Tema 23 A
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nómada, la acumulación de excedentes propiciará su comercialización y por tanto la
liberación de mano de obra canalizada hacia otros sectores (es decir, especialización
productiva), la propiedad privada implica una organización social y política más compleja
(capacidad de dotarse de un cuerpo de defensa, de leyes e instituciones capaces de subvenir a
la defensa de un territorio concebido como particular, lo que implica un primer despegue de
la economía de autosubsistencia personal; y también la existencia de excedentes estimula la
producción de cerámica, con la incorporación del torno), rápido incremento de la población
por la intensificación productiva y por las nuevas condiciones de seguridad (la vida
sedentaria, de entrada, entraña mayores posibilidades de supervivencia para las embarazadas
y niños recién nacidos...; en segundo lugar, el uso de la piedra pulimentada implica armas
más eficaces para la caza –que ni mucho menos desaparece– o la defensa), etc.
Los cambios abarcaron pues tanto la tecnología como el sistema de vida. En 1936
Gordon Childen acuñó el término Revolución Neolítica, en comparación con el de
Revolución Industrial, y porque consideraba que el período neolítico suponía además de un
cambio tecnológico una transformación social e ideológica. Es preciso tener en cuenta el
contexto en que dicho término se sitúa: el de una identificación entre Neolítico y progreso,
que conllevó una infravaloración de las sociedades cazadoras (el prehistoriador Braidwood
opinó entonces que "un hombre que pasa toda su vida persiguiendo a los animales con el
único objeto de matarlos para comerlos o recolectando frutos en el bosque, vive en realidad
como si él mismo fuera un animal"). Sin embargo, el concepto peyorativo de la sociedades
cazadoras en relación a las agrícolas–ganaderas debe ser matizado, como hace Sahlins, para
quien la población paleolítica "tenía escasas provisiones, pero no era pobre": por datos
arqueológicos referidos al Paleolítico Superior, sabemos que podía obtenerse mediante la
caza una ración media de 800 g. de carne por día y persona en condiciones favorables, muy
superior a la ración de una comunidad sedentaria en períodos de sequía. En cambio, frente a
esta visión de la prehistoria que otorga un valor liberador del neolítico respecto a las
condiciones de vida paleolíticas, con la agricultura comienza lo que Meillassoux denomina el
establecimiento definido de la explotación de la mujer por el hombre (en contra de esta
hipótesis inicial que suponía a las sociedades neolíticas, matriarcados).
Sin embargo, es preciso tener en cuenta que el conjunto de elementos que hemos
descrito como propios de la cultura material y modelo social neolíticos no son uniformes en
el tiempo y en el espacio, y ni siquiera constituyen siempre un modelo unitario: no todas las
sociedades neolíticas contaron con un desarrollo tan complejo de dicho corpus de cambios e
innovaciones. La piedra pulimentada ya era practicada por los epipaleolíticos de los bosques,
que pulían el área de corte de sus hachas: y, sin embargo, no incorporan ninguno de los
restantes cambios aludidos. Por tanto, debe ser rechazado ese esquema simplista según el
cual la sociedad neolítica implicó siempre un desarrollo homólogo de formas de vida y
cambios productivos y sociales en las distintas áreas donde se desarrolló: lo que hemos
definido como "sociedad neolítica" es, como los ecosistemas, un modelo de esquematización,
y como tal difieren frecuentemente de la realidad.
Gordon Childen fue el primer historiador que otorgó a dicho período la consideración
de "revolución", al constatar que entre los años 8000 y 2500 a.C. el modo de vida anterior,
con una vigencia de millones de años, fue transformado de forma brusca y definitiva por otra
forma de vida: el hombre se hizo productor, domesticó para asegurarse una importante
reserva de carne y fuerza de trabajo a varios animales (eliminando los peligros de la
actividad cazadora), etc. Sin embargo, en parte a diferencia de otros períodos revolucionarios
a escala histórica, la revolución neolítica no es producto de una invención única y repentina,
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sino resultado de una serie de observaciones, intentos y descubrimientos ínfimos, hasta cierto
punto fortuitos: mal protegidos de la humedad, los últimos granos de la cosecha mesolítica
acabaron germinando y se hacen imposibles de consumir, siendo arrojados tal vez junto a los
detritus, y convirtiéndose sin intervención intencionada del hombre en "cultivos".
