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Escatología Vicenciana

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Salvación en la historia y más allá de la historia

Una reflexión vicenciana de la escatología


ESCATOLOGÍA: Así en la tierra como en el cielo

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ESCATOLOGÍA: Así en la tierra como en el cielo

0. INTRODUCCIÓN

Quisiera comenzar la redacción de mi trabajo exponiendo la motivación que me


llevó a escoger esta conferencia de entre todos los artículos propuestos por el profesor.
No necesita mucha explicación: el título me sedujo. La lectura y análisis de su
contenido me reveló el por qué de semejante seducción: su relación con un aspecto
esencial de la espiritualidad vicenciana, de la que me alimento desde mi infancia y en la
que crezco desde mi ingreso en la Compañía de las Hijas de la Caridad. Esta relación se
encuentra en la Encarnación de Jesucristo como acontecimiento nuclear que ilumina la
escatología cristiana.

Por este motivo, me ha entusiasmado la idea de adentrarme un poco en este


tema. Para ello, tomando como guión el contenido de las reflexiones del autor, he ido
revisando algunos escritos vicencianos, principalmente de uno de sus Fundadores, San
Vicente de Paúl, y analizando en ellos qué aspectos de su espiritualidad comparten
semejanzas con la reflexión propuesta por el autor.

Tras un breve resumen del análisis que realiza el autor de la realidad sociológica
actual y las distintas posturas históricas que han existido en relación a la concepción de
la escatología cristiana, expondré de forma breve y sencilla el análisis que he podido
realizar de la espiritualidad vicenciana en relación a la escatología y concluiré con una
valoración personal de los aspectos que me hayan parecido más significativos.

1. ALGUNAS ANOTACIONES SOBRE


LA REALIDAD SOCIOLÓGICA ACTUAL

En nuestro continente europeo, la creencia en el cielo


alcanza índices relativamente modestos, incluso entre quienes
se confiesan cristianos, siendo aún más bajos entre los más
jóvenes. Por otra parte, una cosa es la creencia de que exista
el cielo y otra que ese cielo sea un objeto de interés vital, algo
que afecta a mi existencia concreta o que suscita y moviliza mi esperanza. En este
sentido, para la mayoría de los cristianos el cielo puede esperar, porque no tenemos
ninguna prisa en alcanzarlo. Nuestras esperanzas se concentran en el futuro más
inmediato.

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ESCATOLOGÍA: Así en la tierra como en el cielo

A esta desafección de los cristianos con respecto al cielo han contribuido las
críticas contra esta creencia de los “maestros de la sospecha” (Feuerbach, Marx,
Nietzsche, Freud…), unidos por la pretensión de traer el cielo a la tierra, en
contraposición a los cristianos que trataban de llevar la tierra al cielo.

No obstante, también nuestra propia doctrina, no siempre suficientemente clara,


unitaria y convincente, ha tenido “culpa” en esta pérdida de credibilidad que
experimenta la idea del cielo en nuestros ambientes cristianos.

2. REPRESENTACIONES Y ACTITUDES
EN TORNO AL CIELO

La palabra cielo admite multiplicidad de sentidos y de


connotaciones, que no pueden ser mezclados ni confundidos
sin incurrir en graves errores. Por ello, la teología actual trata
de discernir el mensaje de fe y esperanza que los autores
sagrados han querido comunicarnos a través de los géneros
literarios y las imágenes empleadas por la Biblia. Con esta nueva hermenéutica, las
múltiples representaciones y las afirmaciones de la escatología popular son objeto de
una profunda criba, purificación o redimensionamiento. Pero la concentración en los
contenidos esenciales de la escatología cristiana, despojados de toda esa abigarrada
imaginería que los revestía, puede llevarse hasta extremos igualmente criticables que
conduzcan a una reducción esencialista que presente la bienaventuranza del cielo de una
manera tan abstracta y tan alejada de nuestra experiencia concreta de la felicidad, que
difícilmente atraiga los deseos y esperanzas de la gente.

En el seno del cristianismo primitivo, Ireneo de Lyon, por ejemplo, protestará


contra los intentos de interpretar de manera espiritual o alegórica los textos de las
Escrituras en que se fundan y alimentan estas esperanzas milenaristas. En la posición
contraria, Orígenes o San Agustín, defienden una lectura alegórica de estos pasajes
bíblicos, interpretando todas las promesas relativas al cuerpo o a la tierra en un sentido
puramente figurado y espiritual.

