Martín Lutero
Martín Lutero
Martín Lutero
en el poder de la Palabra
30 OCTUBRE, 2017 | Josué Barrios
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Un día de julio de 1505, mientras Lutero era un brillante estudiante de leyes y regresaba a la
Universidad de Erfurt luego de visitar a sus padres, una tormenta conquistó los cielos sobre él.
Un rayo descendió con furia desde lo alto y lo tumbó al suelo. Aquel joven luchó consigo
mismo para levantarse en medio de la lluvia y el sonido de los relámpagos. Entonces,
aterrorizado, pronunció un voto solemne cargado de angustia: “¡Ayuda, Santa Ana! ¡Me
convertiré en monje!”.
“El hombre que así invocó a un santo repudiaría más tarde el culto de los santos. El que
juró convertirse en monje, más tarde renunció al monasticismo. Un hijo leal de la Iglesia
Católica, más tarde destrozaría la estructura del catolicismo medieval. Siervo devoto del
papa, más tarde identificó a los papas con el Anticristo. Este joven era Martín Lutero”.[1]
Lutero sigue siendo controversial hoy. Junto a sus convicciones y personalidad arrolladora, es
evidente que no es ejemplar en todo para nosotros. Su retórica al final de su vida contra los
judíos, por ejemplo, es inadmisible en cualquier cristiano. Además, erró en algunas de sus
[2]
Con todo, no podemos dejar de agradecer a Dios por Lutero. Conocido como el “Hércules
alemán” debido a lo prolífico que fue al escribir cientos de publicaciones y predicar siete mil
sermones durante su ministerio, son demasiados los aportes de él que podemos mencionar.
Aportes que van desde su composición de himnos, hasta su rescate de la doctrina del
sacerdocio de todo creyente, entre muchos otros.
Sin embargo, su vida revela que tal vez su legado más grande es su ejemplo de confianza en la
Palabra. “El hombre que quiera oír hablar a Dios, que lea las Santas Escrituras”, dijo
Lutero. Como el historiador Stephen Nichols afirma, “el verdadero personaje en el día de la
[3]
mundo.
EL MONJE ATORMENTADO
Lutero nació en Eisleben, Alemania, el 10 de noviembre de 1483. Fue nombrado Martín debido
al santo del día en que fue presentado a las autoridades de su país. Sus padres, Hans y
Margaret, eran campesinos corrientes en una época de supersticiones que hoy nos harían reír.
Desde niño, Lutero mostró una mente excepcional y penetrante. Su padre quiso que él fuese
abogado, y por eso se enojó con Martín cuando hizo su voto de convertirse en monje. Dos
semanas después de aquella tormenta, Lutero ingresó al monasterio riguroso de los frailes
agustinianos en Erfurt.
“Durante quince años de mi vida como monje, me agotaba hasta más no poder con los
sacrificios diarios; me torturaba con ayunos, vigilias, oraciones y otras obras muy rigurosas. En
verdad pensaba que podía justificarme con mis obras” , dijo Lutero años después.
[6]
En su búsqueda de paz con Dios, él era riguroso en extremo. Los otros miembros del
monasterio llegaron a pensar que tenía serios problemas mentales. Martín podía pasar horas
enteras confesando sus pecados, para luego salir del confesionario, recordar algún pecado no
mencionado, y volver al padre confesor para seguir atormentándolo por horas.
Una mirada más detallada a su vida y educación nos ayuda a entender lo que ocurría en su
mente. Como R. C. Sproul explica:
“Se dice que hay una fina línea entre la genialidad y la locura y que alguna gente la cruza
para atrás y para adelante. Quizás ése era el problema de Martín Lutero. Él no estaba loco.
Era sin duda un genio que tenía un entendimiento superior de la ley. Una vez aplicó su
astuta mente legal a la ley de Dios, vio cosas que mucha gente no ve… La mente de
Lutero era acosada con la pregunta, ¿Cómo puede una persona injusta sobrevivir en la
presencia de un Dios justo?”. [7]
Entonces el joven monje atormentado recibió el equivalente a ganar un boleto de lotería: fue
enviado a Roma en un viaje para asuntos del monasterio.