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que la agricultura–ganadería) era viable.
Sin embargo, es preciso advertir que los límites de dicha adaptación no son siempre
iguales, ni el proceso que pudiera parecer más lógico (introducción de la agricultura, seguido
del complemento de la ganadería) se produce de forma generalizada. La amplitud de
situaciones cuestiona en cierto sentido hablar de una "revolución neolítica", inclinando a
muchos autores a distinguir espacial y temporalmente los procesos y manifestaciones
idiosincráticas que la misma tiene en los distintos ámbitos geográficos, muchas veces con
relación a sus características climáticas y del terreno.
La presión sobre el suelo que se reproduce una vez que la comunidad neolítica
asentada en el área comienza a ver incrementada su población a un ritmo hasta entonces
desconocido (de los 150.000 homínidos de hace 3 millones de años ubicados en África, a los
pocos más de 5 millones de hombres de comienzos de Neolítico, se pasará a principios de
nuestra era a unos 250 millones de habitantes), lo que se traduce en migraciones paulatinas y
lentas hacia regiones ocupadas aún por cazadores–recolectores, lo que provoca una difusión
de las nuevas técnicas. Por otro lado, también se produce cierto comercio regional e incluso
de mayor escala, que tendría como eje la navegación del Mediterráneo.
En las regiones del Cercano Oriente, donde crecen de forma natural los cereales, los
hombres siguen la natural tendencia a la trashumancia de las ovejas y cabras salvajes.
Probablemente, los rebaños llegarían a tolerar la presencia humana, bien que esto significara
una merma relativa del número de integrantes: la huida podía suponer renunciar a los
imprescindibles pastos naturales, por lo que el instinto de huida se iría aminorando hasta
llegar a tolerar la presencia continua de un hombre–ganadero, que sabe en qué período y
condiciones es más favorable sacrificar a las piezas. A partir de un momento determinado,
por el incremento de población parejo al desarrollo ganadero, el hombre se vería obligado a
incrementar sus fuentes de alimentación, plantando cereales para su consumo y para
alimentación de la cabaña ganadera, progresivamente "estabulada". En dicho ámbito
geográfico, parece más coherente pensar que fuera la ganadería la que precedió a la
agricultura.
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2. ¿Uno o varios "Neolíticos"? Caracterización diacrónica del Neolítico.
En los últimos años, se está produciendo un profundo debate sobre las causas
originarias de la neolitización y sus mecanismos de transmisión. La idea de un centro
neolítico nucleado alrededor de Egipto, Siria, Anatolia oriental y el occidente de Irán,
defendida por Gordon Childen de forma genérica y concretada espacialmente por otros
prehistoriadores, se basaba en la existencia en las llanuras, estepas y altitudes medias de
dichas áreas geográficas de gramíneas silvestres y animales susceptibles de ser domesticados.
La investigación arqueológica extendió luego estas zonas primígenas de la neolitización a
Sudán, los montes Zagos, e incluso los Balcanes, desbancando más recientemente a Egipto
como cuna neolítica (la agricultura se habría desarrollado más tarde). La cronología se
especificó con mayor fiabilidad, y quedó establecido el fenómeno de la neolitización entre
los milenios IX y VII antes de nuestra era. Pero nuevos descubrimientos llevan a replantearse
esta cuestión: en Japón y China existían comunidades neolíticas hacia el 7000 a.C., y en
América Central algo más tarde. La idea de la difusión ha ido perdiendo adeptos, hasta el
punto de que actualmente se piensa que las comunidades cazadoras variaron su modo de vida
desde una perspectiva de transformación socioeconómica autóctona. Dicha hipótesis no
descarta la difusión neolítica por algunas áreas, pero ya no se cree que ésta sea un
mecanismo básico para el proceso de neolitización. Las primeras noticias del trigo cultivado
proceden, sin embargo, del Próximo Oriente, y están datadas hacia el 7000 a.C. Al cultivo del
maíz en América (hacia el 5000 a.C.) le precede el de la calabaza, aguacate, fenómeno
sincrónico con el cultivo del arroz en el lejano Oriente. Por otra parte, la domesticación de
ovejas está atestiguado en 9000 a.C. en el norte de Irak, el de las cabras en el 7000 a.C. en
Irán, el de los cerdos en el 6000 a.C. en Anatolia, y el del perro en el 8400 en Idaho, 7500 en
Inglaterra, etc.
