CAMPAGNE Feudalismo Tardio y Revolucion PDF
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Entre los siglos XVI y XVIII es posible identificar cinco expresiones manifiestas de la renta
de la tierra: La renta señorial, la renta eclesiástica, la renta propietaria, la renta fiscal y la
renta usuraria.
La renta señorial estaba conformada por los ingresos derivados de los dos primeros
componentes de la propiedad señorial: las rentas enfitéuticas y la explotación del
Bannum. La renta señorial sobrevive hasta el colapso final del Antiguo Régimen.
Hasta mediados del siglo XVI, el conjunto de cargas y prestaciones exigido por los señores
de Ceutí era en extremo pesado. Estos barones exigían pagos del dominio directo (un
porcentaje fijo sobre la producción o partición de frutos) la décima parte de toda
compraventa o trueque de tierras (el laudemio enfitéutico), y el pago anual de un par de
pollos y gallinas por cualquier vivienda existente dentro de los límites de la jurisdicción
(convertida en latifundio).
Así también los señores de Ceutí poseían el monopolio del horno y del molino, el derecho a
nominar a los candidatos para los cargos municipales, la facultad de exigir a los habitantes
del territorio diversas corveas o prestaciones en trabajo.
Las diferentes prestaciones laborales, prácticamente desaparecen el curso del siglo XVI. La
obligación de entregar al señor cada año una carga de paja y otra de leña, de transportarla a
expensas del tributario, es abolida en 1592. Desaparece también la corvea anual,
consistentes en dos jornadas de trabajo gratuito. Las cargas enfitéuticas (recognitivas del
dominio directo) se mantuvieron siempre. Solo fueron anuladas las prestaciones personales
y las corveas.
El diezmo se transformo en una de las más importantes categorías de la renta del suelo de la
Europa precapitalista. Se estimaba un 8% de la cosecha bruta. El diezmo era el primer
exactor con derecho a exigir su porción del producto de la tierra. Los nobles, el resto de los
propietarios eclesiásticos, los profesantes de otras religiones, los minifundistas, todos
debían cumplir con su parte del diezmo.
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Hasta finales del Antiguo Régimen, el pago solía exigirse en especie. Los productos
sometidos al pago del diezmo eran: los cereales, la vid, las crías nacidas durante el año.
Quedaban exentos del pago los animales de labranzas, los prados, los bosques y los huertos.
Los beneficiarios directos del diezmo eran los obispos, abadías o capítulos catedralicios.
También eran muy frecuentes los diezmos infeudados, que no eran percibidos por
instituciones eclesiásticas sino por laicos, quienes debían asegurar como contrapartida la
subsistencia del clero parroquial y el mantenimiento del culto dentro de su jurisdicción.
El pago del tributo no corría por cuenta de los propietarios, sino de los ocupantes del suelo.
Los grandes propietarios quedaban en la práctica exentos del pago del diezmo.
Durante la Edad Moderna, la renta propietaria se transforma en una de las principales vías
de apropiación del excedente agrario por parte de los dueños de la tierra. Diversos factores
explican este fenómeno:
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5. La renta fiscal: la centralización del excedente campesino
La nobleza, el clero, y gran parte del patriciado urbano estaba exento del pago de las
contribuciones directas, en cambio en los productores rurales no privilegiados caía la renta
fiscal. Percibida en dinero, la renta fiscal era la exacción más difícil de evadir a raíz de los
medios de coerción que poseía.
El sistema impositivo francés hacia uso equilibrado de ambas clases de impuestos (directos
e indirectos). Desde el siglo XIV hasta el estallido de la revolución, la renta fiscal del reino
se sustento sobre tres contribuciones:
- La talla, un impuesto directo de base rural.
- La gabela, un impuesto indirecto que gravaba la compraventa de sal.
- Las aides, impuestos indirectos que gravaban el consumo de un grupo especifico de
productos.
La talla era personal en el norte del país: según su condición, eran las personas quienes
resultaban gravadas o exentas. En el sur, la talla era real: las tierras (no los individuos) eran
el objeto del gravamen o de las exenciones.
La gabela se sustentaba sobre el monopolio estatal de la venta de sal. Las regiones que
producían su propia sal quedaron exentas del pago del tributo.
Los impuestos indirectos eran arrendados por financistas locales o extranjeros que solían
adelantar al estado la suma que se esperaba obtener por el cobro de un tributo.
El endeudamiento rural entre 1560-1720, era una de las principales vías de expropiación de
los productores directos. Ninguna explotación familiar estaba exenta del fenómeno del
endeudamiento crónico. Una sucesión de las malas cosechas, una tragedia familiar, el
aumento de los impuestos, el paso del ejército, con frecuencia ponían en peligro la
supervivencia de la explotación familiar. Los créditos parecían, entonces, la única salida.