Aquella ciudad estaba llena de lugares y reliquias que, según la Iglesia Romana, al ser visitadas
y veneradas, hacían que las personas reducieran años en el purgatorio y acumularan mérito
delante de Dios; ese mérito incluso podría darse a terceros. Entre las reliquias se encontraban
cosas como presuntos trozos de la cruz de Jesús, un pedazo de la zarza ardiente que vio
Moisés, y un montón de objetos de ese tipo.
Lutero aprovechó ese viaje amasando mucho mérito y ayudando a personas en el purgatorio (o
así creía), pero vio de cerca la corrupción en el seno de la iglesia. Salió de aquella ciudad
desilusionado y cargado de inquietudes. Seguía atormentado.
95 TESIS DE FUEGO
Luego de volver a Erfurt, Lutero fue transferido a la Universidad de Wittenberg. Allí recibió su
doctorado en teología en 1512 y empezó a enseñar la Biblia como profesor, cargo que
mantuvo hasta el día de su muerte.
En 1517, la vida de la pequeña ciudad de Wittenberg empezaría a cambiar. Aquel año, el Papa
Leo X autorizó reducciones en el castigo por los pecados a las personas que diesen dinero para
la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma. La forma en que se vendían y
promocionaban estas reducciones, conocidas como indulgencias, resultó escandalosa para
Lutero. “Tan pronto caiga la moneda a la cajuela, el alma del difunto al cielo vuela”, exclamaba
en público John Tetzel, el principal encargado de la venta de indulgencias.
El 31 de octubre de 1517, Lutero clavó 95 tesis al respecto en la puerta de la Iglesia del Castillo
en Wittenberg. Todos los que irían a la iglesia al día siguiente, el Día de los Santos según el
calendario, verían esas tesis clavadas. Era normal clavar avisos en las puertas de la iglesia, pero
aquel martillo cambiaría la historia.
Las tesis estaban en latín, la lengua de los estudiosos. Lutero quería un debate académico y no
una revuelta pública. En sus tesis argumentó que el arrepentimiento requerido por Dios para el
perdón de los pecados involucraba una actitud interna en la persona, y no consistía solo en un
acto exterior sacramental.
El monje agustiniano no actuó como un reformador en ese momento. No lo era. Más bien
actuó como un católico que quería ver a su iglesia cada vez mejor. Pero, desde el punto de
vista humano, los eventos salieron de control.
Algunas personas tomaron esas tesis y, gracias a la imprenta, en cuestión de días estaban
siendo conversadas en toda Alemania. A la gente muy poderosa no le gustó lo que Lutero
enseñó (empezando por John Tetzel), y lo acusaron de hereje. Muchas otras personas estaban
de acuerdo con las tesis. Así, Lutero se vio envuelto en diversos debates que, en la soberanía
de Dios, lo presionaron a examinar conforme a la Biblia los cimientos del catolicismo romano.
Por ejemplo, Johann Eck, uno de los oponentes más formidables de Lutero, expresó en un
debate en 1519 que el verdadero asunto de disputa era sobre autoridad: O el papa tiene la
última palabra, o la tiene la Biblia. Lutero no había considerado eso con detenimiento hasta
entonces. Así, Eck fue usado por Dios para conducir a Lutero a profundizar en lo que serían sus
convicciones reformadas. El Señor tenía en mente una Reforma, y usó hasta a los enemigos de
ella para llevarla a cabo.
En los días posteriores a la divulgación de las tesis, Lutero abrazó el significado de Romanos
1:17 durante su estudio de la Palabra. “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por
fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”.
Para Lutero, este pasaje hablaba de la justicia activa de Dios contra los pecadores. Por eso, en
el fondo de su corazón, odiaba a Dios viéndolo como un juez cruel hacia él, hasta que llegó a
ver de qué se trata realmente ese texto.
