Gimeno Sacristán - La Función Abierta de La Obra y Su Contenido
Gimeno Sacristán - La Función Abierta de La Obra y Su Contenido
Gimeno Sacristán - La Función Abierta de La Obra y Su Contenido
El currículum es un concepto que dentro del discurso acerca de la educación denomina y demarca
una realidad existente e importante en los sistemas educativos; un concepto que se ha convertido en uno
de los núcleos de significación más densos y extensos para comprenderlo en el contexto social, cultural,
entender las diversas formas en las que se han institucionalizado.
El currículum tiene una capacidad inclusiva que nos permite hacer de él un instrumento esencial
para hablar, discutir y contrastar nuestras visiones sobre lo que creemos que es la realidad educativa. La
implementación del currículum ha condicionado nuestras prácticas, aunque éste también es condicionado
por las prácticas dominantes de un momento dado.
Dado lo complejo del concepto, Gimeno Sacristán lo define como “el contenido cultural que las
instituciones educativas tratan de difundir en quienes las frecuentan, así como los efectos que dicho
contenido provoque en sus receptores”. Afirma que el currículum es la expresión y concreción del plan
cultural que la institución escolar hace realidad dentro de unas determinadas condiciones que matizan
ese proyecto. Toda institución educativa defiende una cultura; el contenido cultural es condición lógica
de la enseñanza mientras que el currículum es la estructuración de esa cultura bajo claves
psicopedagógicas.
La teoría del currículum es una metateoría que engloba discursos teóricos generados en otros
territorios de la educación e incluso fuera de ella; el currículum en sí debe verse como un problema de
relación entre la teoría y la práctica, por una parte, y entre la educación y la sociedad, por otra. Es una
construcción histórica que se da en determinadas condiciones; construcción interdisciplinar que sirve de
núcleo para integrar conocimientos y aportaciones de y en las Ciencias de la Educación.
Ahora, siendo el currículum cultura, ¿los contenidos son apropiados?, ¿quiénes tienen legitimidad
para proponer opciones? El campo en torno del currículum es un territorio inevitablemente discutido y
disputado. En una sociedad democrática, el pluralismo y los conflictos deben ser abordados
explícitamente; es necesario que estemos abiertos al diálogo y a la participación de todos los agentes y
posiciones en liza.
Para llegar a este fin, a veces se crean organismos y agencias para evaluar resultados de los niveles
del sistema con el fin de evidenciar su eficacia en el cumplimiento de las prescripciones del currículum.
Sin embargo, no existen políticas, foros estables, organismos o instituciones que se ocupen de la mejora
de la calidad de los currícula, cuando la calidad de la educación depende de qué les proponemos o
imponemos a los alumnxs para que aprendan. Los empeños para que nadie se quede atrás, para evitar el
fracaso escolar, para crear aprendizajes significativos se conquistan contando con programas acertados
de política educativa, formación y apoyos al profesorado para entrar en el camino de su logro; pero sobre
todo, es imprescindible un cambio cultural, se necesita compartir algunas ideas.
Gimeno Sacristán cree que una estrategia de innovación constante y eficaz se podría apoyar en
tres vértices: 1) la investigación con y de los profesores en el ámbito del desarrollo del currículum que
se utilice como método para el desarrollo de aquellos; 2) formación del profesorado estrechamente
relacionada igualmente con el desarrollo del currículum; y 3) una práctica de evaluación dirigida a la
mejora del mismo.
Capítulo 1: ¿Qué significa el currículum?
1.1. La potencialidad reguladora del currículum
En su origen, el currículum significó el territorio acotado y regulado del conocimiento que
representa los contenidos que el profesorado y los centros educativos tendrán que desarrollar; el plan de
estudio propuesto e impuesto a profesores (para que enseñen) y a estudiantes (para que aprendan).
Currículum es una selección regulada de los contenidos a enseñar y prender que, a su vez, regulará la
práctica didáctica que se desarrolla durante la escolaridad.
