión pública; ni trazaron nexo alguno con “la esfera pública de
la sociedad civil”, concepto cercanamente ligado a aquél. 5 La presente
publicación es, entonces, la obra colectiva más comprensiva en cuanto a
los temas y periodo abarcados, y es la única que examina explícitamente
la historia conceptual de la opinión pública y distintas manifestaciones
de la misma entre fines del siglo XVIII y a lo largo del XIX.
Desde el punto de vista no solo historiográfico sino filosófico-político,
el desarrollo de la opinión pública tiene aún un más amplio significado
que sin embargo no discutiré por ahora sino al final. Espero que allí
resulte claro que ocuparse de, por ejemplo, “añejos” periódicos del siglo
XIX no es un ejercicio narcisista y desconectado del presente, sino algo
con profundas implicaciones políticas. En el entretanto, destacaré varios
asuntos centrales a este trabajo.
De los varios capítulos de este libro resultan una serie de temas que
puede ser útil enumerar brevemente bien para destacar su importancia
intrínseca, sugerir aspectos polémicos de los mismos o resaltar problemas
adicionales dignos de más atención e investigación en el futuro. Me detendré
en varios de ellos para luego concluir con unas observaciones generales.
3
Ver por ejemplo uno de sus primeros y uno de sus más recientes libros, Silva,
(1992); Silva, (2002).
4
Cfr.: Silva, (1984); Silva, (1988); Silva, (1998); Silva, (2003).
5
Cfr. Arboleda, (1909); Ceriola, (1909); Millares, (1971); Millares, (1969); Grases,
(1958); Febres Cordero, (1959); Febres Cordero, (1983); Otero Muñoz, (1925); Bus-
hnell, (1950); Toribio Medina, (1952); Cacua Prada, (1968); Uribe & Álvarez, (1985);
Peralta, (2005); Garzón Marthá, (2008). Ver también: Melo, (2004).
Lo público “ilustrado”
Debe tenerse en cuenta que, al igual que en el caso de Habermas, la opi-
nión pública a la que esta obra colectiva alude está claramente circunscrita
al ámbito impreso, literario y, salvo por lo que concierne a la prensa de
artesanos discutida por Camilo Páez, “burgués”. Quedan entonces por
fuera las múltiples modalidades orales y plebeyas (en, por ejemplo, calles,
mercados, tiendas, chicherías, bares, plazas, templos, fiestas y celebra-
ciones populares), cuyo estudio, metodológica y documentalmente más
riesgoso y exigente, todavía está por emprenderse en lo que concierne a
532 Epílogo
la Gran Colombia. La imprenta y los periódicos son, entonces, al menos
por ahora, el foco de los capítulos —menos uno—, que componen esta
obra. Ellos son también el centro de atención de prácticamente los demás
trabajos en torno al fenómeno en Hispanoamérica.6
Sin embargo, vale aclarar que algunos materiales impresos, que deberían
también entrar más ampliamente en la discusión, han sido mencionados
quizá en sólo uno de los capítulos, el de Chaparro Silva sobre la opinión
pública realista. Seguramente, por múltiples razones, entre ellas consi-
deraciones de espacio, no merecieron un capítulo individual, quedando
pendientes de mayor desarrollo en un futuro. Me refiero, por ejemplo,
a una multiplicidad de impresos oficiales tanto del poder real como de
los tempranos gobiernos independizados y los regímenes republicanos a
lo largo del siglo XIX, entre ellos, anuncios, volantes, partes de batalla,
proclamas o manifiestos, bandos, resoluciones y admoniciones político-
religiosas, y otra multiplicidad de hojas e impresos sueltos. Todos, como
bien lo explica Chaparro Silva, estaban llamados a difundir entre el mayor
número posible de personas, información favorable a una u otra causa
(militar, política, religiosa, cívica), mediante su fijación en parajes públicos,
especialmente templos, plazas y calles de pueblos y ciudades; o, a través de
su difusión por vía de pregones. Igual sucede con otro tipo de materiales
de incluso todavía mayor valor pedagógico y claramente orientados a
formar opinión. Este es el caso de las “cartillas y manuales de urbanidad
y buen tono” (Londoño, 2005); y, mejor aún, los varios “catecismos po-
líticos” detectables en varias regiones de Hispanoamérica, entre ellas la
Nueva Granada.7 Más importante es tal vez el caso de las varias crónicas,
6
Habermas fue claro en que su trabajo dejaba de lado la esfera pública plebeya.
(Habermas, 1991, p. xviii). Para algunos trabajos pioneros al respecto ver: Ver Águila
Peralta, (1997); Sábato, (1998); Piccato, (2003). Ideas adicionales acerca de cómo
proceder al estudio de esta modalidad pueden derivarse por ejemplo del sugerente
tratamiento del folclore por parte de Ariel de la Fuente (2000). Esta variedad plebeya
sería la que, para distinguirla de la “pública”, Fernández Sebastián y Capellán de Miguel
denominan “opinión popular”. Ver: Fernández Sebastián & Capellán de Miguel, (2008).
7
Al respecto puede verse Ocampo López, (1988); Ocampo López, (2005); Ocampo
López, (2010).
Lo público “provincial”
Una característica notable de esta colección de ensayos es que no se limita
a la discusión de la opinión pública que surge en los centros urbanos que
sirvieron de base a las principales instituciones del poder central, esto es, las
capitales políticas, y en particular Santafé de Bogotá, Venezuela o Quito.
Por el contrario, es notable la referencia a varios periódicos de provincia
que suelen ser dejados de lado pues se les considera seguramente marginales
tanto a la vida política del conjunto del país como a la discusión intelectual
de la época. Los artículos de Ospina Posse y Escobar Villegas son dicientes
al respecto. En el primero se hace referencia a más de una docena de perió-
dicos de la región del Magdalena durante tan solo la década de 1820; en
el segundo, que trata un período más extenso (1814-1851), hay alusiones
a otro buen número de periódicos publicados en la región de Antioquia.
Es evidente que la opinión pública en Gran Colombia se construyó en
medio de un diálogo constante no solo al interior de los centros urbanos
típicamente concebidos como núcleos de la vida académica, política y
8
Ver especialmente el trabajo de Sergio Mejía, (2007). Otro referente obligado es el
clásico ensayo “La Historia de la Revolución” de Germán Colmenares, (1986, pp. 9-23).
534 Epílogo
cultural, sino entre los sectores letrados de una gran variedad de centros
de población mucho más modestos que impulsaban intereses regionales.
En este sentido, lo que aquí se revela abre las puertas para el desarrollo de
trabajos futuros sobre la opinión pública forjada en otros lugares —por
ejemplo Popayán, Cali, Neiva, Tunja, Guayaquil, Mérida o Maracaibo,
para solo citar algunos ejemplos— que con seguridad fueron participes
activos en la producción periodística de la primera y segunda mitad del
siglo XIX. Así como la opinión pública no fue meramente un fenómeno
central o “nacional” ha de tenerse en cuenta, como esta obra también
establece, que tampoco fue siempre un asunto exclusivamente masculino.
9
Al respecto ver especialmente el trabajo de Landes, (1998). Ver también: Maza,
(1993).
Ver: Baker, (1997); Mah, (2003). Ver también: Davies; Brewster & Owen, (2006).
10
536 Epílogo
el de Nicolás González sobre La Bandera Tricolor o el de Gilberto Loaiza
sobre El Neogranadino. No sorprende por tanto que, como lo señalan estos
y varios capítulos más, con gran frecuencia y en forma explícita se hablara
en los medios impresos de la necesidad de “fijar”, “formar”, “moldear” o
“influir en” la opinión pública o sus equivalentes (“voz pública”, “opinión
general”, “espíritu público”, “opinión de los pueblos”, “voluntad general”
etcétera). Así las cosas, lo que este y otros trabajos sobre el tema sugieren
es que, como sigue siendo el caso, el carácter supuestamente “público” de
una determinada postura intelectual suele históricamente ser una abstrac-
ción conveniente para impulsar ciertos programas políticos y partidistas,
pretensiones económicas, o tendencias culturales. Tal ha sido el caso a lo
largo de los tiempos. A medida que se expandió, la historia de la “opinión
pública” en sentido estricto se tornó en historia de múltiples opiniones
privadas enfrentadas unas con otras por encarnar las “verdaderas” aspira-
ciones universales, o sea las del “público” en su conjunto, buscando, de ser
posible, consenso (“unanimidad”) en torno de sí mismas y, de tal forma,
persiguiendo un alcance hegemónico. No podría ser de otra forma pues
haber entrado en el terreno de la esfera pública fue precisamente abrir la
puerta al mundo de la puja política moderna —lo que Palti denominó
la “generalización de la política”— (Palti, 2005), en que se “manipula”
y propaga información para beneficio de ciertas personas, grupos, insti-
tuciones (¡o productos!). Esto nos remite a la manera en que Habermas
entendió el concepto de opinión pública, pues lo que acaba de resumirse
corresponde en realidad a solo uno de por lo menos dos posibles enten-
dimientos del concepto por parte del autor alemán.
11
Habermas añadió que esta modalidad de la opinión pública se define en la práctica
mediante dos caminos posibles. Uno, basado en criterios materiales de racionalidad
y representatividad, proviene de una postura liberal elitista en que la opinión pública
racional reside en realidad no en la generalidad del pueblo sino en un círculo selecto de
gente bien informada, inteligente y moralmente superior. El otro, basado en criterios
institucionales, no se preocupa de su racionalidad o representatividad sino que hace radicar
la opinión pública en el parlamento, mediante el cual supuestamente se canalizan y se
dan a conocer las opiniones del público en su conjunto. (Habermas, 1991, pp. 237-238).
12
Ver Speier, (1950, pp. 376-377). Durante el exilio Speier fue cofundador de la New
School for Social Research de Nueva York, donde enseñó sociología entre 1933 y 1942.
