Escatología Vicenciana
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ESCATOLOGÍA: Así en la tierra como en el cielo
0. INTRODUCCIÓN
Tras un breve resumen del análisis que realiza el autor de la realidad sociológica
actual y las distintas posturas históricas que han existido en relación a la concepción de
la escatología cristiana, expondré de forma breve y sencilla el análisis que he podido
realizar de la espiritualidad vicenciana en relación a la escatología y concluiré con una
valoración personal de los aspectos que me hayan parecido más significativos.
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A esta desafección de los cristianos con respecto al cielo han contribuido las
críticas contra esta creencia de los “maestros de la sospecha” (Feuerbach, Marx,
Nietzsche, Freud…), unidos por la pretensión de traer el cielo a la tierra, en
contraposición a los cristianos que trataban de llevar la tierra al cielo.
2. REPRESENTACIONES Y ACTITUDES
EN TORNO AL CIELO
En esta polémica se encierra una cuestión más general y profunda, que versa
sobre la relación que existe entre la primera creación o las realidades de este mundo
(protología), y la nueva creación o las realidades del mundo futuro (escatología). Las
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respuestas que los teólogos dan a esta cuestión de fondo pueden oscilar entre dos
extremos. Por un lado, la afirmación de una continuidad fundamental, que valora la
bondad de este mundo terreno y espera para él la superación de los elementos negativos
(pecado, dolor y muerte) y el desarrollo de sus posibilidades inmanentes, tanto en el
plano físico, como en el ámbito social y religioso (comunión con la naturaleza, con los
hombres y con Dios). Por otro lado, la afirmación de una ruptura radical, que ve a este
mundo, imperfecto y corrompido por el mal, como algo que está llamado a desaparecer
y ser sustituido por una nueva creación, en la que nuestras condiciones de vida actuales
serán totalmente transformadas.
Otros factores que han influido en mayor o menor medida en la evolución del
concepto de cielo y las actitudes frente a él son:
✓ La celo por movilizar las conciencias: El deseo de llegar hasta el corazón de las
gentes, motivándolas para que se aparten del pecado y practiquen las buenas obras,
va a favorecer el fácil recurso a los goces del cielo o -alternativamente- a los
sufrimientos del infierno como estímulos poderosos para movilizar las conciencias.
Esta tendencia moralizante hace que se desequilibren y se desvirtúen los contenidos
de la escatología cristiana, acentuando aquellos elementos que provocan un mayor
impacto emotivo -generalmente coincidirán con los más terroríficos- y desdibujando
la relación que puede existir entre el comportamiento humano y la retribución
divina.
✓ El individualismo: La escatología cristiana ha estado también aquejada de un
acusado individualismo, hasta hacer de la salvación de la propia alma la máxima
motivación y aspiración de la conducta humana. Frente a esta tendencia
individualista, la mejor tradición de la Iglesia (representada por el Nuevo
Testamento, los Santos Padres, los grandes místicos...) ha acentuado la dimensión
social de la salvación y el sentido comunitario de la vida eterna, en la que alcanzará
su plenitud la comunión de los santos. Para el que cree, espera y vive la comunión
de los santos, hay que decir más bien que el “cielo son los otros”…
✓ Las distintas imágenes de Dios: La imagen del dios justiciero tiende a ser hoy
sustituida por la imagen de un dios más maternal, bonachón, casi “abuelete” con el
riesgo de infiltración de esa mentalidad “light” tan de moda que deriva en una gracia
que no exige ningún esfuerzo, una reconciliación que en realidad no cuesta nada. Si
creemos que hay una esperanza de salvación para todos, y que puede haber un cielo
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para las víctimas y para los verdugos, no será en base a una especie de “ley de punto
final” que, más que poner fin a los crímenes y las injusticias de la historia, vendría a
perpetuarlos por toda la eternidad.
✓ La influencia de la cultura y la experiencia personal: Cada cultura se hace su
idea del cielo y, más aún, cada uno de los creyentes tiene su interpretación particular
de dicha idea. La vida futura sólo puede ser entendida en conexión con la vida
presente. Es cierto que en las distintas representaciones del cielo subyace una
proyección de los deseos y anhelos más profundos del hombre. Por consiguiente,
tendremos que estar muy atentos a estos condicionamientos subjetivos y, en
particular, ser muy críticos frente a las trampas del deseo.
✓ Uso indebido de los poderosos a favor de sus intereses: Tanto las calamidades
naturales como los sufrimientos infligidos por la maldad del hombre podían
aliviarse con la perspectiva de que un día habían de cesar, dando paso a una vida de
paz y alegría irrebatables. Hecho que a lo largo de la historia ha servido a los
intereses de los poderosos usando esta concepción de efecto adormidera sobre los
más débiles.
✓ Fuga mundi: En la historia de la Iglesia se ha desarrollado una corriente de
espiritualidad que fomenta la desvalorización y el desprendimiento de los bienes
terrenos (la fuga mundi) como si fueran un lastre o incluso un obstáculo para
alcanzar la perfección cristiana. El amor a esta vida y el compromiso con las
realidades de este mundo parecían incompatibles con el amor supremo a Dios y con
la aspiración a los bienes del cielo.
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Con ello se expresa una concepción más plena de la realización del hombre, que
incluye la gracia de la comunión con Dios como meta de su única y definitiva vocación.
Y en esta concepción se integran, como elementos de un mismo proceso de liberación y
de realización humana, todas las dimensiones constitutivas de nuestro ser: materiales,
sociales, culturales, políticas, etc, y no ya solamente la dimensión religiosa.