Desde su primer uso, el concepto de currículum representa la expresión y propuesta de la
organización de los segmentos y fragmentos de contenidos de los que se compone; una especie de
ordenación que articula los episodios aislados de las acciones. El currículum desempeña una doble
función de la enseñanza y del aprendizaje, por un lado, a la vez que por otro lado, se produce la paradoja
de que en él se refuerzan las fronteras que delimitan sus componentes (separación de asignaturas o
disciplinas).
La utilización que siempre se ha hecho del concepto parece ligada a la idea de selección de
contenidos y de orden en la clasificación de los saberes a los que representan, que será la selección que
se considerará en la enseñanza. Así puede evitarse la arbitrariedad en la selección de lo que se enseña, al
tiempo que se encauza, modela y limita la autonomía del profesorado.
El currículum cobró el decisivo papel de poner un orden sobre los contenidos de la enseñanza; un
poder regulador que se sumó a la capacidad igualmente reguladora de otros conceptos, como el de clase
(categorías que definen y clasifican a los alumnos) y el de grados (disponer a los alumnos según la
complejidad de sus contenidos y de acuerdo a su edad). El currículum determina qué contenidos se
abordan y, al establecer niveles y tipos de requerimientos para los sucesivos grados, ordena el tiempo
escolar proporcionando los elementos de lo que será lo que entenderemos por progresión escolar y en
qué consiste el progreso de los sujetos en la escolaridad. Al asociar contenidos, grados y edad de los
estudiantes, el currículum es también regulador de las personas.
Con la incorporación del concepto currículum se buscaba introducir un orden intermedio basado
en el establecimiento de unidades de tiempo menores dentro de la escolaridad total: el curso escolar que
cada estudiante debía completar progresivamente, pero más amplias que las clases que eran las unidades
de tiempo y contenido. Para bien o para mal, la enseñanza, el aprendizaje y sus respectivos agentes y
destinatarios quedaron más dirigidos por un control ejercitado desde el exterior. Un efecto de esa
regulación consistió en el refuerzo de la distinción de las disciplinas y asignación concreta de los
contenidos a los profesores, así como un refinamiento de los métodos. El concepto de currículum delimitó
unidades ordenadas de contenidos y tiempos que tienen un comienzo y un final, imponiendo una norma
para la escolarización.
Ordenar el currículum implica regular el contenido, distribuir los tiempos de enseñar y aprender,
delimitar los territorios de las asignaturas y especialidades; constituyendo así el estándar respecto del
cual se juzgará lo que se considerará el éxito y el fracaso, lo satisfactoria o insatisfactoria que es la
institución escolar, quiénes cumplen y quiénes no.
El concepto de currículum aparece tardíamente en la producción del pensamiento educativo, la
RAE no lo recoge hasta 1983, año en el cual una única publicación lleva en su título el término en
cuestión. La penetración del concepto currículum en el discurso educativo cobró su máxima presencia
cuando la escolaridad se convirtió en un fenómeno de masas. La “educación para todos” requiere que, en
aras de la igualdad, se dosifiquen los contenidos y se organicen dentro de un sistema escolar desarrollado.
1.2. El currículum: contenedor no neutro de los contenidos
El currículum se comporta como un instrumento que tiene capacidad de estructurar la
escolarización, la vida en los centros educativos y las prácticas pedagógicas porque transmite e impone
reglas, normas y un orden que son determinantes. Ese poder regulador tiene lugar sobre una serie de
aspectos estructurantes, los cuales imprimen sus determinaciones sobre los elementos estructurados:
elementos o aspectos que quedan afectados –cuándo se aprende, qué se aprende, mediante qué forma, el
modelo de individuo normal, etc.-. Uno de los elementos estructurados son los contenidos; es ahí donde
adquieren su significación real en la práctica; algo que no podemos entender sin ver sus relaciones con
los demás aspectos que hemos englobado en el apartado de “lo estructurado”.