538 Epílogo
esta última acepción la que a mi entender tiende a dominar varios ensa-
yos de este volumen. Ellos no destacan tanto las funciones “críticas” sino
especialmente, en el sentido habermasiano, las funciones “manipulativas”
de la publicidad. Es una publicidad en que los periódicos operan como
“instrumentos en el arsenal de la política partidista” o sea mayormente,
según lo indicaría Speier, como diálogo entre ciudadanos [politizados],
no de estos hacia el Estado.13 Más aún, varios parecen corresponder a
una modalidad bastante distinta, incluso opuesta, a la que Habermas y
Speier trataron, esto es, herramientas de comunicación del Estado hacia
los ciudadanos. Esta variedad creo que fue un tanto descuidada tanto
en la obra de Habermas como en la de Speier. Por ejemplo, si bien en
ensayos de este libro como el de Leidy Jazmín Torres se discute la libertad
de imprenta como “garantía de la interlocución entre el gobierno y la
sociedad”, aún allí parece por momentos prevalecer una dinámica según
la cual muchos de los periódicos, en particular los de las décadas de 1810
y 1820 que son su objeto de atención, fueron publicaciones “oficiales”
o redactadas por “funcionarios públicos” y encaminadas a “construir” y
“fijar” (viz. manipular) ideas políticas con el propósito de legitimar el
régimen y forjar unidad política. Esto no parece ser exactamente lo que
Habermas celebró de la opinión pública. A él sobre todo le interesó la
“transmisión y amplificación del debate racional y crítico” por parte de
“personas privadas agrupadas en forma de público”, no precisamente la
que podría llamarse propaganda política oficial (Habermas, 1991, p. 188).
Así pues, creo que queda todavía mucho más por decir en torno a
la modalidad “crítica” de la opinión publica en la historia de la Gran
Colombia. Pero, en realidad, en vez de ahondar en estas tal vez oscuras
distinciones podría ser más productivo trabajar a partir de otro tipo
de enfoque que permita superar algunos tecnicismos de la perspectiva
habermasiana en torno al tema que venimos tratando. Por lo anterior,
paso a resumir someramente un enfoque propuesto recientemente y que
podría ser bastante constructivo como alternativa.
14
Además de ofrecer una reseña crítica de la principal producción historiográfica dentro
y fuera de América Latina, este ensayo se interesa por el potencial “emancipatorio” de
la política, que subyace a las discusiones sobre la “esfera pública de la sociedad civil”,
concepto desarrollado principalmente por los alemanes Reinhart Kosselleck y Jürgen
Habermas. También sugiere cómo ligar metodológica y teóricamente la esfera pública
al concepto gramsciano de “hegemonía”. Ver Piccato, P. (2010). Public Sphere in Latin
America: A Map of the Historiography. Social History, 35, 2, pp. 165-192. Recuperado de
http://connection.ebscohost.com/c/articles/50529575/public-sphere-latin-america-map-
historiography. También disponible en disponible en http://www.columbia.edu/~pp143/
ps.pdf, ver especialmente la página 6. Ver también: Piccato, (2005, pp. 9-39).
540 Epílogo
se han ocupado de varias dimensiones de la historia de América Latina
apoyados en el concepto gramsciano de hegemonía (o la óptica foucaul-
tiana sobre arqueología de los discursos). Las dos líneas de investigación
coinciden en su interés por entender desarrollos históricos tales como la
interacción entre Estado y sociedad civil en periodos poscoloniales, los
procesos de participación política y “negociación” por parte de los sectores
subalternos, las exclusiones originadas en consideraciones de género, etnia
o estatus social, la constitución de “públicos” y formación de naciones, la
evolución de la ciudadanía, etcétera (Piccato, 2010). También coinciden
en su interés general por el campo cultural, especialmente la historicidad
del lenguaje, los discursos o las narrativas. Es claro que pueden beneficiarse
de una mayor convergencia y del desarrollo de un vocabulario que, si no
común, por lo menos sea compatible.
Futuras investigaciones de la formación y desarrollo de la opinión pú-
blica en la Gran Colombia u otras regiones, desde una perspectiva crítica,
podrían por lo tanto fortalecerse si al lado de la descripción de la evolución
de la prensa ilustrada, los periódicos literarios, la prensa realista y oficial,
la prensa republicana, ya sea de corte liberal o conservador, la prensa de
artesanos, la cartografía y otros de los varios temas tratados en esta antología
o sugeridos más arriba en este breve comentario, se emprende también
una mayor discusión de lo que esas publicaciones nos enseñan acerca de la
exclusión, la fragmentación social, y la diferencia y dominación culturales,
y los proyectos hegemónicos o contra-hegemónicos de distintos sectores
sociales. Todavía más. Debe también problematizarse (dotándola de
historicidad) el papel de la prensa que surgirá a partir de la masificación
de los medios de comunicación, para evitar confusión de lectores que in-
cautamente quisieran asimilar nuestra prensa actual a aquella “liberal” (no
en sentido partidista) de antaño. A diferencia de buena parte de aquella,
la que forma parte de los medios masivos de comunicación, incluyendo
por supuesto la de nuestros días, salió en realidad de la “esfera pública” e
ingresó a la “esfera privada de circulación de mercancías”, con lo que el
influjo de los intereses económicos privados terminó por convertirse en
factor considerablemente dominante en su accionar (Habermas, 1991,
542 Epílogo
pública expresadas en forma impresa, incluyendo una amplia gama de pu-
blicaciones críticas en la estructuración de opinión pública, no solo hojas
volantes de todo tipo, sino materiales con explícito sentido pedagógico tales
como los catecismos, las memorias y las historias escritas por protagonistas
de la política de la época. Adicionalmente, valdría la pena que futuras in-
vestigaciones hicieran un mayor esfuerzo por desentrañar varios momentos
de la “publicidad” distinguiendo la prensa de contenido liberal y crítico de
aquella que parece primordialmente haber servido de herramienta estratégica
de la política partidista o vehículo de la propaganda oficial. Dicho de otra
forma, sería importante discutir más las varias modalidades de la prensa
periódica, diferenciando aquellas que parecer ser vehículo de comunicación
de los ciudadanos con el Estado; aquellas que son herramientas de comuni-
cación de los ciudadanos entre sí; aquellas, que parecen haber sido más bien
vehículos de comunicación del Estado con los ciudadanos, modalidad que
aparece recurrentemente a lo largo de esta obra. Finalmente, sería deseable
continuar dotando de historicidad al desarrollo de la prensa, especialmente
aquella que va surgiendo a partir de la masificación de los medios.
En el entretanto, esfuerzos colectivos como el desarrollado en estas
páginas nos suministran valiosa información y herramientas de análisis
que facilitarán enormemente el trabajo por venir.
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548 Epílogo
Autores
549
Alexander Chaparro Silva
Historiador de la Universidad Nacional de Colombia, coordinador e
investigador de la línea de investigación “Opinión pública e indepen-
dencia” del Programa nacional de investigación “Las culturas políticas
de la independencia, sus memorias y sus legados: 200 años de ciuda-
danías” (Vicerrectoría de Investigación de la Universidad Nacional de
Colombia, código 9714, con vigencia 2009-2011). Entre sus principales
publicaciones se encuentra “La voz del Soberano. Representación en el
Nuevo Reino de Granada, 1785-1811”. En Ortega Martínez, F. A. &
Chicangana, Y. A. (Eds.). Conceptos fundamentales de la cultura política
de la independencia. (En prensa).
550 Autores
Juan Camilo Escobar Villegas
Profesor-investigador del Departamento de Humanidades de la Univer-
sidad Eafit, Medellín, Colombia. Doctor en Historia y Civilizaciones,
Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, París-Francia. Director del
grupo de investigación Sociedad, Política e Historias Conectadas (categoría
A en Colciencias). Miembro asociado del centro francés de investigaciones
MASCIPO (Mundos Americanos, Sociedades, Circulaciones, Poderes).
Sus trabajos han girado en torno a la historia de las mentalidades y de
los imaginarios, historia intelectual, historia sociocultural de la política
e historiografía. Sus últimas publicaciones son: en coautoría con Adolfo
León Maya: Ilustrados y republicanos. El caso de la “Ruta de Nápoles” a
Nueva Granada, Medellín, Fondo Editorial Universidad Eafit, 2011; “Me-
morar, conmemorar y representar las independencias iberoamericanas”,
en: Conmemoraciones y crisis: Procesos independentistas en Iberoamérica y
la Nueva Granada, Bogotá, Medellín, Pontificia Universidad Javeriana,
Fondo Editorial Universidad Eafit, 2011; “Economía política, indepen-
dencias y proyectos de nación en Nueva Granada durante el siglo XIX”,
en: Conmemoraciones y crisis: Procesos independentistas en Iberoamérica
y la Nueva Granada, Bogotá, Medellín, Pontificia Universidad Javeria-
na, Fondo Editorial Universidad Eafit, 2011; “Los juegos florales y las
independencias en Iberoamérica: exploraciones en torno a un lenguaje
celebrativo”, en: Eduardo Domínguez (compilador), Todos somos historia,
Medellín, Fondo Editorial Universidad de Antioquia, 2010. Publicacio-
nes individuales: Francisco Antonio Cano creando cerebros. Los artistas y
los hombres de estado: una relación “civilizatoria y progresista”, Medellín,
Museo de Antioquia, 2008; “Los iluminismos: una historia conectada”,
en: Historia de las ideologías políticas, Medellín, Fondo Editorial Eafit,
2008; Progresar y civilizar. Imaginarios de identidad y élites intelectuales
de Antioquia en Euroamérica, 1830-1920, Medellín, Fondo Editorial
Universidad Eafit, 2009; “Algunas consideraciones para una historia de
las élites intelectuales en América Latina”, en: Granados, Aimer, et al.,
(compiladores), Temas y tendencias de la historia intelectual en América
Autores 551
Latina, Morelia, Michoacán, Universidad Nacional Autónoma de México,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2010.
Mariselle Meléndez
Profesora Asociada de estudios coloniales hispanoamericanos en la Uni-
versidad de Illinois, Urbana-Champaign. Su investigación se enfoca en
estudios de raza, género, cultura visual y la Ilustración en Hispanoamérica
colonial. Autora de Deviant and Useful Citizens: The Cultural Production
of the Female Body in Eighteenth-Century Peru (Vanderbilt University
Press 2011), Raza, género e hibridez en El lazarillo de ciegos caminantes
(North Carolina Studies in Romance Languages 1999) y co-editora de
Mapping Colonial Spanish America: Places and Commonplaces of Identity,
Culture, and Experience (Bucknell University Press 2002). Sus artículos
552 Autores
críticos han sido publicados en las siguientes revistas: Colonial Latin
American Review, Bulletin of Spanish Studies, Latin American Literary
Review, Hispanic Review, Revista Iberoamericana, Revista de crítica literaria
latinoamericana, Dieciocho Hispanic Enlightenment, y Revista de Estudios
Hispánicos, entre otras.
Autores 553
cuento la independencia. Once relatos para volver a contar, Ministerio de
Educación Nacional, Bogotá, 2009. Durante 2009 y 2010 llevó a cabo
la investigación principal y co-curaduría de la exposición Impresiones de
la Independencia: Proclamas, Bandos y Hojas Volantes (1782-1830) de la
Biblioteca Nacional de Colombia. Ha colaborado en la elaboración de
textos para la enseñanza de la historia publicados por Editorial Norma.
