El documento describe las tres dimensiones de la existencia humana: la física, el alma y el espíritu. Explica que la dimensión espiritual es la que permite la relación con Dios a través de Jesucristo. Al aceptar a Jesús, el Espíritu Santo habita en nosotros y nos une con Dios. También destaca que todas las promesas de Dios en la Biblia se han cumplido y nos son dadas para pedirlas y experimentarlas.
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El documento describe las tres dimensiones de la existencia humana: la física, el alma y el espíritu. Explica que la dimensión espiritual es la que permite la relación con Dios a través de Jesucristo. Al aceptar a Jesús, el Espíritu Santo habita en nosotros y nos une con Dios. También destaca que todas las promesas de Dios en la Biblia se han cumplido y nos son dadas para pedirlas y experimentarlas.
El documento describe las tres dimensiones de la existencia humana: la física, el alma y el espíritu. Explica que la dimensión espiritual es la que permite la relación con Dios a través de Jesucristo. Al aceptar a Jesús, el Espíritu Santo habita en nosotros y nos une con Dios. También destaca que todas las promesas de Dios en la Biblia se han cumplido y nos son dadas para pedirlas y experimentarlas.
El documento describe las tres dimensiones de la existencia humana: la física, el alma y el espíritu. Explica que la dimensión espiritual es la que permite la relación con Dios a través de Jesucristo. Al aceptar a Jesús, el Espíritu Santo habita en nosotros y nos une con Dios. También destaca que todas las promesas de Dios en la Biblia se han cumplido y nos son dadas para pedirlas y experimentarlas.
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LA DIMENSIÓN DE LAS PROMESAS DEL SEÑOR
El ser humano fue creado para vivir en tres dimensiones.
1. La dimensión física: ésta concierne a la materia y sus
leyes, propiedades y fenómenos. Lo físico es lo que nos ata a la tierra.
2. La dimensión del alma: pertenece al campo psicológico.
En esta dimensión encontramos tres partes: el intelecto, las emociones y la voluntad. El alma por consiguiente toma las decisiones y a través de ella podemos entendernos y distinguirnos como seres humanos.
3. La dimensión del espíritu: El espíritu nos pone en
contacto con Dios. El ser humano, a diferencia de los animales, se distingue porque posee la capacidad de tener contacto real y personal con Dios. Y el mensaje de Jesucristo nos enseña precisamente que usted y yo podemos tener amistad con Dios y conocerle en forma personal.
En 1 Juan capítulo 1 el apóstol dice: “Así pues, les
escribimos estas cosas, para que su alegría sea completa. Este es el mensaje que nos enseñó Jesucristo y que les anunciamos a ustedes; que Dios es luz y no hay nada de oscuridad en Dios. Si decimos que estamos unidos con Él y al mismo tiempo vivimos en oscuridad, mentimos en lo que decimos y hacemos. Pero si vivimos en la luz, como Dios está en la luz, entonces estamos unidos los unos con los otros y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”. El ser humano es un espíritu que vive separado de Dios por causa del pecado. Jesucristo es nuestro intercesor directo ante Dios pues murió por nuestros pecados y resucitó para hacernos partícipes de una dimensión espiritual con Dios.
Cuando uno recibe a Jesucristo en el corazón, el Espíritu
de Dios comienza a morar en nuestro ser, haciéndonos hijos de Dios. Es algo misterioso, no hay duda. Y Jesús lo dijo según el Evangelio de San Juan capítulo 3: “El viento sopla de donde quiere, y tú oyes su sonido, pero ni sabes de dónde viene ni a dónde va, y así es todo aquel que es nacido del Espíritu de Dios”.
Todo ser humano tiene capacidad de experimentar una
dimensión espiritual. El apóstol Pablo dice en 1 Corintios capítulo 6: “El que se une con el Señor, un espíritu es con Él”.
Es decir, cuando Cristo entra a nuestro corazón,
quedamos unidos con Dios y a esto se le llama “nacer otra vez”.
Si usted todavía no goza de esa bella experiencia, está
perdiendo la parte más importante de su vida, la dimensión espiritual. Y a mí me gustaría guiarlo a descubrirla, vivirla y disfrutarla. Si esta de acuerdo en comenzar esta grandiosa aventura lo invito a que diga “Sí Luis, yo también quiero ser parte”: APROPIÁNDONOS DE LAS PROMESAS DE DIOS
Tengo la impresión de que para muchos cristianos el
problema más serio radica en creer en las promesas de Dios. Es verdad que son lindas palabras y nos animan, pero no podemos dejar de preguntarnos: ¿Funcionan en realidad?
Inconscientemente, al menos, nos cuestionamos si Dios
es fiel a sus promesas.
El evangelista Moody declaró con confianza: “Dios nunca
hizo una promesa que fuera demasiado maravillosa como para ser verdad”. Piense en esa aseveración.
En el Antiguo Testamento leemos: “No faltó palabra de
todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la Casa de Israel; todo se cumplió” (Josué 21:45. Compare con Josué 23:14-15). Años más tarde Salomón declaró: “Bendito sea Jehová que ha cumplido su promesa y ha dado reposo a su pueblo Israel; ni una palabra ha dejado de cumplir de todas las maravillosas promesas dadas por su siervo Moisés” (1 Reyes 8:56).
Ninguna de las promesas de Dios ha faltado. Todas se han
cumplido. Los únicos absolutos que podemos proclamar son aquellos que hallamos en la Palabra de Dios. El hombre tiene conocimientos y puede adquirir más independientemente de la revelación de Dios, pero la Biblia testifica de cosas que van más allá de todo eso. Dios muchas veces ha hecho declaraciones en Su Palabra de verdad, y ha dado a su pueblo “preciosas y grandísimas promesas” (2 Pedro 1:4).