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Para San Vicente, el deseo de movilizar conciencias a costa de infundir temor insano
y las tendencias individualistas no supusieron tentaciones relevantes. Él, impresionado
por la profunda ignorancia en la fe de las pobres gentes del campo de su tiempo, que le
hacía temer su salvación, lanzó a sus hijos (Sacerdotes de la Misión) a realizar misiones
populares pero siempre con la intención profunda de anunciar la buena nueva y
colaborar en la salvación de las almas de su tiempo, como lo hizo poner en el escudo de
la Congregación: “me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres”. Es
buena noticia, es una vida nueva, un amor que libera, venido de Cristo y llamado a
vivirse en relación con Dios y con el prójimo.
San Vicente creyó, amó y sirvió a la Iglesia. La vida del santo fue un continuo servicio a
la Iglesia de Jesús en cumplimiento de su compromiso bautismal. Su amor a la Iglesia
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se manifestaba en el gozo que sentía por sus triunfos y más todavía en la aflicción por
sus males.
Según san Vicente (IX, 382-383), el sermón de despedida de Jesús en san Juan son
las conferencias de Jesús con sus discípulos para hablarles del “comienzo, progreso y
perfección de la Iglesia”. En efecto, la Iglesia es la “comunidad escatológica de Jesús”
(LG). La Iglesia es parte integrante de la fe cristiana. Es también la madre que nos lleva
en su seno hasta que nos dé a luz para la eternidad en la muerte.
No nos basta sólo con tener esperanza: los cristianos podemos y debemos
también dar razón de ella, saber fundamentarla y explicarla convenientemente. De esto
se ocupa la escatología cristiana. Y, para esto, no hace falta recurrir a la imaginación o
la fantasía, porque el punto de partida y la base de nuestro discurso es la experiencia.
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en la entraña de la realidad humana del hombre peregrino, que consiste en vivirse como
criatura, hijo, pecador ante Dios hacia el que camina por ser Él nuestro Creador, Padre y
Redentor.
San Vicente nos define lo que entendía por “acción” en dos palabras: “Buscad,
buscad (el Reino de Dios), esto dice preocupación, esto dice acción (X1, 429). Se trata,
pues, de una actitud de espera tensa pero con obras, de una vigilancia activa. Toda la
pastoral vicenciana tiene este carácter. Oigamos al santo: “Amemos a Dios, hermanos
míos, amemos a Dios; pero que sea a costa de nuestros brazos, que sea con el sudor de
nuestra frente” (XI, 733).
En relación con lo anterior y como medio de llevarlo a cabo, San Vicente fue un
gran devoto de la Providencia y un atento observador de los “signos de los tiempos”.
Recomienda siempre no retrasarse ni adelantarse a la Providencia, sino escrutar, a la luz
de la fe, los acontecimientos hasta ver en ellos signos claros de la voluntad de Dios;
pero una vez conocida es preciso seguirla con fortaleza y plena confianza, aunque sus
designios nos sean desconocidos.
4. CONCLUSIÓN
Como se puede deducir de los puntos anteriores, la escatología de San Vicente, con
las limitaciones propias de la realidad social en la que vivió y trabajó el santo, fue una
escatología bastante acorde con lo que ha promulgado la Iglesia en los siglos
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posteriores. Pero me preguntaba en qué medida esos puntos esenciales están también
presentes hoy en la vida y en la espiritualidad de quienes tratamos de seguir sus pasos.
Para responder a mi pregunta, he revisado las Constituciones de la Compañía de las
Hijas de la Caridad, renovadas hace 11 años, tratando de encontrar en ellas esas formas
nuevas de expresión de la “escatología vicenciana”.
1) Principio cristológico, que nos lleva a ver la escatología como cristología aplicada.
No podemos plantear una escatología sin la cristología, puesto que el
acontecimiento de Cristo, desde su encarnación hasta su resurrección, es la base
desde la que podemos hablar de las realidades últimas. Por otro lado, la Escatología
no es más que la consideración de cómo el ser humano va participando ya desde esta
vida, después de su muerte y al final de los tiempos, de la Resurrección y de la
Salvación de Cristo.
Este es un criterio que destacaba en San Vicente y que ha
quedado bien interiorizado en las Congregaciones por él
fundadas. Sin ir más lejos, las Constituciones de las Hijas
de la Caridad dicen así: “La Regla de las Hijas de la
Caridad es Cristo, al que se proponen seguir tal como la
Escritura lo revela y los Fundadores lo descubren:
Adorador del Padre, Servidor de su designio de Amor y
Evangelizador de los Pobres” (C.8a).
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Dice el Concilio Vaticano II: “La Madre de Jesús precede en la tierra con su luz
al peregrinante Pueblo de Dios, como signo de esperanza cierta y de consuelo, hasta que
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llegue el día del Señor” (LG 68). La vida de San Vicente estaba impregnada de esta
doctrina escatológica y consideró siempre a la Virgen María como su madre, guía y
protectora en su peregrinación al encuentro del Señor. Tratando de imbuirme de su
espíritu, quisiera terminar mi trabajo, repitiendo unas palabras de la misma ponencia:
5. BIBLIOGRAFÍA
COSTE, P. San Vicente de Paúl. Obras completas. Salamanca: Ediciones
Sígueme. 1972
ORCAJO, A. - PÉREZ FLORES, JM.: San Vicente de Paúl II. Espiritualidad y
selección de Escritos. Madrid: BAC. 1981.
Constituciones y Estatutos de la Compañía de la Hijas de la Caridad.
Artículos:
AMYOT D`INVILLE, E. Anunciar la buena noticia de la salvación siguiendo
las huellas de San Vicente.
SÁINZ, R. Espiritualidad vicenciana. Escatología.
Extraídos en su versión web de la siguiente dirección:
http://vincentians.com/es/?s=escatologia
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