Actualmente desarrolla estudios de maestría en historia, en la Universidade
Estadual de Campinas, Brasil, en el área de concentración de estudios de
Política, Memoria y Ciudad.
554 Autores
cultura política de la Independencia, (Universidad Nacional de Colombia),
editado por Francisco Ortega, y de “Construyendo el sujeto político:
El pueblo como legitimador del orden político en la crisis monárquica.
Nueva Granada, 1808-1821”, publicado en Cuadernos de Curaduría,
núm. 11 y 12, Museo Nacional de Colombia. Sus temas de interés son la
historia intelectual y las subjetividades políticas en los siglos XIX y XX.
Tomás Straka
Investigador del Instituto de Investigaciones Históricas “Hermann Gon-
zález Oropeza, S. J.”, de la Universidad Católica Andrés Bello, Caracas.
Algunas de sus publicaciones son: La voz de los vencidos. Ideas del Partido
realista de Carcas, 1810-1821; Hechos y Gente. Historia contemporánea de
Venezuela; La épica del desencanto. Bolivarianismo, historiografía y políti-
ca en Venezuela. Compiló La tradición de lo moderno. Venezuela en diez
enfoques. Sus intereses investigativos actuales se concentran en: historia
de las ideas e historiografía.
Autores 555
Índice analítico
Índice 557
analfabetismo, 148, 268, 475, 490 arte, 64, 73, 110, 111, 181, 184, 190,
Ancízar, Manuel, 14, 29, 422, 434, 338, 454, 549
440, 454, 455, 460, 466, 467, de la impresión, 184, 190
483, 484 tipográfico, 454
Angostura, 14, 25, 31, 38, 100, 101, artes tipográficas, 172
106, 107, 165, 167, 175, 184, 185, artesanos, 29, 62, 116, 319, 326, 440,
189, 190, 193, 211,212, 213, 221, 449, 453, 454, 455, 460, 461, 462,
226, 227, 398, 399, 404, 406, 407, 463, 464, 469, 474, 475, 476, 477,
409, 415 478, 479, 480, 481, 482, 483, 484,
Antiguo Régimen, 17, 25, 38, 51, 67, 485, 486, 487, 488, 489, 490, 491,
79, 84, 93, 100, 104, 116, 131, 492, 493, 494, 495, 496, 497, 532,
135, 136, 137, 139, 145, 146, 157, 541, 542
161, 163, 175, 200, 203, 206, 225, articulista, 265
228, 229, 260, 261, 276, 283, 289, Atlas cartográfico, 381
292, 325 Atlas nacional, 377
Antioquia, 9, 14, 29, 31, 32, 33, 34, atributo, 141, 146, 212, 248
73, 79, 80, 86, 112, 120, 121, 123, de los hombres de luces, 141
148, 224, 325, 392, 394, 472, 484, exclusivo de los seguidores del go-
492, 494, 497, 498, 499, 500, 501, bierno republicano, 212
502, 503, 504, 505, 506, 507, 508, exclusivo del gobierno, 146
509, 510, 511, 512, 513, 514, 515, femeninos, 333
516, 517, 518, 519, 520, 521, 523, Audiencia de Quito, 202, 353, 356,
525, 526, 534, 547, 548, 551 359, 360, 370, 375
Apéndice al Plan de Estudios para la Real Aury, Louis, 277
Universidad de Quito, 364 autonomía, 86, 206, 209, 223, 320,
arbitrariedad, 137, 142, 147, 216, 463, 474, 505, 512, 513
299, 522 v. t. semi-autonomía, 171
del régimen, 137 autoridad, 17, 18, 27, 43, 64, 66, 68,
Areópago, 106, 107, 108 69, 71, 77, 79, 89, 98, 101, 108,
argumentos, 97, 135, 144, 167, 240, 110, 131, 134, 145, 152, 157, 199,
244, 258, 284, 365, 405, 423, 448 201, 221, 234, 239, 244, 245, 249,
aristocracia, 164, 246, 265, 320, 339 263, 272, 274, 276, 280, 283, 285,
Aristóteles, 55 286, 290, 303, 304, 320, 356, 363,
558 Índice
390, 391, 394, 400, 412, 413, 400, 403, 404, 405, 406, 407, 408,
415, 538 409, 410, 411, 412, 413, 414, 415,
Aviso al Público, 13, 78, 81, 506 425, 426, 433, 508, 511
Aviso del Terremoto, 12, 50 Brasil, 263, 377, 387, 393, 491, 530,
avisos, 55, 56, 95, 98, 149, 212, 267, 545, 546, 554
436, 469, 478, 511 Burke, William, 169, 176, 177, 183
Azuero, Vicente, 108, 211, 214, 217,
236, 257, 295, 297, 301, 318, C
426, 437 Caballero y Góngora, virrey, 50
Caicedo, Domingo, 295
B Caldas, Francisco José de, 13, 63, 64,
bandos reales, 92, 95 65, 72, 79, 392, 394, 447, 512, 530
Barroco, 345 Calderón de la Barca, Pedro, 39
batalla de Boyacá, 198, 395, 508 Calendario Manual y Guía Universal
Bello, Andrés, 168, 170, 181 de Forasteros en Venezuela para el año
Berdshaw, Tomás, 190 de 1810, 176
Biblia, 43 calumnia, 78, 311, 314, 316
bibliotecas, 23, 51, 182, 357, 375, cambios geopolíticos, 379
383, 505 capitalismo, 17, 383, 424
Boletín del Exército Expedicionario, 92, Capitanía de Venezuela, 225, 391
94, 95, 117, 134, 147, 155 Caracas, 26, 54, 77, 102, 104, 112,
Boletín del Exército Libertador de la 115, 117, 123, 151, 163, 164, 165,
Nueva Granada, 99 166, 168, 169, 170, 171, 172, 173,
boletines, 76, 101, 153 174, 175, 176, 177, 178, 179, 180,
Bolívar, Simón, 91, 99, 100, 106, 107, 182, 183, 184, 187, 188, 189, 190,
164, 167, 168, 175, 183, 184, 185, 191, 192, 193, 194, 195, 196, 210,
187, 190, 198, 200, 202, 210, 217, 228, 231, 234, 235, 236, 237, 238,
218, 219, 220, 221, 222, 223, 224, 241, 244, 248, 249, 257. 259, 267,
226, 234, 235, 236, 237, 241, 242, 268, 382, 389, 390, 391, 394, 396,
243, 246, 247, 248, 249, 250, 252, 398, 400, 413, 417, 418, 419, 454,
253, 254, 255, 256, 257, 259, 277, 460, 471, 544, 545, 546, 555
279, 300, 322, 379, 380, 381, 382, Cariaco, 380, 397, 399, 400, 401,
389, 391, 392, 393, 397, 398, 399, 402, 411, 412, 413, 414, 415, 416
Índice 559
Carlos III, 50, 475 catolicismo, 177, 467, 469, 471,
Carlos IV, 74, 332, 355 494, 496
Caro, José Antonio, 422 causa pública, 28, 55, 353, 355, 358,
carta magna, 236, 240, 243, 250, 359, 360, 361, 367, 368, 374, 398
251, 257 censores, 107, 146, 208
Cartagena, 8, 14, 27, 49, 73, 74, 75, censura, 15, 46, 56, 112, 145, 146,
76, 77, 78, 87, 92, 93, 94, 95, 96, 154, 178, 202, 206, 209, 266, 306,
115, 117, 118, 120, 122, 125, 131, 310, 320, 357, 428, 488, 508, 519
137, 140, 141, 145, 146, 150, 159, eclesiásticas, 46
161, 175, 235, 237, 246, 252, 263, moderada, 519
264, 265, 267, 268, 269, 270, 271, política, 320
272, 273, 274, 275, 277, 278, 279, previa, 146, 209, 310, 484
280, 281, 282, 283, 285, 287, 289, v. t. Tribunal de Censura de la Im-
291, 292, 320, 394, 405, 425, 444, prenta, 357, 359
447, 448, 463, 464, 471, 474, 479, centralistas, 92, 200, 536
505, 506, 548 Chocó, 152, 358, 394, 501
Cartago, 520 ciencia, 33, 39, 53, 54, 62, 63, 64, 65,
cartas, 16, 66, 101, 116, 118, 137, 151, 66, 77, 110, 111, 160, 165, 201,
152, 153, 155, 163, 165, 167, 185, 272, 325, 342, 345, 350, 351, 354,
187, 192, 249, 259, 303, 348, 357, 358, 359, 364, 461, 544, 550
371, 394, 412, 505, 517 circulación, 15, 16, 25, 28, 29, 46, 52,
cartografía, 28, 379, 381, 382, 383, 68, 75, 76, 77, 78, 92, 95, 97, 98,
286, 392, 406, 541, 542 101, 112, 130, 134, 146, 147, 149,
historia de la, 381 150, 151, 186, 205, 210, 212, 216,
histórica, 382 266, 361, 367, 368, 379, 382, 389,
impresa, 28, 382, 383, 392 390, 391, 452, 453, 455, 459, 470,
internacional, 379 481, 483, 500, 507, 507, 520, 523
Casanare, 224, 320 de discursos, 16
Catecismo del Concilio de Trento, 363 de ideas, 459, 470, 507
catecismos, 43, 81, 109, 228, 356, 502, de imágenes mentales, 500
533, 543, 546 de impresos, 29, 75, 149, 212, 456
categorías, 21, 88, 112, 276, 277, 280, de información, 76
290, 312, 346 de las ideas francesas, 361
560 Índice
de libros, 16, 425 260, 261, 263, 264, 265, 266, 267,
de lo escrito, 367 268, 269, 270, 271, 272, 273, 275,
de los papeles periódicos, 368 277, 278, 279, 280, 281, 293, 285,
de mapas, 379, 382, 389, 390, 391 287, 289, 290, 291, 292, 293, 296,
de mercancías, 541 299, 324, 325, 326, 351, 377, 378,
de noticias, 52 379, 380, 381, 382, 383, 384, 385,
de publicaciones, 210 386, 387, 388, 389, 390, 391, 392
del saber, 216 393, 394, 395, 396, 397, 401, 402,
efectiva, 147 404, 407, 415, 416, 417, 418, 419,
