Mujeres Que Migran: Atención en Salud Sexual y Reproductiva A Migrantes Afrocaribeñas en Uruguay
Mujeres Que Migran: Atención en Salud Sexual y Reproductiva A Migrantes Afrocaribeñas en Uruguay
Mujeres Que Migran: Atención en Salud Sexual y Reproductiva A Migrantes Afrocaribeñas en Uruguay
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Resumen
Uruguay ha sido protagonista en las últimas décadas de una reversión de su saldo migratorio, con
un crecimiento de los flujos de origen latinoamericano que es el motor fundamental de este cambio
en varios países de la región. Existe una amplia bibliografía2 que da cuenta de la feminización de las
migraciones a nivel internacional, fundamentalmente en los flujos sudamericanos y caribeños.
Dadas las características de esta población, se utiliza en este artículo el análisis interseccional de
forma transversal, ya que la variable género no puede ser tomada en cuenta de forma aislada
respecto a otras como etnia o clase social.
Migrar es un derecho humano y es menester de los Estados garantizar las adecuadas condiciones
de integración al país de recepción. Uruguay tiene la Ley 18.250, que contempla la perspectiva de
derechos humanos y la equidad en el acceso a ellos para las personas migrantes. Enfocar esta
investigación en el acceso a la salud sexual y reproductiva permite analizar estas líneas de política
pública desde una perspectiva interseccional de género. El acceso a una salud sexual y reproductiva
de calidad condiciona fuertemente la autonomía y el proyecto migratorio de las mujeres migrantes.
Se analizan en este artículo las formas de segregación y exclusión que vive esta población en
general y cómo estas atraviesan el acceso a la salud, con hincapié en lo que ocurre dentro del
consultorio médico, donde las prácticas profesionales juegan un rol central. También se abordan
dos aspectos específicos —acceso a métodos anticonceptivos y a la interrupción voluntaria del
embarazo—, pues a pesar de que las leyes garantizan los derechos en este sentido, existen
evidentes dificultades de acceso para las migrantes afrocaribeñas.
1
Tesis para obtener el grado de Magíster en Género y Políticas Públicas (Flacso Uruguay-México). 2018. Directora
de tesis: Susana Rostagnol
2
A modo de ejemplo: Martínez Pizarro, 2007; Herrera Mosquera, 2011; Guzmán Ordaz, 2009; Caballero, y otros,
2008.
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migrantes afrocaribeñas en Uruguay. (pags.49-85)
Abstract
Uruguay has recently experienced a variation of its migratory balance, flows of Latin-American
origin being the main engine of this change in many countries in the region. There is wide
bibliography that accounts for the feminization of migrations at international level, basically in
South-American and Caribbean flows. Given the characteristics of this population, the
intersectional analysis is transversally used, because the gender variable cannot be considered as
isolated from others like ethnic group or social class.
Migration is a human right, and States must ensure the appropriate conditions for integration into
their countries. Uruguayan Law 18.520 provides a human rights perspective and the equity of
access to those rights for migrant people. Focusing this research on the access to sexual and
reproductive health services enables to analyse these public policy lines from an intersectional
gender perspective. Access to sexual and reproductive health services of quality strongly conditions
the autonomy and migratory project of said women. The forms of segregation and exclusion
suffered by this population in general and the ways in which these impact on the access to health
are herein analysed, focusing on what happens inside the doctor’s office, where professional
practices play a central role. Access to contraceptive methods and voluntary interruption of
pregnancy are two specific aspects dealt with because although the laws guarantee their rights in
that sense, there are evident difficulties of access for these Afro-Caribbean migrant women.
Introducción
Los movimientos migratorios de las mujeres dejan tras de sí muchas huellas, tanto en las
sociedades de origen como en las de destino. Es un proceso de movilidad humana cuya
dimensión de género modifica estructuralmente los sistemas de producción y
reproducción social (Guzmán Ordaz, 2009).
Uruguay ha sido protagonista en las últimas décadas de una reversión en su saldo migratorio,
en el que aparece una nueva ola de inmigración de diferentes orígenes latinoamericanos con
características particulares que no se veían hasta el momento, con la aparición de migrantes
provenientes de Perú, Cuba, Venezuela o República Dominicana que se incorporan a los
movimientos migratorios del Cono Sur (MIDES, 2017). La migración en América Latina y el Caribe ha
contribuido a evidenciar una característica relevante de los actuales procesos migratorios: su
feminización. Si bien esto se desprende en primera instancia de una participación mayoritaria y
creciente de mujeres, en un sentido cuantitativo, en los flujos migratorios actuales tiene también
una relevancia cualitativa que debe ser considerada en su especificidad (Martínez Pizarro, 2007).
Esta característica migratoria tiene un claro vínculo con la desigualdad de género, ya que la
feminización de los procesos migratorios no se encuentra disociada de las desigualdades de género
que estas mujeres viven en su país de origen. La necesidad de migrar en busca de un proyecto de
vida con mayores posibilidades y en busca del aumento de la capacidad de autonomía mucho tiene
que ver con las vulnerabilidades y escasas posibilidades del país de origen, donde las desigualdades
de género no hacen más que agudizar la situación.
Desde el punto de vista de sus significados, las variaciones de los flujos según
género tienen una estrecha relación con el grado de complementariedad
entre los mercados de trabajo de los países, la demanda laboral en
actividades de servicios, los efectos de las redes y las modalidades de la
reunificación familiar. Si bien estos mecanismos pueden representar
condiciones emancipadoras para las mujeres —y así lo prueban algunas
experiencias individuales—, también es cierto que perpetúan asimetrías
colectivas y estructuras de subordinación, independientes de la percepción
exitosa que algunas migrantes puedan tener de su inserción en las
sociedades de destino (Martínez Pizarro, 2007).
Estas asimetrías colectivas que menciona Martínez Pizarro (2007) implican una reformulación
en las líneas de políticas públicas existentes en materia de migración en los países receptores de
3
Término utilizado para definir aquellas migraciones provenientes de América Latina y el Caribe sucedidas en el
último tiempo en Uruguay (MIDES, 2017).
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4
Este modelo de integración se denomina integracionista o multiculturalista según los aportes de Lola Borges
Blázquez (2013), que se detallarán más adelante.
5
Se desarrollan dichos tratados en el apartado «Antecedentes de políticas públicas».
6
Ley 18.250, sancionada en enero 2008, en: https://www.impo.com.uy/bases/leyes/18250-2008
7
Ídem.