En esta polémica se encierra una cuestión más general y profunda, que versa
sobre la relación que existe entre la primera creación o las realidades de este mundo
(protología), y la nueva creación o las realidades del mundo futuro (escatología). Las

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ESCATOLOGÍA: Así en la tierra como en el cielo

respuestas que los teólogos dan a esta cuestión de fondo pueden oscilar entre dos
extremos. Por un lado, la afirmación de una continuidad fundamental, que valora la
bondad de este mundo terreno y espera para él la superación de los elementos negativos
(pecado, dolor y muerte) y el desarrollo de sus posibilidades inmanentes, tanto en el
plano físico, como en el ámbito social y religioso (comunión con la naturaleza, con los
hombres y con Dios). Por otro lado, la afirmación de una ruptura radical, que ve a este
mundo, imperfecto y corrompido por el mal, como algo que está llamado a desaparecer
y ser sustituido por una nueva creación, en la que nuestras condiciones de vida actuales
serán totalmente transformadas.

Otros factores que han influido en mayor o menor medida en la evolución del
concepto de cielo y las actitudes frente a él son:

✓ La celo por movilizar las conciencias: El deseo de llegar hasta el corazón de las
gentes, motivándolas para que se aparten del pecado y practiquen las buenas obras,
va a favorecer el fácil recurso a los goces del cielo o -alternativamente- a los
sufrimientos del infierno como estímulos poderosos para movilizar las conciencias.
Esta tendencia moralizante hace que se desequilibren y se desvirtúen los contenidos
de la escatología cristiana, acentuando aquellos elementos que provocan un mayor
impacto emotivo -generalmente coincidirán con los más terroríficos- y desdibujando
la relación que puede existir entre el comportamiento humano y la retribución
divina.
✓ El individualismo: La escatología cristiana ha estado también aquejada de un
acusado individualismo, hasta hacer de la salvación de la propia alma la máxima
motivación y aspiración de la conducta humana. Frente a esta tendencia
individualista, la mejor tradición de la Iglesia (representada por el Nuevo
Testamento, los Santos Padres, los grandes místicos...) ha acentuado la dimensión
social de la salvación y el sentido comunitario de la vida eterna, en la que alcanzará
su plenitud la comunión de los santos. Para el que cree, espera y vive la comunión
de los santos, hay que decir más bien que el “cielo son los otros”…
✓ Las distintas imágenes de Dios: La imagen del dios justiciero tiende a ser hoy
sustituida por la imagen de un dios más maternal, bonachón, casi “abuelete” con el
riesgo de infiltración de esa mentalidad “light” tan de moda que deriva en una gracia
que no exige ningún esfuerzo, una reconciliación que en realidad no cuesta nada. Si
creemos que hay una esperanza de salvación para todos, y que puede haber un cielo

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ESCATOLOGÍA: Así en la tierra como en el cielo

para las víctimas y para los verdugos, no será en base a una especie de “ley de punto
final” que, más que poner fin a los crímenes y las injusticias de la historia, vendría a
perpetuarlos por toda la eternidad.
✓ La influencia de la cultura y la experiencia personal: Cada cultura se hace su
idea del cielo y, más aún, cada uno de los creyentes tiene su interpretación particular
de dicha idea. La vida futura sólo puede ser entendida en conexión con la vida
presente. Es cierto que en las distintas representaciones del cielo subyace una
proyección de los deseos y anhelos más profundos del hombre. Por consiguiente,
tendremos que estar muy atentos a estos condicionamientos subjetivos y, en
particular, ser muy críticos frente a las trampas del deseo.
✓ Uso indebido de los poderosos a favor de sus intereses: Tanto las calamidades
naturales como los sufrimientos infligidos por la maldad del hombre podían
aliviarse con la perspectiva de que un día habían de cesar, dando paso a una vida de
paz y alegría irrebatables. Hecho que a lo largo de la historia ha servido a los
intereses de los poderosos usando esta concepción de efecto adormidera sobre los
más débiles.
✓ Fuga mundi: En la historia de la Iglesia se ha desarrollado una corriente de
espiritualidad que fomenta la desvalorización y el desprendimiento de los bienes
terrenos (la fuga mundi) como si fueran un lastre o incluso un obstáculo para
alcanzar la perfección cristiana. El amor a esta vida y el compromiso con las
realidades de este mundo parecían incompatibles con el amor supremo a Dios y con
la aspiración a los bienes del cielo.