irregular, 95 421, 423, 425, 426, 427, 428, 429,
periódica, 95, 266 430, 431, 432, 433, 434, 438, 439,
Ciudad de Guatemala, 43 440, 442, 443, 444, 445, 446, 447,
Ciudad de Lima, 44, 48, 448, 450, 451, 452, 454, 561, 462,
Cladera, Cristóbal, 52 464, 465, 466, 468, 469, 471, 472,
Codazzi, Agustín, 277, 396, 461 473, 474, 475, 478, 479, 480, 481,
Código Penal de la República de la 486, 487, 492, 493, 494, 496, 497,
Nueva Granada, 296 498, 499, 500, 501, 505, 508, 509,
coeditor, 168 510, 511, 522, 525, 526, 530, 531,
Colombia, 4, 5, 8, 11, 12, 13, 14, 15, 532, 533, 534, 539, 540, 541, 542,
16, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 31, 544, 546, 547, 548, 549, 550, 551,
32, 33, 34, 37, 38, 45, 50, 57, 59, 552, 553, 554, 555
70, 76, 85, 100, 105, 106, 107, 107 Colonia, 53, 350, 424, 436, 437, 441,
112, 113, 114, 115, 117, 118, 119, 442, 461, 477, 530, 553, 555
120, 121, 122, 123, 124, 125, 126, Columbia, 383, 418, 540
129, 134, 158, 159, 160, 161, 162, comercio, 52, 59, 60, 61, 62, 63, 73,
169, 197, 198, 199, 201, 202, 203, 88, 89, 105, 156, 190, 204, 205,
204, 205, 206, 207, 208, 209, 210, 224, 225, 235, 280, 335, 356, 364,
211, 213, 215, 216, 217, 218, 219, 368, 406, 426, 426, 426, 431, 432,
220, 221, 222, 223, 224, 225, 226, 433, 434, 436, 438, 440, 441, 443,
227, 228, 229, 230, 231, 232, 234, 444, 452, 461, 472, 485, 489, 509
237, 239, 240, 241, 243, 244, 245, Comisión Corográfica, 14, 450, 461
246, 247, 248, 249, 250, 251, 252, comunicar, 45, 52, 87, 131, 148, 152,
253, 254, 255, 256, 257, 258, 259, 215, 466
Índice 561
concepción unanimista, 211 Constitución de 1832, 293, 297, 318
confrontación, 86, 87, 112, 208, 231, Constitución de Antioquia, 79, 80
232, 233, 258, 293, 307 Constitución de Cádiz, 77, 78, 138, 240
con la oposición, 307 Constitución de Cúcuta, 105, 222, 231,
en la esfera pública, 258 232, 427, 447, 457
ideológica, 86, 87 Constitucional Antioqueño, 505, 509,
política, 293 512, 516
pública, 231 Constitucional de Antioquia, 502, 516,
regional, 112 517, 518, 520
Congreso Constituyente, 182, 236, construcción del conocimiento, 362,
254 368
Congreso de 1821, 220, 221 construcción identitaria, 103
v. t. actas, 220, 234, 246, 252 control, 25, 40, 96, 99, 114, 130, 134,
Congreso de 1827, 221, 252, 256 139, 146, 147, 153, 174, 178, 221,
Congreso de Angostura, 25, 38, 101, 245, 252, 310, 382, 392, 400, 406,
106, 107, 165, 167, 398 408, 412, 447, 451, 456, 458, 459,
Congreso Federal de Cariaco, 380, 466, 489
392, 397, 399, 400, 402, 412, 413, controversia, 293, 411, 420, 521
414, 415 Conversación de una Señorita Casada,
Conjura de los Mantuanos, 172, 195 340
Consejo de Purificación, 150, 154 Córdoba, José María, 224, 508
consenso, 40, 88, 108, 112, 138, 153, Corona, 18, 40, 47, 55, 62, 109, 135,
307, 322, 447, 537 138, 151, 170, 171, 204, 206, 354,
v. t. unanimidad, 27, 112, 115, 153, 383, 385, 387, 432, 504, 513
240, 248, 257, 258, 293, 304, 307, británica, 151
316, 317, 318, 320, 321, 322, 323, española, 109, 383, 385, 387, 504,
324, 537 513
conspiración, 304, 317, 322, 414 Correo Curioso, Erudito, Económico y
Constitución boliviana, 222, 243, 246, Mercantil de la ciudad de Santafé de
247, 248, 252, 254, 257 Bogotá, 13, 34, 59
Constitución de 1821, 203, 211, 213, Correo del Orinoco, 13, 14, 31, 100,
218, 225, 234, 235, 236, 239, 240, 101, 102, 103, 106, 123, 163, 164,
250, 252, 256, 258, 450, 508, 509 166, 168, 184, 185, 187,190, 191,
562 Índice
193, 195, 198, 207, 210, 211, 212, 422, 423, 425, 433, 539
213, 227, 228, 267, 415 deber ser, 111, 130, 139, 314, 489
Correo literario de la Europa, 52, 118 delito de imprenta, 279
corresponsales, 264, 453, 520 democracia, 116, 164, 187, 200, 246,
Corte, 40, 44, 46, 48, 53, 146, 350, 288, 464, 469, 471, 480, 540
361, 387 derechos, 19, 57, 80, 88, 89, 105, 106,
de Lisboa, 387 111, 112, 144, 153, 177, 203, 204,
española, 361 205, 206, 207, 209, 212, 216, 219,
credibilidad, 248, 385 220, 224, 239, 248, 250, 282, 283,
criollos, 63, 76, 165, 172, 200, 337, 361, 431, 469, 474, 480, 486, 490,
383, 424, 427, 436, 503 495, 509, 517
crisis, 18, 19, 23, 26, 75, 76, 87, 116, de aduanas, 204, 431
117, 135, 139, 150, 157, 168, 193, de importaciones y exportaciones,
196, 198, 218, 222, 230, 234, 238, 89
246, 261, 282, 283, 289, 290, 389, de participación popular, 469
423, 465, 468, 471, 479, 497 del ciudadano, 57, 203, 509
cristianismo, 93, 493, 497 del hombre, 80, 166, 177, 219, 361,
crónicas religiosas y civiles, 43 509
cuerpo político, 41, 48, 57, 88, 91, del pueblo, 177
96, 105, 112, 144, 339 del rey, 19, 72, 153
Cuervo, Rufino, 109, 236, 308 del soberano, 144
Cueva, Beatriz de la, 44 individuales, 106
cultura política, 11, 15, 24, 25, 30, 38, Derechos del hombre, 80, 177, 361
51, 52, 54, 55, 57, 85, 104, 105, deseo, 53, 106, 109, 132, 166, 174,
118, 123, 125, 197, 261, 263, 271, 191, 244, 256, 297, 310, 359, 371,
276, 283, 316, 530, 546, 547 374, 405, 460
deslegitimar, 113, 248
D despotismo, 76, 88, 103, 141, 165,
D’Arcy de la Rochette, Louis Stanis- 189
las, 385, 390 Diario político de Santafé de Bogotá,
debate, 70, 87, 96, 102, 105, 157, 163, 78, 447, 471
164, 168, 169, 177, 185, 211, 243, diarios, 52, 119, 264, 265, 270, 498,
285, 289, 296, 318, 356, 365, 410, 543
Índice 563
Diccionario de Autoridades, 22, 39, ejércitos patriotas, 380, 403
124, 351 El Alacrán, 422, 423
Diccionario razonado, 37, 119, 123 El Análisis, 22, 25, 28, 29, 282, 296,
difamación, 303, 308, 311, 314 297, 318, 354, 373, 453,495, 513
discernimiento, 87, 102, 141, 286 El Anglo Colombiano, 112, 113. 114,
Discurso de Angostura, 107, 167, 190 169
discurso impreso, 152 El Argos, 14, 27, 78, 87, 88, 89, 293,
discursos identitarios, 500 294, 299, 307, 308, 309, 310, 311,
disenso, 144, 286, 290 312, 313, 314, 315, 316, 317, 318,
diseño editorial, 268 319, 320, 321, 322, 323, 324, 345,
Disputatio pro declaratione virtutis 447, 471, 506
indulgentiarum, 43 El Argos Americano, 14, 78, 87, 447,
distribución de los impresos, 452 471,
divulgación, 22, 179, 301, 339 El Celador de la Constitución, 187
científica, 179 El Censor General, 77
dogma, 43, 71, 80, 132, 177, 206, El Ciudadano, 54, 56, 57, 104, 105,
208, 242, 360, 494 106, 108, 177, 204, 241, 272, 294,
325, 427, 493, 509, 513, 514, 515
E El Conservador, 422, 484, 485, 494
economía, 42, 53, 54, 59, 60, 63, El Correo Nacional, 75, 119, 190, 267
101, 160, 265, 349, 363, 423, 428, El Diario de Barcelona, 77
430, 431, 433, 435, 435, 438, 439, El Eco de Antioquia, 112, 507, 508,
440, 441, 445, 446, 467, 475, 485, 510, 511, 512
500, 520, 551 El Español, 77
Ecuador, 99, 100, 108, 232, 353, 375, El Fanal de Venezuela, 187, 188
376, 377, 391, 470, 543, 544, 549 El Fósforo de Popayán, 106, 107, 113
editor, 45, 47, 52, 70, 78, 79, 81, 98, El huerfanito bogotano, 106, 111, 113,
100, 108, 112, 132, 151, 171, 208, 119, 233, 241, 259
237, 264, 267, 278, 279, 301, 329, El Iris de Venezuela, 169, 267
331, 332, 334, 335, 336, 337, 338, El labrador i el artesano, 474, 477
339, 341, 345, 346, 347, 368, 355, El Medellinense, 501, 521, 523
356, 367, 368, 368, 370, 372, 373, El Mercurio Venezolano, 176, 180
466, 469, 485, 492, 494, 510, 518 El Montalván, 83, 119
564 Índice
El Nacional, 17, 31, 193, 375, 383, 379, 381, 382, 383, 421, 422, 423,
422, 445, 486, 545 424, 425, 431, 439, 440, 444, 445,
El Neogranadino, 9, 11, 14, 29, 32, 33, 446, 450, 452, 453, 462, 469, 470,
422, 423, 434, 438, 440, 441, 442, 474, 476, 477, 478, 482, 483, 491,