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Desde la comprensión de las especificidades que demanda esta nueva ola feminizada de
inmigración, se asume la importancia de que el Estado asuma que parte de la igualdad en el
ejercicio de los derechos es garantizar el acceso de estas mujeres a la salud sexual y reproductiva
(SSyR) en Uruguay. Pero esta garantía debe ser a una salud integral que incluya el derecho a decidir
sobre su propio cuerpo, su sexualidad y la garantía de una forma placentera de vivenciarla. Situar
como asunto de derechos humanos el derecho a decidir sobre el propio cuerpo pone en cuestión
las distintas posturas políticas que los Estados adoptan sobre los cuerpos de sus ciudadanas. La
sexualidad es una dimensión constitutiva de la vida de las personas que se desarrolla a lo largo de
toda la vida, es atravesada por aspectos biológicos, psicológicos, sociales y culturales, y es una
esfera central en la salud y la vida.
Estudios sobre acceso a servicios de salud8 han identificado algunos factores medulares que
tienen repercusión en la búsqueda y utilización de los servicios de salud por las mujeres. Entre estos
factores se encuentran su condición económica, la relación con los proveedores de salud, la
confianza en el sistema de atención médica y la representación del proceso salud/enfermedad,
entre otros. Un elemento común en estos estudios es la inequidad de género como concepto
explicativo de acceso diferencial a los servicios de salud, lo cual se suma al papel socialmente
asignado de la mujer como cuidadora de la salud de los integrantes del grupo doméstico. Dado que
la migración se ha constituido como un fenómeno estructural, la salud de las migrantes se ha
convertido en una preocupación real para los países de destino (Caballero y otros, 2008).
Específicamente, la mencionada capacidad de decidir sobre el propio cuerpo que tienen estas
mujeres migrantes está fuertemente relacionada con la atención brindada por los servicios de SSyR.
8
A modo de ejemplo: Nash Ojanuga y Gilbert (1992)
9
La IV Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing (1995) recalcó el impacto diferenciado de la pobreza sobre
hombres y mujeres. En Uruguay, si bien las mujeres no presentan mayores niveles generales de pobreza que los
varones, sí lo hacen en edades reproductivas (Cuaderno n.º 4 del Sistema de Información de Género, Uruguay,
2013).
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Frente a esta realidad, se hace más que pertinente comprender qué factores inciden en el
acceso a la salud y la atención recibida en Uruguay por estas migrantes. Fundamentalmente,
considerando los posibles obstáculos a la hora de decidir el uso de un método anticonceptivo y de
protección (Macyp) y cuál, y qué expectativas tienen las personas acerca de su planificación familiar
(cuánta distancia hay entre lo ideal y lo real), las posibilidades reales de acceso a la interrupción
voluntaria del embarazo (IVE) y las herramientas para vivir una sexualidad plena. Las prácticas y los
comportamientos en relación con la anticoncepción y a la planificación familiar pueden aportarnos
pistas interesantes para identificar si alguna de las barreras de acceso a los Macyp o a los servicios
de IVE son institucionales o corresponden a otros factores sociales. Esto resulta fundamental a la
hora de indagar en una política pública que busca incorporar a las migrantes al sistema de salud,
pero no siempre tiene en cuenta sus especificidades.
Investigaciones anteriores a esta10 en contextos muy diversos notan que las poblaciones
migrantes y nacionales no tienen iguales expectativas y conocimientos sobre su propia salud y
sobre los servicios de salud del país receptor. La búsqueda y utilización de la asistencia médica es
una conducta marcada por la base cultural y la experiencia personal. El grado de autonomía de las
mujeres, el miedo o la vergüenza a ser atendidas por un médico varón, los diferentes tabúes sobre
la desnudez o los órganos sexuales y los problemas de comunicación con los proveedores de salud
emergen como factores que limitan el acceso de las mujeres a estos servicios (Mora, 2003).
Cabe entonces preguntarse en qué medida la atención en SSyR que brindan los diferentes
servicios de salud en Uruguay logra satisfacer las necesidades y demandas específicas de las
mujeres inmigrantes afrocaribeñas para convertirse en una atención de calidad para ellas.
Esta pregunta, que oficia como disparador inicial, buscará indagar sobre las formas de
integración que el Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS) utiliza concretamente con las
mujeres inmigrantes afrocaribeñas y en qué medida reconoce o no las demandas específicas
emergentes de su situación específica —analizándolas desde una perspectiva interseccional— y las
10
Así lo muestran investigaciones realizadas sobre el acceso a la salud de las mujeres migrantes en Estados Unidos,
Europa y Asia (Cape, 1994; Rice, 1994; Darj y Lindmark, 2002; Carballo et al, 2004).
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diferencias culturales que estas mujeres traen consigo. Posteriormente, se buscará observar cómo
tal percepción impacta en la calidad de la atención recibida por las migrantes afrocaribeñas. Este
dilema resulta fundamental en tanto comprendamos el alcance que tiene esta nueva ola migratoria
en nuestro país, y no creamos que por existir igualdad establecida en la ley existe igualdad entre los
migrantes y el resto de la población. Es menester que el Estado uruguayo sostenga una política de
integración que reconozca las especificidades de la población migrante y abogue por su calidad de
vida.
El fin de esta investigación se desarrolla en esta línea e intenta dar respuestas a esas
interrogantes acerca de las especificidades y demandas de esta población que recientemente arriba
al país con sus particularidades y vulnerabilidades. Estas vulnerabilidades pueden ser amortiguadas
desde el Estado o pueden calar más profundo, según las diferentes posturas de integración de
migrantes que se utilicen. Por ello resulta tan relevante indagar en las formas de exclusión
existentes en nuestro país, en el entendido de que la inclusión real en el sistema de salud es uno de
los pilares fundamentales de la garantía de los derechos humanos.
Marco conceptual
El género constituye las representaciones sociales, las ideas y las formas de comportamientos
que se desarrollan con base en las diferencias anatómicas entre hombres y mujeres (Lamas, 1999).
Estas construcciones diferenciales que se construyen como relación primaria de poder se basan en
mitos y símbolos, normativas, instituciones e incluso en la propia subjetividad (Scott, 1996). Así, la
división del mundo basada en las diferencias biológicas —sobre todo las que refieren a
reproducción y procreación— estructuran la percepción y la organización concreta y simbólica de
toda la vida social. Esta diferenciación se basa en el uso de las diferencias biológicas de los sexos
como justificación natural de las diferencias socialmente establecidas y de esta relación arbitraria
de dominación (Bourdieu, 2000. Así, lo femenino y lo masculino se conforman a partir de una
relación mutua, cultural e histórica.
