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TP1 Chocano

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Seminario de Indigenismo Alumno: Alejandra López

Prof: Elena Altuna L.U 708.227


Betina Campuzano
Trabajo Práctico Nº1
“La Ñusta” de José Santos Chocano

Una nueva conciencia surgió en el mundo cultural hispanoamericano a finales del siglo XIX,
una conciencia basada en que la actividad literaria era superior a la actividad política. El poeta
iberoamericano, al igual que el europeo se marginará de una sociedad capitalista que no le
comprende. Desde el punto de vista literario, esta conciencia se llamó Modernismo.
El Modernismo se nutrió de las tendencias poéticas francesas: el Parnasianismo y el
Simbolismo y de la estética de Baudelaire, Verlaine, Rimbaud. Esta “fuente de beber” extranjero se
consolidó debido a la carencia de una tradición propia que les permitiera hablar, como lo hacían los
poetas franceses, de la belleza, desafiar a la ciencia y a la naturaleza, explotar todo lo fuera del
esquema determinista de la herencia y del artificio como arte.
Es en sí este movimiento una sutil mezcla del Parnasianismo y el Simbolismo, una rebeldía
estética exclusivamente hispanoamericana así como una crítica al Romanticismo, al Realismo, y,
muy particularmente, a la continuación de la tradición española, este movimiento redundó en el
esplendor de una época aparentemente feliz llamada la “belle epoque”, cuyo final coincidirá con el
inicio de la Primera Guerra Mundial.
En el Perú el Modernismo tuvo como figura a José Santos Chocano, quien discurrió entre
imágenes pictóricas y formalidades métricas de musicalidad orquestal, hasta su gran acentuación de
un modernismo propio que pretendía recoger la geografía americana y, a la vez, mostrar un
individualismo apasionado.
José Carlos Mariátegui puntualizará:

José Santos Chocano, a mi juicio, pertenece al período Colonial de nuestra


literatura. Su poesía grandílocua tiene todos sus orígenes en España. Una crítica,
verbalista la presenta como una traducción del alma autóctona. Pero este es un
concepto artificioso, una ficción retórica. Su lógica, tan simplista como falsa, razona
así: Chocano es exuberante, luego es autóctono. Sobre este principio, una crítica
fundamentalmente incapaz de sentir lo autóctono ha asentado casi todo el dogma del
americanismo y el tropicalismo esenciales del poeta del Alma América.

Los cantos de Chocano muy bien emulan a epopeyas, a titanes, rumores de la selva. En este
caso puntual, plasmará los rasgos y las temáticas modernistas en su poema “La Ñusta” con una
búsqueda de temas relacionados con la exaltación de hispanismo y de lo legendario. Si bien
indigenismo también suele ser evasionista en que no refleja la realidad actual del pueblo indígena,
sino que busca recuperar el legado precolombino del pasado.
Este poema retoma varios mitos y tradiciones orales como las de la nación de Caranqui y las
figuras de Huayna Capac y el general Calcuchima, y, por supuesto, la Ñusta, la princesa virgen que
representa la pureza, juventud y belleza. Todas estas figuras conforman una actitud aristocratizante
a la temática del poema.
Otro de los protagonistas de esta historia será Don García de Peralta, joven hidalgo que
intenta persuadir a la Ñusta, rechace su origen y abrace la civilización y el linaje que él le otorgará.
Como dijimos anteriormente, la Ñusta es una princesa Inca, pero no hay en el español un
reconocimiento de tal posición, como tampoco importancia a su atavío que el hidalgo cambiará por
otros que considera más valiosos:
— ¡ Ñusta, ñusta, yo le amo! Vente á España conmigo.
Te daré la hidalguía y el amor.
— ¡Enemigo
— Las católicas aguas echaré con mi mano
en tus finos cabellos de abenuz,
— ¡Es en vano!