Tanto la teología de las realidades terrenas como la espiritualidad de la


encarnación y del compromiso secular -como exigencia del ser y de la misión de toda
la Iglesia- han dado una respuesta más satisfactoria a todas estas formas de dualismo
espiritual. Hay que agradecer al Concilio Vaticano II, especialmente en la
Constitución Pastoral Gaudium et Spes, y al magisterio de los Papas que han llevado
adelante sus orientaciones, la superación -al menos teórica- de esta mentalidad evasiva y
alienante, que establecía una dicotomía entre la naturaleza y la gracia, entre el progreso
humano y la salvación cristiana, entre la historia y la escatología, entre la tierra y el
cielo.

La unidad y la integridad de la salvación cristiana es inseparablemente histórica


y escatológica, terrena y trascendente. En la GS nº 39, se supera cualquier ruptura entre

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ESCATOLOGÍA: Así en la tierra como en el cielo

la vida presente y la futura mediante el principio de que el Reino de Dios está ya de


algún modo presente en la tierra, y de que todo lo que hace progresar a la sociedad
humana en la línea de la dignidad del hombre, de la fraternidad, la libertad, la justicia...
contribuye también al crecimiento de este Reino. En cuanto ámbito de la salvación
integral del hombre, el Reino de Dios integra y plenifica todos los valores
verdaderamente humanos.

El llamado "orden de la gracia" (la filiación divina, la vida de fe y caridad...) no


es algo exterior que se añade a la realidad natural del hombre, como si se tratase de dos
planos yuxtapuestos, sino que es precisamente lo más humano, la plenitud de lo
humano.

Con ello se expresa una concepción más plena de la realización del hombre, que
incluye la gracia de la comunión con Dios como meta de su única y definitiva vocación.
Y en esta concepción se integran, como elementos de un mismo proceso de liberación y
de realización humana, todas las dimensiones constitutivas de nuestro ser: materiales,
sociales, culturales, políticas, etc, y no ya solamente la dimensión religiosa.

Esta perspectiva integral de la salvación queda más enriquecida y reforzada


desde la reflexión cristológica: Por la encarnación del Verbo y por la recapitulación de
todas las cosas en Cristo, Dios ha hecho suyas estas dimensiones del ser humano (su
cuerpo, su mundo, su historia), de tal manera que todas ellas están destinadas a
participar de su propia vida divina.

¿Qué escatología vivió San Vicente de Paúl?

Todos los estudiosos de San Vicente coinciden en que la originalidad y riqueza de


su espíritu se encuentran más en su vida que en su doctrina, si bien es cierto que tuvo
conocimientos amplios y profundos de las disciplinas teológicas. Esto es también
verdad en la escatología. No discute de cuestiones teológicas con la escatología de su
tiempo (novísimos) sino que simplemente pone a Cristo como centro de su vida, a quien

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ESCATOLOGÍA: Así en la tierra como en el cielo

se dirige constantemente como “Salvador”, y escucha su doctrina. Se deja impactar,


sobre todo, por el discurso escatológico de Jesús en los capítulos 24-25 de San Mateo y
lugares paralelos. La muerte, el juicio y el infierno producen en él un temor saludable,
que impregna su vida, le mantiene en tensión hacia Dios, fortalece su oración y sostiene
en él un celo infatigable y un trabajo abrumador. A su vez, el premio de la vida eterna,
fruto del anonadamiento de Cristo, hace de Vicente un hombre sensible en sumo grado
al amor de Cristo y de su Padre. Este amor inefable le “urgirá” en todo momento, como
a San Pablo, y le moverá a la fundación de tres grandes instituciones para dar testimonio
de este amor de Dios a los hombres, en especial a los pobres.

Para San Vicente, el deseo de movilizar conciencias a costa de infundir temor insano
y las tendencias individualistas no supusieron tentaciones relevantes. Él, impresionado
por la profunda ignorancia en la fe de las pobres gentes del campo de su tiempo, que le
hacía temer su salvación, lanzó a sus hijos (Sacerdotes de la Misión) a realizar misiones
populares pero siempre con la intención profunda de anunciar la buena nueva y
colaborar en la salvación de las almas de su tiempo, como lo hizo poner en el escudo de
la Congregación: “me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres”. Es
buena noticia, es una vida nueva, un amor que libera, venido de Cristo y llamado a
vivirse en relación con Dios y con el prójimo.