“Al fin, por la misericordia de Dios, meditando día y noche, presté atención al contexto de
las palabras [de Romanos 1:17]. Allí comencé a comprender que la justicia de Dios es
aquello por lo cual el justo vive gracias al don de Dios, es decir, la fe. Y este es el
significado: la justicia de Dios es revelada por el evangelio, es decir, la justicia pasiva con
la cual el Dios misericordioso nos justifica por fe, como está escrito: ‘El justo vivirá por la
fe’. Entonces sentí que había nacido de nuevo por completo y que había entrado al
paraíso a través de puertas que estaban abiertas”. [8]
En junio de 1520, el papa emitió una bula declarando que Lutero sería excomulgado de la
iglesia si no se arrepentía en sesenta días. Lutero respondió siendo más audaz en la
proclamación de sus ideas reformadoras basadas en la Palabra, en las cuales estaba
profundizando más aún, y quemando el edicto papal en público, un acto de rebelión contra el
papa. La enseñanza de Lutero ganaba muchos adeptos que veían en él a alguien que estaba
trayendo libertad.
El 16 de abril de 1521, a pesar de las advertencias de muerte, Lutero se presentó ante la Dieta
Imperial en la ciudad de Worms convocada por Carlos V, emperador romano. El Santo
Emperador había convocado para que Lutero fuese juzgado y se retractase de manera oficial.
El resultado de la Dieta: Lutero fue condenado a muerte. Le dieron 21 días para volver a
Wittenberg y dejar su vida en orden, pero en el camino fue secuestrado por sus seguidores y
escondido en el castillo de Wartburg. Aquel castillo, según Lutero, fue su Patmos en el periodo
más difícil de su vida.
En Wartburg, el Hércules alemán luchó contra su soledad, ocio, dudas, y temores, aferrándose a
la Palabra de Dios y siendo prolífico en la escritura. Entre sus hazañas, produjo en meses una
traducción impresionante de la Biblia al alemán del pueblo, marcando un hito en la historia de
la lengua de la nación.
“[Ellos] daban la impresión de que la Reforma era realmente sobre atacar a sacerdotes y
las imágenes de los santos, comiendo tanto como sea posible en los días de ayuno, y
haciendo generalmente todo diferente solo para morderse las viejas maneras. Para la
mente de Lutero, esto era un error demente. Era tan malo como Roma al obsesionarse
con lo exterior y entonces forzar cierto comportamiento. El problema que él vio en la
iglesia no eran las imágenes físicas; primero, las imágenes necesitaban ser removidas de
los corazones”. [10]
“Denle tiempo a los hombres. Me tomó tres años de estudio constante, reflexión, y
discusión para llegar a donde estoy ahora, ¿y se puede esperar que el hombre común, sin
enseñanza en tales asuntos, se mueva la misma distancia en tres meses? No supongan
que los abusos son eliminados al destruir el objeto que es abusado. Los hombres pueden
errar con el vino y las mujeres. ¿Deberíamos entonces prohibir el vino y abolir las
mujeres? El sol, la luna, y las estrellas han sido adoradas. ¿Deberíamos entonces quitarlas
del cielo? Tal apuro y violencia es una falta de confianza en Dios. Miren cuánto Él ha sido
capaz de lograr a través de mí, aunque yo no hice más que orar y predicar. La Palabra lo
hizo todo. De haberlo deseado, yo hubiese iniciado un gran incendio en Worms. Pero
mientras yo me sentaba quieto y bebía cerveza con Felipe y Amsdorf, Dios le dio al
papado un poderoso golpe”. [11]
Necesitamos entender lo que Lutero tenía en mente aquí si queremos ser usados en una nueva
reforma en nuestros países. Solo porque una iglesia luzca reformada no significa que en verdad
lo sea. La clave en una reforma no son los cambios simplemente externos, sino el cambio que
solo la Palabra puede producir en nuestros corazones para que adoremos solo a Cristo como
nuestro Señor, Rey, y Salvador. Por eso la confianza en el Señor y la paciencia son necesarias si
hemos de predicar a Cristo. La Palabra en el poder del Espíritu Santo lo hace todo, no los
memes en Facebook, el carisma de algún predicador, el legalismo vestido de piedad, el
libertinaje vestido de gracia, o cualquier otra cosa.
