Amar
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A los amos o jefes les dice que deben tomar en cuenta la nueva actitud de
sus esclavos y hermanos en la fe. Hay que recordar el valor que Dios nos da
y cuánto nos ama a todos seamos siervos o amos. En esa época, esto
requería bastante esfuerzo, un cambio de mentalidad para mirar al otro
como un ser humano amado por Dios y creado a su imagen.
A los ojos del Señor todos somos valiosos. Jesús murió en la cruz por amor a
los padres, a los hijos, a los siervos, a los amos, y por amor a toda la
humanidad. No menospreciemos a nadie, tratemos a todos con respeto y
con honra. Permitamos que el Espíritu Santo transforme nuestros corazones
y nos ayude a ver a los demás tal como Dios los ve.
“Así como quieren que los hombres les hagan a ustedes, háganles de igual manera a ellos.” (LUC.
6:31.)
JESUCRISTO fue, sin lugar a dudas, el Gran Maestro. Cuando sus enemigos religiosos enviaron
guardias a arrestarlo, estos regresaron con las manos vacías y dijeron: “Jamás ha hablado otro
hombre así” (Juan 7:32, 45, 46). Uno de los discursos más destacados de Jesús fue el Sermón del
Monte, que se encuentra en los capítulos 5 a 7 del Evangelio de Mateo. En Lucas 6:20-49 leemos
información similar.*
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Quizás la porción más conocida de dicho sermón sea la llamada Regla de Oro. Esta regla muestra
la forma en que debemos tratar al prójimo: “Así como quieren que los hombres les hagan a
ustedes, háganles de igual manera a ellos” (Luc. 6:31). ¡Y cuántas cosas buenas hizo Jesús por la
gente! Curó a los enfermos y hasta resucitó a los muertos. Pero sobre todo, predicó las buenas
nuevas, y quienes las aceptaron recibieron la mayor de las bendiciones (léase Lucas 7:20-22). Los
testigos de Jehová también predicamos las buenas nuevas del Reino, y eso nos produce gran
satisfacción (Mat. 24:14; 28:19, 20). En este artículo y en el siguiente analizaremos lo que Jesús
dijo acerca de dicha labor, así como otros puntos del Sermón del Monte que muestran cómo
debemos tratar al prójimo.
Seamos apacibles
En ambos casos, un hijo de Dios guía al arrepentimiento (tiene que ver el E/S en el hijo de Dios).
La palabra enseña, redarguye, corrige e instruye para justicia de acuerdo a los dos casos.
y el E/S convence de la equivocación y pecado en el hombre.
11. ¿Cómo trataremos a los demás si dejamos que “la sabiduría de arriba” nos guíe?
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Para tener una relación íntima con Jehová, “el Dios de la paz”, debemos imitar todos los rasgos
de su personalidad, lo que incluye su carácter pacífico (Fili. 4:9). Si dejamos que “la sabiduría de
arriba” nos guíe, seremos pacíficos con las demás personas (Sant. 3:17). Y al promover la paz, sin
duda seremos felices.
12. a) ¿Qué dijo Jesús sobre la iluminación espiritual? b) ¿Cómo hacemos brillar nuestra luz?
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Como hemos visto, debemos tratar bien a nuestros semejantes. Pero lo mejor que podemos
hacer por ellos es ayudarles a recibir iluminación espiritual de parte de Dios (Sal. 43:3). Jesús les
dijo a sus discípulos que ellos eran “la luz del mundo” y les mandó que hicieran brillar su luz para
que así la gente pudiera ver “sus obras excelentes”, es decir, sus buenas acciones a favor del
prójimo. Su luz brillaría “delante de los hombres”, iluminando espiritualmente a la
humanidad (léase Mateo 5:14-16).Hoy en día, nuestra luz resplandece cuando ayudamos en lo
que podemos a nuestros vecinos y cuando colaboramos en la labor de evangelización que se lleva
a cabo “en todas las naciones”, sí, “en todo el mundo” (Mar. 13:10; Mat. 26:13). ¡Qué gran honor
tenemos!
14. a) ¿Cómo eran las lámparas del siglo primero? b) ¿Cómo evitamos ocultar la luz espiritual bajo
una “cesta de medir”?