Pero es necesario considerar el complejo entramado que forma cada punto de partida donde
se ubican los sujetos. Cada persona no tiene solo una identidad, sino que es un producto híbrido de
las diferentes opresiones y privilegios que le corresponden por cada identidad que la compone.
Para analizar y visibilizar este entramado de identidades es que se introduce en la teoría feminista
el concepto de interseccionalidad. Al contrario de lo que habitualmente se cree,
Partiendo de la idea de que una mujer blanca y europea no sufrirá la misma discriminación,
ni en grado ni en forma, que una negra, lesbiana y de clase social baja, se deben atender todas
aquellas especificidades que generan desigualdades para todas las mujeres que no entren en el
modelo hegemónico mencionado. Esta perspectiva habilita a identificar, como aquí convoca, las
realidades concretas de mujeres afro y de mujeres migrantes no como una suma de
vulnerabilidades, sino como formas específicas y amalgamadas de dominación.
La interseccionalidad como modelo de análisis de las diferencias sociales trae consigo asumir
las categorías de género, nacionalidad, clase social y raza como fundamentales para comprender la
posición social de los actores. La importancia de la interseccionalidad radica en que al no estar
predeterminados sus límites, sirve para introducir otras categorías que permitan desenmascarar
distintos ejes de opresión. Así, en el caso de la presente investigación, la situación de ser una
persona migrante emerge con sustancial peso. Hablar de políticas de migración es hablar
necesariamente también de integración social. Para ello se incorpora aquí la noción de integración
en su sentido bidireccional, como un proceso que a través del respeto y la aceptación de la
diversidad permea tanto a la persona migrante como a la sociedad que la recibe.
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Siguiendo a Borges Blázquez (2013), la postura política que tiene cada país respecto a la
integración de sus migrantes dependerá de sus procesos históricos e institucionales, así como de la
evolución de las migraciones a lo largo de su historia. El modelo segregacionista considera al
inmigrante como un trabajador invitado temporal o Gastarbeiter,11 donde apenas existe una
igualdad formal con las minorías étnicas llegando incluso a discriminación por razones de
nacionalidad, sin plantear un reconocimiento real de su ciudadanía. Por su parte, el modelo
asimilacionista considera al migrante como posible ciudadano en función de su capacidad de ser
asimilado, donde los inmigrantes deberán adoptar los ideales del país receptor «aunque ello
suponga renunciar a la propia identidad cultural, por lo menos en la esfera pública. La ciudadanía
ha de ser idéntica para todos siendo las diferencias de individuos y comunidades relegadas a la
esfera privada» (Borges Blázquez, 2013: 39). En este paradigma, el modelo de integración resulta
unidireccional en tanto es el/la inmigrante quieén se debe adaptar a los mandatos del país
receptor.
11
En referencia a los trabajadores de diversos orígenes que fueron contratados durante la década del sesenta en la
entonces República Federal de Alemania debido al déficit de mano de obra para la reconstrucción tras la
Segunda Guerra Mundial.
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Esta autora permite echar luz, a través de su teoría del reconocimiento, sobre las injusticias
tanto político-económicas como culturales y simbólicas. Al partir de la diferenciación de los tipos de
injusticia que atañen por un lado a la redistribución y por el otro al reconocimiento, se entiende el
carácter necesariamente distintivo de enfoque que permite hacer frente a tales injusticias y
visualiza su compleja e imbricada realidad. Desde esta visión, la injusticia social se basa en dos
dimensiones fundamentales: la socioeconómica, arraigada en la estructura politicoeconómica de la
sociedad, y la dimensión cultural-simbólica, arraigada en los patrones sociales de representación,
interpretación y comunicación. La solución a la primera, la redistribución, tiende a minar la
diferencia entre los distintos grupos sociales, mientras que de forma simultánea la solución de la
segunda, el reconocimiento, impulsará la promoción de las diferencias entre ellos. Así, la tensión
entre estas dos soluciones dará lugar al dilema de redistribución/reconocimiento, frente al cual
Fraser plantea «integrar los ideales igualitarios del paradigma de la redistribución con aquellos que
sean auténticamente emancipatorios en el paradigma del reconocimiento» (1997 272). Así, la
autora plantea una noción de justicia que incorpore los reclamos de igualdad, pero también los de
la diferencia, un reconocimiento de las diferentes condiciones de género, etnia-raza, clase y otras
diversidades, para poder recién desde este reconocimiento hablar de una verdadera posibilidad de
redistribución.
Resulta adecuado entonces considerar este dilema a la hora de observar la realidad de las
mujeres migrantes afrocaribeñas en Uruguay, ya que ellas «pueden padecer tanto la mala
distribución socioeconómica como el erróneo reconocimiento cultural, sin que pueda entenderse
que alguna de estas injusticias es un efecto indirecto de la otra; por el contrario, ambas son
primarias y cooriginarias» (Fraser, 1997: 31).
La exclusión o la desintegración social no son estados absolutos de cosas. Son parte de una
lógica estructural de desigualdades y fragmentación social transmitidas por generaciones, pero eso
no quita que dichas situaciones de vulnerabilidad no sean resultado de largas cadenas de
mecanismos de exclusión que condicionan fuertemente las trayectorias de vida de las personas.
Comprender cómo operan esos mecanismos (abstractos pero de efectos concretos sobre las
personas) es parte fundamental de las políticas sociales que apunten a la superación de las
vulneraciones y las distancias sociales. Justamente, las distancias sociales se reproducen
estructuralmente a través de mecanismos concretos que es necesario develar, en particular
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aquellos que enfrentan las mujeres migrantes en el país y, específicamente, en los que repercuten
en la garantía de sus derechos sexuales y reproductivos.
Los derechos sexuales y reproductivos, en tanto derechos humanos, son conquistas sociales,
ejes centrales de la ciudadanía y de profundización de la convivencia democrática. Pueden definirse
12
Organización de las Naciones Unidas (ONU) (1979). Convención sobre la eliminación de todas las formas de
discriminación contra la mujer.
13
En http://www.un.org/popin/icpd/newslett/94_19/icpd9419.sp/1lead.stx.html
14
Informe de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, 1995: 18 y 30.