El púlpito de Lutero fue uno de los más poderosos en la historia de la iglesia. Él era un hombre
de la iglesia local, y por el resto de sus días, mientras al mismo tiempo fue un padre de familia
(se casó con una monja fugitiva), su trabajo consistió en orar y enseñar la Palabra de Dios. Para
la gloria de Dios.
“La Biblia es una fuente admirable: mientras más uno saca de ella y bebe de ella, más estimula
su sed”. Para él, toda ella es acerca de Jesús, quien vino a salvar a pecadores. “Si sacas a Cristo
[12]
Así, Lutero nos pregunta hoy: ¿Confiamos en la Biblia? ¿Vemos a Cristo central en ella?
En todo su ministerio, Lutero atesoró a Cristo como su roca y castillo fuerte. Su convicción de
que el evangelio eran las buenas noticias de lo que Cristo hizo para nuestra justificación lo
sostuvo y lo abrumaba cada día. Como escribió, “Es cierto que la doctrina del evangelio les
quita toda la gloria, la sabiduría, la justicia y demás a los hombres, para atribuírselas solo al
Creador, que hace todo de la nada”. Por tanto, no tenemos nada para jactarnos.
[14]
Antes de morir el 18 de febrero de 1546, en lo que podemos ver como una especie de eco de
la Dieta de Worms, alguien le preguntó, “¿Estás listo para morir confiando en tu Señor
Jesucristo y confesar la doctrina que tú has enseñado en su nombre?”. Lutero respondió con un
“sí”. En aquel día para Lutero no habían reliquias, ni confesiones extensas, ni súplicas a Santa
[15]
Ana. Tampoco temía a la muerte como el joven que fue abrumado por una tormenta un día de
julio hacía más de 40 años atrás. Su confianza estaba en el Señor. Sus últimas palabras fueron,
“Somos mendigos. Eso es cierto”. [16]
Y hoy, 500 años después de los martillazos, en los inicios de esta Nueva Reforma, nosotros
también somos mendigos. Que el Señor nos dé la confianza en Su Palabra como la dio a aquel
monje que cambió el mundo.
ROLAND BAITON, HERE I STAND: A LIFE OF MARTIN LUTHER (BAINTON
[1]
DE OCTUBRE DE 2017).
[6]
LAWSON, P. 5.
[8]
LAWSON, P. 11.
[10]
REEVES, P. 56.
[11]
BAINTON, POS. 2914-2915).
[12]
PIPER, P. 107.
[13]
LAWSON, P. 62.
[14]
PIPER, P. 122.
[15]
REEVES, P. 66.
[16]
Piper, p. 122.
Imagen: Lightstock.
Josué Barrios sirve como coordinador editorial en Coalición por el Evangelio. Posee una
licenciatura en periodismo. Vive con su esposa Arianny en Santa Marta, Colombia, y es parte de
Iglesia Bíblica Soberana Gracia sirviendo en el discipulado, la enseñanza, y la predicación.
Puedes leerlo en josuebarrios.com y seguirlo en Twitter.
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29 OCTUBRE, 2017 | Betsy Howard
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“Der Weinberg des Herrn”, de Lucas Cranach el Joven (1569), está en exhibición en la Iglesia de Santa
María en Wittenberg, Alemania. Representa a los reformadores de Wittenberg trabajando hombro con
hombro como agricultores en una ladera, cuidando los brotes en crecimiento y cosechando los cultivos.
Aunque la labor de ellos es difícil, el trabajo de estos reformadores colaboradores es decididamente
fructífero.
Junto con el reconocido Martín Lutero y el erudito Felipe Melanchthon y muchos otros, Johannes
Bugenhagen, pastor de la Iglesia de Santa María, luce una túnica de color claro mientras ahoga la tierra.
Aunque no era tan famoso o prolífico como Lutero y Melanchthon, Bugenhagen trabajó constantemente
junto a ellos, tanto en la Iglesia de Santa María como en la Universidad de Wittenberg más adelante.