— Seguiré tu capricho, velaré tu reposo,


guardaré tu nobleza con mi espada.
— ¡ Airibicioso!
— Con mis lauros triunfales, a tus pies daré abrigo;
que mi amor es más grande que la gloria.
— ¡ Enemigo!
— Cambiaré los guayruros, con que adornas tu cuello,
por diamantes preclaros del más vivo destello;
cambiaré tus argollas por labrados pendientes,
en que luzcan las perlas como lucen tus dientes.

Te daré todo el fruto del botín que me toque


Tu mirada penetra mucho más que mi estoque;
y es así cuál me siento vacilar á tu vista :
mi conquista fue grande, pero más tu conquista;
que tu amor me sofoca y es tu amor mi castigo.
Ten piedad del que te ama. ¡Ten piedad!
— ¡ Enemigo!

De la misma manera siempre se trazará un dicotomía entre indios y españoles. El indio


como “falsía”, “ira”, “inhumano odio”; mientras que el español será “fuerte”, “noble” y “grande”,
entre otros calificativos. Y los sentimientos de celos e ira del español no correspondido serán
siempre justificados con la excusa del amor:

Don García comprende, para mayor tormento,


que la graciosa Ñusta que le robó el aliento
comparte viva llama de amor correspondido
con Huayna-Cápac. ¿Cómo decir lo que ha sentido
el corazón de ese hombre, que nunca en el combate
tembló y ante los ojos de una mujer se abate ?
¿Cómo contar las horas de inenarrable cuita,
en que él piensa en el beso de la nocturna cita
con que el rival oprime la boca de la ñusta
y al parlas blandas formas con fuerte abrazo ajusta ?...
¿Cómo expresar la lia de su ardoroso pecho
contra el rival que, en breve, podrá partir el lecho
y el trono con la ñusta que le turbó la calma?...
Los que saberlo quieran ¡pregúntenselo á su alma!

De igual forma frente al encarcelamiento de Hayna- Capac, Don García de Peralta


encontrará la forma de obligar a la Ñusta a entregarse a él, sin embargo, y frente a este acto tan
bajo, no existirá una condena:

Ya es hora, fuerte hispano: bien haces, si no hay modo


de que consigas nada cuando la ofreces todo.
Ya es hora, si, ya es hora de que tu afán concluya:
¡te costará la vida, pero ella será tuya!

Entre otros rasgos modernistas podemos mencionar el predominio de los valores sensoriales
(así, destaca la renovación del lenguaje con vocabulario de los campos semánticos del color, de los
efectos sonoros, etc.) El léxico se enriquece con cultismos y voces de exótica resonancia (llautu,
sciri, turpial, abenuz, quipu etc.)
El cultivo del arte por el arte, por lo que hay un énfasis en las imágenes hermosas,
armoniosas y exquisitas, así como en la perfección de la forma del poema. Los poetas modernistas
no querían producir una poesía burguesa para el consumo masivo. En cambio, es una poesía elitista
e idealista, un rasgo heredado del romanticismo. También se proponen una renovación métrica en la
que predominará el uso del verso alejandrino, pero también del verso libre:

¿A/ca/so 03
lo es/ el/ ce/lo/so a/man/te/ que/ va/ si/guien/do el/ pa/so/ 14
de/ su/ ri/val?/ ¡En/ton/ces/, e/se o/jo es/ de un/ es/pí/a/! 14

La fama que gozó la poesía de Chocano en su época fue mucho mayor que la estimación que
se le brinda en la actualidad. Evidentemente, Chocano tenía indudables dotes de versificador:
manifestaba un profundo y rico sentido musical y maestría técnica en el manejo del verso.
Asimismo, evidenciaba una habilidad para pintar con palabras los múltiples paisajes de nuestra
América.
Cornejo Polar dice de la poesía de Chocano: “confirma y perfecciona el estereotipo de
América como exuberancia, tropicalismo y majestuosidad”. Obviamente este poeta no puede ser
entendido lejos de su tiempo y su corriente, solemne y elocuente, vive en el mundo que él mismo
construyó donde se agolpan las altas cumbres y los paisajes exóticos.
García de Peralta : ¿qué tienes tú con tanto
reflexionar? ¿Qué tienes con tu épico quebranto,
siempre con las pupilas en tierra y ambas sienes
entre ambas manos?...

