Escuelas
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los negocios que el vocablo estrategia o su uso para adjetivar términos como
dirección, planificación u organización.
Una estrategia, según Mintzberg et ál. (1997), es el patrón o plan que integra las
principales metas y políticas de una organización y, a la vez, establece la
secuencia coherente de las acciones a realizar. Una estrategia adecuadamente
formulada ayuda a poner orden y a asignar, con base tanto en sus atributos como
en sus deficiencias internas, los recursos de una organización, con el fin de lograr
una situación viable y original, así como anticipar los posibles cambios en el
entorno y las acciones imprevistas de los oponentes inteligentes.
2. PENSAMIENTO ESTRATÉGICO
a) Para ser efectivo, el juicio colectivo depende de que quienes toman las
decisiones importantes tengan una visión clara y consistente, lo cual va a ser la
futura administración de la empresa.
En este mismo orden de ideas, Mintzberg et ál. (1997) afirman que pensar
estratégicamente significa la forma en que los gerentes, directores y demás
miembros de una organización usan el idioma, las ideas y los conceptos cuando
tratan de entender e interpretar el campo de objetivos y circunstancias que giran
en torno a la empresa.
Para ello, en este aparte se asumirán las escuelas del pensamiento estratégico
como proceso integral de funcionamiento en el contexto empresarial con
perspectiva de visión de mercado.
Este grupo incluye las escuelas preocupadas por cómo se deberían formular las
estrategias. En conjunto forman lo que se denomina el pensamiento estratégico
racional, que engloba la concepción convencional de la formulación estratégica y
es de carácter normativo. Estas escuelas pretenden preceptuar, ordenar y
determinar tanto el concepto deliberado de estrategia como su proceso de
formación y proporcionar a la dirección instrumentos para la formulación de
estrategias a partir de un estudio previo del entorno y de las capacidades de la
empresa (Mintzberg et ál., 1999).
Sin embargo, Mintzberg (1990) señala que son muchos los autores que han
reconocido el evidente fracaso del modelo propuesto por esta escuela. La
investigación empírica no ha podido demostrar de forma consistente la eficacia de
los sistemas de planificación mediante una relación sólida que asocie mejores
resultados con su uso.
Sin embargo, Mintzberg et ál. (1999) critican el modelo por depender en exceso de
los datos duros y por formalizar en exceso el diseño de la estrategia. Además,
consideran que el modelo está demasiado enfocado en lo cuantificable y
económico, deja de lado lo social y político, y restringe el contexto a la industria y
la competencia, sacrificando las capacidades internas. Otro aspecto criticable es el
proceso en sí, por cuanto el mensaje de la escuela del posicionamiento es no salir
al exterior y aprender a permanecer en la organización y estimar sus resultados.
Entre las principales críticas está el excesivo carácter individual del proceso de
formación de la estrategia, lo que implica saber muy poco de cómo es realmente
ese proceso en la mente del directivo (el proceso se convierte en una caja
negra en la mente del directivo), además del peligro que entraña la fijación de los
líderes en una dirección o que estos no adviertan su obsolescencia.
Según Senge (1993), han surgido tres líneas de pensamiento que relacionan el
aprendizaje organizacional con la formación de la estrategia: el aprendizaje como
creación de conocimiento, las capacidades dinámicas de Prahaladck y Hamel, y la
teoría del caos.
Para Prahaladck y Hamel (1990), las raíces de las ventajas competitivas están en
esas habilidades ocultas detrás del producto, las que por el solo hecho de no ser
visibles, son difíciles de copiar. Estas competencias son consecuencia del
aprendizaje colectivo de la organización, un proceso que requiere comunicación,
involucramiento y un profundo compromiso de trabajar a través de los límites
organizacionales. Son exclusivas, sostenibles en el tiempo y esenciales para la
implementación de la visión estratégica y para la supervivencia corporativa en el
corto y largo plazo.