REFORMADOR CUÁDRUPLE
Aunque principalmente era un pastor, Johannes Bugenhagen, también conocido como Johannes
Pomeranius, sirvió a la Reforma en lo que Kurt Hendel condensa en cuatro distintos oficios: un teólogo,
un exegeta, un pastor, y un reformador social y organizador de la iglesia (Johannes Bugenhagen, p. xi).
Como teólogo, Bugenhagen fue en gran medida un autodidacta; tenía poca enseñanza de teológica
formal, pero leyó extensamente de las Escrituras y de los padres patrísticos. Con facilidad particular en
latín, Bugenhagen finalmente recibió un doctorado en teología de la Universidad de Wittenberg y realizó
una cátedra de teología allí. Exegéticamente, Bugenhagen es quizás mejor recordado por su comentario
de 1524 sobre los Salmos, aunque también produjo comentarios sobre Jeremías y Mateo, y una
traducción de la Biblia al bajo alemán.
Como la principal vocación de Bugenhagen fue la de párroco de la iglesia de Santa María en Wittenberg
durante tres décadas, gran parte de su trabajo diario fue pastoral de naturaleza. Sin embargo, de todos sus
papeles, Bugenhagen parecía particularmente hábil para estructurar las iglesias jóvenes de la Reforma y
la vida urbana que las rodeaba.
TRAMITAR UN MOVIMIENTO
Como hombre de mentalidad teológica con capacidades organizativas excepcionales, Bugenhagen sirvió
a la Reforma más profundamente por medio de las estructuras intensamente prácticas que diseñó e
implementó. Aunque las rutinas de Kirchenordungenpueden parecer extrañas a nuestras concepciones
modernas de las relaciones entre la iglesia y el estado, la obra de Bugenhagen testifica el valor de los
dones administrativos para difundir el evangelio.
Cuando Bugenhagen pronunció el sermón del funeral de Lutero el 22 de febrero de 1546, temió que “no
fuera capaz de pronunciar una palabra por sus lágrimas”. Y después de agradecer a Dios por el denuedo
de Lutero en desafiar la corrupción en la Iglesia Católica Romana incluso frente a la “persecución y
calumnia”, Bugenhagen oró: “Protege a tu pobre cristiandad… Conserva en tu iglesia fieles y buenos
predicadores” (“A Christian Sermon” [Un sermón cristiano]).
POLÉMICAS DE LA VIÑA
Así como Bugenhagen oró por la fidelidad y la resistencia en la obra de la predicación, así “Der
Weinberg des Herrn” de Cranach representa a los reformadores de Wittenberg como un grupo de
evangelistas y predicadores trabajando juntos para cuidar y crecer a la iglesia hacia la madurez por el
amor de Cristo.
Sin embargo, tanto la retórica de Bugenhagen como las representaciones de Cranach sobre la iglesia
tienden a ser altamente polémicas. En el otro lado de la ladera en “Der Weinberg”, Cranach representa a
las autoridades de la iglesia romana que destruyeron vides, quemando cultivos y llenando pozos con
rocas. Y las descripciones de Bugenhagen de la Iglesia Romana son el equivalente verbal de la pintura
de Cranach: en el sermón fúnebre de Lutero, Bugenhagen se queja contra “las insolentes, atroces,
grandes blasfemias de los adversarios y los obstinados sacerdotes y monjes” y el “grave Papa”, mientras
él invoca idiomas apocalípticos para comparar a la Iglesia de Roma con Babilonia.
Pero el ataque en el retablo de Cranach y la retórica de Bugenhagen señalan lo que está en juego en la
Reforma y la urgencia apocalíptica que sintieron los reformadores: la iglesia es una viña que le pertenece
a Jesús. Si Cristo regresara repentinamente para señalar el fin de los tiempos, un evento que Bugenhagen
estaba convencido de que sucedería pronto, Bugenhagen tenía toda la intención de ser encontrado
trabajando duramente “en la viña del Señor” junto a sus compañeros de Wittenberg.
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Zacharius Ursinus
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La apertura del Catecismo de Heidelberg (1563) constituye una de las afirmaciones más resonantes de la
fe en toda la historia cristiana:
Respuesta: Que yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí
mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo.