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«en términos de poder y recursos: el poder para tomar decisiones informadas sobre la propia
fertilidad, la procreación y el cuidado de los hijos, la salud ginecológica y la actividad sexual, así
como los recursos para llevar a la práctica dichas decisiones de manera segura y efectiva»
(Petchesky y Correa, 1995). Para poder ejercer estos derechos en igualdad de condiciones es
fundamental contar con condiciones habilitantes al respecto y debe estar garantizada la libertad
individual para la toma de decisiones y tener condiciones de justicia para que estas sean respetadas
(Ramos, 2011).
A pesar de esto, no debemos pensar que los derechos sexuales y reproductivos son binomio
inseparable. Por el contrario, son dos conjuntos de derechos diferentes vinculados a la sexualidad.
Es fundamental no asumirlos como un todo ni creer que el ejercicio de unos implica
ineludiblemente el ejercicio de los otros. Los derechos sexuales fueron posteriores a los
reproductivos (Ramos, 2011). Posteriormente a que en Viena y en El Cairo se llegara a un consenso
acerca de la importancia de garantizar los derechos reproductivos, en Beijing se planteó la
necesidad de garantizar también los derechos sexuales.
Como explica Sonia Correa (2003), desde este marco social, histórico y político los derechos
sexuales y reproductivos implican una ampliación conceptual y práctica de los derechos y de la
ciudadanía, y uno de los principios éticos que fundamentan los derechos sexuales y reproductivos
es el reconocimiento de las mujeres como personas capaces de tomar decisiones. La desarrollada
conceptualización sobre construcción de ciudadanías y la importancia de los derechos sexuales y
reproductivos en este proceso resultan de fundamental interés en esta investigación. Construir la
ciudadanía de las mujeres implica también reconocer sus derechos sexuales y reproductivos y la
asistencia en salud que estos requieren, según los distintos contextos socioeconómicos en los que
se viva.
15
En http://www.un.org/womenwatch/daw/beijing/pdf/BDPfA%20S.pdf
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En esta línea, se recoge el estudio realizado por Ana Bravo (2003), debido a su aplicabilidad al
tema que aquí convoca. La autora estudia cómo el género, la etnia-raza y otras variables como la
situación económica y legal influyen en el acceso desigual de las mujeres inmigrantes a la salud
reproductiva. Este estudio va en consonancia con gran parte de los objetivos de la presente
investigación, ya que también Bravo busca indagar en cómo las diferencias culturales pueden no ser
comprendidas por los profesionales de la salud, lo que deriva en un peor servicio, en el estudio
específico, para la comunidad de Madrid. Así, la autora genera insumos analíticos de gran utilidad
para indagar en la posiblemente desigual atención en SSyR en Uruguay.
Prácticas profesionales
Resulta pertinente introducir un elemento más que contribuirá de gran manera al análisis de
la política pública que aquí convoca, ya que dará un enfoque más adecuado a nuestra perspectiva
analítica de esta: las prácticas profesionales. En este trabajo resulta fundamental la noción de
ciudadanía aplicada a la SSyR —como se desarrolló anteriormente— y allí la ciudadanía se refiere a
la capacidad que tienen las y los sujetos de ejercer los derechos que garantiza la normativa vigente.
En el caso de los actores de servicios de salud (área médica, enfermerías, trabajo social, entre
otros), los derechos y las condiciones laborales constituyen un elemento medular en su práctica
(Castro, 2015).
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Así, como explica Schraiber, si la política de salud reconoce los derechos de las mujeres, es
necesario que dentro de la estructuración del conjunto de servicios y en el funcionamiento interno
de los establecimientos de salud estos derechos se traduzcan en acciones y flujos asistenciales
adecuados, aceptados y valorados. Pero si todos estos esfuerzos y pretensiones quedan fueran del
consultorio médico, o del tratamiento de cualquier profesional de la salud, al cerrar la puerta del
consultorio, la acción profesional no podrá concretar ningún consenso eticopolítico o ninguna
norma práctica de realización de estos derechos (Schraiber, 2008).
En el entendido del rol fundamental que juegan quienes implementan la política en los
servicios de salud, volviendo a la idea de ese espacio de interlocución entre los distintos actores de
la política y dadas las características de los procesos de formación de políticas públicas en nuestro
país, es que emerge el enfoque de redes como una forma óptima de abordar este tema y su etapa
en el ciclo de las políticas públicas. El enfoque de redes, que aparece en la década del noventa,
parte de la idea de que en los contextos actuales, marcados por una complejidad creciente de los
problemas sociales y una incapacidad de los gobiernos para dar respuestas eficaces a los problemas
públicos, las formas de gobernar nuestras sociedades han pasado de un modelo con unas
responsabilidades gubernamentales claras y muy bien definidas (caracterizadas por dinámicas
jerárquicas y de control) a una nueva forma, más difusa, en que han ido desapareciendo
progresivamente las fronteras entre el gobierno y otros actores en la elaboración de políticas
públicas (Klijn, 1998).
Este enfoque permitirá observar analíticamente a los actores presentes en la política pública,
en el entendido de que estos y sus recursos juegan un rol fundamental en todas las etapas del ciclo
de la política. A nivel teórico, el interés reciente en el concepto de redes de políticas públicas puede
verse como un intento de contextualizar el proceso, no solo por el hecho de que las políticas tienen
lugar en escenarios en los que hay muchos/as actores/as y por tanto ambigüedad en cuanto a
preferencias, intenciones, información y estrategias, sino también porque sucede en ciertas redes
interorganizacionales de naturaleza más duradera. En este sentido, los problemas, los actores y las
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percepciones no son elementos «accidentales» en el proceso de las políticas, sino que están
conectados con la red interorganizacional en la que esos procesos ocurren (Klijn, 1998).
Como explicaba una de las entrevistadas16, por la Ley de Migraciones desde el momento en
que la persona ingresa al país tiene cubiertos sus derechos básicos, entre los que se encuentra el
acceso a la salud, cuyo prestador por excelencia es la Administración de Servicios de Salud del
Estado (ASSE), lo cual evidencia la responsabilidad del Estado en la implementación de la política
pública de atención a estas migrantes.