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solían ser de grupos de menos de 50 personas: factor que tiene su importancia social, pues a
mayor número de individuos mayores son las posibilidades de diversificación de las
funciones productivas y adopción de formas colectivas de defensa (desde empalizadas a
castros). En general, el tamaño de los poblados depende de la fertilidad del suelo y la
proximidad al agua. Las casas se construyen ahora con mayor solidez: de piedra seca en el
Mediterráneo, de adobe o ladrillo en el Cercano Oriente, de arcilla seca sobre un armazón de
madera en el resto de Europa; y con una amplia variedad de estilos y dimensiones de las
construcciones: desde habitaciones únicas en poblados menos evolucionados a casas con una
división de habitáculos y funciones (que corresponden a sociedades más complejas), y
plantas circulares
o cuadradas. Pero también se vuelve más compleja la propia articulación funcional de la
habitación: creación de silos, generalmente cabados en el suelo o existencia de grandes
tinajas de tierra cocida para el acúmulo de grano, rudimentarios aljibes o pozos artificiales
para la recogida del agua de lluvia, etc. En Nea Nicomedia aparece el yeso como
revestimento del suelo, a partir del 6000 a.C.
Pero tampoco debemos olvidar que se trata de un proceso dinámico, con sucesivas
etapas en las que se introducen cambios cualitativos: en principio, la división social de los
poblados es mínima, existiendo una economía escasamente diversificada, y en la que las
funciones productivas eran desempeñadas conjuntamente (no hay una marcada división del
trabajo). A comienzos del Neolítico las casas en el Creciente Fértil son prácticamente iguales,
no existe la propiedad privada, ni por tanto la desigualdad social, lo que concordaría con una
organización social en la que todas las decisiones son tomadas colectivamente, o al menos no
existen protagonismos de poder.
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pulían sus armas de piedra. Desde este punto de vista, si descartamos la incidencia de la
cerámica y de la piedra pulimentada, podría decirse que el factor de neolitización
fundamental es la domesticación.
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enterramiento individual, con cadáveres que se disponen sin una orientación definida en
posición encogida, rodeados de pierdas y en ocasiones cubiertos por una losa.
Los aspectos espirituales se detectan a partir del sentido decorativo de sus materiales
ergológicos o puramente ornamentales, así como las formas de enterramiento y datos que
suministra el arte rupestre, tanto en la vida espiritual como social. Existe un progresivo afán
de decoración de la cerámicas, concebidas como un producto estético y no sólo funcional. Es
muy posible que los hombres neolíticos (como otros tipos anteriores) se tatuasen, pintasen
sus cuerpos y practicasen automutilaciones rituales (muescas con objetos cortantes sobre
distintas partes del cuerpo, perforación de labios o membranas nasales, etc.), como una forma
de simbolizar su paso de un estadio natural–salvaje a otro espacio "humanizado", de
autocontrol (y, por tanto, en el que los cuerpos aparecen "artificializados". Los brazaletes son
uno de los objetos más espectaculares y frecuentes entre los adornos corporales. Se fabrican
en mármol, en pizarra y en concha. Los anillos se fabrican generalmente en hueso y en
concha, siendo comunes en todo el Neolítico mediterráneo. Los colgantes de mayor tamaño
suelen ser de un tipo de piedra llamado calcita (fosfato de aluminio hidratado) y otras
variedades verdosas.