Para San Vicente la salvación que predicaba


tenía una perspectiva integral. Las palabras
“evangelizar a los pobres” no se reducen, según él, a algo puramente espiritual sino que
abarcan todo el contenido del versículo 18 de Lucas: «proclamar la liberación a los
cautivos, dar la vista a los ciegos y la libertad a los oprimidos». Incluyen también la
respuesta de Jesús a los discípulos de Juan: «Los ciegos ven, los cojos andan, los
leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan» (Lc 7, 22).
Evangelizar es “hacer efectivo todo el evangelio” (XI, 391). En consecuencia la
evangelización va dirigida a la persona, a todo el hombre, para su promoción integra;
material y espiritual. Fue una de sus grandes intuiciones, confirmada por la Iglesia del
Concilio Vaticano II. San Vicente cree firmemente que la venida del Reino de Dios a
este mundo pasa por la promoción integral del pobre, según los designios de Dios.

San Vicente creyó, amó y sirvió a la Iglesia. La vida del santo fue un continuo servicio a
la Iglesia de Jesús en cumplimiento de su compromiso bautismal. Su amor a la Iglesia

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ESCATOLOGÍA: Así en la tierra como en el cielo

se manifestaba en el gozo que sentía por sus triunfos y más todavía en la aflicción por
sus males.

Según san Vicente (IX, 382-383), el sermón de despedida de Jesús en san Juan son
las conferencias de Jesús con sus discípulos para hablarles del “comienzo, progreso y
perfección de la Iglesia”. En efecto, la Iglesia es la “comunidad escatológica de Jesús”
(LG). La Iglesia es parte integrante de la fe cristiana. Es también la madre que nos lleva
en su seno hasta que nos dé a luz para la eternidad en la muerte.

La Iglesia era para él la prolongación de Cristo en la historia humana y la garante de


la seguridad y certeza inconmovibles de nuestra fe en Jesús. Vicente se adelantó a
nuestros tiempos considerando a la Iglesia como “peregrina” que nos lleva en su seno en
camino al encuentro de su Esposo.

Vicente tuvo también en cuenta “la índole escatológica de la Iglesia”, viviendo


con gran devoción el dogma de la “comunión de los santos”. Conserva un recuerdo
vivo y tierno de los difuntos de sus tres Obras, a los que dedica, cuando puede,
conferencias necrológicas admirables en las que les prodiga grandes elogios. Con
especial compasión y cariño se preocupa de los difuntos del Purgatorio asegurándoles
múltiples sufragios (cf XII, Difuntos).

3. SIEMPRE DISPUESTOS A DAR


RAZÓN DE VUESTRA ESPERANZA.

«Dad culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones,


siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os
pida razón de vuestra esperanza». (1Pe 3, 15)

No nos basta sólo con tener esperanza: los cristianos podemos y debemos
también dar razón de ella, saber fundamentarla y explicarla convenientemente. De esto
se ocupa la escatología cristiana. Y, para esto, no hace falta recurrir a la imaginación o
la fantasía, porque el punto de partida y la base de nuestro discurso es la experiencia.

Así lo expresa esta definición de Herbert Vorgrimler:

“Escatología cristiana significa la teología cristiana en cuanto que,


partiendo de la ya acontecido

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ESCATOLOGÍA: Así en la tierra como en el cielo

(las experiencias que la humanidad tiene de Dios y especialmente de Cristo)


reflexiona sobre lo que está por venir
(el futuro nuevo y definitivo)
y a partir de ahí intenta interpretar el presente
e impulsar la acción sobre el mismo”.

El punto de partida y el punto de llegada del discurso escatológico es nuestra misma


realidad existencial, marcada por el acontecimiento de Cristo. Por tanto, no hablamos de
algo totalmente desconocido, sino de lo que tenemos ya experiencia: nuestra existencia
es ya escatológica. Aquí y ahora vivimos situaciones decisivas, que anticipan la
resurrección, el juicio, cielo, el infierno, o el purgatorio. Hablamos para entender y para
vivir mejor nuestra realidad presente porque en la vida cristiana no se puede separar la
fe profesada y la fe practicada, la ortodoxia y ortopraxis.

Pero, ¿fue así en San Vicente de Paúl?

La predicación y acción de San Vicente estaban


condicionadas por su propia experiencia personal. La
buena nueva anunciada por Vicente no es teoría.