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Los beneficiarios de este complejo mercado rural de capitales eran los burgueses de las
ciudades vecinas, los curas de las aldeas, los hombres de leyes, los grandes arrendatarios y
los campesinos prósperos.
Desde mediados del siglo XVI, las primeras victimas del avance del endeudamiento fueron
las capas pobres del campesinado de subsistencia. A partir del siglo XVII, fueron los
campesinos medios esta vez, quienes quedaron atrapados por el endeudamiento.
La clase media rural podía resistir por más tiempo las coyunturas desfavorables; pero si
perduraban demasiado, no tenían tiempo para recuperarse.
En el caso de los aparceros compartían con los dueños de la tierra los costos de producción
por mitades (arados, semillas, carretas, animales de tiro). En ocasiones no podían siquiera
aportar su parte del capital inicial, por lo que el propietario del suelo debía adelantarles
herramientas y dinero, que luego seria descontados de la primera cosecha.
A partir de las primeras décadas del siglo XVIII, el crecimiento económico, la disminución
de la presión fiscal y la baja de la tasa de interés, reforzaron la posición del campesinado
enfitéutico, incluso del alodial.
Capitulo 5
1. El termino de la aldea
Toda la comunidad rural estaba compuesto por tres secciones diferentes: las viviendas y
huertos, la tierra cultivable (ager), y los bienes comunales (saltus).
El núcleo habitacional campesino incluía, la vivienda, el huerto y las instalaciones para los
animales domésticos. Las viviendas y sus huertos eran tierras cercadas.
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La mayoría de los propietarios de casa y huerto poseían también una cantidad variable de
parcelas dispersas por el ager, aunque la sola propiedad de una vivienda bastaba para que su
poseedor fuera considerado como miembro de la comunidad, con derechos a usufructuar
los bienes comunales y a participar de la asamblea de vecinos.
Por el hecho de estar cercadas, el productor tenía absoluta libertad de cultivo sobre las
tierras de su huerto. No quedaban sujetas a disposiciones que regulaban la producción en el
ager. Estas pequeñas extensiones de tierra quedaban al margen de todo tributo. A menos
que en ellas se plantaran vides o se sembraran cereales.
Todas las cargas y tributos recaían sobre el producto agrícola generado por el ager (el
diezmo, el impuesto estatal, las rentas enfitéuticas, etc.).
Los campos abiertos u open-field eran extensiones de terrenos, en las cuales las parcelas de
varios propietarios se hallaban dispersas y entremezcladas. No se trataba de una forma de
propiedad colectiva o comunal. Cada propietario poseía títulos de propiedad individual
sobre sus bienes. Las parcelas continuaban siendo bienes de usufructo individual, solo que
mezclados entre si.
Cada parcela era un franja, separada de la vecina por surcos, piedras, pequeños setos o
cintas de césped. La extensión de las franjas era de 200 metros por 20. Algunas podían ser
tenencias a censo o enfitéuticas (Enfiteusis: es un derecho real que supone la cesión del
dominio útil de un inmueble, a cambio del pago anual de un canon, y de un laudemio por
cada enajenación de dicho dominio). Otras podían ser parcelas de dominio indiviso.
También podía suceder que algunas de las franjas fueran propiedad del señor. En cualquiera
de los regimenes anteriores, las parcelas podían arrendarse a terceros.
Las franjas entremezcladas en el ager no eran terrenos cercados, dentro de los cuales el
productor podía sembrar lo que deseara.
La división de la tierra era en tres partes o campos. Este sistema de rotación trienal ( por
ejemplo: la sucesión de Barbecho en un franja, cereales de invierno, cereales de primavera).
Las diversas fases del ciclo agrícola (la estercoladura, la labranza, la siembra, la cosecha)
debían tener lugar en periodos fijos, según el calendario que la asamblea comunal, los
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ayuntamientos o los tribunales señoriales establecían para toda la comunidad. Los
productores individuales no podían regular en forma individual la duración de las fases del
proceso productivo.
En el sistema trienal, los propietarios tenían derecho a enviar a pastar sus rebaños al suelo
del barbecho, siempre según el tamaño y la cantidad de franjas que poseían en el ager. En
ciertos regimenes, enviar al barbecho parte de los rebaños individuales era incluso
obligatorio, para garantizar así una provisión adecuada de abono.
Antes de iniciar la siembra del próximo ciclo, que en el sistema clásico correspondía a los
cereales de primavera (avena o cebada), los propietarios individuales unificaban sus
parcelas y enviaban parte de sus rebaños (common of shack). El objetivo era contribuir
con la estercoladura, y también con el desbroche del terreno: los animales consumirían los
pequeños restos del tallo, las espigas perdonadas por la hoz, la hierba crecida en los bordes
de cada franja. Esta practica se extendía por varios meses, entre finales de Agosto (cuando
la cosecha de los cereales de invierno había concluido) y comienzos de marzo (cuando
comenzaba la siembra de los cereales de primavera).