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Jesús explicó que si alguien encendía una lámpara, no era para colocarla debajo de una cesta,
sino sobre un candelero, de modo que alumbrara “a todos los que est[uvieran] en la casa”. Por lo
común, las lámparas del siglo primero eran vasijas de barro rellenas de aceite de oliva o de otro
tipo. Una mecha absorbía el aceite por atracción capilar y así alimentaba la llama. La lámpara se
colocaba sobre un candelero, una base alta de madera o metal, precisamente para que alumbrara
a todos los que estuvieran en la casa. A nadie se le hubiera ocurrido colocarla debajo de una cesta
de medir (recipiente de unos nueve litros [unos dos galones y medio] de capacidad que se usaba
para medir cereales). Pues bien, Jesús no quería que sus discípulos ocultaran su luz bajo una
“cesta de medir”; su luz espiritual debía brillar sin estorbos de ningún tipo. Por eso, nunca
permitamos que la oposición o la persecución hagan que ocultemos las verdades bíblicas, que
dejemos de hablar de ellas.
16. En vista de que somos “la luz del mundo”, ¿qué debemos hacer?
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En vista de que somos “la luz del mundo”, debemos predicar el Reino y hacer discípulos. Pero
hace falta algo más. El apóstol Pablo lo expresó así: “Sigan andando como hijos de la luz, porque
el fruto de la luz consiste en toda clase de bondad y justicia y verdad” (Efe. 5:8, 9). Nuestra
conducta siempre debe demostrar que servimos a Dios. Así es, debemos seguir este consejo del
apóstol Pedro: “Mantengan excelente su conducta entre las naciones, para que, en la cosa de que
hablan contra ustedes como de malhechores, ellos, como resultado de las obras excelentes de
ustedes, de las cuales son testigos oculares, glorifiquen a Dios en el día para la inspección por él”
(1 Ped. 2:12). Ahora bien, ¿qué hemos de hacer cuando las relaciones con algún hermano se
vuelven tirantes?
17-19. a) ¿Qué era la dádiva que se menciona en Mateo 5:23, 24? b) ¿Cuánta importancia tiene
reconciliarse con un hermano, y cómo lo destacó Jesús?
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En el Sermón del Monte, Jesús advirtió a sus discípulos que no se encolerizaran con sus
hermanos ni los trataran con desprecio. Les aconsejó que, más bien, hicieran las paces sin demora
con cualquier hermano que estuviera ofendido con ellos (léaseMateo 5:21-25). Detengámonos a
analizar este consejo de Jesús. Imagine que usted está llevando una dádiva al altar del templo y, al
llegar allí, recuerda que un hermano tiene algo contra usted. ¿Qué debería hacer? Dejar la dádiva
frente al altar e ir a hacer las paces con él. Una vez arreglado el problema, podría regresar a
ofrecer su dádiva.
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Esta dádiva era una ofrenda que se presentaba en el templo de Jehová y que a menudo
consistía en un animal que iba a ser sacrificado. Era muy importante que los israelitas realizaran
este tipo de ofrendas como parte de su adoración, pues así lo estipulaba la Ley mosaica. Pero si
un israelita recordaba que un hermano suyo tenía algo contra él, lo más importante en ese
momento no era ofrecer la dádiva, sino arreglar el problema. “Deja tu dádiva allí enfrente del
altar, y vete —dijo Jesús—; primero haz las paces con tu hermano, y luego, cuando hayas vuelto,
ofrece tu dádiva.” En efecto, reconciliarse con un hermano era más importante que cumplir las
obligaciones establecidas en la Ley.
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Pero tengamos en cuenta que Jesús no habló de ningún tipo de ofrendas en particular ni de
pecados específicos. Por lo tanto, sin importar qué clase de ofrenda estuviera llevando, el israelita
debía posponerla si recordaba que un hermano tenía algo en su contra. Si se trataba de un
animal, tenía que dejar el animal vivo allí, “enfrente del altar” para ofrendas quemadas, situado
en el patio de los sacerdotes. Una vez que el problema se resolviera, el israelita podía volver y
presentar su ofrenda.
20. Si estamos enojados con algún hermano, ¿por qué debemos solucionar el problema de
inmediato?
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Para que Dios apruebe nuestra adoración, tenemos que llevarnos bien con los hermanos.
En Israel, los sacrificios perdían todo su valor a los ojos de Dios si quienes los ofrecían no trataban
bien a sus hermanos (Miq. 6:6-8). De ahí que Jesús recalcara a sus discípulos la necesidad de
“arreglar prestamente los asuntos” (Mat. 5:25). De la misma manera, Pablo escribió: “Estén
airados, y, no obstante, no pequen; que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado,
ni dejen lugar para el Diablo” (Efe. 4:26, 27). Aunque tengamos razones para molestarnos con
alguien, debemos resolver el problema de inmediato. De lo contrario, nos quedaríamos “en
estado provocado” —es decir, enojados— y le daríamos al Diablo la oportunidad de aprovecharse
de la situación (Luc. 17:3, 4).