Esta escuela pretende ir más allá del aprendizaje. Quienes se inclinan por la teoría
del caos y similares afirman que el aprendizaje se limita a enfatizar lo constante y
persistente en lugar de promover lo innovador y revolucionario. Uno de los
principios de la teoría del caos sostiene que conjuntos simples de relaciones
deterministas pueden producir resultados que responden a un patrón, y al mismo
tiempo son impredecibles (Mintzberg, et ál., 1999).
Entre las críticas a la escuela del aprendizaje está su excesivo aire renovador, que
resulta tan perjudicial como el otro extremo.
En definitiva, el objetivo debe ser elaborar una perspectiva estratégica firme, que
ocasionalmente se modifique cuando resulte necesario.
Por lo tanto, la cultura establece las premisas a partir de las cuales la gente toma
las decisiones e influye sobre el pensamiento aceptado en la organización.
Una de las críticas a esta escuela es que puede explicar lo existente, pero carece
de capacidad para responder a las interrogantes sobre el futuro.
Se plantea que esta escuela no explica cómo dos organizaciones pueden operar
en un mismo entorno con éxito, aplicando dos estrategias absolutamente
diferentes. Aquí lo importante no es aclarar si existe o no una opción estratégica,
sino cuáles son las condiciones que amplían o restringen su alcance.
Cada una de las anteriores escuelas está relacionada con aspectos teóricos y
conceptuales e ignora los existentes. Entonces cada una ha aportado elementos al
desarrollo de la teoría de la estrategia. Sin embargo, la presencia de tan variado
espectro de posibilidades y escuelas ha propiciado la oportunidad de realizar
acciones de integración de conceptos, en lugar de crear nuevos fragmentos para
la fundamentación de las estrategias empresariales.
Así pues, los mayores esfuerzos deben estar orientados hacia la actividad central
de la organización y el uso consciente de herramientas gerenciales, lo cual implica
la necesidad, por parte del personal directivo, de hacer uso racional y consciente
de los recursos.
5. La adaptación a los cambios; tiene que ver con los constantes cambios que se
suscitan en el entorno y con la adecuación de las organizaciones a estas
transformaciones.
Asimismo, señala que la misión corporativa debe tener cierto grado de estabilidad
y no debe ser objeto de cambios frecuentes, aunque sí debe estar sujeta a una
constante evaluación para determinar lo que es la organización y permitir una
comprensión clara de aquello que se debe cambiar y para saber cuál es la visión.
Por otra parte, Goodstein et ál. (1997) definen un sistema de valores como una
organización perdurable de convicciones convenientes o modos de conductas
preferidas, que conducen hacia el logro de metas legítimas, correctas e
incorrectas; y como dichos valores se encuentran muy arraigados en el sistema de
creencias, estos son relativamente invariables.
En lo relacionado con los objetivos, Guédez (1995) señala que una vez conocidos
los valores y la misión de una organización, esta puede preguntarse cuáles metas
específicas quiere alcanzar. Por lo tanto, la necesidad de tener objetivos es
evidente; estos proporcionan un sentido de dirección a las personas de la
organización, son una guía para la acción, ayudan a priorizar (centrando la
energía directiva de toda la organización) y, finalmente, legitiman la asignación de
recursos.
Por otra parte, Thompson y Strickland (1999) plantean que la filosofía en gerencia
estratégica es hacer lo imposible para mejorar la calidad del esfuerzo de la
organización, promoviendo un espíritu con el cual es posible hacerlo,
desarrollando la propia confianza basada en el compromiso y la responsabilidad.
De tal manera que la misión, la visión, los objetivos, las estrategias, la filosofía, las
políticas y el sistema de valores forman una jerarquía de metas, las cuales se
alinean desde amplias declaraciones de intenciones y fundamentos para la ventaja
competitiva hasta específicos objetivos estratégicos.
Según este enfoque, una organización o institución tendrá interés en contar con
personal directivo en el que se distribuyan estas cualidades creadoras, gerenciales
y empresariales, como una forma de cimentar las bases para asegurar el
pensamiento estratégico.
CONCLUSIONES