El Capitalismo en El Siglo XX
El Capitalismo en El Siglo XX
El Capitalismo en El Siglo XX
Durante casi todo el siglo XX, el capitalismo ha tenido que hacer frente a numerosas guerras,
revoluciones y depresiones económicas. La I Guerra Mundial provocó el estallido de la revolución en
Rusia. La guerra también fomentó el nacionalsocialismo en Alemania, una siniestra combinación de
capitalismo y socialismo de Estado, reunidos en un régimen cuya violencia y ansias de expansión
provocaron un segundo conflicto bélico a escala mundial.
Pero dicho sea de paso, que de forma concomitante surge la economía de la muerte o industria
bélica, pues el Estado comienza a gastar dinero público en la adquisición de armamento. También
hay que señalar que un efecto no deseable del keynesianismo es que el Estado participativo deja
atrás la democracia liberal por nuevas fórmulas de gobierno fascista, las cuales imponen el interés de
algunos cuantos sobre el derecho o la libertad de la mayoría, olvidándose del consenso popular y
negándose la igualdad social que garantizan las instituciones democráticas. Por ello, se asevera que
según se restrinjan las libertades y los derechos, es el grado de fascismo. La instituciones
democráticas se ven enfrentadas a aquellas de inspiración fascista, mientras que las primeras pugnan
por la justicia, la igualdad y la equidad, la segundas buscan la eficiencias aun así se tenga que
sacrificar o suprimir las garantía individuales que da un régimen democrático.
A finales de la II Guerra Mundial, los sistemas económicos comunistas se extendieron por China y por
toda Europa oriental. Sin embargo, al finalizar la Guerra fría, a finales de la década de 1980, los
países del bloque soviético empezaron a adoptar sistemas de libre mercado, aunque con resultados
ambiguos. China es el único gran país que sigue teniendo un régimen marxista, aunque se
empezaron a desarrollar medidas de liberalización y a abrir algunos mercados a la competencia
exterior. Muchos países en vías de desarrollo, con tendencias marxistas cuando lograron su
independencia, se tornan ahora hacia sistemas económicos más o menos capitalistas, en búsqueda
de soluciones para sus problemas económicos.
En las democracias industrializadas de Europa y Estados Unidos, la mayor prueba que tuvo que
superar el capitalismo se produjo a partir de la década de 1930. La Gran Depresión fue, sin duda, la
más dura crisis a la que se enfrentó el capitalismo desde sus inicios en el siglo XVIII. Sin embargo, y
a pesar de las predicciones de Marx, los países capitalistas no se vieron envueltos en grandes
revoluciones. Por el contrario, al superar el desafío que representó esta crisis, el sistema capitalista
mostró una enorme capacidad de adaptación y de supervivencia. No obstante, a partir de ella, los
gobiernos democráticos empezaron a intervenir en sus economías para mitigar los inconvenientes y
las injusticias que crea el capitalismo.
Así, en Estados Unidos el New Deal (en inglés, “Nuevo Reparto” o “Nuevo Trato”, nombre que recibió
la política económica y social aplicada en Estados Unidos por el presidente Franklin Delano Roosevelt
a partir de 1933, y concretamente las medidas innovadoras adoptadas desde ese año hasta 1938
para contrarrestar los efectos de la Gran Depresión), reestructuró el sistema financiero para evitar que
se repitiesen los movimientos especulativos que provocaron el crack de Wall Street en 1929.
Keynesianismo.
Capitalismo monopolista.
Otra observación que hizo Keynes es que en el liberalismo el trabajo se admite únicamente como la
actividad creadora de bienes tangibles, en tanto que él considera que el trabajo también implica la
creación de bienes tangibles o servicios.
Pero el planteamiento esencial que se hizo Keynes fue el de cómo crear demanda que no aporte a la
oferta; y concluyó, que esto se puede lograr mediante el gasto público en rubros sociales tales como
educación, salud, seguridad, previsión, asistencia, infraestructura y servicios públicos, es decir,
mediante el Estado de bienestar. De esta forma la participación del Estado se vuelve activa, y
adquiere la facultad de promover, orientar e inducir el crecimiento económico, jugando ahora el rol de
Estado interventor, regulador, empresario y mediador.
El acontecimiento más importante de la historia reciente del capitalismo fue la publicación de la obra
de John Maynard Keynes, La teoría general del empleo, el interés y el dinero (1936). Al igual que las
ideas de Adam Smith en el siglo XVIII, el pensamiento de Keynes modificó en lo más profundo las
ideas capitalistas, creándose una nueva escuela de pensamiento económico denominada
keynesianismo.
Keynes demostró que un gobierno puede utilizar su poder económico, su capacidad de gasto, sus
impuestos y el control de la oferta monetaria para mitigar, e incluso en ocasiones eliminar, el mayor
inconveniente del capitalismo: los ciclos de expansión y depresión.
Según Keynes, durante una depresión económica el gobierno debe aumentar el gasto público, aún a
costa de incurrir en déficits presupuestarios, para compensar la caída del gasto privado. En una etapa
de expansión económica, la reacción debe ser la contraria si la expansión está provocando
movimientos especulativos e inflacionistas.
Durante los 25 años posteriores a la II Guerra Mundial, la combinación de las ideas keynesianas con
el capitalismo generaron una enorme expansión económica. Todos los países capitalistas, también
aquéllos que perdieron la guerra, lograron un crecimiento constante, con bajas tasas de inflación y
crecientes niveles de vida. Sin embargo a principios de la década de 1960 la inflación y el desempleo
empezaron a crecer en todas las economías capitalistas, en las que las fórmulas keynesianas habían
dejado de funcionar.
La menor oferta de energía y los crecientes costos de la misma (en especial del petróleo) fueron las
principales causas de este cambio. Aparecieron nuevas demandas, como por ejemplo la exigencia de
limitar la contaminación medioambiental, fomentar la igualdad de oportunidades y salarial para las
mujeres y las minorías, y la exigencia de indemnizaciones por daños causados por productos en mal
estado o por accidentes laborales. Al mismo tiempo el gasto en materia social de los gobiernos
seguía creciendo, así como la mayor intervención de éstos en la economía.
La inflación de la década de 1970 se redujo a principios de la década de 1980, gracias a dos hechos
importantes. En primer lugar, las políticas monetarias y fiscales restrictivas de 1981-1982 provocaron
una fuerte recesión en Estados Unidos, Europa Occidental y el Sureste Asiático. El desempleo
aumentó, pero la inflación se redujo. En segundo lugar, los precios de la energía cayeron al reducirse
el consumo mundial de petróleo. A mitad de la década, casi todas las economías occidentales se
habían recuperado de la recesión. La reacción ante el keynesianismo se tradujo en un giro hacia
políticas monetaristas con privatizaciones y otras medidas tendentes a reducir el tamaño del sector
público.
El principal objetivo de los países capitalistas consiste pues, en garantizar un alto nivel de empleo al
tiempo que se pretende mantener la estabilidad de los precios. Es, sin duda, un objetivo muy
ambicioso pero, a la vista de la flexibilidad del sistema capitalista, no sólo resulta razonable sino,
también, asequible.
Capitalismo
Con sus principios de libre oferta y demanda, propiedad privada e individualismo, esta
ideología fue derrotando uno a uno a sus competidores hasta quedar como la doctrina
por excelencia de gobiernos y empresarios.
Flexibilidad
Pero el capitalismo supo sobrevivir. De su seno surgieron hombres como John Maynard
Keynes que buscaron dar un toque más humano a la economía de mercado, con la acción
estatal.