[Nota]
Le será útil leer ambos pasajes antes de estudiar en su hogar este artículo y el siguiente.
¿Qué respondería?
• ¿Por qué deberíamos hacer las paces con nuestros hermanos de inmediato?
[Ilustración de la página 4]
Una importante manera de hacer brillar nuestra luz es predicando el mensaje del Reino
[Ilustración de la página 5]
[Ilustración de la página 6]
Hagamos todo lo posible por hacer las paces con nuestros hermanos
Dios es amor y cuando le aceptamos en nuestra vida debemos compartir con otros ese amor que
recibimos por medio de acciones de solidarias. En la Biblia, la historia del Buen Samaritano, que se
encuentra en Lucas 10:25-37, es la más conocida en cuanto a la ayuda al prójimo; sin embargo,
hay otros versículos que también nos instan a apoyar a los demás y proveer para sus necesidades.
Estos son algunos de ellos:
«Mejor ayuden siempre al pobre, y háganlo con alegría. Si lo hacen, les irá bien y Dios los
bendecirá en todo lo que hagan. En este mundo siempre habrá gente pobre. Por eso les ordeno
que sean generosos con la gente pobre y necesitada del país».
Proverbios 3:27-28 (RVR1995)
«Si tienes poder para hacer el bien, no te rehúses a hacérselo a quien lo necesite; no digas a tu
prójimo: “Vete, vuelve de nuevo, mañana te daré”, cuando tengas contigo qué darle».
«Servir al pobre es hacerle un préstamo al Señor; Dios pagará esas buenas acciones».
«Dios bendice al que es generoso y al que comparte su pan con los pobres».
«Nadie enciende una lámpara y luego la pone debajo de una canasta. En cambio, la coloca en un
lugar alto donde ilumina a todos los que están en la casa. De la misma manera, dejen que sus
buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial».
«Sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, echen fuera demonios. De gracia han
recibido; den de gracia».
«Ellos me responderán: “Señor, nunca te vimos con hambre o con sed. Nunca supimos que tuviste
que salir de tu país, ni te vimos sin ropa. Tampoco supimos que estuviste enfermo o en la cárcel.
Por eso no te ayudamos.” Entonces les contestaré: “Como ustedes no ayudaron ni a una de las
personas menos importantes de este mundo, yo considero que tampoco me ayudaron a mí.”»
«Den a los demás y ustedes también recibirán. Se les dará una cantidad mayor a la que puedan
contener en su regazo, aunque se la haya agitado y apretado al máximo, siempre se rebosará.
Porque con la misma medida que ustedes midan a los demás, Dios los volverá a medir a ustedes».
«Vendan lo que tienen, y repartan ese dinero entre los pobres. Fabríquense bolsas que nunca se
rompan, y guarden en el cielo lo más valioso de su vida. Allí, los ladrones no podrán robar, ni la
polilla podrá destruir. Recuerden que la verdadera riqueza consiste en obedecerme de todo
corazón».
«Solidarícense con las necesidades de los creyentes; practiquen la hospitalidad; bendigan a los que
los persiguen y no maldigan jamás».
«Si eres ladrón, deja de robar. En cambio, usa tus manos en un buen trabajo digno y luego
comparte generosamente con los que tienen necesidad».
«Ninguno busque únicamente su propio bien, sino también el bien de los otros».
«Dios no es injusto para olvidarse de todo el trabajo que han hecho y recordará que ustedes le han
demostrado su amor ayudando al pueblo de Dios y que continúan haciéndolo».
«No se olviden ustedes de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen; porque éstos son
los sacrificios que agradan a Dios».
«Hermanos míos, ¿de qué puede servir que alguien diga que tiene fe si no hace el bien? ¿Lo podrá
salvar esa clase de fe? Supongamos que un hermano o hermana tiene necesidad de vestido o
comida. Llega uno de ustedes y le dice: “¡Que Dios lo bendiga, abríguese y aliméntese!” Sin
embargo, si no le da lo que realmente necesita en ese momento, ¿de qué sirve? De la misma
manera, si la fe no está acompañada de hechos, así sola está muerta.»