En esos servicios públicos de salud se observan muchas veces a mujeres, solas o con hijos/as,
que se encuentran en una situación de vulneración interseccional que, necesariamente, en palabras
de los prestadores de salud, determina una «situación vital estresante». En estas mujeres, al
desarraigo de su lugar, su cultura, sus círculos sociales y afectivos se suma al encuentro con un país
que, visto de afuera, es mucho más habilitante que dese dentro.
En la otra orilla, en los mencionados servicios de salud existen dos elementos que dificultan la
atención a esta población. Por un lado, el desconocimiento general de la normativa de atención a la
población migrante y, por otro, la hostilidad del personal. Respecto al desconocimiento general de
la normativa, si bien los servicios de salud están informados y existe una amplia y efectiva
16
Entrevista a investigadora especializada en migración.
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Entrevista a investigadora especializada en migración.
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Por otra parte, la hostilidad desde los servicios deriva fundamentalmente en cómo la
sociedad uruguaya en general trata a sus inmigrantes o a sus ciudadanos/as de origen afro o a
aquellos/as con una situación socioeconómica vulnerable, o incluso a las mujeres en general. Estas
situaciones se entrecruzan para dar forma a un sujeto (una sujeta) tratado muchas veces de
manera no hospitalaria en los centros de salud, donde su situación interseccional, como vimos
anteriormente, juega un rol fundamental.
El otro elemento que dificulta el acceso a los establecimientos y servicios son los diferentes
obstáculos institucionales a los que se enfrentan las personas migrantes cuando llegan a ellos. El
mencionado desconocimiento de la normativa es un claro obstáculo, ya que alimenta un
desconocimiento general sobre sus derechos, de los cuales muchas veces ni ellas mismas están
completamente informadas, lo que las excluye sin buscarlo.
Además de ese desconocimiento de la normativa, otro de los elementos que opera muchas
veces como mecanismo de exclusión o traba institucional son los requerimientos para quienes
acceden a los centros de salud en busca de atención médica. Aquellos que acceden a las
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Entrevista a coordinadora de Equipo de SSyR de la Red de Atención Primaria en Salud (RAP) Metropolitana de
ASSE.
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Entrevista a investigadora especialista en migración.
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Entrevista a coordinadora de Equipo de SSyR de la RAP Metropolitana de ASSE
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mutualistas son los que tienen situaciones laborales más regularizadas, mientras que en ASSE
también hay migrantes de similar situación laborales pero también hay otros cuyos trabajos tienen
aún más características de informalización o son migrantes que ni siquiera han regularizado su
situación en el país. Las personas en esta situación presentan un desafío extra para los servicios de
salud, ya que por un lado aparece la normativa de política pública que habilita a garantizar los
derechos a toda persona residente en el territorio y, por otro, aparecen personas cuya situación en
el país no está legalizada y a quienes, por los protocolos de acceso a los servicios, se les dificulta
brindar atención (salvo en casos de emergencia, que sí están contemplados por la ley).
Hasta por la propia forma de acceso: no, están en Salud Pública porque no
trabajan o están en Salud Pública porque tienen trabajos… Y para atenderte
en Salud Pública necesitás la cédula. Y la cédula es una cosa que nosotros
damos por descontada, pero ellos no.21
En el acceso a los servicios de salud juegan un rol fundamental las prácticas profesionales —y
los tres planos necesariamente articulados: la política en sí como normativa, la planificación y
gestión de los servicios, y las prácticas profesionales, ya mencionadas—. Sin las prácticas
profesionales adecuadas, cuando se cierran las puertas de los consultorios, falta el último eslabón
que garantice el efectivo acceso a las prestaciones de salud y, por ende, que garantice los derechos
de quienes asisten a estos servicios.
Aquí se pone en juego la rápida asociación entre conocimiento médico y poder, en tanto hay
esferas que son extra técnico-médicas pero que igual son legitimadas por ese poder, sin tener
necesariamente que ver con la esfera del conocimiento. En este sentido, muchas veces los
profesionales de la salud confieren significado personal, cubriendo sus decisiones de valoraciones
morales y autoridad tecnicocientífica, cuando en la realidad tienen apreciaciones de orden
ideológico, político, religioso, económico y social hacia las mujeres y sus problemas de salud
(Schreiber, 2008). En el caso de las mujeres migrantes esto se hace todavía más evidente en tanto
las apreciaciones de los profesionales están necesariamente cargadas de un juicio moral que se
mezcla con el juicio clínico e incide directamente en la toma de decisiones asistenciales de cada
profesional.
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Entrevista a investigadora especialista en migración.
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migrantes afrocaribeñas en Uruguay. (pags.49-85)
garanticen los derechos en salud sexual y reproductiva a todas las mujeres que asistan a sus
establecimientos.
El componente cultural que está vinculado a lo anterior —al ejercicio de las prácticas
profesionales y a la recepción de esas prácticas por las mujeres— adquiere un valor significativo en
tanto estructura la propia concepción de la salud y de las prácticas médicas. Estas mujeres, cuyo
origen son países muy diferentes a Uruguay, tienen incorporadas prácticas médicas diferentes, otra
calidad de asistencia y otro nivel de intervención del cuerpo. Respecto a la calidad de asistencia,
muchas veces en su país de origen el sistema de salud es comparativamente peor que el uruguayo,
lo que incide en la percepción que estas personas migrantes tengan sobre el sistema de salud de
Uruguay.
Considerando estos datos, y todo lo visto anteriormente, cabe preguntarse qué rol juega la
comparación con la asistencia en salud en el país de origen con la percepción de la calidad del
22
Entrevista a coordinadora de Equipo SSyR de RAP Metropolitana ASSE.
ENCUENTROS LATINOAMERICANOS ISSN 1688-437X, Vol II, nº 2, Jul./Dic. 2018 67
sistema de salud uruguayo. Esta claramente no es una causal lineal ni única, pero sin duda que, con
base en los relatos de algunas de las entrevistadas para la presente investigación, se puede plantear
cómo el acceso prácticamente universal de todas las prestaciones de salud en nuestro país es una
garantía de derechos de salud mucho mayor que la que tenían en su país de origen.
23
Debido a la poca instalación de hecho del carné de salud en el sistema de salud uruguayo actual este se percibe
como un obstáculo generalizado.
24
Entrevista a integrante de la dirección de CUDAM.
25
Entrevista a integrante de la dirección de CUDAM.