Efectivamente, San Vicente, cuando anuncia la Buena


Nueva de la Salvación en Jesucristo, cuando habla de su
amor y de la caridad que viene de Dios, y que se extiende
hasta el prójimo, habla con conocimiento de causa. Su
vida, en un momento dado, se transformó, y se abrió a
Dios y al prójimo en una entrega total. Es lo que podemos llamar su conversión. San
Vicente tuvo una profunda experiencia de la presencia de Jesucristo y de la salvación
que Él trae, experiencia que transformó su vida y que le acompañará siempre.

Asimismo, los estudiosos de san Vicente han resumido su vida en acción y


contemplación. Sin pretenderlo, nos han dado en estas dos
palabras la mejor exégesis del “vigilad y orad” evangélico como
compendio de la vida del cristiano.

La oración es una de las coordenadas escatológicas


fundamentales de la vida cristiana. San Vicente dijo: «Dadme un
hombre de oración y será capaz de todo». Sin pensarlo, acertó a
dar la mejor explicación de la fecundidad de su propia vida. La oración está enraizada
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ESCATOLOGÍA: Así en la tierra como en el cielo

en la entraña de la realidad humana del hombre peregrino, que consiste en vivirse como
criatura, hijo, pecador ante Dios hacia el que camina por ser Él nuestro Creador, Padre y
Redentor.

San Vicente nos define lo que entendía por “acción” en dos palabras: “Buscad,
buscad (el Reino de Dios), esto dice preocupación, esto dice acción (X1, 429). Se trata,
pues, de una actitud de espera tensa pero con obras, de una vigilancia activa. Toda la
pastoral vicenciana tiene este carácter. Oigamos al santo: “Amemos a Dios, hermanos
míos, amemos a Dios; pero que sea a costa de nuestros brazos, que sea con el sudor de
nuestra frente” (XI, 733).

Para san Vicente el motivo más relevante del trabajo era


colaborar con Dios en la creación. Dios ha hecho al hombre el
gran honor de admitirle como colaborador suyo en la creación y,
por la gracia, también en la redención. Para esto le presta su
concurso y su gracia. Dios espera del hombre que secunde los
designios de su Providencia para que se logre el progreso del
pueblo de Dios y de toda la familia humana. Sólo de esta manera
la persona humana puede “salvarse”: aquí, por su realización plena en la tierra como
hombre e hijo de Dios, y, en la escatología consumada, por la posesión de la “vida
eterna”. A esta colaboración del hombre san Vicente la llama de ordinario “fidelidad”
en sus comentarios a Mt 25, 21 y a Lc 16, 10 y 19, 41 (IX, 297. 564. 567; Xl, 270. 392.
775).

En relación con lo anterior y como medio de llevarlo a cabo, San Vicente fue un
gran devoto de la Providencia y un atento observador de los “signos de los tiempos”.
Recomienda siempre no retrasarse ni adelantarse a la Providencia, sino escrutar, a la luz
de la fe, los acontecimientos hasta ver en ellos signos claros de la voluntad de Dios;
pero una vez conocida es preciso seguirla con fortaleza y plena confianza, aunque sus
designios nos sean desconocidos.

4. CONCLUSIÓN

Como se puede deducir de los puntos anteriores, la escatología de San Vicente, con
las limitaciones propias de la realidad social en la que vivió y trabajó el santo, fue una
escatología bastante acorde con lo que ha promulgado la Iglesia en los siglos

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ESCATOLOGÍA: Así en la tierra como en el cielo

posteriores. Pero me preguntaba en qué medida esos puntos esenciales están también
presentes hoy en la vida y en la espiritualidad de quienes tratamos de seguir sus pasos.
Para responder a mi pregunta, he revisado las Constituciones de la Compañía de las
Hijas de la Caridad, renovadas hace 11 años, tratando de encontrar en ellas esas formas
nuevas de expresión de la “escatología vicenciana”.