447, 449, 450, 451, 452, 453, 455, 493, 495, 496, 497, 498, 499, 500,
456, 457, 458, 459, 460, 461, 462, 501, 502, 503, 505, 506, 507, 509,
463, 464, 465, 467, 468, 469, 470, 511, 512, 513, 515, 516, 517, 519,
471, 484, 537 521, 523, 525, 526, 530, 531, 532,
El Papel Periódico de Santafé de Bo- 533, 534, 535, 540, 542, 546, 547,
gotá, 12, 51, 54, 283, 331, 333, 548, 550, 551, 552, 553, 555
349, 504, 535 El Tribuno, 521
El Patriota, 176, 179, 182, 198, 204, El triunfo de la libertad sobre el despo-
205, 214, 215, 216, 227, 267 tismo, 189
El Preguntón, 214, 215, 227 El Venezolano, 26, 114, 169, 191, 460
El Procurador General de la Nación y élites, 29, 48, 85, 87, 89, 92, 104, 108,
del Rey, 77 113, 114, 151, 289, 294, 413, 422,
El progreso, 61, 66, 77, 165, 207, 297, 423, 425, 432, 438, 439, 460, 463,
302, 336, 338, 346, 348, 422, 493 476, 490, 496, 499, 500, 501, 503,
El Publicista de Venezuela, 176, 177, 504, 505, 506, 507, 512, 513, 516,
178, 182 519, 521
El Robespierre Español, 77 Emancipación, 164, 166, 170, 171,
El Siglo, 9, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 18, 178, 179, 182, 185, 191, 194, 195,
19, 20, 22, 24, 27, 29, 31, 32, 33, 196, 203, 218, 259
34, 37, 40, 42, 43, 44, 45, 49, 51, empresa editorial, 99, 179
55, 57, 59, 68, 71, 73, 100, 105, Encyclopédie méthodique, 67, 119
116, 117, 122, 123, 124, 159, 160, ensaladillas, 510
161, 176, 181, 182, 185, 190, 191, Ensayo sobre la opinión pública, 79,
197, 198, 199, 203, 225, 228, 229, 121, 284, 290
230, 232, 233, 238, 255, 260, 261, enunciación, 27, 130, 135, 199, 263,
263, 269, 272, 273, 276, 284, 289, 381
292, 302, 313, 323, 325, 326, 329, error, 88, 103, 113, 142, 143, 144,
330, 343, 344, 346, 349, 350, 351, 231, 282, 284, 286, 303, 305, 306,
353, 354, 356, 368, 374, 375, 376, 309, 412
Índice 565
erudición, 47, 96, 141, 181, 256, 343 Espectador Sevillano, 79, 290
escenario social, 362 especulación, 39, 63
esclavitud, 137, 271, 276, 320, 403, espíritu, 27, 52, 56, 62, 67, 78, 107,
440, 449 119, 136, 139, 140, 143, 152, 155,
esclavos, 169, 172, 187, 192, 403 160, 164, 166, 167, 168, 170, 174,
escribanías, 148 185, 186, 212, 233, 255, 293, 299,
escribir, 16, 58, 80, 86, 87, 106, 114, 300, 302, 306, 307, 310, 311, 312,
136, 178, 202, 209, 213, 214, 237, 317, 318, 329, 343, 345, 355, 358,
273, 274, 365, 374, 382, 396, 463, 367, 369, 371, 374, 456, 461, 501,
490, 491, 496, 499, 504, 506, 508, 507, 509, 515, 537
511, 513, 517, 529 de la independencia, 186
escritor público, 271, 272, 276, 464 de la sociedad, 67
esfera pública, 15, 16, 17, 18, 19, 21, de libertad, 212
22, 26, 31, 42, 47, 50, 63, 66, 88, de novelería, 155
95, 96, 101, 104, 106, 107, 110, de partido, 27, 293, 299, 300, 306,
114, 130, 135, 138, 141, 142, 146, 307, 310, 311, 312, 317
148, 153, 155, 231, 237, 258, 296, del periodismo pugnaz, 168
297, 310, 323, 333, 349, 350, 425, ilustrado, 355, 461, 507
442, 498, 529, 531, 533, 536, 537, patriótico, 56, 167, 345
540, 541, 542, 545, 547 público, 56, 107, 139, 174, 264,
espacio de experiencia, 423 515, 537
España, 37, 41, 45, 46, 48, 58, 62, Espíritu de los mejores diarios literarios,
74, 75, 76, 77, 99, 103, 104, 117, que se publican en Europa, 52, 119
119, 121, 122, 123, 125, 132, Essay on the History of Civil Society,
140, 141, 150, 158, 159, 160, 179
161, 163, 165, 168, 171, 172, Estado, 16, 17, 18, 22, 45, 61, 62, 71,
174, 180, 187, 188, 190, 196, 89, 90, 100, 101, 115, 121, 137,
197, 206, 207, 209, 214, 218, 139, 154, 176, 177, 178, 179, 183,
219, 228, 229, 255, 259, 260, 184, 198, 199, 201, 203, 205, 207,
265, 276, 290, 292, 297, 345, 209, 210, 212, 213, 215, 217, 220,
354, 390, 396, 398, 407, 420, 221, 224, 225, 226, 227, 228, 233,
438, 465, 472, 475, 476, 502, 505, 235, 238, 240, 243, 247, 255, 257,
522, 544, 545 260, 266, 274, 293, 298, 299, 304,
566 Índice
308, 324, 325, 344, 373, 381, 389, v. t. honra, 40, 41, 49, 70, 139, 296,
421, 422, 423, 426, 430, 431, 432, 382, 486
433, 440, 442, 443, 454, 461, 462, v. t. reputación, 41, 55, 123, 208,
467, 473, 488, 502, 504, 530, 539, 210, 249, 279, 295, 369, 372, 381,
541, 543, 546 486, 517
Estado-nación, 28, 325, 373, 381, 443 familia, 17, 26, 62, 111, 190, 231,
v. t. golpe de Estado, 468 239, 240, 248, 249, 251, 254, 257,
Estados Unidos, 212, 216, 270, 292, 326, 338, 349, 435, 442, 475, 493,
300, 333, 383, 391, 417, 453, 454, 510, 518, 535
462, 466, 508, 550 v. t. metáfora de la familia, 248,
estatus, 203, 274, 407, 507, 541 249, 251, 254, 257
estilo, 49, 81, 167, 180, 185, 300, fanatismo, 79, 143, 166, 302, 304,
308, 310, 312, 480, 497 319, 320, 525
Estrella de Occidente, 505, 516 fe, 17, 40, 42, 47, 83, 102, 154, 177,
estructura económica, 423, 426 354, 371, 462
Europa, 42, 43, 45, 46, 52, 97, 118, federación, 89, 214, 243, 246, 321,
119, 140, 165, 181, 197, 243, 246, 324
255, 314, 333, 354, 369, 372, 375, federalistas, 89, 92, 200, 416, 523, 536
383, 391, 406, 458, 499 felicidad, 28, 37, 53, 55, 56, 57, 61,
Expedición de los Cayos, 277 62, 97, 108, 110, 111, 115, 135,
Expedición del Sur, 91 166, 179, 210, 216, 222, 239, 264,
267, 270, 273, 274, 298, 317, 332,
F 334, 339, 343, 358, 359, 364, 522
facción, 26, 180, 213, 214, 231, 232, Fernando VII, 12, 75, 92, 93, 94, 96,
233, 237, 240, 244, 249, 251, 284, 97, 98, 131, 133, 146, 149, 152,
295, 305, 313, 317, 447, 448, 466, 153, 154, 199, 206, 208, 505
511, 523, 536 ficción, 105, 538
Facio Lince, José María, 521, 522, 523 figura, 17, 26, 46, 49, 76, 83, 90, 105,
Faden, William, 378, 381, 384, 385, 132, 157, 158, 198, 218, 220, 221,
386, 388, 389, 394 224, 225, 232, 235, 238, 239, 240,
fama, 39, 41, 48, 49, 66, 69, 70, 107, 242, 248, 248, 252, 253, 257, 272,
133, 139, 178, 295, 296, 366, 374, 274, 301, 340, 345, 356, 359, 365,
405, 501 392, 463, 493
Índice 567
del rey, 157, 158, 238, 239, 242 Gazeta de Caracas, 104, 151, 168,
fijar la opinión, 66, 68, 75, 76, 78, 80, 170, 173, 174, 175, 176, 177, 182,
85, 87, 88, 91, 95, 98, 114, 129, Gazeta de Lima, 46, 48, 120
136, 140, 142, 148, 156, 157, 206, Gazeta de Madrid, 45, 46, 57, 120,
232, 233, 236, 237, 447, 537, 539 151
filosofía, 166, 194, 273, 292, 304, Gazeta de Santafé, Capital del Nuevo
325, 329, 332, 357, 363, 364, 365, Reyno de Granada, 92, 95, 120, 129
366, 445, 446, 504, 520, 521, 550 Gazeta Ministerial de Antioquia, 86,
Finestrad, Joaquín de, 71, 135 120, 504, 506
Flórez, Manuel Antonio, 49 Gazeta Ministerial de Cundinamar-
Flota de Indias, 44, 48 ca, 81, 90, 92, 120
formación científica moral, 371 Gazeta Ministerial de la República de
formar, 16, 84, 99, 144, 165, 285, 381, Antioquia, 505
459, 471, 509, 533, 537 Gazette de France, 45, 120
opinión, 84, 99, 285, 381, 533 género editorial, 510
Francia, 20, 45, 57, 67, 161, 180, 181, geo-cuerpo, 379, 385, 387
216, 218, 265, 270, 343, 391, 457, geopolítica, 383, 386
493, 551 gobierno, 26, 27, 49, 58, 59, 68, 72,
frecuencias de publicación, 264 76, 79, 80, 81, 84, 85, 88, 89, 90,
91, 92, 93, 94, 95, 96, 97, 98, 99,
G 100, 101, 104, 110, 114, 115,
Gaceta de Caracas, 163, 164, 166, 131, 134, 135, 136, 137, 138,
178, 187, 188, 191, 193, 194, 413 139, 141, 142, 145, 146, 151,
Gaceta de Colombia, 14, 32, 198, 220, 155, 156, 172, 175, 177, 178,
222, 266, 267, 270, 272, 285, 423, 179, 183, 184, 189, 190, 198,
427, 428, 429, 454, 472 199, 201, 202, 203, 204, 205,
Gaceta de Santafé, 12, 47, 50, 119, 423 206, 207, 208, 209, 211, 212,
Gaceta del Gobierno de Cartagena de 213, 214, 216, 217, 220, 221,
Indias, 96 222, 223, 224, 225, 231, 236,