S. Cardozo Delgado: Mujeres que migran: atención en salud sexual y reproductiva a
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migrantes afrocaribeñas en Uruguay. (pags.49-85)
No, ahí yo lo que veo es que por la vía de lo laboral se establece cierta
cultura de control del cuerpo e incorporando una cultura de cuidado que
capaz que no traía del país de origen. En eso sí podría decir que hay una
nivelación para arriba en el sentido de que, cada vez más, con el
mejoramiento de la normativa del trabajo doméstico las mujeres se
empoderan más sobre sus derechos… En eso yo creo que hay un relato
positivo: en la posibilidad, no necesariamente en la experiencia. En la
posibilidad de que pueden contar con una atención, sí.26
Hay cuestiones primordiales como «que te pregunten cómo te sentís» que manifiestan
ocurrir en sus países de orígenes y de lo cual en Uruguay perciben la falta, algo que se asociaría a
cuestiones de empatía en las prácticas profesionales. Se desprende del trabajo de campo también
que estas mujeres tienen otra forma de vinculación con el sistema de salud. Esto debe tomarse en
cuenta a la hora de observar el acceso a las prestaciones de salud, ya que es necesario comprender
que tienen concepciones diferentes vinculadas a la sexualidad y a la salud, en muchos sentidos.
Se observa claramente cómo la mirada médica excluye toda posibilidad de apropiación real
de los derechos sexuales y reproductivos de las migrantes afrocaribeñas. Si bien esto denota una
falla en las prácticas profesionales, también evidencia la falta de un programa de capacitación que
transforme estos paradigmas y prejuicios de género respecto a la SSyR estas mujeres, lo cual será
considerado, por su evidente relevancia y urgencia, como una recomendación de política pública en
el apartado final.
Hemos visto hasta aquí cómo la integración social de las migrantes, y específicamente de las
mujeres migrantes de los llamados nuevos orígenes latinoamericanos, tiene diferentes mecanismos
segregacionistas y de exclusión, y también como esto se refleja en obstáculos en el acceso a los
servicios de salud. Resulta pertinente ahora detenernos durante este apartado y el siguiente, en
dos especificidades de la SSyR, sobre los cuales, a lo largo del proceso de esta investigación,
emergieron pistas acerca de su acceso desigual, atravesado por múltiples variables, entre las
mujeres migrantes y las uruguayas: el acceso y uso de métodos anticonceptivos y las barreras
existentes a la IVE.
26
Entrevista a abogada especialista en migración.
ENCUENTROS LATINOAMERICANOS ISSN 1688-437X, Vol II, nº 2, Jul./Dic. 2018 69
Teniendo en cuenta esto y lo estipulado por la Ley de Migraciones, las mujeres migrantes
tienen derecho al pleno acceso a los servicios de SSyR, entre los que se encuentra la asesoría y
acceso a métodos anticonceptivos en los servicios de salud. Resulta pertinente, como se ha hecho
hasta el momento, observar las especificidades de este acceso, elección y uso de métodos en las
mujeres migrantes, ya que, como se mostró anteriormente, estas tienen especificidades que hacen
necesario introducir otras variables que interseccionen con la de género para un adecuado análisis.
Como ya se dijo, la variable género no puede ser tomada al margen de otras como etnia-raza o
clase social, ya que esto modula las diferentes experiencias de las mujeres dentro del sistema de
salud y, por tanto, del acceso y utilización de métodos anticonceptivos.
Como explica Mora (2003), el uso de métodos anticonceptivos varía dentro de la población
migrante y está influido por la inserción en el mercado de trabajo, el número de hijos/as, el estado
civil, el lugar de residencia y la religión, entre otros. Pero, por otra parte, los datos señalan que
generalmente las mujeres migrantes muestran tasas de uso de anticonceptivos y de acceso a la
planificación familiar más bajas que las de las nacionales, lo que muchas veces suele traducirse en
mayores tasas de fecundidad. A pesar de ello, se evidencia también que las tasas de fecundidad y el
uso de anticonceptivos entre mujeres migrantes y nacionales tiene a reducirse cuanto más tiempo
llevan residiendo en el país las migrantes.28
En muchas personas migrantes, ese método y el vínculo que tienen con los
métodos anticonceptivos es otro. No es esto es una herramienta para mi
proyecto de vida, lo elijo y lo dejo cuando yo quiero, sino que es, como que
alguien tomó la decisión por mí. Y ese alguien pudo haber sido el Estado, mi
padre (la figura paterna es muy clara)... Entonces, ahí la consejería es… Hay
que escuchar mucho además de hablar, porque sino estás hablando de
cosas que la persona no ve reflejadas en su esquema conceptual de para
qué son los métodos anticonceptivos.29
27
Entrevista a integrante del Programa Salud, Mujer y Género de ASSE.
28
Makatjane, 1997; Abbasi-Shavazi y MacDonald, 2000; Spycher y Sieber, 2001; Penn y Lambert, 2002; Omondi y
Ayiemba, 2003; Mora, 2003; Carballo y otros, 2004; Sargent, 2005; UNFPA, 2006a, todos citados en Mora, 2007
29
Entrevista a integrante del Programa Salud, Mujer y Género de ASSE.
ENCUENTROS LATINOAMERICANOS ISSN 1688-437X, Vol II, nº 2, Jul./Dic. 2018 71
prácticas anticonceptivas de las inmigrantes. Como se desprende también de una de las entrevistas,
la incomunicación entre el profesional médico y la paciente se puede deber no solo a una barrera
idiomática (barrera que no existe con la mayoría de las migrantes latinoamericanas), sino también
por el recurso constante de explicar las dificultades de promoción y aceptación de métodos en
términos de irracionalidad o ignorancia, lo cual es fruto en gran parte de la disposición que algunos
profesionales tienen sobre algunos colectivos de mujeres migrantes como presas de un sistema
patriarcal férreo o como incapacitadas para tomar decisiones autónomas y adecuadas. Esto
contribuye no solo a la posibilidad de diagnósticos y a una consejería equivocada, sino que también
crea desigualdades en la atención médica y apuntala un creciente racismo (Muynck, 1997 cit. en
Bravo, 2003).
Se observa en este sentido que al hablar de fallos en la anticoncepción se asume que se trata
de un fallo del uso de los métodos por la mujer, y muchas veces se las llega a tildar de
irresponsables o de ignorantes. La cuestión subyacente a este tipo de problemática es una
discordancia entre la manera en que el profesional enfoca la práctica anticonceptiva y la forma
específica de enfocarla sobre las mujeres inmigrantes que acceden al servicio. Esto deviene en una
falta de sensibilización hacia las diferencias entre las mujeres a la hora de anticipar o afrontar un
embarazo no intencional, que no solo responde a carencias informativas sino a muchas otras
variables que decantan de su situación interseccional (Méndez, 1987 cit. en Bravo, 2003).