El autor, en su ponencia, planteaba una serie de criterios o principios hermenéuticos


por los que se guían la reflexión teológica sobre el futuro del hombre y de la historia, y
la propia interpretación de los enunciados bíblicos y tradicionales relativos a estos
temas de la escatología cristiana. Me serviré de ellos para exponer mis conclusiones:

1) Principio cristológico, que nos lleva a ver la escatología como cristología aplicada.
No podemos plantear una escatología sin la cristología, puesto que el
acontecimiento de Cristo, desde su encarnación hasta su resurrección, es la base
desde la que podemos hablar de las realidades últimas. Por otro lado, la Escatología
no es más que la consideración de cómo el ser humano va participando ya desde esta
vida, después de su muerte y al final de los tiempos, de la Resurrección y de la
Salvación de Cristo.
Este es un criterio que destacaba en San Vicente y que ha
quedado bien interiorizado en las Congregaciones por él
fundadas. Sin ir más lejos, las Constituciones de las Hijas
de la Caridad dicen así: “La Regla de las Hijas de la
Caridad es Cristo, al que se proponen seguir tal como la
Escritura lo revela y los Fundadores lo descubren:
Adorador del Padre, Servidor de su designio de Amor y
Evangelizador de los Pobres” (C.8a).

2) Principio soteriológico, que pone la mirada en la salvación de la humanidad y el


mundo como don amoroso de Dios, sin que esto suponga anular la libertad del
hombre y sus riesgos.
La escatología, en este sentido, permite recuperar el carácter soteriológico de la
cristología, debilitado en los últimos tiempos. Es común para quienes nos dedicamos
a la enseñanza y la catequesis, enfrentarnos de vez en cuando a la pregunta “¿de qué
me tiene que salvar Jesucristo a mí?”

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ESCATOLOGÍA: Así en la tierra como en el cielo

Hemos dicho que San Vicente de Paúl fue


primeramente un hombre que experimentó
en su propia vida la salvación de Jesucristo
y se sintió urgido por Él a llevar esa oferta
de salvación a todos los hombres, especialmente a los más pobres. De la misma
manera, las Hijas de la Caridad “contemplan a Cristo a quien encuentran en el
corazón y en la vida de los pobres, donde su gracia no cesa de actuar para
santificarlos y salvarlos. Tienen la preocupación primordial de darles a conocer a
Dios, de anunciar el Evangelio y hacer presente el Reino” (C. 10a).

3) Principio antropológico, que entiende al hombre


como un ser integral, por lo tanto, una salvación
que no alcance a todas estas dimensiones no
podrá ser salvación cristiana, objeto de nuestra
esperanza.
Como ya hemos visto, esta preocupación por la
salvación del hombre en todas sus dimensiones,
fue preocupación de San Vicente y Santa Luisa
desde sus primeras fundaciones llevando tal
preocupación al extremo en los reglamentos de
vida que elaboraba para las primeras Hermanas y Sacerdotes de la Misión; en ellos
se puede observar con cuánto detalle describen cómo han de ser atendidos los
enfermos, los niños, los galeotes… sin descuidar aspectos como la comida, la ropa,
el descanso, la educación, la catequesis ni las actitudes necesarias para que todo ello
fuera recibido como manifestación de la bondad de Dios. Esta preocupación hoy se
expresa en las Constituciones de las Hijas de la Caridad en muchos de sus puntos.
Como muestra, destaco el siguiente:
“Con la inquietud constante por la promoción integral de la persona, la Compañía
no separa el servicio corporal del espiritual, la obra de humanización de la
evangelización. Une servicio y presencia, recordando al Señor que revelaba el
Amor del Padre y daba como signos de su misión: «Los ciegos ven, los cojos
andan… y se anuncia el Evangelio a los pobres (Lc 7, 22)»” (C. 14).

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ESCATOLOGÍA: Así en la tierra como en el cielo

4) Principio de continuidad, que se funda en la


experiencia actual: ya ahora poseemos las primicias y
vivimos anticipadamente la vida del mundo futuro, tanto en
lo positivo como en lo negativo. Este principio de
continuidad, dentro de la espiritualidad propia de las Hijas de
la Caridad, lo he encontrado en el apartado de la dimensión
“misionera” de la Compañía:
“Cualquiera que sea el lugar de su misión y la forma de su servicio, conceden
particular atención a las «semillas de la Palabra» presentes en todas las culturas
para hacerlas crecer a la luz del Evangelio” (C 25c).

5) Principio de trascendencia, que pone en evidencia la


limitación del sujeto y su experiencia, ya que es Dios
mismo el que viene al encuentro para comunicarle su
propia vida. Esto implica necesariamente un grado de
novedad y de ruptura con respecto a la existencia presente,
que no nos permite extrapolarla y menos aún considerarla
como última y definitiva. Es el “ya pero todavía no” que
sostiene la tensión de la oración y la vigilancia. Por ello,
“La acción apostólica de las Hijas de la Caridad encuentra su fuerza en la
contemplación, a ejemplo del Hijo de Dios que, íntimamente unido a su Padre, se
retiraba con frecuencia a orar” (C. 21a).

