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Las Promesas de Dios (Reflexiones)

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LA DIMENSIÓN DE LAS PROMESAS DEL SEÑOR

El ser humano fue creado para vivir en tres dimensiones.

1. La dimensión física: ésta concierne a la materia y sus


leyes, propiedades y fenómenos. Lo físico es lo que nos
ata a la tierra.

2. La dimensión del alma: pertenece al campo psicológico.


En esta dimensión encontramos tres partes: el intelecto,
las emociones y la voluntad. El alma por consiguiente
toma las decisiones y a través de ella podemos
entendernos y distinguirnos como seres humanos.

3. La dimensión del espíritu: El espíritu nos pone en


contacto con Dios. El ser humano, a diferencia de los
animales, se distingue porque posee la capacidad de
tener contacto real y personal con Dios. Y el mensaje de
Jesucristo nos enseña precisamente que usted y yo
podemos tener amistad con Dios y conocerle en forma
personal.

En 1 Juan capítulo 1 el apóstol dice: “Así pues, les


escribimos estas cosas, para que su alegría sea completa.
Este es el mensaje que nos enseñó Jesucristo y que les
anunciamos a ustedes; que Dios es luz y no hay nada de
oscuridad en Dios. Si decimos que estamos unidos con Él
y al mismo tiempo vivimos en oscuridad, mentimos en lo
que decimos y hacemos. Pero si vivimos en la luz, como
Dios está en la luz, entonces estamos unidos los unos con
los otros y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de
todo pecado”.
El ser humano es un espíritu que vive separado de Dios
por causa del pecado. Jesucristo es nuestro intercesor
directo ante Dios pues murió por nuestros pecados y
resucitó para hacernos partícipes de una dimensión
espiritual con Dios.

Cuando uno recibe a Jesucristo en el corazón, el Espíritu


de Dios comienza a morar en nuestro ser, haciéndonos
hijos de Dios. Es algo misterioso, no hay duda. Y Jesús lo
dijo según el Evangelio de San Juan capítulo 3: “El viento
sopla de donde quiere, y tú oyes su sonido, pero ni sabes
de dónde viene ni a dónde va, y así es todo aquel que es
nacido del Espíritu de Dios”.

Todo ser humano tiene capacidad de experimentar una


dimensión espiritual. El apóstol Pablo dice en 1 Corintios
capítulo 6: “El que se une con el Señor, un espíritu es con
Él”.

Es decir, cuando Cristo entra a nuestro corazón,


quedamos unidos con Dios y a esto se le llama “nacer otra
vez”.

Si usted todavía no goza de esa bella experiencia, está


perdiendo la parte más importante de su vida, la
dimensión espiritual. Y a mí me gustaría guiarlo a
descubrirla, vivirla y disfrutarla. Si esta de acuerdo en
comenzar esta grandiosa aventura lo invito a que diga “Sí
Luis, yo también quiero ser parte”:
APROPIÁNDONOS DE LAS PROMESAS DE DIOS

Tengo la impresión de que para muchos cristianos el


problema más serio radica en creer en las promesas de
Dios. Es verdad que son lindas palabras y nos animan,
pero no podemos dejar de preguntarnos: ¿Funcionan en
realidad?

Inconscientemente, al menos, nos cuestionamos si Dios


es fiel a sus promesas.

El evangelista Moody declaró con confianza: “Dios nunca


hizo una promesa que fuera demasiado maravillosa como
para ser verdad”. Piense en esa aseveración.

En el Antiguo Testamento leemos: “No faltó palabra de


todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la
Casa de Israel; todo se cumplió” (Josué 21:45. Compare
con Josué 23:14-15). Años más tarde Salomón declaró:
“Bendito sea Jehová que ha cumplido su promesa y ha
dado reposo a su pueblo Israel; ni una palabra ha dejado
de cumplir de todas las maravillosas promesas dadas por
su siervo Moisés” (1 Reyes 8:56).

Ninguna de las promesas de Dios ha faltado. Todas se han


cumplido. Los únicos absolutos que podemos proclamar
son aquellos que hallamos en la Palabra de Dios. El
hombre tiene conocimientos y puede adquirir más
independientemente de la revelación de Dios, pero la
Biblia testifica de cosas que van más allá de todo eso.
Dios muchas veces ha hecho declaraciones en Su Palabra
de verdad, y ha dado a su pueblo “preciosas y
grandísimas promesas” (2 Pedro 1:4).

Algunas de sus promesas fueron hechas específicamente


a un individuo (Josué 14:9), a un grupo de personas
(Deuteronomio 15:18) o incluso a una nación (Hageo
1:13). Debemos tener cuidado de no pedir a Dios el
cumplimiento de promesas que fueron dadas de manera
específica a otra persona. Afortunadamente, muchas de
las promesas del Antiguo Testamento, están repetidas en
el Nuevo, y son nuestras para pedirlas a Dios hoy
también. Dios prometió a Josué: “No te dejaré ni te
desampararé” (Josué 1:5). En Hebreos 13:5 Dios
transfiere esa promesa a nosotros como cristianos.