Algunas de sus promesas fueron hechas específicamente
a un individuo (Josué 14:9), a un grupo de personas (Deuteronomio 15:18) o incluso a una nación (Hageo 1:13). Debemos tener cuidado de no pedir a Dios el cumplimiento de promesas que fueron dadas de manera específica a otra persona. Afortunadamente, muchas de las promesas del Antiguo Testamento, están repetidas en el Nuevo, y son nuestras para pedirlas a Dios hoy también. Dios prometió a Josué: “No te dejaré ni te desampararé” (Josué 1:5). En Hebreos 13:5 Dios transfiere esa promesa a nosotros como cristianos.
El predicador Carlos Spurgeon señaló: “Oh hombre, te
ruego, no trates las promesas de Dios como si fueran curiosidades para un museo; sino créelas y úsalas”. Nos apropiamos de las promesas de Dios aprendiéndolas (a través del estudio y la memorización), viendo nuestra necesidad de ellas, y dándole tiempo a Dios para que las haga parte de nuestra experiencia diaria.
El teólogo J.I. Packer dice: “Antes de conceder Sus
promesas, Dios enseña al creyente a valorar esos regalos que promete haciendo que el creyente espere por ellos, y obligándolo a orar persistentemente para recibirlos”.
Dios ha prometido satisfacer todas nuestras necesidades.
Pero, por otra parte, debemos pedir su provisión. Cristo dice: “Pide y se te concederá lo que pidas. Busca y hallarás. Toca y te abrirán” (Mateo 7:7 BD).
Cada una de las promesas que podemos pedir en el
nombre de Cristo, están garantizadas y serán cumplidas por Dios en nuestro favor para Su gloria (Juan 14:13-14; 2 Corintios 1:20).
¿Cuál es la necesidad de su corazón hoy, amigo mío? El
Señor ha prometido suplir esa necesidad. Por lo tanto, no solo debes creer en Dios, sino creerle a Dios. Si está dispuesto a abrir su corazón al dador y cumplidor de cada promesa, me gustaría guiarle en unos simples pasos.
LA PROMESA DE LA FAMILIA
Podríamos tener una armonía hermosa en la familia y en
el hogar si no fuera por el pecado. A pesar de ser cristianos convertidos y salvados siempre hay problemas y tensiones fuertes por causa del pecado, rebeldía y egocentrismo. Sin embargo, la Biblia indica que podríamos gozar de una armonía hermosa dentro de las debilidades humanas en cualquier hogar cristiano. La Palabra nos enseña que nuestros hijos rodearán nuestras mesas si tememos al Señor y seguimos sus caminos. El Salmo 128:3 dice: “Tu esposa será como una vid fructífera, floreciente en el hogar. Tus hijos serán como vigorosos retoños de olivo alrededor de tu mesa” (NTV). El árbol de olivo es hermoso por lo que representa, habla de vida, fruto y suavidad, ¡Qué hermoso es el hogar donde los hijos, con armonía, rodean la mesa!
Cuando nuestros cuatro hijos todavía estaban en casa,
cada noche procuramos sentarnos a la mesa para cenar juntos. Que hermoso es ver a los hijos alrededor de la mesa; es cierto a veces se peleaban, otras veces guardaban silencio, a veces después de comer se quedaban charlando por largo rato, otras veces se apresuraban y se marchaban de la mesa. Pero allí estaban todos. ¡Qué bendición cuando hay armonía, cuando los hijos rodean la mesa! El siguiente versículo en Salmo 128 dice: “Esa es la bendición del Señor para los que le temen” (Salmo 128:4 NTV).
El Señor es el experto en construcción de una casa: “Si el
Señor no construye la casa, el trabajo de los constructores es una pérdida de tiempo” (Salmo 127:1 NTV, ver 1 Corintios 3:10).
En la casa que el Señor edifica habrá reposo, descanso y
buen sueño. Los hijos son un regalo del Señor (Salmo 127:3-5). Entonces, uno puede tener hijos con un sentido de confianza y seguridad, además usted será feliz y le irá bien, su mujer será fructífera y atractiva como un árbol frutal y sus hijos rodearán su mesa. Pero hay una condición, la bendición es para la persona que teme a Dios y sigue sus caminos. ¿Usted teme a Dios? ¿Sigue los caminos de Dios? ¿Ha tenido temor de Dios en sus actividades comerciales, en el vecindario, en la iglesia? Antes de quejarse de su familia, pregúntese ¿he caminado con Dios como corresponde? Si ha provocado divisiones no se sorprenda si hay rebelión en su familia.
Dios nos promete que si le tememos a él y si seguimos sus
caminos y permitimos que él edifique nuestra casa, disfrutaremos hasta de nuestros nietos, que de por sí son una gran bendición de Dios. Dice el Salmo 128:5-6: “Que el Señor te bendiga continuamente desde Sión; que veas prosperar a Jerusalén durante toda tu vida.
Que vivas para disfrutar de tus nietos. ¡Que Israel tenga
paz!” (NTV).
¡Qué satisfacción más grande! Esa bendición es para los
que le tememos y seguimos sus senderos. No tenga duda, cumpla con el temor de Dios y la obediencia a él y le dará esta bendición. Salmo 133:1 dice: “¡Qué maravilloso y agradable es cuando los hermanos conviven en armonía!” (NTV). Allí envía Dios bendición y vida eterna (Salmo 133:3), ¡qué hogar feliz es aquel en que los hermanos entre sí se llevan bien!
Recuerde, esto es posible si usted camina con Dios.
Déjeme guiarlo si aún no lo hace. He preparado una página web con unos simples pasos para que usted descubra la promesa de la familia: Visite este link y dígame: Sí Luis, yo deseo la promesa de una familia feliz: www.sihayesperanza.org