1.3. La cultura que constituyen los contenidos del currículum es una construcción peculiar
La cultura de la que se ocupan los contenidos del currículum son construcciones culturales
especiales, “curricularizadas” por así decirlo, porque se selecciona, se ordena, y se imparte de acuerdo
con moldes sui generis. Los usos escolares acotan el significado de lo que llega a convertirse en una
cultura específica: el conocimiento escolar. No se transmite el conocimiento en sí –literatura,
conocimiento social, o ciencia en abstracto-, sino algo de todo eso modelado especialmente por los usos
y contextos escolares. En síntesis, no es lo mismo el conocimiento adquirido fuera de la escuela que aquel
adquirido dentro de los marcos escolares. La ciencia, el saber, exigen de alguna elaboración didáctica
para su transmisión eficaz; intermediación que a veces es vista como una degradación intelectual.
Entre la cultura más elaborada (por los especialistas) y la recepción del saber (por los estudiantes)
existen agentes culturales mediadores –profesores, libros de texto y demás materiales didácticos-; existe
una cultura desde la que proponer contenidos para los curricula que, junto con el conocimiento plasmado
en los materiales, deriva en el conocimiento escolar trasladado a los alumnos.
Los mediadores se amparan de la siguiente forma: los profesores se nutren de tradiciones
asentadas con fuerza en las distintas disciplinas escolares en las que están socializados, los libros texto
siguen una política editorial y cultural más allá de las intenciones de servir a la enseñanza. A estos
mediadores se les añade los usos y propuestas del desarrollo del currículum: documentos sobre exigencias
curriculares emanados desde la Administración educativa, normas técnicas a las que han de someterse
los profesores y exigencias de mínimos en pruebas de evaluación cuando éstas existen.
Toda propuesta cultural será siempre mediatizada por estos mecanismos.
Como docentes nos interesa poder influir en los aspectos del campo de lo estructurado, en el cómo
orientar la acción en una dirección que consideremos acertada. Sin embargo, el docente está inmerso en
contextos fuertemente marcados por opciones cristalizadas en las dimensiones estructurantes 1 que
prefiguran lo que nos parece que es lo normal que pueda hacerse. Estas dimensiones son invisibles y
tienen su origen en las fuerzas que han creado la tradición que cristalizan en la forma de habitus desde el
que entendemos y actuamos, en la cultura profesional de los y las docentes, en la forma de organizar las
instituciones educativas, etc. (todo aspecto educativo en general).
1.4. Los contenidos que caben y los que se desdeñan
El currículum no es una construcción neutra, universal e inamovible, sino un territorio
controvertido respecto del cual se toman decisiones y se actúa por orientaciones que no son las únicas
posibles. El hecho de que un currículum esté vigente en un momento dado no le quita su condición de
ser un producto contingente, que podría haber sido distinto, que aún puede serlo ahora y en el futuro.
1
Ejemplo de dimensión estructurante: las materias se dan en tramos horarios de una duración de entre 50 y 60 minutos de
clase; el que sea normal que a la materia “Educación para la ciudadanía” se le dedique menos tiempo a que a Matemáticas;
el que los contenidos se separen por asignaturas, etc.
¿Qué tomamos como contenido para el currículum y qué dejamos afuera? El contenido será la
parte más visible del currículum, lo que le da corporeidad inmediata. ¿Tiene igual valor para todos el
contenido que regulan los aspectos estructuradores de los que hemos hablado? ¿Al servicio de qué o de
quiénes está ese poder regulador y cómo nos afecta? ¿cuál es el interés dominante en lo que queda
regulado?
1.5. Más allá de los contenidos. El currículum entre el ser y el deber ser
La centralidad del currículum para la escolaridad reside en el hecho de que es la expresión del
proyecto cultural y educativo que las instituciones escolares dicen que van a desarrollar o que se
considera que debe desarrollarse con y para los estudiantes. Sin embargo, este proyecto ideado no suele
coincidir con la realidad. El idealismo del ser humano tiende a crear mundos deseables que luego lo
impulsarán a mejorar, el currículum no se salva de esta tendencia.