Joven Conquistador; ¿qué tienes?


¡Ay! cuan mejor te fuera no llegar enrolado
á las tierras incaicas con tu fe de soldado;
que así libre, más libre, mucho mas todavía,
esa tu alma española, tu gran alma seria.
¿ Qué te importa el tesoro, qué te importa la fama,
qué te importan los lauros, si la ñusta no te ama?
No hay un brazo de indio (jue tu brazo retuerza;
pero, en cambio, la gracia puede niás que la fuerza ..

¡Y es inútil! Tu podio do l)roiuMnea coi'aza


no vacila ni liomhla bajo un golpe de maza;

LA ,'^LSr.4 163

pero se abre, á manera de partido diariianle,


cada vez que la ñusta le contempla un ¡nslanle.
Y la ñusta que huye tus ardientes antojos
pone, al verte, el insulto de su raza en los ojos;
y tú buscas la rabia de la india altanera,
¡por gozar de la dicha de ser visto siquiera !

Don García : eres fuerte; mas no sirve ser fuerte,


si el amor de la ñusta desgobierna tu suerte.
Don García : eres noble ; mas no sirve ser noble,
si el turpial de las Indias hace nido en tu roble.
Don García : eres grande ; mas no sirve ser grande,
si el león se enamora de una alpaca del Ande...
II

— ¡ Ñusta, ñusta, yo le amo! Vente á España conmigo.


Te daré la hidalguía y el amor.

— ¡Enemigo I

— Las católicas aguas echaré con mi mano


en tus (inos cabellos de abcnuz,

— ¡Es en vano!

— Scguií'é tu capricho, velaré tu reposo,


guardaré tu nobleza con mi espada.

— ¡ Airibicioso!

— Con mis lauros triunfales, á tus pies daré abrigo;


que mi amor es más grande que la gloria.

— ¡ Enemigo!

— Cambiaré los guayruros, con que adornas tu cuello,


por diamantes preclaros del más vivo destello;
cambiaré tus argollas por labrados pendientes,
en que luzcan las perlas como lucen tus dientes.

Te daré todo el fruto del botín que me toque


Tu mirada penetra mucho más que mi estoque;
y es así cuál me siento vacilar á tu vista :
mi conquista fué grande, pero más tu conquista;
que tu amor me sofoca y es tu amor mi castigo.
Ten piedad del que te ama. ¡Ten piedad!

— ¡ Enemigo!
Y así siempre...

La ñusta fué más firme que acero,


fué más dura que roca; y el gentil caballero
en los juegos tan lino y en las lides tan bravo,
se dolía de amores como un mísero esclavo ..
— ¡ Bien ! — se dijo — ¿Es posible que cruzara las olas,
que explorara las tierras, para verme hoy á solas
debatir en esta ansia que consume energía
y escarnece y enferma? ¡Basta yá!... ¡Será raía!
¿Qué me importa el tesoro, qué me importa la fama,
qué me importan los lauros, si la íiusta no me ama?
La he ofrecido mi nombre con hispana hidalguía
y mi Dios y mi tierra... ¡ Basta yá!... ¡Será mía!

III

Ilualpa-Cápac es Inca. Llanta rojo le han puesto


los hispanos. Él muestra sus insignias enhiesto.
lluayti;i Cái)a<- le tuvo de una sciri; y en Quito,
á veinte años de entonces, se oyó su prinier gi'ito.
Y es muy sagaz : fingiendo su amor á los hispanos,
ciñiise i'I Ilaulu rojo; y el cetro fué á sus manos.

LA J^USTA 165

l'A, en el fondo, guarda rencor, rencor oculto;

de esos rencores ¡ndTos que ignoran el insulto,

pero que, en cambio, esperan que llegue con tardanza,

con gran tardanza, ¡un solo minuto de venganza!...

Así, á la par que gusta la hidalga compañía

de los Con([uistadores, y aprende en su falsía

la hispana lengua, mide la tropa castellana

y astutamente busca la forma en que mañana

pueda otra vez el Inca ser libre en el Imperio.