El predicador Carlos Spurgeon señaló: “Oh hombre, te


ruego, no trates las promesas de Dios como si fueran
curiosidades para un museo; sino créelas y úsalas”. Nos
apropiamos de las promesas de Dios aprendiéndolas (a
través del estudio y la memorización), viendo nuestra
necesidad de ellas, y dándole tiempo a Dios para que las
haga parte de nuestra experiencia diaria.

El teólogo J.I. Packer dice: “Antes de conceder Sus


promesas, Dios enseña al creyente a valorar esos regalos
que promete haciendo que el creyente espere por ellos, y
obligándolo a orar persistentemente para recibirlos”.

Dios ha prometido satisfacer todas nuestras necesidades.


Pero, por otra parte, debemos pedir su provisión. Cristo
dice: “Pide y se te concederá lo que pidas. Busca y
hallarás. Toca y te abrirán” (Mateo 7:7 BD).

Cada una de las promesas que podemos pedir en el


nombre de Cristo, están garantizadas y serán cumplidas
por Dios en nuestro favor para Su gloria (Juan 14:13-14; 2
Corintios 1:20).

¿Cuál es la necesidad de su corazón hoy, amigo mío? El


Señor ha prometido suplir esa necesidad. Por lo tanto, no
solo debes creer en Dios, sino creerle a Dios. Si está
dispuesto a abrir su corazón al dador y cumplidor de cada
promesa, me gustaría guiarle en unos simples pasos.

LA PROMESA DE LA FAMILIA

Podríamos tener una armonía hermosa en la familia y en


el hogar si no fuera por el pecado. A pesar de ser
cristianos convertidos y salvados siempre hay problemas
y tensiones fuertes por causa del pecado, rebeldía y
egocentrismo. Sin embargo, la Biblia indica que
podríamos gozar de una armonía hermosa dentro de las
debilidades humanas en cualquier hogar cristiano. La
Palabra nos enseña que nuestros hijos rodearán nuestras
mesas si tememos al Señor y seguimos sus caminos. El
Salmo 128:3 dice: “Tu esposa será como una vid
fructífera, floreciente en el hogar. Tus hijos serán como
vigorosos retoños de olivo alrededor de tu mesa” (NTV).
El árbol de olivo es hermoso por lo que representa, habla
de vida, fruto y suavidad, ¡Qué hermoso es el hogar
donde los hijos, con armonía, rodean la mesa!

Cuando nuestros cuatro hijos todavía estaban en casa,


cada noche procuramos sentarnos a la mesa para cenar
juntos. Que hermoso es ver a los hijos alrededor de la
mesa; es cierto a veces se peleaban, otras veces
guardaban silencio, a veces después de comer se
quedaban charlando por largo rato, otras veces se
apresuraban y se marchaban de la mesa. Pero allí estaban
todos. ¡Qué bendición cuando hay armonía, cuando los
hijos rodean la mesa! El siguiente versículo en Salmo 128
dice: “Esa es la bendición del Señor para los que le
temen” (Salmo 128:4 NTV).

El Señor es el experto en construcción de una casa: “Si el


Señor no construye la casa, el trabajo de los
constructores es una pérdida de tiempo” (Salmo 127:1
NTV, ver 1 Corintios 3:10).

En la casa que el Señor edifica habrá reposo, descanso y


buen sueño. Los hijos son un regalo del Señor (Salmo
127:3-5). Entonces, uno puede tener hijos con un sentido
de confianza y seguridad, además usted será feliz y le irá
bien, su mujer será fructífera y atractiva como un árbol
frutal y sus hijos rodearán su mesa. Pero hay una
condición, la bendición es para la persona que teme a
Dios y sigue sus caminos. ¿Usted teme a Dios? ¿Sigue los
caminos de Dios? ¿Ha tenido temor de Dios en sus
actividades comerciales, en el vecindario, en la iglesia?
Antes de quejarse de su familia, pregúntese ¿he
caminado con Dios como corresponde? Si ha provocado
divisiones no se sorprenda si hay rebelión en su familia.

Dios nos promete que si le tememos a él y si seguimos sus


caminos y permitimos que él edifique nuestra casa,
disfrutaremos hasta de nuestros nietos, que de por sí son
una gran bendición de Dios. Dice el Salmo 128:5-6: “Que
el Señor te bendiga continuamente desde Sión; que veas
prosperar a Jerusalén durante toda tu vida.

Que vivas para disfrutar de tus nietos. ¡Que Israel tenga


paz!” (NTV).

¡Qué satisfacción más grande! Esa bendición es para los


que le tememos y seguimos sus senderos. No tenga duda,
cumpla con el temor de Dios y la obediencia a él y le dará
esta bendición. Salmo 133:1 dice: “¡Qué maravilloso y
agradable es cuando los hermanos conviven en armonía!”
(NTV). Allí envía Dios bendición y vida eterna (Salmo
133:3), ¡qué hogar feliz es aquel en que los hermanos
entre sí se llevan bien!

Recuerde, esto es posible si usted camina con Dios.


Déjeme guiarlo si aún no lo hace. He preparado una
página web con unos simples pasos para que usted
descubra la promesa de la familia: Visite este link y
dígame: Sí Luis, yo deseo la promesa de una familia
feliz: www.sihayesperanza.org

Luis Palau

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