Esa carga utópica introduce una dinámica conflictiva puesto que el significado transformador que
conlleva el abanico de propósitos educativos generales choca con prácticas educativas que tienden a
enclaustrarse y verse reducidas a los moldes dominantes de la escolaridad, más preocupada por el éxito
escolar que por todos esos fines generales. Al aceptar la elevación del currículum a la categoría de
proyecto educativo aparece una clara distancia entre el discurso y la realidad.
Bernstein (1988) consideraba que el currículum en términos prácticos es conformado por todo lo
que ocupa al tiempo escolar, no sólo al contenido de las materias o áreas escolares; es aquí donde entra
la educación moral, la creación de actitudes, sensibilidades, etc. A la educación le presumimos la
capacidad de que sirva para desarrollar al ser humano como individuo y como ciudadano, su mente, su
cuerpo y su sensibilidad. Estos objetivos desbordan la acepción clásica de la cultura académica, por ello
requieren que el currículum se plasme en un texto que contemple la complejidad de los fines de la
educación y desarrollar una acción holística capaz de despertar en los sujetos procesos que sean propicios
para alcanzar esas finalidades. La educación no se refiere solamente a contenido, los docentes son
enseñantes-educadores que no deben perder de vista los aspectos esenciales por los que hay que velar en
los centros y en las aulas.
El currículum debe abarcar los siguientes fines de carácter educativo: ensanchar las posibilidades
y los mundos de los individuos; hacer de los menores ciudadanos solidarios, colaboradores y
responsables; fundamentar en ellos la tolerancia en el estudio; afianzar los principios de racionalidad en
la percepción del mundo; hacerle consciente de la complejidad del mundo y de la relatividad de su propia
cultura; capacitarlo para la deliberación democrática.
1.6. El currículum se reconoce en el proceso de su desarrollo
La acción de influir en otro, enseñando a otro, sea de forma consciente o inconsciente, provoca y
produce o estimula la elaboración de un significado en quienes reciben las acciones de esa influencia.
Sin embargo, una cosa es la intención de quienes quieren reproducir y producir logros guiados por unos
fines, realizando determinadas actividades de enseñanza, y otra son los efectos provocados en los
receptores que aprenden. En esta lógica encontramos tres órdenes de elementos:
a. El de los objetivos o motivos que nos guían, contenidos en el texto explícito del currículum
y en los proyectos concretos que desarrollemos dentro del mismo.
b. Las acciones y actividades que desarrollemos (prácticas visibles de la enseñanza) que
pueden lograr –o no- en mayor o menor medida la consecución del objetivo. Esto ya no
es el currículum, sino que constituye una actividad a partir del mismo.
c. Los resultados provocados en los alumnos que tienen que ser inferidos a través de la
observación, pidiendo manifestaciones de los sujetos –respuestas, pruebas de evaluación-
. Estos resultados no necesariamente reflejan los efectos reales del aprendizaje; es
imposible pretender que los objetivos o fines de la educación se correspondan con
resultados de aprendizaje como si fueran aspectos simétricos.
Cuando estos tres planos no se corresponden con exactitud, podemos distinguir fases de una
visión procesual del currículum: en ella distinguimos 1) al currículum oficial, el cual luego es 2) asumido
o traducido por el profesorado y los materiales curriculares, interpretación que dará lugar al 3) currículum
realizado en la práctica real, con sujetos concretos y un contexto determinado. 4) Existiría un currículum
que se corresponde con los efectos educativos reales situados en el plano subjetivo y, finalmente, 5) se
podría hablar del currículum plasmado en los resultados educativos escolares que reflejan en rendimiento
escolar, el currículum evaluado.