Gaceta Real de Cartagena de Indias, 237, 240, 241, 243, 244, 245,
92, 93, 141 247, 251, 255, 267, 271, 277,
Gallagher, Mateo, 169, 172, 176, 282, 285, 289, 293, 294, 295,
180, 183, 297, 298, 300, 301, 302, 303, 304,
568 Índice
305, 306, 307, 308, 309, 310, 311, 200, 205, 207, 211, 218, 222,
312, 313, 314, 315, 316, 319, 320, 226, 234, 236, 243, 247, 253,
321, 322, 323, 332, 348, 364, 371, 266, 308, 324, 379, 380, 392,
380, 383, 395, 396, 413, 414, 428, 395, 399, 402, 403, 405, 407,
431, 433, 435, 436, 439, 454, 467, 408, 409, 411, 412, 414, 416,
473, 476, 477, 480, 493, 501, 502, 425, 426, 429, 430, 436, 447,
503, 504, 505, 508, 511, 513, 514, 449, 460, 462, 467, 479, 480,
515, 519, 538, 539 493, 506, 508, 511, 516, 520, 524
central, 76, 90, 213, 217, 224, 237, de Emancipación, 218
240, 244, 395, 396 de ideas, 243
federal, 89, 255, 319, 380, 383 de Independencia, 159, 379, 395,
monárquico, 94, 135, 136, 137, 138, 409, 425, 426, 429, 430, 436,
139, 141, 142, 155, 156, 157 460, 506
golpe de Estado, 468 de opinión, 158
v. t. Estado-nación, 28, 325, 373, de razas, 380, 405, 412, 416, 479,
381, 443 516, 520
González, Florentino, 297, 299, 307, en Europa, 181
313, 318, 319, 422, 426, 437, 466 en Venezuela, 236
Gracián, Baltasar, 39 guerra a muerte, 164, 183, 185, 187,
Gran Colombia, 8, 25, 26, 38, 117, 402, 403, 407, 408
197, 199, 201, 203, 205, 207, 209, guerra civil, 147, 200, 211, 222, 226,
211, 213, 215, 217, 219, 221, 223, 234, 414, 467, 479, 511
225, 226, 227, 229, 240, 259, 268, guerra de colores, 172, 414
270, 292, 293, 296, 391, 415, 423, guerra de Los Supremos, 324, 447,
425, 426, 432, 433, 439, 440, 443, 449, 462
445, 448, 508, 530, 531, 533, 534,
539, 541, 544 H
Guayaquil, 234, 237, 243, 246, 252, Haití, 170, 171, 172, 192, 398, 403
257, 267, 268, 356, 535, 543, 544 hegemonía, 153, 540, 541
guerra, 94, 95, 97, 98, 99, 100, 101, heterogéneo, 288
104, 137, 147, 150, 151, 153, historia, 12, 15, 16, 19, 23, 28, 30,
156, 158, 164, 168, 172, 179, 52, 56, 57, 64, 93, 101, 156, 170,
181, 183, 184, 185, 187, 189, 172, 178, 182, 183, 190, 216,
Índice 569
243, 253, 287, 288, 322, 323, I
342, 344, 359, 360, 363, 377, 381, ideas revolucionarias, 57, 361
391, 392, 393, 395, 396, 397, 398, identidad, 29, 130, 218, 241, 279,
402, 416, 421, 423, 444, 452, 457, 280, 281, 288, 319, 323, 491, 492,
465, 500, 507, 520, 529, 530, 531, 500, 507, 516, 519, 523, 524, 525
537, 539, 540, 541, 541 Iglesia católica, 40, 43, 285, 325,
de las ideas, 287, 421, 531 344, 366, 370, 440, 449, 462,
de la cartografía, 381, 396 485, 488, 499, 502
de la opinión pública, 15, 16, 64, Ilustración, 12, 18, 51, 56, 60, 63,
507, 530, 531, 537, 542 106, 111, 122, 178, 191, 329, 332,
de la imprenta, 15, 16, 182, 452, 336, 337, 343, 346, 485.
457, 531 imaginarios de identidad, 29, 500,
Historia de la literatura en Nueva 507, 516, 519, 525, 551
Granada, 56 imaginarios sociales, 93, 499, 507
Historia de la Revolución, 5, 122, 161, imprenta, 12, 15, 16, 17, 26, 27, 42,
230, 259, 378, 381, 382, 391, 394, 43, 44, 49,50, 53, 73, 74, 76, 79,
395, 396, 401, 402, 404, 407, 416, 80, 84, 85, 86, 87, 91, 93, 94, 96,
417, 418, 419, 534, 544, 546 98, 100, 101, 107, 108, 117, 131,
historiografía patria, 105 132, 134, 145, 146, 147, 155, 168,
hojas sueltas, 44, 447, 455, 456, 477, 170, 171, 172, 174, 175, 177, 178,
480, 481, 495 183, 184, 188, 189, 190, 198, 209,
Holanda, 180, 216 225, 263, 268, 272, 274, 279, 301,
honra, 40, 41, 49, 70, 139, 296, 382, 303, 310, 323, 353, 357, 359, 360,
486 371, 373, 396, 447, 449, 451, 452,
v. t. fama, 39, 41, 48, 49, 66, 69, 453, 454, 455, 456, 457, 458, 459,
70, 107, 133, 139, 178, 295, 296, 460, 461, 462, 466, 467, 469, 471,
366, 374, 405, 501 477, 480, 481, 483, 484, 496, 505,
v. t. reputación, 41, 55, 123, 208, 508, 509, 510, 511, 512, 513, 515,
210, 249, 279, 295, 369, 372, 381, 516, 521, 523, 531, 533, 540, 542
486, 517 impuestos coloniales, 426, 428, 432
horizonte de expectativas, 423 inclusión, 47, 66, 331, 449, 451
horrores de la ignorancia, 65, 79 Independencia, 18, 19, 28, 78, 101,
humor, 39, 185, 549 102, 103, 157, 158, 164, 180, 188,
570 Índice
197, 202, 220, 195, 299, 347, 349, La Bandera Tricolor, 8, 26, 114, 121,
350, 379, 397, 459, 532 231, 233, 234, 235, 236, 237, 238,
indulto, 50, 140, 141, 148, 150, 295 239, 240, 241, 242, 243, 244, 245,
industria, 13, 140, 141, 148, 150, 295 247, 248, 249, 250, 251, 252, 253,
industrialización, 424 254, 255, 256, 257, 258, 259, 261,
información, 13, 15, 28, 43, 45, 75, 308, 537
76, 94, 98, 110, 148, 150, 151, La Constitución feliz, 13, 78
152, 153, 154, 155, 156, 178, La Gaceta de Sevilla, 77
202, 269, 279, 280, 330, 332, 333, La Gaceta Mercantil: Diario comercial,
389, 399, 492, 495, 499, 533, 537, político y literario, 422
538, 543 La Guaira, 169, 188, 236
informar, 45, 46, 48, 137, 152, 436 La Habana, 77, 460
Inglaterra, 216, 265, 385, 426, 428, La Indicación, 108, 198, 203, 211,
434 212, 214, 216, 217, 219, 227, 237
instruir, 78, 81, 134, 138, 274, 464, La Mariposa Negra, 187
513 La Miscelánea, 109, 115, 234, 237,
insulto, 316, 524 239, 241, 243, 259, 308, 515,
insurgente, 142 519, 520
interacción, 70, 541 La Mosca Libre, 187
interés común, 211 La Nueva Alianza, 511, 512, 513, 518
interlocución, 26, 197, 539 La Segunda Aurora, 187
Italia, 45, 180, 181, 398, 461 La serpiente de Moisés, 169
La Vela de Coro, 384
J La verdad sin sobretodo, 82
Jamaica, 151, 398, 505 lectores, 12, 17, 43, 45, 47, 48, 50,
jesuitas, 44, 50, 353, 466, 486, 521, 52, 57, 70, 72, 102, 104, 138, 150,
525 188, 265, 268, 300, 322, 334, 341,
v. t. Loyola, Ignacio de, 502 353, 363, 368, 395, 402, 437, 451,
452, 453, 458, 466, 470, 471, 475,
L 478, 479, 490, 492, 503, 507, 509,
La Aurora, 65, 114 517, 518, 520, 525, 541
La Bagatela, 13, 33, 77, 80, 81, 84, lenguaje, 21, 41, 57, 93, 115, 134,
89, 90, 121, 330, 347, 351 167, 169, 180, 187, 188, 190, 193,
Índice 571
228, 260, 275, 276, 280, 283, 286, 131, 147, 168, 175, 177, 178, 187,
290, 309, 311, 312, 316, 322, 381, 188, 197, 202, 204, 208, 209, 210,
424, 425, 437, 438, 464, 541, 551 211, 212, 213, 214, 216, 217, 220,
libelos, ∫42, 104, 115, 276, 296, 430, 225, 226, 266, 269, 270, 273, 275,
448, 510 276, 278, 279, 296, 297, 301, 303,
liberal, 19, 20, 29, 77, 79, 102, 105, 307, 308, 314, 323, 448, 449, 450,
106, 109, 115, 131, 136, 137, 459, 484, 503, 504, 508, 539
160, 168, 169, 175, 191, 200, 202, de opinión, 200, 343
238, 242, 248, 253, 254, 255, 256, de prensa, 79, 197, 198, 212, 264,
276, 284, 293, 302, 323, 433, 434, 265, 440
443, 449, 450, 455, 460, 461, 462, política, 79, 201, 202, 204, 205,
463, 464, 465, 466, 467, 471, 484, 206, 207, 209, 213, 221, 222, 223,
485, 486, 488, 497, 503, 504, 512, 225, 226, 513
516, 520, 521, 522, 523, 525, 538, libros, 16, 43, 48, 73, 153, 154, 182,
541, 543 188, 206, 357, 360, 361, 363368,
libertad, 15, 26, 27, 77, 78, 79, 80, 425, 455, 456, 496, 505, 509, 530
84, 85, 86, 87, 93, 100, 102, 108, Lima, 43, 44, 46, 48, 52, 54, 57, 63,
109, 112, 115, 131, 146, 147, 166, 64, 69, 74, 77, 120, 123, 161, 162,
168, 169, 174, 175, 177, 178, 179, 164, 174, 183, 237, 274, 333, 348,
183, 185, 187, 188, 189, 192, 197, 351, 357, 361, 362, 446, 452, 460,
198, 199, 200, 201, 202, 204, 205, 543, 545, 546
206, 207, 208, 209, 210, 211, 212, Lista, Alberto, 79, 284
213, 214, 216, 217, 218, 219, 220, Lleras, Lorenzo María, 14, 299, 422,
221, 222, 223, 224, 225, 226, 240, 426, 437, 466
247, 250, 264, 265, 266, 269, 270, Los cabellos de Absalón, 39