Los estudios prehistóricos han desvelado la importancia de los cultos neolíticos, entre
los que destaca el que tributa cada poblado a sus muertos. Este culto ha dejado su huella en
los más antiguos monumentos conservados, los megalitos (literalmente, construcciones de
grandes piedras). Así, en el Neolítico, además de la agricultura, el pastoreo, la elaboración de
tejidos con recurso al telar, carpintería y cerámica, nace también la arquitectura de espacios
colectivos. En su mayoría, los megalitos son monumentos funerarios, tumbas, construidos
por enormes bloques de piedra desbastada, a los que se intenta dar una forma más o menos
geométrica –alargada o cúbica– Su existencia implica unas vivencias religiosas avanzadas,
pero además una estructura social de alguna complejidad, ya que exigen trabajo coordinado y
una autoridad adora de la vida colectiva.
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3. El Neolítico en la Península Ibérica.
En la Península Ibérica se detecta una falta de uniformidad manifiesta en el desarrollo
espacial del Neolítico. Al menos, podrían distinguirse dos culturas distintas:
Lo cierto es que en el caso español, el estudio del Neolítico choca con algunas
deficiencias de base, la principal de las cuales tal vez sea la ausencia de un estudio en
profundidad sobre el clima del período. Al menos, se sabe que puede hablar de dos
momentos climáticos diferenciados: el primero consiste en la transición del clima boreal al
atlántico, hacia mediados del VI milenio a.C., prosiguiendo durante todo el período dicho
clima atlántico, hasta los inicios del III milenio a.C. El período atlántico se inicia con una
oscilación fresca, para concluir con un clima progresivamente más caluroso y húmedo, que
se corresponde con una vegetación en la que al predominio del haya le sucede en el momento
del cambio climático el de la encima y el abeto blanco. A nivel faunístico, en la cueva de Los
Murciélagos de Zuheros se han encontrado abundantes restos de ciervos, jabalíes de tamaño
inferior al actual, zorros, linces, conejos, erizos y gatos montés, lo que corresponde con el
tipo general faunístico del período; en tanto, en la cosa son abundantes los ejemplos de restos
de mejillón, múrex, etc. Sin embargo, no estamos hablando de un territorio homogéneo, sino
muy dependiente de las latitudes: por ejemplo, en Huesca se constata la existencia de un
nutrido poblamiento de osos.
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como hoces, y silos para guardar tanto el cereal como los alimentos depredados. Los
elementos de hoz o laminitas con el brillo o lustre de cereal que se han hallado han podido
utilizarse para cortar alimentos no cultivados. Los cereales que fundamentalmente se han
encontrado en los silos son la esprilla, escanda, espleta, cebada de la variedad denominada
"vestida". Todos estos factores, el utillaje tardío y rudimentario, su adscripción a actividades
depredativas, y la baja productividad de los cereales acumulados, son rasgos de cierto
primitivismo. En el caso de los cereales, se trata de especies con bajos rendimientos, que
hablan de la escasa selección de semillas. Son, fundamentalmente, las mismas variedades
que se encuentran en los yacimientos del Próximo Oriente desde el VII milenio a.C., en tanto
que algunos como la esprilla no existen de forma natural en el Norte de África, lo que
desautorizaría la teoría de un Neolítico español de origen africano. En la Cueva de los
Murciélagos aparece trigo común en el nivel correspondiente al V milenio y a partir de ese
momento, por mor de la selección de especies, ya no se encuentra esprilla. En la cueva de
Nerga, además del trigo hexapolido aparecen bellotas y olivas. En Aragón, en cambio, no se
conocen probablemente los cereales, como tampoco en la zona vasca, y sólo en momentos
tardíos en la Meseta.
Sobre el comercio poco decirse, dado que carecemos de análisis petrográficos con los
que establecer relaciones de origen de ciertos materiales encontrados.
– El círculo levantino, con extensión hacia Andalucía oriental y hacia Cataluña y Bajo
Aragón.
– El círculo de Andalucía occidental, con extensiones por la cornisa cantábrica
– El círculo central de la Meseta.