El saltus: los vecinos de la aldea podían enviar a pastar a sus rebaños durante todo el año,
en particular el ganado porcino y ovino. Los techos, los graneros y las cercas podían
repararse con la madera recogida en el bosque. Si los comunales incluían estanques o
arroyos, las familias campesinas podían completar sus dietas con pescado. Los pantanos
proveían turba, combustibles baratos. El saltus no era común a todos los aldeanos, sino a
los propietarios.
Además de la harina, el espigueo generaba otros recursos. La paja podía emplearse para
encender los hornos, para cubrir techados o para tapizar los establos. Mezclada con
estiércol, podía utilizarse como abono.
Ahora bien, los propietarios no podían introducir mejoras técnicas que redujeran los
beneficios generados por algunos de estos derechos colectivos.
Los bienes comunales eran utiles solo si no se los sobreexplotaba. Tanto los derechos de
pastoreo como el usufructo del bosque, estaban regulados.
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El prado comunal
Las disposiciones comunales eran decididas por las asambleas de vecinos, y reforzadas por
los tribunales públicos y señoriales. El establecimiento de cuotas, limitaba el numero de
animales que los propietarios podían ingresar en los commonlands. En 1760 se permitía se
permitía el ingreso de una oveja por cada acre de tierra poseído en el ager. En el caso de las
vacas, la proporción era de un animal por cada 10 acres. Estaba prohibido introducir en los
comunales animales de otras parroquias a cambio de un sueldo, o arrendar a terceros los
derechos comunales no explotados.
Las autoridades aldeanas permitían que los propietarios que sembraban con forrajeras una
porción de su barbecho, introdujeran en el saltus un mayor numero de animales que el resto
de los parroquianos. Otro conjunto de normas colectivas hacia referencia a la limpieza de
canales y de las vías de drenaje, que ayudaban a mantener la salud del ganado.
El bosque comunal
En el bosque se obtenían recursos para ingresar en la red de intercambios con los otros
vecinos. La foresta proporcionaba combustibles tales como: madera seca, turba, matorrales,
helechos, raíces, etc. Esto permitía calefaccionar las cabañas miserables, alimentar los
hornos caseros o el fuego para la elaboración casera de cerveza.
Las regulaciones colectivas establecían que los vecinos tenían tan solo derechos a tomar
cierto tipo de madera, en particular, las ramas muertas, secas o caídas de los árboles.
Las cañas, hierbas y matorrales servían como forraje o para confeccionar los lechos sobre
los que dormían. El forraje obtenido permitía alimentar a los bueyes y a los caballos
durante todo el invierno, incluso hasta abril o mayo.
Del bosque también se podía obtener la arena: arrojada al piso de la cabaña una vez por
semana, permitía absorber la suciedad, el polvo y la grasa. También era un buen abrasivo
para la limpieza de cacharros y vasijas.
Los campesinos hallaban incluso utilidad a la lana de los animales que quedaba atrapada en
los arbustos espinosos. Con ella confeccionaban alfombras y parches para la ropa.
La comida era otro grandes recursos provistos por el bosque y los baldíos comunales. Los
frutos secos, como las nueces y las avellanas, que podían venderse en los mercados
urbanos. El otoño proporcionaba hongos para la preparación de sopas y estofados. La
foresta también proveía hierbas medicinales y hojas jóvenes para ensaladas. Con los frutos
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del bosque como frutillas silvestres, frambuesas, etc., se podían elaborar jaleas, dulces y
licores.
Los animales podían alimentarse en los bosques, en especial los gansos, las vacas, las
ovejas y los cerdos.
Las commonlands eran una fuente complementaria de riqueza para toda la aldea. Los
aldeanos vendían en el mercado mucho de los productos que recogían en los bosques. En
ocasiones, la actividad podía convertirse en una ocupación de tiempo completo y la
principal fuente de ingreso de una familia pobre sin tierras.
El acceso a los comunales permitía construir relaciones sociales a través del intercambio de
productos. Los dones creaban lazos de obligación, implicaban siempre el retorno de los
contradones; y los baldíos comunales eran la mejor fuente de regalos y presentes para
familias con recursos y salarios inadecuados. Una jornada de recolección en el bosque
generaba mas oportunidad para dar y recibir, que varios días de trabajo asalariado en una
granja.
Los aldeanos que batallaban por ingresar en los comunales contra la voluntad del señor,
eran pobres y minifundistas.