271, 275, 276, 278, 279, 301, 303, Los Toros de Fucha, 213, 214, 227
305, 307, 308, 314, 323, 361, 363, Loyola, Ignacio de, 502
390, 435, 438, 440, 448, 449, 450, v. t. jesuitas, 44, 50, 353, 466, 486,
454, 457, 458, 459, 463, 466, 484, 521, 525
503, 504, 508, 511, 536 Lutero, Martín, 43
de expresión, 183, 209, 225, 270,
273 M
de imprenta, 26, 27, 79, 80, 84, 93, Madiedo, Manuel María, 29, 459,
572 Índice
475, 485, 492, 493, 494, 495, 496 385, 392, 405, 411, 416, 458,
Madrid, 32, 33, 34, 40, 45, 46, 51, 57, 505, 549, 553, 554
59, 77, 79, 87, 117, 118, 119, 120, Mercurio peruano, 52 122, 329, 330,
121, 122, 123, 124, 125, 126, 131, 331, 333, 334, 351, 360, 368, 535
132, 146, 150, 151, 152, 154, 159, metáfora de la familia, 248, 249, 251,
160, 161, 166, 170, 185, 188, 208, 254, 257
227, 228, 229, 230, 259, 260, 292, v. t. familia, 17, 26, 62, 111, 190,
313, 324, 325, 251, 375, 394, 446, 231, 239, 240, 248, 249, 251, 254,
496, 526, 544, 545, 554 257, 326, 338, 349, 435, 442, 475,
Mainz, 42 493, 510, 518, 535
mal uso de la libertad de imprenta, metáforas, 233, 238, 248
211, 213, 225 México, 31, 32, 34, 43, 44, 46, 48,
Malthus, Robert, 424 52, 57, 77, 79, 117, 119, 120,
manifiestos, 87, 96, 101, 147, 533 121, 123, 125, 159, 160, 161, 170,
manuscrito, 56, 268, 395, 396, 481, 193, 194, 211, 226, 229, 242, 260,
482 261, 292, 326, 350, 351, 375, 381,
mapas, 28, 377, 379, 381, 382, 284, 417, 445, 446, 497, 530, 544, 547,
385, 386, 387, 398, 390, 392, 393, 548, 552
394, 395, 396, 397, 402, 406, 410, Miranda, Francisco de, 171, 177, 179,
452, 461, 534 180, 183, 381, 383, 390, 394, 398
Marinilla, 513 Modernidad, 19, 21, 32, 123, 160,
Mariquita, 493 195, 228, 283, 289
Marx, Karl, 424 Mompox, 59, 151, 268, 484
Medellín, 14, 31, 32, 33, 34, 121, Monarquía, 12, 13, 19, 23, 25, 46, 57,
123, 125, 259, 268, 292. 325, 98, 99, 127, 131, 133, 136, 139,
326, 351, 376, 417, 418, 472, 140, 143, 146, 147, 150, 151, 156,
480, 484, 494, 497, 498, 499, 157, 197, 199, 203, 205, 207, 213,
500, 501, 504, 505, 506, 508, 228, 240, 332
509, 511, 512, 513, 521, 522, Moniquirá, 301, 310
523, 525, 526, 548, 551 Morales, Lorenzo, 319
Melo, José María, 450, 468, 477 Mosquera, Manuel José, 319
memoria, 50, 154, 221, 242, 361, Mosquera, Tomás Cipriano de, 454,
362, 364, 374, 379, 380, 382, 460, 461, 462, 486
Índice 573
mujer, 27, 247, 329, 330, 331, 332, 142, 146, 151, 154, 156, 157,
333, 334, 336, 337, 338, 339, 340, 160, 161, 175, 201, 202, 225,
341, 342, 343, 344, 346, 347, 348, 229, 232, 235, 236, 252, 257,
482, 493 259, 260, 261, 272, 273, 284,
Murillo Toro, Manuel, 422, 426, 437, 290, 292, 293, 295, 296, 297,
453, 455, 466, 469, 488 299. 304, 312, 319, 323, 324,
Mutis, José Celestino, 51, 66, 530 325, 326, 333, 336, 343, 345,
Mutis, Sinforoso, 63, 350, 351, 391, 392, 393, 395,
396, 398, 400, 415, 418, 422,
N 423, 424, 425, 426, 430, 431,
Nariño, Antonio, 13, 50, 51, 57, 70, 433, 434, 435, 436, 438, 439, 440
77, 80, 81, 82, 83, 84, 85, 89, 90, números sueltos, 267, 506
91, 213, 214, 215, 330, 347, 348,
370, 424, 530 O
narrativa, 21, 391, 397, 398, 419, objetividad, 67
554 Ocaña, 223, 226
nota de calificación, 208 opinar, 214, 272, 333, 509
noticia, 12, 44, 45, 50, 71, 86, 134, opinión, 12, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20,
148, 149, 150, 183, 235, 334, 345 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29,
Noticias públicas, 76, 88 30, 35, 37, 38, 39, 40, 48, 57, 62,
Nuestra Opinión, 91, 521 64, 66, 67, 68, 69, 72, 74, 75, 76,
Nuestro siglo XIX, 459 77, 78, 79, 80, 81, 82, 83, 84, 85,
Nueva Granada, 7, 8, 12, 13, 14, 15, 87, 88, 90, 91, 92, 97, 98, 99, 100,
24, 25, 27, 31, 33, 34, 37, 38, 39, 102, 103, 104, 107, 108, 110, 111,
40, 41, 43, 44, 45, 46, 47, 49, 51, 112, 113, 114, 115, 116, 117, 129,
53, 54, 55, 56, 57, 59, 61, 63, 64, 130, 131, 132, 133, 134, 135, 136,
65, 66, 67, 68, 69, 70, 71, 73, 75, 138, 139, 140, 141, 142, 143, 144,
77, 79, 80, 81, 83, 85, 86, 87, 89, 146, 147, 153, 154, 155, 156, 157,
90, 91, 92, 93, 94 ,95, 96, 97 , 98, 158, 168, 173, 174, 175, 177, 189,
99.100, 101, 103, 104, 105, 107, 190, 197, 200, 201, 202, 206, 207,
108, 109, 111, 113, 115, 116, 208, 210, 211, 213, 214, 215, 221,
117, 119, 120, 121, 122, 123, 223, 225, 226, 231,232, 233, 234,
125, 131, 133, 135, 139, 140, 236, 237, 240, 241, 244, 248, 250,
574 Índice
251, 255, 257, 258, 263, 266, 270, 330, 347, 348, 377, 379, 381, 392,
271, 272, 276, 281, 282, 283, 284, 397, 406, 411, 422, 430, 436, 437,
285, 286, 289, 290, 293, 294, 297, 440, 442, 443, 456, 457, 473, 477,
304, 305, 306, 307, 308, 315, 316, 483, 486, 487, 490, 496, 500, 507,
318, 321, 322, 323, 330, 333, 335, 509, 514, 515, 516, 519, 521, 525,
340, 341, 342, 343, 347, 348, 377, 529, 530, 531, 532, 533, 534, 535,
379, 381, 392, 397, 406, 411, 422, 536, 537, 538, 539, 540, 541, 542,
430, 433, 436, 437, 440, 442, 443, 543
444, 450, 451, 453, 456, 457, 471, Oportuna ocurrencia de una Beata,
473, 477, 483, 486, 487, 490, 495, 340
496, 499, 500, 507, 509, 511, 512, oposición periodística, 318
514, 515, 516, 519, 521, 522, 525, Orinoco, 13, 14, 31, 100, 101, 102,
529, 530, 532, 535, 537, 540, 543 103, 106, 123, 163, 164, 166, 168,
común, 40, 41, 48, 232, 236, 240, 184, 185, 187, 190, 191, 193, 195,
340, 512 198, 207, 210, 211, 212, 213, 227,
de los lectores, 72, 138 228, 244, 267, 380, 382, 394, 399,
del Rey, 25, 129, 157, 158, 209 401, 402, 403, 404, 405, 406, 407,
pública, 12, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 409, 412, 415
20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, Ospina Rodríguez, Mariano, 422, 465,
29, 30, 35, 37, 38, 40, 57, 64, 66, 467, 469, 516, 518, 520, 521
67, 68, 69, 72, 75, 76, 79, 81, 82,
83, 84, 87, 88, 90, 91, 96, 98, 99, P
100, 102, 107, 108, 110, 111, 112, Padilla, Diego Francisco, 81, 83
113, 114, 115, 116, 117, 129, 130, Padilla, José Prudencio, 405
131, 132, 134, 135, 135, 138, 139, Paisano observador, 283, 284, 285,
140, 141, 142, 143, 144, 146, 153, 286, 290
155, 157, 158, 173, 174, 175, 177, palabra impresa, 94, 97, 131, 170
189, 197, 208, 211, 213, 214, 215, Pamplona, 301, 320
221, 225, 226, 231, 232, 233, 237, Panamá, 243, 267, 268, 277, 358,
238, 241, 242, 250, 255, 263, 266, 377, 438, 479
281, 282, 283, 284, 285, 286, 289, panfletos, 115, 177, 269, 480
290, 293, 294, 297, 304, 305, 306, Papel Periódico, 12, 13, 34, 51, 54,
308, 315, 316, 321, 322, 323, 324, 55, 56, 57, 58, 70, 87, 123, 129,
Índice 575
283, 329, 330, 331, 333, 334, 336, 346, 347, 348, 349, 359, 360, 362,
337, 339, 341, 345, 346, 349, 351, 363, 368, 369, 372, 383, 422, 423,
354, 359, 360, 366, 367, 370, 440, 444, 447, 448, 449, 452, 455,
371, 502, 504, 506, 535 456, 463, 464, 466, 470, 474, 475,
Papel Periódico de la Ciudad de Santafé 477, 478, 481, 482, 486, 488, 492,
de Bogotá, 13, 34, 57, 329, 330 493, 495, 499, 500, 502, 503, 504,
París, 5, 13, 14, 20, 31, 46, 67, 119, 505, 506, 507, 509, 510, 511, 512,
159, 160, 377, 378, 391, 392, 513, 514, 515, 516, 517, 518, 519,
397, 401, 404, 407, 419, 458, 520, 521, 523, 524, 531, 533, 534,
472, 485, 551, 552 539, 540, 541
partes de batalla, 533 periodismo, 13, 16, 164, 168, 176, 178,
Partido Conservador, 462, 485 180, 184, 458, 463, 507, 537, 542
Partido de los Libertadores, 379 Piar, Manuel, 380, 399, 402, 403, 404,
Partido Liberal, 459, 464, 471, 483 405, 406, 407, 408, 409, 412, 413,
Partido Libertador, 406 414, 415, 416
pasquines, 42, 57, 169, 177, 495 Política cristiana, 357