30
Entrevista a investigadora especialista en migración.
31
Entrevista a abogada especialista en migración.
S. Cardozo Delgado: Mujeres que migran: atención en salud sexual y reproductiva a
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migrantes afrocaribeñas en Uruguay. (pags.49-85)
Así, observamos que las especificidades que rodean a estas mujeres migrantes
latinoamericanas tienen gran influencia en la elección de métodos anticonceptivos, en su
sostenimiento y en la satisfacción con el método y, por tanto, en su planificación familiar. Las
especificidades culturales que aquí juegan un rol primordial también tienen que ver con la oferta de
métodos en sus países de origen. El método que parecería ser menos utilizado por las migrantes —
a partir de información cualitativa33— son las pastillas anticonceptivas. Esto contrasta con los datos
sobre uso de anticonceptivos en las mujeres uruguayas, entre quienes el método más usado es el
preservativo (42 %), seguido de cerca por las pastillas anticonceptivas (32 %), según los datos de
MYSU (2013).
Sí, habría que ver el acceso a métodos que tenían, que eso no es menor,
capaz acceder todos los días a un paquete de pastillas no era tan fácil. Claro,
acá están los servicios de salud, las farmacias, o comprás venta libre y tenés
una farmacia en cada esquina… O sea, acceder a un paquete de pastillas
mensual no es difícil. Claro, el implante vos te lo ponés y estás cinco años
que no tenés que ir a ningún lado, no tiene ningún control en particular, solo
que no quedes embarazada. Si ellas tenían más dificultades para acceder al
servicio de salud… Lo mismo, siguen siendo cosas que pienso, que puede ser
que en sus países de origen tenían más dificultad para acceder a métodos y
en ese sentido es un método que... resuelve. El DIU también. Son diez
años… Para alguien a quien le es dificultoso acceder a métodos, es ideal. Las
contraindicaciones se verán en cada caso, pero en el panorama general es
un método que sería bueno. Y la verdad es lo que usan.34
Cuando yo llegué acá, lo primero, yo me manejo con inyección, de tres
meses. En mi país utilizan inyección y todavía se usa. Acá el doctor me dijo
que antes se utilizaba, pero ya no porque venían haciendo daño y la sacaron
del mercado. Cuando fui, el doctor me sugirió anticonceptivos o una pastilla.
Esa nunca la usé. La oral nunca la utilicé.35
32
Entrevista a migrante dominicana.
33
Queda clara la necesidad de generar datos cuantitativos en este sentido, así como en las cuestiones
mencionadas en apartados anteriores.
34
Entrevista a integrante de Equipo SSyR de RAP Metropolitana ASSE.
35
Entrevista a migrante afrocaribeña.
ENCUENTROS LATINOAMERICANOS ISSN 1688-437X, Vol II, nº 2, Jul./Dic. 2018 73
Hay que empezar nosotros, desde Uruguay, desde el Estado, desde las
organizaciones feministas, a integrar las preocupaciones de esas mujeres.
Empezar a generar proyectos, lugares de contención para esas mujeres
migrantes que están llegando al país totalmente desprotegidas y sin
entender una cantidad de cosas y sin nosotras entender una cantidad de
otras. Me parece imprescindible generar un intercambio entre la población
que está llegando a nuestro país y nosotras, las mujeres que acompañamos,
que estamos metidas en la movida feminista. Poder ver cuáles son las
necesidades de esas mujeres y acompañar, realmente.36
Esto se apoya en una entrevista a una organización de la sociedad civil, lo cual no es menor,
ya que cabe plantearse si este rol no debería estar mayormente garantizado por el Estado (se
reconoce que algunos organismos del Estado tienen competencia con población migrante, por
ejemplo, el MIDES). Como explica la normativa (el cruce emergente de la revisión entre la Ley
18.250 y la Ley 18.426), las mujeres migrantes en nuestro país tienen pleno derecho al ejercicio de
su ciudadanía y es obligación del Estado prestarles atención en SSyR adecuada.
36
Entrevista a integrante de Mujeres en el Horno.
ENCUENTROS LATINOAMERICANOS ISSN 1688-437X, Vol II, nº 2, Jul./Dic. 2018 75
En este sentido, adquiere vital importancia desde los servicios de SSyR una postura de
verdadero reconocimiento cultural de estas mujeres. Una atención en SSyR justa y que garante de
los derechos establecidos por el Estado uruguayo debe considerar las cuestiones básicas de
reconocimiento cultural, donde género, etnia-raza, costumbres anticonceptivas y la forma de vivir
la sexualidad tienen mucho que ver.
La relevancia de asumir este reconocimiento justo desde las políticas públicas, tiene sentido si
entendemos que el ejercicio de la SSyR refleja políticas de salud que hacen referencia directa a los
derechos de ciudadanía. Como explica Sonia Correa (2003), los derechos sexuales y reproductivos
implican una ampliación conceptual y práctica de los derechos y de la ciudadanía, y que uno de los
principios éticos que fundamentan los derechos sexuales y reproductivos es el reconocimiento de
las mujeres como personas capaces de tomar decisiones. Así, la salud sexual y reproductiva es
indisociable de la construcción de ciudadanía de las mujeres, y por tanto, indisociable del acceso a
una salud integral. Elemento que está contemplado en la Ley de Migraciones.
No, no. A la salud. Lo que pasa es que la salud, hoy en día, cuando vos
hablás de salud tenés integrada la salud sexual y reproductiva. Si bien
37
Entrevista a integrante de Mujeres en el Horno.
38
Entrevista a abogada especialista en migración.