El Catecismo de Heidelberg fue el producto de un equipo de autores comisionados por el elector alemán
Frederick III, un piadoso príncipe protestante, durante las primeras décadas de la Reforma alemana. El
principal de los autores del catecismo fue el profesor de la Universidad de Heidelberg, Zacharius
Ursinus.
El reformador humilde
Ursinus era estudiante de Philip Melanchthon, quien fue uno de los discípulos principales del gran
reformador alemán Martín Lutero. Lutero murió en 1546. Cuando era joven, en la década de 1550,
Ursinus viajó por muchas de las capitales principales de la Reforma Europea, reuniéndose con Juan
Calvino de Ginebra, entre otros líderes reformados.
Durante esta era, los reformadores alemanes estaban profundamente divididos sobre cuestiones
teológicas, como la naturaleza exacta de la Cena del Señor. Cuando el humilde Ursinus fue llamado para
convertirse en profesor de Heidelberg en 1561, declaró: “¡Oh, sí solo pudiera permanecer escondido en
un rincón!”. Pero Dios llamaba a Ursinus a Heidelberg para ayudar en asegurar el legado de la Reforma.
La consolación de Heidelberg
El Catecismo de Heidelberg fue publicado de forma anónima, pero la mayoría de los observadores de
hoy le atribuyen a Ursinus el haber sido el primero en escribirlo. Su énfasis en la doctrina calvinista lo
convirtió en uno de los catecismos más influyentes de la época de la Reforma.
El Catecismo de Heidelberg se tradujo rápidamente a varios otros idiomas, incluyendo el inglés en 1572.
Pero solo sería superado en notoriedad en el mundo de habla inglesa por la Confesión de Fe de
Westminster, producida en Inglaterra durante el siguiente siglo. Una de las razones por las que el
Catecismo de Heidelberg fue tan exitoso es que usó un idioma unificador sobre cuestiones disputadas,
como las que se relacionaban con la Cena del Señor. Ursinus no quería exacerbar aún más las divisiones
entre los protestantes.
Sin embargo, acorde con las convicciones calvinistas de Ursinus, el catecismo pinta un cuadro severo del
estado de la humanidad fuera de Cristo. En la pregunta y respuesta número 5 del catecismo, Ursinus nos
dice (basado en una serie de referencias bíblicas de apoyo) que estamos “inclinados por naturaleza” a
odiar a Dios y a nuestro prójimo. La pregunta número 8 cuestiona si somos “tan corruptos que no
podemos hacer ningún bien”. Ursinus responde que sí, somos tan corruptos, “a menos que seamos
regenerados por el Espíritu de Dios”.
Por el contrario, una vida redimida por Dios es una de santidad, contentamiento, y gozo indescriptible en
la eternidad. El consuelo que contiene la primera pregunta proviene en comprender la gran profundidad
de nuestro pecado, el gran rescate que Cristo trae de la “miseria” y la ira que enfrentamos debido a ese
pecado, y el gran agradecimiento a Dios que trae el conocimiento de nuestra liberación. Ursinus explica
que nuestra “nueva naturaleza” en Cristo es un “gozo sincero en Dios por medio de Cristo, y un amor y
deleite para vivir según la voluntad de Dios en buenas obras”. El gozo en nuestra redención, según
Ursinus, es la base de una vida santa.
Un legado de gozo
A pesar de los esfuerzos de Ursinus por unificar las facciones protestantes en disputa, el sucesor de
Federico III lo destituyó a él y a otros profesores calvinistas de la facultad de Heidelberg en la década de
1570. Ursinus encontró trabajo en una academia reformada no lejos de Heidelberg. Murió en 1583, a los
48 años.
A través del Catecismo de Heidelberg, y a través de las extensas conferencias que publicó defendiendo
la teología detrás del catecismo, Ursinus dejó un repositorio lleno de instrucción bíblica para las futuras
generaciones de creyentes. Las enseñanzas de Ursinus todavía inspiran mucha alegría en hoy día, en
parte debido a la gran obra que Dios hizo a través de él y en toda la multitud de reformadores.