Paz de Basilea, 171 Popayán, 71, 73, 86, 91, 106, 107, 113,
Peñalver, Fernando de, 188 121, 149, 156, 160, 162, 268, 394,
Pérez Calama, Joseph, 28, 353, 354, 430, 431, 520, 535
355, 356, 357, 358, 359, 360, 361, Portugal, 121, 387, 389, 418, 420
363, 364, 365, 366, 371, 373, 374 Primera República, 85, 86, 87, 90, 93,
periódicos, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 24, 131, 136, 142, 178, 200, 232, 390,
27, 29, 30, 37, 42, 51, 52, 53, 54, 391, 397, 411
55, 56, 65, 66, 77, 78, 79, 80, 81, Primicias de la Cultura de Quito, 28,
87, 90, 96, 101, 102, 103, 106, 52, 123, 329, 330, 332, 333, 351,
107, 109, 113, 114, 136, 141, 354, 356, 359, 366, 367, 373
144, 146, 147, 150, 151, 161, 169, proclamas, 92, 101, 134, 147, 153, 156,
174, 178, 182, 187, 190, 197, 206, 189, 524, 533
207, 208, 209, 210, 211, 212, 213, propaganda, 92, 168, 178, 207, 468,
214, 218, 220, 222, 225, 237, 245, 469, 539, 543
264, 265, 266, 267, 268, 270, 274, Provincias Unidas de la Plata, 277
284, 297, 305, 309, 311, 321, 322, pseudónimo, 332, 518
323, 324, 329, 330, 331, 333, 335, publicidad, 15, 17, 18, 19, 22, 25,
576 Índice
27, 30, 38, 40, 42, 43, 46, 48, 49, Reconciliador Antioqueño, 513
50, 53, 54, 63, 64, 66, 67, 70, 71, Reconquista española, 25, 38, 92, 95,
73, 108, 116, 130, 132, 136, 137, 96, 97, 129, 130, 132, 135, 136,
138, 145, 146, 147, 149, 155, 157, 138, 139, 145, 146, 148, 150, 154,
271, 274, 285, 449, 473, 535, 538, 208, 209
539, 542, 543 redactor, 54, 86, 103, 163, 166, 167,
público lector, 264, 273, 322, 451, 180, 181, 184, 185, 187, 278, 369,
458, 459, 490, 491, 508, 542 371, 491, 492, 494
Puebla, 357, 481 Redactor Americano, 5, 12, 30, 51, 53,
pueblo, 15, 37, 39, 40, 49, 63, 68, 70, 72, 124
72, 78, 80, 81, 88, 106, 110, 111, Reflexiones de una Dama Filósofa sobre
132, 141, 142, 164, 164, 201, 204, un punto importante de educación
205, 211, 213, 216, 217, 225, 238, pública, 341
242, 243, 245, 246, 247, 267, 270, Reflexiones sobre la opinión pública,
271, 273, 274, 275, 282, 284, 297, 67, 121
302, 305, 306, 314, 333, 334, 368, Relacion del espantable terremoto que
373, 381, 382, 383, 389, 390, 448, agora nuevamente ha acontecido en
449, 450, 451, 459, 462, 463, 464, la Ciudad de Guatimala, 43
476, 480, 489, 491, 494, 503, 504, Renaudot, Théophraste, 45
509, 513, 514, 515, 517, 524, 538 reporteros, 264
República, 13, 25, 27, 72, 100, 107,
Q 110, 112, 113, 127, 139, 157, 172,
Quito, 8, 28, 52, 54, 77, 79, 123, 179, 190, 198, 201, 202, 203, 204,
202, 234, 237, 246, 252, 257, 205, 206, 207, 211, 213, 217, 218,
268, 269, 329, 330, 332, 333, 351, 220, 223, 224, 225, 226, 232, 236,
353, 354, 355, 356, 357, 358, 359, 239, 243, 245, 256, 272, 296, 299,
360, 361, 362, 363, 364, 366, 367, 308, 318, 338, 391, 398, 423, 429,
368, 369, 370, 371, 372, 373, 375, 430, 431, 437, 457, 480, 488, 501,
376, 391, 394, 395, 460, 534, 549 521, 530
República de Colombia, 5, 28, 161,
R 201, 202, 203, 216, 217, 218, 224,
Real y Pontificia Universidad de 225, 227, 231, 234, 237, 239, 240,
Caracas, 163 343, 244, 246, 250, 252, 255, 257,
Índice 577
258, 272, 293, 377, 378, 380, Santa Fe de Antioquia, 499, 504,
381, 382, 391, 392, 394, 395, 519, 520
396, 401, 402, 404, 407, 419, Santander, Francisco de Paula, 100,
427, 434, 509, 511, 534 164, 168, 198, 200, 202, 204,
República de la Nueva Granada, 205, 206, 209, 213, 214, 215,
296, 433 217, 218, 220, 221, 222, 223,
República Granadina, 347 224, 225, 231, 234, 235, 237,
Restrepo, José Félix de, 504 243, 244, 246, 248, 249, 250,
Restrepo, José Manuel, 63, 234, 246, 251, 254, 255, 256, 267, 293,
255, 257, 377, 379, 380, 382, 295, 296, 297, 299, 300, 301,
391, 392, 394, 416, 504, 505, 307, 309, 311, 312, 313, 314,
508, 534 315, 316, 318, 322, 393, 394,
Revolución francesa, 17, 57, 74, 395, 426, 437, 476, 509, 511
136, 225 santanderistas, 240, 318, 448, 536
Revolución Industrial, 173 Semanario de Agricultura y Artes diri-
Río de Janeiro, 387, 546 gido a párrocos, 59, 125
Río de la Plata, 229, 230, 384, 544 v. t. agricultura, 59, 60, 62, 63, 88,
Rionegro, 237, 393, 499, 505, 512, 156, 164, 235, 280, 356, 358, 364,
513 424, 425, 431, 433, 436, 437, 441,
Rodríguez de Campomanes, Pedro, 444, 501, 520
62 Semanario de Caracas, 164, 168, 176,
Rodríguez Torices, Manuel, 87 179
Rodríguez, Manuel del Socorro, Semanario de la Nueva Granada, 12,
12, 30, 51, 54, 70, 72, 329, 13, 31, 51
339, 370, 503 Semanario del Nuevo Reyno de Granada,
Roma, 43, 56, 107, 191, 340, 363, 33, 63, 65, 125
473, 504, 532, 552 Semanario Patriótico, 77, 79, 125
rumor, 42, 272, 303, 412, 429 semi-autonomía, 171
v. t. autonomía, 86, 206, 209, 223,
S 320, 463, 474, 505, 512, 513
Samper, José María, 450, 466 sentido común, 312, 333, 340
San Andrés, 277 Septenario al corazón doloroso de María
Santa Catalina y Mangles, 277 Santíssima, 44
578 Índice
sermones religiosos, 92 Tribunal de Censura de la Imprenta,
seudónimo, 279, 280, 523 359
sistema de enunciación, 27, 263 v. t. censura, 15, 46, 56, 112, 145,
sistema de subjetivación caballeresca, 146, 154, 178, 202, 206, 209, 266,
41 306, 310, 320, 357, 428, 488, 508,
sistema federal, 223, 236, 257, 321 519
sistema monárquico, 98, 103, 133, Trinidad, 169, 171, 172, 174, 180,
241 189, 194, 195
sistema republicano, 102, 240, 241, Trinidad Weekly Courant, 172
245, 293, 304, 312, 321, 322, 515 Tunja, 14, 86, 301, 506, 535, 546
Smith, Adam, 60, 424, 441
soberanía popular, 91, 105, 448, 538 U
soberanía regia, 132, 133 unanimidad, 27, 112, 115, 153, 240,
Sociedad Económica de Amigos del 248, 257, 258, 293, 304, 307, 316,
País, 59, 334, 353, 438 317, 318, 320, 321, 322, 323,
subjetividad, 319, 323 324, 537
Sucre, Antonio José de, 247, 413 v. t. consenso, 40, 88, 108, 112,
suicidio, 333 138, 153, 307, 322, 447, 537
Suramérica, 8, 27, 329, 330, 331, 333, uniformar las ideas, 87, 88, 447
335, 337, 339, 341, 343, 345, 347, Universidad Tomística, 513
349, 351, 385, 386, 387, 389, 430, Urdaneta, Rafael, 295, 301, 312,
497, 526 413, 415
suscripciones, 59, 267, 452, 458, 470, utilitarismo, 424
478, 515, 516, 517
V
T Valencia, 26, 72, 117, 123, 149, 176,
tendencia, 214, 216, 284, 311, 314, 178, 231, 234, 235, 236, 238, 244,
323, 382, 438, 452, 466, 488, 516 257, 354
tertulia, 19, 70, 365 valor histórico, 179
Thesoro de Covarrubias, 39 Venezuela, 7, 14, 26, 31, 99, 100, 101,
tipos móviles, 42, 175 108, 117, 162, 163, 164, 165, 167,
tirajes, 264, 266 168, 169, 170, 171, 172, 175, 176,
Torres, Camilo, 78, 79 177, 178, 179, 180, 181, 182, 183,
Índice 579
187, 188, 190, 192, 193, 194, 195, voz, 24, 27, 39, 41, 76, 82, 85, 101,
196, 202, 224, 225, 226, 227, 230, 102, 114, 131, 134, 136, 138, 139,
231, 232, 234, 235, 236, 243, 244, 142, 143, 177, 190, 211, 233, 263,
246, 250, 251, 253, 257, 267, 326, 269, 271, 272, 273, 274, 276, 279,
377, 380, 384, 391, 392, 394, 395, 280, 281, 283, 284, 285, 294, 316,
396, 397, 398, 399, 403, 404, 414, 318, 322, 330, 332, 333, 340, 341,
417, 446, 454, 460, 461, 469, 470, 343, 349, 365, 371, 481, 482, 524,
534, 544, 545, 546, 555 537, 550, 555
veracidad, 64, 286 Voz del pueblo, 39, 40, 72, 126
verosimilitud, 321
vida pública, 204, 241, 307, 310, 447, Z
462, 493, 534 Zaragoza, 502
Vieja Providencia, 277 Zea, Francisco Antonio, 55, 56, 101,
Virreinato de Nueva Granada, 343, 185, 370, 400, 415, 430
345
Virreinato de Santafé, 355, 425, 441,
444
580 Índice
Este libro se realizó en Julián Hernández Taller de Diseño en el mes de julio de 2012
y se compuso con fuentes de la familia Garamond.