S. Cardozo Delgado: Mujeres que migran: atención en salud sexual y reproductiva a
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migrantes afrocaribeñas en Uruguay. (pags.49-85)
Las personas migrantes entonces no tienen políticas de abordaje específicas donde sean
consideradas sus especificidades, menos aún en lo que respecta a SSyR. A pesar de esto, desde la
línea de acción pública están disponibles estos servicios médicos, siempre y cuando su residencia
en el país este legalizada. Cuando esta población acude a los servicios de salud, como vimos
anteriormente, se encuentra con diferentes barreras institucionales que no siempre son
visibilizadas y problematizadas, incluso ni por ellas mismas. Esto se suma a que, dadas las
características de los servicios de salud de sus lugares de origen, se han acostumbrado a un Estado
poco presente y acudir a los servicios de salud es algo que solo ocurre en casos de urgencia u
obligación por prestaciones. Ello relativiza en cierta manera la percepción que estas mujeres
migrantes tienen sobre el sistema de salud uruguayo y puntualmente sobre la SSyR. Muchas veces
consideran innecesarios algunos controles o la información brindada sobre métodos
anticonceptivos o acceso al IVE como escasa. La relativización es comparativa, en nuestro país, a
pesar de todas las dificultades vistas hasta el momento, las personas migrantes tienen cubierta su
atención en salud y todas logran acceder a métodos anticonceptivos y asisten regularmente a
consultas.
Habrá muchos aspectos que hacen que la migración sea forzada, pero tiene
mucho de autónoma en el sentido de que ellas comandan (por decirlo así)
su proyecto migratorio. O sea, vienen para enviar plata a su familia. Muchas
de ellas tienen hijos en el país de origen. Entonces, de alguna manera, vos
podés ver cierta continuidad en lo que ellas experimentaron, su perspectiva
de derechos de salud sexual y reproductiva en el país de origen y cómo lo
terminan proyectando acá. O sea, cuáles son los umbrales que puede llegar
a tener una dominicana en un hospital público en Uruguay si en Dominicana
no tienen gasas ni siquiera para limpiar a los bebés, o toallas… O sea,
conviven realidades distintas, pero eso no significa que una migrante,
39
Entrevista a integrante de dirección de CUDAM.
40
Entrevista a abogada especialista en migración.
ENCUENTROS LATINOAMERICANOS ISSN 1688-437X, Vol II, nº 2, Jul./Dic. 2018 77
porque en el país del que viene la situación sea mucho peor no tiene por
qué aceptar que se den condiciones que igualmente atentan contra…41
Es importante puntualizar aquí una vez más la relevancia que tiene la SSyR en la construcción
de la autonomía de las mujeres, y en su capacidad de decidir conscientemente si quieren tener
hijos/as, cuándo, si no desean hacerlo, qué Macyp utilicen para ello, cómo esto afecta sus cuerpos y
su sexualidad, y qué decisiones toman en este sentido. Es entonces fundamental entonces hincapié
en aquellas poblaciones vulnerables, como la de esta última ola migratoria, fuertemente feminizada
y atravesada por múltiples vulnerabilidades que complica su proyecto migratorio, y claramente
también su proyecto de vida, donde en el caso de las mujeres la capacidad de decidir sobre su
planificación familiar y tener los medios para actuar en consecuencia a lo decidido se hace urgente,
ya que, como hemos visto, la garantía de derechos en nuestro país se hace visible en la normativa
pero no siempre en la realidad.
Yo creo que hay de todo. Y creo que las políticas referidas a la salud tienen
mucho que ver (volvemos a insistir) en la posibilidad de los derechos de
ciudadanía.42
Entonces creemos que es una de las poblaciones en la que se tiene que
hacer real hincapié, en trabajo, toda la promoción de salud sexual y
reproductiva en esas mujeres. Porque no es solamente el aborto, son todos
los otros procesos que tiene la salud sexual y reproductiva, que, muchas
veces no se está contemplando en este tipo de población.43
41
Entrevista a integrante de la dirección de CUDAM.
42
Entrevista a integrante de la dirección de CUDAM.
43
Entrevista a integrante de Mujeres en el Horno.
S. Cardozo Delgado: Mujeres que migran: atención en salud sexual y reproductiva a
78
migrantes afrocaribeñas en Uruguay. (pags.49-85)
Creo que algo que es interesante es que cuando una persona decide migrar
tiene que tener cierto capital no solo económico sino social para identificar
la posibilidad de movilidad. O sea, cierta consciencia de clase en el sentido
de que identifica dónde está y ve en la experiencia de migrar una posibilidad
de cambio.44
Sobre todo porque, no siempre parece relevante pero, cómo puede cambiar
la experiencia vital de la migración una mujer que logra… Las mujeres
migrantes, por lo general, alcanzan una autonomía acá que no tenían antes
y cómo esa autonomía puede ser una autonomía en el ejercicio de su
sexualidad.45
Conclusiones
44
Entrevista a abogada especialista en migración.
45
Entrevista a integrante de Mujeres en el Horno.
46
Haití no es un origen numéricamente significativo en Uruguay, pero sí en Argentina y Brasil (MIDES, 2017).
ENCUENTROS LATINOAMERICANOS ISSN 1688-437X, Vol II, nº 2, Jul./Dic. 2018 79
(MIDES, 2017). Son estas migrantes, con características particulares de raza-etnia y clase social,
quienes se enfrentan en Uruguay a formas de segregación y discriminación específica que limitan su
proyecto migratorio.
De esta forma, las líneas de política pública —que son las prestaciones que emergen de la
normativa en migración y SSyR—muestran que, tanto si hablamos de migración como cuando
hablamos de SSyR, existe una suerte de ceguera cultural que se suma a una recurrente ceguera de
género de parte de los profesionales o los establecimientos de salud.
Si las instituciones y las líneas de política pública enfocadas a la salud reconocen los derechos
de las mujeres migrantes, es necesario que dentro de la estructuración del conjunto de servicios y
en el funcionamiento interno de los establecimientos de salud estos derechos se traduzcan en
acciones y flujos asistenciales que sean adecuados, aceptados y valorados. Pero si todos estos
esfuerzos y pretensiones se quedan fueran del consultorio médico o del tratamiento de cualquier
profesional de la salud al cerrar la puerta del consultorio, la acción profesional no podrá concretar
ningún consenso eticopolítico o ninguna norma práctica de realización de estos derechos
(Schraiber, 2008).
La relevancia de la SSyR en una concepción integral de la salud parece ser un tema saldado. La
atención de calidad en estos rubros no siempre se hace efectiva en los hechos, ya que para la
población en general se ponen en juego cuestiones como educación sexual, prácticas profesionales
y uso de las prestaciones de dichos establecimientos. Es esperable que si esto aún genera
S. Cardozo Delgado: Mujeres que migran: atención en salud sexual y reproductiva a
80
migrantes afrocaribeñas en Uruguay. (pags.49-85)
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