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Sin embargo, la industria lítica no está suficientemente estudiada, así como los
orígenes de la neolitización de los diferentes círculos. La clave del estudio del material lítico
está en el Levante, por haber sido esta zona la más intensamente tratada por las
investigaciones. En algunos puntos como el yacimiento de Mallaetes (en Gandía, Valencia)
muestra cómo a fines del VIII milenio a.C. y durante el VII prosigue conservando facies
microlaminares derivadas del Pelolítico, mientras que en otros hacinamientos como el del
área de Sant Gregori de Falset (Tarragona) se deja sentir un impacto ultrapirenaico con las
primeras facies geométricas. En general, los tipos encontrados están presentes en el
Epipaleolítico, con crecientes variaciones en cuanto a las funciones, y que poco a poco dejan
paso a un utillaje más específicamente neolítico. En el extremo opuesto, gran parte de estos
instrumentos siguen siendo empleados no sólo en el Calcolítico, sino también en la Edad de
Bronce, muestra de un retraso material evidente. Por otra parte, casi toda la cerámica está
confeccionada a mano sin intervención del torno, y su cocción es efectuada en simples
hornos, a veces un agujero en el suelo cubierto de barro y leña, con un orificio para la salida
del humo. De esta forma, su cocción es irregular, alcanzando difícilmente los 600º C. La
coloración es oscura, con colores del negro al gris más o menos claros. Predominan las
formas redondeadas, como la de tendencia cilíndrica, siempre con base convexa o
redondeada así como las globulares, con cuello o gollete.
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familias extensas.
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fases iniciales de Eridú pertenecen a la cultura de El Obeid, período que se desarrolla
después de Tell Halaf hasta el 3500 a.C. A esta etapa le sucede la fase de Uruk, en la que
tiene lugar la verdadera revolución urbana, se establece totalmente la metalurgia y se asiste al
más importante desarrollo tecnológico constatado en el Próximo Oriente. Se construyen
grandes templos con ornamentaciones de gran valor artístico y, aunque se sigue el mismo
esquema que en los de Eridú, la plataforma sobre la que se orientan se convierte en una
verdadera montaña artificial. Se calcula que debieron trabajar 1.5000 hombres a lo largo de
cinco años. A pesar de que la mayoría de la población continuaba viviendo en casas de adobe
limitadas por calles estrechas, se ha constatando una arquitectura residencial del lujo, que
corrobora las diferencias económicas y sociales iniciadas en el período anterior.
Tanto estas construcciones residenciales (palacios) como los templos presuponen una
sofisticado división del trabajo. Había artesanos ceramistas que trabajaban según modelos
estándares mediante el empleo de un torno rápido, metalúrgicos que trataban el cobre, oro y
plata, pintores que enlucían y diseñaban las decoraciones de los grandes edificios, carpinteros
y toda clase de artesanos especializados, necesarios para la reproducción del sistema.
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La tercera civilización del Viejo Mundo es la surgida en el valle del río Indo, y es la
menos conocida de todas, pese a que dos de sus ciudades, Harapa en el Norte y Mohenjo
Daro en el sur, fueron las más grandes del III milenio y su influencia se extendió desde
Afganistán al golfo de Arabia. En contra de lo que se sostenía, se trata de una cultura
autóctona que evoluciona hacia el urbanismo y el estado, con ciudades centro de importantes
redes comerciales con Irán y el sur de Turquestán.
5. BIBLIOGRAFÍA
ALIMEN, M.H: Preshistoria. Col. Hª Universal Siglo XXI (V.1). Madrid, Ed. Siglo XXI,
1971.
BRAIDWOOD, R.J.: El hombre prehistórico. México, 1971.
Historia de la Humanidad, T. 1., Ed. Planeta, Barcelona, 1975.
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Instituto Gallach: Las razas humanas. Vol. I: El origen del hombre. Barcelona, Instituto
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JORDÁ, F., PELLICER, M. et al.: Historia de España, Vol. 1. Ed. Gredos, Madrid, 1986.
LEROI–GOURHAN, A.: Arte y grafismo en la Europa prehistórica. Madrid, 1984.
MORGAN, L.: La sociedad primitiva. Madrid, 1975.
SERVICE: Los orígenes del Estado. Madrid, 1984.
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