Un ojo brilla, apenas, en el teatral misterio,

con que él, cuando las sombras llegan á la alta cima,

suele en los mudos campos hablar con Galcuchima.

Ese ojo que le sigue no es de un espía, ese ojo


no es frío : en sus miradas hay un ardor de enojo.
¿Quién siente así la ira contra el cautivo hermano
de Alahualpa? ¿Quién puede tener ese inhumano
odio, que le echa insultos envueltos en miradas,
cual si le atravesasen espadas soljre espadas?
Ese ojo que le sigue no es de un espía.
¿Acaso
lo es el celoso amante que va siguiendo el paso
de su rival? ¡Entonces, ese ojo es de un espía!
Ese ojo tiene un rayo siniestro de alegría;
y es porque sicnle un golpe de celos que le inflama
cuando al rival odiado contempla. ¡ Kac ojo auia!

IV

Don García comprende, para mayor tormento,


(lue la graciosa ñusla (jue le rob<) el aliento

comparte viva llama de amor correspondido

con Ilualpa-Cápac. ¿ Cómo decir lo que ha sentido

el corazón de ese hombre, que nunca en el combate

tembló y ante los ojos de una mujer se abate ?

¿Cómo contar las horas de inenarrable cuita,

en que él piensa en el beso de la nocturna cita

con que el rival oprime la boca de la ñusta

y al parlas blandas formas con fuerte abrazo ajusta ?...

,:C(')mo expresar la lia de su ardoroso pecho

contra el rival que, en breve, podrá partir el lecho

y el trono con la ñusta que le turbó la calma?...

Los que saberlo quieran ¡pregúntenselo á su alma!

Y bien : él en las sombras, siguiti al rival,

— ¿ En di'uulc
será la cita? —

El indio detiénese : él se esconde;


y observa.

Poco importa que piensen, don García,


en que ello no te es propio : ¿qué amor no es el que espía?

Y en vez de que la ñusta llegue también, quien llega


os Galcuchiraa, el viejo general indio. Entrega
un qnipu á Hualpa-Cápac. Dice con voz obscura
palabras misteriosas. El gesto, la figura
nerviosa, los inquietos ademanes, el modo
de vcralredor suyo, ¡lo están diciendo todo!

Tal es como Peralta se entera : él que creía


ver á la ñusta en brazos de su rival, á espía
llega con ser tan noble; que amor causa locura
«pie arrasli-a hasta el abismo ó arroja hasta la altura.

La ÑUSTA 107

En su encontrada fuerza capaces son los celos


de las bajezas grandes y de los grandes vuelos.

Mujeres : los que os aman y celos nunca sienten,


tal hacen porque os toman en poco ó porque mienten.
Mujeres : los que os dejan jugar con sus amores,
¡de más dichosa suerte no son merecedores!

Es el gran Sacerdote de Caranquis.

La ñusta
coya va á ser. El Inca sobre la frente ajusta
su llautu rojo y abre con majestad el manto
de áurea vicuña. El coro de vírgenes un c;inlo
da á los aires : son voces claras, limpias, serenas...
Debajo de esas voces, hay un temblor de quenas.

Suspira el Sacerdote.

— ¿Por qué, por que suspiras ? —


pregunta Hualpa-Cápac — ¿ Acaso sombras miras
en nuestra unión? ¡Uespóndc! Mi amor es puro; y ella
es, más que bella, pura : ¡ tú sabes como es bella ! —

Y el Sacerdote, irguicndo la majestuosa frente


al Sol que reverbera, suspira nuevamente...

— Señor — dice la ñusta — no tenias. ¿ Quién podría


burlar con el silencio tu sacra profecía ?
jDinos qué ves! Yo le amo, y en el amor soy fuerte;
después de ser su esposa, no importa ya la muerte. —

108 ALMA AMÉRICA


Y el Sacerdote dice,, como si un duro peso
se quitara :

— ¡Os anuncio que moriréis de un beso!