6) Principio de verificación, por el que la escatología debe ir acompañada de una


praxis de amor comprometido en todos los frentes en los que se juega la dignidad o
la existencia de los seres humanos.
Así, pues, parece que la escatología en el siglo XXI habría de recuperar la capacidad
de hablar desde la fe, de una manera fundada, creativa, de lo que los cristianos
esperamos para después de esta vida, que, a su vez, fuera también capaz de dotar de
sentido y coraje para el compromiso con este mundo. En otras palabras, necesitamos
reelaborar un imaginario cristiano del más allá, fundado en la Escritura,
comprensible y atractivo.

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ESCATOLOGÍA: Así en la tierra como en el cielo

La propuesta de la pastoral vicenciana aquí se hace de máxima actualidad. Al hablar


del servicio corporal y espiritual a los pobres, las Constituciones desarrollan este
aspecto ampliamente:
“San Vicente recuerda que el amor
implica la justicia. Las Hijas de la
Caridad tiene la preocupación constante
por la promoción de la persona en todas
las dimensiones de su ser. Por eso se ponen a la escucha de sus hermanos y
hermanas para ayudarles a tomar conciencia de su propia dignidad y a ser ellos
mismos los agentes de su promoción. Dan a conocer las llamadas y aspiraciones
legítimas de los más desfavorecidos, que no tienen la posibilidad de hacerse oír.
Respetando las situaciones particulares, asumen la causa de los pobres y colaboran
con los que defienden sus derechos, siguiendo las orientaciones de la Iglesia. Se
comprometen a trabajar en el plano social para cambiar las estructuras injustas
que engendran la pobreza” (C. 24e).

7) Principio de inculturación, que expresa la necesidad de


traducir los enunciados escatológicos a las categorías
propias de cada época o grupo humano ya que, de no
hacerlo, resultarían inteligibles o equívocos.
San Vicente de Paúl, a partir de su experiencia personal de
la salvación de Jesucristo, llegó a desarrollar toda una
catequesis viva sobre Dios, Jesucristo salvador y otros
aspectos de la fe, para permitir su comprensión, con palabras sencillas y en diálogos
familiares. Hoy, sus seguidoras, estamos llamadas a hacer lo mismo. De ahí que la
sencillez y la humildad se consideren virtudes propias del estilo de vida de las Hijas
de la Caridad, un estilo de vida, que atravesado en todo por el amor, nos debe
acercar a los pobres, a su lenguaje e inquietudes. Las Constituciones lo expresan así:
“Su primer paso es la atención, base indispensable de toda evangelización:
atención hacia las personas, su vida, las realidades socioculturales y sociopolíticas
de los pueblos, y la atención al Espíritu de Dios que actúa en el mundo” (C. 24c)

Dice el Concilio Vaticano II: “La Madre de Jesús precede en la tierra con su luz
al peregrinante Pueblo de Dios, como signo de esperanza cierta y de consuelo, hasta que

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ESCATOLOGÍA: Así en la tierra como en el cielo

llegue el día del Señor” (LG 68). La vida de San Vicente estaba impregnada de esta
doctrina escatológica y consideró siempre a la Virgen María como su madre, guía y
protectora en su peregrinación al encuentro del Señor. Tratando de imbuirme de su
espíritu, quisiera terminar mi trabajo, repitiendo unas palabras de la misma ponencia:

“PARA QUÉ SIRVE LA UTOPÍA”. Para caminar.

5. BIBLIOGRAFÍA
COSTE, P. San Vicente de Paúl. Obras completas. Salamanca: Ediciones
Sígueme. 1972
ORCAJO, A. - PÉREZ FLORES, JM.: San Vicente de Paúl II. Espiritualidad y
selección de Escritos. Madrid: BAC. 1981.
Constituciones y Estatutos de la Compañía de la Hijas de la Caridad.

Artículos:
AMYOT D`INVILLE, E. Anunciar la buena noticia de la salvación siguiendo
las huellas de San Vicente.
SÁINZ, R. Espiritualidad vicenciana. Escatología.
Extraídos en su versión web de la siguiente dirección:
http://vincentians.com/es/?s=escatologia

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