En ese propio instante, la soldadesca asalta


al Inca y le aprisiona. García de Peralta
capitanea al grupo; y en sus voraces ojos
chispean alegrías mezcladas con enojos.
La coya pide, entonces, ir con el Inca : es vano
su intento.

Así la estrecha con vigorosa mano


Peralta y con ternura le dice todavía :
— Conmigo vente á España.

— ¿Yo?... ¡Nunca!

— ¡ Serás mía !

El Inca va á lo lejos cargado de cadenas...

No cantan ya las voces... No trinan ya las quenas...

Y el Sacerdote, irguicndo la majestuosa frente


al Sol que reverbera, suspira nuevamente.

VI

Fue entonces cuando, en medio dd odio que le exalta,


pidií') tener las llaves García de Peralta,
Y así quien salvar pudo, por una rara suerte,
al grupo de españoles de traicionera muerte,
quiso guardar el mismo del Inca el calabozo,
acariciando el triunfo con íntimo alborozo
que guardador le hacía de infieles y traidores
y guardatior á un tiempo lainbicn de sus amores.

LA NCSTA lf)0

Ella hacia él vendría con súplicas y llantos,

— tai vez por tal angustia más bella en sus encantos —

para rogar siquiera minutos de reposo


en la prisión estrecha y en brazos del esposo.

Y como su locura mayor quizás sei'ia,

sabiendo que el esposo no contará otro día,

porque innexil)le y duro yá el juez le ha condenado,

poi* su traición, á muerte, querrá ver á su amado

y sentirá en sus ansias la fiebre delirante

que lo da todo, á veces, en pago de un instante.

¿Todo? Sí : á veces, todo.

Tal dice don García


las llaves enseñando :

— ¡ Ya pronto será mía ! —


Yá es hora, fuerte hispano : bien haces, si no hay modo
de que consigas nada cuando la ofreces todo.
Yá es hora, si, yá es hora de que tu afán concluya :
¡te costará la vida, pero ella será luya!

VII

Y se abrici'on las puertas de la prisión.

— ¡ Oh ! ,iTú eres?

— ¡Yo, Señor!... ¡Yo culpable!... Ten piedad si me

[quieres...

— ¿Tú culpable?

— Perdona; porque ya no soy pura.


Ya, Señor, no soy digna de alcanzar la ventura
de besarte las manos ni los pies.

— ¿Estás loca?
VeiT, si quieres dar besos, á besarme en la boca.
— ¡Ay de ti!... ¿No recuerdas la mortal profecía
con que el Gran Sacerdote nos quilo la alegría?

— ¡ Quién me diera esa muerte, mejor que otra que espero '
— ¿Quién le diera esa muerte? Yo, Señor, si lo quiero..

— ¿Y ([ué aguardas ? ¿ Deseas que yo acabe en las manos


vengativas, en bi'eve, de los propios hispanos?

— Es, Señor, que mi boca no está pura. El exceso


del cruel don García me ha robado mi beso...
Suya fui...

— ¿Suya has sido ?

— Suya fui para verte.,.


El me ha dado las llaves... Yo le he dado la muerte...

— ¡Habla!

— Puse en mis labios el veneno en que mojan


nuestros indios sus flechas... Yá mis miembros se aflojan...
yá me ahogó... Yá acaso don García habrá muerto...
Muchas veces, sí, muchas le he besado.

— ¡ Oh ! Si es cierto
lo que dices, entonces... ¡dame un beso en la boca!

— No... Tú escapa... Eres libre... ¡ Huye! ¡huye!

— ¿Estás loca?
¿ Qué me importa la vida sin tu amor? ¡Es un peso! —

Hubo lucha en las sombras; y después... sonó un beso.

VIII

En el día siguiente, fué Peralta enterrado


con magníficas pompas; y la india á su lado :
los hispanos quisieron el hacer de esa suerte
que, á través de los siglos, fuera suya en la muerte,
la que sólo en la vida se entregara un momento...
¡No hay un alma española que no logre su intento!

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